Lo que Babel no se llevó Nº3 - Miedos

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LO QUE BABEL NO SE LLEVÓ N�3 - MIEDOS - SUPLEMENTO BIMESTRAL - GRATIS CON EL ARGENTINO DE GUALEGUAYCHÚ - DOMINGO 24 DE JUNIO DE 2012

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Edición Nº3 - Miedos 24 Junio 2012 Suplemento Bimestral Gratis con El Argentino de Gualeguaychú

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Dirección editorial:

Camila MajulLetras

Comité Editorial:

Ángeles BarciaComunicación periodística

Mercedes KrauseSociología

Sofía PetronioDiseño de imagen y sonido

Diseño Gráfico:

Juan Martín Krause

Colaboran en este número:

Lucía MirandaMatías AyerzaNayla León

Agradecemos especialmente aPilar Vieyra por su colaboracióny ayuda con las redes sociales.

EQUIPO

I N S T A N T Á N E A S # 1

x Nayla León. 3

C O N C U R S O

Clásicos de Terrorx Sofía Petronio

. 15

C U A D R O D E S I T U A C I Ó N

El Egresadox Matías Ayerza

. 13

G U A L E G U A Y C H E N S E S F O R E X P O R T

Sueño Americanox Alguien que se fue y volvió

. 14Cuando el Miedo se burla de nosotrosx Sofía Petronio

. 8-9

R A P S O D I A D E H E C H O S

Miedo a los Finalesx LanaLos Miedos del Sr. Fischerx Jacobo Weiman

. 12

Tan lejos, Tan cercax Ángeles Barcia y Camila Majul

. 4-5

El Miedo: La parálisis de la Razónx Camila Majul

. 10-11

“Los Muertos vivos representan a la Masa oprimida”x Mercedes Krause

. 6-7

C O N T E N I D O

2 | B A B E L N º 3

Sísifo, personaje de la mitología griega, hizo enfu-recer a los dioses del Olimpo por su gran astucia. Como castigo, lo condenaron a la ceguera y, como

si esto fuese poco, lo obligaron a arrastrar una gran roca montaña arriba. Cuando terminaba la tarea, la roca volvía a caer y él tenía que volver a ubicarla en la punta de la montaña. Así, eternamente.

Está ahí, frente a nosotros. Un libro en blanco que espera, silencioso pero desafiante. Ante él, inevitablemente, todos sentimos esa angustia que bien describe el existencialismo sartreano, somos los únicos responsables de su conteni-do. Unos le dan la espalda, anclados en un pasado que siempre fue mejor. Otros, los adscriptos al lema del día a día, no lo piensan. Pero el futuro está ahí, y frente a él nos estamos jugando la individual y la colectiva.

Nosotros, cómo el personaje mitológico, somos ciegos ante nuestro futuro. Hoy, la incertidumbre capitanea el porvenir y tenemos miedo al mal de Sísifo, a que nuestros esfuerzos del presente no tengan sentido, a no obtener los resultados que añoramos. Pero, ante la incertidumbre del futuro, está en nosotros escapar al absurdo para salir de la gatera, en-frentar el mundo y generar certezas. Nuestras certezas.

Camila Majul

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2 4 J U N I O 2 0 1 2 | 3 I N S T A N T Á N E A S # 1x Nayla León

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Mi primer arribo a la terminal de ómnibus en Capital Federal, vino acompañada de la típi-ca sed de independencia económica. Los pri-

meros pasos por Buenos Aires me sorprendieron de niñe-ra. Que Vicky no se ahogue, que tome la mema “no tan fría, ni tan caliente”, las negociaciones del sueño a horario, eran las actividades que aseguraban mis “lujitos de estu-diante”. Cuando la cosa se complicaba y Vicky se ponía que se la llevaba el diablo, yo tenía un as bajo la manga: un pañuelo de seda con olor a mamá. Este as hacía que la nena, al sentir ese olor, se tranquilizara y, obviamente, yo también. El pañuelo, con olor a Martita, reemplazaba, de alguna manera, su ausencia física.

Finalizada la jornada laboral, Vicky se reencontraba con su mamá. Ahora, ¿qué pasa cuando la ausencia es definitiva?

“Y no sé si fue té con limón o té con miel, lo que me dio. Y ya no sé si es un recuerdo, o el recuerdo de un recuerdo lo que me va quedando”. Ricardo Morales en El Secreto de sus ojos, quería, desesperadamente, retener el recuerdo de Liliana. Él expresa un sentimiento inherente a todo ser humano, el miedo al olvido.

x Ángeles Barcia

“El olvido es una de las formas de la memoria, su vago sótano, la otra cara secreta de la moneda.”

Jorge Luis Borges

TAN LEJOSTAN CERCA

Ante la desaparición física de una persona, nuestro mayor deseo es retenerla y la más profunda tristeza viene de la mano del miedo a no recordarla. Cerramos los ojos y nos afanamos porque su voz resuene en nuestra mente, por-que sus manos intangibles vuelvan a tocar nuestras ma-nos y porque su imagen se patentice en nuestra memoria afectiva.

El olor característico de una persona, la voz de quien ya no está, la suavidad de esas manos que ya no podemos to-car, son sensaciones que tenemos impregnadas en nuestra memoria, y que con el transcurso de los años, en diferen-

Ante la desaparición física de una persona, nuestro mayor deseo es retenerla y la más profunda tristeza viene de la mano del miedo a no recordarla.

tes situaciones que atravesamos, afloran para demostrar-nos que por más que creamos que lo teníamos olvidado, están almacenadas en forma definitiva.

Tal es así que, en el caso contrario, cuando nos esforzamos por olvidar a alguien la memoria se nos rebela. Los aman-tes, en “El eterno resplandor de una mente sin recuerdos”, borran de su memoria, a través de un dispositivo tecno-lógico, la relación amorosa que habían mantenido. Luego de un tiempo, vuelven a encontrarse y, sorpresivamente, resurge el amor, como si fuera la primera vez.

Los recuerdos son piezas, que a modo de rompecabezas, configuran nuestra identidad.

El olvido no existe, nosotros mismos somos el recuerdo.

ESE GRAN SIMULACROx Mario Benedetti

Cada vez que nos dan clases de amnesiacomo si nunca hubieran existidolos combustibles ojos del almao los labios de la pena huérfanacada vez que nos dan clases de amnesiay nos conminan a borrarla ebriedad del sufrimientome convenzo de que mi regiónno es la farándula de otros

en mi región hay calvarios de ausenciamuñones de porvenir / arrabales de duelopero también candores de mosquetapianos que arrancan lágrimascadáveres que miran aún desde sus huertosnostalgias inmóviles en un pozo de otoñosentimientos insoportablemente actualesque se niegan a morir allá en lo oscuro

el olvido está lleno de memoriaque a veces no caben las remembranzasy hay que tirar rencores por la borda

en el fondo el olvido es un gran simulacronadie sabe ni puede / aunque quiera / olvidarun gran simulacro repleto de fantasmasesos romeros que peregrinaran por el olvidocomo si fuese el camino de santiago

el día o la noche en que el olvido estallesalte en pedazos o crepite /los recuerdos atroces y de maravillaquebrarán los barrotes de fuegoarrastrarán por fin la verdad por el mundoy esa verdad será que no hay olvido

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2 4 J U N I O 2 0 1 2 | 5 Ilustración: Ángeles Barcia

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E N T R E V I S T A A S A N T I A G O R U G G E R O 6 | B A B E L N º 3

“LOS MUERTOS VIVOS REPRESENTANA LA MASA OPRIMIDA”

Sociólogo y docente de la Universidad de Buenos Aires, Santiago Ruggero es un interlocutor privilegiado para hablarnos de zombies, miedos sociales y algo más.

En 1968 La noche de los muertos vivientes consagró a George Romero como el maestro de un nuevo subgénero en el mundo del terror. Más allá del cine, los zombies fueron mutando hacia otros formatos como videojuegos y series de televisión cada vez más exitosos. ¿Cómo des-cribirías este fenómeno? ¿Los zombies están de moda?

Precisamente, estimo que hoy en día existe un fenómeno que podría denominarse zombie boom, el cual venía de-sarrollándose con fuerza desde la década de los noventa y estalla desde mediados de la década pasada. Cada vez vemos más a los muertos vivos en distintos acontecimien-tos, tales como caminatas con fines solidarios, carreras de obstáculos donde varios de ellos son muertos andan-tes en el camino, manuales de supervivencia para cuan-do los muertos se levanten e inunden la ciudad, recibir un muñeco tamaño real de un muerto viviente junto a su certificado de adopción, apariciones y tramas enteras en videojuegos y comics. Todo esto y más, sumado a la cre-ciente producción fílmica de películas de humor, películas de terror, series televisivas y numerosos cortos.

¿A quiénes representan los zombies socialmente?

Si seguimos la perspectiva inaugurada por Romero en el `68, los muertos vivientes representan aquella masa desposeída, que sólo tiene hambre, hambre de algo que

x Mercedes Krause

Los muertos vivientes representan cómo son vistas las clases populares por las clases medias y dominantes, con sensación de miedo, como bestias hambrientas que desean lo que ellos tienen, simbolizado en su propia carne humana. Los oprimidos de la sociedad son vistos como amenaza, como mejor muertos que vivos, como zombies. En la película de La noche de los muertos vi-vientes, el héroe es un afroamericano quien, tras sobre-vivir al ataque de las hordas de zombies, acaba siendo asesinado con un tiro en la cabeza por un vecino blanco miembro de una patrulla auto-organizada para matar (y divertirse con los) muertos vivos. Esta escena refle-ja que el cuerpo del afrodescendiente, vinculado a una tradición de sometimiento y esclavitud en los Estados Unidos, es equiparado al del muerto viviente.

En las primeras películas de zombies, previas a Rome-ro, éstos eran controlados por un villano vivo (un doc-tor nazi, por ejemplo). Esto cambia a partir de los ‘60 cuando los zombies pasan a ser una masa incontrolable. Pero ¿ellos tienen voluntad política o de algún otro tipo? ¿Desean matar, reclutar...?

En la historia occidental, la metáfora del muerto vivo va-rias veces fue revolucionaria. El cristianismo mismo, muy revolucionario en sus tiempos primigenios, abunda en notorios ejemplos de ello. Principalmente con la resurrec-ción de Cristo y, así, la resurrección y el despliegue del movimiento cristiano entonces abatido tras la crucifixión de su líder. A diferencia de los anteriores largometrajes de terror zombie, en las películas de Romero se ve que estos muertos buscan trastocar el orden desigual mediante una revolución. En los films de Romero hay una humanidad que se afirma en un orden social, pero que a su vez niega a esa humanidad oprimiendo parte de ella con violencia, librándola al hambre. Para emancipar a la humanidad de esa situación de sometimiento hay que hacerlo negando esa situación negadora, mediante el arrasamiento por las hordas crecientes de zombies que no se saciarán hasta que el último ser humano quede incluido en su movimiento.

“Los muertos vivos representan a la masa oprimida que se vuelve en ferviente violencia hacia sus explotadores.”

“Los oprimidos de la sociedad son vistos como amenaza, como mejor muertos que vivos, como zombies.“

“...estos muertos buscan trastocar el orden desigual mediante una revolución.”

poseen los privilegiados en un sistema desigual. En el caso de las películas de muertos vivientes de este di-rector de cine, los privilegiados son representados por aquellos que todavía no son zombies pero que inevi-tablemente algún día lo serán, aquellos que no tienen hambre y cuyas necesidades básicas están más o menos satisfechas. Es decir, los muertos vivos representan a la masa oprimida que se vuelve en ferviente violen-cia hacia sus explotadores. Esta masa fue denominada por grandes pensadores de varias maneras, tales como proletariado, sujeto revolucionario, condenados de la tierra, espíritu absoluto, etcétera. Es toda la humani-dad histórica que, no habiendo sido emancipada hasta ahora, se levanta y arrastra arrasando con quienes se aferran al orden de exclusión, a “los vivos que no han muerto todavía”. Ya que en definitiva, todos en algún momento estarán muertos, todos son esclavos del sis-tema de dominación, tanto los negativa como positiva-mente privilegiados.

Los que en estas películas “siguen vivos” no saben nada del origen de los muertos que se levantan, no conocen sus causas y las explicaciones que les dan son irracionales o mitológicas. La frase “they are coming to get you, Barba-ra!” [“¡Vienen por ti, Bárbara!”], de La noche de los muer-tos vivientes resume muy bien ese sentimiento de miedo frente a esa potencial amenaza que busca quedarse con lo que uno tiene al costo de su propia vida, experimentado diariamente en la famosa sensación de inseguridad, sin de-tenerse a descubrir realmente por qué los muertos vivien-

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tes se comportan así. Lo único que se sabe es que no se quiere formar parte de ellos, que tienen hambre de vivos y que se los elimina definitivamente mediante un tiro en la cabeza. El balazo en el cerebro puede leerse como una metáfora de que las masas rebeldes, para que no se vuel-van revolucionarias, no deben pensar. Para que el muerto quede muerto, hay que arrebatarle la posibilidad de re-flexión sobre su situación de opresión y de re-presentarse políticamente.

Por otro lado, han proliferado programas de investi-gación periodística que registran la violencia, irracio-nalidad y marginalidad de Buenos Aires. Con el fin de entretener, contribuyen a cargar miedos y prejuicios so-ciales sobre grupos según su pertenencia de clase, nacio-nalidad, género u orientación sexual. ¿Encontrás algún punto en común entre esta forma de hacer periodismo y el cine de zombies?

Pueden verse al menos dos paralelismos muy fuertes. El primero es la similitud en la estética del cine de zombies y los referidos programas periodísticos de televisión. En general, el cine de zombies, más allá del dirigido por Georges Romero, suele ser de clase b, es decir, suele ser bastante bizarro y mal actuado. Pero lo más importante de la estética de este fenómeno es algo que sí es inaugu-rado por Georges Romero, y me refiero al gore, la violen-cia manifiesta que muestra tanto sangre como entrañas. En el periodismo amarillista de “testimonios callejeros” y demás, que muestran la violencia en los barrios del co-nurbano bonaerense, aquello que se exhibe es justamente

Cristian Alarcón es profesor de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI) que conduce Gabriel García Márquez y director académico del proyecto “Narcotráfico, ciudad y violencia en América Latina” para la FNPI y Open Society Institute. En 2008 publicó su primera novela, Cuando me muera quiero que me toquen cumbia. Y en 2010 llegó Si me querés, quereme transa, resultado de una investigación sobre el narcotráfico en el Área Metropolitana de Buenos Aires que Alarcón dirigió durante seis años (Editorial Norma, $75,00.-).

“El balazo en el cerebro puede leerse como una metáfora de que las masas rebeldes, para que no se vuelvan revolucionarias, no deben pensar.“

Otro punto de vista es el del periodista chileno Cristian Alarcón. En su último libro, Si me querés, quereme tran-sa, aborda historias que relacionan la delincuencia, la

“...en ambos se muestra sólo una parte de esa otredad, la parte que ve en ellos una amenaza, sin intentar comprender el sentido y motivos profundos de ello.”

violencia, la migración peruana y boliviana... ¿es más de lo mismo? ¿Qué opinión merece de tu parte?

La investigación de Alarcón es distinta, y este es un libro periodístico que recomiendo. En él no se muestra la “bar-barie” violenta ridiculizada. Aborda justamente los pro-blemas que genera el narcotráfico desde el interior de las prácticas sociales en torno al transa que vende las sustan-cias psicoactivas ilegales en Buenos Aires y Gran Buenos Aires, y no desde una vitrina reproductora de prejuicios frente a las víctimas y victimarios de esa delincuencia. Desciende al mundo de los transas para sumergirse en él, y comprender las relaciones sociales complejas en su seno y, desde él, para con su entorno y viceversa. Muestra a las personas que hay detrás de ese problema y que lidian cotidianamente con dicho sistema, pero no las muestra como un objeto ajeno, exterior y extraordinario, sino que ahonda en lo interno que configura sus prácticas. Busca recoger los testimonios de los actores sociales que hacen dinero vendiendo droga ilegal. De este modo, su perspec-tiva periodística es muy interesante y expande las posibi-lidades de análisis y reflexiones.

eso, la violencia manifiesta. Peleas callejeras, rostros en-sangrentados, hechos de discriminación, ilegalidad, gente narcotizada con estupefacientes y alcohol, todo decorado con una estética bizarra, berreta, de clase b, que ridiculiza e intenta volver divertidas esas imágenes al mismo tiempo que horrorizan.

Así, llegamos al segundo paralelismo. Tanto en el cine de muertos vivientes como en el referido periodismo ama-rillista se muestra al otro, a quien vive en una situación de dominación sin privilegios. Ese otro no es explica-do en ninguno de los dos casos, ya que en ambos las explicaciones que se esgrimen reproducen aquellas pre-nociones que se encuentran en varias opiniones prejui-ciosas. Asimismo, en ambos se muestra sólo una parte de esa otredad, la parte que ve en ellos una amenaza, sin intentar comprender el sentido y motivos profundos de ello. En el cine de zombies quienes observan ello son los y las sobrevivientes mientras corren por sus vidas a veces, y otras mientras permanecen en aparente felici-dad en un shopping donde los otros no entran. En el pe-riodismo amarillo quienes observan a esa otredad son el público televidente desde la tranquilidad de su hogar, con la cuarta pared resguardándolos temporalmente de la amenaza siempre latente, aumentando así en ese pre-sunto ojo del huracán el miedo hacia los grupos subal-ternizados.

LA PARADOJA

Una noche al doblar por cierta esquinaUn hombre descubrí, menudo y fiero.Parado frente a mí, cual bandoleroSu mirada clavábame felina. Sentí que en forma cruda y repentinaFrío espanto invadíame ligero,Presa fui del terror; y el cuerpo enteroSe me cubrió de carne de gallina. Sin recordar mi condición de hidalgoQuise huir, mas quedéme inmóvil, yerto,Porque aquél, bruscamente amenazando, Buscó, veloz, entre sus ropas, algo;Un paso adelantó. -Me di por muerto-Estornudó; y fuése caminando.

Bernardo Krause

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El policía le dice a Jill que las llamadas provienen de adentro de la casa. El asesino está ahí. Jill, muerta de miedo, suelta el teléfono y empieza a correr por

los largos pasillos de la casa. De repente, la intercepta el asesino, de aspecto desagradable y con grandes intensiones de matarla. Ella grita, lo esquiva y sigue corriendo. Por fin llega al hall de entrada, donde están la puerta que da a la calle y una escalera que lleva a las habitaciones de arriba. Jill tiene que seguir porque el asesino la persigue. ¿Qué de-cisión toma? (“Cuando un extraño llama”, Director: Simon West, 1979) A menudo solemos criticar las películas de terror porque no podemos creer las cosas insólitas y estú-pidas que hacen los protagonistas. Por supuesto que Jill su-bió por las escaleras en vez de salir a la calle corriendo por ayuda. De todas maneras, criticamos las películas después de haberlas visto, porque mientras las vemos morimos de miedo y gritamos “vamos Jill”, sin analizar estas cosas. En este espacio quisiera defender a la protagonista. Acaso ¿no es el miedo el que se apoderó de ella? Uno suele hacer cosas sin sentido cuando tiene miedo. Nuestra mente se paraliza, el cuerpo actúa por impulso y es más que posible que nos encontremos haciendo alguna que otra cosa ridícula. Cito aquí algunos ejemplos:

CUANDO EL MIEDO SE BURLA DE NOSOTROS

-Cuando se corta la antena de la tele y en vez de una ima-gen aparece una lluvia gris, la apagamos enseguida o ba-jamos el volumen, nos da terror escuchar alguna voz o un mensaje macabro. Esto me recuerda a cuando nos decían que si escuchabas al revés el cassette de Xuxa podías oír un mensaje directo del Diablo. Son los objetos cotidianos los que se vuelven terroríficos. Por ejemplo, que suene el teléfono cuando estamos solos en casa. Mirarse en el es-pejo con la luz apagada y en penumbras. Bañarse con una vela que, al alumbrar, forma figuras y sombras extrañas a través de la cortina. Si estamos con un poquito de miedo le damos otro sentido a estos objetos.

-Otros tienen la costumbre de mirar abajo de la cama por si hay alguien. En el momento en que lo hacemos se pro-duce una adrenalina y un temor insoportable. ¿Qué lo-cura es esa? ¿Y si efectivamente hay alguien debajo de la cama? ¡Sólo lograríamos que nos mate antes! Pero bueno, lo hacemos porque tenemos miedo de que nos acuchillen a través del colchón, entonces antes de acostarnos con miedo nos aseguramos de que esté todo bien.

-Vamos en un auto, no conocemos mucho al conductor y encima va a toda velocidad ¿qué hacemos? Ponemos la cartera sobre las piernas y nos agarramos muy fuerte de ella, creyendo que es un airbag. Para los que también pa-decen este temor y no llevan cartera, están las manijas de arriba de la ventanilla. Pero les aseguro que saldrán vo-lando igual, y cuando caigan, ¡habrán arrancado la manija por lo fuerte que se aferraron a ella!

-Recuerdo una historia que me contaron en la escuela. Una niña tenía un camisón con pitufos dibujados, estos pitufos cobraban vida, salían del camisón, y la mataban. Después de escuchar el cuento me costó mucho dormir, encontré la solución tapándome hasta la cabeza con las sábanas y eso me tranquilizaba, pero ¿en qué estaba pensando? ¡Creía que era un escudo de hierro imposible de traspasar! Y más aún, nunca más quise tener un camisón con dibujos. Me compré uno con rayitas, pero llegue a pensar que has-ta las rayitas iban adquirir vida y me iban a asfixiar.

x Sofía Petronio

8 | B A B E L N º 3

Ilustraciones x Lucía Miranda

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-Si estamos en un campamento, pedimos siempre que nos cuenten historias de terror, ¡no sé para qué! Generalmente alguien más valiente que nosotros se aprovecha de eso y nos asusta en plena oscuridad. Como aquellos que se di-vierten a costa del miedo de otros señalando el horizonte oscuro y diciendo que vieron moverse una luz. Por hacer esos chistes terminamos durmiendo en la carpa con las linternas prendidas hasta que las pilas se agotan.

-Sentados en la sala de espera, escuchamos a través de la puerta entre abierta un ruido agudo, abrumador y parali-zante. Somos los siguientes. Cada vez que escuchamos ese ruido damos un paso hacia la puerta de salida. No quere-mos someternos al torno, ¡no queremos!Experimentamos una sensación similar cuando nos van a poner una inyección y le tenemos fobia a las mismas. Lo primero que nos dicen es “aflojá el cachete”, y noso-tros automáticamente lo tensionamos. Sabemos que duele más, pero lo hacemos porque pensamos que la aguja va a rebotar. ¡No queremos más inyecciones! ¡No queremos!

-Cuando vamos rápido en la bici, en bajada, y estamos a punto de perder el control… ¿Qué hacemos? Soltamos los pies de los pedales, nos olvidamos de frenar, y estamos a punto de soltar también las manos. ¡Por favor! ¡Listos para morir!

-Llego a lo de un amigo, su mamá muy amistosa me abre la puerta y junto con ella Tritón, un perro. Mi cuerpo se paraliza, trato de disimular, pero el gigante y monstruoso perro me da terror. Él ya sabe que tiene el control, olió mi miedo y eso lo hace aún más monstruoso y gigante para mí, a pesar de ser un pequeño chihuahua.

-Si te quedas solo en tu casa y sos un poco miedoso, se ac-tivan las ideas inoportunas: fantasmas, robos, monstruos, el oído se agudiza y empezamos a escuchar más ruidos que nunca. Hasta que preguntamos: “¿hay alguien ahí?” como si el intruso fuera a contestar: “Sí, a tu lado Camila”.

No te preocupes Jill, te perdonamos por haber subido las escaleras. ¡Probablemente en tu lugar habríamos hecho lo mismo!

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En 1938, en Estados Unidos a nadie se le ocurrió salir a la calle a comprobarlo, verificar con fuen-tes autorizadas, prender la televisión o cambiar el

dial cuando escucharon por la radio que estaban siendo víctimas de una invasión extraterrestre. Sino que deci-dieron abandonar sus casas, encerrarse herméticamente en ellas u organizar suicidios en masa. “La guerra de los mundos” de Orson Wells fue un famoso episodio que ocasionó un pánico radiofónico en New Yersey y Nueva York. El miedo paralizó a los oyentes, que confundieron una historia de radioteatro con la realidad misma.

Hecho interesante, no sólo para señalar los efectos que ejercen los medios de comunicación sobre las masas, sino, además, para reparar en las irracionalidades que comete el hombre cuando es presa del miedo. Cuando algo sale mal, en general el hombre no entiende racionalmente por qué se manejó de determinada manera en una situación. Se le ocurren distintas alternativas que podrían haber evi-tado el mal presente y se reprocha una y mil veces el no haber pensado fríamente. A la hora de tomar decisiones entran en juego muchos factores que pueden hacer que no todo resulte de la mejor manera.

EL MIEDO: LA PARÁLISIS DE LA RAZÓN

tamente nada. Cuando el hombre es desbordado por una emoción, no hay cabida para los típicos consejos “pensá racionalmente lo que estás haciendo” porque la razón tie-ne ante la emoción un efecto placebo.

Finalmente, aparece lo que Rosler denomina el “lujo evo-lutivo de los mamíferos”: la corteza nueva o neo cortex. A pesar de ocupar el noventa por ciento de nuestro sistema nervioso central está totalmente dominado por la emoción.

Cuando algo sale mal, en general el hombre no entiende racionalmente por qué se manejó de determinada manera.

La razón tiene ante la emoción un efecto placebo.

Roberto Rosler, desde la neurobiología de la afectividad, objeto de estudio relativamente nuevo, se propone refu-tar la idea de que el hombre es homo sapiens sapiens para postular que en realidad somos homo emocionales. Fun-damenta esta teoría a través de la explicación del sistema límbico, llamado corrientemente “emocional”, y el neo cortex, personaje racional de la escenografía cerebral. El primero, desde las profundidades del cerebro, regula las emociones del hombre. Cuando la topadora emocional se descarga, el resto de nuestro sistema nervioso no tiene herramientas para ir en su contra, no puede hacer absolu-

Como parte constitutiva del sistema emocional, el miedo no puede ser controlado por la razón.

y se representan los resultados negativos. Es decir, si un estímulo resultó ser negativo, en la amígdala está la ca-pacidad para rechazar el mismo estímulo nuevamente. Esto explica el dicho popular “el que se quema con leche, ve una vaca y llora”. Si el estímulo es peligroso la amíg-dala descarga una respuesta de estrés. Este hecho, que es totalmente inconsciente, no puede ser dominado por el neo cortex. Si Shakespeare habría salvado a su personaje en la obra, es poco probable que Romeo vuelva a enamo-rarse de una Capuleto. Seguramente, frente a Julieta, la amígdala descargaría una respuesta de estrés, etiquetando a la hermosa dama como “peligrosa” y el miedo haría a Romeo elegir otra mujer, que, dentro de lo posible, no le generase problemas familiares.

EL MIEDO Y LA TRISTEZA SE ALOJAN EN LA AMÍGDALA En este apartado emocional que tiene nuestro cerebro se encuentra una estructura, con forma de almendra, lla-mada amígdala. En ella se origina el miedo. Como parte constitutiva del sistema emocional, el miedo no puede ser controlado por la razón. El fracaso en un emprendimien-to económico, el sufrimiento por una mala experiencia sentimental, un hecho de violencia, provocan que en el futuro, ante estímulos similares, se active en el hombre el circuito del miedo, porque esta almendra, aparentemente inofensiva, es la que se encarga de etiquetar valencias. En ella se dan las asociaciones y conexiones entre estímulos

Así entendemos las conductas irracionales de algunos grandes poetas. Petrarca escribió el Canzionero inspirado en su amada, Laura, una mujer a la que sólo vio una vez y no le conoció la voz. En el hipotético caso de que Petrarca no fuera el impulsor del Humanismo italiano y fuera un vecino de Gualeguaychú, cualquiera se preguntaría si este señor no se puso un poquito a pensar que estaba hipo-tecando su vida por una mujer a la que vio una sola vez. ¿Acaso la historia de amor de “Romeo y Julieta” no ha-bría sido muy distinta si no hubieran sido tan impulsivos en sus decisiones? La explicación, desde la neurobiología de la afectividad, es que los amantes tomaron decisiones irracionales porque el sistema emocional no estaba total-mente satisfecho y, por eso, no pudo entrar a la cancha su parte racional.

El miedo está regido por la experiencia, por esta razón todos las personas experimentan de manera diferente este sentimiento. Al encargarse de alertarnos ante lo que se reconoce como peligroso, el miedo es una emoción po-sitiva. Pero, izando la bandera de la propuesta aristotélica del justo medio, si nuestro cerebro se excede etiquetando valencias negativas, el miedo pasa a dominar la vida del hombre y adquiere un poder demoledor.

En este punto se nos plantea un interrogante. ¿Una vez que experimentamos un dolor, un miedo, una mala ex-periencia, estamos condenados a padecerlo por siempre? Señores, he aquí una buena noticia: los científicos han de-mostrado que podemos modificar las famosas etiquetas y aprender pautas nuevas. Es decir, por más intenso que sea un temor, puede ser superado mediante esfuerzo y volun-tad. Y esta experiencia de superar el miedo es la que el es-critor británico Bertrand Arthur William Russell adjetiva de “increíblemente deliciosa”.

x Camila Majul

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2 4 J U N I O 2 0 1 2 | 1 1 Goya, “El sueño de la razón produce monstruos” - 1799La obra es un grabado que pertenece e inaugura la serie “Los Caprichos”.

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Hace muchos años la atiendo en mi consultorio de Rodríguez Peña. Bien plantada, segura, atractiva. Como todos los jueves, cayó con su pelo desprolijo, se sentó ansiosa y largó el choclo:

Ayer estaba terminando de lavar los platos y me di cuenta que nunca lavo el último cubierto. Me genera cierto placer que quede en la bacha, ahí, sucio. Empecé a reparar en detalles cotidianos de mi vida y encontré ciertos factores comunes que hacen que pueda aventurarme a escupir una hipótesis. Cuando miro una película y está por terminar me dan ganas de hacer pis, o me acuerdo de algo “impostergable” que tengo que hacer. No me acuerdo de haber llegado a ver los créditos de alguna película –se río, como compadeciéndose de sí misma-.

Cuando viajo, no siento el placer que sienten las personas al llegar a destino. No, al contrario de eso, me genera cierto malestar. Siento que esto que estoy contándote es una revelación. Me estoy acercando a la resolución del conflicto.

En el último viaje con los viejos, estábamos en las ruinas de Pompeya, y papá y yo insistimos para ir a “ciudad secreta”, la construcción más atractiva de esta ciudad víctima de la erupción del Vesubio. Mamá estaba casi deshidratada e igual insistíamos en ir. Cuando llegamos un impedimento mental no me dejó entrar a ver las ruinas, supongo que no era casualidad que había un cartel que decía “fin del recorrido”.

Evidentemente, tengo un conflicto interno con los finales. Creo que es entendible. Estamos marcados por un gran final. ¿Encima tengo que sumar pequeños finales adentro de mi vida que antes de empezar sé que va a terminar? El tema de finalizar las cosas es complicado, conozco muchas personas que siguen casadas con alguien que no aman y, haciéndose los sensibles, dicen que no se separan porque “son muchos años”. Sí, son muchos y van a ser más de infelicidad si no cortas con esto ya. Pero bueno, más vale malo conocido que bueno por conocer, ¿no?

El tema es que me tenés que ayudar a resolver esto. Tengo que terminar la tesis en algún momento de mi vida, es vergonzoso que alguien se entere de que nunca leí la última hoja de un libro, que nunca supe terminar con una relación, que nunca concreté un proyecto. ¿Te parece que esto puede ser un problema? O, quizás, inconscientemente, lo estoy inventando para no terminar con esta terapia. No sé. Bueno, me tengo que ir volando, me están esperando.

Terminó su monólogo. No metí bocadillo. Se fue cinco minutos antes de que termine la sesión, como todos los jueves.

El día 31 de agosto de 1972, Robert James Fischer, más conocido como Bobby Fischer, se consagró campeón mundial de ajedrez en Reykjavík, Islandia. Desde su adolescencia, Bobby juraba ante cualquiera que se le pusiera delante que sería campeón mundial y destronaría a los soviéticos. Bobby cumplió con su promesa. Sin embargo, ése fue el día más triste en la historia del ajedrez. El genio abandonó las pistas. Fischer nunca más volvió a aparecer para jugar profesionalmente, excepto en 1992 en Yugoslavia (hecho que le ocasionó conflictos políticos). Podemos preguntarnos qué ocurrió con este magnífico jugador. Creemos que el retiro de Fischer se debió al miedo, al miedo a perder. Después de alcanzar la cima, ¿qué podría esperar alguien que dedicó y sacrificó su vida a una única actividad? ¿Qué queda después de alcanzar lo máximo? Sólo hay una respuesta: la caída. El caso Fischer es un buen ejemplo del poder destructivo del miedo. En esta ocasión no sólo perjudicó al sujeto que lo padece, sino también a millones de fanáticos que disfrutaban de su arte.

M I E D O A L O S F I N A L E S

L O S M I E D O S D E L S R . F I S C H E R

x Lana

x Jacobo Weiman

1 2 | B A B E L N º 3

Page 13: Lo que Babel no se llevó Nº3 - Miedos

Buenos Aires, 22 de marzo de 2012

Querido Jaime:

Estás a punto de egresarte del colegio y quería darte algunos consejos por si te sirvieran de guía para en-frentar lo que se aproxima. Antes de comenzar te aclaro que todo esto es apreciación personal y que mi mirada podría no ser la única.

Voy a hacer énfasis en los miedos. Miedo no es atrave-sar puente La Noria a las tres de la mañana o plantearle un mano a mano al patovica del boliche. Miedo es estar cursando quinto año del secundario y sentir que el techo empieza a bajar lentamente dispuesto a aplastarte si no decidís qué hacer con tu vida antes de terminar la cursada.

No seas tan ingenuo, querido Jaime, de pensar que los límites a esa edad son pequeños. Los límites son tan grandes que ni siquiera se pueden ver. Como si tuvieras el sol frente a tus ojos: tanta luz te dejaría ciego.

Buenos Aires, 30 de marzo de 2012

Querido Jaime:

Me alegra mucho que hayas respondido con tanto interés a mi carta. Siempre supe que eras un chico inteli-gente y que tenías buen criterio.

No obstante creo que tu asociación fue rebuscada. Soy abogado por elección propia y no por mandato familiar. Temo que mis palabras se hayan visto desacreditadas por culpa de esa conclusión errónea, que seguramente hayas sacado la tarde en que pasaste por mi oficina y notaste que, efectivamente, tenía párpados y hombros por el piso y los ojos rojos a punto de estallar. Pero te llevaste de ese día una imagen circunstancial que no se condice con la pasión que las leyes despiertan en mí.

E L E G R E S A D O

SITUACIÓNC U A D R O

DE

x Matías Ayerza

Hasta cuarto año todo es ansiedad por llegar a quinto, y quinto se convierte fatalmente en un oasis que termina por agotarse. Hay que celebrar, entregarse sin reparos a la bebida y no faltar a ninguna fiesta. Porque el tiempo se acaba y dicen que hay que aprovecharlo, que después em-pieza la verdadera vida, la de ser responsables, terminar una carrera, formar una familia, progresar en un buen trabajo y luego, sí, morir.

Lo fundamental es llegar a septiembre con la vocación elegida, dicen, así fin de año no te agarra desorientado. Así que prestá atención a las llamativas charlas que van a ofrecer los delegados de ciertas universidades. Vas a notar que actúan como semidioses que evaporarán todas tus dudas. No te preocupes si cierta angustia finalmente te invade al darte cuenta de que todas esas palabras en realidad fueron inútiles. Eso les pasa a todos.

Lo patético aflora después. El patético podrías ser vos cuando te pregunten qué vas a estudiar el año siguiente y ante la incertidumbre arriesgues cualquier carrera con su consiguiente justificación. “Turismo porque me gusta

Sumado a esto, honestamente pienso que no juega a mi favor la opinión que tu madre tiene de nosotros los Gorosito, y del estudio que con tanto esfuerzo montó la familia. Tu madre, con todo el respeto que me merece una persona tan adorable como ella, nunca pudo com-prender que el encanto de esta oficina radica precisamen-te en que las paredes “se vienen abajo”, como alguna vez acusó. Que no se olvide ella de que a tu papá lo conoció acá, cuando eran dos pibes que querían comerse el mun-do. Como te debe pasar a vos ahora, Jaime. Y la verdad es que un poco te envidio. Estás en quinto año, la etapa más divertida del colegio. ¿Quién podría molestarte?

Sugerís que escribí la carta a modo de catarsis. Lo des-miento, Jaime. El que no haya mencionado mi profesión en toda la carta se debe a mi intento de no influir en tu elección, no a que esté renegando de ella.

viajar”. “Ingeniero porque es lo que más se busca”. “Perio-dismo porque me gusta escribir”, etc. Pero la decisión no se debe justificar, la decisión debe sostenerse sola con el impulso arrollador de tu deseo.

Luego, una vez que hagas tu elección, dicen que no se puede cambiar, que largar una carrera es haber perdido tiempo. Si fuera realmente así, si el tiempo un día puede estar con nosotros y al otro perderse, entonces lo mejor es salir a buscarlo. Buscar el tiempo es lo mejor que te puede pasar a vos, Jaime, que sos tan joven.

Cualquiera sea el camino que elijas, lo importante es que lo andarás.

Un fuerte abrazo,Tío Carlos.

¿En serio pensás que soy un escritor frustrado? En cierta forma me enorgullece, pero si algún atisbo de talento había en mí, tantos años de redactar informes jurídicos se encargaron de exterminarlo.

Sin embargo, voy a tomar cuenta de tus palabras ya que, como te dije al comienzo, admiro tu lucidez. Quién te dice que a lo mejor, pasados los cincuenta, redescubra mi vocación. Al fin y al cabo, estaría siendo fiel a los consejos que te di.

Me despido, Jaime, con una última apreciación: quizás sea atinado que pienses en psicología.

Un fuerte abrazo,Tío Carlos.

2 4 J U N I O 2 0 1 2 | 1 3

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G U A L E G U A Y C H E N S E S F O R E X P O R T 1 4 | B A B E L N º 3

EL SUEÑOAMERICANO

El miedo. Se me ocurre, y es bastante lógico pen-sar, que esta debe haber sido la primera sensación del hombre. Gracias al miedo, se activaba una se-

ñal de alarma que lo predisponía a correr cuando tenía un depredador enfrente. Desde aquel momento hasta ahora, nos ha acechado a todos y cada uno de nosotros, en sus diferentes formas y matices.

A mí, particularmente, el miedo que más me ha perseguido es uno no tan convencional. Se trata del miedo a perder la identidad, la esencia, lo que uno es, de dónde viene y a dónde va. Son cosas que creemos tener claras, pero es muy fácil perder el rumbo y, sobre todo, cuando no estamos cerca de nuestro origen, nuestro punto de partida, cuando emigramos a esos países llamados “del primer mundo”, persiguiendo quién sabe qué.

Uno se encuentra con mucha gente a la que hay que caerle bien para lograr escalar posiciones, superar objetivos y alcanzar eso por lo que nos fuimos. En ese camino nos damos cuenta de que estamos viviendo nuestra vida y la de nuestra familia como otros quieren, dentro de una sociedad que difiere, y en mucho, a la nuestra, a nuestras tradiciones y costumbres, a nuestra tierra y la de nuestros padres. Y es justo en ese momento, en ese preciso momento, cuando estás a punto de entregarle la vida a otras costumbres, cuando sentí ese miedo del que les hablo. Esa sensación me hizo temblar y acordarme que uno es lo que es y vive su vida a su manera; que nadie te puede atar a vivir una vida que no es tuya y que el único que tiene el poder de marcarse el destino es uno mismo.

En ese camino al “éxito” pude sentir constantemente ese matiz del miedo al que me estoy refiriendo y al que, de alguna manera, le estoy agradecido. Fue el que me alerto y me hizo preguntar una y otra vez si realmente vale la pena perseguir éxitos perdiendo identidades.

“...nos damos cuenta de que estamos viviendo nuestra vida y la de nuestra familia como otros quieren...”

x Alguien que se fue y volvió

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P E L Í C U L A # 1 P E L Í C U L A # 2 P E L Í C U L A # 3

A D I V I N Á ¿ A Q U É P E L Í C U L A S P E R T E N E C E N L A S F O T O S ?

Las siguientes tres películas son clásicos de miedo a las que el paso del tiempo no les afectó en lo más mínimo. Una del ´60, otra del ´76 y la última del ´80, y sin embar-go, ancianos, adultos y jóvenes las recuerdan y guardan alguna imagen en su memoria que les causó escalofríos.

¡Participá del concurso adivinando el nombre de las tres películas. Hay dos fotogramas de cada una que te ayudan a hacerlo.

CONCURSO

Si sabes los tres nombresescribinos un mensaje privado en

Facebook: /Babelnosellevo

¡ E L P R E M I O E S U N A C E N A E N B A R A L E M P A R A D O S P E R S O N A S !

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x Sofía Petronio

Page 16: Lo que Babel no se llevó Nº3 - Miedos

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