Crónica claudia lorena bernal vargas.

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Como siempre. Este proceso empezó como siempre… Como siempre son ellos quienes están en mi mente y orientan mis propósitos, son mis niños y niñas quiénes se convierten en mi mayor motivación para avanzar. Como siempre me inunda la expectativa, el deseo de acceder a nuevas experiencias que me permitan enriquecer mi quehacer pedagógico. Como siempre la reflexión hace parte de este proceso y mi ser maestra que no descansa se hizo presente, para moverme de mi zona de confort, para acceder a nuevas formas de movilizar el pensamiento y las acciones de los protagonistas de mi actuar. Como siempre buscando todo aquello que llegue como nuevo y se convierta en parte del trabajo diario. Pensar en tecnología en el aula, es una gran motivación para hacer parte de este proceso y sobre todo si éste implica recibir estas tecnologías en nuestras escuelas, tan carentes de recursos. La tecnología está en el mundo, nuestros niños y niñas son nativos digitales y nos llevan una gran delantera, ellos no le temen a ningún aparato, se arriesgan, manipulan, exploran; nosotros en cambio miramos al computador con escepticismo, con temor a dañarlo o a no saber qué hacer, a sentirnos dependientes de alguien que nos diga que hacer y no poder ser completamente autónomos. Y como siempre se asume el nuevo reto. A pesar de que mis conocimientos en tecnología no son tan básicos y “cacharreando” he alcanzado algunos avances y he logrado incluir en la planeación de las actividades escolares el uso de algunas herramientas tecnológicas; hacer parte del proyecto TIT@ me generó muchas expectativas. Querer ir más allá, poder realmente hacer uso de nuevos saberes siempre será el aliciente para participar en procesos de formación aunque impliquen sacrificios y trabajo adicional.

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Como siempre.

Este proceso empezó como siempre…

Como siempre son ellos quienes están en mi mente y orientan mis propósitos, son mis niños y niñas quiénes se convierten en mi mayor motivación para avanzar. Como siempre me inunda la expectativa, el deseo de acceder a nuevas experiencias que me permitan enriquecer mi quehacer pedagógico. Como siempre la reflexión hace parte de este proceso y mi ser maestra que no descansa se hizo presente, para moverme de mi zona de confort, para acceder a nuevas formas de movilizar el pensamiento y las acciones de los protagonistas de mi actuar. Como siempre buscando todo aquello que llegue como nuevo y se convierta en parte del trabajo diario.

Pensar en tecnología en el aula, es una gran motivación para hacer parte de este proceso y sobre todo si éste implica recibir estas tecnologías en nuestras escuelas, tan carentes de recursos. La tecnología está en el mundo, nuestros niños y niñas son nativos digitales y nos llevan una gran delantera, ellos no le temen a ningún aparato, se arriesgan, manipulan, exploran; nosotros en cambio miramos al computador con escepticismo, con temor a dañarlo o a no saber qué hacer, a sentirnos dependientes de alguien que nos diga que hacer y no poder ser completamente autónomos.

Y como siempre se asume el nuevo reto. A pesar de que mis conocimientos en tecnología no son tan básicos y “cacharreando” he alcanzado algunos avances y he logrado incluir en la planeación de las actividades escolares el uso de algunas herramientas tecnológicas; hacer parte del proyecto TIT@ me generó muchas expectativas. Querer ir más allá, poder realmente hacer uso de nuevos saberes siempre será el aliciente para participar en procesos de formación aunque impliquen sacrificios y trabajo adicional.

Ya dentro del proceso era imperativo escoger un tema para desarrollar el proyecto y aquí surgen dudas, preguntas, inquietudes. ¿Cómo hacer que este proyecto realmente tenga impacto sobre la comunidad? ¿Cómo hacer que las tecnologías en el aula sean un medio y no un fin? ¿Cómo permitir que estas tecnologías hagan parte del quehacer pedagógico y sean una herramienta útil en el aula, enriqueciendo los temas centrales que se estén tratando?

La primera pregunta fue fácil de responder, porque como siempre se apunta a la formación del ser, a ver a esos niños y niñas en su integralidad. Y la convivencia es vital en cualquier proceso. Se generó al interior del grupo la discusión sobre el tema. ¿Por qué los niños y niñas continuamente trasgreden las normas de respeto

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por el otro? ¿Por qué aunque conocen la norma y cuando se les cuestiona tienen claro que hay que respetar al otro y sin embargo la agresión es la forma de solucionar las diferencias?

La discusión al interior del grupo nos llevó a concluir, que si bien es cierto los niños y las niñas saben que hay que respetar al otro, no logran hacerlo porque no tienen las herramientas para solucionar sus diferencias asertivamente; no tienen fortalecida su inteligencia emocional, no han aprendido a identificar sus emociones y a manejarlas de manera positiva. Es en este momento en el que surge “Un Trato por el Buen Trato”, que más que recordarles a los niños y niñas las normas de comportamiento, busca darles las herramientas para manejar su enojo, para aceptar las diferencias, para perdonar, entendiendo el perdón como la capacidad de recordar la ofensa con un estado emocional diferente al enojo. No se trata de aceptar resignadamente las agresiones de los demás, se trata de aprender a manejar las situaciones evitando la reacción violenta y primaria que lleva a agredir y lastimar.

Al llegar al diseño de las actividades era imprescindible incluir el uso de las TIC, y aquí se siente la necesidad de ahondar dentro de este proceso de formación, precisamente en lo que nos avoca. Sentí que no tenía y aún no tengo, las herramientas necesarias para enriquecer lo planeado con el uso de las tecnologías.

A pesar de que este proyecto hace aportes valiosos en el quehacer pedagógico y nos invita a reflexionar sobre nuestras intervenciones en el aula, considero vital, que en el proceso de formación además de incluir la planeación del AAMTIC, se enriquezca con el uso de herramientas tecnológicas más allá de la manipulación y el cacharreo. Porque es allí donde tenemos más necesidad de crecer y avanzar.