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¿EXISTE E L D I A L E C T O A N D A L U Z ?

E L PUNTO DE PARTIDA

E n u n trabajo reciente, José M o n d e j a r se ha ocupado de " s i el «andaluz» histórico es u n dialecto u o tra cosa que podemos l l a m a r modalidad o variedad reg ional del e s p a ñ o l " 1 . E l estudio consta de dos partes perfectamente sol idarias: desenmascarar u n a serie de falacias y hacerlo desde unos presupuestos teóricos. Los razona­mientos esgrimidos cont ra los sembradores de cizaña son de u n a implacable contundenc ia , y nadie que crea en eso que l lamamos quehacer científico dejará de aceptarlos. E n cuanto a los f u n d a ­mentos teóricos de si el andaluz es o no u n dialecto, he tenido que m e d i t a r u n poco. Porque u n prob l ema de terminología pue­de signif icar muchas cosas, sobre todo en días en los que , bajo el uso mendaz de las palabras , se quiere desv ir tuar los hechos. R a z ó n por la que ya debemos r o m p e r el silencio, si somos cons­cientes de nuestra p r o p i a responsabi l idad social. Pero hay más, u n o debe defender sus ideas científicas cuando se ponen en tela de j u i c i o o cuando son combatidas silenciándolas. H e dejado pa ­sar t i e m p o para escribir s in n i n g u n a urgencia . Además , lo hago desde u n a lejanía que da u n aire pueb ler ino a todo lo que no es l a v e r d a d , con lo que se gana en ob j e t i v idad . Y , por último, que M o n d e j a r sea m i amigo entrañable no debe i m p e d i r que digamos, ambos , lo que creemos sobre cuestiones de nuestro of icio .

1 "Natura leza y estatus social de las hablas andaluzas", en M A N U E L A L ­VAR (coord.), Lenguas peninsulares y proyección hispánica, Fundación Friedrich Ebert - Inst i tuto de Cooperación Iberoamericana, M a d r i d , 1986, pp. 143-149. E l fragmento que aquí transcribo está en la p. 143.

NRFH, X X X V I (1988), num. 1, 9-22

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L A OBJETIVIDAD DE LOS HECHOS

Para jus t i f i car lo que v a n a ser sus razonamientos , parte el autor de dos textos míos: u n o de 1964 (que le parece b i e n ) , y otro de 1961 (que no se lo parece tanto ) . Pongamos en orden la cronolo­gía: cuando escribí el artículo en el homenaje a d o n Al fonso Reyes 2 partíamos de u n conocimiento de los hechos que había fa­ci l itado el ALEA; hoy, tantos años después, y sabiendo mucho más de la dialectología española y de la americana, las cosas siguen teniendo el m i s m o carácter: los rasgos andaluces son más, m u ­chos más de los que aisladamente pueden darse en lo que se l l a ­m a n hablas mer id ionales , lo que no es u n término j u s t o , o atlán­ticas, que tampoco lo es 3. Q u e u n rasgo andaluz como, por e jem­p lo , la aspiración de la ese se dé en Salamanca, en A v i l a o en T o l e d o 4 , que la neutralización de / = r aparezca — p o r decir u n solo d o m i n i o — en Puerto R i c o 5 o que haya abertura de vocal en los plurales en algún sitio del español r iop latense 6 , no creo que qu i ten fisonomía al andaluz, n i la pierda porque encontremos otros rasgos suyos en canario o en m u r c i a n o . N o creo que ningún a f i ­c ionado a la dialectología confunda a u n hablante de Las Palmas o de Cartagena con o tro de Málaga. Sigo creyendo en unas pala­bras mías que cita el Prof . Mondéjar :

Lo que viene a crear su especial fisonomía [del andaluz] es la enorme cantidad de rasgos que aquí se han dado cita; el grado ex­tremo a que se han llevado todos los procesos, la altura social que

2 " H a c i a los conceptos de lengua, dialecto y hablas" , NRFH, 15 (1961), 54-59. Lo he recogido en La lengua como libertad, Cu l tura Hispánica, M a d r i d , 1982. Citaré por este l ibro , porque en él agrupo otros trabajos que ahora ne­cesitaré usar. E n la p. 145 de su estudio, Mondéjar cita con inexactitud m i título; hay otros errores, como antonomasia por autonomía, que pienso deberán cargarse a la cuenta del impresor.

3 Véase GREGORIO SALVADOR, "Discordancias dialectales en el español atlántico", en el ISimposio Internacional de Lengua Española (1978), Las Palmas, 1981, pp. 351-362.

4 Véase ANTONIO LLÓRENTE, Las hablas vivas de Zamora y Salamanca en la ac­tualidad (en la obra que cito en la nota 1, pp. 117-118); M Á X I M O TORREBLAN-CA, "Estado actual del lleísmo y de la h - aspirada en el noroeste de la prov in ­cia de T o l e d o " , RDTP, 30 (1974), 77-89.

5 Baste recordar el l ibro clásico de TOMÁS NAVARRO, El español en Puerto Rico, Universidad de Puerto Rico, Río Piedras, 1948, pp. 76-88.

6 WASHINGTON VÁSQUEZ, El fonema /s/ en el español de Uruguay, M o n t e v i ­deo, 1953.

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han alcanzado uno a uno y el conjunto de las manifestaciones l i n ­güísticas.

Y esto caracteriza al andaluz dentro de las demás hablas que p r o ­ceden — n a t u r a l m e n t e — del castellano. Las caracterizaciones en lingüística, y fuera de ella, se hacen " p o r asoc iac ión" de discre­pancias, ¿ c ó m o si no?

Por o t ra parte , Mondé jar dice:

Todas las hablas meridionales conocen, en mayor o menor gra­do, la aspiración de la -s implosiva, la abertura de la vocal final, la aspiración de las velares sordas, la confusión de r y / en final de sílaba o su pérdida en posición final absoluta, etcétera.

A q u í hay reunidas cosas heterogéneas: no se puede mezclar la as­piración de la -s, que es u n proceso de la " d e m o l i c i ó n " de la s implos iva del indoeuropeo 7 , que afecta a muchísimas lenguas y en la nuestra tiene enorme difusión, con la aber tura de la vocal final, pues no se ha resuelto del m i s m o m o d o la manifestación del p l u r a l en r u m a n o y en granadino . N i en sevillano y granad ino , con lo que tendremos otro hecho básico al que me referí hace casi t r e i n t a años: " [ l a s Andalucías] que nosotros podamos descubrir carecen por completo de cierta u n i f o r m i d a d o «nivelación» lingüís­t i c a " (p . 63) y esto es u n rasgo dialectal , porque , si no lo fuera, habría que i r pensando en otras cosas. E n sociedades como las nuestras, donde escribir no es difícil, los dialectos sólo s irven pa­ra u n a l i t e r a t u r a de escaso va lor , pues la creación duradera está en la lengua de c u l t u r a 8 . N o vale decir que entonces no se t ra ta sino de variedades; la diferenciación es algo sobre lo que voy a escribir y sobre lo que escribiré. Pero no puedo aceptar que " t o ­das las hablas meridionales conocen en m a y o r o m e n o r g r a d o " unos cuantos fenómenos. Sí, pero vuelvo a m i granadino: ¿su aber­t u r a vocálica es como la de otros sitios? ¿Es el g ranad ino como el panocho, como el jándalo o como el palmero? M e refiero al grado de o r i g i n a l i d a d . Y quedan cosas que no e n t r a n en el i n f o r m e de m i compañero : nada se dice de la desoclusivización de la ch, que obl iga a u n reajuste fonológico de todo el sistema de las palatales

7 Véase M . ALVAR., " L a s hablas meridionales de España y su importan­cia para la lingüística comparada" , RFE, 39 (1955), 284-313.

8 Véase m i Lengua y dialecto, cuestión de prestigio, Universidad, Alcalá de He­nares (en prensa).

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y , v incu lado con él, del de las dentales; nada dice de la pérdida de las implosivas que u n i d o , allí donde se da , a l h u n d i m i e n t o del sistema p r o n o m i n a l castellano, fuerza a u n a reagrupación de las formas verbales, br i l lantemente estudiadas por Mondé jar 9 , pero que sólo en parte coincide con América ( fa l tan el voseo y formas concurrentes) y está creando u n a ordenación de los pronombres m u y extraña al caste l lano 1 0 . C o n lo que tendríamos u n a f o r m a ­ción del p l u r a l o u n a neutralización de los signos que nada tiene que ver con la norteña y u n a estructura del sistema verbal i g u a l ­mente diferenciada. ¿ N o es esto " sent ido v u l g a r " del término d ia ­lecto? Y añadamos otras discrepancias: leísmo, laísmo y loísmo son desconocidos en Andalucía, mientras que ya están m u y fir­memente asentados en Cast i l la ; se argüirá que es Cast i l la la d i s i ­dente , pero ¿habrá o no dis idencia cuando el rasgo afecta a León , E x t r e m a d u r a , Casti l las, L a M a n c h a ? Para mí el m a n t e n i m i e n t o etimológico es otro rasgo d i ferenc iador , por más que sea arca i ­zante , frente al carácter i n n o v a d o r de Andalucía frente a Cas t i ­l l a . Y cuido mucho no decir español para no compl i car y enma­rañar las cosas. Habría también que hab lar de lexicalización de fenómenos fonéticos que, lógicamente, afectan al vocabulario y la o r ig ina l idad del léxico, por más que no se c rea 1 1 , o tras los t r a ­bajos de J u l i o Fernández-Sevilla y José Andrés de M o l i n a 1 2 , m a l podemos decir que no esté alterada la es tructura " lexicosemánti-c a " del castellano, y no hablemos del uso de los pronombres , t a n re i terado frente al septentr ional , o s in tagmas 1 3 como no empujéis, nunca más, nada más, vamos ahora mismo, cuanto más. . . mejor, etc. , desconocidos por el castellano ba jo las formalizaciones andaluzas y que si los c ito aquí es porque están en el ALEA, t a n poco r i co ,

9 E l verbo andaluz. Formas y estructuras, C . S . I . C . Instituto M i g u e l de Cer­vantes, M a d r i d , 1970 (Premio Anton io de Nebr i ja , 1959). Esta importante obra tuvo el valor de anticipar lo que ya se había allegado para el ALEA y que se tardó en ordenar, precisamente con la colaboración del autor (t , 6 del Atlas).

10 ALEA, 6, mapas 1821-1833, donde se consignan no pocas anomalías con respecto a la norma común.

1 1 Publiqué hace mucho u n trabajo de conjunto, escrito años antes (en 1959 lo expuse en Río Grande Do Sul): ' 'Estructura del léxico andaluz" , BdFS, 16 (1964), 5-12.

1 2 Respectivamente: Formas y estructuras en el léxico agrícola andaluz, C . S . I . C , M a d r i d , 1975; Introducción al estudio del léxico andaluz, Granada, 1971.

1 3 Véase A N T O N I O N A R B O N A , "Problemas de sintaxis coloquial andaluza" , R E L , 16 (1986), 229-275.

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como suelen ser todos los atlas, en problemas de s in tax i s 1 4 . N o seré yo quien niegue que esto son variedades, pero habrá que en­c o n t r a r el registro preciso para poderlas de f in i r . Insistiré en ello.

V o l v a m o s ahora a m i opinión de 1964. E l profesor Mondéjar copia u n trecho en el que digo :

Las hablas canarias no son u n dialecto. N i uno solo de sus ras­gos fonéticos es privativamente suyo, n i su léxico se diferencia de los otros [. . . ] . Pertenece a un gran complejo [. . . ] en el que cabrían el extremeño del sur, el andaluz, el murciano [. . . ] 1 5 .

A l a tesis de m i gran amigo le conviene que el andaluz forme b l o ­que con esas hablas meridionales en las que diluiría su o r i g i n a l i ­d a d , pero mis ideas son m u y precisas, y lo eran hace muchos años. N a d a de particular tendría cambiarlas (para bien) , pero siento decir que n o las he cambiado .

C u a n d o inventé el ALEA (1952) apenas si sabíamos algo del anda luz ; del canario , hasta 1959, poco más que nada. C u a n d o puse en m a r c h a el ALEICan (1964) ya había publ i cado tres tomos del ALEA16. Es decir , podíamos establecer, desde m i p u n t o de v i s ta , u n a coordinación de saberes que estaban explícitos en la p r o p i a orientación del ALEICan. Para Mondé jar , el decir yo que el anda luz es u n dialecto y el canar io no , supone "establecer de­pendencias de estatus que [. . . ] parecen no e x i s t i r " en m i pensa­m i e n t o . N a d a más lejos de la r e a l i d a d , y para expl icarlo recurro al m u c h o saber de u n romanis ta t a n i lustre como M o n d é j a r 1 7 . C u a n d o tratamos de ordenar , r e curr imos a los rasgos comunes de unas lenguas; así decimos que el r u m a n o , el rético, el sardo, etc. , son lenguas románicas por lo que las agrupa (su base l a t i ­n a ) ; es lo que hice en m i texto de 1964; pero al decir que el f r a n -

1 4 Sobre estas dificultades, véase R . A . HUDSON, Sociolinguistics, Cambr id ­ge Univers i ty Press, Cambridge, 1 9 8 0 , p. 46.

1 5 Las mutilaciones son mías, pero no atañen a lo que voy a decir. M i redacción no parece gustarle a m i ilustre amigo y pone el sambenito de (sic) a una referencia para mí m u y clara: el antecedente es dialecto y no hablas, cues­tión de estilo. Como lo son los estilemas pleonásticos de le: <cla interpretación que le d i a este t e x t o " (p. 144), " l a existencia de todos y cada uno de los rasgos [. . . ] es lo que le resta indiv idual idad al dialecto" (p. 145).

1 6 L a obra debiera haberse acabado de i m p r i m i r en 1967, de haber se­guido con el r i tmo que teníamos marcado; si no se hizo fue por la estafa con que nos agració la piedad de u n grabador.

1 7 Dicho brevemente: el canario es andaluz, cf. infra.

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cés es u n a lengua románica no se me ocurre pensar que no esté b i e n diferenciada, n i al enumerar las ' 'hablas hispánicas m e r i d i o ­n a l e s " se me ocurre negar la fuerte diferenciación del andaluz . C u a n d o tratamos de caracterizar en lingüística, lo hacemos por lo que es discrepante, o r i g i n a l o como queramos l l a m a r l o , y en­tonces el portugués, el español o el i ta l iano lo son por lo que no se parecen, es decir , por sus peculiaridades; o el andaluz , frente al canario , por las suyas.

Pero esto que es c laro , y que no debiera merecer más comen­tar ios , se ha tergiversado, pienso que inconscientemente. E n el a r ranque m i s m o del estudio están esas palabras de " s i el andaluz histórico es u n dialecto u o tra cosa" (p . 143). ¿Qué quiere decir andaluz histórico? Porque lo que en el t rabajo se estudia es el anda­l u z , como m u c h o a p a r t i r de 1881 , y siempre que se hacen refe­rencias se hacen, ta l y como la lógica impone , a situaciones ac­tuales; es decir , se ha mezclado andaluz histórico (hecho de d iacro -nía) con naturaleza y estatus social de hoy (hecho sincrónico) con lo que se han venido a enrevesar cosas que deben estar separadas. E l andaluz histórico es, lisa y l lanamente , caste l lano 1 8 ; el anda­luz de hoy no es castellano. Es decir , la "gramática histórica" del andaluz es el castellano; la del castellano, el latín. Y aquí en­t r a n las diferencias: el canario no es castellano trasplantado a las Islas y allí evoluc ionado, sino andaluz , concretamente m o d a l i d a d lingüística sevillana l levada desde Sevilla (y Jerez y C á d i z ) 1 9 y evoluc ionada allí como evolucionó en Andalucía. Es decir , el ca­n a r i o es históricamente andaluz (una m o d a l i d a d del andaluz) y el andaluz es históricamente castellano. Si Mondé jar no piensa así, estaremos hablando desde galaxias heterogéneas, pero no lo creo: ha tenido u n desliz al i n v o l u c r a r la h is tor ia . Y , en la h isto ­r i a , estamos to ta lmente de acuerdo. Nos separa u n p r o b l e m a de sincronía. Pienso que n i s iquiera esto: u n a pequeña cuestión de nomenc latura que — l o diré m i l veces— m i entrañable y m u y que­r ido amigo ha forzado para llevar mis ascuas a sus sardinas, cuando en la real idad tiene toda la razón; en la ciencia, p lena a u t o r i d a d y en la dialéctica, la fuerza de la m a n d a r r i a b l a n d i d a por el herre ­r o de Goya .

1 8 Porque cuanto sabemos del andaluz como tal no está en los viejos tex­tos que tan pobres son en las manifestaciones dialectales.

1 9 Para no extenderme en referencias bibliográficas, véase el cap. 3 "Se­v i l la y Las Palmas" en m i l ibro Niveles socioculturales en el habla de Las Palmas de Gran Canaria, Cabildo Insular de Gran Canaria, Las Palmas, 1972, pp. 51-57.

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E n el manoseado artículo de 1961 (Mondéjar lo caracteriza como " m u y conoc ido" ) intenté plantearme la cuestión de qué era lengua, qué dialecto, qué hablas. D i j e entonces cuan imprecisa era u n a terminología que no es lingüística, sino paralingüística 2 0 . ¿Por qué u n sistema se l l a m a lengua y otro dialecto? Para mí, hoy , sencillamente por razones de prest ig io . A h o r a b ien , a lo largo del t i e m p o los lingüistas h a n ido exponiendo sus criterios con la pre ­tensión de aclarar las cosas: así historicistas y estructuralistas, así idealistas y positivistas, así geógrafo-lingüistas o sociólogos 2 1 . Para todos, sin excepción, dialecto es u n a diferenciación 2 2 y ha hab ido lingüistas que ven la di ferencia sólo cuando la lengua o r i g i n a r i a ha desaparecido y quedan , únicamente, sus herencias. Otros (en­tre los que me encuentro) j u z g a n que no es necesario esperar la m u e r t e de u n a lengua para que podamos i r v iendo sus muchas diferencias. Y entonces surge el problema de la nomenclatura. Des­pués de no poco especular y ver lo que los demás habían d i cho , llegué a la conclusión de que dialecto es " u n sistema de signos des­gajado de una lengua común , v i v a o desaparecida; n o r m a l m e n t e con u n a concreta limitación geográfica, pero sin u n a fuerte d i fe ­renciación frente a otras de or igen c o m ú n " (p . 62) . Para mí , y acabaré ya de re fer irme a ese artículo tan ant iguo , todos estos ras­gos se dan en el andaluz . Dec i r que es u n hecho indiscut ib le que " l a s hablas andaluzas, respecto del español, no d i f i eren sustan-c ia lmente de la lengua histórica, encarnada en cada región con v a r i a n t e s " me parece cerrar los oídos a la rea l idad . Porque ¿qué es el español?, ¿qué es la lengua histórica? ¿El español es lengua histórica? Creo que así, en montón , las cosas no se ent ienden. I n ­tentaré decir lo que pienso:

Español es el suprasistema abarcador de todas las realizacio­nes de nuestra lengua. O dicho técnicamente: la lengua abstracta que todos aceptamos, que tiene v i r t u a l i d a d en la lengua l i t e r a r i a escrita y que n i n g u n o habla . Es el sistema considerado fuera del

2 0 Por eso hacía m u y bien H u g o Schuchardt para no animar n i desani­mar a sus amigos de Sevilla. Los problemas son muchos y enrevesados. Y si se quiere aducir la suprema autoridad, copiaría u n texto: " i l est difficile de diré en quoi consiste la différence entre une langue et un dialecte" (FERDINAND DE SAUSSURE, Cours de linguistique genérale, éd. critique préparée par T u l l i o de M a u r o , Payot, Paris, 1972, p. 278).

2 1 Cf. " L a dialectología" (1968), incluida en La lengua como libertad. 2 2 Véase el cap. 8 de J . B . PRIDE, The social meaning of language, Ox ford

Univers i ty Press, London , pp. 60-69, donde se analizan las diferencias entre las lenguas y los dialectos.

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i n d i v i d u o . Pero esta abstracción se realiza en mi l lones de actos comunicat ivos ( la parole) que están trabados por dos órdenes de fuerzas, las geográficas y las sociales. D e ahí las variedades geo­gráficas (o dialectos tradicionales) y las verticales (o sociolectos).

¿ A qué lengua histórica se refiere el andaluz? ¿Al español que se aduce? Si esto es así la formulación es falsa, porque la lengua histórica a la que se debe refer ir el andaluz no es el español (ine­xistente en el siglo x m o en el siglo x v ) , sino al castellano. Sólc después, los andaluces h a n ayudado a conformar — ¡ y de qué mo­d o ! — la u n i d a d de sistema de sistemas que es el español. Por tan­to decir que el andaluz no " d i f i e r e sustanc ia lmente" del españo es erróneo históricamente y re lat ivo , porque hay que saber qué se quiere decir con sustancialmente. E n cuanto a las discrepancias del andaluz con respecto del castellano me parecen de cierta ent i d a d . Y muchísimas más si pensamos en u n "caste l lano históri c o " , porque , y estoy tota lmente de acuerdo con Mondé jar , " e castellano de Cast i l la puede ser t a n var iedad o si se quiere tar dialectal como el andaluz respecto del e spaño l " (p . 146).

Si sustancialmente quiere decir que las discrepancias del anda luz son " p o c a s " fonológicamente y " b a s t a n t e s " fonéticamente tendremos que dar contenido objet ivo a poco y bastante. Dependí de lo que queramos decir y depende de lo que entendamos poi fonética y por fonología. Porque si es poco el func ionamiento fo nológico de A y 0, to ta lmente d i s t into del que t iene la jota er castel lano 2 3 , el seseo o el ceceo 2 4 , el yeísmo y la alteración del sis t ema de palatales, la desoclusivización de la chy el reajuste de la: dentales, etc. , no sé cuál será el va lor de mucho25. Para mí , pues el andaluz está suficientemente d i f e renc iado 2 6 . Desde luego s< puede enfrentar a ese español escrito por A l b e r t i , por L o r c a o po: Pemán, como se puede enfrentar el castellano ora l a las obras d< Del ibes o el aragonés (aunque menos) a las de Sender. L o qu< es falso, y políticamente embaucador , es negar su dependencií de lo que Mondé jar l l a m a "español c o m ú n " . Y en adelante sig(

2 3 "Sev i l la , macrocosmos lingüístico", E F L , pp. 13-42. Está mal expre sado decir que en las hablas meridionales conocen " l a aspiración de las vela res sordas" (p. 145); no conocen, son, puesto que no proceden de jo ta .

2 4 " A vueltas con el seseo y el ceceo", Rom, 5 (1972), 41-57. 2 5 Y no se debe olvidar lo que es la norma regional, que hará desdeñaba

en u n sitio lo que es aceptado, y hasta universal, en otro (véase " L a norm; lingüística", en La lengua como libertad, pp. 43-44).

2 6 Véase A . LLÓRENTE, "Fonética y fonología andaluzas" , RFE, 4! (1962), 227-240.

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en todo de acuerdo con él. L o que ocurre es que todas las d i feren­cias que l l a m a variedades para mí son variedades con más valores (por supuesto, no el de la escisión n i la separación políticas). Porque si nos atenemos a lo que Mondéjar quiere signif icar como dialec­to (pero no lo dice) parece que nuestra lengua no los t iene. O , si acaso, sólo lo serán los históricos. Volveríamos a estar en el p r i n ­c ip io : ¿qué grado de diferencia había entre leonés, castellano y aragonés en el siglo xn? ¿Por qué l lamamos lengua al castellano y dialecto al leonés? A r g u m e n t a n d o con sus mismos razonamien ­tos: hay una lengua, el español común, y unas variedades (el castella­no de Cast i l la , el andaluz , el aragonés ac tua l , el leonés de hoy , el panocho, el ch inato , etc.) . C o n f o r m e , pero , o t ra pregunta na ­da retórica ¿son diferencias del m i s m o grado las del habla de Z a ­m o r a o Salamanca que las que se d a n en Málaga? Y quedan otras causas históricas ya apuntadas: la dependencia que t ienen del an ­daluz tantas y tantas modalidades del español actual (no sólo en la Península y en las Islas). Precisamente, diferencias e h is tor ia me hacen ver el andaluz como u n dialecto y no aceptar que me d i g a n que la " m a n e r a de h a b l a r " u n a lengua es —así , sin más— " e l sentido v u l g a r del término [d ia lecto ] , no el t é cn i co " (p . 145), pues b u e n cuidado he tenido siempre en no c o n f u n d i r " l a com­prensión de u n habla y el metalenguaje de u n a c i e n c i a " 2 7 .

A C E R C A DE U N T E X T O TEÓRICO

Precisamente, la referencia última que he hecho al trabajo de M o n ­déjar encierra en el o r i g i n a l u n hoy subrayado para ind i car qué se considera científico y qué no por estas calendas, y el autor adu ­ce el mucho peso que científicamente posee el Prof. C o s e r i u 2 8 . Pe­ro aduc i r u n a a u t o r i d a d puede tener sus riesgos, como nuestro autor señalaba al comenzar su t raba jo . Por eso hemos de a u m e n ­tar nuestra cautela si buscamos el a m p a r o del sabio cuyo magis­ter io reconocemos, y para mí , resulta sorprendente la utilización de ta l estudio . Justamente porque dice todo lo c o n t r a r i o de lo que se pretende.

C o m o es lógico , Eugenio Coser iu señala la d i f i cu l tad de sepa-

2 7 " L e n g u a , dialecto y otras cuestiones conexas", en La lengua como liber­tad, p. 66.

2 8 E . COSERIU, " L O S conceptos de «dialecto», «nivel» y «estilo de lengua» y el sentido propio de la dialectología", LEA, 3 ( 1 9 8 1 ) , 1-32.

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r a r los conceptos de lengua y dialecto , pero intentando aclarar las cosas me limitaré a copiar unos cuantos párrafos del artículo m e n ­c ionado:

1. " E n t r e dialecto y lengua no hay diferencia de concepto o «sustancial»" (p . 5), según hemos dicho cuando nos ocupamos del t e m a .

2. " E l término dialecto — c o n t r a r i a m e n t e a u n a opinión m u y d i f u n d i d a — no significa o tra cosa que el término lengua. Pero , si todo «dialecto» es u n a lengua, no toda «lengua» es u n d i a l e c t o " ( p . 5) . N o me extiendo: es lo que para mí resulta claro desde hace muchos años. E l castellano es u n a lengua y tiene sus dialectos; éstos — e v i d e n t e m e n t e — no son lenguas.

3. " U n «dialecto», sin dejar de ser intrínsecamente una «len­gua» , se considera como subord inado a o t ra «lengua» de o rden s u p e r i o r " (p . 6) . E n mis análisis l l a m o a esta super ior idad pres­tigio.

4. " E l término dialecto, en cuanto opuesto a lengua, designa u n a l engua menor d i s t ingu ida dentro de (o inc lu ida en) u n a lengua m a y o r , que es, jus tamente , u n a lengua histórica" (p . 6) . A r g u m e n ­to evidente: el castellano es dialecto del latín; las " v a r i a n t e s " del castellano son sus dialectos.

5. " U n a lengua histórica —salvo casos especiales— no es u n m o d o de hablar único, sino u n a «familia» histórica de modos de h a b l a r afines e interdependientes , y los dialectos son m i e m b r o s de esta f a m i l i a o const i tuyen fami l ias menores, pero dentro de la fami l ia m a y o r ' ' (id.). C laro que si las diferencias fueran tan grandes habrían nacido otras lenguas b i e n diferenciadas (francés, i t a l i a ­n o , portugués frente al latín), lo que no ocurre con lo que l l a m a ­mos dialecto, n i m u c h o menos, con las hablas locales.

6. " A s í , el español de Amér ica es, fundamenta lmente u n d i a ­lecto [. . . ] de la lengua española común (es decir , del castellano en cuanto lengua c o m ú n ) ; y lo m i s m o cabe decir del andaluz , del canar io y hasta del judeo -españo l " (p . 14). Acepto y preciso: el canario no es sino andaluz , con ciertos componentes léxicos (muchos portugueses y pocos prehispánicos); el judeo-español es u n a ¡coiné con diversos integrantes en cada asentamiento de la diáspora.

Justamente a estas situaciones se llega también por otros ca­m i n o s ; lo que es lógico, si las formulac iones son exactas. Coser iu — s i n embargo , ¿ cómo i b a a creerlo?— no dice qué a l t u r a debe alcanzar el termómetro para decir esto es variante y aquello dialec­to. N o puede decirlo porque se mueve en u n plano teórico en el

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que — b i e n lo sabemos todos— no hay diferencias entre lengua y dialecto; el nudo de la real idad práctica es el que ahora nos afecta y entonces resulta que dialecto es " u n m o d o de hablar subordina­do a una lengua histórica, de l imi tado en el e spac i o " 2 9 . R e t o m o la cuestión: castellano, lengua histórica con respecto al andaluz, pues esa lengua está " p o r enc ima de la var iedad d i a l e c t a l " . Nadie ha negado que dialecto y variedad sean términos válidos; lo que ocurre es que establecemos u n a jerarquización que parece evidente: el anda luz es u n dialecto del castellano y en ese dialecto hay m u l t i ­t u d de variedades (sevillanas, cordobesas, almerienses y, también, canar ias ) 3 0 .

SOBRE SOCIOLINGÜÍSTICA

E n 1979 publiqué el artículo " L e n g u a , dialecto y otras cuestio­nes conexas" 3 1 . Traté de hacer ver cuan inoperantes eran en R u ­sia las cosas que como marxistas se nos querían servir por estos andurr ia les . H o y las cosas me parecen más claras todavía: los po­derosos expor tan a los débiles los productos tarados que no les s irven en casa 3 2 , mientras ellos t r a t a n de fortalecerse, también en lingüística. Por e jemplo :

The Russification polices of the Tsars were deliberate attempts to use the Russian language as the «cement of empire». Although there were a few who called for the use of other national languages i n school, no real change occurred unt i l after the Revolut ion 3 3 .

2 9 Según ibid., p. 1 2 , nota 1 3 . 3 0 Valga para acabar otro texto de COSERIU: " E l andaluz de Sevilla, si se

considera absolutamente [. . . ] será «la lengua popular de Sevilla». Y si se con­sidera desde el punto de vista de su estatus histórico será: «el dialecto de Sevi­lla», si se deslinda directamente dentro de la lengua histórica española; «el dia­lecto de Sevilla», si se deslinda dentro del «dialecto andaluz»; y «el sub-subdialecto de Sevilla», si se deslinda dentro del andaluz y éste se considera, a su vez, en relación con el «dialecto castellano», como «subdialecto» del mis­m o " (op. cit., p. 1 1 ) .

3 1 LEA, 1 ( 1 9 7 9 ) , 5 - 2 9 , ahora en La lengua como libertad. Véase también " L a norma lingüística" en ibid.

3 2 Trato de esto en "Planificaciones y manipulaciones lingüísticas", en el l ibro colectivo Lengua y sociedad (en prensa).

3 3 Con muchísimas referencias bibliográficas que apoyan el aserto, en J O H N EDWARDS, Language, society and identity, Ox ford , 1 9 8 5 , p. 1 8 0 .

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C o m o el t raba jo de Mondé jar coincide con el mío en no pocas afirmaciones, e incluso referencias, por haber ido ambos a las fuen­tes de p r i m e r a m a n o , no voy a hacer sino suscribir lo que él dice. M e gustaría apoyarle en algún p u n t o : el complejo de i n f e r i o r i d a d de los andaluces lo t ienen también los aragoneses, los canarios, los puertorriqueños (¿quiénes no?) pero no por ser lo que son, sino por ser i n c u l t o s 3 4 . Si se les d iera la educación a que t ienen derecho, el complejo de i n f e r i o r i d a d desaparecería, porque la ta l i n f e r i o r i d a d no existe. Y o quisiera a m p a r a r m e en ju i c i os ajenos no para tener más razón, sino para que la mía esté amparada por q u i e n n i de lejos ha saludado nuestros problemas. H a b l a r de u n a m a n e r a , si detrás de ella está la conciencia del saber, no le parece v i tuperable a qu ien la u t i l i z a . Mondé jar lo ha dicho y b i e n ; por m i parte añadiría que los sociolingüistas h a n l legado a la conc lu­sión de que el dialecto viene a ser el con junto de "var iedades se­gún el u s u a r i o " y dent ro de él están los registros, que son las " v a ­riedades según el u s o " 3 5 , con lo que resulta que el dialecto mues­t r a lo que u n o es y el registro lo que hace. Por t a n t o , el dialecto andaluz (de ahora en adelante le llamará dialecto) presenta todas esas variedades que hemos señalado y la " c o m p l e j i d a d " de los andaluces está en la inadecuada utilización de su dialecto. L o m i s ­m o que en todas partes. M á s aún, contra ella está la conciencia social de c ó m o se h a b l a , que no es —prec i samente— sentido de i n f e r i o r i d a d , sino porque la a l tura social del dialecto afecta a todos 3 6 , lo que podría hacer pensar en una situación diglósica, ta l y como propone Fasold:

T h a t diglossic c o m m u n i t y be de f ined as a social u n i t w h i c h sha-res the same H i g h a n d L o w variet ies . Each speech c o m m u n i t y m u s t share not o n l y the same H , b u t the same L as w e l l 3 7 .

3 4 Véase " A c t i t u d del hablante y sociolmgüística" [1977] en m i l ibro Hombre, etnia, estado, M a d r i d , 1986, y las muchas referencias que a la cuestión se pueden entresacar en el índice de la obra (s.v. español).

3 5 H a y no poca bibliografía recogida por R. A . HUDSON, op. cit., pp. 48-49. Claro que hay mucho que hablar sobre ello, véase el trabajo de COSE-RIU que he comentado y las páginas de JOSÉ JOAQUÍN MONTES, "Dialecto lo ­gía y sociolinguística: algunas ideas sobre sus interrelaciones", LEA, 8 (1986), 133-141.

3 6 L o escribí en 1961 cuando hablé de " l a altura social" de sus rasgos (p. 64).

37 Tke socioürtguisties of socieiy, Ox ford , 1984 [reimpresión 1985], p. 44. Hay que leer también las pp. 34-38. Es útil considerar el estudio de EINAR HAUGEN,

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Las atenuaciones que hay que f o r m u l a r no son pocas y a ellas ya m e referí. Pero el " c o m p o r t a m i e n t o i n s t i t u c i o n a l i z a d o " es — l o he recogido a lguna vez— " e l objeto de la m o r a l i n t e r n a de los s e n t i m i e n t o s " 3 8 y , en de f in i t iva , el " r u r a l i s m o y la expresión m a ­z o r r a l " de quienes no deberían u t i l i z a r semejantes registros no es o t r a cosa que la pobre visión de la v ida que los tales poseen 3 9 , y resulta antidemocrático querer i m p o n e r la barbar ie por el solo hecho de ser local o i n c u l t a 4 0 .

Y esto me obl iga a per f i lar algo que escribí en 1976 y que he reeditado en 1986 4 1 . E l estudio del mapa 5 del ALEA me hizo ver con c lar idad cuál era la conciencia lingüística de los andaluces: h a y u n ideal me jor de lengua que es el castellano, aunque no s iem­pre n i colect ivamente, pero también

una fuerte identificación con su dialecto [. . . ] . Y es que unas hablas como éstas, muy diferenciadas de la lengua común, sirven para acentuar el sentido dialectal de las gentes que las emplean; más aún crean una autoafirmación de personalidad que les hace descui­dar todo aquello que les es dispar, y eso desde el catedrático de U n i ­versidad hasta el último bracero, con lo que resulta que el dialecto tiene un prestigio social que difícilmente alcanza en ningún sitio del país, y es que en Andalucía se trata de una conciencia colectiva ín­timamente sentida (p. 18).

A continuación de estas palabras ponía otras que son verdad e h i s t o r ia , pero ahora ut i l izadas al servicio de algunos de los nue­vos mandatar ios ; entonces escribí que ta l conciencia colectiva no era " a c t i v a d a o m o t i v a d a por idealismos de clases d i r i g e n t e s " 4 2 . Leyendo a Mondé jar ta l vez haya que atenuar lo de idealismo y , por supuesto, lo de clases dirigentes, so pena que como tales tengamos

" B i l i n g u a l i s m , language contact, and inmigrant languages in the U n i t e d Sta­tes: A research report 1 9 5 6 - 1 9 7 0 " , en la obra coordinada por JOSHUA A . FISHMAN, Societal multilingualism, L a Haya-Paris-New York , 1 9 7 8 , pp. 1-111.

3 8 BERNARD BARBER, Social Stratification. A comparative analysis of structure and process, New Y o r k , 1 9 5 7 , p. 3 5 3 .

3 9 Véase " L a norma lingüística", p. 3 9 . Léase también lo que digo en la p. 42*.

4 0 Ibidem, pp. 4 4 - 4 5 . Véase m i estudio "Fonética, fonología y ortografía" [ 1 9 7 9 ] , en La lengua como libertad, pp. 2 4 1 - 2 4 2 , que también hay furores orto­gráficos desatados por nuestras ciudades.

4 1 " A c t i t u d del hablante y sociolingüística", ahora en Hombre, etnia, esta­do. Cf. la explicación bibliográfica de la p. 1 0 .

4 2 MONDÉJAR, "Natura leza y estatus social. . . " , p. 1 4 9 .

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a ciertas mentes calenturientas de las que más vale no acordarse. Q u e el andaluz así, en b loque , no existe como l e n g u a e s

evidente, porque si existiera sería algo d is t into del español, y eso es u n a falsedad que no merece la pena d iscut i r . Sí hay u n a con­ciencia regional —hasta donde llega lo de conciencia regional , que no son las fronteras adminis trat ivas de Andaluc ía— de t ipo di fe -renc iador : de Despeñaperros para abajo es u n a cosa, a la que los andaluces l l a m a n España, y de Despeñaperros a r r i b a , o t ra , a la que despectivamente dicen el Norte. Pero no nos dejemos ganar por los exabruptos: aquí acaban las cosas y la lingüística tiene m u y otras exigencias.

C O N C L U S I Ó N

" N o s o t r o s no tenemos más que u n a lengua que es la española" , las variedades orales pueden mostrar diferencias geográficas o so­ciales. Aquéllas adoptan diversos registros de lengua; éstas se bo­r r a n con la educación (no con la zapa demagógica) de las clases menos instruidas . N o hacer esto es vo lver a posiciones retrógra­das 4 3 y a la folklorización c u l t u r a l 4 4 .

M A N U E L A L V A R State University of New Y o r k , Albany

Véase J O H N EDWARDS, op. cit., pp. 101-107. Cf. Planificaciones y manipulaciones lingüísticas (en prensa).