La Palanca 10

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1 LA PALANCA # 10 ENERO 2009

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Arte: Omar Barquet. Textos: Philippe Delaveau, Diego José, Nadia Villafuerte, Jair Cortés, Juan Pablo Anaya Arce, Miguel Torga, Marta Piña, Orides FOntela, Cristián Berríos, Axel Velázquez

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# 10 ENERO 2009

Presentación:

Índice:

5. Philippe Delaveau, Poemas. 11. Diego José, Conversación con Philippe Delaveau.

14. Nadia Villafuerte, Zum.16. Jair Cortés, Missing.

18. Juan Pablo Anaya Arce, Figuras suspendidas en un fondo sin fondo. 24. Miguel Torga, El pastor Gabriel.

26. Marta Piña, Un cuento sudcaliforniano universal.29. Orides Fontela, Poemas.

30. Cristián Berríos, Poetas clones del futuro.37. Axel Velázquez, Omar Barquet y el problema formal.

LA PALANCA

Coincidimos con Ezra Pound al pensar en la tradición como “algo bello que nosotros conservamos”. La herencia cultural suele nutrirse de las distintas lecturas que público y artífices hacemos de ella; en cierto sentido, la tradición se reinventa más allá de la transmisión de su propio legado: requiere del ejercicio cotidiano de la creación: las épocas contribuyen con su estilo a enriquecerla; cada época reconoce a sus clásicos, los asume, traduce, cuestiona e inventa; busca distanciarse de ellos a través de la innovación, la ruptura y el humor. Por este motivo, nos atrevemos a invitar a personalidades distintas, voces distantes que se encuentran páginas adentro, pues los diferentes textos que aquí reunimos representan una pléyade de personalidades que alegra y enriquece nuestro convite —sí, una revista puede convertirse en el espacio ideal donde se lleve a cabo un banquete, al menos, en LA PALANCA nos gusta pensar que cada número es un festín para el cual nos preparamos, vestimos e invitamos a participar. El menú sugiere comenzar con la poesía exquisita de Philippe Delaveau, aderezada con una profunda conversación con este poeta francés; después, una probada de la narrativa de Nadia Villafuerte y con un poema de Jair Cortés; luego, degustar un suave y suspendido idilio de Miguel Torga, un ensayo de Marta Piña sobre literatura sudcaliforniana y un par de poemas de Orides Fontela; para terminar, una saga fársico-futurista de Cristián Berríos con los poetas fundamentales de Chile como protagonistas. La obra de Omar Barquet colma nuestros interiores y nuestro dossier con su renovación de la búsqueda formal en el arte. En LA PALANCA creemos que la traducción es un género literario en cuya dificultad radica su deleite, y como dice nuestro amigo Joan: “es precisamente esa incapacidad reconocida lo que permite que el arte de traducir sea tan maravilloso, porque desde un principio sabemos que se trata de un juego”. Por esta causa, agradecemos la vocación y el trabajo de Marcela González Durán, Sadie Ordiales, Eduardo Uribe, Laura González Durán, Paola Konrad, Joan M. Puig y Berenice Huerta. Su labor es tan significativa como la obra de los autores incluidos. Una atención especial merece Laura González, por quien fue posible acceder a la obra de Delaveau. Nuestro aprecio por su interés y generosidad. Bienvenidos al número 10 de LA PALANCA: ¡bon appétit!

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Edición: Diego José. Diseño: Pablo Mayans.Arte: Rara Avis—Arte Vivo

Consejo de colaboradores:Geney Beltrán Félix

Jair CortésMagaly Cruz de Nicolás

Daniel FragosoJoan M. Puig

Agradecemos profundamente el apoyo y entusiasmo para la realización de este proyecto:

Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de HidalgoLourdes PargaSergio Aranda

Trico PachucaPedro Liedo

Jaime Lavaniegos

Colegio ColumbiaTere Pontón de Maauad

Rara Avis—Arte VivoMagaly Cruz de Nicolás

Restaurante PamplonaJosé Pablo Maauad

Offset SantiagoSamuel Sadovitch

LA PALANCA se terminó de imprimir en diciembre de 2008 en los talleres de Offset Santiago, Rio San Joaquín, 436, Col. Ampliación Granada, México D.F.

Para su composición se utilizaron tipos de la familia Century Schoolbook. La tipografía y el logotipo de LA PALANCA son BD PLAKATBAU

del Buro Destruct: www.typedifferent.com

Para consultar las referencias de nuestros colaboradores y otros contenidos:

LA PALANCA en línea: www.lapalancax.blogspot.com

El contenido de los artículos y el arte es responsabilidad de sus autores.Todos los registros en trámite.

Para mayor información sobre el trabajo de Omar Barquet: www.omarbarquet.com

Portada: Omar Barquet / Columna débil / Tinta y serigrafía sobre cartón / 37 x 25 cm. / 2007Fondo pags. 1 y 2: Omar Barquet / Bitácora de trabajo / Mixta sobre papel / 21 x 15 cm. / 2006

LA PALANCA

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Poemas

Philippe Delaveau

La calle de mi ventana

Hombre cualquiera y silencioso en su pensamiento, miro la calle.Mi mano levanta la cortina: afuera el siglo con su ruido.Corazón oprimido a veces bajo la camisa. Forjando sobre el crisolun signo lleno de fuego. Golpeando, vibrando. Y escucha.

El mundo desposa el destino de sus hojas: árboles y libros.Sin embargo es de mañana. Una voz acompaña un trapo que se agita en la ventana.Es hora de hacer limpieza: se pulen muebles, las mujeres hablan.El plumero se desliza en la mano que lo agita como una cabezade poney en una extravagancia. Pero el circo es ruidoso.Aquí no hay instrumentos iracundos: timbales, metales.Apenas consumidos, los vocablos resisten. Las palabras se pierdencon el polen gris del polvo. Abajo está la calle.

Las mesas del café son redondas como el gran año de Pitágorasque gira y vuelve a empezar: gemidos y destrucción.Se bebe, se recuerda. El alcohol conserva una memoria.

Lento, resuelto en la sencillez de su blancura, un cúmulo une el lugar de perdición con el lugar del nacimiento.Miro una y otra vez la vida de las palabras inciertas.Y la otra vida lejana donde se adivina una música.

Traducción de Marcela González Durán

La rue de ma fenêtre

Homme quelconque et silencieux dans ses pensées, je regarde la rue.Ma main soulève le rideau : dehors le siècle avec son bruit.Cœur à l’étroit parfois sous la chemise. Forgeant sur une enclumeun signe empli de feu. Frappant, vibrant. Et il écoute.

Le monde épouse le destin de ses feuilles : arbres et livres.Pourtant c’est le matin. Une voix accompagne un chiffon qu’on agite par la fenêtre.C’est l’heure du ménage : on astique les meubles, les femmes parlent. Le plumeau glisse dans la main qui l’agite comme une tête de poney dans une extravagance. Mais le cirque est bruyant.Ici, pas d’instruments forcenés : timbales, cuivres.À peine consommés, les mots résistent. Les paroles se perdent avec le pollen gris de la poussière. Au-dessous c’est la rue.

Les tables du café sont rondes comme la grande année de Pythagore, qui tourne et recommence : gémissements et destruction. On boit, on se souvient. L’alcool conserve une mémoire.

Lent, résolu dans la simplicité de sa blancheur, un cumulus unit le lieu de perdition au lieu de la naissance. Tour à tour je regarde la vie aux mots incertains.Et l’autre vie lointaine où se devine une musique.

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Instantes de eternidad

Intentas acercarte al instante puroel momento infalible y falible donde brilla el destello de la lámparael optimismo de un cerillo donde tiemblauna flama de iris con dos colores

El mundo está ahí acurrucado en el fervor de su luzdivide sus relieves y los rostros pasmadosal proteger su misterio con una bruma o con una hilera de árboles pero cuando una calle de París oscila hacia el océanoun muro se levanta rápidamente y amenaza y se defiendeo más sutilmente aún obstruye la perspectiva

Luego todo se cierra entre las manos de la sombrade la que escapa la luna como burbuja de extrañezay en el suelo los faroles desgarranlas voces de la tarde cuando nos adentramos en las casas que prefiguran el olvido de lo eterno y del silencio

Traduccion de Sadie Ordiales

Instants d’eternité

Tu tentes d’approcher l’instant purle moment infaillible et faillible où luit l’éclair de lampel’optimisme d’une allumette où tressailleune flamme d’iris à deux couleurs

Le monde est là blotti dans la ferveur de sa lumièredivisant ses reliefs et les visages effarésprotégeant d’une brume ou d’un rang d’arbres son mystèremais quand une rue de Paris bascule vers l’océanvite un mur se dresse et menace et se défendou plus subtilement encore barre la perspective

Puis tout se clôt entre les mains de l’ombred’où s’échappe la lune comme une bulle d’étrangetéet à terre les réverbères déchirentles voix du soir quand on s’enfourne dans les maisonsqui préfigurent l’oubli de l’éternel et du silence

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New York

Los rascacielos anclados a sus charcos. La sombra en la que rondan las calles. Ambicionar el cielo para consagrar la tierra a la sombra.

Abajo se camina bajo las frondas de un bosque tenebroso.Sin embargo, pocos árboles: concreto, vidrio, concreto y vidrio. Paredes rectas,

resplandecientesLos rascacielos: cajas de cartón para las medicinas sobre el estante.El sol mueve un peón vertical a dama. Juega solo.Las catarinas trepan por un cable: ascensores sobre paredes relucientes

como vidrios. Lentes oscuros. Ciudad ciega.Y todo es hostil y familiar. Una belleza que nos ignora.Abajo vagamos entre la muchedumbre en medio de los autos. Ruidos y rumores.Aquí la sirena no evoca la nostalgia nórdica. El lugar que ocupa

una joven ingenua con piernas de pescado.Sirena es el nombre del cuchillo con el que la ambulancia y la policía cortan la carne.Sin embargo, al despuntar el día llega de mar adentro el viajero tras una larga travesía entre las olas que juegan con las lenguas del universo,para descubrir en la línea del horizonte los pilares de Nueva York.Glaciares grises. Fachadas claras. Cajas de relojes oscuros. Dientes de escualo

abandonados sobre el océano, relucientes de fuego tras la avidez de la mordida.

Traducción de Marcela González Durán

New-York

Les gratte-ciel arrimés à leurs flaques. L’ombre où rôdent les rues. Ambitionner le ciel pour vouer la terre à l’ombre.

En bas, on marche sous les frondaisons d’un bois ténébreux.Pourtant, peu d’arbres : béton, verre, béton et verre. Des parois droites,

resplendissantes.Les gratte-ciel : des boîtes en carton pour les médicaments sur l’étagère. Le soleil pousse un pion vertical pour aller à dame. Il joue seul. Les coccinelles grimpent le long d’un fil : ascenseurs sur les parois luisantes

comme des verres. Lunettes noires. Ville aveugle.Et tout, hostile et familier. Une beauté qui nous ignore. En bas, on erre dans la foule au milieu des voitures. Bruits et rumeurs.La sirène ici n’évoque pas la nostalgie nordique. L’occupation sur un rocher

d’une fille ingénue aux jambes de poisson.Sirène est le nom du couteau dont l’ambulance et la police taillent la chair.Pourtant, venant du large, au petit jour, le voyageur, après la longue traversée parmi les vagues jouant avec les langues de l’univers,découvre sur la ligne achevant l’horizon les piliers de New-York. Glaciers gris. Façades claires. Boîtiers d’horloges sombres. Dents de squale

restéessur l’océan, brillant de feu après l’avidité de la morsure.

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Navigation celeste

Ivre de long soleil qui retarde le soir, Étincelle échappée au brasier des nuits, J’ai vécu et j’ai vacillé sur l’étendue de la mer. Relié des doigts le monde ancien et le nouveau. Soupesé des yeux l’épée du jour et attendu qu’entre deux poids le fléau s’équilibre : Flamme intrépide et son obstination Dans la mesure de l’infime.

Je n’étais capable de parler ni d’écrire Témoin seulement de ce qui a vécu. À qui de rendre la justice ? Notre pouvoir dispose de moyens précaires, Comme l’instinct des yeux, le flux Et le reflux des phrases. Aux gens de mélodies, de récits et de masquesQuel savoir est échu ?Vagabonds d’îles, de clartés. Seulement la volonté de partager cette musique Trop légère pour la sagacité des arbres. Contempler ce qui dure.

Sans souci de conquête et sans la fièvreDes guetteurs d’horizon qui traquent l’or,J’ai levé les yeux jusqu’aux sommetsOù les puissants tiennent registre. Mais je n’ai eu désir qu’aux choses simples.

J’ai traversé le mirage qui établit les villes Aimé la fragilité des visages. Mon poème A redouté l’excès du vent et les bontés inopportunes.

J’entends revenir le pas du froid et l’haleine Des lieux obscurs. Le bruit que fait le silence En consultant la nuit. Les chiens de chasse Quand le gibier de la parole accourt.

Si je dois parler du milieu de vous, C’est votre parole qui retentit dans la mienne Ce sont vos voix qui me traversent. Glorieux et oubliés. Prodigues et tentateurs Et votre souffle qui habite sous le toit de mes mots.

Ô pauvreté du don et du donateur:Voici mes mains vides, je suisDevant vous celui qui s’incline,Et à la fin de sa parole il se tait.

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Navegación celeste

Ebrio de largo sol que retrasa la tarde,chispa que se escapa a la hoguera de las noches,he vivido y vacilado sobre la extensión del mar.Reunido con los dedos el mundo antiguo y el nuevo.Sopesado con los ojos la espada del día y esperado que entre dos pesos la balanza

se equilibre:flama intrépida y su obstinaciónen la medida de lo ínfimo.

No era capaz de hablar ni de escribir,testigo únicamente de lo que ha vivido. ¿A quién hacer justicia?Nuestro poder dispone de medios precarios,como el instinto de los ojos, el flujoy el reflujo de las frases.Para la gente de melodías, de relatos, de máscaras,¿qué saber es prometido?Vagabundos de islas, de claridades.Sólo la voluntad de compartir esta músicademasiado ligera para la sagacidad de los árboles. Contemplar lo que dura.

Sin intención de conquista y sin la fiebrede los acechadores de horizonte que acosan el oro,alcé los ojos hasta las cimasdonde los poderosos llevan la cuenta.Pero no anhelé sino las cosas simples.

He atravesado el espejismo que funda las ciudades,amado la fragilidad de los rostros. Mi poemaha temido el exceso del viento y de las bondades inoportunas.

Oigo volver el paso del frío y el alientode los lugares oscuros. El ruido que produce el silencioal consultar la noche. Los perros de cazacuando la presa de la palabra acude.

Si debo hablar de su medio,es su palabra la que resuena en la mía,son sus voces que me atraviesan.Gloriosos y olvidados. Pródigos y tentadoresy su aliento que habita bajo el techo de mis palabras.

Oh, pobreza del don y del donador:aquí tienen mis manos vacías,soy aquel que se inclina ante ustedes,y al final de su palabra se calla.

Traducción de Eduardo Uribe

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Juan-Sebastián Bach

Al inicio y al final de la frase,es tu rostro el que espera viejo maestro y tu miradabajo la vela en el granero –casi ciego.Con esos ruidos de niños entre peleas y risasen la casa como una fuga donde se pierdeel nombre dilatado por las voces de la música,tantos signos sobre los cinco trazos en que tu mano se detuvo.

El verano que maduró los frutos y la armonía del mundoofrece una descanso sobre el vado del acorde en el vasto invierno.El hilo de seda de la melodía elaboraun camino sombrío y claro sobre las ruinasdel tema sencillo y de antemano grabado en el blasón gris de los bemoles y de los sostenidos.Antes del agotamiento de estos rodeos y la resoluciónde la tónica sobre el teclado de marfil.

Aquí tu mano tacha con la pluma: Señorsi tu Nombre es grande y pobre, mi esperanza.Que la alegría que baja de la bóveda con los cornosy las voces de ángeles. Pero se acerca el domingo.Hay que ingerir el aire en la armonía y que el alientoilumine un camino verdadero del corazón al corazón.Luego un acorde resuelve en un largo pedal el inicio al final de la frase.

Traducción de Laura González Durán

Juan-Sebastien Bach

Au commencement et à la fin de la phrase,c’est ton visage qui attend vieux maître et ton regardsous la chandelle au grenier – presque aveugle.Avec ces bruits d’enfants nombreux entre querelle et riresdans la maison comme une fugue où se perdla nom dilaté par les voix de musique,de tant de signes sur les cinq traits où ta main s’est posée.

L’été qui a mûri les fruits et l’harmonie du mondeoffre un répit sur le gué de l’accord au vaste hiver.Le fil de soie de la mélodie élaboreun chemin sombre et clair sur les décombresdu thème au préalable inscrit et simple au blason gris des bémols ou des dièses.Avant l’épuisement de ses détours et la résolutionsur le clavier d’ivoire de la tonique.

Ici ta main rature de sa plume : Seigneursi ton Nom est grand et pauvre, mon espérance.Que la joie qui redescend de la voûte avec les corset les voix d’anges. Mais dimanche s’approche.Il faut dans l’harmonie ingérer l’air et que le souffleillumine un chemin vrai du cœur au cœur.Puis un accord résout longuement au point d’orgue le commencement à la fin de la phrase.

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Conversación con Philippe Delaveau

Diego José

Tu poesía concede un lugar preponderante a la

música y a la imagen, ¿cómo situas tu obra con

respecto a la tradicion francesa ?

Tradicionalmente, la poesía francesa estaba ligada de cerca a la música: en la Edad Media, los trovadores cantaban sus poemas; después con la Pléyade, volvemos a la poesía cantada: ¡es gracias a las siete o nueve particiones que los libreros publican al final de una colección de Ronsard (Los Amores) que el soneto encuen-tra su forma definitiva, a causa de la necesidad de hacer coincidir los versos con la partitura musical!

Después de eso, la poesía francesa se vuelve intelectual a finales del siglo xvii. Pierde de vista la música, y se contenta con imágenes es-tereotipadas. Es la catástrofe del siglo xviii, el siglo menos literario, que ve triunfar la prosa de los habladores y de los ideólogos. El peligro, en la literatura francesa —en los tiempos de crisis: como el tiempo actual— es volcarse en el intelectualismo.

La lengua francesa, no lo olvidemos, es una lengua de científicos o de juristas, no una len-gua de arte. Toda la literatura que nos importa es la victoria, cada vez renovada, de una tenta-tiva artística contra el prosaísmo intelectual, que explica, que codifica, que clasifica.

Luego vienen los tres grandes del siglo xix: Baudelaire, Mallarmé y Rimbaud. Los dos pri-meros redescubren el lugar de la música en el poema (Baudelaire: La musique souvent me

prend comme une mer… ). Mallarmé quiere fu-sionar las palabras en una pasta musical, tan hermética al no-iniciado como la música para el que no sabe solfeo.

Mallarmé hasta lamenta la musicalización de uno de sus grandes poemas por Debussy, considerando que él mismo había dispuesto de

la música en sus versos. Rimbaud, que no se preocupa por la música, a causa de su rebe-lión, hace redescubrir la fuerza explosiva de la imagen, pero de la imagen necesaria —esta imagen necesaria no lo será para los Surrea-listas, los poetas del ruido, que se contentan con lanzar sus petardos hoy inaudibles. Pero Rimbaud accede a una vuelta a la calma en la prosa, con el gran poema en prosa de Génie. Existe en él, un tipo de música final, en los úl-timos poemas en prosa que recuerda las pági-nas más bellas de ese poeta que fue Pascal.

Por fin, en el siglo xx, grandes poetas de-vuelven a la música todo su lugar: Apollinaire, con su Chanson du Mal-Aimé; Dadelsen, con su admirable Bach en automne; Max Jacob y algunos otros, entre los que se encuentra Ara-gon. No hago entonces, nada más que situar-me en una tradición, pero trato de innovar también, jugando con el número de sílabas en «secuencias» diferentes, jugando sobre las lon-gitudes de las vocales y sobre esa «e» muda que es el recurso más bello y musical de la lengua poética que tratamos de establecer en francés.

Sobre todo, busqué decir el mundo como una partición vasta que espera ser traducida por la música, eso que los compositores inten-taron hacer, luego la tentativa de construir por la arquitectura de los poemas lo que la música sugiere. De hecho, todo esto responde a la pre-gunta que Claudel había aprendido de Mallar-mé: «¿qué es lo que eso quiere decir?»

¿Por qué te consideras como un « vigilante en

un universo preso al desastre » ?

Julien Green me había impresionado hace mu-cho, cuando escribía —citando dos versos de Shakespeare, en King Lear—: el poeta es «el

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espía de Dios». Es el que demuestra una tras-cendencia con respecto a la vida diaria, y so-bre todo el que se niega a «dormir» (vivir en la superficie de sí, consumir, soportar, etc.) para intentar escudriñar la noche.

La tarea del poeta no es decir y repetir, como el profeta: «¿velador, dónde está la no-che?» El poeta libanés Schehadé anota en uno de sus poemas:

Los que velan muy tarde por la noche

En la absolución profunda de las tinieblas

Lejos de las lámparas cálido en los ojos

En el aire desnudo

Son los viajeros del futuro.

Y Shakespeare, todavía:

Porque hace falta que algunos velen

mientras que otros duermen

Así va la marcha del mundo (Hamlet)

Esa es para mí la función del poeta.

Entonces precisamente, el mundo contem-poráneo, más alla de las crisis tangibles, cuan-tificables, conoce una crisis muy grave que los políticos, de cualquiera partido, no saben, y sobre todo, no podrían resolver. ¿Por qué? Por-que atañe a lo espiritual, a la parte profunda del ser humano, que ninguna de las «ciencias humanas» pretendidas es capaz de compren-der. Y que ninguno de los «discursos» de la mo-dernidad, que procede por ruptura y rechazo, sabe colocar.

Creo que los tiempos actuales dan a la poesía una posibilidad increíble: únicamente ella es capaz de responder profundamente, en el orden del arte, a los que esperan, sin sa-berlo muy bien, nuestros contemporáneos precarios y angustiados. Si una de las carac-terísticas de la época es la fragmentación, la ruptura de la unidad, la poesía puede ofrecer a cambio su melodía unificada y unificadora. Por la línea melódica y el sentido de sus pro-posiciones misteriosas, permite trasladar a otra dimensión los sufrimientos y las alegrías de existir. Pero hace falta para esto que en-

cuentre su propio lenguaje: imágenes fuertes, pero justas sobre todo (lo cual es muy difícil); y construcciones melódicas, haciendo del poe-ma un conjunto unido y transfigurado por un punto de fuga.

Tu poesía recrea espacios donde coexisten los

objetos y la mirada del poeta que los nombra.

¿Para ti qué significa la palabra poética ?

La poesía no debe descuidar los objetos. Cada objeto, cada utensilio, pacientemente utilizado y patinado por las manos que lo utilizan, nos reenvían a la condición de cada ser humano, y no sólo al narcisismo del poeta. Porque el ser humano se define por su manera de amar y de transformar el mundo. Unos lo transforman explotándolo, otros, se lo acaban —el trabajo de transformación se cumple con contempla-ción y amor.

¡Sobre todo, niego una poesía constituida de «significantes» considerándose en sus com-binaciones y sus juegos de espejos! Para mí, el poema debe siempre pasar la prueba en la realidad singular, en medio de la bella materia rugosa y pesada de su propio peso.

Procuro escribir poemas de la sustancia, no sólo del lenguaje.

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006 ¡Niego «l’absente de tous bouquets» de Ma-

llarmé, pero exijo al contrario la flor presente de cada rincón del mundo y que la cosa esté allí, presente, ¡como si realmente estuviera allí!

Pero hace falta, en efecto, que una mirada considere de manera nueva, como si nadie nun-ca hubiera visto jamás lo que nos rodea, todos estos existentes del universo, que esperan que les cedíeramos su lugar en el lenguaje, para que existan según la vida propia de la poesía y del arte: transfigurados.

Así la poética nace de la «transfiguración»: la travesía de lo opaco por la luz que le confiere su parte de belleza, de dignidad. Todo puede entonces entrar en este arco del poema. Todos los objetos, todas las sensaciones, todas las experiencias. Comprendiendo bien que no se trata de fabricar estereotipos poéticos, y me-nos todavía un código convencional, como en la poesía del siglo xviii francés.

La poética es así la luz eterna, pero falible, que quema un instante en el poema y continúa irradiando en nuestros corazones.

¿Por qué escribir poesía actualmente ?

Primero, creo que no escogimos escribir poesía

al principio. Es la poesía que nos escoge. Es ella quien nos guía, acompaña y mueve nuestra mano. Todos nosotros conocimos esta experien-cia en la infancia, y la conocemos cada día.

Con la dura experiencia de la pobreza: cuan-do esto no viene, no podemos hacer nada. Y lo peor consiste en mentirnos. Somos unos pobres, posiblemente ni siquiera poetas: un título de-masiado pesado y demasiado orgulloso. Somos unos mendigos de imágenes y de música.

Es el poema que nos hace poetas. ¿ Por qué escribir poesía actualmente? Porque debemos vivir como poetas en un mundo que perdió el encanto. La poesía les ofrece la última posibili-dad a los hombres de este tiempo, de encontrar un medio de reconciliarse, rechazando los usos filosos y peligrosos del lenguaje, esclavizado a las ideologías y a los fanatismos.

¡Existe este lugar misterioso y emocionante donde vivimos a la vez en la compasión y ad-miración, que son los dos recursos más fuertes de la existencia humana! ¡Qué alegría poder ofrecer este pobre don, que no tiene ningún valor a los ojos de los poderosos del mundo, y que puede, sin embargo, recalentar nuestro corazón, hacernos a la vez más libres y más felices!

Traducción de Paola Konrad

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Zum

Era niña cuando me atacaban tremendos do-lores de oído. Algunas veces la razón se debía a la poca higiene: no me gustaba limpiarlos y éstos se llenaban de esa amarilla mucosa que luego extraía con hisopos (ah, el placer de aquel sonido tan cercano a los tímpanos, el siseo del algodón explorando un territorio hostil, abrevadero del mundanal murmullo que nos conecta al afuera: acá el ritmo del corazón, allá el aire moviendo las ramas, más al fondo el paso de un avión y detrás del avión, el estallido mudo del cielo).

Los viajes también tuvieron, ahí, su cuo-ta: ya bien en auto, para subir a las monta-ñas, o hacia abajo, rumbo al mar, el cambio de altura siempre me provocaba un espas-mo, un aleteo infinito al interior de las dos grandes orejas. Debía forzarme a bostezar, pues, de lo contrario, un incómodo zumbido me apartaba de la superficie, cercándome hacia dentro de un organismo que, según la rara perfección de la naturaleza, imponía su marcha en la mayor de las discreciones, esto es, en el más claro silencio, uno en donde, cosa curiosa, quien más disturbios causa es el desorden con que trabaja la mente.

Cuando los bostezos no funcionaban pron-to me invadía el pánico: ¿y si de pronto, la sordera? Debe ser insoportable perder el oído, pensé desde ese entonces, cuando mi padre me hacía el retrato fugaz de su abue-la, “una mujer que leía mucho, sobre todo Historia de las dos Guerras Mundiales, y que, paradójicamente, se quedó sorda a cau-sa de una granada que cayó en el patio de su casa, en aquellos años de la revolución”. La imaginaba, pues, sentada en una poltrona vieja, rehaciendo los disparos o el silbido del

Nadia Villafuerte

tren lleno de judíos con destino al matade-ro, a través de su construcción mental, de su recuerdo. ¿Y si de pronto, la desmemoria?, me inquiría después, cuando me enteraba de que la naturaleza humana, perfecta y puntual, también cruel y vengativa, tenía la capacidad de ausentarse de sí, esto es, de despojarnos de aquello que hace que el cuer-po y sus funciones tengan sentido: destruir la máquina de pensar y recordar. Debe ser muy injusta esa “amputación del sonido del mundo” que significa no escuchar cuando se nace; pero también una incógnita indes-cifrable para quienes a veces nos sentimos

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fastidiados, incluso agredidos, con el escán-dalo del universo sonoro a nuestro alrede-dor. Lejos de la corrección política, Julian Shnabel retrató el caso verídico de un edi-tor francés que de repente se vio paralizado, inmovilizados sus órganos, atrapado en esa cárcel hermética llamada piel. Esto sucede en la película La escafandra y la mariposa, y el resultado es una historia que conmueve no por apelar a la emoción fácil, al chanta-je del eufemismo, sino porque una vez más, con todo y que los sentidos como tales no pueden ser suplantados por la imaginación, es curiosamente la imaginación una fuente de fuga, un mecanismo capaz de crear —así lo hicieron los artistas y visionarios— aque-llos sonidos del futuro que no existían y se crearon a partir de una idea. ¿Que qué fue primero, el huevo o la gallina? Pues he aquí que la naturaleza exacta, vengativa, cruel,

perfecta como el engranaje de un reloj, tie-ne sus misterios: para la enfermedad de la mente no hay cura. La poesía es una enfer-medad. Es en la naturaleza donde está el carácter infecto de ese virus que lo mismo nos edifica y después nos inmola y destruye. Ah, la naturaleza, tan sabia.

Cuando niña, padecía los horribles dolo-res de oído, sí. Hoy mi habitación está sitia-da porque nada escucho; la gente se ha ido de vacaciones, los vecinos no están, el repro-ductor de música no sirve, y, salvo el tecleo de la máquina con la que escribo, este silen-cio es (igual que aquellos días en que subía a las montañas y los oídos se tapaban) no un privilegio, sino una suerte de castigo. Su-pongo que también el castigo es una manera de entender las dádivas de mi propio cuerpo, de su correspondencia con todo lo que suena, allá, afuera.O

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Me piden que te busque, que grite en una esquina,tu apellido paterno.Salgo de nuestra casa: el mundo ya no está.Me piden que te busque y termino perdido,gritando santo y seña de mi misma persona,alzando ya la voz en espera de verme llegar por otro lado con muy buenas noticias.

Jair Cortés

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rOmar Barquet / sin título / fotografía 10 x 15 cm c.u. / díptico / 2006

vOmar Barquet / Bitácora de trabajo / Mixta sobre papel / 21 x 15 cm. / 2006

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¿Sobre qué reposan los objetos? La experimentación plástica de Omar Barquet ha explorado desde hace tiempo las esquinas o vértices idea-les de la tridimensionalidad, para reflexionar acerca de la geometría euclidiana y la concepción del espacio como un contenedor que ésta presupone. En su producción más reciente, el diseño de figuras “sus-pendidas” logra problematizar los presupuestos del dibujo en pers-pectiva, donde el espacio es concebido como un contenedor estable de formas u objetos. Este logro en su trabajo de gráfica, a su vez se poten-cializa al ser trasladado a las problemáticas del espacio físico en sus instalaciones. Así, mientras que la gráfica juega y desmiente los datos figurativos que presupone una composición tradicional: la proyección de elementos en perspectiva en un plano bidimensional y la distinción entre fondo y figura; la instalación genera distintas tensiones con el cubo blanco de la galería, que invitan al ojo a percibir cómo el espacio se transforma, a partir de la suspensión de distintos planos de color que conforman una figura, y de los juegos de luz y sombra que esta produce.

Hace tiempo que la concepción del mundo como imagen, que Heide-gger pensó como característica de la modernidad, se ha desarrollado hasta sus últimas consecuencias en varias direcciones. Una de ellas es la saturación en la experiencia cotidiana de fragmentos de infor-mación visual. El mundo se encuentra lleno de sugerencias gráficas y de planos de color en los empaques, las ilustraciones y en general en los miles de retazos que la basura del diseño gráfico nos hereda. Estos retazos y las convenciones representativas que los conforman, consti-tuyen los datos figurativos a partir de los cuales trabaja la gráfica de Barquet, tanto en sus soportes como en los varios planos de color que la construyen. Su trabajo resalta principalmente la pictoricidad de es-tos materiales. Sin embargo, hay una experimentación previa en que se desarticula su organización óptica, para eliminar o evidenciar sus datos representativos e ilustrativos. Su estrategia consiste en recortar estas superficies para después generar un “mosaico caótico”, el cual contrapone a otras superficies planas de color, que imitan la vivacidad de la paleta de estos retazos.

En su producción todo parece comenzar con el diseño de una for-ma con un volumen irregular que se desdobla en distintas superficies. Después aparece el fondo sobre el que se distingue esa forma, pero sobre puesto a otras capas de distintas texturas. Ahora bien, lo más interesante sucede en la construcción del interior de la forma, donde su presencia se constituye a partir de la yuxtaposición de planos de color y de la proyección de tensores que parten de ella y la delimitan. Así, los materiales encontrados y sus diferentes formas y patrones su-gieren una lógica constructiva inmanente (como en un collage) que desborda el primer diseño de la figura y la pone en relación con el fondo. Mientras que los tensores parecen abrir la figura/objeto y la hacen aparecer como suspendida al rozar los bordes del plano de com-posición. w

Figuras suspendidas en un fondo sin fondo

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Omar Barquet / Objeto espacial 1 / 2007 / grafito y collage sobre cartón / 41 x 68 cm.

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Omar Barquet / Suspensión / 2008 / rotulador, serigrafía, collage e hilo de cáñamo sobre mdf / dimensiones variables (frente).

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Omar Barquet / Suspensión / 2008 / rotulador, serigrafía, collage e hilo de cáñamo sobre mdf / dimensiones variables (reverso).

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Omar Barquet / Objeto espacial 16 / 2008 / serigrafía y collage sobre aluminio / 60 x 74 cm.

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w En la gráfica de Barquet, el espacio representacional no ha perdi-do todos los referentes imaginarios que permiten ver una profundidad y un contorno (como en la representación clásica tridimensional) o una forma y un fondo (tal como sugiere la teoría de la gestalt). Sin embargo, estos elementos aparecen frecuentemente desmentidos. El ojo parece disponer de las convenciones geométricas que nos permitirían obser-var los espacios que ahí se sugieren, pero la estrategia de evidenciar estas convenciones reclama una segunda mirada. En esta se observa cómo se construye un mundo geométrico, que desborda sus propias coordenadas y donde no se presupone ningún orden racional preexis-tente a la composición. Si bien en la geometría que pensó Euclides, la superficie (y no el punto o la línea) era el elemento más importante, porque al reflejar la luz hacía aparecer a la figura en su materialidad; en la obra de Barquet, la geometría racional se derrumba a favor de una sobre posición de superficies de color y figuras suspendidas, que abren espacios múltiples o caleidoscópicos sin un orden predetermina-do. La figura aparece suspendida sobre una serie de planos y los tenso-res que salen de ella sobrepasan el fondo en contraste al cual aparece, dejando indeterminado el lugar donde se localizaría ese volumen.

Según Gilles Deleuze, de la abstracción geométrica en el arte se podría decir que “tiene las manos puras, pero [en realidad] no tiene manos” porque al constituir un espacio “puramente óptico”1 o racional, no nos da elementos que dialoguen con el espacio táctil de nuestra percepción cotidiana. El trabajo de Barquet se separa de la abstrac-ción racionalista, cuando la figura emerge de los retazos de color y las distintas texturas de sus superficies. Pero, quizá, su apuesta más interesante se encuentra en traducir las geometrías imposibles que se observan en la gráfica, al espacio físico de la galería. Las figuras suspendidas en el espacio físico invitan al espectador a rodear la obra. Así, se produce una peculiar tensión entre el cubo blanco de la galería y las figuras suspendidas, donde la trayectoria de los tensores que las sostienen y el juego de planos de color iluminados y las sombras que proyectan buscan re-articular la experiencia de ese espacio, al desper-tar la mirada-táctil del espectador (contraria a la mirada racional).

Tanto en la instalación como en la gráfica, las formas que percibi-mos, no tienen ningún significado más allá de su propia aparición en el espacio que afirman y de la exterioridad de los planos de color que las articulan. No obstante, esta singular relación en la que emerge la figura, el fondo y las distintas dimensiones del espacio, quizá conlle-va la apuesta de volvernos escépticos a la supuesta pre-existencia de un contenedor en el que se sitúan los objetos. Así, tal vez el logro del trabajo de Barquet se encuentre en permitirnos volver a pensar las lógicas de ensamblaje del espacio cotidiano, en función a sus distintas texturas y superficies.

Juan Pablo Anaya Arce

1Deleuze, Gilles, Francis Bacon, Lógica de la Sensación, Madrid, Arena Libros, 2002, p. 108.

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Nunca hubo en toda la montaña un pastor como Gabriel.–¡Merecías otras ovejas, hombre!– Le dijo un día el cura, desanimado por la anarquía de sus parroquianos, al ver al rebaño del rapaz atravesar la linde del campo de centeno sin lanzar una sola dentellada.–¡Dios me libre! Si con estas ya me vuelvo loco...

Mentira. El padre tenía razón. Era una pena ver tanta autoridad, tanta vocación, tanta naturalidad, al servicio de los anima-les. ¡Ver para creer! Cuando el carnero más testarudo, más idiota y roñoso llegaba a ma-nos de Gabriel se transformaba por comple-to. Sólo le faltaba hablar.–¿Qué le haces al ganado, criatura? Parece que lo embrujas.–Nada. Les doy monte, como el resto de la gente.

Sonreía. Y ahí continuaba educando a los corderos con gestos y palabras que nadie sa-bía hacer ni decir. Nunca le pegó a un animal. El castigo era una simple mirada reprobato-ria, un silbido impaciente, una interjección malhumorada. Con eso bastaba. Al cabo de un tiempo, parecía que cada cabeza se empe-ñaba en no desagradar al amo, en vivir sinto-nizada con aquel gobierno sin cayado. Y daba gusto ver la disciplina con que el rebaño de-jaba el redil y atravesaba el pueblo.–¡Sin duda! ¡Ni el maestro en la escuela!

Y se reía por dentro. Se espantaban con muy poco. Con una leve muestra de todo lo que escondía detrás...

En realidad, toda aquella disciplina tenía un fin, y era mucho más limitada de lo que pa-recía. Como los pastos escaseaban en verano,

sólo había una solución: cebar en los nabares por la noche, a escondidas. Claro que, para hazañas como esa, Gabriel necesitaba de ga-nado mudo y listo, de obediencia ciega al co-mando. Por eso, sin dar ninguna explicación, exigía sistemáticamente a los patrones que vendieran los carneros mancos o rebeldes, y así nadie escuchaba el balido de ninguno.–¿Tu ganado no berra?–Pregúntale.

¡Berreaba! O no se llamaba él Gabriel y no capitaneaba un bando de salteadores. En medio de la oscuridad, abría la puerta del corral y se ponía a andar. El rebaño detrás, como un perro pastor. Paraba a la entrada del mejor sembradío, escrutaba los horizon-tes y reventaba la tapia. Después, en silen-cio, dejaba entrar a los hambrientos y espe-raba que cada boca se hartase en silencio.Si por acaso escuchaba voces o pasos de gen-te aproximándose, se trepaba sobre el muro, descalzaba los zuecos, los golpeaba uno con-tra otro y salía huyendo con todas las pier-nas que tenía. No era preciso más: cuando llegaba al redil, ya el rebaño estaba ahí.–No, tu has de tener algún secreto, algún misterio...– insinuaba Languna, indagando.–Palabra de honor que no.

Y realmente no lo tenía. La cosa le era espontánea, de una forma directa, rápida, infalible, de entender y de hacerse entender por todos los seres vivos. Si encontraba un conejo en la cama, le hablaba y le ponía la mano encima. Calmaba a un perro enrabie-tado con una mera sonrisa.

Pero ésta comunión instintiva con la natu-raleza de las bestias no tentaba a Gabriel para extenderla a la naturaleza de los hombres. De

El pastor Gabriel

Miguel Torga

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esos se apartaba con discreción, sin querer pasar, en las relaciones con ellos, del plano amorfo de la naturalidad. Rentaba su sudor. Recusado, sin un centavo, servía a este o a aquel. El negocio de Ferrede era comprar ga-nado magro, engordarlo y venderlo. Por tanto, quien tenía el dinero tenía el poder, y no valía la pena discutir. ¿Qué le interesaba a él per-der el tiempo con palabrerías o mendigar in-timidades que sabía imposibles de antemano? Lo que los dueños de cada rebaño querían él lo sabía: que se lo montara como quisiera. Reci-bía pues el almuerzo por la mañana, y cuando cae la tarde. Cada cual para lo que nace.

En el verano en que cumplió los veintidós años, no pudo, a pesar de todo, quedar in-diferente a un llamado que, no importando fuera de cordera en celo, venía de una cria-tura cristiana, con quien, al final, terminó casándose.

Fue así: como la sierra entera ardía en el horno de agosto, un día, en el cenit del sol, re-solvió poner al ganado en dirección a la lon-ja. Atendía en ese entonces Silvano, el mayor propietario de la tierra. Y como el rebaño, somnoliento, rumiando, se tiró también él en el catre, igualmente somnoliento y a ru-miar. Era la hora de la comida, y ahí en el piso de arriba los patrones comían y bebían hasta hincharse. Él, pobre, tendría un tazón de caldo al final del banquete: ¡Gracias buen hombre!

En eso, sintió pasos escalera abajo, se abrió la puerta y la hija de la casa, re bonita y con el pelo en la cara —que nunca se había dado cuenta que lo viera como hombre y ella nunca le consentiría que él la mirara como mujer—, aparece con la jarra para el vino en la mano.

En silencio y sin moverse, la dejó pasar a la bodega, que quedaba al fondo, en un en-tresuelo contiguo. Pero apenas sintió desan-dar el grifo del barril y la espuma del tinto hervir dentro del barro le vinieron cosquillas

en la garganta y pidió humildemente:–¡Mi señora, déme un trago!–Le doy. Venga acá y beba...

Se irguió rápido, saltó por encima del ga-nado, entró en el almacén, recibió la jarra, la llevó a la boca y comenzó a consolar el alma. De repente, sin aviso ni razón, la joven, ca-llada, le dio un empujón a la vasija con la punta del dedo. Sin poder respirar por el ahogo, aún atragantado y tosiendo, la remi-ró de arriba a abajo. Hembra para macho: ¡la primogénita!

Y nada más simple: dejó la jarra y recostó a la muchacha sobre un fardo de paja.

Traducción de Joan M. Puig

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Hombre delgado y al garete, cuento largo del sudcaliforniano Juan Melgar, publica-do en libro1 homónimo, narra las peripecias de un náufrago llamado Delgadito. Se trata de un texto posmoderno y ambicioso, en el buen sentido de la palabra, en el cual, Mel-gar ofrece —desde las primeras líneas— las claves intertextuales que ubican al cuento dentro de dos grandes tópicos universales: el naufragio y la literatura de sobrevivencia. También es posible ubicar este relato en el corpus general de la literatura de aventuras, pero Hombre delgado y al garete incluye gi-ros de gran actualidad.

Al iniciar leemos: “Náufrago, lo que se dice náufrago, apenas Robinsón Crusoe, uno del Titanic o aquél de García Márquez. Este es sólo un flaco con medio siglo encima y a bordo de un bote a la deriva.” Acto seguido, se anto-ja hacer un recuento de los náufragos litera-rios desde Simbad, el marino hasta “Sinbad, el varado” y añadir, de paso, las aventuras de pescadores u hombres de mar que han tras-cendido por convertir la batalla marina en revelación personal como el viejo Santiago, quien se ocupa de los lectores mucho más de lo que los lectores se ocupan de él.

Hombre delgado y al garete remite a múl-tiples fuentes que asimismo pueden genera-lizarse como relatos marineros y que inclu-yen, desde pasajes bíblicos o fragmentos de crónicas coloniales, hasta las casi mil pági-nas de Moby Dick o novelas de Verne, pasan-do por De pesca de Salarrué, Los trabajos de

la ballena de Pacheco e incluso La tintorera de otro autor sudcaliforniano, Alejandro Ma-gallón.

Todas estas obras sintetizan la lucha por la sobrevivencia, ya sea contra el mar o con-tra alguna criatura marina, en un medio ad-verso y, por ende, poseen los rasgos de una historia ejemplar, es decir, poseen elementos arquetípicos que se ubican en el inconscien-te humano como, por ejemplo, el instinto por sobrevivir. Esos arquetipos permiten la conversión de los protagonistas en símbolo y —con el paso de los años— se va forjando un mito alrededor de ese héroe mítico prota-gonista.

Sin embargo, la visión de reconocimien-to mítico está presente en el cuento desde la primera página, donde la voz narrativa alude al mar primigenio que vieron los mi-sioneros al llegar a la península de Baja Ca-lifornia desde la “pimería yaqui”, ubicada en Sonora; ese mismo mar azulejo que todavía sorprendió a John Steinbeck y que —en el plano poético— es el mismo supuesto por Borges en su Fundación mítica de Buenos

Aires o, por lo menos, tiene el mismo color azulejo como oriundo del cielo que miró Juan Díaz antes de que los indios se lo comieran.

La travesía desparpajada de Delgadito, sus reflexiones y temores, su hambre y sed, invaden el inconsciente colectivo de los lec-tores porque se da una traslación de ideas; el referente inmediato es Robinson Crusoe, el náufrago por antonomasia que se trans-forma en símbolo de libertad extrema. Hay tres tipos de náufragos o un solo tipo pero con suerte diversa, los que mueren, los que pasan días a la deriva y son rescatados y los

Un cuento sudcaliforniano universal

Marta Piña

La claridad siempre es distancia;

apenas un intentode llegar a la luz.

Diego Jesús Jiménez

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que se instalan, por necesidad o por volun-tad a vivir en una isla. Estos últimos pueden regresar a la civilización después de años o hacer de la isla su hábitat. Delgadito casi cumple con ser los tres tipos de náufragos: casi muere porque pasa días a la deriva y después de un par de aventuras se instala a vivir en una isla. El final es abierto y el omitirlo, no resta emoción a la historia.

Si a todo lo dicho, añado que —en princi-pio— el espacio de ficción está representado por el Mar de Cortés y que el autor es origi-nario de la parte sur de la Península de Baja California que, por siglos, fue considerada una isla; después, por décadas, su gente gozó de una existencia isleña, entonces también se trata de un cuento que describe y encarna la realidad sudcaliforniana. Hombre delga-

do y al garete es el cuento sudcaliforniano más universal que conozco.

Por un lado, la convicción sudcaliforniana destaca en el personaje por su persistente

sentido del humor: mientras agoniza, se ríe de sí mismo y también destaca su sentido de pertenencia a tierras y mares sudcalifornia-nos por el conocimiento que tiene de ellos, como de la flora y la fauna; por otro lado, el náufrago tiene relación casi afectiva con los siete mares y siendo un despojo humano lo-gra, a través de un viaje iniciático hacia el centro de sí, ganarle vida a la vida.

Delgadito vence la libertad extrema mien-tras se pregunta: ¿Hasta dónde somos orga-nizadores de naufragios? La alegoría de la vida como naufragio posee múltiples signifi-cados, pero aquí Melgar nos invita a aceptar uno, el de vencer al naufragio y no vivir a la deriva, es decir, el de reafirmar la voca-ción cada mañana. En uno de los momentos más dramáticos de su anecdotario de peripe-cias, Delgadito piensa: “Durante toda nues-tra vida nos estamos preparando para ser alguien o algo. […] Y llega el momento una mañana que uno se despierta y descubre que

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se ha convertido de manera irrevocable en aquello para lo cual se había dispuesto aun de manera inconsciente”. Entonces descubre que para sí, como para todos, navegar es pre-ciso. La mudanza continua de la navegación se equipara con los ritmos vitales.

En este sentido, el cuento se emparienta profundamente con El viejo y el mar. En uno de los últimos monólogos, cansado y derro-tado, el viejo Santiago se dijo en voz alta: “–Gobierna tu bote. Todavía puedes tener mucha suerte.” Y agregó: “La suerte es una cosa que viene en muchas formas, y ¿quién puede reconocerla?”

La suerte como la claridad, siempre es distancia, apenas un intento multiplicado de revelarse en el hombre.

Delgadito sintetiza la metáfora existen-cial y representa al hombre del tercer mi-lenio como víctima de un naufragio que él mismo ha organizado: el progreso, la moder-nidad, el consumismo. Este cuento —dije al

principio— se inserta dentro de la literatura de aventuras, misma que, de acuerdo a la crítica, en los siglos xvii y xviii estaba ligada a la exploración de las tierras desconocidas o a lo desconocido en general. Ir hacia aque-llo que no se conoce es aventurado, pero qué sucede cuando lo desconocido es uno mismo. Entonces tanto Juan Melgar como Delgadito como el náufrago que todos llevamos dentro reconocemos que somos nuestros propios desconocidos.

En el caso del protagonista la reacción es instintiva y valiente. Delgadito busca des-cifrar el código genético de su alma y de la libertad. Sus sueños son muy surrealistas y acuáticos, sus monólogos son panegíricos brevísimos en torno a sí mismo, su futuro es emotivo. La parábola global del relato es al-canzar esa aventura personal cada mañana o, por lo menos, hacer el intento. El cuento, escrito con maestría técnica, contagia entu-siasmo por la vida.

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PedraA pedra é transparente:

o silêncio se vê

em sua densidade.

(clara textura e verbo

definitivo e íntegro

a pedra silencia).

O verbo é transparente:

o silêncio o contém

em pura eternidade.

PiedraLa piedra es transparente:el silencio se veen su densidad.

(clara textura y verbodefinitivo e íntegrola piedra calla).

El verbo es transparenteel silencio lo contieneen pura eternidad.

Orides Fontela

Poemas

TorresConstruir torres abstratas

porém a luta é real. Sobre a luta

nossa visão se constrói. O real

nos doerá para sempre.

TorresConstruir torres abstractassin embargo la lucha es real. En la luchanuestra visión se construye. Lo realnos dolerá para siempre.

Traducción de Berenice Huerta

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Poetas clones del futuro

Cristián Berríos

IEl departamento se iluminaba con los pri-meros rayos del sol, Pablo N ejercitaba los bíceps con una mancuerna. Vicente Dobro preparaba unos huevos en la cocina ameri-cana y volteó para decirle:–¿Aceptarás algún día que tu poema veinte y el treinta de Tagore son hermanos de sangre?.–Otra vez con lo mismo —Exclamó Pablo N dejando el implemento en el suelo— Como dije a José María Souvirón en una carta de 1935: Eres un pelotas.–También opinaste que tus enemigos eran cabrones e hijos de puta en el manifiesto “Aquí estoy” publicado en España —Apuntó Pablo de Rock con el poderoso torso al des-nudo y en calzoncillos.–¿Para que discuten? —Preguntó Nick Pa-rra realizando tres saltos acrobáticos que le dejaron junto a Pablo N— Toda la verdad se encuentra en Hamlet.–¡Otra vez con Hamlet! —Repuso Dobro— ¿Crees que Shakespeare habría estado feliz con que llamaras a uno de sus personajes “Pintura del baño” en tu adaptación de King Lear?–El peor castigo es el olvido, “Pequeño Dios”.

Vicente Dobro iba a contestarle enfureci-do cuando los cristales del ventanal estalla-ron en añicos, quince desconocidos entraron armados disparándoles a escasos metros, milagrosamente los cuatro poetas tuvieron

A principios del año 2013, un grupo inversor de Chile reunió el ADN de varios poetas nacionales. La idea era que continuaran publicando clásicos y desbancaran a jóvenes poetas que nunca convencieron a los críticos más herméticos. El experimento salió de con-trol, cuando Santiago fue destruido por un grupo de justicieros provincianos hartos del centralismo. Ahora Pablo N, Vicente Dobro, Nick Parra y Pablo De Rock patean traseros en una ciudad poblada de mutantes y desadaptados.

una reacción felina y se arrojaron tras el me-són de la cocina, atiborrado de armas.–¿Quiénes enviaron a estas sabandijas? —Pre-guntó Nick Parra a Pablo de Rock.–Críticos de los principales diarios chilenos —Contestó su colega— comprenden perfec-tamente que si seguimos vivos nada de lo que opinen tendrá relevancia.

Por su parte, Dobro y N seguían su dis-cusión:–¿Y que tratabas de decir con “Me gustas cuando callas” machista de mierda? —Gri-to Vicente mientras traspasaba el cráneo de uno de los invasores con una ráfaga de suba-metralladora.–Troglodita —Contestó furioso Pablo N des-prendiendo el seguro a una granada con los dientes y arrojándola sobre su cabeza— ¿Acaso no te basta con la presencia del ser amado para sentirte feliz?

Vicente Dobro hizo una pausa para mirarle a los ojos y le dijo encogiéndose de hombros:–Si fuera así no habríamos saltado de cama en cama persiguiendo musas.–Vicente, cuando hablas desde el corazón me recuerdas el día en que visitaste Isla Negra y perdoné tus travesuras infantiles.–¡Primero ganemos esta batalla y luego co-mienzan el romance hijos de puta! —Gritó Pablo de Rock antes de que hiciera la rueda con una mano y ametrallara varios enemi-gos mientras giraba.

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–¡Quién habla! —Protestó Pablo N tras ex-traer dos pistolas de sus pantalones y liqui-dar a un extraño que tenía en la mira a Nick Parra— ¿No fuiste tú quien publicó “Neruda y yo”?–¡Era una crítica!...–Del odio al amor —Apuntó Nick Parra lue-go de elevarse y desprenderle la cabeza a un atacante con una patada voladora—, ¿Por qué nadie habla de la “Oda al gato” de Pablo N?, me parece un gran trabajo.–Gracias – Apunto el aludido.–Pero debes reconocer que Pablo de Rock fue mucho más que tu oponente —Prosiguió Nick Parra girando el cuello de otro invasor con las manos— “Los Gemidos” es una pieza valiosa de la vanguardia…

Cuando se disipó la humareda la silueta de los cuatro poetas emergía intacta. Entonces Pablo N giró hacia su homónimo y le dijo:–Por supuesto que reconozco tu trabajo, en la poesía existen desacuerdos pero se valo-ra la palabra, que ocasiona tanto miedo. Eso sí, la cagaste con decirme “Gallipavo senil y cogotero / De una poesía sucia, de maracos / Tienes la panza hinchada de dinero”.–¡Vamos! —Resopló De Rock— ¿Me vas a negar que en Cuba criticaban tu periplo por España?–¡Ya te habría gustado ese reconocimiento!...

Así discutieron durante largos minutos mientras recogían sus pertenencias y aban-donaban ese hogar en busca de nuevas aven-turas. Ya en la calle, fueron encarados por un par de sujetos armados hasta los dientes, andrajosos y de mirada implacable, el mayor de ellos dijo a Pablo N:–Mi nombre es Enrique Link y mi amigo es Jorge Telier, fuimos creados junto con uste-des y venimos a enlistarles en una misión que destruirá a los malvados que nos hicie-ron esto y erradicará la Cofradía que ha go-bernado a Chile durante doscientos años.

II–Por supuesto que te conocemos Enrique —Con-testó Pablo N— Publicaste “Nada se escurre”, “Poemas de este tiempo y de otro”…–Simples tonterías —Masculló el poeta—, mi primer libro fue “La pieza oscura”… Pero recordemos que somos clones, técnicamente esas obras pertenecen a nuestros originales.–Ça ne fait rien —Replicó Vicente Dobro—, no importa. El verso y la prosa viven en no-sotros.

Un furgón se estacionó frente a ellos y Enrique Link les hizo una seña para que su-bieran con rapidez. Apenas se sentaron en la parte trasera del vehículo, Pablo De Rock dijo en tono de protesta:–Es hora de que nos expliquen…–Lamentablemente no podemos explayarnos demasiado ahora —Confesó Link—. Nunca sabemos quienes resultan ser infiltrados o traidores.–Nada de misterios —Repuso De Rock con el ceño fruncido y la mano derecha acariciando un revolver.–Las palabras son el vehículo por el cual via-jan las ideas —Dijo de pronto Jorge Telier—, cuando las ideas se entienden las palabras se olvidan.–Inolvidables palabras —Apuntó Nick Parra con una sonrisa.

El furgón se detuvo y en pocos minutos ingresaron en una construcción subterránea oculta en el Cerro San Cristóbal.–Bienvenidos al verdadero Santiago —Dijo En-rique Link mientras caminaban por un largo pasillo a oscuras que desembocaba en un con-glomerado de cuartos atiborrados de estantes, libros y mesas—. Aquí somos todos iguales.–¿Ustedes crearon esta quimera en las en-trañas de un paraíso en ruinas? —Interrogó Pablo N.–No —Contestó Link—, fueron nuestros adversarios, los que planearon la destruc-ción de la ciudad discriminando a otros, exacerbando su molestia, propiciándoles

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los medios. Llevamos doscientos años como simples marionetas.–¡Qué estupidez! —Gritó Pablo de Rock pa-teando una silla— ¡Me opuse a las injusti-cias y critiqué las desigualdades!–Cierto —Apuntó Jorge Telier sin que elevara la voz en ningún momento—, así lo creímos, pero han planificado en forma magistral… No hay mejor sirviente que aquél que actúa para otros. Los mejores cancerberos custo-dian el terreno del amo creyéndole suyo.–¿Quiénes son esos desgraciados a los que se refiere? —Preguntó Vicente Dobro aunque sus ojos se posaban en una hermosa bailari-na que realizaba su performance en un esce-nario al centro del salón principal.–Se hacen llamar Circo Inquisición —Con-testó Jorge Telier.–Malditos —Gruñó Pablo N— en mi poema “Oda al Elefante” destaco la opresión de los animales por la mano despiadada del hom-bre… ¿Qué puede venir de un nombre así que no sea aflicción?–¿Y como se denominan ustedes? —Interrogó

Vicente Dobro mientras le sonreía a la baila-rina.–Renacimiento —Contestó Enrique Link.–¡Y se hacen llamar artistas con tan poca originalidad! —Rió Nick Parra—, debieron ponerle “Imaginario” para que jamás detec-taran su naturaleza invisible…–Era eso o “Triciclo amarillo” —Confesó En-rique Link encogiéndose de hombros— ya conocen a esos muchachos que aman el té con cáscaras de limón.–Premio Nobel, ¿Que nombre le habrías puesto tú? —Preguntó Vicente Dobro giran-do hacia Pablo N pero él se encontraba son-riendo en el escenario junto a la bailarina y tomándola por la cintura aventuraba unos pasos de baile.

Vicente Dobro lo observó estupefacto sin percatarse de cuando ni como y dijo en un murmullo a Nick Parra:

–Casanova en persona… ¡Observa!, esos amigos que le retrataron después de muerto tenían razón… Baila como un oso enyesado.–¡Hace bien en distenderse! —Exclamó

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Enrique Link—, mañana nos espera un ar-duo día.

En ese momento se acercaron a ellos vas-tas legiones de personas vestidas de distintos colores, les habían observado desde diversos rincones y se acercaron con cautela aunque sin atisbos de sumisión o veneración indebi-da, eran orgullosos como soberanos de impe-rios en ruinas.–Esta es la sangre nueva del arte en Chile —Dijo Jorge Telier con orgullo—, seres in-corruptibles que morirían por sus ideas, no todos son jóvenes, pero el valor de enfrentar-se al mar de adversidades que mencionaba Hamlet les hace fuertes.–¿Podrías servirme una taza de café? —Pre-guntó Vicente Dobro a uno de ellos que le observaba con atención mientras se sentaba en una silla.–Jajajaja —Rió Enrique Link— No esperes esa clase de atención aquí…–Si le pusieron el sagrado nombre de Altazor a un premio valía la pena intentarlo —Dijo Vicente Dobro resignado.

–Sientate derecho —Ordenó una voz con ac-titud docente—. Mi nombre es Gabriela M, ya me conocen supongo. Compórtense como caballeritos que aquí no están en sus revis-tas y folletines literarios.Vicente Dobro hizo caso en el acto. El emble-ma de nuestras letras venía acompañada de otras mujeres más jovenes.

IIIMientras a Vicente Dobro se le borraba la sonrisa burlona y su postura relajada ante Gabriela M, Nick Parra observó una silueta tenebrosa al fondo de la habitación, envuel-ta en una túnica traposa que cubría el rostro y le preguntó a Enrique Link:–¿Quién es esa sombra?... ¿Acaso un rey muerto mitad hombre mitad larva?–No —Contestó el aludido sin que elevara la voz—. Es el santo underground.–¿Santo underground? —Preguntó Pablo De Rock interesándose en el asunto de improvi-so—. Más bien parece un saco de güea que no se ha bañado en un siglo. Voy a patearle el culo si viene a venderle arena a jetones que provienen del desierto. Inventé el van-guardismo en Chile, Dobro hizo la pomada del creacionismo, la señora M sacó la cara por las mujeres con versos descarnados, Nick Parra impulsó la antipoesía, Pablo N se hizo de plata con odas que estiraban los versos como chicle…–¡Te escuché! —Gritó Pablo N en compañía de la bailarina y agregó con un vaso en la mano— ¡Salud poeta!...–Este N siempre va de pajero por la vida a me-nos que ande en celo —Rezongó De Rock—. Ojalá le pusieran un par de minas cuando re-cita a ver si acelera la moto.–¡Cierto como la vida misma! —Apuntó Vicen-te Dobro—. Ronca mientras vocifera sus poe-mas tan triviales como un vistazo al patio.–¡Por el sueño que me dan los diccionarios de francés que llamas obras! —Replicó Pablo

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N a la distancia y agregó con veneno—, el pájaro con el pañuelo soberbio vale por todos tus trucos de mago.–¡¡¡Hijo de… !!!–¡Vicente! —Lo detuvo a tiempo Gabriela M.–Volviendo al misterioso personaje —Dijo Pablo de Rock a Enrique Link— ¿Qué ha pu-blicado de bueno para andar por la vida tan cochino y andrajoso?–Ha publicado algunas cosas en internet —Dijo en voz baja Jorge Telier incorporán-dose a la conversación.–¡Si no publica en papel sus textos no sir-ven ni para limpiarse el culo! —Rió Pablo de Rock.–En eso difiero absolutamente —Apuntó Vi-cente Dobro—. En nuestros tiempos poseía-mos formatos limitados, publiqué en Buenos Aires porque las grandes casas editoriales en Chile eran comandadas por idiotas. Si ade-lantados a nuestro tiempo como nosotros hu-biésemos contado con ese formato habríamos difundido parte de nuestro trabajo para be-neficio de obras posteriores.–Toda la verdad aunque dicha por un loco —Musitó Pablo de Rock—, como dice Walter Scott en Ivanhoe. Saludemos al muchacho y veamos si hay un talento digno de una con-versación.

Pablo de Rock, Gabriela M, Nick Parra, Vicente Dobro se acercaron al santo under-ground. Jorge Telier y Enrique Link espera-ron unos pasos más atrás con cautela.–Saludos hombre de letras —Dijo De Rock de buen animo—, cuéntenos un poco de su vida.

Entonces una voz terrible, que provenía de diversos rincones como si mil espíritus re-sidieran en ella, inundó el salón:

“El santo underground vino al mundo a entregarles su trabajo a cambio de nada. Mo-rirá en silencio porque su vida es un sueño”.–¿A cambio de nada? —Susurró Pablo de Rock a Vicente Dobro—, generoso pero pajarón.

Tras un momentáneo apagón la túnica se

depositó en la silla vacía y el personaje des-apareció ante los ojos atónitos de los poetas.–¡Fantástico! —Celebró Vicente Dobro—. Con el atuendo adecuado y un público más amplio realizaría un excelente performance.–¿Performance? —Dijo impresionado Pablo de Rock— este recibe las cartas en el patio de los callados.–Dejó la ropa como artefacto —Apuntó Nick Parra.–Ya se acostumbrarán —Comentó Enrique Link—, hace estos trucos cuatro o cinco veces al día, vieran el otro día, despareció mientras le pasaban la bandeja en el casino dejando la cagada.

La pared más próxima al escenario donde Pablo N cortejaba a la bailarina se desplo-mó llenando el salón de polvo, el poeta y su musa corrieron a tiempo antes que acabara desmoronándose del todo. Por la cavidad in-gresaron invasores con trajes paramilitares. Circo Inquisición, alertado de alguna forma, se había propuesto la eliminación de los clo-nes una vez congregados.

Gabriela M se levantó ligeramente el vestido, extrajo un arma y poco después de traspasarle la cabeza a un atacante dijo en perfecta calma:–Odio la violencia, pero aún en un mundo brutal las mujeres deben abrirse paso.

Con desatada temeridad Pablo de Rock emprendió el ataque sin darse cuenta que le rodeaban con facilidad, una esquirla de un explosivo se alojaba en su rodilla derecha poco antes de que se desplomara indefenso. Observa al atacante que se detiene ante él, apunta el arma a su cabeza y teme ante la mira del cañón. Su muerte es inevitable. La segunda partida del mundo. Pasan frente a sus ojos miles de experiencias que ha asimi-lado como propias. Es un clon pero se aferra a la vida, piensa, siente.

La metralla cruza el aire pero las balas no consiguen tocarlo. El santo underground, aparecido sobre su cuerpo de la nada, recibe

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los impactos sacudiéndose en forma horri-ble. Pablo de Rock observa su rostro, o aque-llo que parece serlo, y le invade un extraño sentimiento de plenitud.–Perdóname —Dice con un hilo de voz.

Pero el santo no responde, se gira en 180 grados recibiendo más balazos, logra poner-se pie y divide a su atacante en dos perfec-tas mitades con un golpe de mano. Luego se desvanece.–¡Imposible que sea un lector de Pablo N! —Comenta Vicente Dobro a Nick Parra mientras repelen el ataque—. Reconozco a un creacionista cuando lo veo.–Ni en tus mejores sueños tendrías lectores así —Reclamó Nick Parra—. Ese hombre bebe de la metafísica en una taza de café.

IVSentado en su cómoda butaca, Garcés Orte-ga, Gerente de Operaciones en Circo Inqui-sición, espera el resultado de la invasión al refugio de Renacimiento en las entrañas del Cerro san Cristóbal.–¡Señor! —Dijo con voz firme un soldado lue-go de que ingresara a su oficina—, la des-trucción de los clones fue un éxito. Captu-ramos a uno de ellos para interrogarle como usted deseaba.–Espléndido —Contestó Garcés Ortega—. Traiga una silla, atenlo a ella y luego déjen-me solo con el artista.–¡A la orden señor!.

En escasos minutos Nick Parra se encon-traba sentado, con ataduras de pies y manos. Garcés Ortega le observaba complacido.–Siempre adoré “Chistes para desorientar a la poesía” —Confesó el Gerente—. Fue pu-blicado en 1983 ¿Verdad? Devoró sus Sermo-nes y prédicas, la visión del energúmeno...–Vaya al grano ratón de acequia. Si quisie-ra que cualquier mojón de gato me explicara mis obras compraría el diario…–Nunca me cansaré de ustedes —Comentó

Garcés Ortega con una sonrisa condescen-diente— ¿Sabía que fue mi idea clonarles?–Desgraciado —Masculló Nick Parra—, sobe-rano de las pelotas.

El Gerente caminó al único ventanal del cuarto que daba a una inmensa bodega.–Si pudiera levantarse de la silla observaría el fruto de nuestro trabajo. Hemos congre-gado miles de mutantes, víctimas de la des-trucción de Santiago. Cada vez que les entre-gamos una hogaza de pan les repetimos que padecen gracias a los habitantes de provincia como a ellos a su vez les convencimos de que destruyeran la capital. Somos la Cofradía que ha prevalecido en Chile, siempre estuvimos al mando, fabricamos banderas de diversos colores para dividirles como al ganado.–¿Todos los políticos estaban con ustedes? —Preguntó Nick Parra.–¿Qué falta hacía?, ¿recuerda cuando se in-auguró un banco de ADN para criminales en Chile?, era nuestra fachada. Invertimos millones en registros de cada habitante, in-sertamos un chip RFID cada vez que se so-metían a procedimientos médicos y les con-trolamos en base a enfermedades. Quienes iban contra la corriente sufrían percances.–¡Bestias!–Suena horrible —Confesó Garcés Ortega—, pero ¿Quién se divierte en el trabajo? Fui no-velista, publiqué en Chile y Argentina, inclu-so me invitaron una vez al programa “Una nueva deformidad”. ¿Cuánto dinero ganaría a ese paso?, a los escritores nos rinden home-naje cuando estamos listos para el sepulcro. Ni siquiera tenía derecho a enamórame si ganaba una miseria.–Para amar basta un corazón —Murmuró Nick Parra.–¡Ah! —Exclamó molesto Garcés Ortega—, ¡Basta de estupideces! ¡Amor!, como si exis-tiera… ¿Recuerda como le fue a Chile con sus quimeras?, nosotros provocamos el genocidio y cuando se abrieron los registros electorales te-níamos hombres en cada bando, dispuestos a

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deshacerse de su madre por una buena suma. ¡Simples títeres!... Nada más que eso. ¡Noso-tros pagábamos los conciertos de nivel mun-dial y acallamos de esa forma bandas emer-gentes con letras rabiosas!... Que cada artista se diera vuelta en su circuito bohemio era un peligro calculado.–¿Qué harán conmigo?–¿No lo intuye señor iluminado por las ar-tes? —Exclamó Garcés Ortega luego de que sacara un revolver de su traje—. Le volaré los sesos hasta que las paredes queden im-pregnadas con una obra abstracta, triste iro-nía para ustedes vagos piojosos que sueñan con abrirle la mente al mundo. ¡Lo admira-ba!... amaba su talento. Tal vez cuando haya acabado con el último literato de Chile me decida a lanzar un libro.–Desquiciado hijo de puta, aunque su plan po-see bastante lógica en una forma retorcida.–Gracias.–Antes de acabarme, ¿Puede contarme que pretenden hacer con Chile cuando hayan es-clavizado y acabado a todos sus habitantes?–Por supuesto —Sonrió triunfante Garcés Or-tega— ¿Qué más da?, destrozaremos cada hec-tárea de bosque, dinamitaremos la cordillera, contaminaremos el océano hasta que las ba-llenas varen en las playas exigiendo que aca-bemos con su miseria. Luego venderemos el resto a inversionistas y construiremos piezas de ajedrez con los huesos de ustedes, putos.–Gracias —Replicó Nick Parra—, ahora des-pierte.

Sudado, confuso, Garcés Ortega abrió los ojos entre sus sabanas de satín. ¿Era sueño?, que mierda importaba, la invasión al cuartel de Renacimiento era un hecho, pronto las ca-bezas de los poetas clones rodarían a sus pies.

Sin embargo estaba acompañado, una som-bra temible le observaba desde los pies de la cama.–¿Quién eres? —Musitó el Gerente anona-dado— ¿Cómo entraste aquí?, ¿Qué hiciste con mis guardias?...

A la espalda del santo underground apa-recieron en penumbras Pablo N, Vicente Do-bro, Pablo de Rock, Gabriela M, Jorge Telier, Enrique Link y el auténtico Nick Parra que interrogó al Gerente:–¿Tuvo un buen sueño?...–¡No se saldrán con la suya!... —Gritó des-consolado Garcés Ortega— Pertenezco a una corporación poderosa…–Hoy sus hombres estuvieron a punto de acabarnos —Dijo Pablo N—, me recordaron el gobierno de González Videla cuando pasé apuros en 1946...–Por la Ley de la Defensa de la Democracia —Apuntó Pablo de Rock—, me acuerdo...

En medio de la conversación Garcés Or-tega oía desconcertado pregúntandose cual sería su suerte.–¿Que van a hacerme? —Dijo de pronto.–¡Jamás interrumpa una conversación de poetas! —Replicó Pablo de Rock antes de propinarle un violento puñetazo que le dejó inconsciente.

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La conclusión de ésta saga aparecerá en nuestro próximo número.

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Omar Barquet y el problema formal

Desde el año 2006, los artistas en México han contado con un espacio peculiar para implantar y confrontar su práctica artística al reto que significa la posibilidad de usar como taller y lugar de exhibición un elemento urbano tan común como un trolebús, que pareciera carecer del sosiego y la pulcritud que el arte suele demandar para ser mostra-do. Siendo una iniciativa curatorial de la promotora de arte Ariadna Ramonetti, Trolebús/Galería se ha establecido como un proyecto que trata de mantener vigente la discusión sobre el arte in situ, cuya ca-racterística principal es incorporar al discurso y las estrategias del trabajo creativo las cualidades de un sitio específico y un contexto so-ciocultural. Trolebús es ciertamente un espacio difícil de abordar, pues se trata de un vehículo, propio de los servicios de transporte público, donado a la ciudad de México por el gobierno de Japón en el año 2000. Siendo descartado para su uso original, el trolebús fue adaptado para ser sujeto a intervenciones realizadas por artistas contemporáneos, que pueden usar el interior y exterior del vehículo a voluntad. Desde su ubicación permanente en la Colonia Condesa, Trolebús ha sido la sede de proyectos de artistas como Mauricio Limón, Moris, Mónica Espinosa, Emilio Chapela y Fabián Ugalde, entre otros. Los resulta-dos de esos proyectos han sido diversos y su nivel de éxito variable, algunos lograron entender e incorporar el espacio a su obra de mane-ra eficiente, y en otros casos, la praxis habitual de ciertos artistas se impuso sobre el potencial de los recursos disponibles, usándolos sólo como un mero escaparate o soporte.

La más reciente propuesta presentada en Trolebús/Galería es el proyecto denominado “Estudio”, del artista mexicano Omar Barquet (1979), que fue inaugurado a finales del mes de noviembre del 2008. Descrita brevemente, la obra de Barquet asume el interior del trole-bús como un corredor donde está tejida una red de tensores en hilo negro, que zigzaguean haciendo ángulos, siguiendo la franja de venta-nillas del vehículo; mientras que por el techo del mismo, corre un tubo de luz neón azulada, cuya corriente intermitente inunda el espacio con un efecto desconcertante, similar a la luz estroboscópica. Al fondo del corredor se encuentra una instalación integrada por una mesa de trabajo intervenida por una serie de agujeros circulares dispuestos sin un orden específico. A los lados de la mesa se encuentran engancha-das dos lámparas que la iluminan directamente, y frente a la misma, está dispuesto un banco. Tanto la mesa como el banco están bañados por abundante pintura de esmalte plateada, generando chorreados y goteos que se integran como aspectos escultóricos de la instalación. Un chirrido insistente, que domina con su sonido el lugar, tiene su origen

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bajo la mesa de trabajo, donde la corriente eléctrica que alimenta la luz del sitio pasa, de manera visible, del cable a la instalación eléctrica por un puente de energía, que, en su precariedad, se devela como el elemento metafórico que da una pista sobre el sentido de todo el tra-bajo. La instalación se integra de manera coherente al espacio ofrecido por el trolebús, que para la ocasión, se ha dejado transformar en un contenedor donde el artista ha depositado su interpretación sobre el sitio de trabajo del artista, que tal vez sea uno de los aspectos más idealizados dentro de la concepción popular sobre el ejercicio de la creatividad.

Es posible rastrear las influencias artísticas de Barquet hasta el arte concreto y neo-concreto que se desarrolló entre las décadas de 1930 y 1960, el modernismo tardío latinoamericano (particularmente el brasileño), la arquitectura con énfasis en la abstracción del espacio habitable y la concatenación de planos; y es imposible no señalar la gran deuda que Barquet tiene con los trabajos de Hélio Oiticica, par-ticularmente en el proyecto Núcleos (1960), donde la decisión de Oiti-cica de alejar finalmente los planos de color de la pared, contribuyó en gran medida a la investigación sobre la comparativa relacional entre pintura y arquitectura, y a la noción del espacio como un fenómeno de la realidad que puede ser analizado y habitado por dichas expresiones creativas. Mucho del fundamento teórico que sostiene en la actualidad el tipo de arte que Omar Barquet hace, no fue, por supuesto, ideado por este artista. Evocar el movimiento Concreto y su derivación Neo-concreta en Brasil es pertinente porque la decisión de Barquet de no forzar narrativas y subjetividades a entrar en su trabajo es sólo un eco de dichos ismos artísticos, cuyo enfoque estaba en un formalismo racionalista y geométrico, con su consecuente respuesta no figurativa que se permitía apelar solamente a la expresividad sensorial del es-pectador. Barquet ha optado por evitar las narrativas y discursos, que son habituales en el arte contemporáneo, y las ha sustituido por su exploración de las cualidades de la forma y del color como adherentes fundamentales de construcciones visuales y todo esto lo ha ejecutado de manera casi impecable en buena parte de sus proyectos.

La propuesta de Omar Barquet, se muestra como una búsqueda legí-tima y en proceso, que también es un síntoma de las dinámicas internas que van precisando el nuevo curso del arte mexicano. Se trata de una manifestación del nivel de profesionalización del arte joven que, en un momento de acceso a información y herramientas de alcance insospe-chado, se muestra como un fenómeno cultural genuino que desde sus propias preocupaciones e intereses mantiene la discusión sobre la reali-dad y la vida que es, desde su origen, el sentido fundamental del arte.

Axel Velázquez

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Instalación de Omar Barquet en Trolebús, foto: DarDin COria

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