Construyendo El Reino, mayo 2012.

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C e R Mario Kevin Armijo, CMF L a comunicación es esencial a la misma integri- dad del ser humano. Las relaciones de comunicación han sido fundamentales en el establecimiento y desarrollo de la sociedad misma. Asimismo, la evan- gelización está constituida por una misión de comu- nicación. De hecho, «en la generosidad de los misio- neros se manifiesta la generosidad de Dios, en la gratuidad de los apóstoles aparece la gratuidad del Evangelio» (Documento de Aparecida 31). Por ello, esa generosidad y gratuidad de las personas misio- neras son expresión de la cordialidad y, en conse- cuencia, esta cordialidad debe impregnar toda la misión evangelizadora, sea cual fuere el medio. Ahora bien, no se puede considerar el desarrollo de los medios de comunicación y las nuevas tecnologías como un hecho meramente cientí- fico y aislado, ajeno a los demás cambios y avances socioeconómicos, políticos y eclesia- les. En cambio, es gracias a esa diversidad de circunstancias que los medios de comu- nicación actuales gozan, por así decirlo, de una afluencia de intereses tanto colectivos como individuales. No obstante, revisando los fines primor- diales de los medios de comunicación, o me- jor dicho de las personas o minorías que po- seen el dominio de los medios, en la mayoría de los casos distan de los que la sociedad –entendida como agente receptor y un todo conformado por la diversidad de ideologías y estratos – da por sentado y esperaría que [email protected] Facebook: Teologado Claretiano Centroamérica http://construyendoelreino.blogspot.com (00503) 2243-5743 Editorial 1 Misionautas 2 Vocación Misionera CULTURA VOCACIONAL 3 Del Corazón LA FUERZA DE LA TERNURA 4 PIENSA TAMBIÉN CON LOS PIES 5 ENTRE PARÉNTESIS 5 Desde el Monasterio LA CORDIALIDAD DE MARÍA 6 Reflexionando AUSENCIA DE UN RELATO CORDIAL Y DE ESPERANZA 7 LA RESURRECCIÓN DE JESÚS 8 ¿PACTO ENTRE LAS MARAS! 12 Constructores 10 Pastoral MISIÓN DE SEMANA SANTA EN TEJUTLA 15

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Construyendo el Reino, numero 35, 2012. Publicacion del Teologado Claretiano de Centroamerica

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C e R

Mario Kevin Armijo, CMF

L a comunicación es esencial a la misma integri-dad del ser humano. Las relaciones de comunicación han sido fundamentales en el establecimiento y desarrollo de la sociedad misma. Asimismo, la evan-gelización está constituida por una misión de comu-nicación. De hecho, «en la generosidad de los misio-neros se manifiesta la generosidad de Dios, en la gratuidad de los apóstoles aparece la gratuidad del Evangelio» (Documento de Aparecida 31). Por ello, esa generosidad y gratuidad de las personas misio-neras son expresión de la cordialidad y, en conse-

cuencia, esta cordialidad debe impregnar toda la misión evangelizadora, sea cual fuere el medio. Ahora bien, no se puede considerar el desarrollo de los medios de comunicación y las nuevas

tecnologías como un hecho meramente cientí-fico y aislado, ajeno a los demás cambios y avances socioeconómicos, políticos y eclesia-les. En cambio, es gracias a esa diversidad de circunstancias que los medios de comu-nicación actuales gozan, por así decirlo, de una afluencia de intereses tanto colectivos como individuales. No obstante, revisando los fines primor-

diales de los medios de comunicación, o me-jor dicho de las personas o minorías que po-

seen el dominio de los medios, en la mayoría de los casos distan de los que la sociedad –entendida como agente receptor y un todo conformado por la diversidad de ideologías y estratos – da por sentado

y esperaría que

[email protected]

Facebook: Teologado Claretiano Centroamérica

http://construyendoelreino.blogspot.com

(00503) 2243-5743

Editorial 1

Misionautas 2 Vocación Misionera

CULTURA VOCACIONAL 3 Del Corazón

LA FUERZA DE LA TERNURA 4

PIENSA TAMBIÉN CON LOS PIES 5

ENTRE PARÉNTESIS 5 Desde el Monasterio

LA CORDIALIDAD DE MARÍA 6 Reflexionando

AUSENCIA DE UN RELATO CORDIAL

Y DE ESPERANZA 7

LA RESURRECCIÓN DE JESÚS 8

¿PACTO ENTRE LAS MARAS! 12

Constructores 10 Pastoral

MISIÓN DE SEMANA SANTA EN TEJUTLA 15

C e R 2 fuesen satisfechos por aquellos. De la misma manera, la Iglesia no debe ser ingenua ni condescendiente an-te la manipulación de los medios por parte de esferas de poder que utilizan los medios de comunicación con la premeditada intención de lucrarse a costa de la vida de los demás, sobre todo de los más pobres. Es obvio que no existe un ápice de cordialidad en ta-les fines. Aún menos evangélico es conculcar la digni-dad de las personas al adueñarse de la verdad, ocul-tarla e imponer «como única y universal “su” verdad: el pensamiento único, el único sistema socioeconómi-co, una historia definida e inevitable»1. Ante esta realidad es apremiante que los cristianos y cristianas concibamos una nueva forma de redistri-buir la información a través de los medios. Todavía más imperante es situar los medios donde correspon-de: «primero es el ser humano como “gran medio de comunicación” y sólo después vienen los medios»2. Del mismo modo, se ha de acentuar la concienciación, la educación responsable y liberadora, la información alternativa y el rechazo a una cultura hedonista y egoísta en los medios de comunicación. Mas no todos los medios de comunicación están do-minados por el egoísmo. Los medios en sí no consti-tuyen una amenaza. Todo lo contrario, es por estos medios que se acortan distancias y los hombres y las mujeres se tornan presencia sensible ante otro u otra y la cordialidad es transmitida y compartida. La nueva cultura mediática también puede ser porta-dora de Buena Nueva. Precisamente este era el sentir profético, apostólico y cordial de nuestro padre fun-dador, san Antonio María Claret, al «evangelizar por todos los medios posibles». Y así lo practicó y nos lo transmitió: ser oyentes y servidores de la Palabra. No se trata, pues de multiplicar contactos o inundar de información los medios, sino de fomentar relaciones fraternas y encuentros comunitarios que transmitan testimonios de fe y los valores del Reinado de Dios Padre-Madre de Misericordia. En definitiva, se trata de ser comunicadores cordiales de la propia fe buscando y favoreciendo los medios más aptos, eficaces y oportunos en el anuncio liberador a ejemplo de María, que desde la cordialidad supo aco-ger y comunicar proféticamente la Palabra y la espe-ranza de la Buena Nueva de Jesús. 1 Casaldáliga, Pedro. Para otra humanidad, otra comunicación. Agenda Lati-

noamericana, 2006. Recuperado el 7 de junio de 2012, de http://www.servicioskoinonia.org/agenda/archivo/obra.php?ncodigo=160.

2 Ibíd.

1. Les presentamos esta nueva opción para los que andan discerniendo su vocación. Es una página española pero con contenidos que pue-den sernos de utilidad para referírsela a jóve-nes en búsqueda y para quienes animan la pastoral juvenil vocacional. http://www.buscoalgomas.com/

2. Hace poco nuestro hermano Álvaro de la Pas-toral Juvenil de la Parroquia Claret nos envió un enlace con cantos claretiano para ser des-cargados. Esperamos que el enlace les sea de utilidad pues contiene una muy buena recopi-lación de cantos claretianos. Gracias Álvaro por este servicio. http://www.mediafire.com/download.php?glv5ayek66za8ta

3. Agradecemos al Fabián Vargas por poner a disposición el disco completo "Sangre de Már-tires, Semilla de Cristianos" del grupo Bethel, en el que podemos encontrar la famosa can-ción “por Ti Jesús la sangre dar…” Pueden descargarlos desde este enlace: www.alfawebcr.com/sangredemartires.zip

4. En este blog encontrarán las reflexiones gráfi-cas de Rogelio Núñez Partido sobre el mundo, la fe, la Iglesia, Dios… Cada viñeta es un grito, una propuesta, una llamada de atención. Co-mo símbolos que son, su significado está abier-to, para que los puedas hacer tuyos. El enlace es: http://partido.marianistas.org Les dejamos una muestra de estos trabajos:

¿De película? La realidad supera a la ficción

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H ace unos días, en el encuentro semanal de cate-

quesis, mientras leía un fragmento del capítulo cuar-to del Génesis, en el que Dios establece un diálogo con Caín, me interrumpió una de las niñas diciéndo-me: -Hermana ¿ por qué Dios no nos habla ahora como hablaba con los hombres en el Antiguo Testa-mento? Es curioso que desde pequeños, con fre-cuencia, experimentemos las mismas dificultades del pueblo de Israel que consideraba a Dios como alguien sordo, inaccesible, distante o que entorpece nuestros planes. ¿Será que su voz ya no es audible o que no es atrayente? ¿Qué sentido tiene la vida si no escuchamos su voz, si Él no nos habla? Si no percibimos su voz no pode-mos descubrirnos amados, elegidos; no nos es posi-ble valorar nuestra vida ni la de los demás como un regalo que debe ser entregado y que está sostenido en las manos de Dios. El grave problema, es la falta de interioridad, nos decía el Papa Juan Pablo II, se nos hace difícil escucharle en este mundo nuestro tan saturado de ofertas y distractores de todo tipo, sin embargo, Él sigue mostrándose como un cercano y amoroso compañero de camino. Para que su llamada constante, don universal, que nos invade, nos seduce y nos transforma, sea perci-bida, es preciso gestar una cultura vocacional, es decir un ambiente, una nueva forma de concebir la existencia, la libertad, el amor, el dolor y los demás misterios de la vida; una atmósfera eclesial y social en la que se le ayude a cada persona a valorar su dignidad y la comprensión de sí mismo; que le des-centre de si y le haga mirar más allá de sus proyec-tos, de su autorrealización, para ponerse a la escucha de sus hermanos, solidarizándose con ellos, siendo fiel a su vocación y desarrollando la misión que Dios

le ha encomendado para la transformación del mun-do.

¿Qué hacer para favorecerla? El mejor aporte que podemos hacer a la Iglesia es el testimonio de discípulos alegres, que vivan a pro-fundidad y conscientemente su consagración bautis-mal. En la medida en que todos ocupemos nuestro lugar en la Iglesia la comunidad llegará a ser lo que debe ser. Todos: obispos, sacerdotes, diáconos, laicos célibes o casados, viudos, enfermos, religiosos y reli-giosas, somos responsables del fomento y cuidado de las vocaciones. Es una compromiso grande que supone promover una constante actitud orante en la comunidad cristiana, una adecuada sensibilización, en nuestras iglesias particulares, empezando por los sacerdotes, pasando por la coordinación con las otras pastorales , ofreciendo un testimonio de cola-boración y aprecio mutuo entre todos los agentes; quienes además deben capacitarse para descubrir y valorar su propia vocación y la de los demás, toman-do en cuenta la diversidad, la diferenciación y la

¿De película? La realidad supera a la ficción

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complementariedad de todas las vocaciones, en su origen, en su función, en sus formas de vida y en sus tareas y hacer posible así un acompañamiento que eduque nuestra capacidad de escucha y provoque en los otros el deseo de Dios, de vivir experiencias de fe profundas. Nuestra Iglesia salvadoreña necesita generar con urgencia esta cultura vocacional, donde se respete la vida, se continúe formando la conciencia a través de los valores, se establezca una pedagogía para im-plantarlos y se tenga la suficiente voluntad personal para asumirlos.

“Yo dormía pero no mi corazón y oí una voz, mi amado estaba a la puerta, hermana, amada mía …déjame en-trar”. Si escuchamos hoy su voz, como la esposa del Cantar de los Cantares 5,2, no dudemos en abrir la puerta, no le hagamos esperar más.

José María Toro

LA FUERZA DE LA TERNURA

La ternura es la suavidad con la que sale a la luz lo que llevamos dentro.

El tiempo de la ternura es siempre. El momento de la ternura es ahora. El territorio de la ternura es aquí.

Todo instante y lugar es espacio propicio para la ter-nura; la palabra que digo, el movimiento que realizo, la mirada que vierto sobre el mundo, la caricia que

derramo sobre la piel del otro y la actitud de escucha con la que mi corazón se abre para recibir las expre-siones y acciones de los demás son estancias para la

ternura.

La ternura lo disuelve y lo envuelve todo. Nada ni na-die puede resistirse a la fuerza de la ternura. Una per-sona tierna lo empapa y lo deshace todo con su pre-sencia y, como el agua, se filtra, sin apenas hacer rui-do, por debajo de todas las corazas defensivas hasta

alcanzar y encender, de nuevo, el corazón que es toca-do por ella.

Las más rígidas armaduras se deshacen cuando son alcanzadas por una mirada tierna.

La ternura mira y se deja mirar, acaricia y se deja aca-riciar, sin estridencias, sin empujes ni expectativas. La ternura es ojo blando que no condena sino que com-

prende.

Todo lo vulnerable, lo pequeño, lo recién nacido, lo blando y débil nos remite a la ternura. También el fru-to maduro es tierno. Por eso, el niño y el anciano son fuentes de ternura. La vida, en su principio y en su fi-

nal son reclamos de ternura.

La energía de la ternura es abarcadora, todo lo en-vuelve, lo abraza y lo transforma.

La ternura es poner todo nuestro corazón en todo lo que decimos o hacemos, es un gesto total que nos de-

vuelve a nuestra más auténtica identidad y que nos hacerca a la verdad de los otros. Y es la palabra más hermosa que quiero seguir entregando al mundo con

todo lo que digo, hago o escribo.

Cultura vocacional para ponerse a la escucha de sus hermanos, solida-rizándose con ellos, siendo fiel a su vocación y desarrollando la misión

que Dios le ha encomendado para la transformación del mundo.

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Piensa también

con los pies sobre el camino

cansado por tantos pies caminantes.

Piensa también, sobre todo,

con el corazón abierto

a todos los corazones que laten igual que el tuyo,

como hermanos, peregrinos,

heridos también de vida, heridos quizá de muerte.

Piensa vital, conviviente

conflictivamente hermano, tiernamente compañero.

ENTRE PARÉNTESIS

Mario Kevin Armijo, CMF

Ha llegado la hora de abrir el corazón,

si vestigios quedan, y hacerle un rictus

al silencio

(Siente y piensa el ser de la nada,

siente el ser que de locura y amor silenció, piensa el ser que en tinieblas

encontró lo que no existió

En vano sufre el ser

que busca mitigar

el dolor de su existencia

con otro dolor aún mayor

Recoge tus recuerdos,

sin olvidar lo que sientes

y deja que los sufrimientos que te aten

sean las cadenas de los pies

y no las del corazón)

PIENSA TAMBIÉN CON LOS PIES

Mons. Pedro Casaldáliga, CMF

Otro será el día solaz,

mas hoy

sólo escucha

la canción de la luna

que encontró el calor del sol esquivando su mirada,

y acariciando su Palabra.

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M aría es el rostro materno de dios, es donde se encuentra la dignificación de los pobres, es la Ma-dre del silencio aquella que sabía guardar las cosas en su corazón (Lc 2,51) y es la que sabe abrir a cada uno a una visión contemplativa que abraza el mun-do. Para San Francisco y Clara de Asís, María “…es en quién estaba la plenitud de la Gracia y todo Bien”, era la realización viva de su deseo incontenible. En ella moraba “Aquel a quién los cielos no pueden contener”. En ella, en su interioridad podían encon-trar el ambiente de adoración perfecta, el sentido de la criatura humana que se convirtió en tierra fértil para el Creador. En ella, en su corazón encontramos el amor como parte de lo eterno, pues su corazón rebosó de ale-gría, y cantó a su Señor en nombre de todo el Pueblo (Lc 1,46-55). Para nosotros comprender que somos un puro Don del Señor y que vivimos inmersos en sus muchos dones nos ayuda el recordar y revivir los gestos amorosos de Dios con nosotros, pues detrás de tan-tas cosas buenas hay Alguien con un amor de Madre volcado a nosotros(as). Con una frase audaz Santa Clara nos invita a presen-tarnos con corazón pobre ante el Señor “…No me cabe duda que el Reino de los cielos lo promete y concede el Señor solamente a los Pobres” (1ctaCl 25). Es necesario conocer nuestro corazón, en él habita el misterio y el impreso amor de Dios. Santa Clara abrazó la Santísima Pobreza cuando le descubrió en su vida por es pudo contemplar al Señor que ilumi-nó su corazón y por su misericordia y su gracia le hizo vivir el amor con sus hermanas, nos enseña que el amor fraterno es la manifestación con Creta de la unión con Dios y debe traducirse en hechos cono la dulzura, felicidad, irradiación… siempre habló de una experiencia vivida por eso decía a la hermana Inés de Praga “…Te veo vencer el orgullo, ruina de la naturaleza humana y la vanidad que vuelve ne-cios los corazones de los hombres. Te veo además estrechar con abrazo de humildad, de fe y de pobre-za el tesoro incomparable escondido en el campo del mundo y de los corazones humanos, Aquel que todo lo hizo de la nada”. Una de las originalidades de San Francisco fue re-cordar a nuestra Señora como una misionera reco-

rriendo caminos con Jesús y los Apóstoles. Escri-bió en la Regla No Bulada: “…Cuando sea menes-ter vayan por limosna y no se avergüencen y más bien recuerden que nuestro Señor Jesucristo, el Hijo de Dio vivo Omnipotente… fue pobre y huésped y vivió de limosna, tanto Él como la Vir-gen Bienaventurada y sus discípulos”. En este sentido ser Apóstol no es solo llevar a Je-sucristo donde Él no está, sino también y princi-palmente, saber descubrir y proclamar la presen-cia del Verbo donde apareció como manifestación

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bienes y servicios. He aquí el supremo egocentrismo y arrogancia de los seres humanos, llamado también antropocen-trismo. Éstos ven a la Tierra como un almacén de recursos sólo para ellos, sin darse cuenta de que no somos los únicos que habitamos la Tierra ni somos sus propietarios; no nos sentimos parte de la naturaleza, sino fuera y por encima de ella co-mo sus «dueños y señores». Olvidamos, sin em-bargo, que existe toda la comunidad de vida visi-ble (5% de la biosfera) y cuatrillones de cuatrillo-nes de microorganismos invisibles (95%) que ga-rantizan la vitalidad y la fecundidad de la Tierra. Todos ellos pertenecen al condominio Tierra y tienen derecho a vivir y convivir con nosotros. Sin relaciones de interdependencia con ellos, ni si-quiera podríamos existir. El documento no tiene en cuenta nada de esto. Podemos decir entonces que con él no hay salvación. Abre un camino ha-cia el abismo. Mientras tengamos tiempo, urge evitarlo. Nuestro actual relato o cosmología es el de la con-quista del mundo con vistas al crecimiento ilimi-tado. Se caracteriza por ser mecanicista, determi-nista, atomizada y reduccionista. En contraposición, surge el relato o la cosmología del cuidado y de la responsabilidad universal,

potencialmente salvadora. Consiguió su mejor expresión en la Carta de la Tierra.

La misión humana reside en cuidar y

mantener esa armonía sinfónica. Necesitamos producir no para la acumulación y el enriquecimiento privado sino lo suficiente y decen-te para todos, respetando los lími-tes y los ciclos de la naturaleza.

Este relato está más de acuerdo con las necesidades reales humanas

y con la lógica del propio universo. Si el documento Río +20 la adoptase

como telón de fondo, se crearía la opor-tunidad de una civilización planetaria en la

cual el cuidado, la cooperación, el amor, el respe-to, la alegría y la espiritualidad serían centrales. Tal opción apuntaría no hacia el abismo sino ha-cia el futuro que queremos: una biocivilización de la buena esperanza.

clara de adhesión al Reino. María la Virgen hecha Iglesia ha dado siempre fuerzas para anunciar a toda la humanidad el amor que la hizo Madre del Verbo encarnado. Que su cordialidad ayude a la nuestra para vincularnos más estrechamente con los empobrecidos de hoy.

Paz y Bien

El vacío básico del documento de la ONU para la Conferencia Río +20 reside en una completa ausencia de un relato o de una cosmología nuevos que pudieran garantizar la esperanza del «futuro que queremos», lema del gran en-cuentro. Tal como está, niega cualquier futuro prometedor. Para sus formuladores, el futuro depende de la economía, poco importa el adjetivo que se le agre-gue: sostenible o verde. Especial-mente la economía verde realiza el gran asalto al último reducto de la naturaleza: transformar en mercancía y poner precio a aque-llo que es común, natural, vital e insustituible pa-ra la vida como el agua, los suelos, la fertilidad, las selvas, los genes etcétera. Lo que pertenece a la vida es sagrado y no puede ir al mercado de los negocios. Pero está yendo, bajo este imperativo categórico: aprópiate de todo, haz comercio con todo, especialmente con la naturaleza y con sus

Compartimos un artículo de Leonardo Boff en torno

al documento para la conferencia llevada a cabo este mes de junio de 2012, donde se reúnen los líderes mundiales, junto con miles de participantes

del sector privado, las ONG y otros grupos.

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Compartimos con ustedes la presenta-ción que nuestro hermano Edgardo nos hace sobre su trabajo para obtener la li-cenciatura como Licenciado en Teología de la Universidad José Simeón Cañas de El Salvador.

Este artículo busca compartir parte del

que hacer teológico de la comunidad for-mativa del Teologado Claretiano y la ex-periencia de nuestro hermano en la reali-zación de esta monografía.

Felicidades Edgardo por el título obteni-

do y gracias por compartir con nosotros de manera sencilla los contenido principa-les de tu trabajo de graduación.

D esde hace varios años me ha acompañado el interés de profundizar en la persona de Jesús; de manera especial me llama la atención el tema de su resurrección. Siempre se afirma que la expe-riencia fundante de la vida cristiana es la expe-riencia pascual, que el centro de nuestra fe es la convicción de que Jesús está vivo y que nuestra esperanza es la de resucitar también como Jesús. Por esa importancia y centralidad elegí este tema para mi trabajo de graduación, porque siento que es un tema vital en nuestra experiencia de fe; de ahí la necesidad de profundizar en su compren-sión para poder vivir esa fe en nuestra vida. Mi trabajo de síntesis se centro en el estudio que hacen Andrés Torres Queiruga y Jon Sobrino so-bre la resurrección de Jesús; ambas reflexiones se enmarcan dentro de ese esfuerzo de interpreta-ción de la fe cristiana que se ha iniciado desde ha-ce algunos años. Torres Queiruga sitúa su refle-xión teológica en el nuevo paradigma que posibi-

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lita repensar nuestras creencias y responder de esta manera a los desafíos que nos lanza la modernidad. El estudio de Sobrino forma parte de su segundo libro de cristología, donde intenta descubrir la reali-dad última de Jesús, que se proclama a partir de la resurrección. En la primera parte de la síntesis presenté las principales ideas que Torres Queiruga recoge en su libro Repensar la resurrección. La diferencia cristiana en la continuidad de las religiones y la cultura. Es impor-tante destacar que el intento del teólogo es repensar el alcance de una temática tan compleja y delicada como la resurrección de Jesús y la significación que este acontecimiento puede tener para nosotros hoy. La estructura de su obra tiene orden lógico; conside-ra la resurrección en su contexto originario, a partir de un análisis detallado de los textos neotestamenta-rios, y en un contexto actual desde el horizonte que abre el diálogo de las religiones y la cultura. En la segunda parte del trabajo expuse el análisis que Jon Sobrino hace de la resurrección de Jesús en la primera parte de su libro La fe en Jesucristo. Ensayo desde las víc-timas. Como lo indica el título de su obra el autor analiza la resurrección de Jesús desde la esperanza de las víctimas y desde la posibilidad de vivir ya como resucitados en los avatares de nuestra historia. Su reflexión se sitúa de manera parcial en las víctimas de este mundo, desde donde se pregunta y tiene luces para acercarse a los rela-tos del Nuevo Testamen-to donde encontramos la experiencia pascual. Por la centralidad que tiene la resurrección de Jesús no hemos de que-darnos pasivos ante este misterio. Nos damos cuenta de la importancia de buscar los medios que vehiculen una interpreta-ción adecuada que ayude a la vivencia de la fe en nuestro mundo de hoy. El esfuerzo va mas allá de lograr una comprensión intelectual de la resurrec-ción, el punto está en

reavivar la experiencia de la resurrección en nuestro aquí y ahora. Dicha experiencia

es posible vivirla en el proseguimien-to del proyecto, del mensaje y de la

vida de Jesús.

La fe en la resurrección de Jesús nos lleva a un compro-miso con la historia, al remi-tirnos a la vida de Jesús, nos mueve a la entrega y al servi-cio. En medio de un mundo que clama libertad, paz, ar-monía el compromiso de la fe está en dar sentido, y en asu-mir con responsabilidad ese sentido que se le quiere dar. Por eso, como decía Ignacio Ellacuría, ya debemos vivir el seguimiento de Jesús como resucitados en la historia.

La fe en la resurrección de

Jesús nos lleva a un

compromiso con la historia, al

remitirnos a la vida de Jesús,

nos mueve a la entrega y al

servicio

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L a cordialidad nos remite al corazón de cada persona, pues nuestro actuar y el cómo nos relacio-namos con los demás revela mucho de lo que somos. Tenemos muchas expresiones para referirnos a eso que nos hace únicos a cada uno, así como para describir lo que percibimos es la personalidad de los demás, que en síntesis es una manera de expresar cómo es el corazón de cada uno. Una de esas formas habituales con la que nos referimos a la puesta en práctica de la cordialidad la tenemos cuan-do nos referimos a los demás como “gente de buen corazón”. Quisimos consultar a algunos jóvenes con quienes compartimos la pastoral sobre el significado que le damos a la expresión “gente de buen corazón”, y estas fueron sus opiniones:

“Una persona que no piensa en

sí mismo, sino que piensa en

las demás personas y las ayu-

da, y que las acompaña en to-

do momento”.

“Es servir en la Iglesia, ayudar a los demás, ser solidario, sentir la alegría y el dolor ajeno, no solo pensar en uno mismo, sino pensar en el hermano también”.

“Es aquella persona que a pesar de no conocer a

alguien, si ve a alguien con problemas en la calle

le ayuda sin recibir nada a cambio, le ofrece su

ayuda sin necesidad de un “gracias”, no espera

recibir nada.”

“es ayudar a los demás, tal vez no económi-

camente, pero quizás dándole un buen con-

sejo, así dejen de caer en la depresión y

puedan fortalecerse en el fe”

Carlos 18 años. La Ringlera.

Usulután

Ileana Marroquín 19 años. Usulután Centro

Isabel García Mejía 17 años. Puerto Parada.

Usulután

José Raúl Mejía 20 años. El Calvario.

Usulután

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Es alguien que ayuda a los

demás, trata a los demás

amablemente, no importa

la edad o clase social

siempre tiene palabras

amables, es prudente, y

tiende la mano a los de-

más”

Mercedes Padilla

20 años. Santa Tecla.

“Una persona caritativa que ayuda

a los demás, que es solidaria. Ayu-

da a los enfermos. No importa si es

una persona grande, un menor, si

es profesor, o si es amigo nuestro,

no importa la edad.”

“Una persona bondadosa, servicial, que da amor a las demás personas. Y no solo bus-ca su propio beneficio, sino dar un servicio, es lo que Dios nos pide.”

Kelin Pineda 15 años. Jiquilisco.

Usulután

Carlos Atilio Cruz 17 años. Jiquilisco.

Usulután

" Tendré para con Dios, corazón de hijo;

para conmigo mismo corazón de juez;

y para con el prójimo, corazón de madre."

( Padre Claret )

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U na vez presentados los datos oficiales y lo que dicen los medios sobre el acuerdo de paz, considere-mos las opiniones de la gente con quienes convivimos sobre este acuerdo de paz entre las maras. La gran ma-yoría lo percibe como algo bueno, pero en sinceridad no creen en la conversión de los mareros. Muchos no hablan del tema, por temor y sentimientos contra quie-nes han sido responsables de la muerte de algún fami-liar. La duda de la población permanece, a pesar de que las cifras indican la disminución de asesinatos. Se escuchan expresiones como: “esperamos que cambien, pero eso está difícil”, “esa gente no cambia”, “vamos a ver qué dice el tiempo”, etc. No es fácil aminorar el dolor y el llanto causado por las maras, pues son miles las víctimas de la violencia cau-sada por los pandilleros en los últimos veinte años, tiempo aproximado en el que ha ido tomando fuerza este fenómeno social pandilleril aquí en El Salvador. Aunado a lo anterior, muchos tienen la sospecha de que detrás de este acuerdo están los cárteles del narco-tráfico; grupos muy fuertes en la región que lucran con el tráfico de drogas y otras ilegalidades, a los cuales les conviene que las maras se unan para así controlarlas más fácilmente. Muchos no dudan de que el poder actual que domina a las pandillas es realmente el de los cárteles, y la negociación de paz es una manera de enmascarar el inicio de nuevas formas de tráfico de drogas en las que las maras jugarán un papel nuevo. ¿Quiénes realmente están detrás de todo esto?, se pre-guntan muchos. Esperar, dudar, no confiarse del acuerdo, seguir pi-diendo a Dios que haya paz..., son reacciones tomadas

por una gran parte de la población que quisieran -aunque no pueden- ver con algo de esperanza este nueva situación de “paz” en El Salvador. Para mu-chos simplemente esto no va a cambiar, y sólo están a la expectativa de que las pandillas rompan el pacto y, lastimosamente, todo vuelva ser como hasta hace algu-nos meses, o peor. CORDIALIDAD CON LAS MARAS ¿Qué hacer ante esta realidad? No es fácil dar una res-puesta, ni antes ni después del acuerdo entre las pan-dillas. El tema de las maras tiene tantos puntos desde donde ser enfocado, que queda uno con la impresión de que es muy poco o nada lo que se puede hacer, sal-vo esperar a que las cosas cambien por sí solas. La raíz del problema no solo está en las maras, sino en un sis-tema que se empecina en generar pobreza y exclusión. En el fondo la sensación de incapacidad y de espera

Compartimos parte del artículo que nuestro hermano

Julio preparara en torno a este tema de coyuntura en El Salvador. El artículo completo lo pueden hallar en:

http://construyendoelreino.blogspot.com

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pasiva domina la expectativa que ha causado el tema del acuerdo de paz. Sin embargo, del corazón brota la impostergable pregunta ¿y qué hubiera hecho Jesús? Como cris-tianos intuimos que la respuesta del Nazareno pa-saría por el amor, la acogida y el perdón, búsqueda de la justicia y la verdad; todas actitudes difíciles de asumir ante los mareros. HACERNOS PRÓJIMOS El llamado al amor sin medida y a la solidaridad activa nos interpela para no contentarnos con la idea de que es difícil hacer algo o que es mejor es-perar para ver qué hacer. Las palabras de la prime-ra carta de Juan nos interpelan el corazón: “Nosotros sabemos que hemos pasado de la muer-te a la vida porque amamos a los hermanos. Quien no ama permanece en la muerte.” (1 Jn 3,14), y aquella sentencia lapidaria de Jesús: “el que no tenga pecado, tire la primera piedra” (Jn 8,7). ¿Podemos juzgar a estos mareros? ¿Con qué senti-mientos los mira Dios? Los mareros son hijos de una sociedad herida por los horrores y errores de una guerra que marcó la historia de este país. Son el legado de una campa-ña de violencia iniciada en barrios de inmigrantes de los Estados Unidos, y re-exportados al país como producto no deseado del Imperio. Son la conse-cuencia de años de pobreza generada por sectores pudien-tes que olvidaron a los pobres y la justi-cia debida a ellos. Son fruto de familias y sociedades desin-tegradas que no su-pieron amar y me-nos enseñar a amar. ¿No es justo intentar hacer algo para evi-tar que tanta violen-cia y muerte conti-núen? Pero, tampoco pode-mos dejar de lado los crímenes de los mareros: asesinatos, migración forzada por extorciones, muertes inenarrables, crisis, miedo, inseguridad, etc. ¿Cómo pedirle a un hijo que acepte como com-pañero de trabajo a quien quizás asesinó a su ma-dre incendiando un bus en el que murieron otras

dieciséis personas? No es fácil hablar de acogida y per-dón con los mareros. El dolor es profundo y las heridas muy difíciles de sanar. Muchos de los mareros han creci-do envueltos en ambientes de odio y violencia, y sólo saben reproducir dolor y miedo. ¿Puede cambiar de la noche a la mañana una persona a quien no le duele ma-tar a otro ser humano? Ante estas víctimas, ¿podemos juzgar a estas familias?, ¿con qué sentimientos las mira Dios? HACERSE CARGO DE LA REALIDAD Muchas preguntas y pocas respuestas. Al final no es asunto de ponerse de lado de unos u otros, es de crear condiciones para la vida plena de ambas partes y poder mirar con optimismo el futuro del país: un nuevo cielo y una nueva tierra para los salvadoreños (cf. 2 Pedro 3,13). Ante un pueblo herido y en pugna, estamos llamados por el Dios de la vida a hacernos cargo de la realidad de dolor que vive nuestra gente (cf. Ellacuría). En esta sintonía, una palabra de Jesús cercana a esta ex-periencia la encuentro en la parábola del Buen Samari-tano (Lc 10,29-37). En ella se nos inicia confrontando con la pregunta ¿quién es mi prójimo?, que nos acaba encaran-do con la respuesta de que es más importante hacerse prójimo de los demás, sobre todo porque son los que su-fren, los excluidos y empobrecidos, quienes necesitan encontrar un prójimo.

También las palabras del Evangelio: lo que hiciste por uno de estos pequeños, por mí lo hiciste (cf. Mt 25,31-46), nos tienen que mover al servicio por lo que vamos viviendo en estos momen-tos en El Salvador. Como sabemos, una sola persona no cambiará radi-calmente esta historia, pero el aporte pequeño de cada uno y la búsqueda en co-mún del bien, puede ser el inicio de un cambio, ese momento por el cual he-mos suplicado a Dios por años. Nuevamente resuena, co-mo voz de la conciencia de

este pueblo, la palabra de Mons. Romero: “La gloria de Dios es que el pobre viva”. Todo lo que ayude a la vida digna e integral de las víctimas y de los empobrecidos, es parte del camino a la paz.

Algunos sectores de la Iglesia Católica han sido mediadores para el pacto entre las maras, entre ellos Mons. Fabio Colin-dres, obispo castrense.

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¿Cómo hacernos prójimos? Los caminos de cada cual lo irán llevando a pasar al lado de millares de heridos. Tender la mano será nuestro primer pa-so a la solidaridad y a los esfuerzos por el cambio. Solidaridad que pasa por la búsqueda de justicia para las víctimas de la violencia de las maras y de oportunidades para las nuevas generaciones que ya han caído o están en peligro de incorporarse a estos grupos. ¿Quién se hace prójimo? Es difícil esperar que los adinerados y poderosos den de sí para crear con-diciones de justicia, igualdad, perdón y paz. Con sus medios poco han hecho en estos últimos años: solo pasan de largo ante el problema de las maras.

A muchos les conviene las condiciones de insegu-ridad, pues lucran con la violencia y el miedo en el que vive la población. De los políticos espera-ríamos, al menos, alguna mediación para que las soluciones involucren todas las instancias de Go-bierno y sean parte de un proyecto nacional; pero eso parece es mucho pedir. Las soluciones han de gestarse desde quienes tienen que levantarse del camino de la historia con todo y sus heridas, de los descalzos, con más miedos que segurida-des, pero con capacidad de amar y luchar por un país con mejores condiciones de vida para todos. Gente que cree en el Amor y no pierde la esperan-za. Y es que aunque dudemos del pacto y de los me-diaciones del mismo, lo que no podemos perder es la esperanza de que la situación de violencia pueda cambiar, lo cual nos debe empujar a buscar soluciones integrales que ayuden a cambiar la realidad. La situación de las maras es compleja, eso no es

nuevo; lo novedoso es la oportunidad que se nos abre para evitar que este fenómeno siga evolucionando: es esta posibilidad la que nos puede inspirar a ser cor-dialmente creativos para dar espacios y medios que permitan el cambio de toda la sociedad, no solo de los pandilleros: hay que ir a la raíz de los problemas y crear mecanismos de prevención. Esto obviamente no es tarea de uno solo o de unos cuantos, es tarea de na-ción, es tarea de cada comunidad; pero inicia con un corazón que se abre al amor y a la esperanza: para sa-nar heridas y reconstruir la historia. Estamos en tiempos donde la sociedad civil tiene otra fuerza y nuevos medios para expresarse, por lo cual es de esperar que las organizaciones civiles se manifies-

ten con acciones concretas para aportar en esta nueva coyuntura en el país. En tiempos de “indignados”, cabe preguntarse cómo los grupos sociales (grupos religiosos incluidos) asumen este reto de crear verda-deras condiciones para la paz. Es normal dudar de la conversión de las pandillas, pero no es cristiano desaprovechar el momento y no hacer algo para ayudar a El Salvador, sobre todo para rescatar a los jóvenes que debaten su existencia en te-rribles condiciones de pobreza y exclusión—generada por la ambición de los más poderosos de este país - caldo de cultivo de más violencia. Esta nueva situación con las maras es un reto para nuestra cordialidad, personal y comunitaria: es el reto a no pasar de largo sin mirar la realidad de dolor y muerte, de hacernos parte de la solución. Lo poco que hagamos con amor y como búsqueda colectiva de la justicia y la paz, es en sí un pequeño signo del Reino que ya va creciendo entre nosotros.

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ron el lavatorio de pies para ratificar su compromiso del servi-cio; el viernes en la mañana se realizó el Viacrucis por toda la comunidad, se elabo-raron preciosas alfom-bras de flores y ase-rrín. Luego, por la tar-de, la procesión del Señor sepultado y el sábado la procesión de la Virgen Dolorosa. La Vigilia Pascual ter-minó como a las once de la noche, luego ter-minamos el domingo

participando en la Misa de resurrección en la Igle-sia de Tejutla. Cada día se realizó la celebración de la Palabra en la comunidad y se hicieron algunas visitas a per-sonas enfermas llevándoles la comunión. Me en-cantó el hecho de que la mayoría de personas ma-yores siempre mostraban con su oración, el apre-cio por todos los misioneros y el trabajo que se realiza en los lugares de misión. Realmente la comunidad se había venido prepa-rado durante la Cuaresma para celebrar con fe y esperanza las fiestas pascuales, sin embargo, mu-chas veces pensaba en que en ese lugar era contra-dictorio hablar de la Pascua y celebrarla con ale-gría cuando existe tanta pobreza. Agradezco una vez más a Dios por enviarme a una comunidad donde me trataron con mucho cariño y donde aprendí mucho de la gente senci-lla y humilde, sobre todo de su desprendimiento de las cosas materiales y de su compartir fraterno.

E ste año nos informaron que la misión de Se-mana Santa sería en Tejutla, Chalatenango. Con mucha alegría partimos el día sábado hacia el lu-gar donde el padre Ramiro ya nos esperaba para destinarnos al cantón donde tendríamos que com-partir con la comunidad. A mi me tocó ir a El Carrizal, una comunidad ale-jada del pueblo con gente muy sencilla y pobre, pero que con un gran entusiasmo. El catequista llegó a traerme a la Parroquia y el padre Julián nos hizo el favor de llevarnos a la comunidad, ya allí me ubiqué con la familia Mejía, quienes me recibieron alegres en su casa. El padre Ramiro me había dado algunas instruc-ciones sobre el trabajo a realizar, así que llegando me reuní con la comunidad. El programa era ir el Domingo de Ramos al pue-blo Tejutla y allí acompañar a la comunidad en la procesión. A partir del lunes tuvimos reuniones con niños, con jóvenes y por último con los adul-tos; dichos grupos participaron con mucha aten-ción en los temas impartidos. El jueves organiza-

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CONVOCADOS:

Diócesis de Santiago de María

Parroquia Corazón de María

Parroquia San José de Villanueva

Parroquia San José Obrero-El Cortés

PROCLADE Armenia

Pastoral Vocacional Claretiana

MUÉSTRANOS QUE LOS JÓVENES SABEN ANUNCIAR BUENAS NUEVAS CREATIVAMENTE

Información en: http://construyendoelreino.blogspot.com/p/sebijucla.html , [email protected], Facebook: SEBIJUCLA; llamando al Teologado Claretiano 2243 5743, o en las oficinas de parroquiales de: Iglesia Corazón de

María (San Salvador 2263 5460) o Iglesia El Calvario (Usulután 2662 1330)