Simone de Beauvoir, Para qué la acción

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    A ESA DAMA

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    Plutarco cuenta que un da Pirro haca proyectos de conquista:Primero vamos a someter a Grecia, deca. Y despus?, le preguntaCineas Ganaremos frica. Y despus de frica? Pasaremos alAsia, conquistaremos Asia Menor, Arabia. Y despus? Iremoshasta las Indias. Y despus de las Indias. Ah!, dice Pirro, des-cansar. Por qu no descansar entonces, inmediatamente?, le diceCineas.

    Cineas parece sabio. Para qu partir si es para regresar? A qucomenzar si hay que detenerse? Y sin embargo, si no decido en primertrmino detenerme, me parecer an ms vano partir. No dir A,dice el escolar con empecinamiento. , Pero por qu? Porque des-pus de eso, habr que decir B. Sabe que si comienza, no terminar jams: despus de B ser el alfabeto entero, las slabas, las palabras, loslibros, los exmenes y la carrera; a cada minuto una nueva tarea que loarrojar hacia una tarea nueva, sin descanso. Si no se termina nunca,para qu comenzar? Aun el arquitecto de la Torre de Babel pensaba queel cielo era un techo y que lo [10] tocara algn da. Si Pirro pudieraextender los lmites de sus conquistas ms all de la tierra, ms all delas estrellas y de las ms lejanas nebulosas, hasta un infinito que sincesar huyera ante s, su empresa seria insensata, su esfuerzo se disper-sara sin jams recogerse en ningn fin. A la luz de la reflexin, todo

    proyecto humano parece, por lo tanto, absurdo, pues no existe sino3

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    asignndose lmites, y esos limites, se los puede siempre franquearpreguntndose con desdn: Por qu precisamente aqu? Por qu noms all? Por qu razn?

    He descubierto que ningn fin vale la pena de ningn esfuerzo,ice el hroe de Benjamn Constant. As piensa frecuentemente eladolescente cuando la voz de la reflexin despierta en l. El nio separece a Pirro: corre, juega sin plantearse problemas y los objetos quecrea le parecen dotados de una existencia absoluta, llevan en s mismossu razn de ser. Pero descubre un da que tiene el poder de superar suspropios fines: no hay ms fines; y no existiendo ya para l sino vanasocupaciones, las rechaza. Los dados estn cargados, dice y mira condesprecio a sus mayores: cmo les es posible creer en sus empresas?Son engaos. Algunos se matan para poner fin a ese seuelo irrisorio, y se es, en efecto, el nico medio para terminar. Pues en tanto quepermanezca vivo, es en vano que Cineas me hos-[11]tigue dicindome:Y despus? Para qu? A pesar de todo, el corazn late, la mano setiende, nuevos proyectos nacen y me impulsan adelante. Los sabios hanquerido ver en ese empecinamiento el signo de la irremediable locurade los hombres; pero una perversin tan esencial, puede ser aunllamada perversin? Dnde encontraremos la verdad del hombre, sino en l mismo? La reflexin no puede detener el impulso de nuestraespontaneidad.

    Pero la reflexin es tambin espontnea. El hombre planta, lucha,conquista, desea, ama, pero siempre hay un y despus? Puede que,de instante en instante, se arroje con ardor siempre renovado a nuevas

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    empresas: as Don Juan no deja a una mujer sino para seducir a otra;pero aun Don Juan se fatiga un buen da.

    Entre Pirro y Cineas, el dilogo vuelve a comenzar sin fin.

    Y no obstante, es preciso que Pirro se decida. Se queda o parte? Sise queda, qu har? Si parte, hasta dnde ir?

    Hay que cultivar nuestro jardn, dice Cndido. Ese consejo no

    nos ser de gran ayuda. Pues, cul es nuestro jardn? Hay hombres quepretenden trabajar toda la tierra, y otros encontrarn una macetademasiado vasta. Algunos dicen con indiferencia: Despus de m, eldiluvio, en tanto que Carlomagno, agonizante, llora [12] al ver losbarcos de los normandos. Esa joven llora porque tiene los zapatosagujereados y le entra el agua. Si le digo: Qu importa? Piense en esos

    millones de hombres que mueren de hambre en los confines de China,ella me responder con clera: Estn en China. Y es mi zapato el queest agujereado. Sin embargo, he aqu a otra mujer que llora por elhorror del hambre china. Si le digo: Qu le importa?, usted no tienehambre, ella me mirar con desprecio Qu importa m propiacomodidad? Cmo pues saber lo que es mo? Los discpulos de Cristo

    preguntaban: Quin es mi prjimo? Cul es pues la medida de unhombre? Qu fines puede proponerse y qu esperanzas le estnpermitidas?

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    preguntaron a Cristo: Cul es mi prjimo?, Cristo no respondi conuna enumera-[19]cin. Relat la parbola del buen samaritano. se fueel prjimo del hombre abandonado en el camino a quien cubri con sumanta y socorri: no se es el prjimo de nadie, sehace de otro unprjimo mediante un acto.

    Es mo, pues, en primer trmino, lo que hago. Pero desde que lo hehecho, he aqu que el objeto se separa de m, se me escapa. Ese pensa-miento que yo he expresado enteramente, es an mi pensamiento?Para que ese pasado sea mo, hace falta que, a cada instante, lo hagamo de nuevo proyectndolo hacia mi porvenir; aun los objetos que enel pasado no han sido mos porque no los he creado, puedo hacerlosmos creando algo sobre ellos. Puedo gozar de una victoria en la cualno he participado si la tomo como punto de partida de mis propiasconquistas. La casa que no he construido se transforma en mi casa, sila habito, y la tierra, en mi tierra si la trabajo. Mis relaciones con lascosas no estn dadas, no son fijas; las creo minuto a minuto, algunasmueren, algunas nacen y otras resucitan. Sin cesar cambian. Cadanueva superacin me da, de nuevo, la cosa superada, y es por eso quelas tcnicas son modos de apropiacin del mundo: el cielo es paraquien sabe volar, el mar para quien sabe nadar y navegar.

    As nuestra relacin con el mundo no est decidida de antemano;somos nosotros los que decidimos. Pero no deci-[20]dimos arbitraria-mente no importa qu. Lo que supero, es siempre mi pasado, y elobjeto tal como existe en el seno de ese pasado; mi porvenir envuelveese pasado, no puede construirse sin l. Los chinos son mis hermanos

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    no hara sino una imitacin de Gauguin por Van Gogh. Por eso elconsejo de Cndido es superfluo: es siempremi jardn el que cultivar,estoy aqu en un crculo vicioso, puesto que ese jardn se hace modesde el momento en que lo cultivo.

    Hace falta solamente para que ese pedazo de universo me perte-nezca que lo cultive verdaderamente. La actividad del hombre esfrecuentemente perezosa; en lugar de cumplir verdaderos actos secontenta con falsas apariencias; la mosca del coche pretende ser ella laque lo ha conducido hasta lo alto de la cima. Pasearse pronunciandodiscursos, tomarse fotografas no es participar en una guerra, en unaexpedicin. Hay aun conductas que contradicen los fines que preten-den alcanzar: estableciendo instituciones que permi-[22]ten unaespecie de equilibrio en el seno de la miseria, la dama de caridad tiendea perpetuar la miseria que quiere socorrer. Para saber lo que es mo, esnecesario saber lo que hago verdaderamente.

    Vemos pues que no se puede asignar ninguna dimensin al jardndonde Cndido quiere encerrarme. No est designado de antemano;soy yo quien elegir el emplazamiento y los lmites.

    Y puesto que, de todos modos, esos lmites son irrisorios ante elinfinito que me rodea, la sabidura no consistira en reducirlos lo msposible? Cuanto ms exiguo sea, ser tanto menos presa del destino.Que el hombre renuncie pues a todos sus proyectos; que imite a eseescolar juicioso que lloraba por no decir A. Que se haga semejante aldios Indra que despus de haber agotado su fuerza en su victoria

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    contra un formidable demonio se redujo a las dimensiones de untomo y eligi vivir fuera del mundo, bajo las aguas silenciosas eindiferentes, en el corazn de un tallo de loto.

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    Si no soy sino un cuerpo, slo un lugar al sol y el instante que midemi suspiro, entonces heme aqu liberado de todas las inquietudes, lostemores, las penas. Nada me conmueve, nada me importa. No estoy ligado sino a ese minuto que llena mi vida: ella sola es una presatangible, una presencia. No existe sino la impresin del momento. Hay momentos vacos que no son sino una especie de tejido conjuntivoentre los momentos plenos: dejmoslos correr con paciencia, y en losinstantes de plenitud nos encontraremos compensados, colmados. saes la moral de Arstipo, la de Carpe diem de Horacio, la deAlimentos Terrestres de Gide. Alejmonos del mundo, de las empresas, de lasconquistas; no formemos ms ningn proyecto; permanezcamos ennuestra casa, en reposo en el seno de nuestro goce. Pero el goce esreposo?, es en nosotros que lo encontramos, y podr alguna vezcolmarnos?

    Basta, suficiente, ya no es tan suave como [24] antes, dice el du-que de Mantua a los msicos al comienzo deNoche de Reyes . La mssuave meloda, indefinidamente repetida, se vuelve un retornelomolesto; ese gusto al principio delicioso, me cansa bien pronto. Ungoce inmutable que permanezca largo tiempo igual a s mismo, no esya sentido como una plenitud: acaba por confundirse con una perfectaausencia. Es que el goce es presencia de un objeto al cual me siento

    presente: es presencia del objeto y de m mismo en el seno de su13

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    diferencia; pero desde que el objeto me es librado, la diferencia esabolida; no hay ya objeto sino nuevamente una existencia vaca que noes sino insipidez y aburrimiento. Desde que suprimo esa distancia que,separndome del objeto, me permite lanzarme hacia l, ser movimien-to y trascendencia, esa unin fija del objeto conmigo no existe ya sino ala manera de una cosa. El estoico puede, con todo derecho, clasificartanto el placer como el dolor, entre esas realidades que le son extraase indiferentes; puesto que las define como un simple estado quedejaramos pasivamente perpetuar en nosotros.

    Pero, en verdad, el goce no es un dato fijo en la estrecha senda delinstante. Cada placer, nos dice Gide, envuelve el mundo entero, elinstante implica la eternidad, Dios est presente en la sensacin. Elgoce no es una separacin con el mundo, supone mi existencia en elmundo. Y, en [25] primer trmino, supone el pasado del mundo, mipasado. Un placer es tanto ms precioso cuanto ms nuevo, cuando sedestaca con mayor intensidad sobre el fondo uniforme de las horas;pero el instante limitado a l mismo no es nuevo, no es nuevo sino enrelacin con el pasado. Esa forma que acaba de surgir es distinta slo siel fondo que la soporta es l mismo distinto como fondo. Es al borde dela ruta asoleada, donde la frescura de la sombra resulta preciosa: el altoes un descanso despus del ejercicio fatigante; desde la cima de lacolina miro el camino recorrido que est enteramente presente en laalegra de mi triunfo, es la marcha la que da el precio a ese reposo, y mised a ese vaso de agua; en el momento del goce se concentra todo unpasado. Y no es tan slo contemplacin; gozar de un bien es usarlo, es

    arrojarse con l hacia el porvenir. Gozar del sol, de la sombra, es14

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    como se dice a veces, que slo cuenta la lucha, que la empresa esindiferente; pues la lucha es lucha por una empresa; si sta desaparece,aqulla pierde todo sentido y toda verdad; no es ya una lucha, sino unempecinamiento estpido. [31]

    El espritu de seriedad pretende separar el fin del proyecto que lodefina y reconocerle un valor en s: cree que los valores estn en elmundo, antes que el hombre, sin l; el hombre no hara sino recogerlos.Pero ya Spinoza y Hegel, ms definitivamente, han disipado esa ilusinde falsa objetividad. Hay una falsa subjetividad que, con un movimien-to simtrico, pretende separar el proyecto del fin y reducirlo a unsimple juego, a una diversin; niega que exista algn valor en elmundo; es que niega la trascendencia del hombre y pretende reducirloa su pura inmanencia. El hombre que desea, que emprende con lucidez,es sincero en sus deseos; quiere un fin, lo quiere con exclusin de todootro, pero no lo quiere para detenerse, para gozarlo: lo quiere para quesea superado. La nocin de fin es ambigua, puesto que todo fin es, almismo tiempo, un punto de partida; pero esto no impide que pueda sermirado como un fin: es en ese poder donde reside la libertad delhombre.

    Es esa ambigedad la que parece autorizar la irona del humorista.No es absurdo Pirro, partir para regresar? No es absurdo que el jugador lance la pelota para que le sea devuelta? No es absurdo que elesquiador suba una pendiente para descender inmediatamente? Noslo el fin se sustrae, sino los fines sucesivos se contradicen y laempresa no se acaba sino destruyndose. [32]

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    su propia presencia ni a la del mundo singular que su presencia revelaa su alrededor; su esfuerzo mismo por separarse de la tierra no hacesino profundizar su lugar. El spinozismo define a Spinoza, y el hegelia-nismo a Hegel. Flaubert cree unirse a lo universal cuando escribe ensustancia Por qu interesarme en el proletariado actual ms que enlos esclavos antiguos?; pero no se evade por eso de su poca ni de suclase; se constituye, por el contrario, en un burgus del siglo [38]diecinueve a quien su fortuna, sus ocios, su vanidad, enmascaran lasolidaridad con su tiempo.

    El hombre no puede reducir indefinidamente su ser ni dilatarlohasta el infinito; no puede encontrar reposo, y no obstante, qu es esemovimiento que no lo conduce a ninguna parte? Se encuentra en elorden de la accin la misma antinomia que en el orden de la especula-cin: toda detencin es imposible puesto que la trascendencia es unaperpetua superacin; pero un proyecto indefinido es absurdo puestoque no conduce a nada. El hombre suea con un ideal simtrico al diosincondicionado que se llama el pensamiento especulativo, reclama unfin incondicionado de sus actos, de modo que no pueda ser superado,un trmino, a la vez infinito y acabado, en el cual su trascendencia serecupere sin limitarse. No puede identificarse con el infinito. Pero,desde el seno de su situacin singular, no puede destinarse a l?

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    sus huellas. Si desea dar un sentido a sus conductas, no es a ese Diosimpersonal, indiferente y acabado a quien debera dirigirse; su divisasera la que propone el frontn de la abada de Theleme: Haz lo quequieras. Si Dios quiere todo lo que es; el hombre puede obrar decualquier manera. Cuando se est en las manos de Dios no hay quepreocuparse por lo que se cace, no hay remordimientos por lo que seha hecho, deca en el siglo doce la secta hertica de los amalricianos. Ydisipaban sus vidas en alegres orgas.

    La Iglesia hizo quemar con gran aparato a los amalricianos. Existe,no obstante, un naturalismo catlico que extiende sobre la tierra labendicin de Dios. Encontramos el eco, por ejemplo en Claudel: todoviene de Dios, todo por lo tanto es bueno. El hombre no hace sinodesviar-[41]se de la tierra y aun tiene mucha pena al corromper en lese destino primero, pues es criatura de Dios. Es difcil hacer el mal,puesto que el bien es. Pero un cristiano ortodoxo evita ir hasta el fondode tal pensamiento. Ah!, querida seora, dice sentndose a la mesael cura mundano y glotn, Dios no hubiera inventado todas estascosas ricas si no quisiera que las comiramos. Pero olvida cuidadosa-mente que Dios tambin ha inventado a la mujer. Haba una ancianaque rehusaba escandalizada poner manteca en su huevo pasado poragua. Lo como, del modo en que el Buen Dios lo ha hecho, deca, y tenda la mano hacia el salero.

    Es con su obra ntegra que rogamos a Dios. Nada de lo que hacees vano, nada hay que sea extrao a nuestra salvacin!, escribeClaudel. Si la obra de Dios es enteramente buena, enteramente til para

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    concebible una relacin entre Dios y el hombre, en tanto que Dios noes todo lo que tiene que ser, el hombre puede crearlo; encuentra sulugar en el mun-[43]do, est en situacin con relacin a Dios: he aquque Dios aparece entonces en situacin con respecto al hombre. Eso eslo que expresa el mstico alemn Angelus Silenius cuando escribe:Dios tiene necesidad de m como yo tengo necesidad de l. El cristia-no se encuentra entonces frente a un Dios personal y viviente paraquien puede obrar. Pero en ese caso, Dios no es ya lo absoluto, louniversal; es ese falso infinito del que habla Hegel que deja subsistir lofinito frente a s como separado de l. Dios es para el hombre como unprjimo.

    Ese Dios definido, singular, podra satisfacer las aspiraciones de latrascendencia humana; sera, en efecto, un ser concreto, acabado y encerrado sobre s, puesto que existira, y al mismo tiempo, indefini-damente abierto, puesto que su existencia sera una trascendencia sinfin; no podra ser superada, puesto que sera l mismo una perpetuasuperacin. El hombre no podra sino acompaar su trascendencia sintrascenderlo jams. Cuando se haya cumplido la voluntad de Dios, unanueva voluntad me atrapar; no habr jams ningn despus?.

    Solamente la voluntad de ese Dios no est ya inscrita en las cosas,puesto que no es ya voluntad de lo que es, sino de lo que tiene que ser.No es ya voluntad del todo, y hace falta que el hombre descubra lafigura singular. Querer la [44] voluntad de Dios: esa decisin comple-tamente formal no basta para dictar al hombre ningn acto. QuiereDios que se masacre a los infieles, que se queme a los herticos, o que

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    Es necesario pues volverse hacia los hombres. No podremos en-contrar en la propia humanidad ese fin absoluto que, en primertrmino, buscamos en el cielo? Sin duda, si la miramos cerrada sobres, como debiendo alcanzar un da un estado de equilibrio perfecto odestruirse en la muerte, podremos trascenderla hacia la nada y pregun-tarnos con angustia: y despus? Si nos imaginamos con Laforgue alglobo terrestre rodando helado por el ter silencioso, a qu preocu-parnos por esa fauna pasajera que lo habita? Pero sas son visiones depoeta, de sabio o de sacerdote. Nada nos permite afirmar que lahumanidad se extinguir alguna vez. Sabemos que cada hombre esmortal, pero no que la humanidad deba morir. Y si no muere, no sedetendr jams en ningn rellano, no dejar de ser una perpetuasuperacin de s misma. No obstante, si consideramos slo el carcterindefinido de esa carrera donde una generacin sucede a la otra para[48] desaparecer a su turno, nos parecer bien vano tomar parte.Nuestra trascendencia se disipara en la fuga inalcanzable del tiempo.

    Pero la humanidad no es slo esa dispersin sin fin: est hecha dehombres de carne y hueso; es una historia singular, una figura defini-da. Para que podamos trascender hacia ella con seguridad, es necesarioque se presente ante nosotros bajo esos dos aspectos a la vez: comoabierta y como cerrada. Es necesario que est separada de su ser a finde que tenga que realizarlo a travs de nosotros y que, no obstante, sea.

    Es de ese modo que se aparece ante aquellos que nos proponen el culto32

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    extraas; no es jams para otro una violencia ciega, sino un dato asuperar y es el otro quien lo supera, y no yo. A partir de ese acto fijo,otro se lanza hacia un porvenir que no le he trazado. Mi accin no espara otro sino lo que l mismo la hace ser: cmo puedo, pues, saber deantemano lo que hago?; y si no lo s, cmo puedo proponerme obrarpor la humanidad? Construyo una casa para los hombres del maana;ellos la albergarn, tal vez, pero puede tambin molestarles para susconstrucciones futuras. Tal vez la sufri-[55]rn, tal vez la demolern,tal vez la habitarn y se desplomar sobre ellos. Si pongo un hijo en elmundo, ser tal vez maana un malhechor, un tirano; es l quiendecidir; y cada uno de los hijos de esos hijos decidir por s. Es puespara la humanidad que engendro? Cuntas ve ices el hombre haexclamado contemplando el resultado inesperado de su accin: Yo noquera eso! Nobel crea trabajar para la ciencia: trabajaba para la

    guerra. Epicuro no haba previsto lo que se llamara ms tarde elepicuresmo, ni Nietzsche el nietzschianismo ni Cristo la Inquisicin.Todo lo que sale de las manos del hombre es inmediatamente empuja-do por el flujo y reflujo de la historia, modelado nuevamente a cadainstante y suscita alrededor de s mil remolinos imprevistos.

    Hay, no obstante, fines sobre los cuales concuerdan las libertadeshumanas. Si me propongo esclarecer a la humanidad, acrecentar supoder sobre la naturaleza, mejorar su higiene, no es seguro el destinode mi accin? El sabio est contento si aporta al edificio de la cienciauna pequea piedra; ella permanecer eternamente en su lugar necesa-rio, y la eternidad agrandar hasta el infinito sus dimensiones.

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    concreto es singular y es a travs de las individualidades singulares queencuentra su figura: no sera lo que es si cada uno de sus momentos nohubiera sido lo que fue. Admitamos pues que la presencia de cadahombre se inscribe para la eternidad en el mundo: consolaremos a unvencido mostrndole que sin su resistencia el triunfo del vencedorhubiera sido menos resplandeciente? Bastara eso para que esa victoriafuera suya? En verdad, es su derrota lo que le pertenece. Hemos vistoque el hombre est presente en el mundo de dos maneras: es un objeto,un dato al que superan trascendencias extraas; y l mismo es unatrascendencia extraa que se lanza hacia el porvenir. Lo que es suyo, eslo que [59] crea por su libre proyecto, y no lo que es creado a partir del por otro. Pero lo que se conserva de un hombre en la dialcticahegeliana, es precisamente su facticidad. La verdad de una eleccin esla subjetividad viviente que la hace eleccin de ese fin, y no el hecho

    rgido de haber elegido: y es slo ese aspecto muerto el que retieneHegel. En tanto que cae en el mundo como una cosa pasada y superada,el hombre no puede recuperarse, est por el contrario, alienado. No sepuede salvar a un hombre mostrndole que se conserva esa dimensinde su ser por la cual es extrao a s mismo y objeto para otro. Sin dudael hombre est presente a ttulo de dato en el universo entero: a cada

    instante, tengo todo el pasado de la humanidad detrs de m, frente am todo su porvenir. Estoy situado en un punto de la tierra, del sistemasolar, entre las nebulosas. Cada uno de los objetos que manejo meremite a todos los objetos que constituyen el mundo y mi existencia ala de todos los hombres; pero esto no basta para que el universo seamo. Lo que es mo, es lo que he creado, es el cumplimiento de mi

    propio proyecto.41

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    El hombre busca recuperar su ser, pero puede siempre trascender denuevo ese objeto en el cual su trascendencia est comprometida.Aunque indestructible, el objeto no aparecer sino como contingente,finito, un simple dato que hay an que superar. El objeto se basta entanto que me basta; pero la reflexin es una de las formas que adoptaespontneamente la trascendencia, y a los ojos de la reflexin, el objetoest ah, sin razn. Un hombre solo en el mundo estara paralizado porla visin manifiesta de la vanidad de todos sus fines; no podra sinduda, soportar vivir.

    Pero el hombre no est solo en el mundo.

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    peso. Sin duda, la vida de otro hubiera sido totalmente distinta si yo nome hubiera cruzado en su camino, pronunciando esas palabras, si yono hubiera estado ah. Pero, es para [92] l que nuestras palabras y nuestros gestos han tenido un sentido, l ha decidido libremente. Todohubiera sido a su alrededor tan pleno si yo no hubiera existido.

    Hay que concluir, entonces, que nuestras conductas frente al otroson indiferentes?

    Muy lejos de esto. Nuestras conductas son para l, indiferentes,puesto que forman parte de esas cosas que los estoicos llaman sucefihmwn las cosas que no hemos querido nosotros mismos. Pero meconciernen, son mis conductas y yo soy responsable. Es una paradojade la que se encuentra la ilustracin ms sorprendente en la religincristiana: el cristianismo no es para otro sino un instrumento en lasmanos de Dios, y no obstante es deudor de Dios en todossus actos.Para qu pues cuidar los enfermos, aliviar las miserias, puesto que laenfermedad y la miseria son pruebas queridas por Dios y buenas paralas almas? Un padre cristiano cuya conducta tirnica haba provocadoo apresurado la muerte de su hija, deca para justificarse: Despus detodo yo no he sido sino un instrumento en manos de Dios. El cristianosabe que, a travs de l, es siempre Dios quien obra; aun si induce alprjimo a la tentacin, es que el prjimo deba ser tentado. Y, noobstante, Cristo ha dicho: Desdichado aquel que encandalizare. Elcristianis-[93]mo sincero y escrupuloso rechaza esa cobarde defensa:No soy sino un instrumento, pues si para otro, l no es sino pretexto,ocasin de salvacin o de prdida, frente a Dios es libre. La muerte no

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    nuestra propia presencia en el mundo; as no se llega sino a frmulasabstractas. El respeto de la persona humana, en general, no puedebastar para guiarnos, pues nos encontramos con individuos separados,opuestos, la persona humana est ntegra en la vctima y en el verdugo;hay que dejar morir a la vctima o matar al verdugo?

    Ya lo hemos visto, si me borro del mundo, si tengo la pretensincontradictoria de juzgar las situaciones humanas sin adoptar sobreellas ningn punto de vista humano, se me aparecen como incompara-bles entre s, y yo no puedo querer nada. Una actitud de contemplacinno permite jams ninguna preferencia; muestra lo que es con indife-rencia. No hay preferencia sino cuando el sujeto trasciende al objeto: seprefiere [97] para un fin, desde un punto de vista definido. Se prefiereun fruto a otro para comerlo o para pintarlo, pero si no se tiene nadaque hacer, la palabra preferencia pierde todo sentido: Prefiere el maro la montaa? Hay que entender: Prefiere vivir en el mar o en lamontaa? Si no nos preocupamos por coser ni por andar en bicicleta,no podemos elegir entre una bicicleta y una mquina de coser. Es entanto que lo trasciendo por mi propio proyecto, que un momentopasado puede aparecer como mejor o peor: si deseo la expansin de lacultura, prefiero el Renacimiento a la Edad Media, considerndolocomo un camino haciami fin. Pero no puedo hablar de progreso sinoen relacin con un fin que me he fijado. Si me transportan fuera detodas las situaciones, todo dato me parece igualmente indiferente.Entre los diferentes momentos de la historia, me resulta entoncesimposible elegir. Se me aparecen como datos idnticos en tanto ellos

    representan todos el impulso fijo de una trascendencia, y radicalmente70

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    afirmar con tranquilidad que nos separamos de l, que lo trascende-mos y que no es sino un objeto delante nuestro.

    Sera cmodo poder usar del desprecio como un arma: nos esfor-zamos frecuentemente. Un nio, un hombre joven estimado en sucontorno elige no afrontar un juicio extrao: se encierra [112] en suesfera y para no correr ningn riesgo desarma, de antemano, la opi-nin del resto del mundo. Va por la vida con paso seguro: que lacondena se condene. Pero, de ese modo, niega su libertad; ser libre eslanzarse en el mundo sin clculo, sin apuestas, es definir uno mismotoda apuesta, toda medida; en tanto que ese hombre demasiadoprudente debe cuidarse de no crear otro proyecto que aquel quevalorizan las gentes que lo valorizan: esa vanidad tmida es lo contrariode un verdadero orgullo. Ocurre tambin que un hombre que noencuentra a su alrededor sino fracaso y desdn, se defiende por nega-ciones, quera ser un atleta, fracasa, se pone a despreciar a los deportis-tas y al deporte, no estima ya sino a los banqueros o a los militares.Pero renunciando as a su proyecto, se traiciona. Y, por otra parte, nose puede hacer nacer en s el desprecio o la estima. Es por un mismoproyecto que definiendo los objetos que creo, me defino yo mismo, y defino al pblico a quien dirijo mi llamado. Amar a los libros, admirara los escritores, querer escribir, era para m en mi infancia un solo y mismo proyecto. Estando planteada la eleccin global, no podemoscontradecirla parcialmente, sino por enceguecimiento y mala fe, y lamala fe entraa la duda y el malestar. Es por eso que muchos vanidososse sienten tan mal en su piel. Un tonto encuentra siempre otro ms

    [113] tonto que lo admire; pero no puede disimularse a voluntad que82

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    mundo donde el proyecto ha hecho aparecer puntos de vista y fines;suponen ese proyecto y no [129] podran aplicarse a l. El hombre noconoce nada fuera de s mismo y no puede aun soar sino lo humano:a quin pues compararlo? Qu hombre puede juzgar al hombre? Ennombre de quin hablara?