Curso de Liturgia II - Tema XI

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7/23/2019 Curso de Liturgia II - Tema XI http://slidepdf.com/reader/full/curso-de-liturgia-ii-tema-xi 1/14 Celebrando la Vida Curso de Liturgia - II Parte - 2015 On Line 123 IV. Vigilia pascual «Los años de la existencia terrena de Cristo, a la luz de Nuevo Testamento, son realmente el centro del tiempo. Este centro tiene su culmen en la resurrección. En efecto, si es verdad que él es Dios hecho hombre desde el  primer instante de su concepción en el seno de la Santísima Virgen, es también verdad que sólo con la resurrección su humanidad es totalmente transfigurada y glorificada, revelando de ese modo plenamente su identidad y gloria divina. En el discurso tenido en la sinagoga de Antioquía de Pisidia (cf. Hch 13,33), Pablo aplica precisamente a la resurrección de Cristo la afirmación del Salmo 2: «Tú eres mi hijo, yo te he engendrado». Precisamente por esto, en la celebración de la Vigilia pascual, la Iglesia presenta a Cristo Resucitado como «Principio y Fin,  Alfa y Omega». Estas palabras, pronunciadas por el celebrante en la preparación del cirio pascual, sobre el cual se marca la cifra del año en curso, ponen de relieve el hecho de que «Cristo es el Señor del tiempo, su principio y su cumplimiento; cada año, cada día y cada momento son abarcados por su Encarnación y Resurrección, para de este modo encontrarse de nuevo en la "plenitud de los tiempos".» (J.Pablo II, Carta Apostólica Dies Domini, 31 de Mayo de 1998, N.76) En la liturgia de la Vigilia pascual el celebrante, mientras bendice el cirio que simboliza a Cristo resucitado, proclama: «Cristo ayer y hoy, principio y fin, Alfa y Omega. Suyo es el tiempo y la eternidad. A El la gloria y el poder por los siglos de los siglos». Pronuncia estas palabras grabando sobre el cirio la cifra del año en que se celebra la Pascua. El significado del rito es claro: evidencia que Cristo es el Señor del tiempo, su principio y su cumplimiento; cada año, cada día y cada momento son abarcados por su Encarnación y Resurrección, para de este modo encontrarse de nuevo en la « plenitud de los tiempos.» (J.Pablo II, Carta  Apostólica Tertio Millennio Adveniente, 10 de Noviembre de 1994, N.10) «Según una antiquísima tradición, esta es noche de vigilia en honor del Señor (Ex 12,42). Los fieles, tal como lo recomienda el evangelio (Lc 12,35-36), deben  parecerse a los criados, que con las lámparas encendidas en las manos, esperan el retorno de su señor, para que cuando llegue los encuentre en vela y los invite a sentarse a su mesa.» (Misal, pág. 265). «La Vigilia pascual, la noche santa de la Resurrección del Señor, es tenida como “la madre de todas las santas Vigilias” [San Agustín, Sermo 219: PL 38, 1088.], en ella la Iglesia espera velando la Resurrección de Cristo y la celebra en los sacramentos. Por consiguiente, toda la celebración de esta Vigilia sagrada debe hacerse en la noche, de tal modo que o comience después de iniciada la noche o acabe antes del alba del domingo.» (Normas Universales para el Año Litúrgico, N.21)  La vigilia no solamente es el núcleo más primitivo, sino el más importante. Su historia es ya teología en la medida que comporta la constante tradición de la Iglesia, probablemente en conexión con la praxis de la comunidad apostólica. El desarrollo de la celebración anual de la Pascua se produce a partir de la vigilia pascual. Por Tertuliano y por la «Tradición apostólica» nos enteramos de

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IV. Vigilia pascual

«Los años de la existencia terrena de Cristo, a la luz de Nuevo Testamento,son realmente el centro del tiempo. Este centro tiene su culmen en laresurrección. En efecto, si es verdad que él es Dios hecho hombre desde el

 primer instante de su concepción en el seno de la Santísima Virgen, es tambiénverdad que sólo con la resurrección su humanidad es totalmente transfigurada yglorificada, revelando de ese modo plenamente su identidad y gloria divina. En eldiscurso tenido en la sinagoga de Antioquía de Pisidia (cf. Hch 13,33), Pabloaplica precisamente a la resurrección de Cristo la afirmación del Salmo 2: «Túeres mi hijo, yo te he engendrado». Precisamente por esto, en la celebración dela Vigilia pascual, la Iglesia presenta a Cristo Resucitado como «Principio y Fin, Alfa y Omega». Estas palabras, pronunciadas por el celebrante en la preparacióndel cirio pascual, sobre el cual se marca la cifra del año en curso, ponen derelieve el hecho de que «Cristo es el Señor del tiempo, su principio y sucumplimiento; cada año, cada día y cada momento son abarcados por suEncarnación y Resurrección, para de este modo encontrarse de nuevo en la

"plenitud de los tiempos".» (J.Pablo II, Carta Apostólica Dies Domini, 31 de Mayode 1998, N.76)

En la liturgia de la Vigilia pascual el celebrante, mientras bendice el cirio quesimboliza a Cristo resucitado, proclama: «Cristo ayer y hoy, principio y fin, Alfa yOmega. Suyo es el tiempo y la eternidad. A El la gloria y el poder por los siglosde los siglos». Pronuncia estas palabras grabando sobre el cirio la cifra del añoen que se celebra la Pascua. El significado del rito es claro: evidencia que Cristoes el Señor del tiempo, su principio y su cumplimiento; cada año, cada día ycada momento son abarcados por su Encarnación y Resurrección, para de estemodo encontrarse de nuevo en la « plenitud de los tiempos.» (J.Pablo II, Carta Apostólica Tertio Millennio Adveniente, 10 de Noviembre de 1994, N.10)

«Según una antiquísima tradición, esta es noche de vigilia en honor del Señor(Ex 12,42). Los fieles, tal como lo recomienda el evangelio (Lc 12,35-36), deben parecerse a los criados, que con las lámparas encendidas en las manos,esperan el retorno de su señor, para que cuando llegue los encuentre en vela ylos invite a sentarse a su mesa.» (Misal, pág. 265). 

«La Vigilia pascual, la noche santa de laResurrección del Señor, es tenida como“la madre de todas las santas Vigilias”[San Agustín, Sermo 219: PL 38, 1088.],en ella la Iglesia espera velando la

Resurrección de Cristo y la celebra enlos sacramentos. Por consiguiente, todala celebración de esta Vigilia sagradadebe hacerse en la noche, de tal modoque o comience después de iniciada la noche o acabe antes del alba del domingo.»(Normas Universales para el Año Litúrgico, N.21) 

La vigilia no solamente es el núcleo más primitivo, sino el más importante.Su historia es ya teología en la medida que comporta la constante tradición dela Iglesia, probablemente en conexión con la praxis de la comunidad apostólica.

El desarrollo de la celebración anual de la Pascua se produce a partir de lavigilia pascual. Por Tertuliano y por la «Tradición apostólica» nos enteramos de

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que en la citada vigilia se administraba el bautismo antes de pasar al banqueteeucarístico. La práctica seguramente es aún más antigua. La vigilia comprendíavarias lecturas, y es de suponer que entre ellas se contarían los relatos de lacreación, del sacrificio de Abrahán y del paso del mar Rojo, ya que estosconocidos pasajes del Antiguo Testamento se encuentran presentes en todas

las series que han llegado hasta nosotros procedentes de los sistemas delecturas de las más antiguas liturgias.

No debe extrañarnos que en Palestina, adonde llega la peregrina Egeria enla segunda mitad del siglo IV, los cristianos recorrieses los lugares señaladospor la tradición como los que fueron escenario de los acontecimientos de lavida de Jesús con los evangelios en la mano, tratando de evocar los hechos ylas palabras del Salvador. Este afán de reproducir la historia, creando así unsoporte psicosociológico más realista, está en el origen de la gran mayoría delas fiestas del año litúrgico.

La liturgia de Jerusalén jugó un papel decisivo en la organización de lascelebraciones del Triduo pascual. Los capítulos 35 y 36 del «Diario de viaje» deEgeria (año 380) describen minuciosamente todas las celebraciones que teníanlugar durante los tres días de la pasión, muerte y resurrección del Señor. Lacomunidad, con su obispo al frente, recorría los principales puntos donde sedesarrollaron los hechos: la basílica del Martirio, edificada junto al lugar de lacruz: la « Anástasis», que contenía el Santo Sepulcro;

la gruta llamada Eleona, donde Jesús enseñaba a losapóstoles en el Monte de los Olivos; Getsemaní y el«Inbomon», lugar de la Ascensión. El cenáculo, llamadoSión, no se menciona hasta el domingo de Resurrecciónpor la tarde, cuando se evoca la aparición de Jesús a losdiscípulos reunidos. Las celebraciones consistían,fundamentalmente, en lecturas y cantos de salmos, de losque Egeria toma nota. El Viernes Santo se hace laadoración de la cruz y se lee la narración de la pasión. Enla vigilia pascual se administra el bautismo y el obispopresidía la eucaristía.

Poco a poco, las liturgias occidentales imitan eldesarrollo de las celebraciones de Jerusalén. La

adoración de la cruz, la lectura de la pasión, ellavatorio de los pies e incluso la procesión de losramos, son imitados por todas las Iglesias. A lolargo de la Edad Media se introducen una seriede ritos de los que es muy difícil determinar suorigen exacto: la bendición del cirio pascual, labendición del fuego, la entronización de la cruzcon la aclamación «Mirad el árbol de la cruz»,la solemne traslación de la reserva eucarística, el despojo de los altares, etc. ElTriduo pascual de la liturgia romana queda definitivamente estructurado haciael siglo XIII, incluyendo la anticipación de la hora de la vigilia pascual, que en

esta época ya se había adelantado a la hora sexta (a las doce de nuestro reloj).

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Otro tanto había ocurrido con las celebraciones del Jueves y Viernes Santos,que llegaron a ser por la mañana.

Cuando en 1951 el papa Pío XII inicia la reforma de la Semana Santa por lavigilia pascual, la primera medida consistió en hacerla volver a su hora natural

nocturna. Y así ocurrirá en 1956 respecto de la misa vespertina de la Cena delSeñor y de la acción litúrgica de la Pasión, el Jueves y Viernes Santos,respectivamente. La reforma litúrgica del Vaticano II es también explícita eneste punto.

Celebración: configuración litúrgica

Probablemente hay que afirmar que el principio de la Pascua anual está enla eucaristía dominical. De la Pascua semanal se pasaría a la Pascua anual. Ladiscusión sobre si esta Pascua anual tiene o no un origen apostólico es difícilsolucionarla, aunque hay indicios a favor (1 Co 5,7-8; Epístola Apostolorum...). 

El elemento más decisivo para la configuración de la vigilia es el ayuno,seguido de la Palabra y la Eucaristía, como expresión de un tránsito pascual,de un «paso» dinámico existencial de la comunidad cristiana. Otro elementoimportante fue la liturgia bautismal, que ya en el siglo III consta (Tertuliano,Hipólito) se realizaba en esta noche, culminando así el proceso cuaresmal. LaVigilia, considerada como el momento de nacimiento a la nueva vida, como laparticipación ritual en el ser con-sepultados para con-resucitar, es decisiva.Finalmente, el tercer elemento configurador es el rito de la luz y el cirio pascual,que aparece ya en el siglo V y se extiende en todas las iglesias, aunque seráaceptado más tarde (hacia el siglo XI) en Roma. Al sentido práctico(iluminación en la noche) hay que unir el sentido simbólico: significar la victoriade la luz en Cristo sobre las tinieblas del mal y de la muerte.

La evolución posterior consiste en el traslado progresivo de la celebración dela Vigilia del sábado santo: primero a la tarde, luego a la mañana. La reformade 1951 (Pío XII) restaura el momento y estructura original de la Vigilia, quedespués será recogida por la reforma del Vaticano II. Se desarrolla según lascuatro secuencias conocidas: liturgia de la luz (bendición del fuego, Ciriopascual y procesión de la luz, «Exultet»); liturgia de la palabra (nueve lecturasbíblicas, que recuerdan la historia de la salvación, y pueden reducirse a cinco);

liturgia del bautismo (bendición, celebración del bautismo, renovación de laspromesas bautismales); liturgia de la eucaristía (elementos festivos y gozo delencuentro pascual).

Expresión: gestos y símbolos

La luz:El fuego, la luz del cirio, las luces de la asamblea,

constituyen uno de los símbolos más elocuentes de la Vigilia,celebrada cuando caen las tinieblas de la noche. De nochesalieron los israelitas de Egipto y en la noche se manda

celebrar la pascua, de generación en generación (Ex 12, 42). También los cristianos velan en la noche de

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Pascua para celebrar la memoria, la presencia y el anuncio de la nueva Pascuade Cristo. De este modo se permanece vigilantes para cuando llegue el Señor(Lc 12, 35-36). La luz es el signo gozoso de la llegada del Señor resucitado. Elbrilla en medio de las tinieblas para siempre.

La Palabra:También hoy es la palabra un símbolo

especial por su densidad y belleza, porproclamar de forma admirable la historia dela salvación, por el diálogo que van tejiendo(lectura, canto, oración) entre Dios y supueblo, por la renovación de la fe quesuponen, por contener ya en el NuevoTestamento el anuncio más gozoso y 

esperanzador para el cristiano: la resurrección. Estas lecturas, unidas al«Exultet»  y al Aleluya («¡Alaben a Yahveh!»), son la mejor narraciónactualizadora del acontecimiento que se celebra.

El agua bautismal:La Iglesia fundándose en el texto de Rom 6, 3-4 ha

desarrollado el simbolismo y teología bautismal de laVigilia pascual. Se trata no sólo del bautismo ritual,sino del bautismo espiritual, base de la uniónesponsalicia de Cristo con la Iglesia (cf. Ef 5,25-27). Elagua bautismal aparece en este día como símboloespecialmente fecundo, como seno materno que, por

la semilla del Espíritu, engendra nuevos hijos en la muerte y resurrección deCristo. Meterse en las aguas bautismales (baño de agua) es ser consepultadocon Cristo; salir de las aguas es con-resucitar con Cristo. Las secuencias de lacelebración actual tienden a expresar este misterio: letanías ( «conmuniosanctorum»), bendición del agua (fecundación en el Espíritu), baño de agua(participación en la muerte y resurrección); renovación de las promesasbautismales (renovación de la fe y de la vida en el misterio).

El gloria y el Aleluya pascual:La Vigilia es el momento de explosión

de la alegría y el gozo pascual. Hay dos

momentos significativos que la expresan:el gloria, solemne y gozoso al queacompaña el toque de campanas; y el Aleluya, que brota del gozo, comoaclamación que prepara el gran anuncio, y

como confirmación de la presencia viva del Resucitado. El que ambosmomentos tengan la solemnidad requerida ayudará a expresar la comunión enla alegría pascual.

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La eucaristía o conmemoración pascual:Es en la eucaristía donde culmina la

celebración pascual. Allí se concentra laconmemoración más significante por el pan y elvino, que son banquete pascual, signo de

entrega y permanencia de muerte y vida... deresurrección.

Misterio: vida

Esta noche santa, «Vigilia de las vigilias», es laexpresión más significativa del tránsito pascual. Sucarácter nocturno conlleva a una pregnancia simbólica. Setrata de un verdadero «paso» de las tinieblas a la luz, dela noche al día, que simboliza el paso de Israel de la

esclavitud a la libertad; el paso de Cristo de la muerte a lavida gloriosa, de la cruz a la resurrección; el paso de loscreyentes del pecado a la vida, de la esclavitud a lalibertad, de la tristeza a la alegría.

La pascua de Jesús es la primicia de una transformación radical, por la quetodo recibe un nuevo sentido. Es el sentido de la nueva creación, del nuevoeón, de la nueva historia... en donde la medida y el valor no se harán desde lamuerte y el dolor, sino desde la resurrección y la vida en Cristo.

La Vigilia Pascual es el mismo corazón de la Pascua, donde se condensantodos los aspectos y dinamismos implicados, en su punto de referenciaprincipal que es la resurrección. Se trata de un único misterio con pluralidad dedimensiones, que pueden concretarse así:

  La Pascua tiene dos vertientes: la humana, porque el hombre estárepresentado en Cristo hombre para su redención; y la divina, porque esel momento en que más se manifiesta el amor de Dios.

  La Pascua tiene dos caras: la de la muerte en la cruz, por la que semuestra el carácter agónico y doloroso, con rostro de fracaso, de laredención; y la resurrección del sepulcro, por la que se certifica, en rostro

de triunfo, la acogida positiva del Padre al sacrificio de su Hijo.  La Pascua tiene dos momentos vitales: el de la vida entera de Cristo, que

al encarnarse ya comienza un proceso o existencia pascual (initiumnostrae redemptionis); y el de la «hora» o «tránsito», de la muerte a lavida, por la pasión y la cruz.

  La Pascua tiene dos polos: el de la historia concreta, que queda horadadade sentido nuevo en sus procesos y acontecimientos; y el de laescatología, hacia la que tiende, como punto final en que este procesodesemboca «hasta que el Señor vuelva».

  La Pascua tiene tres tiempos: el del pasado histórico, del que hacememoria; el del presente concreto, en que se actualiza; el del futuro

escatológico, que anticipa y hacia el que tiende.

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  La Pascua tiene dos movimientos: el del descenso, por el que el Verbo notiene a menos a bajarse hasta el hombre, haciéndose radicalmentehombre; y el del ascenso, por el que Cristo, llevando consigo liberada a lahumanidad cautiva, asciende y está sentado a la derecha del padre.

Puede hablarse igualmente de diversas pascuas en una pascua:

  La Pascua histórica: directamente referida, como memorial de losacontecimientos históricos (proceso, pasión, muerte, resurrección).

  La Pascua ritual: presencialización simbólico ritual (in misterio o insacramento), de aquellos mismos acontecimientos.

  La Pascua vital: realización en la persona concreta del paso o tránsito delpecado a la gracia, de la muerte .a la vida.

  La Pascua cósmica: como retorno de la totalidad cósmica a sus orígenes,como recapitulación y renovación del mundo, de la naturaleza y elcosmos, como nueva creación en Cristo.

  La Pascua escatológica: porque celebrando el acontecimientoescatológico definitivo de Cristo, es también anticipo y prenda de la últimavenida del Señor.

Y en todo ello hay un  punto central y finalizador que da la tonalidad alconjunto de dimensiones: es la Resurrección. La resurrección es allí dondetodo encuentra su sentido final; es la última palabra de la historia; es el términodel amor que se hace muerte; es el lugar donde nace y permanece laesperanza; es el centro en que se sustenta y del que se alimenta la fe; es allídonde cada año renace el nuevo milagro de la primavera para los que buscanla novedad imperecedera de lo eterno. ¡Cristo resucitó!

En la resurrección de Jesús se encuentra realizada la utopía humana, lasuperación de toda alienación, el nacimiento del hombre nuevo, la garantía deun futuro abierto al triunfo de nuestra esperanza. La resurrección responde alos más fundamentales y profundos interrogantes del hombre (¿qué sentidotiene la existencia, el dolor, la vida y la muerte...?), y constituye la realizaciónde las ansias humanas de plenitud. Es la «escatologización de las posibilidadesinherentes a la vida humana», la inauguración de la situación terminal delNombre en Dios. En la resurrección el futuro ya está presente en esperanza,que es un ya-ahora, aunque todavía-no plenamente alcanzado por nosotros.

En el sepulcro vacío quedaron enterradas para siempre el sufrimiento y lamuerte, pero no la salvación y la vida. No puede morir el amor. Desde entoncesno hay lugar para la desesperación en el que cree. Y el Apóstol podrá exclamarcon razón: «La muerte ha sido absorbida por la victoria. ¿Dónde está, ohmuerte, tu victoria?» (1 Co 15,54-57). Es cierto que la victoria de Cristo no hasuprimido ni el sufrimiento ni la enfermedad de la vida de los hombres. Pero,desde Cristo, el hombre sabe qué significa el dolor y la muerte, y cree que estetiempo de fragilidad ha sido visitado y transformado por la muerte yresurrección de Cristo, y continúa transformándose en la espera de sucumplimiento pleno.

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V. El tiempo Pascual. 

Con el Domingo de Resurrección comienzaun Tiempo pascual, en el que recordamos eltiempo que Jesús permaneció con los apóstoles

antes de subir a los cielos, durante la fiesta dela Ascensión.

La fiesta de la Pascua es tan importante, queun solo día no nos alcanza para festejarla.

Por eso la Iglesia ha fijado una octava de Pascua (ocho días) para contemplarla Resurrección y un Tiempo Pascual (cincuenta días) para seguir festejando laResurrección del Señor.

«Los cincuenta días que van desde el domingo de Resurrección hasta eldomingo de Pentecostés han de ser celebrados con alegría y exultación como sise tratase de un solo y único día festivo, más aún, como “un gran domingo” [12:

San Atanasio, Epist. fest. 1: PG 26, 1366.].Estos son los días en los que principalmente se canta el Aleluya.» (Normas

Universales para el Año Litúrgico, N.22)

El Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor es el gran día del añolitúrgico. Con razón se puede decir de él que es el día primero; y no sóloporque encabeza la semana como cualquier domingo, sino principalmenteporque abre un período festivo que dura cincuenta días: el tiempo pascual,nuevamente denominado Cincuentena pascual. La reforma del año litúrgicotuvo el acierto de restituir a este período su carácter unitario, perdido poco apoco desde el momento en que empezó a llenarse de fiestas en cierto modo

aisladas y autónomas, dotadas incluso de octava; como ocurrió conPentecostés, cuyos ocho días siguientes acabaron de desbordar el simbolismode los cincuenta días de la Pascua. La Cincuentena ha vuelto a ser otra vez eltiempo simbólico que recuerda a Cristo resucitado presente en su Iglesia, a laque hace donación de la Promesa del Padre, el Espíritu Santo.

El tiempo pascual es, por tanto, un tiempo fuerte del año litúrgico de tantaimportancia como la cuaresma, a la que supera no sólo en duración, sino,sobre todo, en simbolismo. La Cuaresma es figura de esta vida de prueba ytentación; la Cincuentena, en cambio, representa la eternidad, la perfección dela meta. Por otra parte, el tiempo pascual es el tiempo litúrgico dedicado al

Espíritu Santo, que ha brotado del costado de Cristo muerto en la cruz (SC 5; Jn

19, 30.34); y por ello es también el tiempo modélico y emblemático de la Iglesia.

El antecedente más remoto del período pascual que sigue a la máximasolemnidad del año litúrgico lo tenemos que buscar en el significado que teníaen la antigüedad cristiana la palabra Pentecostés. Esta palabra que en Hch 2, 1y en otros lugares del Nuevo Testamento designa la fiesta judía de lasSemanas, es utilizada por los escritores cristianos de los siglos III y IV parareferirse a un espacio indivisible de cincuenta días de duración que se extiendedesde la Pascua.

Más adelante, a finales del siglo IV y en algunos lugares entrado ya el V, seempezará a dar un gran relieve al último día de esta cincuentena. En algunas

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Iglesias occidentales sobre todo, se hacía en dicho día memoria de la venidadel Espíritu Santo, pero sin olvidar que el Espíritu es el don transmitido por elSeñor en su Pascua.

De todo lo dicho hasta ahora se desprende que todo el tiempo de los

cristianos se concentra en la Pascua, hasta el punto que para ellos sólo existeel ciclo litúrgico pascual.

La cincuentena judía

Cincuenta días después de la fiesta de la Pascua, el pueblo judío celebrabala fiesta de las Cosechas o de las Primicias que los campos habían producido(Ex 23,16). Esto ocurría en el tercer mes judío (en nuestro actual mes de mayo). Análogamente, el mes de septiembre daba lugar a la celebración de larecolección de las últimas cosechas del año, en la fiesta de los Tabernáculos.De este modo ritualizaba el pueblo judío tres solemnidades (Dt 16,1-7).

El Deuteronomio precisa la cincuentenapascual (entre Pascua y Pentecostés):«Contarás siete semanas, a partir del día enque metas la hoz en la mies contarás sietesemanas, y celebrarás la Fiesta de lasSemanas en honor del Señor tu Dios» (Dt 16

9-10). Al contar siete semanas (Lv 23,15-22) apartir del día siguiente al sábado pascual, elPentecostés judío cae siempre en domingo.

La cincuentena cristiana

«Al llegar el día de Pentecostés –dicen los Hechos –, estaban todos reunidos en un mismo lugar» (Hch 2,1).Los apóstoles recibieron ese día el Espíritu prometidopor Jesús, y de ese modo se sella la nueva alianza.Los signos externos (lenguas, fuego, vientoimpetuoso) recuerdan las manifestaciones del Sinaí.

La relación de Pentecostés con Pascua es evidente en la liturgia cristiana.En la Pascua se conmemora la liberación salvadora de Jesús; Pentecostés esla comunicación de este hecho a todo el universo y a la humanidad entera através de los creyentes reunidos en la nueva Iglesia. Pero la fiesta de laPascua cristiana se prolonga, como en el calendario judío, por espacio decincuenta días. Es, de hecho, una octava de domingos y una semana desemanas. Este período, denominado tiempo pascual o cincuentena pascual,conmemora a Cristo resucitado, presente en la Iglesia, y al Espíritu Santo,donación de la promesa del Padre. Así como la Cuaresma es tiempo de pruebay tentación, la cincuentena es signo de perfección y de eternidad.

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La celebración de la cincuentena pascual

La octava pascual

 Al final del siglo III, el día de Pascua se prolonga con un período de

cincuenta días. Como una fiesta tan grande exigía una preparación, así comoel Domingo tuvo una preparación en las vísperas (vigilia), también lacelebración grande de la Pascua tuvo su tiempo de preparación en laCuaresma.

 Anunciar y exaltar la Resurrección del Señor, llevó a los primeros cristianosa una mejor comprensión del misterio de la salvación. Comprendieron que parallegar a la Pascua, fue necesario toda una vida que tuvo un inicio en el tiempo.Por lo que se comenzó a conmemorar en torno a la Pascua, la fiesta de laNavidad –el nacimiento de Jesús –.

Cuando, a finales del siglo IV, el significado primitivo de la cincuentenapascual comenzó a decaer, se empezó a celebrar la octava pascual, tanto enOriente como en Occidente. El ciclo antiguo de las siete semanas se desdoblóen otro nuevo ciclo de ocho días, con un carácter eminentemente bautismal. Laoctava permitía a los neófitos gustar las delicias de su bautismo, prolongandodurante una semana «el día que hizo el Señor» (Sal 117, 24). Al principio fueronsiete los días bautismales. El sábado era el momento en que los neófitos sedesprendían de los vestidos blancos recibidos en el bautismo. Más tarde setrasladó este rito al domingo, llamado por esta razón in albis. Los nuevosbautizados tomaban asiento entre el pueblo. La octava se llamó alba o blanca.

Los neófitos o recién bautizados se reuníancada día de esta semana pascual en unabasílica diferente. Como la semana entera fuefestiva a partir del año 389, todos los cristianospodían participar en la eucaristía de los neófitosy recordar las fiestas bautismales en que, enaños anteriores, habían participado por primeravez. Por la mañana había una misa, y por latarde se reunían para visitar la pila bautismal.

Un día de la octava, normalmente el lunes, celebraban todos los cristianos eldía del aniversario de su bautismo (Pascha annotinum). De esta reunión nacióla idea de recordar el bautismo todos los domingos con el asperges me (fueradel tiempo pascual) o el «vidi aquam»  (en el tiempo pascual). La semanafestiva, que ya existía a finales del siglo IV, se convirtió en tres días de fiesta enel siglo X. Por último, Pío X redujo en 1911 estos tres días de fiesta a sólo eldomingo.

El objetivo de esta semana consistía en que los neófitos recibiesen lasúltimas catequesis, denominadas mistagógicas. La octava de Pascua está,pues, en relación con la iniciación a los sacramentos de los recién bautizados

en la Vigilia Pascual.

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Las semanas pascuales

Durante los siete domingos de Pascua, la liturgia celebra el mensaje pascualde la resurrección del Señor, la alegría de la Iglesia por la renacida esperanza,la vida nueva de los neófitos y la acción del Espíritu Santo en la comunidad

cristiana. Se trata, en definitiva, de celebrar prolongadamente la Pascua.Recordemos que la fiesta principal del año no es el Viernes Santo, sino elDomingo de Resurrección.

«Los domingos de este tiempo son tenidos como domingos de Pascua y,después del domingo de Resurrección, son denominados domingo II, III, IV, V,VI, VII de Pascua; el domingo de Pentecostés clausura este sagrado tiempo decincuenta días.» (Normas Universales para el Año Litúrgico, N.23)

«Los ocho primeros días deltiempo pascual constituyen laoctava de Pascua y se celebrancomo solemnidades del Señor.»(Normas Universales para el AñoLitúrgico, N.24) 

La reforma conciliar de la liturgia ha restituido al tiempo pascual susignificado. En las Normas universales sobre el año litúrgico (21/03/1969), sedice que «los cincuenta días que van del Domingo de Resurrección hasta elDomingo de Pentecostés se celebran con alegría y júbilo, como si se tratara deun único día de fiesta o, mejor aún, de un gran domingo» (n. 22). En suma, eltiempo de Pascua es celebración del misterio de la exaltación de Cristo,

constituido Señor del universo y cabeza de la humanidad. Es período deplenitud y de profundización en el bautismo recibido o en la fe ya vivida. Escincuentena hasta Pentecostés, en que predomina la acción del Espíritu. Estiempo de alegría y de banquete (sin ayunos), al que se asiste de pie (no derodillas), en el que se canta el aleluya y en el que la comunidad se reconocecomo misterio de comunión fraternal, realizada por el Espíritu de Jesús enforma de «koinonia». (concepto teológico que alude a la comunión eclesial y alos vínculos que ésta misma genera entre los miembros de la Iglesia y Dios,revelado en Jesucristo y actuante en la historia por medio del Espíritu Santo) 

Después de preparar con notable esfuerzo pastoral, durante la Cuaresma, la

gran celebración pascual, pasada la Vigilia y el primer Domingo de Pascua,parece a menudo que entramos en domingo del tiempo ordinario. ¿Quéhacemos de la cincuentena pascual? ¿Qué hacemos con la gran fiestacristiana que debería prolongarse durante estas siete semanas?

Uno de los temas a plantearse en este tiempo es ver que teologíatransmitimos. Y la espiritualidad en este tiempo es ver que teologíatransmitimos. Y la espiritualidad que de ellas se deduce. Si durante el tiempode Cuaresma hemos creado el clima de que nos estamos preparando para laPascua, y si incluso en Adviento y Navidad decimos que el nacimiento deJesús no es solo un acontecimiento que despierta ternura sino que es un

camino que culminara en su muerte y resurrección, probablemente iremoslogrando una vivencia más auténtica de lo que significa ser cristiano.

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Y esta vivencia más auténtica quizás no se traducirá en poder celebrar laPascua tan organizadamente como la Cuaresma, pero si se traducirá en elcorazón de los cristianos, en la profundidad de su experiencia de fe, lo cual yaes mucho. Y también se traducirá en un campo mejor abonado para percibir einteriorizar los signos visibles con los que colorearemos los domingos de

Pascua, y en consecuencia, en una mejor celebración de las misas de estosdomingos por parte de los que participen de ellas.

La Pascua es el centro de la vida cristiana. Pero para que esta afirmaciónsea algo más que una frase, es necesario que en todo lo que decimos yhacemos se note este convencimiento de la salvación que hemos recibido porJesucristo, de la vida que llega a través de la entrega amorosa, de la acción delEspíritu que supera toda frontera.

Todo lo cual podríamos concretarlo en algunas actitudes como lassiguientes:

Actitud de valoración de lo que sabemos. 

Es decir: valorar los muchos años de historia cristiana transcurrida, que sonfruto de la resurrección de Jesús, el don de su Espíritu extendido por toda latierra y en todos los corazones. Y como consecuencia, agradecimiento a Dios,reafirmando nuestra adhesión al Evangelio y revitalizando nuestra experienciaeclesial.

Actitud de testimonio. 

Lo que hemos recibido: nos dice Jesús, hemos de transmitirlo. Si es paranosotros tan importante, tenemos que compartirlo. El testimonio se fundamentaen lo mismo que se fundamentó el de Jesús: una vida con capacidad deatracción porque está hecha de amor, esperanza, libertad y servicio a losdébiles, y las ganas de comunicar a los demás la Buena Noticia que da sentidoa esta vida. Jesús hacia esto de una manera total; nosotros con muchasincoherencias. Pero él se fía de nosotros.

Actitud de vivencia sacramental. 

Es nuestro punto de referencia palpable, visible. En los sacramentos“tocamos” la presencia de Jesús y “tocamos” la comunidad eclesial. En elmisterio, en la oscuridad algunas veces. Pero los tocamos. Tendríamos queproclamar (de palabra, y en la programación de celebraciones) que este Jesúsvictorioso en quien creemos se nos acerca sobre todo a través de estos signos.Unos signos en los que estamos invitados a creer, y que hemos de trabajarpara hacerlos vivos al máximo.

Actitud de valorar toda “semilla del Espíritu” en el mundo. 

La Pascua invita a tener un espíritu muy abierto. Y ser capaces de superar

cualquier idea de que el Espíritu, la bondad, la capacidad de entrega, la luchapor la justicia, quedan reservados en exclusiva dentro de la Iglesia. La Pascua

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nos invita a mirar a toda persona con predisposición a aprender de ella, ya queel Espíritu ha sembrado en todo su semilla de vida nueva.

Actitud de alegría.

No porque no tengamos problemas ni sufrimientos, sino porque creemos queel camino de la vida permanece abierto para siempre y nada lo podrá cerrar.Este debe ser el primer rostro de la fe: la capacidad de dar a los demás ánimospara vivir, ilusión para mirar hacia delante, gozo profundo. Pascua significahacer buena cara.

La fiesta de Pentecostés

Entre los judíos, la fiesta de la Cosecha, o día de la acción de gracias, secelebraba en tiempos de Jesús siete semanas después de Pascua; era la fiestade los Primeros Frutos (Nm 28,26), de la Recolección (Ex 23,16)  o de las

Semanas (Ex 34,22). En razón del número «cincuenta», se denominóPentecostés. Los rabinos del siglo II de nuestra era conmemoraron ese mismodía la entrega de la ley en el Sinaí y la conclusión de la alianza.

Entre los cristianos, la fiesta de laPascua se prolonga por espacio decincuenta días, denominado «tiempopascual» o «cincuentena pascual», quefinaliza con el día de Pentecostés.Pentecostés es fiesta litúrgica comparablea la Pascua. Está por encima de laNavidad, la Epifanía o el Corpus. Pero noes fiesta separada, puesto que corona laPascua.

El último día de los cincuenta, por influjo judío de Pentecostés, tuvo desde elsiglo II un relieve particular. Influyó la mística de los números: el cincuenta esconsumación, conclusión y sello. La fiesta de Pentecostés se desarrolló convigilia bautismal y octava en el siglo IV. La cincuentena pascual es tiempo deplenitud, de alegría y de acción de gracias por los frutos recibidos, y predominaen él la acción del Espíritu.

La Vigilia de Pentecostés

La Vigilia de Pentecostés tenía un esquema parecido al de la Vigilia Pascual,ya que era una segunda oportunidad para que quienes no se habían bautizadoen esta última lo hicieran. No se bendecía el cirio ni había pregón pascual, perosiempre hubo varias lecturas, con bendición de la pila, bautismos y eucaristíabautismal. Es vigilia adecuada para reunir a varias comunidades y disponerse acelebrar la donación de la promesa del Padre, que es el Espíritu Santo. En estacelebración se pueden acentuar los tres símbolos del Espíritu: viento-soplo,agua y fuego-luz. De un modo concreto, pueden simbolizarse el fuego

(hoguera), las llamas (lámparas), el agua (jarra o tinaja) y la torre maldita

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(muro). Pentecostés es la confirmación de la Iglesia, del mismo modo que laConfirmación es el pentecostés del cristiano.

Los tres pasajes del Nuevo Testamento que hablan de Pentecostés serefieren a la fiesta judía: Hch 2,1; 20,16; 1 Cor 16,8. La fiesta cristiana coincide

con la judía en el nombre («pentecostés» significa «cincuenta») y en elmomento (siete semanas después de Pascua). No celebra simplemente lasiega de cereales (fiesta de la Cosecha o de las Semanas) ni la antigua alianzadel Sinaí (donación de la Ley), sino la ascensión de Cristo (nuevo Moisés) alPadre y la efusión del nuevo Espíritu. El Pentecostés cristiano celebra el donescatológico del Espíritu Santo y la apertura de la Iglesia a nuevos pueblos. (Lafiesta de la Ascensión tardó en desglosarse de la de Pentecostés).

El evangelio de la Vigilia pone el grito de Jesús («¡El que tenga sed, quevenga a mí; el que crea en mí, que beba!») en relación a los ritos del agua quese celebraban en la fiesta judía del Templo o de los Tabernáculos. Jesús es la

roca, el agua viva, el Espíritu de Dios hecho carne. Nos invita a todos a beberdicho Espíritu.

El Espíritu de Pentecostés

En su encuentro con el hombre, Dios se manifiesta como Espíritu,comparado en la Biblia al viento y al aliento, sin los cuales morimos. El Espíritude Dios es la respiración del cristiano. Es viento –como huracán o como brisa – del que no se sabe a veces su procedencia; pero también es fuerza ordenadorafrente al caos. Asimismo, es aliento que se halla en el fondo de la vida: esfuerza vivificante frente a la muerte. El soplo respiratorio del hombre viene deDios, y a él vuelve cuando una persona muere. También es huracán que arrasao viento reconfortante. El mismo Espíritu se manifiesta particularmente en losprofetas, críticos de los mecanismos del poder y del culto desviado ydefensores de los desheredados; el Espíritu transforma a los jueces enpromotores de la justicia por su fuerza socializadora.

El mismo Espíritu que fecunda a la Iglesia y a los cristianos creó el mundo ydio vida humana al «barro» en la pareja de Adán y Eva. Desgraciadamente, sedesconoce el Espíritu al considerarlo etéreo, abstracto o inapreciable. Sinembargo, lo confesamos en el Credo: creo en el Espíritu Santo. De un modo

pleno reposó el Espíritu de Dios sobre el Mesías. Así se advierte en laconcepción de Jesús, en su bautismo y comienzo de su misión, en el momentode su muerte y en las apariciones del Resucitado. Jesús muere entregando elEspíritu y se aparece a los discípulos insuflando nueva vida. El Espíritu es,pues, don de Dios, personalidad de Jesús, fuerza del evangelio, alma de lacomunidad. Su donación en Pentecostés tiene como propósito crearcomunidad («ruido» que conmociona, «voz» que interpela y «fuego» quecalienta), abrirse a los pueblos y culturas, impulsar el testimonio y defender la justicia y la libertad.

La fuerza del Evangelio es Espíritu que llama a conversión, expulsa lo

demoníaco, reconcilia a pecadores, mueve a optar por los pobres y marginadosy crea Iglesia comunitaria. En suma, el Espíritu promueve conciencia moral

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lúcida, da sentido agudo al discernimiento, empuja al compromiso social por elpueblo y ayuda a la puesta en práctica del mensaje de Jesús. Pecados contrael Espíritu son la injusticia, con las secuelas del subdesarrollo y de la miseria; ladivisión de los seres humanos y de los pueblos, con todo el odio generado; lasdictaduras y el imperialismo, con los dominios del terror y de la guerra.