SIN LAS TRAVESURAS, DESCUIDOS, TRANSGRESIONES Y, JUEGOS DE
MI INFANCIA Y PRIMERA JUVENTUD – PRESENTES EN MIS VIEJOS
RECUERDOS –, NO ME RECONOCERÍA SER HIJO DE LAS TIERRAS DE
ALISTE .
Por Simón KATON ÁLVAREZ.
Desde el cuarto de mi Casa en el Barrio de Almagro de la ciudad de Buenos
Aires, donde tengo instalado el Escritorio, con la P/C / computadora / ordenador
de mesa, fijo, con sus periféricos y elementos complementarios y subsidiarios,
voy a tratar de plasmar en palabras de relato, parte de esos recuerdos
enunciados en el encabezamiento. Recuerdos, que por supuesto en los hechos
no son únicos, pero sí de propia autoría, y como tales son los que más conozco
y recuerdo; y como decía Cervantes por boca de su Don Quijote:” Las propias
alabanzas envilecen, pero cuando no hay otra forma de conocer los hechos, hay
que decirlas “ : Don Quijote de la Mancha. Segunda Parte. Capítulo XVI: De lo
que sucedió a Don Quijote con un discreto caballero de la Mancha (El caballero
del verde gabán).
En la manera que me sea posible, voy a ir ordenando por períodos de edad
aproximada, los acontecimientos, los hechos y las circunstancias de los casos:
001)-El viaje de mi prima hermana Felisa a la Argentina. Cuando oficie de
bailarín en el pueblo de Flores de aliste. El nacimiento y destierro cuando nació
mi hermano Paco, y su bautismo. La muerte de mi abuelo Francisco. La
contestación a la vecina, la tía Manuela PRIETO (la madre de María, Angelito y
Juanito), desde la pradera de los Lavaderos. Y, la inflamación de la vejiga
urinaria, tal vez por andar metido en el agua del Río Mena, o quizás por una
infección, que nunca lo sabré:
El viaje de mi prima Felisa a la Argentina, en Abril de 1930, es el recuerdo más
remoto que tengo registrado en la memoria. El que con toda la claridad, como si
fuera ayer, tengo archivado de esta manera:
“ Sería por los días 20 y algo de Abril de 1930, yo a punto de cumplir los 18
meses de edad. Y una tarde de esas – con el permiso de mi madre Balbina, por
supuesto –, Felisa (mi prima mayor de línea paterna) me llevó a Lober de Aliste,
pueblo vecino al mío de Tolilla de Aliste (donde nací el 28 de Octubre de 1928),
metido en las alforjas que portaba nuestra burra Cardona. En la del lado derecho
del animal caminando, iba metido yo, y en la del otro lado, no sé si puesta por mi
Madre o por Felisa, unas piedras de peso parecido al mío, como contrapeso de
mi carga, para evitar que el “jinete embolsado (yo)” se viniera en el camino al
suelo”; Felisa iba caminando, llevando a la burra por el ramal de la cabezada,
dado que de Tolilla a Lober sólo hay unos escasos 2,5 kilómetros de distancia.
El viaje de Felisa a Lober, era para despedirse de familiares y amigos, en
especial de la tía María la Tabernera, de su hija Paula y esposo, Isidoro
SALVADOR, y de la pequeña hija de ambos Rosario SALVADOR CASADO, que
tenía un año más que yo. También de la otra hija de la Tía María, Andrea, su
esposo Mariano SUTIL, y el hijo de ambos Antonio SUTIL CASADO, que
andaría alrededor de los 9-10 años de edad (Antonio desde hace años vive en
Cerecinos del Carrizal, Zamora). Familias estas, que habían entablado una gran
amistad desde muchos años atrás, con nuestros abuelos María y Francisco,
padres de la madre de Felisa, Lorenza, de la tía Gabriela y de nuestro padre
Pablo. Amistad renovada por las nuevas generaciones, hasta la mía y la de mis
hermanos inclusive.
De las despedidas de Lober, poco me acuerdo, más allá de los lagrimeos de
práctica, que en aquellos tiempos eran de común despedidas de por vida, pues
de Argentina casi nadie volvía a los orígenes – no había viajes en avión, ni
cruceros de distracción, ni créditos de financiamiento, y los triunfadores en el
país, fuera del mundo de los negocios, siempre han sido pocos –, y menos
volvían los jóvenes que constituían su familia en Argentina, que en inmensa
mayoría vivían de sus manos y no eran ricos. Además eran tiempos del espíritu
del ahorro, no había costumbre de viajes culturales y de esparcimiento – salvo
pequeñas minorías elitistas –, y los viajes se consideraban costosos y no
necesarios. Los emigrantes de esas épocas pretéritas sabían de las escaseces,
de las necesidades bien conocidas, y preferían destinar la mayoría de los
recursos –obtenidos con mucho sudor –, primero a la propia vivienda, y luego a
encaminar a los hijos hacia las carreras profesionales, que la mayoría de ellos
(los emigrantes) no habían tenido esa oportunidad en los países de origen. De
manera, que en esa mentalidad había un doble propósito emocional:” Ayudar a
los hijos para que tuvieran los mejores conocimientos profesionales en la lucha
por la vida, y saborear ese triunfo como propia reivindicación; dado, que lo que
no pudo conseguir él, lo lograron los continuadores de la propia vida, los hijos”.
Eso para el país, ha sido una gran ventaja por años:” El trabajo sostenido,
amplio, productivo y eficiente, con el espíritu de ahorro de los llegados, para el
desarrollo y los logros (en una Tierra rica)”. Y también una secuencia negativa
(bastante generalizada hoy en todo el mundo Occidental, desde los años 60-70
del siglo XX, posteriores a la Segunda Guerra Mundial, donde el Capitalismo se
inclinó por la sobreoferta sostenida):”Los padres de las nuevas generaciones,
que lo pasaron mal en sus países de origen, han (hemos) sido demasiado
permisivos con sus descendientes (reivindicándose en parte a sí mismos), y
estos, en gran mayoría, no han llegado a valorar el esfuerzo y el ahorro,
entrando de lleno en la “sociedad de consumo”, como si las cosas no costaran,
como si las mismas ¡Cayeran del cielo como la lluvia! Hoy esa sociedad de
consumo, bastante mermada en los tiempos que corren, pero que cuesta
dejarla, se ha olvidado de la previsión y del ahorro, para ¡Vivir el día a día, como
si el mundo desapareciera al siguiente !
Pero volvamos de Lober a Tolilla con el viaje de Felisa. Aunque del viaje de
vuelta en la alforja derecha, casi no me acuerdo. Sí me acuerdo perfectamente,
cuando un par de días después el tío Pedro de Grisuela de Aliste ( me parece
que era cuñado del Maestro Don Antonio GONZÁLEZ), una especia de agente
de viajes que le gestionó el de Felisa, vino a entregarle el billete del viaje del
barco desde Vigo (España) a la ciudad de Buenos Aires (en esos tiempos viajar
a la Argentina era viajar a Buenos Aires);aunque también hay la provincia más
importante de Argentina con el mismo nombre de Buenos Aires, que tiene como
capital provincial la ciudad de La Plata. Pero por la ciudad de Buenos Aires (por
su Puerto) era por donde se entraba a la Argentina en forma general. Tan es así,
que el emigrante podía radicarse en la ciudad de Salta –capital de la provincia
del mismo nombre -, a unos 1.300 kilómetros en línea recta aérea al Noroeste de
la ciudad de Buenos Aires, y si alguien le preguntaba a los familiares del
emigrado, le contestaban – en mayoría –: Está en Buenos Aires. Aunque en
estos tiempos, y desde hace años que empezaron las movilidades sociales, las
comunicaciones, y la mayor generalización universal de la enseñanza, ya se
habla con más precisión geográfica.
Pues bien: El señor Pedro de Grisuela de Aliste, aparte del pasaje en barco
citado, era un aficionado / interesado en la fotografía, y en nuestro Corral de
Atrás, de cara a la enorme hiedra de la pared que infiltraba la pared del Sobrado
de Afuera, y el Establo vacuno en su parte de abajo, sacó una foto a la Familia,
para que Felisa llevara a la Argentina. En ella de espalda a la hiedra citada,
estábamos: El abuelo Francisco, la Abuela María, Felisa, mi padre Pablo, mi
madre Balbina y Yo. No recuerdo si estaba o no el primo Domingo CASAS,
tampoco él ni mi prima Felisa se acordaban si estaba o no estaba, pues la tal
foto, Felisa se la dio a la Madre, donde la familia cultivaba un campo en Mayor
Buratovich, extremo Sur de la provincia de Buenos Aires, en las
desembocaduras del Río Colorado, y luego se avecindaron en la ciudad de
Bahía Blanca, donde residía Felisa hasta que se casó, y la tal foto desapareció
de los escenarios. De esa escena de la foto me recuerdo a la perfección, y cosa
curiosa, no recuerdo de la despedida de Felisa, que se embarcó en Vigo, según
palabras suyas, el 30 de Abril de 1930.Luego nosotros volveríamos a vernos, en
vivo, el 11 de Junio de 1951, veintiún años más tarde, en la ciudad de Buenos
Aires. Pero para ir a la ciudad de General Roca, de la provincia patagónica de
Río Negro (donde estuve y trabajé hasta el 28-10-1953, siendo además Cónsul
General Honorario de España y Portugal), 1.100 kilómetros en línea recta aérea
al Suroeste de la ciudad de Buenos Aires.
El bailarín en el pueblo de Flores de Aliste, en el casamiento de un pariente de
mi Padre. Ahí, yo ya tenía dos años cumplidos, pues sería a primeros de
Noviembre de 1930, cuando se casó un pariente de mi padre, y con él fui al
casamiento, y lo recuerdo todo algo confuso. Salvo la escena del baile, de la que
me acuerdo algo más, y en un momento dado me vi rodeado por la multitud
aplaudiendo en corro a mi alrededor, y yo bailando no sé qué. Y supongo que el
que me habrá echado al ruedo fue mi padre, pues si bien a mí desde que me
acuerdo siempre me gustó el baile, como en esa ocasión todavía tenía el cetro
de hijo único, mi padre habrá querido que su hijo demostrara las monerías de
bailarín, y toda la parentela, para festejar me rodeo y se dispuso para el aplauso
del niño bailarín de 02 años. Y con esa nebulosa memorística quedó registrado
el lejano recuerdo, sin pena ni gloria. Uno de los tantos.
El Nacimiento de mi hermano Francisco (Paco), el 08 de Noviembre de 1931.
Sin duda, yo con 03 años recién cumplidos, cuando ese 08 de Noviembre del 31,
día de semana Domingo, fui desterrado a dormir a la Casa de mi abuela Juana y
abuelo Simón – casa vecina con la nuestra –, debo haberme dado cuenta que el
“cetro de hijo único” y el único nieto por la línea materna (por la paterna había
04 en Argentina: Felisa y 03 más, y uno en Tolilla: Domingo CASAS, pero al ser
mayores y lejanos no entraban en la competencia de compartir abuelos, y
mucho menos el amor de los Padres, que parece que era el talón de Aquiles),
habían desaparecido, lo que me provocó ” torrentes de celos y deseos de
venganza”, que yo recuerdo hoy perfectamente cómo los estaba rumiando, en
esas noches del 8 y 9 de Noviembre de casi 84 años atrás, en casa de mis
Abuelos maternos. El 08 para empezar, me dejé mear de propósito, y el 9 -
también queriendo – hice aguas menores y mayores (ambas con buen estado de
liquidez), que con las vueltas nocturnas, debí amanecer con un barniz en cuerpo
y ropa, que con unos toques en las nalgas de mi abuelo Simón, y la paciencia y
benevolencia de mi abuela Juana, fui a parar al agua caliente y al panal de jabón
de lavar la ropa, dentro de uno de aquellos grandes baldes de latón, para
ponerme decente y llevarme a ver al “Nuevo Hermano”; que caso curioso, con
sólo verlo y tocarlo, desaparecieron sin rastro las cataratas de celos, que con su
llegada, imprevista para mí, me habían inundado la mente y revolucionado el
ánimo, hasta llegar a la conspiración contra los Padres, de la venganza por el
fantasma del posible cambio de las preferencias. Sin duda, una reacción de
egoísmo saturada por el “miedo imaginario a la pérdida de los afectos maternos
y paternos”.
Luego a pocos días vista, sería el Sábado 14, se celebró el Bautismo con toda la
solemnidad habitual, en la Iglesia de Tolilla, consagrada a Santa Inés, impartido
por el Señor Cura Don Sebastián, siendo padrinos mi tía Victorina ÁVAREZ
ÁLVAREZ, la hermana de mi Madre, y el tío Ángel ÁLVAREZ RÍO (fusilado por
las hordas falangistas en 1936 con 21 años, por ser amigo del Maestro de Tolilla
Don Antonio GONZÁLEZ), el medio hermano mayor, también de mi madre,
Balbina (ÁLVAREZ ÁLVAREZ). Yo recuerdo que luchaba a brazo partido para
ver qué le hacían al recién llegado hermano, con la tormenta de los celos ya
desaparecida para siempre.
La muerte de mi abuelo paterno Francisco, en los primeros días de Agosto de
1932: La muerte de mi abuelo Francisco a principios de Agosto de 1932, aparte
de inesperada, se produjo en pocos días – desde la enfermedad a la muerte –.
Ya eran días de Trilla (cuando se enfermó y murió), y nuestra Era de Trilla
estaba a la entrada del Campo en la zona de las ERAS, en las cercanías del
prado de la tía María GELADO y el nuestro de la Silvirona, que luego pasaría a
manos del primo Domingo (CASAS), como parte de la herencia de la madre, la
tía Gabriela, hermana de mi Padre.
Ese año, a la vuelta del Rebaño de ovejas de las Sierras de Sanabria, mi abuelo
se encargaba de pastorear el rebaño, hasta que se incorporara un pastor vecino
de Lober de Aliste, que lo iba a hacer (y lo hizo, por un tiempo, hasta que se
vendió el rebaño) en los primeros días de Septiembre del 32.
Una tarde de ese Agosto del 32, llegó ya enfermo a casa, se metió en la cama y
no volvió a levantarse. Lo atendió el Practicante del Ayuntamiento de Gallegos
del Río, Don Gerardo, y falleció a los 4-5 días, decían que de pulmonía. Pero yo
a los años vista, lo asimilo más a un ACV a repetición, que es posible que se
haya complicado con pulmonía. De manera que ese acontecimiento, significó
para mi vida el primer encuentro con la muerte; la que por añadidura me quedó
más grabada, porque mi padre (con la mejor intención emocional), me instó y
rogó, a que lo besara en el cajón mortuorio antes del cierre del mismo para
llevarlo al Cementerio de Tolilla de Aliste, nuestro Pueblo, lo que me impresionó
enormemente, y esa escena de despedida me quedó presente por muchos
años, dado el miedo natural que inspira la muerte a los niños (entre ellos a mí).
Aunque la vida y la muerte, sean el principio y final de nuestra existencia, que
todos conocemos, pero nos olvidamos de la misma sin estar preparados.
La contestación que le di a la vecina Manuela PRIETO, esposa de Juan
GONZÁLEZ, y padres de María, Angelito y Juanito GONZÁLEZ PRIETO: Una
media mañana, debió ser por Marzo ó Abril de 1932, y tendría 3 años más 5-6
meses, pues no iba todavía a la Escuela (que comencé en Septiembre de 1932,
a punto de cumplir los 04 años). Yo había cruzado el Río Mena, por la puente de
piedra que da ingreso a la Caleja / Calleja, y también a la pradera de los
Lavaderos, a donde yo estaba en solitario en esos momentos. Naturalmente, la
tía Manuela me vio ahí sólo, y del otro lado del Río con bastante agua – desde
del lado de su Casa - , y me preguntó a viva voz ¿Qué haces ahí sólo? Y yo, con
todo desparpajo le contesté (me acuerdo perfectamente): Y a Usted ¿Qué le
importa?
Naturalmente, era una respuesta de un mal educado, se lo comentó a mi Madre,
y me dio una buena filípica de moral y buenas costumbres, para con todos los
vecinos, y especialmente del trato a las personas mayores.
La inflamación y / o infección de mi vejiga urinaria, también por Abril de 1932: Yo
a partir de Marzo Abril de cada año, andaba descalzo y metido en el agua,
tratando de pescar en el Río (Mena) con la mano alguna sarda o algún
cangrejo, ahí por la zona de los Llenaderos, la regadera que salía de estos,
hacia los Linares, donde había una pared de piedras metida en el agua, que
sostenía el comienzo de la Calzada de Arriba, y como tenía agua arremansada y
más caliente, era común que en Marzo ya se pescaran cangrejos con la mano. Y
a mí, el agua en general, y la del Río en particular, me producían una atracción
muy especial:” Si me perdía, que me buscaran en el agua”. El caso que por el
abuso de andar metido en el agua o por lo que fuera, me apareció una infección
en la vejiga urinaria, y la misma no retenía la orina, de manera que me meaba
sin darme cuenta, hasta que mi madre se percató. Llamaron al Practicante
médico del Ayuntamiento de Gallegos del Río, el señor Gerardo (también
fusilado por las hordas falangistas en 1936, por ser de izquierdas, y por
denuncia del médico del Ayuntamiento, que era de derechas, pues se daba el
caso que el Practicante sabía más de medicina que el médico), y durante unos 8
a 10 días me recetó tener puesta sobre la vejiga bolsas calientes con linaza (las
semillas de lino), una especie de cataplasmas mucilaginosas, que dio un
estupendo resultado de curación, pues antes de los 5-6 días, ya la vejiga
retenía la orina dentro de la misma, y a los 10-12 días todo estaba normalizado.
De manera que de día tumbado en alguna de las banquetas del comedor, y de
noche en la cama, anduve con esas cataplasmas de linaza, que en el caso, me
dieron un muy buen resultado normalizando las funciones de mi vejiga.
002)-Escape de la Escuela. Repicador de las Campanas de la Iglesia. Juegos
con los Carros de vacas en los Portales. Pelado de las hojas de los negrillos.
Trote en las Burras. Vacunación propia contra la Viruela.
Escape de la Escuela: Eran las Matanzas de los cerdos del tío Juan ÁLVAREZ
SALVADOR, el marido de la tía Martina (fallecida en extraño accidente el 08-10-
1928, 20 días antes que yo naciera: Venía encima la burra de la Sementera
desde los Carrapitales comiendo una manzana con una navaja, la burra tropezó,
ella se cayó y se le clavó la navaja en el tórax), padres de Marciano, Antolín,
Celedonio, Domingo e Isaac. Como era costumbre, en las matanzas se
ayudaban recíprocamente las familias entre sí, y mis abuelo maternos, Juana y
Simón, estaban en esas tareas de colaboración, en especial la abuela Juana,
dado que en la casa eran todos hombres, los hijos solteros y jóvenes, aunque ya
casi todos mozos, y el tío Juan, viudo. El hijo menor, que era Isaac, todavía iba a
la Escuela ese año, que era el último.
Serían los días de alrededor del 08-10 de Diciembre de 1932, época de las
Matanzas, casi siempre previas a las Navidades. Y, yo, ese año, había
comenzado la Escuela en el mes de Septiembre, a pedido del Señor Maestro de
la Escuela de Tolilla Don Antonio GONZÁLEZ, que era el Maestro titulado y
titular, natural de Grisuela de Aliste, que convenció a mi padre que me enviara a
la Escuela, aunque ni siquiera había cumplido los 04 años en Septiembre (se
ingresaba el año que se cumplían los 6 años), habida cuenta que leía bastante
bien y escribía bien.
Mi abuela Juana, cuando salimos de la Escuela a comer a las 12 con mi tío
Agustino, a la sazón con 10 años, me dijo al oído antes de volver a la Escuela
por la tarde (de 14 a 18), que si podía escaparme que lo hiciera, que ella de la
matanza me iba a preparar algo especial para mí (que era una porción de la
parte del medio del rabo de un cerdo asado a las brasas de la lumbre). Yo lo
tomé en cuenta, y una circunstancia especial vino en mi ayuda para el escape:
“A eso de las 14:15, el Maestro Don Antonio, se fue con los alumnos mayores a
la Poza de un arroyo que pasaba por las cercanías de la Escuela, con la balanza
de platillos con sus juegos de pesas, y los recipientes de líquidos de las distintas
medidas exactas, para contrastar el peso del agua de la poza, con las pesas de
la balanza. Es decir, por ejemplo: Si un litro de agua en el recipiente puesto
encima de un platillo de la balanza, pesaba como la pesa de un kilo puesto en el
otro platillo, agregándole la pesa pequeña del peso del envase metálico, lo que
se llama tara.”
Y como la ocasión hace al ladrón, yo ni corto ni perezoso, dado que los mayores
y el Maestro estaban ausentes, a unos 50-60 metros de la puerta principal de la
Escuela, salí a velocidad maratoniana calle Real abajo camino de la casa del tío
Juan. Pero como mi tío Agustino me avistó, salió en persecución y no me pudo
alcanzar, pues cuando él abría la puerta de la calle para entrar al Corral por la
Plaza el Rincón, yo estaba abriendo la puerta principal para entrar en la casa,
corrí a la cocina donde estaba mi Abuela, que me refugió, y le dijo a su hijo
menor (el tío Agustino) que yo no volvía a la Escuela esa tarde. Y si lo dice la
¡Abuela! Hay que obedecerla. Es la única vez en mi vida que me escapé de la
Escuela, en 10 largos años de escolaridad: Septiembre de 1932 a Diciembre de
1942
Repicador de Campanas de la Iglesia: Desde muy pequeño, el baile, los ritmos y
los toques, en latas, tablas, mesas de madera, tamboriles y redoblantes (cuando
los tenía a mano) con manos y / o palotes, se me daban muy bien. Y uno de los
ritmos primarios que escuché primero, fueron sin dudas el repiqueteo de las
Campanas de la Iglesia de Tolilla, en sábados o vísperas de fiesta, fueran
religiosas o civiles/religiosas, donde en ese tocar de campanas – el medio de
comunicación más utilizado y estandarizado y comprensible, casi el único
disponible de uso entre vecinos a distancia, sin el casa por casa o de boca a
boca en el cruce de encuentros –, se tenían codificados los toques de:
”Incendios, desastres, muertes, oficios religiosos por los muertos, toques de
llamado a las vacadas y borricadas, llamados a concejo y otros”. Y en algunos
casos puntuales, se anunciaban los acontecimientos en las vísperas, y se
repetían los toques anunciando la hora de celebración con el repicado, que solía
concluir con unas cuantas campanadas, algo espaciadas una de otra, de la
Campana grande, finalizando con una sola campanada, al ir a empezar el acto.
Yo los primeros embates campaneros, los empecé con mi tío Ángel ÁLVAREZ
RÍO, el medio hermano mayor de mi Madre (el fusilado en 1936 a los 21 años en
Bermillo de Sayago, como ya referí con anterioridad), allá por 1932-33. A él se
le daba muy bien el repicar de las campanas y lo hacía con habitualidad, en
especial cuando era Mayordomo mi abuelo Simón, que lo era con frecuencia,
como muchos vecinos de la parte de Abajo del Pueblo, que eran los más
cercanos a la Iglesia y le quedaba más cómodo. A su hermano menor, el tío
Agustino, también se le daba bien el repicar. Pero para mí, el mejor repicador
era mi tío Simón CASAS, el padre del primo Domingo, que también lo hacía muy
bien, y yo le prestaba mucha atención a todos los repicados que escuchaba, que
empezaron a serme algo monótonos, porque notaba que no había innovaciones.
Y yo, como siempre he sido algo perfeccionista, sentía que había que innovar
con ritmos más vivos y alternados.
Naturalmente, eran las músicas de las dulzainas de los pueblos de los
alrededores de la Comarca (de Aliste), los más adelantados en los nuevos
ritmos; dado que no había ni radio, ni televisión, ni películas ni nada sonoro, que
no fueran los ritmos tradicionales de los gaiteros, tamborileros y dulzaineros;
estos últimos los más innovadores, que estaban expectantes de las novedades,
muchas veces escuchadas en las Ferias de la Comarca, a los cantantes de
ocasión (en mayoría ciegos) acompañados por una guitarra y el lazarillo para
recoger la recompensa; otras, que en Alcañices, o algún otro lugar con radio,
escucharan los nuevos ritmos. También por los años 40, o fundamentalmente
por esto, empezaron a aparecer gramolas a manija /cuerda con sus púas y sus
discos con los nuevos ritmos, que fueron importantes. Es más, el vecino de
Tolilla Teodoro MARTÍN RIVERA, residente en Barcelona, le trajo una gramola a
la familia, que se utilizó para los bailes de Tolilla en lugares cerrados un poco de
tiempo, donde yo empecé a escuchar los ritmos brasileños de las “Marchas de
Carnaval y otros bailables”, ritmos que me impresionaron, y que yo
silenciosamente empecé a insertar en el repiqueteo de las campanas, y en los
ritmos del toque de las latas en los bailes.
¿Y por qué esos ritmos tardaron en extenderse por Aliste? Pues muy sencillo:-
Los aparatos de radio que era el medio único que podía llegar a la Comarca,
eran muy caros y estaban al alcance de muy pocos –, pero fundamentalmente,
que en la mayoría de los Pueblos de Aliste no había energía eléctrica ¡ No había
luz eléctrica! Ni en Tolilla ni en el resto de los Pueblos (6 de 7) del Ayuntamiento
de Gallegos del Río (y en Aliste la gran mayoría), salvo en Domez de Alba,
desde 1941, donde estaba avecindado el Secretario del Ayuntamiento, con un
Molino harinero movido con motores eléctricos desde finales del año 1941.
Con esos ritmos incorporados a los bailes y al toque de las Campanas de la
Iglesia, ambos asumieron esa renovación juvenil, que yo solía aplicar las
vísperas de los sábados y días de fiesta, y los domingos y fiestas en el llamado
a las misas / procesiones / bodas y bautizos. Incluso fui repicador en las
Campanas de la Iglesia de Lober algunas veces en su Fiesta de Septiembre, y
en Abejera, en Junio de 1950 el día del Corpus donde estuve invitado a la
celebración, y los buenos repicadores del pueblo (Abejera de Aliste), durante la
procesión, me invitaron a participar, y quedaron agradecidos.
Juegos con los Carros de vacas en los Portales: De noviembre a Marzo, el uso
de los carros tirados por yuntas de vacas, estaba bastante limitado. Salvo de
tanto en tanto, hacer el acarreo de jaras, ramas de encina y otras, para que los
cabañales de consumo familiar estuvieran mejor surtidos ante cualquier
emergencia. De manera que los carros estaban ociosos guardados en los
respectivos portales, a cubierto de sol, viento, nieve, heladas y lluvias, pues era
una herramienta de trabajo (la de casi todo el transporte vinculado a la actividad
agrícola y ganadera de la Comarca), muy cara, importante, e imprescindible.
Naturalmente, los portales eran los lugares de reunión de los rapaces, en la
parte de Abajo el Pueblo (Tolilla), donde había muchos más rapaces que
rapazas – en mis tiempos infantiles/juveniles –, había básicamente tres portales
de referencia: ”El del tío Benito MARTÍN, por Bernardino y Cándido; el de mi
abuelo Simón, por mi hermano Paco y yo; y, el del tío Juan GONZÁLEZ
SALVADOR, por Angelito y Juanito”.
Los carros en general no eran instrumentos de juego: Grandes, pesados y
difíciles de mover a mano, pero que el azar o la casualidad, quiso que lo fueran
por unos cuantos años en las épocas finales del Otoño, y la primera etapa del
Invierno.
Esa iniciación se efectuó en el carro del tío Benito MARTIN, y dentro de su
portal, por vía de la casualidad. Estábamos allí Bernardino MARTÍN RIVERA
(alrededor de 4 años más que yo), su hermano Cándido (con algo más de un
año que yo), y yo; deduzco que por Noviembre de 1935 (no recuerdo si el tío
Benito ya había vuelto de la Argentina), y encima del carro, en la parte de
adelante de la caja, del lado del cañizo de adelante tenían una carga de no sé
qué elementos. Bernardino y Cándido la tenían que bajar del carro (descargarla)
y colocarla en otro lugar, de manera que para hacer más rápido la iban
trasladando hacia la parte de atrás de la caja, y Bernardino me dijo a mí que me
montara en la punta de la icesa del carro, agarrado del palo travesaño donde va
sujeto el sobeo para el arrastre de la carga, para que actuara de contrapeso;
pero en un momento dado, al mandar la carga para atrás, el carro basculó sobre
el eje de hierro que va metido en las ruedas, y la icesa se levantó, hasta que la
parte de atrás del carro toco el suelo, y el jinete montado en la parte delantera
de la icesa, subido por el aire unos metros más arriba sin tocar el suelo, lo que
me produjo (nos produjo) sorpresa, alarma y flor de susto. Pero luego de la
descarga, sin saber muy bien el principio de por qué se subía la icesa hasta que
la parte de atrás de la misma tocaba el suelo, decidimos con Bernardino seguir
el juego original improvisado. Bernardino y Cándido en la parte de atrás, para el
sube y baja del carro, y de jinete: Un rapaz de recientes 07 años (yo), montado
adelante en la cruz de la icesa; los hermanos en la parte final de la caja del
carro, agarrados a sus costanas de atrás, haciendo fuerza para levantar al jinete
de turno, lo que era muy divertido, y se fue perfeccionando con el paso del
tiempo, poniendo contrapesos adicionales adecuados, para que el juego se
hiciera más dinámico.
Cándido, sólo participaba en la parte de atrás, nunca de jinete; Bernardino creo
que tampoco, dado que por su edad y compromisos de tareas familiares, estaba
por entrar en el ejercicio de pastor de turno poco tiempo después, y no disponía
de tiempo para perderlo en los juegos. En todos los casos, los jinetes
voluntarios, siempre éramos Angelito y yo, el resto, que salvo Cándido (Martín
Rivera), que era el de más edad, oficiaban de contrapeso de atrás del carro. Así
fue el origen del “Juego del Carro”, que se siguió y popularizó por unos años
entre la rapazada de varones de Abajo el Pueblo.
Unos días después tocó el turno al portal de mi abuelo Simón, y repetimos el
juego, pensando que era fácil en todos los portales, pero ya con Cándido,
Angelito, mi hermano Paco y Juanito, más un contrapeso adicional, lo que no fue
así: ”El portal de mi abuelo tiene (tenía) un sobrado encima del lugar donde el
carro se estacionaba, de manera que la longitud de la icesa hasta que su parte
de atrás diera en el suelo, era más alta que el piso del sobrado” ¿Y qué paso?
Pues muy sencillo: Yo, el jinete, di un cabezazo en el piso del sobrado que
todavía me están retumbando los ecos del porrazo dentro de la cabeza, y de
hecho, al que en los papeles se iba a convertir en un centro de diversión
carretero por excelencia, hubo que abandonarlo. Y con ese abandono, entró en
escena, el portal y carro del tío Juan GONZÁLEZ, el padre de Angelito y Juanito
(GONZÁLEZ PRIETO), donde fue el último escenario de los “Juegos del Carro”,
de los que yo participaba. Y que yo sepa, no se siguieron por falta de
operadores del sistema.
Nota al Carro: Los carros de aliste estaban formados básicamente: 01)-Una
icesa de tronco rollizo de negrillo entero de alrededor de unos 04 metros de
longitud, serrada parte de ella a lo largo por la mitad, de la parte más gruesa (la
parte de atrás) a la parte más delgada (la de la punta), dejando alrededor de un
metro y algo, entera (sin serrar).En la punta, se atravesaba el rollo por un
agujero transversal (en cruz) con un tarugo duro de madera fuerte, donde se
ataba el sobeo al carro y al yugo de la pareja de vacas que tiraba del carro. El
formato de la Icesa era parecido a una Y, más cerrada y curvada en su parte
abierta. A esa icesa, en su parte de abajo, se le incrustaba en forma fija y firme
(con cintas, planchuelas y tornillos de hierro) un eje de hierro fuerte, donde sus
puntas torneadas en redondo, sobresalían de los laterales de la icesa (derecha e
izquierda) unos 25 centímetros.02)- En esas puntas torneadas del eje, se metían
las ruedas del carro (dos: Derecha e izquierdas). Las ruedas estaban formadas
por: Un cubo o maza de negrillo, donde se incrustaban los rayos de la rueda, en
general de madera de encina estacionada, que aparte se insertaban en el otro
extremo en las pinazas, hechas también de madera de encina estacionada,
piezas de curva calculada, para que en conjunto formaran la rueda. Encima de
esas pinazas, por su parte externa, se colocaba a presión la llanta de hierro ( de
unos 7-8 centímetros de anchura X 01 centímetro y medio (1,50 cm) de
espesor). Esa llanta de hierro, primero se curvaba en unos cilindros a mano y
fuerza (no había energía eléctrica en la mayoría de los pueblos de Aliste), luego
se soldaba a base de calor y golpes de macho, martillo y yunque, y luego de
soldada se metía en el fuego (en un pozo acondicionado en el suelo en forma
vertical, hasta que se calentara bien); después con unas grandes tenazas, en
manos de varios operadores experimentados, se ponía con toda la rapidez
posible la llanta en el armazón de la rueda, con los golpes / mazazos rápidos,
justos y potentes; y colocada la llanta caliente – que empezaba a chamuscar la
madera de las pinazas –, se sumergía la rueda ( a la que antes ya se le había
metido a presión en la maza o cubo el buje, por donde entrarían las puntas
torneadas del eje de hierro referido) en un depósito de agua construido a
medida, para el enfriamiento. Después las ruedas frías recibían el ajuste final, y
el clavado de clavos de hierro especiales, a través de agujeros en las llantas,
metidos en las respectivas pinazas, para evitar que estas se desalinearan en la
rueda con su parte de llanta externa.03)-Terminadas y alineadas las ruedas, con
su buje incluido, se metían en las puntas de los ejes ( torneadas). Los bujes del
lado interno, tenían un tope en el eje del carro, y en el de afuera / externo unas
arandelas de hierro grandes metidas en las puntas del eje, sujetas por una
clavija, algo curvada, que atravesaba la punta de cada eje por una ranura; esa
clavija vertical (de planchuela de hierro), bastante más ancha que la ranura en la
parte de arriba, tendría una longitud del orden de los 08 centímetros, y un
espesor del orden de los 7-8 milímetros.04)-Luego vendría la caja del carro con
su base de madera, sus costanas laterales, sus cañizos de adelante y de atrás
ajustados y móviles, todo debidamente atornillado y asegurado con cintas y
planchuelas de hierro. Más los elementos adicionales de picones, tendido de
sogas y otros, tendentes a transportar carros de leña, hierba segada en los
prados a los pajares, manojos o haces de cereales de las tierras segadas a la
eras de la Trilla, y el resto de los menesteres (que eran muchos) que
demandaban el uso de los carros tirados por las parejas de vacas, en el caso de
Aliste.
El juego referido, como se ve era muy sencillo: El carro por naturaleza / longitud
de la icesa, es más pesado de la parte de adelante que de la de atrás – esto sin
carga alguna –. En cambio, cuando hay carga más pesada en la parte de atrás
de la caja, del centro del eje para atrás, el carro bascula con su eje sobre el buje
de las ruedas, hasta que el extremo de la parte de atrás del carro da en el suelo,
y la parte delantera del carro (la punta de la icesa) sube en ángulo hasta el límite
que le permite el choque de la parte de atrás hasta que encuentra el suelo (u
otra resistencia más alta si la hubiera).
En el ayuntamiento de Gallegos del Río y muchos pueblos alrededor, yo conocí
dos carreteros excepcionales, el tío Fermín ÁLVAREZ GONZÁLEZ, hijo del
bisabuelo Domingo (que yo todavía conocí en su parte final, creo que murió en
1933) y la bisabuela Toribia (que no conocí), hermano de Martina, Simón (mi
abuelo materno), Francisco, Pablo, Daniel y Rita, nacido en Tolilla y casado en
Lober de Aliste, donde por años ejerció su oficio a la perfección. El otro carretero
(además carpintero, ebanista y artista de la madera en todas sus formas y otras
aplicaciones artesanales) Marciano ÁLVAREZ ÁLVAREZ, hijo de Martina y
Juan; hermano de Antolín, Celedonio, Domingo e Isaac. Sobrino del Carretero
anterior (Fermín) del que aprendió su oficio en los talleres carreteros de Lober
de Aliste, y a quien sin duda superó en estética, seguridad, aerodinámica y
menor peso, a pesar de no llegar al uso de la energía eléctrica (el tío Fermín
tampoco la tuvo), que en forma muy tardía llegó a la mayoría de los pueblos de
Aliste. Es decir, ambos manifestaron sus capacidades artesanales, hechas
únicamente con las propias ideas, y plasmadas todas con las propias manos, y
con las propias energías vitales, sin herramientas movidas a fuerzas eléctricas.
Pelado de hojas en los Negrillos: Es bien conocido secularmente ( o mejor dicho
era, cuando había negrillos antes que los arrasara la epidemia de “grafiosis”),
que en el verano, las hojas de los negrillos formaban parte del menú que se le
daba a los cerdos, puestos en las pilas cóncavas de cantería, con agua, granos /
salvado /harina de centeno y otros.
Yo en estos menesteres, tuve que madrugar por encima de mis años, habida
cuenta que mi padre estaba ausente, contra su voluntad (preso por Alcalde de la
Segunda República) y mi madre, como todas las mujeres de esos tiempos, por
costumbres tradicionales arraigadas en la Comarca (y en otras muchas
comarcas de España y más allá), no podía andar trepándose a los negrillos.
Además, aunque hubiera querido, no hubiera podido hacerlo porque sufría de
vértigo de altura. Yo en principio, tampoco estaba tan seguro, pero sacando de
tripas corazón, sabía de mi responsabilidad en hacerlo, adquirí plena seguridad,
y me subía a la corona de los negrillos( y al resto de los árboles) como si tal
cosa. Además los negrillos eran muy seguros, pues sus ramas eran fuertes,
flexibles, y para nada quebradizas, y tenían ramajes en todas las direcciones,
con estacadas cercanas las unas a las otras, para acomodarse con facilidad,
tanto el ordeñador de las hojas, como la apertura y seguridad del saco
depositario de las mismas. Y un diligente pelador, en un buen negrillo en poco
rato llenaba el saco.
Mis primeras excursiones, negrillo arriba, fueron en el añoso y enorme negrillo
que se asentaba en el Corral de Adelante de nuestra Casa Solariega, donde
ningún año faltaba algún nido de jilguero en el ramaje alto del negrillo. En el viaje
que hice a España en Febrero-Marzo de 2004, ya el negrillo había sucumbido
por la “grafiosis” años antes, y según me contaron mi hermana Rufi y mi cuñado
Rocco MAMBRINO, tuvieron que cortarlo en dos partes: De la mitad para arriba
primero, y luego la parte de abajo, creo que ya estaba seco ( o muy enfermo), y
lo habrán destinado para leña de la lumbre de la Casa, a donde ellos suelen ir
cada año unas dos o tres veces.
En el Corral de Atrás de la Casa, había también unas matas de buenos negrillos,
que se pelaban a los efectos señalados; y en la Cortina de Tras las Casas, cuya
base da a la Calzada de Arriba del Pueblo, había otra hilera de excelentes
negrillos (alamedas, pues el negrillo es una variedad de olmo), altos, gruesos,
saludables, de tupido ramaje y excelentes hojas para los cochinos. Estaban tan
juntos, que yo me pasaba por las coronas de unos a otros, con alternancias de
los pelados, pues muchos de ellos daban buenas hojas dos veces en la
primavera-verano, cuando el pelado era al principio de la estación primaveral.
Es una lástima su desaparición, habida cuenta que era el árbol urbano por
excelencia en los pueblos de Aliste: Plazas, cortinas, huertas, corrales, prados
urbanos, etc., que además de utilitario en sus hojas, su madera – aparte del uso
para los carros que vimos con anterioridad –, era muy apto para la madera de
las cholas, cayados, cayatas, varas para arrear las vacas, tablas y otras
aplicaciones caseras, aparte de ser receptores de nidos y pájaros diversos en
primavera y verano.
En el comienzo de1951, cuando viaje a la Argentina, la grafiosis no había hecho
presa en Tolilla ni alrededores. En el primer viaje, aunque era invierno, no
escuché comentarios, aunque parece que ya andaba rondando por las
cercanías; en el segundo, ya estaba presente el desastre en todas las
direcciones; y en los posteriores, ya casi ni quedan rastros de los negrillos.
Parece que alguno quiere despuntar en las matas de antaño, pero cuando
asoma la cabeza, la peste se encarga del infanticidio.
Trote en las Burras: Nosotros teníamos la burra Cardona, un animal de talla,
fuerte para la carga, y necia en la obediencia. Mi abuelo Simón la negra, de talla
menor aunque también fuerte, más andariega, y mejor dispuesta y obediente.
Yo utilizaba con frecuencia las dos, en pelo (sin albarda ni alforjas) para las
gestiones de ir a buscar las vacas, y otros mandados de alguna distancia, que
aunque se podía ir a pie, a mí me gustaba usar ese medio de transporte
personal, más cómodo y rápido. En esos caminos de rodera, me gustaba
espolearlas con los talones, de manera que siempre las llevaba al trote
sostenido, y con alguna frecuencia tropezaban en el camino, y yo salía
disparado por encima de las orejas, que cuando de primavera avanzada o
verano se trataba, quedaba impregnado de ese polvillo de talco amarronado,
como si a propósito me hubiera revolcado en él. Y aunque caí varias veces de
las burras, por los tropezones referidos, nunca salí lesionado, salvo con la
nuestra en Septiembre-Octubre de 1934-35, que frente a la Casa del tío Daniel
ÁLVAREZ GONZÁLEZ ( hermano de mi abuelo Simón), camino de los
Llenaderos, la burra hizo un corcovo rápido en la bajada por el lado del pajar del
tío Juan GONZÁLEZ, y yo di en la caída con la cabeza en esas piedras lajas
puntiagudas de la barranca, me produjeron un chichón fenomenal, que manaba
sangre en todas las direcciones, incluso esa marca del zorro me duró muchos
años en el cuero cabelludo y en el casco de la cabeza.
Lo curioso, que como yo las había acostumbrado a no más subirme echarlas al
trote, las burras se acostumbraron, y cuando mi madre subía en la nuestra o la
tía Victorina en la de mi abuelo Simón querían hacer lo mismo, y les costaba
frenarlas con la cabezada, para que no iniciaran ese trote instintivo que tenían
incorporado a su rutina.
Eran unos animales estupendos, que yo disfruté por varios años recorriendo los
caminos del Pueblo y de viajes a otros lugares, de compras, ventas, ferias,
fiestas, visitas, encargos y otros. La nuestra la vendimos, luego de habernos
dado otra burresa Cardona, que ganaba a la madre en todo, que
lamentablemente murió de tétanos en 1945, pues se le había clavado en la base
de la pezuña un clavo de cabeza redonda, que se le infectó, la infección se
generalizó y murió en pocos días. La de mi abuelo, le fue robada de la cuadra
por la noche a comienzos de 1940. Se decía que había una gavilla de ladrones
que se dedicaba a robar burros para pasarlos a Portugal, en aquellos años
difíciles de la inmediata posguerra de España, y plena Segunda Guerra Mundial.
Sin duda eran los animales de elección en la carga ligera y rápida, tanto para las
cercanías, como para la media distancia, sumamente útiles en aquel medio
agrícola y ganadero, en las gestiones entre la Casa y las tareas de los
labradores de Aliste. Los burros Alistanos, siempre gozaron de gran prestigio.
Vacunación propia contra la Viruela: Esto que voy a contar, aparte de ser
rigurosamente cierto, no deja de ser: ”Una Gran Simonada”:
Corrían los primeros días del mes de Marzo de 1938, mi madre andaba
desempeñando las aradas de la relva (roturar las tierras de barbecho), y mi
Padre, en la Cárcel de Zamora, ya sentenciado a 8 años de prisión, 7 meses y
21 días (por haber sido Alcalde de la Segunda República de España). Días
ventosos, y es probable que por alguna parte de España – la Guerra había
terminado el 1º de Abril de 1939 – anduviera circulando alguna epidemia de
viruela, o que las autoridades competentes, como medida preventiva ordenaran
la vacunación contra la misma (en Tolilla hacía más de 10-15 años que no había
habido ese tipo de vacunación, y era demasiado tiempo el transcurrido).El caso
que cayó por la Escuela y el Pueblo, el médico del Ayuntamiento de Gallegos del
Río, don Gonzalo POLO IGLESIAS, un médico que no sabía medicina, aunque
ya maduro, y quién sabe cómo recibió el título; aunque se decía, que era medio
pariente de la mujer de Franco: Carmen POLO…de FRANCO ¿Quién sabe? El
caso que llegó al Ayuntamiento en 1933, cuando la CEDA (Confederación
Española de Derechas Autónomas), la Derecha española tradicional, absolutista
excluyente y opuesta a la evolución sociale española, había ganado las
Elecciones Parlamentarias de ese año 33, de la mano de GIL ROBLES, que
formó gobierno con Alejandro LERROUX como Presidente, y como siempre,
todo gobierno trata de posicionar a los partidarios y amigos, para que puedan
mamar de los Presupuestos generales del Estado, y a lo mejor, por esa vía llego
a Gallegos del Río don Gonzalo POLO IGLESIAS, pues de otra manera no se
justifica tal ineptitud médica diplomada por universidad y aceptada por el
gobierno.
Pues bien. A eso de las 09:30, de los primeros días de Marzo de 1938, cayó el
médico don Gonzalo en la Escuela de Tolilla, con un frasquito (el mismo para
todos) con un contenido medio viscoso y una lanceta (la misma para todos sin
esterilizar). Hizo despejar de ropa el brazo izquierdo de alumnas y alumnos, nos
puso en fila, y él con la misma lanceta y el mismo frasco, iba haciendo unas
rayitas en la piel, ligeramente sangrantes, en la caída lateral del hombro
izquierdo. Luego, en la misma Escuela y con los mismos elementos comunes,
vacunó a las personas que decían no haberse vacunado antes. Y ahí termino la
mañana en la Escuela.
Luego a días vista, empezaron a aparecer las pústulas en todos los brazos
vacunados, algunos incluso con temperatura / fiebre / calentura. Todos menos el
mío, donde se habían secado los cortes de la lanceta, sin señal alguna que la
vacuna hubiera prendido. Lo que me dejó preocupado.
Yo, que en la Escuela había leído con toda atención el Libro Invenciones e
Inventores, entre ellos las biografías del inglés Edward JENNER (1749-1823), el
descubridor de la vacuna de la viruela, y padre de todas las vacunas (por ser las
vacas el origen de las mismas, con la de la viruela), y la del francés Louis
PASTEUR (1822-1895), el padre de la microbiología, recordaba, que la vacuna
contra la viruela, se podía sacar de las mismas pústulas activas de un vacunado
de la viruela. De manera que recordando eso, hablé con Cándido MARTIN
RIVERA, compañero de la Escuela, se lo comenté, le pedí permiso para
pincharle una pústula de su vacuna activa, con una piedra fina, afilada y
cortante, e impregné ese contenido de pústula con corte algo sangrante, en el
mismo lugar donde me había cortado el médico referido (que es probable que el
corte que me hizo era muy superficial, o que la lanceta no estuviera impregnada
del líquido viscoso de la vacuna). Y con ese procedimiento, no recomendable y
peligroso, dos o tres días después de la autovacunación artesanal, sin higiene,
precaria y de libro (por haberlo leído, como dije) la Vacuna había prendido a
pleno, con pústulas para regalar, cuyas marcas todavía son bien visibles, casi 78
años después. Inclusive con dos o tres días de fiebre alta, circunstancias que yo
le oculté a mi Madre, para que no se preocupara.
Pero ¡Bueno! Todavía andamos por este Mundo, en las cercanías de las 87
Primaveras, aunque alejado unos 10.200 kilómetros al Suroeste y en el
Hemisferio Sur, del Salón de Vacunación al aire libre, en la pared Oeste del
Huerto de la Escuela de Tolilla, en el recreo matutino de una mañana de los
primeros días de Marzo de 1938, cuando estaban floreciendo un Almendro y un
Ciruelo (Bruñal), de los árboles frutales plantados en el Huerto de la Escuela.
De estas acciones, si se las pudiera contar ¿Qué pensarían y dirían los
eminentes descubridores y científicos E.JENNER y L.PASTEUR – modelos de
Ciudadanos Benefactores Universales –? Pues no lo sé, ni nunca lo sabré. Pero
tengo la sensación y ¡El pálpito! Que hasta podrían felicitarme, por esa loca
decisión y aventura.
NOTA ESPECIAL DE CIERRE: Ayer, en el Colegio de Paula, celebraron una
especie de Olimpiadas del 2015, en las Pistas de Costa Salguero a las orillas
del Río de la Plata – Costanera Norte – del Municipio de la ciudad de Buenos
Aires. Ella participó en el segmento mixto (niñas y niños) de Nueve (9) años,
cumplidos antes del 30 de Junio de 2015 (la minoría) y los Diez (10+) años
cumplidos desde el 1º de Julio de 2015. El resultado obtenido, fue:
a).POSTA de 4 x 100 metros: Medalla de Oro.
b).LANZAMIENTO DE BALA: Peso / edad: Medalla de Plata.
c)-100 METROS LLANOS:4ª posición: Sin medalla.
Naturalmente, son competencias regladas y normalizadas desde tiempo
inmemorial, y no improvisadas con los elementos a mano disponibles como las
de su abuelo Simón (de exposición precedente y variopinta en esta nota), pero
igual tienen su mérito (aunque le falten invención y originalidad espontánea). Y
aunque Paula no tiene ya Abuelas, para que lo publiquen, todavía le quedan los
Abuelos: Paterno (yo) y Materno (el padre de la Madre).
Buenas tardes ¡Amigos!
Simón
En Buenos Aires, 30 de Septiembre de 2015, en la tarde / noche de la Ciudad.