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KOBIE (Serie Paleoantropología). Bilbao Bizkaiko Foru Aldundia - Diputación Foral de Vizcaya N.º XV, 1985/86

SONDEOS AROUEOLOGICOS EN LOS SOLARES N.0

• 2 y 4 DE LA CALLE CARNICERIA VIEJA DE BILBAO (1)

Los solares n.05 2 y 4 de la calle Carnicería Vieja se en­cuentran situados en el espacio sobre el que se produjo en las primeras décadas del siglo XV la primera amplia­ción del casco de la villa. Este hecho permitía pensar en la existencia de restos arqueológicos en el subsuelo, que se verían seriamente afectados por la construcción de una vi­vienda, lo que impulsó a la realización de sondeos estrati­gráficos cuyo objetivo básico era establecer el estado y contenido del yacimiento, como fase previa a un proyecto de actuación más complejo.

Los sondeos ofrecieron la siguiente secuencia estrati­gráfica:

-Nivel 1: Está formado por una acumulación de mate­rial de destrucción sobre los que asentó el suelo de la últi­ma fase de ocupación del solar. La base de dicho estrato apoya en un suelo de habitación formado, según los ca­sos, por tierra apisonada o un empedrado de cantos re­dondos unidos con argamasa y dispuestos en torno a ca­rreras centrales paralelas a la línea de la calle.

Nivel 11: Formado por dos capas de tierra de diferente color y composición que presentan un material muy ho­mogéneo (cerámicas de pasta gris clara barnizadas en verde o amarillo y algunas monedas de los Austrias) que fecha el nivel en torno al siglo XVII. Estos estratos descan­san en un suelo irregular formado por cantos rodados de origen fluvial sobre los que se colocó una capa de arcilla apisonada, tratando, así, de eliminar las desigualdades existentes. Sobre él se encuentran la mayor parte de las estructuras arquitectónicas localizadas en el transcurso de la excavación, a excepción de los pilares que buscan una cimentación más sólida y profunda en los estratos inferio­res de formación natural.

-Nivel 111: Constituido por cantos rodados que corres­ponden a una terraza de origen fluvial.

Los trabajos realizados pusieron al descubierto dos mu­ros medianeros perpendiculares a la línea de calle que se-

(1) Subv. por Manuel SASTRE SASTRE (propietario de los solares).

paraban tres espacios correspondientes a otras tantas ca­sas de villa, por lo que, aun siendo nuestro conocimiento hipotético al disponer de datos parciales, se puede consi­derar que los solares estaban distribuidos, al menos en el siglo XVII, en tres parcelas yuxtapuestas, de planta rectan­gular, con el lado menor paralelo a la calle y una anchura que oscila entre 6,60 y 4,80 m.

Las estructuras constructivas más antiguas van hacién­dose en las sucesivas reformas más complejas. En este sentido, al desarrollarse los edificios en altura, como res­puesta al aumento demográfico que se produce en los si­glos XVII y XVIII y a la incapacidad de expansión urbana, las viviendas refuerzan sus elementos sustentantes me­diante la intrusión de pilares en los antiguos muros, en­grosando éstos y construyendo soportes centrales, sólida­mente asentados en el nivel geológico.

En resumen, los resultados obtenidos son los siguien­tes:

1.-EI yacimiento carece de los niveles más antiguos de ocupación (siglo XV) documentados en las fuentes escri­tas.

2.-Desde finales del siglo XVI se puede rastrear la evo­lución y desarrollo de los edificios. Estos van transforman­do, a medida que surgen nuevas necesidades, su esque­ma organizativo, aumentando el número de plantas. De todo ello se desprende que lá falta de expansión urbana hizo que la sustitución tipológica de las construcciones se planteara sobre los solares antiguos, si bien no tenemos datos relevantes que permitan suponer que este proceso se produjo sobre la parcelación y distribución del espacio del siglo XV.

lñaki García Camino

RESUMEN DEL INFORME SOBRE LA IV CAMPAÑA DE EXCAVACIONES ARQUEOLOGICAS EN LA NECROPOLIS MEDIEVAL DE SAN JUAN DE MOMOITIO. GARAI. VIZCAYA. Año 1985.

La presente campaña tiene como objeto confirmar algu­nas cuestiones relacionadas con la organización del espa­cio funerario planteadas en trabajos anteriores y agotar

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todas las posibilidades del yacimiento, mediante el estu­dio del hábitat, de modo que pudiera completarse un mo­delo de asentamiento de la población altomedieval vizcaí­na.

Con estos planteamientos la excavación se desarrolló en dos áreas: La primera, centrada en torno a la ermita de San Juan, a fin de ampliar el estudio de la necrópolis, y la segunda, en las campas que rodean al caserío Momoitio Ganekoa con el objeto de detectar algún indicio de la exis­tencia del poblamiento. Los resultados obtenidos son:

AREA 1

-A 24 m. al Sur de la ermita (Sector 111), dentro de la propiedad eclesiástica actual, fue localizado un enterra­miento en fosa excavada en la roca y reforzada con pie­dras calizas irregulares. Tanto la estructura sepulcral, como la planta y disposición de sus elementos son fre­cuentes en la zona Sur de la necrópolis.

-A la misma distancia, pero más hacia el Oeste y fuera del recinto que rodea a la ermita, en una superficie de 64 metros cuadrados, no fue localizado enterramiento algu­no, ni material ni arqueológico que permita pensar en una ocupación intensa del terreno anterior a fines del siglo XIX.

-En el Sector V, situado al Norte de la ermita, no se lo­calizó ninguna estructura funeraria, aunque sí material ce­rámico medieval que repite las tipologías obtenidas en an­teriores campañas.

De todo ello se desprende que la zona situada al Sur del edificio religioso presenta la mayor densidad sepulcral de la necrópolis, no superando nunca la extensión de la pro­piedad eclesiástica actual y que el Sector Norte está esca­samente utilizado como cementerio. Por otra lado, se con­firmó la cronología propuesta en campañas anteriores (Si­glo XI - Siglo XIII).

AREA2

La zona elegida para efectuar los sondeos está situada en un punto elevado del N.O. de la necrópolis y presenta una topografia suave frente a las fuertes pendientes del S. y E. que dificultan la fundación de establecimientos huma­nos estables. Fueron realizadas 12 catas de 2x2 m. en los extremos de las terrazas artificiales que rodean al caserío Momoitio Ganekoa. Con ello se pretendía observar la dis­posición de los estratos del terreno, el proceso de crea­ción de las diferentes terrazas, los corrimientos de tierra producidos o los acondicionamientos de la zona con fines agropecuarios, así como la máxima o mínima acumula­ción de materiales arqueológicos que pudieran aportar datos sobre el emplazamiento del poblamiento.

Los resultados obtenidos no fueron satisfactorios y se comprobó que las terrazas fueron realizadas en el siglo pasado, para aprovechar el espacio con fines agrícolas.

La roturación de estas tierras y la modificación tipológi­ca de las viviendas medievales al adaptarse con el paso del tiempo a las nuevas necesidades impuestas por el de­sarrollo económico, pudieron destruir el yacimiento debi­do al escaso espesor estratigráfico que presenta el terre­no, más aún cuando es probable que las primitivas cons­trucciones fueran sencillas casas de madera, como parece desprenderse de los materiales y técnicas constructivas utilizadas en las villas y en caseríos que, incluso en el si-

glo XVII, mantienen una estructura sustentante formada básicamente por maderos y postes sin cimentación.

Al ho haber sido localizado el poblamiento, desconoce­mos las causas reales que expliquen el hecho de que la necrópolis deje de utilizarse a fines del siglo XIII o comien­zos del XIV. Nuestra hipótesis se inclina por considerar que, ante el prestigio que adquieren determinadas entida­des o núcleos de población, situados, incluso, en zonas elevadas (Garai, Andikona ... ), el templo religioso, articula­dor del espacio poblado en su entorno, pierde importan­cia y deja de desempeñar las funciones de asistencia a los fieles, convirtiéndose en ermita dependiente; consecuen­cia de ello es el abandono de la nBcrópolis.

lñaki García Camino

AVANCE DE LA TERCERA CAMPAÑA DE EXCAVACION EN EL YACIMIENTO ROMANO DE FORUA (AÑO 1985) (1)

Tras la labor efectuada en los años anteriores en la zona septentrional de la huerta de los PP. Franciscanos y que dio como resultado la detección y excavación de los res­tos de estructuras arquitectónicas de época altoimperial (siglos 1 al 111), dimos por concluida la excavación en esta parte del yacimiento.

Por otra parte, los sondeos efectuados en la mitad meri­dional de la finca, sacaron a la luz un nivel fértil constitui­do por elementos de construcción: mampuestos, lajas de piedra de un posible pavimento, tégulas, etc., acompaña­do de cerámica romana. Esto se confirmaba cuando, debi­do al derrumbamiento del muro sur de la huerta, quedó al descubierto un estrato en el que se apreciaba la existencia de restos de estructuras similares a las halladas en los sondeos.

En esta campaña nos planteamos como objetivo la deli­mitación de la estructura localizada, además de establecer la relación estratigráfica entre la zona norte y la sur de la huerta de los PP. Franciscanos. Para esto se trazó una zan­ja que uniera ambas zonas y que comprendía parte de los cuadros 32, 33, 34, 35, 36, 37, 38 y 39, alcanzando en algu­nas zonas una profundidad máxima de 2,30 metros. Am­pliamos la superficie excavada con otra zanja en dirección Este que ocupaba parte de los cuadros 37, 41 y 42, así como una serie de catas de 1,50 por 1,50 metros dejando sondeada, de este modo, toda la mitad sur de la finca. El resultado de estos trabajos fue la confirmación de que la estructura encontrada en los sondeos se encontraba aisla­da en la zona sur, y se producía así una discontinuidad de los dos grupos de construcciones.

Decidimos abrir en la parte sur de la finca los cuadros 43, 44, 45, 46, 47, 48 y 49.

Por lo que respecta a los cuadros 32, 33, 34, 35, 36, 37, 38 y 39 se distinguen cuatro estratos:

1.-Compuesto por tierra de cultivo.

2.-lntegrado por tierras naturales propias del terreno, así como esquirla de talla de piedra caliza, escombros de tejas, restos de cerámica, etc., que corresponden a la ocu­pación de esta finca desde comienzos del siglo XVIII a me-

(1) Vid. informe de la campaña preliminar en KOBIE n. 0 13, p. 484.

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diados del siglo XIX, por el antiguo convento de los PP. Franciscanos.

3.-Formado por tierras marrones que contienen frag­mentos pequeños y rodados de cerámica romana, esco­rias de hierro y fragmentos de vidrio y tejas. Es un estrato formado por materiales acarreados desde la parte alta de esta colina por las labores agrícolas que tuvieron lugar en época anterior a la de la fundación del convento en 1723.

4.-Llega hasta la tierra natural. Se distinguen dos par­tes, la superior A compuesta por materiales de derrumbe de la estructura próxima, y la inferior B constituida por suelos propios de estas construcciones. Este estrato debe fecharse en los siglos 1 y 11 d. de C.

En cuanto a los cuadros 43, 44, 45, 46, 47, 48 y 49, situa­dos en la zona sur de la finca, presentan una estratigrafía similar a la de los cuadros descritos anteriormente, varian­do sólo la potencia de los más antiguos. Así pues, los es­tratos 3 y 4 son los que varían.

3.-Formado por materiales arrastrados y que cubrían toda el área a excavar pero carentes de interés ya que se encontraban revueltos.

4.-También se divide en dos, siendo el 4 A el corres­pondiente al nivel de derrumbe de la construcción y el 4 B el que se obtiene una vez retirados los élernentos de cons­trucción revueltos y que dio una superficie articulada en dos niveles, siendo el más alto el ocupado por el recinto de la estructura y el más bajo el correspondiente al posi­ble exterior de la misma. Este estrato se data con bastante claridad en el siglo 11 d. de C.

Igual que en años anteriores continuamos con la labor de sondear con el fin de determinar la extensión del yaci­miento. En esta ocasión centramos los trabajos en el lado meridional de la colina de Elejalde. Así realizamos un total de once catas en la finca Argatxa, junto a los terrenos de la parroquia de San Martín, de las cuales sólo tres de ellas resultaron ser fértiles. En ellas se localizaron restos de ce­rámica «terra sigillata», cerámica común, etc., de cronolo­gía similar a la del resto del yacimiento. La proximidad a la superficie de este estrato (unos 35 centímetros) ha he­cho que se encontrara bastante alterado.

Igualmente, efectuamos doce catas en la finca colindan­te por el este con la de los PP. Franciscanos. En este caso comprobamos la existencia de un potente estrato con res­tos romanos en nueve de ellas, con materiales de cons­trucción similares a los encontrados en esta tercera cam­paña y que esperamos excavar en los próximos años. De este modo, esperamos llegar al conocimiento global del grupo de estructuras y determinar así el carácter del hábi­tat aquí situado.

Miguel Unzueta Portilla Ana Martínez Salcedo

EXCAVACIONES ARQUEOLOGICAS AL AIRE LIBRE EN LAS ENCARTACIONES (VIZCAYA) DURANTE 1985. POBLADO DE LA EDAD DEL BRONCE DE ILSO BETAIO (ARCENTALES-SOPUERTA), 5.ª CAMPAÑA

El objetivo de la campaña era determinar las estructuras de frecuentación alrededor del fondo 1 de cabaña y com­pletar el estudio del enlosado correspondiente al fondo de cabaña 2. El suelo de las dos cabañas se encuentra en la

zona más elevada, casi a ras de la capa vegetal actual, apareciendo prácticamente al quitar el tapiz vegetal. En las partes más alejadas del centro de la cabaña y por su ca­rácter ligeramente tumular aparece a mayor profundidad. Alrededor del fondo de cabaña los materiales arqueológi­cos se encuentran en toda la capa de tierra acumulada en­cima de la roca madre en un paquete de tierras donde no aparecen niveles diferenciados y donde se pasa paulatina­mente de la tierra marrón clara de carácter vegetal a la amarillenta areniscosa de la base del terreno, todo ello en una profundidad de 25 cm. máximo.

La situación del material arqueológico no parece que deba plantear un margen temporal muy grande en la ocu­pación del asentamiento pues la materia prima empleada y los tipos industriales muestran una gran homogeneidad e, incluso, aparecen indistintamente a diferentes profundi­dades. Esta situación parece más bien producto de la con­formación del estrato terroso y blando y de la actuación de agentes externos (animales especialmente). Además, materiales especialmente pesados y de cronología moder­na, como escorias o restos metálicos, se encuentran a una cierta profundidad en la estratigrafía. Por fin, las estructu­ras evidentes y latentes aparecen armónicamente organi­zadas entre sí sin que se superpongan unas a otras.

Los cuadros excavados alrededor del fondo 1 de cabaña corresponden a actividades dependientes de ese fondo aunque diferentes de las realizadas en el mismo pues en ninguno de ellos han aparecido cenizales. La dispersión de materiales arqueológicos y la densidad de los mismos ha permitido constatar una estructura latente de ocupa­ción gracias a la extensión de la excavación en un área ex­tensa alrededor del fondo de cabaña. La estructura mues­tra un área de ocupación compuesta por numerosos res­tos de la talla del sílex formando una banda en dirección NW-SE de 3 m. de anchura y 7 m. de largo, más estrecha hacia el SE. El material arqueológico es semajante al de campañas precedentes: ausencia total de cerámica, abun­dancia de raspadores (de diversas formas y tamaños), puntas de flecha foliáceas y de aletas y pedúnculo, foliá­ceas de gran tamaño, segmentos de círculo (de estas dos últimas categorías de artefactos sólo había hasta la fecha muestras recogidas en superficie), dorsos, denticulados, láminas y, más raramente, buriles y truncaduras.

DOLMEN DE LA CABAÑA 2 (CARRANZA), 2.ª CAMPAÑA

El objetivo de la campaña era profundizar en la estructu­ra constructiva y funeraria del monumento mediante la excavación de un área suficientemente representativa que abarcase 3/4 de la superficie ocupada por el túmulo. Se dejó como testigo el sector SE sobre el que se encuentra depositada una capa de escombros parcialmente arqueo­lógica.

La cámara. Al rebajar el túmulo en el sector NE se pudo apreciar la existencia de una serie de piedras menores de apoyo a las losas de la cámara tanto en la cabecera E. como en el lateral N. Alguna de ellas se conservaba intac­ta y de otras la huella sobre el núcleo arcilloso del dolmen. La mayoría se colocaban a un nivel superior al de las losas principales con la función de impedir empujes excesivos sobre la cámara.

El túmulo. La excavación ha permitido apreciar el proce­so de construcción del mismo con toda nitidez. Sobre una delgada capa de tierra formada encima del pedregoso y areniscoso suelo natural que debe corresponder al suelo pi-

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sado por los constructores del monumento se colocaron sucesivamente capas de piedras de arenisca horizontal­mente, de un tamaño mediano y forma tendente a globu­lar. Las piedras dejan entre sí huecos grandes que se relle­naron con tierra amarillenta desigualmente areniscosa y arcillosa procedente del mismo emplazamiento de La Ca­baña y que fue arrojada con abundante material arqueoló­gico. A este núcleo del dolmen sigue una capa superficial de piedras de menor tamaño y sin orden aparente con una tierra suelta y negruzca. Del anillo de piedras vertica­les que delimitaba el galgal no se ha podido constatar gran cosa en el sector NW, pues se conservaba la capa su­perficial del terreno, pero las piedras del dolmen fueron empleadas en la construcción de una cabaña de pastores de la que se apreciaba el suelo y la primera hilada del muro (en ángulo) junto a materiales característicos como fragmentos de teja y clavos de cabeza cuadrada.

El ajuar. Los materiales arqueológicos deben ser consi­derados de acuerdo con la zona de la estructura donde se encuentran. Así, los exteriores al túmulo pueden tener el máximo margen cronológico (desde una etapa previa al dolmen hasta la actualidad); los pertenecientes al suelo previo serían anteriores, en un lapso de tiempo quizá no demasiado amplio; los del núcleo son anteriores o cuan­do menos contemporáneos a la etapa cultural durante la cual se levanta el monumento; los de la capa superficial deben ser contemporáneos o posteriores al levantamiento de la estructura, como en el caso de la cámara. El material recuperado en cada una de estas circunstancias no permi­te una comparación tan pormenorizada por su desigual · abundancia. En la base aparecieron dos láminas de sílex clavadas verticalmente en el suelo natural, largas y ente­ras, estado que contrasta fuertemente con el de las lámi­nas del núcleo, reducidas a pequeños fragmentos. Podría tratarse de un rito relacionado con la erección del monu­mento al que pueden corresponder también otros artefac­tos (como segmentos de círculo). En conjunto parece defi­nirse en todas las capas una cierta concordancia propor­cionada por los microlitos geométricos (segmentos de círculo especialmente, algún triángulo y un trapecio) y las foliáceas incipientes, excepto en el exterior donde apare­ció en la campaña precedente una punta de flecha de ale­tas y pedúnculo de gran perfección. El material arqueoló­gico incluye cerámica de diferentes grosores y acabado (de tipo doméstico) y muestras variadas de la tecnología de la piedra, pulida o tallada. De esta última se han recu­perado objetos y restos de talla tanto en sílex como en cristal de roca (1 segmento de círculo y una foliácea inci­piente). En total, el ajuar recuperado del dolmen tiene más de una docena de raspadores y microlitos geométricos, 6 puntas de flecha incipientes, escotaduras, denticulados, láminas, 1 pieza de hoz (?) y una punta de flecha de aletas y pedúnculo, además del hacha pulimentada de pequeño tamaño.

María José Yarritu Javier Gorrochategui

«AVANCE A LA XIV CAMPAÑA DE EXCAVACIONES ARQUEOLOGICAS EN.LA CUEVA DE ARENAZA 1 (S. PEDRO DE GALDAMES, VIZCAYA).1985»

Planteamiento y objetivos

En general, la dinámica de una excavación impone la

necesidad y el deseo de conseguir mayor y mejor infor­mación sobre la secuencia cultural que se estudia, pero suele con frecuencia presentar la necesidad de resolver los problemas que se plantean regularmente. En el caso de Arenaza, se trata de continuar la consecución de infor­mación sobre la población de cavernas, actualmente en su fase del Bronce Final y en especial de explicar la coexis­tencia de los materiales de esta etapa y los del Bajo Impe­rio Romano, que se observó desde el comienzo mismo de la excavación del Nivel l. La resolución a favor o en contra de la hipótesis ha debido demorarse a causa de la imposi­bilidad de excavar más espesor de yacimiento en atención a la minuciosidad y detalle de los métodos de trabajo. Cada campaña ha impuesto un compás de espera, que parece haberse resuelto en esta campaña.

Proceso de la excavación

Se extendió a la totalidad del área excavable, después de realizados los sondeos y eliminadas las zonas revueltas en 1982. La excavación se extiende así a los Sectores 111, IV, VI, VII y VIII, a excepción del cinturón de homogeneiza­ción, que puede ser más fácilmente excavable con mejo­res datos que aquellos de los que se dispone actualmente.

En el Sector VII se ha recuperado la banda N, que había sido abandonada por entender que se hallaba demasiado afectada por el movimiento de las aguas. La recuperación ha sido posible gracias a un fragmento de hogar que, pe­netrando en ella, ha permitido entender que el estado de sus sedimentos no era demasiado irregular y alterado.

El Sector VII

La estructura sedimentológica del lecho no era diferente de la reconocida en las campañas anteriores. La zona más próxima al cono de deyección de la entrada se presenta en general libre de piedras, las cuales se condensan espe­cialmente en una banda de 6 m. de anchura y 7 de longi­tud entre las bandas 6 y 7. Entre el extremo zaguero del Sector y el delantero del VIII se ven dos zonas sénsible­mente distintas, una con escasas piedras y llena de sedi­mentos arciloarenosos y arrastrados por el río y otra de sedimentación irregular entre las cúspides de los bloques caídos de la cornisa que pende a plomo.

La estructura de habitación más compleja del lecho es un hogar con una pequeña placa de cerámica, cuyos ma­teriales de desecho coinciden en calidad, coloración y composición con los de una cenizal, que dista unos 8 m. de él y cuyas bases se inclinan de la misma forma y en la misma dirección que lo hacen las zonas que las rodean y que habían sido establecidas gracias a criterios de sedi­mentación arqueológica. El primero está situado en los cuadros N1, Ñ1, 01 y 02 y uno de sus extremos penetra li­geramente en la banda N, descubriendo que nO ha sido más alterado que lo que lo han sido otras bandas. Sólo una cubierta especialmente espesa de piedras y un manto de arcillas más espeso declaraba que la banda tenía, pese a todo, un especial sentido sedimentológico. El hogar no se aloja en cubeta ni depresión apreciable. En el contacto con las arcillas puede verse una delgada capa de cenizas y polvo enrojecido, así como algunos restos carbonosos. Sobre este mantillo se asienta un pequeño zócalo de arci­lla relativamente endurecida y de color variado como si fuera una mezcla de polvo de cerámica, arcillas quema­das, carbones que hubieran cementado. Sobre el zócalo

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se extendía una placa de cerámica muy fragmentada, po­rosa y deleznable de color rojizo intenso, que ocupa sólo una parte del mismo, pero que, originariamente, debió ocupar más espacio. Se encuentran fragmentos pequeños de la misma cerámica fuera del zócalo. La distribución ac­tual parece no responder al diseño originario. La cerámica parece corresponder a más de un fragmento de un vaso, aunque probablemente las vicisitudes por las que ha pa­sado el conjunto hayan contribuido a que se fragmentara hasta llegar a la actual situación.

El cenizal del cuadro Ñ15 y Ñ17 no presenta forma regu­lar, aunque tiene un aspecto ligeramente ovalado. El ma­terial que contiene parece muy similar al del zócalo del hogar descrito anteriormente.

Los materiales depositados sobre el lecho excavado pertenecen, con sólo 2 excepciones, al horizonte que en anteriores campañas tipificamos como característicos del Bronce Final. Sólo un fragmento de borde de un vaso de terra sigillata gris (denominada comúnmente «paleocris­tiana») y otro de terra sigillata roja, situados en la banda N y Ñ, donde la sedimentación era más irregular alteran el conjunto. Tanto por su posición como por la sedimenta­ción de la zona en que aparecen no parecen significar lo mismo que en los lechos anteriores significaron los frag­mentos de materiales romanos. Podríamos decir que nos encontramos en la zona libre de materiales pisados por la población romanizada.

La cerámica, que llamamos de tradición indígena hasta ahora, y que consideramos de la Edad del Bronce parecen la misma materia, forma y decoración. Algunos detalles tienen especial interés como la repetición de los bordes en ángulo al interior, que aparecían en los lechos 1 y 2 o ban­das con impresiones en el interior del labio, que se veían en el lecho anterior, por referirnos a los elementos más significativos, ya que las formas y decoraciones comunes (verdugones digitados o espatulados, impresiones sobre la pared del vaso de diverso tipo, etc.) no serían tan repre­sentativas. Las decoraciones que aparecen se hacen espe­cialmente densas en torno a la técnica de impresión y al motivo de punzón de punta roma, aunque también se en­cuentran combinaciones de impresión e incisión siendo estas últimas de ondulaciones, guirnaldas de líneas hori­zontales y paralelas e incluso de círculos, que algunas ve­ces también parecen hechos a punzón hueco. Las acanala­duras son bastante escasas. Pese a que se trata de frag­mentos, algunas veces muy pequeños, se puede notar una abundancia de vasos ovoides con cuellos cortos y bordes levemente vueltos.

Por su significatividad recogemos un fragmento de pie anular, que no se ve más que de forma absolutamente ex­cepcional en la población de cavernas y que nos parece un préstamo de la de castros, especialmente claro en los alaveses del tipo de Castillo de Henayo, que se relacionan con el Grupo de Los Husos.

Algunas de las decoraciones que hemos reseñado pue­den verse en el nivel 11 de la cueva sepulcral de Ereñuko Arizti (Ereño), en el 11 de Santimamiñe y en los 1y11 de Lu­mentxa (Lekeitio), que nosotros hemos interpretado ante­riormente como característicos del Bronce Final.

El Sector VIII

La estructura sedimentaria del lecho no presenta varia­ción respecto de la de los lechos anteriores. A partir de la

banda 24 puede decirse un manto de piedras progresiva­mente privadas de la matriz arcillosa a medida que se avanza hacia la zona central, donde se presentan los sumi­deros.

Se ha podido estudiar una estructura de hogar que ha quedado probablemente salvada de la acción de las aguas en gran parte a causa de haber sido encajada en una cu­beta, cuyo borde delantero se apoyaba en uno de los blo­ques desprendidos de la cornisa (V22). La cubeta presen­taba una planta ovalada e irregular en sus bordes y una sección aproximadamente en tronco de cono de aristas suaves.

Originariamente parece haberse hectio el fuego sin la ayuda de piedras, puesto que el fondo estaba completa­mente exento de piedras y tapizado por un manto relativa­mente espeso de carbones. Las piedras fueron colocadas en al interior posteriormente. Entre ellas había una de planta barquiforme, con una cara mayor muy lisa por un repetido pulimento y abrasión, lo que le daba un aspecto de molino. No se trata, contra lo que suele ser norma, de asperón sino de grano fino y bien cementado. Otras eran areniscas informes.

En los cuadros B30, C30, C34, D34, D36, C38 y D38 se observan acumulaciones de cenizas de color claro, forma irregular y de aspecto muy alterado por los lavados de las aguas. Se reparten por la zona media y trasera del Sector sin atención alguna a la zona de los sumideros. Entre las de la zona media se observa una piedra de planta barqui­forme, similar a la del hogar V22, también pulimentada y en arenisca de grano ~ino, aunque sin depresión central como tampoco tenía la del hogar. De acuerdo con los re­gistros hechos para conocer la distribución de las cenizas, parecen acumulaciones bastante espesas, a modo de montones. No llevan estructura alguna en su interior, lo que puede afirmarse gracias a los sondeos practicados so­bre ellas.

Los materiales presentan las mismas características que los del Sector VII, aunque no se han registrado entre ellos materiales romanos ni en forma residual, lo que parece in­dicar que se ha alcanzado la base de la penetración de los materiales de pisoteo.

Ha aparecido un pequeño cuchillo de metal (probable­mente bronce), de lengueta ancha y prácticamente sin bi­seles en el filo, con la hoja de prácticamente igual longitud que la lengüeta. El tipo no está reconocido entre los mate­riales de la población de cavernas, pero pueden verse ti­pos asimilables en los grupos de Campos de Urnas, aun­que en éstos con remaches.

La cerámica presenta las mismas formas, una bastante bien conservada y poco frecuente con carena alta y en pasta fina, bien cernida y bien cocida. La decoración en este lecho es muy escasa, pero se pueden ver triángulos esgrafiados y zigzags incisos. Los triángulos esgrafiados recuerdan muy de cerca el diseño de un vaso del nivel 11 de Santimamiñe y otro de la cueva del Aer (Cantabria).

Acompaña a estos materiales una cuenta en hueso de tipo cilíndrico con los extremos biselados.

Consideraciones

Parece poder asegurarse que la hipótesis de base de la excavación se confirma. Es lógico que la población roma­nizada pisara tanto los materiales superficiales de la ocu-

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pación anterior como los suyos propios y los reuniera tan­to en la profundidad de pisoteo (unos 12 cm. aproximada­mente) como en superficie. Probablemente nos hallamos en el Bronce Final, para cuya fechación absoluta se han enviado las correspondientes muestras al Laboratorio de Geocronología del C.S.l.C.

Juan María Apellániz

11 CAMPAÑA (1985) DE EXCAVACIONES EN LA CUEVA DE LUMENTXA (LEKEITIO)

Se ha llevado a cabo a lo largo del mes de julio de 1985, contando con el permiso de la Dirección del Patrimonio Histórico-Artístico del Gobierno Vasco y con la subvención económica del Museo Arqueológico, Etnográfico e Históri­co Vasco de Bilbao. En ella han participado 11 personas, 5 licenciados en Geografía e Historia y 6 estudiantes de la misma especialidad. Han colaborado recogiendo mues­tras e informaciones para sus estudios complementarios, el geólogo D. Fernando Aizpiri y la palinóloga Dña. M.ª José lzturiz.

Metodología

El área de trabajo ha sido la que ya quedó delimitada en la 1 campaña: 26 cuadros de un metro de lado, a los que hemos podido incorporar en el cuarto lecho un pequeño resto o testigo de excavaciones históricas (efectuadas por D. José Miguel de BARANDIARAN entre 1926 y 1929), de­nominado 14H en la cuadrícula actual del yacimiento. (Fi­gura 1 ).

La técnica de excavación tampoco ha variado sustan­cialmente. Hemos levantado 2 lechos teóricos de 5 y 10 cm. de espesor medio, respectivamente, numerados como lecho 3 bis y lecho 4. Este último no pudimos exten­derlo a la totalidad del área excavada por falta de tiempo, habiendo quedado sin levantar 7 m2, que serán el comien­zo de la tercera campaña. (Foto 1 ). Las tierras extraídas han sido cuidadosamente cribadas, incorporándose el cri­bado con agua en aquellos cuadros en los que se apreció un mayor núm·ero de evidencias microfaunísticas. Los res­tos arqueológicos, cerámicos, líticos u óseos, se han recu­perado tras tomar la posición en que aparecieron, siguien­do el método de coordenadas cartesianas del Dr. G. LA­PLACE. Los moluscos y la microfauna han sido recogidos por cuadrantes, unidades de 50 cm. de lado en que dividi­mos cada cuadro. Posteriormente, todo el material fue la-

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~ PAREO

E: 1 / 200 f'•--1 ZONA ABIERTA

~ COLUMNA ESTALACTITICA

t=f;J ZONAEXCAVADA1984

Figura 1.-Planta de la cueva y áreas de las diferentes excavaciones.

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Foto 1. -Vista general lecho 4.

Foto 2.-Lecho 4 (cuadros centrales - bandas 22 y 24).

Foto 3.-Hoguera del lecho 4 (cuadros 14G y 14H).

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O 20 40 60 80 100cm

Figura 2.-Planta y estructura geológica. Lecho 3 bis.

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LUMENTXA

LECHO 3 BIS

1~ 1 CALIZA

1 (_':; 1 CALIZA DESCOMPUESTA

/ ....-c- j RAICES VEGETALES

30 ~MANTO ESTALAGMITICO

f'(®')\1 MANTO ESTALAGMITICO A ~ DIFERENTE AL TURA

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vado e inventariado para su depósito en el Museo Ar­queológico, Etnográfico e Histórico Vasco de Bilbao, don­de se procederá a su estudio y conservación.

En el interior de la boca orientada al N-NE, que se en­cuentra comunicada con la boca principal por una amplia y espaciosa galería de unos 50 metros de longitud, hemos practicado dos catas sistemáticas, con el objeto de deter­minar la existencia o no de yacimiento arqueológico en su relleno.

Para la realización de los estudios complementarios de sedimentología y palinología, se han efectuado varias re­cogidas de muestras a lo largo de esta campaña. El geólo­go, tras fotografiar los diferentes cortes de la excavación para efectuar la secuencia geológica del yacimiento, obtu­vo numerosas muestras de los mismos con las que reali­zar el estudio granulométrico del sedimento. Asimismo, recogió muestras de algunos de los fenómenos sedimen­tológicos más interesantes.

Para el análisis sedimentológico se han practicado dos muestreos, ambos en el corte G/H, que coincide con el frente de contacto entre la excavación histórica y la actual. En el primero se extrajeron 16 muestras en una columna situada en la banda 12, en un punto muy próximo a la in­tersección con la banda 14, la primera de la presente exca­vación. Se pretendía abarcar, en vertical, el paquete de ar­cillas que se superpone al conchero y aquella parte del conchero que está al descubierto en esta zona del cantil. En el segundo se obtuvieron el mismo número de mues­tras, en la banda 20, y exclusivamente en el paquete de ar­cillas que, presumiblemente, se corresponde a ocupacio­nes con cerámica de la cueva. Dado el ferte buzamiento del sedimento, en esta banda el frente de la trinchera de sondeo abierta en la primera campaña, no ha alcanzado el conchero infrapuesto al manto de arcillas. No obstante, no se descarta la idea que éste sea un fenómeno local, que no alcanza a la totalidad del yacimiento. En las próximas campañas se podrá precisar a este respecto.

Excavación en el vestíbulo de la boca principal (S-SW)

l. Sedimentología

Se han mantenido los fenómenos sedimentológicos apreciados en los primeros lechos, habiéndose avanzado en la interpretación de los mismos y en la definición de la estratigrafía horizontal del yacimiento.

El área excavada queda articulada en tres subáreas o zonas perfectamente diferenciables, que se suceden de boca a fondo. (Figura 2).

a) Los cuadros delanteros (bandas 14, 16, 18 y 20) pre­sentan un sedimento flojo, seco y suelto, en el que desta­can piedras de gran tamaño orientadas en cascada hacia la izquierda de la cueva, que penetran por la boca de la misma. Algunos de los bloques tienen fracturas ocasiona­das por una gelivación de tipo secundario, lo que apunta hacia unas condiciones climáticas dominadas por el frío, con formación de hielo en el interior de la cavidad. El dato se complementa con la aparición de plaquetas desprendi­das del techo por efecto de una gelivación primaria, regu­larmente repartidas por toda la superficie escavada. El nú­mero de bloques descendió notablemente en los cuadros 14H, 14G, 14F y 16G del lecho 4, coincidiendo con la apari~ ción de los restos de una hoguera, que los ocupaba casi en su totalidad. (Foto 1 ).

b) Los cuadros centrales (bandas 22, 24 y 26) están do­minados por un paquete de arcillas muy plásticas, húme­das e impermeables en el que escasean los sedimentos gruesos. Los que aparecen ocupan los tramos laterales (bandas D, E y G parcialmente), formando una especie de orla de piedras alrededor del gran paquete central de arci­llas. (Figura 2 y Foto 2). La combinación de ambos datos apunta hacia una caída constante de agua que barre los sedimentos más gruesos hacia los laterales y los cuadros traseros, depositando en el medio sólo los más finos.

Esta zona del yacimiento se encuentra en la perpendicu­lar de dos chimeneas abiertas en el techo de la cueva por las que se precipitan al interior aportes geológicos y vege­tales, como hemos podido comprobar directamente du­rante la excavación. Como consecuencia, los sedimentos que penetran en la cueva desde la boca, redistribuyéndo­se en su interior, se incrementan con los caídos por las chimeneas, provocando una modificación en el funciona­miento general del proceso sedimentológico. Estos nue­vos aportes explican el abombamiento observado desde los primeros lechos en esta zona y, posiblemente, la ma­yor humedad de la tierra, que recibe directamente agua procedente del exterior.

c) Los cuadros traseros (bandas 28 y 30) mezclan el paquete de arcillas plásticas con arenas procedentes de las paredes laterales, aumentando notablemente los sedi­mentos gruesos. En los cuadros más al interior (banda 30) aparecen algunas lentillas de arcillas muy finas y limpias, casi limosas, que podrían indicar pequeñas zonas de en­charcamiento estacional.

En general, se trata de un relleno muy húmedo, aunque permeable, habiéndose apreciado algunos sumideros de poca importancia y generalmente coincidentes con zonas de goteo. Estas son muy frecuentes en la zona trasera del yacimiento y su funcionamiento muy intenso. La hume­dad media apreciada en el mes de julio en el fondo del vestíbulo fue de un 72%.

11. Estructuras, materiales y atribución cultural

La excavación del lecho 4 puso al descubierto en los cuadros 14G y 14H los restos de una hoguera, que los ocupaba casi en su totalidad. Se trata de la huella dejada por un fuego directo de considerables dimensiones (el eje mayor mide 138 cm.) encendido sobre el suelo de la cueva, sin que se aprecie ningún tipo de estructura de piedras que lo delimite. Posee unas características muy simples (Foto 3):

-Un núcleo carbonoso de forma oval, en el centro del cual se aprecia una cresta de piedras parcialmente enne­grecidas.

-Una zona periférica de arcillas quemadas con gran va­riedad de coloraciones anaranjadas y parduscas.

-Un delgado manto de cenizas blanquecinas que recu­bre y cierra el fenómeno.

Evidentemente no estamos ante un hogar, sino ante los restos de una hoguera de corta duración, quizás unas ho­ras, cuyo objeto debió ser proporcionar luz y calor para una ocupación corta. Su emplazamiento es estratégico, ya que se encuentra casi en la perpendicular de la boca de la cueva.

En sus proximidades recuperamos un fragmento de ce­rámica «terra sigillata», perteneciente al borde de un reci­piente de la forma 37 tardía, que podría interpretarse

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como elemento de datación de la fogata.

Las evidencias arqueológicas continúan siendo escasas, aunque hemos apreciado un aumento notable con respec­to a la primera campaña, sobre todo en el lecho 4.

Entre la cerámica domina la de procedencia romana. Hemos recuperado 2 fragmentos de «terra sigillata», uno perteneciente a la pared de una forma lisa, y otro al borde de una 37 tardía. La mayor parte corresponde a cerámica «común local», de la que se han inventariado 7 fragmen­tos en el lecho 3 bis y más de una veintena en el lecho 4. Abundan los fragmentos de ollas globulares con la carac­terística decoración de peine. Destaca un fragmento de borde de un cuenco de boca ancha y escasa profundidad, que no presenta decoración ni en el labio, ni en el arran­que de pared.

Se mantienen las intrusiones de cerámicas no prehistó­ricas, entre las que es posible reconocer algunas pastas de filiación medieval. El resto son cerámicas vidriadas de época reciente. Su proporción con respecto a la cerámica prehistórica ha descendido notablemente en comparación con los lechos de la primera campaña.

Los restos líticos, todos ellos sobre sílex, son pocos y no significativos. En el lecho 3 bis han aparecido tres eviden­cias: un trapecio de retoque abrupto y dos restos de talla. En el 4 el número aumentó hasta la decena, repartidos en dos restos de núcleo y ocho restos de talla.

Los metales presentan la misma indefinición. En el le­cho 3 bis recogimos dos clavos de hierro de muy difícil adscripción cultural y tres restos de bronce, dos en forma de pequeña lámina, una de ellas con vuelta, y el tercero en forma de remache. El lecho 4 aumentó el número de evi­dencias, pero no de información. Recuperamos diez frag­mentos de bronce, la mayoría en muy mal estado, de los que dos podrán definirse como enganches de cinturón. Es

llamativa la ausencia de clavos de hierro.

La fauna tampoco es abundante, siendo mayor la pre­sencia de microfauna que de macrofauna. Esta última, cuando aparece, lo hace reunida en pequeñas acumula­ciones de huesos, sin conexión anatómica. (Foto 4). Las especies más representadas parecen ser, en un primer análisis, la oveja y la cabra. Continúan apareciendo restos de peces y abundantes moluscos, tanto terrestres como marítimos.

Todos los datos apuntan hacia la definición de un mo­mento de ocupación Vascorromano o Tardorromano, que podría fecharse aproximadamente y, en espera del estu­dio completo de los materiales, bacia los siglos 111 y IV d.C. Las intrusiones posteriores, pese a ser numéricamente significativas, no restan claridad a esta atribución.

Ahora bien, ¿ante qué tipo de ocupación nos encontra­mos? Es evidente, que no estamos ante una ocupación permanente, ni siquiera de tipo estacional. Más bien debe pensarse en una habitación muy corta, posiblemente oca­sional y esporádica, aunque repetida, que queda reflejada en los escasos, pero muy representativos objetos cerámi- -cos hallados. Completando la hipótesis, podría pensarse en los últimos ocupantes prehistóricos de Lumentxa como en un reducido grupo de pastores que buscan refugio, para ellos y sus rebaños, por unas horas, en la boca de la cueva. La necesidad de luz y calor explicaría los restos de la hoguera, y los residuos de alguna comida las pequeñas acumulaciones óseas. La pobreza de su ajuar queda ates­tiguada por las evidencias extraídas, aunque no cabe duda que éstas no son más que el desecho de lo que por­taban. Los largos períodos de desocupación en los que los agentes naturales ac~úan sobre el sedimento de la cueva, explicarían la dispersión y redistribución de los restos hu­manos.

Foto 4.-Acumulación de huesos animales (lecho 3 bis).

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Catas en la boca N-NE

La boca norte-noreste de la cueva tiene unas dimensio­nes actuales de 1, 13 x 0,85 metros y se encuentra cerrada al exterior por una reja y acumulación de piedras. El acce­so al interior se hace por una galería estrecha de unos 4 metros de longitud, parcialmente colmatada por un cono de deyección formado por bloques de gran tamaño. A continuación, se abre un amplio vestíbulo, que se ancha hacia la izquierda. La iluminación natural es muy tenue, penetrando, en forma de linterna, desde la boca hasta la mitad del vestíbulo. La humedad es algo menor que en la boca principal. (Foto 5). ,

Tanto la entrada como la galería de acceso al vestíbulo parecen estar muy colmatadas, pudiéndose apreciar a simple vista una serie de datos que lo confirman:

a) Techos muy bajos que hacen difícil permanecer de pie en algunos tramos. La luz de la boca no alcanza el me­tro.

b) Algunas estalactitas de secció~ gruesa están apoya­das e, incluso, enterradas en el sedimento, lo que permite suponer que han sido alcanzadas por un relleno posterior a su formación.

c) Las paredes ofrecen un ángulo muy abierto con res­pecto al suelo, por lo que éste podría ancharse en niveles por debajo del actual.

También hemos observado que las paredes de la gale­ría de acceso presentan, aproximadamente a un metro por encima del suelo actual, restos de un antiguo suelo, lo que llevaría a pensar en una colmatación aún mayor que la actual. La explicación del fenómeno pasaría por la reso­lución de una doble hipótesis:

a) La galería y boca han estado totalmente colmatadas y en el momento presente atraviesan una fase de vaciado.

b) La galería y la boca estuvieron totalmente colmata­das, se vaciaron completa o parcialmente en un momento no determinado y en la actualidad atraviesan una nueva fase de relleno, lo que parece coincidir con los conos de deyección que hemos apreciado y con la entrada de sedi­mentos desde el exterior.

En esta boca D. José Miguel de Barandiarán no recono­ció la existencia de yacimiento arqueológico, aunque, como se desprende de sus memorias, en 1926 hizo «una pequeña cata junto a la entrada NE de la cueva, hallando huesos de animal, dos vértebras de pez y un pedernal in­forme». En una reciente conversación personal me reiteró la información, manifestando haber recogido sílex en su­perficie. Animados por ello, decidimos emprender las ta­reas de sondeo con el fin de localiza'r niveles arqueológi­cos fértiles, con la firme convicción de que los habitantes de Lumentxa, en sus diferentes ocupaciones, conocian y usaban esta segunda boca de la cueva, que permite el ac­ceso directo al río y, en épocas postpaleolíticas, al mar, máxime si consideramos que en determinados momentos de la ocupación se practicó una importante labor de ma­risqueo y de aprovechamiento de los recursos marinos.

En la campaña de 1984 realizamos dos pequeños son­deos de 60 x 60 cm., aprovechando alteraciones existen­tes en el suelo natural. En ambos profundizamos unos 50 cm. sin encontrar ningún indicio razonable de ocupación histórica o prehistórica. El sedimento removido era bas­tante homogéneo, dominado por arenas secas y sueltas, entre las que se alternaban pequeñas lentillas arcillosas más húmedas y compactas. La coloración era amarillenta

y los sedimentos gruesos muy escasos. En uno de los cantiles de la que llamamos CATA 2, abierta a unos 3 me­tros de la boca, se apreciaba, 30 cm. por debajo de la su­perficie inicial, una mancha carbonosa de 8 cm. de espe­sor medio que parecia indicar la presencia de un fuego di­recto. Junto a los carbones se localizaron algunas piedras ennegrecidas y arcillas endurecidas por efecto del calor.

Ante la falta de resultados positivos, esta campaña reto­mamos la CATA 2 convirtiéndola en un sondeo de 2 me­tros de longitud por uno de anchura. La denominada CATA 1 se abandonó en la profundidad alcanzada. (Foto 6).

Hemos profundizado 150 cm. sin detectar ningún nivel fértil. El relleno ha repetido las características observadas en las primeras catas, añadiéndose algunos fenómenos nuevos al avanzar en profundidad. En conjunto puede es­tablecerse una estratigrafía vertical formada por:

a) Un paquete superior de arenas muy limpias y secas en el que se alternan lentillas de arcilla, con algunos res­tos de hogueras, que suponemos de época reciente. Una de ellas se aprecia con gran claridad en el cantil. (Foto 7). Espesor medio 75 cm.

b) Otro inferior de arcillas más plásticas y húmedas, entre las que aparecen capas estalagmíticas de diferentes grados de dureza que hemos ido cortando a fin de poder profundizar. Una de ellas ocupó toda la superficie de ex­cavación a unos 150 cm. por debajo de la superficie ini­cial, obligándonos a abandonar el trabajo. (Foto 7).

Ambos paquetes son absolutamente estériles, a excep­ción de unos pocos huesos de animales recogidos en los primeros 30 ó 40 cm., sin que hayamos podido ponerlos en relación con la h0guera descrita.

Todos estos datos apuntan hacia la desocupación de esta zona de la cueva como lugar de habitación, lo que en­tra en contradicción con un lógico aprovechamiento de las posibilidades nasturales de la misma. Puede pensarse en varias hipótesis que lo expliquen. Por una parte, no debe descartarse, como se indicó anteriormente, una total col­matación que haría muy difícil o prácticamente imposible su uso como lugar de hábitat. Por otra, cabe suponer una apertura posterior de la boca, de forma que lo que a nues­tros ojos aparece como un excelente lugar de paso hacia la ladera del monte Lumentxa, por su cara Norte, pára los antiguos ocupantes de la caverna no fue más que el fon­do de una galería en la que el espacio vital se reducia sen­siblemente.

En el próximo año emprenderemos un nuevo sondeo que, de resultar negativo, nos permitirá abandonar con un alto grado de certeza los trabajos de prospección en esta boca. Además, deberemos transformar la idea que había­mos formado en principio sobre el aprovechamiento del espacio y el control del territorio por parte de los ocupan­tes de Lumentxa. Estos, al carecer de acceso directo a la desembocadura del río Lea, deberían acceder a él, o al mar, faldeando el monte en ambas direcciones o descen­diendo en perpendicular desde la boca principal a la últi­ma zona de meandros del río; desde ella, siguiendo su curso, alcanzaría la desembocadura y el mar. Los dos ca­minos son cómodos y fáciles.

José Luis Arribas Pastor

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Foto 5.-Vista general vestíbulo de la boca N-NE y situación cata 1.

NOTICIARIO

Foto 6.-Localización cata 2 y ampliación a sondeo 2.

Foto 7.-Estratigrafia del sondeo 2. -

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«IN MEMORIAM»: AL PROFESOR JOSE M.ª BASASE: RECONOCIMIENTO A UNA LABOR CIENTIFICA

Con la muerte de D. José María Basabe pierde la Antro­pología española una de sus figuras más relevantes. El es­caso período de tiempo transcurrido desde su fallecimien­to el pasado mes de octubre de 1985, ha sido suficiente para poner de relieve el gran vacio que en nuestra tarea cotidiana va a suponer su ausencia. Era precisamente en este contacto diario, en su infatigable actividad universita­ria, donde se manifestaban sus mejores cualidades. El en­tusiasmo y dinamismo con que acometía su labor docen­te, le hicieron merecedor del cariño y respeto de los cien­tos de alumnos que tuvieron el privilegio de recibir la en­señanza de la Antropología de manos del mejor maestro, aquel que era capaz de despertar en ellos el interés por el trabajo y el conocimiento. Desde estas líneas, el agradeci­miento de todos aquellos que pasamos por sus aulas, por su dedicación y generosidad.

Puede afirmarse que el profesor Basabe realizó sobra­damente las dos misiones de toda universidad: crear sa­ber y transmitirlo. Su trayectoria manifiesta en todo mo­mento el verdadero espíritu universitario, que según su propio entender no era otra cosa que «el hábito de enfren­tarse personalmente con los problemas y adoptar solucio­nes adecuadas». Su historia científica es un buen ejemplo de lo anterior. Se inicia en la investigación en el campo de la Antropología Biológica, allá por la década de los cin­cuenta, en la Universidad de Barcelona, cuyo Departa­mento de Antropología tenía connotaciones muy especia­les para él, por ser allí donde ejerció principalmente su magisterio el antropólogo vasco D. Telesforo de Aranzadi, de quien era un ferviente admirador. La lectura meditada de los trabajos del insigne vergarés, escudriñando al deta­lle toda su obra, despertó en él un especial interés por el conocimiento de la población vasca. No obstante, el talan­te abierto y acertada concepción de la tarea universitaria, guiaron en todo momento su investigación y convirtieron su paso por las universidades de Barcelona, León y el País Vasco, en un claro ejemplo de asimilación de la problemá­tica de los variados ecosistemas humanos. Buena prueba de ello son algunas de sus publicaciones científicas, como la relativa al influjo del ambiente suburbial sobre el bioti­po de emigrados sudorienta les a Barcelona, que le valió el Premio Extraordinario de Doctorado y el Premio Ciudad de Barcelona, o los estudios sobre la población leonesa y comarca de los Aneares realizados durante su estancia en la Universidad de León, donde fundó el Departamento de Antropología Física, formando parte, asimismo, del equi­po decana! que participó en la creación de la Facultad de Biología. Demostró una vez más su profundo sentido de la responsabilidad al retornar a la tierra que le vio nacer, en­tregándose a una tarea nada fácil a la que dedicó con una intensidad admirable, los últimos años de su vida.

De su inquietud por la vigencia y renovación de la in­vestigación, son buena muestra los numerosos Congre­sos nacionales e internacionales a los que asistió; basta con abrir cualquier página de su currículum: París, Moscú, Brno, Tokio, Nairobi. .. En esta misma línea encontramos a un trabajador incansable que empleó numerosos veranos en recorrer el Levante Español, en compañía del paleoan­tropólogo francés R. Riquet, recogiendo los restos antro­pológicos de grutas y cuevas, que fueron forjando en él ese espíritu observador que da la experiencia de innume­rables cráneos recompuestos y manidos, y que se maní-

testaba en su justa expresión en el diagnóstico ponderado de sus juicios y en el rigor científico de sus planteamien­tos. Toma contacto, asimismo, con el matrimonio Lumley del Instituto de Paleontología Humana de París; se trasla­da al laboratorio de éstos en Marsella, donde adquiere va­liosos conocimientos en el campo de la Paleoantropolo­gía. Años más tarde estudia con E. Aguirre y H. Lumley, los fósiles humanos de Atapuerca (Burgos), los más anti­guos hallados en la Península Ibérica. Colabora en sus pu­blicaciones con grandes antropólogos de dentro y fuera de nuestras fronteras, como S. Alcobé, M. Fusté e l. Schwi­detzky.

Hombre prolífico, aborda los más variados temas en el campo de la Antropología. Muestra de un interés que no admite acotaciones, son los trabajos de Crecimiento y De­sarrollo, Demografía, Polimorfismos sanguíneos, Antropo­logía histórica y prehistórica. Pero es indudablemente en estos últimos donde logra sus mayores éxitos, demos­trando ser un gran conocedor de la realidad biodemográ­fica de las comunidades prehistóricas del País Vasco, abordando su estudio desde una perspectiva moderna, re­sultante de la asimilación de las nuevas tendencias de la Ecología humana. Un leve repaso al curriculum del profe­sor Basabe nos ofrece de manera sintética, la historia de los hallazgos prehistóricos de nuestro país. Interesado en remontar la corriente de los siglos, entra de lleno en el campo de la antropología prehistórica vasca, estudiando desde los fósiles más antiguos (Lezetxiki y Axlor), hasta los más cercanos a la protohistoria, en la Edad de Hierro (La Hoya y Ojo Guareña), sin olvidar la profusión de ha­llazgos neo-eneolíticos y de la Edad de Bronce aparecidos en nuestro suelo (Santimamiñe, Fuente Hoz, Marizulo, Ko­beaga, Peciña, Gobaedarra, La Atalayuela ... ).

Aunque el pasado curso debió retirarse oficialmente de la actividad docente, sin embargo, prefirió continuar «en la brecha» defendiendo los intereses de su querida Cáte­dra de Antropología, en lugar del merecido descanso y la ociosidad. Esa voluntad decidida de seguir adelante, le lle­vó a desarrollar una actividad de auténtico «ciclón», como cariñosamente le denominaba un querido compañero de Cátedra; «ciclón de cordialidad» como añadió el Sr. Rector de la U.P.V. en el Homenaje-jubilación del profesor Basa­ba. Realmente así era. Los que hemos vivido a su lado es­tos últimos años, recordaremos siempre su famosa frase «no tenemos tiempo», cuando en su dinamismo, deseaba hacerlo todo, preocuparse por todos y no perder ni un momento el ritmo impuesto por nuestra civilización; tam­poco olvidaremos sus impetuosas entradas al laboratorio de Antropología, para ofrecernos el acostumbrado saludo diario: ¡«cómo trabajan estos chicos»!; ni su ir y venir por el trayecto que separa su despacho del Laboratorio, con una velocidad que sorprendía a todos. Inolvidables mo­mentos pasados a su lado, acelerados viajes (¡aquello sí que era una aventura!) para asistir a congresos, cursos o conferencias. ¡Cuánto trotamos por cementerios y con­ventos en busca de los preciados cráneos para mi tesis doctoral! ¡Cuánto esfuerzo por conseguir apoyos, realizar gestiones, obtener ayudas para formar a su gente y llevar a buen fin las investigaciones proyectadas! ¿Ha merecido la pena?, en este caso el convencimiento de que sí lo ha merecido, adquiere fundamento en la confianza en las gentes, especialmente en los jóvenes en quienes él veía la garantía de la continuación de su labor. Es justa recom­pensa a toda una vida dedicada al trabajo científico, saber que su tarea no ha sido estéril.

Concepción de la Rúa

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LA SIMA DE MORGOTA AURREKOA (AGATE KOBA)

Dicha cueva se descubrió como nueva cueva en el año 1982, hallándose en su interior un yacimiento paleontoló­gico. (Vl-1609).

La cueva se encuentra muy cerca de Santimamiñe, fren­te al caserío Morgota Aurrekoa y en la mitad de una pista que sube por las faldas del Ereñosarre (fue al hacer esta pista cuando se abrió el boquete que da acceso a su inte­rior). Se trata de una pequeña sima de 6 metros que da ac­ceso a unas espaciosas galerías, de corto recorrido, donde se encontró la fauna en 1982, que recientemente ha sido examinada por el paleontólogo Pedro Castaños como in­teresantes piezas óseas, todas ellas estalagmitizadas de caballo y de ciervo. '

En visita reciente, encontré en superficie, en el cono de derrubios, una lasca de sílex, con lo cual se puede consi­derar como un yacimiento arqueológico (1 ).

Juan Carlos L. Quintana

(1) Convendrá confirmar su prehistoricidad, hallando más ajuar, máxime si dicha eneva como se dice se hallaba sellada. (N. de la R.).

«IN MEMORIAMn. PEDRO MARIA GORROCHATEGUI AGUIRRE

En prensa estas páginas, ha llegado a nuestro conoci­miento la triste noticia del fallecimiento de Pedro María Gorrochategui Aguirre. Estas líneas de urgencia quieren ser el reconocimiento a una labor investigadora, especial­mente prospectora, en una parcela del conocimiento anti­guo como era el fenómeno dolménico, muy mal conocido al occidente de Bilbao. Oriundo de Las Encartaciones, fue reuniendo decenas de evidencias de túmulos, dólmenes, etc., que llenaron el «hiatus» que presentaba esta zona de Vizcaya, a finales de la década de los cincuenta. Vinculado al mundo de la investigación, era miembro de la Junta del Museo Arqueológico, Etnográfico e Histórico Vasco de Bil­bao, y desde su puesto de ingeniero de lberduero, fue constante su ayuda a quien se la solicitaba. Expresamos a su familia y a su hijo, hoy arqueólogo, Javier Gorrochate­gui, nuestra más sentida condolencia. (N. de la R.).