Lo que Babel no se llevó Nº7 - Muerte

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N 7: MUERTE Gratis con El Argentino de Gualeguaychú. SUPLEMENTO BIMESTRAL - DOMINGO 5 DE MAYO DE 2013

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Edición Nº7 - Muerte 5 Mayo 2013 Suplemento Bimestral Gratis con El Argentino de Gualeguaychú

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Dirección editorial:

Mercedes KrauseSociología

Producción editorial:

Sofía PetronioDiseño de imagen y sonido

Comité Editorial:

Ángeles BarciaComunicación periodística

Juan Martín KrauseDiseño gráfico

Lucía MirandaIlustración

Matías AyerzaPeriodismo

Colaboran en este número:

Alejandro TuranoChica LunarMaría José BurgosSergio Díaz

EQUIPO

Impresiones #1x Lucía Miranda

. 3

Cuadro de Situaciónx Matías Ayerza

. 13

Mil Globos de Coloresx Chica Lunar

. 14

Popurrí! . 15

Impresiones #2x Sergio Díaz

. 11

#pitbullx Alejandro Turano

. 12

Aquellas Últimas Palabrasx Sofía Petronio

. 7

Esa Pintoresca Calaverax María José Burgos

. 10

De Cronopios y de Famasx Mercedes Krause

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Ilustres Suicidasx Matías Ayerza

. 8

E N T R E V I S T A A L S A C E R D O T E M A U R I C I O L A N D R A

¿Muerte = Vida?x Ángeles Barcia

. 6

C O N T E N I D O

Una dama malvada que nos acecha en cada esqui-na esperando cortarnos la cabeza y llevarnos en un barquito hacia otro mundo. Un destino ine-

vitable que aprendemos a ignorar a medida que se acer-ca. El final de un libro que hay que escribir con unas úl-timas palabras que permitan descansar en paz. Un golpe que nos alcanza súbitamente y nos deja sin aliento. Una noticia que imparte un señor de guardapolvo blanco. La salvación y un pasaje hacia la vida eterna. La muerte es todo eso y mucho más.

La conciencia de que vamos a morir nos provoca una ansiedad fundamental, nos alienta a seguir adelante, a querer controlar nuestras vidas, a interactuar con los que nos rodean y dejar nuestro legado. ¿Por qué esperar a ser un enfermo terminal para comprarse una moto y salir a la ruta como lo hacen Morgan Freeman y Jack Nicholson en Ahora o nunca (2007)? Si sentirse vivo es parar en una confitería a comer una torta que nos tentó desde la vidriera, la muerte es esa pulsión que señala un deseo, que nos da placer y nos hace la vida más disfrutable. El asunto es encontrar el equilibrio.

NUESTRO THÁNATOS DE CADA DÍA

Editorial

Representación moderna de Thánatos por el artista mexicano Mauricio García Vega

Ilustración de tapax Juan Martín Krause

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5 M A Y O 2 0 1 3 | 3 I M P R E S I O N E S # 1x Lucía Miranda

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DE CRONOPIOS Y DE FAMASx Mercedes Krause

La relación médico-paciente se vuelve un poco áspera ante el final de una vida.

Ilustración x Lucía Miranda

Carlos da sus datos a la recepcionista, muestra su carnet y, sin dar demasiada charla, se acomoda en la sala de espera. Pacientemente, hace como que

hojea una revista viejísima que no le interesa en lo más mí-nimo. Cuando pronuncian su apellido, se levanta y camina con aparente calma hacia el consultorio del Dr. Ortiz Saubi-det (“siempre me recomiendan médicos con doble apelli-do”, piensa mientras va entrando). Finalmente adentro, el famoso cirujano no lo palpa ni lo mira, no le pregunta más

que la edad y qué síntomas tiene. Siempre con la mirada hacia abajo, va anotando todo en una ficha. Cuando termi-na, le pide los estudios previos. Se levanta y ahora mira las imágenes en la pared. Se vuelve a sentar para dictaminar-le, ahora sí mirándolo fijo: “bueno, esto hay que operarlo cuanto antes”. Carlos tiene muchas dudas acerca de la ope-ración, también mucho miedo, pero no hay tiempo para todo eso. En cuanto se da cuenta ya está fuera del consul-torio, volviendo a casa y sin saber qué decirle a su familia.

La escena es harto conocida. ¿Cuál es el conflicto? La me-dicina, que nació hace más de 5000 años como un arte que hacía lo suyo junto a disciplinas como la poesía y la pintu-ra, se ha convertido en una ciencia que ha perdido su hu-manismo. Los alcances de la intervención de la medicina moderna sobre el cuerpo han avanzado y terminado por ignorar los sentimientos de las personas involucradas. El paciente no es más que un cuerpo: una máquina que está fallando y hay que arreglar. La tecnología ha avanzado tan-

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to que los diagnósticos se realizan a través de imágenes, y las manos del médico antes preparadas para palpar y sentir las partes del cuerpo dañadas quedan inútiles ante el poder de una ecografía 4D. Si el médico no se involucra, menos el paciente. Éste sólo recibe el dictamen. No está autorizado más que a escuchar palabras que no entiende. Todo pasa muy rápido, la agenda de turnos aprieta las consultas en sólo 15 minutos. Carlos llega a su casa, mucho más marea-do que antes, lleno de angustia por no poder elegir.

rol y se lo llame “matasanos”. Bajo el nuevo paradigma, en cambio, la muerte no es solamente algo a evitar. Su tratamiento es mucho más complejo: requiere una dis-cusión con la familia, el consentimiento y elección del paciente, el respeto de su orden de prioridades y pre-ferencias, la evaluación de tratamientos paliativos y el brindar información sobre las diferentes posibilidades terapéuticas (con sus ventajas y desventajas). Obvia-mente, este nuevo paradigma requiere de habilidades diferentes por parte de los médicos.

los estudiantes se sienten confundidos: “si estoy atendien-do en una sala de guardia común, ¿correr la cortina sirve de algo? ¿otorga mayor privacidad al encuentro médico-paciente?”; “supongo que quiere una respuesta concreta a sus preguntas, pero yo sigo diciendo que soy estudiante y que espere al médico a cargo porque no sé manejar la información: ¿cómo ser honesto y a la vez sensible?”.

Los que se dedican a la medicina hoy por hoy tienen una expectativa de vida 5 años menor que cualquier otra persona, se divorcian nueve veces más que el resto de la población y tienen una tasa de suicidios mucho mayor también. Evidentemente el alejamiento de lo humano no recae sólo sobre el paciente. Al final de un día agitado, ¿dónde quedan la culpa e impotencia que los médicos pueden llegar a sentir?

“Hemos ido creando entre todos una nueva clase de enfermos. Hoy son una multitud recostada sobre camas inteligentes. Son la trágica derrota de nuestros éxitos instrumentales.”

Sin embargo, esta escena ha quedado antigua. La medi-cina actual plantea nuevos desafíos éticos y profesionales a los médicos. El paternalismo y la seguridad ya no son tan aceptados como antes. Muchos pacientes recurren a medicinas alternativas y complementarias ante la falta de contención del consultorio alopático. Un médico ayur-védico (medicina proveniente de la India) le cobra más pero le reserva dos horas de consulta, durante la cual po-der explayarse acerca de todo tipo de hábitos cotidianos, relaciones sociales y dinámicas del contexto laboral que podrían estar afectando su estado de salud. Un maestro de reiki (medicina proveniente de Japón) le impondrá sus manos y lo reconocerá así como un sujeto (no objeto) su-friente a quien puede ayudar a sanar.

Y la búsqueda de nuevos caminos terapéuticos no vie-ne sólo de parte de los pacientes. Médicos como Daniel Flichtentrei, cardiólogo argentino, definen a la medici-na como una profesión en crisis. Él pone de relieve los conflictos entre un viejo y nuevo paradigma de valores profesionales que se evidencian, sobre todo, ante una in-minente muerte: “Sin que nos hayamos dado cuenta. Y sin que casi nadie lo mencione. Hemos ido creando entre todos una nueva clase de enfermos. Son nuestros hijos. Somos sus padres irresponsables. Los hemos parido a la fuerza de tecnología y encarnizamiento terapéutico. So-brevivientes maltrechos de nuestras intervenciones. Hoy son una multitud recostada sobre camas inteligentes. En-cerrados dentro de sus cuerpos vacíos. Malviven un tiem-po muerto que no encuentra un final. En instituciones, en sus casas, en unidades de cuidados paliativos. Son la trá-gica derrota de nuestros éxitos instrumentales”.

Con un tono trágico y a la vez poético, el Dr. Flichtentrei denuncia cómo los avances tecnológicos han habilitado a los médicos la posibilidad de insistir sobre el cuerpo en-fermo, forzarlo a que sobreviva. Se trata de una crisis ética de la profesión, ya que deposita gran responsabilidad sobre los médicos (¿hasta dónde seguir?). Los familiares, además, mantienen sus esperanzas y ejercen presión. El cariño que le tienen a la persona que está allí postrada hará de fuerza para mantenerlo acá, entre los vivos, y bajo cualquier cir-cunstancia (aunque sea en una cama inteligente).

El final de la vida es, bajo el viejo paradigma, un rotun-do fracaso del médico como profesional. Como encar-gado de salvar vidas, la muerte es un desafío a su carre-ra, lo que pude provocar que se ponga en cuestión su

Muchos pacientes recurren a medicinas alternativas y comple-mentarias ante la falta de conten-ción del consultorio alopático.

+ P A R A S E G U I R L E Y E N D O

En A la escucha del cuerpo. Puentes entre la salud y las palabras (Del Zorzal, $75,00.-),la lingüista y poeta Ivonne Bordelois, recorre el universo de sentido que se esconde por detrás

¿ Q U É H A C E R P A R A M E J O R A R E S T A R E L A C I Ó N ?

Si sos médico:

- Recomendale que venga acompañado a la consulta.- Hacé de ella un verdadero encuentro cara-a-cara.- Dejá que el paciente y su familia procesen la información antes de iniciar el

tratamiento. - Escuchá sus necesidades no-biológicas y respetalas.- Triangulá tu intervención con la consulta a un psicólogo. La palabra también sana.- Regalale una sonrisa o una palmadita en el hombro antes de que se vaya.

Si sos paciente:

- Pedí que repita sus explicaciones con otras palabras, a veces con escucharlo una vez no alcanzamos a entender.

- Ninguna pregunta es tonta, que no te de vergüenza hacerlas.- Hablá claro sobre tus miedos.- Pedí información sobre distintas posibilidades de cuidado, ¿cuál preferís vos?- No te vayas sin antes despejar todas tus dudas.- Visitá a un psicólogo si te sentís angustiado.

Se dice que los estudiantes de medicina aprenden sólo en el primer año de su carrera más de 5000 palabras nuevas. Con ellas forman una especie de coraza que los aleja más y más del sufrimiento ajeno. Para evitar esto, en el Reino Unido se ha llevado a cabo una refor-ma de los programas de estudio. En todas las faculta-des de Medicina se ha agregado la materia obligatoria “profesionalismo médico”. Desarrollada bajo el nuevo paradigma, durante el dictado de la materia se presen-tan distintas estrategias de comunicación que pueden ayudar a los médicos a cumplir con los estándares del nuevo profesionalismo: ofrecer un ambiente de confi-dencialidad e intimidad durante la consulta, buscar un equilibrio entre los intereses médicos y los deseos del paciente, esperar a que llegue la familia para dar malas noticias son algunas de las sugerencias.

Pero parece que la capacidad de manejar mayores nive-les de inseguridad e involucrarse emocionalmente con los pacientes y sus familiares no se cambia tan rápido como los currículos educativos. Las investigaciones sobre los resultados de este nuevo plan de estudios muestran que

de las palabras del mundo de la salud. ¿Por qué llamamos doctor a un médico que no tiene un doctorado? ¿Por qué una situación es embarazosa aún cuando no hay en ella una embarazada? ¿Por qué es tan difícil hablar de cáncer cuando enfermedades como la glucemia pueden tener un riesgo de muerte más alto?

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¿MUERTE = VIDA?x Ángeles Barcia

Sacerdote Mauricio Landra

La muerte es algo que nos atraviesa a todos, por eso es que algunos elegimos vivirla de otra forma, desde la fe cristiana, con la seguridad esperanzadora de que luego de esta vida hay algo más.

Babel: ¿Cómo definirías a la muerte desde la Iglesia?

Mauricio Landra: Nosotros lo tenemos que enca-rar desde una perspectiva cristiana, desde un concep-to cristiano de la muerte que no siempre es el mismo entre toda la gente, incluso entre los mismos cristia-nos. Una cosa es lo que dice nuestra fe y otra, lo que la gente responde a la pregunta.

Entonces, lo primero que decimos es: como personas le seguimos teniendo miedo a la muerte, nos preocupa que nuestros seres queridos se mueran, pero como cristianos eso va madurando. A medida que uno va encontrando en Jesús muchas respuestas, uno empieza a decir “aunque tenga miedo, pongo mi confianza en Jesús”.

Si somos cristianos tenemos que hablar mucho de Jesús. Él fue quien experimentó la muerte y resucitó. En Sema-na Santa eso no es un recuerdo, es una realidad, lo vivi-mos con Él. Entonces nuestra vida, gracias a Jesús, no se termina con la muerte. Desde esta fe cristiana sabemos, creemos y confiamos plenamente en que nuestros seres queridos difuntos están en paz y con Dios.

Babel: ¿Siempre se tuvo esta concepción?

ML: Esto es desde siempre. Los primeros cristianos en vez de tenerle miedo a la muerte, le tenían respeto por-que sabían que la muerte es un paso a una vida eterna. No era un deseo de no vivir o una falta de respeto a la vida. Al contrario: porque creemos en la vida eter-na cuidamos mucho la vida de todos los días, desde la concepción de una criatura, hasta los últimos segundos de vida. Porque creemos en la vida eterna no es que descuidamos esta vida, tenemos que ser muy buenos y generosos y responsables en esta vida. Si no, es como que miramos para el cielo y nunca vemos a los que es-tán al lado nuestro. La muerte no es una vida eterna donde estoy solo con Dios sino que es donde están to-dos mis seres queridos.

Babel: Entonces, ¿dirías que la Iglesia tiene una visión esperanzadora de la muerte?

ML: Sí, y por eso no le tenemos miedo a la muerte. Res-peto es una cosa, si fuese miedo sería falta de fe. Los cris-tianos sabemos que después de la muerte hay algo bue-no. Sin fe tratamos sólo de explicarlo, con fe tratamos de vivirlo todos los días. Si perdemos mucho tiempo expli-cando todo podemos llegar a perder el tiempo de amar, servir, brindarnos a los demás como nos pide Jesús.

Por ahí, como hoy en día tenemos una sobrevaloración de lo estético y lo físico, a veces pensamos que somos mejores porque somos más lindos, o que somos mejores porque so-mos más flacos o porque tenemos más. ¿Pero cuando no tengas nada, no seas flaco ni seas lindo qué te queda? Por eso debemos recuperar el sentido verdadero de la vida.

Babel: ¿En algún momento ese “descarrilado” vuelve?

ML: Yo tengo la experiencia como sacerdote de gente que nunca quiso rezar, que se enojó con Dios, pero que en los últimos minutos de su vida pidió hablar con un cura para recibir el perdón de Dios. Es que para Dios no hay último momento, un minuto, un año, porque Él es eterno. Él siempre espera.

Si Jesús nos regaló la vida es para que estemos más felices hoy. El que no lo acepta, no lo agarra, se lo pierde. Por eso nosotros ponemos nuestra confianza en Jesús y no en las cosas o en otras personas. Porque confiamos en Jesús debemos confiar en los demás. Nadie dio la vida por no-sotros, hay algunos que dan la vida por sus seres queridos, pero Él la dio por todos. Entonces hay que agradecerle con la vida, todos los días.

E N T R E V I S T A A L S A C E R D O T E M A U R I C I O L A N D R A

¿Pero cuando no tengas nada, no seas flaco ni seas lindo qué te queda? Por eso debemos recuperar el sentido verdadero de la vida.

A veces, aferrándonos tanto a la vida, la mantenemos sólo artificialmente.

Babel: ¿Cómo es el pasaje? ¿La Unción de los enfermos te abre las puertas del cielo?

ML: La Unción de los enfermos es un sacramento que se da en la agonía de la persona y que la prepara para la muerte en paz y para que sea recibido por Dios. Nosotros en la Igle-sia, cuando una persona esta moribunda y está consciente, le indicamos reconciliarse (la confesión), comulgar (recibir a Jesús en la eucaristía) y la unción de los enfermos que le da fortaleza y paz. A estos tres sacramentos -la penitencia, la comunión y la unción- en la Iglesia los llamamos “el viá-tico”, sería como lo que precisás para el viaje.

Babel: ¿Existe algún conflicto con la medicina en este viaje?

ML: En los últimos tiempos, frente a una enfermedad, una gravedad o un peligro inminente de muerte, la medici-na siempre va a defender que se cuide mucho la vida de la persona. Pero también la Iglesia va viendo con su amor de madre que tenemos que evitar lo que en medicina se llama el encarnizamiento terapéutico. A veces, aferrándonos tanto a la vida, sólo artificialmente mantenemos las vidas. Si no fuera por la parte artificial, la persona no estaría viviendo. A veces lo que recomienda la Iglesia es no hacer experimentos con las personas porque pierden su dignidad al estar llenas de cables, llenas de tubos. Es una decisión difícil pero a veces hay que dejar que el desarrollo de la vida siga su paso normal.

La medicina tiene que estar al servicio de la persona y no esclavizar a la persona. Eso es lo que muchas veces se pide cuando se le pregunta a la Iglesia. Tiene que ver con que la persona tenga dignidad aun muriendo. No va a ser menos digna porque murió, porque nuestra vida es digna gracias a Jesús y es eterna gracias a Jesús.

Babel: ¿Existe el Cielo como tal?

ML: La misma Iglesia va enseñando que el Cielo y el In-fierno no son lugares, son condiciones. El Cielo no es un lugar físico, geográfico o de espacio-tiempo, es una situa-ción. El Cielo sería vida eterna y eso incluye felicidad eter-na, alegría eterna. Lo contrario sería una angustia eterna, infelicidad eterna, como una condena.

En la Iglesia, en una época se pensaba que uno hacia mé-ritos. En realidad es un error, los mismos cristianos tene-mos que reconocer que Dios nos quiere aunque a veces no hagamos el mérito suficiente. Pero que el Cielo sea gra-tuito, que Dios nos quiera a todos por igual, no me exime del esfuerzo por ser mejor persona. Si uno dice “Dios me quiere igual” y no quiere cambiar en actitudes, en errores, no reconoce que tiene cosas para ofrecer. Dios te quiere igual, pero si vos te estás cerrando al amor de Dios por lo tanto te estás cerrando a su salvación.

El único que no iría al Cielo es aquel que se cierra al amor de Dios, aquel que dice “yo a Dios no lo preciso”. Eso es interesante, porque Dios es eterno y todo lo puede, pero eso no lo puede porque le dio la libertad al hombre para que él haga lo que tenga ganas. Ahí está el amor de padre, de padre bueno que siempre espera. Tenemos hasta el úl-timo segundo de vida para volver.

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x Sofía Petronio

Corría el verano de 2006. Caro se fue con unas ami-gas de mochilera al Norte. Pasaron lindos días re-corriendo Cachi, San Isidro, La Quebrada y tantos

otros lugares. Luego de un mes, cuando ya no quedaban billetes grandes, Caro se separó del resto y tomó un colec-tivo desde Purmamarca hacia Tucumán. Todavía le faltaba hacer algo antes de emprender la vuelta a Gualeguaychú…

Ellos vivían desde hace casi cuarenta años en San Miguel de Tucumán. Emilio era hermano de la abuela de Caro, se mudó después de casarse con Carmen, una joven salteña. Caro sólo tenía el recuerdo de una visita cuando ella te-nía seis años. Se acordaba que Emilio tenía ojos celestes cristalinos iguales a los de la abuela, que siempre colgaba de su cuello una cámara de fotos muy vistosa y que en esa visita no paró de sonreír. Caro nunca supo más nada de ellos, pasaron los años y cuando surgió la idea de viajar al Norte, volvió a escuchar sus nombres.–Caro, podés aprovechar y visitar a Emilio y su familia –le sugirió su mamá, sutilmente.–Le comenté a la abuela de tu viaje y a ella le gustaría contac-tarse con Emilio nuevamente. ¿Me haces ese favor? –agregó.

La abuela y Emilio no se hablaban desde hacía once años. Habían discutido por algo, dejaron de comunicarse, y la distancia hizo lo suyo para alejarlos aún más.La mamá de Caro sólo tenía una dirección, no sabía si seguían viviendo ahí. No sabían nada de ellos. Pero Caro aceptó con tal de que su mamá no le hiciera nin-gún reproche.Ya en Tucumán, caminó hasta el lugar. Fue con el mismo ánimo de viaje que traía, nunca se imaginó lo que se iba a encontrar. Tocó el timbre y nadie contestó. Se quedó unos segundos sin saber qué hacer, sin conocer el barrio, ni la cuidad (estaba sola con su mochila). Pensaba en el garrón que significaría esperar el colectivo durante cinco horas en la terminal si no los encontraba.

Mientras puteaba por lo bajo, salió una vecina y Caro aprovechó para hablarle:

–Estoy buscando a mis tíos abuelos, Emilio y Carmen, ¿Siguen viviendo acá?La señora la miró, cambió el gesto de su cara y le dijo: –Querida, ellos están en el hospital, Emilio se encuentra muy mal.

El cuerpo de Caro se paralizó, agradeció formalmente y caminó solitaria hacia la esquina. Decidió llamar a su mamá y contarle la situación.–¿Qué hago, mamá? Yo me voy…La mamá trató de tranquilizarla y convencerla de que vaya a verlo igual.–La abuela necesita que lo veas y le des un mensaje.

Caro sintió que era importante. Tenía que decirle algo a Emi-lio de parte de su hermana. Hace años que no se hablaban. Caro con su edad y su inocencia no sabía ni lo que había pa-sado entre sus abuelos. Respiró profundo, agarró su mochila y caminó por esa cuidad desconocida hacia el hospital.Cuando llegó, preguntó por la habitación de él, caminó, toco la puerta y una mujer con un rostro familiar la atendió. Se miraron por unos segundos, hasta que la señora dijo:–¡La hija de Mirta!Emocionada, Carmen, su tía abuela, la reconoció después de tantos años, como si la hubiese visto ayer. Caro soltó la mochila y se entregó en un abrazo muy fuerte y duradero. –Emilio, Emilio, mirá quién está aquí.

Faltaban sólo 40 minutos para que su colectivo partiera hacia Buenos Aires. Caro intercambió teléfonos con su tía. Saludó a Emilio por última vez, que en ese momento estaba dormido, tomó la mochila con su piel curtida del Norte y fue para la terminal en compañía de Carmen.Carmen la saludaba desde abajo, con una alegría inmen-sa y muy agradecida por lo que había pasado. Caro salu-daba desde la ventanilla. Se sentía extraña, como con el pecho inflado y lleno de amor por esas personas que no había visto en tantos años. Una vez que el colectivo arrancó, la llamo a su abuela.–Abuela, lo hice, le di tu mensaje. Me dijo que él también lamenta todos estos años y que te quiere mucho. –Bueno, bueno, gracias chiquita.

Con la voz quebrantada y nerviosa, la abuela le cortó el teléfono sin poder decir más.Caro estuvo miles de horas en el colectivo, pensando todo lo que había vivido ese mes. Lloraba de a ratos. Pensó en ellos dos, tantos años peleados. Pensó en el rol que le había tocado vivir, en ese mensaje. Sin darse cuenta había llegado en el momento justo, para dar un mensaje tan importante. ¿Y si no iba ese verano al Norte? ¿Y si su mamá no insistía en que vaya a verlo al hospital? ¿Y si su tía no la reconocía?Caro llegó a Gualeguaychú y su mamá la buscó a la terminal: –Me llamó la tía Carmen: Emilio murió.Caro entonces entendió lo importante que había sido esa visita fugaz y extraña hasta parecer un sueño. Fue como si Emilio hubiese estado esperando que llegara un angelito con el mensaje de su hermana para poder descansar.

Siempre pienso en qué le diría a alguien que amo si tengo sólo unos minutos para despedirme. Cuán importante es la familia en esos momentos tan difíciles. Uno reflexio-na acerca de su vida, de sus padres, de sus hermanos, de sus amigos. Cuando ya sentimos que no tenemos tiempo, o que alguien que amamos ya no lo tiene, empezamos a valorar las cosas, pensamos en aquello que no hicimos, nos arrepentimos de lo que hicimos mal. Las peleas y dis-cusiones se hacen tan insignificantes. Y pensamos: “Ojalá tuviese más tiempo para arreglar todo”.Me doy cuenta de que lo que uno más anhela y necesita en ese momento es encontrase en paz, en armonía con todos los que ama, y el resto ya no importa.

A él le costó más entender la situación, no veía bien. Car-men trataba de explicarle. Le pidió a Caro que le pusiera go-titas en los ojos a Emilio para que pudiera verla mejor. Caro tenía más pulso que Carmen. Lo hizo, se acercó a Emilio y delicadamente le abrió los ojos, se encontró de nuevo con su recuerdo, esos ojos azules de cristal como los de su abuela.

Unas horas antes estaba de joda en joda, conociendo luga-res con las chicas, y de repente se encontraba en la situa-ción más fuerte que había vivido.La habitación que hasta ese momento era un silencio atroz, en unos minutos se llenó de vida. Fueron las hijas de Emilio y los nietos a ver a Caro. Estaban todos reuni-dos. Él de a ratos sonreía, pero también cerraba sus ojos y dormitaba. Luego de horas de charlas y anécdotas, se fueron todos y quedaron nuevamente Carmen, Emilio y Caro. Fue ahí que ella sintió que era el momento.–Tía Carmen,tengo que darle un mensaje de la abuela al tío. Ella, con lágrimas en los ojos le dijo:–Acércate, él te escucha.Caro, con nervios, se sentó al lado de la cama y le susurró a Emilio en el oído:–Tío Emilo, dice la abuela que te quiere mucho y que la-menta todos estos años.Emilio acostado la miró, estiró sus labios y de sus ojos sa-lió una lágrima y cayó por su mejilla. –Decile que yo también, prometémelo –dijo Emilio con la voz ronca y la poca fuerza que le quedaba.Caro asintió con la cabeza, lo tomó de la mano y le dio un beso en la frente.Supo que lo había logrado.

Pensó en el rol que le había tocado vivir, en ese mensaje. Sin darse cuen-ta había llegado en el momento justo, para dar un mensaje tan importante.

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Son recordados por haber nutrido a la literatura con sus obras maestras, pero también por haber instalado una incógnita difícil de resolver: ¿Por qué son tantos los escritores que eligieron el suicidio?

Ilustres suicidas

x Matías Ayerza

“Querido señor Toole: Pienso que, en varios sentidos, usted ha hecho un excelente trabajo: pulió la trama de la obra, dio sentido a eventos que antes no lo tenían, profundizando en algunos personajes, eliminó otros. El libro está mucho mejor, pero todavía no está bien del todo.” Con estas y muchas otras palabras –que acumulan una correspondencia jugosa en-tre ambos– un prestigioso editor de Nueva York le decía por segunda vez que no a la novela de John Kennedy Toole*.

Ernest Hemingway

*El periodista Santiago Gallego Franco publicó en la revista colombiana El Malpensante (N° 119) un extenso artículo con los detalles de la correspondencia entre Toole y el editor, que se puede leer en Internet (www.elmalpensante.com).

Virginia W

oolf

Horacio Quiroga

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Después de tanta frustración acumulada, el hombre de Nueva Orleáns optó por encerrarse en su auto con una manguera conectada a un tubo de gas, y morir intoxica-do. Nunca llegó a saber que, gracias a la insistencia de su madre, La Conjura de los Necios finalmente fue publicada, y que hoy es un clásico de la literatura norteamericana. Cabe preguntarse si Toole eligió morir, o si bien fue la im-posibilidad de publicar su obra lo que terminó matándo-lo. Lo cierto es que no fue el primer escritor que decidió quitarse la vida. Hay en la historia de la literatura tantos ejemplos como los necesarios para elaborar una hipótesis: ¿es ésta una rama del arte afín al suicidio?

El médico, antropólogo y padre de la criminología, el italiano Cesare Lombroso, publicó un ensayo llamado Genio y locura a finales del siglo XIX, en el que puso de manifiesto que el genio artístico es una forma de des-equilibrio mental. Sumado a esto, un estudio elaborado por investigadores del Journal of Psychiatric Research el año pasado determinó que particularmente los es-critores tienen un mayor riesgo de sufrir ansiedad, depresión o esquizofrenia. Y, en consecuencia, tienen el doble de probabilidades de cometer un suicidio. Sin embargo, el doctor Simon Kyaga, que participó en la investigación, abrió la puerta a la posibilidad de que es-tas manifestaciones puedan analizarse desde una pers-pectiva beneficiosa para el artista.

LA MUERTE EN LETRAS¿El suicida se convierte en escritor o el escritor en sui-cida? Un caso ejemplar es el de Ernest Hemingway, pre-mio Nobel en 1954 y uno de los más grandes referentes de la literatura occidental. El autor de Adiós a las armas se pegó un tiro semanas antes de cumplir 62 años, y al día de hoy se conservan las diversas especulaciones en torno a los motivos.

Se sabe que poseía un carácter depresivo y alcohó-lico. También es cierto que poco antes le había sido diagnosticada la enfermedad del Alzheimer y que esto podría haberlo afectado. Sin embargo, tuvo una vida

apasionada (amaba la pesca, la caza, los viajes) y poco se sabe de algún intento previo de quitarse la vida. Por esta razón hay quienes no descartan que su muerte haya sido obra de un accidente.

Lo contrario sucedió con la inglesa Virginia Woolf, una de las grandes novelistas del siglo XX. Durante su vida padeció de trastorno bipolar y siempre tuvo la muerte “a flor de piel”, según describió su marido Leonard Woolf en La muerte de Virginia. Cansada de sufrir, el 28 de marzo de 1941 llenó su abrigo con piedras pesadas y se tiró al río.

“Hay en la historia de la literatura tantos ejemplos como los necesarios para elaborar una hipótesis: ¿es ésta una rama del arte afín al suicidio?”

O T R O S G R A N D E S E S C R I T O R E S Q U E S E S U I C I D A R O N :

-Reinaldo Arenas-David Foster Wallace-Jerzy Kosinski-Jack London

La carta que le dejó a su marido comenzaba así: “Siento que voy a enloquecer de nuevo. Creo que no podemos pa-sar otra vez por una de esas épocas terribles. Y no puedo recuperarme esta vez. Comienzo a oír voces, y no puedo concentrarme. Así que hago lo que me parece lo mejor que puedo hacer”.

La forma en que murió Woolf nos recuerda a la poeta ar-gentina Alfonsina Storni, que tres años antes había optado por un camino similar: aquejada por un cáncer terminal, se tiró a las aguas de Mar del Plata y murió ahogada. Fue unas de las poetas más reconocidas de la Argentina y mantuvo una muy buena relación con Horacio Quiroga, de quien se dice que fue amante.

Casualmente, el excelso cuentista uruguayo también se había suicidado pocos meses antes para evitar el sufri-miento por un tumor. En el caso del autor de Cuentos de amor, de locura y de muerte, el medio fue un vaso de cia-nuro. Luego de su muerte, Alfonsina Storni le dedicó un poema de tintes suicidas: Morir como tú, Horacio, en tus

cabales/ Y así como en tus cuentos, no está mal; / Un rayo a tiempo y se acabó la feria... / Allá dirán. / Más pudre el miedo, Horacio, que la muerte / Que a las espaldas va. / Bebiste bien, que luego sonreías... / Allá dirán.

Después de Quiroga y antes de Storni, otro ilustre escritor argentino se quitó la vida. Es el caso de Leopoldo Lugo-nes, a quien Borges señaló como el hombre que represen-ta todo el proceso de la literatura argentina. Lugones optó por la misma vía que su amigo Quiroga: beber cianuro. Los motivos no fueron del todo claros, pero Borges se ani-mó a decir que fue por amor.

Todos estos casos son un testimonio de que existe una re-lación directa entre la escritura y la muerte. La literatura puede funcionar como vía de escape a sufrimientos y an-gustias, y quienes la practican son en su mayoría seres de una elevada sensibilidad, conectados profundamente con su psiquis. El suicidio es para ellos una vía alternativa a los tormentos cotidianos. Y a su vez, por qué no, una obra de su propia autoría.

-Sándor Márai-Guy de Maupassant-Cesare Pavese-Alejandra Pizarnik

-Sylvia Plath-Emilio Salgari-Dylan Thomas-Paco Urondo

John Kennedy Toole

Leopoldo Lugones

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ESA PINTORESCA CALAVERADos caras me interesa mostrar, de un mismo final. Caras que plasman festejos de tradición y momentos de dolor. Que muestran muchos colores o sólo sombras. Donde vemos por igual burla e ironía ante lo inevitable.

x María José Burgos

La Muerte ha tenido, tiene y tendrá muchas caras. Dibujadas y desdibujadas por cada época, cada so-ciedad, cultura o artista. De todos los artistas, voy a

resaltar dos coetáneos. El primero es José Guadalupe Posada (1852-1913), oriundo de la ciudad de Aguascalientes, Méxi-co. Se destaca como grabador y escritor en el ámbito popu-lar. De su autoría es la famosa representación “La Catrina” o “La Calavera Garbancera”, que realiza para acompañar los versos de una “calavera literaria” (composición tradicional mexicana para el Día de los Muertos) que empieza así:

Hay hermosas garbanceras, De corsé y alto tacón;Pero han de ser calaveras,Calaveras del montón.

Kahlo se fusionan con la tradición mexicana en los feste-jos hacia sus difuntos y la muerte. La Catrina se convier-te entonces en símbolo de esta conexión entre la vida y la muerte, los antepasados y las tradiciones que hay que mantener para ser parte de la identidad popular. La Catri-na es una señora coqueta, sonriente, colorida, que baila, canta y seduce divertida, al igual que todos los mexicanos en el Día de los Muertos.

“La Catrina” o “La Calavera Garbancera” (1913)x José Guadalupe Posada

En esta primera aparición, la Catrina no representaba ex-presamente a La Muerte. Era una burla a las personas que vendían garbanza, que teniendo ascendencia indígena pretendían ser franceses o ingleses, pues el sombrero de plumas y flores era bien europeo.

A través de las calaveras, Posada se burlaba de la alta so-ciedad, la corrupción política y las lacras de su tiempo. Como él bien decía: “la muerte es democrática ya que a fin de cuentas, güera, morena, rica o pobre, toda la gente acaba siendo calavera”.

La segunda aparición de La Catrina, ya como La señora Muerte, es en un mural que Diego Rivera pinta en honor a Posada. En “Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central” la imagen de La Catrina aparece pintada junto a los artistas. José Guadalupe Posada, Diego Rivera y Frida

“La muerte es democrática ya que a fin de cuentas, güera, morena, rica o pobre, toda la gente acaba siendo calavera”. J.G.P

“Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central” (1947)x Diego Rivera

Böcklin cree que la tarea de la pintura es provocar senti-mientos, nutrir a los espectadores de reflexiones como lo hace la poesía, y dejar en ellos la misma impresión que puede lograr una pieza musical. Y realmente lo logra. Si miramos de cerca, prestando atención al violín, símbolo de inspiración, vemos que sólo cuenta con una cuerda. ¿Será la última “cuerda” de su vida? ¿La Muerte es su musa inspiradora o sólo su compañera?

Algo distinta a esta representación, es la que hace el simbolista suizo Arnold Böcklin (1827-1901). Si bien estaba al otro lado del charco, lejos de Posada, ambos sufrieron los estragos del cólera. Böcklin y su familia tuvieron que huir dos veces de esta pla-ga. Tiempo después sufrió la muerte de cinco de los once hijos que había traído al mundo. Este artista y otros simbolistas, ven en La Muerte el símbolo per-fecto de lo que los rodea en plena Revolución Indus-trial. Ven desvanecerse valores esenciales y sufren en carne propia las precarias condiciones que conlleva la nueva vida urbana.

Todo esto lleva al artista a autorretratarse en pleno acto de creación con La Muerte a su lado, rondando en las som-bras del cuadro. Estremece ver cómo le susurra algo al oído, con una mueca burlona, y él casi no reacciona. Pare-ciera estar acostumbrado a su presencia. No hay preocu-pación, está concentrado en la pintura.

L A P I N T U R A C O M O M U S A I N S P I R A D O R A

Alma, viuda del compositor y director de orquesta Gustav Mahler (1860-1911), declaró alguna vez que su esposo se inspiró en la representación de La Muerte Violinista para el movimiento de su famosa Sinfonía N º 4 en Sol Mayor. Gustav interpreta la obra solista de violín en un mal ajuste, “por tener una sola cuerda”.

“Autorretrato” (1872)x Arnold Böcklin

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1 2 | B A B E L N º 7

pitbullx Alejandro Turano

El siguiente cuento está basado en hechos reales.

Era uno de esos días en que laburar 14 horas co-rridas me dejaba con las manos llenas de tinta al punto de no poder limpiarlas del todo. Estaba vol-

viendo a casa un tanto apurado porque mi vieja me estaba esperando en la puerta. Si hay algo bueno de mi vieja es que no usa celular, así ella puede sorprender a cualquiera con una visita de lemon pie, ñoquis o facturas de la San José.

Y así fue, llegué y estaba ahí en la reja, del lado de afuera. Unos metros más adentro, Santino le movía la cola des-de el portón del jardín. Al vernos nos saludamos con un beso y yo, como siempre, actué un tanto esquivo al toque-teo cargoso que tienen algunas madres. Entramos a casa y Santino nos hizo una fiesta impresionante, demasiada. Semejante energía fue suficiente para descocerme otro overol y manchar de barro toda la pollera de mi vieja.

Tomando unos mates me pidió si la podía llevar de la Susi a hacerse la permanente y repasar la tintura. Estaba molido pero no podía decirle que no una vez que decidía cuidarse un poco y arreglarse. Le pedí que mientras yo sacaba el auto le diera de comer a Santino. Ya se había ido corriendo al lavadero del fondo sabiendo que le iban a llenar el plato con el seco alimento balanceado. Puse el auto en marcha, abrí el portón del garage y me prendí un cigarrillo mientras caminaba sobre la huella de piedra hasta las rejas del jardín. Abrí el candado para soltar la

cadena. Saqué el auto a la vereda y me quedé esperando afuera, escuchando el silbido de las correas resecas de mi viejo VW Gacel 95 mientras el cigarrillo se me terminaba. El viento empujó una de las hojas del garage y contra el tope resonó la chapa, dejé caer la última pitada caliente sobre el asfalto y apagué el motor del auto. Mataba el tiem-po observando con mis oídos el interior de mi casa hasta que el efecto doppler de un delivery rajó el silencio en dos mitades. Siempre hay que esperar a mi vieja afuera, tarda dos horas en salir, revisa si las hornallas pierden gas, si las ventanas están bien cerradas, pero esta vez ya se había zarpado, no salía más.

Atravesé el pórtico de las rejas del jardín llamándola, pero no me contestaba. Caminé por las lajas hasta el portón del garage y vi venir a lo lejos a Santino por el pasto. Corría hacia a mí. A la altura del ciruelo le vi algo raro en la cara, estaba lastimado, con un color morado, goteante. El corazón me dio dos o tres latidos punzantes. En cuatro largos pasos me abalancé sobre mi perro que venía con la lengua afuera y su sonrisa canina. Me lamía y me movía la cola pero su manto negro estaba lleno de sangre. Me asusté, mi vieja no venía, la empecé a llamar, corrí hacia el lavadero y ahí la vi, tirada en el piso, y me quebré. Tenía el vientre extirpado. Y grité, con sus en-trañas al aire, lloré a gritos. Mi vieja comida viva por mi perro. Como un Zombie.

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SITUACIÓNC U A D R O

DE

x Matías Ayerza

Había alguien afuera. Descarté que fuese el verdulero apenas miré por la ventana. Se lo comenté a Carla, que veía tele.

–El verdulero no es. Nunca pasa antes de las once –dije.–Por ahí es el chico que pide comida –dijo Carla,

acostada en el sofá.–Me parece que no.Ahí fue cuando reconocí todo: la espalda angosta

soportando una mochila, los brazos colgando, un peinado prolijo… Y ese gesto. El mismo de siempre.

Grité un insulto, reprochado por Carla porque los chicos dormían. Cerré las cortinas, espié por un costado y, con el cuerpo encorvado, me dirigí a Carla:

–Creo que es Jiménez.Apagó la tele y me miró desairada. No me moví hasta

que ella se acercó para confirmarlo.–¿Está ahí, parado, sin hacer nada? –dijo. –Andá al cuarto que yo me ocupo.Esperé a que subiera y abrí la puerta. Desde adentro grité:–¿Qué querés, Jiménez?–Hola, señor Fraga. ¿Está Carla? –preguntó mientras

buscaba un hueco por donde mirar a través del cerco.–¿Cómo encontraste la casa? –Me gustaría ver a Carla, señor Fraga.–No está.Cerré pero volví a abrir tras recordar el consejo del

psiquiatra. Fui hacia el portón.–Jiménez, ¿por qué no te vas? Carla está de viaje. No

tenés nada que hacer acá.–No le creo, señor Fraga. Tengo todo el día para

esperar. Hoy es sábado.–Andate o te mato, loco de mierda.–Sólo quiero hablar con Carla, señor Fraga. Quince,

veinte minutos nada más. La espero acá.–¿No me escuchaste? Rajá de acá o agarro la pistola y

te cago a tiros.Sé que no debí amenazarlo, pero había pánico en su

cara, y comprendí que el plan habría resultado de no ser por su revólver.

Me forzó a dejarlo pasar y a quedarnos en el living. Yo asustado y Jiménez apuntándome a todos lados, pero también prestando atención a la casa. A las paredes, a los muebles y, sobre todo, a las fotos. Reparó en mi favorita: una joven Carla de espaldas al Aconcagua, mostrando una sonrisa que tanto extraño desde que aquel hombre irrumpió en nuestras vidas.

Jiménez permaneció en silencio durante largos segundos. Me detuve en sus gestos, que oscilaban entre la satisfacción, el desconcierto y la ansiedad.

–Llamala –me ordenó. Tardó en venir. La convenció quizás mi tercer grito,

ya angustiado. El sonido en suspenso de sus pasos en la escalera alteró aun más los nervios de Jiménez, que sudaba y temblaba según la figura de Carla se iba completando hasta llegar a sus ojos, de un verde inexacto. Qué importa el color si Jiménez y yo los amábamos. Era lo único que teníamos en común.

Gocé durante un instante al percibir lo lejos que él estaba de tomar a Carla en brazos, de apretarla contra su pecho y olvidar viejas penas. Pobre Jiménez.

–La señora Fraga está más hermosa que nunca –dijo. Y su rostro habló de esperanza, de un renacer en el espíritu.

Sentí el apretón de la mano de Carla sobre la mía. Y de nuevo el silencio. Hasta que Jiménez continuó:

–No tengo rencores, Carla. Le consta a tu marido que busqué entrar por las buenas. Sólo quería verte un rato.

–Acá me tenés.–Bueno, no demos vueltas. Estuve ensayando. Te

prometo que va a salir buenísimo.–Jiménez… no es necesario, por favor –intervine en

vano para tratar de disuadirlo. Me obligó a cerrar todas las persianas de la sala,

dejando que unos pocos rayos de sol se colaran por las aberturas. Sacó una hoja del bolsillo y dio algunas indicaciones:

–Fraga, usted quédese paradito a un costado. Carla, vos ponete esto –sacó de su mochila un vestido medieval y se lo entregó a mi mujer, que una vez disfrazada me recordó a la inconcebida noche del estreno, aquella en que Jiménez vomitó toda su desdicha contra el Tristán, protagonista de la obra y supuesto ladrón de papeles estelares. Fue el abrupto final para las aspiraciones teatrales de Carla, que perdió una ilusión y ganó un calvario. Y fue, por supuesto, el desencadenante de la obsesión que Jiménez contrajo por la Isolda que había en Carla.

De nuevo lo miré. Algo en sus movimientos me hizo prever que el comienzo demoraría. Recorrió el improvisado escenario con los pasos precisos y el cuello alzado, probablemente un ejercicio de precalentamiento aprendido en el taller básico de actuación. Luego se volvió hacia Carla y le preguntó si estaba lista.

–Sí –respondió mi mujer, pensando más en los chicos durmiendo que en su texto.

–Antes de empezar –retomó Jiménez volviéndose hacia mí– quisiera hacerle saber, señor Fraga, que lo desprecio con todo mi ser.

No pude replicar. Se me anticipó Jiménez con un golpe de puño seco dirigido a mi estómago. Carla reprimió el grito porque los chicos dormían.

Era el jefe, Jiménez. Pero repasando los hechos, concluí en que se había preparado mejor para este papel que para representar al héroe Tristán.

–Reina… ¿por qué me habéis llamado señor?... –fue todo lo que pudo recordar Jiménez antes de revisar el libreto por primera vez. Y continuó:

–¿No soy, por el contrario, vuestro súbdito y vuestro vasallo para reverenciaros, serviros y amaros como a reina y señora?

Carla no vio otra alternativa que continuar el juego. Lo hizo sin modular, uniendo las palabras, desafiándolo.

–No, ¡tú sabes que eres mi señor y mi dueño! Tú sabes bien que tu fuerza me domina y que soy tu sierva! ¡Ojalá hubiera avivado en su día las llagas del juglar herido! ¡Ojalá hubiera dejado morir al matador del monstruo en las hierbas del pantano!

A Jiménez le bastó la devolución. Por eso la expresión de regocijo, la misma que su profesor hubiese reprendido en un ensayo.

Imagino que habrá confiado demasiado en sus condiciones actorales. Había que verlo con el arma en la mano y resbalando la lengua al intentar recordar las siguientes líneas frente a la mujer de su vida.

Ignoró que su esfuerzo inútil por dar con las palabras exactas repercutió en una postura absurda. Rendido ante la humillación, lo vimos arrodillarse queriendo abrazar el piso, buscando consuelo donde sólo había alfombra.

–¡No puedo, Carla! Son los nervios por tenerte en frente los que atentan contra mí.

Relajó los brazos, se tapó la cara con uno de ellos y lloró. Era el comienzo pausado y prematuro de la despedida.

Entendimos que lo mejor era no aprovecharse de su debilidad, sino dejar que las emociones lo guiaran. Arrastró los pies hacia la salida y dibujó con sus pisadas un final inesperado.

–Horacio…–mi mujer lo llamó, pero no quiso responder. Cerró la puerta y usó el revolver. Carla reprimió el grito porque los chicos dormían.

U N A C T O

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1 4 | B A B E L N º 7E L R E Y D E L Q U E S O

x Chica Lunar

Hace tres días que no lloro en el 39. Vamos ganan-do, Mechi, me digo para adentro. A veces pien-so que estoy hecha de agua, que me corre agua

por las venas y necesito drenar. Tengo la conciencia sobre algo que no puedo descubrir y me genera dolor. Marian dice que traigo información de otras vidas. Marian es mi psicóloga/astróloga pero yo la llamo mi techista porque me arregla el techo. Ella dice que tengo plena conciencia de la muerte y sé jugar con esa información de mi cabeza.

A los 16 tuve mis primeros ataques de pánico. Cada vez que me iba a dormir tenía sensación de muerte. El cuerpo se quedaba duro y no respondía a mis estí-mulos. Me asustaba y hacía fuerza para abrir los ojos pero estaban pegados. Era como tener Poxipol en las pestañas. Escuchaba las voces de todos en mi casa de Rosario, escuchaba a mi mamá a veces hablando por teléfono, quería gritarle pero tenía la boca dura y los labios parecían cocidos. Me estoy muriendo, pensaba, no voy a crecer más. El cuerpo pesaba, era una piedra y una fuerza superior me levantaba de la cama. Esos ata-ques duraban varios minutos hasta que me despertaba transpirando y llorando y se repitieron varias veces ese año. Ahora, diez años después, me sigue pasando lo mismo pero con menos intensidad y frecuencia.

Ayer soñé que Salvador, mi sobrino, volvía a nacer y que mi abuelo Carlos volvía a morir. El abuelo murió cuando yo tenía seis. Nadia, la chica que me cuidaba, vino y me dijo: se murió tu abuelo. Así me lo dijo. Me acuerdo que me encerré en el baño chico a llorar mirándome en el es-pejo. Fue mi primer contacto con la muerte. Lloré porque no entendía qué era morirse, me preguntaba si había un cielo y el abuelo estaba ahora flotando entre las nubes mi-rando desde arriba. También lloré de bronca porque no me dejaron ir a despedirme, por cómo me lo dijo Nadia, me pregunté por qué no vino mi mamá a decirme. Fue la primera vez que me sentí desprotegida. Una sensación que se repite hasta el presente.

Del abuelo Carlos no tengo muchos recuerdos, sólo que era un abogado jubilado y pasaba a saludar todos los sá-bados a la mañana por casa y me daba un beso. Una vez

estábamos en el jardín de mis abuelos, él estaba parado arriba de un banco y yo al lado mirando cómo sacaba fru-ta de uno de los árboles. Sacaba fruta, me las pasaba y yo las ponía en el canasto. En la casa de mis abuelos había muchos árboles que yo trepaba con mis hermanos. Había un naranjo, un limonero, flores. Me acuerdo de mis abue-los muy ancianos dándose picos en la cocina. Esos gestos de amor me quedaron grabados para siempre.

En el sueño el abuelo estaba en un auto y yo era grande, era un sueño presente, me llamó con la mano y me acer-qué para abrazarlo. Sin hablar, sólo con un gesto, entendí que se estaba yendo de nuevo y me puse a llorar. Le pedí por favor que no se fuera, pero el auto arrancó. Él iba en el asiento del acompañante. No vi quién manejaba.

Esta mañana en el 39 camino al consultorio de Marian pensé en el abuelo, me pregunté por qué se metió en mis sueños si no pienso en él, cómo Salvador volvía a nacer y él a morir. Miraba el movimiento de la avenida Santa Fe por la ventana y se me ocurrió que el abuelo volvió para despedirse de mí.

Marian atiende sobre la calle Larrea en una sala que tiene un cartel en la puerta que dice: consultorio azul. El con-sultorio azul está en frente del rojo, da al pulmón de la manzana y siempre nos alumbra una luz artificial. Apoyé el bolso y los auriculares en el diván que está al lado del escritorio y me senté. Le pregunté a mi psicóloga si el mie-do a la muerte es algo que se supera o sólo aprendemos a hacernos los boludos. Un poco y un poco, me dijo. Yo miraba sus zapatos abajo de la mesa. Eran color crudo, chatos y con agujeritos en la punta. Siempre mi punto fijo para pensar son sus zapatos, todos los silencios los hago mirando ahí. A veces siento que la vida es un toro mecá-nico que se desenchufa con la muerte, dije.

Si tuviésemos plena conciencia de la muerte no podría-mos vivir. Inconscientemente pensamos que nos vamos a salvar. El mundo es un hogar hermoso y desordenado. Pero cómo saber qué música tiene la muerte, de qué color son sus paredes, cuál es el estado del alma expulsada del cuerpo, del tiempo.

Cuando nací mamá estaba triste y la luna en piscis. El sig-no más sensible de todos. Las personas con luna en piscis tienen un llamado al servicio, me dijo Marian la primera sesión. Soy un canal de reiki y le paso energía universal a otras personas a través de las manos. Tengo un super-poder. Cierro los ojos, imagino que soy un árbol y pido ayuda al universo para sanar el dolor de otros. Marian dice que tengo un alma poética, una visión romántica del mundo, que voy a ser un poco niña siempre. No sé si le tengo miedo a la muerte o si mi miedo más profundo es crecer. Aceptar la vida como un contrato con cláusulas me asusta. Y acá estoy, temblando como Bambi. Abajo de la mesa como un perro en Navidad. Agarro un anotador y con birome azul escribo: Todas las noches cuando me voy a dormir pienso en ese cura brasileño que se fue volando atado a mil globos de colores.

S I N L L A V E S Y A O S C U R A Sx Fabián Casas

Era uno de esos días en que todo sale bien.Había limpiado la casa y escritodos o tres poemas que me gustaban.No pedía más.

Entonces salí al pasillo para tirar la basuray detrás de mí, por una correntada,la puerta se cerró.Quedé sin llaves y a oscurassintiendo las voces de mis vecinosa través de sus puertas.Es transitorio, me dije;pero así también podría ser la muerte:un pasillo oscuro,una puerta cerrada con la llave adentrola basura en la mano.

Concurso de inéditos: Para participar en esta sección mandanos tu texto por Facebook. Recordá que debe tener relación con el tema del próximo número: “Fantasías”.

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“ H A S T A L O S H U E S O S ”x María José Burgos

Recomiendo este cortometraje en Stop-motion, para ver a “La Catrina” en su salsa. El cineasta René Castillo nos lleva a este particular inframundo en donde no hay penas. Los desafío a encontrar al menos tres detalles de la cultura mexicana.

D E A D M A NDead Man (1995) es un western dirigido por Jim

Jarmusch, filmado enteramente en blanco y negro y considerado por algunos como la obra cumbre del western posmoderno.

En este film, el contador William Blake (Johnny Depp) se verá envuelto en un asesinato que lo llevará a encontrarse con Nadie (Gary Farmer), un nativo nor-teamericano que lo guiará en su viaje hacia lo desco-nocido. La ley y el orden brillarán por su ausencia en el pueblo Machine y Blake deberá ir transformándose lentamente en su opuesto irracional, un escritor que “es-cribe sus poemas con sangre”, según palabras de Nadie. La muerte en Dead Man es, en definitiva, apenas el co-mienzo de una gran historia que, poco a poco, irá tiñén-dose de un extraño surrealismo monocromático.

Esto es El tema del próximo número es “Fantasías”. Te invitamos a que nos mandes tus comen-tarios, sugerencias, expectativas a nuestro e-mail: [email protected] o a nuestro facebook: www.facebook.com/babelnosellevo.

S Ú B I T Ox Belén Bos

El aire previo a la tormentaEse aire conspiradorQue esconde algoQue pega en la caraQue huele a tierra húmeda y suspensoQue trae olor a ríoA gotas de sangre suspendidas en el aireAire que se queda sin aireY se apaga como un estallido precipitadoSilenciadoY desaparece

D E L O T R O L A D OLa reciente visita de Pearl Jam a la

Argentina todavía hace sonar algunas melodías en mi cabeza. Me parece que re-conozco tu cara/ inquietante, familiar, sin embargo no puedo emplazarla/ (...) Los corazones y pensamientos se desvanecen, se desvanecen ...

La muerte es una de las grandes musas de la banda, capaz de recorrer toda una historia de vida en la letra de una canción que dura sólo cuatro minutos. En “Alive” una madre de repente confiesa a su hijo quien pensabas que era tu padre no era nada más que un.../ mientras vos estabas sentado solo en casa a los trece años/ tu ver-dadero padre se estaba muriendo, qué lás-tima que no lo viste, pero me alegro de que hayamos hablado.

La mítica “Last Kiss” relata una manio-bra mortal arriba de un auto. Aunque es un cover, la reversión de Pearl Jam tuvo tanto éxito que en 1999 la editaron como single a beneficio de los refugiados de la guerra de Kosovo. La abracé, la besé -nues-tro último beso/ encontré el amor que sabía que iba a extrañar/ bueno, ahora se ha ido, a pesar de que la abracé fuerte/ perdí mi amor, mi vida -esa noche.

Y ya un poco más viejitos nos regalaron en 2009 “Just Breathe” con una consigna clara: nos vemos del otro lado.

“ M A T E A N D O C O N B A B E L ”

¡¡Tenemos las calcos de Babel y queremos que las pegues

en tu termo!!

Si queres la tuya escribinos en Face-book y nos aseguraremos de que la reci-bas!

Eso sí, ni bien pegues la calco debes mandarnos una foto que lo constate, así participarás de un sorteo que se promo-cionará en la página!

¿Con qué canción tegustaría morir?

Carlos: “The Ground Beneath Her Feet” de U2.

María: “El Bolero de Ravel” de la pelí-cula “Los Unos y Los Otros” (1980) del

director Claude Lelouch.

¿Qué te gustaría que hagan con tu cuerpo después de morir?

Juliana: Abono.

¿Cómo te gustaría morir?

Jorge: Comido por Velociraptors.

¿Por qué causa darías tu vida?

Daniela: Por mi familia.

Melina: Por un ideal.

T E I N V I T A M O S A R E S P O N D E R E N N U E S T R A P Á G I N A

La breve aparición de Iggy Pop y una banda sonora compuesta por Neil Young com-pletan esta obra repleta de alusiones al poeta William Blake y las culturas de la Nortea-mérica nativa, habiendo encontrado numerosas críticas favorables a nivel internacional.

L E E R B A B E L O N L I N E¿Te quedaste sin leer el número anterior?Entrá a nuestro facebook y leelo online!www.facebook.com/babelnosellevoTambién vas a encontrar todos nuestros números anteriores. Likear y compartir!!

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Dr. Carlos Alberto PetronioM.P. 6137

Médico Especialista en CardiologíaEx-Residente Fundación Favaloro-GüemesEx-Presidente del Distrito Uruguay de la Sociedad Argentina

de Cardiologia (SAC)Médico Recertificado en Cardiología S.A.C.

Bolivar 720 - PREMED - 03446 432598

MarroquineríaPlatería Salteña

Un lugarcon estilo propio

2820 - GualeguaychúE-mail: [email protected]

Este suplemento cuenta con el apoyo de:

AGAPE GUALEGUAYCHÚ CUMPLE 15 AÑOS. Agradecemos a quienes nos acompañan desde siempre.

Los invitamos a la presentación del libro “La alegria también de noche” del sacerdote jesuita español José María Rodriguez Olaizola.Viernes 10 a las 20:30hs -

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San José 37. 03446-434532.

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