Revista Puertorriqueña: Literatura, Ciencias y Artes

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1 de diciembre de 1893

Transcript of Revista Puertorriqueña: Literatura, Ciencias y Artes

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REVISTAPU ERTORR IOU EÑAI....

LITERATURA, OIENCIAS y ARTES,

nlUEüTOR,

111 nu 1 . \rnnUtlr~ ::1unc.l)g.ADMIXISTltAnOR.i,

U ARIO:.! ORE.

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EL AVISPERO.NOV..E1..A SATíRICA POR D. LUIS B0

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Vénde ElA i'D á 7 e htav se la~iU'ded y en las ofi i t: 81 Btifl:a . b erias de tú

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CA VILILLACUEYTO DE PEDRO AL.-l.RCON, REFERIDO POR CASTltO y SERRANO

Por los tiempos en que Pedro AntoDio Alarcón seconsideraba excedente de su ciudad natal, y llamado arecorrer el mundo con sus ilusiones de poeta, sus mi­ras de poiítico y sus ansias de renombre literario,principió a hacer paquetes de sus hojas impresas paradedicarse a inscribir en las hojas de su memoria losapuntes que iban a servirle en el desarrollo prácticode su num~n. Por entonces estudió a muchos de lospersonaj~s que después figuraron en sus novelas, en­tre los que, y sin que nosotros sepamos la causa, dejóinédito á CaviZilla.

Cavililla era hijo de la tia Cavila, viuda de unmenestral que para no morirse de hambre ni pedir li.mosna puso un tenducho de ropa 'vieja donde se ven­dían pimentón y tenazas, alpaqatas y velas de sebo.En el principio, falta de fondo~, sacó ala venta sus p o­pios guiñapo" y los del difunto, hasta que, realizadasalgunas sum:.lS, pudo ya establecer un teje-maneje decompra- ·enta que la elevó en el comercio al ran0"0 deproducto.; comestibles. Donde quiera que hab~ doscuartos que ganar, allí estaba la tia Cavila. y 5US ios .tintos industriales llegaron al punto de que en br~vetiemfo se hiciese ropavejera. tendera y banquera, por-

CAVILILLA. 802

que cambiaba plata por cobre y prestaba duros en elmercado. 'Si aún vive, debe de ser á estas horas ultra-marina.

Producto de tan singular mujer era Cavila.Nuestro héroe desde los catorce anos. hacía de, .gracioso en comedias caseras, ayudaba á mIsa queera un primor, y tocaba la guitarra con púa hasta ~ldeliriun trem,M8,- Por cierto que esto de tocar la .gu.I­tarra proporcionó á Pedro Alarcón las primeras dt~j¡­cias de su amistad con el rapazuelo.

-Mire ustedes, señorito--dccía al poeta j unto ála ventana del cuarto bajo pr6ximo i la prendería-Verá ustedes lo facil que es di vertirse con las criaturas.

y preludiando con su guitarra un pa'io-doble, ha­cía que los transeuntes de la acera tomasen el compáscomo reclutas en instrucción. Pero de pronto variabael ritmo, acelerando ó acortando la m.,rcha, y las figu­ras aceleraban ó acortaban sus movimientos. tropezándose á veces consigo mismas.

-Desengáñese usted, Don Pedro.-añadia,-quelas personas, son como los monos al son que les tocanbailan.

Est IS y otras ingeniosidades de Davililla entusiasmaban á Pedro, el cual le aplaudió singularmente enel ejercicio de una industria que, para emular las de sumadre, introdujo en Guádix, pueblo de nuestra histo­ria. El mozo reparó que, criándose en la vega hermosos cáñamos, los cordeles iban de Granada y se paga­ban á buen precio. ¿ Por qué no hacer cuerdas alli ?E imitando á la tía Cavila, que para comprar la ropade los otros principió por vender las suyas, fuese á loscañamizares ajenos, Yde aquí unas matas, de allí unhacecill.) (que en esto de la selección no era muy es­crupuloso), reuni6 materiales sufici~ntes para su pri­mer ensayo de cordeleria.

Decir el trabajo que emple6 en macerar, agramar,hilar y torcer el cáñamo, sin prévia idea de ninguna

REVISTA PUERTORRIQUEÑA

de esta::; operaciones, equivaldría á una investigaciónminuciosa de cómo aprendió á tocar la guitarra sinmaestro y de cómo pronunciaba tambien el latin sinhaberlo aprendido. Declaremos, con todo, que lascuerdas salfan bastante feas; pero considerando queen las poblaciones de Andalucla las criadas usan yrompen mucho cordel, con el acetre de sacar agua, yque para tendederos de ropa es preferible la cuerda dehilo á la soga de esparto, CavililIa principió á prospe­rar en su industria, gracias al corto precio y fortalezade sus cordeles. El, sin embargo, no quedaba gusto­so de la manufactura, y para proseguirla C0n mejorfruto, inventó una rueca ue hilar y una máquina detorcer que honrarían hoy á cualquier ingeniero. Loque aun no pudo conseguir para sus ramales y trallas,fué la igualdad y brillo de los que venfan de fue- a.

HaIlábase en éstas y otras imaginaciones, cuandoun dia le dijo Alarcón :

-CaviliIIa, ¿ quisieras ver el mar?El muchcho abrió desmesuradamente los ojos ex­

clamando:-¿ Usted se burla, señorito?-No me burlo; y la prueba es que yo mismo te lo

enseñaré en Almuñécar, si quieres ir conmigo decriado.

- Ida de perro.-Pues bien, prepárate, que mañana salimos para

allá. Pero ante todo, necesito advertirte una cosa....-¿ Cuál? .-Que tiene~ que hacer cuanto te diga.-_¿ Hay que matar á alguno?-No tanto; lo que hay es obedecerme ciega.

mente.-P6ngame usted la venda._ Ya te la pondré á su tiempo. Por ahora, que

tu madre te arregle los trapos, y en marcha.CaviJilla creyó volverse loco de placer. i El mar!

CA'ILILLA

ii El mar!! ¿ Para qué querría don Pedro que vIerael mar? Nosotros responderemos al inocente. DonPedro quería que viese el mar para torprender la emo­ción de un alma pura al descubrir la planicie inmensadel Océano; para recrearse en la perplejidad, en elembeleso, en el delirio que ocasiona el .mayor as~~­bro de la Naturaleza; para oir con los oJos y por UnJ·

ca vet. una poesía sin voz y sin palabras.-i Alégrate Cavililla!- decíale Alarcón á media

noche, en el carruajl' que los llevaba á Almuñécar.­Voy á hacerte feliz, pero has de obedecerme en todo.Toma esta venda y este pañuelo; cuando vaya á amanecer, que será cerca de la población, te cu bres la vistaen términos de que no te penetre ni la luz: despuésya sabré yo lo que hago. Ahora á dormir.

Cavililla temió que le fuera imposible obedecer laprimer:l orden de su señor. ¡ Dormir cuando camina­ba hacia el mar, cuando. iba á ver el mar! Haría porconseguirlo; y como era muchacho, se durmió en efec­to. Alarc6n fué quien tardó en vencerse, porque en­tre sus ilusiones y el mal camino, no hallaba forma dereposo. Un bache terrible, de esos en que zobranhasta las galeras, conmovió la tartana de nuestros ca­minantes, haciéndoles despertar.

-¿ Me tapo ya, Don Pedro ?-dijo Cavililla to­mando el volquetazo por el alba.

-Cállate y duerme,-contestó Alarcón.Pero callarse y dormise iba ya siendo difícil en

tales circunstancias. No habda pasado media hora,cuando el chico volvió á gritar.

-¡ Ya huele., don Pedro, ya huele !y olía. El mar con las brumas del amanecer en­

viaba esos perfurmes de la costa que se presienten,a~nque no se hayan haspirado nunca. Pedro tap6 los~Jos del muc}1acho con la venda primero y con el pa­nuelo despues, por no fiarse de la voluntaria ceguera

JOSÉ DE CASTRO y SERRANO.

de Cavililla. Al echarle el último nudo, entraban enAlmuñécar.

No quiso Alarcóll detenerse en la fonda ni enparte alguna; así es que cogiell(lo del brazo al rapaz,tornó el camino de la playa, impaciente por producirla escena del asombro. Durant~ la travesía, que noes corta, una infeliz mujer de las que desde muy tem­prano ponen su sensibilidad al servicio de los doloresajeros, murmuró á media voz:

-- i P bre criatllJ a! i Tan niño y cie,(o!Alarcón se sonrió". porque el niño ciego, que ex­

citaba la;; frases compasivas de la mujer, era en aquelinstante la más dichosa de las criatnras.

Llegados al PUl1to desde donde se descuble ma­yor extensión de m:.r. Pedro, á guisa de fotógrafoque baja la cámara oscura y dirige su objetivo á ladescu bic ta del mejor panorama, [ué colocando el cuer­¡ o de Cavililla hacia el espacio infinito, para que pu­diera contempl~,r de un golpe la lontananza que se do­bl . C0n inconcebible curva, el oleaje que se agita onvertig-inoso movimiento, las ¡·Iancas espumas que re­gocijan los ojos, el rumor sublime que suspende elánimo al estrellarse el agua contra las peñas

i !\hora. !-gritó Alarcón arrancando la venda al(hiCe ) L.-te á su ve 7, gritó casi instantáneamente:

-j Jesús! ¡Jesús! ¡Jesús!Hubo unos segundos de silencio, durante los cua·

Ie-s. el poeta volvió la (~spalda al mar para fijarse en larostro del espectador; cuyas íntimas emoc' ones queríasorprender, cuyos delirios deseaba inquirir: pero ad­virtió que Cavililla no miraba léjos, sino cerca, muycerca, á un esquife amarrado con fuertes cdobles á laorilla. Entonces reventó el mllchacho diciendo:

-¡Qué maromas, don Pedro, qué maromas! ¡Es sif que son cllerda~ !

80S REVISTA J'UERTORRIQUi~A

SU UNICO AMOR.

Pocas muchachas habfa en Granada que gozasen demás simpatas que Anita de IRía. Amable con todoslos que se le acercaban, fuesen jóvenes ó viejos, ricos 6pobres, el nombre de Anita en cualquiera parte que sepronunciase iba invariablemente seguido de alguna fraseafectuosa. Todos los domingos yeíasela en misa, vesti·da con sencillez, arrodillada durante el santo oficio, y sinalzar la vista de su libro de oraciones. Cerca de ella es·taba siempre la señora de Mérida que cuando qued6huérfana la sirvió de madre recugiéndola en su casa.la muerte de su hermana, que dejaba á Anita abandona­da, habló á su esposo para adoptarla, y, con la aproba­ción de Mérida, la niña entró en la casa y fué miradapor todos como una hija. El matrimonio Mérida tenldos hijos, Carmencita y Manolo. Pronto entre los trniños ja amistad fué grande, y la huerfanita se halló eun hogar más lujoso que el suyo. Sus padres eran pobres, mientras que los Mérida gozaban de una regulfortuna, y aunque hubiese llorado amaraamente á 'i>

madre, & los siete años los dolores no dejan huellaS.T anta m~s, cuanto que su prima Carmencita, que acabade cumphr doce, la mimaba mucho y la regaló sus m~ñ~cas, que para ella que tenía la presunción de ser conslderacia como una se~orita. eran inútiles.

Por su parte su primo Manolo, un muchacho dediez años que estudiaba el :z? de bachillerato, la to­mó gran cariño. Tra1ado siempre como hermano me­nor por Carmen, tomaba aires de protector con Anita.Así ni nyidias ni rencillas estallaron en la casa al en­trar la huérfana, y la señora Mérida pudo regocijarse delbuen corazón de sus hijos.

Si reñían a veces Carmen y Anita, Manolo inter-venía.

-Haces muy mal, decía con enojo á su hermana,en pelearte con la chiquita.

y e hacía la paz.Si por el contrario el culpable era Manolo, Carmen

le reprendía severamente con su autoridad de personamayor.

_ ¿Es posible, Manolo, que seas tan perverso quehagas lIurar la chiquita? No me hables más en tuvida, pícaro.

Manolo se escapaba corriendo, y solía volver conlos bolsiJJos llenos de almendras que daba con preferen­cia á Anita.

Ana comenzó sus estudios con el mismo maestroque su prima, é hizo grandes adelantos, Pero aunquesu int( 1"[, encia se desarrollara rápidamente, la parte físi­ca estaLéL uastante atrasada. De estatura pequeña, del­gada, morena, nadie creía que tuviese diez años. Surostro EO tenía nada de notable. Dos ojos negros que110 se podian llamar hermosos más que por su dulce ex­presión de bondad y de inocencia. Una nariz incorrecta,y una Loca grande no podian hacerla bonita. Pero á sulado nadie notaba estos defectos; tal era la simpatía queemanat'a de ~u voz melodiosa y del conjunto de su per­sona. Crmer" por el (ontrario, que iba á cumplir quin­ce años, era l na hermosa muchacha. Alta, blanca conojos y cabellos negros, la nariz aguilefla, la frente despa­jada)' altÍYél, el único defecto que se poda poner á aquélrostro de reina, era su expresión resuelta y un poco

SU UNICO AMOR 807

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. e 'era el retrato vivo de su hermano,mascu1Jln~. 1ar~~I~dac! y de audacia constitua el mayorY actuc aire e Vlll 1 '. 1 E _

. 1·1 t· a'lO infantil de Mono o. ste sana.encanto (e rf~ IOt 'ly un día se hirió tratando de afel'ba con ten '1' Jlgo .e, drc La señora Méridat;)rse con las navajas de su pa . d' : . l' 1 verle con el rostro ensangrenta o, perose IJ1comOt () a . .~ r: .•

'" rcaiac!as El nmo sumo una seve-su esposo se no a ca J.' f volverlo á ha.ra reprensión, y arrepentido prome 16 nocero

Anita lloraua espantada. El valor de su primo elecogcr tina navaja para afeitarse le daba esca1ofnc~.

-y no tuviste miedo, Manolo? le pregunto.-¿Mi do?-replic6 ()rgtll1osam~llteel niño. A~ren.

de que los hombres como yó no tl~nen n~lnc~. miedo.y cuando sea (rrande iré á la Academia, sere mIlItar, ga.naré mis galon~s espaela al cinte" y en cuanto haya gue.rra, voy y i pam! me convierto en un héroe y me ganola cruz ele San Fernando.

-Ya lo creo que la ganarás, rcpitió Anita, conven.cida

Manolo era para ella casi _un dios, y compartía to­das las ambiciones elel nii'ío: El tambien la guarelabadeferencias sobrenaturales en su caracter brusco y des­pótico. Si hablaba Carmen ele sus proyectos, éstase reí:!. Además la eelad ele Cilnnen le daba sobre élcierta sllpcrioridad que no quería sufrir. Por c:I contra­rio Anita, más pequeña, más dócil, era la confidente clesu elección. La mimaba con palabras cariñosas y rega.los, para tenerla siempre dispuesta á aplaudir todos sussueños y ambiciones. Incomodábase, poníase frenético,si Anita distinguía algún nho de su edad.

-¡ Vamos! r. Qué tiene ese estúpido que no tenga)'6 ?-decía celosamente.

Y ella llorosa, tenía que hacerse perdonar. Él erasu dueño y señor, y¡l~ dominaba .con la superioridad desus años, de~J.I~ estudiOs de ~achIlleratoque se lo mos.

J') 1ráRan ~ laJl!If@.){:om.Oc.AdII~IO, y con su caracter enér.

SU UNICO AMOR

gico y avasallador que tanto se imponía á la débil vo­luntad de Anita.

Un día la cogió por el brazo, la empujó hasta unrincón del cuarto, y ;lIlí en voz baja, con los libios pega­dos á su oreja, la c( nfesó qnc había compuesto unosversos.

La niña retroc lió estupefacta de admiración, sindar cn~dito 3 sus oid )s. Y df:spués, curiosa, le preguntó;

- i \-ersos' i \'ersos ! cómo los de Núñez de Arceque papzí leía la otra noche?

--Si, como los de 'úñez de Arce, repitió con aplo-mo • 121;010.

- eEn: ~nces. s('n muy buenos?--¡ :\Iagnílicos I pero ya juzgarás tú mism .Sacó con afcctada lentitud un pliego de papel ele

cartas, y leyó elos cuartillas ramplonas, en las que habla­ba de su amor, pidiendo á su adorada que si su pasiónera correspondida se prendiese en el pecho un clavel en­camado.

-¡ Manolo! tú tienes demasiado talento, decía laniña. j Qué vcrsos tan bonitos!

. Mientras que ella hablaba, Manolo grave y sério, lepresentó un clavel rojo. Ella le miró sin comprender to­dada.

-Cógelo, Anita, dijo el poeta impacientado deaguardar.

Anita obedeció colocando el clavel en un ojal desu chaqueta de franela blanca.

El rostro del muchacho se iluminó de alegría y deorgullo.

-¿ Conque me correspondes, Anita? Ahora vás áser mi novia, y cuando yo sea. gnmde, serás mi mujer.

--¿ Tú mujer? No; tu hermana.- '0 digas tonterías; yo estoy enamorado de tí.Entonces comenzó Manolo á hablar, mezclando en

la confesión de su amor encantadoras palabras infantilesá frases huecas que recordaba haber leido en el folletín

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del periódico que se recibla en su casa. Fascinada lahuérfana por aquellas frases que resonaban por primeravez en sus oidos, la palabra amor había herido su cora-

zón virgen de niña.-Si amar es lo que dices, balbuceó p&lida y confu-

sa, entonces, Manolo, desde que te conozca me enamo-

ré de ti.-Anita, repiti6 el niño con seriedad. acabo de cum-

plir quince años, y dentro de pocos días parto. para Se­gavia á empezar mi carrera Me voy tranquilo, seg~rode tu amor, pero quiero hablar á papá. Ven conmigoy no tengas miedo.

Entró resueltamente en el despacho del señor Mé-rida precediendo á la niña. Allí delante del rostro sériode su padre á quien siempre había profesado un profun­do respeto, su valor le al-andon6, Pero la vergüenza depasar por pusilánime á los ojos de su prima le hizo so­breponerse, Y dominándcse, pálido y con los ojos bajos,hizo su confesión. Al ita té nía ganas de llorar sin saberporqué. El señor Mérida escuchó tranquilamente f: suhijo; conocía demasiado bien aquel caracter indomabley violento para tomarlo á broma ni exasperarle con un ri·gor inusitado. Después' interrogó á Ana sobre la natu­raleza de sus sentimientos. Élla, poniéndose como unaamapola, confesó que quería á su primo.

_ Muy bien, dijo el señor Mérida, si cuando tú ten-gas diez y nueve años, Anit;1, y Manolo haya concluidosu carrera, seguís Fensando Jos dos' en casares, yo ten­dré en ello mucho gusto.

Manolo fué á dar parte de la feliz noticia á su ma-dre y á Cá' men, y afectaba llamar á Anita l. su novia. "

Pocos dias despues partió para Segovia. donde en­tró. en .l~ Academia de' Artillería. Su inteligencia, sUaf)J¡caclOn, su firme voluntad de distinguirse, 'le valierone n~m<;ro uno en los e?Cámenes. Dp.spues de un añoV01V16 a pasar las vacaCIOnes con su familia. El señOrMérida estaba orgulloso de Su hijo al verle tan buen es-

SU UNICO AMOR 811

tudiante, y la madre temía que tanto estudio no le hicie­se enfermar y le mimaba como á un niño pequeño. Pe­ro Anita, la dulce Anita había creído morir de alegría alvolverle á ver. Un año separados, en el que las cartasde Manolo no hablaban más que de sus estudios, de . lasnoches pasadas en vela junto á la lámpara con un lIbroen la mano y de sus esfuerzos para sacar un buen nú­mero en el primer examen. Anita por su parte no ha­bia estado ociosa. Desde muy temprano se levantabapara coger su gramática inglesa de OHendorf-Benot, yestudiar su lección. Así, cuando su primo le preguntósonriendo:

-Do you lave me Annie?Ella respondió radiante de amor y de orgullo:-With aH my heart, my darling !i Con qué afán había estado buscando en el diccio­

nario aquella palabra de dar!i1Zg que constituye por sísóla un poema de ternura.

Manuel la felicitó calurosamente por sus adelantos,y á veces mezclaban en sus conversaciones palabras in­glesas. Pero apenas transcurrieron las vacaciones el jó­ven partió de nuevo.

Algunos afias pasaron así, iguales para la familia­~1alluel hizo los mismos brillantes exámenes de los anoteriores, y siempre el corto tiempo de las vacaciones ve­nía á aumentar el amor de los dos primos. Durante e­último invierno se casó Carmen y fué tí vivir con su malrido á Córdoba. Por entonce~ se recibió una carta queles hizo llorar á todos Era del director de la Acade­mia, diciendo que Manue~ estaba enfermo, pero que notuviesen cuidado alguno pues estaría perfectamente aten­dido. y que sólo se lo participaba para que la falta delas cartas del jr ven alumno no fuese á alarmarles en de­masía. Pero cuando pocos dias despues vino la noticiade que la enfermedad continuaba su curso, Ana cre­yó morir de dolor y de angustia. Entonces sólo vién­dole en peligro, comprendió las profundas raices de aquel

REV1. TA prERTORRIQUE~A

,ltlh r ql1 t),t 'ill) n I.l infancia--se ¿esarrolló en la in­t:mi la \ l\ ' l.t bmilia. 1 'bu tecién ose con las cualidades:()lwrt.i.\· ,k \11\'c1. ha:>t, ener una intensidad sobre­n, llln1. 1\ II : ::;lIS ::; 'nlimientos tenían ,1 su primo por

1, \'. U '11,\; su: tios y á 'armen por ellos mismos,lwr I\\uch) m,1,' p,wqu eran los padres y la hermana

11 ~1al u 1._ na t a.~) un mes de d '/"rante ansiedad que no logra-

b,l l' 11m, r hs na icias cada yez más tranquilizadora'Squ' II g:1l an de eg-oyia. ~nunciando qu', pasado el pe­lin n. 1.1 etlfermcdad ntraba en su períod~' de convale­" nci;1. :::'-U fre'nt' s 1u sombría; adelgazó, y unl'in.:ul :olac o. hu !la \ isible de los insomnios y las lá­"rim.I.- \ rtil1: . '11, e re o. rcdeó sus ojos, hasta que alfi n 11 '~'1 llna c, Ita en la que la des:gualc!ad de la letra1 l1L t,lb;1 lo i 1seguro lh'l pl.1 o. Pero Manuel decia quee taba k\ ant,llk\ . pI' '] ar;'¡ndo e á recoI:quistar el tiem­po. perdido. pue: S· 'lee 1 ban los e, 'ámenes. En efec·to en ,1 111 S de ¡unio \'oh-ió, ~u madre al abrazarlolanzA un grit. l\Lmuel habia crec.do, su talle era mé­nos el 's;arbad . IIn fino big()tc negro sombreaba su la­bio 'up rior. al mism tiempo que sus modales teniancierta soltl11" que le daba un aire militar. Pero la del­,yadez de su uerpo. su 1(1st ro demacrado y el color te­~oso que sus mejillas consel "aban aún. e;an huellas desu enfermedad. •\na palideci6 r se pliSO encarnada al­tcrnati\'amentc cuando l\Ianuel la atrajo para abrazarla,Si. c 010 le costumbre, solo que entonces él no teniabig te y ella. u~aba traj corto. Pero como su primopar cía pn sClnc]¡r de aquellos detalles, le fUé preciso re-ignar:e.

Ana tel •.a tnt I:CC_S di.ez \ ) o h( años y cumplíalas pi lmesaS de su Inf ¡l1ela. r -.:qlleñ?, m HU.el. conojos de Il irada dulce y snñ. do,'''' que dabal a su fiso­nomía un aire simpatico. no era bonita. su cabeza lIe­g:'1ba. apenas, hombro de :.\lanuel, y sus manos pare­clan Juguetes de marfil entre las fuertes y nerviosas

SU UNICO A..'dOR

del jóven. Este conservaba la e, stllmbre de llamarlala niña. la chiquita, de hab'arla con dulzura, al verlatan débil y tan poca cosa. Con un poco de malestarpara Ana, aquellos dos me-es transcurrieron como losanteriores.

El j6vcn partió para hacer su último examen, ydurante el in\'ierno no se h,lbló en-la casa más que ddhijo ausente. L:J. soñara l\férida cuya conF.anza e, I~salud de ~Ianllel se habí:l evaporado cun su enferdad,qu~ tm'ieron que conlesarle, vendidos por sus huellas,habra tenidt \'erdadera gr;\vedad, en cuanto bajaba elterm 'metro se ponía á considerar el frio que habría en~ego\"ia y las probabilidades del jóven artillero de co",eruna p Imoni3, Y Ana, tan asustada como la madre,le decía ea sus cartas que se cuidase, y le en vió ungran pañuelo de seda blanca, con sus iniciales primo­rosa;ne-1(. bordad.}-, p.lra que por las mañanas seabrigase la garganta, :\lanuel respo'ldió con una ca­riñosa carta y ma ldándole de regalo un ejempla r delas "Ri,nas" de B c:per, Aquel libro fué para Anauna f¡¡en te de infanti!e~ phccres, y celosa de su teso·ro 10 q~is) n In: t ')rest trI : á n nguna de sus amigas.Es verdaJ que gu:udaba en una linda caja de maderacon chapas de nácar, t das las cartas y regalos de suprimo. Allí estab:lO los versos que le escribió paradec:ararle su amor, y hasta e: clavel encarnado mar­chito.

Por aq uella época fué á habitar en la vecindaduna fami!i se\<lIa la comp,lesta del padre, la madre ydos hijos. El paJre tenia un destino en una empresaparticular, y no tardó en entrar en relaciones con lafamilia,lérida, á quién un amigo recomendó al señorViii alta. Blanca)' Felipe, tales eran los nombres delos hijos de Villalta, se alegraron muho de su amistadcon Ana, pues el caraeter amable de ~sta le captó sussimpatía. Sobre todo el j6ven Villalta visitaba dia­riamente la casa, y prevaliéndose de su agradable voz

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de baritono, tenía á Ana toda la noche acompañándolelas romanzas más conocidas de Campana y Tito Ma­ttei. La j6ven se prestaba voluntariamente ~ esta i~.timidad disfrazada de diletanttismo, y en su InocenCiano daba valor alas miradas y medias palabras de Fe­lipe. Este la ofreci6 una tarde un volúmen de poe­sías; eran las mismas "Rimas" de Becquer que Ma-nuel le habia enviado de Segovia. .

La huérfana contest0 con su ingenuidad habltnal:-No se moleste usted, 10 tengo.y en el tono de su voz palpitaba el orgullo de un

amor feliz.--Entonces, Ana, replicó Villalta, ¿ no es una ne­

gativa la qU'J acoge mi humilde afrecimiento ?--De ningún modo.

Al dia siguiente Felipe trajo los "Pequeños Poe­mas" de Campoamor. Sentado cerca de Ana pasóla noche leyéndola con su voz fuerte y sonora, los ver­sos del más original y psicólogo de nuestros poetacontemporaneos. Felipe leía bien y lo sabia. A~­

sorvida en su amor por Manuel la huerfana no veí.en aquel hombre más que un amigo. El caracter desus amorosas atenci()nes, tan diferente de las palabrasfrancas y enérgicas de su primo la encantaba sin con­moverla. Y su rostro prolongado por una barba ru­bia en punta, sus ojos grises de miope que velaban losvidrios de sus lentes, sus modales elegantes y afecta­dos, aquel conj unto distinguido y un poco aferminado,contrastaban con la figura arrogante de Manolo, siem­pre realzada por s~ aire de noble virilidad.

Un día q~~ la seli.orita Villalta habia pasado encasa de la famIlia Ménda, Ana cogió el álbum de re.tratos yse puso ahojearlo. A los pocos momentosBlanca la detuvo. .

-¿ Quién es este j6ven? y señaló una fotogri1l1a.-Mi primo Manuel Mérida.

l'.S lllUY guapo, dijo la sevillana, y yo como ar­tista puedo con fesarlo.

1~1l efecto, la sdlorita Vill::tlta habia cursado en laAcadcmia Je Bellas Artes de Sevilla, y dibujaba bas­t 11 te bien.

Ana permaneció silenciosa, pero desde aquel diaBlanca c .lIÓ de agradarla, invadida por unos celos in­consci ntes, y evitaba en sus conversaciones el pro­lIunciar el nombre de su primo, aunque la hermosasevill na le nombrase á menudo tratando, de conocertoJo: los Jet.dle!> de la vida del j6ven artillero. Anaobservó lllld reserva cxajerada, y le ocultó, por pudorde alma. el compromiso con su primo, aquel compro­miso que era t.U1 sagrado á sus ojos.

Al fin volvió Manuel á reunirse con su familia,org-ulloso cen sn grado de teniente que ganó con luciomiento en su último examen. La familia Villalta pa­só por la noche á felicitar al j6ven, y se organiz6 parael ~iguiente Jomingo una partida de campo. Blancase había puesto un vestido azul oscuro que hada resal­tar la esbclte'f, de su talle y la blancura de su nuca,descubierta por el peinado á la griega. Aquella toilettesencilla sentaba admirablemente á la hermosura del3Ianca, que, mujer en el sentido Íntimo de la palabra,sabía escoger siempre el color y la forma que mas lafavorecían.

Manuel se mostró lleno de atenciones para la se­llorita Villalta, y por su parte Felipe secuestr6 á AnaalIado del piano, haciéndola acompañarle sus romanous favoritas.

-Dispénseme usted, dijo á la tercera vez seca­mente la jóvcn, me duele la cabeza y voy á retirarme.

Felipe qued6 sorprendido, no de las palabras, si­no de la frialdad del acento. Y en efecto, la pobrej6ven no mentía. Sentíase con la cabeza pesada, leladan violentamente las sienes, y una extraña angus·tia le oprimía el coraz6n. Pidió permiso para irse á

su UNleo AMOR 81 5

816 REVISTA PUERTORRIQUEÑA

acostar, y Manuel se levantó para acompaf\arla hastala puerta, dónde la apret6 cariñosamente las manodese'\ndola que se aliviase, y volvi? luego á la sah.

Ana se arrojó sollozando vestida sobre su lecho.¿Porqué lloraba? Ella misma no po?ria decirlo.

y sin embargo las lágrimas la cegaban. Su alma, co.mo un a-rpa colgada en los bosques, percibi6 el airede la tempestad antes que cayese el rayo. Fué unpresentimiento doloroso que su razón acabó por do.minar. Solamente, desde aquella noche Blanca le fuéodiosa como una rival temible. y su presencia al ladode su primo le causaba verdaderos sufrimientos, noménos crueles porqué ella lo soportase en silencio ysin quejarse. No se atrevía á pedir á Manuel que seocupase ménos de la sevillana, porque su amor sin Ir.mites tenía por basli: la sumisi6n al caracter de él quela dominaba, y el propio sacrificio.

Transcurrieron alguno, dias. Despues del al.muerzo los dos j6venes no se separaban, y bien leí ,n,charlaban 6 jugaban al ajedrez, sin que nadie vinieseá interrumpirlos en sus conversaciones. Un dia Ma.nuel hall6 el volúmen de Campoamor entre los librosde Ana.

-¿ Quién te lo ha dado? pregunt6.-Felipe ViIlalta.F runciéronse )" s cejas del j6ven artillero, marcan.

do un pliegue en su frente tersa y despejada.-Es natural. dijo después de una corta pausa.--¿ No est:i bien hecho? dijo la huérfana temien-

do haberle digustado, al ver el entrecejo que le erahabitual cuándo se enojaba, y el tono un poco durode la voz. Pues no te incomodes. Hoy mismo se 10mando á su casa.

Él pareci6 sorprendido de tan pronta sumisi6n áun deseo suyo todavía inexpresado, y vaciló ántes decontestar. Pero pronto comprendió lo absurdo deofender á Felipe por una tontería.

su UN1CO AMOR 817

-Nada de eso. No es solamente tu hermano elque tiene derecho para regalarte libros.

y habló de otra cosa. I ero aquella palabra tuhermano, había resonado en el corazón de la jóven, concierto eco l:oloroso.

Felipe y Blanca iban á pasar todas las noches á casade la famili8 l\Iérida. Se tocaba el piano, se cantabanalgunos air 's de las zarzuelas modernas que Blancasabía el' oid), ó jugaban á la baraja. Pero á pesar deesta intimid1d ficticia no había ninguna confianza entrelas dos amibas. Las circunstancias las obligaban á verseá menu lo, pero ellas se sentían cada vez más distantesuna de otra Blanca adivinaba la antipatía de Ana sinpoder <:trib' liria ,\ determinada causa, y la huérfana,testigo doloroso de las tentativas de la sevillana paracaptarse las simpatías de Manuel, no podía menos demirarla como á una aborrecida rival, 5610 su abnegacióny la dulzura inalterable de su cadl.cter hacían que nohubiese puesto fin con una brusca salida á aquellaviolenta situación.

La señora Mérida trataba á los dos jóvenes amigoscon mucho cariño, y proporcionaba á Felipe las ocasionesde hablar aparte á su sobrina. Una vez que ésta habíaestado un poco seca con Villalta, su tía le dijo con esetono insinua"lte que al dar consejos provoca confiden­cias:

--Ven, acá Anita, ¿ qué te pasa? ¿qué motivotienes para no aceptar las atenciones de Felipe?

-Yo tía. balbuceó la jóven confusa, ¿ cómopuede usted preguntarlo, sabiendo mi compromisa conManuel? Estaría muy mal hecho.

Su tía la miró estupefacta.-¿ Tú llamas compromiso á aquella chiquillada de

Manuel antl:~ de ir á Segovia? ¿ Crées entonces quelos hombres á los quince años dan palabra de casamien­to á niñas de doce? Ana, Anita, repitió viéndola pali­decer, no, no, yo no he querido tomarlo á broma, sino

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REVISTf\. PUERTORRIQUEÑA.

hacerte comprender las cosas.-Tia .. si usted ahora .... se opone á nuestro

matrimonio '" dijo Ana, ahogada. P?r los s?llozos.-No, niña, no me opongo SI el te qUIere. Sola-

mente que yo no sabía nada. .-Si él me ha dicho que me qUIere, dijo la jóven

un poco tranquilizada.-Sí, si yo lo sé, pero tal vez con un cariño frater.

nal. Te digo esto porque he creido notar en Manolocierto interés por otra. .• ¿y ent6nces? ..

-¿ Por Blanca?-exclamó en un arranque de celos.I Eso quisi~ra ella!

Ana echó á correr para cortar una entrevista enque ya no era dueña de sí. A pesar de sus protestashabía recibido la herida en el corazón. Los sucesos deaquellos tres meses, el recuerdo de aquella noche en quevolvió su primo, estuvieron presentes en un instante á su ,imaginación. i Oué justificado le parecía ahora su in·consciente temor! En aquel instante anhelaba la herma·sura, ese don de Dios que siempre había admirado sinenvidiarlo, para luchar con armas iguales contra Blanca.La ira y el dolor la hacían multiplicar las bellezas de surival, y hallarse á sí misma pequeña y despreciable. Surostro estaba transfigurado, cual si en él se transparenta­se, como la luz en un globo esmerilado, su alma pura Yapasionada, y en sus oios había esos rayos que debieronbrillar en la pupila de los mártires. Lloraba en silencio,sin convulsiones, como si las lágrimas brotaran espontá­neas de un dolor que se esperaba, y que no podía admi­tir consuelo. Cuando baj6 á comer, se había serenadopor completo, y nadie notó que al rededor de sus pár­pados había ese círculo azulado, que en otra época pre'~endan falsificar "algunas mujeres para aparecer más1I1teresantes.

Su rectitud no la permitía continuar en aquella si­tuación equívoca, y al mismo tiempo abrigaba la vagaesperanza de que precipitando el desenlace salvada

quizás su amor. Quería explicarse con su primo y ar~

rancarle una confesión sin comprometer, sin embargo, sudignidad de mujer.

Después del almuerzo, como de costumbre, se sen­tó al piano, y él se colocó en una silla iumediata char­lando mientras hojeaba un cuaderno de música. Anaquería hablar y no encontraba palabras. Sus dedos re­corrí2n maquinalmente el teclado arrancándole preludiosS~!1 ilación. Su garganta estaba seca y ahogábanla losJatido3 precipitados de su corazón. Viéndole cerca deella comprendía que aquel amor era su vida, y que jamásse atrevería á querer saber la verdad. En la incertidum­bre hay esperanza, y ella se asió á aquella duda paradominar el vértigo que invadía su cerebro. El pianohizo una pausa, y Manuel tarareó la habanera de "NiñaPancha", que era una de las piezas favoritas de la sevi­llana. A la idea de Blanca ocupando siempre su pensa­miento, la joven no fué ya dueña de sí misma.

-j Qué enamorado estás de Blanca !-dijo hablan­do más para sí que para él. Notábase en su voz unaextraña dureza.

-Es muy bonita, dijo Manuel sorprendido del tonoen que había hablado su prima.

- -Responde francamente, y no digas tonterías, re­pitió .\na sin mirarle, y dando vueltas nerviosamente alpañuelo que tenia en la mano.

-¿ y si yo no te doy el derecho de confesarme?dijo el joven tratando de echarlo á broma, y á pesar su­yo mortificado por aquel extraño interrogatorio.

-Me basta con esa respuesta. Estás enamoradode ella.

-Es verdad. La quiero.Al oir estas palabras que aguardaba, sin embargo,

la jovpn se levantó pálida, silenciosa, y trató de salir delgabinete para refugiarse en su cuarto. Pero habia con­tado sin sus nervios, y en el umbral de la puerta un so­llozo la vendió. Las manos de Manuella detuvieron

SU UNICO AMOR SI9

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enérgicamente, y con las facciones. contraidas por la SOr_presa y el dolor, le dijo en voz b.ap :

-¿ Por qué lloras ? ¿qué tIenes? ,.La joven se cubría el rostro, pero sus lagnmas res.

balaban por sus mejillas, y llegaban á humedecer la ma.no con que la retenía Manuel. Un ray~ de luz atraves6el espíritu de éste, y la verdad le aparecIó entera. Comoprendió que aquella promesa de amor qu~ para él habíasido un juego de chiquillos (tuvo dos noviaS en Segoviasin creer que faltaba aningún compromiso) había cons.tituido para su prima la base de un sentimiento serio yprofundo, explicándose entonces su conducta con él, queantes le parecía extraña. Ya no se sorprendió de quéhubiese rechazado á Felipe Villalta, un partido que portodos conceptos la convenía. Conmovido, compadecien.do aquel dolor profundo, sacrificó en el fondo de su almasu amor, para no pensar más que en aquella niña á quienquería desde pequeña. Le sacrificaba á Blanca, como lohubiese hecho para asegurar la ventura de su madreó de Carmen. Manuel era una de esas almas nobi­lí~imas. q.ue prefieren la dicha ele los que aman á la p:o.pla felICidad. Con la rapidez de su carácter enérgiCOtomó pronto su resolución. Comenzó á hablarle condulzura, y luego con una inflexión de voz más apasiorra.da añadió:

-¿ Con que mi futura mujercita es celosa, y llorapor una tontería? Anita, si fué una broma mia, unane~edad, puesto que te ha hecho llorar. Si yo á quienqUiero es á tí. ¿No lo sabes?

Aqu~lla me~tira que iba á decidir de su vida nopudo deCIrla el Joven á pesar de su energía sin qne.unlige:o temblor alterase su voz. Ana lev~tó los ojoshaCia él, y no se engañó; amaba dema.:>iado para no ~.c~nocer el amor verdadero, y adivinó, con el cdllOct­miento que ter1ía.de su carácter, el m6vil que le dictabaa9uell~s p~labras .La grandeza de alma de su primvmo aun, SI era pOSible á aum~lltar su pasiéo, ~ero

su UNrcO AMOR

debía quedar vencida en aquella lucha de abnegaciones.y como Manuel habia renunciado á Blanca por no ha­cerla sufrir, ella también renunció á la dicha que le ofre­da por no comprarla al precio de la del hombre á quienamaba. Pero en el fondo del alma le agradecio el ha­berse mostrado tan generoso. Después se tranquilizóhasta tener fuerzas para rechazar la oferta de su primo,con voz un poco temblorosa, pero con palabras que in­dicaban una firme resolución. El joven tuvo aún elvalor de insistir, pero inútilmente.

Aquella misma noche escribió una larga carta á suhermana Carmen, refiriéndole lo que habia ocurrido yla negativa persistente de Ana á casarse con él. Lerogaba también que viniese para llevarse la desgraciadajoven á pasar una temporada á su lado en Córdoba, ysepararla así de la señorita Villalta, cuya presencia nopodda menos de mortificarla.

Durante los dias que transcurrieron hasta la llega­da de su hermana, el joven se mostrJ con Blanca fria éindiferente, á pesar de la coqueteria con que le tratabaésta, queriendo romper su inusitada reserva. Pero él sehubiese reprochado como un crimen cualquier palabra,el gesto más insignificante que hubiera podido hacp.rsufrir á su prima. Contemplaba su rostro alterado poruna dulce tristeza, la resignación que brillaba en susojos oscuros y que supo hallar en su alma de verda­dera cristiana, y se reprendía por ser él, que tanto laquería, el motivo que hiciera correr sus hgrimas. De­masiado modesto para creer la pasión de Ana inspiradapor su mérito, la atribuía á su infantil compromiso, queella había tomado en serio haciéndolo el fin de su vida.Al fin llegó Carmen, ~y tres dias después las dos jó­venes salieron para Córdoba En la estación dondelas acompañó toda la familia para despedirlas, Anaapretó nerviosamente entre las suyas la mano del joven.

-Adios, Manuel, dijo con voz entrecortada, y queDios te haga todo lo feliz que tú mereces.

REVISTA PUERTORRIQUENA

-Anita, replicó él dulcemente, todavía tienes elporvenir en tus manos. Te juro que seré completamen_te dichoso contigo.

-No, no.Al año siO"uiente, después de la boda de Manuel

con la señorit: Villalta, Ana volvió á Granada. No pu­diendo h ,cer ninO"(-n bien al hombre á quien amabasiempre con la c;nstancia de los caracteres du1<:es, seinmoló para labrar la felicidad de sus padres. Algunosjóvenes pidieron su mano, pero Ana los rechazó, alegan­do que no quería abandonar en su vejez á sus tios, quetan buenos habían sido para ella.

Una sola vez volvió á ver á Manuel el dia en queeste vino desde MaJriJ donde vivia con su mujer, paraasistir á los funerales de su padre. Desde entonces Anano ha vuelto á encontrarse con él, pero por las cartas ásu madre sabe que es feliz en su matrimonio, bendecidoya con un pequeño Manolín. Habla á menudo con laseñora Mérida del hijo ausente, pero nadie sabe con elfervor con que por las noches le pide á Dios la felicidaddel hombre á quien sigue amando siempre.

CARMELA EULATE

LETRAS Y ARTES EN PARIS.

Esopo, Comedia en tr~s actos, de Teodoro de Banville,con un dibujo de ')o1'ge Rochegrose.- U1t tomo enI2? de 62 pág.- C/zarpentier y Tosquélle, Editores.P1'ecio 2 .francos.

Una de las impresiones más dulces para mí, es laque me produce la obra póstuma de un autor querido.El alma del poeta palpit,! entre las líneas, allí está su in­genio, fresco y lozano, allí su gracia inundando la páginade luz, allí su estilo impecable y vivificante aromatizandolas márgenes. Ante esta manifestación de vida, desapa­rece la idea de la muerte, se olvida que el envoltorioyace en el cementerio comido de gusanos, seguimosoyendo la voz del vate, el acento inmortal que cantará y

cantará á los hombres mientras dure su raza y se en­tienda su idioma. Al terminar, es cierto que el dolornos amarga la boca, el dolor que nace en la seguridadde que ya no vibrará más la lira en manos del muerto j

pero la emoción es suave y aumenta la primitiva dulzurahaciéndonos más amable aún este último trabajo.

Esta impresión, la acabo de experimentar con lalectura del Esojo, de Banville, que sus editores han sa­cado á la venta antes de que la Comedia Francesa lalleve á la escena, y mucho más honda que de costumbre,pbr ¿ gran cariño que profesaba al poeta y la admira·

REVISTA PUERTORRIQUEÑA

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ción que el maestro me inspiraba. EJ-a imposible, enefecto, f,O amar al hombre cuando se le conocía, comoera imposible no amar al escritor l?or ser los d?s e~en­cialmente amables. Este, por la rIqueza d: su Imagl.na­ci6n, por la pureza y originalidad :le sus rImas, eSCrItascon diamante, por las galas, flores y armonías de su len­gua. Aquel, por su profunda é inalterable bondad, porsu alma clara y serena como la de un infante, por la na-tiva é inyencible simpatía. .

Los méritos acostumbrados y sIempre nuevos delpoeta. pues la belleza siempre es nueva, los hallamos enesta personificación escénica del (amaso fabulista frigio,que alienta á nuestros ojos como debió de alentar real­mente, pilestro que. al través de los siglos, el alma·deBanville ha comulgado con el alma de Esopo, descu.briendo sus hermosuras, las gemas morales é intelectua.les de su espíritu, para lección y contentamiento delmaestro.

Fácil y dramático es el asunto. Amante y queján­dose de sus desvíos, conversa Creso con su esclava Rho­dopea, cuando tumulto de pasos, yacerías y ayes, llamanla atención de la hermosa que vé maltratar y azotar áun infeliz deforme y andrajoso. A una orden del rey,comparece ante él el mísero, que es Esopo, y le dice,acurrucado á los pies del trono, el conocido apólogo dela rata y el boa. Déjalo Creso en libertad, le pide quele aconseje acerca de la triste situación de la Lidia, acep­ta sus lecciones, lo eleva á brillante posición encargán­dole de visitar el pais entero y llevar en su nombre lariqueza y la paz á los pueblos.

~n el acto segyndo, l:a .vuelt~ Esopo, después dedos a.nos de au~encla ; la LIdIa esta floreciente, y Cresoprerrua al fa~uhsta alzd~dolo .hasta él, haciéndolo el pri­mero del remo despues de el, y aun antes si se quiere,ya que Creso le obedece. Y sin embargo para Esopo,la tristeza es infinita, pues 10 único que an;ía es amorde Rhodopea, por la que, él, giboso y feo y torci o, de.

LETRA!! Y ARTES SN PARís

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lira en secreto. ¿Hay secretos de amor para la mujerque lo inspira? En todo caso, no para Rhodopea, quele declara amarlo y le besa en la frente. En el interín, losdo mini tros de Creso completan la pérdida del favo­rito y le acu an al rey de haberle robado; la .prueba esque tiene en su mansión un cofre lleno de oro y pedre­ría. Esopo no protesta, y Creso ordena que traigan elcofr .

En el acto tercero, los soldados del monarca pren­den á arulkha, un espía de Ciro, y sobre él encuentranla prueba de la culpabilidad de los ministros que vendíanla Lidia á los persas por mil talentos. Condénalos elrey. pero ante manda abrir el cofre de Esopo, y de élyan aliendo sus trajes de esclavo, las cadenas que lIe­Yara. y un espejo de cobre, pues por las noches, para noel1l'anecerse por vestir la púrpura que Creso le hae hado sobre los hombros, el fabulista se viste sus anti­guo andrajos. Intercede Esopo por los culpables con­cusionarios, y declara que se marcha, no siendo la cortelug-ar para él. Y como Rhodopea y el rey le dicen:.. TOS dejas en la dicha y te vas con la inconsolable tris­teza. con la soledad, con la noche, con el horror," elgenio responde con la llama de la inspiración en los ojos:" j Con los Dioses! "

Lo que no puedo expresar es el singular encantode la versificaci6n, la soberana belleza de la forma, quetodo lo domina, argumento, ideas, caractéres, y hacende la comedia néctar delicioso que ensancha el alma conla fuerza de lo perfecto. j Oh! delicia incomparable lade poder alabar sin restricciones, y cuán grato me fuerapoder trasmítir á los otros el arrobamiento que esta su­blime poesía vierte en mi pecho !

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EL i\~TRo NI.;m:o, por .león JJa7tdet.-Un tom? en 12?tÍ(' /7 fd.~'. -Cltar:j!cllticr y Fasquelte, Edztores._Prcrio: frmteos 50.

Creo quc {¡ mediados del 9 r, h~blé con basta~tedetención de (;crlllm y Polvo, la.pnme~a pr?duccl6nde L 6n Daudct, alabando su naCIente lllgemo como10 merecía. No traté de 9U segundo 1bro Hcerés,por haberme robado la ocasi6n compromisos más pe­rentorios, pero no pierdo la coyuntura de~.tercero pa­ra señalar que era )a floración que prediJe, como elAstro N('o'ro es el fruto. Fruto singular, de sabor yaroma p~netrantes, que es tarca peliaguda explicar allector, pues podríamos comparar este libro á enmara­ñada madeja, ájardín prolífico en el qu~ se ven á toJaslas flores, á selva monstruosa en la que se dan todaslas esencias conocida~. Existe t~l plenitud, tan ex­traordinaria lectura absorvida, dig erid I y pugnandopor salir, tantas ideas, tantas honduras y quebradasfilosóficas, tanta cúspide metafísica, que esto es unverdadero torrente que se Jleva al r ciocinio del lector,~ poco que se descuide. Y si sabe contenerse y apre­ciar, rara es la página en que no se queda pensativoy reflexionando por cuenta propia. 1ncitar á pensares uno de los grandes méritos del escritor, y todo lodicho me parece bien, sa'vo la mesura que echo demenos; las propr,rciones .-on exageradas, como pari­das por una imaginación exuberante. Todo estábien, pero, lo repito, no veo manera de condensar tan­to en pocas lineas, y más que nunca he de suplicar seacuda al tomo para que se aclare lo que aquí perma­nezca en la sombra, y serán todos los detalles, todaslas consideraciones sociale~ y filosóflicas todas lasideas originales. El argumento desnudo' se cuentacon brevedad y holgura: '

El Astro .Negro es el apodo con que se conoce enel mundo al Ilustre Malauve, dramaturgo y filósofo

LETRAS Y ARTES EN PARI5 827

que inunda los do~ continentes con su gloria, desdeel estado neutral de Senesta, curiosamente intercaladoentre Francia y Alemania, por un capr,cho geográfi­co del novelador, y que, naturalmente, DO flgura enningún mapa, como ignoramos el momento de la ac­ción, que comienza á 7 de Agosto de! alZo que se qmeradt:spués de J. e

l\Ialauve está en el apogeo de su gloria, y Senes­ta celebra el sexu1gésilno anive sario de su n Icimien .to ; la ciudad entera está bajo las ventanas del filóso·fa; $U ca 'a llena de representantes de los cuatro pun­tos cardinales. y la Regenta de Senesta, Clotilde, vieneá visitarlo y felicitarlo, pues es la primera ae su. discí­pulas, la más terribl " ya qU] obliga al genio á ir á pa,lacio :i darla lecciones de filos,ofia á las seis de la ma­ñana, haga sol, lIuev 1 Ó nieve, Primera e,;c1avitud deun grande hombre.

Clotilde no admite que Slt filósofo, pues lo consi·dera como COS'] suya, e haga la más mlnima escapa·toria; está celosa de una señorita Susana de Soire.que es una admiradora del Astro, que lo comprende ysiente, con el que comparte una pasión puramenteideal. Aunque anciano, Malau\'e que es s4r insopor.table en el hogar, y amarga la existencia de su mujer,una bestia á quien desprecia, no ha perdido aún elfuego sensual que enciende pasiones más ttrrenas, yest~ enamorado, ó por mejor decir codicioso de la be­lleza de Maria Malauve, la mujer de su propio hijo,otro imbé-.:il como su madre, á. quien también despre·cia. por más que le haya dado un nieto, nombradoEúcrates, nombre de uno de los dramas del Astro, enel que éste se ve revivir, pues el niño á los doce añoses un prodigio de ingenio y profundidad. •

A fuerza de querer, la ocasión se presenta, y elhijo sorprende á su padre, el ilustre filósofo y á sumujer, en situación de ofenderlo villana é incestuosa­mente. Más tarde, habiendo roto el Astro, por no

RE\tJSTA PUERTORRIQUEÑA

perder la gracia de la Regenta, .con S,usana de Soire,ésta se suicida, y con ella el nJño Eucrates, que laamaba Estando el cadaver destrozado del níño decuerpo presente, su madre, rendida" sin d:ft-nsa, poruna perversión que acepto, pero i cuan horr¡~le! aca·ba pur entregarse al abuelo, á su padre polítICO. Ván- .se todos á vivir lÍ Alemania, y el Astro se queda sólocon su hija Clotilde, jóven paralít;ca, de grandísimainteligenc:a, figura de resignación.v sacrificio que es,por lo mismo, una de las más simpáticas de la novela,aunque algo borrosa.

El Astro decae desde entonces; lo abandona la Re­genta, un cfiscí[ ulo á quien tratara siempre como unpayaso, se le sube á las barb,s publicando diez tomosde una vez, se alejan los amigos, lo considera el pue·blo como un usurpador de gloria, conoce, pn fin, laamargura del ocaso tras el esplendente zenit. En unepisodio final, el más oscuro y ~imb6lico riel libro, ungeneral tran és que ha batido á Alemania, conquistapor añadidura el estado de Senesta, y ofrece al ilustreMalauve, que al fin acepta, la Univer"idad de París.

No puedo contar más sin expo:Jerme á quedar ato­llado en este bosque y sin dar con la senda salvadora.Lo que importa está dicho. y sólo apuntaré lo quese deduce claramente del libro, y es, ante todo, lat:norme distancia que existe entre la obra del genio yel gel/io mismo, pues Malauve es un problema. Conpuntos generales. no lo niego, pero con muchos ex­cepcionales. felizmente.. De·de las prin:eras p,íginas, el ilustre filósofo nos

aparece como un patriarca bendito del Señor, y notardamos en ~aber que este genio, todo bondad y ter­nura, e~ un tIranue.l.o domésti.co que ha hecho pasará su mUjer y sus hIJOS una VIda de humillaciones ymalos tratos. Sus obras andan llenas de bellezas mo­rales, y ya se ha dicho cómo se conduce el Astrocon la esposa de su hijo. Es un revolucionario, un

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cantor constante y enérgico de la libertad, y cuando ungrupo de revolucionarias prácticos que se halla en Se­nesta, le ofrece ponerle á su cabeza, lo rechaza; mástarde los ve marchar á la muerte, á causa de una inten­tona -le rebelión, y los deja ir sin acompafíarlos, sin inter­ceder siquiera por ellos. En fin, acepta la maestranza dela Universidad de París, una esclavitud, pues el generalfrancés que ha conquista.do á Senesta dice que lo qué ha­ce falta es una buena tiranía. Malauve dramaturgo y filósofo es uno, y Malauve hombre, es otro. .

Un vejete sarcástico que en varias ocasiones s146cita laindignación Malauve, le dice: "Caballero, no poseéis laverdad ni la felicidad, y no conocéis la senda que condu­ce á ellas." Es la moral filosófica de la obra, pero nodicen ni el viejo ni el autor cual sea la senda de la ven­tura y la verdad. No nos toca á nosotros decirla tampo­co. pues no ocurre dar nuestra opinión, y no se deducedel libro la que sin duda guarda el autor con tres lIa-

• ves.El carácter de Malauve está estudiado con rara intui-

ción de la realidad, ya que el personaje es ficticio; perohay en él humanidad, y muchos nombres de genioscontemporáneos se presentan:i la mente en múltiples de·talles; hay tanta verdad humana, que no me extrafíaríaque muchos consideren que la novela tiene secreta clave.En todos los tipos hay ese depósito de vitalidad, hastaen los más secundarios, y casi todos los intelectualesque de las naciones europeas acuden á bañarse en losesplendores del Astro, pueden ser copias de figuras decarne y hueso. La Regenta, la dulce Clotilde, y la en·tusiasta Susana son tres mujeres adorables.

Con alguna prolijidad,- debo repetir que el libroes intrinticado laberinto, aunque no difuso, - el autordescribe con exactitud y riqueza, y no faltan bellezasartísticas, por más que sea más pensador que artistaDaudet hijo. La forma es original casi siempre, y fácilaun cuando hay búsqueda excedente de no decir tal ó

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cual cosa como lo diría cualquiera, Es ~I libro tur.ba.dar é impresionable, y quien lo ha escr~to un escntorele alto vuelo del que debemos, hoy mas que nunca,esperar mucho.

Bien me sé que en e! fondo del .Astr~ Negro pue·de verse un vasto y complicado slmboh~mo, qu~. ~epresta á numerosos comentarios. No sl~n~o mlslO~mia comentar la obra, me abstengo, concretandome ala noticia lisa y llana que mis amigos esperan de mí enestos apuntes.

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SALUD A vous! por Mauricio de'Talleyrand-Périgord,duque de Dino. - Un tomo e1Z E8? de 245 pág.­Predo: 3 francos.

Discurriendo una tarde con el maestro Teodoro deBanvilIe, del que acabo de hallar, sobre la juventud do­rada y sus raras actitudes para la poesía, extrañábameyo de que así fuese, pues decía: "Poseen posición in­dependiente, pueden soñar á sus anchas, sin retortijonesde barriga vacía, pueden emplear un mes y un año enrealizar la obra soñada, á cien leguas de! suelo, tenién­dolo asegurado todo." Y el maestro me contestó:" Es justo; porque poseyendo fortuha, nombre, lujo, sipor añadidura fuesen poetas, sería demasiado. Algo leha de quedar á los pobres. "

Recuer?o el dicho al cerrar el tomo de poesías d,elduque de Dma, que forma excepción á la re.gla, y amende un nombre ilustre, y de la posición independiente.tiene el talentQ de rimar de muy elegante y correct:!man~ra. Bueno será añadir de 111,anera clara; y que noconSidere el lector pequeño el elogio. En poesía sobre

LETRAS Y ARTES EN PARIS

todo, tenemos tal tanda de vates que se complacen enanu¡'arrar la idea, en cubrirla de nieblas grises y pe­eraJ'osas en obscurecer la forma COI) giros alambicadosb , •

y palabras nuevas ó exhumadas del polvo de los antI-guos léxicos, que un poeta que pone sus cinco senti·dos precisamente en todo lo contrario, en ser c'aro defondo y de forma, acusa ya, por cl~o solo, señaladapersonalidad. Nada más árduo, en efecto; que despren.derse de la atm Ssfera reinante que satura los espíritus.

No es ésto lo único que debemos apuntar. Tieneel duque de DÍlo originalidad y valentía; la composi­ción que abre e volúmen "¡ Salud á vous f" y le sirvede titulo, frase que no traduzco pues perdería su airemarcial y noble. es elevada y gallarda como ella sola;la fantasía se revela en " Es una historia verídica ;" ladelicadeza sentimental en el "Paso del Regimiento, "en la bella,.. profunda poesía" Mañana, " que la faltade espacio me impide traducir; la grandeza de la con·cepción en el "Museo de Ghí<eh y en Visión ;" unasátira fina, por ac so cruda, como en "Tenía yo unmono ... " en mlchas poesras del tomo, por ejemploen "Bestia humaua, " de un ritmo seductor, que ofreceuna gran dificultad vencida. Por encima de todo, diréque el autor es simpático, don innato sin duda, peroque forzos) es tener en cuenta.

No sé los años del señor duque, pero de cualquiermodo es evidente que aún no se posee por completo,y que este primer libro ~uyo no ha de ser el m jor delos que publique. A mi juicio, si el poeta no rscuchasemás que una voz, la indignaciór. que le inspira todo loinjusto, todo lo bajo y torpe, por muy alta que sea lacallS.} del efecto. aunque 10 encontrase en sus pares, ydiese á la série de poesías llna adhesión, un hilo con.ductor que éstas no tienen, podría darnos un tomo ex­celente y vibrólnte, de un interés humano particular.La prologuista, Mme. Adam, ve con acierto que lapluma es cual florete en manos del duque de Dino, y

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supone que hemos de verlo emp.uñando ~a .robusta .es­pada de combate. Hágafo el cielo, y S\ hiere, qUienmal hace, bien lo pague!

Hermosa y digna de respeto es la co'ona Gncal,cnando Sé lleva con tanto mérito como la lleva Mau­ricio de Talleyrand-Perigord, pero más hermosa esaún la del poeta, y la ha conquistado con sus versos;su deber es adornarla, enriquecerla á menudo (;on ge­mas deslumbrantes, y creo que no falte á su deber.

SEIS SEMANAS EN RUSIA, por Jaime Revel.-- Un tomoI6? de 376 pág. -Berger-Levrault y Cía., edztorelS.Precio: 3'50.

El delicioso poeta Armando Silvestre, ArmandoRevel y Metivier, decidieron un viaje á Rusia, duran­te la Exposicié>n de Moscou, y la excursión ha validodos tomos á las letras francesas. No hablé á su tiem­po del de Silvestre, por haber llegado á mis manoscon mucho retraso, y saldaré ahora la deuda pendien­te con el autor, declarando que su libro es excelente,como suyo. El de Jaime Revel, que se ha publicadoeste mes, vale tanto como el de su compañero de viajedesde otro punto de vista.

No es qu.e, como lo dice su autor, no haya poesfa ensu alma; eXiste latente, aunque no haga versos, y ensus lijeras descripciones, que son como esbozos del na­tural, ad~!1?'~s de un ve;dad<:r? sentimiento poéÚo, hayaltaflenslblhdad artfstlca, vIsIón exacta del p-aisaje y lascostumbrt:s, elegancia y propiedad en el habla, clara Ypictórica sin excesos de adjetivación. Pero M. Revel es.ante tl?do, un econ~mista, y la parte económica de sUobra Sin ser luperlor á la otra, la artistica, nos interesa

ETRA Y ARTES EN PARIS 8,3.3, .

mas por ser nueva y úcuparse en matenas que no cono-cemos Ó conocem0S mal, lo que es peor todavía,

Comenzando por dar una ojeada ~ las orillas delRhin, Colonia, Francoforte y Berl n, M. Revel nos hacevisitar ~ .uestra Señora ele Kazá n, las islas de la Neva,las galerías é :glesias de Petersburgo, el ducado de Fin­landia, Mosc ,u, y á la vuelta Viena, Pest y Munich.Procede el al!~or. como se ha dicho, por notaciones bre­ves, que y::ca 1 tal vez, en las visitas á los Museos, porexceso (',~ en Imeración, cayendo en la forma de catálo­go truncél.do; pero como estas notas son impresionespersonal n <:, n I poseen la sequedad de las notas de losguías ,Y sí un ma'rcado sabor de originalidad. Se 3pren­de mucho en )ÚCO tiempo.

• :o :::uan 'ona 1\[, ReveJ sn sistema al t~atar de lasituaciói' eco:¡ómica, industrial y financiera de Rusia, ysigue procediendo por notas ligeras; sólo que son sufi.ciente..<;, bastan para abrirnos los ojos y hacernos ver, sinprocurarnos cansancio alguno, y sentimos que en estepunto nos habla un m,kstro, que domina por completoel asunto y se detiene buenamente, cuando lo juzga ne­cesario. por la índole misma de su libro, siendo evidenteque la soja cuestión fir:anciera exigiría un tomo de lasdimen.¡:o;,··.:s d~ éste paía quedar tocada á fonuo.

Del LOnjunto de la; notas de M. Revel sobre la agri­cultura. la ind'.lstria, el comercio, las redes ferroviarias yvías fluviales, el crédito, la o(ganización financiera y sue';olución, resdta q lIe, de s~is años á esta parte, todo haprogresado en Rusia de manera notable y palpable. Lasmanufacturas de telas ele Rusia que rendían setenta ydos millones de rublos en 1867, dan hoy doscientos no­venta millones; los clleros han subido de catorce {, cua­renta millones; la Rusia es la gran productora de cereales

• sólo los Estados Unidos la vencen; los ferrocarriles quecomprendían únicamente tres mil y pico de verstas en1863, cuentan con más de veintisiet.e mil, y los trabajosde nuevas lineas se prosiguen activamente. Y así en•

REVISTA PUERTORRIQUEÑA

todo, que no puedo seguir de cerca ~l texto por no Sersistema mío.

Podrí"l tambien fatigar al lector, mie~tras que lopropio de :\1. Revel es ~o cansarl~ nunca,. ni aun cuandose pone á apiñar guarIsmos y mdS guarIsmos, pues sulibro es curioso, interesante y ameno desde el título alfin del índice. Termina el autor diciendo, con referenciaá. un anciano del que acaba de hablar y cuando n') duer­me sueña con sus viajes: "Contamos también nosotroscon que las reminiscencias de nuestros viajes encantennuestros insomnios, y tal vez el relato que aquí terminotendrá potencia de dormir al lector, de lo cual me con·gratulo de antemano. pues si ~~ l~e á pequeñas dósis,mi libro permanecerá por más t empo ñ la cabe~era desu lecho." Ya sé que ésto es coquetería y ganas deque le regalen el oído, pero no vacilo en asegurar quno leerá el lector sino con los ojos muy abiertos, ynpensará en cerrarlos mientras tenga el libro por delante.

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LAS VELETAS POLfTICAS.- Un Secretado de Napoleón 1

por el conde Hérissón.- Un tomo en 18~ de 45pág. Pablo Olle'f/dojf, editor.-Precio: 3'50.

•Comenzando por una confesión. diré sin amb~g.

que prefe:ía el conde de Herissón que escribi'í el ~¡a.de un oflc~al de ordenanza, un Drama 1'égio y 'el PrtntlImperial, al de los últimos tomos Su nueva serie, qupuede ser interminable, pues las Veletas Políticas son l.estrellitas del cielo ó las arenas del mar quiero deinnumerables, no ofrece el interés de aqu~llos sabroSObien pensados y escritos tomos

Ateniéndonos al actual 1; que primero contribu. all' '0111no Interesar eetor. es et héroe, el protagonista o e

Ul;TRAS y .'RTES EM PARIS

11am ir ·lc quic~a, el s \(T ta.li . d Napoleón 1 9, que esE;d\1a~'Jo Mounwr, ITIllY con cIclo n su casa, algo en lahlstona. p ro muy pO<o d la generalidad. Fuera éstobuena razón para 'ntrar e n ,1 en l' laeiones si lo mere-. 'el se y nds r[ 'asen utilidad ó gu too Más no es así, yes. posible vivir ignorando la existencia de semejantesUJeto.

¿Qui '\11 rué, 11 suma, Claudia Felipe Eduardo Mou­nier? l1;1a i<ltdirrencia m dio re, pues el saber arre·glárseb d mOlla y manera que siempre se caiga de

ié, es cue tiún de halJiliclad y la poseen muchos legos;n much" :h0 sacado ti la pobreza y colmado de bienes,'tulos. C"ll1dt' :oracion<'s y mercedes por apoleón. quen IUCf;() se .iene á ti rra el coloso, le deja allí tumba.o y .~ acoj , al sol c1(~ la monarc}llía, el que más va álent::r en lo sucesi\'o. Es. por lo tanto, de medianateligcncia y de rrrand ísima inrrratitud. Si n0 brilla por

as misiones que se le conflan, ~o l;>rilla tampoco por elriño á S'l bienhechor, por la fidelidad :!l sus juramentos,

or 'ninguna prenda moral, y si parece buen esposo yadre. como nos le dan por hombre público, su vidarivada nos deja indifr~rentes, ¿ Cómo nos hemos de

interesar por este señor, que no es un bribón genial, unpillo simpático. un perdulario gracioso. sino sencillamen­te un G:l:'sdnk previsor de lo más vulgar?

En segundo pUnl'), conviene saber que alrededore esta figura de alta insignificancia, no me cansaré de

repetirlo, se mueven otras de inmenso prestigio. empe­ando por la de Napoleón. que dó siquiera aparece, lo

. unda todo de luz y grandeza; el duque de Vience, elríndpe de l\[etternich, lord Castebeagh, Talleyrand, elariscal Ney. etc.; muchas más, dignas de estudio des.

de éste 6 esotro punto cie vista. que no viene á qué eou­erarias todas, y se adivinarán con saber que el libro

DOS conduce desde Jena á WaterIoo.y precisamente por estas figuras que evolua~ en

mo á la del secretario, 6 entre las que el secretano se

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encuentra, por la éroca dramátka y ~ovida en quevi6- es curioso el tomo y merece ser leido. El maltriba en la importancia que sin ten.erIa atri~uy: ~I autá Mounier, pues claro está que, slen.do su pnnClpal ojeto, le ha de seguir los pasos, y no perdonar carta suaunque ofrezca poquísimo interés, colPa casi. todas 1que escribe á su esposa. Esta correspondencia é infindad de documentos citados buenamente para probarnque Mounier era un desagradecido, un mal hombresu vida pública, lo que sabíamos ó no nos importa sabellena un espacio que preferíamos ver ocupado por roteria más agradable; nos saca del teatro en que nos dleitamos para meternos en la obscuridad de los sótan.donde está la tramoya ó en los cuartos de los campasas ; nos arranca de la ptesencia de Napoleón para pr:ernos nariz con nariz. de Eduardo Mounier. Y poesto no quedamos satisfechos ni ~ontentos, sobre todcuando sabemos que el autor pudo hacer otra cosa,que esa cosa sería excelente. Nos lo ha probado en ltres libros mencionados.

Bien me explico el percance. El conde de Heris6n, que es un erudito, que sabe buscar y descubrir puel hall h'~' ,ar zs~orzco es Un don que no todos poseen secon M . l' d' Iounler, e m Igna, como es natural aunque ser!no menos natural que no le indignase . d~ ciertas gentno se hace caso -y l' '1 . ti' como e Interesa la época cree qu¡I~ eresa ehpersonaje y acaba por apasionars~, lleganM .veces asta la sutileza para convencernos de quell~um~r es lmenospreciable. Lo lastimoso es que po

mismo e resulta al le tal" ,alguno ni hist6 . . c or emp agoso y Sin mter

, nco m moral .El autor revela u tI' .

de los abundantes d n a ento nada vulgar en el ma~eJ.su libro, en su coloc~c~mentos reunidos pa~a escnbexceptuando al una c16~ y en sus comentanos; perél sabe escribir~s ~ P~Inas brillantes y escritas CO~que podria tener ' No ra no presenta el valor hist6rt

. o se me oculta que los pequeti•

LETRAS y ARTES EN PAPIS 837

h de la historia han de sumarse en el balance, y soyheé

c~lSmo partidario de ellos, pero los hecho de Eduar-ac rr '1 ~ .

do Mounier pecan no S? o por su peq.uenez smo porqueno son causa de nada, III grande nI chico.

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OTZEBUE, Su vida .Y su tiempo, sus obras dramática ,por Carlos Raban y. - Un tomo en 18 may()r, de i 36pág. con un retrato del dmmatlt1'go.-Be1'f}er-Le­vrault y Oía., Editm·es.-Precio, 6.f.

Kotzebue, autor dramático fecundo que ha dejadoás de doscientas comedias, poeta, satírico, ha tenidoerte contraria á la de Gcethe, Schiller y Les ing; sup~ta~ión, considerable durante el consulado y ,1 im­n~, pues apenas representadas sus comeclias en 1­a~la, se .traducían para la escena francesa, ha tic aido

I por c.ompleto, y salvo su asesinato por el e tudianteud, se Ignora su vida, mientras que los otro tres sonás conocidos cada día.

~o admíte comparación el talento de l'otzebue congenIo qe Gcethe y de Schiller, aun ateniéndose á 'liS

?bras capitales, la Peque/la ciltdad a!cJJlIlJ/ll, MlSa/l­tlp[;. y .~rrepeutimi(JJlto,-puesta en ,'er. o castellanor II?nIS1o Solís,-y la Muerta de Rolla. Pero, sura Ite .h rarla es considerable' gran parte de Sll teatrod~ traducido en francés en i~aIiano en sueco, en rllSO,

lila "ras barqués, en castellano y portugué ; ha):' en sustre lo elIezas de primer árden, y gracia. avecIlla r~r.an s alemanes' el mismo Gcethe apesar de la dlvl-qUe '. ' '.ti' reino entre los dos á pesar de los epigramas4\.

otseb ' .b d'cia . ~e, que le hirieron en lo vivo, le ha tn uta oes~SI no pasa de un luminar de segunda ~la - . su

tante clara para que se le atienda, y SI no le

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puede comparar á Moliere, como lo h~ hecho un críticoalemán, es indudable que es el que m~S se le acerca en

Alemania.Donde, con ser su propi~ ~ierra, n.o gozó de granfavor por razón idéntica que Enrique Heme, por su graocia y su sátira, que no cuadr~n con, ~I gusto alem~n, Estan abundante su obra que Ol el cntLcO m s concienzudose atreve con ella, y de ahí la sup';rficialidad con que deordinario se le juzga. En vez de rehabilitar lo que valela pena de ser conservado, se condena su obra en con·junto, y después de setenta años de índiferiencia, la única ventura que parece aguardar al hijo de \Veimar es el

olvido.M. Carlos Rabany, ha pensado que sería razonabley justo conservar la memoria de Kotzebue. Yha escr;taun libro en defensa de él con una sinceridad yuna imparcialidad que le honran. No hay excesos enla defensa ni el elogio, sino una mesura, un tacto espe­cial que sirven un estilo llano y conciso. una erudiciónsólida, un sano criterio. La biografía de Kotzebue, queforma las ciento cuarenta y tres primeras páginas, es enextremo curiosa, hábilmente medida, y prueba que !Z0t.zebue fué una de las figuras m1s interesantes de Euro'pa en. los 'prim~ros años de este siglo. Es indudableque sm su mgemo satírico, en ciertos casos de verdader?libelista, sin su tendencia á habérselas con todo ser \1­

viénte y á meterse en personalidades hubiera tenido máSamigPs y sería mas grande en celebridad. .. La segunda y te~cerá parte, dedicadas al análisis cr~

tl;O de ~as prodUCCIOnes más importantes de Kotzebu

.'llenen a confirmar que si no tiene Kotzebue la prof~didad ?e Grethe, ~i .el calor y lenguaje poético de Sch¡'lkr, 01 los conocImIentos vastísimo!i de Lessing, eS .dr~~aturgo más fecundo de Alemania, Y tal vez el ~:l'ongmal en la comedia. Colo€arlo, como lo hace la cr~.alemana, alIado. d~ Tffland, es una injusticia; en r '01dad, Ysegún lo mdica acertadamente M. Raban)'l ~

}¡3~

bue se halla ell IlIgar propiu, {l distanc.ia ¡'fllal d(.] {t(.

ze J' '1 t" ,.,.nía yde la me mnla; ('~)1110 !ol11lwc: Ir: sirvi(, mal ',11 tr:ndencia é la burle~~ y ,1 la personalidad; (:Im!t) 1:'Mit()rsu prodigi~sa faclhcla:l, (lLle le valió. S(:r tratadt, di: indu'itrialliterano Y c,arpll1lero drarnaLIco, 1111 "llsaY(J tlr: IJibliografia cronologlca cl las o\¡r~s (k: KIJlZ(:¡'LJ~, elJmpleta el escelente y nolable: trabajo de M. l<alJany (jur:merece lugar escogido en la biblioteca de lCJc!CJ h()~bre.:de gusto.

•'" .LAS ANDADURAS DEL CABALLO revelad'll! por el método

expprimentrll, por J. Lenoble du TeiJ.- Un. tmfl.Oen 8? m"y()7' de 223 pág., con I T7 grabarlos de Jetliiet-Berger Levrault y Cia., Bdit01·elJ.-Precio: 6f.

Poco diré de este libro, no porque no se me ocurramucho que decir, sino por ser esp~cial y dirig-irse exclusi.vamente á los discípulos ele San Jorge, patrón de.: losginetes. El lector no me perdonaría un estudio deteni.do, y los que en ello se ocupan, y son numerosos, secontentarán con una indicación y recurrirán al tomo, quedebe ser leido por todos los amigos de la equitación.

El autor, a[Jlicánelose al estudio del complicado me.c~nismo de las andaduras del caballo, y substituyendo lafIgurosa exactitud del método experimental á los mediosengañosos de la simple observación, ha comprobado quela generalidad dt:' las teorías admitidas aun hoy, derivan6de los errores de nuestros sentidos ó del modo singu­lar ~e proceder que consiste en deducir las reglas. d:lf~nclonarnientodel mecanismo locomotor, de los pnncl­Pl~S c.nseñados en aquitación, cuando el mero raciocinioe!,l~e que ~os principios ecuestres se funden. ~n el cono­Cimiento de las leyes que rigen los mOVImIentos delcaballo.

'REVISTA PUEBTORRIQUENA

P.rI.,80 dllIIoYIIID1ml 481•••

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Cerraré esta Revista anunci.U1do á los que se inte·resan por esta c1asc de pulJ1icaciones, que la Ilustraciónfrancesa public~r~ su número excepcional de Navidad,el dfa 2 de DICIembre, en un maO'nífico álbum de 4-tp~ginas, con cubiertas y láminas el; colores, pasando re·vIsta á los platos nacionales que se sirven en esa épocadel año, en Eur?pa y América, revista gastronómica queno carecerá de Interés. La Ilustración nos tiene acoS­umbrados á obras hermosas de tipografía, y no dud~

que este número, del que con más detenimiento hablaree! mes próximo, será digno sucesor de los anteriores.t onozco ya las firmas de escritores y dibujantes, y pue·d,» recomendarlo á ojos cerrados.

•LEoPOLDo GARCÍA·RA)!Ó¡';.

E!lto que á mirac1a~ superficiales puede parecermuy poquita ca a, es scncdlamente una revolución en elarte ccuestr " que toca así muy ele cerca á la ciencia. Esmuy laro, en 'fccto, que lo prim(~ro ha de ser el cono·cimiento d la cahalgadura, sus recursos, para no impo­n 'rl' principios cn completo desacuerdo con su natura-

I leza propia. Y 'sto es lo que ex.)lica el autor, estudian­do una á una las andaduras del oballo, con la claridddapetecible, que s~cunclan los dibujos de M Liet. Llevac1libro el ante título; Ea ltqutiación al alca1tce de todos,y con efecto, la experiencia podrá reemplazar el senti·miento ecuestre que no abunda Pero, lo repito, el libroe!l especial, no se recomienda aluí á todos los que meleen, sino á los que se ocupan de equitación. Para ellosserá una revelación y una lección provechosa, por muchaque sea su pericia caballística...

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ASUNTOS DE ARTE

DOS CARTAS DE OLLER

A Amparo Fentá1zdcz

I.

Miquerida discípula; algo más poderoso que mivoluntad y mi cariño hácia V. ha retardado mi con­testación á su amable carta. Mi cuadro, "El Velorio",objeto hoy de mis amore5 de artista, y el cual quierollevar á nuestra próxima Exposición, no está conclui·do aún, reclama todos mis esfuerzos, y desgraciada.~ente el tiempo de que dispongo es corto y mis ener­glas desfallecen.

En un tiempo, lejano ya, discutía con el ardor yla ~ehemencia cie la juventqd, con los hombres quecrel en. posesión de la verdad artística, los principios yVeenclas artístico-filosóficos á que rendí y rindo culto.l " Con la ilustrada interpretación de la obra de Char­~~ Blanc viene á recordarme aquella época feliz de mi

VI a,. comunicando á mi espíritu algo de la exhube-ranCIa del suyo. .

y antes de contestar su carta déjeme decirlaiueV., aventajadísima discípula mía, ha venido

Vrenovar también un antiJuo dolor de mi alma.sds~be c6mo y cuánto he l~chado para instalar yjo ne~ en Puerto Rico un centro docente de dibu·

y Pll'1tura para la mujer, tan singularmente do-

• 843 RBl\'ISTA I'UF.RTORRIQU.:Ñ A

tada para el arte en e t liel'ra del !iol y el.e la<¡ flores:V. sabe que mis esfuerz !I hall resultado siempre esté·riles ante la iner ia y la pobrcl.<\ de nuestras Corpo.raciones popular s.. "

Feliz . que no nec Slt la protec 16n ofiCia] paracu'tivar el arte, qu ngrallllccielldo su cspíritu le peromite realizar estudio c mo el <¡\le no'5 OCUp.l. Ha­blemos. pue., como arti -tas, y permltal11c d(~cir e lo quepienso re pecto á los prill ipios <¡ue sustcnta MI'. Blaneen su obra, tan magistraltllcnLt: cxtr.• ctacla por V.

MI'. C. B1an , que entre las mu has co 'as buenas,que dice incurre en el pecado de i:ler á veces difuso,olvidando que el que escribe debe tratar siemprt' dehacerse comprender, "san chercher midi á qU1to zeheures" ase ura que ,. el artista es supr.rior á la na·turaleza desde el lIIomento que compr 'nde su belleza"

La naturaleza con todas sus I>dlezas, estimadassegún el criterio individtlal dc cada artista. es dI; todopunto indifer nte á aquel critt'rio, [Jorque frí té inmó­vil no se cura en absoluto de las opiniones de la hu·manidad.

La n turaleza es el eterno campo de investiga.ción d~l arte y de la cienci.l, y mal puede existir' su'periorldad absoluta ni rebtiva, -i á la lucha aportaaquella u muti mo é inlllortalidatl. Por tanto, el al"tista que mejor la haya estudi.lllo é interp·ttado conarreglo á u criterio, lt u escue!J y á su época, la ha'brá ~o~prendido m jor, pero no por eso exis~irá lasupertorld d del rtista sobre la naturaleza, nI de lanaturaleza sobre 1arti tao

o acepto I firmaci \n de Charles Blanc de quela belleza en la n tUl' I z e iste á "ondición dJ sercompren~id I men l que "llegue un momento enque se I lumbre un tIpO d b 11 .za superior á la be·lleza erd dera. ¿ C; mo y cuándo establece la natU­raleza la condi i6n d el' omprendida? . A qué be­Uea se refier . Bloc? ¿ Cuál es ese~ipo de be'

A tlN'l'O/i l)ir. AR'J'II

lIeza sup rior á h bell '",a v('nl.lll(,r:l (I'II~ 'le vi',lllmbraen un mOI\l nlo (IU(' 1111 d(:l!~rllli"a Mr, Blanc? Ariesgo de par" '('r allte V, ('Olllf) J1rl'lI~u('io';o, me aIrevo ' caliti 'ar d ' f,ll~as ·sU.' ;lllrlu:u;ioUI;S, L \ bellc7.aexist,> n todn '\ lJ nivcr.'il), y :lif colIsiderada, la acepto como ab oluta; ()("W la 1>c11(:l.a ar! fslica, (lile es laque creo qu del> 1Il0S p<:n;t:g-uir, es pllramenle con·vencional. La J"Ítiea ti I ,lrli.,t.l, la <:pI)(;a y (;1 m(;diosocial en que viv', dct<:rll1i":ln Sil iclcal y formanaquella critica; por lo <lile tan falso "'O hoy lo queestablece Blanc en su ltbr> como el pr 'ceplo de Ra·fael: 11 difare le cose non como k fa la natura, macomo ella debbrere fa re. " No es el ideal del arte mo·demo compatible con el culto de 1. forma de lo~ g-rie·f!o , ni con la vi,·iosa y rcl;nada amalgam' del Rena­cimie:,to, ni con elll1isticislllo de la eua(\ media, ni conlas alegorías mitnlógicas. El arte mo(krno, inmen·samente más difícil que el arte antiguo, busca algomás práctico qlH~ el idealismo estéril ú que antes serendía culto: quiae que las crcac:iones del arte, bellasú horribles, ornadas de rica indumentaria ó en crudasdesnudeces, sean ciertas, y enseñen siempre una vir­tud ó corrijan 'Jn vicio.

No menos falsa creo la afirmación de manc alasegurar que en la más profund,l y perf cta conternp!aci6n artística se descubran la'; leyes de la creaci6n,n~ mucho menos que por (:sle mismo medio pu~da eleglrse entre la formas de h natural,~ziJ, a'llldlas queso~ completamente bellas conforme 1 lo" designios deDIOS. Todo ésto. s falso. Ning-una de las te goníasnos demuestra esas leyes: la ciencia no ha dicho aúnsu última pa1.lbra sobr e t<in gra ve asu nto: las leyes dela naturaleza son desconocidas, su estudio y su con·t:mplaci6n acercarán más 6 menos al artista á conclu·SlOnes más Ó menos lógicas, más ó meno próximas ála verdad, pero la verdad absoluta 1 stá \'edada aún enesta materia al arte y la ciencia, Y asegurar que el

REVISTA PUERTORRIQUEN A

artista por la contemplación de aquellas formas puedaatemperarse á los designios de Dios, podrá ser muyasceta; pero me parece no falso sino absurdo.

Dice Mr. Blanc en sus aforismos, en los cualeslo en::uentro más realista que en sus consideracionesanteriores, que "10 artísticamente sublime aturdenuestro espíritu": yo creo 10 con trario: yo creo que10 levanta é ilumina. "Que 10 sublime no es lo su­perlativo de 10 bello; "en lo cual estoy de acuerdo;pero no acepto en manera alguna, que la arquitecturay escultura, por m s que los materiales que usan sonmás duraderos físicamente considerados que los de lapintura, tengan más duración en sus efectos que esta.Las tres artes, obedeciendo al sentimiento práctico dela época en que sus apóstoles realizan sus concepcio­nes, valen lo mismo y contribuyen al mejoramiento dela sociedad.

" Que lo bello no debe ser confundido con 10 útily lo agradable, ni puede tener la misma definición enlas tres artes del dibujo" dice Blanc.

No estoy conforme: lo que es bello en un artetiene que serlo en los deqlás, y no hay confusión posi.ble. pero 10 bello para serlo en las tres artes tiene queser verdadero y útil, Como antes digo á V.; porquetal es el espíritu. tal es el fin, tal es el ideal del artemoderno.

. Confi:so á V. francamente que no entiendo lo queqUIere deCIr Mr. Blanc, cuando expresa que "el ideal,en nosotros. es como un recuerdo de haber visto entiempos pasados la pe~feccióll. y una esperanza, devolverla á ver; y que el Ideal externo ó fUera de nos­otros, ~s el ej:~plar primitivo' y divino de todos losséres, defiOlclOnes tan OScura., y, á mi entender,faltas de fundamento como la del romántico De1acroix,~segu:a~do qU,e ."t'l ideal es todo lo que vá á nuestraidea, ImItado o Inventado, conmQviendo el alma: unDO se qué; la inspiración. f

ASUNToS DE ABTI

Más compren&ible, pero más falsa, es la afirma­ción de Mr. Blaoc cuando dice qu,> "<:>1 dibujo es su­perior al color, porque él,.xpre-a, lodos los r.ensamien­tos, y que el color, relatIvo, efllnero, varIable, sóloexpresa los sentimientos ó las senSJ iones con el au­xilio de la forma, siendo inherente de ella V !imitad)por el dibujo." El dibujo y el color son los factoresindispensables de la pin tura: no se concibe)a exis.tencia del uno sin el otro, porque las líneas frías ymuda del dibuja nad'l expresarían ó muy deficiente­mente 510 el auxilio de la coloraci6n. Desde el cua­dro más sencillo hasta el más com plicado de todos losque existen en todos los museo' del mur,do, el dibujoyel talar han sido y seguirán siendo los factores in·dispensables de ~·u representación ..

¿ Es V. entusiasta y sectaria de BIanc ? Perdonemi franqueza j y recuerde al leer estas líneas que lasdicta á la vez que mi profundo cariño de maestro ha·cia V., mi filiación realista como pi,·tor de la escuelamoderna francesa fundada por Curbet, de quien fuídiscfpulo, y no crea V. jarná; que el rea¡i~mo de esaescuela excluya la beI:eza d las formas. RecuerdeV. siempre al pintar lo que antes le he di ha: lo arotísticamente bello, para serlo, necesita ser cierto y útil.

Estudie V. con fe ya que la naturaleza la ha do­ta?o tan b illantemente, y cr. a que siempre será, elprimero de los admiradores ,de sus triunfos, su maes­tro y amigo

JI

Mi querida discfpula: mucho me regocija el recibirsus cartas, y quisiera no estar obli,gado á ocuparme en~tras cosas para drdicarme excl¡Jsivamente á contes-arIas á s~ debido tiempo. .

AdmIro su tierno cerebro dedicado á estos estu-

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REVISTA PUERTOBRIQUE~A

dios que han de c loc~rla á V. en .ellugar á que 90n

acreedoras las que tIenen sus aptItudes y constanciaen la noble ambición del saber.

Tiene V. razón: hace falta cre Ir la atll1ósfer 1

artlstica y despertar aptitude~ dor~idas; y ojalá queel trabajo que V. ha emp'endldo .slrva de ejemplo paraque otras de mis disdpulas contrIbuyan ,'on sus ideas~ formar ambiente que -como dice V.-favorezca ~Igusto por el arte de la pintura en Puerto Rico. Sicree V. que mis poI res ide;,s ver ida9 en la que ante·riormente le dirij\ puedan contribuir á aquel fin, laautorizo desde luego á pubJicarh, prévia cenura deBU señor padre, que ~egún mis ( reenc;a· V Ja~ de unamigo mio, aparte de sus bO!idades, es el único c ásicoque existe hoy en Puerto Riso.

Al conte·tar ahora su segunda carta con la satis·facci6n que en ella tengo. n) vado en darle mi opionión sobre mi manera de entender el dibujo y el color'por la s..-guriclad que V. me da de no hab~rle sitIo in·diferente mi anlerior, V teniendo . sta la mi,ma bonodad Isa acogida me atreveré á decirle cómo dIferimos,ese i1u>trado .<cadémico y yo, en la man.;r, de apre'ciar .esto". e-tudios, que aunque muy distintos en. supráctIca, tIenen una r lación tan íntima que unIdosconstituyen el fin verdadero y completo que se propo·ne el arte de la pintura.

Siento no poder desarroPar mis ideas c·n lel fati·lidad, .ele.g~ncia y arte literario ca .. que desenvuelve.sus I?nnclplos Mr. Blanc, ilustrado escr tor de la Aca·demla, pero debo suponer, por la confusión Y falsedadde los que e tablece, que jamás ha pI acticado ningunode los artes p ásticos.

Las ideas que escribo sobre el dibujo y el ca or,son ~(as propias, y no 'las creo fdsas: l1eV.ln el sellod~ mIs estudIOS teóricos y de mi práctica de muchosan s, en los qué he tratado de arra:lC'ar á la naturale­za todd aquello que ha podido servirme para estable'

ASUNTOS DE ARTE

cer reglas gpneralps, y cuyos estudio!> teórico-prácticosme han convencido de que no hay superi ridad ni deldibuj sobre el color ni de éste sobr . (,1 d bujo.

·Mr. B'anc establec'l muy ing-eníosal11ente dossexoS en el d,bujo y el c lor; en arqu te tura conside­ra el d bujo como su principio ~en radar; en esculturac"nsidera qu' P.R e! todo; (mucho podría contestarse

-sobre estas afirmacio' es, pero hemos d, referirnosúnicamente á la pintura) y considera esencial e! color,aunque ocupando un lugar secundariu, en el arte deVe1ázCluez,

/l 'La uoión de! dibujo y d I col Ir, dice Mr. B1anc,es ne esaría para engendra la pintura, como es nece­.aria la unión de lo· sexos para ellge drar I 8 séres ;pero es pr, ciso que el dibujo c Ilserve su prep lllde­ra cia (lbre el c ,Ior. De otr" modo la p;ntura lTIar·char,¡ á Sll ruina y se perdería por el color, como lahumanidad se p rdió por Eva. "

La dea de atribuir spxos al dibujo y al cIar,pura ir, vellción de !\fr. Blanc, y que de su maridaje naz­ca la pintllra es á la verdad p regri'la, pero olvida quP.aquel arte tiene parientes muy cercanos que ayudanc"mo aquellos progenitores á constituirlo. Aceptaré,aceptando también la fábula de! Génesis, e! paralelis­mo de .la perdicián ele la pinturl por el Collar y la de 1\1hum~nld·d ror Eva, idea tan nueva una, como falsala otra, pero que aprovecharé para mi tesis.

El dibujo no es el fundamento de la pintura, esuna ~~rte verdaderamente muy principal; como lo estamblen el color, y si existe antes que éste no es másque para recibir después por el color toda S'I perfec.tivílidad.

d b Dios, según la fábula del Génesis, hizo un cuerpo/ arro, es decir, una estatua, este cuerpo provi~tode todas sus ruedas y mecanismos no ha adquiridob7sde entonces un miembro de fl'ás, en nada ha cam·lado j este es el dibujo. Ese cuerpo, me refiero siem·

848 REVISTA PUERTORRIQUEÑA

pre á la fábula bíblica, recibe el alma de D~os y. COtno

el alma es perfectible. se desarrolla á medida ql1e lahumanidad se perfeccio~a.' .Y llega q lo que se cree hoyel apogeo d~ la perfectlv¡1t?ad. El. cue.r~: es, pll(:S,

absoluto é invariable; recibe su perfectlV¡lidad al in.corporársele el alma: esta es el color. ¿ Cuál pr, do.mina? . Cuál se sobrepone? ¿ Cu:,l aporta m yor SI!­

ma de c: perfecciones para la perf cti vilidad del homoduplex? ¿ La materia ó el alma? ¿ La e tat 'a ó elcolor?

Dice Mr. Blanc, "si dirijo mis miridas á las profundidades del desierto y veo avanzar un bulto informe,de tono entre p:ljizo y rojo. puedo creer igualmente quees un león ú otro anim 1 que viene hác,i I mí; perodespués que distíngo bien su melena y los contornosde su cuerpo sé precisamer.te que es un león.

Lo que Mr. B anc, al hablar del león quiere cons­tituir en axioma artistico, resulta una perogrullada.

La vista educad I del pintor debe c Ilificar. seacualquiera la distancia á que perciba un obj(~to, ldscondiciones v circu nstancias de é te. N o caben con­fu~iones y no' puede confundir el verdadero pintor, d¡,s­de el momer.to en que vé, ni ~l gato con el tigre, ni elr.egro con el blanco, ni el caballo con la cabra. porque las formas y contornos de cada una de esas enti­dades materiales difieren tan escDciallner, te en susacentuaciones y coloraciones que no cabe confu·iónalguna para el oJo educado del pint/)?' .

. DIce Mr. Blanc, que extendiendo el piotor sobreun ben.zo el verdadero topo de la came n,um1lnrr" no nosdada Ide1 alguna del hombre, mientras que el másgrosero con~orno de una figura humana bastaría paraev?car ,sta .Id a. Error crasísimo de 1\1r. Blan-:; nOeXiste en plOtura u"a colora. ión absolut'\ de la carnehU'm<fna, pues, aquella depende de la luz que la hiere;fi aSI co~o Ilun aceptllndo aquella afirmación no selegaría Jamás á la repr~sentaci6n gráfica de la encar-

ASUNTOS DE iRTE 849

naci6n q~e él pre~ende, así también sería de todo pun­to imposIble precIsar los contornos de una figura cual.quiera, trazando lfne3s en que faltase la condición in­dispensable de la proyección y perspectiva; de mane.ra que á la coloración son indispensables las condicio­/les de luz; al dibujo las proporciones mátemáticas yla perspectiva, y ambas aisladas son ineficaces á losfines de la pintura; de donde se deduce la imposibili­dad de llenar ~u misión el dibujo sin el color y vice­versa.

No tenemos datos prehistóricos de la pintura; noexisten cuadros de Parrhosins ni de Finanthe, ni deningún otro pintor antiguo; juzgamos el arte de aque­llas apartades épocas por el génesis que le atribuimo~,

y s610 podemos asegurar que hemos progre!:ldo. nopor nuestras mayores aptitudes sino por que hemospodido disponer de mayor suma de conocimientos so­bre la luz, que es el color, y sobre las demás cienciasque se rozan con la pintura.

Dice Mr. Blanc entre otras cosas que omito"¿ Quién se atrevería á decir que la vida tiene málcalor en las pinturas del Ticiano que en los mármolesde Phidias ?"

Me atrevo yo, pero prefiero que una eminencia1 le conteste; Mr. PeJletán dice: "La pintura es un pro·

greso sobre la escultura, porque reune la linea, la foroma, la hermosura, la expresión, la emoción, el colori·do, el claro-oscuro y la accióo, teclado completo delalma humana.

Estoy"de acuerdo con Diderot, á quien contradiceMr. BIanc, cuando aquel afirma que el dibujo di laforma y el color la vida, y prueb~ incontestable .deello es, que la escuela veneciana 01 las clases especIa­les de las escuelas de Bellas Artt>s, al enseñar á pintarPudieron revelar los secretos del colorido reservados álos escogidos de la pintura, cual Corregio, Ticiano,VeronClS¡ Rubens y otros de donde se deduce y se, 4

850 REVIsTA PUERTORRIQUEÑA

comprueba una vez más la indispensable unión del ca·lorido y el absurdo de suponer (pase la palabra) queexista superioridad del dibujo sobre el color.

Concluye MI'. Blanc con un verdadero canto al ca·lar que me sorprende,. pues m~en~ras que en el curso. desu escrito lo subordll1a al dibuJo, parece que en estequiere sobreponerlo, sin que de dicho poema se saqueotro fruto que la grata impresión que produce su lengua.je elevado y florido.

Hasta aquí mi refutación á MI'. Clarles Blanc.Déjeme V. expresarle ahora, sin pretensiones de

ningún género mis ideas sobre el dibujo y el color, óseala pintura, y tómelas V., no como axiomas artísticos, sinocomo cánones que regulan mi vida de pintor.

Por el color y la forma comprendemos la natura-leza. .

El dibujo es averiguar las medidas, pr.oporciones yformas que tienen los objetos de la naturaleza para re­presentarlos sobre una superficie plana ó curva. Sabere;;coger y aplicar estos objetos constituye el dibujo artís­oca.

El c~lorido.. ¿ Cómo definir esta parte tan, esencialy pr~domll1ante en el arte de la pir,tura? ¿Es el colordel cIelo, es el del aire, es la encarnación del ser huma·no, es el matiz de las flores, es el verde de los campos?

El colú: es la luz, sin ella no hay color. Al repre.­sen!arlo el pll1tor sobre su lienzo, se sirve de las combi­nacIOnes de su paleta y resulta el colorido valiéndosepara ell? de las. coloraciones, del valor de lo~ tonos, denotas fflas y caltentes, de los reflejos de la oposición decolores, y.ésto es lo que se aprende ~n las escuelas deBellas Artes. para saber pintar.

Los objetos en la naturaleza tienen su color verda­~ero ; el que les produce el sol directa ó indirectamente,

]ue nace de los rellejos que reciben de otros que 105

ro ean, y el que resulta de la oposición de unos colorescon otros. El colo 1r, pues, ~tá en la naturaleza yeCO--

A~UNTOS DE AIlTE 851

lorido en la paleta del pintor, por lo que no deben Con­fundirse esas dos palabras que e/uso cor;¡funde. Saberaplicar el colorido y conocer sus diferencias es el secretodel color.

Para probar su importancia se puede citar le tourde force del Verones en su obra colosal de mérito ytamaño, "Las bodas de Canaan" que conserva el LouTreen París: este gran maestro y colorista venció la dificul­tad de, raer la mirada del espectador hácia la figura deCristo q le se encuentra en un término lejano, siendo lafig,ra princirJal d,~ la composición, valiéndose de oposi-ciones de cokr. ,

El colorido no es solamente una parte esencial dela pintura; es la estimación científica de las diversas co­loracioneS, y b q'¡e esencialmente constituye al pintor.

La pintura se emplea para representar la forma ycolor de la naturaleza y no puede prescindirse de la unani del otro. Escoger y combinar objetos de ella pararepresentar una idea e3 lo que se llama invención, y conestos tres elementos acompañados de varios conoci­mientos que aporta la ciencia se constituye e/ artista.

El arte de la pintura, lenguaje universal.que expre­sa el drama de la vida, los movimientos del alma, suspenas, sus aJerrrías, sus ensueños, sus efusiones, que can­ta las bellezas'"de los campos, unas veces melancólicohac~ndo derramar lágrimas y otras bullicioso, ofrecién­donos sus flores, ese es e/ arte, ese es el arte del color.

La ciencia que con el continuo progreso se ha her­man~do al arte prestándole su gran aUllilio nos ha con­venCido de los errores de la antigüedad. La anatomía,la perspectiva lineal y aérea, la química, la física que con~conocimiento de la luz ha contribuido á fijar reglas en

coloraciones destruyendo preceptos y rutinas falsas;ensefia que en donde hay luz existe el color aunque sea /en la ~mbra más intensa, y sobre tod~, esa ciencia n?s1la ~do la evolución filosófica, prodUCiendo un cambiOradical en el ,pensamiento artístico y lo conduce por un

F.OLLER.•

65 2 REVISTA puERTOIl.RIQUENA

camino distinto á los antiguos derroteros del arte.Concluyo, pues, y le ase~ro que ~s necesario el

dibujo, pero que. el col?,r le d~ ~Ida, y umdos, constituyenla pintura, y la IOvenClOn, utilIzando aquelIos elementosrealizan la obra en todo su esplendor.

1Ah !-disclpula mia, muy querida,. -l~ más ardienteaspiración de mi alma durante toda mi vida artistica hasido la de ser colorista.! Inútiles han sido para lograrlotodos mis esfuerzos, y ya que no me ha sido dado con·seguirlo cifro todos mis empeños en trasladar á mis lien·zas toda la verdad de la naturaleza, pidiendo á mi inspi.ración con la gráfica representaoi6n de la verdad aplau.sos al bien y recriminacIOnes al mal, porque creo, sin en·castillarme en una pedagogía absoluta, que el fin del arteen todas sus manifestaciones debe ser á la vez que eldeleite de los sentidos una enseñanza ttil.

Haga V. también de esta carta lo que le plazca.Rindo culto á mis ideas, que si no son ciertas, son since­ras, como sincero es el afecto que á V. consagra su ami·go y maestro,

-

EL COCHE DE ALQUILER.

He aquí una anécdota parisiense de la que nuestrosmayores hubiesen hecho una historia regocijada si hu­biese habido coches de alquiler en los tiempos del reyLuis XI. Tiene su moraleja, y es: que si existen milesde medios infinitamente variados para atraerse el amorde las mujeres, como, v. gr., suspiros, jovialidad, aten­ciones menudas, convites exquisitos y perlas raras, elmejor medio de perderlas es mostrarse cobarde, así seapor un solo minuto.

¿Quién no conoce al compositor ]anoty? Aunquepobre como Job, y aunque sus obras no se hayan oídotodavía más que en las Folies-Marigny, nuestro excelen­te sujeto, rubio soso, afligido por una de esas caras quellamaba superfluas Enrique Heine, no hace un mes aúnque era amado por su persona, y poseía ese bien másraro que las rimas triunfales: i una mujer fiel! Ahorase encuentra exactamennte lo mismo que Sganarelle,hecho un perfecto minotauro. Cuando sale á la calle, esun bosque que anda; lleva adornada la frente de unaselva.tan tupida, que no sería difícil oír cantar en ella 4.los YUlSelíores,. y no podría pasar por las arcos de ra­maje sin bajar la cabeza. Si tiene. hijos. no sólo seránlos rujas de alguien, como exige Fígaro, sin? los hijos detodo el mundo; porque su señora, la agraCIada y encan­tadora Colette

tes una personita que encuentra el mundo

,

854 REVISTA PUERTORRIQUEÑA

pintiparado para encasque~rsel~ en su Iind~ cabeza.Rindiendo piadoso tnbuto a la. mem.ona de su ma.

dre Eva, hunde sus hermosos dientecItos de nieve enmontones d manzanas verdes, y está en conversaciónseguida con la serpiente. Si en el Bosque veis bajarsela cortinilla de un coche, y desaparecer de repente unacabeza pizpireta y leonada, ese perfil desvanecido es elsuyo. Si encontráis en un corredor una mujer de es·b Ita presencia, muy entapujada y arropada, llamandoen el cuarto de un mancebo, es la propia Colette Ellaen persona es asimismo qui n sube la escalera del CaféInglés, y quien baja la de Maison d'Or ; ella, en fin, es laque anda por todas partes menos en su casa: detrás delos bastidores de boca, en los bailes de aldea, en los fi·ganes, y donde quiera que d hábil cazador Amor pre­para su liga y sus señuelos En cuanto á Janoty, semuerde los puños desde la mañana hasta la noche contal encarnizamiento, que pronto no dejará ni rastro. Tales su trágico destino, y vais ;Í ver qué bien ganado.

Coletta era una mujercita adorable, que hacía todolo posible por creer en el genio de su marido, que teniala ca:sa aseada y reluciente si n ayuda de criada, que eco­noml.z~ba de d?nde ~o había qué. que aderezaba platosexqU.ISltOS ca? mgredlentes quiméricos; siempre amable,gentil y sonnente,. capaz de ejecutar al piano las obrasde Janoty h~sta cien veces seguidas, si él lo deseaba;ducha en gUisar la carne con salsas ideales y divinas, quesacaba.de .s~ propio y exclusivo cacumen, y que con unsol de Justicia subía hasta el mercado de Batignolles,donde se encuentran á vece;; cangrejo.. de á sueldo, .Ja­noty er~ completamente feliz, amado, mimado, acan.c1a·d? y alimentado co~.o un canónigo. Colette, que neneoJos grandes y acariCiadores, labios de granada y sangreárabe en sus venas P?r parte de madre, no deja?a deexhalar á veces SuspIros capaces de partir las piedraS,pensando en un poeta más negro que un zapato, que laseguia por las calles y le disparaba miradas de náufrago,

EL COCHE DE ALQUILER 855

pero ella s~ atrincherab~ ~n el sentimiento del deber.Hoy la rabIa de ese. sentlmlento?e le ha bajado á lostalones, y salta y bnnca por enCIma. Si ]anoty necesi­tase un pseud6nimo, podría llamarse, sin exponerse á nin­guna recIa.n:aci6n, ,ma~se Co:nelio, y hay algunas doce­nas de panslenses a qUIenes tIene el derecho de escribir,sin jactancia : "Muy señor mio y querido colega." ¿ Có­mo ha podido llegar con tanto acierto á semejante resul­ta:lo? Eso es lo que voy á decir,

La gran tata, esa estrella de las Folies-Marigny áquien no faltan ni los pudores de Mme. Judic, ni la se­gunda intención terrible de Juana Granier, ni el vaporo.so cabello de Mdme. The6, y que llegará á ser célebrecomo la que más, si place á la hada estrafalaria que pre­side á los absurdos; la elegante, la rubia, la delgada, lafrívola Tata, estaba muy infatuada con la canción: Monfrére ponzpe, pompe, pompe, car i! est pompier, é iba ápedir á Janoty que le compusiese para la nueva obra untema como el de Mon frére pompe, pompe, pompe, sinser el mismo. Cabalmente nuestro maestro tiene el ta­lento que exige esa clase de transposiciones, y hubierapodido servir á pedir de boca á una Patti ele mal humor.Colette fué quien le abrió la puerta; estaba mondandolegumbres con toda escrupulosidad, y llevaba en la ma­no una rodilla.-"Anúncieme V. ", le dijo Tata, soltandosu retahilla; y Colette, que no es orgullosa, la anu~ci6.Tata estaba tratando de deslumbrar á Janoty, maripo­seando alrededor de sus ojos estúpidos, y haciénd?le verlas estrellas cuando empezó á caer una de esas llUVIas queen el mes pasado estropearon tantos sombreros y abrie·rOn tantas rosas. i Ay, Dios mio! i Qué modo de ~~eragua! (dijo la Tata.) Mande V. á buscar un coche.

Janoty tenía una boníta ocasi6n para mostrarsehombre animoso ó siquiera caballero, diciendo: " Yono tengo criada; es mi mujer." Pero fué cobarde, y res­pondió: "j Con mucho gusto. !" En esto ent:a, dandovueltas á los pulgares, en el comedor que sema de re-

856 REVISTA pUftTORRIQUE!U.

'b' . t donde Colerte seguía limpiando la verduraCI Imlen o, y ácon más ahinco que nunca, raspa que te raspar s, comouna mujercita de su casa, . T

-Ya habrás visto (murmuró); la se~~nta .ata traevestido de raso y zapatos de raso, y ~~ta ll?vlendo ácántaros; si tú fueses tan buena que qU,lsleses Ir ..••

_¿ A buscar un coche? (concluyo Colette, !anzan.do á su marido una mirada llameante,. que h.ublera de­bido hacerle méterse siete estados debajo de tt~rra). ¿Abuscar un coche? Pero ¿ cómo no? ¡ En ?egUlda !

Allá fué, calándose el único par de bottnas, y hastátomó la moneda de veinte sueldos que la gran Tata lepuso en la mano como propina. A pa.rtir de e~e instan­te, Janoty debió sentirse satisfe~h<?, SI .er~ cunoso" por­que, sin salir de su casa, pudo aslsttr dlanamente a unapantomima en cien cuadros y con mutaciones á la vista, ,más rara que la de Funámbulos. Conoció la sopa hela·da y el vino recalentado', vió sustituida la lámpara poruna vela que se corría, y en el momento de sentarse ála mesa se encontró reemplazada la comida por un trozode embutido servido en un papel. Colette, que pocoantes se levantaba al rayar el alba, necesita que la sa­quen del brazo á las once, y sale suspirando: 'ti Calla!¿Ya es de día?" Esa casita tan reluciente en otrotiempo, donde en vano se hubiese buscado W1a mota depolvo, parece una ciudad de Italia tomada por los ván­dal?s. Hay te!as de araña en los platos, y cacerolas,encima del. reloJ; no hay ,botones en la ropa de vestir nien las, ca~ISas j en cambiO, i vaya una de puntos en loscalcetines. Pero eso no es nada todavía. Janoty perte­nec~, á la escuela de la melodía, es decir que expresa lapaslon á la manera de Yo tengo buen tabaco del Mitzué~ ExaUf'et y ~e ¡Mana, moja el pan en la s~lsa. Antes

hae s,u cn

dm¡en, o ette fomentaba esa manía . pero ahora

ura o a careta y ha e had ¡ , ,t á W

c o os trastos a rodar. '1 Nooca m s que agner !

Sus manos crisn.<>r1~~ d .~ esplertan los huracanes so'

EL COCHE DE ALQUILE:R 857

nOros; el piano está lleno de Tanhausers, de Valkirias,de Rhcing kls r de c~ep(¡sculos de los dioses; de suseno surgen mUjer 'S-Clsnes, Venus encastilladas en susfortalezas Ycaballeros matadores de monstruos, cubiertosde armaduras de oro esmaltadas de lagartos azules. Enmedio de ésos tumultos, Janoty cree ver al irónico Ber­tioz, con su nariz de papagayo, subido en un estante desu biblioteca, y lanzándole una maldición reforzada conplatillos. Ve también al escuálido Wagner, con calzónde dama co color de azufre y bata color de rosa, desple.gando alas de murciélago para llevárselo á algún Broc­ken infernal. Cuando se aprieta la frente con desespe­ración y dice: "Esa música me da dolor de cabeza, "Colette responde con dulzura : "He ido á buscar el co­che.-Mi camisa ya no tiene ningón botón.-He ido ábuscar el coche. -No me amas ya, ya no me abrazas.­No, amigo mio; pero he idD á buscar el coche. "

Inútil es decir que Colette empezó por colmar losdeseos del poeta negro como un zapato; pero á bienpoco le dió tantos sucesores como ojos de lapizlázulitiene la cola de un pavo real. En fin,. ha resuelto operará ]anoty batiéndole las cataratas. Ha ido al baño á lahora á que no hay baños; ha ido á cuidar á tías, muertashacía treinta años; se ha convidado á la comedia en ta­dos los teatros donde no había función. Claro que losvestidos de cincuenta francos el metro le han nacido enel cuerpo naturalmente, como las alas en las espaldas delos ángeles ; los diamantes y las piedras preciosas se hanencendido espontáneamente en sus oidos y en su gar­~ta, y los cajones se han llenado por sí mismos de ca·mu:as de batista con encajes, y de cajas de guantes detremta botones. A pesar de todo, á Colette le ha pare­cido que no ha puesto bastantes puntos sobre las ies, yha af'iadido otros.

Se ha presentado en pleno óoulevard de día y denoche, por la mañana ypor la tar?~, á la luz d~l sol y ala del gas, con amantes jóvenes, VIeJOS, altos, baJOS, feos,

TEODORO DE BA~\lTLLE.

di\ino de todas clases' se ha sentado á las mesas delo cafés; e ha paseado en carretela descubierta; hacomido en las mesas de lo restaurants, y, al volver ásu casa, ha dejado las cartas amorosas tan bien abiertas,que, al fin Y á la postre, su marido ha acabado por en·trar en escama. Una vez mO\ido por el aguijón de loscd ~, ha leído las cartas, seguido los coches. tomado in·formes en el barrio y en otras partes, Y ha llegado undia en que ha sabido de corrido su propia historia. Haacumulado pruebas, ha escrito notas, ha reunido legajos,y, ya en posesión de todo ello, ha hecho sentarse a Co­lette. como A~au to á Cinna. y entonces ha declamadouna acusación en regla. empezando por estas palabras :ni ñora, me ha engañado V.!" Una vez en el dispa.radero, lo ha dicho todo, 105 números de los gabinetes,los nombres de los amantes y los de los alquiladores decoches i y lo dem' s! Durante el discurso, Colette es­taba fresca y lozana como una rosa, alegre como unaspascuas, ri:.-ueña como una mañanita de Abril; y comoJonoty siguiese enumerando sus calaveradas, mezclandolas actitudes nobles con los sollozos, y reconviniéndolapor haber convertido en una criba el contrato de matri­monio á fuerza de alfilerazos, ella ha respondido con unaalegría inalterable:

-"Verdad, querido mio, todo eso es exacto, pero...i he ido á buscar el coche !"

RB\rISTA POERTORRIQUEÑ A8-8

Los dedos aestrozados, los ojos enrojecidos, unamujer que ni mujer parece en su aspecto, cose sentada,¡al compás de la aguja y del hilo, desfallecida de ham­bre, en su miserable pobreza, canta con dolorido acentola canción de la camisa:

1

CANCION DE LA CAMISA.

LI'1'ER A'1' URA SOCIAL IS '1' A.

1

III

11

; Coser, coser, COser I Hasta que se pierde el sen­'1lps ojo,s se cierran solos, y en pesadilla fatigosa se~a cqn los ojales y los botones que falta co­

~Q d'9l"J,1'ijda.! •••

V

-

i Coser, coser, coser I Hasta que canta el gallo yescreIIas brillan entre las rendijas del techo. Dura

filena para una esclava de bárbaros africanos, en paisesdonde los hombres creen que la mujer no tiene un alma.que salvar••••¿ Qué sera para una cristiana este trabajo?

860 REVISTA PUERTORIlIQU¡¡&A

que tenéis madre y esposa .,. no es vue~tra ropa la qUedestrozáis es la vida de las pobres mUJeres! ¡Cosercoser, cos~r ! Con dobles puntadas, la camisa para vos:otros, para nosatras ..•• el sudario!

v¿ y por qué temer á la muerte? Su espectro pa.

voroso de huesos descarnados, tanto se me parece queno me 'asusta. i Un esqueleto soy como la muerte! ¡Ta.les son mis festines! i Ah, Dios, mio, que sean el pan yy la carne tan caros, y tan barata la sangre humana!

VI

j Trabajar, trabajar sin descanso nunca! Y por sa­lario de mi trabajo, un montón de paja por cama, unmendrugo de pan, unos andrajos ... un techo agrietado,un suelo desnudo, una mesa y una silla desvencijadas....y cuatro paredes blancas, tan blancas que agradezco alreflejo de mi sombra el no verlas tan blancas y desnudas.

VII

. j Coser, coser .... trabajar, trabajar como los crí·mmales condt>nados á trabajos forzados .. hasta queel corazón enferma y el cerebro desfallece, rendidos co·mo la mano!

VIII

. 1Trabajar ~ la fria luz del invierno, y trabajar, tra­baJar cuando el sol acaricia con viva luz en primavera:cuaudo canta l~ g?l.ondrina y revoletea delante de 1111ventana, cual SI q~1S1era m..strarme los reflejos del solen. las alas, y dearme en sus trinos que ha llegado lapnmavera I

861UUltATUllA 80CIALISTA

IX

y, r spirar la fragancia de flore!'> y campiñas!obr h fr .nt. 1ci lo y bajo los pies la yerba fresca!

I n hora Iqul ra, una hora, como en los tiempos enqu yo no sabia cuánto costaba un pedazo de pan!

X

Lo dedos destrozados, los ojos enrojecidos,Una mujer que ni mujer parece en su aspecto, cose senta­da, y desfallecida de hambre, y en su pobreza m~serablecanta con dolorido acento la canción de la camISa. . . .l LI gar4 su canción á los ricos y poderosos?

TOM HOOD.

I Una hora d respiro! j No para el amor y la es­~ ... sino para llorar con desahogo! i El llantoí1ivi r4 mi CQJ'azón •.. pero si lloro .... se nubla la vis­

y ntorpecen la aguja y el dedal!

XI

La Literatura y la Gimnasia

Séame lícito hablar de un asunto que importa á. toda nuestra generación de inteligencias enloquecidasy desequilibradas. Entre nosotro~ el cuerpo ha lle·gado á un extremo de singular decadencia, como enlos mejore. tiempos del misticismo, No con.iste eseresultado en la exaltación de' alma; los que se exal·tan son los nervios, la masa cerebral. Hállase la carone macerada por las frecuentes, numel'osas y profun.dss sacudidas que el cerebro im prime á todo el orga·nismo. Estamos enfel mas, esto es verdad de~gracia­damente, enfermos de adelant,. Existe .en nosotroshipertrofia del cerebro; los nervios se desarrollan ácosta de los músculo., y éstos, {¡ su vez, debilitados ycalenturientos, no sostienen la máquina humana. ~eha a'terado el equilibrio entre el espírítu y la materia,

Bien sería pensar al~o en este pobre cuerpo, eihay todavla tiempo. Esta victoria de los nervios so'bre la sangre ha iufluido de una ma nera decisi va ennuestras costumbres, en nuestra literatura, en todanuestra época. Solamente quiero examinar lus resul·tados, si aSI puede decirse, literarios. Evidentemente.siendo toda obra hija del espiritu, y habiendo de pa·recerse á su padre, el estado de alteración enfermizaó de tranquila salud de la inteligencia, es causa de

LA LITERATURA V LA GIMNASIA Sb3

que la obra ~esulte ser, na 6 resulte apasionada. LosPeriodos cláslc?s se presentan cuando lo~ nervios y lasangre poseen Igual fuerza y forman así temperamentosbien equilibrados y ponderados; cuando por el con­trario, preponderan los nervios 6 la sangre, nacenobras de hermosos aunque toscos flor· cimientos, 6 delocos de genio.

Estudiad nuestra literatura contemporánea, y echa.réis de "er en ella todos los efectos de la neurosis que'lIIrll'¡j& nuestro siglo; eo el producto in mediato de nue~.tras inquietudes, de nuestras investiga::iones ásperas,de Duestros terrores pánicos, de ese malestar generalClue nuestras sociedades sienten, ciegas ante un por.venir desconocido. No estamos ya, lo comprendéistodos as~ en aquella edad solemne, en la cual la tra·

'a declamaba sus verso, en medio de una paz algo~da; en la cual la literatura enten andaba majes­~5iimé:nte, sin un grito de dolor, sin U,la protest .

OS hallamos en la época de los ferrocarriles y de lasq>medias fatigosas, en las que la risa no es, en mu·Chos casos sino la mueca de la angu ,tia; en la edada~ ~égrafo eléctrico y de las obras ~xtremas, de una

E: eX<1octa y triste. La huma~Idad, como presaQ~ vértigo, resbala por la pendiente áspera de la

i ha mordido la manzana, y desea saberlo todo.gue nos mata, 10 qu~ nos enfllquece .e~ qlJe f!'0s

os sabios, es que los pro1<lem.s socia es y dlVI­la'o á ser resueltos uno de estos dfas. Vamo:> áá Dio , vamos á conocer la verdad, y ya se como

·'liIllJIl'!·que la impaciencia nos devora, y por 9ué po-Rttb ~viryen morir un febril aprt>suramlento.

t amo adelantarnos al tiempo, vend~mos

lJu.o sudor, quebrantamo~ el cuerpo~ '8'lm Todo nuestro SIglo está. en

az monárquica y dogmática,~';'~=;J!' maoidad tornan á ser pues-

que el probl~ma liC hll

861 REVISTA PUEnTORlUQUEÑA

plantu:ulo hrc otras ha JS más justas y. másven\ac1 ras. PUL. to ya el problema en ~cuaclón ydeslwjadas alguna. incógnitas, ha sobrevemdo la ~m·bria flle~, la alogría insensata. Háse C0t?prend,doqu stábamo. indudablemente en el camino .de laverdad, y nos hemos precipitado en masa: d.emollendo,impu\A:lmlo, gritando, realizando de·cubnmlentos nue·vos á cada pa '0, picados por el acicate del deseo dead lautar siempre, de llegar á lo infinito y á. lo ab~?luto. Si me atreviese yo á lanzar una comparaclOnarriesgac1:l, dida que nuestras sociedades son comouna jauría en persecución de una fiera. Olfateamosla v rdad que corre delante de nosotros, y corremos.

Sin que yo pretenda establecer aquí una relaciónIntima entre el medio y la obra en él pro lucida, fácil·mente se comprende que las obras de esa jauría dehombres corriendo sin freno por el campo de la cien·cia, experimenta los ardores todos y todos los sobre·saltos de la caza ruda y terrible. N uestra literaturacontemporánea, con sus arranques generosos y con susprofundas caídas, ha nacido directamente de nuestrasgrandes aspiraciones y de nuestros desalientos repen·tinos. Me ehcanta esta literatura; me parece viva yhuman~, po~que está llena de sollozos, y hallo en laanarq~J1~ mIsma que la ~erturba un'i imagen exacta,fiel, VIVI~nte de nuestro SIglo, el cual será grande en·tre los ~'glos, porque es la gestación de las vigoro­sas socIedades de lo futuro. Lo prefiero á esas otrasépocas de calma y de perfecciór., de una madurezcompleta que nos h~n dado obras sabrosas y sazona­das. En nnestros tIempos, tiempos de inve~tigaciónYde trastornos, de derrumbamientos y de reconstrucción,ya sé que el arte es bárbaro y que no puede satisfacer, las ~ersonas de gustos delicados; pero en este arteexclUSIvamente perso~al y completamente libre, hay,os lo aseguro, peregrInos goces para los que disfrutancon el expectáculo de las manifestaciones del alma

LA LITEltATORA Y LA GIMNASIA 8tSS

lomana y s6lo ven en su obra el hecho, el accidente..un hombre puesto enfrente del mundo.

Por mi parte, adoro nuestra anarquía, la ruina41: Duestras escuelas. porque experimento alegría in­

íble contemplan rl ~ la contienda de las inteligencias,~Deiando los e~Juerzos ir lividuales, estudiando.-' uno todos esos combat ;ntes, á los grandes y

Jos peqaeños. Pero en esa atm6sfera se muere muyoto; los campos de batalla son malsanos y las obrasIBn á sus autores. Toda vez que la dolencia tieneorigen en el hecho de que nuestro cuerpo amenguaprovecho de nuestros nervios; toda vez que si

estras obras son tales, y si se exalta nuestro espí­es únicamente porque dejamos que nuestros mús­

~Ai$C debiliten, el remedio est i en la curación del"O el iJultivo inteligente y fortificante de la carne.

• ltI:o cerebro se desarrolla por exceso de ejercicio;'témos nuestro cuerpo, y el equilibrio se restable­!*:o á POf:O.Estas reflexiones, á mi juicio muy graves, son

daa á mi espíritu por un libro que ha publicado,mtu:ho, M. Eugenio Paz. Este libro, cuyo tí­; La salud del dlma y del cuerpo por lagimnasta,~ tlpígrafe est . palabras: Mens sana in corpo-

;r~, En esa leye da está todo el libro. º.u.e I.ostQ& sanguiaeos y nervioso~ estén en eqUlhbno;~ritu y la mab:ria vayan como buenos com­• ElI-cuerpo disfrutará de una paz profun~a. lacm c:rearli en calma obras sólidas y apacIbles.

ha. de la preponderancia nerviosa que nos~_¡ijC) indiCado por M. Eugenio Paz ;s elM~:Jo•• ejercicíOl corpl ral~: Envla el

~~:~!!!t})uestm generaclOn. .télíl~lI; las eonclusiones del hbro

COIDG la antigua Lece­.M_p , para ejercitarse

_J1"!~~'~ corporales. Piro

EVPTA POERTORRIQUENA

P nnrt me indicar lo muy distante de nuestras cos­tllm r ' . l fu ra de nuestra edad y de nuestras aspi.

'i Il . IU ~t;í una educación de esa índole. Es me.I . r. ind ,(L\bl mente, dirigir al pueblo u?a exhorta.i . iml ul :ulc hacIa la gimnasia, aun á nesgo de nor I r1 ., l ara cons guir del todo ha?er de, nosotros

un ri o' nu \'os, y transformar a Pans en ~nan 1 nu Ya. ,ería necesario que nos transportase.

III " una :po ',1 que pasó hace dos mil años; propor·I arn s el color azul y los tibios ho~izon.tes delri nt , y pn curar el olvido de nuestra cIencIa. No1 m r lo que Grecia, lo que .Roma, 10 que. la

Ed 1 1\1 dja han sido. La humamdad ha segUIdoan 1 ndo de de entonces.

o se trata solamente de deducir que los ejercí.corporales son necesarios; es preciso además de­

ir Ulil puede ser hoy la misión de esos ejercicios, yn qu ~ proporción estamos en condiciones de aceptar­

I . Me e. ·plicaré.uponed pueblos jóvenes; viven bajo un sol ami-

, bri s d luz. Las ciudades, blancas, son espa­{io a, abiertas, tranquilas. Se gobiernan, se defien­d n, se desarrollan en libertad completa. Los habitan­t de esa ciudades gozan la alborada de la humani.d d; am.an la vida para lo qu es para ellos la vidaInI.ma; s n inteligentes, con mteligencia sana, vi­g rosa; ingeniosos y delicados en sus gustos, porquetien n sol en torno suyo, y ellos mismos !lon hermo­sos y nobles. La carne predomina' aquellos hombresla divinizan, buscan la verdad en la 'belleza' su alma,completl1mente satisfecha por los objetos ~isibles, DO

s cura de penetrar en la esencia, 6 se complace en ma­tl'!rializar los pensami.entos abstractos que en el fondode todas la cosas eXI ten. Hay equilibrio, salud, des'arrollo del cuerpo. Todo les convida al cultivo de

te último; el clima que tiene dulzuras cariñosas, !lUstado social que ha menester de vigorosos soldados,

LA LITERATl'RA \' LA GIMNASIA 8Ó7

s~ gusto personal que les inspíra admiración por unapIerna hermosa. por un músculo fuert~ y gracioso.Viven casi desnudos. y se reconocen pl'r la admirableforma d, la pierna ó del brazo. como' lIestras damasde hoy pu den conocerse por el corte más 6 menoselegante de un ve. lido. 1I principal quehacer ('S elde ser hermosos y fuertes; no tienen otras ocupacio­nes; no nace para resolv~r problemas ni descubrirver ades: nacen para batirse, para crecer en vigor yen gracia. Las influencias reunidas del clima y de lascostumbres. han hecho de esos pueblos combatientesr andarines, so dados y dioses. Grecia, en ~lIS albo­res, ha sido extt'nso wlamente un gimnasio, dondemoza y mozos. hombres y mujeres, buscaban la fuerzar la herma ura.

De pI és en los tiemros de Roma, de Roma im­perial, no suced'a ya lo mi mo. Había nacido el lujo) con él la corrupción . la voluptuosidad penzoea.Los cuerpos se debilitan. los ejercicios no tienen yasu r ¡dez aludable. A 1.l s tzón ya hay personas (lueec::o luchar lo toman r (,ti, io; no (os ya la nacióne t a la que 'a al gimn~¡.;i(\, .\. si algún personaje lu­cha toda\ía. jo hace por pa,ióll insana. En L~cede­mo ia ha ía "andeza \"crdadera n el cC'njunto de loseje cío: u hIo iba allJ con devoción, sencilla yu os mellt . como en la Edad Media concurría al

ten JO. En R m,l los ( il.rcicios se han convertido enjuegos; la eleganul es -acnficada á la brutalidad; sebaten porque S6 n atan, y porqm: ~uandq se han ago.tado ya todas las dt'más voluptuosidades es grato verc6mo corre la sangre. No hay cor:nparaci6~ posibleentre los campos de Marte en Grecia y los circos ro­lb nos; en qu ¡lo., no habí:'l espectador~s, el pu blo

o luchaba y se fortalecía; en és~os, mientras ~nor·Illes gladiadores, de músculos de hierro, se tuo?lan á

- as, e endians en la grada hombres afemlOa~osCOrtesanas de carnes blanduchas y.fofas por las orglas.

86 .VIST.'" :I'l !:RTOBRTQU! A

Sobreviene andando los tiempos, el misticiirnoel desprecio del 'cuerpo, los. ~ú cul?s se debilitan e~el éxtasi . aparece una reacClOn ternble contr~ el ma·terialismo de las primeras ed~des. La .humanldad ha·bría muerto tal vez si no hubiera necesitado defender.se. El feuJali,mo, el derecho de cada uno contra toodos convirtió de nuevo en una necesidad las fuerzas. .corporale.. La gimna ia renació baJO una nueva foroOla. L s limas no eran ya los mismos; las costumbrestampoco. En otras edades se desnudaba el cuerpopara vigorizarle. En la Edad Media ~e le carga dehí rro, y . e le arma de un arsenal completo. Fué pre­ciso ser fuerte; pero fué preciso también ser diestro.

De pués, ésta fué solamente IIna educación decasta: únicamente los nobles tenían sus torneos y con·sagraban su juventud al estudio de la equitación y almanejo de las armas. El pueblo no tenía más ejercicioque el trabajo incesante, que le tenía encorvado siem·pre ,übre su tarea. Los días hermosos de Grecia nohan tornado nunca,

He estudiado rápidamente, con M. EuO'enio Paz,los ejercicios corporales en los distintos pu~blos parallegar á !a educa~ión de lo que pueden ser entre nos­otros. SI yo hubiese ten:do tiempo. habrfame gustadoprobar que las obras de la inteligencia han ¿eguidoconstantemente, en sus distintas manifestaciones, elesta,do de salud ó de enfermedad del cuerpo. HayaqUl, pues, un verdadero problema literario.

C~tano& ahora, con nuestros modernos trajps,protegidos constantemente por las leyes, en caminode .reemplazar al ~?mbre por la máquina. ebrios desab.lduría y de habilidad. Pregunto, pues: ¿qué neocesldad tenemos de ser fuertes, de poseer músculos deuna forma pe~fecta y de una resisten"ia extremad I ?

uestros vestidos nos ocultan tan perfectamente, queel hombre m larguirucho y 1 peor fotmado su~letener muy á mern,¡do r.eputaci6n de elegante y de dl~'

LoA LITER.ATURA y LA GIMNASIA 869

tini"uido que no trocaría de seguro el interesado porla mayor fama de fuerza y de belleza sólid l. De otraparte, por ahí andan siempre los agentes municipales;ya no lucha nadie á puñetazos más que en tabernasde las afueras; los caballeros se baten á sable ó á pi-­tola; en fin, en las batallas nuestros soldados no sonsino máquinas para llevar fusiles ó poner fuego á losc~ñones. En realidad, no tenemos en qué utilizar laglmna.ia. Vivimos en los laboratorios, ó en los des­pachos; nuestras distracciones, nuestros ejercicios,puramente intelectuales, se reducen á leer los perió­dicos y los libros nuevos.

Además, todos comprendemos perfectamente queya no nos queda mucho tiempo de trabajar; ahi e,tála ciencia proporcionándonos máquinas; el trabajohumano tiende á desaparecer; el hombre llegará muypronto á no tener más faena que reposar y regocijarseen la creación. Nace de aquí una gran inliferencia ;nada nos estimala hacia los ejercicios corporales, ni elclima, ni las costumbres. Podemos pasarnos perfec­tamente sin ser fuertes y sió ser hermoso>. Por estodejamos que languidezca nue3tro cuerpo, toda vez quelo han hecho inútil, y cultivamos el esplritu, forzandolos resortes, hasta hacerlos crujir, porque nuestro espí­ritu nos es necesario para resolver los prob'emas quese ROS han propuesto.

Con tal régimen, vamos derechos á la muerte.El cuerpo se disuelve; se exalta el espíritu j hay undesconcierto de toda la máquina.. Las obras produ­cidas llegarán á la demencia. La ~imnasia ser;'. porlo tanto, puramente una medicación, porque s610 mo­tivos de salud nos la imponen, pprque no la acepta­lIlos por nuestr'o gusto. '"

Ha sido la gimnasia una neceSIdad social, casI~a religión, durante el períoClo griego. 6 la Edad Me­~ ; ha sido on esparcimiento, una pasI6n vergonzosa,bajO el Imperio romano; entre n08otros debe ser un

REVISTA PCltRTORRIQUB"fh

simple remedio, un preservativo contra la l~c~ra. Ta.es 1 misión única que la época en la cual VIVImos delja desempeñar á la gimnlsia.

Estoy convencido de que, por desgracia. el hom·bre es siempre de su época, .'1 de l'lue en este mamen·to vamos impulsados, qucrámoslo ó no, hacia un esta·do de cosas desconocido. Es difícil detener en sumarcha á una sociedad: creo que, todavía durantealgunos año', los gimna ¡os esto rán vacíos. He dichoque esta época de transi ión me agradaba; que ~oza·

ba yo un peregrino pla er estudiando nuestra calentu·ra. A las veces, no ob tan te, se apodera de mí elterror. viéndonos tan te1l1b'orosos )' tan huraños, yent n es e. cuando, lo mismo que hoy, después dehaber leido el libro de 1\1. Eugenio Paz, celebraría yotel.er un trapecio pa a endurecerme los brazos y des·cargarme el cerebro.

El f pígrafe está ahí, en 18. pared, resplandeciendoenfrente de mí: "l1cns sa la ilt corporc sallo.

EMILIO ZOLÁ.

872 REVISTA POERTORRTO'lJl·.NA

Como amante embozado qu SOI1r!I'

Al acercarse á la mujer amada.

y el mar en su lenguaje Illistf·ril)'.o,De aquel ave celest:- murmura]¡íl,Hablando por 10 baJo, temerosoDe que batj('ra sus brillantes alas.

Alzó cerca de mí su húm 'do C;'i!il,Estuche perfumado de las hadas,La ancha flor del menúfar, y 111 • dijo :"Aqudla estrella fúlgida es mi hermana !"

y una voz de la estrena desc nJidaComo un soplo de amor llegó á mi alma;La misma voz que en mis inqui tos su -IlosMe trasmite mensajes de esperanza.

•" Yo soy la piedra d oro y fuego- .díjo­

,1 Que en la onda de las nubes inflamadas," Lanza Dios á la frente de la noche" Para anunciar que viene la mañana.

1, Yo alumbré del inái la excelsa cumbre" Del Taijeto la cima desolada: '" En el primero, nuncio de alegría;.. En el segundo, antorcha funeraria.

STELLA

l. ¡Arriba, pensador desconocido,'1 Que el ángel de la luz viene á mi espalda,11 Como vendrá la libertad bendita,

11 Tras larga noche de miseria y lágrimas!

" ¡Arriba, labrador del pensamiento;" Cava ancho surco en la conciencia humana," Que si 10 riega tu sudor fecundo" Dará flores y frutos de esperanza ! "

OLEGARlO ANDRADE.

J)VEI{TENCIA

1)(" JJlI~S d( sif:t/; anos de no interrumpida publica.16. <l1I1.ll1tl h, (\Jalr~s ha obtenido dos premios honro.¡·.iIllO·, 1'11 Jo.¡lropa, frCCll(;ntcs demostraciones de estima.

d 111 por (Jart/: de: los golJiernos, academias, y corpora.LÍollf I i/'lItífica y lit~rarias de ambos mundos y de sus¡lfllul,re d' JI·tras m(¡s eminentes, la REVISTA PUERTO-

/( I 1. A CJJCIJ('JJtra dificultades para continuar su publi­el i6n, por falta de atmósfera propicia para desarrollarsef: 11« L país y para realizar en lo sucesivo los propósitos(IU la dieron vida.

Sólo ha podido adquirir hasta hoy un número muylimitado elt; sw;criptores, y no todos han sido constantesni han satisfecho sus compromisos con la eficacia quehubi ra sido de desear. Es justo hacer mención es.

I)(· ¡al de los que han sido firmes sostenedores de la{ .VI TA n todo este tiempo, y estamos formando una

r lación que se publicará como epílogo en el tomo VII,i decididamente nos vemos obligados á suprimir en defi,

nitiva la publicación, asi como incluiremos tambien laIi ta de los morosos que no han hecho caso á las reite­radas súplicas de la adnúnistraci6n.

l público sabe ya los propósitos que alentaban ála REv1sTA., Yen sia:e afios ha podido juzgar de nuestralabor para realizarlos.

~75 REVISTA rUERTORRIQUIÑA

'o hemo. desmayado un instante en esos siete afias,y hemos inycrtillo -n csta obra todo el tiempo y el cau­d l efcctivo de qu . pl1llimos 'lisponcr. Hoy las cU~ntasde la RE\"! T ~ acusan un d~ricit ue algo más de :2000 pe.so , sin incluir en cUas un sólo maravedí por los trabajosde dir ción, r dacción y administraci6n.

El r 'sultado no s, ci rtamente, muy tentador parapro 'cg'uir cn la 'mprcsa, (lera nosotros continuríamosla R¡· VI'TA si ¡mdi '.\1 en lo sucesivo cubrü; sus gastos, ysi n nc' , itás mos absolut:llllente csos recursos paraaten in" pri\ adas indispcnsables.

on gran tra ajo hcmos podido publicar los últi.mo números uel ,\lio 1893, para que no quedara trun.ca el tomo VII.

, u pendemos. pues, la publicación durante el tri.mestre de Enero á 1\larzo, para reponer nuestras fuer­za or yanizar los cobros de las suscripcione~ atrasa­da , r e. tudiar un plan de rcformas que dé más vitali­dad á la RE\ISTA, haciendo m4s frecuente su publica­ción estableciendo regla. y condiciones administrati-a que, en lo posible, la pongan á salvo contra la mala

costumbre de las uscripciones pasivas. Si consegui_mos esto, y conseguimos á la vez asociarnos un buennúcleo de escritores del país que ~ola~oren con regu­laridad en la REVISTA por una retrtbuclón que tlO ex­ceda de los ingresos naturales de la empresa, volvere­mos á reanudar nuestras tareas en I~ de Abril. Siello no fuese posible, la .lista mencionada vendrá ádecir quiénes fueron los sostenedores consecuer,tes dela REVISTA PUERTORRIQUEÑA, Y quiénes, Con su moro­sidad han sido causa de que desaparezca esta impor.tantc:'manífestací6n de nuestra .vida intelectual.

LA REDACCIÓN.

INDICE

LITERATURA Y ARTE.

EltroffJ6, por 8&lvador DIaz Hirón, pAgina 29.E! P(u~o, cuento por E,:"Ula Pardo Bazá.n. pt\l:ina SI.lTUltona <h amor, por Emilio CMtelar, p§gina 85.E! Centenario y lt1$ """'IIB, por ClaMn, Ptlglna ~.NOCturM, poesla por lllguelllol.ncbllZ Pesquera, ~I"a 68.Letro.s y .<Ir/u en Pari8, por Leopoldo Gareia·Ramón, I'~¡n , ISS. ~'l(l.

288, 360, 455, 537, Ga5, 704, 187. 823Lu E'J:po8icionu lTt8torict18, por EmUio. Pardo BaZán, l'~lna 71.Bíbliofll'afia y not... literariIJII, pel Manuel Fern .ndez ,JunQos, 1\ 'In 74,

164, 234. 226, 390, 478, 558, 638, 716, 799.Cuando baraja el di4blo, ouellto por ,J~é Zabonero, 1'~ln 1.Lo, do, papás, monólogo por Emilio DUl'&lldeau. ;¡á¡clna 90.El nilio llor6n, 1radiolón peruana, por Rloardo P&l.oiil, ~tl)a 101.El conde Leon Tetstoi, semblanza r~r Portier d' ';;FIna 107.Ondas muertal, poeela por Manue Gutiérrez ligera, lua 116.El regaJo de .FJrne8tina, por MatoUo France, pAgina •Amor, soneto por MiK'leJ Bánchez Pesquera, Pll/;clua 129.Apunte" del genio inglé" por Amparo, ~lna lSü.E! arte y lo, artill<u,1!Or E. ContalXl.lne efe Lntou~~ página lila.Recuerdo. del d~ de ReyeJJ, por P8SCual de Zuluem, página 178.Oolún, soneto por Emilio Ferrarl, página ISO.EI.tmeric4niBmo en la poesi4. por Antonio Rubló y Llnoh,p~ 181.Un dr4tlla íntimo, por Rioardo Palma. paf¡¡lna 199.Hi,toria de un perrito, ouento de w110s por,J zahon r:l, pá¡¡:1n ~'l8.J+imaoertJl, romanee por RuMn Darlo, Pll/;clna 216.La Muerte, sOneto por Hlguel BdaOIl. Pe8i¡uera, página 238.El Americ4nilmo en lapoeria, por dOll.TllSl1l.eón:M: nr.. pág. 241.IAUPiedrIJl del ~ecit.I, per don Fran' del Valle AtIl~s, p4 . 260.La Jrida, p'r MiguslSánChez PNquera 1IOl\eoo], pájr.269.Mariana[~ de Echegaray], por don Jl:e10h0r1'á1au, pág. 7 .La il1llúaci6z tJl suel'Io, por F. Oop~ ",oEl Buhonsro, por Guy de Maupa8SlIlIIt, N. aJBAfillUBl de 101 So.nle. A.lt1/11'BI, por Melenor l\J&U, pgg. 321.

REVISTA PUERTORRIQUEÑA

El piano de manubrio, por don F. CoppÍ'~, pág. 3~2.¡linmo pagano, por don M. Sánchoz l'<'S'lU ra. P-'ir; 343.El gorro del archivl'1'O, por don .ToMí A. lJal1h~ll, ,Pllir 3-1~. r.El oelO. llonla corta por don J.l'into Oct:1\'1O J tc'm, ¡mir. 3.)3..obie lalOa po~ i:l,í 'h¿r )1aso,·h. púir. :l¡f>. á 384

Patronato de ."a'l JIarcos (Irn,lit'Íon pornlllla]. \101' ,Ion Rk~l'clo Palma, p g.. .Boceto. por don ~I. Gonzúlcz Garcja, pú¡;:. :l87,La. estatua yacwk, por don .\ng I Horlrigucz Chaves, p{'g. 401..i\'tssá, ~ovelilla por Alberto Delpit, p!ll;' ·lon.El 'Vapor c"rreo, por don ,José~. Daubon, p~g. 42~.All,dor versos por don Fcdcnco Balart, 'pag. 126.La mira 11<' ra, por don Ricaruo Palma, pag. 430.E~'ocaClón:por doila Emilia Pardo llazlÍn, púg. '135.1'0.1' c... j, poe.ía por don Clemente Ramirez, pág.. 441.Cn rama ddjll'l:o, por don Alberto Semanos, pago 447.D la "a/urol, -a y el arte, por Amparo, pago 471-El <iejo dd rincM, por don Federico Urrecha, pago 481. .Los dos c!tr."l s, (cuento egipcio), por don P. Meza Luna, pago A,86.El sur)?,;, cuento por Picrre Lolti, pág 490.E" la portada de mi alúulll, poesía por don E!euterio Lugo, pago 497.El suáÜJ d,' UI/ reo de ml/,'rte (aguafuerte), por don Armando PaJaclo Val.

dú, pág. 505.Elgmio de la C'iJasiOll, por don P. de Saint Viclor, pag b13. •Las estaciona, (poe'ia de Poetefi) por Miguel Sanchez Pesquera, pago 521 .CIl jor1'UJl, ro, por Clari", pago 522.Aforismos de Arte, por Amparo, pág. 532.D,l r,'alismo rn la hteratllra, por don P. Bourget, pago :354.Ami,uz, novela por don Carlos Casanova, pago 561-La f,'oria de los organismos, por don M. Gonzúlez Garcia, pago 575.COIlgrt'SO pedagógico ibero-americano, por don Pedro Beroqui, pago 583 y 666.El olor del romero, cuento por don F. Coppée, pago 599.La .:¡spera, soneto por don E. de la Barra pág. 604.AVC1ltura de amor, por don Hafael Atamira, pág. 619.El Dodor Pascal (crítica) por don Leopoldo García Ramón, pág. 623.lI''uíiez de Arce, por Rubén Darío, pág. 642.La Fábrica, narración por don NarCISO OlIer, pago 640.El valor del dinero, poema, por don M. Ossori0 y Bernard, pág. 656.')Uana la Palida, por don M. Gutiérrez Nágera pá¡.¡. 661-Siempre bella, povelita por don Aureliano SCh011, pág. 6112.Venenos d~gantes, por el Doctor Lophobro, pá". ó91.El diln<Jo y el color, por Amparo, pág. 696. "Di.cíjulos de Balzac por don G. Ferry, pág. 721.Junto al Nilo, por José Antooio, púg. 730.Principioy fin, poema, p.or ~abriel Ferrer Herlllíndez, pág. 735.La mlJ.C1 te de TaUada, episodIO por don Narciso Oller pág. 743.Tri.9t1 fin, narración por Alberto Braga, pág. 763. 'El imperio de las :~s«.9, cuento por don Luis VíIlazuJ, pág. 757..Martina, por Emllia Pardo Bazán, pág. 763.El milagro, por Era de Qucirós,_pág. 7lS1.Cavili /la, cuento por don J. de Castro y Serrano, PtÍg. 801 .Su linlco am(YT', por la Srta. Carmela Éulate, pág. 807.A~untos de arte (dos cartas), por don Francisco Oller pág 841El coche de alqufler, por Teod?ro de Banville, pág. 853. .Liter.atura socialista,••La ~anOl de la ca"!,,isa por don Tom Hood, pág 859.La l,teratura y la glmnaSla, p en EmiliO Zola, pág 81\2SMla, por Olegarío Andrade, J'ig. 891. '.Advertencia de la Redacción, pAg. 874-Indic4, de la Bedacci6n, pág. 878.

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INDICE

CIENCIAS MORALES

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