Trabajo Extraclase de Historia de la Filosofía3

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1-1-2015 Trabajo Extraclase de Historia de la Filosofía Título: Recepción y desarrollo del marxismo en América Latina. Jesús Javier Mejías Díaz. Departamento de Historia. Facultad de Humanidades. Universidad de Camagüey “Ignacio

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1-1-2015

Trabajo Extraclase de Historia de la Filosofía

Título: Recepción y desarrollo del marxismo en América Latina.

Jesús Javier Mejías Díaz.Departamento de Historia.Facultad de Humanidades.Universidad de Camagüey “Ignacio Agramonte y Loynaz”

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IntroducciónEs objetivo de nuestro trabajo explicar cómo se produjo la recepción de la teoría marxista en América Latina a fines del siglo XIX e inicios del XX y de su variante leninista después del triunfo de la Revolución de Octubre en el Imperio Ruso y su desarrollo en las específicas condiciones latinoamericanas. En una tradición que va desde Ingenieros al Che; pero que este trabajo solo pretende llevar hasta Ernesto Giudici.

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DesarrolloIniciosEl primer marxismo fue introducido en América latina por obreros emigrados en Argentina a partir de la década de 1880. Estos movimientos no pudieron asimilar la larga tradición de lucha de nuestros pueblos. Su negación de la historia del pensamiento social latinoamericano precedente los hizo crearse la idea de que habían establecido una nueva corriente de lucha, desde la nada, asumiendo que para su emancipación habrían de emplazar en el pensamiento argentino las ideas liberadoras europeas, y he ahí su error fundamenta al no asumir como propia la realidad latinoamericana. Claramente, su escasa o nula identificación y conocimiento sobre una tierra que no era suya, les hizo asumir toda la autoctonía como naturalmente atrasado y alienador.

Entre sus primeros difusores se encontró German Ave Lallemant y un grupo de alemanes emigrados que en 1882 formó la asociación Vorwärts (Adelante). Esta organización no era exclusivamente marxista, sino que en ella militaban marxistas, anarquistas y republicanos, aunque se proclamaba socialista, acorde con el programa del Partido Socialdemócrata Alemán.

Con el triunfo de la Revolución de Octubre en Rusia en 1917, había impregnado al resto del mundo con su ejemplo y encontró repercusión en Argentina, donde el “fantasma rojo”, se cernía sobre la propia clase obrera que en la Semana Trágica de 1919 y en la Patagonia Rebelde de 1921 se evidenció. Esto había sido precedido por las dificultades de legitimación que afrontaba la oligarquía desde la década de 1880, que se jaloneaba en la crisis de los 90 y el temblor político provocado por el establecimiento de la Ley Sáenz Peña en 1912, que garantizaba el sufragio universal, obligatorio y secreto para los varones. En este contexto Argentina se insertaba en el mercado mundial bajo la órbita británica desde la segunda mitad del siglo XIX, esta modernización implicó un conjunto de procesos sociales acelerados: el auge de la sociedad de masas, el desarrollo del capital en la zona del litoral, la consumación de las “campañas al desierto” (genocidio aborigen y expropiación de sus tierras), el arrastre de efectos indeseados del aluvión inmigratorio de fines del siglo XIX, la concentración urbana, la consolidación de los grandes periódicos de masas, el surgimiento de los primeros sindicatos y partidos políticos clasistas, la constitución de los primeros grupos de choque antiobrero de la oligarquía y la burguesía. Todo esto amenazaba con subsumir a los intelectuales en la vorágine del inmovilismo social, por ello ejercieron una fuerte profesionalización en las dos primeras décadas del siglo XX con la creación de círculos intelectuales estables, la fundación de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires en 1896, el surgimiento de las burocracias académicas y el rechazo paralelo a la emergente modernización capitalista. Esto dividió la izquierda en dos tendencias principales: la modernización por la izquierda y el rechazo sindical a esta modernización. Esto situó a los intelectuales de la izquierda argentina y latinoamericana en medio de un fuego cruzado, ante lo que surgieron las figuras de José ingenieros y de Enrique del Valle Iberluca.

José IngenierosJosé Ingenieros resumió en su trayectoria y pensamiento el clima de su época, con un pensamiento ecléctico que resumía en constantes reformulaciones y cruces lo más progresista de las ideas de Charles Darwin, Herbert Spencer, Domingo F. Sarmiento, José M. Ramos Mejía, Lenin, León Trotsky, Anatoli Lunatcharsky, Rubén Darío, José Martí, José Enrique Rodó, José Vasconcelos,

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Thomas Emerson, Henri Barbusse y Friedrich Nietzsche. Fue cofundador del Partido Socialista, periodista libertario en La Montaña, psiquiatra, criminólogo, sociólogo evolucionista, filósofo positivista, “maestro” de la juventud, ideólogo de la Reforma Universitaria y fundador de la unión Latinoamericana e impulsor del antimperialismo.

En su obra reúne ensayos, artículos y conferencias sobre la Revolución de Octubre: Los tiempos nuevos. Ingenieros se patentiza su adhesión a la Revolución de Octubre, en consonancia con el levantamiento estudiantil de la Reforma Universitaria de 1918 y el ideario antimperialista del cual nacerá la Unión Latinoamericana. Ingenieros difunde con auténtica originalidad el fenómeno marxista en nuestro continente, transmitiéndolo a sus discípulos, a pesar de su desconocimiento de los clásicos del marxismo, en su libro esgrimió un incipiente pensamiento marxista de vertiente latinoamericana. Ingenieros supo reconocer en la Revolución de Octubre, no solo un valor revolucionario y político, sino también axiológico, en la que se renuevan ideales y valores.

Ingenieros supo en su ponencia al II Congreso Científico Panamericano: La universidad del porvenir, no solo plantear la antesala programática del futuro movimiento por la Reforma Universitaria, sino establecer una crítica dura, en el establecimiento de la dialéctica, específicamente en la unidad y lucha de contrarios al denunciar la pugna constante entre renovación y rutina, lo viejo y lo nuevo, la renovación incesante y las fuerzas inerciales.

Para Ingenieros la Revolución de Octubre, promotora de renovados ideales, nuevos valores y esencialmente humanista, se asienta en valores cualitativos, en la cultura, enfrentada a la civilización, metáfora del enfrentamiento entre dos sistemas sociales antagónicos. Ingenieros ve en esto también, inspirado en el pensamiento de José Enrique Rodó, la contraposición entre la cultura latinoamericana y la civilización imperialista estadounidense, indicios de su pensamiento antimperialista.

Ingenieros, inscrito en el modernismo y apoyado en todo el bagaje progresista del pensamiento latinoamericano, especialmente el modernista; criticó duramente la sociedad capitalista, los valores burgueses y el imperialismo estadounidense. Aportando una importante densidad histórica y teórica a toda la tradición revolucionaria latinoamericana posterior.

Ingenieros, al reconocer en la Revolución de Octubre, la encarnación de un nuevo tipo de cultura e ideal colectivo humanista, fábrica del hombre nuevo, rompe con el mundo burgués, a la vez que critica la modernización económica. No obstante, entiende este nuevo humanismo como una prolongación perfeccionada del renacentista, y por tanto traza una línea histórica, cuya cima, sería la Revolución de Octubre, coronada por los ideales incubados e incumplidos por las anteriores. Al descifrar la revolución “maximalista”, toma como punto de partida el humanismo antropocéntrico y culturalista de la modernidad, entendía a Lenin y Trotsky, como reformadores al máximo social, acorde a sus particularidades.

Ingenieros defiende la revolución internacional, como revolución del pensamiento, como necesidad de cambio, impregnado de su juvenilismo. Soportador del Grupo ¡Clarté!, hace emerger la problemática antimperialista en su reafirmación del derecho de autodeterminación de los pueblos y aglutinado a la idea leninista de una cooperación de productores.

En marzo de 1920, critica el parlamento burgués, que busca reinterpretar desde la experiencia de los soviets un parlamento funcional asentado en el consejismo soviético. Para él la revolución de

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1917, representa una nueva filosofía política, a la que reconoce el mérito de alcanzar la soberanía popular, que para él se refleja en el autonomismo universitario. Mira hacia la revolución rusa, loándola por sus logros en materia educacional (la “revolución educacional” de Anatoli Lunatcharsky) y las vanguardias estéticas interpretadas en la cultura popular (Proletkult).

Ingenieros, influenciado también por el marxismo occidental de Gramsci, hacia una dura crítica a los socialistas amarillos de la II Internacional, los capitalistas de la Liga de Naciones y casi premonitoriamente a aquellos que querían imitar el modelo ruso. Para él, el espíritu revolucionario ha de ser “un estado de fe colectiva en la posibilidad de un mundo mejor”.

A partir de ese momento el latinoamericanismo de la Reforma Universitaria se bifurcará en dos corrientes: la Alianza Popular Revolucionaria Americana, liderada por Víctor Raúl Haya de la Torre, en Perú y la Unión Latinoamericana.

El antecedente de estas organizaciones de encuentra en la Asociación Latinoamericana, que se encontrará unida al americanismo de Ingenieros y a los ideales marxistas de la Revolución de Octubre. Acorde a esto, en el acta de fundación de la Unión Latinoamericana redactada por Ingenieros y firmada por otros intelectuales argentinos, se asocian nuevamente la lucha antimperialista y los ideales de la Reforma Universitaria.

La oleada de contagio marxista desde los ensayos de Ingenieros llegó hasta Cuba, donde influyó activamente desde la década de los 20 hasta los 50. En 1925, lo encontramos en La Habana con Julio Antonio Mella, Rubén Martínez Villena y Gustavo Aldereguía, tres de las principales cabezas revolucionarias cubanas en aquellos años. Raúl Roa, miembro de la Liga Antimperialista y de la Universidad Popular José Martí, a fines de los 20, del Ala Izquierda Estudiantil durante los 30 y uno de los principales impulsores del antimperialismo cubano en años posteriores. En su prédica de antimperialismo culturalista y romanticismo anticapitalista se educaran generaciones de revolucionarios latinoamericanos.

Enrique Del Valle Iberlucea

Enrique Del Valle Iberlucea fue uno de los pioneros en la introducción del marxismo en Argentina y Latinoamérica cuando en 1895, colaborando activamente con un grupo de emigrados alemanes, funda un centro socialista.

En 1902 publica su primera obra de naturaleza marxista “Teoría materialista de la Historia”, año en que se afilia al Partido Socialista. En 1908 funda junto a Alicia Moreau de Justo la “Revista Socialista Internacional”, que desde 1910 adoptó el nombre de “Humanidad Nueva”. Su marxismo kautskiano, su crítica al revisionismo de Eduard Bernstein, y su denodado énfasis en mantener una estrecha vinculación entre socialismo y filosofía, serán los núcleos ideológicos que plasmará en dichas publicaciones.

En 1913 se convertirá en el primer senador socialista de América, derrotando en la Capital Federal a los candidatos radicales y conservadores. Se incorporaba así al Senado, reducto de una oligarquía que no terminaba de aceptar la transparencia del sufragio, y mucho menos la introducción de las nuevas ideas de progreso social. El triunfo socialista causó una gran alarma. Los

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senadores del régimen se reunieron privadamente en la antesala de la Cámara de Senadores para considerar el peligro que significaba dicho avance.

La acción parlamentaria de Enrique del Valle Iberlucea fue una verdadera síntesis de acción. Pese a encontrarse en un ambiente político hostil, como el Senado de la segunda década del siglo XX, integrado por los representantes de los intereses económicos de las oligarquías provinciales, desarrolló una importante tarea legislativa.

Entre sus primeras iniciativas parlamentarias, podemos señalar las que propiciaban la derogación de las leyes de residencia y defensa social, ambas de marcado contenido antiobrero y contrarias a la libertad. En 1916 presentó asimismo un proyecto de ley para suprimir la pena de muerte en la legislación penal. Posteriormente, en 1919, tuvo activa participación en la elaboración del Código Penal.

Fue de gran trascendencia su participación en los históricos debates como el del presupuesto de 1915, el de las transgresiones a las leyes del trabajo, el del comercio con los indios, el de las leyes orgánicas de los territorios nacionales y de la ciudad de Buenos Aires, en el de la ley de educación general, salario mínimo para los trabajadores, intervenciones federales, etcétera.

En 1913, 1915 y 1916 presentó varios proyectos que establecían la jornada de ocho horas para todos los establecimientos industriales, oficiales o particulares que existieran en el territorio de la República. También se planteó la necesidad de reglamentar el trabajo a domicilio por lo que presentó un proyecto en 1913, que luego reiteró en 1915. Estas iniciativas se vieron sancionadas en la ley 10.505 de octubre de 1918, conocida como de trabajo a domicilio e industrias domésticas.

En 1914 propuso modificar la Constitución Nacional para democratizar la forma de elección y la composición del Senado. El proyecto establecía que los senadores fueran elegidos por el voto popular y duraran en su gestión seis años. Ochenta años después, la convención reformadora de Santa Fe, recogería la idea de Enrique del Valle Iberlucea y la plasmaría en los artículos 54 y 56 de la Carta Magna.

Otra de las más sensibles preocupaciones de Del Valle Iberlucea era la situación que vivía la mujer en general, sometida de hecho y de derecho al hombre, y en su condición de trabajadora, a peores condiciones de explotación. De esta forma, continúa la labor de Alfredo Palacios respecto de las leyes protectoras del trabajo de las mujeres y niños y ensaya sancionar un verdadero código de protección a los derechos de la mujer, incluyendo en el cuerpo legal su emancipación civil. En 1919, el senador socialista presentó su proyecto de ley sobre la emancipación femenina, acompañado por la firma de 7000 mujeres, encabezadas por Alicia Moreau de Justo, solicitando a los legisladores el apoyo y aprobación del proyecto.

En septiembre de 1920 propuso al Senado la creación de un Consejo Económico del Trabajo. Se trató como diría Julio Víctor González, del “primer proyecto legislativo de planificación en la Argentina”. Se trataba de un mecanismo de participación de los trabajadores en el control de las industrias y de los servicios, asesorados por un consejo técnico. Al presentar el proyecto, el legislador socialista sostuvo: “La socialización consiste en poner en manos de órganos representativos de la sociedad y en elementos productores, la administración de las industrias y de los servicios públicos”.

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Dio enorme impulso al órgano partidario La Vanguardia, que dirigió entre 1916 y 1917. Fue desde esa tribuna periodística que planteó sus ideas en torno al papel que el partido debía llevar adelante en relación a la terrible guerra que consumía y desangraba a Europa.

Un hecho relevante de su vida política será sin dudas su discurso del 9 de enero de 1921 en el IV Congreso Extraordinario del Partido Socialista en Bahía Blanca, en el cual exaltará la Revolución Rusa. A raíz de este discurso, el juez federal Emilio Marenco, le inició una absurda causa judicial, y sin ninguna autoridad moral, solicitó su desafuero, la anulación de su carta de ciudadanía y su posterior expulsión del país. A su muerte, posterior a su injusto juicio, apoyado por las masas populares, Enrique Del Valle Iberlucea dejó marcada una profunda huella en la vida política y social argentina.

Julio V. GonzálezJulio V. González, abogado, escritor y político socialista como dirigente estudiantil durante los sucesos de la Revolución Universitaria en la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) donde años más tarde dictaría clases en la Cátedra de Historia de las Instituciones Políticas Argentinas. En su paso por esta universidad se convirtió en un militante reformista, participando activamente y desde sus inicios en el movimiento de la "Reforma universitaria" iniciado en 1918. Ese año viajó a Córdoba como representante de la Federación Universitaria de La Plata, para participar y ser designado secretario del I Congreso Nacional de Estudiantes. En 1919 se convirtió en el presidente más joven de la Federación Universitaria Argentina (FUA), convirtiéndose, durante la década de 1920, en uno de sus principales teóricos, guiado por la difusión que le dio Ingenieros al marxismo soviético preconizaba como este un cambio social que se reflejaba en su opinión en el movimiento de reforma, sin embargo, al igual que Ingenieros, y sin desligarse de la larga tradición positivista argentina, consideraba que el socialismo necesitaba una revolución del pensamiento y atacaba a toda la estructura burguesa, buscando seguir en Argentina una revolución latinoamericana, que siguiera el modelo marxista soviético, especialmente en la planificación económica.

Carlos Astrada

Carlos Astrada, inmerso en los avatares de la reforma e influido por todo el pensamiento filosófico argentino precedente, el marxismo y el existencialismo, forjó una filosofía ecléctica que lo caracterizaría, pudiéndose decir que muy a pesar de su crítica al método existencial, desarrolló un existencialismo de corte maxista, tan manifiesto a través de sus obras: Heidegger y Marx, La ética formal y los valores del irracionalismo, Hegel y la dialéctica, El marxismo y las escatologías, Marx y Hegel. Trabajo y alienación en la Fenomenología y en los Manuscritos, Humanismo y dialéctica de la libertad, Humanismo y alienación y Dialéctica e historia. Difundió el marxismo desde la cátedra en la Facultad de Filosofía y Letras en la Universidad de Buenos Aires y la Universidad de La Plata, así como desde su puesto de director del Instituto de Filosofía en la Universidad de Buenos Aires. Si bien estos puestos le daban un amplio radio de difusión, su marxismo estaba lleno de metafísica y estuvo más adscrito a él en su etapa inicial, principalmente en sus años de jefe de Conferencias y Publicaciones en el Instituto Social de la Universidad del Litoral de 1933-1934.

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Julio Antonio Mella

Julio Antonio Mella, entra a la escena política definitivamente cuando como parte del directorio de la FEU decide en marzo de 1923 celebrar el Primer Congreso Nacional de Estudiantes. Entre los más significativos acuerdos de este congreso está la creación de la Universidad Popular José Martí, inspirado en la Universidad Popular "González Prada" creada por Haya de la Torre en el Perú y desde donde se difundían las ideas marxistas; cuyo objetivo era extender los conocimientos universitarios a los trabajadores y al pueblo. También se estableció la Declaración de Derechos y Deberes del Estudiante, de la autoría de Mella, donde se establecía el deber de los estudiantes de divulgar sus conocimientos en la sociedad y especialmente entre los obreros. Este congreso se declaró contra la intromisión del gobierno de los Estados Unidos en los asuntos internos de Cuba y contra la Enmienda Platt. Esta ideas antimperialistas y de progresión social de claro enfoque marxista.

En esta época surgió también la revista Juventud, de la cual fue Mella primer director. La revista comenzó a editarse en la imprenta de los tabaqueros y fue allí que Julio Antonio conoció a Carlos Baliño, figura destacada de las luchas independentistas del siglo XIX, junto con José Martí, y primero en difundir las ideas socialistas en Cuba.

En 1924 crea la Liga Anticlerical e ingresa en la Agrupación Comunista de La Habana desde donde despliega un trabajo muy activo entre el proletariado. En 1925 crea la sección cubana de la Liga Antimperialista de Las Américas y fue uno de los primeros fundadores del primer partido marxista-leninista cubano junto a Carlos Baliño y José Miguel Pérez, el Partido Comunista Cubano. En diciembre de ese año lo detienen, acusado de colocar una bomba en el teatro Payret; por esta acusación se declara en huelga de hambre hasta ser liberado bajo fianza.

Debido a su activismo político, en 1926 es expulsado de la Universidad. Posteriormente se exilia en México, donde constituye la Asociación de Nuevos Emigrados Revolucionarios Cubanos (ANERC). En 1927 asiste al Congreso contra la Opresión Colonial en Bruselas, Bélgica, y posteriormente visita la Unión Soviética como delegado al IV Congreso Internacional Sindical Roja.

En el IV Congreso de la Internacional Sindical, Mella conoce al comunista español Andrés Nin, quien le expone las tesis de la Oposición de Izquierda sobre la política de colaboración entre las clases impulsada por Stalin y Bujarin. De inmediato, el dirigente comunista argentino Victorio Codovilla exige la expulsión de Nin. Mella comparte la postura de Nin pero no puede apoyarlo, porque se aislaría, ni quiere hacerse cómplice de la expulsión; así, decide mantenerse al margen y Codovilla emprende una campaña contra Mella.

Cuando Mella llega a México, el PCM afrontaba una profunda crisis interna. Entre 1925 y 1926, se había producido una ruptura entre la dirigencia de Xavier Guerrero, David Alfaro Siqueiros y Rafael Carrillo, y el ala derecha del partido que buscaba aliarse con sectores del gobierno de Plutarco Elías Calles, o sea el gobierno que estaba usando a la Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM) para controlar el movimiento obrero y aplastar los movimientos independientes. En el V Congreso del PCM, en abril de 1928, Mella y su grupo llaman a reorganizar la lucha sindical contra la CROM, pero son derrotados por la dirección del partido, que los acusa de intentar una nueva dispersión de las fuerzas obreras. Todo esto sucede en vísperas del IV Congreso de la Internacional en Moscú.

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En julio de 1928, apoyado por delegados obreros y campesinos, Mella, junto a Diego Rivera gana la votación y los dirigentes de la Internacional Comunista son obligados a permitir el nacimiento de la Confederación Sindical Unitaria de México que se opondría a la oficialista CROM. Esto no fue del agrado de Moscú. En septiembre de 1928, la derecha del PCM pide la expulsión de Mella por el crimen de trabajar contra la línea del partido. Apoyan la moción Xavier Guerrero, Rafael Carrillo y Vittorio Vidali.Mella es destituido del comité central y aislado. Ante la prohibición absoluta de organizar una expedición a Cuba, suspende su colaboración con el partido y sigue con su proyecto. En diciembre de 1928, un mes antes de su asesinato, durante una acalorada reunión en la calle de Mesones, la última en la que Mella participa, Vidali pierde el control y se acerca al cubano gritándole: "No lo olvides nunca: de la Internacional se sale de dos maneras, ¡o expulsado o muerto!" Es obvio que Vidali tenía la misión de disciplinarlo, lo cual, por supuesto, no prueba que lo haya matado, pero el asesinato nunca fue aclarado del todo.

José Carlos Mariátegui

José Carlos Mariátegui, líder político y ensayista, considerado el primer intelectual peruano en aplicar el modelo marxista del materialismo histórico a la problemática peruana. La dictadura de Leguía en Perú, buscando limpiarse de uno de sus más ardientes críticos, mandó al hasta la fecha autodidacta Mariátegui a estudiar a Italia en 1919. Mientras estaba allí, estableció fuertes vínculos ideológicos con algunos de los más destacados pensadores socialistas de la época, como Henri Barbusse, Antonio Gramsci y Maxim Gorky. Mariátegui se adscribe, desde su regreso de Europa, al marxismo, en la versión leninista de la III Internacional, encontrándose notables similitudes con el pensamiento de Antonio Gramsci, especialmente en lo que atañe a la importancia de la superestructura cultural no como mero "reflejo", sino desde la valoración de sus potencialidades revolucionarias para generar contrahegemonía. Crítico incansable del reformismo de la II Internacional y de la socialdemocracia, Mariátegui es considerado el primer marxista de América Latina, al enfatizar al papel de las masas indígenas como el auténtico "proletariado" del continente y pregonar la necesidad de una revolución socialista, influenciado por el sindicalismo radical de Georges Sorel.

A su vuelta a Lima en 1923 y se convirtió en partidario de la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) de Víctor Raúl Haya de la Torre. Después de una disputa con el destacado aprista Luis Alberto Sánchez, dejó la Alianza para fundar el Partido Socialista Peruano en 1928, que cambió su nombre a Partido Comunista Peruano en 1930. Mariátegui fundó además Amauta, un diario literario y cultural marxista, que publicó escritos vanguardistas. En su ensayo La escena contemporánea, atacó el fascismo y definió las responsabilidades de los intelectuales en países donde reina un régimen social opresivo.

Mostró cómo el fascismo no era una "excepción" italiana o un "cataclismo", sino un fenómeno internacional "posible dentro de la lógica de la historia", del desarrollo de los monopolios en el imperialismo y de su necesidad de derrotar la lucha del proletariado. Mariátegui vio el fascismo como una respuesta del gran capital a una crisis social profunda, como la expresión de que la clase dominante no se siente ya suficientemente defendida por sus instituciones democráticas por lo que culpa ante las masas de todos los males de la patria, al régimen parlamentario y a la lucha revolucionaria, y desata el culto a la violencia y al nuevo orden del estado fascista, concebido como estructura autoritaria vertical de corporaciones. Mariátegui vislumbró cómo el triunfo del fascismo estaba inevitablemente destinado a exasperar la crisis europea y mundial.

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La obra maestra de Mariátegui es la colección de ensayos Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana, en los cuales enfatizando los aspectos económicos del marxismo, Mariátegui, sin embargo; no repudia el valor de la religión y el mito en su tratado sobre los indígenas. Estos ensayos convirtieron a su autor en una de las voces marxistas más difundidas de América Latina. Mariátegui realiza un análisis de la realidad peruana basada en la historiografía marxista, siendo el primero en hacer un análisis economicista integral, y que develara con completa claridad las bases de la situación de los pueblos latinoamericanos y el origen de su subdesarrollo.

Américo Gholdi

Américo Ghioldi fue designado por el Partido Socialista director del diario La Vanguardia en 1927, cuando tenía Ghioldi 28 años. En esta etapa se evidenció el internacionalismo proletario dentro del partido, al que se vinculó y del que fue portavoz desde las páginas de La Vanguardia. Haciéndose heredero de las ideas de Ingenieros y del positivismo, se alió a la sección del partido que buscaba establecer una alianza con los conservadores, con la consecución de un programa mínimo que le permitiera desarrollar el socialismo democráticamente.

Raúl Roa

Raúl Roa conoce a Rubén Martínez Villena en 1927, quien logra sensibilizarlo aún más con los problemas sociales. Además, participa con otros jóvenes antiimperialistas y revolucionarios en la Universidad Popular José Martí y la Liga Antiimperialista. En ese mismo año su prestigio en los medios de información como la Revista Avance y la manzanillera Orto crece vertiginosamente.

En los años 30 realiza crónicas referentes a lo acontecido en la lucha estudiantil y obrera. Al surgir el nuevo Directorio Estudiantil Revolucionario, una organización con objetivos más definidos, hace numerosos escritos que demuestran su posición marxista-leninista y como integrante del mismo invoca a sus compañeros por el camino de la lucha por la libertad. Roa, en 1931 pasa a ingresar el Ala Izquierda Estudiantil. En esta organización, mucho más radical, se posiciona más claramente sobre la necesidad de la lucha por la soberanía de Cuba y en contra del imperialismo. En este mismo año sufre presidio político. Sus escritos plasman sus firmes ideas en una insurrección armada. Sale del Presidio en 1933, donde escribe Manifiesto al pueblo de Cuba, donde avizora las consecuencias de la mediación. Participa destacadamente en la huelga general de 1933 que tumba del poder a Gerardo Machado. En marzo de 1935 se lanza a las calles a la huelga y es apresado y exiliado en los Estados Unidos. Allí, reunido con otros jóvenes como Pablo de la Torriente Brau, funda la Organización Revolucionaria Cubana Antiimperialista (ORCA).

Su lucha, ahora escritural y la reflexiva, continuaría durante las siguientes décadas, apoyando las luchas cívicas y sociales en Cuba. Conociendo el objetivo de Fidel Castro, se convierte en un escritor para la Revolución. En este sentido, se dedicó a narrar momentos importantes de esta nueva etapa revolucionaria y su famosa defensa de Cuba en la OEA, planteó la validez del derecho de Cuba a escoger su forma de gobierno y ejecutar un proceso marxista, acorde al principio soberano de autodeterminación de los Estados y a la dignidad intrínseca que conlleva la defensa de los ideales antimperialistas y de justicia social de los próceres de la patria cubana y latinoamericana.

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ConclusionesEn el presente trabajo investigativo hemos analizado la difusión del marxismo en América Latina, a través de la labor y pensamiento revolucionario de algunos de los pensadores marxistas más destacados. Desde la tenue postura de Ingenieros, la autoctonía de Mariátegui y la digna y firme pluma de Roa, ha sido un repaso de pensamiento más avanzado de nuestra región circunscrito desde sus inicios hasta la década del 50, acorde con los objetivos del trabajo. En este se destaca el pensamiento argentino por limitaciones bibliográficas del investigador, así como por el empleo de la cronología de Néstor Kohan.

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