Relatoría 1 Pensamiento Complejo

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Relatoría: María da Conceiçâo de Almeida Para comprender la complejidad Daniel Esteban Quiroz Curso: Pensamiento complejo y educación Profesor: Neil Palacios Fecha: 17/02/15 El surgimiento de la complejidad y su panorama Quien aspira a conocer y describir algo vivo, busca ante todo desentrañar el espíritu; tiene entonces las partes en sus manos. Y sólo falta, ¡por desgracia!, el lazo espiritual. J.W. Von Goethe 1. Introducción. El fragmento de Fausto que sirve de epígrafe a esta relatoría nos da una guía precisa, guardando las proporciones, del panorama en el que se ubica el pensamiento complejo, esas ciencias de la complejidad que De Almeida quiere mostrar en ese “mapa inacabado” con el que comienza su obra. En efecto, desde el comienzo la autora nos da a entender que hay una serie de fenómenos que obligan a desviar la mirada y reconsiderar ciertos supuestos considerados “clásicos” de la ciencia y el conocimiento en general. Hasta el surgimiento de ese conglomerado de “revoluciones” en el saber, hubo ciertos supuestos que mandaron el campo científico y filosófico: tal como en la obra de Goethe, el dominio del conocimiento de las meras partes, el estudio aislado y reductor de los fenómenos a partir de un modelo naturalista y matemático fue el lugar común de la ciencia y buena parte de la filosofía. Sin embargo, desde mucho antes del surgimiento de este paradigma de la complejidad, el problema ya se vislumbraba: el dominio de las partes no implicaba el conocimiento del todo;

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Documento en el que se da cuenta de los planteamientos del texto "Para comprender la complejidad".

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Relatoría: María da Conceiçâo de Almeida – Para comprender la complejidad Daniel Esteban Quiroz Curso: Pensamiento complejo y educación Profesor: Neil Palacios Fecha: 17/02/15

El surgimiento de la complejidad y su panorama Quien aspira a conocer y describir algo vivo, busca ante todo desentrañar el espíritu; tiene entonces las partes en sus manos. Y sólo falta, ¡por desgracia!, el lazo espiritual. J.W. Von Goethe

1. Introducción.

El fragmento de Fausto que sirve de epígrafe a esta relatoría nos da una

guía precisa, guardando las proporciones, del panorama en el que se ubica el

pensamiento complejo, esas ciencias de la complejidad que De Almeida quiere

mostrar en ese “mapa inacabado” con el que comienza su obra. En efecto, desde

el comienzo la autora nos da a entender que hay una serie de fenómenos que

obligan a desviar la mirada y reconsiderar ciertos supuestos considerados

“clásicos” de la ciencia y el conocimiento en general. Hasta el surgimiento de ese

conglomerado de “revoluciones” en el saber, hubo ciertos supuestos que

mandaron el campo científico y filosófico: tal como en la obra de Goethe, el

dominio del conocimiento de las meras partes, el estudio aislado y reductor de

los fenómenos a partir de un modelo naturalista y matemático fue el lugar

común de la ciencia y buena parte de la filosofía. Sin embargo, desde mucho

antes del surgimiento de este paradigma de la complejidad, el problema ya se

vislumbraba: el dominio de las partes no implicaba el conocimiento del todo;

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incluso, conocer ese todo no podía quedarse en algo inerte; debía haber una

suerte de conciencia de la interdependencia y la vitalidad de los fenómenos, ese

lazo espiritual que estaba ausente del conocimiento, como se nota en el epígrafe.

Hegel ya lo había visto claramente, e incluso se apoya en las palabras de Goethe

para dar a entender la anomalía provocada por lo que la autora llamará en el

texto los “pilares de la certeza”. “La filosofía racionalista (incluido el empirismo)

se halla en un error si piensa que al analizar los objetos, es decir, al

descomponerlos y separarlos, los deja inalterados, pues en realidad lo que hace es

convertir lo concreto en abstracto. Por ello ocurre también que lo vivo es

aniquilado, pues sólo lo concreto es viviente.” (Citado por Giusti, 2008, p. 118).

Las críticas de Hegel y otros, el surgimiento de la mecánica cuántica, los

descubrimientos inusitados que inundaron el horizonte del siglo XX, el brote de

esa “sociedad-mundo” de la que habla De Almeida (2008, p. 16), entre otros

sucesos, terminaron siendo ese terreno de donde germinó el pensamiento

complejo bajo las reflexiones de Edgar Morin. En ese mapa inacabado, De

Almeida nos ofrece un panorama de los síntomas, contexto y características

fundamentales de esa complejidad ya vislumbrada pero apenas explícita a partir

de Morin. Esta relatoría se propone dar cuenta de los aspectos más importantes

de cada uno de los puntos de dicho mapa, coherente con este pensamiento,

difuso, inacabado, inabarcable.

2. ¿De dónde brota esa “ciencia nueva”?

De Almeida comienza su mapa con unas afirmaciones que sólo se

justificarán a partir del segundo y tercer apartados sobre los síntomas y el

contexto de la ciencia nueva; por lo cual, trataremos primero dichos elementos

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para darle una base sólida a la respuesta a la pregunta “¿por qué lo nuevo en la

ciencia?”

Los cambios en el conocimiento se ven marcados, según De Almeida, en

tres periodos fundamentales: 1) desde el Renacimiento hasta el siglo XVII; 2)

siglo XIX y primera mitad del XX y 3) segunda mitad del siglo XX hasta ahora. Lo

destacable de esta línea temporal que marca la autora es que el cambio

fundamental radica en la direccionalidad y la velocidad de difusión y progresos

de la ciencia. En efecto, hasta el siglo XVII, según la autora: “había casi siempre

un foco principal, una teoría o una interpretación en torno de la cual giraban las

investigaciones, los debates y la fabricación de instrumentos que permitieran

demostrar lo que estaba siendo defendido.” (Ibíd., p. 15). El carácter de

“localidad” del conocimiento científico era notorio; se podría decir que el

“paradigma de la certeza” facilitaba aún más esta unilateralidad del progreso

científico.

El segundo periodo se ve marcado por una aceleración inusitada de los

descubrimientos, a la vez que por una multiplicación de los escenarios hacia

donde apunta el conocimiento; la unilateralidad desaparece del mapa.

Podríamos hacer más familiar el panorama de este periodo con dos sucesos que

hicieron temblar y poner en cuestión la posibilidad de una explicación ordenada

y lineal de las cosas: el primero es el advenimiento de la mecánica cuántica con

el Principio de Incertidumbre de Heisenberg: que para el observador sea

imposible no afectar el objeto investigado en este caso se convierte en la semilla

de esa inestabilidad propia del pensamiento complejo. El segundo no es

mencionado por la autora pero viene al caso: el casi derrumbe del positivismo

lógico con las Investigaciones filosóficas de Wittgenstein: la búsqueda de un

lenguaje lógicamente perfecto y acabado se pone en cuestión. En el primer

suceso, el hombre pasa de ser un agente neutral meramente cognoscente a ser

parte activa del fenómeno, a interferir en él; en el segundo, el hombre creía que

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el lenguaje era un instrumento que se podía perfeccionar, pero resultó que éste

era el resultado de una comunidad y su forma de vida.

Si el segundo periodo mencionado muestra la aceleración inusitada de los

descubrimientos, el tercero llevará esa aceleración a un punto insostenible,

inabarcable desde todo punto de vista. La localidad que dominó la modernidad

era ya impensable pues la sociedad pasó a ser sociedad-mundo (Ibíd., p. 16). Los

fenómenos, tanto naturales como sociales, se multiplicaron; ya no había manera

de trazar una línea, ni siquiera un esquema, en el conocimiento. De esta manera,

el momento actual es de “turbulencia en las ideas y en las construcciones

intelectuales; fusiones de disciplinas; redistribución de los dominios del saber;

crecimiento del sentimiento profundo de incertidumbre; conciencia, cada vez más

fuerte, del sujeto humano de estar implicado en el conocimiento que produce”

(Ibíd.).

Como ya no hay una dirección fija hacia donde se dirige el conocimiento,

no hay un centro determinado, un telos si se nos permite hablar así, lo único que

queda es intentar convivir con esa multiplicidad naciente y trazar líneas entre

los saberes y los fenómenos. De ese intento surgen los síntomas de la ciencia

nueva que De Almeida menciona. En efecto, tal multiplicidad en el

conocimiento obliga a un diálogo entre los saberes sobre los distintos

fenómenos; además, como no hay posibilidad de señalar una sola dirección que

le dé estabilidad a la investigación como antes, es necesario aceptar la paradoja y

la incertidumbre. Por otro lado, tal como vimos con los ejemplos anteriores, el

investigador influye e interviene sobre el objeto del conocimiento, a la vez que

éste lo puede sobrepasar y determinar; y ya que esto se da mutuamente, el

esquema tradicional sujeto-objeto entra en una crisis determinante. Sin

embargo, podríamos decir que el síntoma fundamental de donde brota esa

“ciencia nueva” es el hecho de que la ciencia pasa de ser la representación

objetiva y universal del mundo a ser sólo una más entre todas las posibles

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manifestaciones de la experiencia humana. En este orden de ideas, las bases

sólidas tambalean, por lo que según De Almeida “agudizar la escucha para

comprender y lidiar con la diversidad de ruidos que desordenan o redimensionan

los patrones ya consagrados de concebir el mundo es una actitud intelectual

importante e imposible de posponer” (Ibíd., p. 14). Antes había una base segura y

unilateral, pero que diseccionaba los fenómenos y los hacía inertes; ahora con

este panorama de inestabilidad, multiplicidad y necesidad de diálogo, se abre la

puerta para tratar de entender, en la medida de lo posible, ese lazo espiritual que

estaba ausente del conocimiento.

De esta manera, se puede dar una respuesta a “¿por qué lo nuevo en la

ciencia?” Todo lo que se ha mostrado marca una “polifonía del conocimiento”

en donde confluyen dos elementos fundamentales: 1) una “cierta autonomía del

pensamiento delante de las contingencias de lo “real” (Ibíd., p. 12); esto posibilita

la creación humana, la representación de la realidad que según la autora, es la

que inyecta sentido y crea cultura. 2) Entretejido con lo anterior está la

dependencia de un medio social, histórico e incluso natural; el ser humano no

crea de la nada; la realidad que lo rodea determina de cierta manera sus

posibilidades de representación, sentido y cultura, que sin embargo son propias.

Esa mezcla de elementos supone la posibilidad del surgimiento de cosas nuevas,

surgimiento que se hace indeterminable a medida que confluye una mayor

cantidad de fenómenos, de mezclas y de diálogos entre los saberes, lo cual pone

ante la mesa, según la autora, la casualidad y lo imprevisible. Puede decirse que

éstos son los supuestos fundamentales del pensamiento complejo; sin embargo,

hace falta aclarar en qué consiste.

3. ¿Qué es la complejidad?

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La multiplicidad en el conocimiento y los fenómenos, tal como se ha

descrito hasta ahora, ha hecho que la complejidad surja a partir una

consecuencia fundamental de esto último: la disolución de lo que De Almeida

(Ibíd., p. 19) llama “los cuatro pilares de la certeza”. En resumen, éstos consisten

en: 1) orden determinista, 2) separabilidad, 3) reducción a lo físico-biológico y 4)

lógica inductiva-deductiva o razonamiento causa-efecto.

Más que una disolución, el resultado de la multiplicidad es una inversión

de dichos pilares. Del orden determinista le deja lugar a la posibilidad del

desorden y el azar; la separabilidad, ese principio cartesiano de dividir para

simplificar el objeto de estudio queda cancelado en aras de la comprensión de

una unidad orgánica irreductible a alguna de sus partes; la reducción a lo físico-

biológico, en suma lo cuantificable, le abre campo a los conceptos cualitativos y

no medibles; por último, la lógica se hace susceptible a la incertidumbre ya que

el razonamiento causa-efecto deja de tener ese lugar eminente que solía tener en

el conocimiento.

El saber, en aras de esa aceleración inusitada a partir del siglo XIX, debe

hacerse orgánico, ya que no hay posibilidad de reducir el todo a la parte y de

buscar un principio general y lineal del objeto de estudio; e interpretativo, ya

que, por lo anterior, existe una influencia constante de múltiples factores

suscitados por el medio en que se desenvuelve lo que sea que se investigue. De

esta manera, Morin ofrece, según la autora, unas herramientas que se acercan a

un “método” del pensamiento complejo, sin que ello signifique de ninguna

manera una serie de pasos fijos y a priori para la investigación. Pero antes de

exponer dicho método, se hace necesario describir lo que para De Almeida son

los once posibles argumentos que permiten, de alguna manera, definir en qué

consiste la complejidad.

1) “Mientras más abierto un sistema, más dominios inciden sobre él, mayor

es su complejidad.” (Ibíd., p. 23). La cantidad de factores que inciden en el

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funcionamiento de un fenómeno aumentan la dificultad para captarlo y rodearlo

conceptualmente, lo hace más “complejo”.

2) “Lo complejo, al contrario, es “tejido de elementos heterogéneos

inseparablemente asociados que presentan la relación paradójica entre lo uno y lo

múltiple” (Ibíd., p. 24). A diferencia de lo complicado, que es divisible, lo

complejo es una unidad orgánica que lleva en sí una multiplicidad heterogénea

pero inseparable.

3) “Lo complejo admite la incertidumbre.” No es posible determinar con

absoluta seguridad todo lo que concierne a un fenómeno, tanto en lo que es

como en su funcionamiento.

4) “Lo complejo es marcado por lo imprevisible.” Es imposible también

determinar el curso futuro de un fenómeno debido a la multiplicidad de

elementos que inciden en él.

5) “Lo complejo es no-determinista, no-lineal e inestable”. Es también

imposible conocer y dar cuenta de una secuencia lineal y fija del curso del

fenómeno.

6) “Lo complejo es más propiamente un sistema auto-eco-organizado.” Es

decir, se auto-organiza en relación con su medio, a la vez que adapta en sí mismo

condiciones en principio adversas.

7) Lo complejo es inacabado. Está en constante evolución y transformación,

lo cual permite su interacción con otros fenómenos.

8) Dependencia y autonomía. Lo complejo se organiza a sí mismo, pero con

la ayuda de un entorno del que depende.

9) “Lo complejo lleva, supone o expresa emergencias.” Con base en la

imprevisibilidad, se puede dar que dos elementos se fusionen y den lugar a un

elemento nuevo y desconocido, que emerja.

10) “Lo complejo se instala lejos del equilibrio.” Es imposible siquiera

establecer tendencias en los fenómenos.

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11) “Lo complejo vive de la tensión entre determinismo y libertad.” En el

caso del hombre y la sociedad, éstas deben administrar su destino en conexión

con ciertas condiciones ineludibles.

Estos once argumentos sintetizan el estado de cosas en el que se encuentra

el conocimiento y del cual el pensamiento complejo toma su base para buscar

comprender los fenómenos que, como organismos indivisibles, tienen una vida

conceptualmente inabarcable en su totalidad, es decir, que ya no son lineales ni

divisibles como se pensó durante el auge del modelo clásico en las ciencias.

Morin propone pues un diálogo entre esas “revoluciones dispersas” en el

conocimiento (Ibíd., p. 20) a través de dos herramientas: la migración conceptual

y la construcción de metáforas. La primera busca el diálogo entre los saberes a

través de los puntos que los conectan y a su vez ampliar los conceptos para

sacarlos del dominio exclusivo de la disciplina de donde provienen. Por otra

parte, las metáforas, dice De Almeida, permiten reconectar ámbitos que hasta

entonces parecían y se consideraban dicotómicos, como sujeto-objeto, hombre-

mundo, naturaleza-cultura, etc. Estas herramientas buscan reconectar lo que

desde siempre ha estado unido orgánicamente pero que había sido separado y

simplificado en el pensamiento y la ciencia. Ahora bien, como bien se ha dicho,

lo complejo implica una tensión entre la dependencia y la autonomía y otra

entre el determinismo y la libertad, lo que trae como consecuencia una necesaria

conciencia de la incertidumbre y el desorden que invaden a todo hecho u objeto

a investigar. Por lo cual, lo que Morin concibe como método no es más que una

“estrategia” (Ibíd., p. 22), es decir, un camino propio que busca establecer un

diálogo de conocimientos que dé cuenta de esa dialéctica de lo uno y lo múltiple

en los fenómenos. Como estrategia, y teniendo en cuenta la inestabilidad

esencial y latente, siempre será posible modificar los pasos de la investigación

sobre la marcha, por lo que todo lo anterior son apenas unos principios

generales a partir de los cuales enfrentar los múltiples desafíos de esa “sociedad-

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mundo”; esto, como consecuencia, dice la autora, obliga a pensar en una

organización no pragmática y más democrática del conocimiento (Ibíd.). Lo no

complejo vendría siendo, como se afirma en el texto, la noción no positiva por

excelencia.

Ya para concluir, las ciencias de la complejidad, en la aplicación que ha

desarrollado, presentan dos constelaciones fundamentales que deben confluir

para lograr esa reorganización del conocimiento que tanto busca: una

constelación pragmática, el cual se concentra en la aplicabilidad de las

discusiones y los conceptos; se basa en la noción de “sistemas complejos”. Y una

constelación paradigmática, teórica, que busca re-elaborar y pensar los conceptos

de “verdad”, “objetividad”, etc., para elaborar y pulir esa nueva ciencia,

reconectar las disciplinas y reducir su fragmentación.

4. Bibliografía.

- De Almeida, María da Conceiçâo. (2008). Para comprender la complejidad.

México: Multiversidad Mundo real Edgar Morin.

- Giusti, Miguel. (2008). Por qué leer a Hegel hoy. En: Giusti, Miguel. Mejía,

Elvis. (Eds.). Por qué leer filosofía hoy. Lima: Pontificia Universidad católica del

Perú.