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C/ Trinidad 1733201 GijónTfno.: 985 357 93Fax: 985 176 [email protected]

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EXPOSICIÓN

COMISARIADolores Garrido

AYUDANTE DE COMISARIAPamela Spitz

COORDINACIÓN GENERALDirección General de Bellas Artes y Bienes CulturalesSubdirección General de Promoción de las Bellas Artes

COMISIÓN ASESORA DEL MUSEO BARJOLA DE GIJÓN

PRESIDENTAIlma. Sra. Dña. Ana Rosa Migoya Diego

VICEPRESIDENTED. José Carlos Madera González

DIRECTORA MUSEO BARJOLADña. Lydia Santamarina Pedregal

VOCALESD. Vicente Díaz FaixatD. Calixto Fernández HernándezDña. Mayte CentolD. José Antonio Galea FernándezD. Jaime González HerreroD. Fernando Alba

REPRESENTANTE CAJA DE ASTURIASDña. Regina María Rubio Martínez

REPRESENTANTE AYTO. DE GIJÓNDña. Mercedes Álvarez González

SECRETARIADña. Marta Renedo Avilés

EDITAServicio de Publicaciones del Principado de Asturias

PROMUEVEMuseo Barjola, Consejería de Cultura, Comunicación Social y Turismo

MONTAJERamón Isidro

TRANSPORTEAlba, S.L.

TEXTOSAlberto García-AlixLola Garrido

MAQUETACIÓN E IMPRESIÓNAsturgraf

D. LEGALAs. -2.026/05

Esta publicación ha sido extraida del Catálogo de la exposiciónde Alberto García-Alix organizada con motivo del PremioNacional de Fotografía 1999 y presentada, dentro del marco dePHoto España 2002 editada por:

Secretaría de Estado de Cultura

La FábricaAlameda 928014 MadridTel. +34 91 360 13 [email protected]

© DE LAS IMÁGENESAlberto García-Alix

© DE LOS TEXTOSSus autores

312 mayo - 26 junio

García-AlixLLORANDO A AQUELLAQUE CREYÓ AMARME

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Mi ojo febril miraba vorazmente potenciado por la lupa lasfotos en las hojas de contactos. Cada una, un mar embra-vecido que me ahogaba en incertidumbres. ¿Por qué éstano? ¿Por qué ésta sí? Necesitaba urgentemente un títulopara identificar este trabajo.

La tarde se había vuelto de plomo. Pesada. Abandoné eltrabajo y tomé un libro de Beckett que estaba encima de lamesa. Fue una revelación. Encontré en él la idea que aglu-tina estas fotos: un concepto poético. Es en este contextodonde todas las fotografías pueden convivir y encuentranun pulso común, un latido propio, expresivo, sonoro.«Llorando a aquella que creyó amarme» es el verso que datítulo a este conjunto de imágenes. Todas ellas tienen a lamujer como pretexto: esencia, motor y trasfondo.

Las mujeres aquí presentes, además de heroínas del relatopoético, son mis cómplices. Esta complicidad del retratadoes vital, sin ella no hay amor ni amistad. Yo creo haber reci-bido más de lo que he dado. Ésa es mi eterna deuda. Unadeuda cada vez más insondable, pues he acabado porencontrar en mí más faltas que en mis compañeras.

¡Qué razón tenía SUSANA! Me preguntó si creía que, con lavida que yo llevaba, ella podía ser feliz… Aún así lo fui-mos…, y mucho. Vivíamos en una nave industrial entrePacífico y Vallecas, con un cuarto de baño al que ir eninvierno era peor que ir a Siberia. Pero eso era lo demenos, lo compensaba nuestro TÁLAMO NUPCIAL.

Un día sí y otro también, por aquella nave pasabaFernando. Él fue quien, años antes, me presentó a la foto-grafía. Por cierto, la sentí mujer. Pues bien, allí, sobre unade las atiborradas mesas donde componíamos El Canto dela Tripulación, él escribió un sentido réquiem por Rosa, suantigua compañera: «Puedo decirte, mujer, que has sidomarca en mi vida, la más sentida, la más querida. Pero el

caballo te llevó por sendas que no pude seguir, a extremosque no acepté, a movidas tan irracionales y tan perdidascomo esta de hoy». Para mí, ROSA ERA UN ÁNGEL. ComoANA, que hace unos minutos me ha llamado desde Gijón.Me ha preguntado si me cuidaba… De despedida me hadicho: «Sabiendo que tú estás bien, yo estoy mejor».

Una de mis primeras fotos es la de JORGE Y SIOMARA. Él fuemarido de TERESA, mi mujer de aquellos intensos años.Juntos descubrimos Tánger: vivíamos en el viejo HotelContinental, y todas las mañanas y tardes que el tiempo noacompañaba, pasábamos esas horas que se llaman perdi-das, y no lo son, en su SALÓN DE BAILE… Ella, que me cono-cía bien, si estuviese viva, reconocería en mí algo de aquelhombre que ayuda a la mujer en la foto que lleva por títu-lo ETERNAMENTE JOVEN y seguro que miraría con sonrisacómplice esa otra foto llamada LA PAREJA o se le haría unnudo en la garganta ante LAS CENIZAS DE CATI.

Para sacar a Teresa del marasmo que causa la pena, le pon-dría delante otra foto y le explicaría que mis fotos no refle-jan mi visión del mundo sino que son metáforas de mivisión del mundo. Lo cual, aún cercano, es muy distinto.Pues la metáfora siempre lleva consigo cierta poesía ymucha abstracción. A fin de cuentas, es un idealizadoESCENARIO PARA UN DELITO.

Hablar con lucidez y precisión a través del lenguaje quenos proporciona la fotografía no es fácil. Yo lo intentoconstantemente… constantemente. Aun así, conseguirlono me quita el sueño; me desvela, más bien, atrapar en ellamis sentimientos, mis carencias, lo que me obliga a cono-cerme: MI LADO FEMENINO.

En mis retratos siempre sale algo… ¿verdad… VIRGINIA? Seenseña algo. ISA ES ASÍ. Se oculta… BLANCA LI. ANA CURRA

me daría la razón, son cientos las noches y las fotos consu-

LLORANDO A AQUELLAQUE CREYÓ AMARMEALBERTO GARCÍA-ALIX

Quisiera que mi amor murieseY que lloviera sobre el cementerioY las callejas por las que caminoLlorando a aquella que creyó amarme

SAMUEL BECKETT

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madas a su lado. Contar la historia que hay detrás de suretrato en Venecia amenizaría un largo viaje.

También PAMELA. Es fotógrafa y trabajamos íntimamentejuntos desde que iniciamos una travesía por el este deEuropa desde Berlín. Ella comprende porqué sufro y por-qué aprendo de aquello que no quiere salir. Este es el tra-bajo… MARGA.

Cuando en Barcelona le pedí a LA CICCIOLINA que me deja-ra tomarle un primer plano, me rogó que no le hicierafotos de frente. Temía que se viese dolor. Justamente loque yo deseaba.

Ya ves, nunca soy inocente, necesito poseer, cazar elmomento, apropiarme de ese algo que intuyo… intencio-nadamente. Es culpa de la perversidad de la cámara.Obliga a mirar. RITA, MICHELLE, LA ESCLAVA. Con la cámara,protegido y encerrado en mí mismo, he aprendido aobservar. Decido cómo y dónde mirar. Aún más, he

desarrollado una mirada frontal, una mirada de púgil,parapetado tras ella me convierto en un cíclope con unúnico ojo anhelante.

La fotografía también me ha convertido en un exhibicio-nista de mi intimidad. Una noche, mientras con una manomagreaba a mi chica, con la otra dejé el obturador abiertodurante unos segundos. Salió LO QUE DURA UN BESO. Poreso, es inevitable encontrar en mis fotos un itinerarioautobiográfico. Lo hay, pero no es más que polvo visibledel camino. Polvo que se pega a mis fotografías. No esimportante.

Creo, que el oficio del fotógrafo consiste no sólo enmostrar lo que ve, sino en convertirlo en verídico yemocionante… aportarle un aliento. Por esto hago fotos,porque me siento un fabulador, un cuentista, un aprendizde poeta… que intuye, a su pesar, que sus fotos son laodisea de una catástrofe. EN BUSCA DE CENICIENTA. Estádicho.

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Existen fotógrafos que recogen el mundo y otros, como esel caso de Alberto García-Alix, que retratan sus alrededo-res. Los primeros relatan; los segundos se delatan. Su mira-da es exacta, impasible, respetuosa, sin rastros sentimenta-loides. Alberto siempre intenta salir de sí mismo para atis-bar la verdad de los otros. Los rostros son retratos de per-sonas (no de personajes), en los que cada sentido (eltacto, el gusto, la vista e incluso el olfato) queda definido.En ellos existe además la intriga, porque en sus fotografí-as se hace presente la dimensión psicológica de los retra-tados. Son retratos de sus mujeres, de sus amigos, de susactitudes, de los paisajes compartidos y también de susdesorientaciones. Todas las luces y sombras acaban recogi-das por sus imágenes, que están repletas de mujeres: derostros y cuerpos femeninos plasmados con la actitud deconsiderar arte y vida como un hecho común.

Con un estilo elegante y eficaz hasta en las tomas máscomprometidas, recoge con su cámara todo lo que le escercano, con la intención de que no se vea condenado alolvido más completo. Son fotografías que dilatan la per-cepción, que consiguen hacer de la mirada algo táctil. Estáen ellas la historia de sus afectos, de sus encuentros y demuchas desapariciones. En cada una de ellas muestra suinterés por el lugar donde la vida se halla instalada, por losque viven en el alambre, ironizando ante los cuerpos,expulsando a los remilgados; y siempre desde una narra-ción que tiene la virtud de hablar desde la hondura y lalimpieza incluso, cuando retrata el lado salvaje de susvidas. Y es que cualquier exposición de Alberto es sobretodo autobiográfica, aunque poco importa que lo sea deverdad porque, además de su propia historia, lo que rela-ta es la historia de toda su gente, de su tiempo. En los tiem-pos verbales que recoge no existe el «yo». Lo más fre-cuente es que se refiera al «tú», y en esta ocasión hace hin-capié en el «vosotras». Como argumento de vida, su obraestá repleta de chicas, más en concreto de mujeres; autén-

ticas mujeres. Aun cuando haya autores que lo niegan, lasmejores obras siempre tienen algo de autobiográfico, por-que existe necesidad de preservar, de recuperar escenariosya desaparecidos, de retener esas cosas queridas y a vecesdolorosas que forman parte del pasado y de uno mismo.Aquí están presentes todos los temas queridos y recurren-tes en la vida del autor: paisajes en los que sucedió algoimportante, rostros amados, cuerpos de amigas y algunasausencias. La fotografía de Alberto es expansiva y cadafoto desprende corazón. Son íntimas porque destilan ver-dad y algunos de sus personajes son como la ciudad deCartago, «que tuvo la desgracia de no alcanzar gran cele-bridad sino en el momento de su ruina». En su cámaraencuentra el instrumento idóneo para contar su tiempo através de sus instantes y quizás para aligerar algo el equi-paje de su memoria. Su momento de madurez creativa lepermite encadenar imágenes como recuerdos de un viajeen un barco con escalas. La tripulación está pletórica de sucélebre axioma: «Pura vida».

La obra de Alberto está repleta de mujeres, es su materialpredilecto y con el que parece sentirse más a gusto. Casitodas sus mujeres miran de frente, porque son personascapaces de enfrentarse con su cámara, y a su ojo fascinado,un ojo que no busca el artificio, porque no hay nada peorque algunas invenciones. Los rostros de las retratadas tie-nen la suficiente carga de vida e interés para que baste cap-tarlos de frente. En ocasiones sus fotografías son mapasinteriores, reflejos de un tiempo sin tiempo y, enfrentadoa ellas, el espectador no tiene otra opción que releer parano quedarse en la primera impresión, en la superficie deesas pieles transparentes. Cualquiera de sus retratos eselegante y, a un habiendo retratos o cuerpos que puedanparecer demasiado expuestos en su desnudez, la belleza senos presenta desprovista de toda confidencialidad, desar-mante, y nos obliga a mirar de una manera menos obvia ala que nuestros ojos nos tienen acostumbrados. Las foto-

El hombre que amabaa las mujeresLOLA GARRIDO

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de una constelación de mujeres, cree estar solo. «Pruebaotra vez. Fracasa otra vez. Fracasa mejor.», dejó escritoSamuel Beckett. Y conociendo al fotógrafo, bien pudieraser este el lema de su relación con las mujeres.

El horizonte de la vida de Alberto está fabricado con imá-genes y en cada una de ellas parece que se la deje. Sontomas inteligentemente apasionadas, repletas de cicatricesy tatuajes de su memoria. Un mundo urbano: su mundo;pero como el de los antiguos campesinos, cargado deférreas lealtades, donde convive el desorden con la fanta-sía, la creatividad con la libertad y el trabajo con la sensa-ción de ocio.

Pero en su obra también hay humor: en esos equilibrios decuerpos de mujer, casi imposibles, con los que demuestraque erotismo y humor son dos ingredientes básicos deljugoso caldo de la vida. Vida y tristeza, la que provoca esasensación de innumerables existencias. Hay que fijarse enlos ojos que retrata y en su ojos, porque miran lejanías.Cada una de sus fotografías habla de lo que él conoce. Seasoma a los rostros desde el balcón de la mirada y desdeallí grita la belleza del que conoce lo terrible. Las imáge-nes de las mujeres de Alberto nos hablan de un hombrefascinado por ellas, pero también de una forma de des-asosiego, de demolición de certezas. Existe el tú a tú, unamanera de construir las propias huellas, reales, no inven-tadas; ni apócrifas. De ahí que en algún punto de esos ros-tros y de esos cuerpos, la vida se detenga para afirmarse.

Sus fotografías no son las de un artista atormentado en elmomento de la creación, sino que trasmiten la necesidad,el placer del viajero que nada más llegar se incorpora auna fiesta en la que el tiempo se suspende, repleta denombres propios con que celebrarla. Los hombres quecrean con pasión como él, y solamente por placer, para supropio disfrute y durante muchos años, son los que al finalposeen una obra más coherente. Sus retratos son epidér-micos, asuntos de piel, aun en los casos en los que el retra-tado aparece completamente vestido. Hay mucha pasión ymucho trabajo, pero sin duda, la pasión se percibe conmás fuerza porque proviene de un conocimiento que leimpulsa a retratar lo que dura un beso como el gran narra-dor que siempre ha sido: por ausencia. Aquella, que comodice el poema, provoca más aguda presencia.

grafías de Alberto no son monólogos, son diálogos queestablece con las personas para explorar no solo en lo quese ve, sino en lo que se presiente. Sus fotos son sobre todoargumentos de la vida. Porque si la fotografía es recuerdo,es también un análisis, una interrogación constante encuyo fondo subyace un misterio que debemos preservar. Ysi algo se ve claramente en las fotografías de Alberto es queno poseen un ápice de ironía –ese componente consus-tancial a buena parte de los discursos artísticos contempo-ráneos– porque su trabajo profundiza, no se queda en lamera superficie: es una suerte de compromiso consigomismo, con su trabajo, con todos los demás. Y es que sucarácter no es de los que quedan fragmentados: es comouna flecha certera que recorre el espacio sin estancamien-to ni discontinuidad. Sus fotografías tienen en comúnalgunos rasgos estilísticos y formales, tales como su cuida-da y compleja estructura o su preferencia por la frontali-dad. Aparecen también incisos, e incluso paréntesis, enuna sabia mezcla de cierto humor con melancolía. Susretratos dicen de lo turbador de las mujeres, de su liber-tad, y hablan sobre todo de su autor, de lo mucho que leprovocan, y de su interés por ellas; y como ha conocido amuchas, hace poesía. Ya dice Antonio Skarmeta que «poe-sía es sentir nostalgia de lo que se tiene».

Muchos fotógrafos se proponen relatar aventuras en paí-ses exóticos, metas grandes y ampulosas; él recoge la belle-za de lo que se encuentra en el camino. Siente tal pasiónpor lo que vive, por la sensualidad de lo inmediato, que susmetas no existen. La vida pasa a través de los ojos de susretratadas, percibe su vulnerabilidad en su fuerza, y sientea sus personajes como lo que son: colegas desamparadoscomo él en la aventura de la vida, tan sin sentido y tan atra-yente. Alberto García-Alix, toma sus apuntes del natural,confiando en una realidad que nunca le decepciona y que,en muchas ocasiones, resulta más fascinante que la ficción.Una vida la puede contar cualquiera, ahora bien, la vida sies verdadera está hecha de muchos encuentros, y ahí elfotógrafo se revela como un aventurero que despliega susmapas. Entonces brota una explicación: un cúmulo deretratos sobre paisajes interiores y exteriores que han idoconformando su existencia, como un Phileas Fogg quesale de viaje para ganarle días al mundo. La fotografíapuede ser un espejo o una ventana, y aquí es ambas cosas.Una ventana por la que asomarse el hombre que, rodeado

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112001 EN BUSCA DE CENICIENTA

12 2002 MARGA

132000 SUSANA EN LA BAÑERA

14 2000 EL FOTÓGRAFO Y SU AYUDANTE

152001 VANESSA Y HOLLY ONE

16 2000 MILAGRO EN EL MUSEO

171982 ROSA ERA UN ÁNGEL

18 2002 MI LADO FEMENINO

191998 CAMISA DE MUJER ASESINADA

20 2001 DECORADO PARA UN DELITO

212001 VIRGINIA

22 2001 ROCÍO

231998 AL ALCANCE DE MI MANO

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ESTE CATÁLOGO APARECE CON MOTIVO

DE LA EXPOSICIÓN DE FOTOGRAFÍA DE

ALBERTO GARCÍA-ALIX

LLORANDO A AQUELLA QUE CREYÓ AMARME

PRESENTADA POR EL MUSEO BARJOLA DE GIJÓN,EN SU SALA DE EXPOSICIONES TEMPORALES.

MAYO, 2005