Lector in Fabula, Capítulo 3

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COLECCION DIRIGIDA POR ANTONIO VILANOVA

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Capítulo 3 del libro Lector In Fabula, de Umberto Eco.

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  • COLECCIONDIRIGIDA POR ANTONIO VILANOVA

  • UMBERTO ECO

    LECTOR IN FABULALA COOPERACION INTERPRETATIVA

    EN EL TEXTO NARRATIVO

    Traduccin de Ricardo Pochtar

    EDITORIAL LUMEN

  • 3. EL LECTOR MODELO

    3.1. El papel del lector

    Un texto, tal como aparece en su superficie (o manifestacin) lingstica, representa una cadena de artificios expresivosque el destinatario debe actualizar. Como en este libro hemosdecidido ocupamos slo de textos escritos (y a medida queavancemos iremos restringiendo nuestros experimentos de anlisis a textos narrativos), de ahora en adelante no hablaremostanto de destinatario como de lector, as como usaremosindiferentemente la denominacin de Emisor y de Autor paradefinir al productor del texto.

    En la medida en que debe ser actualizado, un texto estincompleto. Por dos razones. La primera no se refiere slo alos objetos lingsticos que hemos convenido en definir comotextos (cf. 1.1), sino tambin a cualquier mensaje, incluidaslas oraciones y los trminos aislados. Una expresin siguesiendo un mero flatus vocis mientras no se la pone en correlacin, por referencia a determinado cdigo, con su contenidoestablecido por convencin: en este sentido, el destinatario sepostula siempre como el operador (no necesariamente emprico) capaz, por decirlo as, de abrir el diccionario a cada palabra que encuentra y de recurrir a una serie de reglas sintcticas preexistentes con el fin de reconocer las funciones recprocas de los trminos en el contexto de la oracin. Podemos

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  • decir, entonces, que todo mensaje postula una competenciagramatical por parte del destinatario, incluso si se emite en unalengua que slo el emisor conoce (salvo los casos de gloso-lalia, en que el propio emisor supone que no cabe interpretacin lingstica alguna, sino a lo sumo una repercusinemotiva y una evocacin extralingstica).

    Abrir el diccionario significa aceptar tambin una serie depostulados de significacin: 1 un trmino sigue estando esencialmente incompleto aun despus de haber recibido una definicin formulada a partir de un diccionario mnimo. Este diccionario nos dice que un bergantn es una nave, pero no desentraa otras propiedades semnticas de |nave|. Esta cuestinse vincula, por un lado, con el carcter infinito de la interpretacin (basado, como hemos visto, en la teora peirciana delos interpretantes) y, por otro, con la temtica del entrae(entailment) y de la relacin entre propiedades necesarias,esenciales y accidentales (cf. 4).

    Sin embargo, un texto se distingue de otros tipos de expresiones por su mayor complejidad. El motivo principal deesa complejidad es precisamente el hecho de que est plagado de elementos no dichos (cf. Ducrot, 1972).

    No dicho significa no manifiesto en la superficie, enel plano de la expresin: pero precisamente son esos elementos no dichos los que deben actualizarse en la etapa de laactualizacin del contenido. Para ello, un texto (con mayorfuerza que cualquier otro tipo de mensaje) requiere ciertosmovimientos cooperativos, activos y conscientes, por partedel lector.

    Dado el fragmento de texto:

    (9) Juan entr en el cuarto. Entonces, has vuelto!, exclamMara, radiante,

    1. Cf. Carnap, 1952. La cuestin vuelve a plantearse en el presente libro, pargrafo 8.5.

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  • es evidente que el lector debe actualizar el contenido a travsde una compleja serie de movimientos cooperativos. Dejemosde lado, por el momento, la actualizacin de las correjerencias(es decir, la necesidad de establecer que el |t| implcito enel uso de la segunda persona singular del verbo |haber| serefiere a Juan); pero ya esta correferencia depende de unaregla conversacional en virtud de la cual el lector suponeque, cuando no se dan otras especificaciones, dada la presencia de dos personajes, el que habla se refiere necesariamente al otro. Sin embargo, esta regla conversacional se injerta sobre otra decisin interpretativa, es decir, sobre unaoperacin extensional que realiza el lector: ste ha decididoque, sobre la base del texto que se le ha suministrado, seperfila una parcela de mundo habitada por dos individuos,Juan y Mara, dotados de la propiedad de encontrarse enel mismo cuarto. Por ltimo, el hecho de que Mara se encuentre en el mismo cuarto que Juan depende de otra inferencia basada en el uso del artculo determinado |el|: hay uncuarto, y slo uno, del cual se habla.2 An queda por averiguar si el lector considera oportuno identificar a Juan y aMara, mediante ndices referenciales, como entidades delmundo externo, que conoce sobre la base de una experiencia previa que comparte con el autor, si el autor se refiere aindividuos que el lector desconoce o si el fragmento de texto(9) debe conectarse con otros fragmentos de texto previos oulteriores en que Juan y Mara han sido interpretados, o losern, mediante descripciones definidas.

    Pero, como decamos, soslayemos todos estos problemas.No hay dudas de que en la actualizacin inciden otros movimientos cooperativos. En primer lugar, el lector debe actualizar su enciclopedia para poder comprender que el uso

    2. Sobre estos procedimientos de identificacin vinculados con eluso de los artculos determinados, cf. Van Dijk, 1972a, donde se haceuna resea de la cuestin. Para una serie de ejemplos, cf. el pargrafo8.11 y el captulo 10 del presente libro.

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  • del verbo |volver| entraa de alguna manera que, previamente, el sujeto se haba alejado (una gramtica de casosanalizara esta accin atribuyendo a los sustantivos determinados postulados de significacin: el que vuelve se ha alejadoantes, as como el soltero es un ser humano masculino adulto). En segundo lugar, se requiere del lector un trabajo deinferencia para extraer, del uso del adversativo |entonces|, laconclusin de que Mara no esperaba ese regreso, y de la determinacin |radiante|, el convencimiento de que, de todosmodos, lo deseaba ardientemente.

    As, pues, el texto est plagado de espacios en blanco,de intersticios que hay que rellenar; quien lo emiti preveaque se los rellenara y los dej en blanco por dos razones.Ante todo, porque un texto es un mecanismo perezoso (o econmico) que vive de la plusvala de sentido que el destinatario introduce en l y slo en casos de extrema pedantera,de extrema preocupacin didctica o de extrema represinel texto se complica con redundancias y especificaciones ulteriores (hasta el extremo de violar las reglas normales de conversacin).3 En segundo lugar, porque, a medida que pasa dela funcin didctica a la esttica, un texto quiere dejar allector la iniciativa interpretativa, aunque normalmente deseaser interpretado con un margen suficiente de univocidad. Untexto quiere que alguien lo ayude a funcionar.

    Naturalmente, no intentamos elaborar aqu una tipologade los textos en funcin de su pereza o del grado de libertad que ofrece (libertad que en otra parte hemos definidocomo apertura). De esto hablaremos ms adelante. Pero

    3. Sobre el tema de las reglas conversacionales hay que referirse,naturalmente, a Grice, 1967. De todos modos, recordemos cules sonlas mximas conversacionales de Grice. Mxima de la cantidad: hazde tal modo que tu contribucin sea tan informativa como lo requiere la situacin de intercambio; mximas de la cualidad: no digaslo que creas que es falso ni hables de algo si no dispones de pruebasadecuadas; mxima de la relacin: s pertinente; mximas del estilo:evita la oscuridad de expresin, evita la ambigedad, s breve (evitalos detalles intiles), s ordenado.

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  • debemos decir ya que un texto postula a su destinatario comocondicin indispensable no slo de su propia capacidad comunicativa concreta, sino tambin de la propia potencialidadsignificativa. En otras palabras un texto se emite para quealguien lo actualice; incluso cuando no se espera (o no sedesea) que ese alguien exista concreta y empricamente.

    3.2. Cmo el texto prev al lector

    Sin embargo, esta obvia condicin de existencia de lostextos parece chocar con otra ley pragmtica no menos obviaque, si bien ha podido permanecer oculta durante gran partede la historia de la teora de las comunicaciones, ya no loest en la actualidad. Dicha ley puede formularse fcilmentemediante el lema: la competencia del destinatario no coincidenecesariamente con la del emisor.

    Ya se ha criticado ampliamente (y en forma definitivaen el Tratado, 2.15) el modelo comunicativo vulgarizado porlos primeros tericos de la informacin: un Emisor, un Mensaje y un Destinatario, donde el Mensaje se genera y se interpreta sobre la base de un Cdigo. Ahora sabemos que loscdigos del destinatario pueden diferir, totalmente o en parte,de los cdigos del emisor; que el cdigo no es una entidadsimple, sino a menudo un complejo sistema de sistemas dereglas; que el cdigo lingstico no es suficiente para comprender un mensaje lingstico: |Fuma?| |No| es descodificable lingsticamente como pregunta y respuesta acerca delos hbitos del destinatario de la pregunta; pero, en determinadas circunstancias de emisin, la respuesta connota malaeducacin sobre la base de un cdigo que no es lingstico,sino cerefnonial: hubiese debido decirse |no, gracias|. As,pues, para descodificar un mensaje verbal se necesita, adems de la competencia lingstica, una competencia circunstancial diversificada, una capacidad para poner en funciona-

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  • miento ciertas presuposiciones, para reprimir idiosincrasias,etctera. Por eso, tambin en el Tratado sugeramos unaserie de constricciones pragmticas que se ejemplifican enla figura 1.

    Esfuerzos prest posicoriales Presuposiciones aberrantes

    V 3E (cdigos privados!y puntos de vista)( srss J

    (cdigos privados!|y puntos de vista]t ideolgicos '\del destinatario;

    . ambigedadde la expresin

    connotacionesaleatorias

    ambigedaddel contenido interpretativos

    destinatario

    *mensaje-expresin como fuente de informacin mensaje - contenido como texto interpretado

    subcdigo A subcdigo C subcdigo E subcdigo Fsubcdigo subcdigo D

    t. conocimientos que, segn se supone,