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CONTENIDOS

Pág. 7.- Tu concentración

Pág. 12. - Sutras de Patanjali

Pág. 19.- Entrevista de Ivanna a Jeanette Tourn Collazo

Pág. 25. - Comunidad

Pág. 30. - Entrevista de Ivanna a Selva Mautone Pág. 36. - Mantra - una relación personal Pág. 39. - Asanas, ¿fáciles o difíciles?

Pág. 46. - Iniciarse en el camino de ser instructor de Yoga Pág. 50. - ¿Adaptamos o perdidos? Yoga, redes, “posmodernidad”

Pág. 58. - Aprender a meditar es aprender sobre uno mismo.

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20 años y poco más

En este último número de 2020, Dharma intenta repasar la esencia de nuestra

propuesta día a día en las prácticas formales y también brindarte de forma

ordenada, un repaso por los que creemos, son los principales conceptos teóricos.

También en este número participan amigos y amigas que forman parte de nuestra

comunidad desde hace años con algunas entrevistas como recursos para avanzar en

aquellos conceptos que queremos destacar.

Veinte años se cumplieron el año pasado 2019, desde que comencé a compartir la

práctica de yoga. 20 años aprendiendo, 20 años intentando descubrir en esta ciencia

milenaria y en este camino de sabiduría que grandes almas han abonado, cuál sería

mi pequeño lugar, desde donde podría yo pararme, practicar, aprender, escuchar y

continuar los pasos ya señalados por aquellos que despertaron a la vida y a la

verdad y que desde ahí nos llaman y nos esperan amorosamente, en un largo

compromiso de libertad.

Entonces, estos años, más que otra cosa, han sido años de intentar responder a ese

llamado. En la oscuridad y en la confusión en la que uno puede atravesar etapas de

la vida, en medio de momentos de dolor y sufrimiento incluso, la práctica ha sido y

es para mí, un refugio donde encuentro paz pero fundamentalmente donde

encuentro que soy recibido con paciencia. Y también puedo contar momentos y

etapas de mucha felicidad y alegría, momentos de gozo que provienen de la

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respuesta que uno le va dando a ese amor que nos llama. Momentos de mucha

felicidad donde la vida ha crecido, ha germinado, ha dado frutos en nuestro

esfuerzo y en nuestro vivir. Cuando miro hacia atrás en el tiempo, desde donde

comencé y todo lo que hemos caminado es que surge el gozo. Una mezcla de

hondo sentimiento de agradecimiento, de paz profunda, de conciencia de que he

intentado responder siempre con honestidad y ética. Que he intentado estar en

clave de servicio, y que he sido cuidado por este largo y lindo camino.

En la práctica, en todas sus formas, en aquellos momentos difíciles y en los otros

más “llevaderos”, en las formas a veces menos esperadas, me he sentido amado

por el amor.

Noviembre de 2020

Martín González Cremonesi

Instructor de yoga desde 1998

Director de Ananda, Casa de yoga y Meditación

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Tu concentración

Escribe Laura Calleros

El conocimiento y la comprensión del estado real del alma

se manifiestan en luminosidad.

Fotos: retiro anual de Ananda 2012

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“Cuando inteligencia y consciencia, la esencia del ser humano,

permanecen irreflejas, profundas e incondicionadas, se iluminan los

vehículos del alma: el cuerpo anatómico, los órganos de acción, los

sentidos de percepción, la mente, la inteligencia y la conciencia. El

conocimiento y la comprensión del estado real del alma se manifiestan en

luminosidad.” [1]

.K.S. Iyengar define al yoga

como el arte de estudiar el

comportamiento de la mente,

de manera tal que la

comprensión de su

funcionamiento ayuda a serenar sus

movimientos y nos conduce hacia un

estado de silencio, allí donde reside la

consciencia. La serenidad es

concentración (dhāranā), y el silencio

es meditación (dhyāna). Yoga es un

vasto sistema de prácticas espirituales,

que nos enseña a entender los

diferentes aspectos de nuestra

naturaleza, para poder armonizarlos

como parte del universo que habita

dentro y fuera de nosotros. Con este

fin, el sistema de yoga clásico

sistematizado en los Yoga Sūtras de

Patañjali, incluye ocho pasos o

dimensiones, cada una con su propia

función. Juntas, conforman un sistema

para el desarrollo de la espiritualidad.

Esos ocho pasos son: yama

(observancias), niyama (disciplinas),

B

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āsana (posturas), prānāyāma (control

de la respiración), pratyāhāra (control

de los sentidos), dhāranā

(concentración), dhyāna (meditación),

samādhi (absorción).

Si observamos, el sistema contempla

un aspecto externo, que consiste en

vivir correctamente, cuidar el cuerpo y

potenciar la energía vital. Yama y

niyama establecen la base del buen

comportamiento y la forma en la que

nos relacionamos a través de valores.

Āsana, se enfoca en la fortaleza y

flexibilidad del cuerpo, y prānāyāma en

el desarrollo y control de la energía

vital. Pero existe también una

dimensión interna: la meditación y el

desarrollo de la consciencia superior,

dhāranā, dhyāna y samādhi conforman

ese proceso. En el centro de los ocho

pasos, articulando el aspecto externo

con el interno, se encuentra pratyāhāra

que nos enseña a movernos desde

afuera hacia adentro y desde el cuerpo

hacia la mente. Para realizar esa

transición, los sentidos que conectan el

cuerpo y la mente necesitan

desarrollarse y estar bajo control. Los

yoguis dicen que la mente constituye el

sexto sentido, pues es responsable de

coordinar el resto de los sentidos

mediante los órganos sensoriales y

motores. Sabemos que la atención de

la mente es limitada, por lo tanto

cuando colocamos la atención en un

sitio, naturalmente estaremos

ignorando otras cosas. Al controlar los

sentidos, es posible dirigir la atención,

retirándola de éstos y llevándola hacia

la naturaleza de la mente. Pratyāhāra y

dhāranā son como dos caras de una

misma moneda, en pratyāhāra

retiramos la atención de las

distracciones, en dhāranā enfocamos

conscientemente la atención. Cada uno

de los ocho pasos posee su función

específica, y al mismo tiempo, todos

forman un sistema único e

interconectado. Meditar sin desarrollar

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la práctica de la concentración y ésta

sin comprender antes el control de los

sentidos, se asemeja a la acción de

intentar almacenar agua en un

recipiente con agujeros. Sin importar

cuánta agua carguemos, siempre va a

derramarse. Los sentidos son como los

agujeros en el recipiente, si no

dedicamos el tiempo necesario para

sellarlos, la mente no podrá contener la

verdad. La práctica de la atención

consiste en traer a casa la mente

dispersa y reunir los distintos aspectos

de nuestro ser. La meditación no es

algo que podamos “hacer”, sin

embargo deben darse las condiciones

propicias para que surja

espontáneamente. Primero debemos

apaciguar el entorno, calmando la

turbulencia de los pensamientos y las

emociones. Es esencial crear en la

mente la atmósfera interior adecuada,

cuando esto ocurre, la meditación

surge sin esfuerzo. La mente es

sumamente maleable, de manera que

todo depende de nuestro

entrenamiento y del poder de los

hábitos que desarrollemos. Entrenar la

mente no significa someterla, por el

contrario consiste en adquirir un

conocimiento preciso de su

funcionamiento mediante las

enseñanzas espirituales y la experiencia

en la práctica de la meditación. Hace

más de dos mil quinientos años, el

Buda vio que la ignorancia de nuestra

verdadera naturaleza es el origen de

todo el sufrimiento, y el origen de la

ignorancia radica en la tendencia de la

mente a la distracción. “La solución,

comprendió el Buda, era traer la mente

a casa, a su verdadera naturaleza,

mediante la práctica de la meditación.”

[2]Una fábula popular en India cuenta

que si llueve cuando la estrella swati

está en el ascendente y una gota de

esta lluvia cae en el interior de una

ostra, esa gota se convierte en perla. La

ostra sabe eso, así que sube a la

superficie en el momento indicado y

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espera recibir la preciosa gota de lluvia.

Cuando una gota cae, rápidamente se

cierra y desciende al fondo del mar

donde pacientemente transforma la

gota de lluvia en perla. Nosotros

debemos ser como ella, dicen los

maestros, primero oír, luego

reflexionar y luego alejando toda

distracción, cerrar la mente a las

influencias externas y dedicarnos a

desarrollar la verdad dentro de

nosotros mismos. “Aquellos que toman

un pedacito de aquí y otro de allá,

nunca alcanzarán cosa alguna.” [3]

Debemos sumergirnos profundamente,

practicar intensamente y perseverar

para alcanzar la meta.

[1] B. K. S. Iyengar, Luz Sobre Los Yoga Sūtras

De Patañjali, Barcelona, Kairós, 2014, p. 160

[2] Sogyal Rimpoché, El Libro Tibetano de la

Vida y de la Muerte, Barcelona, Urano, 1993, p.

90

[3] Swami Vivekananda, Raja Yoga, Ciudad,

Editorial, Año, p. 97

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Sutras de Patanjali

La atención, la concentración, la conducta: un tratado de psicología

चेतना के पैटनन को हमेशा शुद्ध ध्यान, इसके

अंततम और अपररवतननीय गवाह द्वारा जाना जाता

है।

Las pautas de la conciencia siempre se conocen por la atención pura, su testigo

último e invariable. (4.18)

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Cuando se practican los componentes del yoga, las impurezas menguan,

entonces puede brillar la luz del entendimiento, iluminando el camino de la

atención pura. (2.28) Estar asentados en la no violencia produce un ambiente

en el que los demás pueden soltar su hostilidad. Para los que están asentados

en la veracidad todas las acciones y sus consecuencias están infundidas de

verdad. Los que no tienen inclinación a robar tienen en sus manos lo

verdaderamente precioso. Los castos adquieren vitalidad. La liberación de la

codicia abre el verdadero propósito de la existencia (2.35)

stas palabras reflejan el

fundamento y la esencia de la

meditación: “Estar asentados

en la no violencia produce un

ambiente en el que los demás

pueden soltar su hostilidad”.

Empezamos meditando impulsados por

una necesidad de renunciar a ciertas

cosas, la necesidad de detenernos para

poder ver por dónde iba nuestra vida…

y así nuestra motivación fue

transformándose. Desde la experiencia

de limitación que quizás estaba en el

comienzo a una experiencia de que hay

y soy algo más. Entonces la meditación

luego de haber reunido la energía que

disipábamos en conductas o

pensamientos y emociones

perturbadoras, puede ser expandida a

otras dimensiones: “Estar asentados en

la no violencia produce un ambiente…”

Esta es la energía de la meditación.

Experimentar ese algo más hará crecer

todavía más el interés propio, aquél

interés que crece cuando nuestra

mente aprende la concentración.

E

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Las pautas de la conciencia siempre se

conocen por la atención pura, su

testigo último e invariable. 4.18

La atención pura es lo que llamamos

atención plena o el observador. Esa

capacidad de observarnos sin juzgar lo

que vemos. Pues la atención pura como

la llama Patanjali, está libre de la

reactividad de la mente, está libre de

las pautas de condicionamiento y es

una fuerza real a favor de la integración

y la experiencia de unidad. En nuestras

prácticas de yoga decimos

comúnmente que la mente “reposa” en

ese estado de atención pura, pues es

allí donde vemos y conocemos y

dejamos de interpretar o de clasificar

de acuerdo a experiencias pasadas.

Las personas perciben un mismo

objeto de manera diferente, pues la

percepción de cada persona sigue un

camino distinto del de las demás. Sutra

4.15

Las causas del sufrimiento son la causa

raíz de los actos, cada acto deposita en

lo hondo de la mente impresiones

latentes que se activarán y

experimentarán más tarde en este

mismo nacimiento o quedarán ocultas

esperando otro futuro. Sutra 2.12

Cuando miramos nos cuesta ver, y

cuando escuchamos, nos cuesta oír.

Porque en verdad nuestra atención

acerca de lo que vemos y de lo que

oímos, por ejemplo, está fuertemente

condicionada por un cúmulo de pautas

acerca de lo que ocurre en la realidad.

Generalmente nuestra experiencia con

la realidad es confusa, particularizada,

totalmente parcial y poco objetiva. La

atracción y la aversión, es decir, el

apego y la hostilidad en cada uno de

nosotros se mezclan de diferentes

maneras para interpretar de forma

subjetiva la realidad. Estas pautas de

condicionamiento con las que todos

funcionamos, están originadas

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básicamente por unas cadenas de

pensamientos generalmente reactivos,

también están impulsadas por una

cierta química cerebral y sostenidas por

ciertas estructuras de la personalidad.

Estas pautas empiezan

en el apego y la

aversión pero van

mucho más allá

construyendo hábitos

tan fuertes que

condicionan lo que

vemos y lo que

"conocemos" de la

realidad. Esas pautas,

en la tradición del yoga

se llaman Samskaras y

están vinculadas a los

fuertes hábitos

cultivados durante

varias vidas, los

samskaras son

impresiones latentes en

nuestra mente profunda esperando a

ser activados a través de

encadenamientos inconscientes en la

mente. Y luego nuestra conducta se

desarrolla condicionada por esas

pautas de las que vemos a veces solo

“la punta del iceberg.”

Ahora desde hace ya un

buen tiempo, la

neurociencia y la

psicología están dando

más luz sobre estos

conceptos generales de

la tradición:

“Descubriremos también

que en nuestras vidas

aceleradas se vuelve

borrosa la línea que

separa objeto de sujeto,

porque una buena parte

de lo que nosotros

entendemos por nuestra

relación con el objeto se

trata, en realidad, de

nuestra relación con nuestras propias

pautas bioquímicas”. (Stephen Cope,

Las causas del

sufrimiento son la causa raíz de los actos, cada

acto deposita en lo hondo de la mente

impresiones latentes que se activarán y

experimentarán más tarde en este mismo

nacimiento o quedarán ocultas esperando otro

futuro. Sutra 2.12

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sicólogo y maestro de yoga). Lo que los

antiguos yoguis se dieron cuenta al

estudiar la mente y sus procesos, es

que las dificultades que encontramos

en la meditación están directamente

vinculadas a esas pautas de

condicionamiento que hemos cultivado

en nuestra mente. Y que las

motivaciones últimas por las cuales nos

iniciamos en la meditación están

también vinculadas a esas pautas.

Queremos renunciar y detenernos,

pero no sabemos bien como, incluso a

veces no sabemos por qué.

El condicionamiento sutil de nuestra

mente para con nuestros actos nos

habla de la relación entre nuestro

sufrimiento y la incapacidad de percibir

las cosas como son. Pues desde el

condicionamiento inconsciente, no

vemos lo que es sino lo que podemos o

queremos, o necesitamos ver en cada

momento. En la tradición del yoga, se

llama cúmulo de samskaras o de

impresiones a lo que hoy la psicología

cognitiva llama “aparato perceptivo”.

El cerebro, el sistema nervioso, las

conexiones neuronales, están

condicionadas por el desarrollo y el

condicionamiento a que fuimos

sometidos y seguimos siéndolo. Es que

nuestro cerebro continúa reforzando

ese condicionamiento que lo hizo a su

vez de una forma y a través del cual

interpretamos la realidad. No solo

vemos de forma condicionada sino que

continuamos creando pautas nuevas o

Lo que los antiguos yoguis

descubrieron es que hay un conjunto de actos que aun generando pautas no las

perpetúan, pues nos ayudan a contactar con la mente de

sabiduría.

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reforzando aspectos de otras ya

aprendidas que van a convertirse con el

tiempo en hábitos complejos.

Ahora, volvamos al sutra del inicio:

Las pautas de la conciencia siempre se

conocen por la atención pura, su

testigo último e invariable. 4.18

La atención plena o pura está libre de

reacciones y de pautas. Allí no hay

hábito. ¿Cuál es el yo verdadero? (que

es preguntarme: quién soy, hacia

dónde voy y qué hago aquí): El

observador, la atención plena.

Como no sabemos en verdad quién es

que somos, porque actuamos desde

esas pautas aprendidas tiempo atrás y

reforzadas por nuestras experiencias de

apego o rechazo, tendemos a ver que

somos un yo separado de todo lo

demás. Establecemos unos límites

entre nosotros y el resto. “Esto soy yo y

eso es el resto”. Pero para sostenerlo

necesitamos decirnos que no es

nuestro yo, que no forma parte de

nuestra interioridad, de nuestra

existencia. Por lo tanto, lo que está

afuera no es ese nosotros, ese yo. Pero

al mismo tiempo, nuestro interior

anhela integrar ese afuera porque

quizás algo en nosotros sabe que está

confinado, limitado, recluido en la

ilusión de separación. Por eso amamos,

formamos familias, grupos, amistades y

también por eso sufrimos la desilusión

de que nada nos brinda esa paz y esa

unidad que anhelamos.

Esa es la diferencia entre tener un yo y

conocer la experiencia de ser. Algo en

nosotros sabe que estamos “solos” e

incompletos, entonces pretendemos

poseer todo eso como poseemos

nuestro propio yo: mi esposa, mi casa,

mi profesión… Y en ese poseer es que

comienza nuestro sufrimiento. En

cambio, lo que nos da felicidad es el

conocer la experiencia de ser. Lo que se

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dice salir del ámbito del hacer para

entrar definitivamente en el ámbito del

ser.

Al conocer e identificar las causas de las

pautas, la meditación se transforma en

comenzar a vivir en la dimensión del

ser. Y nos conduce a la felicidad de la

integración, del no aislamiento. Pero la

tradición del yoga ha ido aún más allá,

descubriendo unas vías para salir de la

aflicción que contaran con el respeto

de la mente tal como es. Pues

indefectiblemente, la mente construirá

impresiones, que serán pautas y serán

después fuertes hábitos. Así es la

mente, así funciona. Lo que los

antiguos yoguis descubrieron es que

hay un conjunto de actos que aun

generando pautas no las perpetúan,

pues nos ayudan a contactar con la

mente de sabiduría. Ir allí a donde

anhelamos la unidad y desde donde

podemos desaprender la intención de

poseer un yo para experimentar el ser.

¿Ves cómo la motivación ha ido

cambiando? Ahora estamos hablando

de una dimensión mucho más profunda

de ti mismo y más real. Aquellas tres

preguntas (quién soy, hacia dónde voy

y qué hago aquí) comienzan a ser

nuevamente respondidas.

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Entrevista de Ivanna

¿Qué es yoga?

“Yoga, para mí es un recurso,

una práctica que me permite

seguir caminando junto a

lo que la vida trae”

Jeanette Tourn Collazo, terapeuta cognitivo conductual; terapias

contextuales que incluyen terapias de aceptación y compromiso;

experiencias somáticas. Instructora de yoga formada en Ananda en 2007.

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Sábado 17 de octubre de 2020, el día es primaveral pero al límite de ser bochornoso,

pesado, un olor a lluvia en el aire anuncia que se viene el agua. Mientras el perfume a

canela invade la sala, veo que para un auto… llegó Janette!! dejó a sus padres en Malvín

y vino para casa, desde punta del este - Maldonado. Allí vive junto a su hijo Renzo (17

años), es de profesión Psicóloga; trabaja en psicología clínica con adultos y forma parte

de la Comunidad de Ananda desde el año 2005.

¿Cómo llegaste al yoga, como una

necesidad profesional o como una

búsqueda personal? ¿Desde cuándo?

Nací en una familia de tradición

cristiana, mi padre protestante y mi

madre, inmigrante española, católica;

donde las charlas sobre espiritualidad y

religión eran habituales. Seguramente

esto influyó en que desde chica me

cuestionara sobre el sentido de la vida,

me interesara comprender más sobre

el ser humano, y más adelante

estudiara Psicología. Al conocer

distintos abordajes terapéuticos, se iba

ampliando la visión del ser humano,

como ser integral, físico, emocional y

espiritual. Estudiando teorías

psicológicas me quedaba pendiente el

deseo de saber más sobre otras

disciplinas que trabajan con el cuerpo,

la relajación, la meditación, la

dimensión espiritual del ser humano.

Pensaba en practicar yoga pero no

llegaba el momento... Hasta que en

2005, me diagnosticaron un cáncer de

ovario, me realizaron dos cirugías y

algunas sesiones de quimioterapia;

todo este proceso duró cerca de un

año. Al terminar el tratamiento me

decidí a empezar clases de yoga, y

gracias a la sugerencia de una querida

amiga terapeuta conocí la práctica de

Yoga en Ananda. Al comienzo solo

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buscaba reponer energías y terminar

de curarme, trabajar con mi cuerpo

para fortalecerme. Luego, fue

surgiendo la necesidad de comprender

el sentido de lo que había vivido, qué

propósito tenía haber pasado por esa

experiencia, por ese dolor. Martín me

invitó a hacer el instructorado y allá fui

con todas estas preguntas, centrada en

mi experiencia personal. De a poco, mis

preguntas se fueron uniendo a las de

los demás y las historias de vida se iban

entrelazando. Siempre estaré

agradecida por darme aquella

oportunidad. En el compartir

comenzaba a aparecer el sentido de

estar ahí, de ser. El dolor comenzaba a

transformarse en el camino para

descubrir la vida más allá de las

limitaciones de mi mirada. En la

práctica de yoga tomamos conciencia

de nuestras limitaciones y

vulnerabilidades, al mismo tiempo que

nos fortalecemos en el sentido de ser,

en el valor de compartir y cómo esto

nos vuelve más resilientes. Algunas

preguntas se responden pero al mismo

tiempo surgen otras, y esto parece

inevitable ante cada novedad que trae

la vida, nos sorprendemos, nos

despistamos, nos conmocionamos.

Yoga, para mí, es un recurso, una

práctica que me permite seguir

caminando junto a lo que trae la vida,

mientras se va develando el propósito

de lo que la vida es en cada momento.

¿Qué sentís que Yoga le ha aportado a

tu profesión y viceversa y cómo es

mirar con esas miradas la espiritual y

la científica a la vez? ¿Hay distancia, se

tocan o son lo mismo?

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La práctica me enseñó cómo tratarme

con amabilidad, reconocer mis

tiempos, convivir en armonía conmigo

misma y con los demás. Todo en mi

vida está impregnado de mi práctica de

Yoga, en lo personal, lo sentimental, en

el ejercicio de mi maternidad, y en mi

profesión… Actualmente la ciencia

explica cómo el yoga puede

transformar tu vida a través de la

práctica, estudia mecanismos

fisiológicos etc. Yo no soy de darle

tantas explicaciones, pero hay personas

más mentales, que necesitan esas

explicaciones para confiar, por ejemplo

mindfulness comparte muchos

principios con el Yoga: trabajar el estar

presente aquí y ahora; cultivar el

contactar con el cuerpo, en observar el

confort y disconfort, las certezas y las

incertidumbres… Así que yo siento que

ambas miradas son una y que estas

disciplinas se tocan y hasta se funden

de alguna manera.

La ciencia ha demostrado

que la práctica frecuente de

volver nuestra atención al

momento presente y

centrarse en una cosa a la

vez, es un gran beneficio

para la salud en general,

reduce el estrés nocivo,

regula otras emociones

disfuncionales y nos ayuda a

tomar mejores decisiones en

la medida que pensamos más

claramente.

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En consultorio, en el trabajo con el

dolor y el sufrimiento, como es tu

experiencia desde lo espiritual pero

dentro de ese vínculo terapeuta-

paciente?

-El trabajo como psicoterapeuta se da

en el encuentro con el otro y esto es

una gran responsabilidad. Implica estar

disponible para el otro, en este sentido

es fundamental el autocuidado del

terapeuta. El yoga nos forma en estar

presentes, en la atención plena, en el

trato amable y amoroso con nosotros

mismos y los demás. No es un estado

constante, es una práctica que vamos

integrando en nuestra cotidianidad,

tanto en los roles que desempeñamos

como en los vínculos. En este sentido

también ha sido un gran recurso. La

ciencia ha demostrado que la práctica

frecuente de volver nuestra atención al

momento presente y centrarse en una

cosa a la vez, es un gran beneficio para

la salud en general, reduce el estrés

nocivo, regula otras emociones

disfuncionales y nos ayuda a tomar

mejores decisiones en la medida que

pensamos más claramente. Tanto las

asanas como la meditación son

herramientas que entrenan la atención

plena. Conocer nuestro cuerpo, sus

reacciones desde las obvias a las más

sutiles, ser más consciente de las

emociones, identificar los

En la práctica de yoga tomamos conciencia de nuestras

limitaciones y vulnerabilidades, al mismo tiempo que nos

fortalecemos en el sentido de ser, en el valor de

compartir y cómo esto nos vuelve más resilientes.

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pensamientos, sus efectos, nuestros

comportamientos automáticos, nos da

también mayores posibilidades de

elegir, en definitiva de libertad. Cuando

practicamos yoga, cuando nuestro

cuerpo se estira y relaja, cuando

nuestra mente aprende a soltar y estar

donde está nuestro cuerpo, nos

volvemos más flexibles también

psicológicamente, un gran recurso para

la vida.

¿En estos años, como has visto el

desarrollo de Ananda, como contarías

su estilo, su forma, su espíritu, su

manera de ver la práctica de Yoga?

- (suspira hondo…) Ananda!! con

alegría veo cómo ha crecido en estos

años, nutriéndose de todos quienes

participamos de esta gran familia y el

trabajo comprometido de nuestro

querido amigo Martín. Ananda ha

desarrollado su propia personalidad

sobre una práctica disciplinada, ética,

honesta y fundamentalmente accesible

a todos.

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Escribe desde Sicilia, Italia Ada Trifiró

Comunidad

“...Y pienso que formarme allí

es lo que hace que yo sepa

con toda claridad que el grupo

es el centro y el alma de

nuestra práctica…”

Soy italiana y llegué al Uruguay por razones de trabajo en 2007. Comencé a

practicar en Ananda en 2008 y en 2012 realicé el instructorado. En los años

posteriores fui parte del equipo de nuevos y nuevas instructoras que

tradicionalmente colabora con Martín para organizar y dirigir las prácticas en

Ananda. Y en 2015 fundé Ánima Yoga en Montevideo y en 2017 volví a mi tierra

de origen: Sicilia.

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i me paro a pensar en la

importancia de la comunidad en

yoga, visualizo dos puntos de mi

camino: el inicio y el ahora. Un camino

indudablemente “vertebrado” por la

comunidad de Ananda y por mi ser

parte de ella.

Comencé a practicar yoga en 2008.

Como muchos y muchas, aspiraba a

relajar el cuerpo y a calmar la mente.

Asociaba el yoga con la liviandad, pero

no tenía mucha otra noción de lo que

sería. Elegí Ananda por casualidad:

quedaba a pocas cuadras de casa. Pero

sé por cierto que no fue por casualidad

que me quedé. En este entonces,

Martín llevaba todavía pelo largo y

algún kilo menos que ahora. Y daba la

clase con un atuendo nada especial.

Fue un alivio su apariencia de persona

normal. Emprendí la práctica entonces

y la relación con mi cuerpo no fue fácil.

Un cuerpo de cuarenta años que yo no

estaba escuchando lo suficiente, en una

vida muy centrada sobre el trabajo de

la mente. Mi cuerpo no me daba

“satisfacciones”, las posturas no me

S

Deseaba aportar cambios en mi vida. Quería trabajar menos, dormir mejor, pensar menos. En una palabra:

quería quererme más.

Y pese a la incomodidad inicial, hubo sensaciones que comenzaron a conquistarme.

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resultaban fáciles, la mente no quería

quedarse allí.

Deseaba aportar cambios en mi vida.

Quería trabajar menos, dormir mejor,

pensar menos. En una palabra: quería

quererme más. Y pese a la

incomodidad inicial,

hubo sensaciones

que comenzaron a

conquistarme.

Cuando entraba a

Ananda, sentía

lindos timbres de

voz. Una forma linda

de comunicarse. Un

cuidado. Un cariño.

Sentía vínculos y

amor. Comprensión

y entrega. Sentía ritual y magia. No

sabía de dónde venía todo eso. Pero

indudablemente había historia allí.

Había rituales que se cultivaban. Había

compromiso y disciplina. En fin: había

comunidad. Una comunidad de gente

que compartía una búsqueda espiritual.

Y que asumía el desafió de decirse la

verdad. Comencé a sentir que era lo

que estaba precisando. Y de a poco

comprendí que no era por mi cuerpo

que estaba allí, por

lo tanto ¿cómo iba el

cuerpo a ser un

obstáculo? ¿Si no

estaba invitada a

cumplir con un

criterio estético o

técnico? ¿Si no se

trataba de cómo

pongo el brazo o la

pierna? Comprendí

que estaba

buscando la experiencia de la entrega:

la entrega a una búsqueda común.

Amorosa, compasiva y hecha de paz.

“Paz”, como decíamos por tres veces al

final de cada práctica. Y entonces

Si el yoga es un camino

de vida, entonces, el encuentro con Ananda es

el punto de partida y al otro lado estoy yo: aquí

y ahora.

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también mi cuerpo encontró alivio y

comenzó a disfrutar del trabajo físico.

Fue entonces que comencé a

recortarme todos los tiempos que

podía para profundizar en la práctica.

Comencé a frecuentar los encuentros

de meditación y los retiros que en

distintos momentos del año se

organizaban. Y fui comprendiendo que

lo que estaba verdaderamente

buscando era un grupo humano en el

cual pudiera colocar mis preguntas:

sobre el sentido de la vida, sobre el

amor en todas sus formas, sobre

aspectos de la realidad que me

generaban sufrimiento. Y Ananda era

eso: una comunidad en donde pasar las

preguntas por los cuerpos y

confrontarlas con las vivencias y las

enseñanzas de maestros y maestras

que la práctica nos acercaban. Estudiar,

también era parte del proceso, por

supuesto. Y los estudios y la práctica

que Martín iba realizando desde hace

años, eran el cauce del río. No todo lo

que acontecía era placentero, obvio.

Porqué a veces la verdad duele. Pero

“verdad” era lo que yo quería escuchar.

En 2017, tras 10 años de vivir en

Uruguay, decidí volver a mi tierra de

origen: Sicilia, Italia. Y comenzó otra

etapa. Pero la comunidad de Ananda

no dejó de ser mi manantial. Aunque

extrañe la cercanía física, sé que sigo

parte de ella. Y -gracias a la virtualidad-

estoy pudiendo descubrir una nueva

dimensión en la unión.

Descubro -por ejemplo- que no es

indispensable estar en la práctica

cotidiana para ser parte. Que hoy

alcanza con tomar una clase (cuando la

diferencia de hora me lo permite) o

estar en un encuentro de meditación

para sentir que no estoy sola. Para

centrarme en mis elecciones y tener fe.

Y esto pasa porqué “el cuerpo tiene

memoria” y en mi cuerpo resuena

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activa la historia compartida durante

diez años. Cuando hablo de cuerpo, por

supuesto que me refiero a todas las

capas de nuestro ser, además del

cuerpo físico. Todo lo que de mi estuvo

y está involucrado en la práctica.

Si el yoga es un camino de vida,

entonces, el encuentro con Ananda es

el punto de partida y al otro lado estoy

yo: aquí y ahora. Está el lugar donde

vivo. Y está la comunidad que -paso

tras paso- viene surgiendo en Ánima

Yoga.

Llevó un tiempito, pero en el último

año la práctica se ha ido fortaleciendo.

Y fue durante el confinamiento (marzo-

junio de este año), cuando -atrás de los

monitores- comenzamos a sentir que

ya éramos comunidad. Un día, al

finalizar la práctica, una compañera

dijo: “te agradezco Ada por tener vivo

este espacio, esta forma de vernos,

practicar, saludarnos atrás de una

pantalla, sostenernos y abrazarnos con

la mirada. Esto es yoga pero es mucho

más”. Esa frase de Gianna dio para que

comenzáramos a compartir reflexiones

sobre la dirección que el yoga nos

estaba mostrando y sobre la

importancia del grupo. A las mujeres

que son parte del grupo les estaba

pasando lo mismo que a mí en

principio: comprender que el yoga es

mucho más que la práctica física.

Este año pasado se cumplieron 20 años

de la fundación de Ananda. Y pienso

que formarme allí -con Martín y la

comunidad que su proyecto fue

generando- es lo que hace que yo sepa

con toda claridad que el grupo es el

centro y el alma de nuestra práctica. Y

a esta historia va mi total

agradecimiento!

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Entrevista de Ivanna a Selva Mautone, (practicante de ananda desde siempre).

“Siempre lo veo creciendo a Ananda... Pero lo que destaco es lo más inclusivo que

se está volviendo, más varones por ejemplo… jóvenes varones, veo con alegría y

destaco la importancia de que haya un cambio cultural que incluya a los hombres

en la espiritualidad, en la consciencia y en la práctica del amor. “

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Es domingo 18 de octubre de 2020, hace mucho calor para la época, son las tres de la tarde, toda la ciudad está en calma dominguera, gente en las plazas... yo, voy a

conocer a Selva, una practicante de Ananda desde siempre!! , vive con una de sus hijas y su nieta, en un apto precioso pegado a la UTU de Arroyo Seco, límite con el barrio

Reducto; tiene 76 años, jubilada (trabajó como administrativa en la Salud). Está divorciada después de 30 años de matrimonio.

Selva irradia luz blanca… tiene una sonrisa que no descansa y habla muy amablemente. Primero las dos muy ilusionadas empezamos a romper el hielo… y la charla que

pretende estar guiada, empezó a serpentear de un lado a otro, y si bien las preguntas se responden una tras otra, yo sentí que fue más un intercambio de historias. Todo me

resonó conocido, nada me era ajeno… muy sentido, emocionante!

¿Desde cuándo practicas Yoga?

- Uhh pensó, hizo algunas cuentas y empezó a hilvanar la historia hacia atrás y parecía que había sido ayer… lujo de detalles y claridad sorprendente! Selva está muy informada de todo y activa en la comunidad, ahora me contaba que está

más quieta por la pandemia pero que ella tiene varias actividades a diario. Con otros jubilados con los que se junta a generar espacios para ellos; practica regularmente Yoga; apoya a su hija y nieta en sus actividades y tiene amigos con los que comparte una vida muy plena. volvemos a la pregunta... - 21 años con Martin, y antes 10 más… Era allá por los años 80 y pico, con una profesora, cerca de su casa de casada

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en el barrio Bella Vista. La motivó a practicar el dolor de espalda que sentía a causa de sus posturas de trabajo, padece de dolor cervical. Me cuenta de su trabajo como administrativa en la Salud. De las exigencias y las bondades. Compartimos mucho, porque ambas somos del mismo palo... - Después con la mamá de Martin! me dice muy alegremente, practico con ella en un club en la calle 8 de Octubre y Garibaldi, aproximadamente por el año 1998. Y los recuerdos empiezan a desempolvarse… Ahí conoce a Martin y empieza a hacer prácticas puntuales con él, que arrancaba su camino como instructor. En ese tiempo empieza a estudiar cursos de computación para capacitarse para el trabajo y sus cervicales se hacían sentir, Yoga era su forma de sanar, trae la meditación y los ejercicios de respiración que le transmitió Martin como un gran recurso que la acompañaría por siempre. - en el año 2002 la crisis me sacudió la vida. Hizo un parate en la práctica, cambió de trabajo y comenzó un proceso de

crisis en su matrimonio. A partir del 2003 retoma la práctica de Yoga , ahora ya en Ananda. Hablamos rato de nuestras historias familiares, de nuestros hijos… Me mostró los dibujos que le regaló su nieta para su cumpleaños que fue hace unos días, su lugar de práctica en su casa, y un almohadón hermoso que hizo ella misma donde se sienta a meditar.

¿De qué manera ha estado Yoga en tu vida? ¿qué aspectos de tu vida han cambiado?

-En el 2006 me divorcié e hice un cambio drástico en mi vida: nunca más comí carne. Me cuenta que encontró una relación muy íntima entre la violencia que ha vivido como mujer en su vida personal y la violencia que le muestra el comer animales; un espejo que le revela una imagen de sometimiento que ya no quiere seguir reproduciendo, y decide profundamente y de alguna manera desde lo visceral, dejar ese sufrimiento atrás. Siempre amparada en la mirada hacia adentro a la que ha accedido en

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Quién es Selva para mí

(Escribe Martín González Cremonesi)

Ella representa a las mujeres que he visto trabajar y sacar a su familia adelante sin

perder de vista jamás a los otros, a los que no son de su sangre pero que también

necesitan. Si no fue la primera fue la segunda “devolución” que recibí el día que dí la

primera práctica como instructor, y estuvo en todos los lugares donde di clase, y en

todos los retiros, y en casi todas las actividades...y siempre trabajó y cuando la

despidieron estudió y trabajó aún más y nunca me dijo “no voy a clase porque estoy

complicada”...nunca. Ella siempre vino, y siempre siguió practicando y transformándose.

Y cuando los años pasaron me aconsejó acerca de los jóvenes que se estaban

formando. Y en las rondas de meditación o de intercambio en los retiros siempre tuvo

algo que compartir compartiéndose. Selva junto a otras más jóvenes que ella estuvo en

el primer viaje en grupo (segunda o tercera etapa de ananda) y me acompañó también

en esa loca aventura. Selva viene a visitarnos a casa, nos ha visto crecer a Sandra y a mí,

ha visto crecer a nuestro hijo más grande y ha visto nacer al más chico. Su vida es la

vida de una mujer enorme que mide no más de un metro y medio. Tremenda madre,

gran amiga de camino, referente, militante, luchadora pero no peleadora. Siempre

alegre y sonriente.

Ejemplo de vida.

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gran medida por su práctica constante de Yoga y meditación. -Cambios físicos y mentales, libertad, sentir felicidad, eso me dio Yoga! seacaricia el pelo que se sacude en cascada: dejarme el pelo blanco !!! esa libertad... Todavía no lo dije, pero estamos tomando un agua saborizada con frutas en una terraza hermosa llena de plantas… tiene varias hierbas y vegetales de huerta que cultiva para llevar a su mesa; me convida con galletitas horneadas por ella, mimos al espíritu y delicias!! Hablamos de alimentación consciente, me pasa recetas saludables para toda la familia, en especial para los más pequeños, me cuenta de cómo se relaciona, enseña y aprende con sus vínculos familiares. Con su nieta con la convive y con los que tiene del otro lado del charco. Y en todo está Yoga, en estar disponible amorosamente aquí y ahora… yo me emociono constantemente y agradezco mucho este momento.

¿Cómo describirías el Yoga, que es para vos? Y el Yoga de Ananda

- El Yoga de Ananda es especial… siempre hay un grupo humano como una red, un sostén! La práctica es profunda y a la vez actitudinal, esa experiencia que se practica se lleva a la vida cotidiana, se cultiva la actitud de contactar con uno mismo y con los demás en el diario vivir. En estos tiempos que se ve mucho Yoga basado en lo meramente físico, como para personas con determinadas condiciones de agilidad y habilidad, ¿como se abre un espacio alguien grande, de tu edad? ¿Y qué opinas de ese Yoga tan de la imagen?

- No comparto ese Yoga tan de la imagen, lo veo como que es para lucirse. No es un trabajo de corazón, de sentimientos. Yo no he tenido ningún problema para practicar con respecto a mi edad, siempre valore ese espacio y todo el que me conoce, con quien comparto mi vida respeta mi práctica y mi entrega a este camino.

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¿Cómo ves a Ananda en estos años y en perspectiva hacia adelante?

- Siempre lo veo creciendo a Ananda !!! Pero lo que destaco es lo más inclusivo que se está volviendo, más varones por ejemplo… jóvenes varones, veo con alegría y destaco la importancia de que haya un cambio cultural que incluya a los hombres en la espiritualidad, en la consciencia y en la práctica del amor. Me gustaría mucho retomar las clases presenciales, por ahora sigo por internet pero con la esperanza de volver a encontrarnos. Charlamos varias horas, nos reímos y yo me permití llorar de emoción… cuando nos despedimos seguía la plaza de la mujer llena de jóvenes patinando y jugando a la pelota; empezaba a ponerse el sol. Gracias Selva por recibirme en tu hogar y abrirme tu corazón.

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Mantra - una relación personal Escribe Gonzalo Miños

antra, mántrico, mantralizar; una palabra tan utilizada en la actualidad para denotar

tantos textos y cantos que, en realidad no cumplen con las mínimas condiciones para ser considerados mantras. Cualquier canto devocional, cualquier música con intención espiritual, a esta altura puede ser un mantra. Incluso se le atribuyen muchas veces poderes místicos y milagrosos. Pero, como tantas otras cosas de la espiritualidad que se consume hoy en día, a veces lo que se dice y se informa dista mucho de lo que los sabios de las tradiciones más antiguas nos legaron. No está dentro del alcance de este artículo sintético hablar de la definición de un mantra, lo que representa y de los distintos tipos que existen. Para ello

pueden recurrir a excelentes artículos en los números anteriores de esta revista escritos. Lo que me gustaría mencionar aquí, es que existen varios niveles en lo que refiere a la práctica con el mantra, y que si queremos encarar una práctica seria y comprometida, debemos comenzar por el principio, practicando al igual que en las asanas, el permanecer, la quietud, la concentración, y la disciplina, para ir avanzando lentamente, y con mucha paciencia. El mantra es una oración que repetimos una y otra vez. Es como darle a la mente, que por definición es inquieta y tiene como naturaleza el movimiento, un espacio acotado dentro del cual moverse. Es una práctica de total austeridad, sencilla,

M

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despojada de toda exuberancia gestual, emocional, destreza vocal y melódica. Podemos partir desde una oración que sea significativa para uno, con la cual sentimos una conexión especial. Que nos ayude a relacionarnos con la divinidad, con el gurú, o con nuestro maestro interior tal vez. Que inspire y nos conecte con el amor, el servicio, y la devoción. También podríamos comenzar con un mantra de las escrituras sagradas de las tradiciones antiguas, por ejemplo védicos o tibetanos, los cuales están escritos en otro idioma, como el sánscrito, y en los cuales podemos a priori no comprender su significado, pero donde el aspecto vibratorio juega un papel fundamental. Hay una “ingeniería” en cada fonema que se pronuncia, y en la oración como un todo, que fue deliberadamente diseñada para conducirme hacia un estado interior de silencio y contemplación. Paso a paso podremos ir avanzando hacia la comprensión de su significado, cuando exista un terreno fértil, y la mente esté preparada para ello.

Debe existir en el día a día, en lo cotidiano, e irse construyendo ese vínculo desde los cimientos. Por esta razón, requiere de una actitud de entrega y de humildad ante la práctica, y ante esa palabra sagrada. De esta manera me irá revelando otras

El mantra, la palabra repetida, me va llevando a un estado interior de

calma, los sentidos se absorben (pratyahara) y de a poco vamos

estableciendo una relación personal con esa oración, un

vínculo que se va forjando con la práctica y con el tiempo. No

existen atajos. Recurrir a él sólo cuando estoy mal o sufriendo, es la trampa del ego. Buscarlo como

si fuera un salvavidas cuando estoy en el medio del agua

ahogándome sólo hará que lo asocie a esos momentos difíciles

de mi experiencia.

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profundidades y aspectos de mi interior que no conozco.

Los sabios hablaban de cuatro niveles de sonido o de la voz: para, el sonido

trascendente, donde el sonido es pura intención, sin palabras ni forma. Pashyanti, el sonido a un nivel visual, donde la persona está transformando la intención en una idea. El tercer nivel es madhyama o el sonido mental, ese espacio “entre” el pensamiento y el sonido. Finalmente queda vaikhari cuando el sonido se hace audible y se expresa. Así entonces el mantra empieza a revelar todo su poder cuando empiezo a tener la capacidad de decirlo y escucharlo a la vez. Hasta que llega un punto en el que dejo de expresarlo de forma audible, pero percibo tal sentimiento de unidad que puedo llegar a escucharme diciéndolo. Y después, sólo escucho la palabra en mi interior, hasta que queda resonando en mi corazón. Ahí comienza a producirse la transformación y la comprensión de mi verdadera naturaleza.

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Asanas, ¿fáciles o difíciles? Escribe Martín

Las asanas, o actitudes que practicamos, a través de un sencillo pero muy eficaz proceso, nos vuelven conscientes de que en medio de ese mar de información consciente y no consciente que es la mente, hay también una zona que “ve”.

Asana, campo pedagógico desde la antigüedad. Los yoguis no establecieron una cultura de la teoría, sino que fueron acumulando experiencia, experimentos e investigaciones y para ello

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establecieron un conjunto de ejercicios físicos -que también son físicos, mentales y espirituales- basados en tres áreas básicas: la respiración (conciencia y expansión de la respiración), las asanas (ejercicios físicos de autoconocimiento) y la práctica de la atención:

“El yoga es aquietar las pautas de la consciencia. Entonces, la atención puede residir en su naturaleza misma.”

Sutras 1.2-3

En estos dos sutras de 17 palabras se condensa toda aquella experiencia de cientos de años observando los estados de la mente: la ecuanimidad, el estado de no agitación, el estado de calma es lo que permite a la energía de la mente “residir” en sí misma, es decir, permanecer concentrada, no agitada hacia formas del pasado o del futuro. Aquietando el hábito de movernos hacia tal o cual ideal, permaneciendo en lo que es y con lo que es, la naturaleza de la mente se revela, y podemos conocer esos hábitos, descubrir cómo operan y entonces

desactivarlos para hallar la calma y la paz definitivas.

Pero provenientes de una tradición que fue arribando a estas conclusiones de forma práctica y experiencial, las vías de acceso a esos estados no fueron diferentes. Las asanas son el campo donde esa pedagogía irá expresándose y descubriendo, investigando y conociendo. Muchas veces decimos al guiar la práctica que a través de las asanas “recorremos un territorio interior” ese territorio con paisaje a emociones experimentadas, con paisaje a situaciones vitales vividas y guardadas en la no consciencia y que desde allí operan constituyendo hábitos de conducta más poderosos incluso que aquellos hábitos de nuestra conducta que si “conocemos”.

Las asanas, o actitudes que practicamos, a través de un sencillo pero muy eficaz proceso, nos vuelven conscientes de que en medio de ese mar de información consciente y no consciente que es la mente, hay también una zona que “ve”. Es sencillo,

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pero no es fácil. Se trata de mantener durante un tiempo determinado una postura corporal, poco habitual, con consciencia de la respiración y con total atención a todo lo que sucede mientras… es decir durante el proceso. “Mientras” miramos lo que está sucediendo podemos tener la experiencia de que ese mirar es fuente de paz. Ese mirar atentamente y seguir mirando, nos contacta con un espacio de la mente desde el cual podemos mirar, y las asanas son ejercicios por los cuales vamos aprendiendo a mirar de forma sencilla, calma y centrada. El clima de silencio y quietud que las asanas requieren no obedecen a alguna especie de ritual místico más allá de pretender sembrar y cultivar una atención equilibrdada. Si acaso fuera eso fuera un ritual lo sería por el hecho de ser una práctica formal que va descubriendo la existencia de una observación u observador que estando siempre presente no siempre podemos contactar naturalmente con él. Así las asanas van ejercitándonos y a la vez descubriendo y dibujando los caminos hacia ese observador. Como decíamos

al comienzo: es sencillo, pero no es fácil. Vamos a enfrentarnos a la inestabilidad de la mente con todo lo que eso significa concretamente para cada uno en particular y no de forma abstracta, pues la agitación de la mente crea distintos tipos de sufrimiento a veces intolerables. Pero si perseveramos también vamos a encontrarnos con la realidad de que unos pocos minutos de práctica produce unos cambios enormes en la mente y lo más revelador: el testigo siempre está allí. “El yoga es aquietar las pautas de la consciencia. Entonces, la atención puede residir en su naturaleza misma”, la naturaleza de la mente es el observador así como también su naturaleza parece ser el movimiento, cuando por la práctica sostenida aquietamos las pautas de la conciencia, entonces, la mente nos revela profundidades desconocidas para nosotros antes, niveles muy importantes de concentración que no provienen desde afuera sino que son descubrimientos, tesoros escondidos en la propia mente.

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Del conocimiento a la acción. Pero la filosofía yoga es eminentemente práctica. No “práctica” en el sentido utilitario de la palabra. Hoy lo práctico se asocia siempre a lo descartable, a lo superficial a lo que resulta fácil. Pero en cuanto a la filosofía, “práctica” significa que está ligada esencialmente al saber vivir. La filosofía yoga es una filosofía que nos impulsa a descubrir el saber vivir. El autoconocimiento que se nos propone en esta filosofía no es un autoconocimiento “autocentrado” en el que pasamos el tiempo mirándonos el ombligo. Muchas veces decimos en las prácticas que este autoconocimiento es un camino hacia uno mismo por el cual nos encontramos con el otro. Pero obviamente debe comenzar con la disposición a preguntarme “¿quién soy?”.

Las asanas son el campo donde desarrollamos la capacidad de mirar pero este es un mirar completamente diferente al mirar del ego. En primer lugar las asanas requieren de nosotros ciertas condiciones de disponibilidad:

1 Respira permitiendo que el aire fluya. No lo dirijas, no pretendas trabajar con la respiración. Simplemente respira de forma que el cuerpo y la mente reciban la señal de que estarás allí observando sin juzgar lo que ocurra. No es fácil, pero es sencillo.

2 Relájate, ponte en actitud de espera. habrán zonas del cuerpo que no puedas relajar por el momento, habrán zonas del cuerpo que deberás mantener en tensión para sostener la postura, pero ¿qué hay de las otras zonas del cuerpo? Relájalas. Las que puedas relajar voluntariamente relájalas y las que no, espera.

3 Siente las asanas. No juzgar no es estar ausente. Justamente es lo contrario. Cuando juzgamos no estamos con la experiencia sino que estamos con nuestro pasado y nuestras opiniones (a veces ni siquiera muy nuestras). Cuando no juzgamos no nos queda otra alternativa más que estar allí con lo que es sin escapatorias hacia los debería o tendría…entonces siente

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las sanas, siente la tensión, siente las pulsaciones en el cuerpo, la respiración fluyendo. De verdad que un minuto en una asana permaneciendo plenamente consciente es un tiempo maravilloso dedicado al autoconocimiento.

4 Observa. Observa hasta que descubras al observador. Quizás no te suceda al comienzo, o no te suceda con todas las asanas, pero verás que si te relajas y sientes la asana, pronto descubrirás “al que observa”. Experimentarás la energía del observador.

La energía de las asanas. Las asanas son actitudes. Popularmente se les conoce como “posturas” y muchas veces queda sujeto a “postura física” pero nada más alejado de lo que una asana es. Las asanas son actitudes, que exteriormente “imitan” la actitud de un animal, de un insecto, de un elemento de la naturaleza o incluso de un ser humano haciendo algo en particular. Por eso es central el proceso y no el resultado. En los tiempos en que vivimos nosotros nos preguntaremos

“¿y para qué me sirve la tortuga, o el árbol, o el arco?” cuando en verdad deberíamos estar interesados por lo que ocurre durante la ejecución de cualquiera de esas asanas. Qué lugares del cuerpo están más involucrados que otros, qué articulaciones, qué músculos, qué funciones de la mente… Cómo hacer surgir la fuerza sin hostilidad, sin aumentar la tensión…cómo practicar el equilibrio sin desplegar competencia alguna… Las asanas nos enseñan acerca de la estabilidad, de la quietud contemplativa. Establecen el camino de vuelta hacia uno mismo pero no desde el egocentrismo sino desde el riesgo, desde la aceptación y desde el descubrimiento de límites y posibilidades. Y todo esto ocurre púnicamente en el proceso y no en el resultado. Antiguamente se enseñaba una asana sin más imagen que la representación mental que un discípulo pudiera hacerse acerca de la descripción que su maestro estaba haciéndole. Luego llegaron las impresiones, los libros, las revistas, los videos y ahora youtube. Y nuestra

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cultura entonces busca imágenes acabadas. “¿qué tengo que hacer, cómo acaba esta postura”? Y muchas veces en el salón de práctica se me dice “es que corregís poco”… Y es que no quiero perder al alumno. Si te corrijo siempre, si estoy en los detalles, será mi asana, mi propia representación y tú habrás perdido el proceso. Y si perdés el proceso, será una buena gimnasia, pero no será yoga. Hay unas indicaciones básicas en cada asana que todos seguimos. Pero luego está el descubrir esa asana en tu cuerpo mente. Descubrir por dónde corre la energía de la serpiente o de la montaña en ti. Y cómo captar tu serpiente o tu montaña. Esta dimensión del ejercicio físico que se convierte en una práctica de concentración y autoconocimiento, requiere de condiciones particulares obviamente: lentitud al practicar, conciencia de la respiración, ausencia de esfuerzo y algo que en nuestra forma de vida creo, se vuelve esencial: tiempo.

Las asanas requieren tiempo y nosotros hoy necesitamos tiempo, no

que el día dure más horas sino, que nosotros aprendamos a hacer el tiempo y a ordenar nuestras prioridades. Es necesario sostener las asanas un determinado tiempo concreto. El cerebro lo necesita para que el ejercicio sea consciente y podamos “concienciarnos” de lo que está ocurriendo y trabajar con ello. La mente lo necesita para que pueda aceptar dejar de correr, de buscar y de enumerar las dificultades para entregarse a la ola de sensaciones y experiencias que en el cuerpo están sucediendo. La cuestión del tiempo tiene una dimensión concreta o “intensiva”, el minuto o minuto y medio que dura una asana, pero también tiene una dimensión “extensiva”, el compromiso a largo plazo que debemos hacer con la disciplina. Nuestra costumbre pregunta “¿Y cuándo veré los resultados?, ¿cuándo comenzaré a dormir mejor? El yoga responde: ¿te has comprometido a largo plazo? No porque los resultados llegan a largo plazo sino porque para poder observar y reconocer el proceso es necesaria esa relación con el tiempo.

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Luego hay también otra dimensión acerca del tiempo y las asanas. El tiempo que dedicamos a la práctica espiritual, es un tiempo sagrado, pero de acuerdo a la tradición yoga, no es sagrado por la intercesión de algún poder divino, sino porque nuestra presencia y disponibilidad lo convierte en tiempo sagrado. Porque es un tiempo en la conciencia. La disposición a buscar la verdad, la disposición a vencer nuestro egoísmo y detenernos, es lo que hace de nuestras actividades actividades sagradas. Acaso ¿hay algo que no esté comprendido por el Espíritu? ¿Existe algo fuera de Él? Nuestra ilusión de que podemos saltarnos los tiempos del progreso personal y del autoconocimiento quizás sea lo que nos deja “afuera” de su abrazo y de su luz. Nuestra experiencia con el proceso en tanto proceso de progreso en el autoconocimiento es los que nos revela que el tiempo empleado

es sagrado y que es la conexión con ese tiempo sagrado lo que nos despierta a nuestra verdadera naturaleza. No es el resultado, no es esa noción del tiempo: “mañana lo haré mejor, mañana seré mejor”. Es el proceso, y el ego tenderá a organizarlo: querrá saber qué asanas, para qué cosas, por cuánto tiempo…pero recuerda: es un proceso. No te preguntes mucho, o más bien, no busques tantas respuestas sino, experiencia. Es un proceso y como todo proceso las cosas se van dando y cuando se trata de nosotros personas, no puede ser otra cosa más que un misterio. Un proceso misterioso por el cual volvemos a casa, recorremos nuestros caminos interiores y nos encontramos con los demás en la bondad y la compasión aprendidas en las asanas.

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Iniciarse en el camino de ser instructor de Yoga

Escribe Alejandra Cruz

uando me llegó la propuesta de

este articulo, inevitablemente

me llevo a recordar las

enseñanzas de mi maestro al igual que

mi transito por el instructorado en

Ananda. Si tuviera que destacar

aquellas enseñanzas que más me

ayudaron en el camino que hoy elegí,

destacaría que me enseñó a confiar en

mí y a tener fe, siendo esta última uno

de mis mayores desafíos en el trabajo

del instructorado. Esta palabra, que en

un principio no decía nada y que luego

poco a poco fue cobrando sentido, se

me presenta hoy en día como un sentir,

como un confiar, como un creer. Con

respecto a la confianza en mí, me costó

mucho salirme de mi lugar de alumna

para posicionarme desde el otro lado,

el de instructora. Fue mi maestro

atento a esa dificultad, quién me dio

ese impulso, ofreciéndome cubrir una

de sus clases para sacarme los miedos y

las inseguridades. A partir de esa

primera clase me encontré en un lugar

de disfrute, de aprendizaje, de escucha

y de mucha paz. Inmediatamente

C

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después empezó a hacerse camino y

comenzaron las clases con grupos,

primero pequeños luego más grandes,

luego las clases personalizadas y las

clases a domicilio. Poco a poco fui

haciendo ese recorrido que hoy en día

se impone como una elección laboral.

Cuando el ser Instructora pasó al

ámbito laboral, tuve innegablemente

Lourdes es Instructora de Yoga y Profesora de Educación Física, realizo el instructorado en Ananda en el 2007, actualmente vive en Colonia

¿Cuáles fueron tus motivaciones para hacer yoga porque decidiste dedicarte a esto y no a otra cosa?

Yo creo que internamente tenemos un camino marcado y siento que mi espíritu me guió a que fuera a encontrarme conmigo misma en ese

momento. Por un lado desde la parte consciente mía creo que me llamó la parte devocional que de chica vivía y disfrutaba mucho cuando iba a la

iglesia y después de grande no lo hacíamos más. Yo fui a colegio evangélico y después a liceo católico si bien no era ortodoxa pero si sentía el amor a

dios en mi corazón y esa necesidad de estar en un grupo donde pudiéramos conectar con dios dentro de nosotros y creo que el yoga me transmitía el

encuentro con esa espiritualidad que no la estaba trabajando ya. Yo estaba en los deportes y en la música y el espectáculo y estaba en murgas, pero no estaba dedicándome un espacio para ese encuentro con mi corazón con lo

que sentía, yo creo que fue mi espíritu el que me guio.

Camila entrevista a Lourdes

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que enfrentarme con el desafío de

promocionarme a través de las redes

sociales para poder desarrollarme. En

la actualidad el yoga se transformo en

un negocio en auge y por lo tanto lo

podeos encontrar en diversos lugares,

desde gimnasios y centros deportivos,

hasta escuelas de yoga donde se

ofrecen una infinidad de estilos. La

mayoría de estos centros basan su

oferta respondiendo a las solicitudes

del mercado, cuerpos delgados, sanos,

fuertes, personas flexibles, son entre

otros, los más ofrecidos. Por esta razón,

transformé mi desafío en una práctica,

y pude elaborar contenido para

promocionar mi trabajo sin alejarme

del camino del Yoga, haciendo foco en

lo que tengo para ofrecer y en las

personas que quiero que vengan a mi

espacio.

Todos los días reflexiono sobre mi

práctica, sobre mis clases, sobre lo que

quiero transmitir. Me llevo mucho

tiempo comprender que ser instructor,

no es únicamente dar una clase, es

acompañar a otros, en las cosas buenas

Julia tiene 23 años, es Instructora de Yoga formada en Ananda en el año 2015.

Comenzó su formación desde muy temprana edad y en la actualidad se

dedica exclusivamente a dar clases de Yoga en diferentes modalidades.

Y como vivis ese equilibrio entre ser alumna e Instructora al mismo tiempo?

“No me lo cuestiono mucho, llego y ya me pongo en ese plan. Aunque a veces, siento que hay cosas que ya las sé, que

ya las practique, que ya las tengo incorporadas. Pero cuando me pasa que me pongo en ese plan, enseguida trato

de volver a eso que nos dice siempre Martin, la mente de principiante, porque siempre hay oportunidad para aprender

algo nuevo, por más de que uno ya lo haya leído, lo haya practicado. Me abro a

esa experiencia, me gusta estar desde ese lado”.

Alejandra entrevista a Julia

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y también en su dolor. Un día mi

maestro dijo estas palabras en un

retiro: “El sufrimiento del otro nos pone

en nuestro lugar de compasión y así en

la práctica.” Esta idea permanece

conmigo desde entonces y es a

menudo que me encuentro volviendo a

ella, porque me recuerda que siempre

que comparto el sufrimiento con otro

estoy en mi camino y eso me permite

avanzar. Reflexionando sobre esa frase,

se hizo visible en qué punto se tocan

mis dos profesiones, ser Psicóloga e

Instructora de Yoga. El psicólogo

trabaja con el sufrimiento del otro

escuchando, empatizando y

acompañando. Es así que en mi

practica confluyen estas dos

dimensiones, dos profesiones que

dialogan constantemente.

Cuando pienso en Ananda y en todo lo

que para mí implica, más allá de la

simple práctica de asanas, pienso en

cómo ese lugar se transformó en mi

casa, en un lugar sagrado de encuentro,

amistad, seguridad y respeto. Ese lugar

de práctica me permitió y me permite

seguir creciendo y desarrollándome.

Seguís tomando clases en Ananda?¡ por qué?

“Bueno me pasa algo particular con Ananda, creo que es un sentimiento

que compartimos muchos, yo lo siento como una segunda casa. Es una

comunidad que a mí me abrió las puertas a todo lo que soy ahora,

gracias al apoyo de Martin y de todos los que estuvieron en ese momento. Me encanta además de la práctica de

Yoga, la calidez del lugar, llegar y sentir esa energía que hay en Ananda. Llegas y siempre hay alguien que te ceba un mate, salen charlas que no salen en

otros lugares y todo eso me enriquece un montón siempre. Y además de que

me siento en casa.”

Alejandra entrevista a Julia

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¿Adaptados o perdidos? Yoga, redes, “posmodernidad”

Escribe Martín

ncendí el celular, abrí la

aplicación y me dispuse a mirar

pasando con relativa atención

las diferentes imágenes, fotos y videos

cortos que aparecían: hay una chica en

traje de baño que realiza una variante

de postura invertida en el umbral de

una habitación, apoyándose en el

marco de la puerta. El video no dura

más de 5 segundos. Sube las piernas,

las abre, mueve la cabeza y el video

vuelve a comenzar. Otra imagen más

abajo: en una habitación muy limpia y

ordenada, un chico que lleva puesto

sólo un short muy ajustado, joven,

musculoso de apariencia muy atlética,

realiza una apertura de piernas con

flexión hacia adelante. Hago click en

otro cuadrito, lo que veo se parece más

E Carolina tiene 39 años, es médica, trabaja en el Hospital de Clínicas, es médica toxicóloga y

homeópata y en 2013 realizó el curso de formación de instructores en Ananda.

“Considero que lo realmente positivo es

comenzar la búsqueda de lo espiritual sea

cual fuera el empujón inicial, pensando que

la actualidad nos ha alejado demasiado del

espíritu. Siento que siempre está el peligro

de encontrar con poca profundidad y

mucha comercialización del yoga, donde se

prioriza lo estético y un estilo de vida como

si fuera una fotografía perfecta. Yo

recomendaría comenzar un camino y

sostenerlo; “poder sostener la

incomodidad, las expectativas que no

coinciden con la realidad”. Un desapego

constante de la idea que tenemos de

nosotros mismos.”

Fernando entrevista a Carolina.

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una asana: una chica rubia en malla

larga, sobre un mat color turquesa

ejecuta “plano inclinado”, trae una

pierna hacia adelante a la línea de las

manos, luego la otra, se pone de pie y

vuelve a empezar. La imagen tiene 4

puntitos...la corro con el dedo: otra

variante de la misma asana, rodilla al

codo, una y otra vez, en 8 segundos

lleva rodilla derecha al codo derecho,

rodilla izquierda a codo izquierdo y las

alterna llevándolas hacia la

frente...todo en 8 segundos. Cambio de

pantalla: en una terraza una chica en el

suelo, sobre la mat realiza diversas

flexiones, no para. En 10 segundos, 10

flexiones. La siguiente: otra chica, otra

vez, ropa muy deportiva, ajustada al

cuerpo, realiza asanas de pie...bueno,

parecen asanas insertadas en una

especie de coreografía, aperturas de

piernas, flexiones laterales de espalda,

no para de moverse… Paso las pantallas

y parece siempre lo mismo o algo muy

parecido: coreografías, habilidades,

escenarios, ambientes muy preparados,

la enorme mayoría chicas jóvenes, con

cuerpos muy finos y evidentemente

muy habilidosas, también hay chicos

pero la relación parece ser de 10 a 1…

Por momentos me parece que estoy

viendo otra cosa pero me fijo en las

descripciones y en los “hasthtag” y

no...todos refieren a “yoga” y están en

inglés. Descubro otra modalidad:

filmaciones en “cámara rápida” de

secuencias con mucha dificultad, no se

aprecian los detalles, ni el tiempo de

permanencia, tampoco si hubo durante

la ejecución, alguna vez quietud en los

puntos “altos” de cada asana porque el

efecto de cámara rápida es constante.

Encuentro que esta es una modalidad

que se repite mucho.

Cuando estoy a punto de abandonar la

“pesquisa” aparece un cuadrito que

puede entusiasmarme: una secuencia

de fotos de unas 10 asanas y un video

en tiempo real mostrando la secuencia.

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No hay exposición de la persona, no

hay apoyo visual en el escenario, sólo

un mat, una practicante, un piso

limpio...pero el hashtag no es “yoga”

sino “pilates”. Cuando me gana el

cansancio y salgo de la aplicación me

doy cuenta de algo: como hice clik en

los cuadros que hice clik, ahora la

aplicación me mostrará videos e

imágenes parecidas a esas...sin querer

le envié el mensaje “esto me interesa”.

Hubo alguna vez, algún día perdido en

el tiempo, en que la práctica de yoga

pasó de ser un aspecto de la relación

que mantenía un maestro con sus

discípulos de forma personal a una

práctica en grupo, una práctica que se

llamó “clase de yoga” con una serie,

una secuencia, un tiempo de inicio y de

finalización. Y hubo otro momento en

el que el yoga comenzó a exportarse y

recorrió el mundo atravesando

continentes y culturas. Y también hubo

un momento en el que el yoga

En consultorio, en el trabajo con el dolor y el sufrimiento, ¿cómo ha sido tu experiencia

desde lo espiritual pero dentro de la relación médico-paciente ? Tu trabajo con el dolor y el sufrimiento te habrá llevado a las prácticas de

la compasión y de la bondad, ¿cuales crees que son esenciales?

Al conectar con la humildad del espíritu, considera que puede ser un

canal de algo que tiene que suceder, y el proceso terapéutico se da en un

plano de equidad y horizontalidad. No siendo un “gurú” que brinda

medicamentos, sino abriéndose a la intuición y a la empatía. El yoga le ha

brindado a mi profesión como médica las cualidades de la compasión, así

como una escucha atenta al otro sin tanta interferencia mental, más libre

de prejuicios e ideas cerradas. Me considero como un instrumento de la

compasión; “estoy en proceso de pulirme como herramienta”.

Fernando entrevista a Carolina.

.

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comenzó a volver a su lugar de origen.

Hubo yoga en el comienzo de la historia

humana, en la época medieval, en el

renacimiento, en la ilustración...hubo

yoga en Francia a comienzos de 1900 y

antes en Inglaterra, y en Estados

Unidos en los 70 en la explosión de la

new age y también en la instalación

definitiva de la sociedad de consumo y

en el pos modernismo.

Cuando conocí el yoga, a mis 8, 9 años,

era el único niño en clase. Las señoras

iban con pollera o pantalones y se

cambiaban en un pequeño lugar

reservado para eso en el salón. Y se

ponían mallas de gimnasia y medias

“can-can”, la clase era en penumbras y

en la relajación se apagaban

totalmente las luces. No había

colchonetas ni mats, usábamos

frazadas tanto para suavizar el piso

como para cubrirnos en la relajación.

Luego, 15 años después aparecieron las

colchonetas y las frazadas eran solo

para cubrirnos. Apareció también el

aceite esencial para aromatizar, los

cassettes y los cd de música new age

que sonaban toda la clase, música de la

naturaleza o con instrumentos chinos.

Y los practicantes, que seguían siendo

mayormente mujeres (relación un

varón cada 20 mujeres), ahora usaban

calzas, joggins, musculosas y aparecía la

ropa blanca para las actividades

espirituales. Los años 90 fueron el auge

en Uruguay y el Rio de la Plata, de

aquél movimiento que ya llevaba 20

años en EEUU: reiki, visualizaciones, tai

chi, yoga, meditaciones guiadas,

masajes terapéuticos, una explosión de

“terapias alternativas”...hasta que un

nuevo hito marcó un cambio: la

aparición de las redes sociales y

youtube a la cabeza. Entonces

empezamos a ver un yoga que está

pensado, justamente, para que lo

veamos. Y aquí hay que preguntarse,

¿qué parte de todo lo que estamos

viendo es parte de una nueva

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transformación de la práctica y qué

parte es respuesta, enganche, sumisión

y hasta “perdición” del yoga ante lo

que las redes solicitan? ¿Quiénes

presentan el yoga de esta forma hoy?

¿y por qué? ¿Quiénes lo solicitan?

(bueno, cuando vi varios de esos videos

en la red Instagram, con sólo mirarlos

me convertí en un solicitante. Cada vez

que los miré le envié el mensaje a la

red: “quiero ver más de esto”).

La relación

Algunas veces me preguntan por qué

no acostumbro a nombrar en sánscrito

las asanas y siempre contesto lo

mismo. Participamos de una tradición

donde la relación de quienes enseñan y

aprenden es definitoria. Como

instructor siento la responsabilidad de

aprender a compartir la práctica

cuidando siempre que no se fomenten

relaciones de poder (“yo sé algo que

vos no sabés”). Intento que como

instructor me veas – y me escuches- en

la clase hablando con palabras llanas,

con frases claras, que leas en mis

gestos los gestos de un igual a vos

porque eso es lo que somos (aunque lo

Marianella, es médica psiquiatra, oriunda de Paysandú, de 52 años está en Montevideo desde sus 18 años. Casada desde hace 20 años y con dos hijas adolescentes. Trabaja en una clínica actualmente aunque durante muchos años trabajó en el Hospital Vilardebó donde aprendió mucho de Psiquiatría.

“Esto de enfocarse cada uno en su camino sin competencia, para mí fue muy relevante, eso es lo que trae el

Yoga.”

"En el año 2001 conocí a Martín, en la clínica donde aún trabajo, a una persona se le ocurrió que podríamos hacer yoga para bajar el nivel de stress.Ahí aprendí de la meditación y supe

que con Martín iba a tener un vinculo a lo largo del tiempo, que seguimos hasta hoy,

nuestras familias son amigas, hemos compartido de la vida, del yoga, de la

meditación, del acompañarse, el ayudarse desde la comprensión"

Andrea entrevista a Marianella.

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disfracemos con frases complicadas y

términos incomprensibles). Un

instructor está en su salón esperando la

oportunidad de continuar aprendiendo

y esto se hace posible, una y otra vez,

cuando llegan los alumnos a clase. Es

de vital importancia

entonces que su actitud

le permita iniciar ese

proceso, pues de lo

contrario, es el

instructor el que no

seguirá aprendiendo. En

segundo plano, ¿qué

aprenderá el alumno

que es expuesto a una

relación de poder?

Las asanas no se

muestran. Se comparte

el conocimiento, se

estimula la curiosidad,

se anima el riesgo. El

instructor no debe

manipular, no debe

“seducir” con

habilidades. No es lo

visual lo que nos

importa si no lo

profundo, lo de cada uno, lo que está

"Yoga no es solo hacer las Asanas sino llevarlo a todos los órdenes de la vida, yoga me ha invitado a la coherencia , me viene

esa palabra coherencia en el pensar, sentir, actuar en todos los aspectos de mi vida, eso lo tengo presente siempre, en mi mente,

me puedo dar cuenta cuando no la tengo. Lógicamente no siempre lo logro..."

"...Me gusta mucho esto que ocurre en el cuerpo y llevarlo a los diferentes órdenes de la vida, el no competir en esta sociedad tan competitiva donde aprendimos a compararnos y esta mirada me lleva a desarmar toda esa comparación, me ayuda a enfocarme, sin estar pensando como lo hace el colega o el compañero de al lado. Esto de enfocarse cada uno en su camino sin competencia,

para mi fue muy relevante, eso es lo que trae el Yoga."

"El practicar con tu cuerpo, aceptar las limitaciones, cuantas veces me extralimite y me lastime en las posturas, aprender con humildad y aceptarlo, desde ese lugar aparece la relajación y la

transformación. Es ahí en los limites donde aparece la transformación, la mente muchas veces nos dice que esta ahí

,pero el estar en la conciencia es lo que te permite ir conociendo más profundamente el verdadero limite, también la conciencia te

permite estar en la realidad que estás viviendo y como todo es tan dinámico te permite promover esa transformación desde ese

lugar de perseverancia."

Andrea entrevista a Marianella.

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ocurriendo como experiencia de

autoconocimiento.

El campo pedagógico

Todo aprendizaje sucede en un campo

pedagógico que lo hace posible. ¿Cuál

es el campo pedagógico en el que el

yoga se hace posible entonces? El

mundo de la posmodernidad nos

impone algunas condiciones que

aparecen como naturales y hasta a

veces como “valores” de superación

personal...por ejemplo; la competencia.

Pero no es lo único. También se nos

impone una estética, se comunica con

los escenarios la pertenencia a ciertos

grupos sociales, a cierta forma de

realización y vida acomodada, se toma

distancia del compromiso con la

espiritualidad en ambientes preparados

con halos a veces de “laboratorio” o de

estudio de cine y otras veces tan

domésticos que no sugieren

rigurosidad ni disciplina, menos aún

práctica formal. (Me pregunto: se

puede practicar de cualquier forma y

en cualquier lugar al antojo de uno...o

en respuesta a las formas estéticas que

el sistema “solicita”?).

Cuestionar

Es necesario cuestionar, pero me

parece que este es el tiempo de

cuestionar no la tradición sino la

“actualidad”. En otras épocas la

espiritualidad debió abrirse paso

cuestionando las formas tradicionales:

la rigidez, la pacatería, el secretismo,

pero ahora deberíamos cuestionar lo

que se nos propone como “actual”: que

descanso no es distracción, que una

disciplina flexible no es

condescendencia ni culto al ego, que

tener un espacio de práctica acogedor

no es necesariamente transmitir que en

cualquier lugar se puede practicar y

menos aún, deslizar conceptos o

sugerencias de que el practicante de

yoga es de una forma estética,

pertenece a un grupo etario, nivel

educativo o clase social y tiene

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determinada vida (acorde a los

parámetros culturales transmitidos

desde el mundo de las redes y lo que

está detrás).

Muchas veces podemos ver que

algunas formas de proponer el yoga en

la actualidad se parece más a una fake

news que a una “evolución” o

“adaptación” de la tradición...Conviene

preguntarse entonces, ¿qué está detrás

de ésta forma de proponerlo?

En primer lugar, nosotros, los

instructores e instructoras, los alumnos

y practicantes que cedemos a esas

formas que nos proponen habilidad y

“buen gusto”, seducción y

“pertenencia” antes que disciplina,

formalidad, compromiso, estudio y

dedicación. Somos nosotros los que

cedemos libertad por comodidad y nos

dejamos anestesiar por la

“propaganda”. Luego sí, están las

formas de la “comunicación” que son

más bien formas de la “manipulación”.

Grandes intereses comerciales, firmas

internacionales, conglomerados de

medios audiovisuales entremezclados

con firmas financieras, plataformas

desde donde el sistema mueve mucho

dinero. Uno debe preguntarse: ¿qué

tiene que ver mi práctica con todo eso?

¿Cuál es la relación de mi búsqueda de

felicidad y paz, de despertar compasión

y libertad con esos modelos de

“perfección” y estética que se repiten

como moldes en las redes? Quizás sólo

preguntarse, sin intención de

responder nada...preguntárnoslo creo

que es suficiente.

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APRENDER A MEDITAR ES APRENDER

SOBRE UNO MISMO.

(Del libro “Cómo meditar: tu corazón lo sabe” (3),

editado por Ananda en marzo de 2020)

Eres tierra que recibe una semilla.

Eres campo fértil para la vida…

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APRENDIENDO A MEDITAR

Llegas al salón de práctica y apenas logras dejar afuera tus pertenencias, la ropa con la que has trabajado durante el día… apagas el celular (no sin antes mirar un último mensaje y quizás contestarlo), buscas tu manta y te sientas. Pero no has logrado dejarlo todo. ¡Tienes tanto por hacer! Caen como en cascada pensamientos e imágenes del día vivido, de los días anteriores, incluso de años, personas con las que aun tienes que hablar antes de ir a dormir, problemas por resolver, cosas que comprar… la cena, el desayuno de mañana y además quieres descansar un poco y distraerte. Suena difícil que la meditación pueda hacer lo suyo en medio de tanta agitación y te preguntas: “¿Podré con todo esto?... Tengo que aprender a meditar más y mejor así podré con todo esto” Pero sucede que si realmente te mantienes en la meditación no tardarás

en descubrir que la meditación no es cosa de esfuerzo y rendimiento sino de fecundidad y agradecimiento. Fíjate que la postura y la actitud de quien medita no expresa idea de esfuerzo, de trabajo y menos aún de rendimiento. Más bien parece no estar haciendo cosa alguna. Vivimos en una sociedad que ha ido poniendo el énfasis en el rendimiento, en el hacer y producir, en desarrollar la eficacia y la habilidad. De hecho la mayoría de los jóvenes que están estudiando lo hacen para obtener un buen empleo no para expresar una vocación que los apasiona. Vivir así obviamente, produce tensiones: la carga emocional de las situaciones vividas que se imprimen en nuestro cuerpo y que desde lo profundo del cerebro condicionan nuestra existencia. Y por ende, nuestros vínculos y relaciones. Es que pretender rendimientos sin duda nos torna débiles y frágiles. Buscando la fortaleza y la omnipotencia solo conseguimos fragilidad mientras la meditación nos

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pide: “siéntate y no hagas nada. Contempla”. La vía contemplativa es la vía por la cual reaprendemos una dimensión del hacer. Es el remedio a dejar de medirnos por nuestra eficacia y productividad. La vía contemplativa hace lugar a la vocación, ingrediente indispensable para la felicidad, pues ¿cómo seremos felices si no hemos descubierto aquello que haríamos solo por hacerlo y no por una relación costo-beneficio? Jesús por ejemplo, compara “el Reino de Dios” con una semilla que crece mientras el sembrador está durmiendo. Crece sin su esfuerzo. Jesús compara ese estado de plenitud que él llama “Reino de Dios”, con algo que crecerá independientemente de nuestro esfuerzo. La vía contemplativa, nos invita a redescubrir en nuestro interior esa semilla que está creciendo independientemente de nuestro “hacer”. Es ese lugar de armonía permanente en nosotros, ese centro en cada uno de nosotros desde donde

crecen los frutos. Pequeño, escondido, silencioso, crece y da frutos pues está dotado de la presencia de la energía vital, tal como la semilla que siembra el sembrador, trae consigo el enorme poder de la creación. Tan enorme y tan partícipe de ese poder que llegamos a creer que no podríamos tenerlo nosotros en nuestro corazón… Ahora, vuelve a mirarte meditando. No estás “haciendo nada”. Estás haciendo lo único indispensable para que la vida fluya en ti y por ti y no se estanque. Eres tierra que recibe una semilla. Eres campo fértil para la vida y darás fruto si acoges el poder de la creación que te transformará en planta y árbol y serás alimento porque darás fruto (más allá de un buen o mal empleo, tus frutos no se miden con esa lógica). Y al acoger la vida serás cada vez más consciente de que eso que acoges es algo que recibes, como un don, como una gracia, como un regalo, entonces nace en ti el agradecimiento, el otro ingrediente. La meditación hará que tu conciencia caiga a lo profundo en ti, allí donde las condiciones son propicias para dar vida

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(como la semilla que cae en tierra fértil), por eso parece que “no haces nada” porque estás recibiendo un regalo, estás poniéndote en actitud de “acogida” (como la tierra abierta por el surco se abre a la llegada de la semilla y la guarda en su profundo corazón de madre). Y quien recibe un regalo y es consciente de ello: agradece naturalmente. La meditación nos vuelve más agradecidos, porque nos hace más conscientes de todo lo que ocurre a nuestro alrededor a beneficio de nuestro crecimiento y plenitud. Ese agradecimiento es a su vez la semilla de dignidad con que podemos revertir la lógica de la habilidad y el esfuerzo, una lógica que desprecia la vida de millones de seres, que desprecia los dones de la naturaleza y nos convierte a todos y a todo en útiles del desarrollo de estructuras vacías de humanidad. Por eso la meditación nos vuelve más compasivos, porque esa semilla que germina y da frutos, nos recuerda que hay en cada uno de nosotros un centro de armonía permanente y de amor incondicional desde donde emana paz y libertad para amar.

Saber gustar del silencio, ese silencio que comunica nuestro corazón con nosotros mismos…

MEDITACIÓN: QUIETUD Y SILENCIO

La única disciplina necesaria es estar en la sintonía del silencio y la quietud que es el medio por el cual conocemos a Dios, que es el lenguaje con el que Dios nos habla y nos conoce a nosotros y es en definitiva, la comunicación de nuestra vocación y necesidad, nuestra más profunda atención en lo que cada uno de nosotros está llamado a ser…quizás de allí nuestras oraciones, nuestras plegarias, nuestro pesar y también nuestras alegrías que en esa comunicación, toman verdadera dimensión de vida.

Todas las tradiciones de meditación nos dicen lo mismo, la única cosa seria que deberíamos de cuidar es el estar en sintonía con el espíritu el mayor tiempo posible, y que todo lo que hagamos sea

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para que un día podamos mantener esa sintonía todo el tiempo. El sadhana, o práctica espiritual como se la nombra en la tradición del yoga, es el esfuerzo, la voluntad, la decisión, de mantenernos en un camino hacia el descubrimiento de la verdad (eso que somos y para lo que estamos aquí). Muchas veces decimos, Dios, el Espíritu no necesita de nuestras prácticas espirituales. Él es y existe independientemente de ello. Somos nosotros los que necesitamos practicar para volver nuestra mirada y nuestro escuchar hacia él. Entonces, de todas las prácticas que podamos hacer de acuerdo a nuestra naturaleza y a nuestras necesidades, coyunturales o históricas, la única que quizás sea esencial es la de la quietud y el silencio. Saber estar, permanecer quietos, en esa espera que se vuelve humilde y nos vuelve humildes a nosotros. Saber gustar del silencio, ese silencio “comunicante” si se puede usar esta palabra, que comunica nuestro corazón con nosotros mismos, nuestra humanidad con nosotros mismos y va revelándonos, en la humildad de la

quietud que permanece, quién es que somos, hacia dónde es que vamos y qué es lo que hacemos aquí.

…(reconocernos frágiles, humanamente frágiles) nos redime y nos purifica.

LA MEDITACIÓN ES UNA FORMA DE RESPUESTA

En cada uno de nosotros existe un mundo interior que va más allá del campo psicológico. Más allá de la química del cuerpo y más allá de los sentimientos y de los pensamientos. Un mudo al que llamamos “mundo interior”.

Los amigos, los médicos, los filósofos y los terapeutas, incluso la religión pueden ayudarnos mucho en muchas áreas esenciales de la vida, pero hay un campo en el que nadie puede ayudarnos: el campo de ese mundo interior. Y hay una dimensión de nuestro mundo interior que es a la que accedemos cuando meditamos: la meditación es una forma de respuesta.

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Al meditar estamos respondiéndole a la vida desde la ética de un espacio en nosotros donde el engaño no puede entrar: bien sabemos qué es eso que nos habita en ese lugar, y que no podemos disfrazar ni maquillar. Al meditar respondemos desde una sinceridad absoluta que no sólo responde sino que identifica las verdaderas preguntas que la vida va haciéndonos. Al meditar, nos abrimos a nuestra fragilidad y podemos ver que la no-ética y la no-sinceridad no son más que unas estrategias con las que pretendemos cubrir nuestra fragilidad esencial y esto (reconocernos frágiles, humanamente frágiles) nos redime y nos purifica.

Por eso la meditación es imprescindible para evolucionar hacia nuestra humanidad, porque vamos respondiendo a través de la redención que la meditación nos regala. Vamos respondiendo, sintiéndonos “perdonados, de aquella no-ética y aquella no-sinceridad con que quizás intentamos cubrir nuestra fragilidad.

Cuando meditamos entonces, obtenemos una nueva forma de redención: la redención que se expresa al purificar nuestros actos y responder desde la ética de mostrarnos tal cual somos y desde la sinceridad de no pretender “acomodarnos” a cualquier costo, entonces caminamos hacia nuestra humanidad, pues lo otro, aunque se ajuste al mundo y a lo que se espera de nosotros, aunque vaya de la mano del ego ideal y del ideal del ego, no es lo que somos cada uno de nosotros como personas, y por tanto nos aleja de aquella humanidad que añoramos construir.

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