La Salle: construyendo paz en Colombia

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La Salle: Construyendo Paz en Colombia

Documentación de experiencias pastorales de Proyección Social en el

Distrito Lasallista de Bogotá.

COORDINADOR Carlos Andrés Forero Forero, FSC.

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ISBN: 978-958-58787-6-1Primera edición: Bogotá D.C., agosto de 2015© Derechos Reservados, Congregación de los Hermanos de las Escuelas Cristianas - Distrito Lasallista de Bogotá.

Coordinador y editorCarlos Andrés Forero Forero, FSC

Equipo editorialJhonattan Andrés Benavides JuradoKaren Díaz RestrepoLaura Arenas Tabares

Diagramación y diseño de carátulaIngrid Jiménez UrbinaServicio de Comunicaciones y PublicacionesDistrito Lasallista de Bogotá[email protected]

ImpresiónCMYK Diseño e Impresos SAS

Queda prohibida la reproducción total o parcial de este libro por cualquier procedimiento, conforme a lo dispuesto en la ley.

Impreso y hecho en ColombiaPrinted and made in Colombia

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A la memoria de los Hermanos fundadores del Lasallismo en Colombia:

Julio, Liberien Joseph y Judulien (franceses);Alfredo María (ecuatoriano);

Alonso y Alfredo (colombianos).

Ellos, provenientes de otras tierras e incluso de otros continentes,

fueron los pioneros en salir de sus murosy liderar una proyección social

que cumple ya 125 añostransformando realidades y salvando muchas vidas.

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ÍNDICE

PRÓLOGOPara que brille así nuestra luzCarlos Andrés Forero Forero, FSC.............................................................................

DOCUMENTACIÓN DE EXPERIENCIAS PASTORALES DE PROYECCIÓN SOCIAL

Acercamiento a la ESLID como espacio de preparación para jóvenes comprometidos con la proyección social del Voluntariado Misionero LasallistaManuel Alejandro Celis Gil, FSC...............................................................................

La escuela lasallista como escenario de pazKímberly Linares Sánchez / Fabián Alberto Rangel, FSC..........................................

Fieles hijos seremos del Dante Lady Andrea Polanco Sánchez.....................................................................................

Escuela La Salle para la Paz y la VidaCarlos Germán González Sandoval............................................................................

Proyecto Alaska Nicolás Luna Martínez / Laura Bautista Miranda....................................................

Tomados de las manosDiego Hernán Salamanca Molano....................................................................................

San Vicente del Caguán abriendo fronteras de Paz: Círculos de Paz-esQuena Melisa Leonel Loaiza......................................................................................

Paz propia como aporte lasallista a la paz nacionalJesús Ariel Parada Zorro.............................................................................................

Jóvenes de RicaurteJuan Sebastián Mayorga Cardozo / Julián Felipe Mayorga Cardozo........................

Un espíritu de servicio que nunca se acabaKaren Viviana Giraldo Rendón / María Clara Montañez Castellanos / Zulay Katerine Ordóñez Sarmiento / Mónica Lizeth Peñuela Hernández...............

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Prólogo

PrólogoPara que brille así nuestra luz

Carlos Andrés Forero Forero, FSC1

“No se puede ocultar una ciudadsituada en la cima de una montaña.

Ni tampoco se enciende una lámparapara ponerla debajo de un cajón,

sino encima del candeleropara que alumbre a todos los que están en la casa.

Brille así la luz de ustedespara que vean sus buenas obras

y den gloria a su Padre.”Mt, 5. 14–16.

Dice Varujan Vosganian en El libro de los susurros, que las costumbres corren mucho más despacio que la sangre y que por ello es tan difícil que podamos sacárnoslas o transformarlas (2009, p.13). Viendo esta frase desde el envés también podemos decir que crear algo nuevo, generar una nueva costumbre, es un proceso difícil y muy lento que exige mucha perseverancia y paciencia.

Es desde esta perspectiva desde la cual podríamos contemplar el aquí y ahora de esa dinámica que poco a poco se fue instalando, es decir, se fue volviendo costumbre en nuestros colegios, y que los fundamentos y lineamientos de la pastoral distrital definen como la Proyección Social (Forero, 2015). Recuerdo que hace ya veintiún años, en 1994, escuché por primera vez hablar de este término a dos apasionados y visionarios Hermanos: uno era nuestro director en el postu-lantado y el otro el visitador de ese momento. Se trataba de una idea que se mencionaba tal como se menciona hoy la posibilidad de enviar viajes tripulados

1 Secretario de Pastoral del Distrito Lasallista de Bogotá. Licenciado en Educación con especialidad en Estudios Religiosos de la Universidad de La Salle y magíster en Antropología de la Universidad de los Andes. Correo electrónico: [email protected].

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a Neptuno y que pretendía que cada una de nuestras obras educativas tuviera bien estructurado y definido un trabajo mediante el cual se beneficiara a niños y jóvenes de sectores marginados y vulnerables.

La idea surgió de la convicción de que nuestras escuelas son realmente un lugar de salvación y de que esa salvación podría llegar a muchos más niños y jóvenes presentes fuera de nuestras aulas. Es más, que dicho proyecto podría estar animado y apoyado precisamente por los jóvenes que conocían y vivían intensamente su lasallismo y que podían ser testigos de cuanto la educación puede hacer para contribuir en la salvación de la niñez y la juventud, entendiendo la salvación como las posibilidades de desarrollar todos nuestros talentos y habilidades para lograr el desarrollo propio y contribuir a proyectos comunes y sociales. En últimas, se trataba de poner en alto una luz que brilla majestuosa dentro de nuestras instituciones y que merecía alumbrar a muchos más.

Desde aquella época, el afianzamiento de los Centros de Proyección Social (CPS) se ha venido dando como Vosganian describe el correr de la sangre: muy despacio. Al principio fue solo una idea que empezó a rodar, a calar en las mentes y corazones de diversos agentes de pastoral que, transcurridos dos años, decidieron echar a andar experiencias esporádicas de trabajo en sectores marginados que apenas llegaban a ser momentos de sensibilización. Pasaron cerca de cinco años para que en una de las obras, el Instituto San Bernardo, se estableciera un proceso sistemático y orgánico de proyección social adoptado ya como una política institucional.

Varios barrios y sectores de Ciudad Bolívar y del suroriente de Bogotá fueron literalmente tomados por jóvenes que en nombre de La Salle iban a replicar las experiencias significativas vividas por ellos mismos, con lo cual se empezaba a hacer realidad el hecho de que la salvación representada por una educación de calidad podría llegar no solo a quienes contaban con recursos para pagar una matrícula en nuestras obras privadas o a quienes corrían con suerte para hacerse a un cupo en uno de los colegios públicos animados por nosotros, sino que muchos otros niños y jóvenes, por acción de la generosidad y por el efecto de expansión, podrían tener alguna oportunidad de descubrir su capacidad de vencer el círculo de la miseria por sí mismos, potenciando sus capacidades, talentos y virtudes.

Poco a poco, como suele suceder con las cosas del Reino que empiezan siendo la más pequeña de las semillas, esa primera experiencia empezó a replicarse en otras obras. No fue un efecto de reacción atómica en cadena sino más bien fruto de algunas iniciativas particulares. Pero, como el grano de la parábola que un hombre echa en la tierra y luego crece solo sin saber cómo (cfr. Mt. 4, 26–39), la

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Prólogo

importancia de los CPS en los procesos pastorales y educativos se fue convirtiendo en una convicción, en un árbol grandioso que albergaría muchos pajarillos y que serían consuelo de quienes caminan agobiados por el mundo.

Han pasado, como ya se dijo, al menos veintiún años y en las diversas obras la proyección social se ha ido afianzando; como en la parábola recién citada, en algunos lugares apenas está la tierra; en otros ya se tiene lista la semilla; hay ciertos sitios donde la semilla se ha echado y otros en donde apenas se ve la hierba; los más avanzados ya empiezan a tener espigas e incluso en algunos ya hay trigo abundante.

Trasegando por las letras de cada una de las experiencias, además de experi-mentar una inefable emoción, he podido descubrir cuatro aspectos constantes que nos dan pistas acerca de qué procesos fundamentales se han gestado en nuestra labor pastoral de proyección social y que sin duda alguna son un aporte fundamental a la construcción de una nueva cultura de la paz y la reconciliación en nuestra amada patria:

1. Humanizar: en cada relato es posible encontrar expresiones en las que se vislumbra la posibilidad de estar y de ser con otros en igualdad de condiciones –aunque al comienzo los viéramos absolutamente diferentes y extraños– como uno de los elementos más significativos de una experiencia de proyección social. Esa acción de ir hacia lugares tan distantes y de interactuar con personas tan distintas posibilita, por una parte, descubrir que, más allá de las costumbres y los prejuicios, compartimos una misma dignidad humana y, por otra, experimentar que tenemos algo para dar a los otros y mucho para aprender de ellos.

La proyección social es ante todo una experiencia humanizadora, tanto para los agentes pastorales que van a cada lugar, como para todas las personas con quienes se trabaja, y es al mismo tiempo una experiencia que permite redefinir e incluso encontrar un sentido profundo para la vida. Esto, sin duda alguna, es un aporte altamente significativo a la construcción de una cultura de la paz y de la vida que los lasallistas comprometidos validan con convencimiento en sus testimonios.

2. Promover: otro elemento evidenciado reiterativamente en cada uno de los relatos es la constatación de uno de los factores que más incide en la generación de pobreza, marginación y exclusión: la mentalidad y la cultura; dicho en palabras comunes, la mayor de las pobrezas es la pobreza mental. El trabajo

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realizado por los agentes lasallistas lleva implícita una convicción: no le damos nada a nadie ni hacemos nada por nadie; antes bien, trabajamos juntos para que cada cual descubra sus propias habilidades y capacidades de tal modo que sea capaz de valerse por sí mismo y luego unirse a otros por una causa común.

De este modo nuestros agentes pastorales descubren que una de las tareas fundamentales en la proyección social consiste en buscar la promoción humana integral de cada niño, joven y adulto con quienes trabajamos, a partir de lo que ellos mismos puedan lograr. Es este un aporte al desarrollo social territorial y, por ende, a la construcción de condiciones generadoras de paz y convivencia.

En esta misma perspectiva de promoción, los lasallistas descubren que la educación es una de las herramientas más importantes para el desarrollo de los talentos y habilidades necesarios para superar la pobreza, ante todo mental, generadora de los determinismos que mantienen encerrada a buena parte de la población en el círculo de la miseria. Pero la educación que constituye uno de los mejores aspectos de estas experiencias no es una educación que se concibe como el acto académico de enseñar sino como la experiencia humana de aprender haciendo juntos.

Tal constatación ha hecho que un número significativo de jóvenes pastoralistas contemplen seriamente el magisterio como un proyecto de vida, lo cual constituye otro aporte lasallista a la paz. Si se tiene en cuenta que en la actual coyuntura política se han sentado como bases del Plan Nacional de Desarrollo la paz, la equidad y la educación, será un aporte significativo que el país pueda contar con maestros convencidos de lo vital que resulta esta última para el progreso de los pueblos y para la construcción de la paz y la reconciliación.

3. Trascender: resulta significativo hallar en las narraciones, tanto de jóvenes como de maestros y Hermanos, que el trabajo con comunidades vulnerables requiere de una fuerza que se encuentra en el cultivo de la interioridad y de la espiritualidad. En una dinámica así, la proyección social adquiere una dimensión trascendental que permite darle un nuevo rostro a la experiencia religiosa de lo que somos como cristianos y un sentido de pertenencia vital a una iglesia comprometida con la misericordia y la justicia, y con un rostro de humildad.

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Prólogo

Como se puede observar en la mayoría de los capítulos, el cultivo de la interioridad es ampliamente valorado en un mundo donde especialmente los jóvenes ansían la posibilidad del encuentro consigo mismos como una oportunidad de cultivar la paz interior para poder proyectar la vida hacia los otros y hacia un futuro que normalmente se presenta como amenazante. Si hay un clamor urgente del mundo es la esperanza y qué mejor forma de promoverla sino es desde la fe que nos mueve como seguidores de Jesús y la fraternidad que nos distingue como lasallistas.

Descubrir esta riqueza que nos mueve a la esperanza posibilita también el hecho de celebrar juntos una fe encarnada que nos lleva más allá de nosotros mismos y de nuestras propias limitaciones.

4. Servir: finalmente, el más evidente de los factores en una experiencia de proyección social es el que implica descubrir el gozo de servir al otro y de servir con otros. Es justamente esto lo que más se desarrolla en cada experiencia y que da cuenta de lo significativo que resulta salir de nuestros propios muros, personales e institucionales, para descubrir el valor y el sentido de la vida en la entrega a los otros y a las causas nobles con las que están comprometidos muchos hombres y mujeres en el mundo.

Sin duda alguna, esta publicación es vela encendida para ponerla en el candelero, es ciudad puesta en la cima de una alta montaña, es luz nuestra que debe brillar ante muchos para iluminarlos, es decir, para anunciar que la esperanza es posible y que, de hecho, es real, porque hay cientos de generosos jóvenes, maestros, Hermanas y Hermanos lasallistas en diferentes puntos de la geografía nacional demostrando que construimos paz acercándonos a quienes más alejados están de la salvación. Ejemplos claros de esta esperanza real son las experiencias que hoy aparecen documentadas en esta publicación nacida providencialmente cuando celebramos con gozo 125 años de presencia en nuestra amada patria y que nos permiten soñar con muchos siglos más.

Y como es absurdo prender una lámpara para ponerla debajo de un cajón, es necesario manifestar un sentido agradecimiento a los lasallistas que ayer, hoy y mañana, continúan llevando esperanza y salvación a muchos niños de lugares como los diferentes barrios de Bogotá y la localidad de Usme; de ciudades como Villa-vicencio; o de poblaciones como Soacha, Ricaurte y Chimbe en Cundinamarca,

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Magangué en Bolívar, Sogamoso en Boyacá y San Vicente del Caguán en el Caquetá. Por supuesto, en nombre del Distrito Lasallista de Bogotá, un agradecimiento a los autores de estas páginas:

Al Hermano Manuel Alejandro Celis y, en su nombre, a todos los voluntarios y jóvenes del Voluntariado Misionero Lasallista de Magangué que han posicionado el nombre de La Salle en este municipio a través de diversas estrategias que han ayudado a reconstruir el tejido social. Allí su casa se ha convertido en todo un símbolo de fraternidad, de construcción de esperanza y de la posibilidad de soñar un futuro mejor y posible, tal como se menciona en el relato:

A los jóvenes les gusta permanecer en la casa del Voluntariado… hacen ruido, pelean y se reconcilian… allí descubren una misión, saben que pueden hacer algo por su tierra y por ello están pendientes, atentos a pensar siempre en proyectos y actividades que beneficien a Magangué y especial-mente a otros jóvenes como ellos. (p.28).

A la profesora Kimberly Linares Sánchez y al Hno. Fabián Alberto Rangel del Instituto San Bernardo que documentaron la experiencia de Altos de la Florida en el municipio de Soacha. Su relato nos habla de un lugar que “guarda silencio… donde se construye un territorio de paz, pues los lazos se fortalecen con el esfuerzo de organizaciones altruistas con gran experticia en el arte de construir tejido social” (p.34).

A la profesora Lady Andrea Polanco de la Institución Educativa Dante Alighieri, quien da cuenta del trabajo pastoral realizado en San Vicente del Caguán, una población donde “la situación de constante estrés ante la imposibilidad de hacer algo para combatir tal realidad hizo que se aumentara el silencio y la sumisión ante cualquier realidad” (p.50), pero en la que el trabajo pastoral llevó a combatir una pobreza que “no solo se refiere al ámbito de lo material sino también a la pobreza de espíritu y de proyección” (p. 52).

Al profesor Carlos Germán González, coordinador de la Escuela La Salle para la Paz y la Vida, en Villavicencio, quien nos relata su experiencia en esta obra que atiende población desplazada y vulnerable en el barrio La Reliquia. Una escuela que nació en el local donde funcionaba un bar y donde ahora:

La escuela, más que un mero proyecto, es una obra que hace parte de nuestra historia de vida y que esperamos continúe existiendo como un

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Prólogo

puente para la salvación de cada una de las personas que hacen parte de la comunidad escolar. (p.74).

A los jóvenes Nicolás Luna Martínez, exalumno del Instituto San Bernardo de la Salle y Laura Vanessa Bautista, estudiante del Colegio Juan Luis Londoño I.E.D. La Salle, autores del capítulo Loquitos sembrando estrellas, sobre el trabajo de proyección social de esta última institución, adelantado en el Barrio Alaska (localidad de Usme, Bogotá). Su trabajo, como lo promete el escrito desde el inicio, da cuentas de “historias más increíbles que las de hidalgos peleando con molinos o las de grandes familias que al final del camino solo encontraron un huracán llevándose todo” (p.79).

Al profesor Jesús Ariel Parada, de la I.E. Politécnico Álvaro González Santana, de la ciudad de Sogamoso, que ha animado el trabajo de proyección social en la Sede Manitas. Su trabajo nos da cuenta de un lugar en donde manaban fuentes de agua (por eso el nombre de Manitas) y en el que se perciben los resultados del trabajo con:

Niños que se reúnen todos los sábados después de las 2:00 p.m. con los pastoralistas que dejan todo a un lado, al estilo del Señor De La Salle, para encontrarse con rostros llenos de expectativa y sonrisas escandalosas que invitan a una experiencia poco común. (p.123).

Dicha experiencia mueve a tal punto los corazones de los jóvenes, que los lleva a manifestar:

Tenemos que terminar lo que decidimos comenzar. No es nada fácil pero ya pasamos lo más duro… Vamos a continuar con la labor de los centros de proyección social pues la fuerza que nos falta nos la otorga cada uno de los niños que comparten con nosotros cada sábado. (p.124).

Como las manos siempre vienen de a dos, agradecemos al joven Diego Hernán Salamanca, egresado de la Escuela Tecnológica Instituto Técnico Central, quien nos presenta la experiencia de proyección de esta institución en el barrio Manitas, al sur de la capital del país. Un lugar donde se puede “alcanzar el límite de dos ciudades que son parte de la misma Bogotá” (p.89) y que narra “una historia de ir y venir con caídas y levantadas, con ratos buenos y malos que ha dejado huellas positivas en un barrio marcado por profundas heridas sociales” (p.90).

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A la profesora Quena Melisa Leonel quien ha recuperado los orígenes del proyecto Círculos de Paz-es, desde su nacimiento en San Vicente del Caguán hasta su expansión a diversos barrios del sur de Bogotá y a corregimientos de Magangué. Una experiencia que permitió descubrir que,

La paz es mucho más que la negación del conflicto y la terminación de la guerra… para entender que la violencia y la paz son aspectos culturales y que esta última además de ser una responsabilidad de todos es una acción que debe construirse día a día. (p.113).

Fruto de dicha convicción es esta original propuesta de pedagogía para la paz, tan necesaria en estos momentos históricos en los que se hace necesario no solo terminar el conflicto, sino apostar por una manera de desaprender los odios heredados y aprender las posibilidades de ser, relacionarnos y vivir de otra manera.

A los hermanos Mayorga, Julián Felipe y Juan Sebastián, que hacen parte de la fundación Lazos Construyendo Humanidades en una Latinoamérica Sostenible (LAZCHELAS) del nivel Lazos del Liceo Hermano Miguel La Salle. Ellos nos presentan la experiencia del Proyecto Alegría en el municipio de Ricaurte (Cundi-namarca) por medio de un testimonio lleno de emoción:

Mi cuerpo cansado siente la satisfacción del trabajo bien hecho y reafirma que los resultados alcanzados con esfuerzo y dedicación dan cuenta de las mejores obras que he llevado a cabo en mi vida. No deseo estar en otro lugar, no quiero hacer otra cosa más que fijar mi mirada en los veintisiete jóvenes que han participado de esta aventura y que me hacen sentir que la vida es vida y que vale la pena vivirla, vale la pena servirla. (p.138).

A Karen Vivian Giraldo, María Clara Montañez, Zulay Katerine Ordóñez y Mónica Lizeth Peñuela, estudiantes de diversas carreras de la Universidad de la Salle, quienes comparten su experiencia en la vereda Chimbe del municipio de Sasaima (Cundinamarca). Su relato nos habla de un lugar “tan único como todos los paisajes colombianos que permiten ver la realidad desde otras perspectivas” (p.151) y que les permitió cuestionarse “sobre el número real de acciones que emprendemos desde la academia para aportar al mejoramiento de las condiciones de personas que viven en las zonas rurales de nuestro país” (p.152).

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Prólogo

Y, por supuesto, no podría faltar mi agradecimiento, por su apoyo, al Distrito Lasallista de Bogotá, de manera especial al Hno. Leonardo Enrique Tejeiro, visitador y al Hno. Niky Alexánder Murcia, secretario de educación, así como al equipo de Casa Pastoral que llevó a cabo una noble y vital tarea mediante la disposición de sus talentos y de todas sus energías en esta empresa que hoy ve sus frutos: A Laura Arenas Tabares, psicóloga y asistente de la Secretaría de Pastoral; a Karen Díaz Restrepo, licenciada en Ciencias Sociales y responsable de la oficina de Relaciones Interinstitucionales; a Jhonattan Andrés Benavides Jurado, responsable de la oficina de Educación Religiosa Escolar (ERE) y a Ingrid Jiménez Urbina, encargada de la oficina de Comunicaciones del Distrito Lasallista de Bogotá. Su compromiso y entrega son la muestra fehaciente de una convicción que me ha acompañado a lo largo de mi vida como Hermano de La Salle: que la fuerza nuestra, está en nosotros.

La presente publicación del Distrito Lasallista de Bogotá, en la que documenta-mos algunas de las experiencias de proyección social que se adelantan en nuestras obras o que son apoyadas por la Secretaría de Pastoral, es muestra fehaciente del compromiso que hemos asumido de contribuir con la generación de una cultura de la paz y la reconciliación en el país. Quizás este sea el momento en que el fruto ya admite que pasemos la hoz porque ha llegado la siega.

ReferenciasVosganian, V. (2009). El libro de los susurros. Valencia: Pre-textos.Forero, C. (2015). Lineamientos y manual de pastoral. Bogotá: Distrito Lasallista

de Bogotá.

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Acercamiento a la ESLID como espacio de preparación para jóvenes comprometidos con la proyección social

del Voluntariado Misionero Lasallista

Manuel Alejandro Celis Gil, FSC1

Para iniciar esta documentación es importante contextualizar la ESLID como uno de los procesos del Voluntariado Misionero Lasallista (VML). El VML de Magangué es una obra del Distrito Lasallista de Bogotá que realiza su misión en el municipio de Magangué. Asume como tarea fundamental la reconstrucción del tejido social, de acuerdo con lo que el proceso diocesano de renovación y evangelización establece en su diagnóstico de la realidad de este importante y a la vez golpeado municipio del departamento de Bolívar.

En el marco de este propósito fundamental de la reconstrucción del tejido social, el VML trabaja en alianza estratégica con instituciones locales, nacionales e internacionales que también aportan a la región: Cámara de Comercio de Magangué, Corporación por la Magangueleñidad, REDEPAZ, Corporación Tiempos de Vida y Pastoral Social, entre otras.

La ESLID es una de las experiencias de formación más importantes de la acción del Voluntariado Misionero Lasallista en Magangué. En ella han participado, desde el año 2009 hasta hoy, más de doscientos jóvenes que se han formado como líderes sociales para emprender acciones en favor de la promoción y el desarrollo de la comunidad.

Uno de los grandes logros de la ESLID es el fomento de una conciencia social, puesto que los participantes asumen compromisos para beneficiar a las personas de su municipio. Pero, ¿cómo logra la ESLID comprometer a los jóvenes que participan de ella para asumir de manera organizada una acción social y política en favor de Magangué? A continuación se buscará responder a esta pregunta mediante un acercamiento al proceso de formación de los jóvenes líderes desde tres ópticas.

1 Licenciado en Educación Religiosa Escolar de la Universidad de La Salle de Bogotá, especialista en Prácticas Pedagógicas Universitarias de la Universidad Francisco de Paula Santander de Cúcuta, estudiante de maestría en Educación de la Universidad del Norte. Pertenece a la comunidad del Voluntariado Misionero Lasallista de Magangué desde el año 2012 y es su actual director. Correo electrónico: [email protected].

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¡Porque estamos en Magangué!2

Cuando le pedí a un joven magangueleño que me contara un poco de su ciudad lo primero que me dijo fue que es el segundo municipio del departamento, conocido por la pujanza y la historia construida entre el siglo XIX y comienzos del siglo XX. Recuerdo que a continuación hubo un tiempo de silencio y continuó hablándome del calor que hace (el termómetro rara vez marca menos de 30° y la sensación térmica es muy alta debido al nivel de humedad que no baja del 80%). Luego me habló del baile de la malla y a continuación lanzó una frase que siempre me ha sorprendido: “Acá cada quien hace lo que quiere, pojque etamo en Magangué”3

Esta es una dura realidad que vive este municipio debido al abandono de sus gobernantes y a la corrupción. Sin embargo, el Hno. Carlos Andrés Forero lo describe mucho mejor en el documento Conociendo la región (2013):

Magangué es un municipio ubicado en el sur del departamento de Bolívar, a unas tres horas de su capital, la famosa Cartagena de Indias. Magangué, segunda ciudad del departamento con un poco más de ciento cincuenta mil habitantes, se encuentra en una región tremendamente rica en recursos naturales, tales como tierras enormemente fértiles que alguna vez se dedicaron, en grandes proporciones, al cultivo del arroz y del tabaco que surtían los mercados de gran parte del país; también abundan los yacimientos de recursos mineros, entre ellos el oro, y la mayor de sus riquezas: el agua. De hecho, a Magangué se le conoce como “el país de las aguas” y se dice que es la segunda despensa hídrica del mundo.

En medio de la exuberancia y riqueza natural, Magangué se encuentra sumida en una situación donde campean la miseria, la corrupción y el crimen. Décadas enteras asolada por el abandono estatal, luego la presencia

2 Esta parte del texto tiene como base los relatos que realizan de su experiencia los Hermanos que han estado en la comunidad de Magangué:

• Hno. Carlos Andrés Forero Forero, FSC. Magister en antropología, director del Voluntariado durante el periodo 2008-2012 y actual Secretario de Pastoral del Distrito Lasallista de Bogotá.

• Hno. Manuel Alejandro Celis Gil, FSC. 3 Es muy común en el dialecto de algunas zonas de la región caribe el remplazo del sonido de la letra “r” por el de la “j” y la eliminación de la “s” en algunas palabras.

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de varias guerrillas, después el sometimiento a los grupos paramilitares y finalmente mafias criminales que se tomaron el poder y la administra-ción pública, han hecho de Magangué un lugar donde se vive la paradoja de naufragar miserablemente por la vida en un mar repleto de riquezas y maravillas.

¿Cómo está planeada la ESLID?

Es en este contexto en el que conocí la Escuela de Líderes (ESLID), una experiencia reciente, liderada por el Voluntariado Misionero Lasallista, dedicada a la formación de jóvenes para que lleguen a ser conscientes de su realidad y del papel que pueden ejercer con miras a modificarla de manera positiva.

Al iniciar mi experiencia en Magangué vi la ESLID como una escuela más en el trabajo del Distrito Lasallista a favor de la promoción de la juventud, sin embargo, el contacto con los líderes y animadores4 me permitió descubrir que este proceso verdaderamente compromete a los jóvenes con la “reconstrucción del tejido social”, concepto muy trajinado en el país, pero que acá está profun-damente cargado de significado cuando se percibe el trabajo mancomunado en favor de los magangueleños.

La ESLID es más que una escuela de liderazgo. Esta ha sido capaz de crear consciencia entre los jóvenes de sus potencialidades para aportar a la construc-ción de Magangué y comprometerlos en acciones específicas en pro de quienes más lo necesitan y que, al parecer, han sido olvidados por el sistema capitalista y competitivo en el que vivimos. Ver a los jóvenes hacer parte de proyectos como los que enuncio a continuación, me convence de que otro mundo es posible y de que son ellos quienes lo pueden construir.

• La Escuela de Perdón y Reconciliación (ESPERE) que se trabajaba en la cárcel Camilo Torres.

• La Escuela Rural de Líderes (ESRULID), proyecto que surgió como propuesta de los mismos jóvenes para fomentar actitudes de liderazgo en los niños y adolescentes de algunas zonas rurales de Magangué.

4 En el contexto de la escuela, los líderes son aquellos jóvenes que han iniciado su proceso de formación y los animadores son los que ya han terminado los tres niveles de las ESLID y continúan trabajando en el VML como voluntarios.

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• Acompañamiento con refuerzos escolares en la Casa Hogar Niña María –internado destinado a la formación de niñas pertenecientes a familias muy pobres del municipio–.

• Convivencias: encuentros para trabajar con jóvenes de colegios y agudizar su consciencia sobre la realidad del municipio.

Podría enumerar otros cuantos y extenderme en palabras explicando todo lo que hacen y son capaces de hacer, sin embargo, después de vivir varios años acá y de ver cómo cada generación de jóvenes o, como dicen en la región, pelaos y pelaas, se comprometen, es inevitable pensar que este tipo de escuela promueve el compromiso social y que tanto el programa como las estrategias utilizadas sensi-bilizan y llevan a asumir acciones concretas.

La ESLID es un proceso de formación que dura un año, divido en tres sesiones intensivas (durante los periodos vacacionales y recesos escolares) y en sesiones permanentes (una vez por semana); los jóvenes que se vinculan van recibiendo formación integral en tres dimensiones: humano-antropológica, social-comunitaria y espiritual-interior (VML, s.f.).

Desde la dimensión humano-antropológica se busca promover el desarrollo de un sano auto-concepto a partir de la elaboración de la historia personal, rescatando las capacidades y potencialidades de cada uno de los jóvenes e iniciando así la superación de la situación general de baja estima social expresada en la frase ya citada: “porque estamos en Magangué”. Es así como se desafía una cultura que ha acostumbrado a los habitantes de este municipio al fracaso y los ha hecho sentirse incapaces de asumir compromisos a largo plazo.

La ESLID trabaja fuertemente en desarrollar dos aspectos relevantes de la personalidad: carácter y criterio. Al formar en criterio la gente ya no se deja llevar por la masa, la costumbre o el “aquí siempre ha sido así”, que tanto daño ha hecho. Y al fortalecer el carácter, desde el primer nivel, los jóvenes empiezan a destacarse entre su generación y entre las organizaciones sociales y comunitarias.

En cuanto a la dimensión comunitaria, desde el primer momento en que se vinculan a la ESLID, los jóvenes se integran a un proceso de identificación con la espiritualidad lasallista que contempla la fraternidad como un valor imprescin-dible en la vida cotidiana. Trabajamos así no sólo algo específico de la identidad lasallista sino que abordamos de manera propositiva una forma de hacerle frente a la tendencia dominante del individualismo y del “¡sálvese quien pueda!”.

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Gracias al trabajo en la dimensión social del joven, este asume con intensidad la posibilidad de ser líder, agente transformador y gestor social. En este aspecto ha sido clave el establecimiento de alianzas estratégicas con organizaciones sociales y comunitarias, tanto del sector privado como del público. Es así como la tarea fundamental del Voluntariado Misionero Lasallista –colaborar en la reconstruc-ción del tejido social– es asumida con radicalidad por los jóvenes desde su primer contacto con el VML.

La formación integral que persigue la ESLID pasa, en primer lugar, por el cultivo de la interioridad, la capacidad de reflexionar sobre sí mismo y sobre lo que nos acontece como comunidad y como sociedad. De este modo, el joven se abre a la trascendencia, en la perspectiva de la exhortación Evangelii Gaudium (2013): “Llegamos a ser plenamente humanos cuando somos más que humanos, cuando le permitimos a Dios que nos lleve más allá de nosotros mismos para alcanzar nuestro ser más verdadero.”

En el aspecto metodológico la ESLID se plantea de la siguiente manera:

Para cada sesión intensiva se planean bloques creativos y didácticos en los que se desarrollan temáticas que le permiten, al participante, abrir los ojos ante situaciones que vive a nivel personal y en la comunidad de la que hace parte. Se busca también el desarrollo de habilidades para una comunicación asertiva de las ideas y de puntos de vista frente a situaciones que cotidia-namente se presentan y que en muchas ocasiones terminan siendo focos de conflicto. Cada participante recibe una instrucción sobre la adecuada manera de diseñar y ejecutar actividades y proyectos para luego ser retado a crear y desarrollar una iniciativa en equipo. De esta manera aprenden que los procesos participativos aunque más lentos son más seguros.

Cada año los participantes de la ESLID, además de recibir formación, van tomando parte de diversos proyectos, planeados y desarrollados en equipo, en favor de niños y jóvenes de diferentes comunidades del municipio. El empoderamiento que se ha logrado con ellos ha alcanzado tal grado, que llegan a convertirse en formadores de los nuevos jóvenes que se van sumando. Es un proyecto de jóvenes para jóvenes.

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El lema de la tercera sesión de la ESLID, con el que se clausura el proceso de formación, dicta: “A Magangué, por otro camino”. Es evidente que, a pesar del corto periodo de su existencia, esta escuela ha transformado la vida de varios centenares de jóvenes y, a través de ellos, de sus comunidades y de la sociedad.

La ESLID ha promovido que la diversidad no sea un obstáculo sino una riqueza que permite conciliar las diferencias y mirar el horizonte con esperanza. Y ante los acontecimientos que legitimaron la división y la marginación, promueve la reconciliación con esa historia y la unión de los talentos personales en una causa común. (VML. s.f.).

Un aspecto bastante interesante es que al no contar con una población cautiva5, se hace necesario realizar un proceso de nucleación, definido en el documento Civilización del Amor como “la etapa en la que los jóvenes son convocados, responden afirmativamente y deciden comenzar su participación en los grupos juveniles” (CELAM, 1995). Octubre y noviembre son claves para la vida de la ESLID porque corresponden al tiempo en que los animadores presentan a los estudiantes de colegios del municipio la propuesta. Llama la atención que siempre dan a conocer la escuela como una oportunidad de emprender acciones para cambiar la realidad del territorio.

Un joven que participa de la ESLID siempre escucha hablar de la importancia de poner sus talentos al servicio de los demás y es constantemente retado a hacer lo mejor no solo por sí mismo, sino por los demás. Junto a ese discurso promotor del servicio se le abren escenarios para que pueda poner en acción estas palabras. Así, por ejemplo, inmediatamente después de terminar el primer nivel, se les invita a participar de la novena de aguinaldos que se realiza en dos lugares y ellos asumen la responsabilidad no solo de preparar de manera conjunta cada momento de la novena, sino de incentivar la contribución de varias personas e instituciones que donan los regalos para los niños que participan de esta celebración. Es muy emocionante verlos vencer la pena y, aún más significativo, verlos entregarse a los demás con alegría. La ESLID les enseña a descubrir que

5 Al decir que no se cuenta con una población cautiva se hace referencia a que en Magangué no hay un colegio del Distrito Lasallista de Bogotá, en el cual se pueda realizar la invitación a jóvenes para que participen de la escuela.

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son capaces de impresionarse ante las situaciones que hasta el momento habían sido vistas como algo normal de la cotidianidad.6

Impresionados descubren en la casa del Voluntariado Misionero Lasallista un espacio para compartir y soñar: “Cabe mencionar que una gran estrategia del Voluntariado es la misma casa, que permanece abierta a los jóvenes la mayor parte del día, lo que permite un espacio de encuentro y acompañamiento que los cautiva” (MEL, 2012).

Los jóvenes de la ESLID en la casa del VML descubren un espacio donde se sienten impulsados a planear de manera orgánica su acción pastoral (cfr. CELAM, 1995; 85), trabajan por la dignidad de la persona, crean territorios socialmente constituidos, generan proyectos de desarrollo sustentable, se constituyen en ciudadanos activos, promueven la solidaridad y la cooperación y establecen alianzas con otras instituciones que aportan al mejoramiento de las capacidades, las oportunidades y las condiciones de las poblaciones, especialmente las más vulnerables de la sociedad. (Distrito Lasallista de Bogotá, 2013)

¿Qué hacen los jóvenes de la ESLID?7

Soy maestra y en mi corta carrera me había encontrado con diferentes casos que tocan el corazón. Sin embargo, después de pensarlo mucho llegué a la conclusión de que necesitaba vivir una experiencia diferente y que a pesar de mis dudas y de no saber lo que me depararía el destino, necesitaba un momento fundante para mi vida. Fue entonces cuando decidí unirme al VML sin siquiera sospechar que llegaría a conocer realidades que nunca había imaginado que se podrían presentar.

Cuando escribí la palabra Magangué en el buscador de google encontré información sobre una tal “Gata”8 y sobre sus “milagros” en la región. Pero creo

6 Para la espiritualidad lasallista la capacidad de conmoverse es muy importante porque fue así como san Juan Bautista De La Salle descubrió el sentido de su vocación: impresionado por la realidad de los hijos de los artesanos y de los pobres, e iluminado por la fe.7 Texto basado en la experiencia relatada por algunos voluntarios:

• Jaime Gullón Corrochano, psicólogo. Español. Voluntario durante el año 2012.• Paola Carvajal, licenciada en Ciencias Sociales. Colombiana. Voluntaria 2011-2012.• Hno. Andrey Fierro, FSC., profesional en Relaciones Internacionales. Colombiano.

Voluntario 2011-2012.• Yessica Andrea Sánchez Ramos, normalista de la Escuela Normal Superior de Gigante.

Voluntaria 2013. 8 Forma como se conoce a Enilce López, una exempresaria de apuestas de la región caribe del país.

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que lo importante no fue esto y otras cosas más que la web terminó contándome sino aquello con lo que yo misma me pude encontrar al entrar en contacto con este municipio de Bolívar.

Antes de viajar me insistieron mucho en la necesidad de potenciar mi capacidad de trabajo en grupo, en estar disponible para vivir la experiencia, en tener una actitud responsable y comprometida y en tener algo que aportar a la experiencia, para esto último creí que la disciplina de mi licenciatura me ayudaría mucho.

El día que llegué lo primero que me sorprendió y me afectó fue el calor. Nada parecido había sentido antes y eso me llevó a pensar que lo que iba a vivir en Magangué no iba a tener comparación alguna con otra experiencia, y así fue. Llegué a una casa donde había varios jóvenes. Algunos estaban sentados en viejos computadores que les brindaban acceso a internet, otros jugaban dominó (juego de mesa muy popular en la costa caribe) y otros estaban discutiendo sobre algo que iban a desarrollar. Pregunté a la persona que me había recibido: “¿Quiénes son ellos?”. La respuesta que recibí me dejó un poco inquieta: “Son jóvenes de la ESLID”. ¿Jóvenes de la ESLID; qué es la ESLID; qué hacen acá?

Mi experiencia como voluntaria iniciaba con inquietudes, sin embargo, fue muy grato poder hallarles respuesta a lo largo del camino. La ESLID es la escuela que el Voluntariado realiza para formar jóvenes capaces de ejercer un liderazgo social. En ella les enseñan que su misión es reconstruir el tejido social del municipio que se ha destruido debido a la desconfianza que provoca la delincuencia común y el miedo fomentado por mafias que se apoderaron por mucho tiempo del municipio.

Después de hacer su primer nivel de la ESLID a los jóvenes les gusta permanecer en la casa del VML, allí encuentran una opción para pasar su tiempo: hacen ruido, juegan, pelean y se reconcilian. Pero, además de esto, descubren una misión, saben que pueden hacer algo por su tierra y por ello están atentos a pensar en proyectos y actividades que beneficien a Magangué y especialmente a otros jóvenes como ellos.

El Hermano director siempre nos insistía a los voluntarios que vinculáramos a los jóvenes a nuestras actividades y que permitiéramos que nuestros proyectos superaran la barrera del tiempo de nuestra estadía. Yo fui por un año y es grato saber que los jóvenes han continuado, con orden y pasión, aquello que yo inicié.

Fue un periodo muy valioso: escuché historias increíbles, duras, terribles y sorprendentes. A veces resultaba frustrante y después de tanto trabajo me preguntaba: “Bueno, ¿y todo esto para qué?” La verdad es que a veces me

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desesperaba un poco y no sabía si lo que hacía funcionaba. Pero en otros momentos veía logros y personas que me asombraban, seres humanos que luchaban como gigantes por un futuro y una vida mejor. Ellos son los protagonistas de su historia, los que pelean, los que lo logran y los que tienen todo el mérito, pero el haber compartido con ellos ese camino durante un tiempo y haberles aportado, aunque sólo sea un empujoncito, también ha propiciado en mí una nueva manera de ver la vida (Cfr. VML, s.f2).

El trabajo con jóvenes no es sencillo. Viven una etapa en la que fácilmente pasan de querer hacerlo todo a no encontrarle sentido a nada. Son inconstantes pero también son creativos y están ansiosos de hallar su lugar en el mundo. La ESLID les ha dado un espacio no solo físico, también les ha dado un espacio social donde son reconocidos.

Los jóvenes que participan en esta escuela descubren que realmente “pueden hacer algo”. Recuerdo mucho que en cierta ocasión nos visitaron algunos investi-gadores de Bogotá que se entrevistaron con diferentes actores y organizaciones de la sociedad civil. En su informe final concluyeron algo muy interesante:

Distintas organizaciones sociales que se entrevistaron concuerdan en el papel protagónico que ha tenido el Voluntariado Misionero Lasallista a través de la ESLID en la sociedad civil. La obra y proyectos que realizan son muy reconocidos, en especial, porque ofrecen programas a jóvenes desatendidos en el espectro social. Esto ha favorecido que muchos se vean interesados en participar en los procesos de organizaciones civiles. (MEL, 2012).

¿Por qué un joven participa de la ESLID?9

Hace algunos años, jóvenes, un poco mayores que yo, se acercaron a mi colegio para hacer una invitación a la ESLID. A mí me sonó chévere, sobretodo porque sería algo distinto para hacer después de terminar el año escolar.

Recuerdo mucho que facilité mis datos y unos días después se comunicaron conmigo para informarme el lugar de encuentro para una actividad que se iba a

9 Relato basado en la experiencia compartida por jóvenes de la ESLID:• Elvis José Gómez Castillo (20 años), estudiante de Derecho. • Ronny Rafael Ruz Arango (15 años), estudiante del colegio Fátima de Magangué.• Shabelys Bravo (19 años), estudiante de derecho.• Adriana González Contreras (18 años), estudiante de Comercio Internacional.

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realizar. Al llegar al lugar al que fui citado me encontré con varias personas de mi curso y de otros colegios. Con la experiencia de ese día decidí que iba a participar en el primer nivel de la ESLID.

La primera escuela fue muy interesante: nos insistieron en que tenemos talentos y cualidades que debemos invertir en la realización de grandes obras. Terminada la escuela el gran reto aparecía: organizar la novena de aguinaldos. Antes de la escuela sentía pena al hablar pero el bloque de oratoria me ayudó mucho para deshacerme del miedo y tomar la vocería.

Durante el segundo nivel de la escuela fue muy significativo escuchar a varias personas del municipio hablando sobre las posibilidades de crecimiento y desarrollo de Magangué. La esperanza crece cuando se ve gente con ganas de trabajar en favor de este pequeño rinconcito del departamento de Bolívar. Un desafío dentro de la escuela fue el trabajo con los ancianos del asilo: pensar en aquello que podía hacer cada comunidad para compartir con los adultos mayores. Fue un reto propuesto no a una persona sino a un grupo, para fomentar el trabajo en equipo.

El tercer nivel fue una experiencia extraordinaria. Me abrió la mente para ver más allá de los límites que siempre me habían impuesto los adultos con expresiones como: “¿Tú que va´ir a bujcar por allá; tas loco?, ¡no se te ha pejdido nada allá!, ¡no hay plata!” Comprendí que sí soy capaz y que es posible cambiar de mentalidad para optar por otro camino.

La ESLID me hizo sentir útil y, más aún, me mostró que puedo ser parte de una solución, asumiendo el papel protagónico de un joven que puede ser agente de cambio. Ahora soy consciente de mi compromiso social y tengo espacios para concretarlo con personas que se benefician10.

Como jóvenes líderes se nos exige hacer parte de un proyecto de los que existen en el VML, liderados por los voluntarios o por algunos animadores. Debemos planear de manera juiciosa y dedicada cada una de nuestras actividades y entregar el formato de planeación, de esta manera el Voluntariado nos facilita los materiales y lo necesario para el transporte. Yo me siento muy comprometido con los niños

10 A partir de la proyección social que realizan los jóvenes en diferentes espacios de Magangué se han beneficiado anualmente:

• Más de 50 niños que asisten a refuerzo escolar.• 20 adultos mayores que se encuentran en el asilo.• Más de 200 niños que hacen parte de la infancia misionera.• Más de 100 estudiantes de undécimo grado receptores del proceso de orientación

vocacional.

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del corregimiento donde dirijo la infancia misionera y no quiero quedarles mal. Por esta razón me esfuerzo en responder a las exigencias e intento ser disciplinado en el colegio para que mi madre no me impida asistir.

Desde que soy un animador me siento reconocido y apoyado por mis compañeros y por otras personas de Magangué que ven lo que hacemos como una acción importante en la promoción del desarrollo del municipio. Pasé de ser un “simple joven” a ser un joven reconocido, creíble y en quien ven una esperanza de cambio.

***

La ESLID se ha convertido en una opción diferente para la juventud magan-gueleña, en una oportunidad para invertir su tiempo y descubrir su misión. Sin embargo, a pesar de que la estructura de la escuela que hasta el momento hemos desarrollado ha sido exitosa, es importante no estancarse, pues las generaciones cambian y con esos cambios llegan nuevos retos. Se hace vital iniciar la revisión del programa de escuela y de los bloques temáticos que en ella se abordan pues los cuatro años de acompañamiento de este proyecto me han permitido descubrir varios elementos que se deben potenciar y adaptar a la realidad de los jóvenes que se van sumando.

El proceso de revisión debe ser participativo y debe involucrar a cada una de las promociones de la escuela. Ellos, desde su perspectiva y experiencia, podrán hablar de los elementos que son significativos y que deben permanecer, así como de aquellos que deben cambiarse. En definitiva, algo claro que no debe moverse de nuestro horizonte es que la ESLID prepara a los jóvenes para asumir con respon-sabilidad una verdadera proyección social.

ReferenciasFrancisco. (2013). Exhortación apostólica Evangelii Gaudium. Recuperado de:

http://w2.vatican.va/content/francesco/es/apost_exhortations/documents/papa-francesco_esortazione-ap_20131124_evangelii-gaudium.html.

RELAL. (2013). Conociendo la Región.Distrito Lasallista de Bogotá. (2013). Cuadernillos Distritales de Misión N°1:

Horizonte Educativo-Pastoral.Distrito Lasallista de Bogotá. (2013). Recuperado de: http://www.lasalle.org.co/

pastoral/voluntariado-misionero-lasallista.

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MEL. (2012). Informe de la Expedición pedagógica Lasallista. Secretaría de educación del Distrito Lasallista de Bogotá.

CELAM. (1995). Civilización del amor, tarea y esperanza.VML (s.f). Narrativa presentada para el concurso realizado por la fundación

Nogal. Documento del Voluntariado Misionero Lasallista.VML (s.f2). Narrativa de un voluntario sobre su experiencia. Documentos del

Voluntariado Misionero Lasallista.

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La escuela lasallista como escenario de paz Una mirada crítica desde la acción social

Kímberly Linares Sánchez1

Fabián Alberto Rangel, FSC2

Enseñar no es una función vital, porque no tiene fin en sí misma;

la función vital es aprender.

Aristóteles.

1. Altos de la Florida, un espacio de participación lasallista

Los ciudadanos de la capital buscan alejarse de la cotidianidad de vez en cuando y vivir nuevas experiencias que vigoricen sus mentes. Para tal fin, suelen pensar en la gran cantidad de lugares que se encuentran hacia el sur de la ciudad; se sienten atraídos por un clima más cálido y un paisaje campestre que les asegure el reposo necesario para llenarse de fuerzas y continuar con la agitada rutina.

No obstante, para alcanzar este apasionante estado de reposo se requiere de una extensa prueba de supervivencia, afrontar el suplicio final, un estrecho pasaje: la Autopista Sur. El epicentro del caos suele ser el umbral entre Bogotá y Soacha, una zona que solo tiene límites reales en los planos que reposan en la Secretaría de Movilidad, pues en la práctica lo anterior es inexistente para los transeúntes habituales.

La realidad del municipio de Soacha es la razón a partir de la cual se constituye el proyecto pastoral descrito a continuación, pues nos permite esbozar la cotidia-nidad de los destinatarios de nuestra labor. Su situación de transporte hace parte

1 Docente de Lengua Castellana en el Instituto San Bernardo de La Salle, licenciada en Educación Básica con énfasis en Humanidades y Lengua Castellana. Correo electrónico: [email protected] Estudiante de licenciatura en Educación Religiosa Escolar y docente de Religión en el Instituto San Bernardo de La Salle. Correo electrónico: [email protected].

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fundamental de las diferentes razones por las cuales se puede afirmar que Soacha enfrenta una crisis humanitaria.

Sin embargo, más allá del bullicio que genera el Transmilenio, la gran cantidad de buses intermunicipales, el transporte ilegal y el transporte particular; más allá del esfuerzo infructuoso de la policía de la zona por controlar el orden; más allá del caos generado por los vendedores legalizados –o no– que inundan las aceras y dificultan aún más la situación; más allá de todo esto se encuentra una zona que guarda silencio: Altos de la Florida. Y no se trata del silencio ante los conflictos sociales del lugar con los acostumbrados desenlaces violentos, ¡no! Porque frente a este estadio la ciudadanía trabaja con entereza, sin perder la esperanza lesionada día a día por las ladrilleras, la administración municipal y los grupos de microtráfico.

El silencio al que nos referimos es aquel que permite escuchar lo esencial, porque el ruido de lo cotidiano ha sido acallado: la voz de la gente resuena con la armonía de la liberación y debilita el ruido de los que han perdido la confianza en su propia voz.

En Altos de la Florida se construye un territorio de paz, pues los lazos se fortalecen con el esfuerzo de organizaciones altruistas con gran experticia en el arte de construir tejido social (Corporación Infancia y Desarrollo, Fundación para la Educación y el Desarrollo, Corporación Kairos, ACNUR, solo por mencionar algunos) y varias instituciones motivadas por principios de fe que celebran la resurrección en los rostros que inspiran humanidad (Fundación Menonita Colombiana para el Desarrollo, Fundación Servicio Jesuita a Refugiados, Pastoral Social de Soacha, Diakonie y muchas más).

A esta labor se unió el Distrito Lasallista de Bogotá desde el año 2013, momento en el cual la profesora Sandra Caicedo abrió los primeros caminos para el equipo pastoral del Instituto San Bernardo de La Salle a través de un proceso de formación humana que se aborda desde el refuerzo escolar y la escuela deportiva. Dicha labor se mantiene viva en la actualidad con el fin de sembrar semillas de paz en un terreno enriquecido con sonrisas y lágrimas, esas que están guardadas en la memoria de quienes a lo largo de estos años de trabajo han apoyado a una comunidad que espera liberarse del yugo que representa la marginación económica y los estereotipos sociales.

2. Pensamiento crítico, educación e igualdad

Como en muchos países latinoamericanos, en Colombia se evidencian serias condiciones de desigualdad social, por lo que se hace necesario generar espacios

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a partir de los cuales los niños, jóvenes y adolescentes adquieran las herramientas necesarias para fortalecer la construcción de una sociedad más justa. Para tal fin, el proyecto Altos de la Florida toma como referentes algunos informes de entidades como la UNICEF3 y el MEN4, a partir de los cuales se establece el punto de partida de la misión que se pretende realizar.

2.1. Situación de la niñez colombiana

La situación de vulnerabilidad de los niños en Colombia no solo se da en el ámbito educativo, donde se evidencia desigualdad tanto en términos de acceso como de calidad; la violencia ha sido, desde hace varios años, uno de los factores que más ha afectado a nuestra sociedad, especialmente a quienes viven en zonas rurales. Asimismo, existen factores como la falta de recursos económicos que generan problemáticas sanitarias como la desnutrición.

El 31.3% de niñas y niños con madres sin educación formal padecen desnu-trición crónica, mientras que para aquellos con educación superior es solo el 7.8% [...]. A 2012, la cobertura neta en el grado transición es del 64%, la educación media (a la que solo cuatro de cada 10 adolescentes entre 15 y 17 años están asistiendo) es del 72% (UNICEF, 2013, p. 9).

Estas cifras dan cuenta de la realidad que han afrontado miles de niños en el país durante los últimos años, en materias de educación y nutrición. No obstante, existen otros factores asociados a la violencia y al desplazamiento, a partir de los cuales se hace evidente la razón por la cual cientos de familias han emigrado a sectores como Altos de la Florida en Soacha, en busca de nuevas oportunidades. “Según fuentes oficiales, desde 1985 hay más de cinco millones de desplazados. En 2008 el 98% de los desplazados vivían en condición de pobreza. En 2013 se reportaron 256.000 nuevos desplazados de los cuales el 40% eran menores de edad” (UNICEF, 2013, p.9). El restablecimiento de las familias en nuevos asentamientos genera trastornos en el proceso académico de los niños y los obliga a retomar sus estudios en edad extraescolar. Por tal motivo, se han generado programas desde el Ministerio de Educación Nacional que permiten suplir algunas de las necesidades

3 Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (United Nations Children’s Fund).4 Ministerio de Educación Nacional.

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educativas que presentan los menores; uno de los más reconocidos es el programa de aceleración del aprendizaje que vincula a niños en un aula especializada, con el fin de propiciar la adquisición de algunos de los conocimientos básicos con los que deben contar a su edad.

Aceleración del Aprendizaje es un modelo educativo flexible que atiende población en extraedad entre los 10 y los 15 años de edad que no ha podido culminar su primaria, permitiendo a los estudiantes avanzar varios grados en un año y superar su desfase edad-grado; se implementa a través de proyectos interdisciplinarios que ubican al estudiante como centro del proceso de aprendizaje, logrando que desarrolle las competencias básicas y recupere la confianza en sí mismo y en su capacidad de aprender, de modo que pueda continuar en el sistema educativo. (MEN, 2010, p.6).

Además de este, existen otros modelos educativos tales como: escuela nueva, postprimaria, telesecundaria, servicio de educación rural (SER), programa de educación continuada CAFAM y sistema de aprendizaje tutorial (SAT) que atienden a la población vulnerable, especialmente niños para, entre otras cosas, ampliar la cobertura del sistema educativo y mejorar la calidad desde los estándares mínimos. Sin embargo, a pesar de la implementación de este tipo de modelos educativos flexibles, las cifras evidencian que muchos niños desertan del sistema educativo por múltiples razones, entre las que se encuentran: situación económica, desinterés y traslados frecuentes de ciudad.

Por tal motivo, se hace necesario generar nuevos espacios de participación a partir de los cuales sea posible relacionarse de manera positiva con la escuela, fortalecer los procesos de aprendizaje, interactuar con los niños y jóvenes de la comunidad y consolidar su relación con Dios. Esto no quiere decir que los programas mencionados anteriormente no cumplan estos requisitos, antes bien, han generado múltiples posibilidades para el acceso a la educación. No obstante, proyectos como Altos de la Florida del Instituto San Bernardo de La Salle refuerzan el sistema educativo, mediante el trabajo desinteresado que algunos voluntarios, con vocación de servicio para la transformación de la sociedad, donan a la comunidad.

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2.2. Creando lazos de fraternidad

La situación de vulnerabilidad que se vive en el Municipio de Soacha se ve reflejada, esencialmente, en la desatención por parte del Estado, manifiesta en aspectos como: la dificultad de los habitantes para acceder al sistema de salud, la inexistencia de alcantarillado y acueducto, la ausencia de la policía o de otros organismos de seguridad y la falta de escuelas o instituciones de educación no formal.

Fue por eso que en el año 2012 la ONU construyó las aulas escolares que se convertirían en el epicentro de diferentes organizaciones vinculadas a la trans-formación de la realidad social del sector. Entre dichas instituciones se encuentra el Instituto San Bernardo de La Salle que hace presencia mediante los grupos de refuerzo escolar y la escuela de fútbol. Actualmente, la sede es administrada por la Institución Educativa Eduardo Santos y, lamentablemente, hasta el momento no ha habido procesos de renovación por parte de sus directivas que favorezcan el futuro del proyecto en ese espacio.

No obstante, gracias a la colaboración del religioso jesuita Santiago Tobón fue posible retomar las actividades del proyecto desde el mes de marzo del presente año. Estas se desarrollan ahora en la casa pastoral del sector de Altos de la Florida, un espacio que cuenta con salones y materiales, pero sobre todo, con una comunidad que nos abre sus puertas y sus corazones cada sábado.

3. El paso a paso

Las esperanzas de alcanzar logros mediante la formación deportiva parecían estar vertidas sobre saco roto. En el año 2014, al iniciar mi labor en el proyecto, asumí los grupos de refuerzo escolar con los que cuenta la experiencia (lectoes-critura, matemáticas, artes, inglés y primera infancia) con mucha más seriedad y expectativa que el grupo de fútbol.

Uno de los objetivos del proyecto y mi fin último era prevenir a nuestros desti-natarios de los riesgos que representan los vicios existentes en la zona, no solo de los relacionados con el consumo de diferentes sustancias sino, sobre todo, del vicio de la resignación. Precisamente el reto era llevar este mensaje en un lenguaje ideal para los niños y jóvenes que acudían a nuestros grupos.

Y esto sucedió inesperadamente en el ámbito deportivo: el joven Esteban Salas estaba vinculado a la escuela de fútbol desde que se inauguró el centro de proyección; era esmerado y sus esperanzas se veían reflejadas en la manera de

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asumir la escuela, pues esta le permitía establecer una relación más sólida con los participantes del equipo.

Desde entonces se había propuesto que los entrenamientos se caracterizaran por el respeto y la tolerancia entre los integrantes del grupo, por eso resultaba claro que una condición de éxito del proceso de educación mediado por esta experiencia era exigir a los niños y jóvenes abstenerse de decir groserías, de pelear o de acudir a cualquier falta de respeto. Por esta razón se propuso la prohibición de este tipo de actitudes, al parecer negativas, a fin de crear un ambiente pacífico.

Fue entonces cuando Esteban nos enseñó, en la práctica, que las verdaderas soluciones se hallan al afrontar la realidad y no al tratar de omitirla. El día inaugural, durante la primera parte del entrenamiento, se realizaron ejercicios para fortalecer algunos aspectos técnicos, pero dos niños no cesaban de discutir y, a medida que avanzaba el entrenamiento, su situación empeoraba. Tal hecho llegó a afectar al resto del equipo y complicó el trabajo de los estudiantes de décimo que se integraban al proceso para desarrollar su servicio social.

Esteban esperó a que terminaran los ejercicios de calentamiento y detuvo el encuentro justo antes del momento más esperado por los niños, el partido de fútbol. Los invitó a sentarse formando una medialuna para que todos pudieran centrar su atención en lo que iba a hacer y, con mucha seriedad, explicó que no tenía ningún sentido jugar fútbol –cada vez mejor– si las relaciones entre los deportistas no reforzaban su trabajo en equipo. Su reflexión giró en torno a la necesidad de formar una comunidad y no solo de integrar un grupo de futbolistas, pero nadie pensó que sus palabras surtieran efecto en quienes hacía unos minutos habían estado a punto de terminar en los golpes.

Las esperanzas de solucionar este tipo de problemas en el ámbito académico estaban cada vez más desgastadas por la falta de resultados que se percibía en algunas ocasiones. Por tal motivo, se había optado por permitir que solucionaran sus conflictos entre ellos mismos. Ya no se hallaba utilidad en el acto educativo sino que se había homogenizado la acción para pretender enseñar a un grupo de individuos y no a seres humanos concretos.

Cuando los dos integrantes del equipo se levantaron y decidieron tímidamente darse la mano, no podíamos creer que las palabras de Esteban, fortalecidas por el testimonio de cariño que había ofrecido a esos niños, habían logrado que esos mismos que habían estado al borde de la violencia, sonrieran ahora y se estrecharan en un abrazo.

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Fue así como entendimos que el proceso de formación en Altos de la Florida no solo tendría un impacto en quienes parecían ser nuestros destinatarios, sino en cada uno los que estuvieran dispuestos a abrir su mente y su corazón a cada una de las personas involucradas. Podríamos descubrir que Dios actuaba sin discriminación entre “profesores” y “alumnos”, pues sabíamos que todos estábamos necesitados de ser transformados en la esperanza.

4. ¿Cuáles son sus prioridades?

“Dicen que el hombre es un animal de costumbres, más bien de costumbre el hombre es un animal”. Esto lo dijo Mafalda –la pequeña rebelde inventada por Quino hace ya varios años–, una chiquilla que no logra adaptarse a la sociedad porque aquello que se vuelve habitual para la mayoría de las personas, para los adultos especialmente, para ella termina siendo un atentado contra la razón. Es una lástima que un personaje de tiras cómicas se muestre más consciente que nosotros, los actores sociales, los hombres y mujeres que observamos las noticias con desdén, como si no hiciéramos parte de la misma sociedad, como si no tuviéramos corazón, como si todo fuera normal.

No obstante, siempre estaremos a tiempo de transformarnos, de despertar una mañana y amanecer convertidos en insectos como Gregorio Samsa, el protagonista de la famosa novela de Kafka, La metamorfosis. Pero, ¿qué sentido podría tener para el ser humano transmutar en el cuerpo de una criatura inferior, en un simple animal, en un insecto? Tal vez ninguno. Sin embargo, al pensar detenidamente este asunto es posible imaginar una sociedad diferente, como la de las hormigas, por ejemplo. Son una familia de insectos que se protegen mutuamente en pro del bienestar de la colonia, cumplen sus funciones, trabajan en equipo y se defienden de otros insectos de manera conjunta.

En cambio nosotros, los reyes de la cadena alimenticia dejamos de ser un todo para ser solo nosotros, nosotros y ellos, “los otros”, esos otros que tienen nuestros mismos problemas, nuestras mismas inquietudes y nuestros mismos miedos, pero ellos son los otros, por eso no nos importa, no nos afecta, eso es “normal”. Por fortuna no es así para todos, existen personas que piensan con el corazón y no dan por sentado lo que se supone para los demás, lo que se supone para el resto de la sociedad, lo que se supone para quienes poseen el conocimiento.

¿Cuáles son sus prioridades? Pregunté una mañana en clase de literatura a uno de mis estudiantes de grado noveno que me solicitaba, nuevamente, ausentarse de

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clase para asistir a una reunión del grupo de pastoral. El joven intentó responder pero evidentemente la mirada inquisitiva que lancé al instante no le permitió defender su posición. Para mí estaba claro que debía quedarse, escucharme atentamente, tomar apuntes y realizar la actividad propuesta –más bien impuesta– para alcanzar el propósito de la clase y de esa manera obtener una buena califica-ción. Pero para Pablo las cosas eran distintas, para él era importante estar en ese otro espacio al que no asistía por obligación sino por convicción.

“Usted verá si quiere salir del salón, pero piense en lo que está haciendo, organice el tiempo, existen prioridades”. Esas fueron las palabras que utilicé un día cualquiera y al recordarlas hoy se me ocurre que pueden interpretarse de dos posibles maneras: la primera, como una invitación hacia la libertad porque Pablo puede tomar una decisión; la segunda, como una amenaza bien camuflada, es decir que puede irse pero deberá atenerse a las consecuencias.

¿Existen prioridades? Sí, existen prioridades, pero las mías no son iguales a las suyas, ni a las de “los otros”. Pero claro, lo importante es cumplir con lo que se supone. Así lo veía en ese momento y así lo vi durante mucho tiempo, pero así ya no lo veo más. Eso no quiere decir que haya dejado de lado las responsabilidades, al contrario, aprendí a cumplir con cada una de ellas sin sentirlas como obligacio-nes, entendí que debía amar cada cosa que hacía sin esperar obtener “una buena nota”. Pero ese cambio llegó con el tiempo. Aquel día Pablo salió a la reunión y por ende se vio enfrentado a los fatídicos resultados al finalizar el periodo; valoración final en español: bajo, de nuevo; la tercera no fue la vencida.

Así terminó el año. Tres periodos por recuperar y una profesora esperándolo ansiosa para decirle: “Se lo dije”. Sin embargo, no era tan mala como quería parecer, no lo soy en realidad, es solo que a los docentes se nos enseña a tomar distancia porque mostrarnos humanos5 ante los estudiantes podría ser visto como síntoma de debilidad, entonces se “pierde la autoridad”, pero esa es otra historia. El hecho es que llegó el momento de presentar las evaluaciones y Pablo, aunque presentaba difi-cultades en otras asignaturas, dependía casi por completo del examen de español.

Es en momentos como este en los que se evidencia el proceso meritocrático6 de la evaluación, implementado en el Sanber7. Esa tarde, al revisar la prueba presentada por Pablo para cada periodo perdido evidencié que no tenía los

5 Entiéndase “humano” como capaz de afecto.6 La evaluación es meritocrática siempre que se tiene en cuenta el proceso realizado y no solo el resultado.7 Instituto San Bernardo de La Salle.

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mejores resultados, no obstante era notable el esfuerzo, no solo en la prueba que había presentado sino en el último periodo. Debía reconocer que había mejorado, que lo había intentado y que eso era más valioso que simplemente hacerlo bien.

4.1 Una respuesta contundente

El Horizonte Educativo Pastoral sostiene, dentro de sus ejes articuladores, que la práctica docente debe ser reflexiva y pertinente, lo cual implica que se debe hacer un alto en el camino cada tanto, identificar las dificultades que se hayan podido evidenciar y generar acciones que conlleven a fortalecer el proceso de enseñan-za-aprendizaje; es así como actúa la red de comunidades y escuelas lasallistas en los lugares en los que ha logrado alcanzar transformaciones sociales significativas.

El momento de ese cambio había llegado, la metamorfosis estaba arriba, en lo alto, no en el cielo sino en la azotea del bloque A, en la pajarera8. Al año siguiente de haber confrontado a Pablo para que evaluara sus prioridades me encontré con la respuesta que no pudo manifestar meses atrás.

Como en todas las instituciones, en San Bernardo, durante la primera semana del año lectivo los docentes se dedican a realizar planeaciones, guías, revisiones y procesos de formación pedagógica; también existe un espacio para compartir con los compañeros, para caminar juntos. Fue en ese espacio en el que tuvimos la oportunidad de recorrer las instalaciones de la institución para conocer las diferentes dependencias: administración, coordinaciones, gestión de la calidad, entre otras.

Al llegar a la pajarera se presentó el Hermano Brayan como uno de los responsa-bles de liderar los centros de proyección social. Él se encontraba con Pablo y juntos empezaron a presentar cada una de las actividades realizadas el año anterior. Nos entregaron algunas cartillas realizadas por los niños con los que habían trabajado, hablaron acerca de la experiencia que habían vivido en cada una de las actividades desarrolladas e invitaron a los presentes a hacer parte del equipo.

Hasta ese momento todo marchaba con normalidad, conocía de lejos algunas de las experiencias de las cuales hablaron. No obstante, al terminar la presentación y mencionar las actividades desarrolladas, Pablo enunció las siguientes palabras: “Trabajar en Altos de la Florida es una experiencia muy gratificante porque a pesar de no recibir una retribución económica o algo que se pueda evidenciar de manera física, un gracias y una sonrisa generan mucha satisfacción”. ¿Cuáles son

8 Es un salón pequeño destinado a las reuniones de la pastoral juvenil del Instituto.

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sus prioridades? –Recordé en ese momento–. La respuesta era contundente, su prioridad era recibir una sonrisa y un gracias luego de compartir una mañana de sábado con niños que necesitaban de su joven y a la vez sabia presencia.

4.2 Altos de la Florida: un compromiso, una prioridad

El compromiso social es ineludible, sobre todo cuando se trabaja con niños y jóvenes, sobre todo cuando se es humanista porque, ¿cómo podría hablarse en clase acerca del contexto social de las épocas de la literatura universal y no referirse a las transformaciones que debería liderar el ser humano para construir una sociedad pacífica, justa, incluyente y democrática?9 De nada sirve un discurso que no vaya de la mano de la acción, de nada sirve criticar el sistema social cuando no se hace nada para cambiarlo, de nada sirve ser maestro si no se guía con el ejemplo. Fue así como terminé vinculándome a este centro de proyección social, un espacio a partir del cual probablemente no generaría grandes cambios, pero que me permitiría establecer prioridades, una de las cuales sería transformar la sociedad y construir un mejor mañana para las nuevas generaciones.

Decidí entonces empezar a actuar. Dialogué con los Hermanos y con el coordinador de la pastoral del colegio, quienes me recibieron con los brazos abiertos y me invitaron a conocer el grupo base, un sábado en la mañana, en San José de Guausa, una casa de convivencias ubicada a las afueras de Chía. Allí se encontraban algunos de los estudiantes con quienes había compartido en años anteriores, aquellos que varias veces habían actuado como Pablo. Reconocí varios rostros, saludé y noté que en el ambiente se respiraba paz, se respiraba hermandad.

Luego de un par de horas, entre actividades, comida y risas llegó el momento de la presentación. Saludé al grupo, realicé una pequeña reflexión en torno al trabajo en equipo y finalmente compartí mi experiencia. Les hablé acerca de mis motivaciones y de la experiencia que habría terminado por vincularme al grupo: un estudiante que pedía permisos para salir de clase y que, a veces, no hacía tareas; un estudiante como muchos pero con la vocación de pocos. “Es una lástima que Pablo no esté”, pensé. Ese día no se encontraba presente en la reunión, pero ya llegaría el momento de agradecerle.

La presentación finalizó y así empezó el recorrido por esta nueva experiencia. El Hermano Fabián Rangel, coordinador del proceso de servicio social en Altos de

9 Este es uno de los ejes articuladores del Horizonte Educativo Pastoral.

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la Florida, me contó acerca de la manera como se había desarrollado el proyecto el año anterior. “No fue fácil” –afirmó–. “El proceso ha tenido ciertas dificulta-des pero acá seguimos, con ganas de que las cosas sigan adelante”. Pero, ¿cuáles han sido las dificultades?, ¿cuáles las fortalezas?, ¿qué se puede mejorar? Esas son algunas de las preguntas que surgieron en ese momento y a partir de las cuales se inició la planeación de las actividades propuestas para el año en curso.

4.2.1 Fortalezas

Como todo proyecto social, una de las fortalezas con las que cuenta el proceso en Altos de la Florida es la calidad humana, no solo de los miembros del equipo que asiste cada sábado a compartir con los niños de la zona sino también de los estudiantes, padres de familia y otros miembros de la comunidad, que se integran a las actividades y permiten que se fortalezca el proceso y se cumplan los objetivos.

Por otra parte, es importante resaltar la transformación social positiva que se genera en el entorno puesto que el proyecto contribuye a la construcción de una sociedad pacífica a partir de varios aspectos. En primer lugar, está el hecho de que se trabaja desde dos escenarios, uno deportivo (escuela de fútbol) y otro académico (refuerzo escolar). Cada uno hace posible que los niños que acuden al llamado tengan la posibilidad de mejorar en ciertas áreas del saber, mediante el desarrollo de diversas actividades preparadas por los jóvenes de grados noveno y décimo que se encuentran desarrollando su servicio social.

En segundo lugar, a partir de estos dos escenarios se ha hecho posible reflexionar con los niños en torno a la importancia de la escuela para su vida: si bien es cierto que a la escuela se va a aprender, a adquirir conocimientos y a compartir con otros, también es posible fortalecer un proyecto de vida, cuestión que justifica la integración de un sistema educativo: “El conocimiento os hará libres”, dijo alguna vez Sócrates, esa es una de las banderas que se pretende izar a partir de este proceso.

Otro aspecto que se debe resaltar a partir de la formación deportiva, es el hecho de que se generan hábitos saludables que permiten a los niños crecer sanos y alejados de los vicios de la sociedad que podrían interrumpir su proyecto de vida: drogas, pandillas y alcohol.

El deporte es un lenguaje internacional. Su capacidad de entrecruzar culturas permite que los programas relacionados con el deporte ayuden a

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superar las barreras sociales y étnicas. En consecuencia, el deporte puede ser una poderosa herramienta para promover la paz, tanto simbólicamente a nivel mundial como de forma muy práctica en las comunidades. (Naciones Unidas, 2003, p.18)

Con respecto al refuerzo escolar, cabe resaltar el papel que los jóvenes formadores del Instituto han desempeñado en este proceso. Una de las mayores fortalezas del proyecto consiste en la transformación del imaginario social, puesto que acercarse a la comunidad de Altos de la Florida ha fomentado una visión crítica en la mentalidad de los estudiantes bernardinos acerca de su entorno, confirmando lo que alguna vez dijo Benjamin Franklin: “Dime y lo olvido, enséñame y lo recuerdo, involúcrame y lo aprendo”. De esta manera se da cumpli-miento a uno de los ejes articuladores de nuestro Horizonte Educativo Pastoral (2013, p.18):

La transformación del entorno parte del reconocimiento de la persona en su capacidad de agente transformador de su contexto, al igual que su responsabilidad ética y moral que lo hace corresponsable tanto del ambiente social como natural. De este modo, la transformación en la escuela lasallista propende por la dignidad de la persona la cual crea territorios socialmente constituidos, genera proyectos de desarrollo sustentable, se constituye en ciudadano activo, promueve la solidaridad y la cooperación, y se asume en alianza con otras instituciones que aportan al mejoramiento de las capacidades, las oportunidades y las condiciones de las poblaciones espe-cialmente las más vulnerables de la sociedad.

No obstante, desde una mirada global que permite la construcción de pensamiento crítico debe decirse que, a pesar de las oportunidades con las que ha contado el proyecto para fomentar un proceso de cambio a nivel local en la zona de Altos de la Florida, con el pasar del tiempo se han presentado dificultades a partir de las cuales ha sido necesario replantear algunos elementos.

4.2.2 Dificultades y oportunidades de mejora

Woody Allen, un famoso escritor, músico y humorista norteamericano dijo alguna vez a manera de reflexión: “Si no te equivocas de vez en cuando, es que no lo

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intentas”. Así ocurre en cada uno de los estadios de nuestra vida: trabajo, escuela, relaciones sociales, etc. Sin embargo, es precisamente a partir de esas equivoca-ciones como el hombre logra transformarse y alcanzar sus metas; de los errores se aprende, dice el adagio popular. Es por esa razón que vemos cada una de las dificultades que se han presentado a lo largo del proyecto como oportunidades para mejorar y actuar sobre lo que se ha evidenciado hasta el momento.

Una de las mayores problemáticas evidenciadas a lo largo del proceso ha sido el hecho de que la población que asiste a las actividades no es constante, así, por ejemplo, mientras algunos niños acuden cada sábado otros solo lo hacen de vez en cuando, cuestión que impide identificar avances significativos en casos concretos.

Por otra parte, en algunas ocasiones se han encontrado ocupadas las aulas en las que se realiza el refuerzo escolar, razón por la cual ha sido necesario utilizar espacios alternos como el parque, aun cuando se sabe que este no es un lugar pertinente para tal fin, pues tratándose de un espacio recreativo, llegan constan-temente niños que distraen la atención de quienes participan de las actividades. Por tal motivo, se espera que para la sana continuación del proceso en la zona sea posible generar un acuerdo con el rector del colegio Eduardo Santos, de quien se espera que facilite el préstamo de las aulas.

Otro factor que ha generado inconvenientes para desarrollar las acciones propuestas durante cada sesión ha sido el clima. El hecho de trabajar en las canchas, especialmente con los jóvenes que hacen parte de la escuela de fútbol, durante la época de lluvias, genera que se detengan los entrenamientos y, por lo tanto, que los niños interesados en hacer parte del equipo se vean obligados a retornar a sus casas.

Finalmente, está el hecho de que existen ciertos factores de riesgo en la zona que generan tensión tanto en los niños que asisten a los refuerzos y a los entrena-mientos como en los estudiantes que hacen parte del servicio social. Entrenar en canchas públicas genera la posibilidad de que arriben al lugar personas ajenas al proceso que, en ocasiones, como ya ocurrió alguna vez, se muestren conflictivas y terminen generando temores en la población.

No obstante, esta es una experiencia que permite reflexionar en torno a la posibilidad de buscar nuevos espacios a partir de los cuales sea posible desarrollar el proceso en un ambiente de sana convivencia, libre del territorialismo simbólico, a partir del cual se ejercen relaciones de poder en las que el más fuerte es quien domina. A este respecto afirma Foucault (citado por Moreno, 2006):

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Las relaciones de poder tal como funcionan en una sociedad como la nuestra se han instaurado, en esencia, bajo determinada relación de fuerza establecida en un momento determinado, históricamente localizable, de la guerra. (p. 2).

Esta es una pequeña muestra de la manera como funciona, en cierta medida, nuestra sociedad. En consecuencia y puesto que así se construye el camino del sabio, es necesario reflexionar al respecto y plantear soluciones a partir de las cuales sea posible generar nuevas alternativas, sin olvidar que los obstáculos son ocasión de aprendizaje y mejoramiento.

5. Con miras hacia un mejor mañana

Decir con exactitud qué pasará con nuestro proyecto de formación en Altos de la Florida sería ambicioso, pero no planearlo sería irresponsable. El trabajo que se realiza a diario nos impone nuevos retos y nuevas posibilidades, de tal suerte que habría que encaminar nuestra ruta a través de la siguiente pregunta: ¿qué esperamos alcanzar con el proyecto de formación de Altos de la Florida, institución educativa lasallista?

Sintetizar nuestras intenciones en un par de líneas sería limitar su alcance, no obstante, todo proyecto debe ser aterrizado mediante acciones concretas que posibiliten alcanzar un objetivo. En este caso, de la mano del Horizonte Educativo Pastoral, esperamos transformar la sociedad colombiana a partir de una educación cristiana inspirada en la tradición lasallista que forma seres humanos integrales, construye fraternidad, promueve el diálogo, la fe, la vida y la cultura.

Esperamos sembrar semillas de paz en los corazones y mentes de los niños y jóvenes, esperamos construir una sociedad más justa a través de la consolidación de proyectos de vida, esperamos desarrollar valores que fortalezcan la formación humana pero, más que nada, esperamos llevar un mensaje de vida que llene de esperanza a cada una de las personas que hacen parte de este proyecto.

ReferenciasFoucault, M. (2006). Microfísica del poder. En: Moreno, Hugo César. Bourdieu,

Foucault y el poder. En: Revista de Ciencias Sociales de la Universidad Iberoamericana, (2). Ciudad de México: Universidad Iberoamericana. p.2.

Ministerio de Educación Nacional. (2010). Modelo educativo aceleración del aprendizaje, (Manual operativo). Recuperado de: http://redes.colom-

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biaaprende.edu.co/ntg/men/archivos/Referentes_Calidad/Modelos_Flexibles/Aceleracion_del_Aprendizaje/Guia_del_docente/Manual%20Operativo.pdf.

Naciones Unidas (2003). Informe del grupo de trabajo interinstitucional de Naciones Unidas sobre el deporte para el desarrollo y la paz. Recuperado de https://www.unicef.es/sites/www.unicef.es/files/Deporte06.pdf.

Tejeiro, L., Cruz, I., Díaz, D., Murcia, N., & Forero, C. (2013). Horizonte educativo pastoral. Bogotá: Distrito lasallista de Bogotá. p.8-20.

UNICEF (2013). Informe anual UNICEF Colombia. Recuperado de http://www.unicef.com.co/wp-content/uploads/2014/03/UNICEF_2013_Version-esp_final.pdf.

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Fieles hijos seremos del DanteAportamos un granito de arena a la construcción de paz del Caguán

Lady Andrea Polanco Sánchez1

Donde nacen muchos pero se crían pocos

Nacer en San Vicente del Caguán (Caquetá) equivale a tener que luchar desde el momento de la unión entre el embrión y el espermatozoide para que se dé la concepción de una nueva vida; equivale a librar una batalla contra los prejuicios sociales que muchas mujeres sufren cuando son madres desde temprana edad; equivale a enfrentar el rechazo de las familias y de la sociedad; equivale a preguntar dolorosamente por los miembros de la familia que han muerto por culpa de la violencia; equivale, en definitiva, a asumir, desde la más tierna infancia, los retos que las puertas de los Llanos del Yarí tienen para sus nuevos habitantes.

Si se tiene la posibilidad de nacer, se inicia la batalla del parto, puesto que nuestro Hospital San Rafael ha sufrido el deterioro de la corrupción y de la violencia que ha acechado históricamente a Colombia; ahora es una Empresa Social del Estado (E.S.E.) de primer nivel de atención (E.S.E. Hospital San Rafael, 2015) que únicamente cuenta con médicos generales, la mayoría de los cuales se encuentran desarrollando su año rural –requisito para obtener su título de pregrado–. Esto hace que gran parte de los partos sean remitidos a la capital del departamento, Florencia.

Es así como realizamos nuestro primer viaje, el que nos obliga a nacer en un lugar diverso de aquel en el que fuimos gestados y al que realmente pertenece-mos, pues nuestros padres, una vez abandonamos nuestro lugar de gestación, abrimos los ojos y sentimos el calor envuelto de humedad que caracteriza a todo el Caquetá, realizan con nosotros el recorrido de vuelta a esa tierra escondida por selva y llanura que desde 1898 recibe el nombre de San Vicente del Caguán.

1 Docente orientadora de la Institución Educativa Dante Alighieri, psicóloga de la Fundación Universitaria Konrad Lorenz, especialista en Pedagogía y estudiante de maestría en Neuropsicología y Educación de la Universidad de la Amazonía. Correo electrónico: [email protected].

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Este municipio que espera vernos crecer es uno de los dieciséis que integran el departamento del Caquetá. A diferencia de los demás, nacer en Sanvirulo –como solemos llamarlo– implica cargar con un pasado histórico nacional que ha dividido su línea de tiempo en cuatro momentos cruciales.

El primero de ellos corresponde a los años que precedieron a la creación de la Zona de Distensión: un pequeño pueblo en medio de la selva amazónica en el que sus habitantes se conocían y compartían, en alguna medida, relaciones familiares que hacían de este un lugar tranquilo y pacífico para vivir, aunque para el resto del país fuera desconocido (Polanco & Molano Camargo, 2014).

Pero como la tranquilidad no dura toda la vida, el segundo momento crucial y que para muchos habitantes dividió a San Vicente fue el tiempo transcurrido durante la Zona de Distensión, creada en 1999 a raíz de un proceso de negociación entre el Estado y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).

Durante estos años migrantes venidos de diferentes lugares de Colombia invadieron fincas aledañas a la zona urbana, provocando un aumento poblacional. No obstante, también emigraron muchas familias tradicionales de la región que no compartían los ideales de las FARC, desplazadas a otros territorios de Colombia o fuera del país. En este momento la situación de constante estrés ante la imposibi-lidad de hacer algo para combatir tal realidad hizo que se aumentara el silencio y la sumisión ante cualquier autoridad (Polanco & Molano, 2014).

Y así como la tranquilidad no es eterna, la zozobra tampoco lo es. Por esto el 21 de febrero de 2002 con la ruptura de los diálogos de paz llegó la finalización de la Zona de Distensión que generó el tercer momento de la línea de tiempo sanvi-centuna. Durante este se vivió la unión de los dos momentos anteriores: aunque el pueblo seguía siendo tranquilo, pues todavía quedaban grandes familias coloniales, no se desvanecía el estrés ante cualquier situación de peligro que pudiera acaecer. La población pasó a ser clasificada a nivel nacional como auxiliar de la guerrilla –tal como se suele llamar a las FARC– y dicho juicio impulsó el deseo de mostrar a San Vicente como un territorio más de Colombia en el que sus habitantes son gente con perrenque y con fuertes deseos de construir un mejor futuro. Y así, a fin de mostrar una cara diferente de este pueblo, muchos jóvenes y adultos empezaron a cursar educación superior y a luchar por la creación de espacios y actividades que permitieran la transformación del entorno.

La pujanza que caracteriza al sanvicentuno cuando busca salir de una dificultad provocó el actual surgimiento de una cuarta etapa en San Vicente del Caguán. En esta se busca la consolidación de un territorio de Paz y de Reconciliación,

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no causada por los diálogos que se adelantan en Cuba, sino por la iniciativa de sus mismos habitantes. Muestra de ello es el retorno de hombres y mujeres que abandonaron el municipio por diferentes razones –algunos de ellos formados profesionalmente– deseosos de integrar diversos espacios de socialización en los que puedan aportar mediante sus saberes. Este deseo de aprender del pasado y beneficiar a todas las personas que habitan actualmente el pueblo nos mueve a tratar de reconstruir la tranquilidad que en otro tiempo reinó en el Caguán.

Los que se crían lo hacen con berraquera

Nacer en San Vicente es nacer en medio del fuerte calor, no solo por las altas temperaturas que conforman su clima sino por la calidez de las personas que aquí vivimos. Aunque fuertes en nuestra expresión, los sanvicentunos contamos con una calidad humana que hace que cualquier persona que nos visita se sienta un paisano más, en palabras del Hermano Diego Armando Rico Archila, actual rector de la Institución Educativa Dante Alighieri: “Aquí los anfitriones se preocupan de que los visitantes se sientan como en casa”.

Abrir los ojos en este lugar es deleitarse con la amalgama de colores que tiene la naturaleza, es oler la tranquilidad aun en medio de constantes amenazas, es oír el canto de los pájaros al amanecer y el sonido de las balas y las bombas que irrumpen en la tranquilidad del municipio.

Dar los primeros pasos aquí implica aprender a caminar con cautela, puesto que una caída puede significar desde rasparse una rodilla hasta ser víctima de una bomba, de una bala perdida o de una mina “quiebrapatas”; caer también equivale a terminar involucrado en situaciones de consumo de sustancias psicoactivas, de prostitución o de participación guerrillera, todo por buscar aprobación social o por tratarse de realidades en las que se está suscrito desde el mismo nacimiento.

De manera que cuantos logramos sobreponernos a los primeros años de vida, después de cargar con un pasado nacional a la espalda, nos constituimos en sobre-vivientes que aprendemos a correr descalzos, que participamos en la misa o en el culto los domingos como plan familiar, que nos bañamos en las calles del pueblo cuando llueve, que jugamos a las escondidas o a “La lleva” con los demás niños de la cuadra, que aprendemos a manejar moto antes que una cicla, que consumimos alcohol en una fiesta familiar por primera vez y que, como todas las familias, tenemos una finca o un familiar que nos invita a la suya para montar a caballo,

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marcar ganado, ordeñar vacas, manear, echarle maíz a las gallinas, prender un fogón de leña y realizar las demás ocupaciones del campo.

Aquí la gente aprende a compartir con el vecino de la casa de enseguida pero también con el paisano que vive en el barrio más lejano, a quien también llama “vecino” por ser una forma de apertura que manifiesta la confianza entre sanvi-centunos. Los niños y jóvenes no cuentan con centros comerciales, bibliotecas múltiples, parques de diversión o cinemas, pero tienen un parque, El hacha. Así suele denominarse al parque central del municipio, espacio propicio para sentarse y ver pasar las motos y los carros o para hablar de la vida de los demás. Situación contraria es la que viven quienes deciden andar en moto, dando vueltas por las mismas calles del pueblo hasta acabar la gasolina o hasta que se decida cambiar de actividad.

Niños y jóvenes ocupan su tiempo participando de grupos infantiles y juveniles, patrocinados por la Casa de la Cultura o por entidades privadas (grupos de danza y escuelas deportivas) así como en actividades que sus instituciones educativas programan en jornadas complementarias.

Un lugar de paz y salvación a pesar del miedo constante

La gran diversidad de actividades que hoy se viven en San Vicente del Caguán hace que niños y jóvenes tengan una multiplicidad de alternativas para ocupar su tiempo libre y proyectar su vida a fin de lograr transformaciones, tanto a nivel individual como municipal. Desafortunadamente, son pocas las familias que motivan o participan de estas iniciativas aunque a cambio de esto procuran que sus hijos reciban la educación y orientación de profesionales que suplan esta labor orientadora.

Es por ello que la mayoría de las familias de San Vicente solicitan cupo diariamente en la Institución Educativa Dante Alighieri. Colegio público que, al igual que las demás instituciones que pertenecen al Distrito Lasallista de Bogotá, tiene como misión promover el desarrollo integral de niños y jóvenes, especialmente de los más pobres (Institución Educativa Dante Alighieri, 2015). Esta pobreza no solo se refiere al ámbito material sino también a la pobreza de espíritu, de proyección, de crecimiento personal y a muchas otras necesidades del ser humano.

Promover el desarrollo integral con calidad ha provocado que el Dante Alighieri se haya ubicado en el tercer lugar de las pruebas Saber a nivel depar-tamental y en el primer lugar a nivel municipal, durante varios años conse-cutivos (ICFES, Mejor Saber, 2014), a pesar de contar con un alto número de

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alumnos (70%) en situación de vulnerabilidad social y pobreza extrema (Loaiza & Contreras, 2006). Además, a nivel de convivencia y comportamiento social, los niños y jóvenes que estudian en esta institución se han caracterizado por ser respetuosos y responsables así como por tener gran sentido de pertenencia institucional y compromiso por servir al más necesitado.

Pero esto no solo se logra en las jornadas habituales de clase sino también a partir de una serie de actividades extracurriculares de promoción de competen-cias ciudadanas que sacan al joven de su rutina diaria y lo retan a descubrir sus potencialidades, capacidades y habilidades; en palabras del profesor Edwin Gil Gil, “llevan al joven a un encuentro consigo mismo y con los demás”.

Por ello, partiendo de la historia de San Vicente y de cómo esta es un determi-nante clave en la vida del niño y del joven que aquí viven, se han realizado varias reflexiones en el Dante Alighieri sobre cuál es la propuesta central que debe ofrecer la institución en términos de énfasis de formación para la comunidad, que no solo sea propicio para los espacios de aula de clase sino que permita ligar todas las actividades que se llevan a cabo y que buscan la formación integral del sanvicen-tuno. En ese ejercicio de reflexión y análisis se logró acordar que el énfasis institu-cional del Dante Alighieri respondiera a los puntos que aparecen a continuación:

• Garantice que los estudiantes reciban conocimiento que les sirva en la vida productiva, es decir, formación en competencias laborales y formación comercial.

• Se debe pensar en la formación de ciudadanos con competencias no para el post conflicto sino para ser agentes de paz en medio del conflicto.

• Es importante tener en cuenta, dadas las características históricas de San Vicente del Caguán, que los procesos académicos para la consolidación de la paz también deben ser procesos de memoria, tolerancia y recon-ciliación.

• Si se tienen en cuenta las ciencias naturales como énfasis, no se deben reducir solo a su práctica en la agricultura sino que debe pensarse en nutrición, salud, productos caseros y cuidado del medio ambiente.

• La respuesta pedagógica para la elección del énfasis debe estar contex-tualizada no solo en lo urbano de San Vicente sino en lo rural y en la realidad de conflicto.

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• La formación académica de los maestros que actualmente se encuentran laborando en la institución debe tenerse en cuenta en el momento de elegir un énfasis.

• Se deben establecer acuerdos y convenios con instituciones cercanas que permitan fortalecer los procesos académicos según el énfasis y articula-ción curricular con la educación superior.

• Los recursos institucionales son limitados para la adquisición de nuevos laboratorios de inglés o tecnologías. Las salas presentes en este momento en la institución no son suficientes si se piensa en énfasis en inglés o en tecnología. (Bohórquez, 2015, p.3-4).

A partir del análisis e interpretación de estas consideraciones, en reflexión contante con diferentes miembros del colegio y de la Secretaría de Educación del Distrito Lasallista de Bogotá, se procuró que el énfasis respondiera a la realidad de la institución en cuanto a áreas, asignaturas, docentes y herramientas que permitan a los estudiantes enfrentar las nuevas realidades sociales y asumir responsable-mente su proyecto de vida (Bohórquez, 2015). Es así como fue presentado, desde la coordinación académica, a cargo del Hno. Jhon Bohórquez un énfasis institu-cional que busca, desde cada una de sus prácticas y de manera transversal, la cons-trucción de la paz, a fin de que sirva a la construcción de una cultura de la sana convivencia y a la comprensión de la realidad local y nacional (Bohórquez, 2015).

Adicionalmente, se espera desarrollar el énfasis “Construcción de la Paz” bajo la modalidad de profundización, según los intereses de los estudiantes:

Primera Profundización –respuesta al sector rural–: formación para la producción agrícola mediante la tecnificación del campo. Segunda Profundización –respuesta al sector urbano–: formación en competen-cias ciudadanas, en derechos humanos, en consolidación de proyectos sociales y en proyectos de memoria y reconciliación. Tercera Profundiza-ción –respuesta al sector comercial–: formación en procesos de economía solidaria. (Bohórquez, 2015, p.4-5).

A partir de lo anterior se ha iniciado una serie de campañas que buscan renovar el lenguaje entre los miembros de la institución, basado en la comprensión del espacio educativo como lugar de salvación. Es así como en todas las actividades que se vienen realizando, desde el año 2013, se ha procurado que los estudiantes

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cuenten con un distintivo de pertenencia que permita la apropiación de una identidad, fundada en el hecho de que su colegio es el espacio en donde nada malo les puede pasar, donde sus sueños e ilusiones se cultivan y desde donde se proyectan a una nueva realidad que, con la ayuda de todos, será mucho mejor.

Esta iniciativa es muy acorde con la propuesta que hace Torres Serrano (2007) en su artículo sobre la escuela lasallista como un lugar de salvación: “Las institu-ciones de La Salle deben ser lugares de buenas noticias, donde se produzca gozo, esperanza y vida abundante, en donde se ligue la praxis y la teoría que llevan a una liberación integral del individuo y hacen de él sujeto de su propia historia”.

Soy del Dante y soy Lasallista

Hablar de que la escuela lasallista es un lugar de salvación no solo es una propuesta actual para el énfasis educativo del Dante sino que fue lo que motivó la llegada de los Hermanos de las Escuelas Cristianas a San Vicente del Caguán, luego de que el séptimo capítulo del Distrito Lasallista de Bogotá decidiera orientar el trabajo de la provincia hacia regiones marginadas, necesitadas y azotadas por la violencia, el narcotráfico, el desempleo, la pobreza, etc., a partir de una obra concreta que fuera signo del centenario de la llegada de los Hermanos a Colombia (Loaiza & Contreras, 2006). De manera que, después de un serio diálogo entre la comunidad educativa, los Hermanos y el Vicariato de San Vicente, se concluyó que el Dante era esa obra que demandaba la presencia de La Salle de forma inmediata.

Ya han pasado veintisiete años desde este gran acontecimiento. La vida de muchos que hemos sido estudiantes del Dante y la vida misma de los habitantes de San Vicente se han transformado a lo largo de varias generaciones. La realidad de este impacto en la cultura de nuestro municipio ha sido sabiamente ilustrada en la estrofa del himno del colegio que más hace latir el corazón cuando se canta: “Fieles hijos seremos del Dante, combatiendo las fuerzas del mal”.

Muestra de lo anterior es la decisión de la promoción 2015 de adoptar parte de esta frase como su nombre: “FhidelDan - Fieles hijos del Dante”, puesto que es allí donde aprendemos que somos parte de un linaje, de una sola familia en la que profesores y Hermanos son los responsables de guiar a los más pequeños para combatir las fuerzas del mal.

Para un hijo fiel del Dante Alighieri, levantarse en San Vicente del Caguán es una aventura cada amanecer, es despertarse y sentir que hoy se debe cambiar el mundo, que desde los actos más pequeños se puede hacer algo y que se es parte

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esencial de toda renovación; que todo lo que se hace no solo transforma la propia vida sino la de muchas personas más; que esta sociedad necesita ser cada vez mejor y que esa labor se logra a través de la educación.

Esto ha quedado impreso en nuestra mente y en nuestro corazón a tal punto que, a pesar del paso de los años, cuando nos dicen Dante, nuestro corazón late y hace que lleguen a nuestra memoria los pasillos que nos vieron crecer, esos mismos que todos los días barren los estudiantes no solo para ayudar a la señora Deisy, sino como una forma de aportar a la construcción de un entorno para la sana convivencia.

Al retornar a los tiempos vividos en el Dante es inevitable recordar los campeonatos intercolegiados y volver a sentir, de forma intensa, una serie de emociones –alegría, rabia, miedo, angustia y tristeza– porque verdaderamente “se suda la camiseta” para demostrar que el Dante siempre está delante. O se evoca el redoble marcial que nos indica que debemos mostrarle a las calles que nos han visto crecer lo que este colegio le entrega a la sociedad: personas que quieren transformar San Vicente y generar una mejor nación.

Toda esta muestra de identidad institucional que históricamente nos ha acompañado, provocó que al llegar a San Vicente el Hno. Jhon Bohórquez, actual coordinador académico, comportamental y de pastoral, creara un sencillo pero emotivo lema con el que los miembros de la institución resumimos nuestra experiencia del día a día: “¡Soy del Dante!”.

Y es que ser del Dante es saber que una vez se atraviesa una de las entradas de las cuatro sedes, olvidamos que somos ricos o somos pobres, que tenemos algún dolor o tristeza. Esta realidad, evidenciada hace más de dieciséis años por el Hno. Carlos Forero –actual Secretario de Pastoral del Distrito Lasallista de Bogotá–, que sigue vigente, se resume en el reconocimiento de que “el asunto de clases no existe”, tal como lo explica el actual rector del Dante:

Aquí estudian los hijos de los sanvicentunos más pudientes porque ellos buscan la formación que imparten los Hermanos. También estudian los niños que terminan su educación primaria en la sede Antonio Nariño que atiende a una población de escasos recursos, carente algunas veces del alimento cotidiano y moradora de casas de madera. Finalmente, contamos con niños de clase media que proceden de la sede Diego Omar y que, aunque siguen teniendo muchas necesidades, cuentan con un núcleo familiar más estable y viven en casas de ladrillo. Son realidades diversas que no constituyen un obstáculo para el desarrollo de la convivencia al interior del Dante. (Entrevista no estructurada, julio 24 de 2015).

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Efectivamente, los hijos del Dante somos personas que, a pesar de las circuns-tancias que se viven en las calles que dirigen a las sedes de nuestra institución, entendemos que un mundo diverso nace al ingresar a ellas y que allí dentro una sonrisa se dibuja en nuestros rostros porque es el lugar en el que adquirimos nuevos conocimientos para que no se vuelva a presentar una situación de dolor en la vida de algún miembro de nuestra familia.

Lo más interesante de pertenecer al Dante es que nuestra familia no solo está en San Vicente, sino que gracias a los Hermanos de La Salle, contamos con estudiantes de otras zonas del país que también cantan con el corazón: “La Salle, la Salle, doquiera triunfará”. Y es verdad que ha venido triunfando en medio de las diferentes realidades que se experimentan en cada una de sus instituciones porque se comparte un mismo estilo educativo y una misma misión: reconstruir a Colombia a partir de actos de paz. Esto implica, tal como lo reconoció en entrevista un joven de la institución, que “cada actividad, por más pequeña que sea, construye paz”.

Pero, ¿qué es la paz? Es una palabra de tres letras que pone a pensar y deja en silencio, por un instante, a cualquier colombiano si nos piden que la definamos. Sin embargo, aunque después de ese silencio cada uno encuentre una definición distinta, todos buscamos vivirla como una experiencia de tranquilidad consigo mismo, que nos permite sanar todo lo que nos atormenta interiormente para estar más dispuestos a la hora de servir al “otro”.

Sentirse útil para el otro

Y en el Dante, sí que se ha buscado vivir la paz, puesto que se ha constituido en una tarea diaria tanto en el salón de clases como en cualquier otra actividad extraacadémica que intente aportar al nuevo énfasis institucional.

Una muestra de ello es la pastoral juvenil Indivisa Manent (lo unido permanece), que llegó al Dante con el arribo de los Hermanos de La Salle a San Vicente y que, desde sus inicios, busca promover el desarrollo de habilidades para el liderazgo y la pertenencia social de acuerdo al contexto educativo (Forero, 2006). La pastoral lasallista en San Vicente ha sido espacio de salvación, como lo señala Torres Serrano (2007) y como lo recuerdan los Hermanos en cada formación, puesto que a través del encuentro con Jesús muchos jóvenes hallan esa tranquilidad interior que tan ausente está en la vida del sanvicentuno. En palabras del profesor Edwin Gil, la pastoral lasallista en el Dante “es un mundo diferente para los estudiantes en el que experimentan la fraternidad, la unión, la posibilidad de fijarse retos, de

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planear, de salir de sí mismo para encontrarse con el otro”. (Entrevista no estruc-turada, julio 24 de 2015).

La pastoral del Dante es el espacio que a muchos nos ha permitido reflexionar sobre nuestra vida y sobre todo lo que nos rodea, a fin de encontrar no solo una profesión sino un proyecto de vida, tal como lo refirió la estudiante Karen: “La pastoral es un proyecto de vida, pues cada uno tiene un objetivo y cada minuto, cada cosa que hacemos aquí es un incentivo para seguir adelante, para aprovechar cada instante de nuestro tiempo”. (Entrevista no estructurada, julio 24 de 2015).

Realmente, en medio de las escasas ofertas, esta es la mejor opción que pudieron darnos a los sanvicentunos para aprovechar el tiempo. Los paseos en moto, el consumo de drogas y la búsqueda de placer sexual desordenado fueron cambiados por la posibilidad de brindarle ayuda al más necesitado. Como dice la profesora Leticia: “La pastoral es una forma de sentirse útil, sentir que podemos hacer algo por los demás… sentir que somos importantes en la edificación de la sociedad”. En pocas palabras, la pastoral en el Dante equivale a la posibilidad de vivir los valores lasallistas, fraternidad, compromiso y servicio abnegado, guiados por una fe que persigue la justicia en cada acto que se realiza.

No puede negarse que la pastoral del colegio también se ha visto afectada por la realidad social del municipio, sin embargo, gracias al celo educativo de los Hermanos, desde el año 2014 surgió una propuesta de formación que ha hecho que la pastoral vuelva a ser un centro de encuentro y de trabajo mancomunado de gran parte de los estudiantes de la institución. Prueba de esto es que actualmente más del 10% de los estudiantes de bachillerato están vinculados como miembros activos del movimiento juvenil Indivisa Manent en cinco grupos consolidados.

Esta propuesta de formación pastoral ha surgido de la necesidad de mover a los jóvenes de San Vicente a la reflexión sobre sí mismos, a partir de una espiri-tualidad comprometida con la realidad social circundante y, por tanto, más activa que aquella que caracteriza a la religiosidad popular. Esta intención ha conducido a la adecuación de la estructura del Indivisa Manent según el deseo de recons-trucción de nuestro país y en diálogo con la estructura propuesta por el Vicariato Apostólico de San Vicente. En palabras del Hno. Jhon Bohórquez (2015b):

En este mundo cambiante que nos conecta cada vez más y que a la vez nos aleja, la pastoral quiere brindar un espacio de formación en liderazgo en el que niños y jóvenes inicien un proceso de vivencia de los valores cristianos –fe, fraternidad y servicio–, potencialicen sus cualidades y desarrollen tanto

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habilidades como competencias para ser líderes en contextos concretos, mientras van interactuando con otras personas, compartiendo la vida y construyendo juntos, desde su realidad y sus posibilidades, proyectos que ayuden a construir una sociedad que permita la justa realización de todas las personas, promoviendo el compromiso social. (Entrevista no estructurada, julio 25 de 2015).

La propuesta inicial conserva el primer nivel del Indivisa Manent, denominado Chevrones, integrado por los niños que cursan primaria en cada una de las sedes de la institución o viven alrededor de alguna de ellas y que son acompañados por los jóvenes más experimentados en la pastoral. Continuando con la estructura del movimiento, el nivel Torres Almenadas ha sido dividido en el Dante en dos subniveles: el primero de ellos, denominado Trigo y conformado por los estudiantes de sexto y séptimo que pertenecen a la pastoral, actualmente reúne a cuatro niños que están aprendiendo a vivir cada uno de los valores lasallistas; el segundo subnivel, denominado Los Pinos, es integrado por los estudiantes de octavo (actualmente dieciséis), también llamados pre-juveniles, que aprenden a vivir de forma práctica el liderazgo lasallista.

Para los adolescentes de noveno, décimo y undécimo grado que pertenecen a la pastoral se ha propuesto un modelo de formación lasallista, acorde con la construcción de la paz, que parte de la construcción de proyectos de vida claros que tienen como meta la configuración de agentes críticos y líderes que respondan a las necesidades del contexto y presten un servicio audaz a la sociedad.

Dicho modelo se ha estructurado en ciclos. Cada uno de ellos contempla un proceso formativo en el que sus integrantes exploran temáticas acordes con su nivel y las aplican en centros de proyección con niños y adolescentes. Este proceso es acompañado por docentes que llevan a cabo el seguimiento y el monitoreo del buen funcionamiento de la práctica pastoral y recibe su retroalimentación tanto en el ámbito cognoscitivo como en el pragmático, gracias al compartir de expe-riencias significativas que aportan a la transformación integral tanto de personas como de contextos (Bohórquez, 2015b).

Los integrantes del ciclo de formación, que dentro de la estructura del Indivisa Manent son los Leones Rampantes, estudiantes que ingresan por primera vez a la pastoral o inician su proceso de formación y se encuentran cursando los grados noveno, décimo y undécimo, son formados en temáticas como liderazgo, integración social, participación política, desarrollo cultural y lasallismo, que luego

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deberán llevar a la práctica en los centros de proyección integrados por los niños del nivel Chevrones.

Este grupo que en el Dante fue bautizado con el nombre Kelaia (la voz de Dios) actualmente está conformado por más de treinta adolescentes que se reúnen durante noventa minutos los sábados, en la sede central de la institución, para recibir formación y pasar después a los sitios de proyección social que están ubicados en las sedes de primaria y en dos de los barrios que rodean la institución, La primavera y La victoria.

Estos mismos estudiantes son los que participan de la Escuela de Formación de Animadores de San Vicente (ESFORSA), a nivel local, y de la Escuela de Formación de Paz (ESPAZ), a nivel zonal –en esta participan también los estudiantes de la Normal Superior de Gigante–. Algunos de ellos asisten también a dos de las escuelas distritales –tal como se denominan los espacios de encuentro de los estudiantes de los colegios lasallistas pertenecientes al Distrito de Bogotá–, esto es, la Escuela de Animadores (ESCANIM), la Escuela de Catequistas (ESCAT) y la Escuela de Líderes (Neolaia). Con esta formación los integrantes de Kelaia tienen como misión enseñar a los niños de Chevrones la importancia de conocer los derechos humanos a partir de actividades lúdico-prácticas acordes con el contexto social al que pertenecen.

Al siguiente ciclo de formación, denominado ASODI (Ayuda Social Divergente), pertenecen los estudiantes de noveno, décimo y undécimo que han completado más de un año en la pastoral del colegio. Sus integrantes hacen parte del grupo denominado Base, según la estructura del Indivisa Manent, pues son los más antiguos en la pastoral. Ellos participan de encuentros formativos, se esmeran en el cultivo de la vida espiritual y viven momentos de fraternidad que les permiten transcender la dimensión grupal para asumir un compromiso social cristiano auténtico, a través de la confrontación personal y del desarrollo de talentos para el liderazgo que, a su vez, les permitirán construir su proyecto social de vida, partiendo de los propios intereses vocacionales (Polanco & Falla, 2015).

Bajo esta perspectiva se llevan a cabo encuentros quincenales para trabajar diferentes temáticas que se socializan en los sitios de proyección. Intercalados con estos, se realizan encuentros de planeación con dos jóvenes del grupo, diferentes cada vez, que se encargan de animar las reuniónes. Adicionalmente, con cada joven se hacen reuniones semanales para profundizar en sus intereses vocaciona-les. Finalmente, para vivenciar el servicio, antes de iniciar el trabajo en los centros de proyección que cada uno elige, de acuerdo con su interés vocacional, el grupo

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entero visita cada uno de los centros para realizar actividades pastorales sobre diferentes temáticas. Y como estos jóvenes han estado en alguna de las escuelas de formación, todas las reuniones y actividades que se llevan a cabo son lideradas por ellos mismos.

Actualmente este nivel está conformado por dieciséis estudiantes y nueve egresados que han continuado en el grupo desde sus nuevos lugares de residencia, puesto que la mayoría están iniciando estudios de educación superior fuera del municipio y desean contribuir con los proyectos de sus compañeros que continúan en la institución o poner los cimientos para establecer nuevos sitios de proyección más allá del Caguán. Con este último grupo se está proyectando la creación de un tercer ciclo conocido en la estrucrura del Indivisa Manent con el nombre de Lazos.

Existe también un grupo de jóvenes que pertenecen tanto a Kelaia como a ASODI, cuyo centro de proyección es la catequesis de preparación para la primera comunión de los niños que viven alrededor de las sedes del colegio Diego Ómar García y Antonio Nariño. Se trata de diez jóvenes que integran la Escuela Lasallista de Fe y que se reunen los jueves a planear los encuentros de los sábados. Además de las escuelas ya mencionadas, ellos participan de una escuela local denominada ESCAFE (Escuela de Catequistas de la Fe) que en el presente año contó con la participación de catequistas de Campo Hermoso, una vereda del municipio.

La pastoral está integrada también por los jóvenes “ruteros” o estudiantes de grado undécimo que quieren ser Hermanos de La Salle. Este grupo está constituido por tres jóvenes –uno de ellos docente de la institución– que a partir de la experiencia pastoral han encontrado en el lasallismo su estilo de vida. Ellos se reúnen una vez cada semana con el rector del colegio y hacen parte del grupo de catequistas.

Fuera de la estructura del movimiento contamos con un grupo de estudiantes delegados de la pastoral dentro de los salones de clase. Estos jóvenes fueron escogidos a comienzos del año 2015 como monitores de pastoral y son los encargados de contagiar el espíritu lasallista entre sus compañeros de clase, durante las jornadas escolares, la oración diaria, la Presencia de Dios (experiencia de oración y meditación que se lleva a cabo a medio día) y las eucaristías mensuales que se celebran con los estudiantes de bachillerato.

Los jóvenes que integran el movimiento juvenil Indivisa Manent en el Dante Alighieri son asesorados por un equipo de docentes y Hermanos que, a su vez, integran el consejo de pastoral de la institución, denominado Emaús. A este grupo pertenecen cinco adultos: el jefe de área de educación religiosa, la docente

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orientadora –egresada de la institución–, la asistente de pastoral del colegio y dos Hermanos lasallistas.

Cada uno de ellos asesora a uno de los grupos ya mencionados y, como consejo, se reúnen cada quince días para hacer seguimiento al movimiento y planear actividades que tienen como objetivo fortalecer a los jóvenes como agentes constructores de paz en San Vicente y afianzar en ellos los valores cristianos. Pero este trabajo no lo puede realizar solo Emaús sin el apoyo de los padres de familia, tal como lo señala el profesor Edwin: “El apoyo de los padres de familia es fundamental en esta tarea formativa. Ellos confían mucho en nosotros y eso es importante porque no dudan en dar el aval para que sus hijos participen de las actividades.” Lo anterior se debe a que, como dice la profesora Leticia, “sentirse parte del Dante en San Vicente es un orgullo e integrar la pastoral es un privilegio”.

La señora Lissy, madre de una de las estudiantes que integran el movimiento, no duda en señalar que prefiere que su hija realice actividades pastorales en el colegio y no que permanezca en casa durmiendo o que pase su tiempo en la calle. Esta vinculación no solo le ha permitido adquirir más conocimientos sino que le ha conducido a mejorar su comportamiento, de modo que ahora no cesa su motivación de prepararse cada día más. Del mismo modo, habló con firmeza de la confianza que deposita en los profesores y se refirió a La Salle como una comunidad de Hermanos que trabajan por el bien común, afianzando en los niños y jóvenes los valores que las familias, muchas veces, han perdido.

De manera que la pastoral en San Vicente realmente ha sido determinante en el cultivo de la paz de la población, puesto que propicia, desde pequeñas acciones, la transformación de las familias y, por consiguiente, de la sociedad. Prueba de esta afirmación son las palabras del estudiante Hugo:

Descubrir la verdadera realidad de nuestro municipio y, mediante el relato de experiencias, la realidad de nuestro país, ha sido mi oportunidad de dar un giro de ciento ochenta grados pues ahora entiendo todo desde un punto de vista más crítico y positivo. Ahora ocupo parte de mi tiempo en algo verdaderamente productivo para mí y para los demás. (Entrevista no estruc-turada, julio 25 de 2015).

Sin lugar a dudas los jóvenes descubren en la ayuda al otro su verdadero sentido de vida y construyen paz ayudándose a sí mismos. Esto es resaltado por Kiara y Alejandra, integrantes del movimiento que afirman:

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La pastoral es un estilo de vida, es una experiencia que motiva y propicia la confianza. Mediante ella se puede sacar esa espinita que uno tiene y que le atormenta, para compartirla con los demás y escuchar otras percepciones de la misma realidad.

En la pastoral uno se vuelve más responsable: yo había tenido malos resultados académicos y logré recuperar todas las materias perdidas; fue así como mi madre decidió eliminar el castigo y habló en su trabajo para que yo pudiera continuar en pastoral y no tuviera que permanecer en casa cuidando a mis hermanitos. (Entrevista no estructurada, julio 25 de 2015).

Finalmente, es una bendición contar con los Hermanos de La Salle y especial-mente con el movimiento juvenil Indivisa Manent porque esto ha provocado que, a pesar de la violencia que vivimos, conservemos la confianza y las ganas de luchar para demostrar que, tal como lo refirió la estudiante Victoria: “Ser miembro de la pastoral es abrirse a la posibilidad de explotar las propias habilidades para el liderazgo, a fin de aportar un granito de arena que, aunque no cambiará el mundo, influirá en la construcción de una verdadera cultura de paz”. (Entrevista no estruc-turada, julio 25 de 2015).

ReferenciasBohorquez, J. E. (2015). Énfasis curricular de la Institución Educativa Dante

Alighieri. San Vicente del Caguán: Institución Educativa Dante Alighieri - coordinación Académica.

Bohorquez, J. E. (2015). Proyecto CICLO I: INDIVISA MANENT “Lo unido permanece”. San Vicente del Caguán: Institución Educativa Dante Alighieri.

E.S.E. Hospital San Rafael. (25 de 07 de 2015). E.S.E. Hospital San Rafael. Recuperado de: http://hospitalsanrafael.gov.co/web3/index.php?option=com_k2&view=item&layout=item&id=28&Itemid=29

Forero Forero, C. A. (2006). La nueva escuela Distrital de animadores Lasallistas. Bogotá: Distrito Lasallista de Bogotá.

ICFES, Mejor Saber. (2013). Resultados de los establecimientos educativos en las pruebas saber 11, 2014. Recuperado de: http://www.icfes.gov.co/resultados/saber-11-resultados/2014-06-13-22-13-50

Institución Educativa Dante Alighieri. (2015). Manual de Convivencia Escolar. San Vicente del Caguán: Institución Educativa Dante Alighieri.

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Loaiza, B. & Contreras, J. (2006). Luz y horizonte. Dante para San Vicente del Caguán. San Vicente del Caguán: Institución Educativa Dante Alighieri

Polanco , L. A., & Falla, P. (2015). Proyecto Mi vovación para construir ciudadanía en San Vicente del Caguán. San Vicente del Caguán: Institución Educativa Dante Alighieri.

Polanco , L. A. & Molano Camargo, M. (2014). Festival de la expresión y la palabra: construir identidad y confianza en San vicente del Caguán. En Murcia Suárez, N. A. Sistematización de experiencias educativas en la Escuela Lasallista (págs. 93-116). Bogotá: Distrito Lasallista de Bogotá.

Torres Serrano, J. M. (2007). La escuela lasallista como lugar de salvación. Revista de la Universidad de La Salle(44), 100-105.

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Escuela La Salle para la Paz y la Vida

César Andrés Carvajal Castillo, FSC1

Carlos Andrés Forero Forero, FSC2

Carlos Germán González Sandoval3

Desarrollo cronológico4

A continuación presentamos una trazabilidad del proyecto mediante la narración de algunos acontecimientos históricos significativos que han contado con el respaldo de los Hermanos Visitador del Distrito Lasallista de Bogotá: Hno. José Arcadio Bolívar Rodríguez (2000 – 2004), Hno. Jorge Enrique Molina Valencia (2004 – 2012) y Hno. Leonardo Enrique Tejeiro Duque (actual Visitador).

En el año 2001 el Distrito Lasallista de Bogotá privilegió, a partir de su décimo primer capítulo distrital, la fundación de obras educativas en poblaciones vulnerables y desprotegidas. Concretamente en Villavicencio, a finales de ese año, el Hermano provincial del momento, José Arcadio Bolívar, dio directrices al Hermano rector del Colegio La Salle y director de la comunidad, Carlos Alberto Pabón Meneses, para que gestionara y fundara una obra educativa en uno de los sectores más vulnerables de la ciudad.

1 Director del Prenoviciado y del Postulantado de segundo año (Distrito Lasallista de Bogotá). Licenciado en Educación Religiosa de la Universidad de La Salle y magíster en Educación de la Universidad de La Sabana. Correo electrónico: [email protected] Secretario de Pastoral del Distrito Lasallista de Bogotá. Licenciado en Educación con especialidad en Estudios Religiosos de la Universidad de La Salle y magíster en Antropología de la Universidad de los Andes. Correo electrónico: [email protected] Licenciado en Educación Física, Recreación y Deporte. Coordinador de la Escuela La Salle para la Paz y la Vida. Correo electrónico: [email protected] Los dos primeros apartes de este texto fueron tomados del libro Experiencias pedagógicas significativas del Colegio de La Salle de Villavicencio. Las modificaciones hechas obedecen al fin documental de este escrito. Pabón, C. (2007). Una historia de salvación desde La Reliquia. Experiencias pedagógicas significativas. La Salle, Villavicencio. Villavicencio: Colegio La Salle Villavicencio, 2007. p.15-25.

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Los Hermanos de la comunidad de Villavicencio visitaron y eligieron el barrio La Reliquia, ubicado a las afueras de la ciudad, un asentamiento urbano de personas desplazadas por los paramilitares y por la guerrilla de las FARC. Este lugar ha sido considerado uno de los sectores más pobres del municipio, carente de instituciones educativas y de los servicios básicos para vivir: acueducto, alcan-tarillado, electricidad, comunicaciones, etc.

Al comenzar el año 2002 los Hermanos de La Salle compraron uno de los lotes más grandes del barrio, donde estaba ubicado un bar llamado “El Despecho”, lugar de fiesta, licor, juegos de azar y prostitución. Junto a este lote adquirieron tres lotes más en los que se inició la construcción de la escuela.

Esta primera etapa se financió con la colaboración de la comunidad educativa del Colegio La Salle. Se construyeron cinco salones de clase, una sala de docentes, una batería de baños y un patio para la recreación y la actividad deportiva de los niños. Mientras se consolidaba la infraestructura escolar, las clases se desarrollaron en la capilla del barrio, un lugar compuesto por tejas y listones de madera con piso en tierra, donde los niños debían soportar las inclemencias de la lluvia y las borrascas.

El 20 de marzo –un día después de la fiesta de San José, patrono de la congre-gación de los Hermanos de las Escuelas Cristianas– después de muchos esfuerzos, oficialmente se inauguró la escuela y las clases con 349 niños en grado primero de primaria, distribuidos por su edad en dos jornadas académicas: mañana y tarde.

En el año 2003 se adquirieron dos lotes más para dar continuidad al afianza-miento de la infraestructura y se ampliaron los niveles hasta tercer grado, hasta completar un total de 312 niños distribuidos en nueve cursos. A nivel académico se fortalecieron los procesos pedagógicos de la escuela mediante la implemen-tación de algunos proyectos desarrollados con el Colegio La Salle: Semanas del Silencio y la Lectura, Plan Lector, ajedrez como instrumento de desarrollo del pensamiento, investigación como asignatura académica y un proyecto de valores.

De igual forma, es pertinente anotar que los niños de la Escuela La Salle para la Paz y la Vida empezaron a participar en las diferentes actividades programadas por el Colegio La Salle de Villavicencio (olimpiadas, día del niño, compartir de onces, juego de ajedrez, huerta escolar, entre otras). Los estudiantes de décimo grado de este último, iniciaron su servicio social en la escuela mediante la enseñanza del inglés, las clases de religión y la preparación catequética de los niños para el sacramento de la Eucaristía.

En el año 2004 la comunidad del Colegio La Salle siguió respaldando la experiencia y, por tal razón, fue posible ampliar la cobertura de primero hasta

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cuarto grado de básica primaria, con un total de 315 niños. Se continuó con el desarrollo de los proyectos pedagógicos y con la realización de convivencias; los niños siguieron participando en las actividades programadas por el Colegio La Salle y se dio continuidad al servicio social.

En el año 2005 se construyeron tres aulas de mayor área, una nueva batería de baños, se techó el patio, lugar de recreación de los niños, y se ampliaron los niveles hasta cerrar el ciclo de básica primaria –quinto grado–. Después de consolidar una infraestructura adecuada y de seguir trabajando en los proyectos conjuntos con el Colegio La Salle de Villavicencio, se buscó una estrategia pedagógica más apropiada para desarrollar con la comunidad en la que se encuentra ubicada la escuela.

De este modo, el Hermano rector Carlos Pabón, con el respaldo del Hermano provincial, Jorge Enrique Molina Valencia y aprovechando la riqueza pedagógica de la congregación a nivel mundial, entró en contacto con el Hno. Patricio Bolton, rector de la escuela San Héctor Valdivieso de Argentina. El fin de este contacto fue conocer el proyecto de educación popular adelantado en esa institución que contaba con condiciones similares a la obra recientemente fundada en Colombia.

A finales del mes de mayo de ese año el Hermano rector viajó con la licenciada Sandra Patricia Prieto y la licenciada Elizabeth Hernández, coordinadoras de la Escuela La Salle para la Paz y la Vida, a fin de realizar un proceso de observación de las clases, compartir el currículo con los docentes, entrevistar a diferentes miembros de la comunidad educativa, documentarse bibliográficamente sobre la propuesta pedagógica y participar del encuentro La pobreza como problema interdisciplinar.

Tras su regreso el Hno. Carlos Alberto compiló los documentos compartidos sobre educación popular y organizó seis módulos de trabajo con los docentes de la escuela a fin de que se apropiaran de la propuesta, garantizando así la formación epis-temológica y académica del equipo. En el mes de octubre los educadores visitaron las casas de cada uno de sus estudiantes y realizaran una entrevista con el objetivo de conocer a las familias, escuchar sus expectativas, sus anhelos y sus temores. A partir de esta experiencia se inició un proceso de sistematización de las palabras más significativas enunciadas por la comunidad y se realizó el ajuste del currículo.

Durante este año continuó el servicio social y los padres de familia del Colegio La Salle de Villavicencio se vincularon de una manera más directa, donando a cada uno de los niños de la escuela un kit escolar. Al finalizar el año escolar se graduaron veinticinco niños del ciclo de básica primaria, integrando así la primera promoción de la escuela.

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En el año 2006, con el trabajo realizado en la etapa final del año anterior, el Hermano rector y el equipo de docentes definieron los ejes transversales para desarrollar el currículo a partir del modelo de educación popular. La metodología consistió en leer todas las frases dichas por las familias, ubicarlas en campos semánticos y extraer aquellas cuyo significado y recurrencia tuvieran mayor impacto.

Al terminar el ejercicio se eligió una frase generadora que orientaría el currículo: “No hay solidaridad cuando uno está en malas condiciones, el mundo se hace más grande”. Tomando como punto de partida esta frase, la escuela creó una contra-frase para empezar la transformación de la comunidad: “Nos unimos forjando mejores condiciones de vida”.

Desde esta etapa de trabajo se inició la consolidación de un nuevo currículo, se crearon logros que cumplieran con los propósitos de esta metodología y se originaron los proyectos áulicos, asegurando la participación de toda la comunidad en el proceso educativo. Los proyectos áulicos desarrollados durante ese año fueron: la tienda escolar, el ropero lasallista, la biblioteca escolar, el estudio de Colombia a partir de la población del barrio La Reliquia, artes plásticas, cultivos hidropónicos y la sistematización de los saberes de los ancestros.

Al finalizar el año se realizó la graduación de la segunda promoción de quinto grado compuesta por 102 niños; nuevamente fueron entrevistadas las familias y se evaluó el impacto de la propuesta académica.

Producto de la gestión realizada por el Hermano rector, se iniciaron contactos con la facultad de educación de la Universidad de La Salle para sistematizar la experiencia de la escuela y obtener asesoría frente a este proyecto. En dicho proceso se vinculó directamente el Hermano decano de la facultad de educación, Cristhian James Díaz Meza, dos investigadores de la universidad, tres estudiantes y el Dr. Marco Raúl Mejía.

Como en los años anteriores, el Colegio La Salle de Villavicencio, además de financiar todo el presupuesto de la escuela, continuó desarrollando el programa de servicio social y apoyando todas las actividades tanto culturales como académicas.

Es importante resaltar que durante este mismo año, por gestión del Hermano rector, la Caja de Compensación Familiar Regional del Meta (COFREM) inició un programa anual de entrega de refrigerios diarios a los niños de la escuela y de valoración tanto médica general como odontológica.

En el año 2007, partiendo de la evaluación realizada a través de las visitas y entrevistas a la comunidad del barrio La Reliquia y a la comunidad educativa de la Escuela La Salle para la Paz y la Vida, se hicieron nuevos ajustes al currículo, se

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plantearon nuevos proyectos áulicos y se mantuvieron tanto la frase generadora como la contra-frase.

Ese año se le dio cobertura al proyecto áulico del ropero escolar y de la biblioteca, proyectándolos para el servicio de todo el barrio. Por otra parte, gracias a la gestión de algunos estudiantes de décimo grado y del Hermano rector, se formalizó un convenio con el Instituto de Bienestar Familiar para ofrecer 222 desayunos y 100 almuerzos a los niños de la escuela, mientras que la Caja de Compensación Familiar Regional del Meta (COFREM) seguía brindando su auxilio. Además de lo anterior, se adquirió un lote que se sumó a los nueve ya existentes.

Es de gran relevancia mencionar que todos los Hermanos de la comunidad del Colegio La Salle de Villavicencio colaboraron con el proyecto durante el periodo comprendido entre los años 2001-2007 (José Agustín Nieto Cortés, Isidoro Rodríguez Limas, Armando Solano Suárez, Luis Rodríguez Rodríguez, César Andrés Carvajal Castillo, Esteban Muñoz Montenegro y Franklin Mendoza Mendoza). A ellos se sumaron, en algún momento, Rafael Darío Duarte, William Duque y otros Hermanos del Distrito Lasallista de Bogotá.

Del mismo modo ha de reconocerse la participación que han tenido, directa o indirectamente, los docentes, administrativos, personal de servicios generales, estudiantes, padres de familia, egresados del Colegio La Salle de Villavicencio, amigos lasallistas y algunos funcionarios del orden departamental y municipal que han sido parte fundamental de este gran sueño hecho realidad.

Actividades más significativas que se realizan en la experiencia

Para el desarrollo y puesta en marcha de la experiencia se continúa teniendo en cuenta la colaboración de la comunidad del Colegio La Salle que, con su sentido de cooperación y fraternidad, ha hecho posible llevar a cabo las siguientes actividades:

a. Actividades realizadas con los estudiantes de la Escuela La Salle para la Paz y la Vida

• Celebraciones eucarísticas.• Realización de convivencias de formación integral con los niños en los

diferentes grados (una vez por mes en el Colegio La Salle de Villavicencio).• Compartir de onces entre los niños de la Escuela La Salle para la Paz y

la Vida y los niños de primaria del Colegio La Salle.

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• Celebración del día del niño en las instalaciones del Colegio La Salle. • Celebración de izadas de bandera tanto en la escuela como en el Colegio

La Salle. • Asistencia de los niños a la celebración de jornadas lúdicas (juegos tradi-

cionales). • Celebración de la fiesta de disfraces en octubre. • Salidas pedagógicas (parque los Ocarros).• Aprendizaje del juego de ajedrez como estrategia para fortalecer el

pensamiento matemático.• Elección y participación del consejo estudiantil de la escuela.• Participación del personero de la escuela en los encuentros distritales.• Fortalecimiento de procesos de lectoescritura mediante jornadas de

ortografía.• Participación de los niños en la inauguración de las olimpiadas lasallistas

del Colegio La Salle.• Desarrollo de los proyectos áulicos.

b. Actividades realizadas con toda la comunidad del barrio La Reliquia

• Desarrollo de los proyectos áulicos.• Divulgación de los derechos de los niños y de los adolescentes.• Cursos de artes y oficios: modistería, lencería, culinaria, sala de belleza,

entre otros.• Curso de procesamiento de alimentos orientado por el SENA.

c. Actividades realizadas con la Universidad de La Salle

• Reflexión pedagógica en torno a la educación popular.• Sistematización de la experiencia de educación popular.

d. Actividades realizadas con el grupo comunidad universitaria Lazos (COULA)

• Animación de la Semana Santa en la parroquia y en la escuela.• Animación de la novena de aguinaldos en la parroquia y en la escuela.

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Documentación de Experiencias Pastorales de Proyección Social

e. Actividades realizadas con los docentes de la Escuela La Salle para la Paz y la Vida

• Realización de jornadas de formación y capacitación a los docentes de la escuela.

• Asistencia de los docentes a los retiros programados por el Colegio La Salle al inicio, mitad y final del año escolar.

• Reuniones periódicas con los docentes para tratar asuntos relacionados con la organización de las diferentes actividades que se desarrollan en la escuela.

• Celebración del día del maestro junto con los docentes que laboran en el Colegio La Salle de Villavicencio.

f. Actividades realizadas con padres de familia de la Escuela La Salle para la Paz y la Vida

• Elección del comité de padres de familia.• Escuelas de padres. • Participación de los padres de familia en actividades en pro de la escuela

(bingos y rifas).• Eucaristías mensuales.• Cursos de artes y oficios: modistería, lencería, culinaria, sala de belleza,

entre otros.• Participación activa en los proyectos áulicos.• Asambleas de padres.• Formación en valores.• Acompañamiento espiritual de los niños y padres de familia de la Escuela

La Salle para la Paz y la Vida.

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LA SALLE: CONSTRUYENDO PAZ EN COLOMBIA

Una obra que deja huella

Llegado el año 2012 un sueño se hizo realidad: volver a estar vinculado a una institución educativa lasallista. Me había graduado del colegio San Juan Bautista De La Salle de Zipaquirá en el año 2004 y uno de mis objetivos era terminar mis estudios universitarios en la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia para desempeñarme como docente de un colegio lasallista en el que pudiera inculcar y promover los valores que me habían transmitido los Hermanos en el colegio.

Siendo rector del Colegio La Salle de Villavicencio el Hno. William Fernando Duque, inicié como docente de educación física, en la sección primaria. Aunque al iniciar mi labor en este colegio, desconocía el proyecto de la Escuela La Salle para la Paz y la Vida, me fui vinculando durante los años 2012, 2013 y 2014 con la realización de encuestas, las visitas a las casas de los estudiantes de la institución y el apoyo en actividades como bingos y la elaboración de galletas.

En el año 2014 tuve la oportunidad de visitar la escuela durante las izadas de bandera y me identifiqué profundamente con los habitantes del barrio La Reliquia, razón por la cual solicité a los Hermanos de la comunidad, en cabeza del Hno. Fernando Adolfo Luque Olaya, mi deseo de trabajar en esta escuela.

Terminado el año 2014 culminaron las labores académicas y no se esperaba ninguna modificación en cuanto a la organización institucional. Sin embargo, iniciado el 2015, durante las semanas de planeación, el lunes 19 de enero el Hermano rector me hizo un llamado a su oficina que no llegó a despertarme ninguna sospecha.

Sin embargo, al momento de ingresar a la rectoría noté un ambiente extraño y escuché las primeras preguntas del Hermano: “¿Cómo se ha sentido en estos días Carlos; qué tal el grupo de trabajo?” Con algo de nerviosismo contesté: “Muy bien, Hermano, motivado para iniciar las olimpiadas escolares y preparado para proponer actividades novedosas. También estoy acompañando al nuevo profesor de educación física de bachillerato para que se acople de la mejor manera a la institución.”

Una vez terminé mi respuesta, el Hermano sonrió y me dijo: “Carlos, el coordinador de la escuela no continúa trabajando con nosotros”. En ese momento pude presentir lo que venía a continuación. Pasados algunos segundos pronunció la frase que me iba a invadir de felicidad: “¿Le gustaría irse para la escuela como coordinador; se siente preparado?” Mi respuesta inmediata, apoyada por mi rostro sonriente, fue: “Sí, Hermano, muchas gracias por esta oportunidad tan importante en mi vida”. Continuó diciendo que aún no había nada seguro y que estaban mirando otras posibilidades, de modo que me confirmaría días después.

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Al salir de la rectoría me sentía un poco impotente ante la espera y a la vez orgulloso porque me habían tenido en cuenta y eso significaba que debía prepararme, porque Dios tenía para mí grandes retos. El martes 20 de enero se hizo oficial que asumiría el cargo de coordinador de la Escuela La Salle para la Paz y la Vida mediante mi presentación ante el grupo de trabajo que precedió a nuestra proyección conjunta de las labores del año 2015.

Un nuevo año

En la escuela contamos actualmente con 133 estudiantes matriculados en los cinco grados de primaria. El equipo está conformado por seis docentes de tiempo completo y tres que asisten una vez a la semana para dictar Inglés, Danzas y Educación Física, una persona encargada de servicios generales y el coordinador de la obra.

Tras la realización de varias reuniones y encuentros de maestros de la escuela nos propusimos trabajar un macro proyecto llamado ludoteca Chikilandia. En este trabajaríamos actividades de impacto social en beneficio de la comunidad, enriquecidas por diferentes proyectos como la emisora y la Semana Lasallista.

Ludoteca Chikilandia

Este proyecto inició con la idea de los docentes de la escuela de crear un espacio formativo –académico y espiritual– que permitiera afrontar diversas problemáticas: el poco aprovechamiento del tiempo libre, el desorden en el aula de clase, la carencia de espacios lúdicos, el bajo rendimiento académico, la falta de motivación en la realización de actividades, la indisciplina y el irrespeto.

El proyecto empezó a ejecutarse en el mes de abril entre dos y tres de la tarde. El impacto fue bastante positivo. Los estudiantes salían a almorzar rápido para poder volver a la ludoteca, sin embargo, muchos no asistían porque no vivían en el sector o porque debían permanecer en casa cuidando a sus hermanos o ayudando a sus papas en el trabajo.

Se realizaron diversas actividades para que los estudiantes de los grados primero y segundo desarrollaran la motricidad fina (pintu-deditos, rasgado, trabajo con plastilina, etc.) y actividades que aportaran al desarrollo de la motricidad gruesa (rumba-terapias, clases de joropo) para los niños de tercero, cuarto y quinto. Finalmente, se trabajó la lectura de cuentos para reforzar los procesos de lectoes-critura así como el refuerzo de asignaturas en las que presentaban debilidad.

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Además de lo anterior, todos los niños colaboraron en la limpieza y organi-zación del espacio destinado para la ludoteca, desechando las cosas que ya no tenían utilidad. También el coordinador participó activamente en la búsqueda y recolección de llantas que serían utilizadas en este espacio, en el parque y en la parte exterior de la escuela para embellecer la planta física con la ayuda de los estudiantes de la Universidad de La Salle que integraron la misión académica “entrelazos” y de los postulantes lasallistas que visitaron la escuela entre el 12 y el 31 de julio del 2015. Es importante resaltar que este proyecto se extenderá a la cancha que se encuentra en la parte externa de la escuela, detrás del templo parroquial, para que la comunidad también pueda participar y beneficiarse.

Además de lo anterior, conviene aludir al interés y a la participación de los padres de familia en cada una de las actividades de este proyecto. Para toda la comunidad educativa la escuela se ha convertido, más que en un mero proyecto, en una obra que hace parte de nuestra historia de vida y que esperamos continúe existiendo como un puente para la salvación de cada una de las personas que hacen parte de esta comunidad escolar, logrando que verdaderamente Jesús viva en nuestros corazones por siempre.

Actividades realizadas con la comunidad del Postulantado y Prenoviciado del Distrito Lasallista de Bogotá (2014 – 2015)5

Al inicio del año 2014 la comunidad del Postulantado y Prenoviciado, viendo la realidad de los diferentes procesos formativos, y en sintonía con la propuesta que hace la RELAL de revisar cada una de las prácticas que se realizan en los distritos en torno a los planes de formación, pensó en una experiencia que ayudara a renovar las actividades que se realizaban en las comunidades de formación, con el fin de dinamizar cada uno de los procesos o etapas formativas y conectarlos con la propuesta de itinerarios formativos que se trabaja a nivel de la región.

Dicha práctica se estructuró y a mitad de año de 2014 las comunidades de formación se trasladaron a la ciudad de Villavicencio (Meta). El trabajo realizado en la Escuela La Salle para la Paz y la Vida se configuró en dos proyectos significativos: el primero estaba relacionado con la dimensión pedagógica y el segundo con la

5 En la composición de esta sección del trabajo documental participaron los Hermanos y formandos de la comunidad del Postulantado y Prenoviciado del Distrito Lasallista de Bogotá.

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dimensión comunitaria. El desarrollo de estas dimensiones permitió tanto el cono-cimiento de los estudiantes, docentes, padres de familia y del modelo pedagógico, como el fortalecimiento de la vida comunitaria y espiritual de los formandos.

Es necesario resaltar que dentro de la experiencia se propició la cercanía con las familias de los niños de la escuela gracias a las visitas realizadas a sus casas, se embelleció la institución con murales que resaltan la identidad lasallista y la alegría por pertenecer a la escuela. En este orden de ideas, es importante resaltar que el trabajo en común con los docentes y directivos de la escuela resulta de gran valor porque permite que los procesos se consoliden y se pueda llevar a cabo el trabajo con los niños y padres de familia.

El trabajo pedagógico en las convivencias por curso, el refuerzo escolar en lectura, escritura, matemáticas e inglés y el espacio formativo de lasallismo, favo-recieron el afianzamiento del amor de los estudiantes por La Salle. La experiencia formativa se fortaleció por medio de los encuentros espirituales (oraciones), el diálogo fraterno y las reflexiones pedagógicas y comunitarias, que posibilitaron el intercambio de conocimientos en nuestro quehacer como maestros y Hermanos.

En el año 2015 la experiencia en la Escuela La Salle para la Paz y la Vida se planteó a partir de las tres dimensiones propias de la consagración del Hermano de las Escuelas Cristianas: la vida fraterna que nos lleva a pensar en nuestra casa, ¿quiénes somos?, ¿en dónde estamos? y ¿hacia dónde vamos?; la vida espiritual que nos invita a reconfigurar nuestro encuentro con Dios, que se manifiesta en el rostro de los niños; la vida de misión que nos lleva a pensar la escuela desde sus bases pedagógicas, a fin de dar respuesta a las diferentes necesidades de la sociedad.

Entre las prácticas realizadas se resaltan: la conformación de un espacio de la escuela dedicado a la lectoescritura y al aprendizaje desde el juego (ludoteca); el refuerzo escolar en áreas como matemáticas y español, según las necesidades de los estudiantes; las convivencias realizadas con algunos niños de primaria (primero a cuarto) abordaron el tema de la convivencia escolar; la implementa-ción de espacios pedagógicos que ayudan a profundizar la identidad lasallista; la adecuación de las instalaciones mediante la elaboración de murales; la reparación de algunos espacios para el buen desarrollo del aprendizaje; el acompañamiento a los padres de familia en torno a las pautas de crianza, la resiliencia y la lectura en familia de textos que motivan el aprendizaje de los niños.

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Misión Entrelazos

La Secretaría de Pastoral del Distrito Lasallista de Bogotá eligió la Escuela La Salle para la Paz y la Vida para fundar, en julio de 2015, una nueva experiencia pastoral: “Entrelazos: misión lasallista con universitarios”. Un grupo de jóvenes, estudiantes o recién graduados de diversas carreras, dedicó 10 días de su descanso intersemestral al apoyo de los procesos de la escuela, en consonancia con el trabajo que empren-dieron un año antes las comunidades de formación.

El trabajo de los misioneros tenía un objetivo claro: continuar fortaleciendo el proyecto de educación popular fundado por la escuela. Para ello los jóvenes se sumaron a las actividades que el coordinador de la escuela tenía ya estructuradas y asumieron cuatro tareas fundamentales:

• Colaborar en la adecuación de la ludoteca. • Apoyar los trabajos manuales necesarios para mejorar el parque infantil.• Digitalizar la base de datos de los estudiantes que han pasado por la

escuela, con el fin de contactar posteriormente a los que han terminado grado quinto para aplicar encuestas.

• Animar el desarrollo de talleres para formar en valores.

Muchos asuntos técnicos implicaron las tres primeras tareas pero, para hacer visible cómo todos los procesos que se adelantan en la escuela buscan ser coherentes con su nombre, dedicaremos algunas líneas a la última tarea que implicó un contacto directo con la vida y la historia de sus estudiantes.

Animados por la incertidumbre de asumir una empresa que ni siquiera conocían, los misioneros idearon un plan para formar en valores que consistió en la definición de un valor para cada día. Luego, pensando en la manera de posicionar el valor en la mente y el corazón de los niños, se les ocurrió que, cada día, el valor podría estar representado por un súper héroe.

Así las cosas, el primer día trabajaron el valor del amor y su respectiva heroína fue “Mega-amor”. Luego se proclamó el valor de la vida y ese día la heroína fue “Vitality”. Para difundir el valor del compartir el súper héroe fue un robot llamado “Compartrón”. El valor central de la escuela llegó el jueves: la paz. Este se encarnó en “Pazman”. El último día, dedicado especialmente a los niños de quinto grado, se promulgó el valor de los sueños que tuvo como súper héroe al “Capitán Futuro”.

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Cada uno de estos súper héroes fue encarnado por alguno de los misioneros, de tal modo que, si hubo algo significativo en la experiencia, fue la oportunidad que tuvo cada uno de estos universitarios o profesionales de sentir cómo la vida y la esperanza crecían en un lugar donde pensaban que sólo podría haber tristeza y desesperación. Ese contacto con los niños y el diálogo con las maestras permitieron descubrir que la paz es la posibilidad de convivir unos con otros como hermanos sin ningún tipo de distinción ni de discriminación y que en el lenguaje lasallista a la paz la llamamos fraternidad.

Experiencia en la emisora lasallista La Voz de los Niños

Por iniciativa del coordinador y del consejo estudiantil se dio inicio a la aventura de una emisora radial en la escuela. Tras realizarse una reunión entre los represen-tantes de cada curso y el coordinador, en la que se llevó a cabo una lluvia de ideas, se recolectaron propuestas para el nombre de la emisora y se determinó, de forma unánime, que se denominaría: “La voz de los niños”.

La emisora funciona los miércoles en la hora del descanso. Se escucha música –las canciones que los mismos estudiantes solicitan durante la semana–, se transmite información de interés general y se realizan entrevistas a las personas que visitan la escuela. Este ha llegado a ser un verdadero espacio de sano esparci-miento y diversión: los niños se motivan, bailan y corean las canciones.

Semana Lasallista

Este año se realizó la Semana Lasallista compuesta de diferentes actividades programadas por el departamento de pastoral y el equipo de docentes de la escuela, cuya finalidad era crear espacios para el ocio y la recreación y fomentar el afianzamiento de los valores lasallistas: fe, fraternidad y servicio. Para su realización contamos con la participación activa de todos los estudiantes, quienes se esforzaron en sanas y divertidas competencias, presentaciones y exposiciones.

De la jornada de Expo-lasallismo, en la que los estudiantes expusieron temáticas relacionadas con la vida y obra de san Juan Bautista De La Salle, se pasó a la jornada de Talento Lasallista en la que los estudiantes se integraron mediante la demostración de habilidades artísticas. En la tercera jornada se llevó a cabo la labor social a cargo de los estudiantes de cuarto y quinto. La semana finalizó con

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la celebración del día de la madre, el día del maestro (aeróbicos, karaoke) y una emotiva eucaristía.

Nuestro reto es seguir promoviendo actividades que conlleven al trabajo con la comunidad y aporten a la construcción de una cultura de paz. De modo que continuaremos uniendo fuerzas con diferentes instituciones como el SENA, Batuta y AFS, generando espacios para el beneficio de otras agrupaciones que trabajan por la comunidad como FUNDEFUR, Llaneritos y las juntas de acción comunal. De esta manera, los valores lasallistas seguirán siendo el pilar de la Escuela La Salle para la Paz y la Vida y La Reliquia seguirá reafirmándose como un lugar de paz y reconciliación.

ReferenciasPabón, C. (2007). Una historia de salvación desde La Reliquia. Experiencias

pedagógicas significativas. Colegio La Salle, Villavicencio. Villavicencio: Colegio La Salle Villavicencio, 2007. p. 15-25.

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Proyecto AlaskaLoquitos sembrando estrellas

Nicolás Luna Martínez1

Laura Bautista Miranda2

En busca de la posibilidad de servir me encontré con un lugar inesperado en la capital del país, escondido entre las cordilleras colombianas. Debo decir que jamás pensé que podría llegar a transformar las vidas de algunos niños y adolescentes que allí habitan. Se trata de uno de esos lugares donde es tan rápido el ritmo de la vida que la gente se olvida de lo verdaderamente importante y donde quien pasa por nuestro lado es un completo desconocido. Sin embargo, si te permites escuchar a muchas de esas mismas personas, encontrarás historias aún más increíbles que las de hidalgos peleando con molinos o las de grandes familias que al final del camino solo encontraron un huracán llevándose todo lo que alguna vez existió.

Para llegar allí tienes que sumarte a un plan turístico e iniciar un paseo en el medio de transporte más revolucionario de la actualidad. Tendrás la posibilidad de ver paisajes increíbles: la cárcel de La Picota, el Batallón de Artillería número 13, una gran cantidad de empresas ladrilleras y el portal de Usme.

De acuerdo con dicho plan, deberás continuar una caminata en la que no podrás usar zapatos con los que puedas resbalarte. No cabe duda de que este recorrido puede resultar interesante incluso para los conocedores del camino. Después de conocer el Colegio Juan Luis Londoño I.E.D. La Salle disfrutarás de un ascenso que, aunque consta solamente de ciento trece escalones, te hará sentir que perdiste uno o dos kilitos de más y que realmente has llegado a un nuevo mundo.

El barrio Alaska, ese nuevo mundo que extrañamente se asemeja al nuestro, es un rincón donde el tiempo se ha detenido y donde aún se conservan maravillosas historias de personitas que todavía no han empezado a vivir. Conformado por tres calles que se convierten en laberintos, no conoce mejor medio de comunicación

1 Egresado del Instituto San Bernardo de La Salle y estudiante de Ingeniería Química de la Universidad Nacional. Animador del proyecto Loquitos sembrando estrellas. Correo electrónico: [email protected] Estudiante de undécimo grado del Colegio Juan Luis Londoño I.E.D. La Salle. Encargada del proyecto Loquitos sembrando estrellas. Correo electrónico: [email protected].

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que la fuerza de los pulmones, esa misma que se usa para anunciar, cada sábado a las diez de la mañana, que algo inesperado va a comenzar.

En Alaska habita una comunidad conformada por cerca de cincuenta familias, beneficiarias de la pastoral del Colegio Juan Luis Londoño que ha centrado su labor en jóvenes y niños. Este vínculo comenzó en la Semana Santa del año 2013. El Hno. Jhon Bohórquez, de la mano del grupo de escolásticos de la congregación de los Hermanos de las Escuelas Cristianas que ese año laboraban en el colegio, habían tomado la determinación de explorar este barrio, durante diez días, para convertirlo en un centro de proyección, sin sospechar que se convertiría en una de las experiencias más gratificantes que podrían vivir.

Aún recuerdo ese día en que el Hno. Jhon llamó al egresado Andrés Tuta. No niego que me ganó la curiosidad por saber de qué estaban hablando ya que, pasados dos minutos de su conversación, la expresión del rostro del joven pastoralista cambió de forma radical. La idea de construir un nuevo centro de proyección no podía ser menos que abrumadora pues, a diferencia de otras situaciones, el joven egresado y Yuli Gutiérrez, su compañera pastoralista, tendrían que sumergirse en una realidad que, a pesar de ser tan cercana espacialmente, era completamente desconocida.

Los primeros días fueron difíciles: la falta de respuesta por parte de la comunidad, el escepticismo que había frente a la posibilidad de hacer algo a favor de los habitantes del sector y las múltiples situaciones de riesgo que se evidenciaban daban a entender que había mucho por hacer. Se utilizaron varios métodos para atraer a jóvenes y niños: carteles, panfletos, visitas casa por casa, carnavalitos, etc.

La proyección empezó a caminar con doce niños del sector, tres semanas después del primer encuentro con la comunidad. Ese día se trabajó el tema de la convivencia, puesto que el grupo se caracterizaba por el gran número de conflictos interpersonales. Y aun cuando ese año pasó volando, debido a que la proyección se había iniciado en agosto, fue gratificante evidenciar cómo los primeros frutos del trabajo empezaron a ser tangibles. No solo ascendió a veintiuno el grupo de niños sino que, por primera vez, podíamos tener una clara visión de la forma de vida de la gente en el barrio Alaska.

Escudriñar en los corazones de nuestros interlocutores nos permitió ver la realidad desde los ojos que siempre miran pero que jamás hablan, desde la mirada de los que todo lo ven pero son capaces de olvidar para conservar una tierna sonrisa que ya a su corta edad esconde más tristezas de las que uno podría imaginar. Niños que siempre están solos, que no pueden salir a ciertas horas ya que el peligro que

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trae consigo el consumo de sustancias psicoactivas en los alrededores del sector se los impide, que experimentan el maltrato tanto en el colegio como en su propio hogar y, peor aún, que a su corta edad deben convertirse en adultos, no solo para cuidar a sus hermanos más pequeños sino para sobrevivir ante una realidad que les ha dado la espalda y los ha obligado a ganarse todo con su propio trabajo.

A veces puede pensarse que quienes sufren las extenuantes horas de trabajo son solo los padres, pero en Alaska los niños, que siempre deben estar solos en casa y que no pueden mirar hacia afuera porque la realidad que los rodea endurece el corazón, incluso de los más fuertes, comparten el cansancio de sus padres.

El trabajo de ese año finalizó con la experiencia de “navimision” que, por primera vez, se había extendido a todos los centros de proyección que se encontraban fuera del colegio. Fue este un acontecimiento muy gratificante que tenía el toque especial de ser dirigido únicamente por jóvenes pastoralistas, que a lo largo de quince días animaron las fiestas decembrinas y llevaron un mensaje de paz y reconciliación. Entre los avances que iban apareciendo se cuenta la partici-pación del primer grupo de jóvenes líderes, habitantes de Alaska que empezaban a tomar la iniciativa en estas experiencias pastorales.

Llegado el año 2014 la proyección recibió un nuevo grupo de pastoralistas que empezamos nuestra primera labor pastoral fuera de la institución. Al lado de los asesores Andrés Tuta y Lina Mahecha, este grupo llegaba como refuerzo para empezar un nuevo ciclo de labores. Por esos días yo no tenía mucho conocimiento acerca de lo que era Alaska, incluso puedo aceptar que no me generaba mucho interés conocer un lugar que ante mis ojos parecía aburrido. Sin embargo, durante las primeras jornadas, en las que nos sentamos a pensar los lineamientos de la proyección, se despertó en mí la curiosidad al escuchar los relatos de los asesores que, con muchas ansias, deseaban dar continuidad a la experiencia que allí se vivía.

Tras un rato de conversación se decidió que no solo se continuaría trabajando la convivencia de los niños, sino que abordaríamos con ellos el tema de los sueños. De este modo, los invitaríamos a recuperar las expectativas de sus vidas, esas que todos tuvimos siendo niños y que, a diferencia de nosotros, ellos han tenido que perder para optar por caminos que estuvieran al alcance de su realidad.

Al comenzar me sentía impotente. Creo que ya no se trataba únicamente de mi obstinación ante la posibilidad de conocer otras realidades sino que me molestaba no poder ayudar lo suficiente. Ante esta situación, equivocarme no solo me afectaría a mí sino a jóvenes que ni siquiera conocía.

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Ese sábado 28 de marzo, después de llegar al colegio, compartir la reflexión comunitaria y preparar los materiales para la primera actividad del año en Alaska, tomamos camino hacia nuestro destino. Aún recuerdo con nostalgia la primera vez que vi esas escaleras y descubrí que algo que se veía tan sencillo me exigiría un gran esfuerzo.

Al arribar sucedió algo extraño y casi mágico, como en esos cuentos para niños en los que la travesía del personaje principal, en busca de su hermana que habría congelado los fiordos del reino, la conduce hacia un lugar lleno de rocas que se muestran inertes pero que emanan luego una sociedad de pequeños sujetos con una alegría y sabiduría ejemplar.

Al igual que en estos cuentos, los niños llegaron de repente, curiosos por conocer a los jóvenes pastoralistas que por primera vez arribaban y que, aunque no conocían, los acogían como si fueran sus amigos de toda la vida. Ese día, después de realizar un rali, mientras regresaba al colegio, entendí que los sábados que antes eran propicios para descansar, a partir de entonces tendrían más sentido junto a ellos.

En Alaska encontramos niños muy diversos que casi siempre llegan con sus primos o hermanos a los encuentros pastorales. Todos ellos son familiares directos o indirectos. El primer grupo de niños se encuentra entre los tres y once años de edad, son tímidos al momento de expresar con el cuerpo o de hablar frente a sus amigos pues piensan que sus acciones los harán merecedores de la exclusión por parte de sus compañeros. Todos son muy creativos y les gusta elaborar manua-lidades como alcancías reciclables o cajas en origami, porque pueden llevar un obsequio a sus casas.

Otro grupo está conformado por adolescentes entre los doce y catorce años, que también suelen llegar acompañados de sus hermanos menores. Ellos desarrollan diversas actividades con entusiasmo a pesar de que sus hermanos les dificultan la consecución de algunas de estas. Por tal razón, siempre intentamos dividir los grupos pero el apego de los menores a sus hermanos mayores algunas veces nos impide llevar a cabo dicha separación.

Con el paso de los sábados me causó gran curiosidad ver cómo los niños iban cambiando ciertas actitudes. Si al comenzar decían groserías de repente habían dejado de usarlas, si eran agresivos se habían vuelto más tranquilos y si los mayores se enojaban por tener que trabajar con niños más pequeños ahora eran los primeros que deseaban ayudarlos.

Sin embargo, no todo era color de rosa. El golpe más fuerte que ha sufrido la proyección es el contacto con los adultos de la comunidad, pues la mayoría de

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ellos no prestan interés a las actividades que se realizan. Muchas veces nos ven como simples recreacionistas o hablan de nuestro trabajo como de una sucesión de “talleres”, de esos en los que enseñan a hacer canasticas con palos.

Otro inconveniente es no contar con un espacio específico en el que podamos trabajar, de modo que tenemos que limitar nuestro espacio a una sección de la calle principal del barrio. Esto ocasiona que muchas veces los adultos se quejen del ruido de los niños, sin darse cuenta que eso a lo que ellos llaman gritos o ruido, son los sonidos de la vida. Así es como hemos descubierto que los adultos han perdido los sueños que alguna vez animaron sus corazones y, de paso, le han arrebatado la posibilidad de soñar a sus hijos.

Esta proyección la realizamos todos los sábados del año de diez a doce y media del día, exceptuando enero y los días correspondientes a las vacaciones de mitad de año. Iniciamos con un llamado a viva voz por todas las calles. En el camino nos encontramos con algunos niños que nos acompañan en el recorrido. Luego de esto llegamos a la capilla y allí les preguntamos a los niños cómo estuvo su semana o cómo han estado hasta ahora. Al cabo de un rato realizamos algunas técnicas de integración que procuramos variar frecuentemente.

Cuando llegan personas nuevas, ya sean animadores o niños, les pedimos que se presenten con una canción y aunque a muchos les da pena porque es verdad que hay nombres que no combinan con nada, también aparece el creativo que, como lo hizo en alguna ocasión un animador, adecúan una canción con especial habilidad: “Yo soy Cristian el aventurero, el mundo me importa mucho, cuando algo a mí me gusta siempre lo entrego todo”. Yo suelo presentarme con la canción de Nek, Laura no está.

Después se hace una explicación del tema a tratar y se presentan sus objetivos para que los niños conozcan el porqué de las actividades. Siempre intentamos que cada una de estas, ya sean manuales o lúdicas, sea un espacio propicio para compartir con los demás niños de la comunidad.

En ocasiones hay peleas entre ellos durante la actividad a raíz del mal compor-tamiento de algunos: se golpean, no se prestan cosas, violan el orden de una fila, son groseros, etc. Todo esto refleja cómo viven en sus hogares, cómo se tratan allí y cómo afectan las acciones de sus acudientes su propio comportamiento.

Después intentamos acercarlos a Dios mediante el uso de un símbolo, ya sea creado por los animadores o valiéndonos del resultado del trabajo de los mismos niños. Este símbolo se acompaña de la lectura de un texto bíblico que tenga

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relación con el tema de ese día, se reflexiona y se ora a Dios para que obre su voluntad en cada uno de los hogares de los participantes.

En algunas ocasiones, cuando se termina el encuentro, realizamos competen-cias deportivas en las que todos participan. Algunos integran los equipos, las niñas conforman el grupo de porras y otros narran lo acontecido. Una vez terminamos, nos despedimos y nos disponemos a evaluar la actividad; identificamos lo positivo, aquello que se debe mejorar y aquello que debemos tener en cuenta para el siguiente encuentro.

Quienes trabajan en este centro de proyección son estudiantes o exalumnos de instituciones lasallistas que han tenido un proceso de formación previo en el colegio, que son capaces de enfrentarse a diversos contextos, que tienen facilidad para trabajar con niños y jóvenes, que son hábiles en la resolución de conflictos y que además de tener buena actitud, son líderes creativos. Para ser admitidos deben pasar por un periodo de prueba que puede perderse por inasistencia continua, muestras claras de individualismo, desentendimiento de la dinámica de trabajo o por alimentar conflictos con otros participantes.

Los temas que se abordaron durante el año 2013 introducían a los niños en las competencias de convivencia: trabajo en equipo, vida de grupo, identidad comunitaria, entre otras. Este mismo año el barrio fue uno de los centros de proyección en la Jornada Juvenil Lasallista (JOJULA) en la que varios jóvenes de todo el país pudieron conocer, en la convivencia con los niños, cómo se trabaja en el centro de proyección Alaska. Fueron los mismos niños quienes dieron cuenta de las formas existentes para superar los obstáculos en su camino y emprender el recorrido hacia el horizonte de la felicidad que a veces se nos complica. Esta experiencia abrió el corazón de muchos participantes de JOJULA que, ante esta experiencia, se hicieron más humildes y aprendieron a valorar su propia realidad.

Durante el año 2015 venimos enfatizando en la construcción de paz desde la familia. Por esta razón, realizaremos un seguimiento sistemático, comenzando con actividades que nos permitan conocer el contexto familiar (relatos de los momentos más significativos de su vida, obras de teatro sobre momentos en los que les han llamado la atención, dibujos de los habitantes de su casa, talleres y entrevistas).

Para este fin recurriremos al apoyo de organizaciones externas que contribuyan al proceso de construcción de paz desde el hogar, pues en Alaska los índices de violencia intrafamiliar son altos y los niños están sumergidos en constantes conflictos que los mueven a recrear una visión errónea de la vida y a generar sus propias formas de violencia en medio de sus círculos de desarrollo.

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Un ejemplo de lo anterior es el caso de Steven (apodado Chuky), un niño al que muchos de sus compañeros rechazan porque constantemente golpea a los otros y los irrespeta verbalmente. Siempre hemos tratado de manejar este choque pero la realidad de su hogar no es favorable: un papá desconocido –remplazado por un padrastro– y una madre despreocupada que pelea constantemente con su pareja. Es claro que Steven libera todas esas emociones en su encuentro con los otros niños.

Situaciones como estas son las que queremos abordar en el transcurso del presente año, mediante la profundización en el conocimiento del núcleo de estos hogares, a fin de transformar las realidades de violencia y reforzar los lazos familiares que contribuyan en el desarrollo de la paz.

En los periodos de receso que tenemos durante el año nos encontramos con algunos niños o adolescentes. El entusiasmo y la euforia que genera en ellos el deseo de nuestro regreso nos motiva y alegra para seguir con esta misión que nos ha encomendado Dios. En alguna ocasión me encontré con dos niñas que participan de nuestro grupo pastoral, Nicol y Paula. Era la primera semana de clases y yo me encontraba en la puerta del Colegio Juan Luis Londoño. Aunque no esperaba verlas, ellas pasaron cerca a este lugar con su mamá y corrieron a abrazarme como si hubieran pasado siglos sin vernos. Esa confirmación de que la propia obra ha marcado a tantas familias produce sensaciones indescriptibles.

Desde ese día que las vi a ellas me fui encontrando con otros niños poco a poco, todos inquietos por volver a las actividades del centro de proyección. Es inevitable amar algo que no quieres que se desprenda de ti y que has apropiado en tu vida a tal punto que se hace necesario para seguir viviendo. Esos momentos se han convertido en una expresión de mi deseo de volver, pues siento que mi anhelo es más grande que el de ellos.

Nuestro proyecto no cuenta con ningún ingreso económico. Los materiales para las actividades se encuentran en la oficina de pastoral del colegio y en ocasiones nosotros invertimos nuestros propios recursos para actividades en las que necesitemos algo con lo que no contamos. Es admirable cómo cada uno de los participantes del grupo colabora activamente con dinero o materiales.

Tristemente en algún momento tomamos la determinación de crear nuestra propia despensa pero no la pudimos realizar porque no obtuvo el seguimiento que se necesitaba. Siempre les pedimos a los niños que lleven su propia bolsa de materiales para trabajar cuando desarrollamos actividades de decoración. De este modo, cada uno cuenta con los implementos necesarios para trabajar, bien sea porque los llevan de casa o porque los comparten unos con otros.

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Siempre tratamos de sembrar en el corazón de los niños la esperanza, la compasión y todos los valores lasallistas que conforman la base de nuestro proyecto para transformar el contexto en el que trabajamos. Pensando en lo anterior decidimos denominar a nuestro centro de proyección: Loquitos sembrando estrellas. Es verdad que es un nombre aparentemente irracional pero hay cosas en este mundo que no necesitan una explicación científica, como la esperanza sin límites que nos permite soñar o modificar nuestro entorno para sembrar paz.

Los niños y adolescentes que trabajan con nosotros nos demuestran cada sábado que en cada uno de ellos ha germinado una estrella que no solo ocupa todo su ser sino que además se expande hasta sus hogares, transcendiendo y rompiendo la caparazón de cientos de adultos que han crecido pensando que “por ser pobre no puedo”. Son ellos los agentes de cambio en su comunidad, son ellos los locos que siembran estrellas.

La forma en la que tratamos de cambiar esta comunidad es inusual para los adultos, pues nuestros agentes de cambio son los niños, ellos son los profetas. Muchas de las personas que viven en esta comunidad no le prestan atención a las acciones de sus hijos pues piensan que es común que se emborrachen, que a altas hora de la noche caminen por la calle o que peleen. Nosotros captamos estos riesgos y buscamos, por medio del cultivo de la vida espiritual, de la realización de talleres, de actividades lúdicas y manuales acercar a nuestros “loquitos” al camino del Señor y guiarlos así por un horizonte que les brinde ideales de emprendi-miento y superación personal, a fin de que el día de mañana no sean obreros sino empleadores íntegros que piensen en el bienestar de sus semejantes.

Hay algo crucial que pretendemos mejorar a medida que avanza nuestra inter-vención en Alaska: el acompañamiento a los adultos. Muchas de las personas de esa generación no tuvieron la oportunidad de salir de la jaula mental en la que los ataron y tenerlos de nuestro lado es importante para que contribuyan en el proceso de transformación del entorno en el que crecen sus hijos. También queremos seguir animando el proyecto de vida de los adolescentes mayores a fin de formarlos como animadores capaces de seguir liderando el cambio.

Sabemos bien que en muchas ocasiones son grandes las ideas y escaso el tiempo, pero cuando entregamos el corazón a un proyecto como este, todo cambia. No tenemos la certeza de continuar en Alaska pues siempre estamos dispuestos a ir al lugar al que Dios nos envíe y a permanecer donde más nos necesiten, por eso nos apropiamos del momento presente y hacemos lo posible por contribuir en todas las áreas posibles.

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El proyecto ha sido registrado por escrito y en él se han recolectado los datos de todo cuanto se ha realizado hasta ahora. Este contiene los objetivos, la misión y la visión, el cronograma del año, la forma de implementarlo, el perfil de los animadores, el enfoque lasallista y una lista de los participantes con su información personal. No se trata de un simple documento que contiene la información crucial del proyecto sino de una hoja de vida que nos permite leer el presente y el pasado para implementar nuevas estrategias en el futuro.

En Alaska conocí lo que es amar algo sin recibir nada a cambio y allí aprendí a apropiarme de una comunidad al punto de tener que defenderla a capa y espada. Hace algunos días decidimos realizar con los niños una campaña de forestación en compañía de los miembros del Colegio Juan Luis Londoño I.E.D. La Salle. Todos los niños estaban contentos plantando cada uno de los árboles. En determinado momento le pedí a un compañero que dejara plantar un árbol a una niña de Alaska pero él reaccionó de forma agresiva. En ese momento le hice saber que ellos son parte de mi vida y que siento que debo protegerlos siempre que esté al alcance de mis manos, como un hijo en brazos de su madre. Esta es la historia de mi crecimiento personal, de mi camino hacia la humildad, de mi identificación con otros “loquitos” que, como yo, siembran estrellas día tras día.

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Tomados de las manos Construyendo familia en el centro de proyección Manitas

Diego Hernán Salamanca Molano1

La Llegada

- ¡Centros! ¡Adentro! Grita Santiago, el asesor.

Así empieza el camino todos los sábados a las ocho de la mañana. Varios adolescentes vestidos de sudadera verde, con un piñón bordado en la chaqueta, acompañados de unos cuatro o cinco jóvenes –un poco mayores que ellos– pasan los torniquetes que separan el paradero de buses troncales del paradero de alimentadores del Portal del Tunal. Casi ninguno de ellos vive por ahí, antes bien, muchos tienen que madrugar y encaminarse desde distintos sectores de la ciudad para llegar a tiempo al punto de encuentro. Aunque yo, como ellos, podría usar los buses rojos de Transmilenio para transportarme, prefiero tomar un bus que atraviesa todo el occidente de la ciudad por la Avenida Boyacá, a fin de evitar la “vuelta del bobo”.

Llegar a este lugar es como alcanzar uno de los límites de dos ciudades que son parte de la misma Bogotá. Observas a través de unas rejas que delimitan el área del Sistema Integrado de Transporte y te encuentras con el gran parque que da nombre al barrio y al portal; hay varios apartamentos cercanos que dan idea de cómo es la capital en algunas zonas, pero giras hacia el sur y ves una realidad diferente: montañas sin vegetación a causa de la erosión generada por algunas canteras de arena que hay en los alrededores y un conjunto de casas que parecen

1 Egresado del bachillerato técnico industrial de la Escuela Tecnológica Instituto Técnico Central y miembro del grupo Lazos de la misma institución. Politólogo y economista de la Universidad de los Andes. Estudiante de maestría en Políticas Públicas de la Universidad de los Andes. Correo electrónico: [email protected]. Blog: http://lasallistaamigoniano.blogspot.com. Este escrito nace a partir del interés en los efectos que generan los programas de servicio social en el desarrollo de competencias ciudadanas, que el autor espera desarrollar completamente en su trabajo de grado.

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estar superpuestas. Para allá vamos, precisamente, dispuestos a abandonar la ciudad plana que conocemos, aquella urbe aparentemente pacífica y armoniosa.

Subirse al bus verde que lleva el aviso 6-4 Paraíso es apenas el inicio de un camino más largo que ha sido recorrido por numerosos jóvenes de la Escuela Tecnológica Instituto Técnico Central (ETITC)2. Hablo de la aventura de quienes han tenido la oportunidad de trabajar en el centro de proyección establecido en el barrio Manitas, exactamente en una de las sedes del colegio Confederación Brisas del Diamante, una historia de ir y venir, con caídas y levantadas, con ratos buenos y malos que ha dejado huellas positivas en un barrio marcado por profundas heridas sociales.

Ahora bien, continuando con mi relato del camino, debo decir que no siempre el paso del torniquete implica subirse inmediatamente al bus. Hay que esperar, así como, año tras año, los “profes” de Manitas deben aguardar a que pase la Semana Santa para dar inicio al programa de refuerzo escolar, liderado por voluntarios que realizan su servicio social obligatorio. Sé bien que resulta extraño ubicar en una misma frase los términos voluntario y servicio social obligatorio, pero esto se explica diciendo que eso que para muchos inicia de forma imperativa, termina siendo un servicio voluntario, gracias a las experiencias positivas que los jóvenes viven desde el ciclo de formación previo a la llegada a los centros de proyección.

En este punto es necesario aludir a dos historias. La primera de ellas gira en torno a quienes empezaron a gestar el camino hacia Manitas: no es mucho lo que se puede encontrar a este respecto, sin embargo, los relatos de antiguos asesores permiten ubicar en el año 2003 la fecha de apertura. Apenas un año antes varios jóvenes egresados del Técnico, en compañía del Hno. Pablo Iván Galvis, iniciaron una experiencia de comunidad cuyo propósito era fortalecer en los estudiantes los valores lasallistas, especialmente el servicio. A este fin se unía el deseo de satisfacer las necesidades pastorales de la institución. Como fruto de todo esto, aquel año se abrieron varios centros de proyección en zonas periféricas de Bogotá orientados a la catequesis, entre los que se encontraba Manitas.

No obstante, las prioridades de este colegio, con una población exclusiva de niños de primaria (6 a 12 años), hicieron que paulatinamente se abriera paso al refuerzo escolar. La voluntad de varios jóvenes universitarios, quienes coordinaban individualmente cada centro, hizo posible la creación de más espacios como este.

2 En algunos apartes aparecerá referenciada la ETITC con el título simplificado de Técnico.

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Así las cosas, Manitas se constituyó en ejemplo claro de la obra lasallista que “tiene celo ardiente por educar y opta preferencialmente por los pobres” (Tejeiro, Cruz, Díaz, Murcia y Forero, 2014, p.8).

El proyecto de refuerzo escolar siguió su marcha en Manitas con el apoyo de los estudiantes de décimo grado de la ETITC, puesto que hasta el día de hoy ha pervivido la necesidad de mitigar las falencias académicas de los niños del sector y de brindar herramientas para el aprovechamiento de su tiempo libre.

Sin embargo, por infortunio, tras seis años de trabajo constante, la primera etapa de la aventura debió terminar antes de inaugurarse el segundo semestre de 2009, aunque el trabajo pastoral se recuperó posteriormente, tal como se referirá más adelante. Santiago, uno de los actuales asesores, relata tal acontecimiento con estas palabras:

Algunos problemas con las encargadas del aseo en Manitas fueron el detonante de este cierre; la falta de comunicación con ellas, añadida al desorden logístico del equipo animador, hizo que no se pudiera continuar el trabajo. Para no cortar el servicio a los estudiantes que ya habían hecho un proceso durante aquel año, se abrió un centro en otra de las sedes del colegio Confederación Brisas del Diamante, más conocido en el entorno pastoralista del Técnico como Villitas. (Entrevista no estructurada, mayo 16 de 2015).

La segunda historia, desde la cual se presenta la perspectiva de los estudiantes, se repite año tras año. Más o menos cien jóvenes de noveno grado3 son convocados al empezar el año escolar para hacer su servicio social con la pastoral del Técnico. A pesar de que pueden elegir otras experiencias que no implican tener que madrugar los sábados o movilizarse hasta lugares alejados, muchos aceptan la cita, tal como pude percibirlo una mañana de febrero en el teatro del colegio.

A este respecto es preciso decir que, a pesar de que quienes aceptan la cita cuentan con al menos tres años en la institución, es muy raro que todos se conozcan. De aquí surge el primer reto: ¿cómo hacer que los animadores –como se les llama a quienes realizan el servicio social– entren en confianza? Y, más aún, para los asesores egresados del Técnico que ya tienen una carrera universitaria

3 Después de 2007, tanto algunas actividades extracurriculares como algunas capacitaciones de emprendimiento planeadas por el SENA para los estudiantes de décimo grado obligaron a redirigir la invitación del servicio social a los estudiantes de noveno. Posteriormente, la convocatoria a esta población fue definitiva.

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encima: ¿cómo lidiar con un montón de desconocidos? El camino se va labrando sábado a sábado en varias reuniones de preparación. Su finalidad última no es formar aún para enfrentar la realidad social sino generar un ambiente de mutuo conocimiento a través de las sesiones de historia, liderazgo, proyección social y espiritualidad que se imparten antes de la Semana Santa (marzo o abril) en la que aparece el segundo reto: la Escuela Pastoral de Líderes Lasallistas. Los relatos de los primeros centros de proyección se entrecruzan con la historia de esta escuela, coetánea con el grupo Lazos de la ETITC.

Para querer subirse a un bus con gente que hasta hacía poco se desconocía y dirigirse a un sitio que la mayoría de ciudadanos presenta como peligroso hace falta tener mucha confianza en el otro. En un espacio cerrado, alejado de todo contacto con la ciudad, la escuela pastoral asume ese propósito: sacar el líder que cada joven lleva dentro, enfrentándolo a situaciones que antes temía o evitaba por temor al ridículo. Y es que no es lo mismo relacionarse con cien personas (o algo menos que eso) durante cuatro horas cada sábado, que hacerlo durante cinco días seguidos. De modo que este espacio se constituye en el entorno ideal para aprender a vivir en comunidad, para abrirse a los demás, conocerlos, valorar sus cualidades y ayudarles a fortalecer sus debilidades. Con el apoyo de los asesores y de los padres de familia, los estudiantes experimentan cambios positivos tras acudir a esta escuela y, ya con la confianza ganada, se acrecientan sus ganas de afrontar el siguiente reto.

- “¿Llegó Paz?”. Alguien pregunta mientras yo pienso que debe tratarse de otra ruta de alimentador diversa de 6-4 Paraíso.

- “¡Aquí estoy!” Dice un adolescente de sudadera, un poco mayor y con una voz más potente que los demás. “Ya llegó el bus. ¡Suban!” Grita él mismo.

Comienza abril, el mes en el que se inaugura la actividad de los centros de proyección. Ningún estudiante sabe para dónde va hasta que lo sortean y, aunque los padres de familia siempre quieren un sitio cercano a sus casas, a cada quien le toca conformarse con la sentencia repetida por cada asesor: “Esto hace parte de la experiencia”. Sin embargo, los estudiantes no están solos, cada uno empieza con el apoyo de los otros, tal como se percibe en el paradero de los alimentadores: al menos treinta adolescentes de sudadera se suben al mismo bus, aunque no todos van hacia el mismo destino; así como algunos nos dirigimos hacia Manitas, hay

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quienes van hacia otros centros, ubicados en barrios por los que pasa la misma ruta 6-4 Paraíso. Además de esto, aunque no es poca la gente que se sube a este bus y es normal encontrarse con uno que otro voluntario de la Fundación Techo, el color verde del uniforme sirve para mantener a todo el grupo unido en el bus.

Eso sí, como esta no es una visita cualquiera los estudiantes deben conocer algunas normas antes de emprender el rumbo al centro de proyección: como medida de seguridad la sudadera de la institución debe estar completa o se correrá el riesgo de ser devuelto a casa por el asesor; el lenguaje entre los jóvenes, incluso antes de llegar al centro, debe ser cortés; los estudiantes deben evitar el uso de prendas y objetos de gran valor económico a fin de evitar inconvenientes; y si existen relaciones de noviazgo entre miembros del grupo, deben limitarse las muestras de afecto, especialmente frente a los niños. Con todo esto claro, es hora de emprender el camino.

Contabilizo aproximadamente treinta minutos hasta que nos bajamos en nuestro paradero de llegada. El grupo del Técnico que se dirige a Manitas es el primero en descender. De los treinta portadores de sudadera verde solo quedan diez, sumados a dos asesores vestidos “de civil”. Este pequeño grupo empieza sus siete largos meses de trabajo aquí, interrumpidos por un ligero descanso a mitad de año, con motivo de las vacaciones académicas. Tal rutina no ha diferido mucho en los años de trabajo activo que la ETITC ha cumplido en esta sede del colegio Confederación Brisas del Diamante.

No hace falta más que caminar y doblar a la izquierda de la vía principal del bus alimentador para darse cuenta de las dos ciudades de las que les hablo. Mientras avanzas te das cuenta de que el río Tunjuelo pareciera ser la frontera natural que las separa. Varias calles tienen vista al centro de la ciudad: se alcanzan a ver la torre Colpatria, el edificio Avianca y la nueva torre BD Bacatá. Pero eso se ve a lo lejos. Ves alrededor y te sientes en un entorno diferente: casas de dos pisos con fachada de ladrillo, construidas por la misma gente, y calles de cemento o arena que suben y bajan como lo hace la montaña. De hecho, aunque ves la montaña, no percibes con facilidad si está hecha de tierra o del ladrillo de las casas.

A pesar de que ya varias veces he pasado por aquí, algunos adolescentes de sudadera verde pisan por primera vez sectores como Lucero Alto o Vista Hermosa, barrios que nos rodean. Parece tranquilo pero, de acuerdo con los datos del Centro de Estudio y Análisis en Convivencia y Seguridad Ciudadana (CEACSC, 2015a), Ciudad Bolívar fue la localidad con más homicidios reportados de la ciudad

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(18,7%) y la segunda localidad donde se presentan más lesiones comunes, después de Suba (CEACSC, 2015b). Este es un dato que pocos saben responder cuando les pregunto, pero que esconde varias de las problemáticas dadas en el lugar.

Hay algo que al pasar por estas calles sueles pasar por alto ya que tiendes a pensar que es obvio: la gente que vive aquí, ¿realmente es de aquí? Por un momento, impulsivamente piensas que sí, pero al ver rostros y oír voces comienzas a dudar: rostros de afros, indígenas y acentos muy marcados que no se asemejan a la suavidad del acento bogotano. Tal como me han contado, hay mucha diversidad en este lugar: antioqueños, santandereanos, caucanos, tolimenses y más. No es aquí cuando noto esto sino en el colegio, en donde tengo la oportunidad de ver a los estudiantes del Técnico interactuar con los niños del lugar.

Seguimos la ruta. No hay muchas personas en la calle por la que caminamos. Van pasando las cuadras y el gris del pavimento es remplazado por el verde del pasto. Una cancha de fútbol se asoma al terminar las casas. Allí encontramos a una buena parte de la gente que no vimos antes. Es entonces cuando se acerca una niña que, emocionada por ver llegar a los estudiantes de sudadera verde, salta, sonríe,

La “vista hermosa” desde Vista Hermosa. Archivo personal.

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toma las manos de algunos. Sabe que ve rostros nuevos pero que hay uno conocido. Ella misma nos conduce por el sendero hasta llegar a un puente que atraviesa un pequeño riachuelo. Llegan otros niños corriendo. No hay que acelerar. Uno de los jóvenes vestidos “de civil” irrumpe con un grito: “Tómense de las manos”.

Animadores de camino al puente. Archivo personal.

Por lo que cuentan asesores y una de las profesoras, la historia de la presencia del Técnico en Manitas es similar a la historia del puente. Al principio no había forma de atravesar la quebrada sin mojarse. Los primeros que llegaron a este sector para hacer su servicio social debían cruzar saltando o pasando a través de puentes de madera que quedaban inestables tras cada ola invernal, pero el sacrificio, por el deseo de servir a los niños del sector, siempre ha valido la pena. Ya hablé de los problemas de comunicación que existieron entre los asesores y el personal de Manitas. Este y otros obstáculos como la dificultad de pasar el puente, la falta de materiales y buenas instalaciones o el corto tiempo para cumplir con un buen trabajo, han sido, desde el principio, esfuerzos equiparables al empeño de los niños para aprovechar el refuerzo en matemáticas y lenguaje.

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La misión

- Buenos días.- Bue – nos – dí – as – (repiten en coro los niños).- Vamos a empezar con una oración. En el nombre del Padre…

Manitas parece ser un fiel reflejo del terreno montañoso en que nos encontramos. Para acceder a cada sitio importante del colegio hay que subir o bajar escaleras: la puerta principal, la cancha múltiple y los distintos bloques de salones, así como los baños. Ya desde el inicio, cuando el portero nos abre la reja con amabilidad, hay una escalera. Los estudiantes de noveno, ahora nuevos animadores en propiedad, aprovechan esto para hacer correr a los niños. Algunos no son cuidadosos y no perciben que una niña se cayó. Ya aprenderán a tratarlos mientras conocen al grupo, aunque normalmente estas cosas tienen como consecuencia el regaño del asesor. Así lo tiene claro Jorge Suárez, uno de los estudiantes de noveno: “Si todos lo hacemos bien, recibimos las felicitaciones y si lo hacemos mal, pagamos las conse-cuencias.” (Grupo focal, mayo 23 de 2015).

Tal como lo hacía notar antes, el número de niños no es pequeño. Hoy han llegado treinta y cinco pero la profe Julia comenta que pueden ser cincuenta a medida que avanza el año. El día anterior ella misma había entregado ese número de circulares para que los papás dieran su autorización.

La riqueza cultural de los niños se nota en los juegos: cuando los animadores hacen una actividad de baile se destaca una niña de tez morena y con claro acento del pacífico, cuyo nombre es Vanessa. En otro de los juegos los niños debían pasar una pelota de un lado al otro de la cancha usando solamente unas cuerdas; uno de los grupos logró este cometido muy rápido gracias a la experticia de un niño indígena que conocía una forma de amarrar la pelota. Por supuesto, hay otra clase de diversidades, como las que comenta Julián Díaz, otro de los animadores:

Hay niños de todas clases: niños que tienen alguna enfermedad, niños inquietos, niños con problemas de aprendizaje, niños muy inteligentes. Cada uno de ellos ha motivado a otros niños para que asistan. (Grupo focal, mayo 23 de 2015).

Como es el primer día, tanto los nuevos como el antiguo animador saben que es el momento de darse a conocer ante los niños. Por tanto, empieza el ya

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experimentado Paz –que había hecho el servicio social el año anterior– dando la muestra de cómo presentarse y hablar fuerte. Los demás tratan de seguirlo, aunque a algunos les cuesta. Santiago me cuenta que entre los animadores hay algunas personas tímidas en las que quiere concentrarse durante el año para desarrollar su potencial. Siempre, tanto en Manitas como en otros centros de proyección liderados por el Técnico, ocurre lo mismo. Más allá de los objetivos clave del centro, lo ideal es que el liderazgo se forme con el pasar del tiempo. Con esto se deja claro que no se nace con esa habilidad sino que esta se aprende en el camino y que, por tanto, no es menester que los estudiantes se postulen al servicio social con una gran capacidad oratoria o con facilidades para hablar en público.

Los juegos acaban y, mientras tanto, hay un espacio de tiempo para que la profe Julia me conceda una entrevista. Es el momento de conocer qué hay detrás de toda esta realidad. Sin embargo, la entrevista no puede empezar porque hay que buscar un salón en el que puedan trabajar los animadores con los niños. El sismo del 10 de marzo de 2015 no dejó consecuencias graves en la ciudad, pero aquí dejó huellas significativas como el cierre de uno de los bloques por riesgo de caída.

Los juegos. Archivo personal.

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Mientras camino con la profe advierto que la construcción no es estable aunque cabe aclarar que un mes después ya se estaba interviniendo la estructura. Hay una pared encerrada con polisombra a la que me asomo. Una grieta atraviesa la pared casi desde el techo hasta el suelo. Esta grieta me permite introducir un tema que surge en la entrevista: aunque todo por aquí luce muy bonito y tranquilo, hay profundas heridas en el tejido social de esta población que solo se detallan conociendo un poco más a los niños.

La variedad de orígenes no se debe a un producto del azar. Muchos migran en búsqueda de una mejor vida pues han oído el mito de Bogotá, la ciudad de las oportunidades, en la que se ubican tanto el gobierno central como las sedes nacionales de autoridades políticas y económicas, además de grandes empresas con una actividad comercial significativa. El problema para quienes residen en Ciudad Bolívar es que no todos han arribado aquí por voluntad propia: el conflicto armado colombiano ha sido para muchos la causal de desarraigarse de sus tierras y, en lugar de buscar una oportunidad, buscan apoyo. La profe Julia me pide fijarme en los nombres de los barrios cercanos, Vista Hermosa, Lucero, Paraíso, Villas del Diamante o el mismo Manitas, todos expresan la esperanza de vivir en un buen lugar, pero, por desgracia, son fachadas de una realidad oscura de la que muchos no logran aún sobreponerse.

En alguna ocasión hablé con Gabriela –la otra asesora– quien me contaba casos como el de Vanessa, la misma niña del baile divertido de los juegos. Gracias a la empatía que la asesora despertó con las niñas logró saber que la familia de Vanessa era desplazada por la violencia y que era discriminada por su color de piel. Por desgracia, entre los niños también se vive este maltrato, ya sea por razones similares o simplemente porque sí. Julián me comentó un caso similar:

Hoy no se pusieron a pelear pero en el curso comenzaron a decirle a una niña “lesbiana”. Para ellos, eso ofendía. ¡Ah!, y unas muchachas se comenzaron a halar el cabello porque una le estaba diciendo a la otra, en pocas palabras, bruta. (Entrevista no estructurada, mayo 16 de 2015).

Pero, ¿quién lucha con esto semana tras semana en el colegio? Los docentes del plantel que, por lo general, no tienen ninguna relación con el barrio, más allá de la laboral. Por ejemplo, la profe Julia se refirió a los largos trayectos que deben recorrerse para llegar hasta Manitas, aunque no indicó su lugar de residencia. El trabajo para educar a niños procedentes de diversas culturas y estilos de crianza

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es realmente arduo. Probablemente por esto muchos profesores prefieren pasar el fin de semana con sus familias u ocuparse en otras actividades. Por lo que cuenta la profe, ellos tienen el incentivo de pedir un día de retribución por acompañar las actividades de los sábados, pero pocos lo hacen. Ella trata de estar siempre que puede porque además de ser egresada de la Universidad de La Salle y tener a su hija estudiando en el Técnico, conoce la motivación de los estudiantes y su filosofía. Su empatía con el proyecto es tal que conoce perfectamente cómo fue que Manitas volvió a ser un centro de proyección.

La desconfianza, una de las grietas que atraviesa el ambiente social del barrio, también permeó la actividad pastoral del Técnico en Manitas. Esto pudo tener relación con el cierre del centro en 2009. La historia de la profe coincide con los datos que pude recoger y que mencioné al principio: por un lado la falta de compromiso de los padres de familia para traer a sus hijos aquí y por otro, las quejas de los empleados del aseo por el desorden que se causaba en las actividades.

Años después, cuando su hija fue admitida para estudiar en la ETITC, la profe Julia se enteró de que la pastoral de este colegio tenía presencia en “Villitas”. Su inquietud se despertó al enterarse de que dicha labor había iniciado luego de que se abriera el centro de proyección de Manitas: “¿Por qué el Técnico ya no está aquí?” Esta misma cuestión rondaba entre los directivos del colegio Confederación Brisas del Diamante, quienes se apresuraron a reestablecer el contacto con los asesores del grupo Lazos en “Villitas”, a comienzos de 2013. Este nuevo puente tiene casi la misma cantidad de años del puente de concreto construido para atravesar el riachuelo.

Pese a todo, parece que en la institución se complacen con el trabajo de los animadores y de los asesores. Aunque los niños que asisten son aquellos que presentan dificultades académicas, es a ellos a quienes más impacta el mensaje de esperanza que transmiten los estudiantes del Técnico sábado a sábado. Probable-mente, si solo se hablara de las lecciones de matemáticas y lenguaje, las presentes líneas hablarían únicamente del éxito de un programa orientado a mejorar el nivel académico de los estudiantes. Sin embargo, tal como lo manifiesta la profe Julia, la verdadera fuerza de la acción radica en el énfasis que se hace en valores y en espiritualidad. Sin ir más lejos, ella me cuenta experiencias de transformación que han brotado del diálogo sobre el respeto y la tolerancia o de la oración como forma de encuentro directo con Dios. Minutos después pude corroborar esto cuando uno de los animadores tomó la palabra para recitar lentamente el padrenuestro y pedir que los niños lo siguieran con voz pausada.

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En cuanto a las comunidades que se benefician, las actividades del servicio social son generalmente bien recibidas por estas, aunque no sea posible tener encuentros directos con los padres de familia. Esta realidad ha movido a los asesores a pensar en la posibilidad de ejecutar proyectos orientados a aumentar su participación en las actividades programadas. No obstante, cabe decir que el solo hecho de que los padres permitan a sus hijos asistir sábado tras sábado ya es suficiente muestra de respaldo.

Sin embargo, no siempre es posible contar con este apoyo. Así, por ejemplo, en 2014 los asesores decidieron iniciar un programa alterno de catequesis para niños que quisieran celebrar su primera comunión. Si bien, había plena disposición por parte de los asesores para llevar a cabo esta preparación catequética, muy pocos padres de familia fueron constantes en la motivación para que sus hijos asistieran en la misma jornada de los sábados. Al finalizar, el hecho de que solo tres niños celebraran este sacramento, condujo a los asesores a la cancelación de esta actividad en 2015. Aunque este hecho sea lamentable permite divisar que hay grandes retos para mejorar la conexión entre el centro de proyección y la comunidad que lo rodea.

Pero los problemas no necesariamente se convierten en fracasos. Así, por ejemplo, aunque los niños normalmente son separados por cursos para hacer diversos énfasis en las materias que se van a dictar, cuando a un salón asisten pocos, es necesario unirlo con otro y los animadores deben ponerse rápidamente de acuerdo para actuar. Generalmente, la unión de cursos con edades parecidas funciona y esto sucede gracias a la cohesión de grupo de los estudiantes de la ETITC. Así lo cuenta Julián:

Se nota la integración del grupo. A veces hemos tenido que unir a cuarto y quinto, pero tampoco es que hagan mucho desorden [los niños] con ese cambio. Pero sí hay algunos de ellos que nos sacan de quicio. (Entrevista no estructurada, mayo 16 de 2015).

Concepciones

Y bueno, para usted, ¿qué es la paz? [Profe Julia] Para mí la paz es permanecer en tranquilidad con uno mismo, sin importar en quién se crea […] Es esa calma que uno puede transmitir a otros, sobre todo a la propia familia. (Entrevista no estructurada, abril 18 de 2015).

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Hay suficientes problemas en Ciudad Bolívar como para estar pensando en lo que sucede en el país aunque, como se pudo leer en líneas anteriores, a muchos les tocó vivir la realidad del conflicto nacional. La profe Julia tiene conocimiento de la enorme cantidad de heridos que llega al cercano hospital Vista Hermosa y no son ajenos los casos de violencia intrafamiliar en los que las principales víctimas terminan siendo los niños, varios de ellos estudiantes de Manitas y participantes de los refuerzos escolares. Por esta razón, cuando pregunté si su definición de paz se aplicaba aquí, la profe cambió su expresión alegre por una más sombría y dijo:

En el colegio no se ve paz. Los niños vienen de realidades muy difíciles. Hay mucha violencia en sus casas y eso lo reflejan acá. Hace poco le pregunté a un niño por qué había golpeado a su compañero y respondió que este le había dicho una grosería. (Entrevista no estructurada, abril 18 de 2015).

El refuerzo escolar se convierte, entonces, en un espacio en el que los niños se logran apartar de esa realidad y es por esta razón por la que el trabajo de los estudiantes del Técnico es valorado por los trabajadores de Manitas, pues realmente han logrado enseñar valores que se suelen perder en la formación familiar. ¿Recuerdan a la niña que salió corriendo hasta donde estaba el grupo de estudiantes de la ETITC para recibirlos? Esa es también una muestra del cariño y respeto que la presencia de estos adolescentes ha producido entre los beneficiarios del centro de proyección. El valor de este espacio radica en que cada niño es feliz cuando se siente importante para cada uno de esos jóvenes de verde que suben sábado a sábado al centro de proyección. Este hecho permite recordar uno de los referentes de las obras lasallistas: “La construcción de una sociedad pacífica incluye la promoción del sujeto histórico como agente de los procesos individuales y comunitarios” (Tejeiro et al., 2014, p.12-13).

Para la profe Julia fue inquietante que le preguntara por la paz y no se quedó con las ganas de devolverme la pregunta, de modo que consignaré mi respuesta aquí: la paz consiste en respetar al otro y en aceptar sus diferencias. Si pensamos en esta experiencia, los jóvenes animadores tienen que formarse desde el inicio de su proceso pastoral para alcanzar este ideal. Deben aprender a conocerse entre sí y a adquirir unos mínimos de tolerancia para que alcancen una actitud de apertura en lugares alejados de sus hogares. Ahora bien, si me preguntaran si en este lugar los estudiantes cumplen con los objetivos para los que se creó el servicio social en

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Colombia, creería que así es. Para la muestra, cito algunos artículos referidos a esta experiencia:

1. Sensibilizar al educando frente a las necesidades, intereses, problemas y potencialidades de la comunidad, para que adquiera y desarrolle compromisos y actitudes en relación con el mejoramiento de la misma.

2. Contribuir al desarrollo de la solidaridad, la tolerancia, la cooperación, el respeto a los demás, la responsabilidad y el compromiso con su entorno social. (Ministerio de Educación Nacional, 1996).

En el grupo focal que tuvimos la oportunidad de hacer con los estudiantes que hacen su servicio social en 2015, todos coincidieron en resumir su ideal con una expresión: formar familia. Efectivamente, tal como he podido constatarlo, este es un espacio en el que todos se sienten libres, se puede compartir y, aunque haya problemas, tanto los niños como los estudiantes del Técnico sienten la necesidad de estar juntos y de verse a sí mismos como un grupo.

Otra razón que motiva la asistencia de los niños los sábados a Manitas es el hecho de que se sienten respetados y quieren aprender y, aunque son indisciplina-dos, sus asesores coinciden en decir que su desorden es una manera de cautivar la atención que no tienen en sus casas. En este punto es fácil comprender cómo los adolescentes pierden la noción de que su servicio es obligatorio y llegan a hacerlo porque ha nacido en ellos el deseo de ayudar, porque los retos de esta acción adquieren una nueva significación. Algunos me contaban al respecto:

Pensaba que Manitas era un colegio donde solo íbamos a ir a dictar clase. No pensábamos que íbamos a interactuar con los chicos. Pensábamos que sólo era el refuerzo escolar. (Juan David Gaitán).

Yo venía sin perspectivas (Sebastián Chingate, grupo focal, mayo 23 de 2015).

En cualquier caso, estas actividades suelen dejar beneficios a los que se involucran en ellas. Por ejemplo, hay quien afirma que quienes llevan a cabo su servicio social aumentan su deseo de participar en el futuro de actividades cívicas (Vogelgesang & Astin 2000). También ocurre que los jóvenes aprenden sobre las comunidades en que se insertan y esto los lleva a aceptar con más facilidad culturas y razas diferentes

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(Astin & Sax, 1998). Prueba de lo anterior es la existencia de jóvenes –empezando por los asesores– dispuestos a continuar con su trabajo pastoral tras completar el año de su servicio obligatorio. Cuando en el grupo focal Santiago intervino y les preguntó a todos en qué se convirtió el centro de proyección para los estudiantes del Técnico obtuve respuestas como la de Andrés Lozano:

Manitas es un mundo alternativo donde vemos otro horizonte, donde vemos que sí podemos ayudar a la gente. En realidad, aunque nunca pensamos que podíamos hacerlo, aquí nos consagramos como “gente” con más ética. Vemos que otras personas sufren más que nosotros y que nosotros solemos quejarnos por bobadas. Aquí tenemos la posibilidad de escuchar a los niños y vemos realidades a las que éramos ajenos. Eso es Manitas. (Grupo focal, mayo 23 de 2015).

Final de la jornada. Archivo personal.

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Evaluación y proyección

Son las 11:00 a. m. Ya es hora de cerrar el primer día de refuerzo. Los niños suben la escalera para buscar a sus mamás que los esperan desde hace un rato. Ellos se despiden de cada uno de los animadores con un, “chao, profe”. Andrés me comenta que se siente un poco extraño cuando lo llaman así pero eso le ha ayudado a comprender el comprometedor papel formativo que tiene con este grupo de niños. Con el tiempo, cada uno de estos adolescentes será un “agente de transformación de su entorno social”, a través de una práctica docente reflexiva (Tejeiro, 2014, p.17).

Mientras tanto, los animadores deben esperar hasta que se vaya el último niño y pasar así a la evaluación del día dirigida por sus asesores. Es un momento de mucho respeto y con varios rituales: formación alineada, camisas dentro del pantalón, carpetas con los preparadores de la actividad del día y profundo silencio.

Gabriela y Santiago, los asesores del centro, también participan de este encuentro y tienen conocimiento de los preparadores con antelación. Los animadores se reúnen todos los jueves a planear la clase y envían un archivo con los objetivos y la lista de actividades antes de la noche del viernes. A pesar de algunos errores, Santiago me comenta que está satisfecho con el trabajo de los animadores. Desde el principio tiene la idea de que van a conectarse muy fácilmente con los niños del sector, aunque deben aprender a tratarlos con paciencia.

Además de los comentarios positivos y negativos que hacen los asesores sobre el trabajo de los animadores, conviene resaltar la opinión que estos últimos tienen sobre su encuentro inicial con los niños: una de las animadoras esperaba encontrarse con un público más grande, por lo que andaba algo temerosa; otro pide la palabra y afirma que lograron empatizar con los niños rápidamente; Paz opina que el grupo de animadores es muy bueno y que ha logrado alcanzar una actividad aceptable, a diferencia de lo que vio en su año de servicio social.

Al parecer, la presencia de alguien con experiencia dio confianza a los animadores para saber qué hacer, incluso se muestran expectantes por continuar el trabajo la semana siguiente y mejorar los errores cometidos ese día. Definitiva-mente son una comunidad de aprendizaje, pues no solo aprenden los niños con el refuerzo sino los mismos estudiantes de la ETITC, tal como dispone el Horizonte Educativo Pastoral refiriéndose al aprendizaje común (Tejeiro, 2014, p. 7).

Tener el hábito de organizar las clases, los juegos y la evaluación al finalizar la jornada, permite conservar el orden que ha abierto la posibilidad de pensar en

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nuevos proyectos para Manitas. Tal como refería antes, en 2015 se piensa integrar más a la comunidad a través de actividades artísticas y culturales cuyo resultado deberá ser presentado por los niños ante sus padres. ¿Resultará este proyecto? Si es así, será un espacio en el que el trabajo de los animadores podrá ser valorado en mayor medida por las familias y por los directivos de la comunidad educativa.

Cabe destacar la necesidad de vincular a más personas que cuenten con la experiencia del servicio social y de implementar nuevas ideas para la consolidación de los centros. Proyectos como los voluntariados, impulsados por el grupo Lazos del Técnico Central, entre los que se cuentan el denominado “Segundo año”, para estudiantes de décimo grado, se convierten en incentivo para que más personas trabajen por causas sociales. Como en el caso de Paz, son ya varios los estudiantes que cumplieron su requisito en 2014 y quieren continuar su camino pastoral para desarrollar nuevos proyectos.

Tal como sucede en otros centros de proyección, a pesar de que no permanece el mismo asesor más de un año y de que los animadores que hacen su servicio social también cambian, se puede constatar la conservación de un legado. El mensaje de esperanza se conserva y tanto los docentes de Manitas como sus estudiantes guardan un especial respeto por la imagen que han ido construyendo a lo largo de muchos años con su ejemplo: son jóvenes autónomos que han construido comunidad; son jóvenes que tienen grandes potenciales para cambiar sus entornos. Esta es la herencia que permite a este centro de proyección ser un entorno estable en el que se afianzan valores de fraternidad, servicio y fe, gracias al deseo de transformación social.

Para terminar, Manitas se constituye en uno de los ejemplos insignia del trabajo pastoral desarrollado por la Escuela Tecnológica Instituto Técnico Central. Su localización es simbólica para gran parte de los pastoralistas que han trabajado para el grupo por diversas razones: la lejanía de los propios lugares de residencia; las historias de vida de quienes viven allí; las dificultades que enfrentan los niños, sobre todo, para acceder a una buena educación; la necesidad de conocer una realidad distinta a la normalmente vivida.

Manitas es una representación de tolerancia puesto que la diversidad de los niños que estudian en este espacio solo puede ser apreciable gracias a un gran sentido de respeto por la identidad y la opinión del otro. En este centro la diversidad se puede disfrutar cada vez que se reconoce a cada uno de los niños como persona con múltiples capacidades. En Manitas, querer darle la mano a un

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niño es un gesto de aprecio, de apertura y de respeto que permite unir en una sola las dos ciudades referidas al principio. En definitiva, el trabajo hecho aquí es un reflejo de una de las frases atribuidas al político mexicano Benito Juárez: “El respeto al derecho ajeno es la paz”.

ReferenciasAstin, A. W., & Sax, L. J. (1998). How undergraduates are affected by service partic-

ipation. Service Participation, 39(3), 251-263. Centro de Estudio y Análisis en Convivencia y Seguridad Ciudadana – CEACSC

(2015a). Balance Provisional de homicidios enero – diciembre 2013-2014 [Diapositivas de Power Point]. Recuperado de http://www.ceacsc.gov.co/index.php/que-hacemos/componentes-permanentes-de-investigacion/carac-terizacion-del-homicidio.

Centro de Estudio y Análisis en Convivencia y Seguridad Ciudadana – CEACSC (2015b). Balance delitos de mayor impacto social años 2013-2014 [PDF]. Recuperado de http://www.ceacsc.gov.co/index.php/que-hacemos/informes/balances-estadisticos.

Tejeiro, L., Cruz, I., Díaz, D., Murcia, N., & Forero, C. (2013). Horizonte educativo pastoral. (1), 8-20.

Ministerio de Educación Nacional (1996). Resolución número 4210 por la cual se establecen reglas generales para la organización y el funcionamiento del servicio social estudiantil obligatorio. 12 de septiembre de 1996. Bogotá: Ministerio de Educación Nacional.

Vogelgesang, L. J., & Astin, A. W. (2000). Comparing the effects of community service and service-learning. Michigan Journal of Community Service Learning, 25-34.

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San Vicente del Caguán abriendo fronteras de PazCírculos de Paz-es

Quena Melisa Leonel Loaiza1

El presente escrito fue elaborado en clave biográfica, ya que el interés es dar “nuestra propia” respuesta a la pregunta que da sentido a este libro y a los anhelos de los últimos 50 años de muchos colombianos. ¿Es posible lograr la paz en Colombia? Nos interesa que nuestra historia sea el epicentro del relato, no por una cuestión de ego sino porque consideramos que las vivencias agenciadas en torno a la paz son uno de los tantos caminos que se recorren en su construcción. Lo anterior nos permitirá comprender a escala de los agentes de paz y desde sus relatos biográficos, lo que es percibido como difícil, significativo, representativo y revelador en el momento de construir la paz en Colombia.

El nacimiento de una idea

La idea de visitar de nuevo San Vicente del Caguán, a mis veinte años, surge a partir de una charla –de esas conversaciones familiares, íntimas, trascendentales y sinceras, de las que constantemente es testigo la cama de la abuela o la mamá– que tuve con mi tía Beatriz Loaiza, más conocida en este rincón del país como la “Profe Betty”.

Mi tía y San Vicente del Caguán han sido una parte constante en mi historia de vida. Recuerdo que cuando era pequeña visitarla implicaba cumplir uno de los deseos que todo niño quiere: subir al cielo, tocar las nubes, ver los carros y edificios de la ciudad como juguetes y las montañas como si fueran las maquetas del relieve de la tarea de sociales. En este sentido, San Vicente no representaba una imagen oscura, de peligro, o de guerra, por el contrario, para mí significaba viajar en avión, jugar libremente por el campo, reencontrarme con amigas, ordeñar vacas, coger sapos, rasparme las rodillas, nadar en el río y dormirme antes de las 9:00 p. m.

1 Directora del proyecto Círculos de Paz-Es, licenciada en Ciencias Sociales de la Universidad Distrital y estudiante de maestría en Investigación Social Interdisciplinar de la misma universidad. Correo electrónico: [email protected].

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porque apagaban la planta eléctrica y el cuarto de mi tía, tanto como el pueblo, entraban en una profunda oscuridad.

Del mismo modo, la fuerza de la imagen de profesora que ejerció mi tía –sin quererlo– en mí, hizo que tomará la decisión de dedicarme y “vivir” de la educación. Precisamente, el tema de mi monografía para graduarme como licenciada en Ciencias Sociales fue la excusa perfecta para visitar de nuevo este encantador municipio. La idea surgió a partir de una serie de preguntas que asaltaban mi cabeza respecto al significado de este lugar para mí misma y para el país. Fue una serie de contradicciones entre lo que yo veía del municipio en los medios masivos de comunicación, lo que mi tía me contaba siempre que nos venía a visitar a Bogotá y lo que este había significado en mi infancia.

Recuerdo que la idea se afianzó en un transmilenio, en el cual charlamos con mi mejor amiga –Karen Díaz– las implicaciones de irme a vivir allá durante un año; aplazar dos semestres la carrera, renunciar al Museo de los Niños donde ya había conseguido mi primer ascenso, dejar a mis amigos, dejar nuestras caminatas domingueras por calles no recorridas, dejar nuestros encuentros culturales de la Cinemateca, El MAMBO, La Biblioteca Luis Ángel Arango o El León de Greiff, cambiar de 18 grados a 40 grados, cambiar el ritmo acelerado que vivencia una ciudad frente a la deliberada percepción del tiempo que un pueblo ofrece. Todo esto implicaba, nada más y nada menos, que cambiar mi estilo de vida. Menos mal alguien también se encontraba animada –incluso más que yo– a asumir este reto conmigo.

Nuestro encuentro con la verdadera realidad del país

Finalizando enero del 2007 llegamos Karen y yo, a eso de las once de la mañana. Yo llegué con tres maletas, como cinco cajas y un ventilador. Ella solo llevaba dos maletas. De todo lo mío, no le di uso ni a un cincuenta por ciento. Ahora que reflexiono el asunto me pregunto: ¿Cuán difícil es desprendernos de nuestros objetos? ¿Qué significan esos objetos para nosotros que nos negamos a abando-narlos? ¿Realmente en nuestra vida son tan necesarios?

Llegamos a la plaza principal y de entrada vimos la famosa iglesia que apareció una y otra vez en las pantallas de los televisores, cuya toma capturaba en el fondo una gran bandera de Colombia, una mesa alargada con un mantel blanco y dos sillas Rimax. En una de ellas se encontraba sentado el presidente de ese entonces, Andrés Pastrana, y la otra se encontraba vacía. No es fortuito que los

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medios titularan ese momento histórico como “La Silla Vacía”, ya que el líder de las FARC-EP Manuel Marulanda Vélez nunca llegó a la “cita de la paz”.

San Vicente del Caguán durante la zona de distención se convirtió en un campo de disputa, de tensión entre diversas nociones de territorio y territorialidades que imponen en el espacio ciertas marcas. Trincheras, retenes del ejército y la abrumante presencia de la guerrilla en la zona rural y urbana conjugaban con una población resignada que asumía una decisión estatal haciendo de este un lugar representativo de las soberanías en disputa. Oficialmente la zona de distensión fue un área otorgada por el gobierno del presidente Andrés Pastrana mediante la Resolución 85 de 14 de octubre de 1998, para adelantar un proceso de paz con las FARC-EP pero, ¿qué implicaciones tuvo este acontecimiento para la población sanvicentuna? ¿Qué percepciones tienen las personas que vivenciaron de cerca este hecho de interés nacional? ¿Cómo fueron y cambiaron las prácticas de vida de los habitantes de este municipio?

Las anteriores preguntas no tuvieron respuestas fáciles, por el contrario, en su búsqueda se nos fue un poco menos de un año de trabajo de campo. Afortuna-damente tuvimos el apoyo de la “Profe Betty”, la Hermana Reina Amparo y los Hermanos de La Salle. Antes de viajar, gracias a la gestión de la profesora Beatriz, contamos con una carta de aval de una de las instituciones educativas con mayor prestigio en este municipio: la Institución Educativa Nacional Dante Alighieri. Esta fue creada en 1958 por los Misioneros de la Consolata en los terrenos del Vicariato Apostólico y desde 1989 hasta la actualidad es administrada por los Hermanos de las Escuelas Cristianas, mejor conocidos como los Hermanos de La Salle, quienes desde su carisma y espiritualidad han promovido la formación humana y cristiana, el desarrollo integral de las personas, la construcción de fraternidad, fe y diálogo, el espíritu de transformación del entorno social, la resignificación de los valores; en especial, han forjado en este lugar del país la consolidación de una nueva sociedad colombiana.

Esta carta de aval trae consigo dos anécdotas que contaré rápidamente. Según el cronograma de la Universidad debíamos cancelar semestre para no generar ningún cobro máximo en las dos primeras semanas de comienzo del año, por lo tanto presionamos muchísimo para que nos la enviaran. Se tomaron su tiempo, así que nos tocó pagar el semestre. Primer aprendizaje, cuando se trabaja con la comunidad se deben comprender sus propias dinámicas y tiempos, nosotras pensamos el tiempo y la gestión como citadinas. En San Vicente claramente tenían otros tiempos y prioridades, nosotras, “las investigadoras de Bogotá”, no íbamos

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a ser el centro de su atención. Una vez firmada, enviada y radicada la carta en la universidad, esta nos remitió a la oficina de jurídica, nosotras, confundidas de las causas de esta remisión, llegamos donde la abogada, quién nos preguntó: -¿Están seguras de viajar y vivir en “un lugar tan peligroso”? ¿No les da miedo que las secuestren? Éstas fueron las preguntas expresadas, pero muy seguramente en su mente le rondaban otras como: ¿Seguro tomaron la decisión de irse pa’ el monte? ¿A qué frente se unirán? después de sus preguntas –las primeras– nos hizo firmar una carta en la que exonerábamos a la universidad de todo tipo de responsabili-dades por si nos pasaba algo. Segundo aprendizaje, las representaciones sociales, se vuelven reales.

“Las investigadoras de Bogotá” comenzaron su trabajo de campo a los pocos días de haber llegado. Escribimos y realizamos las entrevistas estructuradas para dar rienda a nuestros objetivos, pero encontramos que las personas del pueblo se negaban a darnos respuestas sinceras y la información recolectada era extraña-mente conveniente. Por lo tanto, requerimos de dos meses para que compren-diéramos el contexto y de algún modo pudiéramos compartir sin prevenciones con la gente. Tercer aprendizaje: Muchas veces como investigadores entramos en una serie de egocentrismos intelectuales en donde nos enajenamos en mundos conceptuales y teóricos y nos perdemos de vista una realidad que palpita desde sus propias dinámicas, necesidades y creencias. Es decir, se debe comprender a la comunidad no como objeto de estudio sino como sujeto de estudio.

San Vicente del Caguán en la historia de Colombia

San Vicente del Caguán existe legalmente como municipio mediante el decreto 963 del 14 de marzo de 1950 que declara sus límites:

“Desde la serranía de la Peña hacia el Sur por la divisoria de aguas de la cordillera Oriental hasta frente al nacimiento del río Oaya o Guayas, este río abajo hasta su desembocadura en el río Caguán, este aguas abajo hasta su desembocadura en el río Caquetá; de este punto al noreste con el río Tajicá; este río aguas arriba hasta su nacimiento desde donde se prolonga va a encontrar al río Ajajú, este río aguas arriba hasta la serranía de La Peña, punto de partida”.

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Es decir, se encuentra ubicado al nororiente del departamento del Caquetá donde limita al norte con el departamento del Huila y Meta, al sur con Puerto Rico y el corregimiento de Solano, al oriente con el Vaupés y al Occidente con el municipio de Puerto Rico.

Sus tierras están abrazadas por el río Caguán, de allí su apellido, porque su nombre de San Vicente se debe a Don Juan Vicente Quesada, su fundador, que en 1898 junto a Don Prudencio Ossa, Don José María Camargo, Nepomuceno, Gabriel y Miguel Perdomo, lideraron y trazaron los planos del pueblo. Estos hombres, así como gran parte de la población que habita este municipio, provienen de los departamentos del Huila y del Tolima quienes colonizaron estos suelos atraídos por la bonanza del caucho.

La historia de la Amazonía está marcada por la explotación de los recursos naturales, entre ellos el caucho, que a finales del siglo XIX y principios del XX vinculó a estas tierras con la economía mundial, dando así una apertura a diversos procesos de colonización que llevó consigo la explotación indiscriminada, la esclavitud y hasta el ocaso de muchos grupos indígenas como los Uitoto, Yukuna, Matapi, Tanimuca y Letuama. Doña Lucía Villalba, una de las primeras habitantes de este municipio, quién llegó a estas tierras colgada de un zurrón, recuerda estas épocas:

Caucho eran unos palos grandes y luego los desangraban y eso se iban y los picaban y hacían unos bloques grandes blancos; como bloques de cuajada sacaban de esa leche. Yo no sé para qué utilizaban esa leche o para qué servía; la gente decía al principio, que eso era disque para hacer esos “chicles”, quién sabe, y los cargueros de esa leche, de esa pasta, de esa cosa, se lo cargaban de aquí a Neiva, a puro espinazo, eso se cargaban hasta las doce arrobas. (Isaza, J., 1999, p.6).

Al inicio del siglo XX San Vicente hizo parte de la bonanza del caucho pero, a su vez, sufrió el conflicto territorial que este llevó consigo, especialmente su usurpación violenta liderada por los peruanos. Así mismo, es importante resaltar que las vías terrestres en estas épocas eran muy escasas, ya que abundaban las zonas selváticas y los caminos de herradura, así las vías fluviales y aéreas eran los puentes de comunicación con otros municipios, corregimientos y ciudades. Don José Suaza, uno de los primeros colonos de San Vicente, recuerda que:

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Las calles no existían, habían sólo caminos de herradura que hicieron con picas, palas y azadones y a solo 5 o 10 cuadras del pueblo habían bloques de selva… en ese tiempo había solo unas 100 o 120 casas y el puesto de policía era manejado por 3 o 4 uniformados, los únicos empleados que existían eran el tesorero, el personero y el alcalde. (Isaza, J., 1999, p. 6).

También recuerda que en 1951 resultó –en este municipio– otro brote de violencia: “Se formó un grupo de guerrilla, en ese tiempo llamado chusma, comandada por un señor que se hacía llamar Gavilán”. Efectivamente, entre San Vicente y Algeciras surgió un caserío llamado Guacamayas donde operaban grupos al margen de la ley como la chusma (conservadores) cuyos cabecillas eran Gavilán, Sangre Negra, El Capitán Veneno, El Dragón Rojo y Palma.

Esta tierra, donde se siente la fuerza de la selva, la humedad hirviente del aire y el poder de las épocas de lluvia, es una pieza geográfica clave para el conflicto armado que vivimos en nuestro país, ya que en la época violenta partidista sirvió como refugio para las denominadas autodefensas campesinas lideradas en ese entonces por Isauro Yosa, Jacobo Prias Alape más conocido como “Charro Negro” y Manuel Marulanda “Tirofijo”.2 En el mes de julio de 1964 las autodefensas campesinas, que para esos años ya se habían autoproclamado como las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia –FARC, crearon el bloque sur que contenía el Frente 2 y el Frente 3. Por su parte, el Frente 2 cubría el corredor de El Pato (Caquetá) y El Guayabero (Meta) hacia los límites de los emblemáticos Llanos del Yarí y el Frente 3, a cargo de “El Paisa”, colonizaban y defendían las partes montañosas entre el Huila y el Caquetá. En ese momento, como lo recuerda uno de los habitantes que presenció la conformación de uno de los frentes:

No había Estado… había gente organizada políticamente. Llegaban por grupos, familias enteras, de 10 a 25 personas. Había asentamientos de campesinos guerrilleros, pero no llegaron como columna guerrillera, sino como comunidades organizadas, a hacer fincas, a colonizar. (Verdad Abierta, 2015).

2 Así como otras zonas del departamento del Caquetá, la Serranía de la Macarena, la zona Páez de Riochiquito en el Cauca y el Sumapaz.

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Por consiguiente, la llegada y expansión de las FARC en esta zona del país se dio de la mano de la colonización que, desde 1978, siguiendo el curso del río Caguán hasta las llanuras amazónicas, ocuparon y se asentaron en municipios como: Guacamayas, San Vicente del Caguán, Puerto Rico y Cartagena del Chairá.

Así pues, Caquetá se ha convertido, por un lado en el bastón político y militar de esta guerrilla y, a su vez, se ha convertido en objeto político de recuperación territorial por parte de los últimos gobiernos, entre los que destacaré el periodo de Andrés Pastrana (1998-2002), dada su importancia en la historia de San Vicente del Caguán, pues durante este periodo se constituyó en epicentro para el desarrollo de su programa bandera conocido como “Diálogos de Paz”.

La zona de despeje fue la estrategia clave para dar rienda suelta a los “Diálogos de Paz”. Este hecho, para los habitantes de San Vicente del Caguán, fue un suceso histórico que los visibilizó, a unos “para bien” y a otros –en su gran mayoría– “para mal”, en el panorama nacional. Lo que para el gobierno, los medios de comunica-ción y en general para la población colombiana significó un fracaso político y una burla nacional por parte de las FARC, para los habitantes del municipio de San Vicente del Caguán fue sin duda alguna un elemento importante sin el cual no se puede entender su historia, ya que marcó un antes y un después en las dinámicas sociales del pueblo e incluso tiene el mismo alcance para una parte de sus vidas.

Un comerciante nos dijo que: “San Vicente era un pueblo bonito, normal como cualquier pueblo, y después de que hicieron ese experimento de paz se lo tiraron, dejó de ser lo que era, la gente vive allá con zozobra” (entrevista estructurada, 2013), percepción que en alguna medida comparte una profesora del municipio, cuándo expresa que este proceso fue “una verdadera mentira, fue una pantomima tanto del gobierno como de la guerrilla, hizo retroceder a San Vicente del Caguán 50 años.” (Entrevista estructurada, 2013).

Recorrer la historia de este municipio y en especial sus acontecimientos recientes, permite visibilizar que este pueblo ganadero, poblado por colonos y desplazados de las múltiples violencias que ha vivido el país, ha hecho grandes aportes en los retos que exige la construcción de la paz, no solo en términos gubernamentales y de seguridad, sino también en sus aportes para entender la paz como cultura.

San Vicente del Caguán en nuestra historia: Círculos de Paz-Es

La experiencia vivida en el año 2007 en el municipio de San Vicente del Caguán en el Departamento del Caquetá, nos permitió entender y cuestionar –en una realidad

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específica– la aplicación de una palabra tan desgastada pero a su vez tan anhelada como lo es la paz. Es decir, se tenía una serie de representaciones y asociaciones sobre ésta, tales como: La paz es responsabilidad del Estado, la paz se consigue con la finalización del conflicto armado, la paz es la dejación de las armas, etc.

A partir de esta experiencia entendimos que la paz es mucho más que la negación del conflicto y la terminación de una guerra, por el contrario, logramos ampliar nuestro espectro y entender que la violencia es un aspecto cultural a la par que la paz también lo es, por consiguiente la paz es una responsabilidad de todos y es una acción que debe construirse día a día. En este sentido, se tornó necesario realizar un proyecto educativo en lo no formal, que dinamizara la paz como un elemento cercano y de responsabilidad individual, local y comunitaria; y no como un concepto aislado donde el Estado es el único que debe hacerla posible.

Era sábado más o menos nueve de la mañana, la profe Betty nos grita: “Chicas, ¿Ya están listas?” y una de nosotras salió de manera rápida al corredor a encontrarla evitando que se diera cuenta del gran desorden que se ocultaba tras la puerta. El plan de ese día era conocer un proyecto muy nombrado por los habitantes del pueblo, liderado por mi tía y la Hermana Reina Amparo, a quien tuvimos el placer de conocer meses atrás y fue de gran ayuda para contactarnos con las fuentes de información. El proyecto llevaba como título: Círculo de Lectura Infantil y Juvenil3, cuya labor consistía en promover el buen uso del tiempo libre de la niñez y a su vez le apostaba a crearles otros mundos posibles más allá de la guerra a través de la formación de lectores. Dichos encuentros eran liderados por jóvenes del municipio.

Cuarto aprendizaje: ¡La paz no se sueña, se construye!, pasito a pasito, en las acciones más sencillas, en la cotidianidad de la vida y comienza con uno mismo, comienza como diría la madre Teresa de Calcuta: “con una sonrisa”. Esta, más allá de ser una meta, es un camino dinámico, es un proceso lento que nos exige un cambio de mentalidad tanto de manera individual como de manera colectiva, es una necesidad emergente en la cultura violenta en la que nos encontramos. Así pues, la paz no se debe ver desde la violencia si no se debe ver desde la paz misma, es decir, se debe construir la paz como cultura.

A partir de estas vivencias, Karen y yo obtuvimos una tesis meritoria, una experiencia laboral necesaria para nadar por las aguas del desempleo o el empleo mal pago, pero sobre todo, lo más significativo para nosotras, fue la fuerza

3 Su trabajo con los niños y jóvenes sanvicentunos lleva más de quince años y fue premio Nacional de Paz en el año 2007.

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motivadora y la esperanza transformadora que nos hizo y nos hace creer que la paz es posible. Así, inspiradas en el trabajo realizado por la Hermana Reina Amparo, la profesora Beatriz y el trabajo de los Hermanos de La Salle en este municipio, decidimos crear nuestra apuesta por la paz, Círculos de Paz-Es.

Círculos de Paz-Es

Su nombre es un neologismo que reconoce la pluralidad de la paz (paces) y al mismo tiempo la percibe como calificativo de acción de hacer la paz (la paz es), en este sentido, es un intento por comprender el concepto de paz desde una perspectiva multidisciplinar en donde esta afecta todas las dimensiones de la vida (interpersonal, intergrupal, nacional e internacional). Entonces, no se puede limitar el concepto de paz como una acción singular sino como una acción pluri-cultural que nos exige redefinir la paz desde la pluralidad: PACES.

Este proyecto, en primera instancia, es una opción pedagógica que busca promover la cultura de paz (paces) desde una educación integral, que no solo promulgue conceptos, sino que fomente la interiorización de acciones y valores que replanteen un cambio cultural, tanto de la caracterización del hecho conflictivo en sí mismo, de las formas de resolución, así como de su papel en el proceso transformador. Del mismo modo, abre procesos de transformación de la cultura de violencia en pro de la apropiación de una cultura de paz (paces), permitiendo que las personas sean conscientes de sus propios valores y actúen en consecuencia. No se trata de enseñar lo justo o lo injusto, lo bueno o lo malo, sino que reflexionen los mecanismos por los cuales actúan, que sus acciones dependen de unas valo-raciones y tradiciones implícitas que afectan positiva o negativamente su entorno social. En una segunda instancia, es un proyecto analítico, crítico y creativo en la esfera individual y social que cree que la paz es posible en tanto se construya de manera comprometida, constante, seria, rigurosa y creativa.

Lo anterior se logra a través de la creación de Círculos de Paz-Es, proyecto que se desarrolla en las casas, bibliotecas comunitarias, salones comunales, comedores comunitarios, solares, terrazas y los salones solitarios de los sábados en algunos colegios. Allí, semanalmente se reúnen jóvenes líderes con los niños de sus barrios, veredas y corregimientos a leer cuentos sobre los derechos humanos, la resolución no violenta de los conflictos, la importancia de la diferencia y la construcción de paz. Dichas lecturas son una excusa de encuentro para abrir un espacio de cono-

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cimiento, diálogo, reflexión, discusión y creación de los valores que potencian una actitud voluntaria de buena convivencia.

En este marco de referencia, nuestro objetivo principal consiste en promover la comprensión ampliada, diversa y dinámica de la Paz (paces) y así mismo incentivar la participación activa para la construcción de la cultura de esta a través de la creación de espacios de diálogo, discusión y creación denominados Círculos de Paz-Es. Acciones que implican por un lado empoderar a los jóvenes y niños con habilidades, conocimientos y saberes necesarios para que sean sujetos activos en la construcción de una cultura de paz (paces) y por otro lado educarlos, para lo cual hemos creado una estrategia pedagógica en el marco de la Educación para la Paz que denominamos “Horizontes de Paz-Es” y la desarrollamos en los Círculos de Paz-Es con el fin de formar e incentivar a dichos niños y jóvenes para que sean efectivos Constructores de Paz-Es en sus entornos y comunidades.

Del mismo modo buscamos promover las expresiones artísticas con contenido de paz, con el fin de reconocer y circular las reflexiones y creaciones de los artistas como instrumento creativo para la gestión alternativa de la resolución de los conflictos, más allá de la violencia.

El proyecto actualmente se desarrolla en Bogotá y en el municipio de Magangué, Bolívar. En Bogotá se trabaja con dos tipos de jóvenes, una parte oscila entre los 16 y 22 años y son estudiantes universitarios de diferentes carreras como: Diseño Gráfico, Sociología, Física, e ingenierías entre otras y todos son egresados de alguna obra Lasallista. La otra parte de los jóvenes aún se encuentran estudiando en la secundaria y su edad oscila entre los 13 a 18 años, ellos son estudiantes del Juan Luis Londoño de la Salle, del Colegio Distrital Paulo Freire y del Colegio Liceo Nacional Antonia Santos. Ahora bien, los niños que también se benefician con el proyecto hacen parte de las localidades de Usme y Mártires, todos estudian en colegios distritales, fluctúan entre los 6 y 12 años, la mayoría viven en casas arrendadas de estratos 1 y 2, algunos tienen familias disfuncionales y sus entornos presentan altos niveles de violencia y vulnerabilidad.

Por su parte, en Magangué, los jóvenes beneficiados son: voluntarios de diversas regiones del país, algunos son graduados de bachillerato y otros profe-sionales; algunos otros son habitantes de la cabecera municipal que hacen parte del grupo base del Voluntariado Misionero Lasallista o jóvenes que viven en los corregimientos donde se desarrolla el proyecto.

Los niños que se benefician con el proyecto viven en las zonas rurales de este municipio, sus condiciones económicas son bastante precarias, no cuentan con los

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servicios básicos necesarios, muchos de ellos sufrieron desplazamiento forzado a causa del conflicto armado de la zona del Magdalena Medio, algunos presentan signos de desnutrición y sus entornos tienen altos niveles de violencia intrafami-liar, violencia contra las mujeres, violencia por parte de algunos actores armados, violencia sexual y abandono de menores.

Últimas consideraciones

• La paz (paces) es un asunto de todos y todas, la responsabilidad no se delega a otras personas, por el contrario, se construye día a día con nuestras acciones. Lo anterior significa que la paz hay que incorporarla a la experiencia personal y cotidiana de la vida, que si bien esta puede ser una decisión política de “otros”, también implica una serie de decisiones personales.

• La paz es un compromiso personal y de vida que se tiene con la sociedad. Es una de las razones de ser, es entender que los jóvenes no son el futuro sino que construyen el presente y esa construcción que se hace del presente implica poder recorrer con “el otro” nuevos caminos que conduzcan al cimiento de estructuras fuertes de una cultura de paz.

• Para construir la paz no es suficiente pensarla sino vivirla4. Suena muy sencillo, pero cuando somos agentes de paz, muchas veces nos quedamos anclados en los discursos pacíficos que promovemos en nuestros talleres y espacios de formación, olvidando que la paz es el modo de vida que decidimos elegir, así que esta debe cruzar todo nuestro cuerpo, todas nuestras acciones, y toda nuestra cotidianidad y por ende el entorno cercano y lejano en el que nos movemos.

ReferenciasIsaza, J. (1999). Entrevistas a los primeros pobladores de San Vicente del Caguán,

¡Mamma Mia!!! San Vicente al día, (3), p.6.Verdad Abierta (2015). Especial Las FARC y el Conflicto Armado en Caquetá.

Recuperado de http://www.verdadabierta.com.

4 La anterior afirmación parte de una conclusión que surgió de un curso que tomé con el Observatorio para la Paz liderado por Vera Grabe.

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Paz propia como aporte lasallista a la paz nacional

Jesús Ariel Parada Zorro1

Tras las huellas del sol y del acero

Si en este momento usted asume el reto de dejar todo a un lado y emprende un viaje de 228 kilómetros desde Bogotá hacia el centro-oriente del departamento de Boyacá, yendo más allá de la cadena montañosa de la cordillera oriental de los Andes, sin dejar de admirar los verdes multiformes que ofrecen las montañas de Tunja, Paipa y Duitama o los frutales de Tibasosa, comenzará a sentir los 18 grados centígrados en el ambiente, producto de estar a 2.569 metros sobre el nivel del mar.

Es en ese momento en el que aparecerá Sogamoso, la ciudad del sol y del acero, llamada así porque nuestros antepasados muiscas rendían homenaje al sol y actualmente la industria siderúrgica intercambia su producción con todo el país desde estas tierras que fueron gobernadas por el cacique Sugamuxi, o Sugumonxe, que en lengua muisca significa santo que se hace invisible y habita un lugar no habitado por el pueblo. Esta cuna del templo del sol, lugar sagrado de concentra-ción religiosa, saqueado y quemado por algunos conquistadores, tal vez sin mala intención o cegados por el oro que allí se encontraba, es también llamada Puerta del Llano, por ser puente comercial entre los llanos orientales y el centro del país.

El valle de Sogamoso rodeado de montañas ricas en caliza, carbón y mármol le dará la bienvenida con los diferentes tonos del verde de sus paisajes, la fertilidad de su tierra y un abrazo climático variado, según la hora de su llegada. Así, entre las seis de la mañana y el medio día, el clima templado o las flores que coquetean en los sembrados y antejardines de las casas le harán sentirse como en primavera; entre el medio día y las cinco de la tarde sentirá el sol que implacable se posa en su piel como en verano; al caer la oscuridad, entre las cinco de la tarde y las diez de la noche, percibirá un descenso en la temperatura que le obligará a buscar una ruana u otro abrigo; finalmente, cuando el sabio curso de la naturaleza le indique que

1 Coordinador de pastoral de la Institución Educativa Politécnico Álvaro González Santana, especialista en Ética de la Corporación Universitaria Minuto de Dios. Correo electrónico: [email protected].

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son las tres de la mañana, una temperatura que rodea los cero grados centígrados le obligará a evocar el invierno.

Después de experimentar el clima, según la hora de su llegada a Sogamoso, cuando el reloj marque las seis de la mañana podrá observar el sol asomando por entre las montañas orientales. Y, gracias a la variedad geográfica que provocan los accidentes de la cordillera de los Andes, podrá también mezclarse entre los 147.241 habitantes de este municipio mientras, en agradable caminata, se dirige a la zona llana integrada por veredas como Siatame, Angarita, San Antonio, Escuela, Alcaparral, Altamizal, Cerrito, Vanegas, Venecia, Límites, Pedregal Bajo, Callejuelas y el sector Manitas que será nuestro centro de interés y que observare-mos detalladamente más adelante.2

Ahora bien, si su espíritu lo invita a conectarse de otra manera con la naturaleza, entonces puede experimentar el ambiente montañoso que abraza el valle, conformado por algunas elevaciones que se encuentran en las veredas Morcá, Ramada Chiquita, Ramada Grande, San José del Porvenir, Bata, Alto de Peñitas, Ombachita, Alto Jiménez, Pantanitos, Mortiñal, Pilar y Ceibita, Chorreras, Milagro y Playita, El Papayo, San Martín, Independencia, Corrales, Pedregal Alto, Dichavita y El Crucero.

Si después de disfrutar una tranquila caminata por la planicie y hacer parte de las montañas que abrazan el valle se siente inspirado para asumir un reto más, entonces está en disposición de ascender entre tres mil y cuatro mil metros sobre el nivel del mar, para internarse en un parque natural rodeado de frailejones con un paisaje que invita al encuentro consigo mismo en las veredas Las Cintas, Las Cañas y Mortiñal o en el Páramo de Siscunsí, donde observará al cóndor de los Andes elevarse para desaparecer en la distancia.

Ahora bien, recorrer el valle, las montañas y el páramo equivale a sentir solo una parte de Sogamoso, aún restan los 67 barrios que conforman la zona urbana de este municipio, en los que encontrará hombres y mujeres que viven de la industria siderúrgica, la explotación de calizas, mármol, carbón y materiales de construc-ción, en más de treinta empresas que, como ya se señaló antes, intercambian su producción con los llanos orientales y el centro del país.

2 El plan de ordenamiento territorial 1999-2010 refiere 18 veredas y el mapa político del departamento administrativo de planeación de Sogamoso presenta 67 barrios.

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Me miro para ver el mundo

Así, mientras muchos trabajan en turnos de ocho horas diarias, los más pequeños labran sus ideas en alguna de las veintiuna instituciones educativas de carácter público o privado, que han escogido movidos por sus preferencias o por la situación económica de sus familias.

La variedad de instituciones la podrá apreciar hacia el mediodía, dando un paseo por las calles. Observará jóvenes engalanados con diferentes colores, texturas y modelos de uniformes, además de algunos portadores de la firma de La Salle, estudiantes de la Institución Educativa Politécnico Álvaro González Santana; con los últimos podrá entablar una agradable conversación acerca de un hombre nacido en Francia hacia el año 1651, que recibió la ordenación sacerdotal a los 27 años y que, tiempo después, durante la crisis de Francia, entre 1683 y 1684, impre-sionado por el abandono de los niños pobres, hijos de artesanos, se despojó de sus pertenencias para fundar, con algunos maestros, escuelas cristianas gratuitas. Para entonces usted ya se habrá inmerso en la vida del padre Juan Bautista De La Salle, quien comprometido con la realidad social de su tiempo, hacia el año 1680, como ejemplo de vida consagrada, creó la congregación de los Hermanos de las Escuelas Cristianas que hoy cuenta con cerca de 5.000 Hermanos, 84.000 profesores y cientos de laicos que colaboran en 1.000 centros educativos, a lo largo y ancho de 86 países, donde aproximadamente 85.000 estudiantes son educados bajo la espiritualidad lasallista.

Así, mientras los lasallistas educaban personas en todo el mundo, en Sogamoso los niños terminaban la primaria y difícilmente conseguían un cupo para continuar sus estudios de bachillerato. A fin de satisfacer esta necesidad el concejo municipal creó el Instituto Politécnico Álvaro González Santana3 según el acuerdo 023 del 20 de septiembre de 1988 con especialidades técnicas en conservación de alimentos, diseño y construcción, electrónica y sistemas, que comenzó clases en enero de 1989 con 188 estudiantes de grado sexto, alojados en salones arrendados por la institución educativa Valdés Tavera.

El Politécnico, ubicado hoy en la calle 3 sur # 16-47, frente a la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (UPTC), en 1994 suscribió un acuerdo con los Hermanos de La Salle para que se encargaran de su administración. En

3 Álvaro González Santana fue un notable sogamoseño asesinado el 4 de mayo de 1989 en Bogotá.

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2003 este se fusionó con las concentraciones escolares Rosario, Campoamor, Santa Bárbara y Manitas.

Siguiendo el hilo de su conversación notará que el acuerdo de 1994 y la fusión de 2003 permiten hoy al carisma lasallista llegar más o menos a 5.047 estudiantes de preescolar, primaria y bachillerato que, de alguna manera, viven la fe, la fraternidad, el servicio, la justicia y el compromiso como principios cultivados en estos veintiún años de presencia lasallista en la vida de los sogamoseños, ofreciendo a los pobres una educación humana, cristiana, académica y técnica que apunta a la formación integral de mejores seres humanos, según la misión del fundador.

Y si usted, motivado por seguir los rastros de este legado, se anima a recorrer la plaza o el jardín de La Salle –al interior del colegio– para admirar las flores que a su paso encuentra, mientras se pregunta de qué manera la vivencia de valores lasallistas contribuye a la construcción de la paz en esta tierra, puede acercarse a uno de los estudiantes líderes que conforman nuestro grupo de pastoral Indivisa Manent (Lo unido permanece) para que lo inviten a participar de alguna de las actividades que se desarrollan con el apoyo de la secretaría de pastoral del Distrito Lasallista de Bogotá: catequesis para primera comunión, encuentros con la naturaleza, encuentros con Cristo, triduo lasallista, Eucaristías, entre otras tantas actividades.

Y si llegara a manifestar su deseo de ahondar aún más en este propósito, no dudo de que emprenderá una caminata hacia Manitas, barrio de Sogamoso que en otro tiempo perteneció a un sector de la vereda Villita y Malpaso, cuyo nombre se debe a los nacimientos (manas) de agua cristalina que en algún momento se encontraban allí y en el que se ubica una sede de primaria de nuestra institución.

Tal como fue señalado antes, la escuela Manitas no siempre hizo parte del Politécnico. Nació como solución educativa para los niños que, debido a la distancia y ausencia de medios de transporte, no podían asistir a una institución educativa. Fue el señor Luis Pérez quien facilitó su casa para que la profesora Imelda Cáceres iniciara este proyecto en 1973 con 30 estudiantes.4

Posteriormente el general Silvestre Arenas donó un lote a la comunidad de la vereda para que, por medio de actividades comunales, bazares y ayuda del gobierno local, construyeran los salones necesarios para cubrir esta necesidad. Actualmente, de lunes a viernes, doce maestros y un coordinador lideran procesos educativos en preescolar y básica primaria, dirigidos a niños y niñas cuyas familias

4 Reseña histórica - sede manitas. Recuperado de: http://www.politecnicoags.edu.co/?page_id=2419.

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viven de la remuneración que obtienen por actividades como reciclaje, empleos eventuales, servicios domésticos, entre otras.

Ahora bien si el recorrido por el valle, las montañas, el páramo y los barrios le permitió encontrarse con su ser interior, es tiempo de acercarse a una experiencia que lo llevará más allá de los salones de clase, de los pasillos, de la documentación institucional y de las oficinas: a su llegada al barrio Manitas observará a los niños que se reúnen todos los sábados después de las 2:00 p. m. con los pastoralistas que dejan todo a un lado, al estilo del señor De La Salle, para encontrarse con rostros llenos de expectativa y sonrisas escandalosas que invitan a una experiencia poco común para algunos jóvenes de nuestro tiempo, pero gratificante para cada uno de los que lideran el centro de proyección social “Manitas”, intentando hacer vida los valores lasallistas, tal como lo expresa Felipe Bayona, estudiante del Politécnico y líder pastoral5:

Hay personas que luchan por seguir vivas pero hay otras que sólo quieren morir. Nosotros como pastoralistas, líderes o misioneros, tenemos que buscar que las personas se sientan bien, que puedan ser felices con poco y que, sin importar las dificultades del momento presente, conserven siempre una sonrisa. Sé que muchos decimos que visitando a una persona no haremos el cambio… ¡Mentira!, entre más personas visites y más sonrisas generes, haremos más.6

Con esta intención inicial los pastoralistas y los niños del barrio, todos los sábados a las 2:00 p. m., comparten nuevas experiencias mediante los talleres de formación humana preparados durante la semana, con el interés de ver, juzgar, actuar, celebrar y revisar la realidad, de acuerdo con el formato de planeación facilitado por la ya mencionada Secretaría de Pastoral.

Seguramente usted tendrá la oportunidad de participar en la primera parte del encuentro que consiste en “ver” la realidad por medio de algunas técnicas de grupo que favorecen la integración y la animación; luego, en el espacio denominado “juzgar”, escuchará cómo se comentan las actitudes observadas en el desarrollo de la primera actividad, para ponerlas en presencia de Dios mediante la funda-

5 En www.facebook.com fue creado un grupo denominado Base Indivisa en el que los pastoralistas consignan ocasionalmente reflexiones surgidas de su quehacer pastoral.6 Bayona, Cristian. Recuperado de: www.facebook.com/groups/indivisamanent2013.

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mentación bíblica; consiguientemente, en el momento de “actuar”, los protagonis-tas son los niños, quienes fijan un propósito para mejorar su realidad personal. Finalmente, verá que el encuentro se cierra con la sección “celebrar” en la que se da gracias a Dios por medio del juego y la oración.

No resultaría extraño que alguno de los pastoralistas con quien usted intercambie ideas sobre los aportes del encuentro, tal como lo hizo Felipe Bayona en algún momento, manifieste su sentir de este modo:

Digo de corazón… tengo que seguir con esto, no tengo que parar, esto vale la pena; hay personas que no necesitan que les den cosas… hablar, una oración o un saludo valen más que mil cosas.7

Sin embargo, el trabajo en los centros de proyección social no siempre es como aquí se relata. Hay momentos en los que, después de compartir con un grupo de veintiséis niños pasamos a contar con siete; circunstancias en las que las técnicas de grupo no capturan la atención de los participantes y la planeación no resulta ser la más indicada; días en los que el agitado ritmo de la semana nos impide llegar a Manitas con la planeación y tanto nuestros rostros como los de nuestros destinatarios dicen sin hablar: “¿Qué vamos a hacer?” De repente surge el discurso de alguien y, poco a poco, fluye el tema, la técnica de grupo, la socialización de actitudes que se ponen en oración y, al final, pareciera que la jornada resultara mejor que cuando se planea. Cristian Eduardo, estudiante del Politécnico y líder pastoral, nos recuerda que cuando las cosas se ponen difíciles es el momento de comenzar un trabajo interior que renueve nuestras ganas de hacer bien las cosas:

Tenemos que terminar lo que decidimos comenzar. No es nada fácil pero ya pasamos lo más duro y es ahora el momento en el que tenemos que ser más que un grupo, tenemos que ser una familia. Vamos a continuar con la labor de los centros de proyección pues la fuerza que nos falta nos la otorga cada uno de los niños que comparten con nosotros cada sábado.8

7 Bayona, Cristian. Recuperado de: www.facebook.com/groups/indivisamanent2013.8 Rodríguez Pérez, Cristian (16 de febrero de 2015). Recuperado de: www.facebook.com/groups/indivisamanent2013.

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Después de compartir esta manera de hacer vida la teoría sobre la construc-ción de la paz, usted y yo podremos tener un encuentro en el que seguramente le contaré que el legado del señor De La Salle se conserva gracias a la organización interna que posee la congregación de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, como red de comunidades y escuelas que transforma la sociedad mediante la educación, partiendo de una visión cristiana de la realidad:

La pastoral lasallista, en comunión con la Iglesia universal, asume el propósito emanado del Concilio Vaticano II de ser, ante todo, solidaria con la humanidad, y de trabajar por la salvación de la persona en su total integridad.9

Solidarizarse con la humanidad implica una reflexión juiciosa sobre el quehacer de las escuelas, razón por lo cual la asamblea sobre la Misión Educativa Lasallista (MEL), realizada en el año 2012, tras analizar las realidades contextuales de cada escenario educativo planteó orientaciones concretas para todas las obras educativas, estableciendo consensos sobre los pilares centrales de la misión lasallista, sin desconocer las dinámicas y realidades locales donde están insertas cada una de las obras y las implicaciones sobre los cursos propios de acción que deben seguir.

Centrado en dos de estos pilares, el compromiso y la transformación social, el Hermano Carlos Forero, secretario de pastoral del Distrito Lasallista de Bogotá, en una de sus visitas a Sogamoso, planteó la posibilidad de movilizar el trabajo de formación humano-cristiana realizado los sábados dentro del colegio, más allá de sus muros. Tal reto me condujo a reorientar mi quehacer y a asumir el Horizonte Educativo Pastoral desde el cuarto referente de sentido, esto es, desde “el proyecto de una sociedad pacífica, justa, incluyente, democrática que promueve el desarrollo humano integral y sustentable.” (Tejeiro, 2014, p.8).

Tal exhortación se convertiría en la motivación necesaria para hacer real el proyecto, hasta entonces teórico, de contribuir en la construcción de la paz y de analizar, junto con los líderes de pastoral, la realidad social y cultural de Sogamoso. Por tanto, en el año 2014 emprendimos acciones dirigidas a niños en situación de marginación como alternativa de vida y como una forma concreta de ir trans-formando la realidad, mediante un trabajo planeado, en el que cada miembro del equipo empeña sus mejores esfuerzos.

9 Recuperado de: www.lasalle.org.co/pastoral.

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Para alcanzar este fin elegimos el barrio Manitas, donde acompañaríamos a niños y niñas en su proceso de formación humano-cristiana mediante la recreación, considerando que en ciertos sectores de Sogamoso el tiempo libre de los niños equivale a la ausencia de sus familias, bien sea a causa de las obligaciones laborales o de la interacción social mediada por el consumo de cerveza y por juegos típicos de la región.

De esta manera el Horizonte Educativo Pastoral se abrió espacio entre la niñez y el trabajo por una sociedad pacífica empezó a hacerse realidad a partir del cambio de una tarde de juego con latas de cerveza por una tarde para compartir ideas, para realizar talleres en equipo que impliquen la posibilidad de escuchar las opiniones de otros y de tomar decisiones que beneficien las metas comunes y sean garantía de una mejor calidad de vida. Para esto es indispensable contar con el tiempo y la disposición de nuestros líderes pastorales que, mientras cursan grado noveno, décimo o undécimo, no tienen inconveniente en donar las tardes del sábado para interactuar con niños que reclaman el reconocimiento y la validación de su forma de ver el mundo.

Debo decirle que recorrer la historia del centro de proyección social Manitas desde 2014 hasta hoy es evidenciar que la tarea acaba de comenzar y que el trabajo con los niños redunda también en beneficio de los pastoralistas, quienes se descubren a sí mismos marginados de su realidad personal a causa del bombardeo de distractores que a diario la sociedad les emite y llegan a percibir que son ellos quienes cambian una tarde de actividades superficiales por una tarde que alimenta su ser, tal como alguna vez lo escribió Laura Mejía después de su trabajo pastoral:

Hoy fue un día muy bonito en el que la unión de grupo y la reflexión primaron ante todo. Es importante reconocer y saber apreciar los minutos que pasamos juntos como grupo pastoral, puesto que cada uno pone todo de sí cada sábado para obtener la sonrisa de un niño. Han venido a mi cabeza hermosos recuerdos de momentos que ustedes, los niños y La Salle, me han brindado y eso es lo que me motiva, día tras día, a seguir con esta pastoral, con este sueño.10

10 Mejía Delgado, Laura (24 mayo de 2014). Recuperado de: www.facebook.com/groups/indivisamanent2013.

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Realmente en este proceso los pastoralistas también aprenden de los niños y reorientan sus metas, ajustando su proyecto de vida a la idea lasallista de construir una sociedad en pro del ser humano y fundándolo sobre la fe que los lleva a comprender la obra de Dios en el mundo como un constante renacer, no desde la teoría sino desde la vida misma, tal como lo manifiesta Laura Camila:

Esta reflexión me ha permitido notar que yo soy greda y Dios mi alfarero. En una hoja traté de dibujar la cara de Jesús porque en él quiero fundar mi vida. Cuando esa greda se deshizo, Dios la tomó en sus manos y le dio una nueva forma; me trajo al grupo de pastoral, quizás mediante la curiosidad, pero hoy sé que estar aquí, compartiendo con todos ustedes y aprendiendo cosas nuevas, pertenecía al plan perfecto de Dios para mi vida. Ahora me siento muy contenta porque sé que Él es mi alfarero; deseo que me siga moldeando, quiero ser lo que Dios quiere que yo sea y vivir siempre agradecida por lo que venga en adelante. Prosigo a la meta.11

Aunque el trabajo en el centro de proyección social acaba de comenzar el camino continúa extendiéndose de acuerdo con el Horizonte Educativo Pastoral lasallista y gracias a la semilla que ha brotado de los procesos de autodescubrimiento que los pastoralistas hacen de su realidad personal y al fortalecimiento del grupo.

Es importante que el grupo se proyecte con acciones contundentes tanto en la construcción de la propia personalidad como en las obras que se realizan. Lo unido prevalece y se proyecta.12

Seguro que en nuestra charla tendré que contarle que hemos llegado a la conclusión de que aportarle a la paz implica primero encontrar la paz propia. La aproximación de nuestros pastoralistas a la realidad de los niños de Manitas es el primer paso para que ellos se arriesguen a volver sobre la propia vida y notar cuán lejos están de sí mismos, ocupados con los distractores de su entorno, sin preguntarse por aquello que los inspira en la búsqueda del sentido de su existencia

11 Contreras, Laura (24 de mayo de 2014). Recuperado de: www.facebook.com/groups/indivisamanent2013.12 Zambrano, Marcela (18 de agosto de 2014). Recuperado de: www.facebook.com/groups/indivisamanent2013.

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y sin abrir los ojos ante sus carencias personales que pueden ser transformadas con determinación.

No dejaré pasar esta oportunidad para contarle que la esperanza se centra ahora en continuar este proceso de crecimiento humano con nuestros pastoralistas a fin de encontrarnos un día con agentes de cambio social, formados al estilo de La Salle, que cultivan la paz desde su interior y la proyectan en su contexto, en el ejercicio de una ciudadanía que intencionalmente teje redes de bien común.

ReferenciasTejeiro, L., Cruz, I., Díaz, D., Murcia, N., & Forero, C. (2013). Horizonte educativo

pastoral. Bogotá: Distrito Lasallista de Bogotá.

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Jóvenes de RicaurteDos relatos diferentes de una misma historia

Juan Sebastián Mayorga Cardozo1

Julián Felipe Mayorga Cardozo2

A fin de documentar la experiencia del Proyecto Alegría, creado para la formación de líderes en el municipio de Ricaurte, es necesario dirigir una mirada somera a este territorio ubicado en el Alto Magdalena, en el departamento de Cundinamarca. Rodeado por dos grandes ríos, importantísimos para Colombia –el Sumapaz y el Magdalena–, Ricaurte cuenta con grandes extensiones de tierra, útiles para el desarrollo de actividades económicas como la ganadería y la agricultura, cuestión que explica la predominancia de dinámicas rurales y de su división territorial en cuatro barrios (zona urbana) y catorce veredas (zona rural).

Su cercanía con dos grandes ciudades influye notablemente en su propia realidad: 142 kilómetros la separan de Bogotá y cinco minutos de caminata bastan para llegar a Girardot, considerada la segunda ciudad más importante del departa-mento de Cundinamarca. Los datos anteriores nos permiten afirmar que Ricaurte es el espacio de encuentro entre dos tipos de realidades: por una parte, aquellas que brotan del urbanismo propio de las ciudades más cercanas y, por otra, aquellas que se moldean en su propio territorio, predominantemente rural.

Ahora bien, según el último censo, realizado en 2012, este municipio de Cundi-namarca cuenta con 9.044 habitantes: 969 tienen entre 12 y 17 años de edad, mientras que 1.787 son jóvenes entre los 18 y los 29 años. Esto quiere decir que cerca del 20% de la población total de este municipio se encuentra en las etapas de la adolescencia y/o la juventud.

1 Cofundador de la fundación Lazos, Construyendo Humanidades en una Latinoamérica Sostenible (LAZCHELAS) y estudiante de Sociología de la Universidad Santo Tomás (Bogotá), en proceso de grado. Correo electrónico: [email protected] Cofundador de la fundación Lazos, Construyendo Humanidades en una Latinoamérica Sostenible (LAZCHELAS) y estudiante de Finanzas y Comercio Internacional de la Universidad de La Salle (Bogotá), en proceso de grado. Correo electrónico: [email protected].

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Tales datos demográficos confirman que una significativa parte de la población atraviesa una etapa en la que los cuestionamientos sobre el futuro y el desarrollo personal demandan respuestas positivas por parte del contexto en el cual se desen-vuelven. Sin embargo, el dualismo surgido de la multiplicidad de posibilidades que brinda el mundo actual y de los obstáculos del contexto local para alcanzar el cumplimiento de metas personales, genera un problema latente entre los jóvenes de Ricaurte, esto es, la recreación de aspiraciones confusas que, por su inmediatez, no contribuyen a su desarrollo personal ni social.

Ante esta realidad se encontraron los egresados del Liceo Hermano Miguel de La Salle –ubicado en la capital del país– que, organizados primero en un grupo pastoral y luego en una fundación denominada Lazos, Construyendo Humanidades en una Latinoamérica Sostenible (LAZCHELAS), decidieron en el año 2013 empezar a brindar su aporte al desarrollo de esta región. Con el apoyo del Distrito Lasallista de Bogotá y de la Parroquia La Inmaculada Concepción se han propuesto formar jóvenes en un espíritu cristiano-católico con un fuerte compromiso social y de apropiación de su contexto, que les permita contribuir con la edificación de una cultura de la paz, en sintonía con la acción y proyección de los Hermanos de las Escuelas Cristianas en Colombia, tal como se presenta en su Horizonte Educativo Pastoral (Tejeiro, 2013):

Somos una red de comunidades y escuelas lasallistas comprometida con las diversas realizaciones del Reino de Dios transformando la sociedad por medio de una educación inspirada en la tradición lasallista que parte de la visión cristiana de las realidades, busca el desarrollo integral de la persona, construye fraternidad, promueve el diálogo fe, vida y cultura, tiene celo ardiente por educar y opta preferencialmente por los pobres (p.6).

Las experiencias de quienes han sostenido el quehacer de la fundación LAZCHELAS aparecen retratadas a continuación. El primer relato, obra de Juan Sebastián Mayorga Cardozo, aunque mediado por la ficción, permite al lector visualizar los objetivos que han dado forma al Proyecto Alegría; el segundo, de la autoría de Julián Felipe Mayorga Cardozo, en forma de diario, es un sentido croquis de lo que se ha ido construyendo hasta ahora en Ricaurte, gracias al trabajo audaz de jóvenes que creen en la posibilidad de reconciliar a una nación herida por su pasado y de construir derroteros para alcanzar la paz y la justicia.

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La historia de Olga: fidelidad a lo que se ama3

Un encuentro con sabor a Alegría

Hace algunos meses, de camino a casa, tras una agotadora jornada de trabajo en cualquier ciudad, me encontraba en el aeropuerto a la espera del vuelo que me conduciría a Bogotá. Al llegar la hora de abordar me crucé con una joven rubia, de estatura media y frenillos en los dientes, vestida con uniforme policial y portadora de varias condecoraciones. Ya en el avión, me sorprendió mucho haber coincidido con ella y quise, movido por la circunstancia, ahondar en las razones por las cuales comenzaba a cautivarme.

Sin embargo, fue la joven agente quien tomó la iniciativa, apoyando con su sonrisa un saludo formal que yo respondí imitándola: “Buenas tardes”. Poco a poco mi natural curiosidad sociológica y mis ganas de conocerla se acrecentaron, debido a que su figura emitía un aura de paz y felicidad, poco común entre quienes nos sumergimos en el estrés de la cotidianidad.

Tras indagar por su nombre y por el lugar de su actual residencia me contestó que se llamaba Olga, que a pesar de que se dirigía a Bogotá no vivía allí y que era oriunda de un pueblo cercano, que dista de la capital de dos a tres horas en auto. No pude evitar interrogarla sobre su función dentro de la policía nacional y sobre la notable cantidad de condecoraciones que portaba, a lo que ella, siempre amable, con una sonrisa en su rostro, adujo que era oficial de alto rango y que sus medallas eran el premio a su desempeño en las actividades que hasta entonces le habían sido asignadas –a propósito de las cuales comentó extendidamente, deteniéndose para precisar cuestiones que yo no alcanzaba a comprender por completo–.

Al oírla hablar con tanta pasión sobre su oficio y notar en sus ojos el amor a su uniforme, quise saber acerca de aquello que la había movido a optar por tal profesión. Nuevamente una sonrisa se dibujó en su rostro y me comentó que, aunque desde muy niña quiso integrarse a la policía, el impulso definitivo había sido provocado por su participación en una escuela de líderes (ESLIR) perteneciente a un centro de

3 Si bien, Olga es el nombre de una de las beneficiarias del Proyecto Alegría, el relato está basado en la proyección de la fundación LAZCHELAS a partir de su positiva influencia en la vida de los jóvenes ricaurteños.

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proyección social que se creó bajo el nombre de Proyecto Alegría y que continúa transformando la vida de cientos de jóvenes.

Aunque llegué a pensar que se trataba de una especie de seminario de superación, quise que ella misma me explicara lo que era una escuela de líderes. Olga, con toda la propiedad del caso y olvidando por un momento que yo era ignorante en el tema, hizo referencia a una fundación, surgida de un movimiento lasallista y perteneciente a una red de educación para la construcción de la paz. Tras pedir un poco de paciencia, pues me costaba trabajo comprender en qué punto de la historia Olga se convencía de ser policía y comenzaba a trazar una carrera de éxitos, procedió a explicar: “Todo comenzó con una organización sin ánimo de lucro denominada Lazos, Construyendo Humanidades en una Latinoa-mérica Sostenible (LAZCHELAS), dedicada a la realización de escuelas de líderes en diferentes entornos del territorio nacional”.

Indagué nuevamente, esta vez sobre la clase de actividades que permitían a esta organización ejercer semejante influencia sobre la vida de los jóvenes. Ella, como ya era habitual en nuestra conversación, sonrío y comentó que todo se daba a partir de un espacio de formación juvenil en el que se transmitían conocimientos sobre el contexto y se contribuía con la elaboración de proyectos de vida que tuvieran en cuenta la búsqueda de la paz y el desarrollo, tanto personal como social.

Llegados a nuestro destino nos despedimos, pero no desaparecía la inquietud que su corto relato había suscitado en mí. Por tanto, con algo de osadía, le hice saber que estaba interesado en seguir ahondando en nuestro tema de conversa-ción, a lo que ella respondió anotando mi número telefónico y añadiendo que sería un placer mostrar los avances que su municipio había conseguido gracias al denominado Proyecto Alegría.

Jóvenes que transformaron vidas

Pasados los días, después de aquel grato vuelo, mantuve contacto telefónico con Olga, convencido ya de que su historia era merecedora de un estudio monográfico o, no menos importante, de una nota periodística en un diario nacional. Tras notar que los datos recogidos en nuestras conversaciones eran insuficientes opté por pedirle que me condujera al lugar donde se había gestado el Proyecto Alegría para despejar mis inquietudes. Esta vez mencionó Ricaurte, el nombre del municipio en el que habían visto la luz sus ojos y sus sueños. Consintió la posibilidad de recibirme allí y de mostrarme, con mayor detalle, todo cuanto quisiera conocer al respecto.

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El día convenido arribé al municipio natal de mi guía a quien encontré esperándome. Desde nuestro encuentro se dedicó a hablarme de cada uno de los detalles que habían cambiado en su municipio, desde que ella era niña. Grandes edificaciones engalanaban las calles y se percibía un agradable ambiente en todas las esferas sociales. Tal como lo comentaba mi guía, las oportunidades de trabajo eran siempre crecientes y las condiciones económicas de la mayoría de la gente eran equitativas. Las dos zonas, tanto la rural como la urbana, habían experimen-tado un gran crecimiento y juntas jalonaban el desarrollo de esa región. Olga me dio un tour sin dejar pendiente un solo rincón, mostrando con orgullo las trans-formaciones y el progreso de su amado Ricaurte.

Finalmente llegamos a la parroquia, nos detuvimos un instante y Olga comenzó a relatar su propia historia, esa que tanto había esperado escuchar hasta ahora: “¡Aquí empezó todo!” Una vez más la emotividad de mi compañera de camino brotó y con una combinación de nostalgia y alegría recreó con sus palabras cómo antes de participar de una escuela de líderes ella era una ricaurteña que, al igual que muchas otras niñas de allí, no tenía muchas aspiraciones para su vida. Vivía con su padre y su hermana mayor en un barrio llamado El Pesebre, mientras que su madre residía no muy lejos del centro del municipio, cuidando una casa. Sus padres se habían separado cuando ella tenía cerca de quince años y desde entonces sus aspiraciones de un futuro prometedor se redujeron notablemente.

Estudió en el colegio departamental Antonio Ricaurte, la única institución que prestaba el servicio de educación secundaria dentro del territorio. Allí se otorgaba una formación básica sin motivación para el emprendimiento juvenil y se priorizaba la educación técnica, necesaria para el cumplimiento de tareas manuales que no dejaban lugar a la creatividad de los estudiantes. Esta clase de educación reforzaba las marcas estereotipadas de los jóvenes ricaurteños, reconocidos en la región por su falta de aspiraciones dentro del mundo laboral, económico y sociopolítico.

El punto de cambio se dio a la llegada de un grupo de misioneros lasallistas a su parroquia. El primer paso fue aceptar, en compañía de una prima suya, la invitación a vivir una experiencia que la cautivaría definitivamente. Contrario a lo que ella había imaginado, se encontró con un grupo de misioneros joviales, carismáticos y llenos de energía. Hasta entonces, en el contexto, decir misionero equivalía a hablar de gente entregada a la meditación y a la oración, a la manera de aquellos monjes que dedican su vida a la contemplación del misterio de Cristo.

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Al notar que no quedaba ninguna huella de sus prejuicios, Olga se integró a la pastoral lasallista que poco a poco fue influyendo en su vida y en la vida de muchos más jóvenes, hasta el punto de aguzar su ilusión de contribuir a la sociedad portando un uniforme de policía, tal como ya lo hacían las mujeres que trabajaban en la estación policial de su municipio.

Más que una escuela de líderes

Después de conocer el lugar en el que Olga se había formado como persona, de conocer su contexto y de saber cómo había llegado a vincularse a la obra lasallista, me dispuse a conocer de qué se trataba la escuela de líderes. Llegamos a un almacén llamado La Viky que había permanecido en ese mismo sitio durante varios años y que había sido testigo del cambio del municipio. Pedimos dos gaseosas y ella, con la sonrisa que ya la caracterizaba, relató los detalles del Proyecto Alegría que no me habían sido revelados hasta ahora.

Comenzó refiriendo que la escuela estaba dividida en tres niveles, asociados a tres pilares en los que esta se fundamentaba. El primero de ellos fue pronunciado en estos términos: “Si vas a ser un jardinero tienes que ser el mejor”. Dichas palabras me sonaron un poco egoístas y cargadas de soberbia, pues entendía que comportaban una invitación a destacarse por encima de los demás, algo que no resultaba muy compatible con los principios cristianos. No dudé en protestar con mi desacuerdo y, casi de inmediato, escuché su pedido de mudar el sentido, para asimilar que se trataba de promover entre los jóvenes el amor por lo que hacen, es decir, la dedicación y la convicción que deben impregnar en sus obras, tal como ella continuaba haciéndolo en el ejercicio de su profesión, puesto que todo lo que se hace con amor cobra sentido.

El segundo pilar, aunque no lo recuerdo con precisión, a la manera del primero, versaba sobre la educación. Mi interlocutora, citando algunos autores, insistió en que uno de los instrumentos más eficaces para lograr la movilidad social es la educación: “En un mundo en el que el poder adquisitivo y el poder cultural determinan la posición social, la educación se presenta como la única y exclusiva forma de movilidad y/o estabilidad”. En ese momento entendí por qué Olga comenzó hablando de la realidad escolar que afrontaban ella y sus coetáneos en tiempos en los que conoció la fundación LAZCHELAS y la razón por la que todo desembocaba en la transformación de su realidad.

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El último de los pilares aludía a la concepción de una educación en red para la construcción de la paz. A este respecto tomé nota atenta y, parafraseando tanto a mi guía como a sus fuentes, escribí que la paz debe ser entendida como la igualdad de oportunidades que los ciudadanos tienen para mejorar sus condiciones de vida. Cumplido este requisito, los conflictos interpersonales quedan altamente reducidos y puede aspirarse a la supresión, en alto grado, de las desigualdades sociales.

Cabe aclarar que el mejoramiento de las condiciones se interpretaba, según Olga, a la luz de los principios cristianos, de modo que resultó ineludible una alusión a otro de los pilares del Proyecto Alegría: más allá de la apropiación del contexto y de brindar educación como medio para garantizar la movilidad social se esconde un mensaje de amor, compasión, respeto y solidaridad, ampliamente difundido por la Iglesia católica. Aunque no hace parte del grupo de los tres pilares que justifican los niveles de la escuela, este es un eje transversal que afecta toda metodología empleada por las obras que integran la red lasallista de educación.

Transcurridos algunos minutos, mientras continuábamos profundizando en el tema que nos ocupaba, arribó a nuestro lugar de encuentro un hombre que, invitado por Olga, fue presentado como uno de los misioneros que habían arribado años atrás con el deseo de implementar el Proyecto Alegría en Ricaurte. Emocionado e intrigado por conocer otra versión del mismo relato, no tardé en pedirle al nuevo integrante de nuestra tertulia que nos hablara sobre su misión en este municipio y sobre la naturaleza de la fundación LAZCHELAS.

Tras exponerle una breve síntesis de lo que había sido nuestro diálogo con la joven policía que alguna vez fue su alumna, el misionero, con gran fluidez y apropiación del tema, entró en los detalles de la escuela que no habían sido abordados aún: «El primer nivel de la escuela es denominado El yo. Gracias a este, el joven se adentra en el conocimiento de sí mismo”. Para justificar la existencia de un nivel de esta clase en la escuela de líderes, fui confrontado con una pregunta lazada a quemarropa: “¿Quién eres tú?”. Pasé algún tiempo pensando y no conseguí formular una respuesta satisfactoria. Mi interlocutor refirió que efectivamente no existe una respuesta definitiva sobre la naturaleza del ser humano puesto que este, entre otras cosas, por el hecho de estar en contacto permanente con otros sujetos, se encuentra sometido al cambio permanente. Sin embargo, conocer este tipo de realidades, inherentes al ser humano, es una tarea necesaria de todo joven para afrontar sus relaciones y su contexto. Tal como pude entender, dicho proceso es guiado por los asesores del Proyecto Alegría, de acuerdo con una filosofía de inspiración cristiana y lasallista.

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El segundo nivel –siguió relatando– es denominado, El yo en la sociedad. Aquel título me era más familiar que el primero, en razón de que está íntimamente relacionado con el quehacer de mi profesión, puesto que, efectivamente, un principio de la sociología es el reconocimiento del ser humano como un ser en relación. El objetivo de este nivel es brindar a los beneficiados una mirada mucho más crítica del contexto en el que se desenvuelven, sin dejar de lado una seria aproximación a la realidad mundial y nacional. Tras reconocer cada una de las esferas de la vida social del individuo y adquirir una serie de herramientas para su correcto desenvol-vimiento en ellas, el joven se hace consciente de su necesaria actuación en la vida de la sociedad, de acuerdo con una serie de principios morales que lo afectan.

Es así como fui deduciendo la conexión existente entre aquello que había narrado Olga y todo cuanto su invitado exponía con propiedad: antes de conocer un contexto específico es pertinente que el joven se adentre en el conocimiento de sí mismo; su actuación en la sociedad se ve afectada por el amor, el respeto y la solidaridad, cuya inspiración procede de una espiritualidad realmente católica, es decir universal, y carismáticamente lasallista.

El último nivel formativo de estas escuelas recoge todo lo comentado anterior-mente. Para hablar de él Olga rompió su silencio, aduciendo que fue en dicho nivel en el que encontró la motivación más impactante para asumir conscientemente el itinerario de su desarrollo personal.

Tal comentario fue más claro cuando escuché el nombre del nivel y su posterior explicación. En esta etapa, denominada Proyecto de vida, los jóvenes se ven movidos a responder las preguntas que les permitirán orientar su ser y quehacer en el mundo, y a los asesores, orientar la consiguiente toma de decisiones: ¿qué voy hacer con mi vida; en qué voy a ocuparla; qué quiero aportarle a mi familia, a mi municipio y a mi país?

Como fue preciso con los demás niveles, mi anfitriona desenrolló las cuestiones que merecían explicitarse: este nivel comienza con una base teórica sobre proyecto de vida, sucedida, a su vez, por diversas actividades cuya finalidad es infundir en el joven el deseo de dar respuestas a las problemáticas de su contexto, a fin de que este sirva como plataforma para su propio desarrollo y el de futuras generaciones.

El brillo de los ojos de Olga se agudizaba y su voz probaba el amor que la envolvía cuando hablaba de este tema. Su discurso continuó refiriéndose a la exposición que los misioneros hacen sobre las posibilidades que tiene el joven para desenvolverse dentro de un contexto social. Para este fin, profesionales de diversos sectores (humanistas, sociopolíticos, económicos, industriales) se unen

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y encuentran un espacio en la escuela para compartir las posibilidades del ámbito profesional al que se refieren. Tal actividad les permite a los jóvenes afianzar sus propios gustos y expectativas para tomar decisiones que los encaminen al cumpli-miento de su proyecto de vida.

Tras esta experiencia que me permitió conocer la historia y los contenidos de los niveles del Proyecto Alegría pude comprender aquello que había aprendido Olga y que había resultado determinante para su proyecto de vida. Finalmente, logré ver con claridad cuán importante resulta aproximar a los jóvenes al cono-cimiento del ser humano y de sí mismos, además de analizar el contexto que los circunda, antes de conducirlos a la elección de un camino favorable para desarro-llarse como profesionales y contribuir al progreso de su región. No obstante, era necesario seguir atento al relato de aquella mujer por quien esta inquietud había comenzado.

Amor y entrega por un proyecto

“La escuela de líderes es todo para mí”, sentenció Olga y continuó: “Cuando yo pienso en la escuela de líderes vienen a mi memoria todas las enseñanzas y los nombres de los buenos amigos que me regaló esta experiencia. En ella pude comprender el valor de mi actuación dentro de un contexto determinado y el impacto que mis obras pueden generar en el desarrollo de mi región. Recordar es la oportunidad que tengo de reiterar mi gratitud con aquellas personas que fueron fundamentales en la construcción de mi proyecto de vida: mis compañeros, mis padres y todos aquellos que hicieron parte de mi formación en esta época de mi vida. La escuela de líderes fue un impulso sin el cual mis avances y mi éxito no me habrían llevado a ser una persona proactiva en favor de mi territorio ni habría alcanzado la paz personal que comunico en mi contacto con cada una de las personas que conforman mi entorno. Recordar es también reafirmar mi compromiso con la divulgación de este proyecto entre aquellos que han desatendido su propio contexto y que están cegados por la aparente falta de oportunidades.

En conclusión, la escuela de líderes, que hace parte del Proyecto Alegría, presenta a los jóvenes un camino para alcanzar su desarrollo personal, social y profesional, en el que el amor, la comprensión y el servicio son esenciales, a sabiendas de que solo así puede sembrarse la semilla del progreso y de la equidad social. De este modo, el éxito y la capacidad de vivir en comunidad no llegan a constituirse en la meta última de los jóvenes sino en un medio para contribuir con

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el entorno, alcanzar la paz interior y reconciliar cada una de las esferas sociales en las que se desenvuelven. La paz, en estos términos, se construye desde el interior, se contagia en el establecimiento de relaciones interpersonales fundamentadas en el servicio y se convierte en condición para alcanzar el éxito personal.

Alegría una pasión incomparable

“Orgullo: sensación de satisfacción profunda por un deber o una tarea realizada exitosamente.” Orgullo, qué difícil es sentirlo cuando la vida simplemente no es como la conocemos, no es como la imaginamos. Y qué fantástico es alcanzarlo a pesar del sinsabor generado por el hecho de saber que nunca se llegará a sentir de la misma manera.

29 de junio de 2014

1:30 p. m. Las lágrimas quieren brotar de mis ojos después de un año de haber vivido nuestra primera experiencia de formación en Ricaurte. Esta vez, gracias a quienes nos apoyan, estamos en Bogotá finalizando la segunda escuela interna de líderes de la fundación LAZCHELAS. Mi cuerpo cansado siente la satisfacción del trabajo bien hecho y reafirma que los resultados alcanzados con esfuerzo y dedicación dan cuenta de las mejores obras que he llevado a cabo en mi vida. No deseo estar en otro lugar, no quiero hacer otra cosa más que fijar mi mirada en los veintisiete jóvenes que han participado de esta aventura y que me hacen sentir que la vida es vida y que vale la pena vivirla, que vale la pena servirla.

Giro hacia la derecha y veo jóvenes, ¡qué fuertes y entregados son! Miro hacia la izquierda y veo a mis compañeros, a mis maestros, todos son mi equipo, todos somos un equipo, mi sustento. No sonrío porque si lo hago probablemente llore recordando todas las historias que he vivido junto a ellos. Cuánto amor siento, cuánta satisfacción. En mi garganta se forma un nudo porque sé bien que he ganado algo de lo más profundo de sus seres. Todos estamos cansados –no ha sido una semana fácil–, todos estamos felices. Frente a frente se miran el equipo y Juan, Camilo, Adrián, Diego, Nicolás, Héctor, Karen, Patricia, Estefanía, los altos, los robustos, los no tan altos, los más jóvenes, los más viejos, los líderes, las estrellas.

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Hablo con voz quebrada, tengo que contener lo que siento, mi pecho se explotará; pienso, hablo, retomo mi rol: soy el coordinador, soy el bravo, el que exige, el que molesta –no tengo que llorar, no sé cuánto resista–. Les pido que permanezcan de pie, los miro a los ojos y noto que también quieren llorar.

“Hoy ustedes se graduarán porque han hecho un gran trabajo y han enfrentado este reto de quererse formar no como simples líderes sino como líderes estrella; esos que iluminarán caminos, que clarificarán vidas y que, desde la crítica, serán proactivos en este mundo que los necesita. Su municipio puede ser hoy tierra de cambio si ustedes son capaces de apoderarse del mismo. Recuerden que no son unos líderes más, ¡son líderes estrella!”

Hablo, me tiembla la voz, siento que lo estoy haciendo bien. Le doy la palabra a mis compañeros y, mientras ellos hablan, yo observo a los veintisiete jóvenes, pensando cuán fantásticos son y cuánto deseo que sean los mejores porque son veintisiete historias de vida que hemos transformado en una semana. Sigo pensando: si solo fue una vida la que transformamos, valió la pena; por ellos todo vale la pena.

La ceremonia continúa. Suenan los himnos y los chicos entonan fuerte, yo igual, el equipo igual. Tercer punto: premiaciones especiales; nos reímos y recordamos anécdotas. Siguiente punto: graduación de los líderes ESLIR 2014 (segundo nivel), ¡al fin! Hablo con voz de padre –potente y seguro–. El joven Cardona es el primero y es aquí cuando mi espíritu grita en silencio: ¡qué orgullo, esto es felicidad!

“Ilusión: fuerza intangible que determina un rumbo, un querer, que obliga al cuerpo a actuar sin importar que el camino hacia el objetivo sea difícil y esté lleno de obstáculos.”

6 de julio de 2013

9:00 a. m. Después de ocho años de haber trabajado en pastoral y tras dos años de haber sido misionero en la parroquia La Inmaculada Concepción, realizando –a la manera tradicional– una pascua para jóvenes del municipio, llego por segunda vez a Ricaurte, Cundinamarca. Gracias a la voluntad y a la insistencia de mi hermano –quien frecuentemente hablaba de jóvenes fantásticos que compartieron la Semana Santa de ese año con él, con la intención de sumar horas al tiempo de trabajo social requerido por el colegio– y animados por el padre Tulio –siempre atento y

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contento con nuestra ayuda– partimos no ya como misioneros sino como pequeño equipo animador de una escuela de líderes.

¿Escuela de líderes; qué es eso? Nos preguntan los inseguros jóvenes de los que tanto había hablado mi hermano. Sinceramente nosotros tampoco sabemos describirla bien. Solo tenemos presente que alguna vez habíamos sido receptores de una formación similar y que esta había influido notablemente en la determina-ción del rumbo de nuestras vidas.

A mi lado viajan los de siempre, mi hermano de sangre, Juan Sebastián y mi hermano por elección, Yeison. Un poco más atrás dos graduados recientes del colegio que me vio crecer, Nico y Checho, adolescentes de la misma edad de los destinatarios de la ESLIR, dos genios, dos guerreros, portadores del mismo sueño que me invadió a mí cuando terminé el bachillerato, transformar el mundo desde la pastoral con la filosofía: “a donde me lleven voy”, y si es pastoral, ¡de una!

1:00 p. m. El calor es sofocante, probablemente me derrita, soy demasiado citadino y no recordaba que el clima de Ricaurte alcanza tan altas temperaturas. Dentro de la parroquia como se suele decir, “ni un alma conocida”, nadie con quien hablar. La escuela comienza mañana y, hasta el momento, ninguno de los fantásticos jóvenes a los que se refirió mi hermano ha confirmado su asistencia a la escuela.

Puesto que tienen que alojarse con nosotros dentro de la parroquia, cada vez que los invitamos nos dicen con la mirada “¿estos locos qué piensan?”. Por nada del mundo se internarían una semana en la iglesia para rezar. Ya en la casa cural se encuentran Dayanna, María José y Karen. Se trata de tres jóvenes que pasan gran parte de su tiempo en ese lugar sin hacer parte activa de la parroquia.

Dayanna y María José son hermanastras. Su madre, Marlén, es la cocinera del cura del pueblo; Karen es amiga de ellas dos y por eso las acompaña frecuente-mente a la parroquia. Su único interés es ir a comer y hablar con la gente que trabaja dentro de la parroquia. Las tres hacen parte de la banda imperial del pueblo, cada una toca un instrumento diferente, cada una tiene una visión diferente del mundo, cada una tiene una excusa diferente para no aceptar nuestra invitación a la ESLIR.

Mi hermano se encuentra caminando por todo Ricaurte buscando como completar la lista de invitados puesto que el objetivo es reunir a veinticinco jóvenes. Yo permanezco en la parroquia en labores logísticas, con la preocupación que me genera el hecho de no tener nada seguro y desilusionado con la respuesta

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de las primeras tres jóvenes que hallamos en nuestro camino y que no cesan de resistirse a nuestra invitación.

Mientras preparo un cartel que dará la bienvenida a la escuela, con el necesario y nunca faltante papel kraft (uno más de los pocos materiales que habíamos podido recolectar para dicha fecha), pienso en las posibilidades de éxito que podría llegar a tener esta empresa.

4:00 p. m. Dayanna y María José deciden colaborar con la elaboración del cartel. Las dos, poco convencidas de lo que hacen, de vez en cuando reniegan de la supuesta efectividad de pintar un letrero gigante con unos pocos pinceles para darles la bienvenida a jóvenes que nunca llegarían. Pasados algunos instantes, sin que ellas lo noten, el padre Tulio y yo las convencemos de participar en la ESLIR 2013. ¿Cómo? Con el tradicional cuento de toda actividad pastoral: “les juro que la vamos a pasar bien, no es lo que ustedes se imaginan.”

Entre risas, cantos y mucha algarabía Dayanna y María José se han animado a sacar un espacio de su apretada agenda de ensayos y presentaciones de la banda imperial para reducir nuestro objetivo de veinticinco a veintitrés jóvenes. Al final del día solo queda la seguridad de que el letrero va a ser visto al menos por dos personas que validarán el esfuerzo empeñado en la elaboración del cartel.

Mi hermano tenía razón –al parecer siempre la tiene–. Ellas dos no solo son alegres y llenas de vida sino que tienen la misma sed de aprender que yo tenía cuando cursaba décimo grado en el Liceo Hermano Miguel. Más aún, ellas se encuentran dos cursos más atrás que cuando yo descubrí que hacer pastoral valía la pena, que educar valía la pena, que dar la vida por los demás valía la pena.

7:00 p.m. La noche ha llegado y lo único seguro es que contamos con dos personas que durante toda la tarde se habían resistido a participar. El padre, más afanado que nosotros, y enfrentando la realidad de no tener más jóvenes toma la camioneta cural, monta el sonido portátil y, como es tradicional en los pueblos, nos mueve a iniciar el perifoneo. Así, como bien dijo Yeison, “si Mahoma no va a la montaña pues...”

Juan con su celular y una lista de la mayoría de los jóvenes con los que había contado en Semana Santa realiza varias llamadas prometiendo el cielo, la tierra y cuantas cosas existen en el mundo, si se animan a participar. Dentro de la camioneta se escucha su voz: “Sí señora, tranquila, aquí les proporcionamos comida, dormida, asesoría académica y le aseguramos que su hijo será otro después de esta semana. No hay nada que temer”. Otras veces se escucha: “¿Por qué no quiere venir?, acuérdese que en Semana Santa la pasamos muy bien. Esta vez será

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mejor. Jugaremos, haremos campamento y fogatas. Se lo prometo. ¿Sabe qué?, ya lo confirmé. Mañana lo espero. Traiga ropa, una muda para tirar a la basura y, si tiene, un colchón. Y así, mientras mi hermano gasta todo el plan de telefonía hablando con padres de familia y jóvenes, pronunciando promesas a diestra y siniestra, Yeison desgasta su voz con el anuncio: “¡Necesitamos jóvenes, muchos jóvenes!”

En el centro de Ricaurte existe una panadería, solo una panadería, maravillosa panadería y es maravillosa porque es allí donde encontramos a un grupo de seis o siete jóvenes risueños, algunos de ellos con bicicleta, a los que Juan reconoce de inmediato. Ya frente a frente, interpela a un joven moreno de 1,85 m de estatura y una cresta en el cabello, diciendo: “¿Qué más Costa?”

La respuesta fuerte y calurosa calma los tensos ánimos que tenemos: “¿Y usted qué Juanca?” Tras este saludo sigue el diálogo con otro joven de tez blanca y de menor estatura que el anterior. Prosiguió así con cada uno de los jóvenes que se encuentra compartiendo pan y gaseosa. Ese saludo caluroso, lleno de memorias satisfactorias y de gratitud nos permite notar que tales jóvenes serán la materia prima que se requiere para que el objetivo de los veinticinco sea una realidad. Ese saludo basta para notar que vale la pena continuar el proceso, que vale la pena hacernos uno para querer formarlos: “Los espero mañana, no acepto un no por respuesta. Les prometo que después de esta semana todo cambiará en sus vidas.”

9:00 p. m. La noche es cálida y se siente la frescura de caminar en el campo. Frecuentemente me pregunto si es mejor vivir aquí o en la tenebrosa ciudad, sin tanto alboroto, sin tanta algarabía, con tanto que hacer, con tan poco espacio que recorrer. Queda poco tiempo para resolver la duda sobre el número de jóvenes con el que contaremos. Han confirmado aproximadamente doce, contando con las débiles promesas de los jóvenes que nos habíamos encontrado en la panadería, las hijas de doña Marlén y dos o tres invitados del padre Tulio. Sin embargo, y para colmo de males, el tic tac del reloj anuncia que se aproxima la hora de dormir.

Hasta ahora no he dudado de la posibilidad de retrasar la escuela un día pero Juan y Yeison lo consideran innecesario. En medio de nuestra apretada agenda de llamadas el padre Tulio se las ingenia para animar al equipo con ofrecimientos de más jóvenes que habían hablado con él pero que hoy no podrán ser contactados.

Nico y Checho proponen recorrer todo el pueblo, veredas y caseríos, y en mi mente solo retumba la certeza de que son las nueve de la noche y que a esta hora nadie nos abrirá la puerta de su casa, así que cada minuto que pasa nos va alejando de la posibilidad de reclutar miembros para esta aventura. Ya no vale la pena buscar debajo de las piedras a jóvenes ansiosos de aprender pues cada milésima

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de segundo que nos resta debe ser utilizada en la preparación del encuentro para los confirmados.

Son las 11:00 p.m., la parroquia está lista, los materiales están listos, los bloques, las actividades, la comida, los menajes, el cronograma, los roles, los carteles y los espacios están listos. ¿Cuántos invitados tendremos? Al parecer es lo único que no está listo, solo queda orar, volver a orar y esperar a que sean las 9:00 a. m. para saber si hacemos o no escuela. Es hora de dormir, solo nos resta esperar.

7 de julio de 2013

8:30 a. m., ya estamos listos, la mañana es fría en comparación con la de ayer y probablemente ninguno de nosotros haya podido dormir. El padre ya se encuentra haciendo sus labores y las ansias comienzan a invadirnos. ¡Qué inquietos estamos todos! Tenemos miedo de las inciertas nueve de la mañana. Todos nos movemos de un lado para otro, nos ocupamos en lo que sea y, como ocurrió ayer, no sabemos si realmente queremos que los minutos corran rápido para calmar el insaciable deseo de saber qué pasará, cuántos llegarán o si queremos que el tiempo que resta sea eterno para ignorar la cruda realidad: soledad, escasez, frustración.

Se acerca la hora y las primeras en llegar son las jóvenes de la parroquia con la noticia de no poderse quedar en las noches. No importa, si es preciso en las noches hacemos ruta por todo Ricaurte. “Lo importante es que estén acá”, gritamos al unísono. El corazón palpita con fuerza y nuestra única certeza es que no vamos a darnos por vencidos. Oro desde mi corazón y así, como cuando mamá nos espera a la salida del primer día de colegio, Nico, Checho, Juan, Yeison y yo salimos a la puerta de la parroquia con una mirada invadida de esperanza.

Vemos un taxi que se asoma y se dirige a la casa cural. “¿Será así de maravilloso Dios?” Se bajan dos jóvenes, una mujer y un hombre, traen consigo una guitarra, maletas, sleeping y una sonrisa. “Hola, soy Juan Pablo y ella es mi hermana Nazly. Venimos de Girardot a participar en una escuela de líderes”.

¡Que Dios los bendiga! Qué expectativa tan grande generan ellos dos. “Ya son cuatro”, me digo a mí mismo, dándome fuerzas para hablarles y hacerles el rato agradable. Yeison abre su computador ansiosamente y, como si fuera el más veterano de todos, comienza a llenar la lista y el formulario: “Ustedes cuatro son afortunados por ser los primeros en apuntarse”.

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¿Qué haría yo sin Yeison y sin Juan?, cuánta calma generan en el ambiente. Sigo ansioso y, fruto de tantas oraciones, pasada una hora ya se escuchaban murmullos, gritería, voces diferentes a las voces de la impaciencia. El costeño, Juanca, Diego, el pequeño Juan, Claudia, Alejandra, Julián, Juanda, Natalia, Lizeth y otros que prometieron venir algunos días para dejarse untar de la dinámica de escuela son esas voces, son la alegría de rostros que solo habían mostrado tensión, mucha tensión.

Se acercan las 10:30 a. m. y no son veinticinco, son diecisiete. En fila y con pasos lentos los llevamos a la piscina junto a la casa cural. El ambiente muda con el éxito de las primeras dos dinámicas de grupo dirigidas por Yeison. ¡Son fantásticos! Parecen cincuenta, parecen mil. Después de la segunda dinámica de grupo Yeison me pide hacer las escarapelas para identificarlos y, mientras corro al comedor, donde guardamos el papel destinado para este fin, escucho gritos de alegría, de felicidad. Qué increíble me siento, qué fuerte y vigoroso corro, qué fantástico momento, qué ilusión.

“Vocación: entrega absoluta en cuerpo, espíritu y pensamiento a un proyecto, por el que vale la pena mejorar para engrandecerlo y llenarlo de frutos que perduren en las futuras generaciones”.

4 de abril de 2015

3:00 p. m. Ya hemos organizado dos escuelas y he participado en seis misiones en la Inmaculada Concepción. Ha terminado la Semana Santa y noto que ya es la cuarta vez que paso los días santos en Ricaurte. En este punto de la historia ya me considero un ricaurteño más. Siento que Villa Diana Carolina es mi barrio, que Las Varas, El Portal y Callejón son mis veredas, que el Magdalena es mi río y que la playa de la Isla del Sol es el mejor lugar para descansar; siento que comprar donde “la Vicky” es cosa del diario vivir, que es mejor comer hamburguesa donde Adri y no en cualquier otro lugar del mundo, que puedo visitar a mi familia en el conjunto residencial José María Córdoba, que tengo cada día más y más personas a las cuales llamarles mamá; siento que la piscina de la casa cural es mía, que en la institución educativa Antonio Ricaurte tengo doscientos hijos, que mi perfil de Facebook es el más popular del pueblo, que la pequeña camioneta del padre es el carro más cómodo en que se pueda viajar; siento que los villancicos a todo volumen son la mejor prueba de alegría, que las oraciones en el vía crucis son la mejor expresión de fe, que las ocurrencias pastorales del padre Tulio son la mejor

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prueba de coherencia de vida y que hacerlas realidad no da pena porque ayudan a ejercitar mi cordura y mi paciencia; siento que los muchachos son la vida que no quiero que se escape de mis manos, que hay mucho por hacer y que puedo lograrlo; me siento importante, me siento bien, me siento pleno, me siento feliz.

En el trayecto de Ricaurte a Bogotá mi corazón se encuentra invadido de gratos sentimientos. Probablemente en poco tiempo deba enfrentar la realidad de un mundo en el que dar la vida por los otros no es algo remunerado con dinero. Qué molesto me siento porque aunque no quiero ser compensado de esta forma por hacer lo que tanto amo, sé que es necesario para subsistir en este planeta que ha olvidado el significado del servicio y de la comunión.

Me cuesta creer que la gente siga pensando que los lujos y los salarios altos son la mejor forma de vivir. Me cuesta creer que he sido criticado y botado tantas veces por no creer lo mismo que el desabrido vulgo piensa. Me cuesta creer que la gente no se dé la oportunidad de recibir un sueldo de sonrisas y de abrazos. Me cuesta creer que, aunque yo no lo desee, las dinámicas del mundo me irán arrebatando las sonrisas de jóvenes con esperanzas de cambio, de luz de vida. Me cuesta creer que querer dar la vida por otros sea difícil. Me cuesta creer que en este momento me sienta débil ante la posibilidad de enfrentar este mundo de apariencias y estigmas. Ahora sé por qué les llaman santos a quienes, sin importar los paradigmas de la sociedad, se arriesgan a servir con sus propias manos.

El camino se convierte en un mar de preguntas y en un riachuelo escaso de respuestas. Ya tenemos una fundación que se dedica a la realización de escuelas que brindan nuevas opciones de vida a los jóvenes y no sé hasta cuándo consigamos sostener esta utopía de escasos recursos materiales, de lucha continua, de trabajo con las uñas, de riqueza espiritual infinita y de búsqueda de paz.

Lo único que sé es que tengo bastones que ahora ayudan a sostener los pilares de este sueño: más colaboradores que facilitan el duro tránsito por caminos de incertidumbre; genios que conocen este difícil sendero, lleno de tropiezos, pero que ya han conocido el arcoíris que se levanta al final. Todo es incierto y proba-blemente ninguno de nosotros sabe lo que este camino nos depara, ninguno sabe nada del siguiente día y, aunque nuestros cuerpos se encuentran separados en el viaje de regreso a Bogotá, sé que los tres estamos pensando en la manera de lograr que este sueño crezca, que se haga grande, gigante, inmenso, invencible.

La llegada de nuevos colaboradores hace que este sueño tenga ahora paredes que protegen una idea, techo que resguarda las enseñanzas y hermosas ventanas que no dejan huir la esperanza de un prometedor futuro. Ha sido una fantástica

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semana y, como ocurre cada vez que regreso a Ricaurte, me he enamorado más de todo: del templo, de las calles, del paisaje, de los barrios, de las veredas, de los habitantes, de los “pelados”.

Siento, como el más pequeño de los exploradores, que nunca estaré satisfecho, que siempre estaré ansioso por recorrer más, por inventar más, por hacer más. Solo espero que estas ideas no mueran en la memoria de los primeros diecisiete ni en la de los segundos veintisiete, ojalá sean cincuenta y siete o sesenta y siete repartiditos en cada uno de los niveles de la escuela.

Sonrío mientras a través de la ventana del bus veo pasar un letrero de retorno a Girardot iluminado por una luz amarilla. Sé que a mediados del 2015, en la tercera ESLIR, Dios me bendecirá con voz fuerte y elocuente para llegar a oídos de más jóvenes. Pido a Él que me regale fortaleza para levantarme todos los días con ganas de innovar para abrir nuevas mentes. Tomo en mis manos una camándula que me ha regalado mi madre y ruego a la Virgen María que me llene de paciencia y enten-dimiento para aprender a tratar a cada uno de mis receptores con sus problemas, dolores, sentimientos, actitudes, aptitudes, alegrías, con sus vidas.

Qué simple es la vida cuando el hombre hace lo que quiere. Pienso esto mientras el bus arriba a Bogotá y, después de haber viajado a través de mi propio mundo de ideas inconclusas, siento temor y ansias de volver. Quiero que sea junio porque sé bien que, sin importar mi condición en ese momento, dejaré todo por el Proyecto Alegría, por seguir con mi vida, con mi “vocación”.

“Alegría: momento de plenitud que experimenta el hombre cuando siente que algo es completamente satisfactorio y que el amor lo invade todo. Alegría, situación poco creíble de alcanzar pero que, en cuanto se experimenta, es capaz de cambiar hasta el sentimiento más profundo de odio.”

24 de abril de 2015

Voy de pie en un bus rumbo a mi casa. Al frente mío una señora de aproximada-mente setenta años me mira constantemente y en su rostro se dibuja una sonrisa a la que respondo con el mismo gesto. Pienso en las cosas que he realizado y, aún más importante, pienso en cuántas cosas habrá realizado ella. Se me acaban las líneas para escribir y realmente considero que fue poco espacio para tantas aventuras. Las últimas semanas solo he pensado en escribir y hacer de esta historia lo más cercano a la realidad.

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Hay tantas personas a las que debo agradecer y cuyos nombres no cabrían en este texto: el padre Tulio, con todo lo que hace por nosotros, mi profesora de tesis que ha creído en un proyecto impensable dentro de mi facultad; los Hermanos de La Salle que nos ven y sienten orgullo de saber que fuimos educados por ellos –el Hno. Arcadio Bolívar, el Hno. Carlos Forero y el Hno. Daniel Niño, han participado de este sueño haciéndolo cada vez más real, más tangible–; a María José por ser la primera en creer en nosotros y por ser mi memoria en esta aventura de escribir –de ella espero que sea la mejor en lo que quiera ser–. Siempre estaré para ella, para todos.

Faltan pocos días para publicar este documento y lo único que sé es que quiero alcanzar la senectud y encontrarme con un joven de veinticuatro años en un bus para sonreírle y demostrarle que mi orgullo, mi ilusión y mi vocación se llamaron, se llaman y se llamarán “Alegría”.

ReferenciasTejeiro, L., Cruz, I., Díaz, D., Murcia, N., & Forero, C. (2013). Horizonte educativo

pastoral. Bogotá: Distrito Lasallista de Bogotá.

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Un espíritu de servicio que nunca se acabaResponsabilidad social en la vereda de Chimbe, Albán

Karen Viviana Giraldo Rendón1

María Clara Montañez Castellanos2

Zulay Katerine Ordóñez Sarmiento3 Mónica Lizeth Peñuela Hernández4

Un maravilloso primer encuentro

Un día como cualquier otro, corriendo con trabajos, entregas, parciales y mil cosas más en la Universidad de La Salle, el padre Emanuel Olvera o Manolo –como lo llamamos nosotros– se nos acercó muy contento y con un entusiasmo contagioso para hacernos una invitación:

-¡Hola! Yo soy Manolo, los invito a participar de un Encuentra de EFRAS5.

Nos animó a salir de la rutina, a relajarnos un poco, a encontrarnos con nosotros mismos, con los demás y con Dios. A pesar de nuestro estrés acumulado, logró producirnos cierto grado de curiosidad por conocer de qué se trataba esta actividad que, aparentemente, no exigía ningún compromiso. Luego de participar de Encuentra, espacio de reflexión sobre diversos temas de interés en el que se parte de un poema o de una canción para dialogar, nos habló de la labor de los capellanes de la Universidad y de la congregación de los Misioneros del Espíritu Santo –sacerdotes, muy mexicanos–, quienes, apoyados

1 Estudiante de Ingeniería Industrial de la Universidad de La Salle. Correo electrónico: [email protected] Estudiante de Ingeniería Ambiental de la Universidad de La Salle. Correo electrónico: [email protected] Estudiante de Ingeniería Industrial de la Universidad de La Salle. Correo electrónico: [email protected] Estudiante de Trabajo Social de la Universidad de La Salle. Correo electrónico: [email protected] Experiencias de Fraternidad y Solidaridad.

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por la vicerrectoría de promoción y desarrollo humano, realizan actividades pastorales para los universitarios. A pesar de que infortunadamente este espacio no tenía mucha acogida por parte de los estudiantes, nos pareció muy interesante ahondar más en el conocimiento de dichas actividades.

Entre cuento y cuento fuimos conociendo todo lo que hacían y nos hablaron de las misiones que realizaban en las veredas de Albán, Cundinamarca, donde la Universidad de La Salle llevaba más de 10 años realizando este tipo de labor comunitaria, animados por el espíritu de servicio, fraternidad y solidaridad, propios del Horizonte Educativo Pastoral lasallista que “busca el desarrollo integral de la persona, construye fraternidad, promueve el diálogo de fe, vida y cultura, tiene celo ardiente por educar y opta preferencialmente por los pobres”. (Tejeiro, Cruz, Díaz, Murcia & Forero, 2014, p.8). Al terminar de escuchar la información no lo pensamos dos veces y decidimos inscribirnos para participar en la misión de Semana Santa de ese año.

Con gran curiosidad por saber de qué se trataba y no poco nerviosos, pues era la primera vez que hacíamos algo parecido, el 1 de abril de 2012 llegó la hora de subirnos al bus, sabiendo que la próxima parada sería un municipio llamado Albán, ubicado no muy lejos de Bogotá, entre las montañas de la cordillera oriental andina, en la que fue por mucho tiempo la única salida al río Magdalena. El bus se detuvo y vimos calles llenas de gente que participaba de la procesión del Domingo de Ramos. Ante nuestra vista se encontraba un municipio no muy grande pero sí muy frío. Todos nos miraban sorprendidos y nosotros no conseguíamos entender muy bien el porqué. El párroco de aquel lugar nos recibió con un almuerzo que sucedió a la procesión y precedió a nuestro nuevo ascenso al bus. Aunque no entendimos la razón de nuestro regreso al vehículo, nos dispusimos para alejarnos más y más de Bogotá hasta llegar a la anunciada vereda de Chimbe, situada a 59 km de la capital del país, a 18 km de Facatativá y a 32 km de Villeta.

Al bajarnos del bus nos encontramos con muchos rostros sonrientes, con miradas de esperanza e ilusión, con personas que estaban dispuestas a abrir sus brazos y las puertas de su hogar a jóvenes que hasta el momento les resultaban desconocidos. Fue tan grande la sorpresa cuando los niños sin conocernos nos abrazaron y los adultos nos saludaron como si nos conocieran de toda la vida que, desde ese instante y tras recibir una cruz de madera con un paisaje pintado en ella, nos volvimos oficialmente misioneros.

Aún no entendíamos claramente el sentido de este nuevo nombre que estábamos asumiendo y sin embargo sentíamos paz interior porque nos habíamos

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desconectado totalmente de la ciudad y desde lejos podíamos reflexionar sobre la realidad que se vive en ella y sobre la que estábamos empezando a vivir entonces. Definitivamente encontramos nuestro lugar en el mundo, donde podíamos dar lo mejor de nosotros, donde podíamos aportar para dibujar sonrisas y dar alegría, donde podíamos compartir y escuchar a las personas, donde nos sentíamos cómodos y en familia a pesar de estar lejos de nuestros hogares. Sabíamos que a partir de ese momento en que dimos el primer paso fuera del bus, esas personas con las que nos encontrábamos serían como una familia para nosotros y ese lugar sería nuestro segundo hogar.

Con un poco de nerviosismo porque acababa de llegar de México y eran sus primeras misiones en Colombia –lo cual quería decir que era tan “primíparo” como nosotros– Manolo nos distribuyó alegremente en grupos. Nuestra aventura comenzaba en el Alto de Las Cruces –desde donde se observan las veredas vecinas–, tan único como todos los paisajes colombianos que permiten ver la realidad desde otra perspectiva.

Por la tarde, comprometidos con ese territorio, diseñamos un gran cartel mediante el que comunicamos e invitamos a la comunidad para que participa-ran en las actividades que desarrollaríamos en el transcurso de la semana. En las mañanas íbamos por la vereda visitando las familias y entregando un mensaje de fraternidad y solidaridad. Muchos nos confundían con seminaristas o monjas, pues era el imaginario que había construido la comunidad a partir de la experiencia con otros misioneros que habían ido a la vereda. Sin embargo, después de presentarnos como estudiantes de distintas disciplinas de la Universidad de la Salle cambiamos este paradigma y entendieron que no teníamos que ser monjas o seminaristas para tener vocación de servicio.

Una de las actividades que hacíamos consistía en compartir con los niños, de modo que a las tres de la tarde llegaban ellos muy puntuales. Era un espacio que nos hacía sentirnos en el lugar correcto porque íbamos encontrando el verdadero significado del servicio. ¡Qué tardes tan maravillosas! Eran llenas de alegría, colmadas de juegos y risas. ¡Cuántos rostros alegres; cuántos niños! todas las tardes estaban allí sin falta Eduardito, Jennifer, Alejandro, Jessica, Mariana, Esteban y muchos más que nunca perdían la energía.

A pesar del cansancio que experimentábamos cuando caminábamos toda la mañana, dábamos lo mejor de nosotros para que los niños se sintieran a gusto, así que no nos quedábamos con los juegos sino que los complementábamos con manualidades. En síntesis, volvíamos a ser niños. A las seis de la tarde,

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cuando terminábamos de compartir con ellos, hacíamos ruta por toda la vereda para regresarlos a sus padres. De esta manera ellos se sentían más tranquilos y depositaban su confianza en nosotros. Al final del día el motor para continuar con nuestra siguiente jornada era recordar las caras de los niños, su alegría, su inocencia, su transparencia y los abrazos que con cariño nos brindaban cada vez que nos veían. Muchos, cuando llegaban por la tarde, nos decían que no hallaban la hora de que se pudieran encontrar con nosotros, pues se levantaban temprano para ayudar en los quehaceres domésticos a fin de ganar el permiso para salir de casa.

Siempre hay un choque fuerte cuando nos acercamos a una realidad no muy lejana a la nuestra y notamos, en una semana de convivencia, que hay problemas realmente graves: adolescentes que han caído en la drogadicción, familias que luchan día a día para conseguir el sustento, niños que tienen que caminar horas para llegar a la escuela rural de Chimbe y que en muchas ocasiones pierden el viaje porque los profesores no asisten a clase.

Ciertamente, encontrarse con tantas realidades en una misma experiencia nos llevó a cuestionarnos muchas veces sobre el número real de acciones que emprendemos desde la academia para aportar al mejoramiento de las condiciones de personas que viven en las zonas rurales de nuestro país. Si bien, nunca hemos llegado a Chimbe con la idea de ser los salvadores, sí aportamos un granito de arena al compartir con sus habitantes, al solidarizarnos con su realidad pero, sobre todo, al brindarles compañía, fraternidad, paz y reconciliación, no sin aprender también nosotros sobre la necesidad de escuchar y de callar en el momento adecuado.

Fue en aquella ocasión en la que conocimos la historia de un niño al que llamábamos Eduardito, cuya madre es sordomuda y cuyo padre tiene un fuerte temperamento. Para entonces una de sus hermanas había salido de la casa rumbo a Bogotá a fin de instalarse en la casa de su hermana mayor. Cuando vimos por primera vez a su madre se acercó a nosotros y con un abrazo logró transmitirnos todo lo que estaba sintiendo. Gracias a las señas y a la traducción que nos hacía Eduardito entendimos la situación por la que estaba pasando su familia. En ese momento nos pidió el favor de que la ayudáramos a comunicarse con su hija mayor que se encontraba en Bogotá para saber si su otra hija estaba allá. Nos convertimos así en su puente de comunicación. Fue difícil contener las lágrimas cuando la vimos llorar con tanta desesperación, pues no tenía los medios económicos para ir a buscar a su hija. Durante toda esa semana estuvimos al pendiente de lo que sucedía pero aun así nos sentimos impotentes al no poder hacer más por ella o por su familia. Nuestro corazón estaba acongojado por el dolor que nos provocaba esa realidad.

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Otra serie de historias de vida que marcaron nuestros corazones las escuchamos en nuestro encuentro con muchos adultos mayores solitarios, sin nadie que los cuidara, abandonados a su propia suerte; uno de ellos, Lucinda, cuya casa se encuentra a diez minutos del caserío de la vereda, es una mujer que necesita de un audífono para poder oír y que no cuenta con más compañía que un perro labrador de color negro; don Ramón es otro adulto mayor que sufre de párkinson y que desde temprano recorre la vereda de arriba para abajo con una gran sonrisa en los labios y sin un rumbo fijo hacia el cual dirigirse; doña Urbana y don Jesús forman una pareja llena de ternura e inocencia que a pesar de haber vivido y sufrido la época de la violencia aún viven en la casita que con tanto esfuerzo consiguieron.

Con esta comunidad fervientemente católica celebramos jueves, viernes y sábado santos. La magnitud del agotamiento físico no tuvo comparación esa semana con la grandeza de las experiencias que vivimos allí. Realmente no teníamos ganas de devolvernos a pesar de que tanto nuestras familias como los mil y un trabajos que teníamos que presentar en la universidad nos esperaban en casa.

Para nosotros cada sonrisa llegó a ser más valiosa que un cinco en un examen final, razón por la que no dudamos en contar a nuestros seres queridos las aventuras que vivimos en tan solo una semana y explicarles cómo el tiempo lejos de ellos nos había ayudado a valorar lo que teníamos. Todo esto era ilustrado con anécdotas significativas: uno de nosotros que había jurado a su madre no llegar a tomar jugo de tomate de árbol, se lo había tomado con especial gratitud en Chimbe –cabe aclarar que lo había hecho en un solo impulso para no sentir su sabor y que la misma hazaña llegó a repetirla unas tres veces en un día soleado–; también les hablamos de nuestra nueva costumbre de comer mucho, no por propio deseo, sino por recibir todo aquello que nos ofrecían como muestra de gratitud ya que sus dones eran sumamente generosos y su esfuerzo por conseguirlos era aún mayor.

Aunque es una realidad de la que no se habla, esta comunidad, como muchas otras en Colombia, aún sufre el dolor de las heridas que dejó la violencia. Hace algunos años su caserío fue foco de balas cruzadas entre la guerrilla y el ejército. La mayoría de habitantes abandonó sus casas. El miedo reinaba: los niños tenían cierto tiempo para entrar al colegio y devolverse pronto a casa; nadie podía ayudar a nadie o corría el riesgo de ser culpado por apoyar al enemigo y terminaba convir-tiéndose en uno de ellos.6

6 Ver más en: http://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-271811.

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Algunas puertas y paredes todavía permanecen como testigos de esa pesadilla y en la memoria de algunos jóvenes, adultos y ancianos la desazón no acaba, tal como se puede percibir en sus relatos. Y aunque la desconfianza es una de las consecuencias más graves que aún permanece, esta suele desaparecer con la llegada de los misioneros, portadores de la paz y la reconciliación que han posibilitado la progresiva reconstrucción del tejido social.

Además de la desconfianza, el chisme es otra realidad incómoda que suele frenar los proyectos que se asumen en equipo e impide que la gente se apropie de su vereda. No obstante, también estas habladurías se han reducido a medida que los misioneros hemos intervenido con la certeza de que cada una de estas experiencias constituye un verdadero don de Dios y el mejor proyecto de nuestras vidas.

Nuestro vínculo

Después de vivir esta experiencia tan maravillosa llegamos a Bogotá saludando y sonriendo, como si aquellos que transitaban por las calles fueran “chimbunos”, como si las fachadas de las casas fueran los paisajes que la vereda nos ofrecía, los autos los cultivos de café y los animales. Realmente extrañábamos cada cosa, de modo que se nos ocurrió que podríamos hacer algo más que acompañarlos en la Semana Santa y en las novenas de Navidad; una especie de acompañamiento permanente que nos permitiera alcanzar un cambio más significativo y que generara un impacto más fuerte en sus vidas. Fue así como nuestras expectativas y sueños nos permitieron conformar un grupo de aproximadamente treinta jóvenes voluntarios de la Universidad de La Salle. Su fin sería realizar un diagnóstico de la realidad social de la vereda para analizar las problemáticas que habíamos evidenciado durante nuestra estadía en Semana Santa y así poder intervenirlas.

Durante los días 9, 10 y 11 de junio de 2012 llevamos a cabo un diagnóstico mediante encuestas que se intercalaban con otras actividades de socialización. Algunos fuimos hospedados por las familias de la vereda, razón por la cual nunca nos sentimos fuera de casa, pues la comunidad nos acogió tan bien que llegamos a adoptar a una segunda madre de nombre Gloria que nos paladeaba con la comida y estaba pendiente de cada uno de nosotros.

Aquel fue un fin de semana muy agitado pero gratificante, como todo lo que hemos hecho en Chimbe. Nuestra relación con la comunidad llegó a ser verdade-ramente cercana, de modo que la confianza y la cercanía se agudizaron. Cuando realizábamos las encuestas, nuestro paso por las casas se convertía en un encuentro

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con personas que parecía que conociéramos de toda la vida: abrían sus corazones para contarnos su historia, sus problemas y para expresarnos su agradecimiento por nuestra visita y compañía.

Acercarnos a la realidad de esta vereda nos permitió llegar a comprender mejor la realidad de Colombia, esa que no se cuenta en los medios masivos de comuni-cación. Tal vez una de las historias que más nos impactó fue la de Pedrito –así lo llamaremos–. Era uno de los niños que más cerca estaba de nosotros en nuestras caminatas. Nos insistió mucho tiempo que fuéramos a su casa porque quería obsequiarnos algo. Cuando accedimos a su invitación, entramos a su humilde residencia. Al llegar, se escucharon los gritos de su padre que peleaba en la puerta porque no le habían instalado el servicio de electricidad. Aunque lo saludamos nunca hubo respuesta, sin embargo, ingresamos a la vivienda por insistencia de Pedrito. El estado interior era tan precario como el que se notaba en la fachada. El niño, orgulloso de ser el anfitrión, nos dio un recorrido por cada rincón. De pronto abrió la nevera y, señalando un mango que estaba en medio del carbón que se utiliza para que las neveras no absorban los malos olores, dijo: “Les quiero regalar esto”.

En ese instante sentimos que nuestro trabajo realmente valía la pena y que a pesar de que más tarde tendríamos que llegar a casa para seguir atendiendo a las múltiples tareas de la universidad, esa sonrisa y ese mango que nos había obsequiado Pedrito –única reserva de su nevera, aparte del carbón– renovaban nuestra convicción. A pesar de que solo se trató de un mango, uno más de los tantos que habíamos comido en nuestras vidas, este había sido el mejor de todos pues venía de alguien que no tenía nada más para ofrecernos y cuyo valor era incalcu-lable pues se trataba de uno de los pocos alimentos para el consumo de su familia.

Con la información de este diagnóstico corroboramos muchas de las proble-máticas que antes solo sospechábamos. Era información de primera mano que, después de la tabulación de los datos obtenidos, los días 8 y 9 de septiembre de 2012, había permitido la validación de la comunidad en un almuerzo comunitario donde el menú principal estaba compuesto por las ganas de transformar la realidad y por un sancocho colombiano que alcanzó para repetir.

Después de esta actividad se planteó la posibilidad de llevar a cabo una jornada de salud que se realizó luego de que efectuáramos la respectiva planeación y convocatoria de especialistas de la salud que desearan apoyar esta jornada para cubrir, al menos en parte, las necesidades médicas de esta población y lograr así que nuestra presencia fuera realmente transformadora.

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Los días 20 y 21 de octubre de 2012 en el puesto de salud de la vereda se realizaron consultas de medicina general y odontología, charlas nutricionales y valoración para niños, además de una jornada de optometría en la casa de la cultura. Simultáneamente se llevó a cabo el torneo de fútbol con los jóvenes de la vereda en el que contamos con la participación del alcalde y su equipo de fútbol. Llegada la noche, una obra de teatro dirigida por una religiosa de las Hijas de la Inmaculada y su grupo de teatro de Albán precedió a un compartir y a un karaoke con la comunidad.

Al finalizar tales jornadas realizamos la recolección de todos los formatos dili-genciados por los habitantes de la vereda en los controles médicos, a fin de obtener mayor información sobre sus condiciones de salud. Cada vez más se fortalecie-ron los lazos de fraternidad con la comunidad y ya empezaban a llamarnos con nombres propios. Con la información que teníamos hasta el momento definimos que el debilitamiento del tejido social de los habitantes de la vereda era el problema central en el que iba a estar fundamentado nuestro proyecto.

Más tarde, durante las misiones de diciembre de 2012, nos ocupamos de fortalecer todavía más los vínculos con los habitantes de la vereda, a través de diversas actividades. Todas las mañanas visitamos a los miembros de la comunidad para convocarlos a los encuentros que se realizaban por la tarde con los niños y jóvenes o a la celebración de la novena de aguinaldos por sectores, que se efectuaba en las noches. Este último espacio, característico por el rezo de oraciones propias y el canto de los villancicos, se complementaba con el compartir de galletas, natilla o arroz con leche que la misma comunidad ofrecía.

La verdad es que es inevitable volver con dos o tres kilos más de peso después de unas misiones, pues algo que quedaba claro era que recibir la comida que nos brindaban era nuestra mejor expresión de gratitud y su más sincera expresión de cariño. Prueba de lo anterior es que cuando el pollo no alcanzaba para todos, nuestros anfitriones solo comían huevo. Definitivamente en este lugar los detalles suelen ser verdadera expresión de cariño, razón por la que un “no” a su generosidad se escapa de la mente de los visitantes.

Una partida inesperada

Durante los meses de febrero y marzo de 2013 algunos misioneros acompañados de Manolo –ese mexicano al que ya le teníamos un cariño único– nos convertimos en el grupo base de la formulación y planeación de un proyecto que tendría

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como objetivo contribuir al fortalecimiento del tejido social de la comunidad de Chimbe, apoyados por el área de proyección social y la vicerrectoría de promoción y desarrollo humano de la Universidad de La Salle.

Nuestro grupo estaba conformado por estudiantes de administración de empresas, economía, finanzas, trabajo social, lenguas modernas, filosofía y letras, ingeniería ambiental e industrial. Éramos jóvenes de diversas disciplinas académicas con ganas pero con poca experiencia en el trabajo comunitario, por eso sabíamos que sería un reto difícil, que teníamos que aprender unos de otros, que debíamos defender las propias ideas y aceptar las ajenas siempre que ayudaran a la construcción de nuestro proyecto. Esta diversidad que se fortalecía escuchando todos los puntos de vista nos permitió adquirir nuevos conocimien-tos de disciplinas ajenas a las propias pero, sobre todo, nos permitió aprender a escucharnos, a respetarnos y a tolerarnos.

Éramos un grupo muy diverso, con diversos temperamentos, estilos de vida, entre otras características que nos hacían únicos. Pero, a pesar de la diversidad, nos convertimos en una familia que recibía el aporte de todos. Con el compartir de cada sábado se crearon lazos de amistad tan fuertes que aún perduran y perdurarán por mucho tiempo. El sábado era nuestro momento para trabajar en este proyecto: el que llegaba puntual y el que llegaba tarde, el que tenía hambre y el que no, el que cocinaba y el que no, el que se encargaba de organizar todo para celebrar los cumpleaños cada fin de semana, todos ponían su granito de arena para construir familia.

En este mismo espacio trabajamos arduamente por la estructuración técnica de un proyecto que aportara soluciones a los problemas existentes en la vereda, definiendo las facultades y programas a los cuales podríamos presentar esta propuesta basada en cuatro líneas de acción: educación, emprendimiento rural y gestión ambiental, derechos humanos y fortalecimiento democrático.

El día 9 y 10 de marzo de 2013 realizamos una reunión en el CEFEJ (Centro de Espiritualidad Félix de Jesús), casa de formación espiritual donde habitaban Manolo y sus hermanos, los Misioneros del Espíritu Santo. Realizamos una reflexión acerca de la metodología para la vinculación de nuevos miembros al grupo ya que teníamos miedo de perder el acercamiento y la confianza que habíamos generado en la comunidad mediante nuestro servicio voluntario y temíamos que si se vinculaban practicantes de la universidad, estos estudiantes no tendrían la misma dedicación, cuidado y espíritu de servicio que nosotros, sino que realizarían su intervención para la obtención de una nota. Ese mismo

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día definimos el marco teórico que delimitaría el proyecto a partir de un concepto unificado de desarrollo y redactamos el objetivo general.

Llegada la Semana Santa del año 2013 la mayoría de nosotros nos unimos a las misiones en Chimbe. Esta fue la última intervención de Emmanuel Olvera, quien tenía que retornar a México en poco tiempo. Como en las anteriores misiones, realizamos las visitas, organizamos los encuentros con niños y jóvenes y, simul-táneamente, organizamos con la comunidad las celebraciones de jueves, viernes y sábado santos, para celebrar el misterio pascual de la mejor manera posible. También en esta ocasión compartimos momentos especiales de integración, retro-alimentación y compartir.

Fue una semana muy activa y a su vez nostálgica pues no podemos negar que no cesaba nuestro desconcierto, nuestro miedo y nuestra tristeza por la partida de Manolo, nuestro acompañante en el proyecto y nuestro representante ante la universidad. Con su partida parecía que perderíamos la claridad de nuestro rumbo, pero este sentimiento mudó cuando una estudiante de trabajo social –la mano derecha del sacerdote, hasta entonces– asumió el liderazgo del grupo por decisión unánime y considerando que por su profesión sería la más apta. Sin embargo, a partir de entonces se mostró tan desorientada como nosotros e iniciamos una etapa de duelo por la partida de nuestro guía y amigo.

En ese momento estábamos empezando a dialogar sobre la sistematización de la experiencia que nos permitiría analizar nuestras intervenciones y ver la línea de vida del proyecto. Para alcanzar este fin dividimos las diferentes experiencias que hemos vivido a fin de narrarlas y socializarlas. Sin embargo, aunque se alcanzó a recolectar la narración de algunos de los misioneros tal proceso fue aplazado con esta nueva desventura.

En ese momento se sumó a nuestro grupo un nuevo miembro de los Misioneros del Espíritu Santo con la intención de guiarnos. Desafortunadamente las dinámicas no funcionaron bien a causa de su desconocimiento de la historia del proyecto. Nos acompañó durante varias reuniones pero no logramos verlo como un guía. Fue entonces cuando decidimos definir nuestros roles, a fin de continuar con el proceso y no tener que abandonar nuestro servicio en favor de la comunidad de Chimbe.

Retomando el rumbo

Tras un tiempo de asimilación de la nueva situación que estábamos atravesando, llegó a nuestro grupo otro representante de los Misioneros del Espíritu Santo.

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Nuevamente fue difícil adaptarnos a los múltiples cambios que estábamos experi-mentando y debimos recurrir al auxilio de un experto en metodología de marco lógico y árbol de problemas. Con su ayuda, entre agosto y octubre de 2013, las clases magistrales nos otorgaron los conceptos y metodologías que fuimos aplicando al proyecto. Primero realizamos el metaplan con las percepciones e información recolectada en intervenciones previas en la comunidad y luego realizamos el árbol de problemas que nos permitió identificar las causas directas y las consecuencias de cada uno de ellos.

Sin embargo, la perspectiva que teníamos en el grupo no era suficiente para fundamentar el proyecto. Por esta razón decidimos socializar el metaplan y el árbol de problemas con la comunidad entre los días 12, 13 y 14 de octubre de 2013, a fin de comparar las percepciones de las dos partes. Con este fin y esperando que nuestro nuevo acompañante se familiarizara con los habitantes de la vereda, retomamos el visiteo para invitar a la comunidad a las actividades que se realizarían el fin de semana posterior a nuestra semana de receso.

Aprovechamos este nuevo encuentro para realizar una actividad con los niños en la que ellos deberían representar mediante dibujos lo bueno y lo malo de la vereda, de la familia, del colegio y de otros espacios en los que se desarrollaban. Los datos arrojados nos servirían como evidencia de las problemáticas identifi-cadas. Presupuestamos una actividad con los adultos pero no contamos con su participación. Al finalizar esta nueva visita, un poco desmotivados por la falta de asistencia de los habitantes de la vereda, celebramos una misa y aprovechamos la buena respuesta a las actividades religiosas para validar el metaplan con algunos habitantes de la vereda.

Con esta serie de obstáculos en el camino muchos de nuestros compañeros se fueron alejando y ubicando en un segundo plano el trabajo que estábamos realizando con la comunidad. Nuestro abandono del proyecto era inminente pues a lo anterior se sumó la finalización de carrera de algunos miembros, la imposibilidad de asistencia de otros y el incumplimiento de las tareas en los plazos definidos. Poco a poco el grupo se fue reduciendo hasta que quedamos cuatro mujeres luchando por esta tarea que habíamos emprendido y que aún no estábamos dispuestas a abandonar.

Luego de dialogar y reflexionar definimos que la constancia en las intervencio-nes y en las reuniones sería un factor clave para saber con quiénes contaríamos en el proyecto. El compromiso se empezó a medir con la puntualidad en la entrega de las tareas asignadas pues sabíamos bien que ya no queríamos simplemente dar

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una respuesta a la universidad sino demostrar nuestra convicción respecto a los ideales del proyecto.

Tras analizar todo lo que estaba pasando notamos que nos regimos por deter-minados valores: solidaridad, fraternidad, compromiso, responsabilidad, cumpli-miento, confianza y apoyo mutuo. Estos nos habían permitido hasta ahora crecer individual y colectivamente. De igual manera, sin un líder al frente, recibimos el apoyo de Pilar Calvo y Milton Molano quienes orientan ahora este proyecto de servicio a la comunidad.

Finalmente, después de vivir tantos altibajos y de celebrar momentos realmente maravillosos, decidimos que nuestra misión seguirá siendo servir a las personas que están a nuestro alrededor, con clara consciencia y sensibilidad ante la realidad social de nuestro país, aportando a la transformación social por medio de un trabajo interdisciplinar que nos permita alcanzar visiones más amplias de las problemá-ticas existentes. Consecuentemente, nuestra visión será llegar a ser profesionales reconocidos por nuestra sensibilidad y responsabilidad social, medidas por el impacto positivo que lleguemos a causar en los lugares en los que intervenimos.

ReferenciasTejeiro, L., Cruz, I., Díaz, D., Murcia, N., & Forero, C. (2013). Horizonte educativo

pastoral. Bogotá: Distrito Lasallista de Bogotá.

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