Transfeminismo, Decolonialidad y El Asunto Del Conoocimiento UH

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Transfeminismo, decolonialidad y el asunto del conocimiento: algunas inflexiones de los feminismos disidentes contemporáneos Marta Cabrera 1 Pontificia Universidad Javeriana 2 [email protected] Liliana Vargas Monroy 3 Pontificia Universidad Javeriana 4 [email protected] Recibido: 4 de octubre de 2013 Aceptado: 23 de enero de 2014 1 Doctora en Comunicación y Estudios Culturales. 2 Profesora asociada, Facultad de Ciencias Sociales, Departamento de Estudios Culturales. 3 Doctora en Psicología Social. 4 Profesora asociada, Facultad de Psicología. doi:10.11144/Javeriana.UH78.tdac Documento accesible en línea desde la siguiente dirección: http://revistas.javeriana.edu.co

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A partir del seguimiento de algunas derivas teóricas de los feminismos contemporáneos, este artículopropone tres disidencias que recogen los que consideramos son algunos de los puntos de inflexiónmás fuertes en sus debates actuales. Proponemos que desde estas inflexiones se han comenzado adelinear nuevos campos de discusión y nuevas agendas metodológicas y de investigación.Palabras clave: feminismos disidentes; feminismos de frontera; transfeminismo; feminismos queer;feminismos poscoloniales; feminismo decolonial; ciencia feminista

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  • Transfeminismo, decolonialidad y el asunto del conocimiento: algunas

    inflexiones de los feminismos disidentes contemporneos

    Marta Cabrera1

    Pontificia Universidad Javeriana2

    [email protected]

    Liliana Vargas Monroy3

    Pontificia Universidad Javeriana 4

    [email protected]

    Recibido: 4 de octubre de 2013Aceptado: 23 de enero de 2014

    1 Doctora en Comunicacin y Estudios Culturales.

    2 Profesora asociada, Facultad de Ciencias Sociales, Departamento de Estudios Culturales.

    3 Doctora en Psicologa Social.

    4 Profesora asociada, Facultad de Psicologa.

    doi:10.11144/Javeriana.UH78.tdac

    Documento accesible en lnea desde la siguiente direccin: http://revistas.javeriana.edu.co

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    algunas inflexiones de los feminismos disidentes contemporneos

    Resumen

    A partir del seguimiento de algunas derivas tericas de los feminismos contemporneos, este artculo propone tres disidencias que recogen los que consideramos son algunos de los puntos de inflexin ms fuertes en sus debates actuales. Proponemos que desde estas inflexiones se han comenzado a delinear nuevos campos de discusin y nuevas agendas metodolgicas y de investigacin. Palabras clave: feminismos disidentes; feminismos de frontera; transfeminismo; feminismos queer; feminismos poscoloniales; feminismo decolonial; ciencia feminista

    Transfeminism, Decoloniality and the Problem of Knowledge: Some Inflections of Contemporary Dissident Feminisms

    Abstract

    Based on the monitoring of some theoretical branches of contemporary feminisms, this article proposes three dissents that collect what we believe to be some of the strongest points of inflection in their current debates. We propose that, based on these inflections, new areas of discussion and new methodological and research agendas have begun to be outlined.Keywords: dissident feminisms; frontier feminisms;transfeminism; queer feminisms; postcolonial feminisms; decolonial feminism; feminist science

    Transfeminismo, decolonialidade e o assunto do conhecimento: algumas inflexes dos feminismos dissidentes contemporneos

    Resumo

    A partir do seguimento de algumas derivas tericas dos feminismos contemporneos, este artigo prope trs dissidncias que recolhem os que acreditamos so alguns dos pontos de inflexo mais fortes nos debates atuais. Propomos que desde estas inflexes comearam-se a delinear novos campos de discusso e novas agendas metodolgicas e de pesquisa.Palavras-chave: feminismos dissidentes; feminismos de fronteira; transfeminismo; feminismos queer; feminismos ps-coloniais; feminismo decolonial; cincia feminista

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    Introduccin: feminismo, feminismos y el asunto del sujeto

    El feminismo puede ser pensado, ms que como un movimiento unifi-cado, como un campo discursivo de accin/actuacin, amplio y hete-rogneo que no se limita a los grupos u organizaciones denominados feministas, sino que se extiende a otros grupos y espacios de actua-cin (Alvarez, 1998). Teniendo en cuenta estas caractersticas, resulta obvio suponer que los derroteros del feminismo estn marcados por cuestionamientos, tensiones y disidencias.

    De esta manera, el trmino disidencia nos interesa aqu en su sen-tido de hacerse aparte, pues nos permite abordar aquellas instancias donde determinados ncleos de discusin terica y poltica dentro del feminismo contemporneo ejercen su crtica y hacen audibles sus vo-ces, interpelando los centros de la teora feminista. Es en ese sentido que nos referimos a feminismos (en plural) y no a un feminismo mono-ltico y homogneo. Se trata en suma, de dar cuenta de la emergencia de una multitud de proyectos y preguntas que responden a tensiones polticas y complejidades tericas, abriendo nuevas dimensiones en el proceso, siempre inacabado, de definicin del feminismo.

    Proponemos entonces que uno de los cuestionamientos centrales que desarrollan los feminismos disidentes problematiza la nocin de un sujeto (universal) femenino, monoltico y ficticio (en tanto cons-truccin ideolgica), que sin embargo fue y contina siendo funcional para articular una forma de movilizacin que defiende la adquisicin de derechos y el acceso de las mujeres a la esfera pblica (Trujillo, 2009, p. 162). Es claro que la segunda ola del movimiento feminista (as denominada por su discontinuidad histrica con el movimiento sufragista), reabri y contina abriendo el debate en torno a la posi-cin social de las mujeres, dando as cabida a una nutrida produccin terica vinculada a prcticas afirmativas del colectivo, por oposicin a su contrario. Se trata pues de un discurso identitario asentado sobre la base de las diferencias de gnero.

    Reconociendo la importancia de este movimiento, resulta impor-tante sealar que los feminismos actuales cuestionan, no solamente la universalidad del sujeto moderno (hombre, burgus, blanco, he-terosexual), sino tambin la existencia de un sujeto femenino ni-co (mujer blanca, heterosexual, occidental y por lo general, de clase media o alta). Este sujeto femenino uniforme y coherente resulta problemtico, pues en terminos generales, desde su pretensin de universalidad, termina ocultando su posicin, reproduciendo as lo

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    t al. que Donna Haraway (1991) ha denominado el truco del ojo divino,

    el cual sustenta un conocimiento en cabeza de un sujeto que parece verlo todo, pero que paradjicamente nunca es visto.

    Movimientos como el feminismo negro cuestionan, ya en la dcada de 1960, este posicionamiento al denunciar la centralidad discursiva de las mujeres blancas de clase media dentro del feminismo hegem-nico. El feminismo lsbico har lo propio al llamar la atencin sobre la heterosexualidad obligatoria que parece habitar algunas propuestas feministas (Rich, 1996). A estos se aadirn mltiples cuestionamien-tos provenientes de identidades fronterizas (chicanas, poscoloniales, transexuales, queer, etc.), desde los que algunas tericas (Anzalda, 1987; Lorde, 1984; Lugones, 2008, entre otras) suman al anlisis vec-tores de opresin de clase, raza, etnia y orientacin sexual, argumen-tando que no se trata de establecer jerarquas entre ellos. Desde este punto de vista, no habra un vector de opresin principal que deba ser asumido por los anlisis del feminismo, sino ms bien sistemas de opresin mltiples que actan simultnea y entrecruzadamente (Smith, 1983; Lugones, 2008).

    Podramos decir entonces, que es en el marco del debate igual-dad-diferencia que aparecen las fracturas de este sujeto homogneo. Desde all, la pretensin de homogeneidad, no se relaciona solamente con el sujeto masculino que promueve sus valores como universales, sino que es claro, habita tambin al sujeto universal construido por el feminismo, el cual presenta las mismas limitaciones con respecto a otras posiciones identitarias. Las consecuencias de este debate para la teora y prctica feminista son inmensas e implicarn en suma, que la diferencia ya no estar solamente localizada entre identidades, sino dentro de ellas (Butler, 1989). En otras palabras, el feminismo se desplazar de la diferencia de gneros (de la dcada de 1960), hacia las diferencias entre mujeres (de la dcada de los 80), (Casado, 1999).

    Se puede afirmar que hasta la introduccin de este ltimo giro, que algunas tericas vinculan con una tercera ola del feminismo (Drake, 1997; Lotz, 2003; Pujal 2007; entre otras), el feminismo se escinda entre posturas y prcticas organizadas a partir de una oposi-cin, cuyas fronteras no estaban demarcadas de manera ntida (Fuss, 1989), pero que en trminos generales, oscilaban entre una posicin esencialista y otra relativista (la Mujer las mujeres).

    La posicin esencialista implicara cierto reduccionismo. Como lo pondrn de manifiesto tanto el feminismo como otros movimientos so-ciales, el hacer parte de una cultura o grupo determinado no implica

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    necesariamente participar de todas sus estructuras y significados. Por su parte, la corriente antiesencialista correra tambin sus propios ries-gos al considerar, por ejemplo, las categoras esenciales como si fuesen inmediatamente aparentes y naturalmente transparentes (Fuss, 1989, p. 21). En otras palabras, la postura antiesencialista vera al esencialis-mo como si fuese una teora estable que funciona siempre en un nivel reaccionario y que escapa al cambio (Fuss, 1989, p. xii).

    Para escapar del binarismo esencialismo-antiesencialismo, Diana Fuss (1989) sugiere la posibilidad de pensar la categora mujeres como una unidad lingstica, conceptualmente heterognea, pero que se-mnticamente marca una colectividad. Teresa de Lauretis por su par-te, invita al pensamiento crtico a negarse a ocupar cualquiera de los polos de la ecuacin y desanclar ms bien este binario del mundo de la crtica feminista, para reconectarlo con su contexto social y discur-sivo (1999). Otra nocin de utilidad aqu es aquella que repiensa ese sujeto no como hablado simplemente por los discursos, sino provisto de agencia, es decir, activo y con capacidad de actuar como interme-diario. La posibilidad de la mediacin aboga por una mayor responsa-bilidad y conocimiento del propio lugar de enunciacin, ms all de los planteamientos modernos o las posiciones radicalmente relativistas.

    Donna Haraway (1991) vincula estas preocupaciones polticas y epistemolgicas con la nocin de polticas de la localizacin (politics of location)5. En trminos generales, las polticas de la localizacin in-troducen las nociones de experiencia y conocimiento en relacin con las condiciones de produccin del conocimiento y advierten que la relacin de estos elementos est fraguada a partir de la historia, la contingencia y la lucha (Mani, 1992). De esta forma, las polticas de la localizacin resisten la construccin de posiciones homogneas y se comprometen con la exploracin de conocimientos mltiples, mviles y relacionales, implican el paso de un sujeto homogneo y mtico a una agencia en constante proceso de construccin y deconstruccin que adquiere as significado en la praxis y en los mrgenes.

    Elena Casado presenta una til tipologa de las posiciones que hemos sealado: en primer lugar estaran las visualizaciones explci-tamente multidimensionales, entendidas como aquellas fundadas so-bre las sedimentaciones de diferentes formas de dominacin, que van produciendo sus propias categorizaciones, como en el caso de for-mulaciones como el capitalismo racialmente estructurado (Bhavnani

    5 Hay un nmero de formulaciones del trmino dentro de las cuales se encuentran la de Rich (1986), hooks (1990), Mohanty (1992), entre otras.

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    t al. y Coulson), el feminismo del tercer mundo (Moraga y Smith) y las

    clases poltico sexuales (Sofolius). Las visualizaciones viajeras o de trnsito insisten en el carcter mvil de la identidad y la subjetividad y tienen en cuenta contextos de globalizacin y migracin, como es el caso del world traveller (Lugones), el peregrino (Clifford; Bauman) y la subjetividad nmada (Braidotti). Por ltimo, las visualizaciones fronterizas aluden a identidades basadas en la diferencia y que se construyen desde los mrgenes de los discursos homogeneizadores, como es caso de bell hooks al describir el movimiento de los mrge-nes hacia el centro, o el desplazamiento del centro a los mrgenes del sujeto poscolonial de Gayatri Spivak, o la casa de la diferencia de Audre Lorde (Casado, 1999, pp. 86-87).

    En suma, las polticas de la localizacin dan cuenta de las comple-jidades de la produccin de conocimiento y resultan invaluables para efectuar una serie de desplazamientos, como los que propone Beatriz Preciado:

    1. [de] las teoras y movimientos anti-coloniales hacia una crtica post-colonial; 2. del feminismo hegemnico heterocolonial hacia una crtica de la construccin transversal de la raza, del sexo, del gne-ro y de la sexualidad; 3. de las polticas de las identidades hacia las polticas post-identitarias; de las polticas de los cuerpos hacia las cyborgologas desnaturalizadas (Preciado, s.f.).

    De esta manera, y reconociendo la existencia de muy diversas lneas de fuga dentro de los feminismos contemporneos, nos cen-traremos aqu en tres desplazamientos particulares, que creemos se ven reflejados en el presente nmero de Universitas Humanistica. Si bien es claro que no son las nicas derivas que es posible mapear, s creemos que recogen algunos de los puntos de inflexin ms fuertes, dentro de los debates actuales del feminismo, que han comenzado a delinear nuevos campos de discusin, y nuevas agendas metodolgi-cas y de investigacin. En suma, proponemos tres zonas de discusin que pretenden problematizar y provocar pensamiento y dialogo en tor-no a los horizontes del feminismo.

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    Del gnero como categora de anlisis /determinante de desigualdad, al gnero como dispositivo de captura

    Frente al problema que implican los bebes intersexuales para el ejer-cicio de la asignacin sexual binaria, John Money propone en 1955 el trmino rol de gnero (gender role) para describir el conjunto de conductas atribuidas diferencialmente a las mujeres y los varones (Money y Tucker, 1978). La propuesta de Money es que el gnero es una construccin social (por tanto, con el tratamiento mdico y psi-colgico adecuado, se podra hacer que un hombre se transformara en mujer o viceversa). Bajo esta perspectiva, Money inicia un ejerci-cio de reconstruccin tcnica de los bebs intersexuales que incluir intervenciones quirrgicas, hormonales y por supuesto, psicolgicas (Preciado, 2011). En la dcada siguiente, el libro de Robert Stoller Sex and Gender: On the development of masculinity and femininity (1968) desarrolla el concepto de identidad de gnero, distinguiendo el sexo biolgico del gnero social, es decir, instalando esta diferencia, como una instancia de la oposicin naturaleza-cultura.

    Unos aos despus, el texto de Ann Oakley Sex, Gender and Socie-ty (1972), se establece como otro antecedente relevante para el discur-so sobre gnero al atribuirle al sexo las diferencias fisiolgicas entre hombres y mujeres de una parte y al gnero, las pautas de compor-tamiento culturalmente establecidas en el mbito de lo femenino y lo masculino. Es a partir de estas discusiones que se instala firmemente la separacin entre un mbito biolgico (el sexo) y uno social (el g-nero), diferenciacin que el feminismo de la segunda ola tomar como una de sus ideas centrales.

    En este sentido, a mediados de la dcada de 1970, Gayle Rubin acuar la nocin de sexo-gnero, que ser clave para el desarrollo de una gran variedad de feminismos (Haraway, 1991). El concepto hace referencia a las formas de relacin establecidas entre mujeres y hom-bres en el seno de una sociedad y define condiciones sociales diferen-ciadas en razn de los papeles y funciones que les han sido asignadas socialmente y de su posicin social como seres subordinados o seres con poder sobre los principales recursos (Rubin, 1996). Esta posicin ser problematizada posteriormente dadas sus pretensiones univer-salizantes, las cuales se denunciarn como parte de un ensamblado terico etnocntrico e imperializante proveniente de los feminismos europeos y euro-estadounidenses, cuyos esfuerzos por caracterizar a la mujer del tercer mundo dieron lugar frecuentemente, a la repro-duccin de discursos racistas y colonialistas (Mohanty 1984; 2013).

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    t al. Ms an, se sealar cmo la nocin sexo-gnero excluye a las muje-

    res que no se encuentran en posiciones similares en la institucin del parentesco. Como seala Haraway, sera entonces vlido preguntar: qu ocurre con la idea del gnero si grupos enteros de mujeres y de hombres estn situados juntos fuera de la institucin del parentesco, pero relacionados con el sistema de parentesco de otro grupo domi-nante? (1991, p. 244).

    En la dcada de 1980, la categora de gnero tambin es sometida a escrutinio en tanto est basada en una serie de polaridades (mas-culino/femenino, cultura/naturaleza, etc.), esto aunado a la visibili-dad de identidades sexuales transgresoras har que para la dcada de 1990 Judith Butler problematice en su libro Gender Trouble la natu-ralizacion del binarismo de gnero (femenino/masculino), para suge-rir que son ms bien los actos performativos, repetitivos (basndose en Austin y Searle) los que modelan y definen al gnero. Tales actos moldean la nocin de existencia de dos gneros organizados, idealiza-dos y deseados en detrimento de otras expresiones. Al decir de Butler (1990), al teorizar que el gnero es una construccin radicalmente independiente del sexo, el gnero mismo viene a ser un artificio libre de ataduras, por lo que hombre y masculino podran significar tanto un cuerpo femenino como uno masculino; mujer y femenino, tanto un cuerpo masculino como uno femenino.

    Esta teorizacin ser clave para una serie de disidencias sexua-les denominadas queer (marica, raro, extrao) que surgen en los aos ochenta como respuesta a las polticas identitarias tanto del feminis-mo como del movimiento de lesbianas, gays, transexuales y bisexua-les. Estos sujetos reivindicarn su rareza como una forma de desafiar tanto la norma heterosexual y binaria del gnero, como las polticas de la identidad. En 1991, Teresa de Lauretis emplear el trmino teora queer para cuestionar la existencia de identidades sexuales monol-ticas, usando como punto de partida la crtica a la heterosexualidad obligatoria (Rich, 1986; Wittig, 2006), la crtica a la divisin privado/pblico (Millet, 1969) y la nocin foucaltiana de biopoltica. Con esto, la teora queer entra de lleno en la crtica de las fuerzas normalizado-ras de la sexualidad, incluyendo la homosexualidad. Finalmente, es posible registrar que la conceptualizacin del gnero es tambin pro-blematizada en los ltimos aos a partir de una revisin a las interven-ciones que buscan insertar a las mujeres del llamado tercer mundo dentro de los rdenes econmicos mundiales desde perspectivas de gnero. Esta es una accin que los feminismos disidentes comienzan a denunciar como parte de un feminismo neoliberal, ampliamente

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    extendido hoy en da, que trabaja a partir de las agendas de agencias internacionales (Preciado, 2011; Falquet, 2011; Mohanty, 2013).

    Esto no implica sin embargo, que la nocin de gnero no sea vi-gente o resulte intil para dar cuenta de muchas de las desigualdades presentes en el mundo contemporneo, pero s muestra que es nece-sario tensionar y problematizar el concepto para evitar que este sea til dentro de un ejercicio de normalizacin que determine y constru-ya lo que deben ser las mujeres, tal como lo han discutido buena parte de los feminismos contemporneos.

    El trabajo central de Judith Butler a este respecto, nos permite pensar una genealoga de la ontologa de gnero, que sealara que la categora de gnero, situada en contraposicin a la nocin de sexo resulta ante todo, un aparato de captura. Esta genealoga permite evi-denciar, como lo ha planteado Beatriz Preciado (2008), que la categora gnero es de fecha reciente, apareciendo como lo hemos mencionado, en los aos cincuenta, para permitir una prctica de normalizacin de cuerpos abyectos (inicialmente, los cuerpos de bebs intersexuales). Lo cual hace posible definirla como un dispositivo (Amigot y Pujal, 2009) que construye tanto lo femenino como lo masculino dentro de una mquina de determinacin binaria. Diremos finalmente que el gnero, al (re)producir a las mujeres dentro de la matriz heterosexual de poder, ha servido para gobernar sus cuerpos, actuando adems en espacios tan variados como sus lugares de trabajo o sus relaciones sexuales o afectivas.

    De la mujer en la ciencia a la ciencia del feminismo: el problema de la produccin de conocimiento en clave feminista

    El recorrido realizado hasta aqu, posibilita afirmar que el desplaza-miento desde el problema de la mujer en la ciencia, al problema de una ciencia del feminismo, debe ser comprendido ante todo, a partir del posicionamiento particular de las mujeres tanto dentro del sistema sexo-gnero, como dentro de los mltiples lugares que aparecen cuan-do se problematiza el gnero como el principal elemento articulador del feminismo, ejercicio que hemos caracterizado como un paso de la diferencia de gnero a la diferencia entre las mujeres. El plantear una ciencia del feminismo implica recoger una serie de reflexiones situa-das que problematizan la produccin del conocimiento desencarnado que hasta ahora ha ocupado el lugar hegemnico (al menos dentro de

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    t al. la particular produccin de conocimiento en occidente), que a la pos-

    tre, determinar el ascenso de la ciencia moderna. Esta reflexin, pro-veniente de diversas discusiones del feminismo contemporneo (Fox Keller, 1985; Harding, 1986; Anzalda, 1987; Haraway, 1988; San-doval, 1995), alterar puntos neurlgicos en las formas de producir conocimiento (Adan, 2006), permitiendo a algunas autoras hablar de una ciencia sucesora feminista (Harding, 1986). Esta transicin, que nos parece una forma de disidencia tal como la hemos concebido en el presente texto, nos permite discutir a continuacin algunos de los supuestos centrales de esta ciencia sucesora (Harding, 1986).

    En primer trmino la propuesta implica el desenmascaramiento de una posicin que Donna Haraway (1997) siguiendo a los socilo-gos de la ciencia Steve Shapin y Simon Schaffer (1985) denominar testigo modesto, discutiendo la construccin de un tipo de testimonio que garantiza su objetividad a travs de un ejercicio de auto-invisibili-dad. Boyle habra propuesto en varios de sus textos , que la modestia, es decir la capacidad de borrar la propia subjetividad en el ejercicio cientfico, era una virtud necesaria y deseable. La modestia sera en-tonces una de las virtudes fundadoras de lo que denominamos ciencia moderna. Haraway (1997), calificar esta accin como un ejercicio de ocultamiento y con irona afirmar que esta virtud garantiza que el testigo modesto sea un ventrlocuo legtimo y autorizado del mundo de los objetos, sin agregar nada de las propias opiniones, o de su in-fluyente corporeidad (Haraway, 1997, p. 42).

    Esta discusin, desarrollada en el marco del feminismo blanco estadounidense, ha derivado en propuestas como las de conocimientos situados, objetividad fuerte y polticas de la localizacin, de gran rele-vancia dentro de las discusiones contemporneas sobre feminismo y conocimiento (Adan, 2006). Estas propuestas procurarn en suma, desenmascarar la posicin de supuesta objetividad desde la que se ha construido el conocimiento cientfico, que para Haraway se encuentra en el centro del modelo de la ciencia occidental, moderna, europea y masculina que nos acompaa hasta nuestros das (Haraway, 1997).

    La propuesta feminista de un conocimiento situado se aleja en-tonces del objetivismo que plantea la existencia de verdades univer-sales, as como de las visiones relativistas, apelando ms bien a un nuevo tipo de objetividad, una objetividad fuerte (Harding, 1986) que explicita el lugar de la mirada y es producto de conexiones parciales y de conocimientos encarnados, limitados y comprometidos. Esta for-ma de objetividad est estrechamente conectada con una poltica de

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    localizacin (Haraway, 1988) que implica un reconocimiento explcito, de la posicin particular que se ocupa al producir conocimiento. Para Haraway, el conocimiento cientfico solo sera lcito a partir de estas conexiones y de un posicionamiento que se entronca con esta ciencia del sucesor:

    [] una ciencia que ofrece una versin del mundo ms ade-cuada, ms rica y mejor, en relacin crtica y reflexiva con nuestras prcticas de dominacin y con las de otros y con las partes desigua-les de privilegio y de opresin que configuran todas las posiciones. (Haraway, 1991, p. 321)

    Las contribuciones del feminismo blanco estadounidense a los es-tudios feministas de la ciencia, si bien son sustanciales, no son las nicas, ni las primeras disidencias rastreables en la produccin de un conocimiento posicionado, crtico y significativo y su propuesta en-tra en dilogo con otras discusiones paralelas en las ciencias sociales contemporneas. Sin embargo, sealaremos una combinacin de ca-ractersticas que le da cierta particularidad a la propuesta feminista: en primera instancia, su produccin de conocimiento implica un giro reflexivo, donde la forma misma de la escritura revela de manera ex-plcita a quien investiga (Albertin, 2000) y su mirada particular, lo que constituye un cierre al testigo modesto; en segunda instancia, se bus-ca la inclusin de un componente tico poltico y de cuidado, lo que se ha convertido en uno de los rasgos centrales de muchos feminismos disidentes, finalmente se trata de una deriva crtica que busca hacer explcito un anlisis de las relaciones de poder. Los anteriores elemen-tos pueden ser reconocidos tambin, en algunas propuestas tericas de la feminista chicana Gloria Anzalda

    Con el concepto de Auto historia/auto teora, Anzalda (1987) pro-pone una forma de produccin de conocimiento que se concreta en un ensayo personal que teoriza y en un trabajo autorreflexivo que im-plica una opcin por la justicia social (Anzalda, 2002, p. 32). Esta ltima caracterstica se vincula con la nocin de Las alianzas del mun-do zurdo, entendida como una bsqueda de formas de conocimiento vinculadas al cambio social y a la emergencia de un nuevo mundo donde la diferencia pueda tener cabida (Anzalda, 1987). La obra de Anzalda, una fuente importante para los feminismos decoloniales, que se discuten a continuacin abogar por el reconocimiento de co-nocimientos otros, que no tendran cabida en el canon del conocimien-

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    t al. to cientfico; en este sentido, su deriva es an ms profunda y fuerte

    que la que ocurre en el marco de los estudios feministas de la ciencia. La definicin de conocimiento en la obra de Anzalda no se circuns-cribe al mbito del conocimiento cientfico y se asocia ms bien a un camino de transformacin que ella considera como el prerrequisito y la posibilidad ms clara de llegar a incidir en el mundo social. As, los feminismos de color y decoloniales, en los que se suele ubicar su propuesta, se plantean como feminismos que hacen ante todo, nuevas apuestas epistmicas (Espinosa-Mioso, 2014).

    Del sujeto femenino universal al problema de la geo y corpopoltica en la definicin del sujeto del feminismo

    Los feminismos pos y decoloniales, el black feminism, los feminismos de color y tercermundistas marcan una tercera forma de disidencia con respecto al feminismo blanco hegemnico, relacionada con la vi-sibilizacin de los posicionamientos geo y corpopolticos de las muje-res, cuestin que reabre y radicaliza la crtica a un sujeto universal femenino, que hemos discutido con anterioridad. Para las tericas fe-ministas que se posicionan dentro de estas trayectorias, la discusin del feminismo blanco habra dado prevalencia a los anlisis de gnero, soslayando otra gran cantidad de marcas identitarias desde las que se ha definido a las mujeres. Este gesto borrara las posibilidades de un anlisis de las condiciones histricas que le dieron origen a una organizacin social que sostiene estructuras jerrquicas de opresin que no son explicables a partir del gnero exclusivamente (Espinosa- Mioso, 2014).

    Podemos decir que las relaciones entre estos feminismos y los estudios subalternos y pos/decoloniales son mltiples, y que sus discusiones se han alimentado mutuamente. Tales discusiones tie-nen en comn la problematizacin no solo de la dominacin colonial, sino de los legados coloniales que se cristalizan en lo que el terico peruano Anbal Quijano (2000a) denomina la colonialidad del poder, un patrn mundial de poder que se asienta en modelos cognitivos clasificatorios que jerarquizan las poblaciones del planeta a partir de la idea de raza, siendo funcionales al ascenso del capitalismo6. Como respuesta, el llamado giro decolonial buscara un cambio de actitud

    6 Arturo Escobar recoge este y otros trabajos para nominar el Programa Modernidad/Colonialidad, estos localizan su cuestionamiento en los bordes mismos de los sistemas de pensamiento e investigaciones, hacia la posibilidad de modos de pensamiento no-eurocntricos (2003, p. 55).

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    en el sujeto prctico y de conocimiento, y luego, la transformacin de la idea al proyecto de la de-colonizacin (Maldonado-Torres, 2008, p. 159). Tanto el giro de-colonial, como la idea de des-colonizacin:

    [] encuentran sus races en la respuesta visceral de los sujetos conquistados ante la violencia extrema de la conquista, que invalida los conocimientos, formas de ser, y hasta la misma humanidad de los conquistados. Los principios del giro de-colonial y la idea de des-colonizacin se fundan sobre el grito de espanto del colonizado ante la transformacin de la guerra y la muerte en elementos ordinarios de su mundo de vida, que viene a transformarse, en parte, en mundo de la muerte, o en mundo de la vida a pesar de la muerte. La idea de la de-colonizacin tambin expresa duda o escepticismo con respecto al proyecto colonial. (Maldonado-Torres, 2008, p. 159)

    Ahora bien, el feminismo local y hablamos aqu desde nuestras determinaciones corpo y geopolticas, ha hecho tambin extensas re-visiones de historias marcadas por el racismo, el heterocentrismo y el apego a categoras de anlisis provenientes de los feminismos occiden-tales, situando reflexiones especficas en torno a temas de raza, mili-tarismo, violencia cotidiana y machismo, entre otros, (Gargallo, 2014, pp. 24-25). Esta revisin resulta particularmente importante ya que implica la tensin de las nociones de gnero asignadas por el poder hegemnico, que tienen profundas races coloniales. Este tensiona-miento implica el reconocimiento del gnero como una construccin social que, sobre la base de la genitalidad, produce cuerpos sexuados que se localizan en un esquema jerrquico donde lo femenino denota inferioridad y otras opciones por fuera de este binario hombre/mujer, o incluso la resistencia a reconocerse en el gnero asignado, son des-cartadas. Esto hace posible rastrear rupturas y continuidades entre formas coloniales de dominacin que articulan contemporneamente el racismo, el machismo, el sexismo, etc.

    Es en este sentido que el trabajo de Mara Lugones (2008, 2011) problematiza la nocin de colonialidad del poder. Lugones (2011) plan-tear en concreto una lectura interseccional que permite comprender la forma en que gnero y raza se han intersectado en los diversos procesos de produccin de las mujeres, superando la comprensin pa-triarcal y heterosexual de las disputas por el control del sexo, los re-cursos y los productos, que Quijano ha propuesto como eje central de lectura de la colonialidad del poder. Para Lugones (2011), Quijano ha-bra aceptado el entendimiento capitalista y eurocentrado del gnero,

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    t al. el cual incluye la adopcin/internalizacin de la dicotoma entre hom-

    bres y mujeres como una construccin normativa de lo social, aspecto que qued entretejido con la historicidad de las relaciones, incluyen-do las relaciones ntimas (p. 106). En otras palabras, la colonialidad y la colonialidad del gnero estaran imbricadas en el tejido mismo de las relaciones sociales y sera notoria su impronta en los feminis-mos hegemnicos, los cuales reproducen estrategias de constitucin de otredad (mujeres afrodescendientes, indgenas, lesbianas, obreras, trabajadoras del sexo, campesinas, pobres) que terminan siendo tiles al status quo (Espinosa-Mioso, 2009, p. 45).

    Las revisiones que hemos mencionado se vinculan necesariamente con una propuesta epistemolgica de decolonizacin del conocimiento, capaz de develar la manera en que las representaciones de aquellos construidos como otros, dan cuenta de un contexto histrico particular, que contina reproduciendo relaciones de desigualdad (Surez y Her-nndez, 2008). Ahora bien, la propuesta de un giro decolonial, centrado sobre la cuestin de la colonizacin como componente constitutivo de la modernidad y la de-colonizacin como un cambio de la perspectiva y actitud que se encuentra en las prcticas y formas de conocimiento de sujetos colonizados (Maldonado-Torres, 2008,), debe tambin entrar en conversacin con los otros feminismos latinoamericanos.

    Sin embargo, como Breny Mendoza (2010) ha sealado, en algu-nas de las propuestas pos/decoloniales latinoamericanas, ha habido un dialogo ms estrecho con las feministas chicanas (Anzalda y Sandoval, por ejemplo) que con las mismas latinoamericanas, lo cual no deja de sorprender, teniendo en cuenta que la mayora de auto-res que articulan estas discusiones son hombres latinoamericanos, blancos y mestizos, heterosexuales y de clase media. Adicionalmente, como seala Ochy Curiel (2007, p. 93), estos mismos tericos han de-jado por fuera de su anlisis categoras como sexo y sexualidad, limi-tndose a apuntar a la raza como criterio determinante en la divisin sexual del trabajo.

    En contraste, existen numerosos aportes de mujeres racializadas de Amrica Latina y el Caribe que han puesto en evidencia las secue-las violentas del mestizaje en el continente, las relaciones patriarcales, racistas y sexistas, cuestionando los aspectos culturales que perpe-tan la subordinacin de las mujeres (Carneiro, 2005; Mena, 2007; Viveros, Rivera y Rodrguez, 2006; Wernerk, 2005). Francesca Gar-gallo (2014) por su parte, resea los feminismos indgenas y comuni-tarios haciendo un recuento detallado de experiencias concretas que

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    matizan notablemente la nocin (ms bien homognea y monoltica) de colonialidad del poder de Anbal Quijano.

    Despus de este recuento, podemos afirmar que un feminismo de inspiracin decolonial implica la activacin de formas de actuacin poltica, que parten de locaciones especficas, del cuestionamiento permanente al sujeto nico y de la consideracin de las maneras com-plejas en las que se imbrican los diferentes sistemas de dominacin. Finalmente y como propone Lugones, implica igualmente aprender unas acerca de las otras, como personas que se resisten a la coloniali-dad del gnero (2011, p. 115), en una nueva geopoltica feminista del saber y el amar (p. 117).

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