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    Presentacin del libro de Luigi Giussani Los orgenes de la pretensin cristana

    (Editorial Encuentro), 25 de enero de 2012. Teatro degli Arcimboldi (Miln), en

    conexin con toda Italia por va satlite

    Os saludo a cada uno de voso-tros, en particular a las per-sonalidades civiles y religiosas queparticipan en este momento y a tan-tos amigos aqu presentes y conec-

    tados desde distintas ciudades. Doylas gracias tambin a los represen-tantes de la editorial Rizzoli, PaoloZaninoni y Ottavio Di Brizzi.

    Hemos elegido esta modalidadpara continuar juntos el camino dela Escuela de comunidad. Des-

    pus de El sentido religioso, esteao abordaremos Los orgenes dela pretensin cristiana, que es elsegundo de los tres volmenes quecomponen el Curso bsico de cris-tianismo trazado por don Giussani.

    Vino un Hombre, un hombre jo-ven, nacido en cierto pueblo, en undeterminado lugar del mundo quese puede precisar geogricamen-te, Nazaret. Cuando uno va a TierraSanta, a ese pequeo pueblo, y en-tra en esa casita en penumbra enla cual hay una inscripcin con la

    frase: Verbum caro hic factum est(Aqu se hizo carne el Misterio de

    Dios), se estremece.

    El canto Et incarnatus est dela Gran Misa de Mozart es la ex-presin ms potente y convincente,

    ms sencilla y ms grande de unhombre que reconoce a Cristo. Lasalvacin es una Presencia: esta esla fuente de la alegra y de la afec-tividad del corazn catlico de Mo-zart, de su corazn amante de Cris-to.

    Et incarnatus est dice don Gius-sani es canto en estado puro,cuando toda la tensin del hombrese libera en la limpidez original, enla pureza absoluta de la mirada queve y reconoce. Et incarnatus est: escontemplacin y peticin al mismo

    tiempo, torrente de paz y de gozoque nace del asombro del corazncuando se pone frente a la veriica-cin de su esperanza, frente al mi-lagro del cumplimiento de su deseo.[...]

    Ojal pudiramos nosotros,

    como Mozart, contemplar con esamisma sencillez e intensidad el ini-

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    cio en el mundo de la historia de lamisericordia y del perdn, y saciar-nos en la fuente que es el s de Ma-ra!

    Este bellsimo canto nos ayuda arecogernos en un silencio agradeci-do, de forma que pueda nacer en elcorazn, pueda brotar en el coraznla lor del s [...]. Como para la Vir-gen, aquella muchacha de Nazaret,delante del Nio que haba nacido

    de ella: una relacin sin lmites lle-naba su corazn y su tiempo.

    Si la intensidad religiosa de lamsica de Mozart una genialidadque es don del Espritu penetraseen nuestro corazn, nuestra vida,

    con todas sus inquietudes, contra-dicciones y diicultades, sera bellacomo su msica1.

    No podemos hacer nada mejor,para comenzar este gesto, que es-cuchar esta pieza de Mozart comocontemplacin y peticin.

    Et incarnatus est2

    Resulta dicil encontrar una ex-presin artstica que perciba mejorque el Et incarnatus est usandopalabras de Eliot ese momen-

    to en el tiempo y del tiempo, / unmomento no fuera del tiempo, sinoen el tiempo, en / lo que llamamos

    historia: cortando, bisecando / elmundo del tiempo, un momento enel tiempo pero no como un momen-to del tiempo, / un momento en el

    tiempo, pero el tiempo se hizo me-diante / ese momento, pues sin elsigniicado no / hay tiempo, y esemomento del tiempo dio el / signi-icado3.

    Ante este acontecimiento, Dioshecho carne, que expresa toda la

    pasin llena de ternura de Dios porel hombre, no podemos evitar decircon el salmista: Qu es el hombre,Seor, para que te acuerdes de l?4.Es nada, como una paja que arras-tra el viento. Y sin embargo, T tehas hecho hombre por cada uno de

    nosotros. Cualquiera que tenga uninstante de sencillez y deje entrarel anuncio cristiano, no puede evi-tar el mismo sobresalto que sintiIsabel en su interior cuando recibila visita de Mara, que llevaba en suseno a Jess. En cuanto Isabel oyel saludo de Mara, salt la criatura

    en su vientre5.

    Es lo mismo que nos sucede hoya nosotros. A nosotros, que somosunos pobrecillos, se nos anunciahoy Dios hecho carne. Ya no esta-mos solos con nuestra nada. En

    este momento de confusin en elque muchos caminan a tientas en laoscuridad, se nos concede la gracia

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    de esta noticia. Quin no desearavivir cada instante de su vida domi-nado por esta conmocin sin igualgenerada por Su presencia?

    Pero, es de verdad posible?

    1. UN DESAFO PARA EL HOMBRE DE

    HOY

    Un hombre culto, un europeo denuestros das, puede creer, real-

    mente creer, en la divinidad del Hijode Dios, Jesucristo?6. Esta frase deDostoievski sintetiza el desao anteel cual se encuentra la fe en Cristoen nuestros das. No se trata de undesao genrico, no plantea la pre-gunta de si es posible la fe en Cristo.

    El aspecto decisivo de la preguntadel escritor ruso es que se reiere aun contexto bien preciso: la pocacontempornea. Y tiene como desti-natario a un tipo concreto de hom-bre: un individuo formado cultural-mente, que no renuncia a ejercer surazn en toda su amplitud, en toda

    su exigencia de libertad, en todasu capacidad afectiva. Es decir, unhombre que no renuncia a nada desu humanidad. Un hombre que llevaa las espaldas una historia cultural,una herencia comprometida, queest inluido por un racionalismo

    invasivo, por una conianza espon-tnea en el mtodo cientico y poruna sospecha hacia todo aquello

    que no se somete a una razn comomedida. Para un tipo humano conestas caractersticas, es posiblecreer hoy en lo que Cristo ha dicho

    de s mismo?

    En otras palabras, tiene la fealguna posibilidad dearraigar, esdecir, de fascinar, de atraer, de con-vencer a los hombres de nuestrotiempo?

    Pero esta pregunta no afecta sloa aquellos que no han conocido to-dava a Cristo, sino que nos afectatambin a nosotros, porque, aunquehace muchos aos que Le hemos co-nocido, nuestro corazn est mu-chas veces lejos de Cristo, como nos

    recordaba don Giussani en 1982:

    Os habis hecho adultos: mien-tras que demostris vuestra capa-cidad en vuestra profesin, existe puede que exista una lejana conrespecto a Cristo (con respecto a laemocin de hace aos, sobre todo

    de ciertas circunstancias de haceaos). Existe como una lejana deCristo, excepto en ciertos momen-tos. Quiero decir que existe unalejana con respecto a Cristo, salvocuando os ponis a rezar; hay unaextraeza con respecto a Cristo sal-

    vo cuando, digamos, llevis a caboobras en Su nombre, en nombre dela Iglesia o en nombre del movi-

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    miento. Es como si el corazn es-tuviese lejos de Cristo. Con el viejopoeta del Risorgimento italiano po-dramos decir: En cualquier otro

    asunto muy a gusto empeado;nuestro corazn est como incomu-nicado o, mejor, Cristo permanececomo aislado del corazn, salvo enlos momentos de ciertas obras (unrato de oracin o de compromiso,cuando se celebra un encuentro co-munitario o hay que llevar una Es-

    cuela de comunidad, etc.).

    Esta lejana del corazn con res-pecto a Cristo, exceptuando ciertosmomentos en los que Su presenciaobra de forma maniiesta, generatambin otra lejana, que se revela

    como un obstculo insalvable entrenosotros. [...]. La lejana del corazncon respecto a Cristo hace que unosienta el fondo ltimo de su cora-zn lejano del fondo del corazn delotro, excepto en las cosas que hacenjuntos (hay que sacar adelante lacasa, atender a los hijos, etc.). Existe

    una relacin, indudablemente; exis-te una relacin recproca, pero sloen gestiones, en tareas, en gestoscomunes que comparts o que com-partimos. Pero cuando hacis cosasjuntos obris de manera obtusa,poco o mucho se cierra vuestra mi-

    rada y vuestro sentir7

    .

    Y esto no tiene que ver slo con

    el pasado, como me recordaba re-cientemente un amigo: Despus dehaber tenido distintos encuentroscon comunidades y personas, me he

    dado cuenta en este ltimo periodode que la frase La realidad es po-sitiva se ha convertido de hecho,desde la Jornada de apertura decurso, en un hilo conductor que seha visto corroborado ms tarde conel maniiesto sobre la crisis, comoun juicio ofrecido a todos sobre la

    situacin que vivimos. Pero correel riesgo de estar vaco, no tantode comprensin, sino de certezaexistencial. A veces vivimos una es-pecie de triunfalismo en lo que ha-cemos, mientras que por otro ladonuestra vida tiene el tono trgico de

    una existencia sin esperanza. No-sotros [muchas veces] no estamosciertos del camino que hacemosfrente a la realidad tal como es. Es-tamos de acuerdo con ese juicio, he-mos comprendido, pero no estamosconvencidos, no estamos de verdadligados afectivamente a la verdad

    de nuestra vida. Es suiciente conobservar las reacciones de muchosentre nosotros ante la airmacinde la positividad de la realidad paraver la pertinencia de este juicio.

    Todos sabemos perfectamente el

    camino que nos queda por recorrerpara vencer la lejana en la que man-tenemos el acontecimiento de Cris-

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    to presente. Por eso, la preguntaque acabamos de plantear adquierepara nosotros toda su dramatici-dad: tiene la fe una posibilidad real

    de vencer esta lejana y de arraigaren nosotros?

    En una conferencia que dio en1996, el entonces cardenal Ratzin-ger responda que la fe puede tenerxito todava porque la fe corres-ponde a la esencia. [.. .] En el hombre

    vive inextinguiblemente el anhelode lo ininito8. Con estas palabrasindicaba, al mismo tiempo, la condi-cin necesaria: el cristianismo ne-cesita encontrar la humanidad quevibra en cada uno de nosotros parapoder mostrar todo su potencial,

    toda su verdad.

    El libro que presentamos hoy esun intento de desplegar este plan-teamiento para responder a una in-eludible exigencia de razonabilidad.

    Don Giussani aborda esta cues-

    tin ya desde el prefacio: Los or-genes de la pretensin cristiana esel intento de deinir el origen de lafe de los apstoles. He querido ex-presar en l la razn por la que unhombre puede creer en Cristo: laprofunda correspondencia humana

    y razonable de sus exigencias conel acontecimiento del hombre Jessde Nazaret. He tratado de mostrar,

    pues, la evidencia de la razonabi-lidad con la que nos apegamos aCristo, y por tanto nos vemos con-ducidos desde la experiencia del en-

    cuentro con su humanidad hasta lagran pregunta acerca de su divini-dad. No es el razonamiento abstrac-to lo que hace crecer, lo que ensan-cha la mente, sino encontrar en lahumanidad un momento en el quese alcanza y se airma la verdad. Esel gran cambio de mtodo que mar-

    ca el paso del sentido religioso a lafe: ya no es una bsqueda llena deincgnitas, sino la sorpresa de unhecho que ha acontecido en la his-toria de los hombres9.

    Para poder percibir la novedad

    de este planteamiento es necesariodarse cuenta de esto: lo que amplala razn para que pueda recono-cer a Cristo no es un razonamientoabstracto, sino la correspondenciaentre el hombre y Cristo, que seproduce en un encuentro real e his-trico en el presente; una corres-

    pondencia en la que consiste la ra-zonabilidad de la misma fe. Esto eslo que hace sencillo el camino de lafe. Basta con un encuentro en el quese pueda sorprender esa corres-pondencia. Y justamente cuandoese encuentro no sucede por la re-

    duccin del cristianismo a discurso,doctrina o moral, por una parte, ypor la reduccin correlativa de la

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    humanidad del hombre por la otra, se establece entre el hombre yCristo una perfecta yuxtaposicin,se ahonda el surco de una profunda

    extraeza (es una parbola que nosalcanza desde la modernidad), endeinitiva, de una lejana.

    Con esta observacin, don Gius-sani nos pone en guardia contra elmayor riesgo que podemos correr ala hora de empezar el trabajo de la

    Escuela de comunidad de este ao.En qu consiste este riesgo? Parala gran mayora de nosotros, Losorgenes de la pretensin cristia-na es un libro conocido. Por tanto,la tentacin de lo ya sabido estms presente que nunca. Podemos

    sucumbir fcilmente a la reduccindel cristianismo a doctrina. Nor-malmente esperamos que la nove-dad venga de lo diferente, de hacero leer cosas distintas de lo habitual.En cambio, la novedad no consisteen la diferencia (de trabajo, de ma-rido o de mujer), sino en que suceda

    lo que deseamos. Y no existe acon-tecimiento ms grande que aquelen el que encontramos la corres-pondencia a las exigencias de nues-tro corazn. Lo nico que puedevencer la lejana de nuestro corazncon respecto a Cristo es que vuelva

    a suceder este acontecimiento.

    Si Cristo no vuelve a suceder

    como acontecimiento, a medida quepasa el tiempo va venciendo en no-sotros ese equvoco que entraael hacerse adultos del que habla

    Giussani: El don que hemos recibi-do se sedimenta de tal manera queda fruto, pero el corazn, precisa-mente el corazn, en el sentido lite-ral de la palabra, [...] es como si nosupiera qu hacer ante Cristo, comosi no secundase una familiaridad dela que ya ha gustado, aunque fuese

    con el sentimiento propio de unaedad temprana. Nos da apuro sen-tirnos lejanos, no sentirle presente,determinante para el corazn.

    A la hora de hacer puede que seadeterminante (vamos a la iglesia,

    hacemos el movimiento, inclusorezamos Completas, acudimos a laEscuela de comunidad, participa-mos en la accin caritativa, hace-mos grupos de esto o de aquello,nos lanzamos incluso a la poltica).Cristo no falta en nuestras accio-nes: en las acciones, en muchas de

    ellas, puede que sea determinante,pero, y en el corazn? En el cora-zn no!10.

    Entonces, la verdadera cuestines: qu hace falta para que el re-conocimiento de la corresponden-

    cia de Cristo al corazn sea lo mstransparente posible, es decir, paraque se produzca la experiencia cris-

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    tiana?

    2. UNA TOMA DE CONCIENCIA

    TIERNA Y APASIONADA DE M

    MISMO

    Desde el primer prrafo del li-bro, que encierra toda la genialidadmetodolgica de su planteamien-to, don Giussani es perfectamenteconsciente de los requisitos necesa-rios para que se produzca esta co-

    rrespondencia.

    No sera posible apreciar ple-namente qu signiica Jesucristo siantes no apreciramos bien la na-turaleza del dinamismo que hacedel hombre un hombre. Cristo se

    presenta, en efecto, como respues-ta a lo que soy yo, y slo tomarconciencia atenta y tambin tiernay apasionada de m mismo puedeabrirme de par en par y disponermepara reconocer, admirar, agradecery vivir a Cristo. Sin esta conciencia[la conciencia de lo que yo soy] in-

    cluso Jesucristo se convierte en unmero nombre11.

    Por tanto, para que el hombrepueda darse cuenta plenamente dequ quiere decir Jesucristo, es ne-cesario que cada uno de nosotros

    se site ante l con toda su huma-nidad. Sin esta humanidad, sin estaconciencia atenta, tierna y apasio-

    nada de m mismo, no me ser po-sible reconocer a Cristo. La raznes muy sencilla: Cristo se presentacomo respuesta a lo que yo soy; por

    tanto, sin conciencia de m mismo,incluso Jesucristo termina siendoun mero nombre.

    Es dicil encontrar una valora-cin mayor de la persona que la quese da en el cristianismo. Cristo nopretende entrar de forma escondi-

    da en la vida de la persona, comoaprovechando una distraccin: lquiere entrar en la vida del hom-bre por la puerta principal, es decir,pasando a travs de su humanidad,una humanidad plenamente cons-ciente, hecha de razn y de libertad.

    Cristo se somete a la veriicacindel criterio con el que nace el hom-bre: el corazn. Sin esta compara-cin no hay experiencia cristiana,ni tendra el cristianismo posibi-lidad alguna de xito. El motivo loha identiicado con claridad el te-logo americano Reinhold Niebuhr:

    Nada hay tan poco creble como larespuesta a una pregunta que no seha planteado12.

    Si el hombre est capacitado gracias su estructura original para reconocer a Cristo, entonces,

    cul es el problema? Qu diicul-tad hace que sea tan problemticoeste reconocimiento? La cuestin

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    es que nuestra estructura originalest con frecuencia sepultada bajoel sedimento del inlujo de la so-ciedad y de la historia, que reduce

    nuestras exigencias originales. Sino es despertado de su sopor, libe-rado de su medida, de una versinadulterada o reducida de su propiasexigencias inducida por el contexto,el hombre se ver en distinta medi-da impedido o frenado a la hora desorprender la correspondencia que

    le permite reconocer a Cristo.

    Tambin podemos reconocer ennosotros esta reduccin por la per-plejidad que sentimos ante el d-cimo leproso (cf. Lc 17,12), o escu-chando la reaccin de Cristo ante el

    triunfalismo de los discpulos porsu xito misionero (cf. Lc 10,17-20):tambin nosotros nos contentamoscon la curacin, como los otros nue-ve leprosos, o con el xito, como losdiscpulos. No sentimos la necesi-dad de otra cosa. Y as, el coraznpermanece alejado de Cristo.

    A esta situacin existencial delhombre, fruto tambin de motivoshistricos, no puede responder uncristianismo reducido a discurso, ymucho menos a tica. Pero esta estambin la gran oportunidad que

    ofrece al cristianismo la situacinactual: llegar a ser consciente deque ninguna de sus variantes redu-

    cidas puede responder a la urgenciadel presente del hombre.

    Porque para llegar a percibir el

    valor de una personalidad moral yreligiosa, es necesario que est vivaen nosotros una genialidad huma-na, es decir, la apertura originaldel nimo; [...] una actitud originalde disponibilidad y de dependen-cia, no de autosuiciencia 13. Sloun cristianismo que se proponga

    en su naturaleza original de acon-tecimiento en la historia puede sercapaz de suscitar esa humanidadque permite al hombre reconocerlo,perforando la costra que constante-mente lo recubre.

    3. EL CRISTIANISMO: UN HECHO

    En un pasaje de la Vida de Jess,Franois Mauriac describe la prime-ra aparicin en la escena del mundode aquella presencia que ensegui-da se plante como problema , yque desde entonces ha recorrido la

    historia hasta hoy: Tras cuarentadas de ayuno y contemplacin, heaqu que vuelve al lugar del bautis-mo. De antemano saba a quin ibaa encontrar. El cordero de Dios!,dijo el profeta al verlo acercarse (ysin duda, a media voz...).

    Esta vez tena a dos discpulos asu vera. Y ellos miraron a Jess, y

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    hizo hombre en el seno de una mu-chacha de quince a diecisiete aosque se llamaba Mara, en el vientreque fue albergue de nuestro de-

    seo, como dice Dante. El modo conel que Dios ha entrado en relacincon nosotros para salvarnos es unacontecimiento, no un pensamientoo un sentimiento religioso17.

    Pero atencin: antes de seguirquiero afrontar rpidamente la ten-

    tacin a la que estamos expuestos.Aunque slo sea por la frecuenciacon la que se lo hemos escuchadodecir a don Giussani, ninguno denosotros pondra en duda que elcristianismo es un acontecimiento.

    Pero con frecuencia reducimosel acontecimiento a algo del pasado ya sea el comienzo de la historiacristiana hace dos mil aos, comoel momento de nuestro encuentropersonal , cuando no lo reduci-mos simplemente a una categoraabstracta. Pero si lo reducimos a

    un hecho del pasado o bien a unacategora, lo que queda del cristia-nismo en el presente es tan slola tica. Como cuando termina elacontecimiento del amor entre dospersonas, quedan solamente las co-sas que hay que hacer, las tareas a

    realizar. La fascinacin ha quedadoatrs y crece la lejana entre las dos.

    Entonces, qu quiere decir quela naturaleza del cristianismo, lomismo que el enamoramiento, esacontecimiento? A esto responde

    el mismo don Giussani con las pa-labras que utilizamos en el Mani-iesto de Pascua del ao pasado:El acontecimiento no slo identi-ica lo que sucedi en un momentopreciso, dando origen a todo, sinotambin lo que aviva el presente, lodeine y le da un contenido, lo que

    hace posible el presente. Lo que sa-bemos o lo que tenemos llega a serexperiencia slo si es algo que senos da ahora: hay una mano que noslo ofrece ahora, hay un rostro queviene hacia nosotros ahora, hay unasangre que corre ahora, hay una re-

    surreccin que acontece ahora. Sineste ahora no hay nada! Nuestroyo slo puede ser movido, conmovi-do, es decir, cambiado, por algo con-temporneo: un acontecimiento.Cristo es un hecho que me est su-cediendo. Entonces, para que lleguea ser experiencia lo que sabemos

    Cristo, las palabras sobre Cristo ,necesitamos un hecho presente quenos sacuda y nos provoque: alguienpresente, como lo fue para Andrs ypara Juan. El cristianismo, Cristo, esexactamente lo mismo que fue paraAndrs y Juan cuando le siguieron:

    imaginaos el momento en que sevolvi hacia ellos, cmo se queda-ran! Y cuando fueron a su casa...

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    As fue y as sigue siendo, siempre,hasta ahora, hasta este mismo mo-mento!18.

    Si no existe contemporaneidad nohay desarrollo, y el acontecimientose aleja en el pasado, cayendo cadavez ms atrs en el tiempo. De estemodo, los aos que pasan, en vez decolmar el foso que aleja al coraznde Cristo, lo ahondan.

    Es muy distinta la experienciaque nos ha testimoniado don Gius-sani, una experiencia que creca se-gn avanzaba su vida:

    El toparse con una presenciahumana diferente se da antes, no

    slo al comienzo, sino tambin entodos los momentos que siguen aese comienzo: un ao o veinte aosdespus. El fenmeno inicial elimpacto con una presencia humanadiferente y el asombro que nace deello est destinado a ser el mismofenmeno inicial y original de cada

    momento del desarrollo.

    Porque no se produce desarrolloalguno si ese impacto inicial no serepite, es decir, si el acontecimientono sigue siendo siempre contempo-rneo. O se renueva o si no, no se

    avanza, y se pasa enseguida a teo-rizar el acontecimiento ocurrido[se convierte en una categora] y

    a caminar a ciegas buscando apo-yos que sustituyan a eso que estverdaderamente en el origen dela diferencia. El factor original es,

    permanentemente, el impacto conuna realidad humana diferente. Porconsiguiente, si no vuelve a sucedery no se renueva lo que aconteci enun principio, no se produce una ver-dadera continuidad: si uno no viveahora el impacto con una realidadhumana nueva, no entiende lo que

    sucedi antes.

    Slo si el acontecimiento vuelve asuceder ahora, se ilumina y se ahon-da desde una perspectiva ms ma-dura en el acontecimiento inicial,establecindose de esta manera

    una continuidad, un desarrollo19

    .

    Concluye don Giussani: La con-tinuidad con lo que sucedi al prin-cipio slo se produce, por tanto,mediante la gracia de un impactosiempre nuevo, que produce la mis-ma clase de asombro de la primera

    vez. De no ser as, en lugar de dichoasombro prevalecen los pensa-mientos que nuestra evolucin cul-tural nos hace capaces de articular,las crticas que nuestra sensibilidadformula a lo que hemos vivido y a loque vemos vivir, la alternativa que

    pretenderamos imponer, etcte-ra20.

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    Por tanto, la forma que ha elegidoel Misterio para alcanzarnos unhecho, un acontecimiento, no nues-tros pensamientos o nuestros sen-

    timientos es la ms adecuada parala situacin histrica del hombre, yes la nica capaz de vencer nuestralejana con respecto a l:

    Para hacerse reconocer Dios en-tr en la vida del hombre como unhombre, en forma humana, de modo

    tal que el pensamiento y la capaci-dad imaginativa y afectiva del hom-bre se vieron como bloqueados,imantados por l. El acontecimien-to cristiano tiene la forma de unencuentro: un encuentro humanoque tiene lugar dentro de la banal

    realidad cotidiana, que es capaz deimantar nuestro afecto y nuestra li-bertad. El acontecimiento cristianono espera a que el hombre cambie,no requiere ninguna preparacinni condicin previa: irrumpe y su-cede, como el enamoramiento. Supresencia, justamente debido a su

    excepcionalidad, es decir, a su capa-cidad nica de corresponder a lasexigencias originales del corazn,es capaz de despertar tales exigen-cias en toda su amplitud, muchasveces sepultada bajo mil sedimen-tos, y de abrir completamente la

    razn del hombre atrayendo total-mente su afecto. En presencia de larespuesta, la pregunta se libera en

    su profundidad original e ilimitada.Lo que caracteriza al fenmeno delencuentro es una diferencia cua-litativa, la percepcin de una vida

    diferente.

    El encuentro consiste en toparsecon algo distinto que atrae porquecorresponde al corazn, pasa enconsecuencia por la comparaciny el juicio de la razn, y suscita elafecto de la libertad21.

    Esto es exactamente lo que donGiussani llama el cambio radical delmtodo religioso: En la hiptesisde que el misterio haya penetra-do en la existencia del hombre ha-blndole en trminos humanos, la

    relacin hombre-destino ya no sebasar en el esfuerzo humano, en-tendido como construccin e ima-ginacin, como estudio dirigido auna cosa lejana, enigmtica, comotensin de espera hacia algo ausen-te. Ser, en cambio, dar con alguienpresente. Si Dios hubiese manifes-

    tado en la historia humana una vo-luntad particular, hubiese marcadoun camino para alcanzarle, el pro-blema central religioso ya no serael intento, en todo caso expresivode la gran dignidad del hombre, deingir ser Dios; todo el problema

    se centrara en el puro gesto de lalibertad: que acepte o rechace. Heaqu, por tanto, en qu consiste este

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    cambio radical de mtodo: Ya no escentral el esfuerzo de una inteligen-cia y de una voluntad constructiva,de una laboriosa fantasa, de una

    complicada moral, sino la sencillezde un reconocimiento; una actitudanloga a la de quien, al ver llegara un amigo, le identiica entre losdems y le saluda22. Esto marcael comienzo de una aventura delconocimiento: Cuando encontra-mos a una persona importante para

    nuestra propia vida, siempre hay unprimer momento en que lo presen-timos, algo en nuestro interior se veobligado por la evidencia a un re-conocimiento ineludible: es l, esella. Pero slo el espacio que damosa que esta constatacin se repita

    carga la impresin de peso existen-cial. Es decir, slo la convivencia lahace entrar cada vez ms radical yprofundamente en nosotros, hastaque, en un momento determinado,se convierte en certeza. [...] De laconvivencia ir brotando una con-irmacin de ese carcter excepcio-

    nal, de esa diferencia que desde elprimer momento les haba conmo-vido. Con la convivencia dicha con-irmacin se acrecienta. Para donGiussani, ya que es cierto que elconocimiento de un objeto requiereespacio y tiempo, con mayor razn

    esta ley no poda ser contradichapor un objeto que pretende ser ni-co. Incluso aquellos que fueron los

    primeros en conocer esa unicidadtuvieron que seguir este camino23.

    Con su genialidad habitual, don

    Giussani nos presenta dos indica-ciones de mtodo que son muy va-liosas para alcanzar una certezaexistencial sobre el Misterio que haentrado a formar parte de la histo-ria: la primera se reiere al hechode que yo soy ms capaz de te-ner certeza respecto a otro cuanto

    ms atento est a su vida, es decir,cuanto ms comparta su vida. Lanecesaria sintona con el objeto quese quiere llegar a conocer es unadisposicin viva que se construyecon el tiempo, en la convivencia.Por ejemplo, en el Evangelio, quien

    pudo entender que haba que te-ner conianza en aquel Hombre, esquien le sigui y comparti su vida,no la masa de gente que iba bus-cando la curacin. El segundo ele-mento que don Giussani nos invitaa considerar est relacionado con elhecho de que, cuanto ms potente-

    mente uno es hombre, ms capaz esde alcanzar certezas sobre el otro apartir de pocos indicios. Esta es lagenialidad propia de lo humano. Losubraya Rousselot en este hermo-so texto: Cuanto ms gil y pene-trante es la inteligencia, tanto ms

    basta un ligero indicio para inducircon certeza una conclusin. [...] Poresta razn una tradicin indiscu-

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    tible que se remonta al Evangeliomismo dedica alabanzas a aquellosque para creer no han necesitadoprodigios. No son alabados por ha-

    ber credo sin razn: ello no serasino criticable. Pero se ven en ellosalmas verdaderamente iluminadasy capaces, a partir de un mnimoindicio, de captar una gran verdad.Aunque el hombre dispone natural-mente de ella a un nivel fundamen-tal para sobrevivir, esta capacidad

    de comprensin del mnimo indiciotambin necesita tiempo y espaciopara evolucionar. Este es el don quela pretensin de Jess exige parapoder ser comprendida. La multi-plicacin de los signos respecto asu persona conduce a la razonable

    conclusin de que me puedo iar del24. Son precisamente los signosque han surgido en la convivenciacon l los que hacen brotar la pre-gunta: Quin es este?. Y no con-seguan encontrar una respuestams adecuada a esta pregunta quela que ofreca l mismo

    Esta ltima observacin nos in-troduce en el gran tema de la fe.En efecto, la actitud del que se havisto alcanzado por el aconteci-miento cristiano, lo reconoce y seadhiere a l, se llama fe. La po-

    sicin en la que nos encontramosnosotros frente al acontecimientode Cristo es idntica a la que tena

    Zaqueo ante aquel hombre que separ debajo del rbol al que se ha-ba subido y le dijo: Baja ensegui-da, porque vengo a tu casa. Es la

    misma posicin previa que tena laviuda cuyo nico hijo haba muerto,y que oy que Jess le deca, de unamanera que nos parece a nosotrostan irracional: Mujer, no llores!.Efectivamente, es absurdo decirlea una madre a quien se le ha muer-to su nico hijo: Mujer, no llores!.

    Aquello fue para ellos, como lo espara nosotros, la experiencia de lapresencia de algo radicalmente dis-tinto de lo que podemos imaginar,y, al mismo tiempo, total y original-mente correspondiente a las expec-tativas ms profundas de nuestra

    persona. [...] Tener la sinceridad dereconocer, la sencillez de aceptar yel afecto para apegarse a semejantePresencia: eso es la fe. [...] La fe esesencialmente reconocer lo que di-ferencia a una cierta Presencia, re-conocer una Presencia excepcional,divina. Insistamos en que lo excep-

    cional no sucede normalmente, detal modo que, cuando ocurre, unodice: Es otra cosa! Estoy ante unpoder sobrehumano!. Quin sabecuntas veces habra tenido sed lasamaritana de la actitud con la queCristo la trat en aquel instante, sin

    jams caer en la cuenta de ello an-tes! Pero cuando sucedi, lo recono-ci enseguida25.

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    Una fe concebida de este modo eslo ms lejano que hay de una creen-cia ajena a lo humano: ella trae con-sigo un itinerario de conocimiento

    que implica razn, afecto y libertadfrente a un hecho sin parangn! Poreso, la fe pertenece al aconteci-miento porque, en cuanto recono-cimiento amoroso de la presenciade algo que es excepcional, es undon, una gracia. De igual modo queCristo se me ofrece por medio de un

    acontecimiento presente, tambinviviica en m la capacidad de cap-tar y reconocer su carcter excep-cional. Y as mi libertad acepta eseacontecimiento, acepta reconocer-lo26.

    Pero, cmo puedo saber que esoa lo que me adhiero es verdad, esreal?

    4. UNA HUMANIDAD NUEVA: VERI-

    FICACIN DE LA FE CRISTIANA

    Qu se produce cuando me su-

    cede el acontecimiento cristiano?El lorecimiento de lo humano: Elcristianismo es un acontecimientocon el que se encuentra el yo y quea ste le resulta consanguneo; esun hecho que revela el yo a l mis-mo27. Cuando conoc a Cristo me

    descubr hombre. Esta frase delretrico romano Mario Victorinoexpresa muy bien lo que sucede

    cuando la fe es una experienciareal. En esta exaltacin de lo huma-no reside toda la razonabilidad dela fe cristiana.

    El reconocimiento del aconte-cimiento de Cristo (la fe) permitevivir todo de forma distinta. Justa-mente esta forma nueva, subversi-va y sorprendente28 como decadon Giussani , de vivir lo cotidianose convierte en la veriicacin de la

    verdad del encuentro que se ha te-nido: Cristo exalta la razn, Cristoexalta el afecto, Cristo exalta la li-bertad! Cul es la razn que es-grime la fe? La razn que esgrime lafe es que realiza mi humanidad contodas sus exigencias, cambia a me-

    jor, hace crecer mi humanidad29

    ,ensalza mi humanidad.

    Quin no desea ser ensalzadode esta manera? Estamos juntosen esta aventura para sostenernosmutuamente. Y para que la expe-riencia que vivimos no se fosilice en

    doctrina, nuestro apoyo no puedetener otra lgica a lo largo de esteao que la del testimonio. Pero estono cambia el hecho de que cada unotiene que responder personalmen-te: a la pretensin cristiana slopuedo responder yo delante del

    Seor. El cristianismo, insiste donGiussani, vive en una comunin,pero se juega por entero en la liber-

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    tad personal30.

    Todo se juega en la fe real de lapersona. [...] En consecuencia, el

    nico y dramtico problema es lafe personal, la fe como respuestaa nuestra propia historia humana;ste es el nico y dramtico pro-blema de cada da y de cada hora,porque la fe supone un reto parala libertad; no hay nada ms dado,ms donado que la fe, y no hay nada

    menos automtico que ella31.

    La iniciativa de Cristo en nues-tra vida, su acontecimiento, sus-cita y requiere nuestra libertad, ladesaa como ninguna otra cosa, alcomienzo y en cada momento del

    camino. Don Giussani nos lo dicecon claridad: Jesucristo no vinoal mundo para ahorrarse el traba-jo humano y la libertad humana,o para evitar que el hombre seaprobado condicin existencial dela libertad . Vino al mundo parallevar al hombre hasta el fondo de

    todas sus preguntas, a su estruc-tura fundamental y a su condicinreal. Pues todos los problemas queel hombre est llamado a resolveren la prueba de la vida se compli-can en vez de resolverse si no sesalvan ciertos valores fundamen-

    tales. Jesucristo vino para llevar alhombre a la religiosidad verdade-ra, sin la cual es mentira cualquier

    pretensin de solucin. El problemadel conocimiento del sentido de lascosas (verdad), el problema del usode las cosas (trabajo), el problema

    de una conciencia plena (amor), elproblema de la convivencia huma-na (sociedad y poltica), carecen delplanteamiento justo y por eso pro-ducen cada vez mayor confusin enla historia de cada individuo y de lahumanidad, en la medida en que nose basan en la religiosidad para in-

    tentar su solucin (Quien me sigatendr la vida eterna y el ciento poruno aqu)32: el ciento por uno entrminos de afecto, de razn y delibertad es la demostracin en actode la razonabilidad de la fe, y cons-tituye la superacin de cualquier

    yuxtaposicin entre la divinidad deCristo y mi humanidad, entre mi co-razn y Cristo.

    De este modo, Cristo se somete ala veriicacin de nuestro corazn:no nos pide que creamos en l apriori. Por eso, la pretensin cris-

    tiana es el mayor desao ante elque un hombre se puede encontrar,porque pone en movimiento todoslos recursos con los que cuenta ra-zn, afecto y libertad para llevar acabo una veriicacin. Nadie puedeocupar nuestro lugar, ni siquiera lo

    hizo Cristo:

    La fe no puede hacer trampas,

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    no puede decirte: Es as y obtenermecnicamente tu asentimientopuro y duro. No! La fe no puede ha-cer trampas porque est de algn

    modo ligada a tu experiencia: dealguna manera, se presenta ante eltribunal en el que t eres el juez, sesomete a tu experiencia. Tampocot puedes hacer trampas, porquepara poder juzgarla debes emplear-la, debes vivirla en serio para com-probar si cambia tu vida; y no una

    fe como t la interpretas, sino la fetal como se te ha transmitido, la feautntica. Por eso nuestro conceptode fe tiene un nexo inmediato concada momento del da, con la prc-tica ordinaria de nuestra vida. [...]Si t, que ests enamorado de una

    chica, o si has vivido otras vecesla experiencia del enamoramiento,nunca has percibido de qu modola fe cambia esa relacin, si nuncate has sorprendido diciendo: Miracmo la fe ilumina este intento mode relacin, cmo lo cambia, cmolo cambia a mejor!; si nunca has po-

    dido decir algo as (en el lugar de lachica podis poner cualquier cosa:el padre, la madre, el estudio, eltrabajo, las circunstancias, etc.), sinunca has podido decir: Mira quhumana hace mi vida la fe, si nun-ca has podido decir esto, la fe nunca

    llegar a ser conviccin, nunca serun factor constructivo, no generarnada, porque no ha tocado el fondo

    de tu persona33.

    Hace un ao, en la presentacinde El sentido religioso, nos haba-

    mos propuesto vivir el sentido re-ligioso como veriicacin de la fe,tratando de responder a la preocu-pacin de don Giussani: En el cli-ma moderno, nosotros los cristia-nos nos hemos separado no de lasfrmulas cristianas directamente,no de los ritos cristianos directa-

    mente, no directamente de los DiezMandamientos. Nos hemos sepa-rado del fundamento humano, delsentido religioso.

    Tenemos una fe que ya no es re-ligiosidad. Vivimos una fe que ya

    no responde como debera al senti-miento religioso; tenemos por tantouna fe no consciente, una fe que yano tiene inteligencia de s misma34.

    De forma anloga, hoy nos pro-ponemos mantenernos dentro dela misma perspectiva de la veri-

    icacin a la hora de abordar Losorgenes de la pretensin cristiana.Qu signiica esto? Cul es la veri-icacin de que Cristo ha entrado ennuestra vida como acontecimientopresente?

    Hemos hablado del cumplimien-to de lo humano, del ciento por unode razn, afecto, libertad: esta es la

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    veriicacin esencial e irrenuncia-ble de la razonabilidad de la fe, de laverdad de la propuesta cristiana, laevidencia de su credibilidad.

    Pero el corazn de esta verii-cacin, a travs del cambio, es elincremento de la misma fe, del re-conocimiento amoroso de Su pre-sencia. Tu presencia vale ms quela vida. Volver a buscarle, comohizo el dcimo leproso, vale ms

    que la curacin; haber sido elegido,como les pas a los apstoles, valems que el xito! El culmen de la ve-riicacin es el surgimiento de unaespera, de un conocimiento amoro-so que crece al crecer la experienciade la correspondencia, es un afecto

    que abraza todos los dems afectos.

    En el corazn de la experienciadel ciento por uno domina la profun-dizacin de la relacin con Cristo:una familiaridad, una tensin porairmarle, una facilidad a la hora dereconocerle (Es el Seor!, deca

    san Juan). El cambio ms profundoes la fe misma. En el encuentro con-tinuo y cotidiano con Su presenciareal encuentra respuesta, y al mis-mo tiempo se exalta y se ampliica,nuestra exigencia, nuestra sed ini-nita, y por eso se vuelve ms fcil,

    en cierto sentido ms inevitable,reconocerle como el nico capazde responder a ellas. Slo as puede

    vencerse por in la lejana que sepa-ra nuestro corazn de Cristo.

    El sentido del camino de este ao

    podra sintetizarse con una fra-se de Pablo: Sigo mi carrera porsi puedo alcanzarlo, yo que ya hesido alcanzado por Cristo35. Cadauno de nosotros ha sido aferradopor Cristo. Cuanto ms ha sido unoaferrado, tanto ms sigue en la ca-rrera por alcanzarlo todava ms.

    Aquello que se persigue no es ya enltima instancia un cambio, es de-cir, nuestra medida del ciento poruno, sino Su presencia, la relacincon l, como sucede en toda rela-cin amorosa plenamente humana:nada satisface como la presencia de

    la persona amada.

    Esto pone ante el mundo el mo-delo de un hombre irreductible, queno se contenta con objetivos inter-medios, con la curacin o el xito,un hombre que sigue su carrera,atrado por Su presencia, un prota-

    gonista libre de la historia, recons-tructor indmito de casas destrui-das. He aqu nuestra contribucin ala sociedad.

    Don Giussani siempre nos ha in-vitado a hacer un gesto en nues-

    tro camino, un gesto que sintetizael contenido del acontecimientocristiano: el Angelus. Pidamos que

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    vuelva a suceder en nosotros cadavez que lo rezamos. Ser un signoclaro de que estamos en camino.

    Angelus

    Doy las gracias a todos por ha-berme escuchado y haber partici-pado en este acto.

    NOTAS:

    1 L. Giussani, Il Divino incarnato, en Spirtogentil. Un invito allascolto della grande musicaguidati da Luigi Giussani, BUR, Miln 2011, pp.54-55.

    2 Et incarnatus est de Spiritu Sancto ex MariaVirgine, et homo factus est (Por obra del Esp-ritu Santo se encarn de Mara Virgen y se hizohombre. W.A. Mozart, Gran Misa en do menorK.427, soprano Joo Cho, piano Luigi Zanardi.Vase W.A. Mozart, Grande Messa in do minoreK.427, Herbert von Karajan, Berliner Philhar-moniker, Deutsche Grammophon, Spirto GentilCd n. 24 (2002).

    3 T.S. Eliot, Los coros de La piedra, en Poe-sas reunidas 1909-1962, Alianza, Madrid 1995,pp. 181-182.

    4 Cf. Sal 8,5.

    5 Lc 1,41.

    6 Cf. F.M. Dostoevskij, I demoni; Taccuini per I

    demoni, Sansoni, Florencia 1958, p. 1011.7 L. Giussani, La familiaridad con Cristo, enHuellas-Litterae Communionis n. 2, febrero2007. p. 2.

    8 J. Ratzinger, Fe, verdad y tolerancia, Sgueme,Salamanca 2005, p. 121.

    9 L. Giussani, Los orgenes de la pretensin cris-tiana, Encuentro, Madrid 2001, p. 8.

    10 L. Giussani, La familiaridad con Cristo, en

    Huellas-Litterae Communionis n. 2 (2007), pp.2-3.

    11 L. Giussani, Los orgenes de la pretensincristiana, op. cit., p. 9.

    12 R. Niebuhr, Il destino e la storia, BUR, Miln1999, p. 66.

    13 L. Giussani, Los orgenes de la pretensincristiana, op. cit . p. 100.

    14 F. Mauriac, Vida de Jess, Plaza & Jans, Bar-celona 1989, p. 32.

    15 L. Giussani - S. Alberto - J. Prades, Crear hue-llas en la historia del mundo, Encuentro, Madrid1999, p. 19.

    16 Ibidem.

    17 Ibidem, pp. 21-22.

    18 Comunin y Liberacin, Maniiesto de Pascua2011.

    19 L. Giussani, Algo que se da antes, en Hue-

    llas-Litterae Communionis n. 10 (2008), p. 2.20 Ibidem.

    21 L. Giussani - S. Alberto - J. Prades, Crear hue-llas en la historia del mundo, op. cit., pp. 31.33.

    22 L. Giussani, Los orgenes de la pretensincristiana, op. cit ., p. 39.

    23 Ibidem, pp. 62-63.

    24 Ibidem, p. 53.

    25 L. Giussani - S. Alberto - J. Prades, Crear hue-llas en la historia del mundo, op. cit., pp. 35-37.

    26 Ibidem, p. 38.

    27 Ibidem, p. 22.

    28 L. Giussani, Dallutopia alla presenza (1975-1978), BUR, Miln 2006, p. 330.

    29 Ibidem, p. 359.

    30 Ibidem, p. 327.

    31 L. Giussani, Il rischio educativo, SEI, Torino1995, pp. 162-163 (traduccin del original ita-liano).

    32 L. Giussani, Los orgenes de la pretensincristiana, op. cit ., p. 121.

    33 L. Giussani, Lio rinasce in un incontro (1986-1987), BUR, Miln 2010 pp. 300-301.

    34 L. Giussani, La coscienza religiosa delluomomoderno, pro manuscripto, Centro Culturale

    Jacques Maritain, Chieti, 21 de noviembre de1985, p.15.

    35 Cf. Flp 3,12.DiagramadoOjus2012

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