Vialidad Nacional

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Revista del Departamento de Ciencias Antropológicas, Filo:UBA http://revistas.filo.uba.ar QueHaceres N o 4 /59 ISSN 2408-4301 DOSSIER FOTOGRÁFICO [59-61] Vialidad Nacional Hernán Horacio Schiaffini* Quizá no haya un “discurso nacional” pero sí muchos “discursos nacionales”. Uno de ellos es la cartelería estatal que encontramos en las orillas de las rutas nacionales y provinciales. En Tres Arroyos, Pcia. de Buenos Aires (uno de los ejes del desarrollo sojero), en Leleke, Chubut (a metros de donde murió Santiago Maldonado) o rumbo a Ing. Jacobacci, Río Negro (en paralelo a un tendido férreo casi abandonado); los carteles viales señalan una presencia y a la vez indican una ausencia. Las rutas del mundo mapuche del siglo XIX aparecen encubiertas, renombradas, desplazadas, asfaltadas de sentido. Las llamadas “Campañas al Desierto”, la Patagonia, el territorio y sus configuraciones, el genocidio indígena y sus consecuencias irredentas son tópicos regulares de la producción antropológica. Lo son también los análisis en torno del discurso político -nacional o local- que irradian tales procesos. A veces lo irradian de modo directo. Otras veces bajo una cortina de auto- matismos, naturalizaciones y olvidos. A menudo, como en el caso de la carta robada por el ministro D..., las cuestiones cruciales se ocultan a simple vista. No hace falta ser Poe o Dupin para encontrarlas. Pero en otras ocasiones la cuestión es bastante más compleja y no depende de talentos individuales. Las nomenclaturas y denominaciones de las cosas y los lugares hunden sus anclas en las luchas sociales y reivindicativas. Si General Roca se llama así, o se llama FiskeMenuco, depende de la correlación de fuerzas. Si Bariloche o Furilofche, o el igno- rado origen de Esquel, u hostales o pizzerías que se llaman Piuke o Ruka suenan como suenan, no depende de la prolijidad lingüística sino del barro de la historia. La burguesía habla y nomina, pero no lo hace directamente. Lo hace con habilidad de ven- trílocuo, con el Estado como marioneta. Esos farfullos son eficaces y crean -entre muchas otras cosas- una toponimia patagónica de origen estatal. La encontramos a cada paso en un territorio que superpone, una sobre otra, capas de sentido que se articulan, se encubren, se sacuden y -a veces- se hacen astillas. * UNPSJB-Sede Esquel – CONICET.hernanschiaffi[email protected].

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Revista del Departamento de Ciencias Antropológicas, Filo:UBAhttp://revistas.filo.uba.ar QueHaceres • No4 /59

ISSN 2408-4301

DOSSIER FOTOGRÁFICO [59-61]

Vialidad Nacional

Hernán Horacio Schiaffini*

Quizá no haya un “discurso nacional” pero sí muchos “discursos nacionales”. Uno de ellos es la cartelería estatal que encontramos en las orillas de las rutas nacionales y provinciales.

En Tres Arroyos, Pcia. de Buenos Aires (uno de los ejes del desarrollo sojero), en Leleke, Chubut (a metros de donde murió Santiago Maldonado) o rumbo a Ing. Jacobacci, Río Negro (en paralelo a un tendido férreo casi abandonado); los carteles viales señalan una presencia y a la vez indican una ausencia. Las rutas del mundo mapuche del siglo XIX aparecen encubiertas, renombradas, desplazadas, asfaltadas de sentido.

Las llamadas “Campañas al Desierto”, la Patagonia, el territorio y sus configuraciones, el genocidio indígena y sus consecuencias irredentas son tópicos regulares de la producción antropológica.

Lo son también los análisis en torno del discurso político -nacional o local- que irradian tales procesos. A veces lo irradian de modo directo. Otras veces bajo una cortina de auto-matismos, naturalizaciones y olvidos.

A menudo, como en el caso de la carta robada por el ministro D..., las cuestiones cruciales se ocultan a simple vista. No hace falta ser Poe o Dupin para encontrarlas.

Pero en otras ocasiones la cuestión es bastante más compleja y no depende de talentos individuales. Las nomenclaturas y denominaciones de las cosas y los lugares hunden sus anclas en las luchas sociales y reivindicativas. Si General Roca se llama así, o se llama FiskeMenuco, depende de la correlación de fuerzas. Si Bariloche o Furilofche, o el igno-rado origen de Esquel, u hostales o pizzerías que se llaman Piuke o Ruka suenan como suenan, no depende de la prolijidad lingüística sino del barro de la historia.

La burguesía habla y nomina, pero no lo hace directamente. Lo hace con habilidad de ven-trílocuo, con el Estado como marioneta. Esos farfullos son eficaces y crean -entre muchas otras cosas- una toponimia patagónica de origen estatal. La encontramos a cada paso en un territorio que superpone, una sobre otra, capas de sentido que se articulan, se encubren, se sacuden y -a veces- se hacen astillas. * UNPSJB-Sede Esquel – [email protected].

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Frontera de la civilización.

Chau Cristina (Hola Mauricio).

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Hernán Horacio Schiaffini [59-61]DOSSIER FOTOGRÁFICO

Heidegger en la meseta.