Dossier 004 - Godoy El Gran Dictador

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GODOY EL GRAN “DICTADOR” Manuel Godoy, apartado del Gobierno de España en marzo de 1798, volvía al favor real en febrero de 1799. El favorito, que manipularía el poder desde las sombras hasta que lo reasumió públicamente en 1801, decidió consolidar su carrera política sobre bases más amplias que el favor de la reina María Luisa y la bondadosa confianza de Carlos IV. Parece que pactó con la Iglesia y con la Inquisición... Así, cayeron en desgracia Jovellanos, Meléndez Valdés y Saavedra, sus amigos ilustrados. Hace doscientos años comenzaba la década de “dictadura” del Príncipe de la Paz DOSSIER El favorito, visto por sí mismo Manuel Moreno Alonso La España de Godoy Francisco Núñez Roldán La oposición política al Príncipe de la Paz Rafael Sánchez Mantero DF

Transcript of Dossier 004 - Godoy El Gran Dictador

GODOYEL GRAN “DICTADOR”

Manuel Godoy, apartado del Gobierno de España en marzo de1798, volvía al favor real en febrero de 1799. El favorito, quemanipularía el poder desde las sombras hasta que lo reasumió

públicamente en 1801, decidió consolidar su carrera política sobrebases más amplias que el favor de la reina María Luisa y la

bondadosa confianza de Carlos IV. Parece que pactó con la Iglesia ycon la Inquisición... Así, cayeron en desgracia Jovellanos, Meléndez

Valdés y Saavedra, sus amigos ilustrados. Hace doscientos añoscomenzaba la década de “dictadura” del Príncipe de la Paz

DOSSIER

El favorito, visto por sí mismoManuel Moreno AlonsoLa España de GodoyFrancisco Núñez RoldánLa oposición política al Príncipe de la PazRafael Sánchez ManteroDF

toridad un país compuesto de tal variedad de insti-tuciones, de pasiones, de lenguas, de razas, de cos-tumbres y de actitudes”. Razones por las cuáles,después de un conocimiento mayor del país, habíasacado la conclusión de que “l’on l’avoit trompé àson égard”. También hablaron del rey Fernando yde su hermano Don Carlos, de quien tenía todavíapeor concepto que de aquél.

El lord se aventuró a decirle que sus memoriashabían perdido interés por tratar de justificar todossus actos públicos y Godoy reconoció que en las si-guientes entregas de su autobiografía, que ya pre-paraba, en vez de ser “demasiado laudatorio o es-crupuloso y oficial” pensaba hacerlo “less fasti-

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La familia deCarlos IV (por

Goya, 1800-1801, M.

Prado). Carlos

María Isidro, Goya,

Fernando (príncipe

de Asturias), Mª

Josefa, Mª Isabel,

Mª Luisa, Francisco

de Paula, Carlos IV,

Antonio Pascual,

Carlota Joaquina,

príncipes de Parma

y su hijo Carlos.

dious”, porque los volúmenes iniciales de la obrase habían vendido menos de lo que esperaba, acausa de estos inconvenientes. Hacía dos años queel, en otro tiempo, todopoderoso Príncipe de la Pazhabía publicado sus Memorias. Y aunque moriríabastante después, en 1851, a los 85 años de edad,nunca las acabaría tal como asegurara a lord Ho-lland. En lo que escribió –que bien pudo dictarlo–dejó la imagen que de sí mismo tuvo aquel hombreque por tantos años rigió los destinos de España enuno de los períodos más difíciles de su Historia, elque dio al traste con el Antiguo Régimen.

En 1933, –año de la ascensión de Hitler al po-der– Hans Roger Madol, el principal biógrafo de

Arriba, Godoy como

guardia de corps,

hacia 1788,

atribuido a Esteve.

En la portadilla,

alegoría de la Paz de

Basilea: Godoy

presenta la Paz a

Carlos IV, por Juan

Pablo Montaña,

1796. (Ambas obras,

en la Real Academia

de San Fernando,

Madrid).

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Manuel Moreno AlonsoProfesor Titular de Historia ContemporáneaUniversidad de Sevilla

E N LA TARDÍA FECHA DE 1838, CUANDOhacía treinta años que el Príncipe de laPaz había abandonado España para siem-pre, Godoy se encontró en París con Lord

Holland –antiguo embajador inglés en España, pri-mer ministro y valedor de los refugiados liberalesen Londres–. Según éste, el antiguo valido estabamuy cambiado en apariencia, aunque “con buenhumor, autosatisfecho y algo jovial”, y, con su malfrancés, se le quejó de la ingratitud del mundo. Cri-

ticó que recibiera del Gobierno francés como sub-sidio tan sólo la cantidad de cinco mil francos(unas doscientas esterlinas anuales), cuando tangeneroso había sido él con los príncipes y nobles deFrancia exilados anteriormente en España. Se que-jó igualmente de que su “soto de Roma” se le hu-biera regalado a Wellington. Le dijo también que ensubsiguientes volúmenes de sus Memorias dibuja-ría los contrastes entre la España de Carlos IV y la-de los liberales. Y, por supuesto, hablaron de Na-poleón, y de lo que éste le dijo en Bayona, cuandoen una conversación distendida le espetó que “na-die que no fuera un hombre notable podría habergobernado durante cerca de veinte años bajo su au-

DOSSIER

“Ni a izquierda ni a derecha habíacamino para mí, por donde huirlos duros hierros del destino”(Manuel Godoy)

El favorito visto por sí mismo

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Arriba, Pepita Tudó,

amante de Godoy

(por Vicente López,

poco después de

1800, Museo Lázaro

Galdiano, Madrid).

Abajo, la condesa de

Chinchón, esposa

del Príncipe de la

Paz (Goya, hacia

1801, colección

particular, Madrid).

1836–1838). Ibaprecedida de unaserie de conside-raciones sobre sulargo silencio apartir de su caídaen desgracia enmarzo de 1808...con un amargo la-mento final: “paranosotros..., nues-tro asilo es la tie-rra enemiga; nues-tro contrario esnuestro hués-ped”... En tal co-mienzo alega no

haber tenido interés en recordar todo aquello, peroque, a la postre, no tenía más remedio que dar a laluz las razones de su gobierno desde su ascensiónal poder, porque sabía bien que él era el blanco porexcelencia del “bando torticero”, al que atribuía“todos los males de la patria”.

Se había abstenido de hacerlo porque Carlos IV,su señor y amo, le había aconsejado que no se de-fendiera de tan burdos ataques, escribiendo la his-toria de su vida, y con ella su defensa, especial-mente en vida de su hijo Fernando VII. “Tú no pue-des –cuenta que le dijo Carlos IV– defenderte sintocarle y sin afligirle, de cualquier modo que lo hi-cieses. Si por caso hubieres escrito, al estallar unmovimiento de que está siempre amenazado por suerrada política, diría la Historia que tú diste armaspara atacarlo, y armas habrías dado, pues las tie-nes; tu fidelidad y sufrimiento le abrirán los ojos; élnos hará justicia; él romperá algún día la opresióny el error en que le tienen mis enemigos y los tu-yos. Yo clamaré por ti sin cesar, y cuando todo fue-se en vano, a lo menos dirá el mundo que leal alpadre amigo tuyo, lo fuiste de tal modo que exten-diste tu lealtad hasta el hijo que había sido tu ene-migo”. Pero una vez muertos los reyes padres y suhijo Fernando, llegaba la hora de hablar.

Había esperado que “... un silencio tan profundo,y tan prolongado hablaría en mi favor tal vez más queuna defensa”, pero como las cosas no habían trans-currido así, y “una multitud de folletos, de libelos, de

memorias, de biografías y de artículos de gacetas” sehabían publicado contra él, tomaba la resolución deescribir su propia defensa porque “... sin hacer nin-gún examen, sin verificar ningún dato y errando has-ta las fechas, se habla de mí como de un hombre yajuzgado que no apela y se resigna a la sentencia”.

Para Godoy, caído en desgracia pero por muchosaños omnipotente dictador, “el hombre perseguido,si se encuentra inocente tiene derecho de alabarsey debe hacerlo”; pues “si no lo hiciera así, no po-dría defenderse ni alcanzaría a justificarse”.

Su nacimiento y su casaSegún su autobiografía, Manuel Godoy y Álvarez

de Faria nació en Badajoz, en 12 de mayo de 1767,de familia noble, con hacienda mediana, “la mayorparte herencia antigua y patrimonio de la familia”.Su estirpe procedía, por línea paterna, de Castuera,mientras la de su madre, natural de Badajoz, era por-tuguesa de origen, de una familia ilustre “altamente

La reina María

Luisa en 1799

(Goya, M. Prado,

Madrid).

Manuel Godoy, lo calificó de “primer dictador” denuestro tiempo. Y con razón, porque aquel hombrede orígenes oscuros, se convirtió en uno de los per-sonajes que más poder han ejercido en España a lolargo de su Historia. Todos cuantos se le opusieronen su fulgurante carrera conocieron el destierro ofueron perseguidos. La situación llegó al extremode que, según se decía entre sus enemigos, en unaocasión un perro recorrió las calles de Madrid conun cartel que decía: “Soy de Godoy; no temo na-da”; como no pudo descubrirse al autor de la bur-la, se metió al perro en la cárcel.

Durante aquellos años de gobierno omnipotente,Godoy se convirtió en el hombre más amado y adu-lado de la Historia de España, y después en el másodiado y vilipendiado de ella, hasta el punto deque, dos siglos después, su labor de gobierno, ape-nas si ha sido revisada o reivindicada por los histo-riadores. Quizás temiendo tal olvido, escribió susMemorias, y en ellas, aunque con los excesos queél mismo reconoció ante Lord Holland, justificó suacción de gobierno desde su subida al poder y qui-so autorretratarse a la defensiva: “Mis enemigoshan querido perjudicarme por todos los medios.Han propagado sobre mí toda clase de falsedades.Han querido sostener que el gran favor con que medistinguieron mis monarcas debía atribuirse a lagalantería, a cualidades frívolas. No vale la penadescender a semejantes bajezas, pues el respetoque debo a su memoria es sagrado para mí”.

Aunque su autobiografía adolece de las defi-ciencias de instrucción propias de su autor, hombrede formación limitada pero de inteligencia despier-ta, tienen un gran valor, toda vez que, con todos losdefectos intrínsecos que quieran verse en ella,constituyen las primeras y únicas memorias escri-tas por un primer ministro de España hasta la pu-blicación de las de don Manuel Azaña. Y esto a pe-sar de que ha habido quien, sin mayor fundamen-to, ha negado a Godoy la autoría de sus confesio-nes, y todo porque contó con la ayuda –para corre-girlas y quizás aumentarlas en algunos aspectos–del abate Sicilia, natural de Granada, autor de unaOrtología española, y que le recomendó su paisanoMartínez de la Rosa, a la sazón emigrado en París.

La obra, publicada también en francés, aparecióen su primera edición castellana con el título deCuenta dada de su vida política por don Manuel Go-doy, príncipe de la Paz, o sean memorias críticas yapologéticas para la historia del reinado del señordon Carlos IV de Borbón (Madrid, Sancha,

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Godoy impresiona a María Luisa

El marqués de Villa-Urrutia suponía que el amor de María Luisa por Godoy co-menzó así: "Una tarde, poco después de su incorporación a la Corte, dando es-colta de servicio al carruaje en el que viajaba la Princesa de Asturias al regre-

sar de un pase, cayó Manuel Godoy de su caballo por loco desenfreno del animal; Ma-ría Luisa, asustada, lanzó un grito al percatarse del incidente y ordenó detener su co-che para preguntar si el jinete se había lastimado. Y como le viera levantarse incólu-me, viril y apuestísimo, quedó muy impresionada de su estampa..."

Una real bofetada

Una anécdota que se emplea para mostrar la intimidad entre María Luisa y el va-lido es la de la bofetada: "Gálvez Cañero, gentilhombre de S.M., estaba una no-che de 1808 de guardia en un corredor de Palacio cuando ante él pasó la co-

mitiva real. Carlos IV iba delante solo, y detrás, en voz baja pero iracunda, Godoy pa-recía recriminarle algo a la Reina. Las disculpas de ella al parecer no satisficieron alvalido, que de pronto le dio una bofetada. El Rey se volvió al oírla.

"–¿Qué ha sido ese ruido?– preguntó."–Nada –contestó María Luisa–, un libro que se le ha caído a Manuel".(Fernando Díaz-Plaja, Fernando VII, Planeta, Barcelona, 1991).

Las mujeres de GodoyMaría Luisa de Parma (1751-1819), reina de España. La esposade Carlos IV presuntamente fue amante de Godoy, quizás desde 1788; él te-nía 21 años; ella, 37. Se rumoreó mucho en la Corte que los dos últimoshijos de la Reina: María Isabel de Nápoles, 1792, y Francisco de Paula,1794, nacieron de esos pretendidos amores, que proseguirían con altiba-jos hasta la caída de Godoy en 1808; sin embargo, no existe prueba algu-na que lo confirme de forma concluyente. El valido, en el exilio, mantuvouna constante amistad con sus reyes hasta su muerte, en 1819; María Lui-sa le dejó en su testamento como heredero universal, aunque no se respe-tó este testamento.María Teresa de Borbón y Vallabriga condesa de Chinchón

(1780-1828). Prima de los Reyes, fue su primera esposa. Godoy se casócon ella en 1797 y tuvieron una hija, Carlota. Ese matrimonio resultó muyazaroso debido a las rumoreadas relaciones sentimentales entre Godoy y laReina y a sus escandalosos amores con Pepita Tudó. Hay versiones contra-dictorias sobre si vivió con su marido en el exilio.Pepita Tudó (1779-1869), nacida en Cádiz e hija de un oficial de ar-tillería. Fue amante de Godoy, probablemente a partir de 1796 y hasta lamuerte de la condesa de Chinchón, 1828, en que se convirtió en su espo-sa. Tuvo con él dos hijos. La reina María Luisa la hizo, a petición de Godoy,condesa de Castillofiel, pero no lo fue tanto, pues abandonó a Godoy hacia1835, llevándose cuanto tenía.

DOSSIER

Godoy fue el “primer dictador” de

nuestro tiempo: aquel hombre de

orígenes oscuros se convirtió en uno

de los personajes que más poder han

ejercido en España

GodoyDF

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Francisco Saavedra ,

político e intelectual

ilustrado que

sucedió a Godoy en

la Secretaría de

Estado en 1798

(Goya, 1798,

Academia de San

Fernando, Madrid).

bir la historia”. Lo mismo que había hecho Foy, ensu Historia de la guerra de la Península bajo Napo-león, en la que lo presentaba como “gran tocador deflauta”.

Su educación, según el propio Godoy, fue rígiday severa, adecuada para dedicarse a la milicia y almanejo de las armas, aunque aprendiendo a culti-var la razón. Acabada su primera enseñanza, estu-dió durante ocho años “de continuo” matemáticas,letras humanas “en toda su extensión”, y la filoso-fía moderna “en los diferentes que se comprendenal presente bajo el nombre de ideología”. Estudiosque hizo con maestros “alumbrados de la luz del si-glo, pero sin manchas ni prestigios”. Tal fue el“modesto” caudal de su instrucción con que partiópara la corte a la edad de diecisiete años. Así que,según él, era falso lo propagado por sus enemigos:que apenas mal leía cuando empezó su carrera.

Admitido en 1787 al servicio militar en la Guar-dia de Corps, su carrera la inició en compañía de suhermano mayor; siendo totalmente falso lo que de-cían los biógrafos extranjeros, que atribuyeron “algalanteo y a las tonadas” y a “las coplas de bolero”los favores que debió a los Reyes.

Nada dice, sin embargo, del verdadero motivoque ocasionó su elevación al poder y sólo señalaque no fue llamado al valimiento para “servir de-signios” hostiles a la patria. Reconoce la amistad yestimación que le mantuvieron desde entonces, yde por vida, tanto el rey Carlos como la reina María

En el recuadro

cronológico: María

Luisa, reina de

España; Carlos IV;

evacuación de

Tolón por la flota

hispano-británica;

el navío Santa Ana,

que combatió en

Trafalgar; Napoleón

Bonaparte, hacia

1806 y Fernando

VII.

emparentada”. Según él, sus orígenes nobiliarios,habían quedado sobradamente manifiestos cada vezque se habían realizado las pruebas pertinentes, tan-to para su ingreso en la Orden de Santiago –”dondenadie es recibido sin probar nobleza no interrumpidaen sus ocho grados”– o, cuando, más tarde, fue ele-vado a la grandeza, con las pruebas practicadas conla severidad acostumbrada por el Consejo de Casti-lla, que no dudó en dictaminar que “en muchos añosno se había ofrecido una prueba de nobleza máscompleta”. Pruebas que, por otra parte, según susMemorias, se repitieron muchas veces cuando el Reylo honraba “con otras varias distinciones que reque-rían estas solemnidades rigorosas”.

Por todo ello, quedaban sin valor los argumentosde sus enemigos que le habían tachado de buscar“emprestados genealogías y linajes heróicos”. Paralo cual apelaba al “buen sentido” de sus lectores,ante quienes se presentaba como “sobradamentebien nacido para figurar sin rubor” en la corte de losreyes. Él era el primero en reírse o en indignarsecuando aduladores de toda laya le emparentaban he-ráldicamente con personajes de primer orden:“¿quién, llegado al poder se ha visto libre de estaplaga de lisonjeros y de humildes ambiciosos?” Mu-chos de ellos se vengaron de sus “propias bajezas, ypara desmentirlas figuraron después en las primerasfilas con mis mayores enemigos”.

Hablando de los medios económicos de su fami-lia, Godoy no duda en calificarla de pobre, si por

“pobreza” se entendía una “honesta medianía defortuna”. Sus mayores le trasmitieron en honor y entítulos de gloria mucho más que en riqueza; “mas nopor esto fuimos pobres en el rigor de esta palabra”,pues, la casa de sus padres fue “bastante” para darposada a los Reyes cuando, en 1796, dirigiéndose aSevilla, descansaron muchos días en Badajoz, y sedignaron habitarla.

Y en cuanto a lo que decían sus enemigos sobresu condición de “aventurero” y su falta de toda suer-te de enseñanza, “diestro solamente para tañer divi-namente la guitarra y cantar tonadas nacionales”–“Moderno Orfeo” le habían llamado varios miem-bros respetables de la Academia Francesa– nada,según él, era cierto: jamás había tocado ni cantado,ni, “por desgracia”, conocía nada de música; no obs-tante lo cual, no ya sólo en España sino en Francia,los biógrafos y autores de diccionarios lo repetían, re-cogiendo “mentiras y basura de pasiones para escri-

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DOSSIER

Manuel Godoy Álvarez deFaria Ríos Sánchez Zarzo-sa, Príncipe de la Paz y de

Bassano, duque de Alcudia y deSueca, capitán general de los Ejér-citos Nacionales y almirante de Es-paña y de Indias...1767. Nace en Castuera, Badajoz,en una casa perteneciente a la bajanobleza, con modestos recursoseconómicos, pero no pobre (12-V).1784. Se traslada a Madrid parapreparar su ingreso en la Guardiade Corps, institución armada deorigen francés, instaurada en Espa-ña por Felipe V en 1706, para elservicio real; generalmente ingre-saban en ella –con gran dificultad,pues sólo había 1.000 plazas a fi-nales del siglo XVIII– miembrosprocedentes de la nobleza. Losguardias de corps "tenían la cate-goría de oficiales; los cadetes erancapitanes; los exentos y ayudantes,tenientes coroneles; los tenienteseran generales y los capitanes,grandes de España y capitanes ge-nerales del ejército.1787. Logra el ingreso en laGuardia de Corps.

1788. Sucede el acontecimientode la caída delcaballo y de laatracción de Ma-ría Luisa. MuereCarlos III y le su-cede Carlos IV.

1788-1792. Vertiginoso ascen-so militar, social y político: cadete,ayudante general, brigadier, maris-cal de campo, sargento mayor de laguardia, gentilhombre de cámara,consejero de Estado, superinten-dente de Correos y Caminos, co-mendador de la Orden de Santiago,duque de Alcudia con grandeza deEspaña...1792. Carlos IV lo convierte enprimer ministro (15-XI).1793. Guerra con la Convención

francesa. Lastropas del ge-neral Ricar-dos llegan alas puertas dePerpiñán(20-IV). Sefundan la pri-

mera Escuela de Veterinaria en Es-paña, el Real Laboratorio de Instru-

mentos y el Real Observatorio As-tronómico de Madrid; Españaadopta el sistema métrico decimal;Mazarredo inicia grandes reformasen la Marina.1794. Muerte del general Ricar-dos (13-III). Cambia la suerte de laguerra: comienzan los reveses es-pañoles. España e Inglaterra aban-donan el puerto de Tolón (20-XII).1795. Invasión francesa de Cata-

luña, Navarra y el País Vasco (22-VII); Paz de Basilea: España pierdeSanto Domingo. Tratado con Esta-dos Unidos sobre Florida y Luisia-na, desfavorable a los intereses es-pañoles. Godoy inaugura el EstudioSuperior de Medicina Práctica enMadrid.1796. Tratado de San Ildefonso,

por el cual España pone al serviciode los franceses su flota, sus ejérci-tos (18.000 infantes, 6.000 jinetesy 15 navíos de línea) y, más adelan-te, sus plazas (22-VII).1796-1802. Primera fase de laguerra con Inglaterra.1797. Derrota española en el ca-bo de San Vicente (14-II). Godoyordena la confección del censo:11,5 millones de habitantes; incor-pora a su consejo a Jovellanos ySaavedra. Se funda el Estudio deMedicina Clínica de Barcelona. In-glaterra se apodera de Trinidad.Godoy se casa con María Teresa deBorbón y Vallabriga, condesa deChinchón y prima de Carlos IV.1798. Caída relativa del favorito(28-III). Desamortización de bie-nes eclesiásticos concedida por elPapa a petición de Godoy (19-IX).1799. Godoy maneja el poderdesde la Corte. Cese de los minis-tros Jovellanos, Saavedra y Melén-dez Valdés.1800. Segundo tratado de San Il-defonso con Francia (1-X). Godoy

ordena el destierro de Cabarrús yde otros ilustrados.1801. Guerra de las Naranjas:un ejército español mandado por elgeneralísimo Godoy toma Olivenza(27-II). Rendición portuguesa. Go-doy asume públicamente las rien-das del poder como presidente delGabinete y ministro sin cartera. Lasburlas políticas aseguran que ni unperro se mueve en España sin per-miso de Godoy. Jovellanos es apre-sado y encarcelado en Mallorcahasta 1808. Convenio de Aran-juez: Godoy pone a disposición deNapoleón la flota española.1802. España firma con Inglate-rra la Paz de Amiens, reajustadaposteriormente: España cedía a In-glaterra la isla de Trinidad y recu-peraba Menorca (25-III). Funda-ción de la Escuela de Ingenieros dePuentes y Caminos de Madrid. Fer-nando, príncipe de Asturias, se ca-sa con María Antonia de Nápoles(5-VIII).1803. Gravoso pacto de neutrali-dad con Francia, para evitar la

confrontación con Inglaterra,comprometiéndose España a pagar¡264 millones de reales mensuales!(23-X).1804. Crisis de subsistencias enCastilla. Epidemia de fiebre amari-lla. Inglaterra ataca a cuatro fraga-tas españolas que llegaban de Amé-rica ante el puerto de Cádiz (1-X).Madrid declara la guerra a Londres(12-XII).1805. Godoy se ve abocado a unnuevo pacto con Napoleón paracombatir a Inglaterra (4-I). Godoypropone a Napoleón un reparto dePortugal, quedándose el validouna parte con el título de Rey en elcaso de fallecimiento de Carlos IV.Desastre hispano-francés en la

batalla deTrafalgar(21-X). Es-paña pier-de diez na-

víos de línea, cinco quedan mal-trechos y perecen cuatro diestroscapitanes: Gravina, Churruca, Val-dés y Alcalá Galiano.

1806. Distanciamiento entre Go-doy y Napoleón, que destrona alrey de Nápoles, hermano de CarlosIV, y que exige bases en España.Godoy se atreve (6 -X) a lanzaruna proclama animando al pueblo

español a com-batir al tirano,sin nombrarlo.Las victorias deNapoleón enJena y Auers-tedt sobre losprusianos obli-

gan a Carlos IV a felicitar al Empe-rador, que exige tropas españolaspara el bloqueo de Inglaterra(XI): expedición del marqués dela Romana, con 13.374 hombres,al Norte de Europa.1807. Tratado de Fontainebleau:Francia y España acuerdan tomar yrepartirse Portugal (27-X). Elmismo día de la firma estalla elcomplot de El Escorial, seguido deun proceso en el que el pueblomuestra públicamente su reproba-ción contra la “Trinidad” (Godoy ylos Reyes) y su apoyo al príncipeFernando.

1808. Motínde Aranjuez(18-19-III):Godoy es cap-turado y en-carcelado.Carlos IV abdi-ca en su hijo

Fernando. Godoy es conducido porMurat –que le ha salvado la vida–-a Bayona, donde se reúne con la fa-milia real (26-IV). Se inicia la su-blevación contra la ocupación fran-cesa de España y, con ella, la Gue-rra de la Independencia (2-V). Go-doy se instala con Carlos y MaríaLuisa en Roma y con ellos conti-nuará hasta el fallecimiento de losReyes, en enero de 1819.1828. Tras la muerte de su espo-sa, María Teresa de Borbón, Godoycontrae matrimonio en Francia consu amante Pepita Tudó, que no tar-dará mucho tiempo en abandonar-le.1832. Se traslada a París, dondepublica sus Memorias.1847. Isabel II le devuelve sus tí-tulos y sus bienes.1851. Muere en París.

La vertiginosa carrera de un hidalgo extremeño

Su educación fue severa, adecuada para

la milicia y el manejo de las armas,

aunque también estudió matemáticas,

letras humanas y filosofía durante

ocho añosGodoyDF

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Francisco Núñez RoldánProfesor Titular de Historia ContemporáneaUniversidad de Sevilla

A DMITIENDO UNA CIERTA JERARQUÍAde las dificultades, cabe decir que lostiempos de Manuel Godoy y Alvarez fue-ron especialmente duros y críticos, a cau-

sa de los cambios profundos que la sociedad, la eco-nomía, la cultura y la política española y europea es-taban conociendo y sufriendo: la crisis del AntiguoRégimen.

Godoy gobernó España como privado del rey Car-los IV durante un largo e intenso período de dieciséisaños, entre 1792 y 1808, con una breve interrup-

ción entre 1798 y 1801. Es ocioso apuntar que du-rante su mandato se tomaron decisiones y ocurrieronhechos que fueron determinantes para el futuro delreino. Pero si la oportunidad permite destacar algu-nos, debe señalarse, en primer lugar, la realizaciónde un censo de población conocido por el nombredel privado y que fue el último que se elaboró du-rante el siglo XVIII. A pesar de las críticas que se hanlevantado contra el mismo, nadie lo desprecia comoreferencia final o inicial para el análisis de la evolu-ción de la población de España en los siglos XVIII yXIX respectivamente.

En segundo lugar, no se podría entender y juzgarel gobierno de Manuel de Godoy sin tener presentela complicada situación internacional que vivía todaEuropa como consecuencia de la Revolución France-sa, a partir de 1789. Tratar de influir desde Españaen ese enmarañado contexto, sin dañar los propiosintereses, debió ser una experiencia extraordinariapara quien había nacido en una humilde cuna extre-meña... Y no se precisaba sólo gran inteligencia y ha-bilidad para sortear los acontecimientos que impli-caban a España, sino que, además, había que supe-rar graves deficiencias económicas y de la Haciendapública para realizar una política de acuerdo con lasnecesidades del país.

La España de GodoyLa España de Godoy

El poder del favorito en cuatroclaves: el Censo, la guerra con laConvención, los Pactos de SanIldefonso y la quiebra de laHacienda

DOSSIER

GodoyDF

Manuel Godoy tras la Guerra de

las Naranjas, con las banderas

portuguesas tomadas en el

conflicto (Goya, 1801, Real

Academia de Bellas Artes de San

Fernando, Madrid).

Mariano Luis de

Urquijo, sucesor de

Saavedra en la

Secretaría de Estado

y presunto amante

de la Reina (Goya,

1798/99, Real

Academia de la

Historia, Madrid).

Luisa, quienes, “afligidos e inciertos en sus resolu-ciones, concibieron la idea de procurarse un hom-bre y hacerse en él un amigo incorruptible, obra so-la de sus manos, que, unido estrechamente a suspersonas y a su casa, fuese con ellos uno mismo yvelase por ellos y su reino de una manera indefec-tible”. Que así fue como resultó “admitido a la fa-miliaridad de los dos reales esposos”.

Ante el juicio de la HistoriaÉste es el tono con el que, desde el principio de

su autobiografía, el Príncipe de la Paz reivindica sumemoria y defiende su obra de gobierno, desde suascensión irresistible al poder hasta la conspiraciónde Aranjuez de 1808, “tan desleal como impolíticay mal urdida”. Una conspiración realizada por hom-bres que le imputaron todo el mal que hicieron, yque, además, le cargaron con los males de los nue-vos tiempos que ellos precipitaron tan irresponsa-blemente. En razón de todo ello, el ex ministro es-cribe sus Memorias para presentar las diferentesépocas de su vida ante el juicio de la Historia. Yque su conducta sea juzgada sobre todos sus por-menores “y que sea recorrida por el orden de lostiempos, sin tratar nada en globo, sin dar saltos, nicomenzar por lo postrero”.

En el inicio de su relato proyecta abarcar cuatroépocas de su vida, que considera fundamentales.La primera, desde que comenzaron sus funcionesde primer ministro, en 1792, hasta que perdió talpuesto, en 28 de marzo de 1798; con los tres añossiguientes que vivió alejado del poder y retirado dela corte. La segunda, desde 1801, en que el Reyvolvió a llamarlo a su servicio en calidad de gene-ralísimo de sus Ejércitos, hasta los postreros mesesde 1806, en que aumentaron las intrigas e in-fluencia de sus enemigos. La tercera, desde 1807,en que la facción enemiga redobló sus ataquescontra él, impidiendo su defensa de la patria hastael desastre producido por la “perfidia de los jefesde la horrible trama”. Y la cuarta y última, nuncaescrita, hasta la terminación de sus días.

En sus Memorias pretende relatar no sólo su pa-sado y lo que sus enemigos fueron mientras élmandaba, sino también la evolución de éstos en losaños posteriores, “cuando dueños del poder hanmostrado con hechos, que a fuerza de espantososse tendrían por increíbles, cuáles fueron sus prin-cipios, cuál su enemistad con los pueblos, cuál sudesprecio de la patria”. Y así, de una manera rei-terativa y quejumbrosa, volviendo continuamentesobre sí mismo, explica su acción de gobierno, de-

fendiéndose una y otra vez de los ataques e incul-paciones de sus numerosos enemigos. Así es comotrata de las negociaciones de neutralidad entabla-das con Francia o de la guerra y posterior alianzacon la República francesa, del Tratado de San Ilde-fonso o de la guerra con los ingleses y de los asun-tos internos de España hasta los sucesos de Aran-juez, que pusieron fin a su “dictadura”.

Godoy rebate las inculpaciones del abate dePradt, autor de unas famosas Memorias históricassobre la Revolución de España, aseverando que, decuantos habían escrito en contra suya, nadie habíaigualado la enemistad “encarnizada y voluntaria”con que le había tratado y jamás se habían estam-pado contra nadie injurias “más atroces” como lasque este ex prelado había expresado en su obra. Lopropio hace con el abate Muriel, cuyos escritos es-taban llenos, a su parecer, de “cuentos y menti-ras”. O con los ministros que le precedieron, comoel conde de Aranda, perdido por lo violento de sucarácter o por la fiereza de su amor propio. O elconde de Floridablanca, quien, en 1808, al frentede la Junta Central, lo trató de “autor infame” de“un sinnúmero de males”, cuando, de este antiguoministro, –de quién nunca fue enemigo– tantos pa-rabienes había recibido en el tiempo de su mando.

Tal es la defensa de su política que, en sus Me-morias, presentaba en París Manuel Godoy, proscri-to en su patria, que en el exilio de Italia o de Fran-cia, una vez que murieron sus señores, vivió siem-pre con zozobra mientras reinaba su enemigo de-clarado, Fernando VII. En 1828, fallecida su mujerlegítima, la condesa de Chinchón, se unió en ma-trimonio con Pepita Tudó, regularizando una situa-ción que había provocado tantos escándalos. Peropoco después, ésta no tardó en abandonar al hom-bre casi septuagenario de quien hacía cuarentaaños que era compañera. Godoy volvió a encontrar-se entonces, casi como al principio de su vida, enla miseria. Los pocos franceses que le saludabanen los aledaños del Bulevar Beaumarchais, dondehabitaba, le llamaban monsieur Manuel.

En esa época es cuando se queja ante Lord Ho-lland, el único amigo que le quedaba, al que le ha-bía pedido asilo en Inglaterra después de encon-trarle en Verona, Roma y París. Entonces le informa

del abandono de su mujer, PepitaTudó, que le había dejado solo a lavejez, “guardándoselo todo, de talmanera que él se encuentra sumidoen la mayor miseria imaginable”.“¡Extraño hombre y extraño desti-no! –concluye diciendo el lord–. Sucaso parece propicio para servir detema de moral o de argumento no-velesco”. Y aunque su verdaderaexistencia quedó paralizada enmarzo de 1808, su sombra vivienteno pasó a mejor vida hasta el 4 deoctubre de 1851. Sus restos repo-san en el cementerio parisino delPére–Lachaise, en el “islote de losespañoles”.

8

Tras el fallecimiento de su esposa, lacondesa de Chinchón, en 1828, Godoyse casó con Pepita Tudó, su amantedurante treinta años; ésta le abandonóya septuagenario, llevándose cuantotenían y dejándole en la miseria

GodoyDF

11

Napoleón en elConsejo de los 500,el 10 de noviembrede 1799. Ese día

logró la disolución

de la Cámara y se

alzó con el

Consulado,

inaugurando su

poder absoluto

sobre Francia

(detalle de una obra

de François

Bouchot, Museo del

Palacio de

Versalles).

Retrato ecuestre del

conde de Aranda,

en una jarra de loza

de Talavera de la

Reina, de mediados

del siglo XVIII

(Museo de Cerámica

de Barcelona).

ción. En cambio, Madrid, capital y corte, tenía en-tonces 167.607 habitantes, 20.000 más que en elaño 1787, lo que indica que su crecimiento eraconstante, posiblemente debido a la emigración delas poblaciones del centro hacia la capital. ¿No eraGodoy acaso un emigrante distinguido?

Los datos de riqueza territorial e industrial de Es-paña extraídos del Censo de 1797, casi inexisten-tes en el de Floridablanca, permiten saber que lamayor parte de la población vivía a fines del sete-cientos del trabajo del campo: no menos del 70 porciento de la mano de obra se ocupaba en la agri-cultura y sólo un 12 por ciento se consideraban fa-bricantes, artesanos y menestrales, aunque muchosde ellos cultivaban también la tierra. Las Adverten-cias del Censo anotaban, al respecto, la “ baxa con-siderable de la clase agricultora, y la alza de la deindustria.” Pero no se trataba de una desacelera-ción del sector primario y de un crecimiento ines-perado del industrial, sino que “debe atribuirse ahaberse contado en el año de 1787 como labrado-res a muchos individuos que se ocupan en las fae-nas del campo dos o tres meses, y los restantes enlas artes, por cuya consideración se han compre-hendido ahora en esta clase...”

Así pues, a Godoy le correspondió gobernar unpaís con evidentes síntomas de debilidad demográ-fica y todavía alejado de cualquier viso de revolu-ción industrial. Su Censo le proporcionó, sin duda,las claves para la realización de una política realis-ta. Pero la coyuntura internacional pudo más quesus buenos deseos ilustrados.

Frente a la Francia revolucionariaGodoy accedió al poder en un momento crítico.

El abanico de problemas era muy variado: había detomar una rápida y urgente decisión respecto a unenfrentamiento con la Francia revolucionaria; almismo tiempo, afrontar una crisis económica pro-funda y grave, manifestada en el declive de la ac-tividad comercial y en la precariedad de la Ha-cienda; y, por último, resolver, incluso de manerapersonal, el enfrentamiento entre reformismo y re-acción en todas las esferas de la vida política, so-cial e ideológica. Lo más urgente era resolver elenredo internacional.

En los días 7 y 23 de marzo del año 1793 seprodujo la recíproca declaración del estado de gue-

rra entre Francia yEspaña. Era laculminación de unproceso de contra-dicciones políti-cas, de recelos yde enfrentamien-tos que se inicia-ron en 1789 y quela ejecución deLuis XVI aceleró yprecipitó. Antesde esa fecha lasrelaciones conFrancia no iban

más allá del miedo y del recelo español ante elcurso que tomaban los acontecimientos, pero fuela ejecución del Rey, en enero de 1793, la que in-dujo a tomar una posición declaradamente hostil ybélica frente a la Revolución, cuando no existíancontenciosos territoriales que desencadenaran laguerra. Fue el conde Aranda –ya partidario de ir ala guerra desde agosto de 1792– quien más influ-yó en tal decisión, aunque más tarde daría marchaatrás, comprendiendo que sería inútil, cara y con-traproducente para los intereses diplomáticos his-panos. Sin embargo, la responsabilidad del desa-rrollo y de las consecuencias del conflicto fueronde Godoy –ya duque de Alcudia– y del Rey que loapoyó. En tan delicada situación se halló el inex-perto favorito cuando accedió al Gobierno.

La guerra comenzó con señales favorables paraEspaña. Las tropas mandadas por el general Anto-nio Ricardos penetraron en Francia –abril de1793– llegando a las cercanías de Perpiñán, entre-tanto se preparaba la defensa de la frontera vasca,navarra y aragonesa, a cuyos frentes se enviaron23.000 hombres. Al mismo tiempo, se establecióuna alianza militar con Inglaterra y se inició unacampaña propagandística interior, fundada en laimagen de la fuerza militar de España y en la ne-cesidad de luchar contra el régimen político quenacía en el país vecino, hasta ese momento aliado,y que se definía por ser antimonárquico y antirreli-gioso. El conflicto se presentaba como una cruzaday por eso la decisión de Godoy y de Carlos IV de lle-

DOSSIER

Capitán general

Antonio Ricardos, el

único jefe español

que mantuvo la

iniciativa en la

guerra con la

Convención; su

muerte supuso un

desastre para las

armas españolas

(Goya, 1794,

colección particular,

Sevilla).

Aunque no vayan firmadas por él, en las Adver-tencias Preliminares del Censo de 1797, publicadoen el año 1801, ya declara Godoy que la ejecucióndel recuento tiene como objeto la corrección de loserrores del anterior, mandado levantar por Florida-blanca en 1787, aunque el método para su elabo-ración fuese muy semejante.

Un censo mal valorado Es asombroso el desprecio de muchos historia-

dores por esas palabras y que se hayan limitado anegar fiabilidad al Censo porque las cuentas no lescuadran. Si críticos con este Censo, acusado de re-petir los datos de la estadística anterior, hubiesenreparado en la confesión del propio Godoy, de queel Censo de 1787 necesitaba revisarse y mejorarse,se habría disipado un juicio apresurado sobre esafuente demográfica y sobre su propio autor. Nadieha indicado que fue el mismo Godoy quien propu-so realizar, en el futuro, censos de población cadadiez años, de tal manera que con él hubiese co-menzado una era plenamente estadística en elcampo de la demografía. Por último, atribuir a Eu-genio Larruga, técnico de la Oficina del Censo, laautoría del mismo, negándosela a Godoy, es invali-dar el oficio del político como creador y sobrevalo-rar la tarea del burócrata como ejecutor de órdenes.

El Censo que ideó y mandó ejecutar Godoy seelaboró en plena guerra con Gran Bretaña, cuandola administración funcio-naba de un modo atrope-llado, y es posible que nopudiese proporcionar da-tos muy seguros y fiables.Pero se admite que conta-biliza a toda la poblaciónsin excepciones, lo cualevita operaciones de extra-polación y adición innece-sarias e inconvenientes;incorpora información es-tadística precisa sobre es-tablecimientos públicos;clasifica a los censadospor ocupaciones y sectoresproductivos, mejorandosensiblemente los datosdel Censo de Floridablancay permitiendo estudiosbastante más completosque cualquier otro recuen-to anterior sobre poblaciónactiva.

Godoy tenía una gran fe en la estadística comouna ciencia de futuro, una ciencia racionalista y co-rrectora de los defectos de la tradición : “La Esta-dística de España, la estadística verdadera: he aquíuna de mis grandes ansias desde el día en que en-tré al mando“ (Memorias, T.I, pág. 242). Son pala-bras que califican a Godoy como un ilustrado con-vencido y militante, un hombre de su tiempo, pre-ocupado por el bienestar del Estado.

Las claves de la situaciónLa cifra de población que da el Censo de 1797

es de 10.541.221 habitantes. Con relación alCenso de Floridablanca, España había ganado po-co más de 273.000 habitantes, es decir que elcrecimiento de ese período solo alcanzó la mediaanual del 0,13 por ciento, muy inferior a la del si-glo (0,42 por ciento). Es posible, como admite elpropio Godoy en las Advertencias del Censo, quela operación no presente un resultado completode la población del Reino, pero eso se debería, se-gún su propio razonamiento y experiencia, a la in-sinceridad de los pueblos, temerosos de las ope-raciones censales “por creerlas dirigidas a au-mentar sus contribuciones“. Semejantes preocu-paciones desaparecerían, continúa Godoy, si loscensos se repitieran periódicamente y no con oca-sión de nuevas contribuciones, como hasta enton-ces se había hecho. Tan convencido estaba de elloy tanta fe ponía en las operaciones de estadísticademográfica y social que, después de aquella re-flexión, anunciaba la ejecución de un nuevo mé-todo de cálculo demográfico, basado en la conta-bilidad de las defunciones, nacimientos y casa-mientos, de las que haría responsable al Ministe-rio de Estado. Operaciones que serían “muy útilespara valuar casi geométricamente el total de lapoblación del Reino...” La propuesta de creacióndel Registro Civil no podía ser más inteligente,aunque tardara mucho en ponerse en marcha.

Aceptando los datos del Censo a la baja, comohace su autor, se llega a estas conclusiones. Pri-mero, España era un país poco poblado a finalesdel siglo XVIII, menos que la vecina Francia, porejemplo; y, en determinadas regiones del centro(Aragón, La Mancha, gran parte de las dos Casti-llas), la despoblación alcanzaba cotas alarmantes,con densidades por debajo de los 16 h/Km2. Por elcontrario, la distribución en la periferia anunciacon nitidez la tendencia contemporánea, pues lasdensidades duplican a las halladas en el centro;pero no toda la periferia observa idéntico compor-tamiento: crecen Cataluña, Valencia, Murcia y Gra-nada, que acaparan casi el 70 por ciento del au-mento de la población respecto a 1787; disminuyesensiblemente la población gallega, que pierde197.562 individuos, cuyo destino es fácil de supo-ner, y paradójicamente también se despueblan lasvillas de Guipúzcoa. Aproximadamente, el 86 porciento de los españoles vivía en poblaciones de me-nos de 10.000 habitantes, lo cual significaba que,a las puertas del siglo XIX, existía un alto grado deruralización o, si se prefiere, una escasa urbaniza-

10

Nadie ha indicado que Godoy propuso

realizar censos de población cada diez

años, lo que hubiese comenzado una

era plenamente estadística en el

campo de la demografía

GodoyDF

13

Ferdinand

Guillemardet,

embajador de

Francia en España

(Goya, 1798-99,

Museo del Louvre,

París).

la intervención económicabritánica en el imperio colo-nial español. Así pues, conve-nía anular a Inglaterra o in-cluso enemistarse con ella (yasí se recogía en el artículoXVIII del Tratado) y sólo lapoderosa Francia podía, puestambién estaba interesada enesa empresa, apoyar la estra-tegia diplomática española.Para Godoy, el problema deri-vado de ese giro en la orien-tación de la política exteriorconsistía en la incompresiónpopular de la medida y la ma-nifiesta oposición de sus ene-migos políticos interiores.

La formación de la alianzamilitar contra Inglaterra, quese deducía de la letra delPacto, provocó los recelos deLondres y aumentó las ambi-ciones y las fuerzas napoleó-nicas. En los primeros díasde octubre de 1796, se rom-pieron las hostilidades conInglaterra –segunda guerradel mandato de Godoy– y seiniciaba un proceso de de-pendencia respecto a Franciaque, hasta 1808, orientaríalos destinos de la política exterior española deacuerdo con sus intereses, ya gobernase el Directo-rio, el Consulado y el Imperio. La España de Godoyperdía toda iniciativa en política exterior –que estanto como decir que no tenía política exterior– ad-hiriéndose al “viva quien vence”, que revelaba supropia debilidad e insignificancia internacionales.

La guerra contra Inglaterra constituyó un desas-tre de magnitudes superiores al conflicto que se ha-bía mantenido con la Francia de la Convención. Laguerra se desarrolló en dos períodos separados poruna paz: 1796–1802 y 1804–1808. En la prime-ra fase los enfrentamientos anglohispanos resulta-ron nefastos para España. En febrero de 1797 lamarina española fue derrotada por la inglesa man-dada por Nelson y Jerwis frente al cabo de San Vi-cente. A continuación, los ingleses tomaron Trini-dad y establecieron en ella una base para sus ope-

raciones en el Caribe, queserviría para interrumpir eltráfico entre España y sus co-lonias. Estos fracasos obliga-ron al gobierno de Godoy aentablar negociaciones depaz con Inglaterra, pese a laoposición de Francia, que re-tiraría su apoyo al ministro einfluiría en su caída, en mayode 1798.Todo se redujo a una retiradabreve y aparente, pues Godoysiguió contando con la pri-vanza de los reyes y en febre-ro de 1799 –caída de Jove-llanos– ya lo manejaba todoen la Corte. La llegada al po-der en Francia de NapoleónBonaparte, inaugurando elConsulado, encumbró defini-tivamente a Godoy, que fuerestablecido en el poder ainstancias del primer cónsulen marzo de 1801. Se inten-sificaría, de ese modo, la de-pendencia española con res-pecto a Francia. Pero antesde que Napoleón lograra elpoder, el apoyo prestado aEspaña por el Directorio no lalibró del ataque inglés a Ma-

llorca, en noviembre de 1798, y la aisló aún másde Inglaterra, Rusia, Nápoles, Toscana, Austria yPortugal.

Napoleón firmó con España el segundo Tratadode San Ildefonso, el 1 de octubre de 1801. En élse comprometía a crear en Italia el reino de Etruria,con capital en Florencia, para el Duque de Parma,y obtenía de España la utilización de su armadacon el fin de servir fines militares franceses: des-bloquear la isla de Malta acosada por la marina in-glesa y reembarcar al ejército francés de Egipto. Enenero de 1801, consiguió Napoleón la intervenciónmilitar de España en Portugal, con el fin de que lamonarquía lusitana rompiera su alianza con Ingla-terra. Para ejecutar sus propósitos, ante la resis-tencia ofrecida por Carlos IV al que le unían lazosde sangre con la familia real portuguesa, Napoleónse granjeó la fidelidad de Godoy, más atento a susambiciones personales que a las consecuencias di-plomáticas de tal alianza. Convencido el Rey porGodoy, declaró la guerra a Portugal el 27 de febre-ro de 1801. El Príncipe de la Paz reunió un ejérci-to de 60.000 hombres para invadir Portugal en ma-yo. La toma de Olivenza y de otras plazas fronteri-zas obligó a Portugal a la firma de un armisticioque ponía fin a la llamada Guerra de las Naranjas.El Tratado de Badajoz estipulaba que Portugal ce-rraría sus puertos a los barcos de guerra ingleses ycedía Olivenza a España. Carlos IV, por su parte, secomprometía a proteger la integridad territorial lu-sitana. Por otro lado, Inglaterra firmó el Tratado de

Godoy y la Guerra de las Naranjas

Según Pérez Galdós, tras su pírrica victoria sobre los portugueses en 1801, "Elfavorito celebró sus soñadas victorias con un festival teatral al que debió aque-lla guerra el nombre de Batalla de las Naranjas. Ustedes saben que los Reyes ha-

bían acudido a la frontera. El favorito mandó construir unas angarillas, que adornócon flores y ramajes, y sobre esta máquina hizo poner a la Reina, que fue tan chaba-canamente llevada en procesión ante las tropas, para recibir de manos del Generalí-simo un ramo de naranjas, cogido en Elvas por nuestros soldados..."

(BENITO PÉREZ GALDÓS, La Corte de Carlos IV, Editorial Hernando, Madrid, 1992).

DOSSIER

Arriba, vergonzosa

rendición del

castillo de Figueras

durante la guerra

con la Convención.

Abajo, desastre de la

flota española ante

la flota inglesa en el

cabo de San Vicente,

el 14 de febrero de

1797 (grabados del

siglo XIX, por Serra,

colección particular,

Valencia).

varla a cabo contó con el apoyo encendido del cle-ro, que llamó desde los púlpitos a luchar contra labarbarie regicida, en una guerra contrarrevolucio-naria, dirigida contra el Mal, encarnado en la Re-pública francesa. La propaganda tenía como misióndisminuir la impopularidad de la guerra que, a pe-sar de lo dicho, parecía desprovista de razones,pues se trataba de intervenir en un país que no ha-bía provocado las hostilidades y en un momento deespecial penuria para los contribuyentes.

La guerra duró muy poco, ya fuera porque las ex-pectativas o los resultados que se pudiesen esperarno eran halagüeños o útiles, ya porque el dinero re-sultase escaso –como había previsto Aranda cuan-do planificó la guerra– o porque el enemigo estu-viese avisado de ello. Lo cierto es que, después deque Francia invadiese el País Vasco conquistandoSan Sebastián en 1794, Bilbao y Vitoria en 1795y pusiera en peligro la integridad de Navarra y elAmpurdán, Manuel Godoy determinó bajo su res-ponsabilidad firmar unilateralmente una paz en Ba-silea (22 de junio de 1795) con la nueva Repúbli-ca, deseosa igualmente de la misma por razonesgeoestratégicas y económicas.

Por el tratado firmado y negociado entre ambaspartes, Carlos IV, a espaldas de las demás monar-quías europeas aliadas suyas durante la guerra, re-conocía oficialmente a la República francesa y és-ta, a su vez, devolvía los territorios ocupados du-rante la guerra. Además, España tuvo que entregara Francia su parte de la isla de Santo Domingo, co-mo pago e indemnización por los daños causadosdurante la guerra.

A pesar de esta pérdida colonial, y de la escasay efímera gloria alcanzada sólo en los momentosiniciales del conflicto, el duque de Alcudia salió

fortalecido con el tratado, pues consiguió que Car-los IV no sólo le mantuviera al frente del Gobiernosino que, además, le concediera el título de Prínci-pe de la Paz. Entre las consecuencias políticas in-mediatas del conflicto cabe destacar el destierro–decidido por el propio Godoy– del conde de Aran-da, al que se responsabilizó de la guerra; la elimi-nación de sus partidarios en la corte y la apariciónde las primeras manifestaciones de oposición y deconspiración contra el primer ministro, al que – se-gún los mentideros políticos– se le había concedi-do un título inmerecido y desproporcionado.

Juguete de FranciaGodoy dio entonces un giro sorprendente a la po-

lítica exterior española, reanudando la secularamistad con Francia, de tal modo que, en agosto de1796, establecía con el Directorio francés el Trata-do o Pacto de San Ildefonso. Las cláusulas del Pac-to tenían carácter defensivo y ofensivo y en ellas seconcretaba la aportación de cada uno de los dosEstados a la formación de una fuerza militar co-mún, en el caso de ataque por un tercer país.

¿Qué motivos había para cambiar cuando, mesesantes, la propaganda auspiciada por el valido invo-caba la desaparición del régimen político francés?.Por un lado, se intentaban proteger los intereses delos Borbones de Parma y de Nápoles, en cuyos tro-nos se sentaban miembros de la familia; tras lascampañas victoriosas en Italia, era lógico tender unpuente con el Directorio francés que asegurara elstatu quo. Interesaba, en segundo lugar, el apoyofrancés, porque si se optaba por la neutralidad enla política internacional del momento se facilitaría

12

GodoyDF

15

Antonio Noriega

Bada, tesorero

general bajo la

protección de

Godoy (Goya, 1801,

National Gallery of

Art, colección

Samuel H. Krees,

Washington).

Las Majas,representaciones de

Pepita Tudó,

encargadas por

Godoy (Goya, 1800,

M. Prado, Madrid).

mantenía a flote la Hacienda. En efecto, el ataqueinglés al comercio español con las Indias y el blo-queo del comercio peninsular durante la guerra,produjeron una consecuencia perversa : la dismi-nución de los caudales procedentes de América en-tre 1791 y 1807 y la reducción de los ingresosaduaneros, que constituían un capítulo trascenden-tal de las rentas ordinarias del Estado.

Para compensar estas pérdidas recaudatorias segravó al estamento eclesiástico, a través de unamayor participación de Estado en las rentas deci-males –el llamado noveno decimal extraordinario–lo que equivalió, entre 1788 y 1797, a un 5 porciento de los ingresos totales de la Hacienda, por-centaje que aumentó hasta el 13 por ciento en elúltimo período de gobierno de Godoy, entre 1803 y1807. Así se explica su impopularidad entre el cle-ro e incluso su derrocamiento político.

Por lo que respecta a los ingresos aduaneros, laevolución fue negativa y drástica : la recaudacióndurante el período 1801–1808 fue la mitad de loalcanzado en los años anteriores al encumbramien-to de Godoy, lo que también explica el fracaso desu política belicista, aunque ésta fue torpe.

Godoy y las Majas

Godoy era amante de Pepita Tudó des-de 1796, pero en 1797, para mejo-rar su imagen pública ante la Corte,

la Iglesia y el pueblo, se casó con María Te-resa de Borbón y Vallabriga, condesa deChinchón (hija del infante Luis Antonio deBorbón y, por tanto, prima de Carlos IV).Pero no por eso abandonó a su amante: se-gún cuenta Luis Alonso Tejada, Godoy en-cargó a Goya, en 1800, que la retratara endos de sus cuadros, uno desnuda y otro ves-tida: las Majas, obras que los íntimos del va-lido pudieron contemplar en su gabinete re-servado, junto con una colección de desnu-dos, entre los que se hallaba la Venus delEspejo, de Velázquez, y otra Venus de JacobJordaens, regalos de la duquesa de Alba aGodoy. Mucho trabajo tuvo en 1800 Goyacon el favorito, pues ese mismo año retratóa la condesa de Chinchón en un prodigiosoretrato que hoy se expone en los Uffizi deFlorencia.

El pudor del favorito era tan escaso quecuando se casó con la condesa de Chinchónse llevó a vivir a Pepita Tudó a su palacio y enpúblico se mostraba con ambas, escandali-zando, por ejemplo, a Jovellanos, que fue in-vitado por Godoy cuando le hizo ministro:"El príncipe nos llama a comer a su casa; va-mos mal vestidos. A su lado derecho, la prin-cesa; a la izquierda, en el costado, la PepitaTudó. Este espectáculo acabó mi desconcier-to; mi alma no pudo sufrirlo; ni comí, ni ha-blé, ni pudo sosegar mi espíritu; huí de allí".

DOSSIER

Arriba, Gaspar

Melchor de

Jovellanos, un

ilustrado

escandalizado por

Godoy (Ignacio

Suárez Llanos,

Ayuntamiento de

Gijón). Abajo, centro,

soldados de la

infantería de

marina, con

uniforme de 1802

(Museo Naval de

Madrid). Abajo,

derecha, alegoría de

la batalla de

Trafalgar (LaIlustraciónEspañola yAmericana, 24-X-

1873, colección

particular, Madrid).

Amiens con Francia (marzo de 1802), gracias alcual España recobraría Menorca pero perdería defi-nitivamente a favor de Inglaterra la isla de Trinidad.

Godoy naufraga en TrafalgarPero la paz duraría poco. En mayo de 1803,

Francia arrastró al gobierno de Godoy a una nuevafase de confrontación con Inglaterra, que no se ra-tificó hasta 1805, pues Godoy se resistía a entraren otra guerra que profundizaría la debilidad espa-ñola y pondría en entredicho su hacienda pública.Sin embargo, en octubre de 1805, la flota fran-co–española y la británica se encontraron en el ca-bo de Trafalgar. La armada inglesa salió victoriosa,aunque perdió a su almirante Nelson. Para la ar-mada española la derrota fue terrible pues, ademásde la pérdida de la mayoría de la flota, pereció enla lucha lo más granado de sus oficiales.

La imagen de Godoy se deterioraba acelerada-mente. Sólo podía recuperar el prestigio aliándosede nuevo con un Napoleón victorioso y eso fue loque hizo enviando un ejército de 14.000 soldadosa Alemania –expedición del marqués de la Roma-na– para sumarse al bloqueo continental que Na-poleón preparó contra la economía inglesa. La pro-mesa napoleónica, que satisfacía las ambiciones ylos sueños de Godoy, consistía en ofrecerle un rei-no y un trono : el Algarve portugués. Habría que li-quidar la monarquía de los Braganza, interviniendoen Portugal y apoyando la entrada del ejército im-perial. Los detalles se fijaron en el Tratado de Fon-tainebleau de 27 de octubre de 1807. Pero duran-te ese mes se estaba gestando la definitiva caídadel valido como consecuencia de las conspiracio-nes del Príncipe de Asturias contra Godoy y contrasu propio padre, Carlos IV.

El estado lamentable en el que se encontraba laHacienda real era, probablemente, la muestra másrepresentativa de la coyuntura económica de fina-les del siglo XVIII. Hacia 1808, cuando Godoy aca-baba de perder el gobierno de España, la Haciendaestaba muy próxima a la bancarrota. Esa situaciónestaba íntimamente asociada a la política exteriorbelicista, diseñada por el inexperto Príncipe de laPaz desde que accediera al poder en 1792.

La quiebra de la Hacienda realLa guerra contra Francia, iniciada en 1793, ini-

ció el endeudamiento público progresivo. Para su-fragar los gastos del ejército y de la marina real, elministro de Hacienda, Diego de Gardoqui, recurrió aempréstitos y propuso la emisión de títulos de ladeuda pública, los llamados vales reales, cuyoscompradores cobrarían un interés anual del 4 porciento, permitiéndoseles utilizarlos como papel mo-neda. El propio Godoy, que alentó la guerra, recono-ció en sus Memorias que el conde de Aranda se re-fugió en la falta de liquidez para oponerse a la em-presa de combatir sin un motivo razonable. El défi-cit de la Hacienda pública en el año 1796 no cons-tituía, por lo tanto, una sorpresa para el favorito.

De la misma manera se incrementó el déficit du-rante las guerras con Inglaterra (1796–1807). Pe-ro, en este caso, se iba a producir el colapso de laHacienda real no ya sólo por la acumulación delgasto o por la reducción de los ingresos tributarios,sino por la ruptura del sistema colonial español que

14

17

Arriba, Manuel

Godoy (Antonio

Carnicero, Museo

Romántico,

Madrid). Derecha,

José Moñino, conde

de Floridablanca,

jefe del partidogolilla (C. Tinti,

Roma, 1777,

Biblioteca Nacional,

Madrid).

como supremos realizadores de los designios de laCorona, a la cual estarían estrechamente vincula-dos. No creían que la nobleza debía jugar un papelimportante en la política; por el contrario –comohacía constar uno de sus integrantes, Cabarrús–consideraban que la nobleza había sido siempre fu-nesta y destructiva del verdadero equilibrio político.

El otro era el partido aragonés, cuya cabeza in-discutible era el conde de Aranda, y que estaba in-tegrado por gentes que no eran únicamente aristó-cratas, aunque fueran éstos los que por su prestigioe influencia constituyeran la nota más sobresalien-te y destacaran, en general, en el horizonte políticonacional e internacional. En el partido aragonés nohay que ver, como han querido algunos, a unos tra-dicionalistas movidos por el viejo espíritu foral re-primido por la política borbónica, ni a unos reac-cionarios que querían reconquistar para la noblezalos puestos rectores que otros le habían arrebatado.Aranda era un “ilustrado”, un esprit fort de la épo-ca, que se carteaba con Voltaire, e incluso mante-nía amistad con algunos de los más destacados fi-lósofos de las Luces. Su Estado ideal hubiese sidouna monarquía equilibrada por “contrapeso” y asalvo de toda arbitrariedad, un poco al estilo de có-mo la concebía Montesquieu.

Es importante recordar la existencia de estosbandos políticos, porque ayuda a comprender quejugaron un papel nada desdeñable en el germen dela oposición política que afectó la etapa en la queGodoy ocupó el poder. Oposición que no hubiera te-nido mayores consecuencias si la ideología revolu-cionaria, potenciada por los sucesos de Francia, nohubiese llegado a endurecer muchas posturas has-ta un radicalismo imprevisto en los programas delos respectivos partidos.

Menos luzCuando estalló la Revolución francesa, Florida-

blanca temió las consecuencias que podría tener surepercusión en España. Como ha señalado RichardHerr, “A pesar de lo mucho que creía en el progre-so ilustrado, no podía concebir que las riendas delEstado estuviesen en manos que no fuesen las delrey y sus ministros”. Así, escribía a su embajadoren París, Fernán Nuñez,cuando le llegaron noti-cias de la toma de laBastilla: “Aquí noqueremos ni tantaluz, ni sus conse-cuencias”. Paraevitar el contagiocerró la fronterade los Pirineoscon su famoso“cordón sanita-rio”, al tiempo quemaniobraba en lascancillerías europeasy se ponía en contactocon los realistas franceses.Todo ello explica que los nuevos dueños de la si-tuación en Francia hiciesen cuanto estuvo en sumano para provocar su caída y lo consiguieron gra-cias a las presiones de su embajador en Madrid,Jean-François Bourgoing , porque Floridablanca te-nía en la Corte muchas antipatías, incluyendo ladel nuevo rey, Carlos IV.

Era lógico que a Floridablanca le sucediese el je-fe del partido opuesto, conde de Aranda. Arandallegó al poder con ansias de reforma –en absolutode revolución–, y con el deseo de reconciliarse conla nueva Francia. Enseguida empezaron a cobrarmayor importancia los Consejos, en detrimento dela Junta de Estado, y hasta se constituyó, comotrascendental innovación un Supremo Consejo deEconomía Política, dividido en tres Salas: Gobier-

Francia hizo cuanto estuvo en su mano

para provocar la caída de

Floridablanca y lo consiguió gracias a

las presiones de su embajador en

Madrid

Dos toreros de

moda de época de

Godoy, José y Pedro

Romero (Goya,

Philadelphia

Museum of Art,

Filadelfia y Kimbell

Art Museum, Fort

Worth).

Rafael Sánchez ManteroCatedrático de Historia ContemporáneaUniversidad de Sevilla

E L PERÍODO CORRESPONDIENTE AL REI-nado de Carlos IV tiene una gran impor-tancia desde el punto de vista de la histo-ria política por cuanto en él se perfilaron

las fuerzas que desencadenarían poco más tarde laRevolución en España. A partir de un momento de-terminado, esas fuerzas, cuya génesis no resulta fá-cil precisar, se polarizaron en un frente común:contra el primer ministro Godoy.

Manuel Godoy fue ganándose la enemistad demuchos sectores de la sociedad española que con-templaba atónita su meteórica trayectoria políticadesde que llegó a la Corte procedente de tierras ex-tremeñas. Ya fue motivo de escándalo su nombra-miento como Príncipe de la Paz, a raíz de la firmade la Paz de Basilea, título que nadie sin sangre re-al había llevado en Castilla. Años más tarde, en1807, recibió el título de Almirante, que le equi-paraba a la familia real por su tratamiento de Alte-za Serenísima. Todo ello contribuía a poner de ma-nifiesto su ilimitada ambición, a suscitar las envi-dias y a acrecentar las filas de sus enemigos.

Pero la oposición a su política fue gestándosecasi desde el inicio de su valimiento. La Iglesia nolo miraba con simpatía a causa de la legislaciónque promovió sobre los bienes de las institucionesreligiosas, de los que se apropió el Estado para con-vertirlos en papel de la deuda. La no-bleza lo odiaba porque era un advenedi-zo que no tenía reparo alguno en apartara los desafectos a su política. La bur-guesía se puso en frente del favorito porsu mala administración: los gastos delas guerras y los dispendios de la Corterecaían en su mayor parte sobre las cor-poraciones artesanales, como los CincoGremios Mayores de Madrid, o sobre lascasas comerciales, arruinadas muchasde ellas por el descrédito en el que ca-yeron los vales reales.

El pueblo se escandalizaba por suirreligiosidad y la liviandad de su vidaprivada, por sus riquezas y por algunasmedidas extraordinariamente impopula-res, como la supresión de la fiesta de lostoros en 1805. Además, la subida de losprecios por encima de los salarios y el

empeoramiento de la situación de los más deshere-dados, hacía aún más escandalosa la riqueza de laque hacía gala Godoy. En 1807 se le cedió la CasaPalacio de Buenavista, adquirida por medio millónde reales y se decía que sus ingresos ascendían a2.251.000 reales.

No resulta extraño, por tanto, que frente a la om-nipotente y odiada figura fueran concitandose lasdiversas fuerzas de oposición que cristalizaron envarias intentonas para derribarlo del poder.

La formación de los partidos políticosSe conoce la existencia de partidos y programas,

aunque, naturalmente, en un sentido muy distintoal que tienen en los sistemas políticos contemporá-neos. El origen de estos partidos hay que buscarloen el reinado de Carlos III. De una parte, se habíaido configurando en la Corte el llamado partido go-lilla, encabezado por Floridablanca y formado porlos que defendían las prerrogativas de la toga y delpoder civil. Preconizaban una administración racio-nalizada y fuertemente centralizada, cuyos símbo-los serían los secretarios de Despacho o ministros,

16

La oposición políticaa Godoy Todos estaban contra el favorito,

la nobleza, la Iglesia y el pueblo:por advenedizo, impío,esquilmador de sus rentas,impúdico abusón de la confianzareal y hasta por prohibir lascorridas de toros...

GodoyDF

19

Brigadier Alejandro

Malaspina, famoso

marino y frustrado

aspirante a la

Secetaría de Marina,

lo que, por

despecho, le

convirtió en

conspirador (Museo

Naval, Madrid).

febrero de 1795. Un maestro mallorquín, Juan Pi-cornell, acompañado de un grupo de pequeños in-telectuales –preceptores, traductores de francés–preparaban un levantamiento popular cuyos finesno aparecían del todo claros. Picornell había sido elprototipo de miembro de las Sociedades Económi-cas de Amigos del País, preocupado por mejorar laindustria y, sobre todo, el sistema educativo: habíaideado un plan de enseñanza capaz, según él, derevolucionar la cultura de los españoles y de trans-formarlos en los mejores ciudadanos. En prueba desu eficacia tuvo lugar una comentada sesión en laUniversidad de Salamanca, donde examinó a su hi-jo Juan Antonio, de sólo tres años, en las discipli-nas humanísticas de Religión, Geografía de Europae Historia de España.

El plan fue bien acogido en un principio por Flo-ridablanca, pero las alarmantes noticias que recibíade Francia, le indujeron a pensar que aquel no erael momento oportuno para introducir innovaciones.Picornell se eternizó esperando, hasta hacerse unresentido, que de la revolución cultural pasó a la re-volución política. Cuando repartía propaganda y di-nero con sus compinches para conseguir prosélitos,fue delatado por dos de los iniciados. Así acabó lallamada “Revolución de San Blas” y Picornell y suscuatro colaboradores fueron deportados a Américatras un largo proceso.

¿Qué se proponían realmente Picornell y sus se-guidores? ¿Se trataba de iniciar una revolución enEspaña, o simplemente de derribar a Godoy y al go-bierno? Su programa estaba resumido en un Mani-fiesto al Pueblo y en la Instrucción de lo que debeejecutar el Pueblo de Madrid en este día. En ellosse habla de una Junta Suprema legislativa, de laseparación de poderes y de una Constitución. Perose critica fuertemente al Gobierno y a las grandessumas derrochadas por el Estado para “...engran-decer y mantener a Godoy con un lujo superior a lasrentas del más rico potentado...”. Las autoridades

de la época acusaron a los conspiradores de repu-blicanismo, pero no pudieron probarlo.

Gracias al estudio de María Jesús Aguirrezábal,se conocen otros detalles de la Revolución de SanBlas. Lo más interesante sería la declaración de Pi-cornell de que la Junta Suprema estaría compues-ta por el conde de Aranda, el duque de Almodóvar,el marqués de Colomera y otros personajes de lanobleza y del ejército. La conspiración adquiere asíun claro tono aragonés, o del partido de la oposi-ción, y uno de sus objetivos principales parece quese centraba en el desplazamiento de Godoy.

Ese mismo año, el marino español de origen ita-liano, Alejandro Malaspina, conspiró contra Godoy,despechado por no haber sido nombrado para ocu-par la Secretaría de Marina, puesto al que aspira-ba. Sus ideas políticas se hallaban, al parecer, cer-ca de las que preconizaba el partido arandino. Ma-laspina elaboró un plan mediante el cual Godoy se-ría exonerado del poder y en su lugar se establece-ría un gobierno compuesto, entre otros personajes,por el duque de Alba, el conde de Revillagigedo yel propio Jovellanos. El plan de Malaspina fue des-cubierto por Godoy antes de que llegase a los reyespor medio de algunas damas de la Corte y su autor,encarcelado y desterrado a Italia.

La conjura de El EscorialLa inquina contra Godoy siguió aumentando en

los años sucesivos y a comienzos del siglo XIX em-pezó a dibujarse el partido fernandino como nuevafuerza de oposición, a la que se arrimaron muchosde los descontentos. En 1801, el heredero de laCorona, futuro Fernando VII, contaba con dieciséisaños y, a pesar de los esfuerzos de Godoy por ga-narse su afecto, la incompatibilidad entre ambosera ya manifiesta. En la animosidad contra el vali-do intervino decisivamente el preceptor del prínci-pe, el canónigo Juan Escoiquiz, introducido en la

Corte precisamente por el po-lítico extremeño. Pues bien,ya en 1803 y 1804 hubo ru-mores de un plan para cam-biar a Carlos IV por FernandoVII, que para unos sería sim-plemente la forma de cambiara Godoy y, para otros, la posi-bilidad de establecer impor-tantes cambios políticos.Pero la primera maniobra deeste tipo de la que hay datosconcretos fue la de El Escorialen 1807. Siempre se le hadado a esta conjura el carác-ter de una trama puramentecortesana, como una confron-tación entre el padre y el hijo,alentada a lo sumo por perso-nas del propio servicio pala-ciego, como el canónigo Es-coiquiz, y provocada por elentreguismo de Godoy anteNapoleón. Carlos Corona puso

Godoy y los Caprichos de Goya

Goya publicó sus Caprichos hace dos siglos, en febrero de 1799, y sólo los tu-vo a la venta dos días" se despacharon 27 libros", a una onza de oro cada uno,pues cesó el ilustrado Saavedra como primer secretario de Estado y debieron

avisar al artista de que la Inquisición se estaba moviendo para procesarle por el con-tenido de la obra. Mal lo hubiera pasado el pintor de no haber contado con el apo-yo de Godoy, que estuvo muy relacionado con los Caprichos, primero impulsando suejecución en 1797/98 en sus Memorias resalta que bajo su protección se hicieron"las ochenta estampas de bellos caprichos de don Francisco de Goya"; segundo, pa-rando al represor ministro de Gracia y Justicia, Caballero, y a la Inquisición, que tra-taban de procesar al artista... Recuérdese que Godoy le debía a Goya algunos favo-res, como la realización de las Majas (1800) y su retrato de la Guerra de las Na-ranjas (1801).

Bien pudo ser Godoy quien ideó la solución de que el pintor pusiera los Capri-chos bajo protección del propio Rey, entregándolos a la Calcografía Real en 1803, acambio de una pensión vitalicia de 12.000 reales para su hijo... Goya se quejó amar-gamente muchas veces de que su obra no pudiera conocerse –la segunda ediciónapareció en 1855– pero los inquisidores le dejaron en paz y aquella pensión com-pensaba el beneficio que el pintor hubiera podido obtener por sus Caprichos.

Izquierda, Aranda,

jefe del partidoaragonés. Arriba,

ascensión en globo

de Lunardi ante el

Palacio Real.

no, Justicia e Iniciativas y Proyectos. ¿Quién no veen estas tres salas un recuerdo de la triple divisiónde poderes teorizada por Montesquieu: Ejecutivo,Judicial y Legislativo? Tal vez Aranda pensaba, co-mo más tarde Canning, que “la política es el artede hacer reformas para evitar revoluciones” y nadaimpide pensar que acertaba. Pero sus medidas pa-recieron peligrosas en un momento tan delicado: laradicalización de los sucesos en Francia, con elasalto a las Tullerías y la prisión de Luis XVI, hicie-ron pensar a Carlos IV que la oportunidad no era lamás adecuada para realizar ensayos.

La oposición antigodoysta Aranda cayó acusado, poco menos que de revo-

lucionario y de “discípulo de la escuela jacobina” yfue sustituido por el joven Manuel Godoy. Desdenoviembre de 1792 en que se operó la sustitución,la inquina de Aranda y de los aragoneses contra elomnipotente valido no se extinguió ya. Aquel mis-mo año parece que hubo en el Consejo una conju-ra antigodoysta, que el político extremeño consi-guió sortear; pero las asechanzas no cesaron ni si-quiera con el destierro de Aranda en 1794. El par-tido aragonés, convertido en el partido de la oposi-ción se encargó de zancadillear por todos los me-dios al joven valido y, además, se fue constituyen-do en una fuerza posible de la revolución española.

Hasta qué punto sufrió este partido una verda-dera metamorfosis, abandonando el viejo programa

de Aranda por otros más radi-cales, es cuestión mal cono-cida, pero lo cierto es que elviejo partido aragonés dejó deformar parte del régimen paraconvertirse en su enemigo.Su enemistad era comparti-da, además, por los elemen-tos más avanzados de la Ilus-tración, cada vez más lejos delas directrices marcadas porla política carolina. Como ha

señalado Richard Herr, “En 1788 el Gobierno ha-bía sido ilustrado y había contado con el apoyo delos progresivos. En 1793, 1795 ó 1797, apenas siera menos ilustrado, pero había perdido ese apoyo.La Revolución había traído a la católica España losalbores de una nueva era”. El programa de este gru-po consistía tanto en lograr la caída de Godoy y detodo su equipo, como en transformar la maquinariadel Estado, sustituyendo incluso a Carlos IV por susucesor, como se había de intentar en la conjuradel Escorial o en el motín de Aranjuez.

Con todo, las noticias disponibles sobre algunosde estos hechos son fragmentarias, lejanas y vagas,puesto que no se sabe muy bien si sus objetivoseran a favor de la Revolución o en contra del odia-do Manuel Godoy. Ni las autoridades de la épocapodían llegar muy lejos en sus averiguaciones, nilos historiadores de hoy tienen a su disposición ele-mentos de juicio definitivos. Sin embargo se danalgunos episodios significativos en los que apareceGodoy como centro de la protesta.

El motín del globoUn episodio que, quizás por su carácter anecdó-

tico, ha sido relegado por la historiografía es el co-nocido como “el incidente del globo”. En él se pro-dujo uno de los primeros ataques a Godoy, aunquefue débil y despertó poco eco. En 1792 se elevó enEspaña el primer globo tipo Montgolfier, tripulado.El pasajero fue el italiano Lunardi, quien llevó a ca-bo una demostración pública en 1793, delante delPalacio Real, en presencia de los reyes y del inevi-table Godoy. Cuando comenzó a elevarse surgieronde entre el público, que se agolpaba para presen-ciar el acontecimiento, gritos subversivos, quizácon el intento de transformar la fiesta en un motín.Pero no lo consiguieron, aunque pudieron escaparde la persecución de los alguaciles. ¿Qué se pre-tendía? ¿Llamar la atención de Carlos IV sobre losmales que padecía el país? Simplemente derribar aGodoy? Los síntomas de un ataque contra el régi-men, aunque tímidos, ya se dejaban notar.

Más serio parece haber sido el intento del 3 de

18

GodoyDF

21

Motín de Aranjuez,

un estallido popular

de cólera sólo en

apariencia: fue

organizado y

pagado por los

enemigos de Godoy

para derribarlo.

de los supuestos aliados, los franceses. Godoy pro-puso el viaje a Sevilla y Cádiz, para desde allí em-barcar con rumbo a América. “El pueblo de Aran-juez”, indignado por tanta cobardía, se levantó apo-derándose de la persona del valido y forzó la abdi-cación de Carlos IV, que renunció en su hijo Fer-nando VII. Esta versión tradicional, ha sido matiza-da por el historiador Martí Gilabert, quien ha pues-to en claro muchos aspectos desconocidos o des-cuidados por la historiografía. Téngase en cuentaahora la sustitución de la Guardia de Palacio, conla llegada de un nuevo regimiento procedente deMadrid, justo horas antes del motín; los carruajesalquilados en la Corte que llevaron al Real Sitio alas personas que habían de iniciar el griterío; el re-parto de dinero que se hizo la noche anterior parala recluta de protestatarios, y la presencia entre és-tos, como principal animador, del Tío Pedro, queresultó ser el conde de Montijo.

La indignación popular contra Godoy era un he-cho cierto, y no necesitaron excesivos esfuerzos losorganizadores; pero no fue una sublevación espon-tánea, sino un golpe encauzado y estimulado hasta

conseguir sus fines. La nobleza descontenta patro-cinó y orquestó el motín de Aranjuez y logró al finsu objetivo inmediato.

En un principio se creyó que Godoy había huidocon destino a Andalucía, cuando advirtió los pri-meros movimientos en la noche del 17 de marzo de1808. Sin embargo, fue descubierto en la mañanadel día 19 en su propia casa. Se había encerradoen una buhardilla, ocultándose entre varios rollosde alfombras y esteras. El mismo Príncipe de Astu-rias tuvo que tranquilizar al pueblo y Godoy pasó aser custodiado en el cuartel de la Guardia de Corps,para evitar que el pueblo se ensañase con él. De-saparecido de la escena Godoy, Carlos IV no pudosostenerse en el trono.

Por primera vez en la Historia de España, un reyera destronado por su propio hijo. Fernando VII ElDeseado ceñía la corona y la oposición pasaba aocupar el poder. Pero no pudo disfrutarlo por mu-cho tiempo, puesto que las tropas francesas habíandejado ya claras las intenciones de Napoleón deprescindir de los Borbones. Godoy salvó la vida gra-cias a que Napoléon quiso tenerlo en Francia y vi-vió en el destierro hasta su muerte, el 4 de octubrede 1851, más de la mitad de su existencia. Un fi-nal triste y prolongado para quien lo había sido to-do en la España de Carlos IV.

Para saber másAYMES, J.R. (ed.), España y la Revolución france-sa, Barcelona, 1989.BULLÓN DE MENDOZA, A., Manuel Godoy, Prínci-pe de la Paz, Badajoz, 1968.CORONA BARATECH, C., Revolución y reacción entiempos de Carlos IV, Madrid, 1957.CORONA BARATECH, C., Las ideas políticas en elreinado de Carlos IV, Madrid, 1954.CHASTENET, J., Godoy y la España de Goya, Bar-celona, 1963GODOY, M., Memorias, Editorial Atlas, Madrid,1965.GONZÁLEZ SANTOS, L., Godoy. Principe de la Paz,siervo de la guerra, Madrid, 1985.HERR, R., España y la Revolución del siglo XVIII,Madrid, 1971.LA PARRA LÓPEZ, E., La alianza de Godoy con losrevolucionarios. España y Francia a finales del sigloXVIII, Madrid, 1993.MADOL, H.R., Godoy, el primer dictador de nuestrotiempo, Madrid, 1966.MARTÍ GILABERT, F., El proceso de El Escorial,Pamplona, 1965.MARTÍ GILABERT, F., El motín de Aranjuez, Pam-plona, 1972.SECO SERRANO, C. (editor), Memorias del Prínci-pe de la Paz, 2 vols, Madrid, 1956.SECO SERRANO, C., Godoy. El hombre y el políti-co, Madrid, 1978.VALDEOMAR, MARQUÉS DE, El partido fernandi-no y la masonería: Godoy un hombre máquina, Ma-drid, 1974.

GodoyDF

Calos IV, protector y

amigo de Godoy,

optó por dimitir

tras la caída del

valido (Goya, Museo

del Prado, Madrid).

de relieve la importante presencia en la trama devarios miembros de la nobleza, de los cuales el másdecidido era el conde de Montijo (antes, conde deTeba), sucesor de Aranda en la jefatura del partido.Martí Gilabert, que ha estudiado el proceso, creeque no fue más que una operación calumniosa con-tra el Príncipe de Asturias, y que no hubo conjurasino en la malignidad de Godoy. La comedia prepa-rada por el Príncipe de la Paz fue contraproducen-te, puesto que provocó la indignaciónde muchos, sirvió para aumentar suexaltación y los dispuso en definitivaa llevar a cabo la revolución. Martí Gi-labert ve en el proceso de El Escorialel comienzo del triste desenlace delreinado de Carlos IV.

El motín de AranjuezEl descubrimiento de la trama de-

jó las cosas como estaban hasta quealgunos meses más tarde triunfase elmotín de Aranjuez. Sin embargo, esosmeses entre los dos incidentes cons-tituyen para Carlos Seco la etapa másamarga en toda la larga vida de Go-doy. Todos, y por múltiples motivos,se volvían en aquellos momentos con-tra él: “... los nobles humillados tan-to tiempo por la imposición de un ad-venedizo aupado con malas artes has-ta el trono; los ricos, porque a la horade repartir las cargas económicas sinrespetar privilegios ni apellidos, habíahecho recaer el peso de las exigen-cias fiscales sobre los poderosos, pa-ra desahogar a los humildes a lo lar-go de una crisis constante; la Iglesiaporque osó enfrentarse con el SantoOficio, porque habló de reformas fis-cales en algunos sectores del clero, yporque, siquiera fuese de acuerdocon el Papa, había intentado alterarsus privilegios económicos; el pueblo,en fin, porque se lo presentaban co-mo un desenfrenado hereje, que tras

someter a su voluntad a un viejo y débil monarca ymanchar el trono con su impudicia, aún pretendíaarrebatarselo al legítimo heredero y deseado rey, aljoven Fernando...”

Toda esa oposición vio por fin realizado su deseode desplazar del poder a Godoy con el triunfo delmotín de Aranjuez. Los hechos sucedieron así: lafamilia real había huido a Aranjuez ante las alar-mantes noticias que llegaban sobre las intenciones

20

La conspiración de El Escorial

El Príncipe de Asturias, futuro Fernando VII, aquel ser "tonto y ocio-so, mentiroso, envilecido y solapado", según decía de él su suegra,Carolina de Nápoles, odiaba a Godoy, supuesto amante de su madre

y favorito de su padre. Tal sentimiento fue cuidadosamente cultivado porlos enemigos del valido, sobre todo, los duques del Infantado y de San Car-los y el canónigo Escoiquiz, que formaron una camarilla en perpetua cons-piración contra Godoy. Éste les correspondía con un estrecho espionaje ycon la marginación política.

En 1807, a los 23 años, enviudó el príncipe de su primera esposa y sele buscaba mujer. Como la política exterior de Godoy se basaba en lasalianzas con Napoleón Bonaparte, Fernando y sus consejeros decidieronsegarle la hierba bajo los pies al valido, y pidieron secretamente al empe-rador francés que le buscase novia en su familia.

Bien por una delación, bien porque lo descubriera el espionaje de Go-doy, éste se enteró de la maniobra y, probablemente, inventó una conspi-ración para terminar con la camarilla del Príncipe. El 27 de octubre de1807, apareció en la mesa del Rey una nota en la que se acusaba al prín-cipe Fernando de tramar su derrocamiento: "La corona de V.M. peligra; laReina María Luisa corre el riesgo de ser envenenada", decía literalmente elmensaje.

El Rey ordenó el registro de las habitaciones de su hijo y apareció la co-rrespondencia con Napoleón. El Príncipe fue arrestado. Y aquel intrigantecorrió a pedir perdón a sus padres y a denunciar a sus cómplices. Para losduques de San Carlos y del Infantado y para el canónigo Escoiquiz se pidióla pena de muerte, pero la presión popular logró sus absolución.