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Los velatorios en Venezuela P. Fernando CAMPO DEL POZO, OSA Colegio de San Agustín, Zaragoza I. Introducción con el porqué de este trabajo. II. Mis primeras experiencias de velorios venezolanos. 2.1. Primera asistencia a un velorio venezolano. 2.2. Cómo se reflejó mi primera experiencia en una publicación. 2.3. Experiencia lamentable de un aborigen guajiro con su velorio. III. Costumbres funerarias de los guajiros, el “alapajaa”. 3.1. Rito y etnografía del velorio guajiro denominado “alapajaa”. 3.2. El entierro propiamente o segundo entierro, secuencia “ojo´ itaa”. 3.3. Lo que sucede después del entierro o post entierro “süchiki ojo` itaa”. IV. Funerales de los motilones y los yupas. 4.1. Ritos fúnebres de los bari-motilones y su choque con los hacendados. 4.2. Ritos funerarios de los yupas. 4.3. Los velorios indígenas y su acogida por el rito católico. V. Conclusión sobre los velorios en Venezuela. El mundo de los difuntos: culto, cofradías y tradiciones, San Lorenzo del Escorial 2014, pp. 327-348. ISBN: 978-84-15659-24-2

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ensayo sobre la obra los velorios.escritor del costumbrismo. Dru

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  • Los velatorios en Venezuela P. Fernando CAMPO DEL POZO, OSA Colegio de San Agustn, Zaragoza

    I. Introduccin con el porqu de este trabajo. II. Mis primeras experiencias de velorios venezolanos.

    2.1. Primera asistencia a un velorio venezolano. 2.2. Cmo se reflej mi primera experiencia en una publicacin. 2.3. Experiencia lamentable de un aborigen guajiro con su velorio.

    III. Costumbres funerarias de los guajiros, el alapajaa.

    3.1. Rito y etnografa del velorio guajiro denominado alapajaa. 3.2. El entierro propiamente o segundo entierro, secuencia ojo itaa. 3.3. Lo que sucede despus del entierro o post entierro schiki ojo`

    itaa. IV. Funerales de los motilones y los yupas.

    4.1. Ritos fnebres de los bari-motilones y su choque con los hacendados. 4.2. Ritos funerarios de los yupas. 4.3. Los velorios indgenas y su acogida por el rito catlico.

    V. Conclusin sobre los velorios en Venezuela.

    El mundo de los difuntos: culto, cofradas y tradiciones, San Lorenzo del Escorial 2014, pp. 327-348. ISBN: 978-84-15659-24-2

  • I. INTRODUCCION CON EL PORQU DE ESTE TRABAJO

    Como en este Simposium se trata especialmente del mundo de los difuntos,

    se pretende dar a conocer aqu algunas aportaciones interesantes sobre el ritos funerarios en Venezuela, especialmente entre los guajiros y otros aborgenes, como los motilones y los yupas, en la parte occidental del Lago de Maracaibo, donde el autor de este trabajo presenci varios velorios y recogi algunos datos novedosos. Como tena hecho un breve trabajo sobre El velorio venezolano, convena complementarlo con varias notas sobre los ritos funerarios de los guajiros y de otros aborgenes venezolanos, a los que tuvo oportunidad de conocer a mediados el siglo pasado. Hay en ellos, como en la cultura mestiza de Venezuela, una supervivencia de los ritos indgenas con algunos aditamentos religiosos de la Iglesia Catlica. Casi todas sus tumbas fnebres tienen la cruz, smbolo de un injerto o simbiosis religiosa que conviene resaltar con la creencia que se tiene de la persistencia del alma y la resurreccin de los muertos.

    Siempre se ha tenido en Venezuela especial cuidado de los muertos con

    diversas manifestaciones de duelo y de velorios. Los guajiros, como los paraujanos, a cuya etnia perteneci probablemente Isabel, la esposa de Alonso de Ojeda, tenan y siguen teniendo manifestaciones especiales de duelo. No slo hacen el velorio el da o das previos al enterramiento, sino que siguen teniendo el duelo durante varios das al lado de la tumba, incluso de noche. As se explica que una india llamada Isabel apareciese muerta sobre la tumba de Alonso de Ojeda, varios das despus de estar enterrado, al hacer el acompaamiento nocturno. La conoci a finales de agosto de 1499, despus del da 24, cuando descubri y recorri el lago Coquivacoa. Alonso de Ojeda tom consigo a esa indgena, se cas con ella y la puso el nombre de Isabel, recordado a Isabel la Catlica, de la que era admirador. Ella le acompa cuando vino a Espaa y le libr de la muerte en varias ocasiones, porque le quera y saba curarle las heridas de las fechas envenenadas. Parte de sus restos se encuentran actualmente en Ciudad Ojeda, poblacin que recuerda al que dio en el nombre a Venezuela1. La muerte de Isabel sobre la tumba de Alonso de Ojeda, se comprende y explica por el velorio indgena.

    1 CAMPO DEL POZO, F., Alonso de Ojeda y su esposa Isabel, algunos datos biogrficos de ambos en Boletn de la Academia Nacional de la Historia, vol. 61, n. 257 (1982) 151-157.

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    Alrededor del fenmeno y misterio de la muerte se han desarrollado diversos ritos y celebraciones familiares, litrgicas y sociales con un componente dinmico, religioso y vital que reflejan valores fundamentales de las comunidades e individuos segn su cultura. Suele decirse en Castilla y Len que se teme la hora de los elogios. Esto nos ayuda a comprender lo que sucede en Venezuela, a donde se transplantaron los usos y costumbres de Espaa. Algunas ceremonias indgenas, como el velorio de los muertos, subsisten con peculiaridades distintas en algunas regiones de Venezuela, especialmente en el Zulia, donde todava, a mediados del siglo XX, llegu a conocer algunas tribus en estado salvaje, como los llamados motilones, los yupas y otras tribus poco civilizadas, como los guajiros, que seguan conservando sus tradiciones autctonas. Por eso, se les va a dedicar un estudio especial segn la experiencia personal que se ha tenido en lo que se llama La Caada, en la parte occidental del Lago de Maracaibo, donde haba y hay una mezcla de varias tradiciones. All predominaba un velorio bastante parecido al que se haca en los pueblos andinos y en los Llanos de Venezuela. Haba otros especiales, interesantes y novedosos como los de los guajiros, los motilones y yupas.

    II. MIS PRIMERAS EXPERIENCIAS DE VELORIOS VENEZOLANOS

    Dos meses despus de ser ordenado sacerdote, fui destinado a Venezuela, a donde llegu el 24 de agosto de 1956. Una semana despus, con la noticia de que iba a ser nombrado prroco de El Carmelo, dicesis de Maracaibo, Estado Zulia, tuve que suplir quince das a un religioso en la parroquia de Charallave, capital del Distrito Cristbal Rojas, en el Estado Miranda. Me toc presenciar una escena lamentable, porque el prroco, un agustino espaol, no permiti entrar en el templo al cadver de uno que haba muerto en accidente, porque estaba divorciado y rejuntado, como all se deca. Le estuvieron bailoteando ms de una hora a la puerta de la iglesia, a donde no se les dej entrar, y luego lo llevaron al cementerio dando dos pasos para adelante y uno para atrs. Se tardaba ms de dos horas en recorrer menos de un Km. Ese da o que le haban hecho un velorio por todo lo alto, porque era rico. Era la primera vez que oa la palabra velorio y me di cuenta de que en Venezuela no se poda negar la entrada del cadver de un cristiano catlico en el templo, aunque hubiese muerto en circunstancias adversas y entonces reprobadas por la Iglesia Catlica, si lo pedan los fieles, especialmente los familiares. Se trata de una obra de misericordia y hay que tener en cuenta las circunstancias. Entonces me enter de que otro religioso espaol estuvo a punto de ser linchado, porque se opona a que entrase en la iglesia el cadver de un hombre catlico muerto en un caso parecido.

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    2.1. Primera asistencia a un velorio venezolano

    El 26 de septiembre de 1956, con el nombrado prroco, viaj hacia en El Carmelo, Municipio La Caada de Urdaneta, en el Estado Zulia, dicesis de Maracaibo, al lado del Lago de Maracaibo. El nombre de La Caada tiene su origen en el camino ancho y real abierto durante la Colonia para entrar en las haciendas con el ganado. Limitaba esta parroquia por el sur con la misin de los PP. capuchinos de Machiques y Perij. En esa regin se fueron formando haciendas y hatos que dieron subsistencia a un paisaje especial y digno de verse, porque en l se conjugan la aridez y austeridad de monte con las playas romnticas, pobladas de cocoteros y palmeras. All se tiene especial devocin a cuatro advocaciones marianas: La Inmaculada, Ntra. Sra. de Chiquinquir, Ntra. Sra. del Carmen y Ntra. Sra. del Rosario2.

    La parroquia de El Carmelo tena en 1956 una extensin de ms de 20

    kms. de ancho por 40 Kms. de largo, en la parte occidental del lago de Maracaibo, hasta cerca el ro Apn. Era la parroquia ms grande en extensin y tambin una de las ms pobres econmicamente, aunque rica por su devocin a la Virgen del Carmen, cuya iglesia se ha convertido en santuario mariano. La poblacin de esta parroquia no llegaba a los 10.000 habitantes y actualmente tiene 18.588 con San Jos de Poteritos que ha pasado a formar otra parroquia distinta. All se hicieron realidad mis primeras ilusiones sacerdotales. Pude ver cmo en las fiestas patronales participaban mayoritariamente, aunque el cumplimiento de la misa dominical era deficiente. A los entierros asistan muchos y tambin a los velorios en el da y noche anteriores. Una parte de La Caada, dentro de la parroquia de La Concepcin, se denominaba la Guajira, porque haba all bastantes guajiros. No se puede precisar cuntos guairos haba en La Caada, porque la mayor parte estaban de obreros en las haciendas y procedan de la Guajira colombiana. Probablemente haba ms de 2000. Haba bastantes mestizos de guajiros y de otras razas. Predominaban los criollos de raza hispana sobre mestizaje en aquella regin. A los ocho das de haber tomado posesin de esa inmensa parroquia, fui invitado a rezar un responso por la noche a un hato en medio de la selva. Me dijeron que el prroco anterior ya le haba administrado los sacramentos y preparado para ir al otro mundo o la eternidad. Me fueron a buscar con un vehculo. Al llegar, me di cuenta del ambiente que era propicio para que nadie se durmiese all. Rec un responso con la participacin de los asistentes y hasta me invitaron a rezar el santo Rosario. Le ced los honores de presidir el rezo a una buena Seora que tena el Rosario en las manos y al final improvis

    2 CAMPO DEL POZO, F., La Virgen en La Caada, Maracaibo 1957, pp. 9-10.

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    mi primer sermn funerario acudiendo a una frase atribuida a san Agustn: las flores se marchitan, la lgrimas se evaporan y la oracin sube al trono de Dios. Queran que me quedase toda la noche y no me era posible. Al dar el psame de despedida a los familiares, me daban un medio abrazo y agradecan la condolencia muy cariosamente. Algunas mujeres hacan que lloraban con lamentaciones. El mismo que me haba ido a buscar, me llev a la casa parroquial.

    Coment lo que haba visto con el P. Juan Antonio Martnez, prroco de

    La Concepcin, que saba de sobra lo que eran los velorios y se alegr de que no me hubiese quedado. Como prrocos, lo que nos corresponda, era hacer bien el entierro y aprovecharlo para evangelizar. Se tenan tres toques distintos con la nica campana que haba en la torre de El Carmelo. El entierro result muy concurrido. El prroco anterior me dijo que no convena ir al cementerio. Esto lo haba aprendido en Charallave.

    2. 2. Cmo se reflej mi primera experiencia en una publicacin

    La experiencia del primer velorio y lo que suceda en La Caada fue

    objeto de un artculo, que se public el ao 1960 en la revista Apostolado, con el ttulo el velorio venezolano, donde se afirmaba que en Venezuela los velorios suelen resultar bastante costosos para los familiares que sobreviven al difunto y se aada:

    Adems del dolor por la irreparable y sensible prdida, tienen que aguantar y trabajar mucho para allegar comestibles y bebidas, buscar asientos, mesas, etc., como si se tratase de un festn. Los familiares del muerto reciben el sentimiento de duelo con un abrazo tradicional de los visitantes. En la sala prxima a la caja mortuoria estn los familiares y dolientes, que lloran alto y exclaman muchas interjecciones encomistica. [Era el caso de una madre]: Ay mi madre, caramba qu buena era! Caramba! Qu buena era! Se muri mi madre, caramba! Ay, ya no te volver a ver! Te vas para siempre! Caramba!.

    Durante el velorio, unos comentan las virtudes del muerto; otros superan

    a Job y a Jeremas en lamentaciones lgubres; y no faltan corrillos, que juegan al domin, a las cartas o simplemente hacen guardia; pero despus de haber bebido algo, comienzan a hablar del muerto y terminan contando chascarrillos. La noche es muy larga para llorar, para jugar, rer y murmurar.

    En cierta ocasin en que iba a sacar un muerto de la casa, o claramente a

    una mujer que le deca a su hija: No llores que te vas a descomponer. A lo

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    que contest la hija: - Mam no te preocupes, slo hago que lloro. Como sta haba otras jvenes que de buena gana le obsequiaran al muerto algunas lgrimas; pero tenan que hacer que lloraban, como el cocodrilo. No faltan personas curiosas que se colocan en puntos claves para ver lo que les interesa. De cuando en cuando se sirve una taza de caf; si la familia es pudiente, se da una cena con las bebidas que suelen despabilar el sueo de los visitantes.

    Se conclua el artculo diciendo que hay velorios, a donde concurren personas

    que estn toda la noche y otros que van por turnos de unas dos horas. En los momentos de cambio de los que van y vienen se oye y se repite: que bueno o qu buena era, caramba!3.

    Se mencionaba al escritor venezolano, Miguel Mrmol que escribi un

    libro satrico sobre los velorios, donde lleg a decir, que si por algo no quisiera morir, sera por eso del velorio. Preferira marcharse al otro barrio sin disfrutar de esa juerga pstuma, que llaman velorio para no ser molesto y gravoso a la familia despus de muerto. En los velorios no todo es jolgorio, hay que reconocer que tambin tienen cosas buenas: demostracin de un postrer cario, en donde los visitantes y amigos se conduelen con los deudos4. Al lado de los elementos un poco folklricos haba tambin connotaciones positivas, porque el velorio concitaba a los familiares, a los antiguos amigos, condiscpulos y a los conocidos, que manifestaban su admiracin al difunto y a los familiares a los que daban su condolencia luctuosa y se unan en la oracin con la esperanza de la resurreccin.

    2. 3. Experiencia lamentable de un aborigen guajiro con su velorio indgena

    Se expone aqu cmo fue el entierro de un aborigen guajiro que muri de forma violenta a machetazos por sicarios, al que se le hicieron los oficios fnebres en la iglesia parroquial y luego tuvo ritos muy especiales en el cementerio.

    El hecho sucedi en 1958, cuando, por rivalidades entre dos familias de

    hacendados criollos y mestizos, fue asesinado un joven, miembro de una de ellas, durante las fiestas de la Virgen del Carmen. El prroco oy decir al sacristn que la cosa se iba a poner muy buena con una matazn. Aunque haban detenido al agresor, iba a haber ms muertos ese mes por violencia. El sacerdote procur poner paz y visit a las dos familias rivales y al presunto asesino para llegar a un arreglo. Aceptaron casi todos, aunque alguno le dijo

    3 CAMPO DEL POZO, F., El velorio venezolano, en Apostolado, Valladolid, n. 205

    (1960) 54-55. 4 MARMOL, M., Los Velorios, Caracas 1905, p. 372.

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    que al salir de la crcel, haran justicia, porque haban jurado la venganza, como la ley del talin, sangre por sangre. La venganza de sangre se supone que fue suprimida en Egipto por la diosa Isis y especialmente por Jesucristo5. Se le ocurri al prroco proponer a la familia del que estaba preso la conveniencia de que, al salir de la crcel, se fuese a un lugar lejano, como a una de las haciendas del sur del lago de Maracaibo para que no le matasen. Sali pronto de la prisin por atenuantes y porque poderoso caballero es don dinero, y se fue a una de las haciendas de su familia al sur del lago, en Santa Brbara de Zulia y Encontrados.

    Cuando se enteraron de que fue el prroco el que le haba aconsejado

    esto, decidieron aplicarle la ley de sangre como venganza. Concertaron a un guajiro llamado Rafito (Rafael) que a veces haca la limpieza en los aledaos de la iglesia y medio le emborracharon con la misin de que cortarse la cabeza al cura. Un domingo por la tarde, cuando el sacerdote estaba en el despacho parroquial leyendo las obras de san Agustn, entr Rafito, como se le llamaba amigablemente, machete en mano. El sacerdote crey que iba a realizar limpieza del patio, por lo que se levant y se fue hacia l para decirle que era domingo y no se poda trabajar. Le dio dos bolvares que era lo que sola darle cuando haca la limpieza. Rafito se desconcert.

    La sorpresa del sacerdote fue grande cuando Rafito le dijo: gracias Padreito.

    Me han paloteado y contratado para que le eche machete. El sacerdote le interrumpi dicindole: Cre que venas tambin para ver a la Virgen del Carmen. Vamos a la iglesia. Fueron los dos, como amigos, por el patio hacia la iglesia para rezar una Salve ante la Virgen del Carmen. Luego se despidieron como amigos y se fue Rafito con la bendicin del cura. Haba algunas personas observando y una de ellas, la hija un guajiro, se le acerc al sacerdote para decirle: Le ha salvado la Virgen del Carmen. El sacerdote lo consider ciertamente una gracia o milagro de la Virgen del Carmen, cuya historia en El Carmelo haba escrito y le dio las gracias, prometindola ponerla en una guarnicin de plata y oro, cuando pudiese, ya que la tabla donde estaba pintada se mereca una buena ornamentacin. Esto se hizo luego en 1961 con un marco de plata y oro, sobre un pedestal valioso con el escudo de Venezuela. Se convirti en santuario.

    El sacerdote no dio notificacin de esto al obispo, ni se lo comunic a los

    dems sacerdotes. Qued en total silencio y no se public en el Boletn

    5 PEREZ-LLANTADA Y GUTIRREZ, F., Herencia criminal, Maracaibo, Maracaibo

    1975, p. 14 y 17 Reconoce que hasta Manuel Kant admiti la ley del talin. Siendo defendida esta tesis en la Universidad del Zulia, Maracaibo, sorprende que omita el problema de la venganza de la sangre de los guajiros.

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    parroquial, ya que esa parroquia, unos diez aos antes, haba estado en entredicho, porque el prroco haba sido agredido sin causa justificada. Un mes despus se divulg la noticia de que haban descuartizado a Rafito, el guajiro, cuyos restos mortales fueron llevados a la iglesia por la polica en una especie de cajn de 0.50 por 0.50 m., que estaba precintado y no se poda abrir. En el funeral, el prroco puso el catafalco cubriendo al cajn y se celebr la Eucarista con cierta normalidad. Haba bastantes guajitos que deseaban saber quin le haba matado para vengarse. Entre las dos familias rivales se restableci la paz con tranquilidad en el orden, como dijo san Agustn6, en la parroquia de El Carmelo.

    Se pudo saber despus de haberle hecho los oficios religiosos en la iglesia

    que durante varios das haban estado algunos guajiros al pie de su tumba incluso durante la noche con una fogata. Se oy decir, que como era costumbre guajira, entre otras cosas, haban puesto al lado de la tumba un gallo vivo y fino como una representacin de la valenta de la vctima. Como haba sido asesinado planificaron la venganza del asesino o su familia. Haba espera pero no rebaja. Su ley penal era tambin sangre por sangre. Gracias a Dios y a la Virgen del Carmen no hubo venganza. Hubo un segundo entierro, en el que limpiaron los huesos del cadver de Rafito para llevarlos a la Guajira. Se coment esto con una maestra de origen guajiro llamada Evelina y con dos capuchinos, los PP. Felix de Vegamin y Vicente de Gusendos (Braulio Gonzlez) que aclararon lo del segundo entierro entre los guajiros y el alapajaa.

    Este hecho me llev a conocer mejor el rito funerario de los guajiros con

    los que tuve bastante trato, especialmente con Evelina. Esta maestra, cuando supo que tena la gramtica guajira de Rafael Caledn7 y quera aprender su lengua, se opona para que no supiese sus tradiciones y misterios. Se alegr mucho en 1958 cuando le dije que un agustino, P. Francisco Romero, haba visitado la Guajira, donde haba destruido algunos de sus templos e dolos, de los que llev algunos ejemplares al rey de Espaa y al papa para poner remedio a sus idolatras. Se qued con el libro el Llanto Sagrado y la vi emocionarse cuando lea algunos episodios8. La lengua guajira es Makro-Arawak9. Aqu nos interesa ms el velorio guajiro con el entierro y tambin el pos-entierro con sus etapas que estn estrechamente vinculadas y conviene distinguir.

    6 De civitate Dei, XIX, 13,1. 7 CALEDON, R., Gramtica de la lengua guajira, vocabulario y catecismo, Pars 1886.

    Es un libro raro y lo conservo como una reliquia lingstica, junto con otras gramticas indgenas. 8 ROMERO, F., El Llanto Sagrado de la Amrica Meridional, Bogot 1955, pp. 88-95. 9 CAMPO DEL POZO, F., Los Agustinos y las lenguas indgenas de Venezuela,

    Universidad Catlica Andrs Bello, Caracas 1979, p. 59.

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    III. COSTUMBRES FUNERARIAS DE LOS GUAJIROS: EL ALAPAJAA

    La mayor parte de los guajiros viven en la pennsula de su nombre, donde

    siguen conservando costumbres ancestrales. Los que vivan en La Caada, eran en su mayora obreros o peones en las haciendas. Al estudiar la lengua guajira, pude conocer mejor sus tradiciones funerarias. En la Guajira existan unos 30 clanes que se subdividan en linajes. Cada clan poda llegar a contar con 2000 personas dispersas

    Lo palabra guajiro viene de wayuu o guay que significa nacin o nosotros,

    aunque algunos, como A. Jhan, consideran al guajiro como proveniente de gushire, palabra arahuaca que significa, seor rico y poderoso10. Los guajiros pertenecen al grupo tnico wayuu. Habitan en la pennsula de la Guajira polticamente dividida entre Colombia y Venezuela. Se calcula ms de medio milln en la parte venezolana. En las haciendas de la Caada haba ms de dos mil braceros guajiros a mediados del siglo XX. Los distribua el cacique Epiay (Ramoncito Ramrez). Lleg a ser uno de los ms ricos y en su velorio se gastaron ms de un milln de bolvares al morir en junio de 195411. Las mujeres son muy sumisas y servidoras. Suelen pintarse el rostro con un maquillaje para librarse del sol. Su institucin familiar es la monogamia aunque existe tambin la poligamia.

    La mujer era respetada y bien considerada, aunque algunas eran cedidas o

    hipotecadas por una dote, siendo fieles a su amo que les proporcionaba alimentos y vivienda. Las jvenes de buena clase solan pasar por el blanqueo que consista en encerrar o retener a veces a la joven cuando llegaba a la pubertad hasta dos aos, como preparacin nupcial, segn ha descrito Rmulo Gallegos en su novela: Sobre la misma Tierra12. Tenan gran respecto por los muertos, pues crean en la inmortalidad del alma. Admitan que desde un principio Maleiwa haba determinado que en los velorios deben repartirse los animales, si son ricos ms. Se daba la entrega de animales y otros tributos como lo que se llamaba tributo de lgrimas (eirapa`anaa) de las mujeres.

    A finales del siglo XX se han hecho estudios especiales sobre la etnia

    guajira en el Laboratorio de Investigaciones Semiticas y Antropolgicas de

    10 JHAN, A., Los aborgenes del occidente de Venezuela, Caracas 1927, pp. 32-33; OCANDO YAMARTE, G., Historia del Zulia, Maracaibo 2004, pp. 90-91. Considera ms probable la opinin de A. Jahn, aunque es ms segura la otra.

    11 POBLADURA, P. de, Hroes, Len 1976, p. 75, donde se cita al El Universal, 27 junio de 1954.

    12 GALLEGOS, R., Obras Completas, II, Madrid 1976, pp. 896-899.

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    la Universidad de Zulia, Maracaibo, sobre sus velorios (alapajaa) por Jos Enrique Finol con la colaboracin de Jos ngel Fernndez, que fue secretario de cultura de la Gobernacin del Estado Zulia, del Dr. Jess lvarez experto en temas sobre la Guajira y del maestro guajiro Miguel ngel Jusay13 .

    3.1. Rito y etnografa del velorio guajiro denominado alapajaa

    Segn la cultura guajira se muere dos veces, por lo que se practican dos

    entierros. Se muere por primera vez cuando el alma se separa del cuerpo y sigue viviendo en el ms all (jepira) y luego por segunda vez cuando se exhuman los huesos y se colocan de nuevo, una vez limpiados, en el cementerio familiar y en su definitivo sitio. El velorio o alapajaa tiene lugar en la casa familiar. La palabra alapajaa significa estar en velorio. Cuando muere un guajiro, despus de un breve tiempo se hace un reposo entre 30 y 60 minutos, luego se le embalsama, dndole sal y echando medio litro de chirinche (ron) en el estmago. Actualmente el ron o chichamaya se sustituye por formol. Posteriormente se hace la participacin a los familiares, a las amistades ms allegadas y a las personas que por su situacin econmica o social merezcan la deferencia de invitacin. Ninguna persona que haya recibido la invitacin puede rehusar asistir al velorio. Se les recibe saludablemente con las atenciones que se merecen y se les asigna lugares o puestos especficos, como chinchorros. Los familiares del muerto se convierten en anfitriones para ofrecer alimentos y bebidas.

    Comienza el rito propiamente con el lloro colectivo (ayalapajaa) que se

    contina a lo largo del velorio. Lo suelen hacer mujeres plaideras, que cubren el rostro con un pauelo negro. A esto se unen exclamaciones y emisiones de fuertes alaridos con una expresin pattica del dolor. Mientras tanto se reparte carne cocida, ron, tabaco, etc. Los familiares ms cercanos no suelen consumir la comida que reparten. Si sobra carne cruda se reparte al final. Se suele pasar a los nios de la familia por encima del cadver para evitar que los llame a morir despus de l

    Cumplida la primera parte del velorio se procede a sacarle de la casa, los

    familiares proceden a cargar con el cuerpo. Si se le lleva en atad o fretro, se procura cerrarlo con mucho cuidado. Cuando est afuera de la casa se hace uno o dos disparos para indicar que se despide de la casa y se avisa que se va camino del cementerio para la segunda parte del velorio.

    13 FINOL, J. E., Etnografa del rito: reciprocidad funeraria entre los guajiros, en

    Circuito. Revista de la Escuela Nacional de Antropologa e Historia, Mxico, vol. 6, n. 17 (1999) 173-186.

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    3. 2 El entierro propiamente o segunda secuencia ojotaa

    Al llegar el cadver al cementerio hacen nuevos disparos al aire. En esta

    segunda parte se tiene como fundamental la sepultura el cadver. Una vez en el cementerio se reanuda el lloro quejumbroso que se ha tenido anteriormente. De nuevo se reparten alimentos y bebidas. Esto se considera como un valor de comunicacin con el mundo de los muertos para tenerles contentos y que puedan embriagarse

    Antes de dar sepultura al cadver, se colocan a su lado arepas de maz, un

    litro de ron o aguardiente, carne y una botella de chicha, como vitico y bastimento en la nueva vida. Entonces las mujeres o plaideras lloran con ms intensidad y se hace una especie de dilogo o lamentaciones con el muerto como si pudiera escucharlas.

    Finalmente, los hombres proceden a dar sepultura al cadver, despus de

    lo cual, los invitados pueden permanecer varios das ms con lamentaciones y lloros, sin que falte la bebida y los alimentos. La duracin depende de la categora del muerto y de sus familiares o allegados, que colaboran. Se reparten animales, (vacas, ovejas o cabras) y bienes del difunto, pensando que eso mismo recibe en el ms all, jepira. Los animales de un hombre rico deben repartirse cuando muere, como tributo de lgrimas y compensacin a los asistentes al velorio.

    Aunque el guajiro no fuese rico, el velorio sigue varios das en el cementerio

    con una fogata muy significativa del ms all como la resurreccin. La duracin de la fogata poda durar hasta un mes con el velorio. Entre los catlicos se suele equiparar al cirio pascual y hasta se sustituye con un novenario, durante el cual se reparte comida y bebida. La utilizacin del fuego tiene un carcter semitico. Record esto cuando visit el museo etnolgico de Antalya (Turqua) donde los mausoleos o tumbas de los grandes personales, que all se conservan, tienen una especie de puerta con fuego. La iluminacin del fuego augura la visin en la otra vida. Eso viene a indicar que despus de la muerte del cuerpo subsiste el alma. Hay una creencia en el ms all, aunque no siempre se puede explicar. En el cristianismo se sabe dar una explicacin desde la fe y es aceptada por los guajiros convertidos a su manera.

    3.3. Lo que sucede despus del entierro o post entierro (schiki ojoitaa hamakaa)

    Despus del entierro algunos siguen en el cementerio al lado del fuego y otros se van a sus casas. En la noche posterior al entierro, de madrugada, los

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    familiares tienen un bao colectivo y luego una comilona. Los familiares o invitados que no pudieron asistir al velorio reparan esta falta despus. Llegan al cementerio y lloran largamente ante la tumba. Luego van a la casa del difunto y lloran tambin all sobre sus pertenencias. Esto sucede cuando viven en lugares apartados y llegan tarde. Se pudo comprobar esto con algunos de los que estaban en las haciendas, donde las noticias tardaban varios das en llegar o no podan salir. Al mismo tiempo pagaban un tributo de familiaridad.

    Pasado algn tiempo, pueden ser varios meses o aos, se designa o suele

    ofrecer una mujer, aunque puede ser un hombre para la ceremonia de la limpieza de huesos y la despedida final del alma. El da concertado en que se va a iniciar el rito del segundo entierro, la persona designada se baa muy temprano, porque se exige limpieza, y va con un grupo de los familiares ms allegados al lugar donde est tumba. All se cavar para quitar la tierra y se romper la bveda para sacar el cadver. Luego se recoge la ropa o trapos y dems enseres que se colocaron cuando fue enterrado.

    Lo primero que se saca es la cabeza que se envuelve en una sbana.

    Luego se sacan los huesos con mucho cuidado y se limpian bien para colocarlos en una vasija de barro boca arriba y ancha (julaa). Esto se lleva a la casa y se coloca en un chinchorro bajo una enramada con los consabidos llantos y lamentaciones, mientras se tienen ciertas ceremonias, se come y bebe recordando al que van a despedir para siempre. Se le coloca en una vasija o urna boca arriba para que pueda salir el alma hacia el cosmos siguiendo la va lctea que es el camino que recorren los muertos hacia el jepira definitivo o el ms all.

    Despus de varios das de velorio, como en la vez primera y con mayor

    solemnidad, se llevan los restos a una tumba nueva entre grandes alaridos, gritos y exclamaciones de despedida esperando que el alma del difunto disfrute definidamente del descanso eterno jepira, que equivale a lo que los cristianos llamamos cielo, donde convivir con los antepasados. Las urnas como los panteones suelen ser diversos y dependen de la economa de la familia. Al mismo tiempo suelen tener oraciones, misas y novenarios cristianos. La cruz suele presidir sus panteones. Creen en el alma y en la resurreccin, junto con otros espritus como (guandru) y el auxiliar ejecutivo (yoruj). Tienen ritos muy perecidos en las distintas regiones de la Guajira.

    Los guajiros tenan sus piaches con muchos conocimientos de medicina natural y procuraban la salud del cuerpo y del alma. Algunos eran curanderos y realizaban una buena labor asistencial, llenando el vaco de los mdicos y hasta asistiendo a su lado, porque la gente tena ms confianza en ellos que en los mdicos. Puedo dar testimonio de lo que me sucedi como sacerdote al visitar a D. Benito

  • LOS VELATORIOS EN VENEZUELA

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    Roncajolo, que fue gobernador de Maracaibo en el Estado Zulia y benefactor de la parroquia de El Carmelo. Adems de su mujer legtima que viva en Caracas, tena una querida o segunda esposa guajira, muy devota de la Virgen del Carmen. Al estar en peligro de muerte D. Benito Roncajolo, me pas aviso para que fuese a verle y atenderle tambin espiritualmente en el hospital. Durante la visita mand poner un cartel en la puerta para indicar que le estaba confesando y administrando los ltimos sacramentos. En realidad no hubo confesin, porque estaba all la guajirita, su querida, que le estaba administrando unas pcimas recomendadas por el piache o curandero. La supuesta confesin dur ms de una hora. Me limit a darle la bendicin y prepararle para una buena muerte. Entre los remedios que tom fue un plato de maz pilado que le estaba prohibido por los mdicos y le devolvi la salud. Una monja de Santa Ana me mand el encargo de que el vitico o extremauncin, que supuestamente le haba administrado, le haba devuelto la salud. Se haba sorprendido de lo mucho que dur la confesin. Cuando muri, la esposa guajirita le hizo el velorio, como Isabel, la esposa de Alonso de Ojeda. Fue a rezar por l ante la Virgen del Carmen y le ofreci un ramo de flores.

    Los capuchinos, con las religiosas de la Madre Laura, han desarrollado

    una buena evangelizacin y obra social con los jvenes en Santa Mara de Guana y en otros centros comarcales de la Guajira, logrando que se hagan tambin los funerales segn los ritos catlicos, ya que la mayora son cristianos.

    IV. RITOS FUNERARIOS DE LOS BARI-MOTILONES Y YUPAS

    Al estar la parroquia de El Carmelo limitando con la misin de los capuchinos

    en Machiques y Perij, se ha podido tener tambin informacin especial sobre los ritos, usos y costumbres funerarias de los llamados motilones y los yupas, a los que llegu a conocer y tratar en estado semi-salvaje, tomando notas de sus costumbres

    Gracias a los capuchinos, que han realizado una gran labor evangelizadora y

    docente en sus colegios-internados como los ngeles del Tukuko y en la Misin de Machiques, se tiene buen conocimiento de los bari-motilones y los yupas. Durante los aos 1957-1962, entr varias veces en la zona de los llamados motilones con el P. Vicente de Gunsendos (Braulio Gonzlez) y trat de cerca a Mons. Angel Turrado y a los PP. Flix de Vegamin, Adolfo de Villamann y Romualdo de Renedo, que lleg a ser obispo de Machiques. Ellos me acogieron muy bien y puedo dar testimonio de que procuraron cristianizar los velorios indgenas.

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    Los llamados motilones o dobokuki, eran de la familia chibcha. Distintos de ellos eran los yupas de la familia karib y se les lleg a confundir algn tiempo con los motilones. Los yupas eran una nacin indgena muy diferente de los dobokuki. Estaban aislados en la zona de Perij y al mismo tiempo separados de los motilones por el ro Rotayonto, que cruc cuando era zona de nadie y neutral entre ellos, con ciertos riesgos y peligros, porque hasta ese ro hacan excursiones para la pesca. Los yupas han estado en plan de guerra y defensa contra los motilones con flechamientos mutuos y hostigamientos por los hacendados y compaas petroleras. Los propiamente motilones hablaban el dobokub, de la familia chibcha, mientras que los yupas eran karib de distinta lengua con vestigios de los tunebos14. Se trata de reductos de aborgenes que se fueron replegando en la sierra de Perij.

    4.1. Ritos fnebres de los indios bari-motilones y su choque con los hacendados

    Se procura incorporar aqu lo que hacan los motilones con los muertos y

    algunos de sus choques con los hacendados. Estos aborgenes, motilones y yupas estuvieron en guerra con cierto contacto. Tenan costumbres distintas en cuanto a los entierros. Los motilones, a los que conoc por primera vez en 1957 y ms de cerca en 1958-1959, cuando uno mora le colocaban en una hamaca y all le dejaban hasta que se quedase en los huesos. Se sola poner dejado de los rboles y algo distante del boho. Los huesos se enterraban despus. Cuando alguno era ametrallado por los obreros de los hacendados que les iban quitando sus tierras, procuraban recogerlo y llevarlo consigo, especialmente a los heridos si podan, para ponerles en la hamaca, donde dorman el sueo de la muerte. Luego los enterraban en una cueva.

    Al visitar uno de los bohos de los motilones, ms all del Tucuco o Tukuko,

    cerca de la avanzadilla o estacin misional Virgen del Camino, observ que haba un chinchorro colgado de los rboles. Estaba bastante alto. Me hablaron de un muerto y pens que acabara de morir. Luego me enter de que llevaba all varios meses hasta que se quedase slo con los huesos para enterrarlo.

    Cuando cursaba segundo ao de Derecho en la Universidad del Zulia, 1959-

    1960, el profesor de Derecho Penal el Dr. Francisco Burgos Finol, que era juez de segunda instancia en lo penal, afirm que cuando se tuviese noticia del algn crimen de los aborgenes, deba denunciarse. Me pareci bien y

    14 CAMPO DEL POZO, F., Los agustinos y las lenguas indgenas de Venezuela, pp. 62-

    63. Se relacionaron algo con ellos los agustinos desde los conventos de San Antonio de Gibraltar, Mrida y Maracaibo durante la colonia en Venezuela, y desde Tamalameque, Mompox y Ocaa en Colombia.

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    coincida con l en que deban de castigarse los abusos contra los aborgenes. Un condiscpulo, el jesuita Fernando Prez Llantada Gutirrez, que luego lleg a ser buen penalista, me apoy con la observacin de que esto era peligroso a veces. El profesor insisti en que deba denunciarse, aunque se corriese cierto peligro, porque era necesario para hacer justicia. Al salir de clase me acerqu a l y mientras tombamos el caf aparte, le cont algo desconocido o que era un secreto. Le dije que haca unos das, un hacendado catlico y practicante de La Caada se haba presentado en el despacho parroquial para que fuese a realizar un entierro mltiple. Si hubiese sido uno o dos me los hubiese trado en urnas, como en alguna otra ocasin, cuando mora un obrero; pero se trataba de muchos.

    En un principio cre que haba sido un envenenamiento, como suceda a

    veces, o un accidente. Me dijo que eran entre 20 o 30 hombres, mujeres y nios. El entierro se poda hacer en su finca, donde se haban hecho ms entierros, ya que quedaba muy distante. Cuando estaba preparando la ropa, el agua bendita y el incensario para ir con l y los sacristanes, me observ que haba que hacerlo con cierta reserva. Al preguntarle el porqu, me dijo lo siguiente: Hace unos meses los motilones fecharon a dos de sus obreros colombianos, que eran guajiros. Sus compaeros les haban llevado para hacerles el velorio y juraron venganza, sin saberlo l.

    Los obreros guajiros de su hacienda estaban en su mayor parte indocumentados.

    Llegaban de la Guajira colombiana y trabajaban bastante bien en la hacienda. Al morir flechados dos de sus obreros, los compaeros prepararon una trampa a los motilones que solan ir a la hacienda en busca de sal. Haba llegado un cargamento de sal para el ganado y en la noche anterior, se haban llevado ms de medio saco. Los obreros guajiros hicieron como que se iban y quedaron apostados. Al da siguiente, por la noche, cuando lleg una gran comitiva de motilones y estaban cargando la sal para llevrsela, los que se haban parapetado bien con rifles, escopetas y otras armas les cayeron a tiros y remataron a los heridos que no pudieron huir. All estaban los cadveres que deseaba enterrar en una fosa comn, como se haba enterrado a otros. El lo senta mucho y yo personalmente tanto o ms. Como no eran cristianos, aunque tenan sus derechos humanos y el enterrarlos era una obra de misericordia, estaba bien que los enterrase. Personalmente ofrecera una misa por ellos y desist de verlos. El encarg incluso varias misas por ellos. Las ofrec tambin por los asesinos y por l.

    El profesor Francisco Burgos Finol qued sorprendido, aunque saba de

    casos parecidos, y reflexionando un poco me dijo: Vd. no lo vio y yo tampoco. Esto debe quedar en absoluto silencio. No conviene darlo a conocer. Al observarle que l era juez y que deba proceder de oficio, como lo haba

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    dicho y haca Santa Inquisicin, se ech a rer y me dijo: Padre, si intervenimos, nos jugamos la vida y no sacamos nada. El saba que gran parte de los obreros guajiros que haba en las haciendas de La Caada procedan de la Guajira colombiana y venezolana. Algunos haban salido de la crcel y tenan armas de mucha precisin. El tena su pistola y saba que yo cazaba con una escopeta. Nos dimos un abrazo, algo que sorprendi a los profesores y condiscpulos, que all estaban, porque l era comunista y yo sacerdote. Entonces prometimos guardar silencio en Venezuela. Se rompe aqu la promesa de guardar silencio, porque ha prescrito y no hay peligro al divulgarlo.

    4.2 Los ritos funerarios de los yupas

    Los yupas eran ms pacficos que los motilones con idioma diferente, aunque entre ellos se entendan algo. A los yupas que vi, me parecieron ms pequeos y menos fuertes que los motilones. Tom bastante informacin del P. Felix de Vegamin, que estaba en San Jos de Perij, con cuya parroquia limitaba la de El Carmelo y San Jos de Potreritos. El haba estado en la Guajira y luego en Perij, donde conoci baste bien a los yupas. Lleg componer un diccionario yupa-espaol. Para los yupas exista un ms all o pas de los muertos, separados por un muro de la selva y un ro, que pasaban despus de sufrir tormentos. Se conserva una momia hallada en 1948 en una cueva de Perij con ms de 200 aos, donde puede verse cmo hacan sus enterramientos los yupas. Cuando una persona mora, envolvan su cuerpo en esteras o mantas. Previamente cruzaban sus brazos sobre el pedro y le doblaban las rodillas de modo que stas quedasen cerca del mentn. Los pies seguan estirados en direccin de la tibia. Apareca colocado el pie izquierdo sobre el derecho. Lo solan amarrar o asegurar en forma de envoltorio al cadver dentro de una manta y lo colgaban de las ramas de un rbol. Debajo ponan una hoguera que daba humo y calor durante un mes o ms hasta que se secaba y luego se llevaba al sepulcro que llamaban shormu (cementerio), una caverna o gruta en terrero escarpado15. Su gran cacique Cipriano, que haba nacido en una ranchera de Atapsi (Ro Negro), estuvo siendo nio en la Villa del Rosario y se fue a vivir de nuevo con los yupas, de los que se hizo cacique (nuevo Bolvar). Muri el 26 de junio de 1972, con ms de 90 aos. Fue enterrado en el cementerio de Sirapta, donde era el primero que reciba sepultura eclesistica con gran funeral y acompaamiento16. Se le hizo tambin un velorio afn al de los guajiros.

    15 VEGAMIAN, F. de, Los Angeles del Tucuco, Caracas 1972, pp. 554-546. Diccionario

    yupa-espaol y espaol-yupa, Caracas 1978. 16 VILLAMAAN, A. de, Muri un gran cacique de los yucpa, en Hroes, p. 59. El 3

    de marzo de 2013 muri el cacique yupa Sabino Romero, al que se le hizo tambin un entierro

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    4. 3 Los velorios indgenas, su valor y acogida en el rito catlico En la misin de Perij, los aborgenes yupas y motilones cristianizados

    por los capuchinos entierran en el cementerio conservando algunos ritos peculiares. El P. Flix de Vegamin que estuvo muchos aos en la misin Perij (Machiques y San Jos) con los yupas y motilones, describi sus velorios procurando cristianizarlos, como haba hecho antes con los guajiros. Despus del entierro se haca la novena de ordinario a la Virgen del Carmen, cuyo texto, como la que haba en La Caada, era casi del todo fnebre. Se la procur actualizar en 1957. El P. Flix de Vegamin era algo exigente con los feligreses que le queran mucho, porque les construy una iglesia en San Jos de Perij y un colegio. Realizaron lo mismo otros capuchinos que vivieron en la Guajira y Perij17. Procur imitarles en La Caada, donde constru tambin una iglesia.

    Aunque la muerte era y es luctuosa y triste, saban darle un carcter de consuelo y hasta de gloria, como en la muerte de los nios. Se tenan salves y trovas que invocaban a Dios para que los acogiese a su lado. No se deba de llorar sino celebrarlo con jbilo. En los Andes de Venezuela y otras regiones como el Zulia se encargaban los padrinos de preparar el velorio, arreglar al nio muerto y adornar la mortaja. Se tena msica y con romances que hacan referencia al mundo de lo divino y las llamadas salves en las que se consideraba a los nios muertos como angelitos, que podan interceder por todos nosotros. Al final de las salves, los trovistas cambiaban el tono de la msica como se haca en Barquisimeto y en los pueblos del Sur merideo para cantar romances como ste: Dicen que los angelitos tienen magia blanca. Ellos cuando estn dormidos los llaman y se levantan18.

    Uno de los ltimos entierros que hice en San Jos de Potreritos, dentro de

    la parroquia de El Carmelo, fue el de la joven Carmen Ocando Badel. Ella haba adornado a un nio como un ngel y luego ella fue engalanada angelicalmente. Hasta la banda de los nios de la escuela con su director D. Pedro Rincn, la acompaaron al morir hasta la iglesia y luego hasta el cementerio, donde se le hizo un pequeo velorio.

    y velorio solemne. Luch por la defensa de los yupas, como cacique de la comunidad de Chaktapa, fue asesinado en circunstancias que no se han clarificado. Se le hizo un velorio algo semejante al de los guajiros.

    17 Los restos del P. Felix de Vegamin han sido llevados en el ao 2013 de Machiques a la iglesia de San Jos de Perij a peticin de los fieles, entre los que hay bastantes guajiros y yupas a los que dedic un estudio especial.

    18 DOMNGUEZ, L., El velorio del angelito. Ejecutivo del Estado Trujillo, Caracas 1960, pp. 21-22. PICN SALAS, M., Prlogo a Antologa de costumbres del siglo IX, Caracas 1980, pp. 5-9.

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    Al lado de los ritos aborgenes se tenan tambin rezos y cultos religiosos

    porque eran cristianos en su mayora. Algunos se preguntaban: Conviene conservar los ritos autctonos y paganos? La mayora opinaba que s y que convena permitir la entrada del cadver de los amancebados en la iglesia, si eran cristianos y lo pedan, aunque slo fuese para rezar un responso, respetando sus usos y costumbres funerarias, incluso tambin a los masones, que se consideraban excomulgados y al mismo tiempo creyentes, porque rezar y dar sepultura a los muertos es una obra de misericordia.

    Mons. Humberto Quintero que lleg a ser el primer cardenal venezolano, con motivo de un encuentro en Mrida, quera saber mi opinin sobre la conveniencia de respetar las costumbres indgenas y cristianizarlas, como haba hecho el P. Bartolom Dez, fundador de su pueblo Mucuches, donde lleg a convivir durante tres aos en las cuevas y mintoyes, donde los aborgenes enterraban a sus muertos. Aprendi su lengua y conserv sus ritos y danzas que se siguen realizando en la fiesta del Corpus en Mucuches, su pueblo natal. Alab este hecho y coincidimos en que haba que atemperar el Cdigo de Derecho Cannico de 1917 no slo con la equidad, equitas que exiga el Derecho Romano, sino tambin con la caridad o ius caritatis que defendi san Agustn19. Me di cuenta de que era necesario aceptar sus costumbres, dentro de lo posible, lo que luego se llam inculturacin, porque sin darnos cuenta los que bamos de Espaa queramos imponer las tradiciones cristianas de Europa y quitar ciertas costumbres y ritos paganos que al menos convena purificar, como suceda con los velorios venezolanos y fiestas de san Benito el negro. Mons. Quintero, siendo arzobispo de Mrida, me hizo saber que cuando haba querido conservar algunos ritos paganos y no negar el entierro a los que moran casados slo por lo civil, en Roma le corregan cuando llevaban la Instruccin del Episcopado para su aprobacin. Se alegr, cuando le dije que ya haba pasado algo parecido con los ritos chinos de los que fue defensor nada menos que el P. Agustn Beltrn Caicedo, agustino nacido en Bogot y prefecto apostlico de Curasao (1715-1738)20. Haba sido prior del convento de Barinas en Venezuela y sali en defensa de otro agustino, fray Alvaro de Benavente, que haba apelado contra el Decreto de Carlos de Tournon en 1712.

    19 DEMMER, K., Jus caritatis. Zur christologischen Grundlegung der augustinischen Naturrechtslhere, Roma 1961, p. 265.

    20 CAICEDO Y VELASCO, A., Animadversiones adversum Decretum Cardenalis de Tournon, Villafranca 1713. El Decreto de Carlos de Tournon es del 25 de enero de 1707. CAMPO DEL POZO, F., Agustn B. Caicedo y el P. Diego F. Padilla defensores de la inculturacin y la ilustracin en Nueva Granada, en Archivo Agustiniano, 85 (2001) 231-266. Separa con tirada aparte Zamora 2001, 37 pp.

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    V. CONCLUSIN SOBRE EL VELORIO EN VENEZUELA Lo que se escribi en 1960, se puede ratificar con algunas matizaciones.

    Los que leyeron ese artculo hicieron crticas diversas, algunos lo rechazaban y otros me decan que una de las cosas buenas que se conservaban en Venezuela eran los velorios. Cuando uno asista por primera vez a un velorio, como Miguel Mrmol, no deseaba participar de l como muerto, ni en las honras de los elogios como se dice en Castilla y Len. Luego se da uno cuenta de que se manifestaban sus sentimientos y que se acompaaba al difunto de la mejor manera que saban.

    La exposicin del velorio y entierros de los guajiros, nos hace ver una

    serie de valores y normas que an subsisten en la Guajira. Los motilones y los yupas tenan sus propios ritos que conviene conservar, como los velorios en La Caada, una vez cristianizados. Se alegraba de esto D Flor Parra Surez, la mejor colaboradora para la construccin del templo de San Jos de Potreritos, al inaugurarlo en 1963. Entonces vi que en una columna estaba una placa con mi nombre. Le dije que me pareca una lpida fnebre y que deseaba que mis cenizas o restos mortales reposasen all. Se alegr ella deseando hacerme compaa en esa iglesia. Lo ratifico y puede hacerse realidad mi deseo de estar junto al Sagrario que compr con lo que saqu de la publicacin del folleto: La Virgen en La Caada. Se puede cumplir tambin lo que est al principio de Los Agustinos en Venezuela21 y apareca al final del Ensayo con el mismo nombre, no publicable en vida, sino despus de muerto. Se trata no slo se estar junto al Sagrario sino tambin cerca del mar, como dice una cancin venezolana de autor annimo; De los montes quiero la inmensidad/ y del ro la acuarela;/ y de ti los hijos que sembrarn / nuevas estrellas./Y si un da tengo que naufragar/ y un tifn rompe mis velas,/ enterrad mi cuerpo cerca del mar / en Venezuela22, en la iglesia de San Jos de Potreritos.

    21 RODRGUEZ, I. y LVAREZ, J., Los Agustinos en Venezuela 1951-2001, Valladolid

    2001, p. 5. 22 Apareci esta cancin en la dcada de 1960 y ha pasado a ser como la tercera, despus

    del Himno Nacional y Alma Llanera. Se atribuye a P. Herrero y L. Armentero. La cantaba muy bien el barins Luis Silva en 1980.

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    1. Velatorio guajiro primer entierro.

    2. Velatorio guajiro segundo entierro.

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    3. Entierro del cacique yuca Sabino Romero.

    4. Lloro en un velorio guajiro.