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  Disponible en: http://www.redalyc.org/ articulo.oa?id=35101803  Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Sistema de Información Científica Charles-Henry Pradelles de Latour El imaginario corporal y lo social Cuicuilco, vol. 7, núm. 18, enero-abril, 2000, p. 0, Escuela Nacional de Antropología e Historia México  ¿Cómo citar? Fascículo completo Más información del artículo Página de la revista Cuicuilco, ISSN (Versión impresa): 1405-7778 [email protected] Escuela Nacional de Antropología e Historia México www.redalyc.org Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

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    Red de Revistas Cientficas de Amrica Latina, el Caribe, Espaa y PortugalSistema de Informacin Cientfica

    Charles-Henry Pradelles de LatourEl imaginario corporal y lo social

    Cuicuilco, vol. 7, nm. 18, enero-abril, 2000, p. 0,Escuela Nacional de Antropologa e Historia

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  • NOTAS PARA UNA CARTOGRAFA NOCTURNA DE LA CIUDAD DE MXICO 1

    *Artculo que aparece en L Homme, 102, abril-junio, 1987, XXVII (2), Pars, pp. 173-179.A propsito del libro Philippe Julien, Le retour Freud de Jacques Lacan. Lapplication au miroir, Toulouse,rs, 1985, 239 p., index, ill., schmas (Littoral. Essais en psychanalyse). Existe traduccin al espaol del librocomentado: Philippe Julien, El regreso o Freud de Jacques Lacan. La aplicacin al espejo, Sistemas Tcnicos de Edi-cin, Mxico, 1992, 225 p. [N. T.].** Collge de France/CNRS.

    En El regreso a Freud de Jacques Lacan, Philippe Julien no slo logra compren-der etapa por etapa los enlaces principales del pensamiento de Lacan,desde sus inicios hasta su ltima fase, sino tambin hacer accesibles gracias auna exposicin didctica los elementos fundamentales de una teora consi-derada difcil de comprender. Aun si fuera slo por estas cualidades, esta obraes en la actualidad, la mejor introduccin a la obra de Lacan. Del psiquiatra delos aos treinta, autor de una tesis sobre la paranoia y de un clebre artculo, Elestadio del espejo, pasa al psicoanalista de los aos cincuenta, regresando a laobra de Freud, leda a partir de la nocin de significante retomada de Saussure;

    El imaginario corporal y lo social*

    Charles-Henry Pradelles de Latour**

    Resumen: Resea de un libro de PhilippeJulien sobre Lacan, hecha desde el ejedel imaginario especular, dimensin a laque todo etnlogo est confrontado enla prctica y en la teora. El acercamien-to lacaniano al imaginario, que se debecontrastar con los estudios anteriores he-chos por la antropologa y la filosofa,constituye la va privilegiada a los fen-menos de identificacin y de alteridad.

    Abstract: Review of the book aboutLacan by Philippe Julien done from aspecular imagery perspective, a dimen-sion that is faced by all ethnologists,in the field as well as in theory. The la-canian approach of the imagery, whichshould be well distinguished from for-mer anthropological and philosphicalstudies, offers a privileged way to engagein the phenomena of otherness and iden-tification.

    NUEVA POCA, volumen 7, nmero 18, enero-abril, 2000, Mxico, ISSN 1405-7778.

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    finalmente llega al toplogo de los ltimos aos, cada vez ms interrogado porlo real, lo imposible, inherente a toda estructura. Tres hombres, tres periodos,tres dimensiones: lo imaginario, lo simblico y lo real. Julien decide mostrar enqu aspecto el imaginario especular primera dimensin abordada determinalas elaboraciones ulteriores de Lacan y progresivamente induce un desplaza-miento de la prctica analtica. El autor se pregunta durante este recorrido, siLacan fue tan freudiano como quiso dar a entender. En esta resea limitaremosesencialmente al imaginario especular, al cual todo etnlogo est confrontadoen la prctica y en la teora; adems presentaremos algunas de las articulacionesque enlazan este imaginario en el plano social, a lo simblico y a lo real.

    El imaginario que Lacan aprehendi a partir de la clnica de las psicosis es unimaginario corporal. Esta especificidad lo demarca radicalmente del imagina-rio de los filsofos, del que Sartre dio una definicin acabada en 1940, es decirdos aos despus de la primera aparicin de El estadio del espejo, en el ar-tculo El complejo, factor concreto de la psicologa familiar de la Enciclopediafrancesa publicada por Larousse. Para destacar mejor esta distincin, primero serecordar cul es la concepcin de lo imaginario para el fenomenlogo.

    Segn Sartre captamos los objetos que nos rodean bajo su aspecto real, bajoforma de imagen o por medio de conceptos. Percibir, imaginar y concebir son lostres tipos de conciencia que nos permiten aprehender el mundo (21). La primeraes concreta, la ltima abstracta mientras que la conciencia imaginante interme-diaria se alimenta por imitacin de la realidad y sirve de soporte al concepto,situndose entre las dos. Por un lado, esta conciencia imaginante es funda-mentalmente irreal, porque en ella se da una representacin de la cosa inde-pendientemente de sta; as que es ms vaga que la realidad Alain ya habanotado que si se representa en imagen al Panten, no se puede contar las co-lumnas del peristilo. Por otro lado, la imagen, en tanto soporte, confiere alconcepto un cierto saber, pero un saber degradado que nada aporta a la com-prensin (201).

    La ambigedad de la conciencia imaginante se duplica por el hecho de quetambin sirve como mediacin entre la realidad exterior y el mundo interior delas sensaciones. Puesta en lugar de otra cosa, la imagen es el lmite inferior ha-cia el cual el objeto real se cambia en artefacto el centauro, el unicornio yel lmite superior hacia el cual remontan los sentimientos inefables cuandobuscan manifestarse (143). La imagen entretiene la ilusin de inmanencia(continuidad entre lo exterior y lo interior), trasciende la espacialidad y la tem-poralidad, y las transforma en contenido psquico (110). En resumen, lo ima-ginario fundamentalmente irreal es ilusorio. Gracias a l, el nio puede guardar

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    sus distancias en relacin a las dificultades de la vida y soar mejor, y el magopuede ejercer una influencia sobre las emociones de sus consultantes. Lo ima-ginario es posesin, fatalidad, fijeza; slo se entra en l aniquilndose.

    Lo imaginario es un mal, pero un mal necesario por el cual hay que pasarpara superarse. La conciencia est preada de imaginario porque es libre (358).Se vuelve a encontrar aqu condensada la concepcin de los clsicos, que dePlatn a Spinoza rebajan lo imaginario al rango del engao, y la de los romn-ticos que la coronan de todas las virtudes: creacin, evasin, poesa. No es elarte el parangn de lo imaginario?

    Lacan toma la contraparte de esta tradicin: la imagen no resulta de unaconciencia, pero es el origen de las primeras formaciones del yo. Darwin cons-tataba que hacia el octavo mes, el infante manifiesta su sorpresa cada vez quesu mirada encuentra su imagen, y H. Wallon explicaba que en el espejo el niose sorprende por primera vez en su totalidad (198). La imagen unificada esuna victoria sobre la fragmentacin de los miembros desunidos y el punto departida de las coordinaciones motrices futuras. Lacan aadi que el nio sealegra porque descubre en la imagen del semejante, la sntesis de los elemen-tos constitutivos del yo: una totalidad unificada que desde luego colma el dficitorgnico de la cra del hombre, nacida prematura y enteramente dependientede otro pero, sobre todo una totalidad cuyo aspecto formal est cargado deconsecuencias: La imagen no es reflejo pasivo sino engendramiento; es en elsentido fuerte imago, urbild, causalidad que tiene efecto formativo (Julien, 48).La aprehensin de las sensaciones internas y de la motricidad pasan prime-ramente por una representacin que el carcter de exterioridad de la imagenposibilita. El nio no es, pues, un ser originalmente encerrado en s mismo quedebe abrirse poco a poco al mundo exterior a fin de salir de un autoerotismoprimordial, como lo pensaba Freud. Al contrario, es un ser vertido entera-mente al exterior, un ser entregado al otro y sujetado al acontecimiento (44).No hay formacin del yo por un movimiento del interior hacia el exterior,sino a la inversa el yo es extereoceptivo o no es (45). Alienado desde el prin-cipio el yo est condenado a la sociabilidad.

    Si la imagen del cuerpo propio se sostiene de la imagen del otro, el ser hu-mano es fundamentalmente un ser social y un ser en tensin. En efecto, si noexisto ms que en el otro, este otro es a la vez yo y diferente de m. Esta discor-dancia intrnseca a la imagen especular se sita en el origen de la violencia yde las dos grandes concepciones del mal. Soy agresivo cuando el otro, colo-cndose en mi lugar, viene a sustraerme de mi imagen, o bien cuando el otrome remite a una imagen en la que me es imposible reconocerme. Me vuelvo

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    vengativo y racista frente a rivales, mis semejantes, y frente a extranjeros, misdesemejantes. Cada uno debe vivir a cierta distancia de los suyos, tal es la leyde grupo; pero el grupo que rechaza al otro no es social.

    Las repetidas prdidas materiales y los duelos de los prjimos pueden tam-bin enturbiar el juego de la especularidad. La prueba que roe mi cuerpo es-tropea mi imagen, me siento fragmentado, y la mala imagen de m que vuelvoa encontrar en el otro me acorrala a escoger entre yo y el otro. En el primer ca-so tomo sobre m todo el desorden del mundo y me salvo salvando al otro; esel cristianismo que toma al prjimo como un semejante. En el segundo caso,no soy yo quien soy responsable, es el otro que me persigue, soy la vctimade un sortilegio; la brujera. Mientras el cristiano apasionado de caridad tiendea atraer al otro a s mismo, la acusacin de brujera que estipula que la mal-dad viene del otro (Aug: 87), disuelve a la vez al yo y al otro: excluyendo alotro me excluyo a m mismo. La primera creencia peca por exceso de inclusin,la segunda por exceso de exclusin, pero ambas son ms sociales que el ra-cismo, porque sostienen que identidad y alteridad no existen la una sin la otra.

    El imaginario corporal nos conduce al corazn de la problemtica de losocial, pero es evidente que este ltimo no podra ser reducido a la dimen-sin de lo especular, a menos de confundir lo social y el grupo. Ahora bien, si elgrupo se satisface con sus propias imgenes reflejadas por los suyos, lo socialubica la alteridad ms all de las fronteras que delimitan a un conjunto deindividuos. Ms all de los otros est el Otro. La historia del pueblo judo esdesde este punto de vista ejemplar, porque muy temprano crey en un Diosuniversal y nico (Dios de las naciones y padre de un pueblo elegido) quientrasciende toda representacin. El Dios no especular, hostil a las imgenes es-culpidas y fundador de la ley, se presenta en ltima instancia bajo la forma deun tetragrama impronunciable. Un juego de letras fuera de sentido, tal es elorden simblico que Lacan coloca, en los aos cincuenta, en el fundamentodel lenguaje. La imagen en el espejo jams est enfocada cuando se permaneceal nivel del yo especular (yo ideal). Su patologa indica al contrario y aprs coupque concretamente se sobrepone a esta relacin otra dimensin que le aportaregulacin y resolucin (68), a saber las letras y los significantes que estn enla base de los ideales (ideal del yo) y de las identificaciones constitutivas del yo.Considerada as, la imagen especular es esencialmente el soporte de los rasgospertinentes o significantes seleccionados por la historia de una persona, a finde establecer su identidad. La alienacin imaginaria redobla entonces en par-te la alienacin a la letra o al lenguaje que Lacan llama el Otro. Es por ello quelos ciegos de nacimiento no son ajenos a la imagen del cuerpo propio.

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    Pero cul es este Otro? El ejemplo del dolo rechazado por el judasmo nosva a encaminar sobre la pista. Pausanias nos dice que la estatua de Atenas quereinaba en el Partenn era criselefantina1 (Lacarrire: 35). Majestuosa y derecha,la diosa coronada de un casco en oro sobre el cual yaca una esfinge, portabasobre su larga tnica, a guisa de pectoral, la gida donde resplandeca una me-dusa en marfil. El dolo que alberga la divinidad se presenta como una formaplena en un templo que forma un vaco alrededor de ella. Los dos espacios seresponden. Si la diosa est ah en la estatua, est bajo arraigo domiciliario yno ms viviente que los materiales que la forman. La diosa est entonces pre-sente y ausente; o aun el dolo no existe ms que en relacin a un Otro ausente,sin el cual no es nada. El Otro est, como el tetragrama representando al diosde la Tora, vaco de sentido pero, tambin por este hecho, el lugar de todas lassuposiciones. El Otro inherente al lenguaje puede ser as, sea un tercero arbi-trario como lo son los juicios a los cuales en frica, recurren los individuosprisioneros de un asunto de brujera, sea el Otro absoluto, al cual el cristianose sacrifica para obtener el reconocimiento final de su ser. Es desde este lugarinvisible y distante que el yo puede reconocerse en los seres imaginarios que ha-bitan sus ensoaciones. Para que exista amor de s mismo, tiene que haber al prin-cipio el Otro simblico de donde el yo puede ser visto como deseable, pero dedonde no puede mirarse porque el Otro, desprovisto de sentido, est ciego.

    Aqu aparecen dos preguntas. En qu difiere la mirada de la visin? y, sila mirada no est en el Otro, en dnde est? Ya en el estadio del espejo, la cap-tacin de la imagen unificada del otro eleva al nio y lo arrastra como si lamirada arrebatara sus gestos. La primaca del speculum induce en la culturael poder anticipador de la speculatio sobre la accin y de la teora (thorein: ob-servar) sobre la praxis (46). La mirada sera pues verse a s mismo a travs delos otros, el espejismo de la imagen del cuerpo propio precediendo la visin des entre las cosas del mundo. Preez de la forma unificada como primera, geo-metra de bolsillo determinando totalidades plenas, con superficies vistascomo fronteras de un volumen, y sosteniendo la hiptesis de una substanciaque la hace unidad permanente ms ac de las apariencias cambiantes. Domi-nio y estabilidad encuentran en eso sus fundamentos euclidianos (194).

    Esta opcin, largamente conocida, ha sido subvertida por los filsofos y msparticularmente por Caillois y Merleau-Ponty, quienes fueron los primeros enlocalizar el corte entre la mirada y la visin. Caillois retoma los relatos rela-tivos a las Gorgonas, hermanas monstruosas, de las cuales la ms clebre es

    1 Tcnica de la antigedad que empleaba oro y marfil para la realizacin de estatuas.

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    Medusa. Sus cabellos erizados de serpientes son funestos a los mortales, y susojos dilatados como ocelos suspenden el soplo de los vivos. Las Gorgonas pa-ralizan y transforman en piedra a aquellos que las observan. Polidectes, reyde Srifos isla sobre la cual haban naufragado Dnae y su hijo Perseopersigue a sta con su deseo. Para deshacerse del hijo demasiado vigilante,Polidectes le propone a ste ir a cortar la cabeza de Medusa. Hermes da al jovenhroe unas sandalias aladas y una hoz de acero duro, y Atenas un escudo debronce pulido, haciendo de espejo. Perseo encuentra a las Gorgonas dormidasen una caverna, capta la imagen mortal de los monstruos con ayuda de suescudo, decapita a Medusa sin mirarla y mete su cabeza dentro de un saco.Cuando la saca delante de Polidectes, ste se transforma en piedra, al igualque todos los miembros de su squito. Aun muerta, la cabeza de Medusa tenavalor de mal ojo, por lo cual Atenas, quien la recibe en calidad de trofeo, la fijasobre su gida para aterrorizar al enemigo.No se trata de ojos sino de algoenorme, brillante, enorme y circular que sin ser un ojo parece mirar (120). Lamirada muerta es ms fuerte que la visin de un vivo. As Caillois concluye: Losojos intimidan porque se parecen a ocelos y no a la inversa (118). Merleau-Pontycorrobora esta versin: como lo han dicho muchos pintores, me siento mi-rado por las cosas, [] mi actividad es idnticamente pasividad, lo que es elsentido segundo y ms profundo del narcisismo: no ver hacia fuera, como losotros ven el contorno de un cuerpo habitado, sino sobre todo ser visto por l,existir en l, emigrar en l, estar seducido, captado, alienado por el fantasma, demanera que viendo y visible son recprocos y se deja de saber quin ve y quinest visto (183). Y para Julien: La mirada se debe pues articular en sus rela-ciones fundamentales a la fascinacin de la mancha que es anterior a la vistaque la descubre (191). Qu significa eso sino que detrs de la imagen del cuerpopropio que me devuelven los otros hay un ms all de donde pido ver? Perover qu? Nada, una mancha, mi mirada, que Lacan llama el objeto escpico, dedonde busco hacerme ver. Es desde este objeto no especular y disfrazado bajola imagen especular que cada uno quisiera ser visto kalos kagathos (bello,bueno y tutti quanti), pero desde ah no hay nadie para verme. El encuentrocon mi mirada no puede ser ms que fallido, a menos de volverme mancha enmedio de los otros. Es de ah que mi exaltacin se transforma en vergenza, elbuen ojo en mal ojo. El objeto escpico, causa del deseo, es punto de fuga,punto perdido inalcanzable, que toca a lo real, es decir a lo imposible. Fueradel lenguaje exterior al Otro y escondido bajo la imagen especular a la queanima por sus sobresaltos, es incognoscible, lo que Merleau-Ponty (182) lla-maba la carne del mundo.

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    La imagen disociada de la mirada deja de proceder del imaginario espe-cular, ahora proviene de un imaginario agujerado no especular. El agujerode este imaginario recubre la falta de sentido inherente al Otro simblico yla prdida irremediable propia a lo real. Este triple agujero confiere a las tresdimensiones su consistencia: lo que les mantiene juntas, lo que les da cuerpo(Julien: 215), lo que Lacan, en los ltimos aos de su vida, intent ilustrar pormedio de las tres argollas del nudo borromeo. Si se separa una de las argollas,las otras dos se desprenden; de igual manera, si se retira lo imaginario, lo sim-blico y lo real no tienen ninguna relacin entre s. Es pues imposible subes-timar esta dimensin, no es de ningn modo inferior a las otras dos.

    Las tres etapas que acabamos de trazar no son extraas al camino seguidopor el etnlogo. En un primer momento, el hombre de campo debe reconocer asus interlocutores y hacerse reconocer por ellos en el fuego de las miradas cru-zadas. Imposible de permanecer neutral o distante; el etnlogo no puede hacerotra cosa que poner en juego la imagen de su cuerpo en las interrelaciones quesuscita. Descubre despus, al filo de los encuentros y de las entrevistas, ms allde los ideales expresados, elementos del orden simblico que determinan lavida social de sus huspedes y en la cual se ha inscrito momentneamente.Encuestadores y encuestados establecen entonces un pacto sellado por unOtro invisible, al cual las dos partes se refieren silenciosamente. Por fin, de re-greso a su pas de origen, el etnlogo escribe en un momento doloroso dondedebe perder el objeto escpico que le haba animado y de donde se vea visto

    El nudo borromeo

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    deseable en medio de los otros. Es a cambio de esta prdida de la mirada quepuede articular los datos de campo y hacer resurgir su coherencia.

    Se recordar que en este recorrido el encuestador no es opuesto a los en-cuestados, ni el individuo a la sociedad. En todo momento estas dos entidadesestn insertas en las mismas dimensiones. Es aqu donde se verifica que el juegoen espejo de la realidad no puede ser abordado sin pasar por el Otro, aun sa-biendo que al enigma de este lugar simblico responde en lo real un restoinaccesible. Entre estos dos extremos el conocimiento de los hechos y de lasideas es frgil.

    Traducido por Eduardo Olivares Mendoza

    Bibliografa

    Aug, Marc1975 Thorie des pouvoirs et idologie, Hermann, Pars.

    Caillois, Roger1960 Mduse et Cie, Gallimard, Pars. Existe traduccin al espaol: Medusa

    y Cia. Pintura, camuflaje, disfraz y fascinacin en la naturaleza y el hombre,Seix Barral, Barcelona, 1965.

    Lacarrire, Jacques1978 Promenades dans le monde antique, Hachette, Pars.

    Merleau-Ponty, Maurice1964 Le visible et linvisible, Gallimard, Pars. Existe traduccin al espaol:

    Lo visible y lo invisible, Seix Barral, Barcelona, 1970.

    Sartre, Jean-Paul1940 L Imaginaire, Gallimard, Ides, Pars. Existe traduccin al espaol:

    Lo imaginario: psicologa fenomenolgica de la imaginacin, Losada, BuenosAires, 1976.

    Wallon, Henry1934 Les origines du caractre chez lenfant, Boivin, Pars.