Tema 9 Liturgia

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1 Tema 9: Sacramentos de sanación Escuela de Formación de Agentes de Pastoral de Carballo

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    Tema 9:

    Sacramentos de sanacin

    Escuela de Formacin de Agentes de Pastoral de Carballo

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    SACRAMENTO DE LA PENITENCIA

    Segunda conversin

    La conversin sellada por el Bautismo se cumple de una vez para siempre; su gracia no se

    puede renovar (Hb 6, 6). Ahora bien, los bautizados pueden todava recaer en el pecado:

    la comunidad apostlica no tard en experimentarlo. En este caso, la conversin

    (segunda) se hace necesaria, si se quiere tener parte de nuevo en la salvacin. El pasaje

    de Mateo (18, 1 5ss) supone ya la existencia de una Iglesia experimentada en el ejercicio

    de la autoridad y apoya la prctica del perdn en esta Iglesia con una frase de Cristo: Lo

    que ates en la tierra, quedar atado en el cielo, y lo que desates en la tierra, quedar

    desatado en el cielo (Mt 16, 19). En este contexto, las palabras atar y desatar tienen con

    seguridad el sentido de separar de la comunidad (excomunin) y recibir de nuevo en ella.

    Como esta comunidad es una comunidad viviente, animada por la presencia del Espritu,

    la reincorporacin a ella supone la revitalizacin del pecador y, por consiguiente perdn

    de los pecados.

    Nueva conversin despus del Bautismo

    En el Nuevo Testamento, los indicios de una prctica del perdn de pecados graves no

    son frecuentes, como era de esperar, dado el fervor inicial y la conversin al Evangelio en

    una edad adulta. Pero de todos modos no faltan.

    As, en 1 Co 5, 1-13 al incestuoso se le expulsa de la Iglesia; esta expulsin tiene carcter

    medicinal, para que su espritu se salve en el da del Seor. En 2 Co 2, 511 no se trata con

    seguridad del mismo pecador que en la primera, pero ciertamente se trata de uno que

    haba sido separado de la comunidad por una falta grave y para ste pide el Apstol a la

    misma comunidad que renueve la comunin con l, es decir, que lo vuelva a recibir,

    perdonndole el pecado.

    En la misma carta (12, 20-21 ) se habla de muchos pecados entre los cristianos, y pecados

    graves: inmoralidad, libertinaje y desenfreno, cosas no raras en la ciudad de Corinto. Sin

    embargo, el Apstol espera que se conviertan de nuevo, antes de que l llegue. Santiago,

    en su carta, tiene presente la posibilidad de la apostasa y tambin de una nueva

    conversin (St 5, 19-20). Finalmente, en los mensajes a las siete Iglesias, el libro del

    Apocalipsis contiene claras invitaciones a la conversin, dirigidas a destinatarios que han

    incurrido en graves pecados (Ap 2, 5.16.20ss).

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    Formas de remisin de los pecados en la Iglesia primitiva

    Hasta el siglo VII, la Iglesia reconoce tres formas de remisin de los pecados:

    1 ) el Bautismo, que limpia al hombre de todo pecado cometido anteriormente;

    2) la penitencia cotidiana para los pecados menos graves: todo cristiano debe

    hacer penitencia por tales pecados, mediante la oracin, el ayuno, la limosna...

    Adems en la liturgia cristiana existe desde un principio una confesin general de los

    pecados, que sirve de purificacin interior y de preparacin a la Eucarista, segn un uso

    que exista tambin en la tradicin juda (Lv 16, 21); 3) la penitencia pblica, exigida para

    los pecados graves, entre los que se cuentan el adulterio, el homicidio y la apostasa.

    Testimonios ms antiguos

    Junto a los del Nuevo Testamento, los testimonios ms antiguos que tenemos sobre la

    prctica de la penitencia pblica en la Iglesia primitiva pertenecen a los llamados Padres

    Apostlicos. El Pastor de Hermas, libro escrito en Roma a mediados del siglo II, est

    dedicado en gran parte al problema de la segunda conversin.

    Esta obra establece claramente el principio de una sola penitencia posterior al Bautismo,

    segn la cual el cristiano que incurra en graves pecados poda acogerse a ella una sola

    vez en la vida. Este principio viene a ser caracterstico en los primeros siglos de la Iglesia.

    El proceso de la segunda conversin en la Iglesia antigua: hasta el siglo VII

    En un principio, la confesin como manifestacin de los pecados fue realmente menos

    necesaria, ya que el pecado, o bien era pblico, o emerga claramente, dada la

    constitucin ntima y familiar de las primitivas comunidades cristianas. El pecador era

    separado de la comunidad eclesial (excommunicatio sacramental).

    La confesin como reconocimiento del propio pecado supona, por parte del pecador, la

    aceptacin de su culpa, la cual se manifestaba pblica y eclesialmente con su ingreso en

    el orden de los penitentes. El Obispo fijaba un perodo de penitencia que se adaptaba a la

    gravedad del pecado. Cumplida la penitencia, que consista en dar signos suficientes y

    satisfactorios de una autntica conversin, tena lugar la celebracin de la reconciliacin

    con la vuelta y reincorporacin del pecador a la comunidad.

    A finales del siglo VI la institucin penitencial adquiere una forma definida, cuyos

    elementos esenciales aparecen expresados en el Concilio Toledano del ao 589 (PL 84,

    353): Separacin de la comunin eclesial, inclusin en el llamado orden de los penitentes,

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    repetidas imposiciones de manos durante el tiempo de la penitencia, reconciliacin con la

    Iglesia y con Dios despus de cumplido el tiempo legtimo de penitencia e imposibilidad

    absoluta de repetir la penitencia en caso de recada.

    El cristiano que haba cometido una falta grave deba confesarla, normalmente en

    secreto, al Obispo o a su representante. La palabra de ste, lo que San Agustn llama la

    correptio, diriga la luz del evangelio hacia la accin cometida y exhortaba al penitente a

    una plena conversin. Y aun en el caso en que los cristianos pecaran pblicamente sin

    hacer penitencia, la correptio deba en cierto modo ir a buscarlos para invitarlos a la

    penitencia pblica, al final del cual seran reconciliados, en principio, por el Obispo.

    Si la confesin era secreta, todo el resto del proceso penitencial era pblico, y la

    penitencia que el pecador deba cumplir era previa a la reconciliacin, a la absolucin.

    De la penitencia pblica a la penitencia privada

    En la prctica, la penitencia pblica quedaba restringida a un nmero muy limitado de

    cristianos a causa del rigor que llevaba en s. En ocasiones, fue considerada como una

    preparacin directa para la muerte, no como un remedio ordinario contra el pecado

    durante la vida.

    Estas y otras exigencias difciles de la disciplina penitencial hicieron de la penitencia algo a

    lo que se pona mucho reparo por la gran mayora de los cristianos. Desde un punto de

    vista pastoral, la situacin lleg a ser extraordinariamente confusa e ineficaz. Situados en

    esta perspectiva, podemos entender mejor las innovaciones posteriores.

    Una postura ms personal y flexible

    Estos cambios haban sido lentamente preparados. En este sentido, son interesantes los

    siguientes testimonios del Papa San Len-MAGNO-san (aos 440-461): La multiforme

    misericordia de Dios ayuda de tal suerte a las cadas humanas que no slo se repara la

    esperanza de la vida eterna por la gracia del bautismo, sino tambin por la medicina de la

    penitencia..., el perdn de Dios no puede obtenerse sin las splicas de los sacerdotes.

    Pues el mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jess confi a los que

    presiden la Iglesia la potestad de conceder a los que confiesan sus pecados la accin de la

    penitencia y el admitirlos, una vez purificados por la satisfaccin saludable, a la comunin

    de los sacramentos por la puerta de la reconciliacin... A aquellos que imploran el

    remedio de la penitencia y luego el de la reconciliacin en tiempo de necesidad o cuando

    amenaza un peligro urgente, no se les ha de prohibir la satisfaccin ni negarles la

    reconciliacin: porque ni podemos poner medida a la misericordia de Dios ni circunscribir

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    los tiempos ante quien la verdadera conversin no tolera la demora de su perdn... (DS

    308-309).

    Determino que por todos los medios ha de removerse aquella presuncin que atenta

    contra la regla apostlica y que hace poco conoc que algunos han usado por usurpacin

    ilcita... es suficiente que el reato de las conciencias se comunique slo a los sacerdotes

    en confesin secreta... Es suficiente aquella confesin que se hace a Dios en primer lugar

    y tambin al sacerdote, el cual ruega por los pecados de los penitentes. Pues muchos

    podrn ser animados a la penitencia, si no se publica a los odos del pueblo la conciencia

    del que confiesa sus pecados (DS 323).

    En realidad, el rigorismo haba comenzado a perder terreno en los siglos V y Vl. San Juan

    CRISOSTOMO-JUAN-SAN (ao 408) introduce un amplio sentimiento de misericordia.

    Algunos de sus contemporneos no participaron de esta opinin y condenaron a Juan

    horrorizados de que mantuviera el perdn para los pecadores enseando lo siguiente: Si

    pecas una segunda vez, haz penitencia una segunda vez, y cuantas veces vuelvas a pecar,

    vuelve a m y yo te curar.

    As, mientras la penitencia pblica va cayendo en desuso por su severidad y rigidez,

    comienza a practicarse una forma de penitencia privada, que lentamente ir

    difundindose por toda la Iglesia latina. Esta difusin es debida principalmente a la obra

    misionera de los monjes irlandeses. Estos monjes, movidos por la necesidad de atender a

    los fieles de las pequeas comunidades locales ms dispersas, aplicaban la penitencia

    sacramental de una forma ms personal y flexible.

    Se mantienen los elementos esenciales

    La penitencia privada no es sustancialmente una forma penitencial distinta de la primitiva

    disciplina penitencial. El pecador, arrepentido, confiesa su pecado a un sacerdote (no

    necesariamente al obispo), que le impone una satisfaccin (al principio fue muy severa) y

    cuando sta ha sido cumplida le concede la absolucin.

    La confesin de los pecados al sacerdote cobra tanta importancia en esta poca que, a

    partir del siglo VIII da nombre al sacramento de la Penitencia. Es necesaria para que el

    confesor se haga cargo del estado de espritu del penitente, pero tambin se la considera

    como parte de la expiacin. Por otro lado, desde el siglo XI se acostumbra a conceder una

    absolucin al final de la confesin, aun antes de cumplir la satisfaccin, con lo que

    desembocamos rpidamente en la forma actual de administracin de la Penitencia.

    En 1215 el IV Concilio de Letrn impuso el precepto cannico actual de la confesin anual

    de los pecados graves (DS 812)

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    Diferencias principales: carcter privado, reiteracin

    Las diferencias entre la penitencia privada y la disciplina primitiva consisten

    principalmente en el carcter privado de la nueva forma penitencial y en la reiteracin de

    la misma, cuantas veces fuera necesaria sin necesidad de integrarse en la clase oficial de

    los pecadores (orden de los penitentes), sometidos a perodos regulares de penitencia

    segn el tiempo litrgico.

    La nica manifestacin externa de la situacin penitencial de aqul est en su abstencin

    temporal de la Eucarista. Al hacerse privada la penitencia disminuye la intervencin

    expresa de la comunidad y la dimensin comunitaria del sacramento.

    Doctrina del Concilio de Trento

    Un paso decisivo en la fijacin de la prctica penitencial en la Iglesia tuvo el Decreto sobre

    la penitencia del Concilio Tridentino. En realidad, el Concilio de Trento no innovaba nada

    sobre este sacramento, sino que reduca a una sntesis lo que constitua doctrina comn

    en la Iglesia entera.

    La forma que la celebracin de la Penitencia tena en aquella poca qued como

    paradigma de la celebracin del perdn.

    Varias formas de celebracin de la penitencia sacramental

    El nuevo Ritual de la Penitencia presenta tres formas distintas de celebracin:

    A) individual;

    B) comunitaria (varios penitentes, confesin y absolucin individual);

    C) colectiva (muchos penitentes, confesin y absolucin general; excepcional).

    El Nuevo Ritual destaca tres aspectos fundamentales para la renovacin, tan necesaria

    (SC 72), del sacramento de la Penitencia: CONVERSIN, PALABRA DE DIOS, COMUNIDAD.

    Renovacin litrgica: celebracin comunitaria, con asistencia y participacin activa,

    siempre hay que preferirla a una celebracin individual y casi privada (SC 27).

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    UNCIN DE LOS ENFERMOS

    Cristo, en medio de la enfermedad

    Cristo se encuentra con el creyente tambin en medio de su enfermedad. La enfermedad

    supone una situacin dura y crtica, en la que es puesta a prueba la misma fe: Por qu,

    Seor...?. El sacramento de la Uncin de los Enfermos significa y actualiza un rasgo

    esencial de la Iglesia: el de ser la comunidad llena de esperanza que triunfa incluso del

    aparente fracaso definitivo: la muerte.

    La enfermedad, desgarro de s, ruptura de la unidad personal

    La enfermedad es una situacin dura y crtica. Estar enfermo es estar en un mundo

    diferente. Al verse invadida por la enfermedad, la persona humana experimenta una

    especie de elemento hostil, que le hostiga obsesivamente, que le ataca violentando sus

    tendencias, sus gustos, su voluntad.

    Es un acontecimiento que se le impone a uno mismo, sin haberlo deseado. La fatiga, la

    fiebre, el embotamiento, el dolor fsico... invaden como intrusos el organismo corporal. La

    enfermedad bloquea al hombre a pesar suyo, invade la conciencia sin su consentimiento,

    domina y esclaviza la voluntad, amenaza con destruir todo lo que se tiene e, incluso, lo

    que uno es.

    El enfermo siente la tentacin de considerar su cuerpo como un obstculo, como un

    objeto exterior independiente y enemigo. La enfermedad conduce a un desgarro de s, a

    una ruptura de la unidad personal: mi cuerpo est contra mi. La enfermedad provoca

    tambin una crisis de comunicacin.

    Crisis, de la comunicacin con los dems

    El sufrimiento obliga al enfermo a prestarse a s mismo una atencin tan exclusiva, que

    disloca sus relaciones con los dems. Se siente como si fuera el nico en sufrir. Este

    repliegue sobre s mismo se ve acentuado por el hecho de encontrarse limitado a un

    horizonte cada vez ms estrecho.

    El enfermo ha de permanecer en una habitacin, ha de guardar cama: slo le son posibles

    unos movimientos y unos pocos gestos. En ltimo extremo, deber ser ayudado para

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    comer, cambiarse, para satisfacer sus necesidades ms elementales. Se siente en una

    situacin de dependencia que modifica profundamente el modo como viva antes su

    relacin con los otros.

    Esta experiencia de dependencia es la ms inmediatamente penosa: sufre por percibirse

    como una carga para los dems, por hallarse siempre en el lugar del que recibe. Por otra

    parte, la duracin de la enfermedad origina el espaciamiento de las visitas. El enfermo

    renunciar pronto a retener a aquellos con quienes la comunicacin ya no parece posible

    El enfermo palpa su propia fragilidad

    La enfermedad conduce a una comprensin ms profunda de uno mismo como ser

    contingente. El enfermo palpa la fragilidad de su ser que l crea hasta ahora firme y

    seguro.

    Su cuerpo amenazado le descubre la existencia de la contingencia; la cual se ve an

    acentuada por la aparicin brusca de la idea de la muerte, que la curacin no conseguira

    ms que retrasar. La enfermedad manifiesta a la muerte como un destino inevitable.

    Por qu...?

    En medio del desconcierto que acompaa al dolor y a la enfermedad surge

    frecuentemente la tentacin de rebelda frente a Dios: Qu he hecho yo?, por qu a

    m?, por qu Dios me manda esto?... En los casos ms extremos se producen

    reacciones semejantes a la de Job: Por qu al salir del vientre no mor o perec al salir

    de las entraas? Por qu me recibi un regazo y unos pechos me dieron de mamar?

    Ahora dormira tranquilo, descansara en paz, lo mismo que los reyes de la tierra, que se

    alzan mausoleos; o como los nobles, que amontonan oro y plata en sus palacios. Ahora

    sera un aborto enterrado, una criatura que no lleg a ver la luz (Jb 3, 11-16) (137).

    La enfermedad, un mal que debe ser combatido

    Como la pobreza y la miseria, la enfermedad es un mal que debe ser combatido. Es malo

    estar malo. Por ello entra dentro del plan salvador de Dios el que el hombre luche

    ardientemente contra cualquier enfermedad y busque solcitamente la salud. Los mdicos

    y todos los que de algn modo tienen relacin con el enfermo han de hacer, intentar y

    disponer todo lo que consideren provechoso para aliviar el espritu y el cuerpo de los que

    sufren; al comportarse as, cumplen con aquella palabra de Cristo que mandaba visitar a

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    los enfermos, queriendo indicar que era el hombre completo el que se confiaba a sus

    visitas para que le ayudaran en su vigor fsico y le confortaran en su espritu (cfr. Ritual de

    la Uncin [RU], 3 y 4).

    Jess vence al mal en todas sus manifestaciones

    Los Evangelios muestran claramente el cuidado corporal y espiritual con que el Seor

    atendi a los enfermos: recorra toda Galilea enseando en las sinagogas y proclamando

    el Evangelio del Reino, curando las enfermedades y dolencias del Pueblo (Mt 4, 23).

    El encomienda a sus discpulos que procedan del mismo modo: Id y proclamad que el

    Reino de los Cielos est cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos,

    echad demonios. Lo que habis recibido gratis, dadlo gratis (Mt 10, 7-8). Jess se

    presenta en el mundo como quien vence al mal en todas sus manifestaciones: la

    enfermedad, el pecado, la muerte.

    Los milagros de curacin, signos de esperanza

    Jess ve en la enfermedad un mal del que sufren los hombres, una consecuencia del

    pecado, un signo del poder de Satn. Las curaciones que Jess realiza significan, a la vez,

    su triunfo sobre Satn y la presencia del Reino de Dios entre nosotros (cfr. Mt 11, 5).

    Si bien la enfermedad an no desaparece del mundo, no obstante la fuerza divina que

    finalmente la vencer est desde ahora en accin. Jess ante todos los enfermos que le

    dicen su confianza (Mc 1, 40; Mt 8, 2-6), manifiesta una sola exigencia: que crean, pues

    todo es posible a la fe (Mt 9, 28; Mc 5, 36; 9, 23). Los milagros de curacin confirman la

    esperanza a la que toda la humanidad est llamada, esperanza que no ser confundida

    El sacramento de la Uncin de los Enfermos

    Junto a las curaciones que tiene a bien realizar, Jess deja para la humanidad sufriente

    por la enfermedad el sacramento de la Uncin. Esbozado ya en el evangelio de Marcos (6,

    13) y proclamado en la carta de Santiago, fue celebrado siempre por la Iglesia en favor de

    sus miembros a los que unge y por los que ora, invocando el nombre del Seor para que

    los alivie y los salve. Est enfermo alguno de vosotros? Llame a los presbteros de la

    Iglesia y que recen sobre l, despus de ungirlo con leo, en el nombre del Seor. Y la

    oracin de fe salvar al enfermo, y el Seor lo curar, y si ha cometido pecado, lo

    perdonar (/St/05/14-15)

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    Tradicin de la Iglesia en Oriente y Occidente

    Pablo Vl, en la Constitucin Apostlica sobre el sacramento de la Uncin de los Enfermos,

    incluye esta breve historia del mismo:Testimonios sobre la uncin de los enfermos se

    encuentran, desde tiempos antiguos, en la Tradicin de la Iglesia, especialmente en la

    litrgica, tanto en Oriente como en Occidente. En este sentido, se pueden recordar de

    manera particular la carta de nuestro predecesor Inocencio I a Decenio, Obispo de

    Gubbio, y el texto de la venerable oracin usada para bendecir el leo de los enfermos:

    Enva, Seor, tu Espritu Santo Parclito, que fue introducido en la Plegaria Eucarstica y

    se conserva an en el Pontifical Romano.

    A lo largo de los siglos, se fueron determinando en la tradicin litrgica con mayor

    precisin, aunque no de modo uniforme, las partes del cuerpo del enfermo que deban

    ser ungidas con el Santo Oleo y se fueron aadiendo distintas frmulas para acompaar

    las unciones con la oracin, tal como se encuentran en los libros rituales de las diversas

    Iglesias.

    Sin embargo, en la Iglesia Romana prevaleci desde el Medievo la costumbre de ungir a

    los enfermos en los rganos de los sentidos, usando la frmula: "Por esta santa uncin y

    por su bondadosa misericordia te perdone el Seor todos los pecados que has cometido",

    adaptada a cada uno de los sentidos.

    Concilios de Florencia, Trento y Vaticano II

    "La doctrina acerca de la Santa Uncin se expone tambin en los documentos de los

    Concilios Ecumnicos, a saber, el Concilio de Florencia y, sobre todo el de Trento y el

    Vaticano II (SC 73; cfr. DS 1324; 1694-1700; 1716-1719).

    Renovacin de Pablo Vl

    Asimismo, Pablo Vl, para que se adapte mejor a las condiciones de los tiempos actuales,

    establece para el Rito Latino cuanto sigue: El Sacramento de la Uncin de los Enfermos se

    administra a los gravemente enfermos ungindolos en la frente y en las manos con aceite

    de oliva debidamente bendecido o, segn las circunstancias, con otro aceite de plantas, y

    pronunciando una sola vez estas palabras. Por esta santa Uncin y por su bondadosa

    misericordia, te ayude el Seor con la gracia del Espritu Santo, para que, libre de tus

    pecados, te conceda la salvacin y te conforte en tu enfermedad (RU 143 y 221) (144).

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    El signo sacramental de la Uncin de los Enfermos

    El simbolismo de la uncin consiste en un gesto fraternal de asistencia que evoca la

    accin de una persona atenta a la prueba por la que pasa el enfermo. Expresa la solicitud

    de la comunidad cristiana para con aquel que sufre. Esta solicitud misma revela el

    comportamiento de Cristo atento a la situacin crtica del hombre enfermo. El

    sacramento remite, as, por una parte a la comunidad eclesial y, por otra, a la presencia

    eficaz de Cristo en medio de su Iglesia.

    Superacin de la angustia, robustecimiento de la fe. El cristiano evangeliza desde su

    enfermedad: el signo de la esperanza El hombre, al enfermar gravemente, necesita de

    una especial gracia de Dios, para que, dominado por la angustia, no desfallezca su nimo,

    y sometido a la prueba, no se debilite su fe. Por eso Cristo robustece a sus fieles enfermos

    con el sacramento de la Uncin fortalecindolos con una firmsima proteccin (RU 5).

    Por la presencia eficaz del Espritu de Jess, la enfermedad pierde su carcter ms duro,

    desesperado, lacerante. Como la pobreza y la muerte (1 Co 15, 55), pierde su aguijn para

    convertirse en signo evanglico de paz, de serenidad y de esperanza. El cristiano enfermo

    evangeliza desde su situacin deficitaria y dolorosa: los enfermos, con su testimonio,

    deben recordar a los dems el valor de las cosas esenciales y sobrenaturales y manifestar

    que la vida mortal de los hombres ha de ser redimida por el misterio de la muerte y

    resurreccin de Cristo (RU 3).

    Dimensin comunitaria del sacramento

    Este sacramento, como los dems, tiene un carcter comunitario que, en la medida de lo

    posible, debe manifestarse en su celebracin. La enfermedad de uno de sus miembros

    presenta a la comunidad eclesial una de las grandes ocasiones para manifestarse como

    comunidad de amor. Durante la enfermedad los lazos que vinculan a unos y otros no slo

    no se rompen, sino que adquieren un sentido nuevo y una nueva forma: cuando un

    miembro sufre, todos sufren con l (1 Co 12, 26).

    En ciertos casos, ser factible la presencia de algunos miembros de la comunidad; en

    otros muchos, la comunidad se ver reducida a la presencia de la familia; incluso no

    faltarn ocasiones en las que se hallarn solos el ministro y el enfermo, en cuyo caso se

    har comprender a este ltimo que all mismo est la Iglesia (cfr. RU 33; 57d; 74). La

    comunidad cristiana har comprender al enfermo que no es un peso, que no es un

    fracasado, que no est solo, que no va hacia la nada, que Dios no le castiga, que Dios le

    perdona, que ser liberado, que no hay nada que le pueda apartar del amor de Dios y de

    Cristo (cfr. Rm 8, 31-35)

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    El sufrimiento se torna humano, es decir, con esperanza

    Por la fe y el amor el creyente es liberado de las desgracias del cuerpo. Su sufrimiento se

    torna humano, es decir, con esperanza. Slo dentro de esta perspectiva es posible

    comprender las audaces paradojas de San Pablo. No se trata de juegos de palabras, sino

    expresin de la fuerza del cristiano que triunfa por encima del sufrimiento: presionado

    por todas partes, pero no aplastado; no sabiendo qu esperar, pero no desesperado;

    perseguido, pero no abandonado; abatido, pero no aniquilado; tenido por moribundo y

    siempre vivo; por afligido y siempre alegre... (Cfr. 2 Co 4, 8ss; 6, 8ss).