Derrida - Marx e Hijos

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Marx e hijos JACQUES DERRIDA Texto de 1998, en «Demarcaciones espectrales. En torno a expectros de Marx, de Jacques Derrida», Michael Spinker (ed.), Trad. de Malo de Molina, A. Riesco y R. Sánchez Cedillo. Trad. de Malo de Molina, A. Riesco y R. Sánchez Cedillo. AKAL, Madrid, 2002, pp. 247-306. Edición digital de Derrida en castellano . Debo confesarlo inmediatamente: estas reflexiones no serán únicamente inadecuadas. Era algo que cabía esperar. El lector rápidamente reconocerá en ellas esa forma de inadecuación denominada anacronía. Una vez más, las respuestas esperadas serán, al mismo tiempo, prematuras y tardías. Prematuras: desgraciadamente, tendrán a menudo la forma inacabada, también la retórica, de un prólogo experimental. Éste perdurará como el embarazoso prefacio a una «respuesta» que, un día lejano, desearía ajustar a la impresionante y generosa provocación de los textos que me preceden en este volumen. La mayoría de ellos, no obstante, continuarán acompañándome, cada uno de manera diferente. Sostendrán mi reflexión, es decir, también mis compromisos y mis evaluaciones políticas. Al mismo tiempo, si es que alguien se atreve a hablar de un mismo tiempo, se me podrá acusar también de un retraso injustificable y de ceder a otro tipo de ficción retórica, a otro tipo de género literario: el posfacio o el postscriptum, no tanto a Espectros de Marx , sino más bien a la «respuesta» que, en vano, he preparado durante demasiado tiempo. Y que también he proyectado desde hace demasiado tiempo, desde antes de Espectros de Marx . Porque, me permito recordarlo, este libro ya pretendía ser a su manera una especie de «respuesta», tan sólo una respuesta, a una invitación inmediata así como a una inyunción urgente, pero también a una solicitud muy antigua. Es cierto que el «sí» de una responsabilidad, con todo lo original que pueda ser, continúa siendo una respuesta. Resuena permanentemente como la respuesta a una inyunción espectral: así pues, la orden viene de un lugar al que no podemos identificar ni como un presente vivo ni como pura y llana ausencia de un muerto. Esto equivale a decir que la responsabilidad de esta respuesta ha abandonado ya el suelo de esta filosofía como ontología, o de esta ontología como discurso sobre la efectividad del ser-presente (on) de la que vamos a tener que volver a hablar mucho. Porque, como ya se habrá verificado, todos los debates abiertos en este libro se cruzan, en un momento o un otro, en torno a esta cuestión de forma aparentemente abstracta y especulativa, pero que se mantiene, tal como se decía hace algunas

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Derrida - Marx e Hijos

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Marx ehijos

JACQUES DERRIDA

Texto de 1998, en Demarcaciones espectrales. En torno a expectros de Marx, de Jacques Derrida, Michael Spinker (ed.), Trad. de Malo de Molina, A. Riesco y R. Snchez Cedillo. Trad. de Malo de Molina, A. Riesco y R. Snchez Cedillo. AKAL, Madrid, 2002, pp. 247-306.Edicin digital deDerrida en castellano.Debo confesarlo inmediatamente: estas reflexiones no sern nicamente inadecuadas. Era algo que caba esperar. El lector rpidamente reconocer en ellas esa forma de inadecuacin denominada anacrona. Una vez ms, las respuestas esperadas sern, al mismo tiempo, prematuras y tardas.Prematuras: desgraciadamente, tendrn a menudo la forma inacabada, tambin la retrica, de un prlogo experimental. ste perdurar como el embarazoso prefacio a una respuesta que, un da lejano, deseara ajustar a la impresionante y generosa provocacin de los textos que me preceden en este volumen. La mayora de ellos, no obstante, continuarn acompandome, cada uno de manera diferente. Sostendrn mi reflexin, es decir, tambin mis compromisos y mis evaluaciones polticas.Al mismo tiempo, si es que alguien se atreve a hablar de un mismo tiempo, se me podr acusar tambin de un retraso injustificable y de ceder a otro tipo de ficcin retrica, a otro tipo de gnero literario: el posfacio o el postscriptum, no tanto aEspectros de Marx, sino ms bien a la respuesta que, en vano, he preparado durante demasiado tiempo. Y que tambin he proyectado desde hace demasiado tiempo, desde antes deEspectros de Marx. Porque, me permito recordarlo, este libro ya pretenda ser a su manera una especie de respuesta, tan slo una respuesta, a una invitacin inmediata as como a una inyuncin urgente, pero tambin a una solicitud muy antigua. Es cierto que el s de una responsabilidad, con todo lo original que pueda ser, contina siendo una respuesta. Resuena permanentemente como la respuesta a una inyuncin espectral: as pues, la orden viene de un lugar al que no podemos identificar ni como unpresente vivoni como pura y llana ausencia deun muerto.Esto equivale a decir que la responsabilidad de esta respuesta ha abandonado ya el suelo de estafilosofa como ontologa,ode esta ontologa como discurso sobre la efectividad delser-presente(on)de la que vamos a tener que volver a hablar mucho. Porque, como ya se habr verificado, todos los debates abiertos en este libro se cruzan, en un momento o un otro, en torno a esta cuestin de forma aparentemente abstracta y especulativa, pero que se mantiene, tal como se deca hace algunas dcadas en Francia, como algo ineludible o incluso en el puesto de mando. La cuestin sera la siguiente: qu se puede decir sobre lafilosofacomoontologaen la herencia de Marx? Cuanto nos ha llegado o nos llegar an de Marx es unafilosofa poltica?Yuna filosofa poltica como ontologa?Yqu deberamos hacer con esta cuestin aparentemente abstracta? Es legtima? Es urgente? Por qu todo parece reconducir a ella en los textos que acabamos de leer en este volumen, as como en los campos problemticos que se denominan, por ejemplo, la poltica, lo poltico, la ideologa, el por-venir como revolucin mesinica o como utopa, el partido o las clases, etc.?As pues, en cualquier caso, sean mis respuestas tardas o prematuras, no habr logrado ajustar el tiempo. Tendremos entonces razn para decir que habra podido prever este fracaso y que podra haber visto aproximarse esta anacrona. Por otro lado, acaso no era cierta intempestividad la temporalidad y, al mismo tiempo, el tema deEspectros de Marx?S, sin lugar a dudas he previsto oscuramente cuanto aqu sucede. Sin lugar a dudas lo he considerado desde el primer momento como inevitable. Sin embargo, no he osado zafarme, prefiriendo, como se dice en francs,precipitarme al fracaso[courirlchec].He preferido asumir una derrota antes que desaparecer en el momento de dar las gracias a los autores de este libro. Porque, ante todo, es esto lo que deseo hacer aqu. He preferido mostrarme desarmado ante ellos y, de este modo, hablarles en el momento en el que me hacen el honor de dirigirse a m, aunque sea de manera crtica, y an cuando lo que me dispongo a decirles, de manera no slo insuficiente sino tambin oblicua y a veces impersonal, deba defraudar an -a veces incluso irritar ms a cuantos ya han credo tener motivos para irritarse.En resumen, ahora est bastante claro: no he logrado responderaqu,no lo conseguir y quiz no hayaaqulugar para hacerlo. Por varias razones que deseara detallar ahora brevemente.En primer lugar, hubiera sido demasiado difcil. Hubiera sido presuntuoso, llegando el ltimo, situndome en una posicin al mismo tiempo panormica y central, pretender tener la ltima palabra bajo la forma de una precisa rplica apropiada a cada cual y cada uno de estos textos. Habra sido una escena imposible de representar. Mejor, porque es una escena que no me gusta. Corresponde a los lectores el hacerse un juicio deEspectros de Marxy ahora de este libro, as como de todas las discusiones que ste implica. La primera cosa de la que me regocijo gratamente es del mucho trabajo en perspectiva que tiene. Porque, desde mi punto de vista, cada uno a su manera y casi sin excepcin, estos textos son de cabo a rabo textos de trabajo. Exigen, por lo tanto, algo diferente a una rplica. Otro trabajo, por modesto e insuficiente que sea, debera venir a su encuentro, para atravesarlos, ms que para aportarles una respuesta. En mi opinin, el que casi todos estos textos sean trabajos originales en marcha es algo que nadie puede dudar tras su lectura. Casi todos ellos, y prcticamente de principio a fin, son notables por su preocupacin por leer ms que por pasar pgina. Casi todos tratan de analizar, de comprender, de argumentar: de aclarar ms que de oscurecer. Tratan, casi todos, de discutir antes que de injuriar (como suele hacerse hoy tan a menudo para evitar tener que plantearse preguntas dolorosas), de objetar antes que de denigrar o, temerosamente, de herir.No obstante, como tambin se habr observado, cada uno lo hace, cada vez, a partir de una axiomtica, de una perspectiva, de una estrategia discursiva diferente. Y, envidando, dira incluso que a partir de unafilosofapoltica y de unapolticadiferentes. Subrayo estas dos palabras para insistir sobre lo que denominaba hace un momento el punto de interseccin ms intenso, el lugar de paso ms comn para todas las preguntas aqu replanteadas: cmo entender y pensar los trminos filosofa y poltica de ahora en adelante? Y, ante todo, elpensamientode Marx, aquel que heredamos (o aquel que, mediante una hiptesis quizs audaz pero aparentemente comn,querramosodeberamosheredar, como si furamos los hijos de Marx)? Es este pensamiento de Marx,esencialmente, una filosofa? Es esta filosofa,esencialmente, una metafsicaen tantoque ontologa?[i]Posee una ontologa ms o menos legible de fondo? Debe hacerlo? Qu tipo de suerte debemos, nosotros mismos, por medio de un acto de interpretacin activa (y, por lo tanto, tambin poltica), asignar hoy por hoy a esteesencialmente? Se trata de un dato o de una promesa por hacer venir? Por desplazar? Por relanzar o re-interpretar de otro modo, a veces incluso hasta abandonar este valor mismo de esencialidad que corre el peligro de estar demasiado estrechamente ligado a cierta ontologa? Habra que consagrar numerosas y voluminosas obras nicamente a este enjambre de preguntas (Qu se podra decir, en definitiva, de la filosofa en Marx o desde Marx?). El acuerdo al respecto entre todos los colaboradores de esta obra sera difcil dado que, en este volumen, me parece que nadie se entiende con nadieen este aspecto.Por ejemplo, entre los ensayos ms convincentes de esta obra, dnde se ubicara el acuerdo entre Negri, quien querra ver en el pensamiento de Marx la posibilidad de una nueva ontologa, y Jameson, quien, por el contrario, en un gesto sobre el cual tambin volver, parece considerar como evidente y afortunado el hecho de que el marxismo nunca ha sido, como tal, una filosofa? Tratar de mostrar porqu no puedo suscribir ninguna de estas dos conclusiones. Sera necesaria otra ms, al menos otra, de esas numerosas obras, para aclarar el debate abierto en las ltimas lneas del texto de Jameson titulado La narrativa de la teora (sobre esa cuestin -inevitable, insalvable, infranqueable- que Althussr denomin ideologa y que, segn Jameson,Heideggery Derrida habran denominado metafsica en discursos en los que determinados motivos habran sido reificados en teora). Lo mismo dira para el concepto de lo poltico, para el de filosofa poltica posteriormente y, sobre todo, entre filosofa y poltica, para el concepto sin lugar a dudas ms difcil de situar a travs de todos los textos, el de ideologa.Pero an hay ms, hay algo ms que esta diferencia entre filosofas y filosofas polticas. Llevando el envite an un poco ms lejos -lo que, desde mi punto de vista, hace las cosas ms interesantes pero al mismo tiempo ms difciles-, los textos aqu reunidos en pollogo porMichaelSprinker (a quien deseo, en primer lugar, expresar mi cordial y profunda gratitud por la oportunidad que nos brinda, que me brinda) ponen en funcionamiento estilos, prcticas, ticas o polticas de la discusin, retricas o escrituras tericas heterogneas entre s. Sera absurdo, en realidad injurioso, tratar de achatar o de aplanar estas singularidades fingiendo dirigirse a todos con una nica y misma voz, mediante un nico y mismo modo, para responder por igual a todos y cada uno de ellos y, por lo tanto, a ninguno.As pues, acabo de envidar. En efecto, he sugerido que la diferencia entre filosofas polticas o polticas, las diferencias que otros denominaran tambin ideolgicas en lo que a laposicin polticase refiere y, por lo tanto, la diferencia con respecto a lastesisno son las ms graves, por difciles de superar e incluso de discutir que a veces sean. Desde mi punto de vista, no es ah donde se encuentran las distancias o las contradicciones ltimas entre nosotros suponiendo que las haya. Porque estas diferencias y estos diferendos, si los hubiera y pudiramos tomarlos como tales, presupondran al menos un acuerdo de fondo, una axiomtica comn con respecto a la cosa misma, con respecto a lascosasen discusin: la filosofa, la poltica, la filosofa poltica, lo filosfico, lo poltico, lo poltico-filosfico, lo ideolgico, etc. El acuerdo sera alcanzado, o presupuesto, sobre la base de que lo que est en juego en la discusin, en la evaluacin, en la interpretacin, puede tomar nombres legtimos, nombres comunes o propios: la filosofa, la poltica o lo poltico, la filosofa poltica o la filosofia (de lo) poltic(o)a, Marx. Innumerables palabras y cosas alrededor de las cuales, hoy, respecto al nombre propio de Marx (es decir, respecto a su herencia, espectral o no, y a su filiacin), los herederos (marxistas o no, marxistas de tal o cual familia, pertenecientes a una u otra generacin, a una u otra tradicin nacional, a tal o cual formacin acadmica, etc.) se pondran a debatir, pero en una misma lengua y a partir de una axiomtica comn.Ahora bien, como podemos imaginarnos, no es esto lo que sucede en este libro. Lo cual puede volverlo tanto ms interesante para algunos, ms necesario o dramtico para otros, e incluso bablico rayando lo insignificante para otros. De ah, en cualquier caso, la dificultad de la tarea para quien llega el ltimo y pretende no ya poseer la ltima palabra, sino una lectura previa de todos estos textos. Cmo tratar de formalizar estas diferencias idiomticas e intraducibles, simulando al mismo tiempo estar hablando a todos desde una posicin metalingstica, la posicin a la vez ms ventajosa y ms difcil de encontrar, la ms absurda y la ms insostenible, la menos justa en cualquier caso? He ah la razn del fracaso al cualme precipito, elfracasoal cual, como an se dice en francs, mi discursose encuentra condenado[est promis].

A modo de punto de partida, antes incluso de comenzar, espero que se me permita recordar el cuestionamiento ms inquieto deEspectros de Marx, el ms atormentado tambin, pues hace referencia simultneamente a la legitimidad y a la oportunidad de un libro que, en un primer momento, fue una conferencia fechada en un momento especfico, un posicionamiento que responda a una invitacin significativa, en un contexto muy determinado. Ciertamente, esta cuestin permaneci suspendida en un lugar desde el cual se organizaba la estrategia de este discurso y su direccin, sin embargo, an hoy no me parece que haya sido tomada en consideracin como cuestin, seria o directamente, por casi ninguno de los textos de este volumen. Ahora bien, se trata precisamente de una triple cuestin: 1) la cuestin de lo poltico (de la esencia, de la tradicin y de la delimitacin de lo poltico, en particular en Marx); 2) la cuestin de lo filosfico tambin (de la filosofa como ontologa, concretamente en Marx); y, por lo tanto, 3) la cuestin de los lugares que bajo esos nombres, en particular el de Marx, creemos poder identificar en comn, aunque no sea ms que para manifestar en torno a ellos un desacuerdo. Estas tres cuestiones (poltica, filosofa, Marx) son indisociables. Si hubiera una tesis o una hiptesis enEspectros de Marx, presupondra hoy esta indisociabilidad. Los tres temas de esta tesis (o hiptesis) no forman hoy ms que uno. Buscan el lugar comn que ya tienen, que es el suyo aun cuando no lo veamos, el lugar de su articulacin histrica.La tesis (o la hiptesis) deEspectros de Marx, presentndose a s misma, anuda expresamente estos tres temas. Pero esta presentacin de s no es un manifiesto. No se trata de la automanifestacin de ningn Manifiesto en la tradicin del Manifiesto poltico, tal como lo analiza Espectros de Marx a propsito precisamente delManifiesto del Partido Comunista.Pese a que haya decidido citarme lo menos posible, querra recordar al menos un extracto del anlisis consagrado a la forma manifesto del texto que comienza conEin Gespenst geht umin Europa, dasGespenstdesKommunismus[Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo]. Tratando de explicar el ttulo de Marx, es necesario discernir en l, entrelazados en el mismo acontecimiento performativo de una firma (el nombre propio de Marx o de quien quiera que se asocie o se deje representar por l), lo poltico (bajo la apariencia del Partido o de la Internacional) y lo ontolgico (el filosofema del ser-presente, del presente de la realidad viviente, etc.). Aqu, lo espectral no es considerado por Marx ms que como un ideologema, tan slo una fantasa que disipar:Cuando, en 1847-1848, Marx nombra el espectro del comunismo, lo inscribe en una perspectiva histrica que es exactamente la inversa de aquella en la que yo pens, al principio, al proponer un ttulo como los espectros de Marx. All donde a m me tentaba nombrar de ese modo la persistencia de un presente pasado, el retorno de un muerto, una fantasmal reaparicin de la que no consigue deshacerse el trabajo del duelo mundial, de cuyo encuentro ella huye hacia delante, encuentro al que da caza (excluye, rechaza y a la vez persigue), Marx, por su parte, anuncia y requiere la presencia por venir. Parece predecir y prescribir: lo que de momento no parece ms que un espectro en la representacin ideolgica de la vieja Europa debera convertirse, en el futuro, en una realidad presente, es decir, viva. ElManifiestollama, requiere, esa presentacin de la realidad viva: hay que proceder de forma que, en el futuro, ese espectro -y, en primer lugar, una asociacin de trabajadores forzada al secreto hasta cerca de 1848- se convierta en unarealidad,y en una realidadviva. Es preciso que esa vida real se muestre y se manifieste, quese presentems all de Europa, de la vieja o de la nueva Europa, en la dimensin universal de una Internacional.Pero, asimismo, es preciso que se manifieste en la forma de un manifiesto que sea elManifiestode un partido. Porque Marx otorga ya la forma de partido a la estructura propiamente poltica de la fuerza que deber ser, segn elManifiesto,el motor de la revolucin, de la transformacin, de la apropiacin y, finalmente, de la destruccin del Estado, y el fin de lo poltico como tal. (Dado que ese fin singular de lo poltico corresponde a la presentacin de una realidad absolutamente viva, existe ah una razn ms para pensar que la esencia de lo poltico siempre tendr la figura inesencial, la no-esencia misma de un fantasma.)[ii]Hablando con propiedad, enEspectros de Marxla presentacin de la hiptesis nosepresenta. La hiptesis o la tesis nose plantea. Si se planteara o se presentase lo hara, al menos, sin manifiesto ni automanifestacin. Sin presentarse en el presente, toma, sin embargo, como suele decirse, posicin -su posicin o msbien su suposicin, a saber, la responsabilidad as considerada- como una transformacin y, por lo tanto, como una trans-posicinheterodoxao paradjica de la undcima de lasTesis sobreFeuerbach.As pues,comouna herencia fiel-infiel de Marx, infielparaser fiel (infiel para ser fiel:con vistasal mismo tiempo a ser fiel yporquees o querra serlo).Por lo tanto, como una hiptesis o un postulado: sobre lo que puede y debe ser una herencia en general, a saber, necesariamente fieleinfiel, infielporfidelidad. Este libro es un libro sobre la herencia, pese a que no deba circunscribirse a los hijos de Marx. Ms concretamente, se trata de un libro sobre lo que heredar puede noquerer-decirde maneraunvoca, sino, quiz, inyungir de forma contradictoria y contradictoriamente obligatoria. Cmo responder, cmo sentirse responsable de una herencia que te lega rdenes contradictorias?Aunque no pretendo reconstituir aqu este movimiento, me permitir recordar lo que, en un momento determinado, trababa conjuntamente,por un lado, la posibilidad misma [...] y la fenomenalidad de lo poltico o incluso lo que permite identificar lo poltico y,por otro, la posibilidad de una fantologa en la que un discurso (no digo una ciencia) de la espectralidad permanece irreductible... a todo cuanto ella [una fantologa] hace posible, la ontologa, la teologa, la ontoteologa positiva o negativa, es decir, incluida, antes incluso de hablar de filosofa marxista, esa filosofa cuyo lmite, desde mi punto de vista, Marx jams pudo tematizar.Porque uno de los hilos rojos deEspectros de Marxes nada menos que la cuestin de lo filosfico en Marx[iii]. Las tres cuestiones quedan trabadas conjuntamente. Cmo delimitar 1) la fenomenalidad de lo poltico en cuanto tal, 2) la filosofa como onto-teologa, y 3) la herencia como herencia de Marx, del nombre y en nombre de Marx? Ahora bien, al mismo tiempo que quedan urdidas estas tres preguntas trato de definir el acto que, yendo ms all de la forma-pregunta de la pregunta, consiste en adquirir unaresponsabilidad,en suma, en comprometerse de manera performativa[iv]. A lo que entonces aada:Esta dimensin de la interpretacin performativa, es decir, de una interpretacin que transforma aquello mismo que interpreta, desempear un papel indispensable en lo que me gustara decir esta tarde. Una interpretacin que transforma lo que interpreta es una definicin de lo performativo que es tan poco ortodoxa desde el punto de vista de laspeechact theory[teora de los actos de habla] como desde el de la undcima de lasTesis sobreFeuerbach(Losfilsofos no han hecho sinointerpretarel mundo de diferentes formas, lo que importa estransformarlo[Die Philosophen haben die Welt nur verschiedeninterpretiert;eskommt aber drauf an, sie zuverndern])[v].Evidentemente, siempre tendremos derecho ajuzgarel gesto que aventuro de este modo. Podremos encontrarlo efectivo o no, eficaz o imaginario, real o ficticio, lcido o ciego, etc. Yo mismo,por definicin,ni siquiera tengo una garanta terica o prctica al respecto. Reivindicara incluso que no podemos ni debemos tenerla a la hora de adquirir una responsabilidad, de decir o de hacer cualquier cosa que no sea el efecto de un programa. La demanda mnima, la demanda delecturaque, sin embargo, la forma de este gesto parece comportar en s misma, es una demanda que, por su parte, contina siendo terica y prctica al mismo tiempo. Requiere tomar en cuenta la naturaleza y la forma, me atrevera incluso a decir que la intencin declarada, de este gesto, aunque no sea ms que para criticar su inters, su posibilidad, su autenticidad e, incluso, su sinceridad.Se siguen necesariamentetres tipos de consecuencias.Antes incluso de tratar de avanzar una respuesta ms precisa a los textos reunidos en este volumen, me limitar a sealar nicamente estas consecuencias tpicas. No podr consagrarles el desarrollo necesario, pero esta evocacin de principios bsicos debera ser suficiente para todo cuanto seguir a continuacin.1.La cuestin de la cuestinoel cuestionamiento de la cuestin. Pese a que acabo de recordar un nudo de cuestiones, pese a queEspectros de Marxmultiplica los interrogantes y recuerda sin cesar la urgencia crtica de todo tipo de problemas a los que nunca habr que renunciar, hay tambin en l, como en todos los textos que he publicado durante estos ltimos diez aos (al menos desdeDelesprit:Heidegger etla question[vi]),una gran insistencia sobre la dependencia, e incluso sobre cierto carcter secundario, de laforma-pregunta.De ah cierta divisibilidad, de ah el pliegue, otros diran la duplicidad, asumido por un discurso que trata de hacer dos cosas difcilmente compatibles a simple vista: porun lado,tratar de despertar preguntas hipnotizadas o inhibidas por la respuesta misma; pero, simultneamente,por otro,asumir tambin la afirmacin (necesariamente revolucionaria), la inyuncin, la promesa, en resumen, la cuasiperformatividad de unsque vela sobre la pregunta, precedindola como su propia vspera. Un ejemplo de este ambiguo respeto por la pregunta (crtica o hipercrtica, incluso me atrevera a decir que deconstructiva) sera ese momento en que, proponiendo una nueva pregunta, sospecho inmediatamente,demanera casi simultnea, de una retrica de la pregunta (que no hay que reducir a la de una pregunta retrica): Hay una cuestin quetodava nose ha planteado. No como tal. Quedara, ms bien, ocultada por larespuesta filosfica,diremos, ms precisamente,ontolgicadel propio Marx[vii]. Esta cuestin no es otra que la del espectro o la del espritu. Sin esperar, casi en la frase siguiente, explicaba por qu crea que debera desconfiar de estos trminos, en particular de la alternativa pregunta/respuesta. Y fue entonces cuando surgi, de manera sin duda no fortuita, la palabra quiz, uno de esos quiz que marcan explcitamente, desde hace dcadas, la modalidad privilegiada,mesinicaen este caso, de los enunciados ms importantes para m (se da el caso de que durante el ao que sigui aEspectros de Marx,enPolticas de la amistad,he tematizado ampliamente el sentido e incluso, si pudiera an decirse, la necesidad o la ineluctabilidad de este quiz)[viii]: Pero todas esas palabras traicionan:quizya no se trata en absoluto de una cuestin y apuntamos ms bien hacia otra estructura de la presentacin, con un gesto de pensamiento o de escritura ...[ix].2.Despolitizacin, repolitizacin. Desde mi punto de vista, lo que debera seguir a esta deconstruccin de la ontologa marxista es todo lo contrario a una despolitizacin o un debilitamiento de la efectividad poltica. Al reexaminar en profundidad los axiomas de la relacin entre Marx, la teora, la ciencia y la filosofa, se tratara en realidad, a mi juicio, tanto de comenzar a dar cuenta de losfracasos histricos desastrososregistrados sobre el plano terico y sobre el plano poltico como de repolitizar de otro modo una determinada herencia de Marx. En primer lugar, llevndole hacia una dimensin de lo poltico liberada de aquello que ha soldado -para lo mejor, pero, sobre todo, en nuestra modernidad, para lo peor- lo poltico a lo ontolgico (en primer lugar a un determinado concepto de efectividad o del ser-presente, de lo universal segn el Estado, y de la ciudadana cosmopoltica y la Internacional segn el Partido)[x].Encuanto a los desastres que acabo de mencionar tan elpticamente, repito, los desastrestericos-y-polticosdeberan inquietar, no? No deberan dar ideas, aunque sea algunas, a todos los marxistas patentados dispuestos an a pavonearse dando lecciones? A los marxistas estatutarios o petrificados[xi]que se creen an con derecho a ironizar ante determinados aliados difciles que jams les han acompaado en la ortodoxia de su sueo dogmtico? A los marxistas oficiales que se hacen los difciles ante tales aliados cuando estos ltimos, una vez sucedido el desastre, se esfuerzan en no ceder a la peor de las resignaciones -terica y poltica- una vez ms? Es cierto que, al menos en este libro (razn por la cual estoy contento y agradecido de tener la oportunidad de participar en l), Terry Eagleton es por suerte el nico (casi el ltimo) marxista de este tipo. Es el nico (casi el nico y casi el ltimo) en mantener ese tono imperturbablemente triunfante. Frotndose los ojos uno se pregunta dnde encontrar an la inspiracin, la arrogancia y el derecho. Acaso no ha aprendido nada? Qu derecho de propiedad se tratara an de proteger? Qu fronteras? A quin pertenecera el marxismo? Sera incluso el coto reservado, la propiedad privada, de aquellos que se dicen o pretenden marxistas? Gayatri Chakravorty Spivak, por su parte, en un texto reciente, tuvo al menos el mrito de manifestar una inquietud o un remordimiento. En efecto, Spivak da cuenta de la reflexin de un amigo. Qu le deca amigablemente este amigo? Que si siempre ha tenido algn tipo de problema con Derrida a propsito de Marx, quiz se deba -confiesa transcribiendo- a que me siento propietaria [proprietorial] de Marx[xii]. Propietaria [proprietorial] es un buen trmino. Propongo incluso precisarlo ms: priopietaria [prooprietorial]. Porque, de este modo, se reivindica no slo una propiedad, sino una prioridad, lo cual se presta an ms a sonrer. Sugestin amistosa, en efecto, que no basta con repetir en cada pgina para mostrar que se ha entendido.. Porque, algo ms abajo, en la misma pgina, podemos leer: Se trata tan slo de mi reaccin propietaria [proprietorial] ...?. Cuatro pginas despus, el remordimiento se hace cada vez ms compulsivo pero siempre igual de ineficaz:Setrata de mi actitud propietaria hacia Marx? Ser una oscura fetichista de cuarto de bao cuando Marx sale a colacin? Quin sabe?[xiii].Quin sabe? Yo, por mi parte, no lo s, pero confieso que, lo mismo que el amigo cuya advertencia nos relata Gayatri Spivak, me temo que ella s lo tiene. Lo que no dejar nunca de sorprenderme de la posesividad celosa de tantos marxistas, y ms an enestecaso, no es tan slo lo quesiempre tiene de cmico una reivindicacin de propiedad, y cmicode maneraan ms teatralcuando se trata de una herencia, y de una herencia textual, y an ms pattico cuando se trata de la apropiacin de una herencia llamada Marx! No, lo que no dejo de preguntarme, y ms an en este caso, es dnde cree la autora que estaran los presuntos ttulos de propiedad. En nombre de qu, alegando qu, exactamente, se atreve tan siquiera a confesar una reaccin propietaria [proprietorial reaction]? Porque una confesin como sta presupone que ha sido reconocido un ttulo de propiedad en nombre del cual uno se ensaa en seguir defendiendo an su bien. Pero quin ha reconocido este derecho de propiedad, sobre todo en este caso? En la pgina anterior (p. 71) de un artculo increble de principio a fin, Gayatri Spivak, en un ltimo destello de lucidez, que no podra delatarla mejor, ya haba escrito esto: Sigue a continuacin una lista de errores [mistakes] que acaso me muestre en mi actitud ms propietaria hacia Marx. Al lector le toca juzgar. Es cierto, el lector que soy, entre otros, ha juzgado: la lista en cuestin es, en primer lugar, una lista de malinterpretaciones en la lectura de la propia Gayatri Spivak, quien hace bien en poner previamente la palabramistakes[errores] entre comillas. En efecto, algunas de sus faltas se derivan de una grosera incapacidad para leer, agravada aqu por el resentimiento herido de un sentimiento de propiedad respecto a Marx. Otras son producidas por la manipulacin desenfrenada de una retrica de la que, a falta de tiempo y de espacio, no dar ms que un ejemplo[xiv].Escojo este ejemplo porque concierne directamente a la despolitizacin-repolitizacin a la que me estoy refiriendo en este segundo punto. As pues, definiendo las condiciones necesarias para la repolitizacin que anso, escriba: De no ser as,no habr repolitizacin, ya no habr ms poltica[xv]. Dicho de otro modo, insisto en el hecho de que fuera de las condiciones que defino en este contexto no lograremos repolitizar, como visiblemente deseo y como me parece evidentemente deseable que se haga. Ahora bien, la misma que sospecha, con toda razn, sentirse algo propietaria de Marx, hace saltar aqu el de no ser as, interrumpe la frase y me atribuye -equivocadamente, sin comillas pero indicando el nmero de la pgina enEspectros de Marx(p. 87 [p.101])- (adems de una serie de wewillque no son mos) el enunciado siguiente: No repolitizaremos [ibid., p. 87[p.101]) como si a travs de una simple e inocente parfrasis estuviera autorizada a atribuirme semejante propsito, como si yo hubiera recomendado no repolitizar, precisamente donde insisto en hacer exactamente locontrario![xvi].Al leer una falsificacin de semejante tamao me ha costado creer lo que vean mis ojos y, sobre todo, decidir si esta falsificacin era voluntaria o involuntaria. No obstante, voluntaria y/o involuntaria, la cosa es grave en ambos casos. Por decirlo fra y formalmente, parece que uno no pudiera interrogarse e inquietarse con respecto aunapoltica determinada, o deunadeterminacinde lopoltico, sin ser inmediatamente acusado de despolitizacin general. Con todo, es cierto que una repolitizacin pasa siempre por una despolitizacin relativa, por la toma en consideracin del hecho de que un viejo concepto de lo poltico ha sido, en s mismo, despolitizado o despolitizador.Aquello que se refiere a la politizacin o a la repolitizacin no ha escapado a la lucidez de Jameson, cuyo potente y escrupuloso anlisis el lector habr podido leer aqu. En efecto, Jameson percibe que la espectralidad constituye aqu la forma de la politizacin ms radical y que, lejos de estar bloqueada en las repeticiones de la neurosis y la obsesin, se muestra vigorosamente activa y orientada hacia el futuro[xvii]. S, confianza; en cualquier caso, Spivak tiene razn en decir que al lector le toca juzgar.No estoy diciendo que si el marxismo va tan mal, especialmente en la universidad, sea por culpa de los marxistas, de algunos marxistas acadmicos, mucho menos de algunos de aquellos a los que acabo de citar (Spivak, Eagleton o Ahmad). Como podemos imaginar, sera ir realmente demasiado lejos. Las proporciones del problema, desgraciadamente, son otras. Digamos tan slo lo siguiente: una vez hecho el dao, y siendo las causas y los efectos los que son, los comportamientos sintomticos que acabo de describir no estn hechos, como suele decirse, para arreglar las cosas y reparar los daos.

3. Loperverformativo.La referencia que acabo de hacer a la cuasi-performatividad significara al menos dos cosas, dos en una palabra. Ambas cosas se encuentran en una relacin esencial con la necesidad de esta repolitizacin, all donde, bajo determinadas condiciones, me parecera necesario proseguir los esfuerzos por repolitizar.A) EnEspectros de Marx,como en todos mis trabajos desde hace al menos veinticinco aos, toda mi argumentacin ha sido determinada y sobredeterminadapor doquier por la toma en consideracin de la dimensin performativa (no slo del lenguaje en el sentido estricto del trmino, sino tambin de aquello que denomino huella y escritura).B)Sobredeterminadaporque, simultneamente, se trataba de algo diferente de aplicar tal cual una nocin austiniana (y aqu de nuevo espero haber sido fiel-infiel, infiel por fidelidad a una herencia, a Austin, a uno de los pensamientos o a uno de los acontecimientos tericos mayores, uno de los ms fecundos, sin lugar a dudas, de nuestro tiempo). Desde hace mucho tiempo he tratado de transformar desde dentro la teora de lo performativo, de deconstruirla, es decir, de sobredeterminarla en s misma, de ponerla a trabajar de otro modo, en otra lgica; rechazando, una vez ms, cierta ontologa, un valor de plena presencia que condiciona(phenomenologico modo) losmotivos intencionales de la seriedad, de la felicidad, de la simple oposicin entrefelicityyunfelicity,etc. Este esfuerzo habra comenzado cuanto menos en Signatura,vnement, contextey habra proseguido por todas partes,-en particular en Limited Inc. y enLa cartepostale.Me alegra que Fredric Jameson haya reconocido tan bien determinados lazos de continuidad o de coherencia entreLa cartepostale...yEspectros de Marx.En cuanto a lo que Hamacher dice y hace aqu de lo que en 1979 - precisamente enLa cartepostale-yohaba denominado lo perverformativo[xviii], conectndolo a textos ms recientes, como Avances, es, desde mi punto de vista, uno de los numerosos gestos luminosos y potentes de su interpretacin, en un texto impresionante, admirable y original. Sintindome profundamente de acuerdo con Hamacher, dispuesto a seguirle por todos los caminos que abre, no podra hacer otra cosa aqu sino rendirle un sencillo homenaje agradecido. (Por lo tanto, pese a las apariencias, nada habr de paradjico en que apenas hable aqu de su ensayo y me contente con invitar al lector a leerlo y releerlo sopesando cada una de sus palabras.)Tras estas observaciones preliminares, debo anunciar, brevemente, la eleccin que he credo tener que hacer para tratar de responder, en un espacio desgraciadamente limitado, a los ensayos de este libro. Para no eludir los temas a mi entender ms necesarios, ms generales, ms comunes tambin a los diferentes ensayos, cruzar un orden conceptual con otro ms personal. Respondiendo por orden a cada uno de ellos (excepto a Eagleton y a Hamacher, salvo observaciones ocasionales y por las razones opuestas que acabo de evocar), desbordar a veces la lgica de este orden para referirme aqu o all a la recurrencia de un mismo tema o de la misma objecin en varios textos a la vez. He debido adoptar la menos mala de las soluciones, en una economa que no he elegido yo, para responder de la manera menos injusta posible, en pocas pginas, a nueve textos, a nueve estrategias e incluso a nueve lgicas diferentes.

Comencemos con un recordatorio. Quienes me honran interesndose por mi trabajo pueden testimoniarlo: nunca he declarado la guerra al marxismo ni a los marxistas. Por qu ira entonces a esperar unareconciliacin(subrayo de este modo la palabra que aparece en el ttulo y repetidamente en el texto de Aijaz Ahmad, del cual constituye, en definitiva, suleitmotiv)? Culsera el inters de semejante reconciliacin? Si mi principal preocupacin hubiera sido la reconciliacin, incluso en el sentido en que Ahmad la entiende[xix], habra escrito otro libro absolutamente diferente. Releyendo detenidamente el pargrafo en el que Ahmad explica ampliamente toda la sutileza de su ttulo, Reconciliar a Derrida, vemos que no se trata, ni de una Reconciliacin con Derrida ni de un Derrida reconciliado [...] por parte de Derrida, en relacin con Marx -o del marxismo en relacin con Derrida.Un deslizamiento de Marx al marxismo, por lo tanto: por qu? quines el marxismo? Ahmad? Todos aquellos de los que se erige en representante? Sin embargo, ya en este mismo libro no hay ningn acuerdo, ninguna homogeneidad posible entre todos los marxistas, entre todos aquellos que se denominan o a los que se denomina marxistas. Suponiendo que sea posible identificar a todos ellos como marxistas, contina siendo imposible identificarlos entre ellos. Desde mi punto de vista, esto no constituye un problema, pero debera volver ms incierta que nunca la apelacin identitaria marxista (hablo de ello en ms de una ocasin enEspectros de Marx).Ahmad prosigue: En cualquiera de los dos casos, tendramos entonces la sensacin de una gratificacin obtenida con demasiada facilidad. Se tratara, ms bien, por lo tanto, de una reconciliacin conmigo mismo (Derrida inmerso en un proceso de reconciliacin) en el curso de un proceso de identificacin. Debera insistir en este punto, si bien evitando, precisamente, toda identificacin narcisista (aunque sobre el narcisismo he aventurado en otro lugar proposiciones poco propensas al consenso). Es necesario insistir en ello al menos por dos razones:1)En primer lugar, para hacer justicia a la complejidad de la identificacin de la que habla Ahmad y que, desde mi punto de vista, afecta a un asunto clave muy sensible de estos debates. El proceso de la identificacin en cuestin, que Ahmad precisa de manera compleja e interesante, sera doble: identificarse con el propsito de esta reconciliacin, identificar aquello con lo que Derrida se ha propuesto aqu reconciliarse.2) En segundo lugar, porque en ambos casos (estando inserto el uno en el otro, tal como hemos visto) se asume que la reconciliacin estara en el programa (algo que pongo en duda, enseguida dir cmo y por qu) y que la identificacin sera asunto mo. Ahora bien, este proceso de identificacin sobre el cual versan, en el fondo, los anlisis ms retorcidos deEspectros de Marx, creo que Ahmad lo reduce rpidamente a una cuestin de nombres propios, de pronombres personales y a lo que l denomina sujetos, precisamente all donde este libro engarza con toda la lgica espectral. Y lo hace con una seguridad que, como se puede uno imaginar, me cuesta compartir. Escribe, en efecto:A lo que me refiero, por el contrario, es al sentido activo de un proceso y de un tema: un modo de reconciliacin; Derrida inmerso en un proceso de reconciliacin; y nosotros, por consiguiente, en respuesta al proceso que Derrida ha iniciciado, participando de una identificacin;una identificacin tambin,en el sentido positivo de identificarseconel propsito de esta reconciliacin,as como en elsentido de identificar aquello con lo que Derrida se ha propuesto aqu reconciliarse. En este doble movimiento de identificacin es donde residen los problemas del texto de Derrida para nosotros, lectores del texto[xx].S, placeres y problemas. Cuando, con una seguridad imperturbable, como s estuviera seguro de aquello que desea decir (a lo que me refiero, dice), Ahmad asocia m nombre a un proceso de reconciliacin (que yo mismo habra incluso iniciado!), suspiro sonriendo (y es cierto que tambin aqu experimento ciertoplacer),pero cuando dice nosotros;(ynosotros, por consiguiente... ) en la frase siguiente, m risa se vuelve, por as decirlo, franca y seria;,al mismo tiempo: problemas, dira yo! Porque me pregunto dnde encontrar semejante recurso este sueo dogmtico. Quin tiene derecho a decir aqu nosotros?, nosotros los marxistas?, nosotros los lectores?, etc., y, sobre todo, no acaba acaso todo m libro precisamente problematizandotodoproceso de identificacin, de determinacin en general incluso (identificacin del otrooen el otro o en s: X es Y, yo soy otro, yo soy yo, nosotros somos nosotros, etc.)?, cuestiones todas ellas que hay que inscribir bajo el ttulo general que he estado enfatizando desde el principio de esta respuesta: ontologa o no, espectralidad y diferencia, etc. En primer lugar, esto afecta a la idea misma de justicia y de mesianicidad que proporciona aEspectros de Marxsuhilo conductor, su hilo rojo. Ahora bien, s no se sustrajera de esta lgica de la identidad y de la identidad consigo misma, esta idea carecera de inters y de especificidad, s es que los tiene[xxi].S m primera inquietud hubiera sido algn tipo de reconciliacin, hubiera procedido de otro modo. No hubiera previsto, como he hecho claramente, lo que, en efecto, ha ocurrido la mayora de las veces, a saber: queEspectros de Marxno gustara, sobre todo, a los marxistas confortablemente instalados en sus posiciones de propietarios e identificados por ellos mismos consigo mismos. Precisamente porque las cosas no son sencillas y este libro no proviene del enemigo. De un enemigo identificable. Pensando con antelacin sobre todo en las reacciones -diferentes, cierto, pero en este punto anlogas y tan previsibles- de marxistas posesivos (Eagleton, Spivak y Ahmad, por ejemplo), vigilantes de la ortodoxia como si de un patrimonio se tratara, ya anunciaba:Por ello, lo que decimos aqu no ser del agrado de nadie. Pero quin ha dicho que se deba hablar, pensar o escribir para agradar a nadie? Y habra que haber comprendido muy mal para ver en el gesto que arriesgamos aqu una especie de adhesin-tarda-al-marxismo. Es verdad que hoy, aqu, ahora, yo sera menos insensible que nunca a la llamada del contra-tiempo o del contra-pie, como al estilo de una intempestividad ms manifiesta y ms urgente que nunca. Ha llegado el momento de dar la bienvenida aMarx!,oigo ya decir. O tambin: Ya era hora!, Por qu tan tarde?. Creo en la virtud poltica del contra-tiempo ...[xxii](Rogara que se leyera tambin cuanto precede y cuanto sigue, al menos hasta el yo no soy marxista, y quin puede, todava, decir: yo soy marxista?.) Al escribir esto, sin pensar en un marxista u otro en particular, vea ya venir, sin lugar a dudas, el desagrado o la rabia tan previsibles de los autoproclamados marxistas como Eagleton o Ahmad.La crono-lgica del contratiempo estaba, si se me permite la expresin, preprogramada. Dos ejemplos:1)El contratiempo segn Eagleton: [ ...] resulta difcil, dice, no lanzar la pregunta, quejumbrosamente, de dnde estaba Derrida cuando le necesitbamos. Pero no resulta difcil conciliar esta acusacin de contratiempo con la de oportunismo bajo la pluma del mismo autor? Porque Eagleton me acusa, al mismo tiempo, de oportunismo y de lo contrario, as como de ir a contracorriente slo para explotar el marxismo como crtica, como disidencia [...]. As, pues, este oportunismo incorregible y paradjico me hara hacer siempre lo contrario de lo que es oportuno hacer en el momento apropiado, en el momento esperado. Me asemejara a un oportunista con un escaso sentido de la oportunidad! La nica explicacin (quiz estemos de acuerdo en que algo escasa para un marxista) sera de tipo psicocaracteriolgica, o se tratara de un asunto relacionado con mis desrdenes idiosincrsicos o caracteriales: mi perversidad adolescente[xxiii]. Esta hiptesis me hace sonrer y, como dira Ahmad, encuentro en ella cierto placer. Porque, a fin de cuentas, qu tiene Eagleton contra la perversidad adolescente? Milita ante todo por un retorno a la normalidad?, por la normalizacin? Sera el adulto normal curado de toda perversidad el modelo de su figura revolucionaria? De qu otra nueva perversidad? Una vez que se empieza a censurar una perversidad, la lista siempre puede ampliarse. Sin embargo, aun suponiendo que esta hiptesis psicologista diera cuenta de mis viciospersonales, el mbito al que nos referimos, bien losabe Eagleton, trasciende a mi persona. Aunque no interesara ms que a un sololector, tambin sera necesario hablar en trminos de perversidad adolescente con respecto a l. Y sihay tantos perversos adolescentes en el mundo ms inclinados hacia este lado que hacia se, un marxista debera preguntarse qu es lo que ocurre: en el mundo y no en mis desrdenes pulsionales. Debera buscar otras explicaciones que la desviacinlibidinalde un autor que envejece mal. Porque Eagleton, creo adivinarlo, me reprocha no envejecer losuficientemente rpido, envejecer acontratiempo.2)El contratiempo segn Ahmad.Esta crtica no se lamenta nicamente de que vaya con retraso con respecto a loque denomina (volver sobre ello enseguida) mi afiliacin o mi reconciliacin. Ahmad, por su parte, confiesa haberme ledo demasiado rpido (locual es cierto), e incluso en avin, en mi vuelo a Lubiana dice[xxiv], locual no es una excusa para contentarse con sobrevolar un texto. Los efectos de sobrevuelo no se limitan tan slo a la impresin apresurada de estar ante un gesto de reconciliacin (mi libro es claramente todo menos eso y la reconciliacin conmigo mismo, a falta de otra, jams me ha resultado fcil; tengo en este sentido una experiencia dolorosa que no llegar a comunicar a los lectores a los que me dirijo en este instante, pero la cual estoy seguro de que es, en principio, legible en todo cuanto escribo).Me ha sorprendido fambin una cierta precipitacin al hablar deEspectros de Marx, o de mi trabajo en general, como de una simple especie, un caso o un ejemplo del gneroposmodernoopostestructuralista. Se trata de nociones cajn de sastre en las que la opinin pblica menos informada (y, lo ms a menudo, los medios de comunicacin de masas) coloca poco ms o menos todo aquello que no le gusta o no comprende, empezando por la deconstruccin. No me considero ni un posestructuralista ni un posmoderno. He explicado a menudo por qu no empleo prcticamente nunca estos trminos, salvo para decir que son inadecuados para lo que trato de hacer. Nunca he hablado, y mucho menos para asumirlos como propios, de los anuncios del fin de todas las metanarrativas. As pues, Ahmad se contenta con sobrevolar mi texto de un modo ms que rutinario cuando escribe, a propsito de mi crtica a Fukuyama: La discusin hubiera sido ms fructfera si Derrida hubiera ofrecido algunas reflexiones sobre las contigidades polticas y filosficas entre el argumento del fin-de-la-historia de Fukuyama y los anuncios del fin de todas las metanarrativas que uno encuentra rutinariamente en la obra de tantos deconstruccionistas. Confusin. No s a qu contexto y a qu rutina hace alusin, pero estoy seguro de que no existe ninguna conexin necesaria entre las deconstrucciones que conozco o que practico y estos anuncios. Esta acusacin es, por lo tanto, inadmisible. Supongo que los posmodernos (por ejemplo, Lyotard) que, en efecto, se sirven del trmino metanarrativa (algo que yo, por buenas razones, no he hecho ni una sola vez en mi vida) se mostraran tambin inquietos ante esta amalgama.Por el contrario, los deconstruccionistas -otra nocin cajn de sastre- han sido a veces incluso acusados, igual de injustamente, de debilidad por los grandes discursos metanarrativos, losgrands rcits,como cuando, por ejemplo, hablan imprudentemente a veces, y esto tambin me ha ocurrido a m por razones de economa pedaggica (lo he explicado con frecuencia en otros lugares), de metafsicas occidentalestout courto delametafsica de la presencia.Un par de comentarios ms sobre Fukuyama y tres breves recordatorios.1) Nunca he tratado de rivalizar con Perry Anderson, del que no conoca en aquella poca su entonces reciente texto. No he tratado de ser ms original (Eagleton) o menos convencional (Ahmad) que Anderson en la crtica a Fukuyama. Sealo de paso que los dos marxistas que, en este volumen, se muestran ms propensos a la actitud propietaria hacia Marx, yo dira que los ms patrimonialistas, son tambin quienes comienzan defendiendo y protegiendo, como si hubiera sido cuestionado, el derecho de autor, la prioridad y e[ privilegio del primer crtico oficialmente marxista de Fukuyama: Perry Anderson.2) No he propuesto simplemente una crtica interna de Fukuyama. He sealado las consecuencias contextuales y la lgica poltica que han regido la recepcin o la explotacin de su libro. Y si Perry Anderson, segn Ahmad, ha tenido el mrito de reconocer cules eran los puntos fuertes de la argumentacin de Fukuyama, en lo que a mrespecta,tampoco he dejado de reconocer que el libro no es tan malo ni tan ingenuo como permitira creer una explotacin desenfrenada que lo exhibe como e[ ms bello escaparate ideolgico del capitalismo vencedor en una democracia liberal...[xxv].3) En cuanto a la problemtica del fin de la historia, etc., sin tener nada en contra de la lectura de Anderson (desde cundo habra que lamentar toda convergencia con un marxista?), la argumentacin que he propuesto est, en general y en particular, entretejida en el propsito de mi libro, que, ciertamente, estaremos de acuerdo en que no es andersoniano. Mi argumentacin est conectada a travs de tantos hilos a publicaciones anteriores (mas, evidentemente -demasiado numerosas como para no mencionar aqu ms queDuntonapocalyptique...-,pero tambin, sobre todo, tantas otras desde la dcada de 1950!) que no tengo aqu ni el valor ni el espacio para reconstituir la madeja. Como deber hacerlo, por desgracia, en ms de una ocasin, a falta de tiempo y de espacio, me conformo con invitar al lector interesado a releer estos textos para que se forme una opinin, aunque no sea ms que sobre la especificidad de cada argumentacin. Sin embargo, francamente, no creo que la crtica andersoniana de Fukuyama, aunque la hubiera ledo en su momento, me hubiera convencido de la inutilidad o de la convencionalidad de la ma. Dejemos juzgar al lector.Ahmad tiene razn, me parece a m, en preguntarse: qutipode texto es el que Derrida ha compuesto?. En efecto, no se comprende nada de este texto si no se toma en consideracin la especificidad del gesto, de la escritura, de la composicin, de la retrica, de la direccin, en una palabra, de lo que un lector tradicional y con prisa hubiera denominado su forma o su tono, pero que para m resulta indisociable de su contenido. Ahmad tiene de nuevo razn cuando, para responder a su pertinente pregunta, aade: Tenemos, en otras palabras, un texto en esenciaperformativo[...].S, por supuesto. Pero, lgicamente, dejo de estar de acuerdo con l cuando reduce esta performatividad a unaperformancey,sobre todo, a laperformancede un texto literario, ms an cuando esta ltima se ve reducida, a su vez, a las nociones convencionales y confusas de forma de retrica, de afectividad, de tono, etc. Quin osara negar que haya retrica, afecto y tono enEspectros de Marx?Ciertamente, yo no, pero los reivindico de manera totalmente diferente y los conecto de otro modo a la performatividad del anlisis mismo. Acaso cree Ahmad que su texto es tan atonal? Cree que cuanto escribe est libre de toda afectividad, de toda retrica y, ya que la cosa parece inquietarle tambin, de todo gesto de filiacin y de afiliacin?Espectros de Marxno es tan slo un texto que no puede, no ms que cualquier otro, borrar y renegar de toda filiacin y afiliacin. Al contrario, asume ms de una y da cuenta de ello. Esta multiplicidad lo cambia todo. Este libro hace tambin algo ms que puede parecer contradictorio, explicando y justificando la contradiccin. S, se pueden articular varios gestos aparentemente contradictorios al mismo tiempo o sucesivamente en un mismo libro. Por ejemplo, yo me reclamo de Marx, pero me ocurre que, habiendo hablado a su favor, lo hago tambin en su contra: en elmismolibro y sin imaginarme que estuviera prohibido! Y slo faltaba que hubiera que elegir: a favor o contra Marx, como en una cabina electoral! Concibindose expresamente como un libro sobre la herencia,Espectros de Marx,analiza tambin, interroga y, por decirlo sin perder tiempo, deconstruye la ley de la filiacin, en particular de la filiacin patrimonial, del linaje padre-hijo: de ah la insistencia sobreHamlet,pese a que sta se justifique tambin de otras muchas maneras. Esta insistencia no obedece nicamente a un gusto por la literatura o por el duelo, lo mismo que el inters de Marx porShakespeareno transforma aEl capitalen una obra literaria. He sealado al mismo tiempo la ley, las consecuencias y los riesgos tico-polticos de esta filiacin. Es necesaria una lectura bien ingenua deEspectros de Marxpara obviar todo el anlisis del falogocentrismo paternalista que marca todas las escenas de filiacin (enHamlety enKarlMarx!). Las premisas de este anlisis son demasiado antiguas, explcitas y sistemticas en mi trabajo como para tener que volver aqu sobre ellas. Me permito simplemente sealar que la cuestin de la mujer y de la diferencia sexual est en el centro de este anlisis de la filiacin espectral. Esta cuestin de la diferencia sexual, en particular, rige sobre todo cuanto es dicho de la ideologa y del fetichismo enEspectros de Marx. Si se sigue, por ejemplo, esta pista, que conduce tambin a mis anlisis del fetichismo enGlasy en otros lugares, tendremos un aspecto muy diferente de esta escena de filiacin y de su interpretacin, en particular de la referencia aHamlet, al espectro paterno y a lo que denomino el efecto visera. Sugiero a Ahmad releer las cosas despus del aterrizaje; de este modo, ver que mi gesto no es simplemente un gesto de filiacin o afiliacin. No, no reivindico simplemente la herencia y menos an la exclusividad de la herencia de Marx. Afirmando tan a menudo que hay ms de un espectro o de un espritu de Marx, reconozco que los herederos son y deben ser tambin numerosos, a veces clandestinos e ilegtimos, como en todas partes. Ahmad, por el contrario, parece lamentarse, como los marxistas y los comunistaspresuntamentelegtimos, como los hijospresuntamentelegtimos parecen lamentarse por haber sido expropiados de su patrimonio o actitud propietaria (enfatizo el trminopresuntos, porque en la familia marxista, como en otras, la legitimidad es siempre presupuesta, sobre todo cuando se trata de filiacin en general y no slo, como se cree demasiado ingenuamente, incluidosFreudyJoyce,de filiacin paterna como ficcin legal: porque esta ficcin es tambin aplicable a la maternidad, antes incluso de que sta pueda ser suplida por unamadre de alquiler). Al menos uno puede juzgar esta feroz reivindicacin de legitimidad filial por el tono de Ahmad, tal como l mismo dira, en el momento en que declara que tengo tendencia a identificarme con Hamlet, a posicionarme como Hamlet,laidentificarme tanto con Hamlet como con el Fantasma!, incluso con el mismo Marx![xxvi]Como si no se pudiera leer y analizar de cerca una escena de filiacin sin identificarse sencillamente con un personaje! Aqu, una vez ms, temo que esta tendencia a considerarme demasiado literario delata una experiencia un tanto ingenua de lo que es la lectura y la literatura, as como la lectura de un texto denominado potico o literario[xxvii]. Tampoco en este punto ha sido siempre bien entendida por los marxistas, o por aquellos que son por lo general conocidos como marxistas, la leccin de Marx, lector deShakespeare:el acto inicial por el que l mismo se posiciona dentro de su propio texto [ya para empezar encuentro cada una de estas palabras de una irrelevancia cmica, pero no importa] encerrando el texto entre dos citas de Hamlet, que traen al primer plano al Fantasma del padre muerto (referencia evidente al ttulo de Derrida -Espectros de Marx [en eso estoy de acuerdo, la referencia es obvia, a partir de ahora ya no tratar de disimularla]- as como al tema de la irreversibilidad de la muerte del marxismo [de acuerdo, aunque las cosas no sean en este caso, si se me permite decirlo, tan sencillas; no obstante, a partir de aqu, se convierten realmente en inquietantes] y a su aseveracin de que l y su deconstruccin, y no los comunistas y aquellos por lo general conocidos como marxistas, son los verdaderos herederos de Marx, el Padre muerto). sta es, pues, la cita inicial, con su repeticin particular de una frase clave:El tiempo est fuera de quicioHamletHamlet: [...]Jurad.ELFANTASMA[bajotierra]: Jurad[xxviii].Evidentemente, nunca he afirmado que yo y mi deconstruccin (i!) furamos los verdaderos herederos de Marx, el padre muerto. No lo pienso. Y es algo que me interesa poco. Por otro lado, todo cuanto digo vuelve la expresin de verdadero heredero irrelevante hasta la parodia. Esta pretensin es incluso el objeto, dira casi que elobjetivo,del libro. En cambio, la idea, la hiptesis (el fantasma, en realidad) de semejante aseveracin, de semejante reivindicacin (ser un verdadero heredero de Marx) exaspera visiblemente a Ahmad, quien vela celosamente la herencia. Denuncia por adelantado toda presunta reivindicacin de herencia, cuando le parece provenir de alguien a quien el considera un extranjero con respecto a su familia, con respecto a la filiacin de aquellos a quien denomina tranquilamente, colocndose junto a ellos sin lugar a dudas, es decir, sin que jams le venga a la mente la menor duda al respecto, los comunistas y aquellos por lo general conocidos como marxistas. La preocupacin por la filiacin legtima es un sentimiento que desconozco en m. He aprendido incluso a cultivar y a reivindicar mi indiferencia al respecto, a explicar su lgica e incluso a hacer de ello una especie de premisa tica y poltica. La mayora de las veces, analizo, interrogo, problematizo este fantasma de la filiacin legtima (padres, hijos y hermanos, etc. ms que madre, hija y hermana), mientras que, por el contrario, para Ahmad y aquellos por lo general conocidos como marxistas, este fantasma sigue siendo visiblemente compulsivo. Es evidente cuando me critica, aunque tambin cuando, a partir de un gran nmero de puntos de acuerdo sobre los que no me detendr[xxix], dice aceptar lo que digo con una sensacin de camaradera[xxx]. Esta preocupacin comunitaria por la reapropiacin familiar, esta celosa pretensin de priopietariedad, en este como en otros mbitos, es el objeto mismo de mi trabajo: en este libro y, desde hace treinta aos, en todo lo que Ahmad, a quien dejo la responsabilidad de esta expresin, denomina su [mi] deconstruccin.Camaradas, un esfuerzo ms para pensar, si no para elevarse, por encima de toda actitud propietaria [proprietoriality]!Por supuesto, agradezco a Ahmad su sensacin de camaradera, sobre todo cuando -sin dudarlo- me felicita por mi muy saludable afiliacin con lo que l llama cierto espritu del marxismo. Sin embargo, percibo, ms por su parte que por la ma, un deseo insaciable de buena genealoga, de filiacin legtima y de comunidad casi familiar: todos los hijos legtimos de Marx, aquellos por lo general conocidos como marxistas, unos como buenos camaradas, como hermanos de todos los pases! Si no fuera un hecho notorio que Marx tuvo un hijo bastardo con su sirvienta (en Francia se ha escrito recientemente una obra de teatro a este respecto inscribiendo en ella fragmentos deShakespeare,de Marx y deEspectros de Marx), si no temiera que Eagleton viera confirmado su veredicto (de nuevo una cuestin de tono: La considerable falta de gracia del estilo literario de Derrida -bien sabido es que la alegra francesa pasa por un tono elevado- refleja una deuda residual con el mundo acadmico al que con tanta valenta ha desafiado)[xxxi]y si, en definitiva, tuviera el valor para recordar toda mi crtica deconstructiva de la fraternidad elaborada enPolticas de la amistad-algo que no pienso hacer- hablara aqu de los Hermanos Marx. Si lo hiciese sera, ms seriamente, porqueEspectros de Marxes tambin, igual quePolticas de laamistad,una especie de crtica del principio genealgico, de un cierto fraternalismo y de las parejas hermano/hermano, as como padre/hijo. La fantologa del propio Marx, su temerosa fascinacin ante sus propios espectros, gira a menudo en torno al hermano (Stirner como mal hermano de Marx en tanto que mal hijo de Hegel)[xxxii]. No obstante, por medio de mis agradecimientos debo decir, demasiado rpido desgraciadamente, ingrato como soy, que no me siento de acuerdo con prcticamente nada de cuanto dice Ahmad, con tanta insistencia, sobre tantas cosas y siempre para acusarme o sospechar de m. Voy a tener que acelerar mi ritmo si quiero que una respuesta atenta no ocupe cientos de pginas (de hecho, sera necesario, pero no dispongo de ellas).1) Para empezar, no estoy de acuerdo con lo que Ahmad dice acerca del tono de mi texto. No creo que nadie tenga derecho a aislar aquello a lo uno que se refiere bajo la confusa categora detono(tono de sufrimiento religioso, registro tonalmesinico,tono cuasirreligioso, estetono,en parte sermn, en parte canto fnebre, cadencias casi religiosas, etc.). Para tener derecho a aislar y, por lo tanto, criticar un tono, se debera disponer de un concepto algo ms elaborado del mismo, de su alianza con el concepto o el sentido, y con la performatividad a la que me he referido ms arriba para reivindicarla y cuestionarla. Sobre todo, es necesario tener, si se me permite decirlo sin resultar ofensivo, un odo ms fino para las cualidades diferenciales, inestables, mviles de un tono, por ejemplo, esos valores tonales que sealan la irona o el juego, incluso en los momentos ms serios y siempre en pasajes en los que el tono es, precisamente, indisociable del contenido. Ahmad es tan insensible como Eagleton a las variaciones de tono: por ejemplo, a la irona o al humor que me gusta cultivar, sin excepcin, en todos mis textos. Es su derecho. Por definicin, sobre todo en tan poco espacio de tiempo, no podra convencerle o modificar sus gustos. Sin embargo, aunque se pierde algo del sentido cuando uno ignora el temblor y la vibracin diferencial de un tono, permanece el suficiente sentido en las palabras, las frases, la lgica y la sintaxis como para no tener derecho a obviartodo.Porque, por ejemplo, por servirme nicamente de las palabras del propio Ahmad, lo prcticamente (prcticamente religioso) y lo casi (cuasirreligioso), por s solos, deberan bastar ya para cambiar muchas cosas, casi todo, en la medida en que hay en el libro, de principio a fin, una distincin sutil pero indispensable. Cul? La distincin entre,por un lado, cierta religiosidad irreductible (aquella que gua un discurso de la promesa y de la justicia, del compromiso revolucionario, incluso entre los comunistas y aquellos por lo general conocidos como marxistas, y, en realidad, all donde el discurso tico y poltico tiene el sello de la mesianicidad -que se diferencia del mesianismo a travs de una frontera precaria que vale lo que vale, y sobre la cual volver, pero de la que Ahmad no puede ignorar que organiza toda la lgica del libro) y,por otro, la religin, las religiones en virtud de las cuales me atrevo a creer queEspectros de Marx, como todo cuanto escribo, no muestra ninguna debilidad (Ahmad parece reconocerlo)[xxxiii]. No se puede, como hace Ahmad aqu, despachar la gran cuestin de la religin y de lo religioso acusando, de manera un tanto confusa, a un tono de ser cuasirreligioso. Hoy por hoy no debemos dar por evidente y resuelta la cuestin religiosa. No debemos hacer como si supiramos qu es lo religioso o lo cuasirreligioso, sobre todo cuando se quiere ser y decirse marxista. Entre ambos se encuentra, en efecto, la cuestin de la ideologa (segn Marx irreductible, indestructible e irreductiblemente ligada a lo religioso), sobre la cual tambin volver ms tarde.2) Tampoco estoy de acuerdo con lo que Ahmad avanza tan tranquilamente a propsito de lo metafrico enEspectros de Marx(metfora del duelo, lenguaje metafrico de la herencia y de la promesa del marxismo, el lenguaje de la metfora, lenguaje de in-direccin metafrica, etc.). Anteriormente he hecho un enorme esfuerzo por problematizar el concepto de metfora y su utilizacin (precisamente en su relacin con el concepto) para confiar ahora en la retrica de Ahmad y en el uso tan dogmtico que hace de esta palabra (metfora, metafrico). En todo trabajo de duelo hay, sin lugar a dudas, un proceso de metaforizacin (condensacin o desplazamiento, interiorizacin o introyeccin y, por lo tanto, identificacin con el muerto, renarcisizacin, idealizacin, etc.). Sin embargo, enEspectros de Marxlos motivos del duelo, de la herencia y de la promesa son todo menos meras metforas en el sentido ordinario del trmino. Son puntos conceptuales o tericos centrales, son los temas organizadores de toda la crtica deconstructiva que trato de hacer. Indisociables entre ellos, dirigen, entre otras cosas, el anlisis del campo poltico-fantasmagrico de la escena mundial tras el supuesto fin del comunismo y la denominada muerte de Marx. Me permiten tambin introducir cuestiones necesariamente de tipo psicoanaltico (la del espectro o la fantasa [phantasma]-que en griego significa tambin espectro-) dentro del campo poltico, algo que, desde mi punto de vista, los marxistas raramente han logrado hacer de manera rigurosa y convincente. Todo esto presupona por mi parte una transformacin de la lgica psicoanaltica misma, precisamente en lo que se refiere al duelo, al narcisismo y al fetichismo. Es algo a lo que ya me he referido en otro lugar y sobre lo que no puedo extenderme aqu[xxxiv].3) No estoy de acuerdo con Ahmad cuando habla del rechazo de Derrida de la poltica de clase. Existe un grave malentendido al respecto. Soy sin duda en parte responsable de ello y me gustara explicarme mejor de lo que lo he hecho hasta ahora. Hagamos, pues, una transicin: es, precisamente, el concepto de transicin el que ahora nos ocupar y me servir de lugar de paso entre el texto de Ahmad y otros que, en este volumen, manifiestan, de modo diverso, cierta inquietud respecto a lo que yo habra dicho, o ms bien no habra dicho, de las clases, del concepto de clase o de la lucha de clases. ste es el caso deLewis.De manera totalmente diferente, es tambin el caso de Jameson, a quien Lewis tambin invoca, ya que sita claramente su esfuerzo crtico a continuacin de los de Ahmad y Jameson, cuyas respuestas aEspectros de Marxya haban aparecido (en laNewLeftReview)cuandoLewisescribi la suya. Para tratar de responder simultneamente a las objeciones de Ahmad y deLewis(porque no considero los pargrafos que Jameson consagra a estas cuestiones de clase como objeciones, y enseguida dir por qu), me permitir citar una frase que escrib no hace mucho, dado queLewisla pone de relieve, como si debiera constituir el objetivo mismo de una crtica que, en efecto, se desarrollar en todo su ensayo titulado Sobre la clase:Tena la impresin de que el concepto de lucha de clases e inclusive la identificacin de una clase social se vieron echados a perder por la modernidad capitalista [...]. De esta suerte, toda expresin en la que apareciera la locucin clase social era una expresin problemtica para m[xxxv].

En primer lugar qu dicen estas dos frases extradas tan brutalmente del contexto de una entrevista en la cual yo describa mi relacin con el proyecto althusseriano, tal como se desarroll en la dcada de 1960, tan enormemente cerca de m, de mil maneras, por los lugares y por la amistad? Estas dos frases no decan que lo que se denominaba o se denomina an clase social no tuviera ninguna existencia desde mi punto de vista o no tuviera correspondencia con nada real, con ninguna fuerza social capaz de generar conflictos, efectos de dominacin, luchas, alianzas, etc. Decan, con mucha precisin, que el principio de identificacin de clase social, tal como es presupuesto por el concepto de lucha de clases (entendiendo ste, aunque esto sea evidente, de acuerdo con lo indicado por el discurso marxista dominante, el de los partidos comunistas; posteriormente volver sobre la cuestin del partido), decan, pues, que este principio y este concepto se haban vuelto problemticos para m en las frases que por entonces oa (repito: As, pues, toda expresin en la que apareciera la locucin clase social era una expresin problemtica para m). Si hubiese querido decir que para m ya no haba clases sociales y que toda lucha al respecto resultaba obsoleta, lo hubiera dicho. Todo cuanto he dicho ha sido que el concepto y el principio deidentificacinde clase social al uso en el discurso marxista que por entonces escuchaba (en la dcada de 1960) eranproblemticosdesde mi punto de vista. Subrayo este trmino, problemtico, que no quiere decir falso, ni caduco, ni fuera de juego, ni insignificante, sino sujeto a transformacin, a reelaboracin crtica, en una situacin en la que cierta modernidad capitalista echa a perder el criterio de clase ms sensiblemente determinante (por ejemplo -aunque habra que volver sobre este aspecto con detenimiento dado que en l se juega todo- el concepto de trabajo, de trabajador, de proletariado, de modo de produccin, etc.). No deca en absoluto, ni siquiera en esta entrevista improvisada, que tuviera por anticuado o irrelevante alproblemade las clases. Hasta tal punto no lo deca ni lo pensaba que, inmediatamente despus de la frase citada porLewis,precisaba lo siguiente (queLewis,si hubiera ledo ms de tres lneas de mi texto, habra debido tener la lealtad de citar):As pues, toda expresin en la que apareciera la locucin clase social era una expresin problemtica para m. Por las razones expresadas anteriormente, no podra decir [esto]de esta forma[hoy, en 1998,subrayo de esta forma, la forma de los enunciados marxistas de la dcada de 1960].Yo creo en la existencia evidente de las clases sociales[de nuevo aado la cursiva hoy, en 1998],pero la modernidad de las sociedades industriales (por no mencionar el Tercer Mundo) no puede abordarse, analizarse, explicarse de acuerdo con una estrategia poltica que arranque de un concepto cuyos lazos son tan latos. Tena la impresin de que estaba observando todava modelos de anlisis sociolgico y poltico heredados, si no del siglo XIX, s al menos de la primera mitad del siglo XX...Creo que es todava absolutamente indispensable mantener el inters por aquello a lo que apunta el concepto de lucha de clases, el inters por analizar los conflictos presentes en las fuerzas sociales[otra vez ms, estoy subrayando estas palabras hoy, en 1998;es la frase suficientemente clara y carente de ambigedad?]. No obstante, no estoy seguro de que el concepto de clase,tal como ha sido heredado[de nuevo subrayo estas palabras en 1998],sea el mejor instrumento para acometer aquellas actividades,a no ser que se proceda a diferenciarlo considerablemente[cursivas aadidas, de nuevo, en 1998].No me atrevo a seguir citndome ms. Invito tan slo al lector interesado a reconstituir todos estos contextos, en particular toda la discusin[xxxvi]que desarrolla el pasaje citado ms arriba respecto a los conceptos de ltima instancia, de sobredeterminacin, de apropiacin y de expropiacin (es la mejor respuesta que aqu puedo dar). Le invito tambin a reconstituir los contextos que se determinan enEspectros de Marxen torno a estos puntos centrales. En cualquier caso, debera quedar lo suficientemente claro que tomaba y tomo muy en serio la existencia de algo como aquello que desde Marx se denominan las clases sociales, que tomo en serio las luchas de las que esta cosa es el campo, el lugar, lo que est en juego, la fuerza motriz, etc. Y que, repito, creo indispensable el inters por esta cosa, por esta lucha, pero tambin, por lo tanto, por el progreso del anlisis que adoptamos respecto a ella. Lo que por entonces me pareca problemtico era el carcter insuficientemente diferenciado del concepto de clase social tal como es heredado. Repito que lo que por entonces me pareca sobre todo problemtico era el principio de identificacin de clase social y la idea de que una clase social es lo que es, homognea, presente e idntica a s misma como soporte ltimo(ultimatesupport)[xxxvii].Sin embargo, cierta diferencia respecto a s misma, cierta heterogeneidad de la fuerza social, no me parece incompatible,al contrario,con el movimiento constituido por una lucha social. Cuando, enEspectros de Marx,hablo de una herencia crtica, las cuestiones sobre este soporte ltimo y sobre la identidad en s de una clase social no slo no excluyen la lucha, los antagonismos o las relaciones inestables de dominacin, sino que,por el contrario,son formuladas en referencia a esta guerra por la hegemona. Escribo, por ejemplo (aunque invito una vez ms al lector interesado a reconstituir el contexto de estas proposiciones):Confiamos, en efecto, al menos provisionalmente, en esa forma de anlisis crtico que hemos heredado del marxismo: en una situacin dada, y con tal de que sea determinable y determinada como la de un antagonismo sociopoltico, una fuerza hegemnica aparece siempre representada por una retrica y por una ideologa dominantes, cualesquiera que sean los conflictos de fuerzas, la contradiccin principal o las contradicciones secundarias, las sobredeterminaciones o los dispositivos que, lueg, pueden complicar dicho esquema...[xxxviii]Es sta mi pregunta y mi principal preocupacin: lo que encuentro problemtico tiene que ver, en primer lugar, con lo que viene a complicar dicho esquema. Y, por supuesto, lo reconozco, esta complicacin llega muy lejos desde mi punto de vista. Puede llegar hasta asospechar de la simple oposicin entre lo dominante y lo dominado, incluso de la determinacin ltima de las fuerzas en conflicto, e incluso, ms radicalmente, a sospechar que no sea la fuerza siempre ms fuerte que la debilidad [...]. Herencia crtica: as, por ejemplo, se puede hablar de discursodominanteode representaciones e ideasdominantes,yreferirse, pues, a un campo conflictual jerarquizado sin suscribir necesariamente el concepto de clase social con el que Marx determin tan a menudo, sobre todo enLa ideologa alemana,las fuerzas que se disputan la hegemona [...]. Se puede seguir hablando de dominacin en un campo de fuerzas suspendiendo no solamente la referencia a esesoporte ltimo que sera la identidad y la identidad consigo misma de una clase social[losubrayo, hoy, en 1998, para enfatizar que lo que me parece problemtico no es algo como la clase social sino aquello que, a menudo, se le atribuye en cierta tradicin marxista dominante: el estatuto o el lugar de este soporte ltimo y la identidad como identidad en s], sino tambin suspendiendo el crdito concedido a lo que Marx llama la idea, la determinacin de la superestructura como idea, representacin ideal o ideolgica, y hasta la forma discursiva de dicha representacin. Tanto ms cuanto que el concepto de idea implica esa irreductible gnesis de lo espectral que tenemos intencin de volver a examinar aqu[xxxix].Lo que implica este programa, enEspectros de Marx,no ha retenido la atencin de aquellos que me reprochan aqu, creo que injustamente, tomar cuanto menos a la ligera el problema de las clases y de la lucha de clases. El pasaje que acabo de citar (como muchos otros tambin) se inscribe claramente en una lgica abierta a todas las sobredeterminaciones (en ese sentido, se trata de una lgica coherente, al menos provisionalmente, con un discurso marxista, por ejemplo, althusseriano), pero que complica tambin dicho esquema y que, sin dejar de tomar en consideracin las formaciones de clase y las luchas de clase, llega a colocar en el punto de mira, en la lucha de clases, la relacin entre fuerza y debilidad, entre el trabajo, la produccin, lo econmico y lo ideolgico.Quiz mi defecto consista en no conocer todos los trabajos marxistas que elaboraran unnuevoconcepto de clase y de lucha de clases integrando mejor los nuevos datos de la modernidad tecno-cientfico-capitalista de la sociedad mundial. Sobre este aspecto en particular, admito que no conozco a nadie que me haya parecido convincente, pese a que haya dado la bienvenida en ms de una ocasin a los trabajos recientes de tericos marxistas que no se dejaban desanimar, en sus anlisis y en sus compromisos, por un clima histrico poco favorable. En cualquier caso, de lo que estoy seguro es de que los marxistas a los que aqu debo responder y que ponen objeciones a lo que digo o no digo de las clases y de la lucha de clases no avanzan por su parte ningn concepto nuevo, con la excepcin de Jameson, sobre el que enseguida volver, cuyas observaciones al respecto no percibo en absoluto como objeciones. Antes de entrar en este punto, deseara poder precisar algo que debera resultar evidente, pero que parece haber escapado a la lectura precipitada y poco global de Ahmad yLewis.Cada vez que he hablado de la nueva Internacional enEspectros de Marx,enfatizando que, en ella, la solidaridad o la alianza no deberan depender, fundamentalmente y en ltimo trmino, de una pertenencia de clase, no he pretendido afirmar en absoluto la desaparicin de las clases o la atenuacin de los conflictos ligados a diferencias o a oposiciones de clase (o, al menos, diferencias u oposiciones basadas en las nuevas figuras de fuerzas sociales para las cuales creo, en efecto, que son necesarios nuevos conceptos y, por lo tanto, quiz nuevos nombres). Cuanto digo de la nueva Internacional (que ya es un hecho -volver tambin sobre ello- y no tiene nada de abstracto o de utpico, ni es desmovilizado ni desmovilizador, al contrario) no supone tampoco la supresin de estas relaciones de fuerza y de dominacin social, ni el fin de la ciudadana, de las comunidades nacionales, de los partidos y de las patrias. Se trata, simplemente, atravesando las diferencias y las oposiciones de fuerzas sociales (de lo que, simplificando, se denominaban las clases), de otra dimensin del anlisis y del compromiso poltico. Yo no dira que semejante dimensin (por ejemplo, la dimensin de las clases sociales, nacionales o internacionales, la de las luchas polticas en el seno de un Estado-nacin, la de los problemas de nacionalidad y ciudadana, la de la estrategia de los partidos, etc.) es superior o inferior, prioritaria o secundaria, fundamental o no. Todo eso depende, encada momento,de una nueva evaluacin de las urgencias, de las implicaciones estructurales y, en primer lugar, de las situacionessingulares.No existe, por definicin, para una evaluacin semejante, ningn criterio previo, ninguna calculabilidad absoluta. El anlisisdebe serrecomenzado cada da en cada lugar, sin estar nunca garantizado por un saber previo: con esta condicin, con la condicin de esta inyuncin hay, si es que la hay, accin, decisin y responsabilidad poltica, repolitizacin. Para m, lo indecidible jams ha sido lo contrario de la decisin, sino la condicin de la decisin all donde sta no se deduce de un saber como lo haramos mediante una calculadora. Por otro lado, no hablo en ninguna parte de una nueva Internacional que se se declara sin clase, como diceLewis,o en ausencia de consideraciones de clase. Hablo precisamente, al final de un largo desarrollo que no puedo citar aqu pero que invito a releer al lector interesado, de que la alianza o el vnculo que forma esta Internacional puede urdirse, que se trama de hecho, sin pertenencia comn a una clase[xl]. Nada tiene esto que ver con una ausencia de consideraciones de clase, con una ignorancia o una neutralizacin de lo que se denominaba una clase, pero s en todo caso que los intereses de fuerzas sociales y econmicas requieren anlisis ms refinados. Si me equivoco, desde el punto de vista del saber o de la accin poltica, si mis crticos piensan que toda Internacional se forja, debe forjarse, a partir de una pertenencia comn a una clase, que se diga y se demuestre (algo que no hacen ni Ahmad niLewis),en lugar de anatemizar dogmticamente todo discurso que no da por sentado o considera sagrado el cdigo tradicional de la lucha de clases. Otra de las confusiones deLewisconsiste en creer poder reconocer en lo que digo de la nueva Internacional una preocupacin abstracta por los derechos humanos. Ahora bien, aunque as fuera,Lewisdebera reconocer que no hay nada de antimarxista en ello (una consagracin [una consagracin a los derechos humanos] que en sus formas concretas no resulta antittica al marxismo clsico, pero que, insisten los marxistas revolucionarios, es irrealizable a menos que haya una revolucin y que es estrictamente indecidible en ausencia de consideraciones de clase), pero resulta adems que unas lneas ms arriba a esta alusin a la pertenencia comn a una clase, yo aportaba una precisin que, como ocurre con demasiada frecuencia, habr escapado a la lectura impresionista e intermitente de aquellos que tienen inters en transformar cuanto digo en un formalismo abstracto, insensible a las determinaciones sociales (por no hablar de su confusin con respecto a lo que denomino lo indecidible). Lo que, en efecto, escriba era que:Una nueva Internacional se busca a travs de estas crisis del derecho internacional, denuncia ya los lmites de un discurso sobre los derechos humanos que seguir siendo inadecuado, a veces hipcrita,en todo caso formal[subrayo hoy, en 1998, los ms significativos de los numerosos rasgos que parecen haber escapado a la atencin deLewis,en concreto cuando habla de una preocupacin abstracta por los derechos humanos] e inconsecuente consigo mismo mientras la ley del mercado, la deuda exterior, la desigualdad del desarrollo tecno-cientfico, militar y econmico mantengan una desigualdad efectiva tan monstruosa como la que prevalece hoy, ms que nunca, en la historia de la tierra y de la humanidad[xli].Confo tan poco en el concepto abstracto de derechos humanos que, un poco ms abajo, el desarrollo mismo pondr en cuestin -al menos a modo programtico, si bien en una trayectoria que ha sido la de mi trabajo desde hace mucho tiempo- el concepto metafsico de hombre que se encuentra, precisamente, en el centro de estos derechos humanos (particularmente en oposicin al concepto tambin abstracto de animal).Finalmente, decidiendo dejar sin respuesta semejantes observaciones, dejo al lector juzgar la retrica y la buena fe deLewiscuando, acto seguido, escribe: La Internacional de Derrida afirma, adems, la conveniencia de las alianzas interclasistas (patrones junto a obreros); su llamamiento a la militancia se dirige ms que nada a los intelectuales, preferentemente, a otros deconstruccionistas[xlii]. Ni siquiera un candidato demagogo en campaa electoral en pleno siglo XIX se hubiera atrevido a consentir semejante tipo de calumnias. En cualquier caso, no hubiera tenido el descaro de presentar esto como un argumento en una discusin. Lo mismo dira, aunque es tan burda y demaggicamente polmica que no merece la pena ni responderla ni discutirla, con respecto a otra ridcula acusacin del tipo puede sorprender tambin a muchos deconstruccionistas [quines?, cules?] descubrir que la muerte por la que Derrida se pone de duelo no es la del marxismo, sino ms bien la de un rgimen especfico de capitalismo de Estado [paraLewisla nica definicin vlida del bolchevismo estalinista]. Para los marxistas, no hay nada por lo qu ponerse de duelo (ah, s?, de verdad?)[xliii].Estoy totalmente de acuerdo: los deconstruccionistas (cules exactamente?) y muchos otros, en efecto, pueden quedar sorprendidos al enterarse un da, por boca deLewis,de que mantengo el duelo por el estalinismo. Resultarn menos sorprendidos al enterarse de queLewis,por su parte, no mantiene duelo alguno? Y ya que estoy sealando los puntos que no me detendr a discutir del texto deLewis,he aqu al menos una primera lista:1) El alegato segn el cual habra criticado un dficit de moral en el marxismo, al equiparar leninismo y totalitarismo fascista[xliv]. No lo he hecho nunca en ninguna parte y no se encontrar el menor rastro de esta ecuacin en mi texto, lo cual no quiere decir que tenga al leninismo por algo irreprochable e inocente de todo totalitarismo.2) La definicin, cien veces recurrente, de mi trabajo como posmoderno. Es un burdo error al que ya me he referido anteriormente. Se agrava aqu por la identificacin entre posmodernidad, postestructuralismo y crtica de lo metanarrativo[xlv].3) El alegato segn el cual habra pretendido que la clase obrera se est reduciendo en nmeros absolutos a escala mundial[xlvi]. Nunca lo he pensado. Del mismo modo, nunca he dicho que el marxismo clsico no puede dar cuenta de los sin-techo en tanto que grupo, les excluye e ignora su potencial revolucionario[xlvii]. En estos momentos, tengo la sensacin de queLewistiene un inters compulsivo en tomarme por el ltimo representante diablico, la encarnacin total de todas las objeciones, reales o potenciales, justificadas o no, que puedan dirigirse contra el marxismo! Habra que inquietarse ms bien por un enrarecimiento de la crtica y de la discusin, y preguntarse por qu hasta los objetores llegan a faltar en este mbito.4) Decir que he tratado de desacreditar larevolucintanto como estrategia poltica para el presente como en cuanto aspiracin social para el futuro[xlviii]es una burda falsedad(contre-vrit].No s en cuantas ocasiones (tan numerosas, enEspectros de Marxy en otros lugares, que ni siquiera tengo tiempo para buscar las referencias) he marcado el trmino revolucin con un valor positivo, afirmativo, a pesar de que la figura y los imaginarios tradicionales de la revolucin me parezcan conllevar algunas complicaciones.... Todo cuanto coloco bajo la rbrica de mesianicidad sin mesianismo es inconcebible sin hacer referencia a momentos revolucionarios que interrumpen no slo un estado de conservacin, sino incluso un proceso de reforma (insisto en ello ya queLewisme presenta a menudo como un reformista, algo que tambin puedo ser, lo reconozco, en determinados contextos dados, rechazando elegir abstractamente entre dos alegoras, reforma y revolucin). Basta con decir que me cuesta reconocer cualquier cosa de lo que soy y hago en diagnsticos del tipo: El pesimismo acerca de la buena disposicin y de la capacidad de la clase obrera para luchar por una sociedad mejor da cuenta de buena parte del tipo de teorizacin posmoderna que contieneEspectros de Marx[xlix].El discurso sobre la mesianicidad, si se quiere entender correctamente, no empuja ni al pasado ni a la pasividad. De hecho, podra mostrar que es bsicamenteoptimistasino encontrara esta categora tan trivial y poco interesante como la depesimismo.Volver sobre ello brevemente ms adelante. Sobre la categora de posmodernidad y sobre la clase obrera ya he explicado lo que pienso.5) Nunca he dicho, por citar la formulacin empleada porLewis,que el marxismo conduce inevitablemente algulag,en la medida en que aspira a materializar su espritu crtico en una sociedad real[l]. Si lo pensara lo hubiera dicho. Pero si lo pensara, cmo hubiera podido escribirEspectros de Marx?Escierto que -aunque desde mi punto de vista ocurre totalmente lo contrario-estoytentado a creer, en efecto, que un determinado marxismo, un pretendido o autodenominado marxismo, un pseudomarxismo no ha podido evitar el gulag. Pero no porque hubiera tratado de materializar su espritu crtico en una sociedad real. Al contrario! Precisamente por no haberlo hecho, por no haber materializado suficientemente su espritu crtico en una sociedad real. Es cierto que no he consagrado un anlisis especfico a aquello que se podra denominar, mediante un trmino un tanto inadecuado, el fracaso sovitico, bolchevique, leninista o estalinista. No era se el objeto de mi libro y reconozco que an no me siento capaz de realizar semejante anlisis. Agradezco aLewisla bibliografa que me proporciona al respecto, pese a no encontrarla de gran ayuda (pues no hace sino resumir una vaga doxografa, reenvindonos a la frmula de Bujarin: Dicho telegrficamente, el estalinismoesla doctrina del socialismo en un pas)[li].Todo depende pues de la manera en que se lea y despliegue el telegrama. Por s slo es bastante pobre.Lewisno dice nada convincente sobre l. Si comprendo correctamente algunas de sus indicaciones, lo queLewistiene en mente consistira en un refinamiento (de Tony Cliff,por ejemplo) de la interpretacin trotskista: la degeneracin de un Estado de los trabajadores no habra sido debida en realidad ms que a una sustitucin de la burguesa por una burocracia. sta habra desempeado el mismo papel que la burguesa en el proceso de acumulacin y en la produccin de plusvalor. Es posible. Ya que esLewisquien habla del gulag, habra que ver de qu modo esta sustitucin de una burguesa por una burocracia puede por s misma dar cuenta de l (yo tengo mis dudas) y, sobre todo, si, ante el gulag, nuestro papel debe ser el de dar cuenta de este ltimo. Sin lugar a dudas, es necesario elaborar y movilizar aqu una problemtica diferente. Cul? Por ejemplo, la que, combinando psicoanlisis y poltica de una manera novedosa -algo que no hace ninguno de quienes me responden en este libro-, tome en consideracin la experiencia de la muerte y del duelo y, por lo tanto, de la espectralizacin. (Es necesario que recuerde que mi libro se mueve en esta direccin?) Sera necesario para abordar tanto los asesinatos polticos y el gulag como, precisamente, lo que se denomina con tanta rapidez la burocratizacin. Me temo que el concepto de burocracia, que ha sido usado y abusado, no sea ms que un fantasma bien abstracto del que, por otro lado y desde mi punto de vista, no se puede analizar, precisamente, la posibilidad y la abstraccin espectral que la constituye, sin una teora seria, aguda y diferenciada de los efectos de espectralidad. Por lo dems,Lewisno dice nada concreto ms all de la injusta acusacin lanzada contra m y de las palabras que pone en mi boca sin prueba alguna (dnde he dicho -cuando es algo que no pienso- que el marxismo conduce inevitablemente algulag,en la medida en que aspira a materializar su espritu crtico en una sociedad real?);Lewisse contenta con hacer referencia a un trabajo realizado en otro lugar (Resulta imposible, dice, hacer justicia a la riqueza de la teora del capitalismo burocrtico de Estado en este espacio [...] . Soy consciente de que quedan toda una serie de cuestiones y de temas importantes despus del incompleto resumen que he ofrecido de cmo la teora del capitalismo burocrtico de Estado explica el ascenso del estalinismo. En esta ocasin, sin embargo, no ser posible atender a otros aspectos, tales como [...],a lo cual sigue toda una serie de verdaderos problemas que son dejados intactos)[lii].No quiero abusar de todas estas coartadas, aplazamientos y evasiones deLewis;sin embargo, querra precisar dos puntos: 1)por un lado,la supuestariquezade una teora(concesso non dato)no implica necesariamente su pertinencia o suficiencia; 2)por otro lado,siendo enunciadas las cosas con este grado de esquematismo programtico, encuentro divertido queLewisse las arregle para reprocharme el seguir siendo metafsico (Pero se han apuntado suficientes elementos como para permitir que el corazn de la teora asome y como para saber que desde estas pginas nos situamos a muchas leguas de la visin metafsica de Derrida del fracaso final de los bolcheviques)[liii].Lgicamente -y podra decirse queah reside todo el problema-no slo encuentro este programa y esta coartada (esta teora de la burocracia alegada, evocada por otro lado tan pobremente porLewis)muy abstractos, esquemticos ymetafsicosen la forma en que son presentados. No slo creo que todo cuanto pudiera decirse de interesante a propsito de la burocracia y del capitalismo de Estado (y, ciertamente, no dudo de que, en otro lugar, otros puedan decir cosas interesantes y tiles al respecto, pero el artculo deLewisno proporciona ms que un esqueleto exangeypococonvincente) presupone un pensamiento de la espectralidad, por medio precisamente de esa fantologa cuya direccin indico enEspectros de Marx.Creo, sobre todo, que la fantologa a la que me refiero es todo menos metafsica y abstracta, como parecen sugerir, de m