Tokio como paradigma de desarrollo global

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3 1. Introducción Gracias a la estela desarrollista de la posguerra y al boom económico que tuvo lugar desde los años 60 hasta los años 80 del pasado siglo XX, mostrando un crecimiento económico medio anual de entre un 5% y un 8%, Japón se ha consolidado en el imaginario global como un símbolo de la cultura de masas. Su privilegiada posición económica y geopolítica, han permitido que florezca en el imaginario global una idea de prosperidad basada en la síntesis entre tradición y modernidad. Esto entronca con el concepto de soft power 2 que Joseph Nye, definió de la siguiente forma: «is the ability to affect others to obtain the outcomes one wants through attraction rather than coercion or payment. A country's soft power rests on its resources of culture, values, and policies.» (Nye, J.S., 2008: 94). El elevado soft power del archipiélago dota a Japón de una supuesta singularidad a través de la cual es percibido de manera idealizada: como una ilusión que sitúa a Tokio como el epicentro del sueño japonés. En este ensayo planteamos un breve recorrido crítico a través de la constitución de Tokio como un espacio anclado en la mercantilización temática de su propia historia urbana. Todo ello, sesgado por valores consumistas y un sentimiento de identidad nacional que pone de manifiesto las problemáticas posindustriales emergentes, iniciadas en el siglo XIX en el archipiélago nipón, y comunes dentro del paradigma desarrollista occidental presente en los llamados países desarrollados. Tokio como paradigma de desarrollo global 1 Blas López Rodríguez y Guillermo Torres Moreno Universidad Complutense y Universidad de Granada Resumen En este artículo planteamos un breve recorrido crítico que parta de la idea por la que Tokio se ha definido como un espacio anclado en la mercantilización temática de su propia historia urbana. Todo ello definido por los valores neoliberales y un sentimiento de identidad nacional que ponen de manifiesto las problemáticas posindustriales emergentes, naturales al paradigma desarrollista occidental que se inició en el siglo XIX en el archipiélago nipón. Palabras clave: Tokio, desarrollismo, auto-orientalismo, Milagro económico, Olimpiadas. Abstract The main point of this article is to analyze how Tokyo has become a space defined by the themed merchandization of its own urban history. Neoliberal values and nationalistic feelings bring to light the emerging postindustrial difficulties, reinforcing the Western developmentalism paradigm that was originated in 19 th century Japan. Keywords: Tokyo, Developmentalism, self-Orientalism, Economic Miracle, Olympic Games.

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1. IntroducciónGracias a la estela desarrollista de laposguerra y al boom económico que tuvolugar desde los años 60 hasta los años 80 delpasado siglo XX, mostrando un crecimientoeconómico medio anual de entre un 5% y un8%, Japón se ha consolidado en elimaginario global como un símbolo de lacultura de masas. Su privilegiada posicióneconómica y geopolítica, han permitidoque florezca en el imaginario global unaidea de prosperidad basada en la síntesisentre tradición y modernidad. Estoentronca con el concepto de soft power2 queJoseph Nye, definió de la siguiente forma:«is the ability to affect others to obtain theoutcomes one wants through attraction ratherthan coercion or payment. A country's softpower rests on its resources of culture, values,

and policies.» (Nye, J.S., 2008: 94). El elevadosoft power del archipiélago dota a Japón deuna supuesta singularidad a través de lacual es percibido de manera idealizada:como una ilusión que sitúa a Tokio como elepicentro del sueño japonés.

En este ensayo planteamos un breverecorrido crítico a través de la constituciónde Tokio como un espacio anclado en lamercantilización temática de su propiahistoria urbana. Todo ello, sesgado porvalores consumistas y un sentimiento deidentidad nacional que pone de manifiestolas problemáticas posindustrialesemergentes, iniciadas en el siglo XIX en elarchipiélago nipón, y comunes dentro delparadigma desarrollista occidental presenteen los llamados países desarrollados.

Tokio como paradigma de desarrollo global1

Blas López Rodríguez y Guillermo Torres MorenoUniversidad Complutense y Universidad de Granada

ResumenEn este artículo planteamos un breve recorrido crítico que parta de la idea por la que Tokiose ha definido como un espacio anclado en la mercantilización temática de su propiahistoria urbana. Todo ello definido por los valores neoliberales y un sentimiento deidentidad nacional que ponen de manifiesto las problemáticas posindustriales emergentes,naturales al paradigma desarrollista occidental que se inició en el siglo XIX en elarchipiélago nipón.

Palabras clave: Tokio, desarrollismo, auto-orientalismo, Milagro económico, Olimpiadas.

AbstractThe main point of this article is to analyze how Tokyo has become a space defined by thethemed merchandization of its own urban history. Neoliberal values and nationalisticfeelings bring to light the emerging postindustrial difficulties, reinforcing the Westerndevelopmentalism paradigm that was originated in 19th century Japan.

Keywords: Tokyo, Developmentalism, self-Orientalism, Economic Miracle, Olympic Games.

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2. Tokio como ciudad temática.Consumo y mercantilización étnica.Con un área metropolitana de casi treinta yocho millones de habitantes, Tokio seimpone como la principal megalópolis anivel mundial. A pesar de su éxito entérminos económicos, plantea grandesretos humanos y sociales que son fruto delas dinámicas etnocentristas globales. Unaproblemática que se nutre del cuidadosoengaño que supone la promesa del eternocrecimiento y el mito del progreso.

La capital nipona ha sido objeto debeneficio y admiración de cara al turismodesde hace décadas. Una ciudad vibrante ytecnológica en la que las fantasíasposmodernas de las novelas de temáticacyber-punk encontraban por fin su razón deser. Con sus neones, su efectivo transportepúblico, la limpieza en las calles, la cortesíao la hospitalidad (omotenashi) de los locales,Tokio se muestra como un escaparate hacialos éxitos de la nación.

A pesar de que el género cyber-punktiene sus precedentes en obras literariasnorteamericanas como Neuromancer, de

William Gibson (1984) o ¿Sueñan los androidescon ovejas eléctricas?, de Philip K. Dick (1986),el lenguaje estético de este tipo de obras,indisoluble con el concepto de la distopía,hunde sus raíces en una visión tecno-orientalista de Japón y, en especial, lamegalópolis tokiota. La influencia de dichogénero puede apreciarse incluso enproducciones culturales japonesas, talescomo Akira (Otomo Katsuhiro, 1988), Ghost inthe Shell (Oshii Mamuro, 1995) o Evangelion(Anno Hideaki, 1995).

Sin embargo, dicho modelo es percibidodesde la otredad con extrañeza, rechazo yadmiración, donde —en una lucha de egosculturales— Occidente intenta adoptar unaposición de superioridad por la que elparadigma japonés solo sea un objeto; unjuguete que quiere y no puede alcanzar lapureza inherente y exitosa a los modeloscapitalistas euroamericanos.

En este sentido, 2011 supuso un puntode inflexión geopolítico de cara a laresolución económica del espacio urbanotokiota y japonés frente al públicoextranjero y nacional. Tras el tsunami y la

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Tokyo-3. Escenario donde toma lugar la trama de Evangelion(imagen extraída de http://evangelion.wikia.com/wiki/Tokyo-3)

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posterior crisis nuclear de Fukushima, elgobierno ha adoptado con particularintensidad el discurso nihonjinron por mediode la reproducción de estrategiaspropagandísticas (ya empleadas durante laSegunda Guerra Mundial) en las que se haceapología de un Japón homogéneo, unido,fuerte y valiente. Es decir, el gobiernojaponés se ha apoyado en un desastrenatural para generar capital social con elque obtener un beneficio geopolítico con elque apelar a la identidad nacional ycultural.

De esta manera, Tokio se erige como elsímbolo de poder —caótico, confuso,laberíntico— de una cultura que ha pasadoa ser epítome de lo inextricable (GarcíaMontiel, s.f.: 242). Es decir, Tokio tiende aser observada desde la distancia y laincomprensión que se articulan a través dela visión tecno-orientalista imbricada en eldiscurso euroamericano al respecto de laidea de Japón. Así, se perpetúan una seriede estereotipos y deformaciones sobre unJapón concebido como una sociedad hiper-tecnológica, deshumanizada, nihilista ymaterialista. Esto es, cómo Japón ha venidoincorporando la tecnología de vanguardia yuna eficacia empresarial superlativa comorasgos «esenciales» de su identidad. Así, eltecno-orientalismo primerizo sitúa a Japón—Tokio— como el contrincante deOccidente en la disputa por el liderazgo enla modernidad y la hegemonía global en elfuturo (Lozano, 2009: 3). Por lo tanto,podemos situar a Tokio como la primeraimagen representativa en un plano urbanodel desajuste semiótico definido por estedistanciamiento.

Dentro de su organización urbana, lossakariba (espacios dedicados al ocio y al

consumo) representan el principal agenteactivo. Espacios que plantean unaambigüedad en la medida en queinterconectan y materializan de maneraconcentrada las interacciones culturales almismo tiempo que, estéticamente,proyectan una imagen futurista del espaciourbano. Lugares como el cruce de Shibuya oel barrio rojo de Kabukichō se hanconvertido en patios de recreo para elturista occidental; delimitados por unadesvinculación con el entorno y ausencia deinteracción que muestran muchosvisitantes que se pone de manifiesto con laincomprensión de Tokio y, en últimainstancia, de Japón y los japoneses, ya seadesde un punto de vista positivo(idealización) o negativo (demonización). Através de todo esto, el visitante se ve(des)localizado dentro de un fiel reflejo almodelo desarrollista urbano capitalista,presente en los países posindustriales. Noobstante, las particularidades culturalesjaponesas, reflejadas en el comportamientode los locales, los neones con ideogramas olas dinámicas sociales urbanas, deslocalizanla sensación de integración del visitante yfacilitan la aparición de una conductaesencialista al respecto de Tokio comoparadigma de desarrollo urbano. Es decir,desde el recelo, Tokio se convierte en «elescenario para el futuro preestablecido enla imaginación global» (Gibson, TheGuardian, 2001).

Por otro lado, los sakariba tambiénsuponen espacios «propensos a lacoexistencia de mundos fragmentarios ydisímiles, a esa “alucinación consensual”donde se refugian quienes escapan de laszonas laborales o públicas explícitamentereguladas» (García, s.f.: 246). Dicho de otro

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modo, los sakariba también pueden serentendidos como espacios asimilados conuna serie de indicadores que, según elarquitecto Ito Toyo, describen el carácterfuturista de Tokio; donde coinciden con lapropia articulación de los sakariba entérminos geomorfológicos, tecnológicos yde interacción cultural (Ito, 2000: 196). Porun lado, plantean una sensación laberínticadel espacio, el cual se encuentra inundadopor ruidos tecnológicos caracterizados porla «debilidad de los hitos causada por esapropia geomorfología, pero también por lainaprensibilidad del lugar, debido a lasaglomeraciones de anuncios, transeúntes ohiperiluminación; inaprensibilidadparadigmatizada por los extranjeros sobretodo a partir de su desconocimiento delidioma» (García Montiel, s.f.: 248).

Consecuentemente, Tokio plantea unmundo sin sustancia en el que la vida sedesarrolla de manera despersonalizada,robóticamente, siguiendo únicamente losesquemas que parten de los símbolos deconsumo presentes en su dinámicaconsumista. «Todo el espacio ha empezadoa cambiar incesantemente como un signode consumo» (Ito, 2000: 197-198).Desencadenando, de este modo, en unaciudad temporal creada por la estela de loscuerpos conformada a partir de un «espacioirreal que se crea por medio de losacontecimientos que se suceden como sifueran lanzados uno tras otro en elconjunto de la ciudad de Tokio».

En conclusión, podemos entender aTokio como una «ciudad-cementerio» en laque sus residentes son el claro reflejo delfracaso epistémico de los valoresimperantes en las sociedades globalizadas yoccidentalizadas inherentes a la

posindustrialización. Una ciudad a menudodefinida por y para Occidente, donde elentorno y sus habitantes nunca irán de lamano, salvo si esta unión tiene comoresultado la incomprensión y el desdén.Ante la llegada de las Olimpiadas de 2020,Tokio presenta, con cada vez mayorintensidad, un modelo de ciudad temáticafocalizado en un turismo pseudo-étnico yen el consumo. Elementos enmascarados yalimentados por la admiración tecno-orientalista y el beneficio en términosculturales y económicos que permiten elgiro auto-orientalista, que mantiene unaapología del carácter nacional basado en eletnocentrismo residual resultante delcolonialismo cognitivo europeo.

3. Tokio en las Olimpiadas de 1964 y2020.En el anterior apartado, se han enunciadodiferentes características por las cualesTokio, a través de su significación culturalcomo un epítome de la Modernidad y de lasociedad de consumo —imaginario impul-sado también por un proceso de «auto-orientalismo» beneficioso para los objetivoseconómicos anhelados por la élitedominante (Beltrán, 2008)— se ha coronadobajo el modelo de una «ciudad temática»imbricada por un cada vez más influyentepoder blando.

A continuación, se van a establecer losvínculos entre el imaginario de Tokio comosímbolo del sueño desarrollista de lassociedades de consumo con un eventointernacional de enorme calado político: lasOlimpiadas. No cabe duda de que lasOlimpiadas, además de ser un eventodeportivo e internacional organizado poruna industria económicamente

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significativa, ofrecen la posibilidad al paísorganizador del evento de realizar unejercicio de marketing con el cual desarrollaruna retórica propagandística quereivindique un modelo de sociedad, asícomo los éxitos de un período históricodeterminado.

Para ilustrar lo anteriormente expuestoacerca de las Olimpiadas, se puedenestablecer conclusiones similares acerca deotras competiciones, como la Copa Mundialde Fútbol. No olvidemos el caso del mundialde España de 1982, organizado en plenoproceso de la Transición democrática, en elque, a pesar de la convulsa crisis económicaque se vivió durante el fin del franquismo yel complicado contexto sociopolítico deentonces, se emprendieron importantesreformas económicas. Todo ello con el finde posibilitar la organización de lacompetición, ya que: «el prestigio y laimagen del país a nivel internacionalestaban en juego, y era necesario demostraral mundo que la España democrática queestaba tratando de olvidar los años oscurosde la dictadura, estaba capacitada paraafrontar la celebración de un eventodeportivo de esa trascendencia» (Simón,2012: 5).

Sin duda, ya regresando al caso nipón,una fase histórica que despertó el interéshacia el país fue el proceso económicoconocido como el “milagro económicojaponés”, en tanto que este fenómenopermitió al archipiélago incorporarse en laesfera internacional al bloque atlantista delos países del llamado Primer Mundo. Dichafase de expansión del capitalismo japonésse inició en 1955 y sus virtudes, siemprebajo la óptica del establishment, quedaronsimbolizadas a través de eventos como la

Expo de Osaka y las Olimpiadas de Tokio de1964 (Shunya y David, 2003: 443).Consecuentemente, y de forma similar alejemplo español previamente mencionado,las Olimpiadas de 1964 supusieron un puntode inflexión para la percepcióninternacional de Tokio, con cuyo hospedajedel evento se pretendió, por parte de lasélites gobernantes, abandonar las ideasmilitaristas atribuidas a Japón y sustituirlaspor una percepción que valorara su salto aldesarrollo económico, sus avancestecnológicos y el asentamiento del modelonipón de democracia liberal capitalistacomo un socio responsable en el ámbitoglobal. Antes de que el evento fuesecelebrado, el país fue aceptado comomiembro del Fondo MonetarioInternacional en 1953, en 1956 accedió a laOrganización de Naciones Unidas y ocupó,entre 1958 y 1960, uno de los asientosrotatorios del Consejo de Seguridad(Junqueras, Madrid, Martínez y Pitarch,2013: 272). Por lo tanto, es de esperar quedicha competición fuese el perfectoescaparate con el que establecer un nexoincuestionable entre los Juegos y la retóricade las élites de la posguerra nipona.

A pesar de que, quizá, apreciar lamotivación política del evento no resultabatan evidente en el siglo XX, a día de hoy esposible esgrimir argumentos con los cualesenlazar las Olimpiadas de 1964 y unaintencionalidad de reformar el imaginariocolectivo en torno al archipiélago. Pruebade ello fue, por ejemplo, el momento en quese dio apertura al shinkansen (tren bala), unode los mayores símbolos de la innovacióntecnológica del modelo japonés deposguerra: sus primeros viajes seprodujeron apenas unos días antes de la

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ceremonia de apertura de los Juegos(Tagsold, 2009: 2). Por otro lado, dado que elComité Olímpico se veía regulado por lainfluencia del Ministerio de Educación,resulta llamativo señalar algunos de losaspectos reivindicados por el evento: lafigura del Emperador Hirohito, consideradooficialmente como el «patrón» de los Juegos(ver el Informe oficial del ComitéOrganizador de los Juegos Olímpicos deTokio, 1964); hinomaru, la bandera del SolNaciente, que, considerada militarista ypolémica por algunos sectores de lasociedad, no fue establecida como unsímbolo oficial hasta 1999; y, por último, lasFuerzas de Auto-Defensa, creadas en 1954ante el fin de la guerra de Corea y el cambiosustancial experimentado en los interesesgeopolíticos estadounidenses, a pesar deque en el artículo 9 de la Constitución de1947 se prohíbe la organización de fuerzasde potencial bélico. A todos estos símbolosnacionales se les pretendió «liberar» de unacarga semiótica asociada a los horrores dela Segunda Guerra Mundial, en favor de unareivindicación de éstos como símbolos de la

paz (Tagsold, 2009: 2).

Así pues, si las Olimpiadas de 1964propulsaron una oportunidad parareivindicar los aciertos de unas estrategiaseconómicas y una simbología determinadavaliéndose de una megalópolis modernizadaen el contexto de la posguerra japonesa¿qué sucede con las Olimpiadas de 2020? Enesta ocasión, la retórica del evento, aún porcelebrarse, se basa, como dijimos, en unosvalores culturamente esencializados. Estosdan forma a la bandera que ondeará en elarchipiélago en los próximos JuegosOlímpicos: la «Marca Japón» (Cool Japan).

La Cool Japan consiste en un ejerciciopolítico-económico que trata de impulsar elrol del gobierno japonés en el mercadoglobal (Choo, 2012: 83). Dado que lacapacidad de mediación internacional delarchipiélago aún se ve limitada endetrimento de otros actores como losEstados Unidos, la apuesta por Japón resideen el poder blanco y la reivindicación de lacultura popular (anime, manga, videojuegoso doramas) de cara a los países extranjeros.

Marina de las Fuerzas de Auto-Defensa portan la bandera olímpicaInforme oficial del Comité Organizador de los Juegos Olímpicos de Tokio, 1964

(imagen extraída de: http://library.la84.org/6oic/OfficialReports/1964/or1964v1pt1.pdf).

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En otras palabras, la Cool Japan es una víapara transformar la cultura pop en un pilarindispensable de una marca Japón quemuestre la imagen más amable del país,siguiendo una estrategia de auto-orientalización frente a la otredadoccidental para realizar una representacióninteresada de la cultura y la sociedadjaponesa (Beltrán, 2008: 271). Esto no podríahaber sido posible, por supuesto, sin laexpansión de los productos de la culturapopular de masas en el mercadoeuroamericano.

Dado que en nuestro mundocontemporáneo ya no es necesariolegitimar el proyecto político estatal através de los valores de progreso ycrecimiento económico, pues ya resultaevidente la realidad de Japón como paísdesarrollado en el marco de las economíascapitalistas, las Olimpiadas de Tokio 2020encuentran en el nacionalismo amable de laCool Japan y en el espíritu de la sociedad deconsumo una estrategia efectiva para atraerlas simpatías extranjeras y dejar atráscicatrices incómodas como la deFukushima, en donde se celebrarán, comose ha anunciado en el Twitter oficial deTokyo 2020 (Tokyo2020) partidos de softball ybéisbol durante la competición venidera,aún a pesar de las polémicas que pudierasuscitar tal resolución (Ryall, The Telegraph,2017).

Podemos encontrar un ejemplo claro delo expuesto en la presentación de Tokio2020 realizada en las Olimpiadas de Río deJaneiro (2016) (Team Scarlet Snow Belo): en élaparecen personajes de Captain Tsubasa,Doraemon, Super Mario o Hello Kitty; todosellos mantienen en común su caráctertransfronterizo, dado que están también

presentes en la vida de muchos europeos yamericanos. Asimismo, el éxito de estosprotagonistas de manga, anime yvideojuegos, géneros que han hecho deJapón una potencia cultural, debe mucho ala causa de que en ellos se percibe la imagenidealizada con la que habitualmente seasocia a Japón como «país de valoresposmodernos que, a su vez, respetan,valoran y se nutren de la culturatradicional.» (Madrid y Martínez, 2010:51).

4. Conclusiones.A la luz de lo analizado anteriormente, y amodo de conclusión, podemos afirmar queTokio puede ser concebido como epicentrourbano de las dinámicas de poderjaponesas, basadas en una simpatíaplaneada e impulsada por unas élites quedetentan la facultad de definir yrepresentar a la megalópolis en función deunos intereses económicos más o menosexplícitos, que encuentran en el auto-orientalismo una herramienta provechosa.

Desde la Segunda Guerra Mundial, elpapel global de Japón no se ha vistoalterado en profundidad, con la excepciónde las maneras de presentarse ante elmundo desarrollado, las cuales tienden aadaptarse a los requerimientos geopolíticosdel momento histórico. En todo esto, Tokioes un referente de interés de cara al análisisdel imaginario desarrollista, tanto a nivelesgeográficos como culturales, basado en lasociedad de consumo, obviando otrosaspectos más sombríos presentes en lahistoria japonesa, tales como la catástrofede Fukushima o los horrores de la SegundaGuerra Mundial, fenómenos cuyasconsecuencias han sido suavizadas en laretórica oficial de las Olimpiadas de 1964 y2020.

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Notas1. Trabajo que resultó ganador en la SextaEdición del Premio a la Investigación “RevistaKokoro”.

2. Para ampliar sobre esta cuestión, ver: NYE, J.S.,”Soft power”, Foreign policy, nº 80, 1990,pp.153-171.

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