Resurrección y reencarnación

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Ricardo Cardona

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Ricardo Cardona

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(Después de la transfiguración). Sus discípulos le preguntaban, diciéndole: ¿Por qué, pues, los escribas dicen que es preciso que Elías venga antes? Mas Jesús les respondió: Es verdad que Elías debe venir y restablecer todas las cosas; mas yo les declaro que Elías ya vino, y no le conocieron, mas lo trataron como quisieron. Así ellos harán sufrir al Hijo del Hombre. Entonces sus discípulos comprendieron que era de Juan el Bautista que les había hablado. (Mateo, cap. XVII, v. de 10 a 13; Marcos, cap. IX, v. 11, 12, y 13).

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RESURRECCIÓN Y REENCARNACIÓN

La reencarnación formaba parte de los dogmas judaicos, bajo el nombre de resurrección; sólo los saduceos que creían que todo terminaba con la muerte, no creían en ella.

Designaban con la palabra resurrección, lo que el Espiritismo llama más juiciosamente reencarnación.

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En efecto, la resurrección supone el regreso a la vida del cuerpo que murió, lo que la Ciencia demuestra ser materialmente imposible, sobre todo cuando los elementos de ese cuerpo están, desde hace mucho, dispersos y absortos.

La reencarnación es el retorno del alma o Espíritu, a la vida corporal, pero en otro cuerpo nuevamente formado para ella, y que nada tiene de común con el antiguo.

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La palabra resurrección podía de este modo, aplicarse a Lázaro, pero no a Elías, ni a los profetas. Pues, si según su creencia, Juan el Bautista era Elías, el cuerpo de Juan no podía ser el de Elías, puesto que se había visto a Juan niño y se conocía a su padre y a su madre. Así, Juan podía ser Elías reencarnado, pero no resucitado.

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Había un hombre entre los fariseos llamado Nicodemo, senador de los Judíos, que fue de noche a encontrarse con Jesús y le dijo: Maestro, sabemos que has venido de parte de Dios para instruirnos como un doctor; porque nadie puede hacer los milagros que haces, si Dios no estuviese con él. Jesús le respondió: En verdad, en verdad, os digo: Nadie puede ver el reino de Dios si no naciere de nuevo. Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede nacer un hombre que ya está viejo? ¿Puede volver al vientre de su madre, para nacer por segunda vez? Jesús le respondió: En verdad, en verdad, os digo: Si un hombre no renaciere del agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne es carne y lo que es nacido del Espíritu es Espíritu. No os maravilléis de lo que os he dicho; os es necesario nacer de nuevo. El Espíritu sopla donde quiere y oís su voz, pero no sabéis de donde viene y hacia donde va. Sucede lo mismo con todo hombre que es nacido del Espíritu. (Juan, cap. III, v. de 1 a 12).

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Estas palabras: “Si un hombre no renace del agua y del Espíritu”, fueron interpretadas en el sentido de la regeneración por el agua del bautismo; pero el texto primitivo traía simplemente:

No renace del agua y del Espíritu, mientras que en ciertas traducciones, se ha substituido Espíritu por Santo Espíritu, lo que no corresponde al mismo pensamiento.

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Los conocimientos de los antiguos, sobre las ciencias físicas, eran muy imperfectos, pues creían que la Tierra había salido de las aguas y por eso, consideraban el agua como el elemento generador absoluto; así es que en El Génesis se dice: “el Espíritu de Dios era llevado sobre las aguas.

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Según esta creencia, el agua venía a ser el símbolo de la naturaleza material, como el Espíritu era el de la naturaleza inteligente. Estas palabras: “Si el hombre no renace del agua y del Espíritu, o en agua y en Espíritu”, significan, pues: “Si el hombre no renace con su cuerpo y su alma”. En este sentido fueron comprendidas al principio.

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El Espíritu sopla donde quiere; oís su voz, pero no sabéis ni de donde viene, ni para donde va, se puede entender como el Espíritu de Dios, que da vida a quien quiere o el alma del hombre; en esta última acepción, “vosotros no sabéis de donde viene, ni adonde va” significa que no se conoce lo que fue, ni lo que el Espíritu será.

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Aquellos de vuestro pueblo a los que hicieron morir vivirán de nuevo; los que estaban muertos a mí alrededor, resucitarán. Despertad de vuestro sueño y cantad loas a Dios, vosotros que habitáis en el polvo; porque el rocío que os cae encima es rocío de luz, y porque arruinaréis la Tierra y el reino de los gigantes. (Isaías, cap. XXVI, v. 19).

Cuando el hombre está muerto, vive siempre; terminando los días de mi existencia terrestre, esperaré, porque a ella volveré de nuevo. (Job, cap. XIV, v. 10, 14. Traducción de Le Maistre de Sacy).

No se puede suponer que Job haya querido hablar de la regeneración por el agua del bautismo, que ciertamente no conocía.

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No es, pues, dudoso que bajo el nombre de resurrección, el principio de la reencarnación era una de las creencias fundamentales de los Judíos, siendo confirmada por Jesús y los profetas de una manera formal.

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Pero a esta autoridad, desde el punto de vista religioso, viene a unirse desde el punto de vista filosófico, el de las pruebas que resultan de la observación de los hechos; cuando se quiere remontar de los efectos a la causa, la reencarnación aparece como una necesidad absoluta, como una condición inherente a la Humanidad, en una palabra… Como una ley natural; se revela por sus resultados de una manera, por decirlo así, material, como el motor oculto se revela por el movimiento; sólo ella puede decir al hombre de donde viene y para donde va y porque está en la Tierra, y justificar todas las anomalías y todas las injusticias aparentes que presenta la vida.

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Sin el principio de la preexistencia del alma y de la pluralidad de existencias, la mayor parte de las máximas del Evangelio son ininteligibles; por eso dieron lugar a interpretaciones tan contradictorias; ese principio es la clave que debe restituirles su verdadero sentido.

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LOS LAZOS DE FAMILIA FORTALECIDOS

POR LA REENCARNACIÓN Y

QUEBRADOS POR LA UNICIDAD DE LA

EXISTENCIA.

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Los lazos de familia no son destruidos por la reencarnación, como piensan ciertas personas; al contrario, se fortifican y se estrechan; el principio opuesto es el que los destruye.

Los Espíritus en el espacio forman grupos o familias unidas por el afecto, la simpatía y la semejanza de inclinaciones; esos Espíritus, felices porque están juntos, se buscan; la encarnación sólo les separa momentáneamente, porque después que vuelven a la erraticidad se encuentran como los amigos al regresar de un viaje.

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Entiéndase que se trata aquí del afecto real de alma a alma, el único que sobrevive a la destrucción del cuerpo, porque los seres que no se unen en este mundo sino por los sentidos, no tienen ningún motivo para buscarse en el mundo de los Espíritus.

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Dios permite en las familias estas encarnaciones de Espíritus antipáticos o extraños con el doble objeto de servir de prueba para los unos y de medio de adelanto para los otros. Además, los malos se mejoran poco a poco con el contacto de los buenos y por los cuidados que de éstos reciben; • Su carácter se suaviza • Sus costumbres se purifican • Sus antipatías se deshacen Y así es cómo se establece la fusión entre las diferentes categorías de Espíritus, como ocurre en la Tierra, entre las razas y los pueblos.

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El temor al aumento indefinido de la parentela, como consecuencia de la reencarnación, es un temor egoísta, y prueba que no se siente un amor bastante grande para tenerlo a un gran número de personas. Un padre que tiene muchos hijos, ¿acaso no les ama tanto como si tuviera uno? Pero tranquilícense los egoístas, pues ese temor no tiene fundamento.

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Con la reencarnación y el progreso, que es su consecuencia, todos los que se han amado se reencuentran en la Tierra y en el espacio, y marchan juntos para llegar a Dios.

Los que fallan en el camino, retardan su adelanto y su felicidad, pero no se ha perdido toda esperanza; ayudados, animados y sustentados por aquellos que los aman, saldrán un día del cenagal en que están sumergidos.

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Alternativas que se presentan al hombre para su futuro después de la muerte:

• Primera: la nada, de acuerdo con la doctrina materialista;

• Segunda: la absorción en el todo universal, de acuerdo con la doctrina panteísta;

• Tercera: la individualidad con la fijación definitiva de su suerte, según la doctrina de la Iglesia;

• Cuarta: la individualidad con progreso indefinido, según la Doctrina Espírita.

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LÍMITES DE LA ENCARNACIÓN

¿Cuáles son los límites de la encarnación?

Propiamente hablando, la encarnación no tiene límites bien marcados, si se entiende por eso la envoltura que constituye el cuerpo del Espíritu, ya que la materialidad de ese envoltorio disminuye a medida que el Espíritu se purifica.

Si se considera la encarnación bajo el punto de vista material, como ocurre en la Tierra, se puede decir que está limitada a los mundos inferiores; por consiguiente, depende del Espíritu librarse de ella, con mayor o menor rapidez, trabajando por su purificación.

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NECESIDAD DE LA ENCARNACIÓN

¿Es un castigo la encarnación y sólo están sujetos a ella los Espíritus culpables?

El tránsito de los Espíritus por la vida corporal es necesario para que puedan cumplir, con la ayuda de una acción material, los designios cuya ejecución Dios les confió; es necesario para ellos mismos porque la actividad que están obligados a desempeñar ayuda el desarrollo de su inteligencia.

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Siendo Dios soberanamente justo, debe considerar igualmente a todos sus hijos; por esto da a todos un mismo punto de partida, la misma aptitud, las mismas obligaciones que cumplir y la misma libertad de obrar, todo privilegio sería una referencia y toda preferencia una injusticia.

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Pero la encarnación, para todos los Espíritus, sólo es un estado transitorio; es un deber que Dios les impone al empezar su vida, como primera prueba del uso que harán de su libre albedrío. Los que desempeñan ese deber con celo, pasan rápidamente y con menos pena los primeros grados de iniciación, y gozan más pronto del fruto de sus trabajos. Por el contrario, aquellos que hacen mal uso de la libertad que Dios les concede, retardan su adelanto.

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