Retórica General - García Berrio, A. (1984)

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  • 8/10/2019 Retrica General - Garca Berrio, A. (1984)

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    E.L.U.A. 2, 1984, pgs. 7-59

    RETRICA COMO CIENCIA DE LA EXPRESIVIDA

    PRESUPUESTOS PARA UNA RETRICA GENERALANTONIO GARCA BERRIO

    (Universidad Autnoma de Madrid)

    0.1 . Con el auge de los estudios neorretricos desde med iados delos aos sesenta (A. Schiaffini, 1962; Christensen, 1967; M. Maccoby,1973; L Heilmann, 1978), se ha producido una situacin general msprxima casi siempre al desconcierto que a la clarificacin en puntosesenciales. Con mucha frecuencia las causas de ese confusionismoarrancan de un deficiente entendimiento de la autntica dimensincientfica de la Retrica, aunque esto pueda quiz escandalizar comoafirmacin de entrada a algunas personas. A la Retrica se han acercado en los ltimos decenios dos tipos al menos de estudiosos, dotados

    de formacin y de intereses muy distintos. De una parte los investigadores de la tradicin clsica, como Lausberg (Lausberg, 1960; Martin,1974), movidos de una voluntad de reexhumacin en todos sus extremos y dimensiones de la ciencia Retrica. Sin embargo, es necesarioreconocer que ha faltado, incluso en los mejores casos, como el delpropio Lausberg, capacidad o quiz voluntad de integracin de esadisciplina perfectamente rescatada en la mayora de sus enunciados yadecuadamente articulada en sus clasificaciones, en los esquemas delas modernas disciplinas del discurso. Esto resulta a primera vista y sin

    paliativos escasamente acertado. Ya que la Lingstica moderna, pariente muy prxima de la Retrica incluso en la gran variedad de susvas metodolgicas de acceso al fenmeno del lenguaje, ofrece un balance ejemplar, si no perfecto, dentro del desarrollo de las llamadas

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    ciencias humanas. Como he aludido ejemplarmente a la obra de Lausberg, debe sealarse para explicar y disculpar en su caso ese defectodel divorcio a que aludo, en primer lugar que, dado el ingente volumde la investigacin misma, podra haber sido distorsivo y prestarse tvez a la confusin establecer por todo el libro un sistema permanentde paralelos entre los materiales retricos clsicos y los lingsticocontemporneos. Por otra parte, en el decenio de los cincuenta,cuando Lausberg elaboraba su magna sntesis, el balance de la Lingstica moderna quiz no hiciera tan imprescindible como hoy el efuerzo de integracin interdisciplinar. Pero este hecho, que en justicsera ingrato reclamar como defecto a Lausberg, se ha traducido en uevidente mal ejemplo para muchos de sus continuadores.

    El sector opuesto de los recientes acercamientos lo constituyenaquellos scholars que, procedentes de diversas disciplinas modernade estudio del discurso, tales como la Lingstica, la Potica o la Semiologa y en muchos aspectos tambin los lgicos se han queridmezclar en el empeo, han entrevisto la posibilidad de una fructfeayuda de las categoras y los paradigmas analtico-interpretativos de lRetrica en algn momento de expansin o incluso de crisis de surespectivas disciplinas. Si en este aspecto la iniciativa en s misma lconsidero personalmente oportuna y aun imprescindible, no cabeduda, juzgand o por los resultados finales, que han abundad o ms hastaahora los casos de frivola precipitacin. Para muchos de estos casosdenunciados desde sectores muy distintos entre los ms brillantes representativos (P. Kuentz, 1971: 112-114; Groupe \i: 1977; y J. Kop-perschmidt, 1977) el concepto de Retrica era poco ms que umarco demasiado holgado, donde situar cmodamente unas intuicionevagamente pragmticas. Para la mayora de esos entusiastas, la Retrica, recin descubierta por ellos, sera una especie de mecanismo universal de persuasin, con reglas no demasiado bien definidas, ocuando mucho un raqutico sistema de estrategias de dilogo o deargumentacin, apenas dictadas por el sentido comn de los propioneorretricos. Obviamente la Retrica como ciencia plurisecular ofremuchos ms apoyos reales que esa caricatura, destinada casi siempre aalimentar el afn de notoriedad de un reducido grupo de lingistas semilogos demasiado famosos.

    Desde la situacin criticada, pueden intuirse ya las lneas generaleque yo atribuira a la colaboracin actual entre la Retrica y las mode

    nas disciplinas del discurso. En primer lugar, se trata de una colaboracin posible y fructfera, a condicin de que sea el resultado de unautntica integracin en los trm inos que se delinearn ms adelante(1.3). En segundo lugar es imprescindible cargar a la denominacin

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    de moda de Retrica o Neorretrica con su genuino balance de principios, categoras y estrategias hermenuticas en el anlisis del discurso,precisamente en los propios trminos de sus enormes depsitos doctrinales constituidos por una tradicin de pensamiento incesante durante ms de veinte siglos, a la que han colaborado algunas de lasmentes ms lcidas del pensamiento occidental. En tal sentido, debesentarse inmediatamente el principio de evidencia de que ninguna delas sntesis de Retrica, ni las ms ambiciosas y modernas, ni tampoconinguna de las antiguas, puede constituirse en balance suficiente ydefinitivo de la tradicin general de la disciplina. La historia de la Retrica, como la de la Potica, es tan rica, y los documentos que las

    constituyen tan numerosos y, pese a las apariencias, tan variados, queel proyecto actual de fundar cientficamente una reimplantacin de laRetrica en el centro de las disciplinas del discurso supone previamente la etapa de una adecuada recuperacin del pensam iento histrico. Slo as esta iniciativa actual no ser frustrada una vez ms porirresponsables aventuras en la Potica y la Semiologa.

    Precisamente en esa va de integracin que vengo definiendo, cobrara pleno sentido el proyecto de la tan acariciada Retrica general.El mrito ms indiscutible del grupo de Dubois y colaboradores es el

    respeto y prudencia con que han tratado de organizar la doctrina clsica francesa sobre los tropos, de Fontanier y Du Marsais, desde unconjunto de categoras elementales, acordes con las lneas de taxonoma categorial y de gentica de los sistemas, familiares en la mayora delos desarrollos estructuralistas. Claro est que, como los mismos participantes del Grupo n reconocen, su retrica de las figuras dista mucho de ser una Retrica general; posee, aunque quiz demasiado ele-mentalizada, la voluntad integrativa, pero es obvio que de su proyectode elocutio ha estado siempre ausente abordar la casi totalidad dedoctrinas de dispos itio, inventio y actio, que configuraron la Retricaclsica como el ms completo instrumento cientfico de anlisis, interpretacin y prctica del discurso.

    Una autntica Retrica general, tal como desde la reinsercin hermenutica la entrevio Habermas (1971: 123), o como viene reclamandocon energa Kopperschmidt (1977: 216), no puede escamotear suscomplejas relaciones con la Dialctica. Como afirmacin de principio, laprofundizacin de la inventio, investigando en sus ya bastantes diezmados o desdibujados orgenes doctrinales griegos, constituye uno delos dbitos ms urgentes de las especulaciones retrico-cientficasactuales con la poderosa tcnica de la elaboracin de los productos deldiscurso humano que fue en origen la Retrica. Pero hecha esta proclamacin, no me parece realista sencillamente pensar que exista hoy

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    la posibilidad de bucear econmicamente en las remotas e inciertaprofundidades que en la elaboracin de la ideologa cultural griegconfiguraban ese difcil lmite retrico-dialctico. En todo caso crque no puede tildarse de parcelamiento caprichoso al prudente deslinde de esas zonas que en nuestros das pudieron practicar lingistas poetlogos, dejando la especulacin correspondientecon las investigaciones histrico-textuales pertinentes a cargo de lgicos y filsfos de las Ciencias (M. Perelman - L. Olbrechts-Tyteca, 1958; Gadmer, 1965). Es un hecho, por lo dems, que cualquiera que fuese laamplitud de su estatuto fundacional, la Retrica sali ya de Greciconvertida sobre todo en un arte de la persuasin verbal (M. L. Clark1957; Kennedy, 1972; Garca Berrio, 1977-80). En consecuencia, si lpretensin actual de una Retrica general no debe practicar, sin caeen contrasentido, deslinde ni exclusin alguna respecto de los poderey cometidos ms ambiciosos que puedan haber correspondido a ladisciplina en cualquiera de sus momentos de desarrollo, sea en suinsercin con la Dialctica o en cualquier o tro aspecto; no obstante, mparece perfectamente lcito y realista plantear monogrficamente unRetrica general como ciencia del discurso, destinada a integrarse euna Lingstica general.

    Las tareas de esa Retrica general no deben excluir ninguna de lasque seale la totalidad de sus apartados tradicionales . Es sabido que ldifusin neorretrica reciente se ha visto reducida en la prctica aauge de una Retrica literaria (W. C. Boo th, 1965). El mismo Lausbergno vea inconveniente en acoger bajo ese lema especfico su tratado ylos participantes del Grupo \i llegan incluso a identificar como sinnimos absolutos funcin potica y funcin retrica (Dubois y otro1970: 81; R. Lachmann, 1977: 181). Nada cambia los hechos tampoco carcter oratorio-persuasivo que caracteriza la atencin por los estu

    dios de elocuencia en el neorretoricismo americano, quiz la tradicims an tigua y vasta que viene a confluir en este reverdec miento doctrinal (Richards, 1965; E. Black, 1965). Pero una Retrica literaria, qpuede llegar a ser un sistema en s mismo de poderosa complejidad muy lcito inters, no agota ni con mucho el valor y cometido originade la Retrica como ciencia o arte de la persuasin; ni puede ser considerada, por tanto, una Retrica general. Esta disciplina ideal por emomento debe extender sus capacidades de aplicacin a la inmensaextensin del texto verbal, de cualquier texto con intencionalida

    comunicativo-actuativa. El texto literario, o el potico, sern por tanatendibles dentro del mbito de esa Retrica general en su condicigenrica de textos articulados y enunciados. Pero ningunas circunstancias fortuitas deben invertir la imagen de los hechos. Y, sin em

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    bargo, la historia pasada de la disciplina, y la de su reciente reactivacin, ilustran muy a las claras que esa inversin se produjo. Una pequea parte del doctrinal retrico, el tratado de las figuras, especializado por error desde el clasicismo francs como Retrica literaria (Fon-tanier, 1968) Dubois y sus colaboradores han reconocido inteligentemente este su error de otro tiem po com o caso de galocen trism o (Grou-pe n, 1977: 13-14), puede conllevar la generalizacin errnea de queuna Retrica general sea, sobre todo, o quiz solamente, una Retricaliteraria.

    Retrica, pues, o Retrica general se identifican inconfundiblemente con Lingistica en lo que hace al inters de su objeto com n(Garca Berrio, 1979) ms complejo, el texto. En tal sentido adems, yprecisamente merced al encuentro de intereses de ciertos desarrolloslingsticos actuales por la construccin global o la gnesis semnticadel enunciado, a propsito de la Retrica, que haba excedido ya secularmente el inters por la eiocutio, con tand o con el desa rrollo muypoderoso en la Antigedad de la inventio y el aug e medieval de ladispositio, no creemos exagerado insistir en la corre lacin existenteentre esa ambiciosa Retrica genera l, integrada en la Lingstica, y unaLingstica del texto debidamente desarrollada (Petfi-Garca Berrio,1979; Garca Berrio, 1979a). En su inters, tambin lcito e incluso fundamental, por el tipo especial de enunciados verbales que son los denaturaleza literaria o potica, la Retrica general puede especializar, sise quiere, una parcela de inters hacia la Retrica literaria. Lejos de noparecerme interesante, considero este tipo de investigacin como elobjetivo ms importante de nuestras preocupaciones. A l, adems,pretendo ceir monogrficamente el contenido de este artculo. Noobstante, he credo necesario establecer explcitamente y de modo previo el grado de obligada dependencia de la Retrica literaria a unaRetrica general, y no como la afirmacin de un principio hipottico,sino como una simple restauracin del orden histrico.

    0.2. Presupuesta esta organ izacin, y conscientes del orden dedependencias a que nos debemos, el afrontamiento de una Retrica deldiscurso literario conlleva forzosamente de manera previa, si no porotra cosa en razn del confusionismo que se ha creado desde muchosde los intentos de rehabilitacin neorretrica, el examen de su estatutorecproco con la otra gran ciencia clsica y actual del discurso que esla Potica (B. Lking, 1977: 52-59). Si los equvocos y deformacioneshistricas en el planteamiento actual de la Retrica ya hemos visto queeran notables, no menos entidad presenta en muchos de los casos ms

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    influyentes y conocidos el confusionismo creado con la Potica. Siempre he juzgado una generalizacin desafortunada la difusin moderna

    del trm ino tradiciona l de P otica (Jakobson , 1958; Todorov , 1 968) padesignar lo que no pasara de ser en todo caso sino una Potica lingistica, semiolgica, o como quiera llamarse por ese estilo. Tras elauge irresponsable de la generalizacin hace aos del que nunca heparticipado, por suerte, hoy es observable que se procede con mucho ms cuidado en bastantes casos (B. Spillner, 1974: 191). Obviamente se trata de una suplantacin del todo por la parte. La Poticaclsica se constituy como un conjunto doctrinal, analtico o preceptivo, del fexfo y el acontecimiento literario, dotad o adems de un com

    ponente no slo descriptivo como es el caso de las Poticas formalistas modernas, sino tambin interpretativo en la medida en queatenda de manera muy especial a las causas eficiente y final del acontecimiento literario.

    Precisamente lo que la Potica clsica no cubra, o lo haca insuficientemente si tenemos que juzgar por las contadas que hanllegado a nosotros a partir del maltratado texto de Aristteles erapropiamente esa dimensin elocutiva del texto de arte verbal. El apartado gramatical de la Po tica de Aristteles no puede cumplir en modo

    alguno como una reflexin sobre el ornato verbal. Y tanto esta obracomo la difundida de Horacio atienden, como es bien sabido, muchoms a los aspectos ms generales y abstractos del decorum elocu-tivo que a producir un sistema siquiera sumario de esquemas expresivos (Brink, 1 961 ; Garca Be rrio, 1 977-80). Frente a la m eticulosa reitecin en los tratados de Potica de tipos estructurales, de fuentes temticas, de tipologas textuales y aun semnticas de personajes, etc., eltratamiento de la elocucin potica propiamente dicho, casilla vaca elos tratados correspondientes, fue paulatinamente cubrindose desde

    la Retrica. Es as como la elocutio retrica fue poco a poco hacindose elocutio literaria (A. Kibedi Varga, 1970: 83), llegando en lasretricas francesas de la degeneracin a la completa inversin de lostrminos, pasando a ser la Retrica un puro inventario de esquemas deexornacin verbal, provistos y ordenados por-para-y hacia-las antologas poticas.

    La actual reincorporacin de la Retrica a las tareas propias de laPotica debe tener muy en cuenta estos fenmenos del pasado, parano acabar en una lamentable rep eticin de errores. Bien o mal formada

    lo cierto es que existe y est perfectamente disponible esa importantsima y rica casustica de estilstica de figuras o esquem as expresivosatesorados por las Retricas literarias a lo largo de muchos siglos (R. ALanhams, 1968). Ninguna de las taxonomas ni de los registros catego

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    rales establecidos por ninguna estilstica no retrica puede brindarnoshoy un sistema ms completo para analizar esos autnticos estilemasintencionales que son los efectos de lenguaje denom inados figuras.Adase adems que, por lo que respecta a esta cuestin, la integracin con el pensamiento actual lingsticorequisito de una Retricageneral de los esquemas expresivos o figuras es una realidad relativamente estable, ya sea en aspectos concretos, como el pobladsimombito de la metfora o de la metonimia (M. Le Guern, 1973), ya en ecampo de un sistema global, sobre el que supo llamar oportunamentela atencin Genette (1966, el trabajo original a que nos referimos sepublic en 1964), despertndose inmediatamente el fugaz inters deTodorov con su temprano y discutido esquema (Todorov, 1967), precedido por la reflexin ms madurada de Leech (1966), o los ms complejos esfuerzos en este campo de F. Plett (1977), llegando a la meritoria propuesta de la Retrica de figuras del Grupo \i (Dubois y otros,1970), cuyo mayor reparo hay que centrarlo no en la cuidada manera dintegrar el tratamiento de las figuras, sino en el inconveniente ttulo dla obra como Retrica general (Groupe \x, 1977: 19).

    No es poco poder dar por provisionalmente estable y satisfactorio elestado de un aspecto doctrinal como el del tratado de las figuras,desde la perspectiva de constitucin de una Retrica literaria, dentro dla Retrica general en curso. En este artculo contaremos ya con ellocomo instrumental a punto, perfectamente estabilizado. Pero no piensoque el programa que me propongo delinear en estas pginas debadetenerse en l. Por el contrario, como tratar de sealar en la parte final del artculo (3.1 y ss.), la rigurosa investigacin de los materiales dconstruccin textual depositados en las canteras histricas de la dispo-sitio retrica, y sobre todo la revitalizacin de la actividad de mover opersuasin a travs de una argumentacin de valores del emisor, com

    partida como aceptacin de estimaciones por el receptor del discursoartstico, constituyen, entre otros muchos, expedientes decisivos parala revitalizacin desde la Retrica de una exgesis literaria profundamente escorada en crisis de intereses, precisamente por haber cumplido en su vertiente formal una monumental crisis de superproduccinen lo que va de siglo.

    A travs del enriquecimiento que le aporta la Retrica, mediante ladiversificacin de sus objetivos ms acordes con la complejidad general del objeto literario/potico, la parcelada Potica lingstica de loltimos setenta aos, puede empezar con el advenimiento de la Neorre-trica a columbrar las vas posibles de una reimplantacin en total justicia de la Potica como ciencia cabal del discurso literario. Y si tenemopresente y se cumple la exigencia de integrabilidad en una sntesis

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    coherente de todos los discursos cientficos sobre el lenguaje, los clsicos y los actuales, puede que incluso sea posible empezar a hablacon razones y esperanzas de una Potica general a partir de la generalizacin del esquema retrico en todo su alcance.

    1.0. Entre las causas del inters que se observa ltimamente ediversos sectores de la investigacin literaria por la Retrica debe vincularse, desde mi punto de vista, aparte de las de ndole general socialudidas ms comnmente (F. Plett, 1977; B. Lking, 1977: 49-50)propia situacin de profunda crisis metodolgica que afecta actumente a los estudios literarios en Europa. La Retrica literaria vie

    siendo contemplada por muchos como una perspectiva salvadora (Lachmann, 1977: 169-70) del incuestionable amortiguamiento en retados sorprendentes y espectaculares que est marcando negativamente las diferentes disciplinas que se ocupan del anlisis del texliterario (J. M. Klinkenberg, 1977: 80). Adelantar mi opinin de efectivamente, el arsenal de categoras y estrategias hermenuticas sobre el texto de que dispone la Retrica, puede contribuir decisivmente a revitalizar de muy distintas maneras las disciplinas lingcas y poetolgicas que se ocupan del texto en general, y singula

    mente del texto artstico en concreto. Esos diversos modos o niveles colaboracin a que me he referido antes pueden ser catalogados tenttivamente segn una gradatoria de expectativas de quienes procuran insercin de los inventarios retricos en el marco de las disciplinas investigacin textual-literaria:

    a) Reim plantacin simple y directa de la Retrica. Se tratara enrealidad de una sustitucin de los diferentes algo ritmos analticos einventarios categoriales aportados por la Potica semiolgica moder

    de cuo formal a lo largo de nuestro siglo, desde el formalismo rusolos neoformalismos estructuralistas (Black, 1965; Ueding, 1976).b) Com plementacin y perfeccionamiento. La Re trica se presenta

    bajo este entendimiento como una rica cantera de materiales destindos a llenar las casillas vacas de la analtica formalista del texto(Groupe n, 1977).

    c) Integracin interdisciplinar. Bajo esta perspectiva se supondrauna actividad de Intima colaboracin entre Retrica y Potica lingstica, tendente a la reorganizacin definitiva de los estudios sobre texto literario, restaurando el viejo tronco doctrinal de la Retrica sica, articulada racionalmente con las clarificaciones puntuales de Potica y Lingstica actuales. Tal opcin la contemplamos como la de unaflefr/ca general viable.

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    A continuacin examinaremos con mayor detalle las peculiaridadesque se presentan con cada una de estas tres opciones, siempre a la luzde la situacin de crisis generalizada de los mtodos crticos, que establecamos como marco y punto de partida.

    1.1. La reimplan tacin de la Retrica com o recuperacin pura ysimple de su estatuto hermenutico-textual en el pasado es la opcinde las corrientes de opinin ms tradicionalmente reticentes contra losxitos ms recientes de la Potica lingstica. No faltan estos intentos,ms o menos encubiertos en nuestros das, en especial en los sectores

    ms conservaduristas de la Romanstica europea , de la Filologa clsicay de la Explication de textes. A la existencia de centenares de tratados sistemticos de Retrica entre los siglos XV y XIX en todos lospases europeos, que podran ofrecer por s mismos ya una base sistematizada de uso inmediato, es preciso aadir la importante aportacinde sntesis sistemticas tan difundidas en los ltimos decenios como lafamosa de Lausberg. Sin embargo, no parece demasiado necesario quedebamos esforzarnos por objetar las ventajas de esta iniciativa, ya asimple vista extremosa (Ueding, 1976). Aqu entran en nuestra consi

    deracin tanto el concepto de crisis actual de la Crtica literaria como eldel fracaso y anquilosamiento en el pasado de la Retrica tradicional.Efectivamente, la misma Retrica que hoy podra ofrecerse como

    prometedora fracas histricamente, en especial a partir del Romanticismo europeo, como ciencia habitual del anlisis del discurso (R.Barthes, 1970; Genette, 1968). A ese fracaso concurri, en un anlisis posible desde el presente, un conjunto de causas, cuya incidenciainvalidante no habra desaparecido aun hoy. Consideraramos las siguientes:

    a) Amortizacin escolar de las enseanzas retricas. Crecientemente, y sobre todo desde las Retricas tardas del Barroco y Neoclasicismo, la Retrica perdi su carcter no slo de disciplina interpretativa del discurso, sino incluso como corpus normativo de recursosde la sntesis textual. Este proceso de degeneracin utpica se intensificara definitivamente en toda Europa durante el siglo XIX (J. Dubois yotros, 1970: 8). La Retrica pasa a ser una disciplina puramente histrica y monumentalista, en la que no se busca la conexin de los inventarios de recursos y figuras, aprendidas de memoria, con la realidadinterpretativa del discurso.

    b) Desvinculacin del discurso contem porneo . En cierto modo es

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    otra faceta de la causa anterior. La conversin didctica de la Reten una pura disciplina histrica, ucrnica, favoreci la inercia enmantenimiento de los ejemplos, especialmente latinos (Plett, 19

    125-8). La ausencia de un sistema de ejemplificacin nueva, que sotiera a tensin los paradigmas cannicos de la Retrica greco-latimedieval y renacentista, fue sin duda una de las causas determinandel anquilosamiento de esos paradigmas, que a la larga se tradujo un sentimien to de frustrac in de los mismos y en un desinters total, en elfondo, de los escolares. Estos no descubran en su aprendizaje posilidad alguna de aplicacin utilitaria a sus propias necesidades de macin e interpretacin de textos de lengua.

    c) Superacin del paradigm a retrico por los nuevos tipos de discurso moderno. Las tensiones romnticas, al atentar program ticamente contra el discurso clsico, en lxico, estructuras sintcticatextuales, figuras, imgenes, etc.. crearon ya un primer tipo de texdeliberadamente antirretricos , o mejor dicho relativamente desviadosdel texto clsico y por tanto del paradigma retrico establecido hoc sobre aquel modelo de discurso. Pero el Romanticismo maslo el primer paso de la serie de revoluciones anticlsicas a travs delas cuales se estructura, lento y tortuoso, un esquema moderno discurso artstico. Las sucesivas torsiones del lenguaje en las vanguardias literarias, y los fenmenos correspondientes en la evolucin de lnorma en el discurso lgico-comunicativo prctico, sancionan defvamente la crisis de la Retrica escolar clasicista, que, al no presenuna evolucin doctrinal paralela a la evolucin de los recursos efevos del lenguaje comn y artstico de los nuevos tiempos, sufre, primera vez, un proceso de insuficiencia de categoras doctrinaltanto sobre el plano desc riptivo-interpretativo com o sobre el normaDe esta situacin, sensible por ejemplo en la inadecuacin categode la Retrica tradicional que sintieron los formalistas rusos (A. GBerrio, 1973) para explicar las tensiones del lenguaje y el imaginfuturistas, se perfila la primera crisis de la Crtica literaria en el prdecenio del siglo XX; precisamente como una crisis de inadecuacentre los nuevos tipos de textos de arte verbal y el arsenal de categorcrticas interpretativas, provistas mayoritariamente por la Retricasiglos anteriores.

    d) Descrdito final de la Retrica como sinnimo de un tipo determinado de discurso ineficaz. Precisamente por la misma especializa-cin de la Retrica didctica de las escuelas en un solo tipo de figuy esquemas de diccin el que representara los extremos ms rec

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    gados y barrocos de hiprbaton, amplificado, catacresis, cadencias espectaculares de la frasis, etc., en resumen, los que caracterizaran untipo de discurso ms enftico y antinatural, la Retrica cay en descrdito estilstico con ejemplos tan recordados como el de Verlaine(Plett, 1977;9; Dubois y otros, 1970: 8). Un hablar o un estilo retricosllegaron a ser en casi todos los pases de cultura a principios de siglosinnimos de un tipo de expresin exagerada, enftica y grotesca (G.Ueding, 1976). De esta condicin indeseable del llamado estilo retricose pas inadvertidamente al descrdito generalizado e irresponsable,pero muy efectivo y duradero, de toda retrica. Ese smbolo antirret-rico caracteriza por ejemplo en Espaa la afirmacin de los escritoresdel primer novecientos, los llamados noventaiochistas, contra loshom bres de la anterior generacin , representantes de las tendencias dela prosa y la oratoria del siglo XIX. Tngase, sin embargo, en cuentaque ste era slo un modo de simplificacin. Bien puede decirse quenadie escapa a la retrica, o mejor que todo estilo tiene su retrica: elms abrupto como el ms cuidado, el ciceroniano como el tacitista osenequista, el asianista como el tico. La Retrica clsica, como suimplantacin actual, era una completa ciencia de la expresin, o mejor,si se quiere, de la expresividad (E. Black, 1965: 13-16), una verdaderaestilstica de la intenc iona lidad com unicativa verba l; en tal caso, resultaevidente que esa gran disciplina, depsito secular del saber clsicosobre el discurso, contaba con recursos y previsiones para cubrir cualquier m oda lidad del discurso posib le, ya que, en efecto, todas se dieronen el transcurso de los siglos en la comunicacin de los hombres. Sepuede decir, por tanto, que existe una retrica de la izquierda comouna de la derecha poltica, del liberalismo como del autoritarismo, unaretrica de la piedad eclesistica como de la impiedad agnstica, etc.

    Si esa teora retrica que ya fracas, en tales trminos, es la que sequiere implantar en nuestros das idnticamente como alternativa delformalismo crtico, resulta claro que la persistencia actual de las circunstancias y tendencias muy anlogas, incluso intensificadas, a lasque determinaron su inadecuacin pasada, auguran un fracaso idntico en el presente. Pero es que, adems, la naturaleza y alcance de laactual crisis crtica, o si se quiere crisis del formalismo crtico, pese aser evidente, tampoco legitimara una alternativa tan abrupta. La crisisdel formalismo es una realidad anunciada explcitamente por muchos

    de sus ms preclaros cultivadores. Yo mismo, que he contribuido asiduamente durante ms de veinte aos a la consolidacin y a la sntesisde una Potica lingstica, de base formal, estructuralista y textual, loproclamo abiertamente sin ningn gnero de dudas ni de reservas.

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    Tcitamente la evolucin, un tanto divagante, en sus ltimos librosalgunas de las figuras ms conocidas del neoformalismo estructurviene a confirmar esa misma sensacin general de rumbos divididode la hasta hace poco relativamente homognea orientacin textuaestructuralista de la crtica formal.

    Evidentemente, los errores cometidos han sido numerosos, sobrtodo en punto a los abusos sobre el texto literario y su lector legtimUna metalengua cerradamente cannica y un nfasis excesivo en prutos de formalizacin han desorientado a muchos trabajos sobre el texartstico, que han pretendido atribuirse, consciente o inconscientmente, un estatuto inadecuado de lectura crtica de la obra literariacon una metalengua y unas estrategias de representacin del textoobjeto absolutamente ajenas e incompatibles con la inabdicable concin mediadora del discurso crtico, entre el textoo el autor del teen el texto y sus lectores naturales y legtimos. El defecto no nuevo, como ya seal yo hace aos sin que hasta ahora haya vistdesvanecerse mis temores (Garca Berrio, 1977: 194-6). Creo, sin ebargo, que el problema es en el fondo una simple cuestin de pretesiones inadecuadas. Muchos de los trabajos que, por los defectos inadecuaciones antedichas, no encuentran legitimacin a sus pretesiones como ejercicios de crtica literaria son sin embargo excelentsustentos lingsticos de ejercicios crticos posibles a partir de ellos. cuanto discursos de Lingstica, o de Potica lingstica o semiolgilos complejos anlisis narratolgicos, como la mayora de mis propescritos sobre tipologa textual de la lrica clsica (Garca Berrio, 191979c, 1980, 1980a, 1981) u otros muchos semejantes pueden ser pfectamente legtimos. Sin embargo, resultara ya mucho ms discutila adecuacin de tales sistemas formalizados, igual que otros ms inquvocamente lingsticos como el de J. S. Petfi (Petfi-Garca Ber

    1979), si trataran de proponerse que no es el caso en ninguno destos ltimos ejemplos como modelos de discurso crtico; aunqocasionalmente puedan haberse fijado como texto-objeto a interpreo describir un texto literario.

    Hechas, sin embargo, las salvedades anteriores, no cabe duda tampoco de que el concepto, a nuestro juicio evidente, de crisis actual la crtica no resulta incompatible con el de satisfactorio nivel de logde la crtica formal en lo que va de siglo. Las crisis pueden ser de mvariada ndole, y la que en la actualidad alcanza a la crtica formal e

    mi juicio una crisis de superproduccin, de acumulacin de innegablesaportaciones y aciertos, cuyo nico riesgo actual es el de superar tolerable en relacin a la naturaleza de su objeto. En efecto , si el vacofundacional de la experiencia crtica en los niveles de la forma pu

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    legitimar desde principios de siglo las sucesivas levas de escuelas y analistas literarios formales, es la riqueza misma con la que se ha llenadoese vaco, frente al carcter dbil a la hora presente de otro tipo de discursos crticos en torno a la condicin esttico-social, social-lingsticae imaginaria del objeto, la que aconseja acudir a esas otras zonasde vaco. Advirtase adems que, al menos yo, no contemplo ese desplazamiento de intereses como un abandono simple con olvido de lo yaconsolidado en la experiencia de las aportaciones formalistas. Muy alcontrario, estoy persuadido de que tales experiencias servirn paraorientar el difcil acceso a las nuevas tareas, por va de proyeccin.Precisamente desde Bachtin, si no por otros testimonios que pudiesenresultar ms sospechosos, nos consta la condicin isomrfica del textoliterario en el impracticable deslinde real de la forma y el contenido,distentidos entre los tres componentes del constructo terico: de representacin, tico y esttico (Bachtin, 1978: 51-52). Por eso me pareceque abordar la elucidacin de las relativamente vrgenes y fascinantesperspectivas complementarias del objeto literario no puede hacerserazonablemente sino desde la experiencia del perfecto anlisis-interpretacin del componente formal-composicional del texto; a loque me atrevera a aadir, como sugestin verosmil, mi hiptesis deproceder segn la proyeccin de las lneas consolidadas en la experiencia formal-analtica hacia las nuevas zonas ignotas de curiosidad enla constitucin integral del texto.

    En tal situacin resulta, a mi juicio, evidente que la presunta susti-tuibilidad total del anlisis textual formal por el anlisis retrico no sepuede basar, razonablemente, en la sospecha de una crisis, que enefecto existe; pero que no se funda en la condicin insatisfactoria de laPotica formal en s misma, sino en la necesidad de corregir su desproporcion ado desajuste en relacin al objeto complejo, el texto literario como fexfo y como acon tecimiento que se ha de fijar una Potica sin adjetivos; es decir una analtica interpretativa integral del texto.En el mejor de los casos, la Retrica que se nos ofrece como recambiode la Potica formal bajo este tipo de presupuestos es simplemente larecortada hermenutica de la elocutio, despabilada cuando mucho enciertos perfiles de la dispositio slo en virtud del contagioso ejemplodel inters textual de la narratologa estructuralista y de la lingsticadel texto. Es decir, sobre poco ms o menos, la nueva parcelada disciplina, cuya necesaria sustitucin dio pie a la inauguracin de las pro

    ductivas poticas formalistas. Y no sera cuestin de recaer en la acusacin central de Bachtin de que tales poticas no alcanzan sino a laelucidacin del m aterial en la obra de arte verba l. No otra empresa, y nisiquiera seguramente tan bien como los viejos formalismos, podra lle-

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    gar a cum plir esa Retrica que no se ha replanteado en pro fund idad posibilidades de iluminacin temtico-esttica desde la inventio, y quequizs nunca lleg a explicar la actio como decisiva posibilidad deorientacin pragmtica. Una Retrica de tales alcances no se comiena reconocer sino en la etapa que llamaba antes de complementacin, ycreo que no se plenifica sino a travs del momento final, de integracin, dentro del esquema de despliegue en la relacin de la Retriccon los algoritmos ideales de anlisis-interpretacin del texto, qvengo desarrollando en este artculo.

    1.2. Descartada la conveniencia de proponer la sus titucin todel sistema de anlisis formal de textos literarios por el sistema tracional retrico, se ofrece la alternativa de tratar de com pletar recprocamente ambos sistemas. El criterio en este caso, cuya adopcin mparece prioritaria, es que en esas operaciones de colacin uno de lodos sistemas se constituye en base determinante y el otro en fuente decomplementacin (D. Breuer, 1974; 1977: 29-30). Por las razones anteap orta da s en especial por (1.1 .c), referentes al fracaso del sisteretrico tradicional ante las nuevas modalidades de discursos de voccin anticlsica, me parecera ms oportunoy creo que con ello me opongo adems al sentido ms autorizado del debate en la bibligrafa moderna (Lking, 1977: 55-59) que el corpus doctrinal dmoderna Potica lingstica se constituya en base determinante, copletndose en sus limitaciones con los amplios inventarios de categras y de estrategias hermenuticas que pone a disposicin la Retri(Spillner, 1977: 102). En ese trabajo de complementacin pueden dados supuestos fundamentales y contrarios:

    a) Situaciones puntuales de deficiencia de la Retrica.b) Situaciones puntuales de deficiencia de la Potica lingstica

    A continuacin atenderemos ms en detalle los des casos anteriores:

    a) Existen indu dablem ente aspectos en los que la Potica lingtica ha sobrepasado a la Retrica tradicional en punto a explicitudidoneidad de sus planteamientos sobre la naturaleza del texto objet

    Quiz el ms sobresaliente en este caso sea el de las reflexiones sobrla prosa de ficcin, y el esf/7o narrativo en general (Groupe \i, 1 977: 30 yss.). Si se piensa en las razones de urgencia que los formalistas rusoinvocaban para legitimar su programa crtico inconformista, se advi

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    la ausencia total de instrumentos analtico-interpretativos de la tradicin crtica, fundamentalmente nutrida en cuanto tal por la Retrica,para el anlisis de los textos narrativos. Bien entendido que aqu nosreferimos simplemente a la narratividad ms estricta, no a un vacodoctrinal retrico de categoras y principios relativos a otras modalidades de la prosa artstica. Por el contrario, las distintas organizacionesrtmicas que podran alternar en la organizacin del periodare de aclusula, o los ms amplios esquemas sobre la dispositio de los textosargumentativos, como las distintas modalidades del discurso forense,religioso (arfes concionandi), o incluso de la argumentacin epistolar(artes dictaminis) (Ba ldwin, 1928: 206-257; Murphy, 1974: 194 y ss.),junto a muchas otras precisiones concretas sobre la estructura de laprosa artstica, estaban ya perfectamente previstas en la Retrica clsica (M. C. Clarke, 1953). Precisamente esas canteras de materialesretricos sobre innumerables variantes textuales de disposicin o estructura de la causa, el sermn o la carta, constituyen a mi juicio unade las fuentes ms slidas para la Potica estructural y la Lingsticamedieval que puede ofrecer la Retrica, incluso desde la propia EdadMedia (E. Faral, 1971).

    La cuestin con la que ejemplificamos este apartado, la narrativi

    dad, induce un segundo tipo de consideraciones. El tratamiento de ianarratividad y de sus estructuras textuales, si constituyen efectivamente un vaco en la tradicin de la Retrica, no lo eran en el mismogrado dentro de la Potica tradicional. La relativa modernidad del gnero narrativo novelesco, coincidiendo en buena parte con la decadencia de la Potica y la Retrica clasicistas a partir del siglo XVII, determina seguramente el vaco analtico y preceptivo de la Potica y laRetrica (Weinberg, 1961: 954 y ss.; 1970-73; Spingarn, 1908: 116-119).Incluso hay que advertir que muchas oportunidades se haban perdidotras de un perodo de discusiones de ms de dos siglos sobre la licitudde este gnero de textos, precisamente por su condicin no reglada(B. Hataway, 1962: 87-117). Sin embargo, la narratividad, como modalidad de discurso, contaba con una predominante atencin en la Poticaclsica desde la misma obra fundacional de Aristteles, a travs de suatencin a la sucesividad de acontecimientos presentados por la tragedia. Buena prueba de ello podra ser que algunas de las ms popularizadas caracterizaciones sobre estructuras de la narracin en la Narrato-loga reciente, como las nociones de procesos de mejora y empeoramiento procesuales (Bremond, 1966), u otros an ms generales, comola estructura bsica de la distribucin actancial en el discurso general ynarrativo (Greimas, 1966, 1970, 1972), cuentan con ms que obvias correspondencias en las descripciones del funcionamiento textual de fa-

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    bula y mores, respectivamente, en la tragedia clsica (Vera Lu1977). No obstante, el problema general del papel de la Potica clen la pretensin actual de la reimplantacin de la Retrica como delo crtico merece una consideracin aparte, que abordamos en olugar de este artculo.

    b) Sin em barg o, las indudables ventajas de la Po tica actual frea la clsica en la investigacin de la dispositio narrativa, a que acabamos de referirnos en el apartado anterior, no constituyen un hedemasiado generalizable a otros tipos de textos, como los lricos pcos, o incluso frente al texto dramtico en cuanto a los datos mismde dramaticidad. Por lo dems, la superioridad de la Retrica clsicaresulta absoluta sobre la crtica moderna, incluso sin el concurso dPotica, en la previsin de las infinitas figuras y esquemas del domde la elocutio. En este cam po las corrientes estructurales neoforma litas han abandonado casi totalmente las lneas globales trazadas poranaltica de los formalistas rusos, en punto a nociones como laszam o transracionalidad, conflictos entre sintaxis lgica y rtmdinamizacin textual del elemento aislado, polisentido, etc.. Lasciones correspondientes de redes isotpicas (Greimas, 1966: 71;Rastier, 1972; Groupe n, 1977: 30-73) o de redes temticas (Petofi, 1975) constituyen slo algunas de las escasas posibilidades adecuamente desarrolladas, frente a la enorme riqueza de las posibles (Kkenberg, 1973). Quiz este vaco neoformalista lo compens adecudamente la tradicin de la Estilstica, que lleg a crear una sistembastante satisfactoria de estilemas elocutivos y dispositivos especmente poticos, pero vinculados casi exclusivamente al domsintagmtico-sentencial, es decir, ceidos al microtexto (A. Alo1969; D. Alonso, 1952). Y en ello, adems, la Estilstica espaola,

    mana y francesa era claramente continuadora de la tradicin analretrica (B. Spillner, 1974).

    En conclusin, no cabe duda de que la superioridad doctrinal de laRetrica clsica sobre la Potica formal moderna resu lta abrum adoraen datos y cuestiones puntuales y concretas. Este balance, sin embargo, no debe resultar, ni mucho menos, escandaloso para una idloga nutrida en el convencimiento de la superioridad moderna y dcondicin de progresivo perfeccionamiento del pensamiento humPrecisamente lo que caus en su momento la quiebra, y es razn esa recesin, ha sido la deliberada interrupcin del curso evolutivla ciencia crtica textual como tradicin retrica, operada desde findel pasado siglo por los diferentes formalismos. Esa ruptura, como

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    que no ha l legado en real idad a consumarse , ha dotado en verdad a lospos tu lados c r t i cos de un poder de profundidad esencial qu e les fal ta baen la aut om at iza da a nal t ica de los t ra tad os re tr ico s (D. C. Bryan t , 1967:36) , a cos ta , s in embargo , de un incues t ionable de t r imento de ca tegor as anal t icas sobre la ampls ima extensin global del texto . En frmulasint t ica se podr a decir que la Pot ica formal moderna ha incrementado, o a l menos ha revi ta l izado, las capacidades de interpretacin textual de la Re tr ica t rad ic ion a l , m erm an do qu iz , por aban don o y o lv idode mu ch os de los esqu em as categ or ia les de aqu l la , sus capa cidad esde anlisis del texto (B. L ki ng , 1977: 59).

    1.3. Ya de ca antes (1.0 ) qu e la terc era de las vas de rela ci n entrela Retrica y la Potica l ingst ica era la de integrac in interdisciplinar.Tambin adelantaba entonces las venta jas que, a mi ju ic io , ofreca es tamodal idad f rente a las dos anter iores . Tngase en cuenta , a ta l resp e c t o , que el principal trabajo de la Potica l ingst ica en los l t imosochenta aos no ha consis t ido tanto en innovar a spec tos o con ten ido sindi tos para la Retr ica t radic ional , cuanto en renovar doc t r inas amort iguadas en sus vi r tual idades anal t ico- interpreta t ivas del texto , y sobretodo en extender y adaptar tales do ctr ina s a la do ble exige nc ia de lasnuevas modal idades tex tua les , s ingula rmente de los t ex tos a r t s t i cos .Complementar iamente ese es fuerzo de adaptac in c ien t f i ca de la Pot ica se ha real izado en la voluntad de in tegrarse y asumir los desarrol los de las dems disc ipl inas prximas, s ingularmente de la Lings t ica ,en la medida adems que e l desarrol lo de la Lings t ica en esos mismos aos ha s ido e jem plar, y su l iderazgo m et od ol gic o entre las dems l lamadas ciencias humanas resul ta incuest ionable . As pues , laPot ica l ings t ica ha real izado una importante tarea para dotarse de

    contenido doctrinal autnomo respe cto de la Re tr ica . Tal for m a deproc ede r de espa ldas a l a v ie ja c ienc ia c re o q ue despus de tod o noto ta lmente ignorndola , pues que eso resu l ta s lo programt icamentepo s ib le pud o favorecer in ic ia lm ente la p ro fun did ad y a lcances de esaautonoma; s in embargo, en la cr is is actual c ient f ica de la formal iza-c i n , puede resul tar una a l ternat iva in teresante ampliar e l nmero delos obje t ivo s reales a for m aliz ar y a inte rpre tar en el te xto . En (1.2) heexaminado a lgunos aspectos de cul puede ser e l sent ido de esa ampl iac in .

    Sin embargo, hay que suponer que la re la t iva cr is is de la formal iza-cin de las c iencias humanas , que hoy se percibe en numerosos hechos y s n tomas , no debe en tenderse como fenmeno i r revers ib le ydefinit ivo. Creo, por el contrario, que se trata de una ms entre las

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    facetas de la crisis de superproduccin que afecta a la Potica lingca, de que partan las consideraciones de este artculo. Esa crisis setanto ms profunda e insuperable, cuanto la Potica lingstica se sista ms a readaptarse a sus nuevos contenidos y exigencias. Una conderacin ms completa y realista del texto le resulta hoy inabdicable.tal conceptuacin, los aspectos extensionales del texto, su dimensinpragmtico-social e individual-esttica, reclaman con toda urgencia situar el texto, y ms an el texto artstico, en el autntico alcance rrespondiente a su complejidad y realidad. Es por eso por lo que registra en estos das la apelacin a la com plem entacin retrica, o asustitucin de la Retrica, que no suponen en el fondo otra cosa quecumplimiento ms obvio e inmediato de esa exigencia de adaptacinreal a la com plejidad del texto, mucho ms amplia y general (J. Kopper-schmidt, 1977: 217).

    Pero por ms honda que sea esa crisis actual de la Potica lingtica, y por muy grandes que sean an las deficiencias y limitaciones sus objetos de estudio frente a la complejidad real objetiva del teartstico-verbal, no puede dudarse de la eficacia con que la Potiformal ha cubierto los objetivos que ha abordado, sean stos pocosmuchos, parciales o totales. La clave fundamental a mi juicio de eficacia reside en la profundizacin de la Lingstica postsaussureaen sus diferentes m odalidades es truc tura l, func ionalista, generativtextual en la naturaleza formal del lenguaje, y en su capacidad darticularlo, a diferencia de la Retrica y la Gramtica clsicas, en entendimiento general de la facultad humana de la produccipensamiento-lenguaje, con una capacidad de evidencia que, cuanmenos, se parangona con la de los mejores momentos histricos dpensamiento lgico y gramatical. En virtud de esa asociacin, la Ptica moderna ha cumplido satisfactoriamente la faceta de sus exig

    cias fundacionales de revitalizar las categoras retricas (K. Dockh1968: 63), rescatndolas de la automatizacin didctica a que las hacondenado una largusima tradicin escolar, desentendida de los apectos reales de produccin, anlisis e interpretacin, desde ellas, textos productivos de lengua.

    2.0. De lo establec ido en los pargrafos precedentes se deducque un program a de colaboracin entre Lingstica y Retrica para

    elaborar una com pleta Retrica general slo podr ser trazado despusde un minucioso exam en de la gran mayora de los textos retricosexistentes, desde su fundacin griega hasta su decadencia durante elsiglo XIX. Hay que advertir, adems, que, aunque la Retrica co

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    ciencia haya conocido momentos de auge y de decadencia, todas lasedades sin embargo han aportado a sus correspondientes textos retricos sus propias marcas caractersticas, nunca desdeables. As, si quizs los textos fundacionales griegos pueden depararnos un inters muyespecial en la cuestin capital de lmites y colaboracin entre Retricay Dialctica en el dominio de \ainventio (J.E.L Owen, ed., 1968), y eseinters desaparecera totalmente en los retricos del Clasicismo francs (Klinkenberg, 1977:80); no es menos cierto que en estos ltimos lasistematizacin y descripcin de los schemata lexeos o figuras adquiri un grado de riqueza y clarificacin que quizs nunca haba alcanzado (Genette, 1968). Sin contar con el hecho inolvidable, sobre elcual no me cansar de insistir, de que en esta cuestin como en casitodas el cotejo de las canteras de documentacin histrica, si se realiza con cultura y empeo adecuados, ofrece invariablemente mejorespautas y materiales a la reflexin contempornea que cualquier esfuerzo individual de sntesis sistemtica, que haya vuelto las espaldas ala bsqueda histrica. As, sin salir del propio tema de las relacionescon la Dialctica, aun ya en pocas de poderosa implantacin de unaRetrica fuertem ente elocutiva y literaria, como la Italia de los siglos XVy XVI (C. Vasoli, 1968), o Inglaterra entre 1500 y 1700 (W. S. Howell1956), cuidadosas revisiones de las fuentes disponibles, como las dosreferenciadas, descubren perspectivas inimaginables incluso paracuestiones palpitantes contemporneas como la lgica de la persuasin o la teora de la argumentacin.

    Pero esa tarea de revisin histrica, que adems, para no ser puramente intil y monumentalista, ha de incidir sobre un suelo adecuadamente nutrido en las disciplinas actuales Lingstica, Lgica, Semiologa, Psicologa, etc.. no es fcil ni cmoda, aunque pueda serapasionante. De hecho no conozco ni una sola iniciativa, individual o

    de un equipo, que la haya realizado. Sin embargo, las dificultades nodeben oscurecer la urgencia e insustituibilidad del esfuerzo. Permtaseme, una vez ms, recurrir al autor ms meritorio para ejemplificar undefecto, el Handbuch der literarischen Rhetorik de Lausberg apenas sidedica unas cuantas pginas especficamente tales al tratado de dis-positio (Lausberg, 1960: 443-452). Por ese procedimiento, adems,Lausberg incomunica privilegiadamente su magno esfuerzo con una delas preocupaciones bsicas de la Filologa moderna, la nocin de estructura del texto, clsica desde la Narratologa a la actual Psicologa

    cognitiva, pasando por la Lingstica del Texto. sta es, a no dudarlo,una de las lagunas de ms urgente remedio en un proyecto de Retricageneral. Esa importante limitacin del Handbuch se debe fundamentalmente, no al efecto de ningn tipo de prejuicios o partido previo por

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    parte del autor, sino a la peculiaridad de la muestra parcial de fuenteclsicas por l seleccionadas. La dispositio estructura l del texto serefugi fundamentalmente desde el Medievo en un tipo de tratado

    retricos especiales, las artes concionandi y las arfes dictaminis, queLausberg no tuvo en cuenta. Evidentemente el gran investigador almn pagaba tributo as al prejuicio de mayor circulacin, identificanRetrica literaria exclusivamente con Retrica de las figuras, a diferecia de lo que ha sido el inters de la crtica literaria moderna, fundmentalmente estructural-textualista.

    2.1. En defecto de esa inves tigacin h istrica exhaustiva, puede

    fijarse no obstante, incluso como programa previo de Retrica general,un balance provisional de problemas desde la con ciencia actual de laconvergencia entre Retrica y Lingstica. Tal balance afectara, en mopinin, a las siguientes cuestiones capitales dentro de la inventio:

    a) Redistribucin de los conceptos de contenido y forma (res-verba)entre las tres operaciones retricas bsicas de inventio, dispos itioy elocutio. Com o es bien sabido la identificac in de res con inventio yde verba con elocutio, sin sealar estatuto preciso para la dispositio,fue casi permanente en el entendimiento clsico de las disciplinas ddiscurso . La responsab ilidad de esta disfun cin es mxim a en la fisnoma interna de ciencias como la gramtica clsica, cada vez menosemntica y textual, y ms morfolgico-sntagmtica, o como la misRetrica, progresivamente alejada de los problemas dialcticodispositivos, y ms concentrada en los elocutivos. No creo exageradatribuir a este defecto de ptica cientfica sobre la naturaleza del lenguaje quizs el primer lugar en la responsabilidad de los desvariosconceptuales, tanto de la Retrica como de la Lingstica y la Potica, en general de todas las disciplinas histricas que se ocupan del discurso. Para subsanarlo considero capital, junto a la investigacin pramente retrica en sus puentes de inventio dialctica y de dispositiotextual, profundizar en la investigacin actual en el mbito de lmacroestructura (Pe tofi, 1975a; van Dijk, 1977), bajo cualquiera de suvertientes, desde las semiolgico-narratolgicas o argumentativa(Greimas (ed.), 1972) a las psicolgico-cognitivas (van Dijk-Kint1977; van Dijk (ed.), 1982).

    1 Obsrvese la perpe tuacin del defecto en Lausberg, la identifica cin defectuosa encuentra en 255; 444-445 y 454.

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    Desde el punto de vista histrico-retrico, quizs una de las cuestiones ms ilustrativas entre las que se refieren a este tipo de problemas sea la de la confusin histrica, estudiada por m en reiteradasocasiones, entre un trmino correspondiente a la inventio retrica,uvnri, como dicho breve de alcance universal cognitivo, y el correspondiente potico, Sivoia, definido por el propio Aristteles en trminos de semitica connotativa (Garca Berrio, 1979c: 34-35) como elsignificado de la Xs^u;, y significante con ella del significado sucesivo(mores/caracteres y personajes) dentro de la estructura general de laaccin ficticia \ivQoc , (fbula) que constituye el texto trgico. En la comn traduccin latina de ambos trminos en uno solo, sententia, seconfundieron definitivamente no ya dos conceptos en realidad distintoscorrespondientes a dos tipos de textos diferentes (discurso-retrico vs.tragedia-potica), sino sobre todo un concepto, el retrico, de alcancems bien sintagmtico-elocutivo (yv>|j.r|), c o n otro, el potico (Sivoia),de ndole ms predominantemente textual-inventiva (Garca Berrio,1980b: 3-6). Hechos como este prueban: 1) la sucesiva degradacin dela dimensin textual en el pensam iento gram atical frente a su altamen teestabilizada responsabilidad en la Potica y la Retrica clsicas; 2)correlativamente, el debilitamiento de la dispositio y de la Potica acosta de la elocutio y la Retrica. Por lo dems, el sintom tico e jemplo que he seleccionado no es ni mucho menos irrelevante. La transcendencia histrico-literaria y conceptual-lingstica de este fenmenofue decisiva para la implantacin secentista del concert barroco,con el correspondiente desplazamiento de la teora de la metforasustancialmente alojada en la Potica desde Aristteles al mbitodefinitivo de los schemata retricos, con que se consagrara desdelas retricas del Barroco europeo de Gracin y Tesauro (Mazzeo, 1933;W oods, 1968; F. Mon ge , 1966; Garca B errio, 1 968; A. Co llard, 1967; K. PLange, 1968) hasta los canonizadores de la elocuencia del Clasicismofrancs como Du Marsais.

    b) Adecuada articulacin de la sucesividad terica en las partes deldiscurso retrico a la simultaneidad de las operaciones de enunciacinverbal. Muy prxima a la inadecuacin antes expuesta en a), y node ms leves consecuencias, fue la simplificacin hab itual en los tratados de Retrica de las cinco partes del discurso inventio, dispositio,elocutio, memoria y actio como imagen gene ral de la productividad

    del acto lingstico. En esa confu sin, la idea de la sucesividad (Laus-berg, 1960: 255) de las partes vena sugerida desde el De Oratore deCicern (1 . 3 1 , 142) en uno de los propios ejemplos seleccionadospor Lausberg mediante partculas subordinativo-sucesivas tan expl-

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    citas como: primum quid diceret, deinde inventa non solum sed etiammomento.. . tum ea denique vestir... ora tione,pos t memoria saepire, adextremum agere. La gene ralizacin de esta enumeracin de partesconfunda y simplificaba:

    1) La doble perspectiva onom asiolgica/sem asiolgica del discurso, situndola desde entonces preferencialmente en la perspectivexclusiva de la produccin; contra el hbito tradicional de la propRetrica que haba tributado su atencin paritariamente a la produccin y a la recep cin , a travs de su atenc in a los efectos persuasivosdel discurso (delectare, docere, mover) en cualquiera de los fres gneros bsicos. Recurdense al respecto la existencia de dobletes catego-riales en la Retrica antigua tan significativos como inventiolintelligiopara representar la doble perspectiva, creativa receptiva, de una mismaactividad de hallazgo conce ptual.

    2) La existencia de un verdadero plan real de produccin-recepcin del discurso, basado en un orden no lineal-sucesivo-terminal-fijado (Petfi, 1973: 221) sino en el pr inc ipio de la simultaneidad de operaciones, y de la ordenacin mediante un sistema de transformaciones macro y microcomponenciales (van Dijk, 1972: 139-56),operante como un bloque de informacin sob re la base textu al (Petfi,1975: 8-15; Albaladejo Mayordomo-Garca Berrio, 1982: 234).

    3) El orden ret rico , tan to desde la expe riencia de la prop iconciencia lingstica y de la elemental competencia, se revela comcontradictorio, ya que busca afirmarse com o orden planificado del discurso, siendo en realidad una arbitraria desordenacin del plan textual

    Dado el grado actual generalizado de conocimientos lingsticos, nme parece necesario ins istir en, la realidad y consecuencias histricas doctrinales precipitadas por un orden de com partimentacin cerradacomo el impuesto por el estereotipo de la produccin retrica (Spilln1977: 100-104). Creo mucho ms necesario e ilustrativo, por el contrrio, extenderme a explicar la gnesis histrica de esa generalizada deformacin. Quizs as, una vez provista esa aclaracin, ser perfectamente deslindable el momento en que se pas histricamente de un convencionalismo doctrinal inocente a una deformacinerrnea de la realidad, con efectos profundos y muy duraderos. Lageneralizacin de la sucesividad puramente expositiva de las partes ddiscurso a categora general de explicacin se produce con el olvidode las reglas del arte. Tngase en cuenta que las arfes gramaticales,retricas, potica s eran una moda lidad muy especfica de discurso. Apor ejem plo, todo s los expositores mo dernos de la Epstola ad Pisonesde Horario (O. Brink, 1961; K. Becker, 1963; A. Garca Berrio, 1977han tenido que partir de la regla de gnero de ese tipo de epstolas

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    literarias, que impona un determinado modelo de estructura dialogal,desde el cual las reinsistencias doctrinales eran un tipo de imposicindecoroso-verosmil en la argumentacin perfectamente fijada entre lasreglas del gnero. El redescubrimiento de las condiciones argumenta-tivo-estilsticas de este tipo de tratados alejandrinos y romanos ha permitido valorar en trminos de redundancia metaterica y no de simplesdefectos de exposicin las digresiones y circularidades del discursohoraciano.

    Anlogamente debe tenerse en cuenta para la comprensin de laexposicin sucesiva de las partes del discurso en Cicern o Quintilianoel inolvidable carcter de arte o r%vr\ de tales tratados. El convencionalismo didctico-expositivo vena impuesto por la finalidad d idctica ypreceptiva con que se compona y lea este gnero de discursos. Yomismo he sealado la incidencia hoy difcilmente concebible, de muyserios propsitos didcticos, individuales y sociales, en el Ars Poticade Horario (Garca Berrio, 1977-80, I: 217-221), que parecen contrastary aun rebajar la autoestimacin del mismo gran poeta latino por smismo y por el significado genial de sus capacidades creativas. Laperfecta circulacin contempornea del convencionalismo didcticodel tipo de tratados que impuso la enumeracin sucesiva de partes del

    discurso nos permite conjeturar analgicamente que el estilo de erroresa que aqulla indujo fue posterior al momento de su difusin contempornea. Y por tanto debe conceptuarse como uno ms de los casos deperturbaciones o ruidos tcnico-ideolgicos en la transmisin cultural delas disciplinas del discu rso. La con ciencia de x/vr] especializada dis tanciaba la exposicin preceptiva de los mom entos en la elaboracin calculada de una pieza de argumentacin forense, de la descripcin decualquier acto comunicativo de habla, siempre relativamente improvisado por mayor que sea su complejidad. El estado doctrinal previo a

    esa etapa didctico-especializada de la Retrica como tratadstica de laelocuencia convencional no nos es hoy bien conocido; ni siquiera tenemos constancia de la existencia como tal ciencia de lainterpretacin/anlisis/formacin de cualquier tipo de discursos. En Cicern y Quintiliano, proveedores de materiales para la mayora de lassntesis modernas de Retrica, sta era ya claramente una tratadsticaespecializada de la formacin civil y forense, y slo secundariamente una ciencia del discurso oral en general. Lo que histricamentesucedi fue que la ms marcada decadencia o inmadurez relativade las otras ciencias del discurso respecto de la Retrica llev asta a representar un tipo de responsabilidades en la organizacinmedieval del trivium inadecuadas en puntos como el que nosocupa.

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    No obstante, y decididamente corregidos los dos tipos de desajusteque he sealado, la enumeracin y descripcin de partes del discurspopularizada por la Retrica puede ofrecer, y de hecho ha ofreciduna pauta segura y relativamente exhaustiva para la concepcin de lomecanismos de produccin del texto (D. Breuer, 1974; especialmen1977: 32). En este caso, no ya slo los desarrollos y aportaciones de lLingstica del Texto europea, antes sealados, o del estructuralismsemiolgico francs; sino las propias aportaciones del generativismchomskyano pueden establecer una corroboracin y perfeccionamiento culminativo a los datos tradicionales de la Retrica. Cualquique sea el grado de concrecin y realidad lingstica de conceptoproductivos como los de estructura profunda, jerarqua de transformciones, transformaciones sintctico-semnticas, insercin lxica, tranformacin generalizada, optativa y obligatoria, etc., no cabe duda qperfeccionan, como quiz ningunas otras doctrinas gramaticales hasel presente, el alcance real y el orden de produccin de los componetes del viejo paradigma retrico (Spillner, 1977: 104).

    c) En el prob lema precedente es quiz la modernidad c ientfica que alcanza el primado e iniciativa frente a la Retrica tradicional envolumen e inters de las aportaciones respectivas. Pero en otros muchos rdenes de la colaboracin, la situacin dista notablemente de hber llegado a ese mismo grado razonable de perfeccionamiento actude las enseanzas tradicionales. Uno de los casos ms importantes llamativos lo ofrecen las tipologas retricas y en muchos casos laspoticas de modalidades de discurso. Dentro del dominio retrico deinventio, la misma categora inicia l de los tres gneros: judicial, deliberativo y dem ostrativo, supone una taxonom a precisamente establecida sobre criterios y lmites perfectamente englobados en una visi

    exhaustiva de las posibilidades del discurso, donde entran las variablfundamentales del inters del emisor, el tipo de receptor, la finalidadconseguir, la naturaleza del mensaje y sus posibilidades de ubicacirespecto del presente del acto de habla, etc.. (Lausberg, 1960: 59-6Frente a una taxonoma dialcticamente tan bien entablada, las tipolgas modernas, aun las ms esforzadas, pueden incluso parecer relativamente desorganizadas e incompletas (Glich-Raible, 1972). De hecson incontrovertibles las desigualdades actualmente existentes quarrojan tipos de discurso perfectamente descritos como el narrativ

    frente a otros relativamente inditos desde el punto de vista lingstiEl conocimiento de tipos de discurso como la descripcin y la argumentacin (A. Naes, 1975; L. K. Jones, 1977), por no hablar del tovaco taxonmico en que cristaliza el inters moderno por el gne

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    clsico de expresin sintomtica-intimista y subjetiva conocida tradi-cionalmente como lrica, no resulta doctrinalmente proporcionado, enmodo alguno, a la decisiva importancia de tales nociones en una descripcin lingstica.

    Histricamente adems la perspectiva de modalidad expresivaadoptada tradicionalmente por la Retrica para sus taxonomas textuales ha evidenciado una capacidad predictiva incomparable respec to alnivel de exhaustividad de cualesquiera otros principios. El caso tipolgico de mayor complejidad y transcendencia conocidas entre los tipostextuales de modelos de discurso, que es el de los gneros literarios,puede ilustrar perfectamente esta aseveracin. Por ceirme slo alcaso de los gneros mayores, es bien conocido el carcter tardo de laconciencia dialctica de un tercer gnero, la lrica, frente a los otrosdos, pico y dramtico. Igualmente notorio es que la nocin, existenteya en Grecia, careca del relieve taxonmico dialctico que alcanzdesde el tardo Cinquecento italiano, sobre todo a partir de L'Arte potica de Sebastiano Minturno (Garca Berrio, 1973a: 152-153; 1975: 369-378). Por ms que la existencia histrica de tipos textuales globalmentecaracterizables como poesa ditirmbica estaba ya bien afirmada en laliteratura de Roma, y sobre todo la realidad temtico-estrfica de los

    varios gneros como can cin, sone to, madriga l, etc., resultaba una evidencia total para artistas, lectores e incluso tratadistas de estos gneros tem tico-estrficos concretos (W einberg, 1 961 , 1970-73). Por sialgo faltara, desde el propio Dante, estaba ya definitivamente sancionada la peculiaridad estructural de gneros como el soneto, incuestionablemente legitimados frente a las objeciones tradicionales basadasen su presunta carencia de imitacin. Recordemos cmo en el Devulgari eloquentia (II, VIII, 8) se sealaba el concetto como la fbula del soneto.

    Todo ello, no obstante, no era suficiente para instaurar la definitivaconciencia dialctica de los tres grandes gneros mayores. La grannovedad de Minturno consisti p recisamente en darse cuenta de que delcampo cubierto para la modalidad exegemtica de expresin, es decir,aquella en la que el emisor habla por s mismo o lo que es lomismo, cuando el sujeto de la enunciacin coincide con el sujeto delenunciado, no corresponda con ninguno de los otros dos gneroscannicos, el teatral trgico y cmico correspondiente con el dramtico, con sujeto de la enunciacin distinto del sujeto del enunciado,y el mixto propio de la epopeya , que es aquel en que el poeta hablaunas veces por s mismo y otras introduce alguien a hablar. Slo apartir del auxilio de la triparticin retrica de los genera dicendi seculmin un proceso consciente de taxonoma histrica de los gneros

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    literarios (B. Lking, 1977: 51), pese a las indudables evidencias ofdas por la realidad histrica de la creacin artstica.

    El valor orientativo para la tipologizacin de clases textuales decae al afrontar las taxonomas retricas ms profundas y ramificadAs por ejemplo los tipos de quaestio simplex, coniuncta y comparativa, o la divisin de las mismas en finita o real e infinita o filosfica crean evidentes posibilidades de profundizacin de modalidadde organizacin textual hasta ahora nunca tenidas en cuenta en ltrabajos de clasificacin de discursos, que indirectamente contribuyeprofundiza r la ciencia m isma del tex to. Otras pautas de pos itivo valobien quiz para supuestos de organizacin textual mucho ms circutanciados y concretos, las ofrecen los tipos de confesin o respues ta,simple (feci), o compuesta o vestida (feci sed aliud/feci sed iurebien los status, que etimolgicamente significaban la postura inicialadoptada en la argumentacin: de coniectura o comprobacin de loshechos, de definitio o calificacin exacta de la figura jurdica, de quali-tas o calificacin en trminos de legalidad/no legalidad, o de translatio,por impugnacin de la legalidad.

    d) Si la inventio quedaba con figurada en la Retrica clsica a la

    vez como un instrumento dialctico de descub rir las circunstanciasinherentes a la cuestin o tema deba tido, segn el con ocido cuestionrio bsico de interrogacin, y slo secundariamente como un inventario de conoc imientos y hecho s pertinentes al saber del retor, fue laaplicacin potica de la inventio retrica, o al menos su apartadocorrespondiente, lo que fij un cierto tipo restringido de tematismo,apto o decoroso, en correspon dencia y aprop iacin a la verosimilitudel tipo de lenguaje correspondiente a los personajes. La incidenhistrica de esta modalidad de reglas y restricciones de base retrica econstitucin arquetipica y tpica de los textos ha tenido consecuenciasde la mayor importancia, destacadas, en contraste, en raras ocasionpor la Lingstica y la Potica modernas. Adems, como sealaremsucesivamente, en el establecimiento de una tpica del discurso moderno, equivalente a la tpica restrictiva de la inventio retrica del discurso clsico, radicara quiz una importante tarea todava indita dPsico- y Sociolingstica, as como del Psicoanlisis lingstico y deAntropologa social. Y si este programa lo planteo con las obligarestricciones de prudencia, en campos que me son mucho ms famires como el de la Potica y la Literatura, no veo inconveniente considerar dicha tarea entre las de mayor importancia que esperaabsolutamente vrgenes an, a una Teora literaria del discurso artstmoderno.

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    En es te sen t ido e l d i fundido y acer tado concep to de obra abierta (U.Eco , 1962) ha ven ido aso c iado co n de te rm inad as aseverac iones deBar thes , igua lmente b r i l l an tes y p roduc t ivas , sobre l a po l i semia cons t itu t iva de l d i sc urs o an t ic ls ico (B ar thes , 1972: 41-44) a l p la n te am ien toquiz exces ivamente aven turado de una c ie r ta antirretrica. Co m o esbien sabido, por lo dems, n i Bar thes , n i sobre todo Eco, enfat izarontan to l a condic in ab ie r ta de l d i scurso moderno en e l p lano de l a inven-to t emt ica , como de la dispositio es t ru ctu ra l . Sin entrar po r aho ra enla d iscusin en los propios trminos exactos de Eco o Bar thes , la expans in de l a h ip tes i s an t i r re t r ica , po l i smica o ab ie r ta a l domin io dela invent io temt ica no deja de ser, a mi ju ic io , una pura hiptes is odesider tum con escaso sus tento en e l anl is is de la rea l idad. Lacreencia ms extendida de la d ispers in temt ica a l inf in i to de la poet i -c idad , l i terar idad o es te t ic idad l lamadas modernas no deja de seruna pura sospecha sus ten tada ms en la impres in prec ip i tada por l asapar ienc ias que en n ingn modo de e fec t ivo recuen to , o an l i s i s t axonmico , i r reduc t ib le a es t rechas reg las bs icas de p roducc in . S i mispropias t ipologas temt icas sobre la l r ica c ls ica europea han l legadoa p roba r f ehac i en t emen te la condicin altamente econm ica de l inventa r io de un idades y s i tuac iones de base en gneros t emt icos de apar ienc ias t an m l t ip les co m o e l am oro so cor ts c o n po co ms det re in ta invar ian tes t emt icos de base (Garc a Ber r io , 1979c), e lsa t r i co-bur lesco , o inc luso e l conmemora t ivo , no a l imento demas iadas dud as sob re qu e , ade cuad am en te e s tud i ados y t i po log i za dos , l osind iscu t ib les es fuerzos de l a r t i s t a moderno para es tab lecer un inven tar io de t em as no con ven c ion a l izad os a r ro ja r an tam bin a lgu nos pr inc ip ios de economa es t t i co-comunica t iva que con t r ibu i r an a cer ra rinca lcu lab lemente los inven ta r ios de apar ienc ias in f in i tamente var ias .

    Pos ib lemente en los t ex tos ms hermt icos e i r rac iona les p roduc i

    dos por l a poes a moderna desde e l fu tu r i smo y e l su r rea l i smo, comoen las var iedades temt icas y es t ructura les de la prosa o la p ls t icamoderna , no haya t r iunfado tan to , pese a l as apar ienc ias ms inmediatas , una retrica infinita de la apertura t ex tu a l t em t ica y es t ru c tura l ,cuan to una anti-retractatio frustrada po r la na tura leza de la co sa. Quizen e l a r te moderno haya imperado ms la negatividad qu e la productividad e fect iva f re nte a l ar te c ls ico, ms la oposicin qu e la alternativa.Pero la negacin de una re tr ica funda slo una retrica del contrario,s in dar or igen a una nueva re tr ica ni garant izar e l abandono def ini t ivo

    de cua lqu ie r o t ra . Quiz p ro longando s implemente ms a l l de lpun to de conve rgenc i a c l s i co la afirmacin estructural c o m o u n i d a dde in tenc in cons t ruc t iva de l t ex to encont ra r amos de l ineada la reg lade la d ivergenc ia es t ruc tura l , ab ie r ta , de l a r te moderno , con o t ra cono-

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    cida y feliz categora crtica reciente, la interpretacin (S. So ntag, 1969)sigue siendo fatalmente inseparable de cualquier entidad artstica mderna, constitutiva de texto y por tanto de afirmacin y de sentid

    Obviamente la afirmacin de una retrica sobre los topoi modernosdistinta de la clsica, pero anlogamente finita y econm ica, es unaaventurada hiptesis; pero la existencia de lneas de continuidad mque evidentes en las modalidades de produccin textual, comunicatiy artstica, que caracterizan globalmente los espacios culturales concidos como clsico y moderno o ms exactamente anticlsicopermite conjeturar con razonable justicia la licitud y productividadtal hiptesis. En cualquier caso, el establecimiento de una nueva inven-to para el tipo de discurso moderno, que corrobore y tipifique la finde sus lneas de convergen cia en nuestra hiptes is, o que ilustre incotrovertiblemente sobre el paralelismo infinito de las divergencias ycondicin no recursiva, constituye incuestionablemente una de las reas ms urgentes de la nueva Retrica, constituida as, tambin por ambicin y representatividad de sus objetos de anlisis (Lachman1977: 169), en autntica Retrica general.

    2.2. Quiz el grado de mayor atractivo en las expectativas de actualizacin cientfica de la Retrica lo ofrece la posible reinstauracde esta disciplina como tcnica de la persuasin. En este pun to co inciden muchas instancias de origen diferente. Inicalmente ha liberaesta tendencia, quiz por la agudeza y la agresividad de su presentacin una teora de la com unicac in ideolgicamen te orientada , comoque preconiza Josef Kopperschmidt (1976: 83-84), que aspira a reiplantar una autntica Retrica y no un mero dispositivo tecnogico, falseado en su especializacn literaria com o gramtica de discurso razonable, a travs de un acto comunicativo que rompe etratgicamente la discusin hasta la culm inaci n del consenso entrelos protagonistas del acto comunicativo. Sin embargo, no son en fondo tan distintos como incluso el propio Kopperschmidt los afirpersuadido desde la urgencia de una ortodoxa teora de la comuniccin retrica, los intentos de todo un gran sector de la Retrica procedencia y lmites filolgicos, lingsticos y terico-literaros, silarmente la obra ejemplar y modlica de Paolo Valesio (1980). BeSpillner, por ejemplo, aun confesando en 1977, en su contribucin aimportante miscelnea editada por Plett, que los aspectos que l llamcientficos de la Retrica, es decir, los que la orientan hacia uteora de la produccin y el anlisis textual, primaban por entonces el panorama de la readaptacin de la nueva Retrica sobre los estri

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    tamente ideolgico-prcticos (Spillner, 1977: 97), vena a reconocer enltimo trmino la prctica coincidencia de esos dos tipos de intereses.Spillner explicaba el auge neorretrico como una simple consecuenciade la ampliacin interna de la Lingstica contempornea, una vez desarraigado el modelo lingstico reducido, que funcion en los aosprecedentes entre el estructuralismo y el generativismo (Spillner, 1977:99). Como el lingista alemn, el gran fillogo italiano Luigi Heilmannpona el nfasis en la coincidencia entre el desarrollo de la nueva Retrica y disciplinas como la Pragmtica lingstica, la Socio- y Psicolin-gstica, las Gramticas textuales y el sector de los actos lingsticosde la teora de la com unica cin (Heilmann , 1978; Leoni - Pigliasco,1979).

    Personalmente considero muy positiva la existencia en el fondo deeste acuerdo de intereses interdisciplinarios. Al mismo tiempo, me parecen desaconsejables todos los excesos polmicos contra posturas yopiniones ajenas, o sobre todo de otros sectores cien tficos. Si es c iertoque los lgicos tienen toda razn para entusiasmarse con los resultados futuros de la investigacin de lmites y contigidades entre la in-ventio retrica y la Dialctica, y que ese mismo derecho al entusiasmo puede asistir con justicia a los cultivadores de la teora de la

    comunicacin, no es menos verdadero que la Retrica lingstica y laliteraria han sido durante siglos, gracias a su propio desarrollo aunhipe rtrfico las nicas que han mantenido el recuerdo de un sector delos logros retricos (R. Barilli, 1979). En tal sentido se expresa y sefalsea pura y simplemente, cada vez que se renuevany en los ltimostiempos ha sucedido con frecuencia excesiva las acusaciones deborrado de sectores y de doctrinas retricas atribuidas en exclusiva auna suerte de imperialismo de lingistas y poetlogos, que ya se manifestara en la edad greco-latina. Como si a los propios responsables,

    antiguos y modernos, del cultivo de la Dialctica o de la Lgica, no lescupiera mayor responsabilidad en esos olvidos y abandonos. No dudo,por tanto, en modo alguno de la urgencia e importancia de replantear,desde los datos ofrecidos por los retricos y dialcticos de todos lostiempos y las enriquecedoras perspectivas ms actuales de cienciascomo la Lgica o la Teora de la Comunicacin, una renovacin y reactualizacin con base retrica de la teora de la argumentacin y de lapersuasin. Pero es obligado reconocer que esa iniciativa est an, porlo menos, tan sucintamente abocetada y remotamente descrita en las

    ms avanzadas y agresivas propuestas de los tericos de la comunicacin (Mosconi y otros, 1981), como en las ms tmidas y conservadorasformulaciones de lingistas y poetlogos (Varios, 1976). En tal sentido,quiz siga siendo exacto reconocer con E. Black hace ya casi veinte

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    aos que, pese a su indiscutible inters, los mtodos neorretricos todos sus aspectos y perspectivas distan mucho de hallarse an epunto de densidad y variedad realmente reconocible (Black, 1965: 18).Ms til, pues, que disolver el propio esfuerzo en acusaciones estriles es, a mi juicio, reconducir, cada uno segn sus respectivos inteses y tareas, ese comn acuerdo que propende a asentar slidamentla Retrica como teora y prctica de la persuasin. nicamente amerced a la recuperacin del carcter abierto y popular que osttaba en sus versiones clsicas, se disiparn definitivamente las preveciones modernas contra el caparazn de formalismo tecnolgicoaristocratizante, dentro del cual la Retrica aparece inmovilizada gn muchos autores desde el Humanismo renacentista (L Borscheuer, 1977: 204-208). No se olvide, sin em bargo, la persistente excitud de la antigua Retrica a este respecto. El concepto central ddocere retrico traduce simplemente una de las frmulas prcticas que cristaliza el proceso de persuasin, endulzado por el delectare yordenado al mover. Quiz sea oportuno destacar, en este punto quese repite tantas veces automticamente, cmo fue el ideal de persusin retrica el que invadi durante siglos el apartado correspondiea la Potica. La Retrica supona en cualquier hiptesis una cienciactividad ms incuestionablemente prctica y utilitaria en sus fines la Potica. Sin embargo, ya la Potica de Aristteles ofrece puntosmucho ms fcilmente integrables como de hecho as ocurriun ideal de didactismo-social vinculado sobre todo a los espectcudramticos, que aquellas otras aseveraciones, menos manejadas, quhablan del placer artstico. Tngase presente, en cualquier caso, icluso la condicin intelectualizada-reflexiva de ese nico tipo de plaludido por Aristteles, quien al vincular el deleite como connatural

    mimesis, no haca otra cosa que aludir a un proceso artificioso dreconocimiento de la realidad , a travs del trm ite de la con fecc in dun verdadero modelo mimtico de los objetos y acontec imien tos reales,que es la reproduccin artstica (C. Segre, 1978: 179-185). A su Horacio retorizara definitivamente esta estrecha alternativa a las finalidad del arte, a travs de su famosa frmula versificada: aut pdesse volunt aut delectare poetae, / aut simul....

    Sin embargo, la tradicin ms propia y genuinamente potica deAntigedad exceda bastante, en el dominio de la conciencia de cr

    dores y preceptistas literarios, esta estrechez de miras relativa a lefectos y finalidades de la literatura, y singularmente de la poesBaste recordar, junto al caso del platonismo que fue sin embargo mtempranamente captado por el patrn oficialista aristotlico, el rel

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    vismo escptico de los sofistas, cuya influencia o coincidencia en amplios sectores y actitudes de la prctica artstica debi de ser muyimportante. Semejantemente, la obligada y documentada incidenciasobre las ideas de poetas y preceptistas en estos temas cruciales de lasdifundidas escuelas morales grecorromanas, singularmente los epicreos y estoicos. Autores modernos como Jensen y Rostagni hanreexhumado documentos inestimables en tal sentido, como son lasideas estticas de Filodemo de Gdara (Jensen, 1923; A. Rostagni,1930: 94-112; Garca Berrio, 1977-80; I: 367-369), destacando su difusin e influencia en los medios artsticos y sociales de la Roma imperial. Singularmente un tratado como el De Sublime del Seudo-Longinomanifiesta, rotundamente, toda una actitud alternativa en el pensamiento sobre la esencia y finalidad del arte, que hoy podramos denominar esttico-hedonista, frente al didactism o moral de la ortodoxiaretrico-aristotlica, acuada bajo formas definitivas por Horacio yQuintiliano y radicalizada y preservada en el tiempo a travs de la autoridad moral de la Iglesia Catlica (Garca Berrio, 1981a). La presencia,por tanto, de los ideales retricos, gobernando el destino y la finalidaddel discurso literario fue, hasta tiempos relativamente recientes, un hecho casi sin excepciones, por lo que a la reflexin terica sobre eldiscurso artstico se refiere. Cosa distinta en muchos casos, pero no entodos ni siquiera en la mayora, es lo que se tradujo a la realidad de laprctica artstica. Los ms geniales creadores supieron siempre independizarse, con concesiones nunca pequeas despus de todo, a lasideas tericas oficiales; descubriendo intuitivamente y en el ejemplo desus antecedentes y modelos la va de una actuacin y persuasin potica autnomas de los ideales de estricto didactismo civil y democrtico difundidos como finalidad central desde la Retrica. Podemos decir, en sntesis, que si a efectos del recorte de su contenido a elocutio

    se ha hablado de un proceso de poderosa poetizacin de la Retrica, latendencia inversa de retorizacin de la Potica y de la Literatura es unarealidad de alcance indiscutible, a la luz de fenmenos como el queacabamos de sealar, que podramos fcilmente extender a otros muchos dominios doctrinales, como de hecho indirectamente se deja veren numerosos lugares de este trabajo.

    La presencia y alcance de los ideales retricos del discurso, comoproceso de persuasin orientado a la accin moral, individual o colectiva, en que se cruza, como acabamos de sealar, uno de los grandescentros de gravedad de la Retrica tradicional con una tendencia muymayoritaria y ramificada de los intereses de la actual Neorretrica (P.Valesio, 1980), nos proponemos descomponerlo para su anlisis eneste trabajo dentro de dos apartados distintos: la reflexin sobre el

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    carcter ejemplar al respecto de las doctrinas antiguas, en primer gar; y, en segundo trmino, la traduccin del principio general depersuasin a trminos bien cono cidos , pero desde perspectivas de en

    juiciamiento distintas, del discurso general y literario moderno.a) Pro pongo, en primer lugar, que lo que subyace a la enum er

    cin tradicional de los fines de la actividad retrico-potica: enseanzao provecho como fin ltimo, deleite com o vehculo o fin instrum enta l, yconmocin y accin com o traducc in final pragmtica de los otros dofines, sea interpretado para su adecuada co mp rensin actual, no amoguada por el hbito, como un proceso consciente, cuidadosam entegraduado de intercambio de valores entre el emisor del discu rso r -tor, poeta o persona en actitud general de persuadir y el receptdel mismo, que puede ser el juez o jueces de la causa, un auditorio, jurado, un colectivo de potenciales compradores o votantes, el pbde un teatro, el lector individual de una novela o poema equipado sus propios valores y creencias en convivencia o en contraste con losvalores objeto de la transmisin persuasiva, etc.. Resulta til fijarvoz y concepto de valor como trmino inicial de la persuasin adscritoal emisor; especializando un concepto y denominacin distinta, estimacin, com o resu ltado de la aceptac in o rechazo por parte del receptor individual o colectivo de los valores objeto de la propuesta y laargumentacin retrico-persuasiva.

    Esta visin en trminos valorativos de la eficacia actuativa deliteratura conectara con tradiciones muy remotas de interpretacmoral de la funcin literaria y, en general, artstica; si bien, por otraparte, produce una de las ms profundas y matizadas formulaciones dsociologismo literario, cuales son las doctrinas de Bachtin sobrepolifona social perceptible en la novela (M. Bachtin, 1970a). El

    sis de Bachtin, sin embargo, se concentr casi exclusivamente soblos aspectos de representacin de la variedad socia l en la plura lidad deregistros expresivos albergados irnicamente en la gran novela bguesa moderna desde Cervantes a Dostoyevsky (Bachtin, 1978: 1151), traduciendo as su conciencia lingstica de la entelequia sistemtica de la langue como constructo puramente especulativo, frentla nica realidad concreta de la parole actuacin (Bacht1977). En tal sentido conviene no extralimitar el alcance de exprenes clave en las ideas literarias de Bachtin, ponindolas al servicio

    interpretaciones ms o menos ad hoc y ocasionales fcilmente rconducibles a nuestros propsitos. Tal sera, sobre todo, la aproximcin del que Bachtin denomina factor tico como tercer componentejunto al representativo y el esttico de una potica social-estt

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  • 8/10/2019 Retrica General - Garca Berrio, A. (1984)

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    y no estrictamente material al modo de la practicada en su opinin porlos formalistas rusos (Bachtin, 1978: 51-52). Advirtase bien, no obstante, la absoluta desvinculacin, salvadas las ms superficiales apariencias, de ese factor tico con ninguna reflexin retrica vinculablea la dimensin de convencimiento moral del lector, intercambio desentimientos entre emisor y receptor a travs del texto, o sencillamenteargumentacin persuasiva ejercida en trminos de tica, tal como seencubre en mi propia propuesta de registro tico-retrico del discursoliterario en trminos de valores/estimaciones.

    El alcance del componente tico en el entendimiento de la novelapor parte de Bachtin se refiere precisamente a uno y el mism o requisitoaristotlico de hom bres en acc in , a travs del