Lilli Thal El inspector Pildorín · «Arre borriquito, vamos a Belén», instaba entusiasma-do el...

16

Transcript of Lilli Thal El inspector Pildorín · «Arre borriquito, vamos a Belén», instaba entusiasma-do el...

Lilli Thal

El inspector Pildoríny los falsos Papá Noel

Ilustraciones deFranziska Biermann

IJ00281201_int_pildorin_2 28/8/08 12:03 Página 3

IJ00281201_int_pildorin_2 28/8/08 12:03 Página 4

Alegrías navideñas

—¿No le parece romántico, señor inspector? —pre-guntó Rodolfo Valentín Pásmez con devoción—. ¡Asíes como yo imagino siempre las Navidades!

Al principio los copos de nieve caían discretamente,pero poco a poco, y quizá alentada por el ritmo vertigi-noso de los villancicos, la nevada se intensificó. Al me-diodía, la nieve se arremolinaba delante de la ventanade la comisaría y se adhería al cristal. Las formas geo-métricas de los copos de nieve formaban un encaje in-creíblemente delicado y fino.

El inspector Pildorín echó un vistazo por la ventana:—Nieve —gruñó—, agua sucia y congelada. Me

gustaría saber qué tiene eso de romántico. Menos malque soy precavido y me he encargado personalmentede que tengamos unas Navidades románticas de ver-dad —dijo sacando de debajo de su escritorio una grancaja de cartón—. ¡Rodolfo, abra el paquete!

«Empresa Gabriel Estoesunamina – Decoración na-videña para su comisaría» ponía en la caja de la queRodolfo Valentín Pásmez empezó a sacar cientos de di-minutas lucecitas azules, cincuenta pistolas doradaspara colgar del árbol, veinte esposas de color rojo me-tálico, diez estrellas de sheriff, tres bolas enormes de

5

IJ00281201_int_pildorin_2 28/8/08 12:03 Página 5

esas que suelen colgar de los grilletes y diversas clasesde cadenas. En el fondo de la caja encontró un disco devinilo: Pero mira cómo roban los cacos en el río. El co-ro de presos del penal de San Quintín canta los villan-cicos más hermosos.

—¿Ha visto, Rodolfo? —el inspector Pildorín con-templaba el surtido navideño con ojos relucientes—.Estos son los ingredientes necesarios para prepararuna Navidad emotiva digna de un policía. ¡A qué espe-ra! Ponga el disco enseguida —indicó a su asistente—.Y prepáreme de paso una tacita de té de Navidad.

«¡Ay! del chiquirritín» recitaban a coro con voz ron-ca cien hombretones peludos recluidos en uno de lospenales más peligrosos del mundo. La exquisita melo-día y el aroma que desprendía el té de Rodolfo (unamezcla de manzana, espumillón y clavo muy acordecon la estación) embargaron al inspector de una buenadosis de espíritu navideño.

«Chiquirriquitín, queridi, queridito del alma» can-taba en falsete mientras abría el último ejemplar de Eljefe de policía para estudiar a fondo el artículo «Cons-truyendo un detector de mentiras. Capítulo IV: Soldarlos cables».

—¡Va a ser la bomba, Rodolfo! —exclamó el ins-pector—. Solo veinte capítulos más y tendremos nues-tro propio detector de mentiras.

Sostenía con mucho orgullo un extraño artilugioque consistía en una caja de huevos y una infinidad decables de colores.

6

IJ00281201_int_pildorin_2 28/8/08 12:03 Página 6

—Es un trabajo muy delicado —recalcó al coger elsoplete—. Se necesita mucha pericia y un pulso muyfirme.

Rodolfo Valentín Pásmez se disponía a decorar elenorme cactus que tenían en el alféizar de la ventana conunas estrellas de sheriff y unas cuantas esposas. Duranteun buen rato los dos policías estuvieron trabajando ensilencio hasta que Rodolfo, de repente, alzó la mirada.

—Señor inspector, ¿sabe de qué nos hemos olvidado?—Pues no, Rodolfo. —En ese momento el inspector

estaba soldando con sumo cuidado un cable finísimo aldetector de mentiras—. ¿De qué?

—Del regalo de Navidad para el comisario generalGruño Constantín.

El inspector Pildorín dio un respingo como si en esepreciso instante le acabara de picar una tarántula. Unsegundo después, algo chisporroteó y se elevó una nu-be de humo: la caja de huevos había quedado reducidaa una masa negruzca y pegajosa.

—¿Se da cuenta del alcance de su intromisión? —Ame-nazante, el inspector enarbolaba el soplete hacia su asis-tente—. Su estupidez me obliga a retroceder una vez másal capítulo número uno: «Consiga una caja de huevos».

7

IJ00281201_int_pildorin_2 28/8/08 12:03 Página 7

—Ha sido sin querer, señor inspector —murmuróRodolfo bastante compungido.

Furioso, el inspector Pildorín tiró a la papelera elamasijo negro en el que se había convertido su detectorde mentiras.

—Sabe perfectamente que encargarse de los regaloses una de las responsabilidades del asistente de policía—gruñó.

—Pero es que usted todavía no ha dado instruccio-nes al respecto —se defendió Rodolfo.

—¿Es que me tengo que ocupar de todo personal-mente? —preguntó el inspector Pildorín hecho una fu-ria—. Colabore, Rodolfo, piense también un poco, esoes lo que diferencia a los buenos subalternos de los ne-gados. —Parecía que su buen humor se había evapora-do como la nube de humo—. Solo faltan dos días paraNochebuena y nosotros sin regalo —dijo con gestosombrío—. ¿Es consciente de que el viejo Gruño Cons-tantín espera con impaciencia una razón tan tonta co-mo esta para alargar todavía un poco más nuestra es-tancia en este pueblucho de mala muerte? —exclamócon un profundo suspiro—. ¿Cuánto tiempo habremosde soportar todavía este miserable destierro?

El asistente Pásmez, que tenía que contestar estapregunta como poco tres veces al día, echó un rápidovistazo al registro de palotes que había pintado en lapared.

—Exactamente 770 días, señor inspector —informóescuetamente—. ¡Después podremos volver a la city!Bueno, siempre y cuando no nos ganemos algún queotro punto de penalización...

8

IJ00281201_int_pildorin_2 28/8/08 12:03 Página 8

IJ00281201_int_pildorin_2 28/8/08 12:03 Página 9

—Por eso mismo necesitamos un regalo para eseviejo cascarrabias. —El inspector Pildorín miraba a suasistente por encima del cactus con complicidad—. Lasgrandes amistades se cimientan en los pequeños rega-los, ¿no le parece, Rodolfo?

Al oír esto, curiosamente, el asistente Pásmez se diocuenta de que él tampoco tenía un regalo de Navidadpara su jefe. «Bombones», se le cruzó rápidamente porla cabeza, «al inspector le encantan los bombones».

—Lo que no sé es qué le podríamos regalar —dijo elinspector pensando en voz alta—. Tiene que ser algomuy especial, no algo tan aburrido y de mal gusto co-mo la caja de bombones de siempre. Eso es lo que lostrepas quiero-y-no-puedo suelen regalar a sus superio-res.

IJ00281201_int_pildorin_2 28/8/08 12:03 Página 10

Rodolfo Valentín Pásmez dio un respingo:—Y a usted, por ejemplo, señor inspector, ¿qué le

haría ilusión? —intentó sonsacarle sin que se notara.—Una caja de huevos —replicó el inspector tan se-

camente que Rodolfo no se atrevió a indagar más. Pero el inspector Pildorín, perdido en sus elucubra-

ciones, ya estaba pensando en otra cosa.—Encontrar el regalo de Navidad adecuado para el

comisario general es un asunto extremadamente deli-cado —decidió al final—. Me tendré que ocupar perso-nalmente de ello. ¡Rodolfo! Fije el día de mañana co-mo día oficial para ir de compras navideñas.

—¡A sus órdenes, señor inspector! —solícito, el asis-tente Pásmez marcó una cruz en el calendario y lo ano-tó en la agenda de citas.

«María, María, ven acá volando, que los diamantes,los están llevando», cantaba el coro de presos del discode vinilo.

Y «María, María, ven acá corriendo, que los pañali-tos, los están llevando» era lo que sonaba dentro delenorme alce de plástico que Sven había puesto delantede su tienda de muebles. «En el portal de Belén hay es-trellas, sol y luna», aseguraban solemnemente docenasde muñecos de nieve de cerámica en una estantería co-locada delante de la tienda de juguetes. Y en el super-mercado se oía por los altavoces «Pastores venid, pas-tores llegad», a pesar de que, como todo el mundo biensabía, en la pequeña ciudad no vivía ni un solo pastor.«Arre borriquito, vamos a Belén», instaba entusiasma-do el orfeón masculino del ayuntamiento en la plaza

11

IJ00281201_int_pildorin_2 28/8/08 12:03 Página 11

del mercado sin hacer caso del «Cantad, pastores, perofuera del portal, que se ha dormido el Niño y se puededespertar» que susurraba a su lado el coro de mujeresde la iglesia.

¡Todo un idilio navideño! En cada esquina, en ca-da plaza, se oían los más bellos villancicos, toda laciudad olía a castañas asadas y a chocolate caliente, ypara colmo estaba nevando: la pequeña ciudad pare-cía estar metida en una de esas bolas de cristal tanbonitas que al agitarlas parece que está nevando. Yen medio de toda esa magia navideña, ¿quién no iba aestar pletórico de felicidad? Los niños se alegraban deque fuera Navidad por los regalos; los vendedores,por los fajos de billetes que se iban acumulando enlas cajas registradoras; y a todos los habitantes de lapequeña ciudad les alegraba muchísimo que ya falta-ra menos para que las tiendas cerrasen: ¡por fin unpoco de paz y tranquilidad! Desconectarían al alce ya los muñecos de nieve y los coros se irían a sus casasa descansar.

Así que se puede decir que la alegría navideña reina-ba en todas partes, incluso en los lugares más insospe-chados...

En una de las casas típicas más suntuosas y elegan-tes de la ciudad, que estaba en la plaza del mercado,habían abierto una clínica de lo más original, por nodecir macabra: «Diplomatura oficial en amputaciones.Toño Macarrón. Todos los miembros» se anunciabacon letra gótica en un letrero de latón. «Cita previa».

Pero, curiosamente, absolutamente nadie concertabauna cita, y por eso mismo nadie sospechaba lo que se

12

IJ00281201_int_pildorin_2 28/8/08 12:03 Página 12

escondía detrás de ese letrero: la casa más bonita de laplaza del mercado no era una clínica, no, era una guari-da de maleantes perfectamente camuflada, ¡un nido deladrones! Los pajarracos sinvergüenzones que anidabanen aquel antro se llamaban Toño Macarrón, Luis Blablay Edu Raspa: unos ladrones muy profesionales que selas sabían todas. A lo largo de su dilatada carrera comodelincuentes habían desarrollado alguna que otra entra-ñable tradición navideña.

—Pues sí, amigos míos —Toño se acomodó en el so-fá—, os aseguro que no existe nada más agradable enel mundo que nuestro encuentro anual por Navidad.

IJ00281201_int_pildorin_2 28/8/08 12:03 Página 13

Desde luego, el ambiente no podía resultar más agra-dable aquella tarde en el cuarto de estar de Toño: lostres ladrones estaban repantigados en sus asientos, en lachimenea crepitaba el fuego y, gracias a las ventanas in-sonorizadas que Toño había encargado cambiar el añopasado, también por esas fechas, los villancicos quecantaban los coros en la calle hasta resultaban agrada-bles, porque se oían a la intensidad adecuada, como sivinieran de muy, muy lejos. Los tres pillos tenían en unamano una taza de chocolate caliente que sorbían de vezen cuando haciendo mucho ruido, y en la otra siempreun polvorón, porque en cuanto devoraban uno, echa-ban mano rápidamente de la inmensa montaña que te-nían delante. En la corona de adviento de Toño ya esta-ban encendidas las cuatro velas: ¡las Navidades estabanal caer!

Desde hacía mucho tiempo, era tradición que los tresladrones se encontraran todos los años para beber jun-tos chocolate caliente y escribir la carta a Papá Noel,que se hacía esperar mucho menos que los Reyes Ma-gos. Por supuesto, previamente se habían surtido decatálogos de todas las tiendas de la ciudad y los habíanestudiado de cabo a rabo y de rabo a cabo:

—¿Cuál os parece más bonito? —Luis comparaba losabrigos de piel de la peletería Con Pelos y Señales—. ¿Elde zorro o el de visón?

—Quédate con el de visón, Luis —dijo Toño—. Elde zorro me va a quedar mejor a mí.

Toño sostenía en alto el catálogo de la tienda de te-levisores Arrancacables.

—¿Qué os parece este televisor?

14

IJ00281201_int_pildorin_2 28/8/08 12:03 Página 14

—¡Vaya supertele! —Edu asentía en señal de apro-bación—. Pon una cruz, Toño, de esas pedimos tres degolpe y porrazo.

Con su rotulador, Toño marcó tres cruces rojas en elcatálogo.

Edu, el especialista en candados y cerraduras, se en-cargaba de dar un buen repaso al catálogo de la ferre-tería El Imperdible.

—Es impresionante el surtido de ganzúas que tienen—anunció—. ¡Y de las palancas, ni os cuento!

—Lo que necesitamos urgentemente son unas pipasnuevas —dijo Toño dando un sorbo a su taza de cho-colate y abriendo el catálogo de la armería Tiroteo-Joe—. Mafioso 5 —leyó en voz alta—, bañada en platade ley de una pureza sin igual y con mango de auténti-ca madera de arce: ¡la pistola de moda más codiciadaen estos momentos en Chicago y Palermo!

—¡Eso no hay ni que pensárselo, Toño! ¡Otra cruz!Y de esta manera fue como los tres ladrones disfru-

taron de una tarde deliciosa en perfecta armonía. Porla noche, todos los regalos que podrían haber desatadolas pasiones de un criminal en Nochebuena estabananotados en una carta de no sé cuántos folios.

—Ahora nos toca hacer la prueba de los disfraces—dijo Toño levantándose de su asiento.

—¡Qué pesado eres, jefe! —dijo Luis con un suspi-ro—. Siempre tienes que tener todo controlado hasta elmínimo detalle y, que yo sepa, hasta ahora nunca he-mos tenido problemas.

—¡Además, es un juego de niños! Todos los años eslo mismo —añadió Edu.

15

IJ00281201_int_pildorin_2 28/8/08 12:03 Página 15

—Por eso mismo no podemos bajar la guardia y te-nemos que ser todavía más precavidos —les explicóToño—. Nunca se sabe lo que se te puede cruzar en elcamino...

Se fue de la habitación y apareció enseguida con tresbolsas de plástico muy grandes.

—¡Qué buena idea tuvimos al desvalijar la tienda dedisfraces! —dijo Luis mientras se ponía una chaquetaroja con los bordes rematados con peluche blanco—.Estos disfraces son tan elegantes... ¿No le importará anadie que me quede con la barba rizada, verdad? —pre-guntó mirándose coquetamente en el espejo—. ¡Mequeda tan bien con la ondulación natural de mi cabello!

—Luis —gruñó Edu subiéndose la capucha—, eres elladrón más presumido de todoel planeta. Algún día te trin-cará la policía, pero no conun arma cargada en las ma-nos, sino perdiendo el tiem-po delante de un espejo.

Toño echó un vistazo asus dos compinches y asintiócomplacido al ver su aspecto:con sus chaquetas rojas con ca-pucha, las barbas blancas y losgrandes sacos cargados al hombro tenían unapinta estupenda, ¡unosauténticos Papá Noel!Parecían tan pacífi-cos e inocentes...

16

IJ00281201_int_pildorin_2 28/8/08 12:03 Página 16

Toño volvió a llenar las tazas de chocolate:—El disfraz es perfecto, ¡la cosecha de regalos va a

ser colosal!Y los tres ladrones brindaron con tanto entusiasmo

que el chocolate caliente se derramó por los bordes delas tazas.

«María, María..., los están llevando» sonó una últi-ma vez dentro del alce que estaba delante de la tiendade muebles, antes de que Sven del Alce lo desenchufa-ra. Ya era suficiente por hoy, mañana más.

17

IJ00281201_int_pildorin_2 28/8/08 12:03 Página 17