Revista CetreríArgentina N°1

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Primer número correspondiente al mes de Enero de 2013

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Este archivo no es más que un intento de compartir conocimientos, opiniones y experiencias

entre cetreros y personas interesadas en esta actividad, no busca convertirse en un artículo de

consulta ni mucho menos por lo que se recomienda leerlo con sentido crítico. Tenemos la es-

peranza de poder sacar un documento nuevo de forma bimestral o mensual e ir cubriendo así

los diferentes temas que nos interesan e involucran a quienes disfrutamos de la cetrería y todo

lo relacionado con la misma.

Todas las opiniones plasmadas aquí son opiniones personales del autor.

Si bien para ilustrar los artículos se intentó utilizar imágenes propias muchas veces esto no fue

posible y se debió recurrir a diferentes páginas de internet. Siempre que fue posible se le pidió

permiso al propietario de la imagen pero en ocasiones este no pudo ser localizado por lo que

se pide públicamente disculpas y quedamos a la espera de contactarnos con ellos para ya sea

poner su nombre y agradecerle públicamente o si ellos lo prefieren eliminar las imágenes.

Los recursos para la realización de este archivo son muy escasos y eso se deja ver en la rustica

presentación del mismo, pedimos disculpas por esta desprolijidad e intentaremos solucionarlo

poco a poco.

Por cualquier sugerencia, critica o comentario puede comunicarse a través de la dirección de

correo electrónico [email protected].

Muchas gracias

Franco G. Boccignone

DNI: 30891191

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LLLLa cetreríaa cetreríaa cetreríaa cetrería y un poco de historiay un poco de historiay un poco de historiay un poco de historia

Curiosamente si buscamos la defi-

nición de Cetrería brindada por la

Real Academia Española nos en-

contramos con dos oraciones:

1. f. Arte de criar, domesticar, ense-ñar y curar los halcones y demás aves que servían para la caza de vo-latería.

2. f. Caza de aves y algunos cuadrú-pedos que se hacía con halcones, azores y otros pájaros que persegu-ían la presa hasta herirla o matarla.

Nos es difícil observar que ambas

hablan de la cetrería como algo del

pasado (“servían”, “hacía”) pero por

suerte esto no es así y hoy en día

somos cada vez más los que tene-

mos el enorme privilegio de disfru-

tar a diario de este milenario arte.

Pero ¿Qué es la cetrería? ¿Dónde y

cómo nació? ¿Cuáles son sus obje-

tivos? Estas son preguntas que no

cuentan, y no creo que alguna vez

lo hagan, con una única respuesta

así que trataremos de conocer al

menos las más aceptadas.

Para hablar del origen de la cetrer-

ía debemos remontarnos casi 3 mil

años atrás al lejano oriente. Algu-

nos historiadores se centran en

China como el país que dio origen a

este arte y otros se corren a su ve-

cino Mongolia adjudicándole a

Gengis Kan el honor de ser el pri-

mer cetrero. Habrían sido los pue-

blos nómades de esta región los

que observaron a los halcones ca-

zar las aves que se levantaban al

paso de su ganado cuando se tras-

ladaban en búsqueda de pastos

frescos. El presenciar esta escena

los habría inspirado a capturar y

entrenar estas aves que les permi-

tirían conseguir presas de otro mo-

do inalcanzables. Actualmente se

tiene a los Kazajos (pueblo de ori-

gen túrquico) como unos de los

más antiguos que todavía conser-

van a la cetrería arraigada a su cul-

tura. Tanto los Kazajos como los

Kirguises practican la cetrería

centrándose en el empleo del po-

deroso águila real (Aquila chrysae-

tos) con el que cazan desde peque-

ños mamífero hasta lobos llevando

así a estas magnificas aves a limites

casi inimaginables.

Debieron pasar varios siglos hasta

que este arte llegó a Europa occi-

dental. El registro más antiguo data

del Siglo V d.C y se trata de unos

mosaicos de la Villa del Halconero

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que se encuentran en Argos (Gre-

cia). Fue en la Edad Media cuando

la cetrería alcanzo su auge en Eu-

ropa, esta fue su época dorada a

pesar de que se trataba de un arte

exclusiva de la nobleza. El águila,

era para el Emperador; el gerifalte,

para el Rey y la Reina; el peregrino,

para el Duque; el esmerejón, para

la Reina y las Damas, aunque más

tarde la Reina pudo tener un

halcón de Eleonora; el gavilán, para

los clérigos; el cernícalo, par a la

Infanta y los sirvientes de la corte.

Las infracciones estaban duramen-

te castigadas. La sanción podía lle-

gar hasta ser condenado a muerte.

Ser halconero del Rey era un privi-

legio y una gran responsabilidad.

Demuestra su importancia el hecho

de que los acuerdos diplomáticos

se hicieran con el intercambio de

pájaros. Un azor mudado y entre-

nado el año 1252 tenía un valor

igual a seis bueyes arrieros.

Alfonso X, también llamado Alfon-

so el Sabio, dictó leyes que proteg-

ían las aves de presa. Hay quienes

aseguran que como buen halconero

y conocedor de su biología, penaba

el expolio de huevos y quitar del

nido pollos sin plumas. También

penaba la captura de reproductores

adultos. La pena menor era perder

la mano derecha.

Con la llegada de las armas de fue-

go en el siglo XVI el interés por la

cetrería fue decayendo. Ya no se

necesitaba tanto esfuerzo para con-

seguir comida por lo que el número

de cetreros fue disminuyendo. Fue

gracias a unos pocos románticos de

países como Alemania, Portugal,

Francia y Reino Unido que este arte

llegó hasta nuestros días.

El resurgimiento de la práctica ce-

trera en occidente, sobre todo en

España vino de la mano del doctor

Félix Rodríguez de la Fuente, ma-

gistral maestro que desenterró una

vieja práctica casi totalmente des-

conocida en España y se la mostró

al mundo a través del libro “El arte

de cetrería” (1965 1º edic., y 1970 2ª

edic.) con el que se ha formado la

gran mayoría de los cetreros espa-

ñoles e hispanoamericanos de la

actualidad.

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Félix Rodríguez de la Fuente

La segunda mitad del siglo XX fue

testigo de lo que podría conside-

rarse uno de los mayores logros por

parte de los cetreros, me refiero a

la cría en cautiverio. Hasta enton-

ces muchos creían imposible que

las rapaces puedan procrear en es-

tas condiciones pero el esfuerzo de

diferentes cetreros y asociaciones

(sobre todo estadounidenses) lo

desmintieron.

Primeros aplomados nacidos en El Niego

Esto abrió innumerables puertas,

ahora ya no sería necesario el expo-

lio de nidos o de ejemplares salva-

jes para practicar este arte. Pero los

aportes de la cetrería no terminan

ahí, hoy en día las técnicas cetreras

son utilizadas en diferentes em-

presas que van desde la cría y re-

habilitación de ejemplares perte-

necientes a especies en peligro de

extinción hasta el control biológico

en fabricas y aeropuertos. La ce-

trería pasó de ser “El deporte de los

reyes” a ser una forma de vida para

muchos hombre y mujeres que lo

utilizan como nexo entre la rutina

del día a día y la cada vez más igno-

rada naturaleza.

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La lúa y las pihuelasLa lúa y las pihuelasLa lúa y las pihuelasLa lúa y las pihuelas

Si alguien nos pide que imagine-

mos un cetrero seguramente lo

primero que nos viene a la mente

es un hombre con un guante en la

mano que le permite sujetar fir-

memente a su ave a través de unas

pequeñas correas de cuero, las pi-

huelas. En cetrería suele utilizarse

el término Lúa para referirse al

guante y si bien la mayoría compar-

te un patrón similar existe una va-

riedad de modelos que se adaptan a

diferentes necesidades y gustos.

En oriente los cetreros emplean lo

que denominan “Mangala”, una es-

pecie de cilindro rígido forrado de

tela por el que pasan la mano y par-

te del antebrazo dejando fuera solo

los dedos para poder sujetar al ave.

En uno de los extremos se le añade

una argolla a la que atar las pihue-

las.

Aparentemente la mangala permi-

tirá una mayor circulación de aire

que un guante tradicional y eso

ayudaría a sobrellevar las elevadas

temperaturas de la región.

Los Kazajos por su parte utilizan

una gruesa manopla de cuero que

llega con facilidad a la mitad del

antebrazo y solo les permite sepa-

rar el pulgar del resto de los dedos.

Al manejar un ave tan poderosa

como los es el águila real (Aquila

chrysaetos) deben recurrir a un arti-

lugio que les permita protegerse de

sus fuertes garras, por eso resignan

comodidad a cambio de seguridad.

En occidente la mayoría de los ce-

treros utiliza un guante de cuero

con algunos detalles que le permi-

ten cumplir perfectamente su fun-

ción. El largo del mismo depende

del ave a manejar, puede ir de unos

escasos 20cm para los pequeños

halcones y gavilanes hasta más de

40 para las grandes águilas. Las ca-

pas y el grosor del cuero que lo

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forma también dependen

pecie que se posara sobre él

desde un único y delgado cu

hasta 3 capas que suman un

de 2,5cm. En casos extremos

le colocar una placa de meta

medio de los cueros para pr

el brazo del cetrero.

Hermosa lúa obra del artesano esp

nez Corbacho José Luís

Al igual que en la mangala,

guantes se adhiere una argo

metal del que pende una tir

cuero terminada en un pren

de metal que permite sujeta

pihuelas y así evitar escapes

dentales durante las debatid

ave. Si el guante conserva la

ción contara también con u

que pende de la parte traser

ambas caras del guante. Hay

nes afirman que originalme

parte del guante era utilizad

cetrero después de manipul

presa o la comida para limp

oargentina.net/

nden de la es-

sobre él, va

lgado cuero

man un grosor

xtremos se sue-

de metal entre

para proteger

ano español Antu-

sé Luís

angala, en los

na argolla de

una tira de

un prendedor

e sujetar las

escapes acci-

debatidas del

serva la tradi-

n con una borla

asera y une

Hay quie-

inalmente esta

utilizada por el

anipular la

ra limpiar su

mano derecha, hoy en día

prácticamente un adorno.

Lo que une el ave al guant

pihuelas, esas correas de c

se colocan en cada tarso y

miten controlar los movim

del ave. Existen diferentes

pero los más utilizados so

dicionales y las Aylmeri, s

bien entrada la segunda m

siglo XX. El modelo tradic

como lo muestra la figura

de una simple tira de cuer

cortes, los dos primeros so

poder fijarlas a los tarsos d

mientras que el tercero es

utiliza para pasar el tornil

torcedor.

El propio Félix Rodríguez

Fuente recomendaba utili

de perro para la fabricació

tos aparejos ya que según

flexibilidad y resistencia l

inigualable. La piel de can

rece ser una buena alterna

países como los europeos

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y en días es

adorno.

l guante son las

eas de cuero que

tarso y nos per-

s movimientos

ferentes modelos

ados son las tra-

eri, surgidas

unda mitad del

o tradicional,

a figura, constan

de cuero con tres

eros son para

tarsos del ave

rcero es el que

el tornillo o des-

ríguez de la

ba utilizar piel

bricación de es-

e según él su

tencia la hacían

l de canguro pa-

alternativa en

ropeos donde se

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consigue con relativa facilidad pero

nosotros contamos con una gran

oferta en cueros vacunos que cum-

plen perfectamente su objetivo. Si

bien hoy en día hay gente que sigue

eligiendo este tipo de pihuelas la

gran mayoría las descarta dejándo-

las solo para situaciones de emer-

gencias. El modelo que las reem-

plazó casi por completo es el de-

nominado aylmeri.

Las pihuelas del tipo aylmeri cons-

tan de dos partes, una muñequera

que va fija al tarso del ave a través

de un ojal de metal y una correa de

cuero que se pasa por dicho orifi-

cio. Este tipo de pihuelas tiene va-

rias ventajas sobre las tradiciona-

les, la más importante es que una

vez en el campo se puede dejar al

ave solo con las muñequeras y evi-

tar de esta manera enganches acci-

dentales en ramas o alambrados. La

segunda parte de las pihuelas, la

correa, es un cordón de cuero con

un botón en uno de los extremos y

un corte o perforación en el otro

para asegurarlas al destorcedor.

La desventaja que se le puede en-

contrar a las aylmeri radica en lo

“complicado” de su colocación ya

que se debe contar con la ayuda de

una pinza como la que se muestra

en la imagen y de al menos dos per-

sonas, una que sujete el ave y otra

que coloque las muñequeras.

Existen también varias combina-

ciones entre el modelo tradicional

con las aylmeri denominado falsas

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aylmeri que pueden resultar muy

útiles y fáciles de colocar.

Sea cual sea el modelo a utilizar es

muy importante controlar el largo

de las pihuelas, lo ideal es que so-

brepasen unos centímetros por de-

bajo de la cola para evitar que el

tornillo estropee las plumas, pero

no demasiado como para que se

enreden entre sí. No menos impor-

tante es el control periódico del

cuero que las conforma, tanto el

calor como la humedad deteriora

este material por lo que es reco-

mendable mantenerlo hidratado

con aceite para estirar su vida útil y

que lastimen los tarsos del ave o se

rompan durante una debatida.

Otra imagen que nos muestra cómo colocar las pihuelas tradicionales.

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Bajo vueloBajo vueloBajo vueloBajo vuelo

Tradicionalmente se ha dividido a

las aves de cetrería en dos grupos,

las de altanería que incluye a los

grandes halcones y entre los que se

destaca el peregrino (Falco pere-

grinus) y las de “bajo vuelo” cuyo

representante máximo siempre fue

el azor (Accipiter gentilis) a pesar

de que en las últimas décadas del

siglo pasado este accipiter co-

menzó a perder terreno en manos

del Harris (Parabuteo unicinctus).

Parabuteo unicinctus

Si bien el azor y el Harris son los

grandes símbolos del bajo vuelo no

podemos dejar de lado a los gavila-

nes, el bicolor (Accipiter bicolor) y

a halcones como el cernícalo (Falco

sparverius) y el aplomado (Falco

femoralis), cada uno de ellos con

particulares características que los

hacen únicos.

Dentro de la modalidad bajo vuelo

existen variantes, pero en la mayor-

ía de ellas el ave va junto al cetrero,

generalmente en el puño, esperan-

do que se levante la posible presa

para salir tras ella en una persecu-

ción de cola. De ahí la denomina-

ción “bajo vuelo” debido a que es-

tos lances se caracterizan por su

extensión en la horizontal más que

en la vertical. Si bien en este tipo

de caza no se cuenta con la espec-

tacularidad de un picado de cientos

Accipiter gentilis

Accipiter bicolor

de metros como puede ocurrir con

la altanería las emociones llegan

por otro lado y lo hacen de a mon-

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tones. El número y la extensión de

los lances por jornada suele ser tan

importante que exige de parte del

cetrero un esfuerzo físico mayor

que en la altanería. Las carreras a

campo traviesa para llegar a asistir

al ave después de una captura son

cosas de todos los días, sobre todo

si se practica la caza de la liebre o

de ciertas aves que pueden poner

en peligro la seguridad de nuestro

pájaro.

Como ya se menciono dentro del

bajo vuelo hay diferentes variantes

que permiten explotar al máximo

el potencial del ave dependiendo

del terreno y las presas a cazar. La

que más representa al bajo vuelo es

la denominada Mano X Mano y co-

mo su nombre lo indica consiste en

llevar al ave en el puño, sujeta por

las pihuelas, mientras se camina

por el campo tratando de levantar

las presas y desencadenar así el

lance.

Hay quienes van un paso más allá y

recurren a la ayuda de un perro de

muestra para la localización de las

presas aumentando así las posibili-

dades de éxito. Este tipo de cacería

requiere que el cetrero permanezca

atento, tanto al terreno como al

comportamiento del ave para ade-

lantarse a los lances y no retrasar-

los. Si se trabaja sin perro es nor-

mal que el ave localice a la presa

bastante antes que nosotros por lo

que nos encontraremos con un ave

debatiéndose en nuestro puño tra-

tando de alcanzar algo que noso-

tros ni sabemos que existe. Es im-

portante aprender a diferenciar

una debatida que busca convertirse

en persecución de una debatida

que solo desea volar o alcanzar una

atalaya diferente y así saber si de-

bemos o no soltar pihuelas. La sen-

sación de caminar ave en puño con

los cinco sentidos en alerta máxima

ansiosos por vivir esa explosión de

poder no tiene precio, nos convier-

te en testigos privilegiados de una

escena única e irrepetible en la que

cada uno de los protagonistas po-

nen lo mejor de sí para demostrar

que es superior y merece seguir en

el juego.

Hay veces que nuestro puño resulta

una atalaya de altura insuficiente y

debemos buscar una alternativa

que supla esta carencia y es ahí

cuando entra en acción la percha T.

Esta es una herramienta sumamen-

te sencilla pero a la vez muy efecti-

va, consta de un posadero de unos

30cm de largo colocado de forma

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perpendicular sobre un mástil de

altura variable. La percha T se pude

utilizar con cualquier especie aun-

que es más común verla emplearla

con Parabuteos (Parabuteo uni-

cinctus) y en menor medida con

aplomados (Falco femoralis).

No suele llevar más de una o dos

jornadas lograr que el ave se acos-

tumbre a este posadero ya que él

mismo se da cuenta casi de inme-

diato la ventaja que le da estar a

mayor altura. De todos modos se

recomienda recurrir a un escape la

primera vez que se la emplee para

reforzar así su parte positiva. A

demás de la ventaja que da la altu-

ra, la utilización de la percha T nos

permite evitar gran parte de las re-

compensas que se suelen dar a

nuestra ave cuando regresa al pu-

ño. Es muy común, sobre todo en

las jornadas que no hay caza sufi-

ciente, que nuestro ave se aleje del

puño solo para que lo llamemos y

premiemos su regreso con una pi-

cadita, esto con la percha no ocu-

rre, no se lo premia por posarse en

ella y a pesar de ello él mismo bus-

cara regresar de inmediato cuando

un lance no termina en éxito. Si

queremos ver las contras a la utili-

zación de esta herramienta tendr-

íamos que hilar muy fino y sería

cuestión de gusto clasificarlas co-

mo tal pero podríamos mencionar

dos puntos: primero que al llevar el

ave sobre nuestra persona nos per-

demos el placer de ver como nues-

tro compañero abandona nuestro

puño para salir tras lo que puede

ser su nueva víctima. Y segundo, no

tenemos ningún control sobre el

ave, sus pihuelas están muy lejos

de nuestra mano como para suje-

tarlas y evitar así un lance indesea-

do. Teniendo en cuenta esto último

cada cetrero analizara el terreno,

las presas a obtener y la relación

con su ave para ver si le conviene o

no la utilización de la percha.

Otra forma de practicar el bajo vue-

lo es la conocida como “a toro suel-

to” (también llamada a la inglesa) y

que consiste simplemente en ca-

minar el campo mientras nuestro

pájaro nos sigue volando de posa-

dero en posadero o sobrevolándo-

nos. Aquí el cetrero actúa un poco

como el perro de muestra que el

ave necesita para levantar sus pre-

sas. Se pueden utilizar bastones o

ramas para ir batiendo el terreno y

obligar a los animales a abandonar

su escondite. Esta práctica suele ser

ventajosa en terrenos arbolados en

los que el pájaro tiene diferentes

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posaderos para elegir y tomar así la

mejor posición para desencadenar

el lance.

Se podría decir que esta modalidad

es la más “natural” ya que nuestro

papel es muy escaso y hasta innece-

sario, el ave controla y decide todo.

Esto último también es visto como

una desventaja por gran parte de

los cetreros quienes aseguran que

cazando de esta manera el ave se

vuelve muy independiente y no

tarda en alejarse de nosotros, sin

mencionar que es muy probable

que nos perdamos gran parte de los

lances al quedar fuera de nuestra

vista.

Sea cual sea la forma de cazar el

bajo vuelo nos asegura jornadas

inolvidables y plagadas de emo-

ción. No faltan las corridas, caídas,

sustos y suspiros que nos regalan

innumerables anécdotas que po-

dremos compartir con nuestros pa-

res una vez tranquilos en casa, ma-

te por medio y en la presencia de

nuestra ave con el buche lleno.

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La cetreríaLa cetreríaLa cetreríaLa cetrería… ¿… ¿… ¿… ¿es para todo eles para todo eles para todo eles para todo el mundo?mundo?mundo?mundo?

La respuesta a ésta pregunta es

muy sencilla, un rotundo NO, la-

mentable la justificación es mucho

más compleja. Para entender el

porqué de ese No debemos recor-

dar que los actores principales de

este arte, el ave y las presas, son

seres vivos y como tal se merecen

nuestro mayor respeto y dedica-

ción. Cuando una persona toma la

decisión de incluir un animal a su

vida o a la de su familia debe tomar

conciencia de la responsabilidad

que eso significa, mucho más si ese

animal es una rapaz, que dista mu-

cho de ser una mascota.

Una rapaz significa un compromiso

a largo plazo, su expectativa de vida

supera con facilidad los 10 años si

es una especie de pequeño tamaño

(un Parabuteo puede vivir más de

20 años) y durante ese tiempo de-

bemos velar por su bienestar. Co-

mo ya se menciono una rapaz

NUNCA va a ser una mascota y por

lo tanto requiere cuidados e insta-

laciones específicos que tal vez no

todas las personas le puedan brin-

dar.

Si bien todavía en Argentina existe

la cuestionable tradición de tram-

pear o desnidar aves para utilizar-

las en cetrería (totalmente prohi-

bido por ley) al existir criaderos

habilitados debemos asumir que

estos últimos serán el lugar de ori-

gen de nuestro amigo alado, por lo

que ahí ya tendremos el primer

gasto.

Cría de Halconcito gris (Spiziapteryx circum-

cinctus) nacida en El Niego

Un ave legal hoy en día en Argenti-

na ronda los 3 mil pesos, número

que al principio nos puede parecer

exagerado pero enseguida veremos

que es prácticamente nada en

comparación con lo que nos espera

más adelante. Incluso antes de

hacernos con el ave debemos pre-

parar las instalaciones y demás

elementos que usaremos en el día a

día y entre los que podemos desta-

car la muda, perchas, bancos, ba-

lanza, guante, etc. Una muda pro-

medio ronda los 4mts2 y debe poder

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resguardar al ave de las inclemen-

cias del tiempo (viento, agua, frio)

por lo que se recomienda que se la

construya de materiales resistentes

y duraderos en el tiempo. Depen-

diendo de la especie que vayamos a

alojar podemos obviar el gasto de

la muda y tener al ave dentro de la

casa, pero en ese caso necesitare-

mos una alcándara o bancos que se

adapten al lugar, sin olvidarnos

que una rapaz debe permanecer

gran parte del día enjardinada por

lo que también es necesario la pre-

sencia de un jardín, terraza o como

mínimo un balcón en el que se la

pueda colocar para que tome el sol

que tanto necesita.

Modelo de alcándara

El lugar físico para alojar al ave no

es el único factor limitante a la

hora de iniciarse en la cetrería, el

tiempo también juega un papel

muy importante. Estos son anima-

les que no se los pueden tener en-

cerrados o amarrados a su banco

por siempre, ellos necesitan volar

casi a diario y dependiendo del lu-

gar donde nos encontremos esto se

nos puede complicar mucho. Si te-

nemos la suerte de vivir en el cam-

po o en sus cercanías tal vez no lo

notemos pero para una persona

que vive en una gran ciudad el des-

plazarse a un campo para volar o

cazar con su ave puede significar

tener que desplazarse más de

100Km por jornada, lo que impli-

caría un gasto en combustible (si

tiene la suerte de tener vehículo

propio) o en trasporte público difí-

cil de solventar. Sin contar el tiem-

po que dicho viaje requiere. Es

prácticamente imposible encontrar

a una persona que tenga el 100% de

su tiempo para dedicárselo a su

ave, la gran mayoría de los cetreros

trabajan, estudian e incluso mu-

chos tienen que mantener una fa-

milia por lo que el tiempo libre que

quedaría puede ser muy reducido y

eso debe ser tenido en cuenta a la

hora de decidirse por la especie a

elegir ya que no todas son igual de

demandantes. Muchas veces con-

viene esperar unos años a estar en

una situación mejor y no condenar

a un ave a una vida indigna.

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Posibles bancos y perchas para exterior

Suponiendo que el tema del espa-

cio físico, el tiempo libre y la dis-

ponibilidad de zona de caza no son

problema nos queda todavía por

analizar un punto no menos impor-

tante y es la comida que le suminis-

traremos. A pesar de ser carnívoras

no podemos mantener una rapaz a

base de carne vacuna o de cerdo,

nuestro deber es imitar la dieta que

ellas mantendrían si vivieran en la

naturaleza, lo que significa que va a

variar de una especie a otra. Lo

normal es hacerse de un stock im-

portante de codornices, pajaritos,

palomas, pequeños roedores (ratas,

lauchas, cuises) liebre entre otras y

esto también pude resultar difícil

de conseguir dependiendo de don-

de nos encontremos por lo que mu-

chos prefieren criar su propia co-

mida en vez de tener que depender

de terceros para conseguirlo.

Cría de codornices para autoconsumo

Con todo lo dicho anteriormente se

pretende demostrar porque la ce-

trería no es para todo el mundo. La

cetrería es para las personas que

pueden cuidar y mantener una ra-

paz en las condiciones que ellas se

merecen. Esto puede sonar duro y

hasta discriminativo pero lamenta-

blemente es así. Por suerte existen

varias alternativas que nos pueden

ayudar a suplir algunas de las ca-

rencias, nos podemos juntar entre

varios cetreros y así compartir gas-

tos (viajes, comida, etc) o incluso

convertirnos en morraleros lo que

nos permitiría disfrutar igual de

este noble arte.

Cría de ratas para autoconsumo

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El ParabuteoEl ParabuteoEl ParabuteoEl Parabuteo

Si hay un ave emblema de la cetrer-

ía argentina esa es el Parabuteo

(Parabuteo unicinctus) también

conocido como gavilán mixto, peu-

co, águila de Harris, o simplemente

Harris. Su nombre denota las simi-

litudes con los Buteo, Parabuteo

puede traducirse como “similar a

los Buteo” y la palabra unicinctus

hace referencia a la única cinta

blanca que recorre la parte inferior

de su cola. Taxonómicamente po-

demos hablar de dos subespecies,

Parabuteo unicinctus harrisi que se

encuentra en América del norte y

México de un tamaño algo mayor

que el Parabuteo unicinctus uni-

cinctus que es el que encontramos

en nuestro país. Hay quienes

hablan de una tercera subespecie a

la que denominan Superior y se en-

contraría en el desierto de Sonora

(Estados Unidos) pero ni las dife-

rencias físicas ni las que existen a

nivel molecular son suficientes

como para establecer una nueva

división. Si nos centramos en estos

estudios moleculares incluso se

haría muy difícil separar el unicinc-

tus de harrisis. En lo que respecta a

las diferencias físicas entre las dos

subespecies podemos mencionar

que los ejemplares del norte suelen

presentar un mayor tamaño y una

coloración más oscura en una etapa

más temprana de su desarrollo, pe-

ro estas son diferencias que para

muchos resultan insuficientes co-

mo para colocarlos en categorías

diferentes.

Una de las características más im-

portante de esta especie es su gran

inteligencia, esto lo ha convertido

en una especie muy versátil capaz

de conquistar o adaptarse a am-

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bientes muy variados. Si nos cen-

tramos en las poblaciones de nues-

tro país podemos encontrar fami-

lias que habitan lugares que pare-

cen prácticamente desiertos como

lo son las grandes extensiones de la

Patagonia y otras ubicadas en

grandes centros urbanos como la

mismísima Capital Federal. Como

es de esperar su inteligencia lo ha

convertido en una de las pocas sino

la única especie de rapaz que suele

convivir e incluso cazar en grupo

por lo que han sido llamados los

“Lobos del aire”. No son pocos los

registros que muestran grupos de

hasta siete o incluso más indivi-

duos organizando cacerías. Esta

particularidad ha sido explotada

por cetreros que suelen usan Para-

buteos para cazar en copla o grupos

mayores lo que regala un espectá-

culo digno de ser presenciado.

Arturo Sola Y Laureano San José junto a sus

“pájaras”

La dieta del Harris es muy amplia y

abarca desde insectos (saltamontes

por ejemplo) hasta mamíferos y

aves de mediano tamaño como son

la liebre europea y las palomas. Si

la situación lo requiere no despre-

cian la carroña. Su metabolismo es

lento, Pareja Obregón en su libro

“La leyenda de águila de Harris”

refiriéndose a esto habla del “me-

tabolismo del desierto”. Ante una

imprevista escases de alimento

pueden sobrevivir varios días sin

ingerir bocado frenando aún más

su metabolismo, reduciendo ob-

viamente, su actividad física. Esta

relativa rusticidad sumado a su ya

mencionada inteligencia ha hecho

del Parabuteo una de las especies

más buscadas y recomendadas para

quienes se inician en el arte de la

cetrería. Tienen la fama de “perdo-

nar” los errores que un principiante

pueda cometer por lo que nos per-

mitirían volver algunos pasos hacia

atrás en el entrenamiento o incluso

amansamiento y retomar el camino

correcto, cosa que con otras rapa-

ces sería prácticamente imposible.

También aprenden muy rápido, un

Harris en buenas manos puede pa-

sar de debatirse todo el tiempo en

el guante tratando de escapar a es-

tar cazando suelto en tan solo unas

semanas o menos. Pero esta veloci-

dad en el aprendizaje no siempre

nos va a jugar a favor, ellos van a

aprender muy rápido tanto lo bue-

no como lo malo, es decir que si no

se tiene cuidado resulta muy fácil

inculcarle malos hábitos como

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puede ser el llevar en mano o que se aleje de nosotros para obligarnos a lla-

marlo al señuelo.

Macho de Parabuteo unicinctus

Hembra de Parabueo unicinctus volando al guante

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FuentesFuentesFuentesFuentes

Las notas de este presente número fueron realizadas utilizando

información recopilada durante varios años recurriendo a diferen-

tes medios como son los libros, revistas, videos, foros de internet,

archivos obtenidos de la red y algo de experiencia personal y de

terceros que ha sido compartida generosamente.

Entre las fuentes consultadas se pueden mencionar los siguiente

libros “Comprender a la ve de presa” (Nick Fox), “El arte de cetrer-

ía” (Félix Rodríguez de la Fuente), “La leyenda del águila de

Harris” (Manuel Diego Obregón de los Reyes). Páginas web como

http://www.cetreria.com/.

Debo agradecer muy personalmente a las siguientes personas por

brindar desinteresadamente su ayuda a la conformación de este

trabajo:

Antunez Corbacho José Luís

Castillo Gustavo

Castrilli Santiago

Fazio Sergio

Martino Mauricio