LA PREGUNTA POR LA MODERNIDAD EN...

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89 NÓMADAS Luis Alberto Acuæa, joven violinista * Docente; investigador del Centro de Investigación Literaria (en los Centros de Estudios Humanísticos de Berlin). Autor de los libros Posmodernidad en la periferia y Enfoques Latinoa- mericanos de la nueva teoría cultural, entre otros. LA OTRA TRAMA DE LA MODERNIDAD o ¿PARA QUE SIRVE PENSAR POSMODERNAMENTE DESDE LA PERIFERIA? Hermann Herlinghaus* El artículo hace un anÆlisis de la manera como cierto sector del pensamiento latinoamericano ha abordado el tema de la modernidad en la región. Resalta los problemas a los cuales se enfrenta un pensamiento nuevo, delinea algunos de sus principales presupuestos y procesos de construcción epistemológica y seæala, con- venientemente, el lugar que este pensamiento ha ocupado desde las œltimas dØca- das en el Æmbito acadØmico construido por los centros.

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* Docente; investigador del Centro de Investigación Literaria (en los Centros de EstudiosHumanísticos de Berlin). Autor de los libros Posmodernidad en la periferia y Enfoques Latinoa-mericanos de la nueva teoría cultural, entre otros.

LA OTRA TRAMA DE LAMODERNIDAD o

¿PARA QUE SIRVE PENSARPOSMODERNAMENTE

DESDE LA PERIFERIA?

Hermann Herlinghaus*

El artículo hace un análisis de la manera como cierto sector del pensamientolatinoamericano ha abordado el tema de la modernidad en la región. Resalta losproblemas a los cuales se enfrenta un pensamiento nuevo, delinea algunos de susprincipales presupuestos y procesos de construcción epistemológica y señala, con-venientemente, el lugar que este pensamiento ha ocupado desde las últimas déca-das en el ámbito académico construido por los centros.

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implicaciones de la supuesta existen-cia de �muchas verdades� reforzaronlos mecanismos de autorización y le-gitimación2 . Considerando que elpeso globalizador sobre lo cultural lle-va al �científico humano� a reubicarse,y esto significa también tomar seria-mente en cuenta el mercado, hoy porlo que se brega es por la innovatividad(sorpresa), la legitimidad (insti-

tucionalización) y lacirculación (atracción ypragmatismo) al mismotiempo.

¿Cómo puede el in-telectual académicoasegurar su identidad encondiciones donde louno parece contradecirlo otro? ¿Cómo se orga-niza la diversidad deestas identidades ines-tables en las nuevasdialécticas centro-peri-feria? ¿Podría hablarsede una democratizacióno pluralización �represi-va� que atraviesa en gra-do notable las cienciashumanas y que con-tribuye a reordenartrasnacional y flexi-blemente las hege-monías? Cualquiergeneralización sería di-fícil, pero más allá delos textos se debe hablarde mecanismos. Llamala atención el hecho deque por más que hayancambiado el debate y eldiálogo internacional,al hacerse más inclu-

sivos generan también otras formasde marginalización. Así nos toca unatercera pregunta: si el pensamientode modernidad desde Latinoaméricase ha internado definitivamente en

Preámbulo

Desde los años ochenta, el pen-samiento latinoamericano en tornoa la modernidad está viviendo su talvez más profundo cambio. Pasó deunos grandes discursos de proyeccióny deseo en un fondo histórico de ex-periencias cuya hibridez durante lar-go tiempo no fue digna de criteriocientífico, a un movi-miento de reflexión quellegó a asumir como cri-terios la precariedad, ladiversidad, la disconti-nuidad. Esto, no paraentregarse ni al olvidoni a la despedida de es-peranzas, sino para me-terse en aquellas zonasopacas por las que hoypasan las dinámicas cul-turales. Dinámicas queoscilan, para dar unejemplo particularmen-te complejo, entre lasecularización en con-diciones periféricas y losfenómenos de reen-cantamiento massme-diático1 . Ahora, elcambio abarca dos ni-veles: 1. Los problemasen los que indaga unpensamiento nuevo ylas concepciones quedesarrolla y aplica. 2.Un estatus diferenteque éste cobra en los de-bates culturales en la re-gión y en el nivelinternacional. De loprimero no resultaautomáticamente lo se-gundo. Pero es hasta ahora, que de larelación de ambos niveles hablan losrecursos intelectuales y políticos dela denominada �modernidadperiférica heterogénea� o -en forma

de paráfrasis muy discutida-�posmodernidad latinoamericana�.

Antes de tematizar comparativa-mente una serie de aspectos de la re-flexión latinoamericana, valdríatomar nota de paradojas que marcanlos quehaceres en -con comillas deFoucault- las �ciencias humanas�. Elcriterio de verdad no ha vivido su

desaparición sino su �multiplicación�,pues muchas teorías llegaron a recla-mar, al construir esquemas, algunaverdad. Pero con la enorme prolife-ración de modelos teóricos, las

Guillermo Wiedeman (1905-1969), monotipo, 1955

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cuestiones culturales que son de ín-dole estratégica3 , ¿puede cobrar tam-bién, en mayor o menor grado, unafunción estratégica en los escenariosinternacionales?4

Aquí las retóricas facilistas -Latinoamérica moderna versusposmoderna /o posmoderna versusmoderna- no ayudanmucho. El problema noestá solamente en elnombre y lo que éste lo-gra ordenar teórica-mente, el problema estátambién en una com-plicada reconfiguracióndel pensamiento cultu-ral en los escenariosatravesados por laglobalización.

El relatodiferente

Recordemos el ba-lance con el queRenato Ortiz marcóaquella encrucijada quehizo imprescindiblepensar una modernidaddiferente y que llevó aconectar de Chile aMéxico, durante losaños ochenta, un grupode pensadores de diver-sas afiliaciones que con-cibieron la cultura/locultural de una maneraradicalmente nueva5 .�Se imaginó que el proceso de mo-dernización eliminaría, por si solo,tanto el subdesarrollo como las in-justicias sociales. Esta visión un tan-to ingenua del proceso histórico nosllevó a sobrevalorar la búsqueda deuna �identidad moderna� sin que tu-viésemos una perspectiva crítica de

lo que se deseaba construir. Todo su-cedía como si la idea de lo modernofuese ontológicamente portadora de va-lores que de manera natural corregiríannuestros desequilibrios�6 . El sueño la-tinoamericano de que modernidad ymodernización pudieran convergeren un matrimonio feliz se esfumó,porque fue un sueño que descansaba

en ideales prescritos de modernidad.Característicamente, este balance,que es dimensionado por la reflexiónde teóricos tan distintos como JesúsMartín-Barbero, José JoaquínBrunner, Néstor García Canclini,Carlos Monsiváis, Nelly Richard,Norbert Lechner y otros, hizo tam-

bién tambalear un persistente mode-lo de identidad: el que magnificabala desproporción entre los altos lo-gros del modernismo (y más tarde unaespecie de �macondismo� sublime-mente generalizado, según Brunner)7

y las insuficiencias de la moderniza-ción real.

Este modelo querevelaba sus inclina-ciones de �espejo� (com-plemento, o invenciónde otros grandes rela-tos) hacia el discursocentrado de la moder-nidad -el que fue reivin-dicado todavía en 1981por Jürgen Habermasen �La modernidad, unproyecto incompleto�8 ,guardaba trampas parael análisis cultural e his-tórico. Dos de ellas re-saltan particularmente.Primera, el escenario delas letras y la filosofíacultas convertido -des-de el proyecto europeode modernidad- en elreino de la razón ilustra-da, llegó a representartodo lo cultural y a or-denar normativamentetodo lo histórico, fun-dando su exclusividaden una alta misión crí-tica frente a las �aguasheladas del cálculoegoísta�9 . Pero comosubrayó Julio Ramos:

�La crítica de la modernización po-sibilitó la modernización (autono-mización y así legitimación social,H.H.) de la crítica�10 . La construc-ción especulativa -la modernidadcomo discurso imperante que se au-toriza a través de un espíritu supues-tamente universal y que, a partir de

Guillermo Wiedemann (1905-1969), monotipo, 1956

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ahí, se subordina el resto del mundo,(Hegel)11 - fue parte de la misma mo-dernización europea. Dice José Joa-quín Brunner sobre las acepcioneslatinoamericanas de semejante no-ción de modernidad: se tendía a su-poner que el discurso a nivel de lasideas habría �inaugurado, antes deque ella existiera, la modernidad denuestra cultura�. De este hecho resul-taron construcciones de lo lati-noamericano en las que latía

inconscientemente el deseo de hacer-se partícipe de la �misma� razón occi-dental, como un caso notorio delfuncionamiento hegemónico de lamodernidad centrada. �La interpre-tación de nuestra historia cultural porsus omisiones respecto de un modelooccidental consagrado refleja no sólola hegemonía de este último sino,además, un antiguo gesto de perple-jidad frente a las diferenciasespecíficas de �lo latinoamericano�

cuando ese nuevo territorio es anali-zado con las categorías mentales deldescubridor�12 .

Segunda, y como problema resul-tante, una trayectoria obstinada desubestimación cultural de lo que sellama modernización; función que decierta manera cumplieron tambiénlos diversos �modernismos culturales�en América Latina13 , no necesaria-mente como textos y manifestacio-

Guillermo Wiedemann, monotipo, 1954

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nes, sino como instituciónparadigmatizada en favor del dualis-mo �razón emancipativa versus razóninstrumental�.

El destino del discurso centradode la modernidad, en el siglo veinte,no podía menos que desembocar enel pesimismo cultural, ya que se ali-mentaba cada vez más de proyeccio-nes con bases cultural, histórica ysocialmente estrechas, y cada vezmenos de los procesos y de sus con-tradicciones. Fue Walter Benjaminquien se enfrentó vigorosamente al

sensus académico de su tiempo, se-gún el cual el discurso denominado�modernidad� administraba un canonde obras ejemplares y sobrevivía gra-cias a su pobreza de experiencia; ellodebido a su distancia frente a lasmasas, al hombre común (Musil) y ala cultura cinematográfica, vista porel director ruso Eisenstein como es-fera teatralizadora de una heteroge-neidad fascinante. Sin embargo, aquíse vislumbraban autoridades cultura-les otras. Era la misma modernizaciónde los países europeos avanzados queproducía una lógica de modernidad

distinta de la noción establecida decultura, es decir, una modernidadcontradictoria y heterogénea en elcentro mismo. Pero la asunción con-ceptual e histórica de estos hechos anivel del pensamiento de la moder-nidad se dará apenas con el pensa-miento posmoderno. El discursoposmoderno va a (re)descubrir, co-nectar y validar aquellas experienciashistóricas que muestran las �moder-nas� sociedades industriales de cen-tro las cuales conforman, de hecho,una modernidad dividida ya que ladinámica de sus procesos socio-

Guillermo Wiedemann, monotipo, 1960

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económicos (en Europa diferente alos Estados Unidos) no sólo conser-va relictos de sociedades premo-dernas, sino suele crear formas propiasde tradicionalidad14 . El discursoposmoderno mina un concepto ho-mogéneo y universalista de moderni-dad con una noción heteróclita decultura que da cabida a codificacio-nes dobles o constitutivamenteaporéticas: �Modernidad�, de estamanera descentrada, reve-la sus contornos lineales ydiscontínuos, de orden y decaos, así como su caráctertradicional y moderno y susconnotaciones elitistas ypopulares. Si se quiere ha-blar del advenimiento his-tórico de una �condiciónposmoderna�15 , ésta ya fueinscrita en la modernidadpor el lado de sus ocul-tamientos y supresiones.

La historización críti-ca del proyecto centradode la modernidad desdeposiciones posmodernas,la puesta en descubierto deuna epistemología impe-rante16 , es asumida por elnuevo pensamiento lati-noamericano de la cultu-ra (los años ochenta) pordos razones fundamenta-les: se analiza, por un lado,que los modelos dicotó-micos que hasta más alláde la mitad de este siglomarcaron los imaginariosde lo propio en el conti-nente eran de una mane-ra u otra traducciones deuna epistemología dominante. Porotro lado, el cambio de la noción deperiferia -de los esquemas de reflejoa unos escenarios activos de la dife-rencia- incita a los teóricos latinoa-

mericanos no sólo a la autocrítica,sino que les da un papel estratégicoen los debates. No es idéntica una em-presa descentradora que se articula enlos centros en donde se descubre lo pe-riférico, a otra que opera desde las pe-riferias de la modernidad . En elprimer caso, se trata de una autocrí-tica radical, giro epistemológico,pero sin ceder la dominaciónepistemológica; en el segundo caso,

la autocrítica que la periferia em-prende, es acompañada por un pro-fundo cambio de su propio estatus:el paso de la defensiva a una ofensi-va epistemológica.

Un pensamiento posmoderno enla periferia tiende a ser, por consi-guiente, de carácter diferencial fren-te al discurso posmoderno de centro.En otras palabras: con la asunción deun horizonte posmoderno, los inte-lectuales latinoamericanos saltan ladominación para encontrarse anteunas asimetrías nuevas. Ahora sehabla mucho más �de igual a igual�,pero en vez de exclusión o subordi-

nación se enfrenta eldrama de las legiti-maciones, lo que nospermite desenredar unaconfusión. Muchas ve-ces se suele rechazar loposmoderno para Amé-rica Latina porque sequiere, por fin, dejar decopiar los centros don-de, según Jameson, estediscurso se ha �torcido�sobremanera. Pero losteóricos latinoamerica-nos que más consecuen-temente asumieron lacrítica epistemológicaposmoderna mostraronque no se puede pensarposmodernamente des-de la periferia sin asumirun descentramiento do-ble: el de la modernidadcentrada, y el de aque-llas posturas dominan-tes que el propiodiscurso posmodernoerige al canonizar (quesignifica �reterritoria-lizar� en los centros) susempeños descentra-dores17 . Por eso, una re-flexión posmoderna en

la periferia de la modernidad resaltacomo espacio intelectual diferencial,ya que es acá donde la epistemologíacrítica se vuelve con mayor razóninstancia politizadora.

Fernando Botero, 1951

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Volvamos a la reconsideraciónde las dinámicas de modernizacióna fin de precisar una noción de mo-dernidad �otra�. Para los pensado-res de los países latinoamericanosesto significaba recobrarlas comocriterio movilizador: superar la in-validación de las propias moderni-zaciones que fue sugerida por lahegemonía de idearios centrados.Se hace revelador, a nivel compa-rativo, que el modernismo europeode los primeros dece-nios del siglo XX (lasvanguardias, ante todo)no era lo que represen-taba, es decir, elevarsecomo cúpula reflexivaencima de unas moder-nizaciones exitosas yacabadas, sino que en-frentaba (y administra-ba culturalmente) loque estaba fuera de lanormatividad moderna:�un orden dominantesemiaristocrático, unaeconomía capitalistasemindustrializada y unmovimiento obrerosemiemergente o semi-nsurgente� (NéstorGarcía Canclini, citan-do a Perry Anderson)18 .�Si el modernismo noes la expresión de lamodernización socio-económica, �preguntaGarcía Canclini�, sinoel modo en que las élites se hacen car-go de la intersección de diferentestemporalidades históricas y tratan deelaborar con ellas un proyecto global,¿cuáles son esas temporalidades enAmérica Latina y qué contradiccio-nes genera su cruce?�. Y formula,con vista a una modernidad �otra�que exige también otro discurso(tanto de explicación no esencia-

lista como de identidades nomaniqueas): �Los países latinoame-ricanos son actualmente resultadode la sedimentación, yuxtaposicióny entrecruzamiento de tradicionesindígenas (...), del hispanismo co-lonial católico y de las accionespolíticas, educativas y comunica-cionales modernas�19 .

A partir de estas premisas se ar-ticula un concepto de hibridación cul-

tural que no es �fenomenológico� nilingüístico, es histórico en la acep-ción de lo particular de la moderni-dad latinoamericana; y lo particulara su vez no está en lo único de lasesencias o en la síntesis original delmestizaje, está en las dinámicas deinteracciones, de asimetrías, dediscontinuidades de una �heteroge-neidad multitemporal�.

Fernando Botero, Niño de Vallecas, 1959

Al conocer los escritos de Borges,Foucault decía que lo que más asom-bro le causaba era la posibilidad de pen-sar lo que se creía imposible pensar-imposible según una trayectoria derazón �que tiene nuestra edad y nues-tra geografía�20 . Numerosos teóricosde la cultura fuera de América Lati-na probablemente hayan vivido unasensación parecida cuando conocie-ron libros como �De los medios a lasmediaciones� de Jesús Martín-Barbe-

ro o el ya citado de NéstorGarcía Canclini. RenatoRosaldo (Stanford),quien escribió la intro-ducción para la ediciónen inglés de Culturashíbridas, lo dice al consta-tar que los conflictos cul-turales o sociales quediscutidos en los E. U.hoy, ya no se suelen vin-cular a la moderniza-ción21 que es consideradaun hecho exitosamentecumplido -un hecho, noun problema (lo que ex-plicaría también una vi-sión que quiere situar lo�posmoderno� después delo �moderno�).

La reflexión latinoa-mericana de la cultura,desde preocupacionesagudamente contemporá-neas, vincula de nuevoregistros de modernidad y

modernización que se habíansegmentado según lógicas y procesosde modernización en los países másavanzados, yendo �más allá de la es-peculación filosófica y el intuicio-nismo estético dominantes en labibliografía posmoderna�22 . Aten-ción específica se ha rendido a unarevisión de las complejas relacionesentre tradición y modernidad, moder-

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nidad y cultura popular, pero conperspectivas que en nada resultannostálgicas, perspectivas alertas y a lavez teóricamente integrativas de laaudiovisión avanzada y los desarro-llos tecnológicos. Se ha llegado ahablar hasta de una �cultura interna-cional-popular�23 . De esta manera,ha nacido una trasdisciplinariedad suigeneris que, de hecho, hace difícil-mente clasificable el pensamiento la-tinoamericano en torno a unamodernidad �otra� capaz de involucrarlas energías descentradoras del pen-samiento posmoderno.

Para mejor situar la epis-temología que atraviesa estareconceptualización, cabe ha-cer un esfuerzo historizador. Sinos hemos percatado que lahegemonía de un discurso cen-trado de modernidad tiene sutrayectoria limitada, hoy sehacen vinculables los umbra-les históricos de 1800 y de2000. O sea, ¿qué se ha idoexluyendo desde hace dos si-glos y qué vuelve a cobrarmucho peso en cuanto a con-cepciones culturales, y encuanto a política de cultura?Ahí tendríamos que volver aestablecer vínculos entre no-ciones que se tornaron mutua-mente �autónomas�. A la luz delas experiencias que nos pro-pina el acercamiento del dosmil es más fácil reconocer -ylos teóricos latinoamericanoshan forzado este reconocimiento- eldiscurso de representación (univer-salismo) y legitimación (objetividad)de la modernidad europea como unaopción histórica de fundarhegemonías en desequilibrios. JesúsMartín-Barbero dio un aporte funda-mental a una historización diferentede la modernidad, mostrando que ese

desequilibrio se apoyaba en la exclu-sión y marginalización de toda unaesfera de experiencia sociocultural ycreación simbólica -la de las culturaspopulares24 . El libro De los medios alas mediaciones, clave para entenderlo distintivamente posmoderno de la re-flexión latinoamericana, traza unapista de entendimiento crítico de au-toridades culturales que se establecie-ron a partir de una determinadajerarquía entre �lo ilustrado�, �lo ma-sivo� y �lo popular�. Y se perfila másclaramente: la opción llamada �pro-

yecto de modernidad� consistía enordenar las tensiones entre culturailustrada, cultura popular y cultura demasas que irrumpieron en el escena-rio europeo alrededor de 1800, por elcamino de una estrategia episte-mológica. Esta, reaccionando a pro-fundos cambios socioeconómicos,�decidía� sobre lo que sí valdría la pena

Juan Antonio Roda (1921), Retrato de un desconocido, 1971

ser considerado, estudiado, institu-cionalizado y normativizado comocultura y, por consiguiente, sobre loque no correspondía ser integrado enlas incipientes naciones, es decir lasmodernas esferas de valores. Ya queno se trata de insinuar un �pathos� co-rrectivo de lo históricamente dado,¿a qué se está apuntando?

Develar hoy con más precisión lasdinámicas opcionales de lo históri-co, se hace tanto más importante encontextos donde la opción que se

tornó hegemónica entra nue-vamente en cuestionamiento.Y ahí los teóricos de la perife-ria hacen ver que aquella op-ción ha tenido uno de susmayores diferenciales (y lógi-cas propicias a su cuestio-namiento) en los procesosculturales de las regiones ex-céntricas. Sus balances y pro-puestas llegan a apuntar, derepente, en el blanco de lasreflexiones de los investi-gadores que trabajamos en losantiguos centros de lamodernidad.

La mencionada nuevatrasdisciplinariedad ha tenido,desde luego, otros espacios dedespegue diferentes al del pen-samiento posmoderno de loscentros25 , y de manera despre-juiciada y dialógica ha inte-grado una serie de perspectivasque, en otras partes del mun-

do apenas entraron en debate mutuocomo sucede, por ejemplo, con elcaso de la escuela británica de estu-dios culturales y con los conceptosfilosóficos y estéticos del pensamientoposmoderno. Se articuló desde variosnúcleos de desborde o desdeli-mitación disciplinaria, en donde seencuentran, en primer lugar, la so-

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ciología (que se solía ocupar de la mo-dernización) y la antropología (queestudiaba la tradición), las cualesentraron en una �revisión conjuntade la investigación�26 adoptando nu-merosas y muy significativas perspec-tivas de, por ejemplo, antropologíaurbana -ya no como disciplina apar-te sino interlocutora cercana- y so-ciología cultural comunicativa.Cobran igual envergadura ante esce-narios de modernizaciones aceleradasentre neoliberalismo y democratiza-ción precaria, unas politologías pro-fundamente reformuladasque denominamos tenta-tivamente �politologíasculturales�, las cuales em-prendieron un giro con-ceptual hacia el papel delas culturas políticas en losprocesos de cambio y ha-cia lo político de lo culturalcotidiano. Otra vertientehabla de los esfuerzos denumerosos críticos y críti-cas de la literatura y las ar-tes por asumir, al orientarseen los estudios culturales,un descentramiento deunas nociones �modernis-tas� y �esteticistas� de la cul-tura. Sin embargo, el rasgoque en mayor grado parecedesafiar los criterios com-parativos es aquella expe-riencia un tanto peculiar yde una urgencia digamosglobal, que ha llevado apensar �desde los medioshacia las mediaciones�, rearticulandolos estudios de la comunicación comouna hermenéutica cultural radical-mente nueva. Esta nos ocupará to-davía un poco más adelante.

El cuadro trazado aquí no pre-tende ser abarcador sino mostrar loprofundamente diferente de unas

epistemologías periféricas que res-ponden a preocupaciones posmo-dernas avant la lettre. Se trata desituaciones y conflictos particularesde país en país o de institución eninstitución. Pero llama la atenciónla rigurosidad con que se está dan-do, a partir de los ochenta, un deba-te por encima de las fronterasnacionales, apoyado en organizacio-nes tanto regionales como trasna-cionales, una enorme cantidad depublicaciones, revistas de perfil nue-vo (en cuyo contexto la metáfora

Nómadas no es nada casual); y portoda América Latina, una reorgani-zación de las áreas de trabajo de cam-po desde núcleos conceptualesaudaces y con gran sensibilidad ha-cia experiencias socioculturales atra-vesadas por los desarrollosmediáticos y tecnológicos27 . Perotodo esto merece un dedicado trata-

miento aparte. Es innegable que enel perfil trasdisciplinario de los es-tudios de una �modernidad periféricaheterogénea� se está expresando unrico diálogo entre las ciencias socia-les y los estudios culturales en susdiversas acepciones. Las tendenciasbrevemente marcadas se han idodiversificando y ampliando durantelos últimos años en la medida en querepercuten o interfieren, a vecestambién bajo otras denominaciones,en los espacios académicos conven-cionalmente administrados.

Acentuación

Todo intento por aplicar ca-tegorías ya establecidas para darrelieve al pensamiento cultural�desde� América Latina debe dealguna manera fracasar. Sin em-bargo, las perspectivas comenta-das requieren de una reflexiónmás detenida a fin de debatir unmarco conceptual que por un ladono pretenda encajonarlo prema-turamente, pero que por otro lo-gre elaborar una matriz afín a suriqueza específica y sus recursosconcretos. Proponemos hablar deunas nuevas �hermenéuticas cultu-rales� en América Latina. Se tra-ta de una hipótesis que exigemayor elaboración, y que aplicaun concepto de hermenéutica lomenos estrecho posible.

No cabe duda que las �cien-cias humanas� se encuentran plena-mente sumergidas en un dramahermenéutico. En primer lugar, la her-menéutica en sus acepciones de on-tología metafísica del sentido perdiósus terrenos más importantes, y ensegundo, se observa una inusitadaproliferación y reconfiguración de�sentidos� en un mundo postindustrial

Juan Antonio Roda, Retrato de un desconocido, 1971

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-desigualmente modernizado-globalmente conectado. Es en estecontexto de fin del siglo XX que laimportancia de prácticas y normas deleer/entender/interpretar para toda clasede análisis cultural y social está ad-quiriendo otra dimensión. En vistade los derrumbes que padecieron no-ciones coherentes de identidad y sub-jetividad, habría que preguntar: ¿Quésucede con las narraciones? Pareceque el declive de los �grandes relatos�(especulación y emancipa-ción), no tanto según el ba-lance de Lyotard sino en lamanera como éste fue para-digmatizado, no deja de cau-sar una irritación. Casi todo�narrar� se cargó de estigma.Pero sólo se puede pensar laidentidad de �ese sujeto he-teróclito más allá de losmarcos restrictivos�, recuer-da Julio Ortega, si no se pasapor alto su narrativa, �sus re-latos de construcción yautorreflexión�28 .

Si hablamos hoy de lafunción inspiradora que losestudios de la comunicaciónhan desempeñado para que elpensamiento cultural enAmérica Latina saliera de la�razón dualista�, es interesan-te recordar el hecho de quefue curiosamente una pers-pectiva hermenéutica con lacual Jesús Martín-Barberodesafiara los criterios analíti-cos de mediacentrismo, deimperialismo cultural y de esen-cialización de las culturas populares.En lo conceptual, propuso discutiruna visión desprejuiciada tanto delo masivo como de lo popular,intuyendo que las dinámicas cultu-rales de una modernidad periféricatuvieran mucho que ver con las ex-

periencias colectivas de renego-ciación de lo masivo desde lo popu-lar y, que no era lo mismo, vice versa.Los interlocutores intelectuales deMartín-Barbero, en este contexto,eran Walter Benjamín, MauriceMerleau-Ponty, Paul Ricoeur yMichel de Certeau. Uno de sus tex-tos más provocadores para loscomunicólogos especializados de losaños setenta, Prácticas de comunica-ción en la cultura popular, se basaba

en estudios de campo que había he-cho junto con estudiantes en varios(super)mercados y cementerios deBogotá y de Cali en los años 1974-77. La problemática trabajada fueotra estrategia de lectura, una lecturacultural capaz de descubrir �el fun-cionamiento popular del relato�, un

Beatriz González (1938), Niña Johnson, 1965

funcionamiento transitivo, un�modo de decir que no sólo habla-de sino que materializa unas mane-ras de hacer�29 . De ahí se desarrollóun enfoque de descentramiento delos medios masivos, un enfoque queno se limitaba a sus implicacionesde producción/discurso, de técnica,de distribución vertical, sino quetendía a descubrir �relatos cultura-les� que se constituían en �la expe-riencia que la gente tiene y (en el)

sentido que en ella cobran losprocesos de comunicación30 .Martín-Barbero, después deleer lo melodramático comonarración cotidiana en vistade los �destiempos� de la mo-dernidad31 , ha ido todavíamás allá. Optó por unos estu-dios de la comunicación ca-paces de asumir aqueldescentramiento o �desorden�cultural a partir de cuyasdinámicas ya varias genera-ciones se apropian de la mo-dernidad sin tener como ejela cultura y las normashermenéuticas del libro. Hoy,la opción por �otra hermenéu-tica� afín a una modernidaddescentrada, que ha tenidosus articulaciones orientado-ras a nivel de una comuni-cología muy poco ortodoxa,es parte implícita del trabajode muchos investigadores la-tinoamericanos, sea en elmarco de socio-antropologíasinterpretativas (que parecenconstituir el ámbito predilec-

to de los estudios interculturales enel continente), sea en el de las cien-cias políticas que integraron enfo-ques psicológicos, semióticos y deanálisis discursivo, o en unos estu-dios culturales y literarios queoscilan entre feminismo y posmoder-nismo, e incluso en varias investi-

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gaciones sobre comunicación yglobalización.

La diversidad del continente y locontradictorio de sus procesos pare-cen hacer obsoleta la posibilidad deque se desarrollara nuevamente unahermenéutica. Si hablamos de unaespecie de �mapa hermenéutico� sinorden establecido, lo hacemos convista en concepciones y sensibilida-des para leer e interpretar lo cultural,en las que sí repercuten valiosos re-tazos de subjetividad, fragmentos�que proveen parte de la materia pri-ma para elaborar nuevos proyectoscolectivos�32 .

Acentuamos nuestrasobservaciones, en formade �tesis�, a través del si-guiente balance compa-rativo:

1. Históricamente,las inclinacionesh e r m e n é u t i c a sforman parte cons-titutiva del pensa-miento cultural enAmérica Latina.Un discurso demodernidad quecomenzaba a ar-ticularse desde laperiferia tenía queenfrentar situa-ciones altamenteproblemáticas encuanto a interpretación dehistoria y sociedad -una laten-te crisis de sentido conlleva-ba el desafío de formularrespectivas hermenéuticas decumplimiento, de desarrollo,de proyecciones utópicas-. Enlas visiones de una �moderni-dad correctiva o alternativa�(desde los filósofos y ensayis-

tas del siglo diecinueve hastalos teólogos de la liberación),latía la ilusión hermenéuticade que la autoridad de las na-rrativas europeas o de las pro-pias tradiciones, de los grandesdiscursos del pasado (textos,mitos, colecciones, testimo-nios), podría contribuir a di-señar alternativas ante unpresente que carecía de orien-taciones.

2. La constitución histórica de lahermenéutica en la segundamitad del diecinueve, hacién-dose parte legitimadora de undiscurso europeo de moderni-

dad desde Alemania (tenien-do pocas raíces en Inglaterray E. U.), permite reforzar lodesigual de la modernizaciónen los centros: las teoríashermenéuticas se hicieron es-pecialmente cargo de condi-ciones de déficit de sentido deidentidad (nacional), ten-diendo a reorganizar las cien-

cias humanas alrededor de una�objetivación sistémica� deteorías de interpretación.Hoy, bajo la gravitación de lassospechas postestructuralistasa más tardar, la despedida dela hermenéutica como tal pa-rece haberse vuelto premisacomún33 .

3. ¿Pueden haber plausibles con-cepciones de lectura de senti-do, de interpretación deidentidades que no se afirmenen la autoridad de textos es-critos y semánticas canoniza-das a partir de instituciones ycategorías de la cultura letra-

da? Esta pregunta pare-ce adquirir peso a partirdel pensamiento latino-americano de una �mo-dernidad otra�. Losteóricos/las teóricas deesta modernidad, aún entoda la diversidad de susenfoques, trabajan alre-dedor de cierta pers-pectiva común: lasdinámicas culturales in-cluyendo lo intermediale intercultural de laaudiovisión y los funcio-namientos del hiper-texto, son leídas a nivelde experiencias/subjeti-vidades/constitución desentidos. Es aquí que semuestra una marcada di-

ferencia frente al pensamien-to posmoderno tal como seinstitucionalizó, por ejemplo,en los E. U. o en Francia.

Una �empresa hermenéutica des-encantada� no ofrece soluciones fá-ciles. Pero lo hermenéutico comoprincipio para pensar y conceptualizarse puede tornar resistencia frente a

Beatriz González, Lo que les sucede a las holandesaspor querer tanto a los perros, 1966

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una retórica del �sinsentido�, una re-tórica que disfraza el gesto nuevamen-te hegemonizador que habla de lacanonización de determinadosdescentramientos en determinadoslugares. En los profundos -hasta sepodría decir tectónicos- cambios quehan vivido las sociedades latinoame-ricanas desde los años sesenta, resi-den impulsos y necesidades para unareformulación particularmente radi-

cal de conceptuarios hermenéuticos.Se alude a perspectivas de interpre-tación cultural que conciben la no-ción de experiencia desde un presentecolectivamente vivido; que reclamanmás democráticamente norma-tividades desde proyectos partici-pativos, tolerantes, competitivos34 (ymenos desde discursos e institucio-nes previamente autorizadas); que nobuscan sentido superior sino analizan

prácticas de sentido inestables; queconciben las semánticas de lo social,lo cultural de lo político y lo políticode lo estético como fenómenos queexigen tanto el entendimiento comola percepción, esto es, racionalidadesabiertas a la explicación y a la viven-cia. Ahí está la paradoja. Una her-menéutica posmoderna desdeperspectivas latinoamericanas nodeja de reformular un �nosotros�.

Citas

1 Jesús Martín-Barbero, �Secularización,desencanto y reencantamiento massme-diático�, en: J. M. B., Pre-Textos. Conver-saciones sobre la comunicación y sus con-textos, Cali, 1995, pp.177-192.

2 K. Ludwig Pfeiffer, Kommunikationsformenals Lebensformen [Formas de comunica-ción como formas de vida], München,1990, p.16.

3 Ver la manera de asumir lo latinoameri-cano en: Renato Ortiz, Mundialización ycultura, Buenos Aires, 1997, pp.19, 20.

4 He propuesto discutir esta problemática,desde un interés en desformalizar ydescanonizar ciertas discusiones compa-rativas, en relación con los nuevos espa-cios de legitimidad que cobra el pensa-miento postcolonial en ámbitos académi-cos angloamericanos. (Hermann Herling-haus, �Entre posmodernidad latinoame-ricana y postcolonialismo angloamerica-no. Un debate necesario en torno a unanueva �ecología� de identidades�, en: Diá-logos de la comunicación, No. 49, Lima, Oc-tubre 1997, pp.43-53).

5 Hermann Herlinghaus/Monika Walter(eds.), Posmodernidad en la periferia. En-foques latinoamericanos de la nueva teoríacultural, Berlín, 1994, pp.11-47.

6 Renato Ortiz, �Lo actual y la moderni-dad�, en: Nueva Sociedad, No. 116, no-viembre-diciembre 1991, p.96.

7 José Joaquín Brunner, �Tradicionalismo ymodernidad en la cultura latinoamerica-na�, en: Brunner, Cartografías de la mo-dernidad, Santiago, 1995, pp.167-169. Verespecialmente el debate de Brunner conAngel Rama y Octavio Paz, pp.169-175.

8 Hal Foster (comp.), La postmodernidad,Barcelona, 1986, pp.19-36.Beatríz González, Leticia León, nueva Venus, 1966

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9 Octavio Paz, El ogro filantrópico, Barcelo-na, 1990, p.37.

10 Julio Ramos, Desencuentros de la moderni-dad en América Latina. Literatura y políticaen el siglo XIX, México, 1989, p.209.

11 G.W.F. Hegel, Lecciones sobre Historia dela Filosofía, México, 1955. Ver los comen-tarios de José Ortega y Gasset (1930) en:Hegel y América; en: J. Ortega y Gasset,Obras completas, Madrid, 1946.

12 José Joaquín Brunner, Ibid., p.155.13 Los modernismos latinoamericanos que se

han estudiado mucho a nivel estético yde movimiento artístico merecen una ma-yor diferenciación en sus relaciones conel carácter y los procesos de moderniza-ción en el continente.

14 Herlinghaus/Walter (eds.), Ob. cit., p.18.15 Jean-François Lyotard, La condition

posmoderne, Paris, 1979.16 Michel Foucault, Las palabras y las cosas,

México, Siglo XXI, 1969.17 Nelly Richard, La estratificación de los már-

genes, Santiago, 1989, pp.55-58; N. R.,Latinoamérica y la posmodernidad, en:Herlinghaus/Walter (eds.), Ob. cit.,pp.221,222.

18 Néstor García Canclini, Culturas híbridas.Estrategias para entrar y salir de la moderni-dad, México, Grijalbo, 1990, pp.71,72.

19 Ibid.20 Michel Foucault, Ob. cit., p.1.21 Renato Rosaldo, Prólogo, en: Néstor

García Canclini, Hybrid Cultures.Strategies for Entering and LeavingModernity, Minneapolis, 1995, p.xvi.

22 Néstor García Canclini, Ob. cit., p.19.23 Renato Ortiz, Ob. cit., pp.145-198.24 Jesús Martín-Barbero, De los medios a las

mediaciones. Comunicación, cultura y he-gemonía, México, 1987.

25 Herlinghaus/Walter (eds.), Ob. cit.,pp.15,17.

26 Néstor García Canclini, �Los estudios cul-turales de los 80 a los 90: perspectivasantroplogógicas y sociológicas en Améri-ca Latina�, en: Iztapalapa, año 11, No. 24,México, 1991.

27 Ver el ejemplo revelador de RossanaReguillo, La construcción simbólica de laciudad. Sociedad, desastre y comunicación,Guadalajara, 1996.

28 Julio Ortega, �Identidad y postmo-dernidad en América Latina�, en: Actua-lidades, Caracas, julio-septiembre 1995,p.41.

29 Jesús Martín-Barbero, Procesos de comu-nicación y matrices de cultura. Itinerario para

salir de la razón dualista, Barcelona, 1987,p.111.

30 J. Martín-Barbero, Identidad, comunicacióny modernidad en América Latina, en:Herlinghaus/Walter (eds.), Ob. cit., p.85.

31 J. Martín-Barbero, Sonia Muñoz(coords.), Televisión y melodrama. Géne-ros y lecturas de la telenovela en Colombia,Bogotá, 1992.

32 Martín Hopenhayn, Ni apocalípticos ni in-tegrados. Aventuras de la modernidad enAmérica Latina, Santiago, 1994, p.9.

33 La situación en América Latina es obvia-mente distinta, y llama la atención queel teórico venezolano Rigoberto Lanz pro-pone incluso una relectura de los aportesde Gadamer en un contexto latinoameri-cano de pensamiento posmoderno.Rigoberto Lanz, Miriam Hurtado(coords.), Paradigmas, métodos y posmo-dernidad, Mérida, 1995, pp.10,12.

34 Fabio López de la Roche (comp.), Ensa-yos sobre cultura política colombiana, Bo-gotá, 1990, p.101.

Beatríz González, Mónica juega, canta y ríe como los otros niños, 1967