Resurrección
Y el romanticismo luchó
Por surgir de entre la negrura
Azabache del triste
Lamento romántico.
La doncella hervida
Ya por siempre amarga
Luchó recordando su temible
Ser hasta que las burbujas
De delirios ensombrecieron
Su pequeña luz
Y sus ojos ofuscaronse
Olvidando su color.
Mas al fin, el caballero,
Inyecto en amor,
Inundando sus pulmones,
Hundiéndolos en haces de luz,
Abriéronse los extraños
Parajes de la magia.
Y al lado de su respirar,
Oyose la blancura arribar,
Sacando a la claridad
Órgano luminiscente
Que obtuvo la bella
Por corazón servido.
Como carne más pudo vivir.
Vivió pues rehecho en sí mismo
Sonsacando su ánima
En su cuerpo moribundo
Y en aquel corazón
Por humildad, magno,
Que entregose en danza
Delirante a la fermosa.
Una arrojada de luz surgió
Digno de astros milenarios
Muriendo y naciendo,
Reconfortándose así,
Transmutando su sentir
En vivencia por eternidad.