¿EXISTE EL DIALECTO ANDALUZ? -...

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¿EXISTE EL DIALECTO ANDALUZ? EL PUNTO DE PARTIDA En un trabajo reciente, José Mondejar se ha ocupado de "si el «andaluz» histórico es un dialecto u otra cosa que podemos llamar modalidad o variedad regional del español" 1 . El estudio consta de dos partes perfectamente solidarias: desenmascarar una serie de falacias y hacerlo desde unos presupuestos teóricos. Los razona- mientos esgrimidos contra los sembradores de cizaña son de una implacable contundencia, y nadie que crea en eso que llamamos quehacer científico dejará de aceptarlos. En cuanto a los funda- mentos teóricos de si el andaluz es o no un dialecto, he tenido que meditar un poco. Porque un problema de terminología pue- de significar muchas cosas, sobre todo en días en los que, bajo el uso mendaz de las palabras, se quiere desvirtuar los hechos. Razón por la que ya debemos romper el silencio, si somos cons- cientes de nuestra propia responsabilidad social. Pero hay más, uno debe defender sus ideas científicas cuando se ponen en tela de juicio o cuando son combatidas silenciándolas. He dejado pa- sar tiempo para escribir sin ninguna urgencia. Además, lo hago desde una lejanía que da un aire pueblerino a todo lo que no es la verdad, con lo que se gana en objetividad. Y, por último, que Mondejar sea mi amigo entrañable no debe impedir que digamos, ambos, lo que creemos sobre cuestiones de nuestro oficio. 1 "Naturaleza y estatus social de las hablas andaluzas", en MANUEL AL- VAR (coord.), Lenguas peninsulares y proyección hispánica, Fundación Friedrich Ebert-Instituto de Cooperación Iberoamericana, Madrid, 1986, pp. 143-149. El fragmento que aquí transcribo está en la p. 143. NRFH, XXXVI (1988), num. 1, 9-22

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¿EXISTE E L D I A L E C T O A N D A L U Z ?

E L PUNTO DE PARTIDA

E n u n trabajo reciente, José M o n d e j a r se ha ocupado de " s i el «andaluz» histórico es u n dialecto u o tra cosa que podemos l l a m a r modalidad o variedad reg ional del e s p a ñ o l " 1 . E l estudio consta de dos partes perfectamente sol idarias: desenmascarar u n a serie de falacias y hacerlo desde unos presupuestos teóricos. Los razona­mientos esgrimidos cont ra los sembradores de cizaña son de u n a implacable contundenc ia , y nadie que crea en eso que l lamamos quehacer científico dejará de aceptarlos. E n cuanto a los f u n d a ­mentos teóricos de si el andaluz es o no u n dialecto, he tenido que m e d i t a r u n poco. Porque u n prob l ema de terminología pue­de signif icar muchas cosas, sobre todo en días en los que , bajo el uso mendaz de las palabras , se quiere desv ir tuar los hechos. R a z ó n por la que ya debemos r o m p e r el silencio, si somos cons­cientes de nuestra p r o p i a responsabi l idad social. Pero hay más, u n o debe defender sus ideas científicas cuando se ponen en tela de j u i c i o o cuando son combatidas silenciándolas. H e dejado pa ­sar t i e m p o para escribir s in n i n g u n a urgencia . Además , lo hago desde u n a lejanía que da u n aire pueb ler ino a todo lo que no es l a v e r d a d , con lo que se gana en ob j e t i v idad . Y , por último, que M o n d e j a r sea m i amigo entrañable no debe i m p e d i r que digamos, ambos , lo que creemos sobre cuestiones de nuestro of icio .

1 "Natura leza y estatus social de las hablas andaluzas", en M A N U E L A L ­VAR (coord.), Lenguas peninsulares y proyección hispánica, Fundación Friedrich Ebert - Inst i tuto de Cooperación Iberoamericana, M a d r i d , 1986, pp. 143-149. E l fragmento que aquí transcribo está en la p. 143.

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L A OBJETIVIDAD DE LOS HECHOS

Para jus t i f i car lo que v a n a ser sus razonamientos , parte el autor de dos textos míos: u n o de 1964 (que le parece b i e n ) , y otro de 1961 (que no se lo parece tanto ) . Pongamos en orden la cronolo­gía: cuando escribí el artículo en el homenaje a d o n Al fonso Reyes 2 partíamos de u n conocimiento de los hechos que había fa­ci l itado el ALEA; hoy, tantos años después, y sabiendo mucho más de la dialectología española y de la americana, las cosas siguen teniendo el m i s m o carácter: los rasgos andaluces son más, m u ­chos más de los que aisladamente pueden darse en lo que se l l a ­m a n hablas mer id ionales , lo que no es u n término j u s t o , o atlán­ticas, que tampoco lo es 3. Q u e u n rasgo andaluz como, por e jem­p lo , la aspiración de la ese se dé en Salamanca, en A v i l a o en T o l e d o 4 , que la neutralización de / = r aparezca — p o r decir u n solo d o m i n i o — en Puerto R i c o 5 o que haya abertura de vocal en los plurales en algún sitio del español r iop latense 6 , no creo que qu i ten fisonomía al andaluz, n i la pierda porque encontremos otros rasgos suyos en canario o en m u r c i a n o . N o creo que ningún a f i ­c ionado a la dialectología confunda a u n hablante de Las Palmas o de Cartagena con o tro de Málaga. Sigo creyendo en unas pala­bras mías que cita el Prof . Mondéjar :

Lo que viene a crear su especial fisonomía [del andaluz] es la enorme cantidad de rasgos que aquí se han dado cita; el grado ex­tremo a que se han llevado todos los procesos, la altura social que

2 " H a c i a los conceptos de lengua, dialecto y hablas" , NRFH, 15 (1961), 54-59. Lo he recogido en La lengua como libertad, Cu l tura Hispánica, M a d r i d , 1982. Citaré por este l ibro , porque en él agrupo otros trabajos que ahora ne­cesitaré usar. E n la p. 145 de su estudio, Mondéjar cita con inexactitud m i título; hay otros errores, como antonomasia por autonomía, que pienso deberán cargarse a la cuenta del impresor.

3 Véase GREGORIO SALVADOR, "Discordancias dialectales en el español atlántico", en el ISimposio Internacional de Lengua Española (1978), Las Palmas, 1981, pp. 351-362.

4 Véase ANTONIO LLÓRENTE, Las hablas vivas de Zamora y Salamanca en la ac­tualidad (en la obra que cito en la nota 1, pp. 117-118); M Á X I M O TORREBLAN-CA, "Estado actual del lleísmo y de la h - aspirada en el noroeste de la prov in ­cia de T o l e d o " , RDTP, 30 (1974), 77-89.

5 Baste recordar el l ibro clásico de TOMÁS NAVARRO, El español en Puerto Rico, Universidad de Puerto Rico, Río Piedras, 1948, pp. 76-88.

6 WASHINGTON VÁSQUEZ, El fonema /s/ en el español de Uruguay, M o n t e v i ­deo, 1953.

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han alcanzado uno a uno y el conjunto de las manifestaciones l i n ­güísticas.

Y esto caracteriza al andaluz dentro de las demás hablas que p r o ­ceden — n a t u r a l m e n t e — del castellano. Las caracterizaciones en lingüística, y fuera de ella, se hacen " p o r asoc iac ión" de discre­pancias, ¿ c ó m o si no?

Por o t ra parte , Mondé jar dice:

Todas las hablas meridionales conocen, en mayor o menor gra­do, la aspiración de la -s implosiva, la abertura de la vocal final, la aspiración de las velares sordas, la confusión de r y / en final de sílaba o su pérdida en posición final absoluta, etcétera.

A q u í hay reunidas cosas heterogéneas: no se puede mezclar la as­piración de la -s, que es u n proceso de la " d e m o l i c i ó n " de la s implos iva del indoeuropeo 7 , que afecta a muchísimas lenguas y en la nuestra tiene enorme difusión, con la aber tura de la vocal final, pues no se ha resuelto del m i s m o m o d o la manifestación del p l u r a l en r u m a n o y en granadino . N i en sevillano y granad ino , con lo que tendremos otro hecho básico al que me referí hace casi t r e i n t a años: " [ l a s Andalucías] que nosotros podamos descubrir carecen por completo de cierta u n i f o r m i d a d o «nivelación» lingüís­t i c a " (p . 63) y esto es u n rasgo dialectal , porque , si no lo fuera, habría que i r pensando en otras cosas. E n sociedades como las nuestras, donde escribir no es difícil, los dialectos sólo s irven pa­ra u n a l i t e r a t u r a de escaso va lor , pues la creación duradera está en la lengua de c u l t u r a 8 . N o vale decir que entonces no se t ra ta sino de variedades; la diferenciación es algo sobre lo que voy a escribir y sobre lo que escribiré. Pero no puedo aceptar que " t o ­das las hablas meridionales conocen en m a y o r o m e n o r g r a d o " unos cuantos fenómenos. Sí, pero vuelvo a m i granadino: ¿su aber­t u r a vocálica es como la de otros sitios? ¿Es el g ranad ino como el panocho, como el jándalo o como el palmero? M e refiero al grado de o r i g i n a l i d a d . Y quedan cosas que no e n t r a n en el i n f o r m e de m i compañero : nada se dice de la desoclusivización de la ch, que obl iga a u n reajuste fonológico de todo el sistema de las palatales

7 Véase M . ALVAR., " L a s hablas meridionales de España y su importan­cia para la lingüística comparada" , RFE, 39 (1955), 284-313.

8 Véase m i Lengua y dialecto, cuestión de prestigio, Universidad, Alcalá de He­nares (en prensa).

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y , v incu lado con él, del de las dentales; nada dice de la pérdida de las implosivas que u n i d o , allí donde se da , a l h u n d i m i e n t o del sistema p r o n o m i n a l castellano, fuerza a u n a reagrupación de las formas verbales, br i l lantemente estudiadas por Mondé jar 9 , pero que sólo en parte coincide con América ( fa l tan el voseo y formas concurrentes) y está creando u n a ordenación de los pronombres m u y extraña al caste l lano 1 0 . C o n lo que tendríamos u n a f o r m a ­ción del p l u r a l o u n a neutralización de los signos que nada tiene que ver con la norteña y u n a estructura del sistema verbal i g u a l ­mente diferenciada. ¿ N o es esto " sent ido v u l g a r " del término d ia ­lecto? Y añadamos otras discrepancias: leísmo, laísmo y loísmo son desconocidos en Andalucía, mientras que ya están m u y fir­memente asentados en Cast i l la ; se argüirá que es Cast i l la la d i s i ­dente , pero ¿habrá o no dis idencia cuando el rasgo afecta a León , E x t r e m a d u r a , Casti l las, L a M a n c h a ? Para mí el m a n t e n i m i e n t o etimológico es otro rasgo d i ferenc iador , por más que sea arca i ­zante , frente al carácter i n n o v a d o r de Andalucía frente a Cas t i ­l l a . Y cuido mucho no decir español para no compl i car y enma­rañar las cosas. Habría también que hab lar de lexicalización de fenómenos fonéticos que, lógicamente, afectan al vocabulario y la o r ig ina l idad del léxico, por más que no se c rea 1 1 , o tras los t r a ­bajos de J u l i o Fernández-Sevilla y José Andrés de M o l i n a 1 2 , m a l podemos decir que no esté alterada la es tructura " lexicosemánti-c a " del castellano, y no hablemos del uso de los pronombres , t a n re i terado frente al septentr ional , o s in tagmas 1 3 como no empujéis, nunca más, nada más, vamos ahora mismo, cuanto más. . . mejor, etc. , desconocidos por el castellano ba jo las formalizaciones andaluzas y que si los c ito aquí es porque están en el ALEA, t a n poco r i co ,

9 E l verbo andaluz. Formas y estructuras, C . S . I . C . Instituto M i g u e l de Cer­vantes, M a d r i d , 1970 (Premio Anton io de Nebr i ja , 1959). Esta importante obra tuvo el valor de anticipar lo que ya se había allegado para el ALEA y que se tardó en ordenar, precisamente con la colaboración del autor (t , 6 del Atlas).

10 ALEA, 6, mapas 1821-1833, donde se consignan no pocas anomalías con respecto a la norma común.

1 1 Publiqué hace mucho u n trabajo de conjunto, escrito años antes (en 1959 lo expuse en Río Grande Do Sul): ' 'Estructura del léxico andaluz" , BdFS, 16 (1964), 5-12.

1 2 Respectivamente: Formas y estructuras en el léxico agrícola andaluz, C . S . I . C , M a d r i d , 1975; Introducción al estudio del léxico andaluz, Granada, 1971.

1 3 Véase A N T O N I O N A R B O N A , "Problemas de sintaxis coloquial andaluza" , R E L , 16 (1986), 229-275.

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como suelen ser todos los atlas, en problemas de s in tax i s 1 4 . N o seré yo quien niegue que esto son variedades, pero habrá que en­c o n t r a r el registro preciso para poderlas de f in i r . Insistiré en ello.

V o l v a m o s ahora a m i opinión de 1964. E l profesor Mondéjar copia u n trecho en el que digo :

Las hablas canarias no son u n dialecto. N i uno solo de sus ras­gos fonéticos es privativamente suyo, n i su léxico se diferencia de los otros [. . . ] . Pertenece a un gran complejo [. . . ] en el que cabrían el extremeño del sur, el andaluz, el murciano [. . . ] 1 5 .

A l a tesis de m i gran amigo le conviene que el andaluz forme b l o ­que con esas hablas meridionales en las que diluiría su o r i g i n a l i ­d a d , pero mis ideas son m u y precisas, y lo eran hace muchos años. N a d a de particular tendría cambiarlas (para bien) , pero siento decir que n o las he cambiado .

C u a n d o inventé el ALEA (1952) apenas si sabíamos algo del anda luz ; del canario , hasta 1959, poco más que nada. C u a n d o puse en m a r c h a el ALEICan (1964) ya había publ i cado tres tomos del ALEA16. Es decir , podíamos establecer, desde m i p u n t o de v i s ta , u n a coordinación de saberes que estaban explícitos en la p r o p i a orientación del ALEICan. Para Mondé jar , el decir yo que el anda luz es u n dialecto y el canar io no , supone "establecer de­pendencias de estatus que [. . . ] parecen no e x i s t i r " en m i pensa­m i e n t o . N a d a más lejos de la r e a l i d a d , y para expl icarlo recurro al m u c h o saber de u n romanis ta t a n i lustre como M o n d é j a r 1 7 . C u a n d o tratamos de ordenar , r e curr imos a los rasgos comunes de unas lenguas; así decimos que el r u m a n o , el rético, el sardo, etc. , son lenguas románicas por lo que las agrupa (su base l a t i ­n a ) ; es lo que hice en m i texto de 1964; pero al decir que el f r a n -

1 4 Sobre estas dificultades, véase R . A . HUDSON, Sociolinguistics, Cambr id ­ge Univers i ty Press, Cambridge, 1 9 8 0 , p. 46.

1 5 Las mutilaciones son mías, pero no atañen a lo que voy a decir. M i redacción no parece gustarle a m i ilustre amigo y pone el sambenito de (sic) a una referencia para mí m u y clara: el antecedente es dialecto y no hablas, cues­tión de estilo. Como lo son los estilemas pleonásticos de le: <cla interpretación que le d i a este t e x t o " (p. 144), " l a existencia de todos y cada uno de los rasgos [. . . ] es lo que le resta indiv idual idad al dialecto" (p. 145).

1 6 L a obra debiera haberse acabado de i m p r i m i r en 1967, de haber se­guido con el r i tmo que teníamos marcado; si no se hizo fue por la estafa con que nos agració la piedad de u n grabador.

1 7 Dicho brevemente: el canario es andaluz, cf. infra.

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cés es u n a lengua románica no se me ocurre pensar que no esté b i e n diferenciada, n i al enumerar las ' 'hablas hispánicas m e r i d i o ­n a l e s " se me ocurre negar la fuerte diferenciación del andaluz . C u a n d o tratamos de caracterizar en lingüística, lo hacemos por lo que es discrepante, o r i g i n a l o como queramos l l a m a r l o , y en­tonces el portugués, el español o el i ta l iano lo son por lo que no se parecen, es decir , por sus peculiaridades; o el andaluz , frente al canario , por las suyas.

Pero esto que es c laro , y que no debiera merecer más comen­tar ios , se ha tergiversado, pienso que inconscientemente. E n el a r ranque m i s m o del estudio están esas palabras de " s i el andaluz histórico es u n dialecto u o tra cosa" (p . 143). ¿Qué quiere decir andaluz histórico? Porque lo que en el t rabajo se estudia es el anda­l u z , como m u c h o a p a r t i r de 1881 , y siempre que se hacen refe­rencias se hacen, ta l y como la lógica impone , a situaciones ac­tuales; es decir , se ha mezclado andaluz histórico (hecho de d iacro -nía) con naturaleza y estatus social de hoy (hecho sincrónico) con lo que se han venido a enrevesar cosas que deben estar separadas. E l andaluz histórico es, lisa y l lanamente , caste l lano 1 8 ; el anda­luz de hoy no es castellano. Es decir , la "gramática histórica" del andaluz es el castellano; la del castellano, el latín. Y aquí en­t r a n las diferencias: el canario no es castellano trasplantado a las Islas y allí evoluc ionado, sino andaluz , concretamente m o d a l i d a d lingüística sevillana l levada desde Sevilla (y Jerez y C á d i z ) 1 9 y evoluc ionada allí como evolucionó en Andalucía. Es decir , el ca­n a r i o es históricamente andaluz (una m o d a l i d a d del andaluz) y el andaluz es históricamente castellano. Si Mondé jar no piensa así, estaremos hablando desde galaxias heterogéneas, pero no lo creo: ha tenido u n desliz al i n v o l u c r a r la h is tor ia . Y , en la h isto ­r i a , estamos to ta lmente de acuerdo. Nos separa u n p r o b l e m a de sincronía. Pienso que n i s iquiera esto: u n a pequeña cuestión de nomenc latura que — l o diré m i l veces— m i entrañable y m u y que­r ido amigo ha forzado para llevar mis ascuas a sus sardinas, cuando en la real idad tiene toda la razón; en la ciencia, p lena a u t o r i d a d y en la dialéctica, la fuerza de la m a n d a r r i a b l a n d i d a por el herre ­r o de Goya .

1 8 Porque cuanto sabemos del andaluz como tal no está en los viejos tex­tos que tan pobres son en las manifestaciones dialectales.

1 9 Para no extenderme en referencias bibliográficas, véase el cap. 3 "Se­v i l la y Las Palmas" en m i l ibro Niveles socioculturales en el habla de Las Palmas de Gran Canaria, Cabildo Insular de Gran Canaria, Las Palmas, 1972, pp. 51-57.

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E n el manoseado artículo de 1961 (Mondéjar lo caracteriza como " m u y conoc ido" ) intenté plantearme la cuestión de qué era lengua, qué dialecto, qué hablas. D i j e entonces cuan imprecisa era u n a terminología que no es lingüística, sino paralingüística 2 0 . ¿Por qué u n sistema se l l a m a lengua y otro dialecto? Para mí, hoy , sencillamente por razones de prest ig io . A h o r a b ien , a lo largo del t i e m p o los lingüistas h a n ido exponiendo sus criterios con la pre ­tensión de aclarar las cosas: así historicistas y estructuralistas, así idealistas y positivistas, así geógrafo-lingüistas o sociólogos 2 1 . Para todos, sin excepción, dialecto es u n a diferenciación 2 2 y ha hab ido lingüistas que ven la di ferencia sólo cuando la lengua o r i g i n a r i a ha desaparecido y quedan , únicamente, sus herencias. Otros (en­tre los que me encuentro) j u z g a n que no es necesario esperar la m u e r t e de u n a lengua para que podamos i r v iendo sus muchas diferencias. Y entonces surge el problema de la nomenclatura. Des­pués de no poco especular y ver lo que los demás habían d i cho , llegué a la conclusión de que dialecto es " u n sistema de signos des­gajado de una lengua común , v i v a o desaparecida; n o r m a l m e n t e con u n a concreta limitación geográfica, pero sin u n a fuerte d i fe ­renciación frente a otras de or igen c o m ú n " (p . 62) . Para mí , y acabaré ya de re fer irme a ese artículo tan ant iguo , todos estos ras­gos se dan en el andaluz . Dec i r que es u n hecho indiscut ib le que " l a s hablas andaluzas, respecto del español, no d i f i eren sustan-c ia lmente de la lengua histórica, encarnada en cada región con v a r i a n t e s " me parece cerrar los oídos a la rea l idad . Porque ¿qué es el español?, ¿qué es la lengua histórica? ¿El español es lengua histórica? Creo que así, en montón , las cosas no se ent ienden. I n ­tentaré decir lo que pienso:

Español es el suprasistema abarcador de todas las realizacio­nes de nuestra lengua. O dicho técnicamente: la lengua abstracta que todos aceptamos, que tiene v i r t u a l i d a d en la lengua l i t e r a r i a escrita y que n i n g u n o habla . Es el sistema considerado fuera del

2 0 Por eso hacía m u y bien H u g o Schuchardt para no animar n i desani­mar a sus amigos de Sevilla. Los problemas son muchos y enrevesados. Y si se quiere aducir la suprema autoridad, copiaría u n texto: " i l est difficile de diré en quoi consiste la différence entre une langue et un dialecte" (FERDINAND DE SAUSSURE, Cours de linguistique genérale, éd. critique préparée par T u l l i o de M a u r o , Payot, Paris, 1972, p. 278).

2 1 Cf. " L a dialectología" (1968), incluida en La lengua como libertad. 2 2 Véase el cap. 8 de J . B . PRIDE, The social meaning of language, Ox ford

Univers i ty Press, London , pp. 60-69, donde se analizan las diferencias entre las lenguas y los dialectos.

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i n d i v i d u o . Pero esta abstracción se realiza en mi l lones de actos comunicat ivos ( la parole) que están trabados por dos órdenes de fuerzas, las geográficas y las sociales. D e ahí las variedades geo­gráficas (o dialectos tradicionales) y las verticales (o sociolectos).

¿ A qué lengua histórica se refiere el andaluz? ¿Al español que se aduce? Si esto es así la formulación es falsa, porque la lengua histórica a la que se debe refer ir el andaluz no es el español (ine­xistente en el siglo x m o en el siglo x v ) , sino al castellano. Sólc después, los andaluces h a n ayudado a conformar — ¡ y de qué mo­d o ! — la u n i d a d de sistema de sistemas que es el español. Por tan­to decir que el andaluz no " d i f i e r e sustanc ia lmente" del españo es erróneo históricamente y re lat ivo , porque hay que saber qué se quiere decir con sustancialmente. E n cuanto a las discrepancias del andaluz con respecto del castellano me parecen de cierta ent i d a d . Y muchísimas más si pensamos en u n "caste l lano históri c o " , porque , y estoy tota lmente de acuerdo con Mondé jar , " e castellano de Cast i l la puede ser t a n var iedad o si se quiere tar dialectal como el andaluz respecto del e spaño l " (p . 146).

Si sustancialmente quiere decir que las discrepancias del anda luz son " p o c a s " fonológicamente y " b a s t a n t e s " fonéticamente tendremos que dar contenido objet ivo a poco y bastante. Dependí de lo que queramos decir y depende de lo que entendamos poi fonética y por fonología. Porque si es poco el func ionamiento fo nológico de A y 0, to ta lmente d i s t into del que t iene la jota er castel lano 2 3 , el seseo o el ceceo 2 4 , el yeísmo y la alteración del sis t ema de palatales, la desoclusivización de la chy el reajuste de la: dentales, etc. , no sé cuál será el va lor de mucho25. Para mí , pues el andaluz está suficientemente d i f e renc iado 2 6 . Desde luego s< puede enfrentar a ese español escrito por A l b e r t i , por L o r c a o po: Pemán, como se puede enfrentar el castellano ora l a las obras d< Del ibes o el aragonés (aunque menos) a las de Sender. L o qu< es falso, y políticamente embaucador , es negar su dependencií de lo que Mondé jar l l a m a "español c o m ú n " . Y en adelante sig(

2 3 "Sev i l la , macrocosmos lingüístico", E F L , pp. 13-42. Está mal expre sado decir que en las hablas meridionales conocen " l a aspiración de las vela res sordas" (p. 145); no conocen, son, puesto que no proceden de jo ta .

2 4 " A vueltas con el seseo y el ceceo", Rom, 5 (1972), 41-57. 2 5 Y no se debe olvidar lo que es la norma regional, que hará desdeñaba

en u n sitio lo que es aceptado, y hasta universal, en otro (véase " L a norm; lingüística", en La lengua como libertad, pp. 43-44).

2 6 Véase A . LLÓRENTE, "Fonética y fonología andaluzas" , RFE, 4! (1962), 227-240.

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en todo de acuerdo con él. L o que ocurre es que todas las d i feren­cias que l l a m a variedades para mí son variedades con más valores (por supuesto, no el de la escisión n i la separación políticas). Porque si nos atenemos a lo que Mondéjar quiere signif icar como dialec­to (pero no lo dice) parece que nuestra lengua no los t iene. O , si acaso, sólo lo serán los históricos. Volveríamos a estar en el p r i n ­c ip io : ¿qué grado de diferencia había entre leonés, castellano y aragonés en el siglo xn? ¿Por qué l lamamos lengua al castellano y dialecto al leonés? A r g u m e n t a n d o con sus mismos razonamien ­tos: hay una lengua, el español común, y unas variedades (el castella­no de Cast i l la , el andaluz , el aragonés ac tua l , el leonés de hoy , el panocho, el ch inato , etc.) . C o n f o r m e , pero , o t ra pregunta na ­da retórica ¿son diferencias del m i s m o grado las del habla de Z a ­m o r a o Salamanca que las que se d a n en Málaga? Y quedan otras causas históricas ya apuntadas: la dependencia que t ienen del an ­daluz tantas y tantas modalidades del español actual (no sólo en la Península y en las Islas). Precisamente, diferencias e h is tor ia me hacen ver el andaluz como u n dialecto y no aceptar que me d i g a n que la " m a n e r a de h a b l a r " u n a lengua es —así , sin más— " e l sentido v u l g a r del término [d ia lecto ] , no el t é cn i co " (p . 145), pues b u e n cuidado he tenido siempre en no c o n f u n d i r " l a com­prensión de u n habla y el metalenguaje de u n a c i e n c i a " 2 7 .

A C E R C A DE U N T E X T O TEÓRICO

Precisamente, la referencia última que he hecho al trabajo de M o n ­déjar encierra en el o r i g i n a l u n hoy subrayado para ind i car qué se considera científico y qué no por estas calendas, y el autor adu ­ce el mucho peso que científicamente posee el Prof. C o s e r i u 2 8 . Pe­ro aduc i r u n a a u t o r i d a d puede tener sus riesgos, como nuestro autor señalaba al comenzar su t raba jo . Por eso hemos de a u m e n ­tar nuestra cautela si buscamos el a m p a r o del sabio cuyo magis­ter io reconocemos, y para mí , resulta sorprendente la utilización de ta l estudio . Justamente porque dice todo lo c o n t r a r i o de lo que se pretende.

C o m o es lógico , Eugenio Coser iu señala la d i f i cu l tad de sepa-

2 7 " L e n g u a , dialecto y otras cuestiones conexas", en La lengua como liber­tad, p. 66.

2 8 E . COSERIU, " L O S conceptos de «dialecto», «nivel» y «estilo de lengua» y el sentido propio de la dialectología", LEA, 3 ( 1 9 8 1 ) , 1-32.

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r a r los conceptos de lengua y dialecto , pero intentando aclarar las cosas me limitaré a copiar unos cuantos párrafos del artículo m e n ­c ionado:

1. " E n t r e dialecto y lengua no hay diferencia de concepto o «sustancial»" (p . 5), según hemos dicho cuando nos ocupamos del t e m a .

2. " E l término dialecto — c o n t r a r i a m e n t e a u n a opinión m u y d i f u n d i d a — no significa o tra cosa que el término lengua. Pero , si todo «dialecto» es u n a lengua, no toda «lengua» es u n d i a l e c t o " ( p . 5) . N o me extiendo: es lo que para mí resulta claro desde hace muchos años. E l castellano es u n a lengua y tiene sus dialectos; éstos — e v i d e n t e m e n t e — no son lenguas.

3. " U n «dialecto», sin dejar de ser intrínsecamente una «len­gua» , se considera como subord inado a o t ra «lengua» de o rden s u p e r i o r " (p . 6) . E n mis análisis l l a m o a esta super ior idad pres­tigio.

4. " E l término dialecto, en cuanto opuesto a lengua, designa u n a l engua menor d i s t ingu ida dentro de (o inc lu ida en) u n a lengua m a y o r , que es, jus tamente , u n a lengua histórica" (p . 6) . A r g u m e n ­to evidente: el castellano es dialecto del latín; las " v a r i a n t e s " del castellano son sus dialectos.

5. " U n a lengua histórica —salvo casos especiales— no es u n m o d o de hablar único, sino u n a «familia» histórica de modos de h a b l a r afines e interdependientes , y los dialectos son m i e m b r o s de esta f a m i l i a o const i tuyen fami l ias menores, pero dentro de la fami l ia m a y o r ' ' (id.). C laro que si las diferencias fueran tan grandes habrían nacido otras lenguas b i e n diferenciadas (francés, i t a l i a ­n o , portugués frente al latín), lo que no ocurre con lo que l l a m a ­mos dialecto, n i m u c h o menos, con las hablas locales.

6. " A s í , el español de Amér ica es, fundamenta lmente u n d i a ­lecto [. . . ] de la lengua española común (es decir , del castellano en cuanto lengua c o m ú n ) ; y lo m i s m o cabe decir del andaluz , del canar io y hasta del judeo -españo l " (p . 14). Acepto y preciso: el canario no es sino andaluz , con ciertos componentes léxicos (muchos portugueses y pocos prehispánicos); el judeo-español es u n a ¡coiné con diversos integrantes en cada asentamiento de la diáspora.

Justamente a estas situaciones se llega también por otros ca­m i n o s ; lo que es lógico, si las formulac iones son exactas. Coser iu — s i n embargo , ¿ cómo i b a a creerlo?— no dice qué a l t u r a debe alcanzar el termómetro para decir esto es variante y aquello dialec­to. N o puede decirlo porque se mueve en u n plano teórico en el

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que — b i e n lo sabemos todos— no hay diferencias entre lengua y dialecto; el nudo de la real idad práctica es el que ahora nos afecta y entonces resulta que dialecto es " u n m o d o de hablar subordina­do a una lengua histórica, de l imi tado en el e spac i o " 2 9 . R e t o m o la cuestión: castellano, lengua histórica con respecto al andaluz, pues esa lengua está " p o r enc ima de la var iedad d i a l e c t a l " . Nadie ha negado que dialecto y variedad sean términos válidos; lo que ocurre es que establecemos u n a jerarquización que parece evidente: el anda luz es u n dialecto del castellano y en ese dialecto hay m u l t i ­t u d de variedades (sevillanas, cordobesas, almerienses y, también, canar ias ) 3 0 .

SOBRE SOCIOLINGÜÍSTICA

E n 1979 publiqué el artículo " L e n g u a , dialecto y otras cuestio­nes conexas" 3 1 . Traté de hacer ver cuan inoperantes eran en R u ­sia las cosas que como marxistas se nos querían servir por estos andurr ia les . H o y las cosas me parecen más claras todavía: los po­derosos expor tan a los débiles los productos tarados que no les s irven en casa 3 2 , mientras ellos t r a t a n de fortalecerse, también en lingüística. Por e jemplo :

The Russification polices of the Tsars were deliberate attempts to use the Russian language as the «cement of empire». Although there were a few who called for the use of other national languages i n school, no real change occurred unt i l after the Revolut ion 3 3 .

2 9 Según ibid., p. 1 2 , nota 1 3 . 3 0 Valga para acabar otro texto de COSERIU: " E l andaluz de Sevilla, si se

considera absolutamente [. . . ] será «la lengua popular de Sevilla». Y si se con­sidera desde el punto de vista de su estatus histórico será: «el dialecto de Sevi­lla», si se deslinda directamente dentro de la lengua histórica española; «el dia­lecto de Sevilla», si se deslinda dentro del «dialecto andaluz»; y «el sub-subdialecto de Sevilla», si se deslinda dentro del andaluz y éste se considera, a su vez, en relación con el «dialecto castellano», como «subdialecto» del mis­m o " (op. cit., p. 1 1 ) .

3 1 LEA, 1 ( 1 9 7 9 ) , 5 - 2 9 , ahora en La lengua como libertad. Véase también " L a norma lingüística" en ibid.

3 2 Trato de esto en "Planificaciones y manipulaciones lingüísticas", en el l ibro colectivo Lengua y sociedad (en prensa).

3 3 Con muchísimas referencias bibliográficas que apoyan el aserto, en J O H N EDWARDS, Language, society and identity, Ox ford , 1 9 8 5 , p. 1 8 0 .

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C o m o el t raba jo de Mondé jar coincide con el mío en no pocas afirmaciones, e incluso referencias, por haber ido ambos a las fuen­tes de p r i m e r a m a n o , no voy a hacer sino suscribir lo que él dice. M e gustaría apoyarle en algún p u n t o : el complejo de i n f e r i o r i d a d de los andaluces lo t ienen también los aragoneses, los canarios, los puertorriqueños (¿quiénes no?) pero no por ser lo que son, sino por ser i n c u l t o s 3 4 . Si se les d iera la educación a que t ienen derecho, el complejo de i n f e r i o r i d a d desaparecería, porque la ta l i n f e r i o r i d a d no existe. Y o quisiera a m p a r a r m e en ju i c i os ajenos no para tener más razón, sino para que la mía esté amparada por q u i e n n i de lejos ha saludado nuestros problemas. H a b l a r de u n a m a n e r a , si detrás de ella está la conciencia del saber, no le parece v i tuperable a qu ien la u t i l i z a . Mondé jar lo ha dicho y b i e n ; por m i parte añadiría que los sociolingüistas h a n l legado a la conc lu­sión de que el dialecto viene a ser el con junto de "var iedades se­gún el u s u a r i o " y dent ro de él están los registros, que son las " v a ­riedades según el u s o " 3 5 , con lo que resulta que el dialecto mues­t r a lo que u n o es y el registro lo que hace. Por t a n t o , el dialecto andaluz (de ahora en adelante le llamará dialecto) presenta todas esas variedades que hemos señalado y la " c o m p l e j i d a d " de los andaluces está en la inadecuada utilización de su dialecto. L o m i s ­m o que en todas partes. M á s aún, contra ella está la conciencia social de c ó m o se h a b l a , que no es —prec i samente— sentido de i n f e r i o r i d a d , sino porque la a l tura social del dialecto afecta a todos 3 6 , lo que podría hacer pensar en una situación diglósica, ta l y como propone Fasold:

T h a t diglossic c o m m u n i t y be de f ined as a social u n i t w h i c h sha-res the same H i g h a n d L o w variet ies . Each speech c o m m u n i t y m u s t share not o n l y the same H , b u t the same L as w e l l 3 7 .

3 4 Véase " A c t i t u d del hablante y sociolmgüística" [1977] en m i l ibro Hombre, etnia, estado, M a d r i d , 1986, y las muchas referencias que a la cuestión se pueden entresacar en el índice de la obra (s.v. español).

3 5 H a y no poca bibliografía recogida por R. A . HUDSON, op. cit., pp. 48-49. Claro que hay mucho que hablar sobre ello, véase el trabajo de COSE-RIU que he comentado y las páginas de JOSÉ JOAQUÍN MONTES, "Dialecto lo ­gía y sociolinguística: algunas ideas sobre sus interrelaciones", LEA, 8 (1986), 133-141.

3 6 L o escribí en 1961 cuando hablé de " l a altura social" de sus rasgos (p. 64).

37 Tke socioürtguisties of socieiy, Ox ford , 1984 [reimpresión 1985], p. 44. Hay que leer también las pp. 34-38. Es útil considerar el estudio de EINAR HAUGEN,

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Las atenuaciones que hay que f o r m u l a r no son pocas y a ellas ya m e referí. Pero el " c o m p o r t a m i e n t o i n s t i t u c i o n a l i z a d o " es — l o he recogido a lguna vez— " e l objeto de la m o r a l i n t e r n a de los s e n t i m i e n t o s " 3 8 y , en de f in i t iva , el " r u r a l i s m o y la expresión m a ­z o r r a l " de quienes no deberían u t i l i z a r semejantes registros no es o t r a cosa que la pobre visión de la v ida que los tales poseen 3 9 , y resulta antidemocrático querer i m p o n e r la barbar ie por el solo hecho de ser local o i n c u l t a 4 0 .

Y esto me obl iga a per f i lar algo que escribí en 1976 y que he reeditado en 1986 4 1 . E l estudio del mapa 5 del ALEA me hizo ver con c lar idad cuál era la conciencia lingüística de los andaluces: h a y u n ideal me jor de lengua que es el castellano, aunque no s iem­pre n i colect ivamente, pero también

una fuerte identificación con su dialecto [. . . ] . Y es que unas hablas como éstas, muy diferenciadas de la lengua común, sirven para acentuar el sentido dialectal de las gentes que las emplean; más aún crean una autoafirmación de personalidad que les hace descui­dar todo aquello que les es dispar, y eso desde el catedrático de U n i ­versidad hasta el último bracero, con lo que resulta que el dialecto tiene un prestigio social que difícilmente alcanza en ningún sitio del país, y es que en Andalucía se trata de una conciencia colectiva ín­timamente sentida (p. 18).

A continuación de estas palabras ponía otras que son verdad e h i s t o r ia , pero ahora ut i l izadas al servicio de algunos de los nue­vos mandatar ios ; entonces escribí que ta l conciencia colectiva no era " a c t i v a d a o m o t i v a d a por idealismos de clases d i r i g e n t e s " 4 2 . Leyendo a Mondé jar ta l vez haya que atenuar lo de idealismo y , por supuesto, lo de clases dirigentes, so pena que como tales tengamos

" B i l i n g u a l i s m , language contact, and inmigrant languages in the U n i t e d Sta­tes: A research report 1 9 5 6 - 1 9 7 0 " , en la obra coordinada por JOSHUA A . FISHMAN, Societal multilingualism, L a Haya-Paris-New York , 1 9 7 8 , pp. 1-111.

3 8 BERNARD BARBER, Social Stratification. A comparative analysis of structure and process, New Y o r k , 1 9 5 7 , p. 3 5 3 .

3 9 Véase " L a norma lingüística", p. 3 9 . Léase también lo que digo en la p. 42*.

4 0 Ibidem, pp. 4 4 - 4 5 . Véase m i estudio "Fonética, fonología y ortografía" [ 1 9 7 9 ] , en La lengua como libertad, pp. 2 4 1 - 2 4 2 , que también hay furores orto­gráficos desatados por nuestras ciudades.

4 1 " A c t i t u d del hablante y sociolingüística", ahora en Hombre, etnia, esta­do. Cf. la explicación bibliográfica de la p. 1 0 .

4 2 MONDÉJAR, "Natura leza y estatus social. . . " , p. 1 4 9 .

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a ciertas mentes calenturientas de las que más vale no acordarse. Q u e el andaluz así, en b loque , no existe como l e n g u a e s

evidente, porque si existiera sería algo d is t into del español, y eso es u n a falsedad que no merece la pena d iscut i r . Sí hay u n a con­ciencia regional —hasta donde llega lo de conciencia regional , que no son las fronteras adminis trat ivas de Andaluc ía— de t ipo di fe -renc iador : de Despeñaperros para abajo es u n a cosa, a la que los andaluces l l a m a n España, y de Despeñaperros a r r i b a , o t ra , a la que despectivamente dicen el Norte. Pero no nos dejemos ganar por los exabruptos: aquí acaban las cosas y la lingüística tiene m u y otras exigencias.

C O N C L U S I Ó N

" N o s o t r o s no tenemos más que u n a lengua que es la española" , las variedades orales pueden mostrar diferencias geográficas o so­ciales. Aquéllas adoptan diversos registros de lengua; éstas se bo­r r a n con la educación (no con la zapa demagógica) de las clases menos instruidas . N o hacer esto es vo lver a posiciones retrógra­das 4 3 y a la folklorización c u l t u r a l 4 4 .

M A N U E L A L V A R State University of New Y o r k , Albany

Véase J O H N EDWARDS, op. cit., pp. 101-107. Cf. Planificaciones y manipulaciones lingüísticas (en prensa).