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La Segunda Revolución Industrial En la segunda mitad del siglo XIX –entre los años 1870 y 1914– la industrialización adquirió de nuevo unos rasgos rupturistas, que fueron: 1. Empleo de nuevas fuentes de energía, que paulatinamente desplazaron al carbón y al vapor. Dichas fuentes de energía pudieron ser utilizadas gracias a la intensificación de las relaciones entre la investigación y la empresa, tanto con la creación de laboratorios de investigación públicos y privados, como con la protección de los nuevos inventos mediante las patentes. Las nuevas fuentes de energía fueron: a. La electricidad. Una serie de inventos e innovaciones, que resolvieron los problemas de transformación y conducción de la corriente eléctrica, posibilitaron que la electricidad pasara de ser una curiosidad científica a una energía con múltiples aplicaciones prácticas. Aquí podemos citar la dinamo de Gramme, la lámpara de filamento incandescente perfeccionada por Edison, los motores eléctricos, las turbinas hidráulicas –para producir electricidad en centrales hidráulicas– y, por último, el alternador y el transformador. La electricidad se aplicó en el alumbrado público, los transportes –tranvías y ferrocarriles–, las comunicaciones –telégrafo

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La Segunda Revolución Industrial

En la segunda mitad del siglo XIX –entre los años 1870 y 1914– la industrialización

adquirió de nuevo unos rasgos rupturistas, que fueron:

1. Empleo de nuevas fuentes de energía, que paulatinamente desplazaron al

carbón y al vapor. Dichas fuentes de energía pudieron ser utilizadas gracias a la

intensificación de las relaciones entre la investigación y la empresa, tanto con

la creación de laboratorios de investigación públicos y privados, como con la

protección de los nuevos inventos mediante las patentes.

Las nuevas fuentes de energía fueron:

a. La electricidad. Una serie de inventos e innovaciones, que

resolvieron los problemas de transformación y conducción de la

corriente eléctrica, posibilitaron que la electricidad pasara de ser

una curiosidad científica a una energía con múltiples aplicaciones

prácticas. Aquí podemos citar la dinamo de Gramme, la lámpara de

filamento incandescente perfeccionada por Edison, los motores

eléctricos, las turbinas hidráulicas –para producir electricidad en

centrales hidráulicas– y, por último, el alternador y el

transformador. La electricidad se aplicó en el alumbrado público, los

transportes –tranvías y ferrocarriles–, las comunicaciones –telégrafo

eléctrico, teléfono o radio– y el ocio –fonógrafo y cinematógrafo–.

b. El petróleo. Su aplicación industrial comenzó a mediados del siglo

XIX, cuando comenzaron las primeras perforaciones en Europa y los

Estados Unidos. El petróleo comenzó a usarse como materia prima

en la naciente industria petroquímica para la obtención de

subproductos y materiales plásticos. El auténtico salto, sin embargo,

estuvo ligado al desarrollo del motor de explosión o de combustión

interna, que usaba el petróleo como combustible y que sería usado

para los automóviles.

2. Nuevas industrias. Las innovaciones técnicas repercutieron en diversos

sectores, desde la química aplicada a la producción armamentística, pasando

por transportes, medicinas, fotografía, cine, conservación, almacenamiento y

distribución de alimentos, etc. De todos modos, destacan especialmente dos:

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a. La industria siderúrgica. El convertidor de Bessemer, el horno de

Martin y Siemens, y el método de eliminación del fósforo de

Thomas-Gilchrist permitieron la producción de acero de mayor

calidad y a coste más bajo, posibilitando la fabricación de máquinas

y motores más precisos, ligeros y pequeños, así como la obtención

de un material excelente para la construcción de ferrocarriles,

barcos, puentes, etc. El hallazgo de aceros especiales o aleaciones –

acero cromado, acero niquelado y acero inoxidable– y de nuevos

metales como el aluminio permitieron el desarrollo de las industrias

más características del siglo XX: automóvil, aeronáutica y

armamento.

b. La industria química. Su nacimiento estuvo muy vinculado a avances

como el método Solvay, de producción de sosa para blanquear las

telas, o la síntesis de compuestos orgánicos que permitirían obtener

colorantes, explosivos y fibras artificiales. Estas novedades se

aplicaron para la obtención de productos farmacéuticos,

medicamentos y perfumes. Con todo, la mayor parte de la

producción se destinó a productos de base como el ácido sulfúrico,

subproductos de la destilación de la hulla como el benzol y el

alquitrán, abonos minerales elaborados y explosivos.

3. Impulso en las comunicaciones y el transporte. Un desarrollo que explica los

intensos efectos económicos y sociales de la Segunda Revolución Industrial,

que facilitó la integración y especialización de los mercados continentales y

transoceánicos, y fomentó el crecimiento del comercio internacional y las

migraciones generalizadas. Los medios más afectados fueron:

a. El ferrocarril. La sustitución del hierro por el acero, que permitió

aumentar la resistencia de los raíles y la capacidad de los vagones,

convirtió al ferrocarril en el “rey de los transportes”, generalizando

su uso. Las tarifas se abarataron, se incremento en velocidad y

seguridad y hacia 1870 se crearon las grandes redes ferroviarias que

unían los grandes mercados nacionales en Europa y en Estados

Unidos.

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b. La navegación a vapor. Las innovaciones técnicas –sustitución de

cascos de madera por otros de acero y de hierro, así como de las

palas por la hélice, aplicaciones técnicas para la refrigeración de los

alimentos– posibilitaron que los buques de vapor sustituyeran a los

viejos barcos de vela o clippers. La apertura de los canales de Suez

(1869) y de Panamá (1914) acortó la distancia entre continentes y

redujo las tarifas.

c. El automóvil. Su nacimiento está ligado al desarrollo del motor de

explosión movido por gasolina y los neumáticos. El primer automóvil

ligero y popular, inventado por el francés Armand Renault,

incorporó el volante de dirección y el motor en la parte frontal del

vehículo. No obstante, el liderazgo en la industria automovilística

pasaría muy pronto a los Estados Unidos, despegando en el siglo XX.

d. La aviación. Los estadounidenses hermanos Wright inventaron el

aeroplano a comienzos del siglo XX. No obstante, su desarrollo se

dio con la Primera Guerra Mundial, debido a razones militares.

e. Los tranvías y los ferrocarriles eléctricos subterráneos, que desde

finales del siglo XIX mejoraron el transporte urbano y modificaron la

fisionomía de las ciudades.

f. La bicicleta, aparecida en el último tercio del siglo XIX, que tendría

una gran trascendencia social y que contribuyó a renovar y mejorar

las carreteras.

g. El teléfono y la telegrafía sin hilos, que permitieron la transmisión

casi instantánea de las noticias, siendo provechosamente utilizados

para operaciones bancarias y bursátiles.

h. La prensa y la radio, que posibilitaron la aparición de unos medios

de comunicación de masas.

4. La primera mundialización de la economía, que se vio fomentada por los

siguientes factores:

a. Una nueva organización de la producción. La aparición de nuevas

potencias industriales internacionalizó la competencia económica.

Las empresas se vieron obligadas, por tanto, a crecer y a ser más

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fuertes, por lo que siguieron tres estrategias diferentes: 1ª) las

pequeñas empresas, que carecían de medios para invertir en

innovación técnica y abrir nuevos mercados, se transformaron en

sociedades anónimas; 2ª) en determinados países y sectores se

produjo una concentración empresarial, bien de forma horizontal o

vertical –cártel, trust, zaibatsu, hólding–, alentando prácticas de

monopolio de control de precios y mercados que ponían en

cuestionamiento el libre comercio; y 3º) creación de bancos de

negocio especializados en el préstamo a largo plazo a empresas y

que negociaban con valores industriales.

b. La integración de mercados de capital y desarrollo del comercio

internacional. La unión de capital industrial y capital bancario

supuso el nacimiento del capitalismo financiero, que animó

diferentes movimientos de capital y de inversiones a una mundial.

Las exportaciones de capital procedían de Europa occidental,

principalmente del Reino Unido –Londres era el centro financiero

mundial–, Alemania o Francia. Las inversiones se dirigían en las

zonas donde se obtenían mayores rendimientos: América, Rusia o

los imperios coloniales.

Subsecuentemente, el comercio internacional experimentó un gran

auge debido al descenso de los precios de los productos, que

favoreció el consumo; las transformaciones en los transportes; y la

aparición de un sistema monetario internacional que descansó en la

aceptación de la convertibilidad de las monedas nacionales en oro:

el llamado patrón oro. Pese a todo ello, la mayoría de las potencias

terminaron adoptando políticas proteccionistas para fomentar las

industrias nacionales que supusieron el fin del librecambismo.

5. Aparición de nuevas potencias industriales. Hasta 1870 el Reino Unido era el

principal productor mundial de manufacturas, pero a la altura de 1913 sus

niveles de producción ya habían sido sobrepasados por los de otros países. La

Segunda Revolución Industrial supuso por tanto el despegue industrial de otros

países, que fueron:

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a. Estados Unidos. En el último tercio del siglo XIX vivió una rápida

industrialización y se convirtió en la primera potencia industrial.

Entre las razones habría que citar el tremendo mercado interiorque

suponía el país, y que aumentó aún más gracias a las tasas de

crecimiento natural y a la oleada migratoria europea; la abundancia

de materias primas y recursos naturales, así como de tierra fértil; la

construcción de una red ferroviaria que conectaba el país de este a

oeste y que posibilitó la colonización de territorios y la formación de

un mercado nacional integrado; una división geográfica del trabajo

facilitada por la especialización regional de zonas dedicadas a la

agricultura, a la industria y a la producción de algodón y tabaco; y la

configuración de un “sistema productivo americano” en el que a las

innovaciones técnicas se les unían métodos de producción en masa

y fabricación estandarizada.

Las empresas estadounidenses tendieron a configurar grandes

sociedades industriales bajo la forma de trust, con el propósito de

eliminar la competencia y dominar el mercado. Aunque el gobierno

estadounidense aprobó leyes antitrust para proteger el libre

mercado –Ley Sherman de 1890–, las grandes corporaciones fueron

líderes en sectores como el acero, el petróleo, la electricidad, el

telégrafo, el teléfono y el automóvil.

b. Alemania. Se trataba de la segunda potencia industrial y la segunda

también en el comercio mundial. Las razones se encontraban en el

desarrollo alcanzados por su ferrocarril y su flota comercial; la

aplicación de nuevas técnicas y de una organización científica del

trabajo a la producción industrial; la política proteccionista del

gobierno alemán, que favoreció los intereses de los terratenientes y

de los industriales siderúrgicos; y la concentración industrial y

financiera, que favoreció la formación de cárteles y el desarrollo de

grandes empresas en las industrias básicas, destacando Krupp y

Thyssen –dedicadas al acero–; Bayer, Hoechst y Basf –química

inorgánica–; y Siemens y AEG –electricidad–.

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c. Japón. La presión extranjera aceleró el fin del sistema feudal en

1868 que impulsó la modernización económica de acuerdo con los

parámetros de la Revolución Meiji impulsada desde arriba por el

emperador Mutsu-Hito. Entre 1868 y 1880 el Estado japonés se

convirtió en el principal dinamizador industrial, creando e empresas

públicas y subvencionando empresas privadas en diversos sectores –

textil, minero, siderúrgico, construcción naval, ferrocarril, telégrafos.

Para asentar la industrialización, atrajo asesores extranjeros,

potenció la importación de nuevas tecnologías, modernizó la red

financiera e impuso la obligatoriedad de la enseñanza. Entre 1880 y

1882 el Estado japonés impulsó la privatización de las empresas

públicas, que posibilitó una concentración industrial y financiera en

manos de muy pocas familias: los zabaitsu. Desde comienzos del

siglo XX, el crecimiento económico japonés descansó en una mano

de obra abundante y barata, unas elevadas tasas de productividad

industrial y un desarrollo comercial beneficiado por la expansión

imperialista en el Pacífico y el continente asiático.

Liberalismo económico y capitalismo

Al mismo tiempo que la industria se transformaba, la economía evolucionaba, pasando

de ser una economía limitada y mercantilista a otra de carácter liberal, asentada en

tres principios fundamentales:

1. Defensa de la propiedad privada, libre y sin limitaciones.

2. Sostenimiento de los principios de libre empresa, libre contratación de mano

de obra y libre regulación del sistema productivo, todo ello sin interferencias

del Estado.

3. Apuesta por un mercado libre y autorregulado, donde las leyes dominantes

son la del beneficio y la de la oferta y la demanda.

El desarrollo teórico de estas ideas fue construido por el liberalismo, que en su

vertiente económica tiene a Adam Smith como padre fundador. En su Ensayo sobre la

naturaleza y la causa de la riqueza de las naciones (1776) expuso unas tesis que dieron

forma a lo que se conoce como liberalismo clásico:

1. La riqueza procede del trabajo, situándose frente a los argumentos

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mercantilistas que decían que esta derivaba de la acumulación de metales

preciosos o de tierras.

2. El apoyo a la iniciativa privadaen detrimento del papel estatal. Según

Smith, el interés individual movería a las personas a interesarse por la

economía. Partiendo de esta premisa, un crecimiento económico

continuado se fundamenta en que la iniciativa individual actúe libremente,

dejando que el mercado se guíe por el interés de quienes participan en él –

metáfora de la mano invisible. El Estado debería limitarse al ejercicio de la

justicia, la defensa de las fronteras y realizar aquellas obras de las que no se

preocupa el mercado.

3. La productividad es el resultado de la división técnica del trabajo –que cada

obrero se especializara en una fase del proceso productivo.

Otros autores liberales de la época fueron:

1. David Ricardo. Defendió las ventajas del librecambismo y la división

internacional del trabajo –la especialización de ciertos países o regiones en

la producción de uno o varios productos para su venta mundial.

2. Thomas Robert Malthus. En su Ensayo sobre el principio de la población

(1798) explicaba que la población crecía a un ritmo mayor que los

alimentos, lo que provocaría periódicas crisis de mortandad –las crisis

malthusianas– que equilibraban la población y los recursos. Para paliar esta

debacle cíclica propuso controles de natalidad.

3. John Stuart Mill. Aunque defendía como los anteriores los principios del

liberalismo clásico, advirtió que el sistema se estancaría si el Estado no

intervenía en ciertos aspectos sociales –educación, fiscalidad, regulación

laboral, etc.– sin una lógica mercantilista.

El triunfo de la Revolución Industrial supuso el triunfo del liberalismo económico y la

instauración de un sistema económico capitalista basado en los principios de este

último. Los cambios económicos, ya analizados, implicaron grandes transformaciones

sociales, que podemos resumir en:

1. Evolución de una sociedad agraria a unasociedad industrial, con gran

desarrollo urbano.

2. Pasode una sociedad estamental basada en la desigualdad jurídica a una

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sociedad de clases, cimentada en la desigualdad económica.

3. El incremento económico vino acompañado por una profunda desigualdad

social, lo que hizo que el bienestar no se repartiese de manera justa y

equitativa.

La sociedad de clases

La nueva sociedad emergente estaba compuesta por clases abiertas; es decir, que a

diferencia del Antiguo Régimen existía una movilidad social, pero condicionada por la

riqueza y las relaciones sociales y familiares. Las clases que emergieron fueron:

1. Clases altas. La Revolución Industrial implicó el triunfo de la burguesía

como grupo social predominante frente a la nobleza, que no obstante

conservó su prestigio social. La burguesía, que incluía a los grandes

industriales y comerciantes, así como los propietarios de tierras.

Componían una pequeña pero influyente minoría cuyo ascendiente fue

creciendo conforme el capitalismo se imponía como sistema económico.

2. Clases medias. Estaban compuestas por aquellos grupos que se situaban

entre las clases altas y las bajas, entre las que incluimos grupos urbanos –

trabajadores cualificados, pequeños y medianos artesanos y comerciantes,

funcionarios del Estado liberal, etc.–, como rurales –campesinos con

tierras–.

3. Clases bajas. Compuestas principalmente por la naciente clase proletaria,

es decir, por los obreros asalariados en las fábricas, minas y altos hornos.

Provenientes de entornos campesinos y rurales, estos obreros eran

hombres, mujeres y niños que componían una mano de obra poco

cualificada que trabajaban en unas condicionales laborales y sociales duras

y sin derechos. Los proletarios tendieron a organizarse en el siglo XIX en

sindicatos.

Imperialismo y expansión colonial. Los conflictos internacionales antes

de 1914

El imperialismo europeo en el siglo XIX: causas

El imperialismo como fenómeno histórico se basa en la imposición de unas relaciones

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de dominación por parte de unos territorios sobre otros. Estas relaciones suponen la

extensión a escala de mundial de una serie de procesos económicos, sociales,

políticos y culturales –como el capitalismo, el liberalismo, la sociedad de clases o la

cultura occidental–, que hasta entonces habían quedado restringidos a unas pocas

zonas del planeta.

El imperialismo ya se había dado anteriormente en su variedad mercantilista, enfocado

preferentemente a los intercambios comerciales –metales preciosos, sedas, especias y

esclavos–. En esta ocasión, el imperialismo asumió además el control territorial y

político de las colonias, por lo decimos que inicia una nueva etapa. Las razones que

explican esta fase imperialista son las siguientes:

1. Económicas. El paso del librecambismo al proteccionismo, a causa de la

aparición de nueva competencia –representada por Estados Unidos, Alemania y

Japón–, impulsó en las potencias industriales la necesidad de buscar nuevos

mercados para dar salida a los excedentes de la producción industrial. Estos

nuevos mercados serían las colonias, las cuales, a su vez, remitirían a las

metrópolis los recursos de los que carecían, principalmente materias primas y

fuentes de energía baratas. Las colonias también era un lugar donde los

capitalistas podían intervenir dinero con un interés más alto que en la

metrópoli. Este intercambio desigual entre colonias y metrópolis estaba

diseñado para que las segundas experimentaran un crecimiento económico

ininterrumpido.

2. Políticas. Los diferentes gobiernos coloniales ambicionaban controlar rutas

estratégicas desde un punto de vista comercial y militar. Aquí, por supuesto, se

añaden consideraciones de prestigio y de poder, incentivando las rivalidades

entre las grandes potencias.

3. Ideológicas. La gran coartada para la expansión imperialista fue la defensa de

los intereses nacionales, lo que llevó a que las potencias difundieran una

mística imperialista en la que los valores que supuestamente representaban

cada nación, la voluntad de poder y los sueños de grandeza eran elevados al

paroxismo. Este patriotismo exaltado se vio acompañado de una revisión de la

historia propia en clave nacional y de un sentimiento racista, pues se entendía

que la raza blanca era superior al resto y que debía llevar a cabo una misión

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“civilizadora”. Con lo cual, políticos, escritores, filósofos y científicos apoyaron

el imperialismo.

4. Religiosas. El imperialismo también se vio justificado por católicos y

protestantes como una misión evangelizadora, lo que contribuyó

poderosamente a la aculturación de los pueblos colonizados, que perdieron sus

prácticas religiosas ancestrales.

5. Científicas. Los viajes de exploración y de descubrimiento de tierras

desconocidas facilitaron la penetración imperialista. Las sociedades

geográficas, las asociaciones coloniales y la literatura de viajes fueron grandes

vías de difusión de los valores imperialistas entre la opinión pública.

6. Demográficas. Durante el siglo XIX se produjo la segunda fase de la famosa

revolución demográfica, que produjo un acelerado descenso de la mortalidad

gracias a la mejora de los niveles de vida y a los progresos en la sanidad y la

higiene, mientras que las tasas de natalidad continuaron siendo altas. El paso

de 270 millones de habitantes en el continente europeo en 1850, a unos 400

millones en 1900, provocó un movimiento humano de trasvase hacia las

grandes ciudades –urbanización– o a territorios de ultramar. Se calcula que en

el siglo XIX unos 60 millones de europeos abandonaron el continente,

principalmente con destino a América –Estados Unidos sobre todo, pero

también Argentina, Canadá o Brasil. En menor medida, pero también de forma

significativa, se produjeron emigraciones a las posesiones francesas del norte

de África o a diferentes dominios británicos.

Las razones de estos movimientos migratorios fueron:

a. La fuerte tasa de crecimiento natural, que incrementó el porcentaje

de población joven en edad de trabajar.

b. Las diferencias de salarios entre país de origen y de destino, así

como la prioridad de huir de la pobreza.

c. Que los inmigrantes ya establecidos enviaran dinero e información

para facilitar los viajes.

d. Abaratamiento de los transportes.

e. Voluntad de los gobiernos de colonizar y territorios vírgenes con

poblaciones de origen europeo.

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Hubo dos fases en esta migración europea. La primera, que comenzó en los

años 1845-1846 y se extendió hasta 1880, fue causada por la crisis económica,

que animó a emigrantes principalmente de Europa del norte –irlandeses,

escoceses, ingleses o alemanes– a buscar mejores condiciones de vida en otras

latitudes, a un ritmo de unos 300.000 anuales. En una segunda, desde 1880

hasta 1914, se superó el millón de emigrantes anuales, proviniendo

principalmente del sur y del este de Europa –Portugal, España, Italia, Imperio

austro-húngaro, etc.

Por último hay que destacar las migraciones china e india. La primera se dirigió

preferentemente a territorios colonizados del sudeste asiático y a los Estados

Unidos. La segunda marchó a colonias británicas y francesas en África y en Asia.

Las formas de dominación colonial

La presencia de europeos en los territorios colonizados significó la sujeción política,

económica, social y cultural de estas zonas a los intereses de las respectivas

metrópolis coloniales. Por lo general fueron los propios Estados los que asumieron las

funciones de control, adquiriendo los sistemas que aplicaron tipos muy variados:

1. Colonias. Las colonias propiamente dichas eran territorios en los que la

población estaba sometida a la potencia colonial, que implantó sobre sus vidas

un gobierno y una administración de carácter europeo. A la cabeza de estas

instituciones se situaba un gobernador europeo. Este sistema predominó

preferentemente en África y Asia. Una variante peculiar fueron las colonias de

poblamiento, donde se asentaba una numerosa población europea que, aparte

de sus instituciones, imponía también su lengua y sus formas de vida.

2. Dominios. Fueron muy característicos del imperio británico. Consistieron en

colonias de poblamiento a las que se aplicaba un sistema de autogobierno,

viéndose limitados los poderes del gobernador por asambleas de colonos. Estos

dominios gozaban de plena autonomía en política interior, aunque la exterior

dependía de la metrópoli. Ejemplos: Canadá, Australia, Nueva Zelanda o

Sudáfrica.

3. Protectorados. En estos territorios los nativos ya disponían de un Estado con su

estructura política y administrativa. La potencia colonial mantenía las

instituciones indígenas, pero ejercía un control militar, dirigía la política

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exterior y se aprovechaba de la explotación económica. Ejemplo: India.

4. Concesiones. Se trataba de territorios cedidos temporalmente a una potencia

colonial para su control económico, aunque esta última se comprometía a no

mandar ni funcionarios ni militares. Ejemplo: China.

El reparto de África

En el último tercio del siglo XIX controlaron todo el continente. Francia y Gran Bretaña

iniciaron este proceso colonizador. La primera ocupó Argelia en 1830, declarándola

dieciocho años más tarde territorio francés, si bien quedó constituida como colonia

francesa en 1870. Por otra parte, los franceses convirtieron al vecino Túnez en

protectorado en 1881.

Gran Bretaña penetró en Egipto a causa de sus intereses comerciales y estratégicos en

la construcción del Canal de Suez, que chocaban con los franceses. En 1882,

aprovechando una revuelta nacionalista, Gran Bretaña ocupó Egipto militarmente y

estableció allí un protectorado.

El resto de África se abrió a las potencias europeas a través de expediciones científicas

y de misiones religiosas, que abrieron el camino a su control. Destacaron las

expediciones de David Livingstone, que remontó el río Zambeze y llegó a las cataratas

Victoria, en el África oriental; de Henry M. Stanley, que al servicio del rey Leopoldo II

de Bélgica descubrió las fuentes del río Congo en el África central; y de Pietro Paolo

Savorgnan di Brazzà, quien al servicio de Francia exploró la margen derecha del río

Congo.

Las rivalidades entre Francia y Bélgica por la posesión del Congo, así como el creciente

interés de los comerciantes alemanes por el África central, impulsaron al canciller

alemán Bismarck a celebrar una Conferencia Internacional en Berlín (1884-1885) en la

que las potencias europeas adoptaron una serie de acuerdos por los que se

repartieron el continente africano. Además, pactaron las siguientes normas comunes:

1. Libertad de comercio y de navegación por los ríos Níger y Congo.

2. Prohibición de la esclavitud.

3. Reconocimiento del Estado libre del Congo, que sin embargo sería una colonia

asociada a título personal a Leopoldo II de Bélgica.

4. Principio de ocupación efectiva. Para considerar como propia una colonia,

había que ocupar el territorio. Este principio aceleró la carrera por el reparto de

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África que emprendieron las potencias europeas, lanzándose a conquistar

aquellos territorios que aún no estaban dominados por intereses extranjeros.

Así, a finales del siglo XIX se incorporaron nuevas potencias europeas al

reparto de África. Italia se apoderó de Somalia y Eritrea, en el cuerno de África,

pero fracasó en su empeño de conquistar el reino de Abisinia –la actual

Etiopía– al ser derrotado su ejército colonial en la batalla de Adua (1896).

Alemania, por su parte, estableció colonias a partir de 1884 en las costas

occidental y oriental africanas, así como en un área desértica del sudoeste

africano, la que sería conocida como África del Sudoeste alemana.

1. Mapa político africano hacia 1870

2. Mapa político africano después de 1880

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Pero ni la Conferencia de Berlín ni otros acuerdos posteriores pudieron poner fin a los

conflictos que estallaron entre las distintas potencias por el reparto de África. Los más

destacados fueron:

1. Incidente de Fachoda. Varias potencias querían establecer imperios

continuos, que no se vieran interrumpidos por dominios coloniales de otras

potencias. Así, Gran Bretaña quería trazar una línea ferroviaria que uniese

sus posesiones africanas de norte a sur del continente, desde El Cairo hasta

El Cabo. No obstante, tropezó con la hostilidad francesa, cuya ambición era

hacer algo parecido pero de este a oeste, desde la costa de Guinea al Mar

Rojo. Todo esto dio lugar a un peligroso incidente en la localidad sudanesa

de Fachoda (1898), que pudo ser solventado por vía diplomática.

2. Guerra anglo-bóer. En Sudáfrica la rivalidad entre Gran Bretaña y los

colonos holandeses y alemanes –bóers o afrikáners– llegó a provocar un

conflicto armado en cuanto se descubrieron yacimientos de oro y

diamantes en las repúblicas bóers independientes de Orange y Transvaal. La

subsiguiente guerra anglo-bóer (1899-1902) culminó con la anexión de los

territorios bóers, que no obstante gozaron de cierta autonomía en la Unión

Sudafricana, que a partir de 1910 se configuró como dominio.

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3. La cuestión marroquí. A comienzos del siglo XX Marruecos se convirtió en

un territorio en disputa entre Francia, Alemania y España, generando un

foco de disputa permanente que llegaría a ser uno de los precipitantes de la

Primera Guerra Mundial.

La expansión imperialista en Asia

En el último tercio del siglo XIX se completó la acción imperialista europea en el

continente asiático de la siguiente manera:

1. Rusia se extendió por el Asia central, dirigiéndose hacia el Turquestán y

construyendo entre 1880-1890 la vía férrea del Transiberiano que comunicaba

a la metrópolis europea con su enclave de Vladivostok situado en el extremo

oriente asiático, tendiendo a su vez otro ramal que se extendía hasta

Manchuria, situada ya en China.

Los intereses rusos chocaron con los británicos en diferentes países fronterizos

con la India –Persia, Afganistán o Tíbet– y con Japón por Manchuria. Con esta

última potencia las diferencias se dirimieron en la guerra ruso-japonesa de

1904-1905, en la que Rusia acabó derrotada.

2. Gran Bretaña se centró en una de sus posesiones coloniales más preciadas, la

India. Esta era en principio administrada por la Compañía Inglesa de las Indias

Orientales, apoyada por el gobierno británico, que ponía a su disposición para

las tareas de control a un cuerpo de soldados indios encuadrados en el ejército

británico: los cipayos. Estos se rebelaron en 1857-1858 ante el desprecio de los

oficiales británicos por sus creencias religiosas. El resultado fue que la

Compañía acabó siendo suprimida y la corona británica asumió el dominio

directo de la corona mediante la figura de un virrey.

Por otra parte, los recelos británicos a la expansión francesa en Indochina

llevaron a la ocupación de Birmania, que se convirtió en protectorado –es

decir, ejerciendo una soberanía parcial sobre ese territorio– en 1886, y de los

sultanatos del centro y del sur de Malasia (1870-1885). En Oceanía, Australia y

Nueva Zelanda se convirtieron en dominios británicos en 1901 y 1907,

respectivamente.

3. Francia, por su parte, inició la conquista de Indochina en 1858-1860 ocupando

el delta del Mekong, base fundamental para penetrar en el mercado chino. En

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1887 constituyó la Unión General de Indochina –Annam, Tonkín, Conchinchina

y Camboya–, a la que se incorporaría Laos algunos años más tarde mientras se

acordaba la neutralidad de Siam –actual Tailandia.

4. Otros imperios europeos en Asia fueron:

a. Holanda, que afirmó su administración sobre las Indias Orientales

Holandesas –Indonesia, Islas Célebes y mitad occidental de Nueva

Guinea.

b. Alemania, que ocupó la mitad nororiental de Nueva Guinea, y que

compró a España las islas Marshall, Salomón, Carolinas y Marianas,

todas ellas en Oceanía.

c. Portugal, que mantuvo sus enclaves en la India –Goa–, en el Mar de

China –Macao– y en el sudeste asiático –Timor Oriental.

China fue un caso aparte, dado que era el objeto de las preferencias de las potencias

europeas, de Estados Unidos y de Japón, hasta tal punto que China puso conservar una

independencia más virtual que real. La oposición del gobierno chino a la entrada del

opio indio provocó las llamadas Guerras del opio, que fueron dos –en 1839-1842 y en

1856-1860–, tras las cuales Gran Bretaña y Francia obligaron a China a firmar una serie

de tratados, por los cuales esta última cedió Hong Kong a los británicos y otorgó

ciertos derechos comerciales a los extranjeros, permitiéndoles establecer colonias

propias en ciudades como Shangái o Cantón y posibilitando que controlaran las

aduanas.

La penetración comercial europea devastó el comercio autóctono chino y provocó

diferentes revueltas sociales, que se agravaron después de que a partir de 1880 las

potencias coloniales se repartieran el territorio chino en cinco zonas de influencia para

la explotación de recursos mineros y la construcción de ferrocarriles. Una de estas

revueltas fue la rebelión de los bóxers (1900-1901), protagonizada por una sociedad

china ultranacionalista y xenófoba. En 1911 estalló una revolución acabó con la

dinastía imperial manchú, aunque el nuevo régimen republicano hubo de seguir

haciendo concesiones a las potencias coloniales.

1. Mapa político asiático

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El imperialismo no europeo

Las dos grandes potencias imperiales no europeas fueron dos:

1. Japón. El impacto de la revolución Meiji vino acompañado de un agresivo afán

expansionista, motivado por una fuerte presión demográfica, la necesidad de

buscar mercados exteriores para obtener recursos de los que carecía –hierro,

carbón, petróleo, cobre, estaño, etc.– y vender sus mercancías, y una poderosa

corriente nacionalista que defendía la idea un “Gran Japón”.

Una vez anexionados archipiélagos vecinos –Kuriles o Ryuku–, el imperialismo

japonés puso sus miras en la península de Corea, obligando al gobierno

coreano a abrir sus puertos al comercio nipón, lo que provocó un choque

militar con China (1894-1895), tras el cual obtuvo también de China Formosa,

las islas Pescadores y la península de Liaodong junto con el estratégico enclave

de Port Arthur.

Pocos años después, Japón y Rusia chocaron en Manchuria. Japón atacó a Rusia

en 1904 sin previa declaración de guerra, aniquilando su flota naval. De esta

forma obtuvo el sur de la isla Sajalín y el protectorado sobre Corea –que

terminaría anexionándose en 1910. Tras la Primera Guerra Mundial, se

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extendió por el Pacífico anexionándose las antiguas posesiones oceánicas de

Alemania.

2. Estados Unidos. Esta potencia irrumpió fuerte en la esfera imperial desde la

década de los años noventa del siglo XIX. En el imperialismo estadounidense

tuvieron mucha importancia factores ideológicos como la doctrina del

presidente Monroe del “destino manifiesto”, según la cual el pueblo

estadounidense, elegido por Dios, podía apropiarse de cualquier territorio

pretendidamente destinado a pertenecer a Estados Unidos; o geopolíticos,

como las teorías que sostenían que el imperialismo estadounidense debía

basarse antes en el dominio de los mares y el desarrollo de una flota de guerra

antes que en la anexión de territorios. Este conglomerado exacerbó el

sentimiento nacionalista estadounidense.

En 1898 el presidente McKinley, estrechamente apoyado por la prensa y otros

sectores económicos, intervino en la guerra que sostenía España en sus

colonias de Cuba y Filipinas, aniquilando la flota naval española. Cuba se

independizó –aunque económicamente quedó ligada a los intereses

estadounidenses–, mientras que Puerto Rico, Filipinas y la isla de Guam en el

Pacífico fueron cedidas a Estados Unidos. Aprovechando la coyuntura, las islas

Hawai pasaron también a ser anexionadas por Estados Unidos.

La posición estadounidense en el Caribe y el Pacífico se afianzó con Theodore

Roosevelt, presidente de Estados Unidos desde 1901, quien con su política del

“gran garrote” (“big stick”) se arrogó el derecho a intervenir en los asuntos

soberanos de las repúblicas latinoamericanas. En 1903 ayudó a Panamá a

independizarse de Colombia, aunque a costa de que el canal que se estaba

construyendo y que uniría el Atlántico y el Pacífico fuera ocupado militarmente

por tropas estadounidenses. Este intervencionismo será una constante en

Estados Unidos y provocará grandes desestabilizaciones internacionales.

1.Mapa imperios japonés y estadounidense

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Las consecuencias del imperialismo

Tales consecuencias se pueden resumir sumariamente en dos:

1. Explotación económica de los territorios y de los pueblos colonizados,

mediante una “economía del pillaje” que esquilmaba los recursos naturales y

sometía poblaciones indígenas. Entre las prácticas más utilizadas se encuentran

la confiscación de tierras, el sometimiento a trabajo forzoso, la ruina de las

industrias locales, la escasa dotación en infraestructuras viarias y de servicios,

la imposición de monedas y tarifas aduaneras, etc.

2. Un profundo y persistente impacto social y político en los pueblos colonizados.

Como consecuencia del crecimiento vegetativo y de la urbanización impuestos

por las potencias imperialistas, la población rural de las colonias quedó

sometida a un estado de perpetua miseria. Se crearon fronteras artificiales que

impuso o la unión o la desunión forzadas de grupos étnicos y tribales, que

además fueron aculturizados con el fin de que imitasen patrones y modos de

conducta occidentales. No obstante, entre las élites indígenas colaboracionistas

se forjó un incipiente sentimiento nacionalista que les animaría posteriormente

a apoyar la independencia de sus países.

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