ESCENARIOS CULTURALES DE UNA MODERNIDAD...

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NÓMADAS 114 ESCENARIOS CULTURALES DE UNA MODERNIDAD TARDIA Fabio López de la Roche* Los procesos de afirmación de la modernidad en Colombia se consolidan y fortalecen fundamentalmente a partir de la dØcada de los sesenta. El artículo presenta algunos de los escenarios culturales en los cuales se configuran procesos modernizadores y actitudes de modernidad: la consolidación de las Ciencias So- ciales como campos autónomos, la secularización, el desarrollo de la industria editorial, la revolución educativa, la influencia de los medios de comunicación y la conformación de una moderna cultura cotidiana de masas. Desde el punto de vista cronológico nos moveremos fundamentalmente en el marco de los œltimos cuarenta aæos (1960-1998), colocando el Ønfasis, en el tratamiento de los dis- tintos escenarios y fenómenos estudiados, a veces en los aæos mÆs cercanos a los sesenta, a veces en los mÆs próximos a los noventa, y en ocasiones contrastando hechos y facetas iniciales y posteriores, de los fenómenos abordados. * Historiador. Investigador del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional y profesor del Departamento de Comunicación de la Universidad Javeriana. Leonel Góngora (1932)

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ESCENARIOSCULTURALES DE UNAMODERNIDAD TARDIA

Fabio López de la Roche*

Los procesos de afirmación de la modernidad en Colombia se consolidan yfortalecen fundamentalmente a partir de la década de los sesenta. El artículopresenta algunos de los escenarios culturales en los cuales se configuran procesosmodernizadores y actitudes de modernidad: la consolidación de las Ciencias So-ciales como campos autónomos, la secularización, el desarrollo de la industriaeditorial, la revolución educativa, la influencia de los medios de comunicación yla conformación de una moderna cultura cotidiana de masas. Desde el punto devista cronológico nos moveremos fundamentalmente en el marco de los últimoscuarenta años (1960-1998), colocando el énfasis, en el tratamiento de los dis-tintos escenarios y fenómenos estudiados, a veces en los años más cercanos a lossesenta, a veces en los más próximos a los noventa, y en ocasiones contrastandohechos y facetas iniciales y posteriores, de los fenómenos abordados.

* Historiador. Investigador del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales dela Universidad Nacional y profesor del Departamento de Comunicación de la UniversidadJaveriana.Le

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mayor o menor y la huella decididao diluida de unas u otras institucio-nes en la vida política y social (laIglesia, el estamento militar, el sis-tema jurídico-normativo, la insur-gencia armada, etc.), con sus acentoslibertarios o autoritarios o con lamezcla de los unos y los otros.

No haremos referencia aquí alcontradictorio y difícil proceso deconfiguración de escenarios y acti-tudes de modernidad en Colombiaen la primera mitad del siglo XX,proceso ampliamente abordado enla historiografía1 . Nos centraremosprioritariamente en el período queva desde 1958 hasta nuestros días,

La configuración de la moder-nidad está relacionada, por lo menosen la teoría, con la aproximación aun conjunto de criterios universalesideales que la idea involucra, noto-riamente influenciados por los pro-cesos de construcción social y estataloccidentales (europeos y norteame-ricanos), tales como la conformaciónde una burocracia y de una organiza-ción estatal más o menos impersonal,situada por encima de los interesesparticulares, representativa del bienpúblico y capaz de imponer un ordensocial; la separación de la Iglesia y elEstado y la configuración progresivade una educación y una cultura lai-ca; la consolidación de un espíritucientífico que haga posible el pro-greso material y el desarrollo tec-nológico restándole espacio ala superstición y a la igno-rancia en sus versionesmás retardatarias y per-petuadoras del status quotradicional; la libertad deconciencia, de pensa-miento y de expresión delas ideas, garantizada porun ordenamiento políticopluralista, competitivo yabierto que posibilite la afir-mación del individuo y de suautonomía, y por un orden ju-rídico que consagre además delos derechos, ciertas obligacionesbásicas de los ciudadanos.

Pero como la historia es másrica que la teoría, tenemos hoy endía, finalizando el siglo XX, una ricay compleja experiencia que nosmuestra que la configuración de lamodernidad en cada sociedad nacio-nal -por ejemplo, en cada sociedadlatinoamericana-, expresa al mismotiempo, las particularidades históri-co-culturales de la construcción delEstado-Nación en cada país, el peso

en la medida en que tenemos lacerteza de que es a partir de los añossesenta que los procesos de moder-nización y sobre todo las dinámi-cas culturales de la modernidadcomienzan a ser experimentadasmasivamente por la sociedad co-lombiana.

La modernidad y lamodernizacióndurante los años delFrente Nacional (1958-1974); del PosfrenteNacional (1974-1991)y del períodoinaugurado (?) por laConstitución de 1991

Si bien en la primera mitad delsiglo XX se venían abriendo paso en

condiciones difíciles y hostiles losprocesos de modernización, así

como espacios y actitudes demodernidad, es en la se-

gunda mitad del siglo XXque se profundizarán y seampliará la cobertura de

estos procesos en la sociedad colom-biana. Esa extensión y profun-dización de la modernidad y lamodernización (con las viejas y nue-vas distorsiones y perversiones queellas sufren en el violento, enredadoy complejo contexto colombiano),coincide cronológicamente con losperíodos del Frente y del PosfrenteNacional.

La superación de la viejaintolerancia político-religiosay el nacimiento de nuevasintransigencias

Por el lado del sistema político,se produce el experimento de convi-

Leonel Góngora, 1983

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vencia del Frente Nacional que per-mitió progresivamente superar aquelprincipio de �con los míos, con ra-zón o sin ella�2 e ir domeñandopaulatinamente esa matriz de intole-rancia político-religiosa que habíacaracterizado a la cultura política li-beral-conservadora. Poco a poco,pero irreversiblemente, las siguientesgeneraciones se irán desprendiendode la costumbre de heredar familiar-mente militancias políticas liberaleso conservadoras. Nuevos fenómenosy nuevas instituciones sociales y cul-turales que aparecen en aquellos días,como lo veremos más adelante, aus-

piciarán esas y otras actitudes de au-tonomía y de desgajamiento de la po-blación de las adscripcionesideológico-políticas tradicionales.

Paralelamente con la disminu-ción progresiva de la intoleranciaideológica entre liberales y conserva-dores, durante el Frente Nacional vana incubarse nuevas formas de intole-rancia contra aquellos sectores creci-dos al calor de la influencia de laRevolución Cubana de 1959, de laruptura chino-soviética, de las ten-dencias de renovación social de laIglesia estimuladas por el Concilio

Vaticano II, de la reacción antim-perialista contra la presencia norte-americana en Vietnam, y de ladifusión de las distintas vertientes delmarxismo en las universidades públi-cas entonces en expansión.

El anticomunismo primario debuena parte de la vieja clase políti-ca liberal-conservadora, su apego arígidas percepciones del orden y lasjerarquías sociales, la tradición deexclusión o de cooptación pater-nalista de los sectores populares nu-trían, de un lado, esas prácticas deintolerancia contra las nacientes

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fuerzas políticas de izquierda. De otraparte, la asunción religiosa y dogmá-tica del marxismo como verdad re-velada (�la doctrina todopoderosadel proletariado�) por parte de la in-mensa mayoría de los grupos de iz-quierda; su traslado mecánico demodelos este-europeos o asiáticos desocialismo sin un suficiente benefi-cio de inventario; su voluntad desustitución revolucionaria del siste-ma capitalista imperante por la víade la lucha de clases y la insurgenciaarmada, así como su cuestiona-miento de la participación electoralcomo un mecanismo de dominaciónde la oligarquía (la política del�abstencionismo beligerante�), esti-mulaban también del lado de la tra-

dición de izquierdas la adopción des-de los sectores dominantes de polí-ticas intolerantes y de exclusiónhacia estas nuevas fuerzas.

Hay que decir en este punto queel ideario emancipador de las izquier-das (componente sustancial de losprocesos de modernización y de con-figuración de actitudes de moderni-dad) si bien tuvo contribucionessustanciales al desarrollo de pautasde justicia social, de aprecio por lopopular y de crítica a los autorita-rismos y los militarismos oficiales do-minantes en la América Latina deaquellos días, derivó muchas veces -y la historia de la insurgencia arma-da pasada y presente en Colombia

presenta suficientes evidencias-, enrigideces ideológicas, imposicionesburocrático-autoritarias en las orga-nizaciones políticas, tendencias mi-litaristas, excesos y abusos de losderechos humanos, cometidos ennombre de la libertad y la emanci-pación de los trabajadores. Quisié-ramos subrayar, en este sentido, queel papel de las izquierdas en los pro-cesos de modernización y afirmaciónde la modernidad en Colombia, es amenudo contradictorio y no puedereducirse -como lo veremos más ade-lante al observar otros planos de sucontribución a la modernización-, nial juicio cargado sobre las facetas ne-gativas de su actuación histórica nia las visiones románticas o idílicas

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de sus trayectorias histórico-políti-cas y culturales.

El surgimiento de lasciencias sociales comocampos especializados

Un fenómeno muy importanteen el proceso de modernización cul-tural es el surgimiento relativamentetardío, a fines de los cincuenta ycomienzos de los sesenta, de lasciencias sociales moder-nas en cuanto camposespecializados de la pro-ducción intelectual (lasociología y la antro-pología en la UniversidadNacional y en la Univer-sidad de los Andes prin-cipalmente), con agentesprofesionales y funcio-nes igualmente espe-cializadas. Esto significóun relativo desplaza-miento de la veneraciónparroquiana por las �lum-breras� y los diletantes desaberes memorísticos yenciclopédicos, así comode los abogados impro-visados de filósofos ohistoriadores.

Las implicacionesculturales amplias de laconstitución, consolida-ción y extensión de lainfluencia social de lasciencias sociales en lamodernización y afirmación de ac-titudes de modernidad en Colombiaen las cuatro últimas décadas, reque-rirían de un estudio pormenorizadocapaz de establecer etapas, escena-rios y procesos. Quisiéramos sin-embargo llamar aquí la atenciónsobre algunos hechos y momentos.Es importante anotar, que con el na-

cimiento y progresiva consolidaciónde las modernas ciencias sociales enlas décadas de los sesenta y setenta,el bipartidismo pierde el control dela academia ante el avance de unacreciente intelectualidad de izquier-da o independiente desde el puntode vista político-partidista. En esasdécadas, bajo la influencia del pen-samiento funcionalista norteameri-cano, pero sobre todo de diferentesversiones de la teoría de la depen-

dencia y del estructuralismo marxis-ta, matizadas con otras influenciasintelectuales (Freud, Lévi-Strauss, lacrítica textual, entre las más promi-nentes), se configuraron las bases deuna reflexión moderna sobre la rea-lidad nacional. Los debates políti-cos y académicos y la elaboración deideas al interior de los numerosos

grupos de estudio conformados pordiferentes sectores intelectuales deizquierda (comunistas pro-soviéti-cos, maoístas, y sobre todo socialis-tas trotsquistas), contribuyeron alesclarecimiento de las tendencias dedesarrollo de la sociedad colombia-na. No obstante los sesgos político-ideológicos de la investigación socialque se realizaba por esos días y sunotorio carácter político-instrumen-tal (recordemos que en los estudios

sobre la naturaleza de laformación social colom-biana se hacía la carac-terización del tipo desociedad y de las tenden-cias del desarrollo socio-económico imperantes,para determinar conse-cuentemente, por quétipo de revolución se de-bía propender: si anti-capitalista o antifeudal oambas), tenemos que re-conocer hoy día retros-pectivamente, que enesa tradición de mili-tancia política y de re-flexión intelectual sobrela realidad nacional seforjaron muchos de losposteriormente másprestigiosos intelectua-les y cientistas socialesdel país3 .

Estos procesos deconsolidación de lasciencias sociales moder-

nas en los sesenta y setenta, si bienresultan tardíos comparados con losdesarrollos académico-institucionalese intelectuales en otras latitudes deAmérica Latina4 , expresan sin lu-gar a dudas tendencias significativasde internacionalización de la vidacultural colombiana, las cuales cons-tituyen un componente adicional de

Oscar Jaramillo (1947)

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la modernización y de la configura-ción de la modernidad.

Las ciencias sociales y las huma-nidades recibirán desde finales de los70 y durante la primera mitad de losochenta el influjo denuevas teorías y de nue-vos autores (Foucault,Greimas, Barthes, Aus-tin, Jakobson, Mc Lu-han, Piaget, E. Fromm,Hobsbawm, Habermas,Horkheimer, Marcuse,Perry Anderson, PierreVilar) y evolucionaránhacia un tipo de elabo-ración intelectual quesin renunciar necesaria-mente a la crítica del or-den existente y a laformulación de alterna-tivas de sociedad, adop-tará una actitud menosmilitante y menos instru-mental con relación alsentido político de laproducción del conoci-miento social5 .

La segunda mitad delos ochenta y lo que vacorrido de los noventahan mostrado tambiénuna notoria disminu-ción del encerramientocultural colombiano yuna mayor apertura a lastendencias internacio-nales de la investigaciónsocial. La historia de las mentali-dades, el pensamiento sociológicode Touraine y de Bourdieu, la re-flexión semiológica de UmbertoEco, el pensamiento antropológico-cultural de Cliford Geertz y antro-pológico-urbano de Marc Auge, elcreciente interés por el pensamien-to comunicológico universal y

latinoamericano (García Canclini,Martín-Barbero), la difusión de lasobras de Lyotard, Vattimo, Deleuze,Virilio, Derrida, Maffesoli y otrosrepresentantes del pensamientoposestructuralista contemporáneo,

son sólo algunos de los fenómenosy nombres que han permeado denuevas influencias la vida intelec-tual colombiana. Varios de los in-telectuales citados han visitadonuestro país por invitación de suspares académicos y han estimuladoasí el interés hacia sus produccio-nes intelectuales.

Oscar Jaramillo

La producción académica nacio-nal ha aumentado significativa-mente en los últimos 15-20 años. Labibliografía de la cual puede dispo-ner un estudiante universitario co-lombiano en las disciplinas sociales

y humanísticas durantelas décadas de los ochen-ta y noventa va a mos-trar un abanico cada vezmás amplio y plural detemas, autores y referen-tes teórico-conceptua-les; y en cuanto a lasposibilidades de aproxi-mación a las realidadesde la vida colombiana,un cubrimiento signifi-cativo de viejos y nue-vos temas como laViolencia y las nuevasviolencias, historia yeconomía política delnarcotráfico; el cliente-lismo y la corrupción; lacrisis del sistema de jus-ticia y las alternativaspara su solución; la afir-mación de identidadesétnico-culturales; la in-serción internacional delpaís y las relaciones bila-terales Colombia-Esta-dos Unidos; el consumo,las industrias culturales,las culturas urbanas y loscomportamientos políti-cos y sociales de los jóve-nes; la descentralizacióny sus aspectos económi-

cos, políticos y administrativos; losprocesos de colonización y po-blamiento y la historia de la evolu-ción de la frontera agrícola, losmacroproyectos de desarrollo, su im-pacto en el ecosistema y los retos encuanto a un desarrollo sustentable ya un uso socialmente responsable denuestra biodiversidad, etcétera.

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Industria editorial, nuevos públicoslectores y afirmaciónde la modernidad

Un sector del campo cultural que ha jugadoimportante papel en la comunicación y en el de-sarrollo de esa relación entre la producción de laacademia y su recepción por parte de la sociedad(no sólo por el estudiantado como nuevo públicomasivo, sino también por los periodistas y los nue-vos medios de comunicación), ha sido la indus-tria editorial. En la ampliación de la coberturasocial y la formación de nuevos públicos lectorespor parte de la industria editorial en Colombiatenemos que reconocer también el papel jugadopor las izquierdas políticas e intelectuales, que porcierto fueron durante buena parte de los sesenta ylos setenta el público preferencial de pequeñas ymedianas empresas editoriales como Editorial LaPulga, Ediciones Hombre Nuevo, Punta de Lan-za, Editorial La Carreta, Editorial La Oveja Ne-gra, entre las tantas que florecieron por esos días.No está de más recordar que fueron estas edito-riales las que publicaron los primeros trabajo deAlvaro Tirado Mejía (Colombia en la reparticiónimperialista 1870-1914, Ediciones Hombre Nue-vo); de Jesús Antonio Bejarano (El siglo XIX enColombia, visto por historiadores norteamericanos.Compilación, prólogo y notas de J. A. Bejarano,Editorial La Carreta); de Estanislao Zuleta (Con-ferencias sobre historia económica de Colombia, Edi-torial La Carreta) y de Jorge Orlando Melo (SobreHistoria y Política, La Carreta Inéditos Ltda.,Medellín, 1979).

Nos hemos referido arriba a la conformacióna partir de los sesenta de las ciencias sociales comocampos especializados de la producción de sabery al desarrollo de una industria editorial fuerte-mente articulada a nuevos públicos lectores uni-versitarios e intelectuales alternativos. Podríamosafirmar retrospectivamente que esa articulaciónentre ciencias sociales, universidad e industria edi-torial (no sólo la de los sesenta y setenta, sinotambién la muy dinámica de los ochenta y no-venta con una ahora más clara proyección inter-nacional), ha contribuido notablemente a laampliación de los públicos-lectores, a la erosiónde muchas de las instituciones, normas y actitu-des asociados a la cultura tradicional y a la mo-Alicia Viteri, mural (detalle)

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dernización de las mentalidades. Pen-semos cómo gracias a esa interacciónse han masificado en nuestra histo-ria cultural contemporánea distintos�sentidos comunes ilustrados� quehan pasado a convertirse en concep-tos de uso amplio por parte de secto-res significativos de la población:desde las nociones sobre la �depen-dencia� y el �desarrollo�,pasando por la �merito-cracia�, la �sociedadcivil�, el sentido demo-crático de �lo público�, lacrítica de la tradición co-lombiana de �intoleran-cia�, hasta llegar a las másrecientes de �los imagina-rios�, la problemática de�género�, el �desarrollosostenible�, las �hibrida-ciones culturales� o el�empoderamiento� de losactores colectivos.

La revolucióneducativa

Una de las más im-portantes transformacio-nes socio-culturalesvividas por la sociedadcolombiana durante elperíodo que estamos ana-lizando es la masificaciónde la educación, fenóme-no que trajo consigo ini-cialmente posibilidadesnuevas de ascenso socialpara numerosos grupos dela población, pero tam-bién y a partir de un de-terminado momentorelacionado con la saturación delmercado laboral y el crecimiento deldesempleo urbano juvenil, bloqueosy frustraciones en cuanto a las expec-tativas de ubicación laboral, consu-mo y ascenso social. El colombianista

francés Daniel Pécaut se refería así,en un escrito de finales de los 80, aeste proceso:

En el curso de las dos últimasdécadas se produjo también una re-volución educativa cuya amplitud nose ha captado aún. El debate políticose centró en sus deficiencias, en las

condiciones de los profesores, en lamiseria de las escuelas, la disfuncio-nalidad de las universidades, y escomprensible. Pero al lado de esto,se descubre de pronto que el 94% dela población pasa por la primaria, y

Oscar Muñoz (1951), Cortinas

que el 80% de los nuevos trabajado-res de las grandes ciudades han pasa-do por la enseñanza secundaria. Esteavance educativo, además, ha teni-do lugar en forma mucho más equili-brada que en otros países, como porejemplo el Brasil. No ha habido unainflación universitaria antes de la ge-neralización de la primaria. De 1950

a 1970 fue la primaria laque tuvo la expansiónmás rápida. Es evidenteque se trata de un cam-bio profundo de las es-tructuras sociales queconduce a nuevos blo-queos. Los hijos de loscampesinos, con una for-mación primaria o un ru-dimento de enseñanzasecundaria, no aceptanfácilmente la condiciónde sus padres. Los jóve-nes urbanos, que han ter-minado la secundaria y aveces iniciado la carrerauniversitaria, no puedensino verse frustradoscuando resultan, pese atodo, condenados a ta-reas no calificadas o a os-cilar entre los mercadosformales e informales detrabajo6 .

Hay que observar -yesto es bien diciente deltipo de modernidad con-figurado en nuestraexperiencia histórico-política y de construc-ción institucional-, quebuena parte de la diná-

mica del proceso de ampliación dela cobertura de la educación en Co-lombia ha correspondido a esfuerzos(y cálculos comerciales, en honor ala verdad) de los particulares: a nu-merosos colegios en manos de �due-

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ños� privados, comunidades e insti-tuciones religiosas, en el caso de laeducación primaria y secundaria; yen cuanto a la educación superior, auna enorme cantidad de universida-des e instituciones universitarias par-ticulares que han proliferado en losúltimos 15 años, muchas de ellas dedudosas cartas de presentación. Untrabajo histórico-sociológico, com-parativo de las reformas univer-sitarias en la Universidad Nacionalde Colombia y en la UniversidadNacional Autónoma de MéxicoUNAM, nos muestra cómo mien-tras para los mexicanos la educaciónsuperior es considerada un derechoy una responsabilidad pública, paralos colombianos tiende a percibirseprioritariamente como una respon-sabilidad familiar7 .

Transformación de lasfunciones de la cultura,masificación del consumo ymodernización de la vidacotidiana

En un muy interesante y recono-cido trabajo sobre modernidad ytransformaciones culturales en Chi-le, sus autores observan para el casodel país austral cómo la modernidadse inicia en los años 20 y se profun-diza a partir de 1964 �bajo el impulsode las políticas reformistas y de cam-bio social propiciadas por el gobier-no demócrata-cristiano, las queeliminan las condiciones de preser-vación y de reproducción de las ins-tituciones culturales y de los modosde interacción identificados con lacultura tradicional�8 . No sabemos sicon la misma intensidad que el pro-ceso chileno, pero podríamos decirque hay cierta coincidencia crono-lógica de los procesos entre los dospaíses en los años sesenta: tanto Freidesde su Revolución en Libertad

(1964-70) como Lleras Restrepo(1966-70), intentan desarrollar unproceso de modernización estatal, derealización de una reforma agraria(creación del Instituto Colombianopara la Reforma Agraria INCORA)y de promoción de la organizaciónsindical de la población trabajadoracampesina con miras a llevar a buentérmino la reforma agraria (creaciónde la Asociación Nacionalde Usuarios CampesinosANUC, en nuestrocaso). Sabemos quelos dos paísesmarcharánen la décadasiguiente porcursos políticosd i v e r g e n t e s .Sinembargo,y retornandoa los sesenta,difícilmentepodríamosdecir deL l e r a sRestrepo,a pesar dereconocerlesus esfuerzos anti-clientelistas, demodernizacióndel Estado, contrala corrupción esta-tal y a favor dela promocióny diversifica-ción de la ex-portaciones, quebajo su gobierno se hubieran elimi-nado �las condiciones de preserva-ción y de reproducción de lasinstituciones culturales y de los mo-dos de interacción identificados conla cultura tradicional�. Pero si bienno se produjo ese quiebre, y la so-ciedad colombiana ha tenido queasistir a un largo proceso de erosión

progresiva de las instituciones y lascostumbres asociadas a la sociedadtradicional, fue en esa década, don-de al calor no sólo de las medidasgubernamentales, sino sobre todo delos procesos socio-económicos demodernización (urbanización, capi-talización del campo, industrializa-ción) y de las dinámicas socio-culturales que hemos venido descri-biendo en este trabajo, que comen-zó el resquebrajamiento definitivode la sociedad tradicional colombia-na en cuanto modelo hegemónicode organización de las relacionessociales9 .

Nos hemos referido arriba a la ex-tensión de la cobertura de la educa-ción, al desarrollo de las cienciassociales modernas y de los procesosinvestigativos en las universidades,así como al movimiento expansivode la industria editorial. Estos proce-sos tienen que ver con lo que Brunnerha denominado, abordando el pro-ceso de incorporación de la moder-nidad en Chile durante los sesenta,�la emergencia de un sistema de pro-ducción cultural diferenciado parapúblicos masivos�10 .

Una de las características de laincorporación de la modernidad esque la cultura desplaza su centro des-de la esfera privada hacia la esfera pú-blica, deviniendo progresivamente deun recurso privado para la distinciónsocial en un servicio público:

La cultura tradicional, en todassus expresiones principales, era unacultura de circuitos sociales cerradosy de base privada independientemen-te del apoyo que pudiera recibir deorganismos estatales. Era una formade vida, un atributo de los individuos.El ideal de la cultura era el ideal delhombre culto, el �gentleman�, fenó-

Gustavo Zalamea(1951)

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meno específico de la sociedad civilorganizada en clases y estratos de cla-se. La cultura era concebida comouna manera-de-ser en el mundo; nocomo una especialización. Con lamodernidad, la cultura abandona me-tafóricamente la sala de ópera, y salea las calles, entremezclándose con laciudad, con la economía, con el Go-bierno, con los movimientos políti-cos y sociales, y reorganiza suinfraestructura en torno de centena-res de instituciones de diverso tipoque reclaman atención pública y re-cursos del Estado, independiente desu estatuto legal�. La cultura se�funcionaliza�:crecientementeserá tratada comouna dimensión es-pecializada de lasociedad, seráestudiada porespecialistas yproducida y en-juiciada por unpersonal profesio-nalizado en tornode esas funciones.Su penetraciónpor el mercado,esto es, su distri-bución ampliaday estandarizada enun espacio deintercambios re-lativamente anó-nimos, le resta �rareza� o �carisma�,permitiendo que sea apropiada por to-dos o por cualquiera, siempre quecuente con los medios y las compe-tencias de acceso11 .

La creación del Instituto Colom-biano de Cultura, Colcultura, en1968 es ya uno de los hechos tem-pranos indicativos de ese proceso defuncionalización de la cultura, cons-titutivo de la incorporación de la

modernidad. Veintinueve años des-pués, en 1997, hemos asistido a lacreación en Colombia del Ministe-rio de la Cultura, el cual probable-mente corresponde a un nuevoestadio y a unas nuevas demandashistóricas de manejo especializadode la actividad cultural. Desde haceunos años la cultura en Colombiatambién ha empezado a concebirsepor parte de algunas dependencias yagentes públicos como objeto de po-líticas, es decir como �un servicio delque debe hacerse cargo el Estado yorganismos privados, distribuyén-dose a través de circuitos públicos,

de mercado o de base comunitaria,con la intervención reguladora deorganismos representativos de losintereses locales, corporativos, em-presariales, sindicales y estatales�12 .Muchas de las iniciativas de la an-terior administración distrital deAntanas Mockus (el Observatoriode Cultura Urbana o la creación delSistema Distrital de Cultura paraBogotá) fueron concebidos desdeuna óptica de políticas culturales

Luis Fernando Peláez (1945), Ahora (detalle)

para la regulación concertada de lavida social.

Miremos ahora lo que ocurre enla sociedad colombiana a comienzosdel Frente Nacional en relación conla ampliación del consumo masivo.Los años 60 muestran en Colombialos inicios del proceso de masifica-ción del consumo de bienes materia-les y simbólicos, en las décadasanteriores reducido a sectores más omenos selectos y pudientes de la so-ciedad. Bajo el impacto de nuevaspropuestas culturales, del desarrollode los medios masivos y las industrias

culturales y apartir de laconstitución deun �mercado demensajes� seconfigura unacultura cotidianade masas como�el fenómenomás prominen-te de la culturacotidiana pro-pia de la mo-d e r n i d a d � .Afirman los au-tores citados -yendo más alláde los sesenta yproyectando sumirada sobreprocesos más

contemporáneos referidos a los seten-ta y los ochenta-, que ese mercadode mensajes y esa cultura cotidianade masas van a jugar un papel rele-vante en el desplazamiento de �lasformas tradicionales de organizaciónde la cotidianidad en torno a la reli-gión primero y luego en torno al tra-bajo y/o a la política�13 .

Sobre el primer aspecto resultaconveniente recordar hoy día cómo

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en los sesentas y a comienzos de lossetenta muchos de los símbolos y tes-timonios icónicos que encarnaban ladominancia en los hogares de la cul-tura tradicional (los cuadros de LaÚltima Cena, del Sagrado Corazónde Jesús, de la Virgen del Carmen,del Purgatorio, de la Virgen del Per-petuo Socorro), empezaron a serdescolgados y reemplazados progresi-vamente por afiches o posters -repre-sentativos de lo moderno a los ojosde los jóvenes de entonces- ante lamirada escandalizada de nuestrasabuelas. Los nuevos ritmos musica-

les traían consigo un efecto similarde modernización a nivel de las sen-sibilidades: El rock y la música de losBeatles �empezaba a romper con laforma tradicional de oír la música denuestros padres�14 .

Varios años después -como muybien lo insinúan los analistas chile-nos en observación válida tambiénpara la comprensión de los procesosculturales contemporáneos en Co-lombia-, serán los mundos del traba-jo y de la política, los que resultaránvapuleados por los nuevos fenómenos

del hedonismo, del hiperconsumo yel individualismo llevado a límites in-sospechados.

La secularizacióny la redefinición de lasrelaciones entre IglesiaCatólica y Sociedad

Una de las transformacionessocio-culturales más importantesde las que ha vivido Colombia de1958 hasta nuestros días es sin lu-gar a dudas la secularización o

Germán Londoño (1961)

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laicización de las mentalidades yde la vida social. La hegemonía dela vieja cultura católico-conserva-dora se va a ir desmoronando pro-gresivamente en virtud de muydiversos factores. Entre ellos po-dríamos anotar la urbanización cre-ciente del país, la vinculaciónprogresiva de la mujer al mundo la-boral, el surgimiento de estos nue-vos escenarios de modernizaciónque hemos venido presentando yla configuración en ellos de la po-sibilidad de comportamientoselectivos, opuestos a los rolesadscriptivos o incuestionablementepreestablecidos propios de las so-ciedades tradicionales.

Otro factor central que debilitóel control eclesiástico de la vida cul-tural fue la progresiva adopción porla población de los métodos de con-trol natal, contra los cuales se mani-festaba abiertamente la IglesiaCatólica tradicional. La adopción enlos primeros gobiernos del Frente Na-cional de amplios programas de pla-nificación familiar apoyados por laAlianza para el Progreso y el BancoMundial condujo a que �si en el pe-ríodo 1960-1965 la tasa de natalidadera del 44.6 por mil, ésta cayó al 31.0por mil entre 1980-1985�, observaTirado Mejía que

lo sorprendente de todo estofue que, un pueblo pregona-damente católico y apa-rentemente sumiso a losmandatos de sus pastoresaceptó y tomó para sí lacampaña antinatalista.Con ello se comenzó amanifestar algo que pode-mos denominar la crisis de la cul-tura y de la ética religiosa denuestro país. Estas habían regidosecularmente las costumbres y los

ritos y ahora están desaparecien-do sin que su lugar como elemen-to de convivencia social hayasido llenado por una cultura y unaética laica15 .

Comentando el abando-no, en el período

abordado, porparte de los

dirigentes liberales, de la tradicionaltáctica de enfrentamiento radical conla iglesia ante sus pretensiones fren-te al poder civil, Tirado agrega que

fue así como en este campo... (eldel control natal...) y en el de laeducación, los gobernantes libe-rales del Frente Nacional, sin en-contrar mayor oposición delestamento dirigente conservador,avanzaron en lo que quizá sea elmás determinante logro del Fren-te Nacional: la laicización delpaís. Sin acudir a las fórmulas deMosquera y sin tener que sufrirlos injustos y vehementes ata-

ques a que fueron someti-dos por la Iglesia los

gobernantes de la segunda Repú-blica Liberal, se acudió a una fór-mula de ancestro colonial, deobedecer pero no cumplir. A laIglesia se le oyeron sus quejas enese campo pero no se le prestóatención16 .

Hay que anotar también las pro-pias dificultades de la Iglesia Católi-ca colombiana para renovarse yadecuarse a los nuevos vientos y lasnuevas realidades culturales de la vidacolombiana. El proceso que va de unMonseñor Concha Córdoba exco-mulgando y anatematizando al curaguerrillero Camilo Torres y de unaIglesia Católica comprometida abier-tamente a comienzos de los sesenta

con la defensa de los intere-ses de la oligarquía, a laIglesia Católica de hoy,

vinculada de una u otra manera ala mediación y a la búsqueda de

la paz en nuestro conflictoarmado, al cuestionamiento

de las operaciones de limpie-za social efectuadas por la Policía

contra indigentes y drogadictos (elcaso del entonces obispo de PereiraDarío Castrillón, hace unos pocosaños), o al distanciamiento crítico deMonseñor Rubiano con respecto algobierno Samper a través de la figurasimbólica del elefante, ha sido sin

Germán Londoño, Cazador, 1995

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lugar a dudas un proceso largo y con-tradictorio, con muchos esguinces, ysin evidencias claras en este momen-to de una actitud de compromisoséticos claros y de liderazgo de partede las jerarquías ante la desbordantecrisis ética, política y social experi-mentada actualmente por el país. Talvez el caso del propio MonseñorCastrillón, nombrado hace unos me-ses Cardenal por el Papa Juan PabloII, refleje las contradicciones en laevolución reciente de la Iglesia Ca-tólica: ese obispo valeroso a quien nole tembló la voz en Pereira para de-nunciar las desapariciones de

indigentes y consumidores de drogapor parte de la Policía, unos años des-pués, durante la campaña electoralpara la presidencia que llevaría alpoder a Ernesto Samper, invitaría alos colombianos a no votar por elcandidato liberal, por haber acepta-do éste alianzas con grupos protestan-tes. Para muchos observadores de lavida colombiana las declaraciones deCastrillón nos devolvían a los tiem-pos del sectarismo liberal-conserva-dor de los cuarenta y cincuenta quecreíamos definitivamente desterradode nuestra experiencia político-cultural17 .

Lo evidente en el momento ac-tual es que la crisis de la Iglesia Cató-lica se mantiene -no obstante laobtención por ella de un importantelugar a la hora de las encuestas sobrecredibilidad de distintas institucionesa los ojos de la población- y ella estásufriendo hoy día una notoria compe-tencia de iglesias y movimientos reli-giosos cristianos y carismáticos y hastade pastores electrónicos que tal vez lo-gran captar mejor las demandas y ne-cesidades de participación, expresióny renovación de la vida ritual de loscreyentes, por cierto, en algunos ca-sos, con procedimientos preocupantes

Germán Londoño, Delacroix soñando con Africa, 1995

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de manipulación de las necesidadesafectivas y psicológicas de sus cliente-las religiosas.

De todas formas, hay que anotarque el panorama de cultos religiososen Colombia es actualmente bastan-te plural y la emergencia de nuevasiglesias y nuevos movimientos llevóa la supresión de cierto monopoliohistórico que la Iglesia Católica ha-bía tenido de la educación religiosaen los colegios oficiales y privados ya la promulgación de medidas jurídi-cas de salvaguarda de los derechos delas minorías religiosas. Es simbólica-mente diciente de esta transforma-ción y pluralización de la vidareligiosa, que la Corte Suprema deJusticia se haya pronunciado prohi-biendo la consagración de la Naciónal Sagrado Corazón de Jesús, ce-remonia ritual a través de la cuallos gobiernos refrendaban la su-puesta filiación católica de todoslos colombianos18 .

Medios de comunicación,industrias culturales ytransformaciones culturalesrecientes19

No hemos estudiado atenta-mente las transformaciones socio-culturales ligadas a los procesostranscurridos entre los inicios dela masificación del consumo debienes materiales y simbólicos alcual nos referíamos antes y queubicábamos en los sesenta, y el ac-tual panorama de difusión de laprensa escrita, de las revistas, defortalecimiento y desarrollo tec-nológico de la radio, de plurali-zación y segmentación de susformatos y audiencias, deampliación de la coberturaterritorial de la televisiónconvencional, de los cana-

les regionales, y en los actuales mo-mentos, de la televisión satelital y porcable, para no hablar del crecimien-to de otras industrias culturales, comola discográfica y la de los grandes con-ciertos. ¿Qué le pasó a la sociedad co-lombiana en virtud de esos procesos?¿En sus mentalidades, en las percep-ciones de sí misma, en sus niveles deinformación y cultura general, en sucultura política, en sus lenguajes ysensibilidades?

El desarrollo de la televisión apartir de los años ochenta es uno delos procesos más dinámicos y tal vezde los de mayor incidencia en la vidacultural. De un lado, la llegada de latelevisión a color en 1979. Pero ade-más y sobre todo, una ampliación delos circuitos, los lenguajes y los gé-

neros. Se desarrolla la mezcla de gé-neros estéticos y aparecen nuevosformatos y subgéneros, incorporan-do una serie de elementos expresivosde la constitución de una nueva es-tética televisiva: los tiempos fugaces,el hábito del fragmento (encarnadoen el videoclip y en la práctica tec-nológico-cultural del zapping) y lalógica del show como estilo-marco20 .

A esta expansión de la televisióny del video, se suma también desdelos ochenta un conjunto de procesostecnológico-culturales asociados a larevolución informática tales como eluso de las parabólicas, la televisiónsatelital y por cable, la adquisiciónde videocaseteras y videofilmadoras,los computadores, la vinculación a re-des como Internet y otras, además de

la proliferación en lacotidianidad de los video-juegos. Estos procesos tec-nológico-culturales handado lugar a la configura-ción de nuevos desarrollostecno-perceptivos, nuevasestéticas, nuevos lenguajesexpresivos y formas de vi-vir la vida cotidiana aso-ciados a una nueva culturamediática21 la cual entra ainteractuar compleja-mente con tradicionesculturales, estéticas ycomunicativas previas.

Otros fenómenos rela-cionados con la creaciónde escenarios y comporta-mientos colectivos vincu-lados a la conformaciónde cultura mediática, sonlas radios F.M. con su es-tímulo de una culturaaudio, la centralidad delconsumo ritualizado enlos grandes centros comer-Germán Londoño, E. Leiffson sobre un río, 1995

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ciales con su desplazamiento de lostradicionales lugares públicos de en-cuentro, la popularización de losgrandes conciertos en las ciudadesgrandes y medianas, y la conforma-ción de nuevas formas de la sociabi-lidad juvenil presentes en muydiversas �tribus� y otras variadas for-mas juveniles de reunión.

La expansión del consumo decine a domicilio (estimulado no sólopor las tiendas de video-cine sinotambién por la inseguridad urbana),ha llevado también al cierre de nu-merosas salas de exhibición cinema-tográfica y a su conversión en salasde juego de billar o en lugares masi-vos de oración de grupos cristianos ycarismáticos, cual es el caso de la

sagrado constitucionalmente en laCarta de 1991.

Si de un lado la televisión ha in-cidido en los procesos de urbaniza-ción (por ejemplo estimulandosignificativamente a través de su ex-pansión cuantitativa y geográfica laurbanización cultural del campo), yen los de secularización de las men-talidades colectivas, de otro lado ellaha sido también un espejo, un espa-cio de representación de las transfor-maciones modernizadoras sufridas porla cultura. Muestra de ello pueden ser�Los Victorinos�, recreando la histo-ria del populismo anapista y de la iz-quierda de los setenta; �SeñoraIsabel�, reflejando las dificultades delas mentalidades familiares tradicio-nales para dar cabida a comporta-mientos autónomos de la mujer,anteriormente intolerables; �Hom-bres�, posibilitando un tratamientotranquilo y no machista de la figuradel homosexual, o �Tiempos Difíci-les�, recreando desde la ficción losagudos conflictos político-militaresentre Ejército, guerrillas y gruposparamilitares, haciendo visibles losabusos de los distintos actores y lassituaciones de riesgo vividas por lapoblación civil en las zonas de en-frentamiento armado, y poniendo encontacto el mundo cultural del tele-vidente metropolitano con lacotidianidad violenta y cruda demuchas zonas de colonización.

Si los medios de comunicación ylas industrias culturales crearon en lossesenta una cultura cotidiana de ma-sas y un mercado de mensajes quetuvieron la función inicial de hora-dar las murallas de la sociedad y unsaber tradicional, en las décadas si-guientes ellos han jugado un papelimportante en la profundización yextensión de la modernización cul-

José Antonio Suárez (1955)

�toma� de tres salasde cine en Bogotápor el grupo �Ora-ción Fuerte al Espíri-tu Santo�. Hemosasistido también alsurgimiento de pe-queñas salas de exhi-bición (cine-bares ypequeños cines co-merciales y alternati-vos) ante la crisis delas grandes salas. Loevidente aquí son lasclaras implicacionesque estas transforma-ciones tecnológicas yde las formas de usarla ciudad entrañanen la alteración de lasanteriores percepcio-nes de lo público y loprivado.

Estos procesostecnológico-cultura-les asociados a laconformación depautas de cultura

mediática no transcurren por supues-to sobre una tábula rasa. Ellos seimbrican de múltiples formas con lastransformaciones socio-culturalesque hemos venido analizando: conlos procesos de urbanización, de se-cularización, de emancipación de lamujer y de transformación de losroles de género, de individuación,personalización o profundización delindividualismo contemporáneo; conel interés creciente de las nuevasgeneraciones por la vida cotidiana,el humor y lo lúdico, el culto delcuerpo y el hedonismo, pero tam-bién con la eclosión de la diversi-dad cultural y el descubrimiento denuevas identidades socio-culturalesexperimentado en los últimos añospor la sociedad colombiana y con-

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tural. Obviamente no lo han hechoellos solos, sino confluyendo con lasmodificaciones en las costumbres, enla sexualidad, en los tipos de pareja yde familia, en las formas de ejerciciode la autoridad paterna o en las ma-neras de relacionarse con el cura, lamonja o el gamonal.

Citas

1 Véanse entre otros: Rubén JaramilloVélez, �La postergación de la experienciade la modernidad en Colombia�, en su li-bro Colombia: la modernidad postergada,Santafé de Bogotá, Argumentos-Temis,1994, pp.22-50; Jorge Orlando Melo, �Al-gunas consideraciones globales sobre �mo-dernidad� y �modernización� en el casocolombiano�, en: Revista Análisis Político,No. 10, Bogotá, mayo-agosto 1990, p.29;Fabio López de la Roche, �Cultura políti-ca de las clases dirigentes en Colombia:permanencias y rupturas� (especialmen-te el aparte ��Regeneración� y antimo-dernidad en la cultura�, pp.103-127), en:Fabio López de la Roche, (compilador),�Ensayos sobre cultura política colombia-na�, Controversia, No. 162-163, CINEP,Bogotá, 1990.

2 La expresión fue acuñada por el expresi-dente Alberto Lleras Camargo, agudoanalista de la Violencia de los años cua-renta y cincuentas. Reflexionando sobreel fenómeno, anotaba como uno de losprincipales factores estimulantes de laintolerancia bipartidista �el insensatoconsejo que ha presidido nuestras luchas:�con los míos con razón o sin ella��, en:Alberto Lleras Camargo, Sus mejores pá-ginas, Segundo Festival del Libro Colom-biano, Compañía Grancolombiana deEdiciones S.A., sin indicación de ciudadni fecha, p.163.

3 Véase por ejemplo el artículo �Valor y pre-cios de producción� del hoy exministrode Economía José Antonio Ocampo, enla revista socialista Teoría y Práctica enAmérica Latina, No. 14, abril 1979; deSamuel Jaramillo �Hacia una teoría de larenta del suelo urbano (2da. parte)� en lamisma publicación, No. 12-13, octubre1978; el juicioso trabajo crítico del clási-co libro de Mario Arrubla, Estudios sobreel subdesarrollo colombiano, escrito por elhoy miembro de la Junta Directiva delBanco de la República, el historiador y Mónica Salazar (1997)Mónica Salazar (1975)

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denamiento tradicional a la configuraciónde una sociedad moderna, en un procesoque arrancando desde los años veinte es-taría aún en curso finalizando la décadade los ochenta. Véase, Francisco LealBuitrago, �El sistema político delclientelismo�, en: Análisis Político, No. 8,Instituto de Estudios Políticos y Relacio-nes Internacionales, Universidad Nacio-nal, septiembre-diciembre 1989,pp.20,22.

10 Brunner, Ob. cit., p.25.11 Ibid., pp.28-29.12 Ibid., p.30.13 Ibid., pp.34-35.14 Testimonio de Juan Antonio Pizarro en

la Mesa Redonda �El movimiento estu-diantil de los setenta: un aporte para losnoventa�, realizada en el auditorio PabloVI de la Universidad Javeriana el 29 deagosto de 1990, citado en: Fabio Lópezde la Roche, Izquierdas y cultura política.

economista Salomón Kalmanovitz, en laRevista Ideología y Sociedad, No. 10, abril-junio 1974; las �Anotaciones breves paraun debate extenso sobre programas� delescritor Fernando Cruz Kronfly, en el No.13, abril-junio 1975, de la misma Ideolo-gía y Sociedad; o el ensayo �La política enla investigación social� del hoy muy re-conocido cronista de las migraciones, lasviolencias y la vida colombiana, el escri-tor Alfredo Molano, en la misma publi-cación, No. 22, julio-septiembre 1977.

4 Sobre los procesos de conformación delcampo de las ciencias sociales en Brasil,Argentina, Chile y Uruguay, sus años deconstitución y algunas especificidadesnacionales de esos procesos, véase JoséJoaquín Brunner y Alicia Barrios, Inqui-sición, mercado y filantropía. Ciencias so-ciales y autoritarismo en Argentina, Brasil,Chile y Uruguay, Santiago de Chile,FLACSO, 1987 (especialmente las pági-nas 55-88).

5 Habría que precisar a través de investiga-ciones empíricas sobre nuestra historia in-telectual en las últimas cuatro décadas,los cruces, encuentros y desencuentrosentre la investigación social máspolitizada que se desarrollaba desde lamilitancia y los grupos de estudio de iz-quierda, y la elaboración intelectual másestrictamente académica, menos ligada ala militancia política y producto de laconfiguración de campos especializadosdel saber social y humanístico.

6 Daniel Pécaut, Crónica de dos décadas depolítica colombiana 1968-1988, Bogotá, Si-glo XXI, 1989, pp.26-27.

7 Mariana Serrano Zalamea y Aura MaríaPuyana, �Procesos de reforma institu-cional en la educación superior: los casosde la Universidad Nacional de Colombiay la Universidad Nacional Autónomade México. Informe de Avance�(mimeo), Santafé de Bogotá,IEPRI-Colciencias, 1997.

8 José Joaquín Brunner, Alicia Ba-rrios y Carlos Catalán, Transfor-maciones culturales y modernidad,Santiago de Chile, Facultad Lati-noamericana de Ciencias SocialesFLACSO, 1989, pp.23-24.

9 Francisco Leal se ha referido a lo prolon-gada que ha sido la transición estructuralde la sociedad colombiana, desde su or-

¿Oposición alternativa?, CINEP, Santafé deBogotá, 1994, p.73.

15 Alvaro Tirado Mejía, �Del Frente Nacio-nal al momento actual: Diagnóstico deuna crisis�, en: Nueva Historia de Colom-bia, Bogotá, Planeta, 1989, pp.402. Lascifras son tomadas del Anuario Estadísticode América Latina y el Caribe , de laCEPAL, edición 1986.

16 Ibid., pp.402 y 403 respectivamente.17 Véase la información de prensa ��Voten

en blanco� pide Castrillón�, en: El Tiem-po, domingo 12 de junio de 1994, p.15A.

18 Sobre las posiciones de la Iglesia Católi-ca en los noventa pueden verse, de FernánGonzález, el Capítulo 7 �El papel de laIglesia católica en la coyuntura de losnoventa: ¿Defensa institucional o búsque-da de la paz?� y sobre la problemática ob-jeto de este artículo, el Capítulo 8 �El fon-do del problema: la relación entre Iglesiay modernidad en Colombia�, en su libroPoderes enfrentados. Iglesia y Estado enColombia, CINEP, Santafé de Bogotá,1997.

19 Una visión más amplia y matizada de larelación de los medios de comunicacióncon las transformaciones socio-culturalescontemporáneas puede verse en mi artí-culo �Cultura mediática y videopolíticaen Colombia y América Latina�, próxi-mo a publicarse en Análisis Político, No.33, Bogotá, enero-abril 1998.

20 Sobre esto véase más ampliamente: Bea-triz Sarlo, Capítulo II �El sueño insom-ne�, en: Escenas de la vida posmoderna. In-telectuales, arte y videocultura en la Argen-tina, Buenos Aires, Ariel, 1997.

21 Culturas o subculturas mediáticas, produ-cidas en buena parte por la incidencia delos medios de comunicación masiva, hanexistido en América Latina mucho antesde los ochenta, asociadas a la expansiónde la radio desde los años treinta, del ciney de la prensa popular de masas en lasdécadas siguientes. La diferencia de estacultura mediática de los ochenta hastahoy, estaría en la diversidad de influen-cias tecnológicas que se conjugan en ella,en su operancia en un contexto de crisisde los relatos de la modernidad (�razón�,�revolución�, �vanguardia�, �progreso�),y en la pérdida o erosión sustancial de lacentralidad de la cultura letrada.

Mónica Salazar (1997)