Desarrollo y Gestión InterculturalesConstrucción de identidades
Equipo:Estrada Real Bárbara RosalíaLópez Castellanos AnahiMendoza Iniestra Priscilla DiamandaRivas Colín Natalia
EL LADO OSCURO DE LA MODA.
La moda ha sido abordada desde distintas perspectivas, al estar directamente relacionada
con el cuerpo se ha asociado con necesidades biológicas, sin embargo, someterse a las
incomodidades que algunas vestimentas conllevan colocan a la moda en un ámbito más
bien irracional que ha llevado su estudio a intentar explicarla en términos de funcionalidad.
Vista desde la perspectiva de la historia del arte, ha sido analizada en términos de
atributos y fechas o como un mecanismo de diferenciación de clase. A la vez, la moda ha
ido a la par del desarrollo económico del capitalismo y esto dirige su estudio a
considerarla un fenómeno más del consumismo.
Para no redundar en los abordajes previos, nos acercaremos a la moda desde su
democratización, es decir, girando en torno a varios centros de poder y adscrita al ámbito
urbano, a partir de un cuerpo portador de cargas ideológicas, maniquí de protestas y
colectividad de miradas y reflexiones que, sumándose, conforman una autoimagen y
multitudes de identificaciones que vistas a través de la globalización conforman redes que
han logrado transformar lo que antes era un circuito cerrado de información para
convertirse en herramienta de empoderamiento para grupos anteriormente invisibles.
El problema de cómo la moda sirve de mediadora entre identidad y diferencia encuentra
su solución en términos de agencia y estructura. Desde una primera perspectiva, la moda
es considerada como el producto o el reflejo de las estructuras sociales, económicas y
culturales, pero, desde un segundo punto de vista, es posicionado fuera de estas
estructuras o más allá de ellas. Sin embargo, la relación interdependiente entre agencia y
estructura casi determinaría que si la moda se encuentra fuera de la estructura, la agencia
a través de la indumentaria sería imposible. Por lo tanto, “la construcción de una identidad
individual en la moda es posible solamente usando diferentes vestimentas, y son las
diferentes vestimentas disponibles en un cierto momento las que forman una estructura y
las estructuras de diferenciación son generadas solamente por la agencia de los
individuos quienes construyen constantemente sus identidades por sí mismos” (Barnard,
2007, 184).
Cuerpo y moda.
Existe una estrecha relación entre la construcción del sistema de las apariencias:, vestido,
entorno, y las necesidades político económicas que tengan las sociedades en cada una
de sus etapas históricas. Durante el desarrollo de la sociedad industrial y post industrial, el
vestido de moda a impuestos sus privilegios sin considerar la comodidad y el bienestar de
un cuerpo que, sumiso, sólo era utilizado como soporte.
Durante la etapa industrial la obsesión por aumentar la producción y el consumo impulsan
al sistema de la moda a visualizar el vestido como un objeto seriado con múltiples
variaciones continuas pero no esenciales. Estas variaciones digitadas por la moda son
funcionales para el sistema pero no para los usuarios.
El cuerpo como soporte debió adaptarse a las estrategias de la cultura de masas. Tuvo
que aplanarse, homogeneizarse, adelgazar hasta asexuarse porque su única función era
conformar con el vestido masivo la imagen exigida por la sociedad. A mayor similitud de
formas tanto femeninas y masculinas, mayores beneficios económicos resultan de la
posibilidad de industrializar talles únicos.
El cuerpo fragmentado es considerado como un conjunto de partes que le permiten
cumplir diferentes funciones tanto físicas como simbólicas, se visualiza como materia
prima. En el marco de la cultura de la imagen y para lograr el adecuado y compartido
soporte, es natural que todas las miradas y cuidados confluyen a ese cuerpo, que sólo es
conformado por la mirada del otro.
El cuerpo ha sido utilizado como instrumento de placer, de seducción, autodestrucción,
violencia e indicador de estados de ánimo, pero cuando la naturaleza técnica actúa sobre
él se convierte en materia prima que produce al cuerpo estético, el sano, enfermo,
delgado etcétera. Cada contexto sociocultural influye en la forma de sentir el propio
cuerpo, de percibirse asimismo. En las épocas en que la supremacía del vestido es
evidente se desconoce al cuerpo y cuándo la importancia del vestido tiende a ser menor,
adquiere el cuerpo un mayor protagonismo. Esto ha dependido de las situaciones de
poder que según la sociedad e contexto necesite.
Desde la antropología se ha afirmado que la decoración es una de las motivaciones
principales del vestido que surge con la finalidad de embellecer a la apariencia física para
atraer miradas significativas de otros y fortalecer la autoestima. Y desde el ámbito social
se utilizó el pudor como motivación del vestido, un impulso que aparece cuando se planea
abandonar el vestido artístico y ritual, en un contexto que necesitó sustentar, dentro de la
lógica de la moda la visualización de las diferencias sociales.
Con la reproducción de la cultura de masas en los años setenta las categorías masculinas
y femeninas reformaron su importancia a favor de los estereotipos de madurez y juventud.
El cuerpo cuenta con rastros que relatan su propia historia, huellas que la posmodernidad
enmascarará para enfatizar los discursos de poder propios de una cultura de la imagen.
La posmodernidad fragmentada trasladó la visión del mundo mercantilista hacia la
percepción de un cuerpo lleno de servicios que cumple funciones y mandatos exteriores
Abierto, público, desbordado fragmentado y por lo tanto inexpresivo, el vestido disputa la
primacía por saber representar la sumisión, pero a partir de 1995 se comienza a enfatizar
la importancia de la salud y la calidad de vida, influenciado por la transformación que
implicó la multiplicación de las redes cibernéticas, esto impulsó un nuevo discurso global
de las apariencias y la vez fue consecuencia de que la piel no fue más el límite entre el
vestido la sociedad y el cuerpo pues conformaron una fluida red entre identidad, el
entorno y los sentidos. Dónde el cuerpo aprendería a construir su identidad más allá de lo
social, sin embargo la sociedad actual impone su juego, manteniendo fraccionado al
cuerpo. (Saulquin, 2001; 177)
Potenciado por los medios audiovisuales masivos, para modelar imágenes se satura con
múltiples representaciones hasta obtener aquello que se cree necesitar, se instala en una
cultura del espectáculo que predispone un entretenimiento para el cual fue necesario
reemplazar los modelos inspiradores de vida por modelos de moda que pudieran ayudar a
imponer la despótica estética de una perfección juvenil; por supuesto los cuerpos jóvenes
y delegados atraen como imanes al juego de las proyecciones e identificaciones
necesarias para imponer el deseo de cambiar. Aquí se refleja como la presión que la
sociedad imprime al cuerpo para moldearlo en su beneficio tiene efectos cambiantes y
que resultan aceptados, pues como E. Balibar, los sujetos actúan en función de las
identidades que son impuestas para pertenecer y no quedar marginado.
Dominique Picard piensa que el interés, que las diferentes clases sociales tienen en la
presentación del cuerpo está relacionado con las oportunidades de provecho material o
simbólico que les pueda proporcionar. Ahora esta se produce a partir de la imagen de
juventud pero también habría que considerar que hasta ellas están sometidas a una
construcción que se da desde el exterior, mediante un diálogo de reconocimiento o
desconocimiento con el exterior.
Instalar el máximo poder en el segmento de la juventud y la idealización del cuerpo
genera narcisismo del yo como verdadero objeto de culto a partir de gimnasias, estéticas
reparadoras, rigurosos regímenes y largas jornadas deportivas. La relación que cada
persona tiene con su propio cuerpo reproduce la relación que tiene con su ámbito social,
se multiplica por un proceso de imitación una generalizada sumisión a los parámetros de
perfección estética. La sociedad también necesita a los creadores imagines, especialistas
que saben diseñar y comunicar las correctas imágenes de las personas que ella les
demanda.
Jean Braudillard afirma que, inmersos en una sociedad dominada por el éxtasis de la
comunicación, sólo existimos como terminales de múltiples redes. Y que el tránsito actual
hacia una sociedad de la información se tiene un marcado interés en la importancia de los
cuerpos, que resultan igualmente sumisos y castigados ante la figura esbelta por la
necesidad de la homogeneización de las formas de la cultura masiva, entonces el
supuesto interés de atender sólo a las necesidades psicosociales resulta ficticio.
(Saulquin,2001; 179)
Los pensadores de la moda y el cuerpo consideran que disminuyendo las presiones
sociales en la nueva configuración cultural, las relaciones se darán entre personas más
atentas a sus propios requerimientos que buscan marcar su heterogeneidad y por lo tanto
su identidad, en sus cuerpos y objetos. La autenticidad como no valor indicará el mejor
cuerpo será aquel que corresponda a la conformación natural de cada persona. El
atractivo de un cuerpo estará en la imagen que represente salud. Múltiples serán las
razones económicas y culturales impulsarán este cambio en el imaginario social, algunas
de ellas son las atenciones de los ciudadanos hacia los recursos naturales humanos que
comiencen a tener auge en el siglo XXI. (Saulquin,2001,189). Aunque ya entrados en
siglo XXI en un pequeño vislumbre de lo que sucede y de las inclinaciones de la sociedad
ante estos recursos humanos podemos ver que la sumisión del cuerpo y del autoestima
de las personas sigue siendo parte estratégica en el discurso de la moda, tal vez los
cambios se den de manera más paulatina; pero algo que no podemos dejar pasar
desapercibidos es que la moda y los estereotipos cambian de acuerdo al contexto cultural
y político, y pueden fungir como herramienta de dominación hacia los integrantes del
discurso estado-nación que necesita a las personas inseguras e inferiores para que se
mantengan bajo el régimen del gobierno, sin dejar de lado el inevitable proceso de
pertenecer, que indudablemente llega a tener una parte violenta.
Moda y Pertenencia
Las situaciones de pertenencia son las que constituyen las formaciones identitarias o
formas de subjetivación y, a la vez, es el plexo de identificaciones con el entorno, el medio
y con las alteridades. (Aguilar; 1)
La moda es pertenencia a partir de que existen procesos de identificación y des-
identificación, que junto con la mirada y el reconocimiento del otro son elementos clave
para construir y reencontrar identidades tanto personales como colectivas. Partiendo de
esta perspectiva en la cual la moda construye el “cómo me veo a mí mismo” y “como me
ven los demás”, cabe aclarar que la pertenencia juega un papel crucial en el proceso de
la construcción de identidades, pues la moda va más allá de pertenecer a un cuerpo,
también puede ser a partir de una nacionalidad, de una clase social, o bien, de un grupo
social.
Es importante señalar, que la visión que se tiene de uno mismo, del cuerpo y de los
deseos de cómo y de qué manera vestirse parte de la idea del reconocimiento social,
pues con base a lo que los individuos piensan de sí mismos y el lugar que ocupan en las
relaciones sociales, la mirada del otro es el elemental constituyente de la identidad. Por
ello cada contexto sociocultural también influye en la forma de sentir el propio cuerpo, de
percibirse a sí mismo y a los otros y en la manera de representarlo. Esta representación
de la espacialidad compartida es la que ha permitido, en las diferentes épocas y
sociedades, la peculiar coherencia en la relación cuerpo-vestido. (Saulquin 2001, 171)
El incremento de las redes cibernéticas el concepto de pertenecer a una sola identidad, ya
no parece ser válido ni seguro pues estamos rodeados de múltiples identificaciones, que
si bien, nos hace pertenecer a aquello que necesitamos o anhelamos ser, sin la necesidad
de movilizarnos o de afectar a terceros, como Gilberto Giménez (2005, 4)menciona:
Las culturas están cambiando continuamente por innovación, extraversión, por
transferencia de significados, por fabricación de autenticidad o por “modernización”
pero esto no significa automáticamente que sus portadores también tengan que
cambiar de identidad, como también nos dice George de Vos, pueden variar los
“emblemas de contraste” de un grupo sin que altere su identidad.
Sin embargo, al hablar de identificaciones y procesos de identificación el sujeto dentro de
estos se reconoce ante el semejante pero también puede ser visto en sentidos
diferentes, por ejemplo, en términos de igualdad considerando lo que se tiene en común
con la otra persona o bien como “ideal” que considera como un querer llegar a ser.
Aunque la relación que cada persona tenga con su propio cuerpo y vestimenta reduzca la
acción con el ámbito social, también se puede multiplicar por un proceso de imitación que
se ha generalizado mediante la sumisión de los parámetros de perfección, que han sido
impuestos tanto hegemónica como socialmente. (Saulquin 2001, 178)
Cabe aclarar que muchas veces estas identificaciones pueden llegar a ser negativas
generando procesos violentos al no entrar en la totalidad marcada por la sociedad. Por
ejemplo, al hablar de identidades políticas,unívocas o bien arbitrarias, expresadas por
rigidez, intolerancia y formas diversas de racismo, en las cuales se tiende a construir,
sobreproteger y manipular identidades que al no ser integradas al orden acatado por
normas arbitrariamente consensadas tiende a desconocerse aquello que no corresponde
a lo establecido produciendo imágenes devaluadas del sujeto llegando a transmitirle
sentimientos de inferioridad o humillación, causando con ello la negación, inclusión la
exclusión de aquello que no cumple con lo establecido, situación que ha generado que la
lucha para pertenecer y ser reconocido por los otros tenga que ser una forma violenta de
renunciar sí mismo y aparentar para poder llegar a pertenecer a una totalidad.
Lo cierto es que también esto puede ocurrir de manera inversa y resistir ante este paraje
de imposición, pues la resistencia en este caso, es una manera evitar pertenecer a la
totalidad del otro. Elizabeth Wilson (2001, 287) ha considerado hasta qué punto la moda
está globalizándose, pues podrá haber una globalización económica pero en el nivel de la
imagen hay tanto una globalización como también tendencias opuestas por grupos
étnicos que quieren aferrarse a sus identidades culturales. La pertenecía muchas veces
puede hablarnos de resistir a aquello que se considera malo, intolerable o extraño, sin
embargo aquí la cuestión es ¿Hasta qué punto la resistencia a la moda puede llegar a ser
gestionada y efectiva ante los tantos espacios de identificaciones que tenemos como
hasta ahora han sido los medios de comunicación masiva?
Claro está que la moda ha servido como un elemento necesario de identificación, des-
identificación y re-significación, que sin lugar a duda también ha pasado a ser una forma
de manipulación y violencia que muchas veces se enmascara por juicios de valor de lo
que es bueno, aceptable o civilizado y que inevitablemente los individuos han interiorizado
y transmitido, no obstante de que también ha generado grandes conflictos de
empoderamiento, etnocentrismo y exclusión. Por ello es muy importante considerar que
la identidad no es algo dado de una vez para siempre, sino que es móvil; pues las
identificaciones están siempre en proceso de reacomodo y de reestructuración, sugiriendo
que incluso la pertenencia pueda variar según las maneras de identificarse con el mundo.
MODA VIRTUAL Y SU NOMADISMO
“Los sueños más poderosos son sueños impersonales”
Michael Maffesoli.
Tiempo atrás fueron los reyes quienes dictaminaban los usos de la indumentaria, el largo
de los vestidos, la altura de los peinados, los colores de la nobleza, las telas de los
plebeyos, fue hasta el surgimiento de la burguesía que éstas imposiciones comenzaron a
contrastarse con la nueva capacidad de adquisición de los comerciantes. ¿Qué sucedió
cuando el pueblo comenzó a notar que sin designios divinos uno podía vestirse de
terciopelo? Es aquí donde entró la deidad inventada de los ‘creadores de moda’, quienes
utilizaban su sensibilidad estética para vestir a sus clientes a contracorriente del resto,
principalmente de quienes económicamente los alcanzaban y superaban. Las variaciones
más mínimas: un pliegue en el hombro, el largo en la falda, el ancho de una solapa,
cualquier cosa era una herramienta para hacer sentir desorientado al contrincante. Porque
solamente cuando uno deja de parecerse a uno mismo se vuelve inimitable.
Esta estrategia continuó durante la industrialización, la revista Vogue pasó a
institucionalizar el dictamen de lo que ‘se lleva’ y lo que no, y la manera de articular dichos
dictámenes fue estudiada a fondo por Umberto Eco en El Sistema de la Moda, primero a
modo de lingüística de la indumentaria. Sin embargo, quedan pocas monarquías y ese
sistema de la moda que sigue en pie se ha ganado el nombre que le da Gilles Lipovetsky,
El imperio de lo efímero. Lo efímero es lo único que se apuesta inalcanzable porque tiene
un tiempo delimitado pero, a la vez, indefinible, y lo indefinible no es conquistable. ¿O lo
es? La palabra ‘tendencia’ en el campo de la física se refiere al punto a donde se dirigen
todas las fuerzas de un momentum. El término pasó al sector económico, matemático y
estadístico; fue también usado en las ciencias sociales por Herman Kahk y Michel Godet
para definir los aspectos difícilmente cuantificables de la cultura, la textura de los tiempos,
la emoción, eso que engendra estilos de vida. En ese mismo contexto, una tendencia
puede ser entendida igualmente como ‘anomalía’, una rareza, una inconsistencia o una
desviación de la norma que poco a poco se vuelve prominente y produce cambios en la
gente y sus ideas. A estos cambios se les ha denominado “estilos” o “movimientos”, el
estilo es la manera distintiva de manifestar el cambio. Es decir, mientras el estilo es sobre
la distinción, la tendencia es sobre la dirección en que esa distinción viaja.
La tendencia es esa manera de definir lo efímero, de medir lo pasajero, de conquistar lo
etéreo. Actualmente hay empresas de consultoría especializadas en el análisis de
tendencias, hay reportes de predicción de tendencias de moda con hasta 5 años de
anticipación. Estas consultoras miden su precisión y precisión es lo que venden, lo hacen
basadas en teorías de tendencias que han resultado eficientes. ¿Es posible adivinar con
precisión? ¿Se puede decir con seguridad que dentro de 3 años las mujeres de Nueva
York querrán usar vestidos de tul rosado? ¿Se puede predecir estadísticamente el paso
de los nómadas o el movimiento de la inquietud?
EL GEN EGOÍSTA Y SU DIFUSIÓN
El Gen Egoísta es el título del libro de Richard Dawkins, biólogo evolucionista, etólogo y
humanista, que trajo a colación el término meme (1989), cuya raíz etimológica viene del
griego mimema, de mímica y mimetizar, pero también se le relaciona con el francés meme
para ‘lo mismo’. Como el autor lo explica, el meme es la versión cultural de un gen que se
autorreproduce en respuesta a lo social y lo ético. Pueden ser cualquier cosa –una
canción, una frase, un color, la manera de atarse las agujetas- y migran de cuerpo en
cuerpo, cual virus, a través de la imitación. La propuesta de Dawkins es la siguiente:
evolutivamente hemos sido programados con estrategias de supervivencia social,
intelectual y cultural, de modo que reflejamos o imitamos las características de otros,
especialmente cuando éstas nos ofrecen ventajas en competitividad, belleza, inteligencia
o sociabilidad.
Las tendencias caen en la definición de meme y el funcionamiento de la moda se explica
bastante en los términos de infección. Uno compra ropa de moda porque le gusta, porque
aporta a su felicidad, porque asociamos la posesión de un artículo de moda a ciertos
valores: nos hace sentir bien. ¿Es pura felicidad lo que nos invita a seguir la corriente y
comprar zapatos amarillos? El sociólogo Everett Rogers, a través de un estudio con
granjeros de Iowa y su competencia por la innovación, notaba que hay ‘fuerzas ocultas’ -
algunos insisten en que son ‘fuerzas cultas’-, sutilezas traducidas en presión social,
psicológica o ambiental actuando desde el lugar de trabajo, la familia, los medios masivos
de comunicación o hasta completos extraños, ‘algo’ que nos hace ir más con la corriente
de lo que nos gustaría admitir.
Rogger llamó a su teoría Difusión de Innovaciones (2003) identificando un patrón de
difusión en un grupo particular que se repetía en varias comunidades y tribus sociales. El
patrón se divide en tipos porcentuales como vemos a continuación:
+ Innovadores – 2.5% del grupo
Responsables del desarrollo de la innovación o la introducción de una nueva idea, no
siempre son los creadores de ideas pero son quienes las articulan de manera que tiene
sentido para otros miembros.
+ Seguidores tempranos – 13.5% del grupo
Tienen gusto por las ideas nuevas y están listos a seguirlas cuando los expositores son
gente que respetan o en quien confían. Suelen estar más integrados a la vida en sociedad
que los innovadores, por lo que son más valorados y confiables. Traducen la amplia visión
global y el conocimiento radical de los innovadores en versiones locales, llamativas y
comunicativas.
+ Mayoría temprana – 34% del grupo
Vigilan la manera en que los seguidores tempranos adaptan la nueva idea y sirven como
puente con el resto del grupo al reafirmar dichas adopciones. Este grupo es altamente
sociable y muy activo a través de Internet, pero no necesariamente tiene deseos de
liderazgo, sino que son seguidores naturales; mas seguidores ‘confiables’ por otros por
ser considerados lo suficientemente sensibles para no adoptar cosas demasiado
radicales.
+ Mayoría tardía – 34% del grupo
Conservadores por naturaleza, necesitan de altos niveles de reafirmación y explicaciones
de cómo la nueva idea funcionará y sólo la adoptan si es ‘diluída’. Son grandes imitadores
y cuando la nueva idea les aparece apetente la adoptan con emoción. No obstante, al
estar gobernados por normas sociales tanto como por las reglas del mercado, dejan
rápidamente la idea cuando sienten que cuestiona su sentido de identidad.
+ Rezagados – 16% del grupo
Los más lentos en adoptar una idea, resistentes para tratar cosas nuevas. Se ajustan a
reglas tradicionales o largamente probadas. Como ortodoxos, sospechan de lo nuevo y
les disgusta lo que cuestiona el status quo. Adoptan la nueva idea solamente bajo sus
términos o de manera parcial, marcando el fin de la ‘nueva idea’.(Raymond, 2010)
Por años, los métodos de producción han contemplado estas personalidades y sus
variables de consumo. Al innovador lo podríamos pensar más allá del mercantilismo, sin
embargo, en cuanto sus ideas son masificadas su identidad creadora se pierde en la
uniformidad, mientras el rezagado, tras oponerse a los cambios, termina por avalarlos y
confirmarlos al integrarlos, aun parcialmente, a su estilo de vida. Pero podríamos pensar
también al innovador como una especie de profeta que, desafiando lo instituido y sin dejar
de pertenecer a la comunidad, nunca se establece y evita también que la comunidad se
establezca (Maffesoli, 2005). Así, el análisis de tendencias podría leerse también como el
análisis del nomadismo de cuerpos que permanecen en un lugar pero viajan mediante el
pensamiento y proyectan sus ires y venires mentales en su vestimenta. La tendencia sería
entonces el espíritu transindividual que se manifiesta a través de la moda.
Los mismos nombres de las categorías de la teoría de Difusión de Innovaciones –
seguidores tempranos, rezagados- hacen pensar en un grupo que camina, pero eso no
los hace a todos caminantes y puede que sea justo eso en lo que la industria de la moda
se apoya. La predicción de tendencias analiza a los recién llegados y a los excluidos, a
aquellos que están siempre en movimiento, para que los productores de indumentaria
puedan ofrecer a la mayoría establecida una estética de la transición que aparente ser
una libre trayectoria, ese oxímoron de “arraigo dinámico” pero con un dinamismo
determinado años atrás por la cantidad de hilo producido en un color particular.
Siguiendo con la terminología, el nombre con se conoce a quienes identifican las nuevas
tendencias y reconocen a los innovadores, es ‘cazadores de tendencias’ (en inglés
coolhunters). Su papel es recorrer las calles o los sitios web más populares para intentar
atrapar el zeitgeist que se desplaza libre entre un cuerpo social no siempre consciente
pero se deja ver a través de sútiles indicios. Son una especie de cazadores recolectores,
al modo de los grupos nómadas, y con toda razón, pues sólo un itinerante entendería la
trayectoria de los innovadores, y, al mismo tiempo, sólo un itinerante asentado podría
traducir el movimiento de los viajeros, la “pulsión migratoria” (Mafessoli, 2005), en algo
estático –o estético- y reproducible para la industria. ¿Es posible producir masivamente el
camino y la búsqueda de unos pocos para saciar los deseos de libertad de las mayorías?
LA BLOGOSFERA DE LA MODA
La emoción que provoca la moda se basa en la posibilidad de expresar la identidad o de
transformarla sumada a la idea de que hay jugadores clave en la conformación de la
moda. La respuesta de los blogs fue pieza clave en el desarrollo de la moda dentro del
mundo virtual. Desde que en 2005 el conocido fotógrafo Scott Schumann publicará su
blog The Sartorialist con fotografías –obviamente profesionales- de gente “bien vestida”
haciendo su vida cotidianamente en las ciudades cosmopolitas, la oferta de convertirse en
una de las personalidades anónimas de la moda que aparecían en su sitio web fue
irresistible para un público como la ‘mayoría temprana’. Lo que The Sartorialist mostraba
es que hay gente con un sentido innato para la moda, que debajo de las pasarelas había
un mundo independiente que articulaba su identidad con ropa más convencional o recién
salida de la pasarela pero en combinaciones únicas, que los plebeyos citadinos (nunca
provincianos) podían dar clases de estilo a los reyes de los grupos industriales de moda.
Y la restricción era precisamente esa, uno debía encontrarse en los lugares más
exclusivos de alguna de las ciudades más globalizadas para ser fotografiado. Pronto la
gente “normal” que aparecía en el blog comenzó a ser reconocida por otros como algunos
dueños de corporativos, descendientes de la nobleza europea o elite discreta. Pronto se
generó la resistencia, chicas de todo el mundo comenzaron a llevar egoblogs, blogs
consistentes en tomar con cierta frecuencia fotografías de ellas mismas mostrando su
‘estilo’, exhibiendo su furor por la moda, sus fetiches de diseñador y su amplio
conocimiento del tema. Uno de los casos más surrealistas fue el de Tavi Gevinson, una
chica judía de Oklahoma con imagen estrafalaria quien ganó fama a sus 12 años en 2008
con su blog Style Rookie (que se traduciría en algo como “novata del estilo”). Pronto fue
invitada a la primera fila de las Semanas de la Moda en Europa, fue fotografiada con
diseñadores de alta costura y vendió la cobertura de los desfiles a las revistas de moda.
No fueron pocos los que se preguntaron de qué manera se catapultó su popularidad y qué
tan políticamente correcto era que dejara la escuela a los 16 años para dedicarse a
colaborar con diseñadores y a editar su propia revista.
Como Tavi, surgieron más bloggeras que pronto acapararon la atención de los medios de
la industria al atrincherarse contra los líderes de opinión proponiendo un estilo discordante
que dejaba de solicitar la aprobación de la prensa de moda para cuestionar la libertad de
expresión en un mundo que vendía, simultáneamente, diferenciación y pertenencia.
Pronto fue notoria la potencialidad de una personalidad para incorporar una tendencia en
un público con gustos muy definidos, implicando menores pérdidas en mercadotecnia; las
bloggeras recibían ropa, accesorios, maquillaje y zapatos como ‘regalos’ o ‘cortesías’ para
portarlos y exhibirlos como parte de su estilo, dando crédito a la marca hasta el grado de
conseguir grandes patrocinios y poder dejar estudios y trabajo por mantener sus blogs
activos.
Lo que comenzó como un acto de rebeldía – en el que casi la totalidad eran mujeres
jóvenes- fue pronto asimilado a una estrategia más de mercadotecnia. Las bloggeras de
moda se habían convertido en una especie de Robin Hood del estilo, que robaban de las
pasarelas algunas piezas diseñador mezcladas con ropa de segunda mano para
integrarlas a un estilo que reafirmaba su identidad soberana y desafiaba el estar ‘fuera de
moda’ con una estética más llamativa que la propuesta anteriormente por la industria.
Eran las vagabundas de las tendencias que “deambulan en las megápolis posmodernas
[y] son la causa y el efecto del “espíritu de los tiempos” modelado por una desenvoltura y
una insolencia un tanto libertarias” (Maffesoli, 2005, 182). Proponerse como una figura y
no como simple reproducción, sin pertenecer a la aristocracia (aunque a veces con altos
niveles económicos), fue lo que causó tal impresión en el sistema.
Estos cambios, todos ocurridos durante los últimos 5 años, han propulsado la creación de
nuevos perfiles laborales y nuevos centros de poder en la moda anclados en el
funcionamiento de las redes sociales y de la moda. La naturaleza de éstas resultó ser
simbiótica, ambas se centran en las apariencias y la actualidad, las redes prestando su
estandarte de accesibilidad y la moda el de personalización. El espacio social creado a
través de moda y redes sociales se ha convertido en otro de los escenarios para los
investigadores de tendencias, referencia para los industriales y campo de prueba para las
marcas, al grado de que no son pocos los que hablan ahora de la existencia de varios
sistemas de la moda, de una moda descentralizada como nunca antes hubo.
Quizá esto fue posible en parte por la volubilidad de las opiniones y también por la falta de
figuras emblemáticas suficientes en que el individuo globalizado pudiera reconocerse, ya
no alcanzaban las reinas, ni las modelos de portadas de revistas de moda, se necesitaban
mujeres excepcionales que formaran parte del deambular cotidiano y que ostentaran la
belleza de la anachoresis, de la pureza que existe en la renuncia pero que a la vez
permanecieran en la vida pública y permitieran a las demás sentir la proximidad de lo
lejano (Maffesoli, 2005) . Sin embargo, a todo exilio sigue un reintegración y la difusión de
lo subversivo en los medios masivos de comunicación pronto provocó el asentamiento de
las bloggeras en estética demasiado caprichosa para continuar siendo auténtica, dejaron
de lado su verdadero papel para convertirse en ‘alguien’ dentro del mundo de la moda.
El impulso de la vida errante jamás podría ir a la par del sistema económico capitalista
que rige la industria de la moda, sin embargo, es necesario aparentar la libertad de
experimentar para dar a las masas la sensación de descubrir algo que lleva años
predeterminado para ellas. El hecho de que existan varios sistemas de la moda no evita la
administración de las novedades ni el control de su contagio psíquico, al contrario, puede
transformar la búsqueda de una identidad propia en la simple evasión de la misma.
Moda y Resistencia
“El cuerpo simboliza la lucha
entre orden y desorden
en todas las sociedades”
La ropa que se espera que las mujeres usen –y la que se espera que no usen- es una
forma de control. Como los ejemplos que pone Bourdieu (2000: 43-44): la falda, que limita
la movilidad, y los tacones, que provocan desestabilidad. Ésto va ligado con los roles de
género, el que se relacione la feminidad con la delicadeza, la vulnerabilidad, la fragilidad.
Así, la moda manifiesta una ideología en un contexto determinado, expresa una situación
social, política y económica.
La legitimación de las violaciones por la ropa que usa la mujer (“se ponen falda y luego se
quejan de que las violan”) es un discurso que se repite en muchos países,
independientemente del nivel educativo. En Canadá, por ejemplo, un policía dijo en una
escuela de derecho que si las mujeres no querían ser violadas, no debían vestirse como
putas. La diferencia reside en la respuesta de la sociedad a este discurso (resistencia en
el sentido en que la propone Foucault). En Canadá, ese suceso desencadenó el
surgimiento de algo que ahora es un movimiento internacional: La marcha de las putas.
Quienes participan en ella defienden sus derechos sexuales con consignas como “No es
No”, dejando claro que una se puede vestir como quiera, y eso no le da permiso a nadie
de hacer algo que ella no quiere. El sólo hecho de que el modo de vestir ya implique
forzosamente un mensaje hacia los hombres, habla de una idea del cuerpo de la mujer
(únicamente) en función del hombre; que no se puede concebir el cuerpo de la mujer sin
una relación con el hombre. Y que el hombre no pueda hacerse responsable de sus actos,
sino que sea la mujer la culpable (empezando por la narración de Adán y Eva), son
manifestaciones del machismo y de la heteronormatividad –como lo plantea Ana
Amuchástegui (s.a.: 4)- es decir, que la única relación sexual y afectiva que se pueda
concebir es la de hombre-mujer.
Otra forma de protesta con respecto al cuerpo es mostrarlo públicamente desnudo. Dentro
de esta forma de protesta, hay dos movimientos: el nudista y el nuditista. El nudista se
limita a usar el desnudo como forma de protesta; el nuditismo, que surge en Cataluña, va
más allá, pues reconoce que no sólo la vestimenta por sí sola es parte del orden social,
sino que además está reglamentada socialmente según el espacio y la ocasión. El
movimiento busca entonces transgredir esas normas sociales, permitiéndose usar ropa
que parece fuera de contexto. Estos ejemplos son también modos de resistencia a la
norma, tanto a tener que vestirse como a vestirse de acuerdo a la ocasión.
Uno de los grupos nudistas más conocidos internacionalmente es Femen, un movimiento
que surge en Ucrania en 2008 y que proclama “Mi cuerpo, mi manifiesto”. Usa el desnudo
como arma para combatir el patriarcado, inquietar a dictadores y molestar a la religión y a
sus instituciones.
Tatuajes: ¿moda?
Actualmente, el tatuaje se considera una moda. Cuando se habla del tatuaje como moda,
se entiende como si fuera algo superficial, temporal. Resulta paradójico pensarlo así,
considerando que los tatuajes son permanentes y se inscriben varias capas bajo la piel.
Se cree que lo que se define como moda carece de significado y de intención, porque es
algo que ‘muchos usan’, pero con esto se olvida que todos somos ‘víctimas’ de la moda,
entendiendo la moda como algo que efectivamente cambia, pero que siempre está
presente. Y que la presentación corporal, incluyendo todo lo que conforma, desde
indumentaria y ornamentación corporal hasta modificaciones corporales y cuidado general
del cuerpo (Martí, 2010:109), están sometidos a la moda, a eso que es aceptado y
rechazado socialmente en un contexto determinado. Que aún el ‘no estar a la moda’ es
moda.
Quien se tatúa hoy ´por moda´ lo que subvierte no son los códigos del
tatuaje, sino más bien los de la moda, puesto que hace estallar lo que le es
más inherente: su transitoriedad y su capacidad de reemplazarlo por otra,
que se instale en su lugar. El tatuaje al fijar la moda, la mata y ese réquiem
es ritual
Si bien en sus orígenes el tatuaje era -y actualmente en ciertas culturas sigue siendo- una
marca de pertenencia y de homogeneización en un grupo, por ser, por ejemplo, parte de
un ritual de iniciación, actualmente es más bien una práctica de diferenciación y de
identificación resaltando la individualidad:
Mientras que antes las transformaciones permanentes del cuerpo eran
uso exclusivo de determinados grupos sociales, hoy en día es
bastante difícil definir quién es el tipo de joven que se tatúa, y es
totalmente equívoco querer buscar explicaciones en la pertenencia de
clase o el capital cultural. (Porcio, L. 2004:107)
Aunque los estigmas hacia los tatuajes han cambiado (se han reducido), todavía hay un
rechazo social en algunos sectores. Por ésto mismo también es una expresión de
protesta.
Como en los reclusos de California, son un acto subversivo para
reestablecer la autoridad sobre su cuerpo y retar al sistema que intenta
controlarlo, una forma de afirmar la posesión de su cuerpo y su identidad.
(Moro J, 2005:186)
Es una forma de resistencia ante la pérdida de libertad y de posesión sobre el cuerpo.
Las tribus urbanas como los punks y los skinheads también modifican y visten el cuerpo
de una forma que manifiesta una resistencia. A continuación se dará una breve
introducción sobre estos movimientos contra-culturales.
El movimiento skinhead nace en Inglaterra en 1969 como una fusión de otras dos
culturas: los rude boys de Jamaica y los mods de Inglaterra. Los rude boys tenían una
tradición obrera, los mods tenían prácticas y gustos más cercanos a la cultura dominante.
Los skinheads surgen tras divisiones entre grupos en grupos más pequeños, algunas de
estas distinciones por motivos de moda: que un grupo quisiera conservar los valores de la
clase obrera inglesa, como las botas, los pantalones de mezclilla, los tirantes y la camisa,
y otro grupo que quería estar a la moda, abandonando esas tradiciones.
Para 1977, cuando surge el movimiento punk, el movimiento skinhead ya había decaído
mucho, pero en ese año tiene un nuevo auge cuando los políticos de extrema derecha
aprovechan el sentido de pertenencia de clase de los skinheads y lo utilizan para legitimar
un discurso nacionalista y racista (contra la inmigración) a través de una exacerbación de
la pertenencia étnica. Por esto, los medios han contribuido a difundir una idea de los
skinheads como nazis, cuando dentro de los skinheads existe un grupo de nazi-
skinheads, mas no todos los skinheads son nazis. Así, los tatuajes son un modo de
diferenciación entre skinheads, es decir, antifascistas, y nazi-skinheads.
La incidencia del tatuaje en la sociedad contemporánea, evidencian cómo la
relación entre ésta práctica es determinante para expresar la identidad. Para
algunos jóvenes, que no se conforman con los estereotipos dados por la
cultura hegemónica, expresa “rebeldía”, mientras que para otros, que siguen
los dictámenes de la moda, expresa “consenso”. Un tatuaje puede ser “arte”
y también “subversión”, un pequeño dibujo en la piel es un aparato más de
la “moda”, pero si se elige un símbolo, aunque de dimensiones reducidas,
puede manifestar una “ideología”. Un tatuaje expresa una identidad “visible”,
pero el deseo de “poseerlo” puede presentarse al mismo tiempo como
necesidad íntima y personal: del “visto” se pasa al “no-visto”. (Porcio, L.
2004:109)
La moda Punk
El punk empieza con una crítica a lo establecido, principalmente a los valores de la clase
burguesa. Esto era muy visible en la presentación corporal, tanto en la indumentaria y
ornamentación, como en la modificación corporal:
Una continua actitud de rebeldía marcada por una puesta en escena que
rompía con los códigos establecidos en las conductas éticas y sociales, [que
convertían] los insultos en eslóganes de reacción estética. Los orígenes del
punk incidieron (…) en la moda [y] en la intervención del propio cuerpo (a
través de tatuajes), y sus rasgos sirvieron para crear una estética de
resistencia con la idea de plantear una visión del mundo en la que perviviera
una atracción hacia la anarquía, el nihilismo y la negación absoluta a lo que
pudiera pasar en el futuro.
En un inicio la estética de los artistas punk intentaba ser antimaterialista.
La ropa se cubría con parches y botones con mensajes que transmitían la ideología
anarquista y anticapitalista.
Sin embargo, en 2010, salió una propuesta de pasarela de Christophe Decarnin, basada
en el punk. Vendía camisetas rotas a 2000 euros.
Comercializar una ideología que ataca el consumismo es la mejor manera de
desvalorizarla y deslegitimarla. Por lo general, prohibir o censurar prácticas sociales tiene
el efecto opuesto: además de que atrae la atención sobre ello, lo convierte en una
tentación, pues lo prohibido siempre se vuelve más interesante. En cambio, si se
introduce al sistema, se invisibiliza y aniquila por completo su sentido de resistencia u
oposición, de modo que ya no representa un peligro, pues se vacía toda la carga
ideológica de la práctica.
Vestidas para matar
En la lucha contra el patriarcado y la ropa que nos categoriza, Hélene Cixous nos dice
que los vestidos son “sueños llenos de historia, de personas no-conocidas conocidas”
hilos entretejidos que nos dan la de impresión de “ sensaciones, continuidades y la
habilidad de comunicar a través de las barreras del tiempo y memoria” (Benstock y Ferris,
1994; 10) en (Root, 2001; 240) y las mujeres que vivieron en la época de las
independencias en Latinoamérica , cuando presas de la mirada del otro, las mujeres
estaban vestidas para matar gritando su inconformidad ante la invisibilización de su
existencia y apoyo en las luchas de aquella época.
La invasión inglesa a Bueno Aires en 1806 despertó en las mujeres un espíritu de lucha
contra los invasores, apoderándose a través del uniforme masculino algunas se
incorporaron en actividades bélicas. Sin embargo la mayoría se ocupó en la esfera
doméstica, cortando y cosiendo uniformes, vistiendo a los hombres para matar. Pero
después formaron parte de una estrategia que las consideraba como un arma de guerra,
llenando el vacío que el amor a la patria podía dejar. Fue así que sus nombres fueron
grabados en las armas convirtiéndose en instrumentos de victoria.
Las editoriales les brindaron a las mujeres un espacio para expresar y protestar contra el
doble discurso que emitían, cuando gritaban “libertad, igualdad, ciudadanía, derechos
sociales…” y a ellas las relegaban a los confines de una casa careciendo de voz y
participación pública. La cotorra era una revista que se destacó por desafiar el orden
establecido.
“Trastocó las estrategias narrativas que pedían a las mujeres usar su belleza para
electrificar a los hombres en la construcción de naciones latinoamericanas y sugirió
que la mujer volviera su belleza en contra de ellos, convirtiendo a sus accesorios
de moda en armas y su gracia natural en un arsenal” (Root, 2001; 245).
Fue así que las mujeres resistieron, no aceptaron su exclusión, quedándose y protestando
exigían su reconocimiento. Lo hicieron a través de sus accesorios, usaban peinetones,
parecido a una peineta pero con una medida que llegaba a un metro de ancho y de alto, el
peinetón reclamaba la mirada de los otros dotándolas de un estatus de participante
pública. Muchos se quejaron de la presencia del peinetón pues les parecía que contrataba
con la delicadeza de la mujer. Las mujeres vestidas para matar desafiaron el problemática
papel de representar la vanidad de la política, rompiendo con el “rol bello” anteponiéndose
al estereotipo de mujer de porcelana.
Conclusiones.
Después de la ola de homogenización del capitalismo las personas han buscado
diferenciarse y defender su propia identidad. La globalización y la comunicación han
proporcionado más herramientas para tener acceso a tendencias diferentes de modo que
se facilita e incita a la imitación.
En la moda la temporalidad es algo determinante. Por ello, cuando se trata de resistir a
los valores hegemónicos en el ámbito de la moda, por ejemplo los estilos propios, es
imprescindible que esa resistencia sea paralela a las tendencias, para ser visibles y tener
el reconocimiento social.
Cuando se toma una postura radical es más fácil ser absorbido por la estructura porque
justo la moda juega con las oposiciones, entonces aunque en algún momento haya sido
una resistencia, eventualmente será asimilada por el mercado.
Aun así en estos tiempos en lo que te venden es que el cuerpo es tuyo y que es una
posición dejamos en duda que tanto sigue respondiendo a las representaciones sociales,
por el objetivo de ser reconocidas o simplemente por no cuestionar el inconsciente
colectivo.
La moda ya no se limita a la indumentaria, ahora tiene un gran peso sobre el cuerpo: esto
implica una interiorización de un ideal de belleza corporal, que se legitima por un discurso
de salud como que un cuerpo esbelto es un cuerpo sano. Actualmente se propone dar
importancia y ser consciente de la manipulación sobre el cuerpo ante los modelos de
belleza, de modo que uno pueda ejercer agencia para cuidarlo y vestirlo como sea la
voluntad de cada persona.
¿Cómo visibilizar y aceptar el cuerpo real dentro de la estructura de la moda sin despojar
al individuo de su corporeidad?
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