Teoría Del Túnel - Por Julio Cortázar

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    Por Julio Cortzar

    Indito. Aparecido en pgina 12 el 6/02/94

    El caballo y su viva entraa amanecen a una tarea terrible, y lo que va del siglo ha

    mostrado el astillamiento de estructuras consideradas escolarmente como normativas.

    An no hemos conocido mucho ms que el movimiento de destruccin; este ensayo

    tiende a afirmar la existencia de un movimiento constructivo, que se inicia sobre bases

    distintas a las tradicionalmente literarias, y que slo podra confundirse con la lnea

    histrica por la analoga de los instrumentos. Es en este punto donde el trmino literatura

    requiere ser sustituido por otro que, conservando la referencia al uso instrumental dellenguaje, precise mejor el carcter de esta actividad que cumple cierto escritor

    contemporneo.

    Si hasta este punto no hemos pasado de mostrar cmo nuestro escrito barrena las

    murallas del idioma literario por una razn de desconfianza, por creer que de no hacerlo

    se encierra en un vehculo slo capaz de llevarlo por determinados caminos, importa ya

    reconocer que esa agresin no responde a una ansiedad de liberacin frente a

    convenciones formales, sino que revela la presencia de dimensiones esencialmente

    incontenibles en el lenguaje esttico, pero que exigen formulacin y en algunos casos

    son formulacin. El escritor agresivo no incurre en la puerilidad de sostener que los

    literatos del pasado se expresaban imperfectamente o traicionaban su compromiso.

    Sabe que el literato vocacional arribaba a una sntesis satisfactoria para su tiempo y suambicin, con un proceso como el que he mostrado en el caso de Balzac. Nuestro

    escritor advierte en s mismo, en la problematicidad que le impone su tiempo, que su

    condicin humana no es reductible estticamente y que por ende la literatura falsea al

    hombre a quien ha pretendido manifestar en su multiplicidad y su totalidad; tiene

    conciencia de un radiante fracaso, de una parcelacin del hombre a manos de quien

    mejor poda integrarlo y comunicarlo; en los libros que lee no encuentra de s mismo otra

    cosa que fragmentos, modos parciales de ser: ve una accin mediatizada y constreida,

    una reflexin que cree forjarse sus cauces y discurre tristemente encauzada apenas se

    formula verbalmente, un hombre de letras como quien dice una sopa de letras, personaje

    invariable de todos los libros, de todas las literaturas. Y se inclina con temerosa maravilla

    ante esos escritores del pasado donde asoma, profticamente, la conciencia del hombre

    total, del hombre que slo conviene en rdenes estticos cuando los halla coincidentescon su libre impulso, y que a veces los crea para s "sino como Rimbaud o Picasso".

    Hombre con conciencia clara de que debe elegir antes de aceptar, que la tradicin

    literaria, social o religiosa no pueden ser libertad si se las acepta y contina

    pasivamente, lampadofricamente. De hombres tales testimonian muchos momentos de

    la literatura, y el escritor contemporneo observa sagazmente que en todos los casos su

    actitud de libertad se ha visto probada por alguna manera de agresin contra las formas

    mismas de lo literario.

    El lenguaje de las letras ha incurrido en hipocresa al pretender estticamente

    modalidades no estticas del hombre; no slo parcelaba el mbito total de lo humano

    sino que llegaba a deformar lo informulable para fingir que lo formulaba; no slo

    empobreca el reino sino que vanidosamente mostraba falsos fragmentos quereemplazaban -fingiendo serlo- a aquello irremisiblemente fuera de su mbito expresivo.

    La etapa destructiva se impone al rebelde como necesidad moral -ruptura de los cant,

    entre los cuales estn las contrapartes de todas las secciones ureas- y como marcha

    hacia una reconquista instrumental. Si el hombre es ese animal que no puede no

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    ejercitar su libertad (perdindola, por ejemplo), y es asimismo aquel cuya libertad slo

    alcanza plenitud dentro de formas que la contienen adecuadamente porque de ella

    misma nacen por un acto libre, se comprende que la exacerbacin contempornea del

    problema de la libertad (que no es don gratuito y s conquista existencial) tenga su

    formulacin literaria en la agresin contra los rdenes tradicionales. Se repara en ciertas

    situaciones (entiendo por esto una estructura temtica a expresar, a manifestarse

    expresivamente) que no admiten simple reduccin verbal, o que slo formuladas

    verbalmente se mostrarn como situaciones -lo que ocurre en las formas automticas

    del surrealismo, donde el escritor se entera despus que su obra es esto o aquello-.Mirando as las cosas, se advierte la necesidad de dividir al escritor en grupos opuestos:

    el que informa la situacin en el idioma (y sta sera la lnea tradicional), y el que informa

    el idioma en la situacin. En la etapa ya superada de la experimentacin automtica de

    la escritura, era frecuente advertir que el idioma se hunda en total bancarrota como

    hecho esttico al someterse a situaciones ajenas a su latitud semntica, tanto que el

    retorno momentneo del escritor a la conciencia se traduca en imgenes fabricadas,

    recidivas de la lengua literaria, falsa aprehensin de intuiciones que slo nacan de

    adherencias verbales y no de visin extraverbal. El idioma era all informado en la

    situacin, subsumido a sta: se adverta, en la total actividad "literaria", lo que antao

    fuera slo privativo de las ms altas instancias de la poesa lrica.

    No puede decirse que la tentativa de escritura automtica haya tenido ms valor que

    el de lustracin y alerta, porque en definitiva el escritor est dispuesto a sacrificarlo todo

    menos la conciencia de lo que hace, como tanto lo repitiera Paul Valry.

    Afortunadamente, en las formas conscientes de la creacin se ha arribado a una

    concepcin anloga de las relaciones necesarias entre la estructura-situacin y la

    estructura-expresin; se ha advertido, a la luz de Rimbaud y el surrealismo, que no hay

    un lenguaje cientfico -o sea colectivo, social- capaz de rebasar los cuadros de la

    conciencia colectiva y social, es decir limitada y atvica; que es preciso hacer el lenguaje

    para cada situacin, y que al recurrir a sus elementos analgicos, prosdicos y aun

    estilsticos, necesarios para alcanzar comprensin ajena, es preciso encararlos desde la

    situacin para la cual se los emplea, y no desde el lenguaje mismo.

    Nuestro escritor da seales de inquietud apenas advierte que una situacin cualquiera

    encuentra expresin verbal coherente y satisfactoria. En su sentimiento constante decuidado (el Sorge existencialista), el hecho de que la situacin alcance a formularse lo

    llena de sospechas sobre su legitimidad. Recela una suerte de nomeno de la situacin

    agazapndose tras el fenmeno expresado. Ve actuar en el lenguaje todo un sistema de

    formas a priori, condicionando la situacin original y desoriginalizndola. Lo que el

    kantismo postula en el entendimiento humano nuestro escritor lo traslada

    esperanzadamente al orden verbal; esperanzadamente, porque se libera en parte de esa

    carga, se presume capaz de trascender limitaciones slo impuestas por un uso

    imperfecto, tradicional, deformante de las facultades intelectuales y sensibles creadoras

    del lenguaje. Sospecha que el hombre ha alzado esa barrera al no ir ms all del

    desarrollo de formas verbales limitadas, en vez de rehacerlas, y que cabe a nuestra

    cultura echar abajo, con el lenguaje "literario"', el cristal esmerilado que nos veda la

    contemplacin de la realidad. Por eso, le basta advertir un Q.E.D. para convencerse de

    que la ms vehemente sospecha de falsedad que algo pueda inspiramos es su

    demostracin, su prueba.

    Esta agresin contra el lenguaje literario, esta destruccin de formas tradicionales, tiene

    la caracterstica propia del tnel; destruye para construir. Sabido es que basta desplazar

    de su orden habitual una actividad para producir alguna forma de escndalo y sorpresa.

    Una mujer puede cubrirse de verde desde el cuello a los zapatos sin sorprender a nadie;

    pero si adems se tie de verde el cabello, har detenerse a la gente en la calle. La

    operacin del tnel ha sido tcnica comn de la filosofa, la mstica y la poesa -tres

    nombres para una no dismil ansiedad ntica-; pero el conformismo medio de la

    "literatura" a los rdenes estticos toma inslita una rebelin contra los cuadros internos

    de su actividad. Puerilmente se ha querido ver en el tnel verbal una rebelin anloga ala del msico que se alzara contra los sonidos considerndolos depositarios infieles de lo

    musical, sin advertir que en la msica no existe el problema de informacin y por ende

    de conformacin, que las situaciones musicales suponen ya su forma, son su forma,

    La ruptura del lenguaje ha sido entendida desde 1910 como una de las formas ms

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    perversas de la autodestruccin de la cultura occidental; consltese la bibliografa

    adversa a Ulysses y al surrealismo. Se ha tardado, se tarda en ver que el escritor no se

    suicida como tal, que al barrenar el flanco verbal opera -rimbaudianamente- una

    necesaria y lustral tarea de restitucin. Ante una rebelda de este orden, que

    compromete el ser mismo del hombre, las querellas tradicionales de la literatura resultan

    meros y casi ridculos movimientos de superficie. No existe semejanza alguna entre esas

    conmociones modales, que no ponen en crisis la validez de la literatura como modo

    verbal del ser del hombre, y este avance en tnel que se vuelve contra lo verbal desde el

    verbo mismo pero ya en un plano extraverbal, denuncia a la literatura comocondicionante de la realidad, y avanza hacia la instauracin de una actividad en la que lo

    esttico se ve reemplazado por lo potico, la formulacin mediatizadora por la

    formulacin adherente, la representacin por la presentacin.

    La permanencia y continuacin de las lneas tradicionales de la literatura, penetrando

    en el siglo paralelamente al estallido de la crisis que estudiamos, vuelven ms difcil su

    justa estimacin. Las lneas propias del escritor vocacional continan tendindose,

    imbricadas con las tentativas del escritor rebelde, y la actitud crtica se ejercita por lo

    comn desde un igual criterio ante una y otra actividad, pretendiendo medir la entera

    "literatura" del siglo con cnones estticos. Se cae entonces en el ridculo de denostar

    una "liquidacin del estilo" en un Joyce o un Aragon cuando precisamente el concepto

    escolar del estilo invalida de antemano toda aprehensin de la tentativa de Ulysses y

    Trait du Style. Se abomina de los esfuerzos del nuevo escritor fundndose en que una

    lnea tradicional alcanza a producir en pleno siglo frutos de la admirable jerarqua de

    Sparkenbroke, Le Grand Meaulnes, la novelstica de Henry James o de Mijail Sholojov.

    No se quiere ver que, ciertamente, la Literatura habr de mantenerse invariable como

    actividad esttica del hombre, custodiada, acrecida por los escritores vocacionales.

    Seguir siendo una de las artes, incluso de las bellas artes; adherir a los impulsos

    expresivos del hombre en el orden de lo bello, lo bueno y lo verdadero. Admitir, como

    durante su entero itinerario tradicional, que la conquista de un estilo bien vale la prdida

    de algunas instancias que se le muestran irreductibles. Dejmosla en su reino bien

    ganado y mantenido, y apuntemos hacia las nuevas tierras cuya conquista extraliteraria

    parece ser un fenmeno significativo dentro del siglo. Una forma de manifestacin

    verbal, la novela, nos servir para examinar el mtodo, el mecanismo por el cual searticula un ejercicio verbal a cierta visin, a cierta revisin de la realidad.

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