Por Una Historia Conceptual de Lo Politico0001
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8/10/2019 Por Una Historia Conceptual de Lo Politico0001
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Traduccin de
MARCOS MAYERPierre Rosanvallon
Serie Brevesdirigida por
ENRIQUE TANDETER or un historiconceptu l
de lo poltico
Leccin inauguralen el Collge de France
~ rCESIBIBLIOTECA
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FONDO DE CULTURA ECONMICA
Mxico - Argentina - Brasil - Chile - ColombiaEspaa - Estados Unidos de Amrica
Per - Venezuela
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Primera edicin en francs, 2003Primera edicin en espaol, 2003
Seor director,mis queridos colegas:
ISBN: 950-557-545-9
Les agradezco que me reciban entreustedes. Hoy, en este momento inau-gural, estoy absolutamente conscientede la responsabilidad que me corres-
ponde ante vuestra decisin de abrirtambin vuestras enseanzas al msacuciante de los problemas de lapo-lis contempornea. Pero me interesaaun ms la formidable posibilidadque se me da de este modo. Una po-sibilidad, en lo que espero que sea la
mitad del recorrido de mi trabajo,de poder insuflar un nuevo aliento amis investigaciones inscribindolas,a partir de ahora, en un sitio intelec-tual nico por su radical libertad,ms all de cul sea el programa,y
Pour une histore conceptuelle du politiqueo 2003, ditions du Seuil
ISBN de la edicin original: 2-02-057932-4
2002, Fondo de Cultura Econmica,S.~.El Salvador 5665; 1414 Buenos AiresAv. Picacho Ajusco 227; DelegacinTlalpao, 14.200 MxicoD. F.
Fotocopiar libros est penado por la ley. Prohihida. su re-produccion total o parcial por cualquier medio de Impre-sin o digital, en forma idntica, extractada o modlflc~-da en castel lano o cualquier otro idioma sin autonzaClonex~resa de la editorial .
Impreso en Argentina -Printed in ArgentinaHecho el depsito que previene la ley 11.723
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l College de Frunce. Ctedra de semiologaliteraria. Leccin inaugural impartida el viernes 7de enero de 1977 por Roland Barthcs. Incluidaen El placer del texto seguido de Leccin inaugu-ral, Mxico, SigloXXI, 1979.
ta alegra se debe al hecho de poderhablar de una investigacin en el mis-mo momento en que se la realiza, ale-
gra que nace de estar ante una prue-ba movilizadora, ante una obligacinpositiva.
Mi reconocimiento se dirige muyparticularmente a Marc Fumaroli, quienles present a ustedes este proyectode ctedra de historia moderna y con-
tempornea de10 poltico. Es en prin-cipio a la amplitud de sus intereses ya su elocuente conviccin que debo elestar esta noche entre ustedes.
Seoras y seores, quiero agregar sindemora a esta lista de agradecimientosa alguien que no est aqu esta noche
para escucharme, Francois Furet. Enefecto, fue l quien me ayud a dar unpaso decisivo a comienzos de los ochen-ta al ingresar a la Escuela de Altos Es-tudios en Ciencias Sociales cuando yoera un joven doctorado, al margen dela Universidad, en una posicin de fran-
que no est empeado en la busque-- da de gradosy diplomas ni siente que
sea obligatorio acotar los trabajos a
las habituales barreras disciplinarias.Esta oportunidad de un nuevo iniciono habr de tener para m el aspectoambiguo y melanclico de balanceque implica inevitablemente eso quese conoce como honores acadmicos,que suelen estar destinados a poner
en evidencia que se juzga una obra ala que se considera acabada al menosen lo esencial. Por eso har mas laspalabras de Roland Barthes: Mi ingre-so al College de France es ms unaalegra que un honor; pues el honorpuede ser inmerecido pero la alegra
no lo es jams .' Evidentemente es-
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cotirador intelectual y en una situa-
cin un tanto precaria. Tambin mepermiti encontrar una cierta uni-dad en mi vida y realizar aquello a loque aspira todo hombre o mujer: ha-cer de su pasin un oficio. Fue con ly con Claude Lefort, uno historiadory el otro filsofo, que aprend a tra-
baj ar sin caer en rutinas acadmicasy en modas intelectuales. Ambos fue-ron grandes maestros para m, ade-ms de inseparables amigos y compa-eros de trabajo. Los miembros delCentro de Investigaciones PolticasRaymond Aron, con quienes nos pro-pusi .ros hace veinte aos renovar elestu lo tanto tiempo aletargado delo ; .oltico, saben tambin cunto ledebo a cada uno de ellos. Me sientofeliz de que esta pequea comuni-dad de historiadores, socilogos y fi-lsofos vea de algn modo reflej adala originalidad de su trabajo en el mo.Aun cuando la lista de todos aque-
110s a los que debo agradecer seramuy grande, me lin1itar a citar a ~segran medievalista que fue Paul Vg-nauX. En efecto, fueron p~obable-mente los lazos de amistad frater~alque mantuve a comienzos de los anossetenta con quien fuera uno de lospadres fundadores del sindicalismodemocrtico en Francia los que hi-cieron que el joven militante que erayo por entonces pudiera tomar pro-gresiva conciencia -a contramano delrecorrido de una gran parte de la ~e-
. , de 1968- de que una vidaneraClon .consagrada a la comprensin ~iguro-sa del mundo implica la capaCldad decambiarlo; que hay una complem~n-tariedad absoluta entre lavita actIvay la vita contemplatva.
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Historia moderna y contemporneade lo poltico. Aun de manera lateral,
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el estudio de 10 poltico encontr aveces un lugar en el College bajo ttu-los que 10 aludan de un modo ms o
menos oblicuo. Naturalmente, hay que
mencionar aqu de manera particu-lar a Andr Siegfried, el autor de Ta-bleau Politique de la France de l Ouest[Cuadro poltico del oeste de Francia]quien, siendo titular de una ctedrade geografa econmica y poltica, fueuno de los pioneros del anlisis elec-
toral en este pas. La cuestin del po-der y de su gnesis estuvo en el cen-tro de las enseanzas vinculadas conla sociologa y Con la filosofa. BastaConpensar en los trabajos de RaymondAran o de Miche1 Foucault que tan-to han influido en mi generacin, aun-
que de manera muy diferente. Se co-no~e tambin el papel decisivo queha Jugado ms recientemente Mauri-ce Agulho n con su estudio de lasmen-talidades y culturas polticas del sigloX X francs.
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Esta nueva ctedra se inscribe enesta historia, aun cuando estos ante-cedentes inmediatos no constituyen
una genealoga en sentido estricto.Tambin esta ctedra est prxima,si no en contenido al menos en esp-ritu, a ciertas enseanzas impartidasaqu durante el siglo XIX. Pienso so-bre todo en los intentos de Miche-let por esclarecer las vicisitudes delpresente reconstruyendo la gnesisdel Estado y de la nacin en Fran-cia. Debo hacer referencia tambin.a Renan. Aun siendo titular de unactedra tan especializada como la delenguas hebrea, caldea y siria, el gransabio se hizo tiempo para dedicarsea reflexionar sobre la orientacin alargo plazo de la polis, esclareciendoe interpelando a su tiempo, oponi~n-dose as a toda ceguera y a todo fa-cilismo. En muchos aspectos, la pers-pectiva de mi investigacin no estmuy alejada de esa filosofa de la
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historia contempornea 1 a a que pre-
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llegar ..~inalmente, Edgar Qui-neto El tambin entra al College deF~ance, en1841, a cargo de una mate-na tradicional. Pero los cursos dt di e es-e ar lente republicano se aventuran
;uy pronto en tierras ms arriesga-as,.pue.s se ocupa sucesivamente de
los Jesurtas (al igual que Michelet)del ultramontanismo de 1 lacid
.. ,as re aClO-nes el cristianismo con laR 1 . F evo ucion
rancesa. Me siento muy a gusto conuno de los clebres planteas del au-tor de La Ruolution: L df . a emocra-cia rancesa ha perdido ... su equIpaJe.
s necesano que rehaga t d bd o o su a-gaje e ideas . Adopto d be uen gra-
o este programa deQ .uinet y mSIento o. ed prximo a su intento por ayu-
ar a fundar el futuro vinculando el
anlisis del presente con la compren-sin de las desdichas del pasado.Con la apreciable diferencia de quela cuestin slo tendra hoy sentidodentro de un cuadro comparativo
lTIucho ms vasto.
***
2Edgar Quinet Cr d .(1867) , . I itique e la Ruolution
I en La Rvolution, 5a ed P . 1t::8mo 1 1\ '1 ans, o o I to-I p. .
No es la primera vez,stricto sensu,que el trmino poltica figura en elttulo de una ctedra del College deFrance. Pero ahora se considera alob-jeto poltico moderno y contempo-rneo como lo central de un progra-ma. Al inscribirse plenamente en la
continuidad que acabamos de men-cionar, el proyecto de una historiade lo poltico tiene a ese solo ttulouna originalidad. Conviene precisar-la atenindose a la propia definicin
de su objeto.Lo poltico, tal como lo entiendo,
corresponde a la vez aun campo Y a15
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un trabajo. Como campo, designa unlugar donde se entrelazan los mlti-ples hilos de la vida de los hombresy las mujeres, aquello que brinda un
marco tanto a sus discursos como asus acciones. Remite al hecho de laexistencia de una sociedad que apa-rece ante los ojos de sus miembrosformando una totalidad provista desentido. En tanto que trabajo,10 po-ltico califica el proceso por el cual
un agrupamiento humano, que no esen s mismo ms que una simple po-blacin , toma progresivamente. losrasgos de una verdadera comunidad.Una comunidad de una especie cons-tituida por el proceso siempre con-flictivo de elaboracin de las reglas
explcitas o implcitas de lo partici-pable y lo compartible y que danforma a la vida de lapolis.
No se puede aprehender el mun-do sin darle un lugar a este orden sim-blico de lo poltico, salvo que se
adopte un punto de vista falsamentereduccionista. En efecto, la compren-sin de la sociedad no podra limi-tarse a la suma y a la articulacin de
sus diversos subsistemas de accin (eleconmico, el social, el cultural, et-ctera) que estn lejos de ser inme-diatamente inteligib1es salvo cuandoson relacionados dentro de un marcointerpretativo ms amplio. Ms allde la toma de decisiones culturalesy
sociales, de las variables econmicasy de las lgicas institucionales, la so-ciedad no puede ser entendida ensus ncleos esenciales si no se actua-liza 'ese centro nervioso del cualprocede el hecho mismo de su insti-tucin. Uno o dos ejemplos bastarn
para convencernos.Para comprender la especificidadde un fenmeno como el del nazis-mo, se ve claramente que no alcanzacon analizar las diferentes tensionesy los mltiples bloqueos de la Ale-
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mania de los aos treinta -salvo quese lo banalice paradjicamente, con-siderndolo como una simple respues-ta exacerbada a la crisis del rgimende Weimar-. El objetivo del nazismode hacer surgir un pueblo Unoy ho-mogneo no es comprensible si no selo relaciona con las condiciones deresimbolizacin y de recomposicinperversas de este orden global de lopoltico que trat de establecer. Paratomar otro ejemplo, la crisis que atra-viesa hoy un pas como la Argentinano puede interpretarse simplemente.a partir de factores econmicos y fi-nancieros que son su causa inmedia-ta. No tiene sentido a menos que sela site en la historia prolongada de
una declinacin ligada a la dificultadrecurrente en hacer existir una na-cin fundada en el reconocimientode las obligaciones compartidas.
Por lo tanto, conviene analizar lascosas en un nivel que podramos ca-
lificar como globalizante para es-clarecer de manera fructfera mu-chas de las ms acuciantes preguntascontemporneas. Ya sea que se tratede pensar las formas futuras en Eu-ropa, de analizar las transformacio-nes de la democracia en la era de lamundializacin, de aprehender el des-tino de la forma nacin, de compren-der las mutaciones del Estado debienestar, de evaluar las condicionesen que se tornen en cuenta los pro-blemas de largo plazo en las socieda-des que estn sometidas a la dictaduradel presente, es siempre a esa cues-tin clave de lo poltico que regresannuestras perplejidades e inquietudesactuales.
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Al hablar sustantivamente delo po-ltico califico tambin de esta mane-ra a una modalidad de existencia de lavida comunitaria y a una forma dela accin colectiva que se diferencia
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implcitamente del ejercicio de la po-,. --------- ltica. Referirse a lo poltico y no a la
poltica es hablar del poder y de la ley,del Estado y de la nacin, de la igual-
dad y de la justicia, de la identidad yde la diferencia, de la ciudadana y dela civilidad, en suma, de todo aque-llo que constituye a la polis ms alldel campo inmediato de la competen-cia partidaria por el ejercicio del po-der, de la accin gubernamental delda a da y de la vida ordinaria de lasinstituciones.
Esta cuestin adquiere la mayor im-portancia en las sociedades democr-ticas, es decir, en aquellas donde lascondiciones para la vida en comn no
estn definidas a priori, establecidaspor una tradicin o impuestas por una
autoridad. En efecto, la democracia
constituye a la poltica en un camposumamente abierto a partir de las ten-
siones e incertidumbres que subya-
cen en ella. Si despus de ms de dossiglos sigue apareciendo como el in-
dispensable principio organizador detodo orden poltico moderno, el im-perativo que traduce esa evidencia estambin tan intenso como impreci-so. Dado que es fundadora de una ex-periencia de libertad, la democraciano deja nunca de constituir una solu-cin problemtica para instituir una
polis de hombres libres. En ella se unendesde hace mucho tiempo el sueodel bien y la realidad de 10 confuso.Esta coexistencia tiene de particularque no se tratara de un ideal lejanocon el cual estara de acuerdo todoel mundo. Las divergencias sobre sudefinicin remiten al orden de me-dios empleados para realizarla. Slo
por esto, la historia de la democraciano es una experiencia fracasada o
una utopa traicionada.Bien lejos de corresponder a una
sim ple incertidumbre prctica sobre
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sus distintos modos de funcionamien-
to, el sentido flotante de la democra-
cia participa fundamentalmente desu esencia. Alude a un tipo de rgi-
n1en que no ha dejado de resistirse a
una categorizacin que resulte libre
de discusiones. De all procede, ade-
ms, la particularidad del malestar
que subyace en su historia. El corte-
jo de decepciones y la sensacin de
traicin que la han acompaado des-
de siempre han sido tan intensos co-
mo consecuencia de que su defini-
cin no ha logrado completarse. Una
vacilacin como sta constituye el
impulso de una bsqueda y de unainsatisfaccin que pugnan simult-
neamente por explicitarse. Hay que
partir de este hecho para compren-
der la democracia: en ella se encabal-
gan la historia de un desencanto y la
his toria de una indeterminacin.
Esta indeterminacin se inserta en
un sistema complejo de equvocos y
de tensiones que estructuran desde
su origen a la modernidad poltica,
como lo muestra el estudio de las re-
voluciones inglesa, norteamericana y
francesa. En principio, un equvoco
sobre el sujeto mismo de esta demo-
cracia, pues el pueblo no existe sino
a travs de representaciones aproxi-
mativas y sucesivas de s mismo. El
pueblo es un amo indisociablemen-
te imperioso e inapresable. Es un no-
sotros o un se cuya figuracin es-
t siempre en disputa. Su definicin _
constituye un problema al mismo
tiempo que un desafo. En segundo
lugar, una tensin entre el nmero y
la razn, entre la ciencia y la opi-
nin, pues el rgimen moderno ins-
tituye la igualdad poltica a travs
del sufragio universal al mismo tiem-
po que plantea su voluntad de cons-
truir un poder racional cuya objeti-
v idad implica la despersonalizacin.
En tercer lugar, incertidumbre sobre
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acabo de definirlo ms que restitu-yendo de manera evidente el espe-sor y la densidad de las contradic-ciones y ambigedades que subyacen
en ello. Por10 tanto, mi ambicin espensar la democracia retornando elhilo de su historia. Pero es necesarioprecisar enseguida que no se trata so-lamente de decir que la democraciatiene una historia. Hay que conside-rar ms radicalmente que la demo-
cracia es una historia, indisociablede un trabajo de investigacin yex-perimentacin, de comprensin y deelaboracin de s misma.
Entonces, el objetivo es rehacerla genealoga extensa de las cuestio-nes polticas contemporneas paraque resulten totalmente inteligibles.La historia no consiste solamente enapreciar el peso de las herencias, en esclarecer simplemente el presen-
.te a partir del pasado, sino que in-tenta hacer revivir la sucesin de
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Esta concepcin de lo poltico con-duce a que el enfoque histrico sea lacondicin necesaria para su comple-ta comprensin. En efecto, no se pue-de aprehender lo poltico tal como
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presentes tomndolos como otras ex-periencias que informan sobre la nues-
--------tra. Se trata de reconstruir la mane-ra corno los individuosy los gruposhan elaborado sucomprensin de lassituaciones, de enfrentar los recha-zos y las adhesiones a partir de loscuales han formulado sus objetivos,de volver a trazar de algn modo lamanera como su visin del mundoha acotadoy organizado el campo desus acciones.El objeto de esta historiapara decir las cosas de otra manera',es seguir el hilo de las experienciasy de los tanteos, de los conflictosy lascontroversias, a travs de los cualesla polis ha buscado encontrar su for-ma legtima. Para dar una imagen,consiste en publicar el texto real dela pieza en la cual se insertan las pues-tas en escena sucesi vas de la vida encomn. Adems, al tratar de encon-trar este hilo conductor, este reco-rrido me lleva en parte a seguir los
pasos de los publicistas e historia-dores del sigloXIX -como Guizot,Quinet o Tocqueville, por no citarms que tres nombres- que inten-
taron concienciar a' sus contempor-neos desarrollando aquello que ha-ban definido como una historia de lacivilizacin. Comparto con ellos unamisma preocupacin, que es la de es-cribir una historia que se pueda cali-ficar como global.
La historia as concebida esellabo-ratorio en actividad de nuestro pre-sente y no solamente el esclarecimien-to de su trasfondo. Por esta mismarazn, la atencin a los problemas con-ternporneos ms explosivosy msurgentes no puede disociarse de una
meticulosa reconstruccin de su g-nesis. Partir de una cuestin contem-pornea para reconstruir su genealo-ga antes de hacerla regresar al finalde la investigacin, rica en ensean-zas del pasado, se debe ser el me-
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todo a desarrollar para alcanzar laprofundidad indispensable en un an-lisis poltico. Es en ese dilogo per-manente entre el pasado y el pre-
sente que puede volverse legible elproceso instituyente de las socieda-des y que puede surgir una compren-sin sinttica del mundo, Esto im-plica postular una historia a la quese podra calificar de comprensiva:inteleccin del pasado e interroga-
cin del presente participan en ellade un mismo recorrido. Actualiza lasresonancias entre nuestra experien-cia de lo poltico y la de los hombresy mujeres que nos han precedido, dan-do de esta manera su sentido msfuerte a la frmula de Marc Bloch: La
incomprensin del presente nace fa-talmente de la ignorancia del pasado )
En efecto, hay que ir por partes, demanera estructural, entre la bsque-da apasionada de la actualidad y laatencin escrupulosa a la historia.
Se trata, por lo tanto, de una historiaque tiene como funcin restituir pro-blemas ms que describir modelos.
Su trabajo termina en cierta manerapor mezclarse con el de la filosofapoltica .
Antes que nada, entonces, la his-
toria de lo poltico enfocada con es-te espritu se distingue por su propioobjeto de la historia de la poltica
. propiamente dicha. Esta ltima, ade-
ms de la reconstruccin de la suce-sin cronolgica de los aconteci-mientos, analiza el funcionamiento
de las instituciones, desmenuza losmecanismos de toma de decisionespblicas, interpreta el resultado delas elecciones, echa luz sobre las ra-zones de los actores y el sistema desus interacciones, describe los ritua-
3 Marc Bloch,Apologie ur l histoire ou m-tier d historien t ed., Pars,Armand Colin, ]974,p.47.
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les y los smbolos que organizan la vi-da. La historia de lo poltico incorpo-ra, obviamente, esos diferentes apor-
tes. Con todo lo que puede acarrearde batallas subalternas, rivalidades en-tre personas, confusiones intelectua-les, clculos de corto alcance, la activi-dad poltica stricto sensu es, en efecto,aquello que limita y permite en laprctica la realizacin de lo poltico.Es inseparablemente una pantalla y
un medio. Las deliberaciones racio-nales y las reflexiones filosficas ele-vadas no se pueden disociar de laspasiones y de los intereses. El majes-tuoso teatro de la voluntad generalest atravesado permanentemente porescenas tomadas en prstamo a los
pasos de comedia ms habituales delpoder. Refugiarnos en el cielo supues-tamente apacible de las ideas tampo-co nos garantizar comprender losmecanismos y las dificultades de lainstitucin de la pol s No se lospuede
aprehender ms que examinando lascontingencias ordinarias, envueltas co-
mo siempre estn en la minucia de
los acontecimientos. Esto debe decir-se con claridad. Pero al mismo tiem-po hay que subrayar con fuerza que
no se puede permanecer all si se pre-tende resolver el enigma de lo polti-co. Por ejemplo, no se podra com-prender la inestabilidad estructural
de un rgimen conformndose conhacer el relato de las crisis ministe-riales que pueden llegar a ocurrir en
la zona visible de la escena.
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4 Recordemos que es exactamente por estarazn que los historiadores de losAnnales no se in-teresaban en la poltica. Notemos tambin que espor ese mismo motivo que Durkheim no conside-raba que la polticastricto sensu fuera un objetopertinente para el socilogo. Las guerras, los trata-dos, las intrigas, los gabinetes o las asambleas, losactos de los hombres de Estado , escribe, son com-binaciones que jams se parecen a s mismas; no sepuede hacer otra cosa que contarlas, no parecensurgir de ninguna ley definida ( Sociologa y cien-
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De una manera ms general, sepuede adems considerar que la his-toria de 10 poltico tal como preten-do practicarla se nutre de los aportesde diferentes ciencias socialesy queprocura unificar sus recorridos, pero,al mismo tiempo, investiga con unaatencin particular, un conjunto dehechos y de problemas que se sitanen aquello que se podra llamar su ngulo muerto . Parapoder compren-derlo y no quedarse en consideracio-nes de mtodo demasiado abstractas,puede ser til mostrar, a partir de unospocos ejemplos, la contribucin a lacomprensin de nuestras sociedadesque propone esta perspectiva distintade los aportes de la historia social, de
la sociologa y de la teora polticatanto como de la historia de las ideas.
En principio, lahistoria social. Ellapone el acento sobre la interpreta-'cin de los conflictos de podery dela oposicin de intereses. Provee asuna grilla explicativa que estableceun vnculo entre las posicionesy lasconductas dentro del campo propia-mente poltico -el de las elecciones olas filiaciones partidarias-y las varia-bles culturales, econmicas o socialesque caracterizan a los diferentes gru-pos. El problema es que este enfoqueno da cuenta ms que de una partede la realidad. Tomemos el ejemplo dela conquista del sufragio universal.Una historia social reconstruir elconflicto entre las impaciencias delpueblo y los temores de las elites,describir las estrategias de las fuer-zas cuya presencia resulta visible. Sepodr analizar efectivamente en estostrminos al movimiento de la refor-
cias sociales , texto de 1903 escrito en colabora-cin con Paul Fauconnet, en mile Durkheim,Tex-tes, Pars, d. de Minuit, 1975, tomoI, p. 147) (eldestacado es mo). [Trad. esp.:Obras completas, to-mo I, Madrid, Planeta-Agostini, 1985.]
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ma electoral que polariza en sucesi-. .. . ~ r- -- +- vas oportunidades la atencin duran-
te la monarqua de Julio. Pero la in-
terpretacin sigue siendo parcial. Noda cuenta de la posicin de los ultrasni de los legitimistas que se erigen enese momento en campeones de la so-berana del pueblo. Tampoco explica lavacilacin de una gran parte del cam-po republicano que se percibe a tra-
vs de la defensa que algunos de elloshacen del sufragio en dos niveles oincluso la reticencia permanente a em-plear el trmino sufragio universal,prefiriendo la frmula de reformaelectoral y traduciendo as una incer-tidumbre sobre elobjetivo inmediato
a alcanzar y no slo una prudenciatctica. En este caso, la historia no es-t nicamente atravesada por un con-flicto entre 10 alto y lo bajo de la so-ciedad; est igualmente estructuradapor una tensin subyacente en la no-cin misma de sufragio poltico: ten-
sin entre el sufragio como smbolode la inclusin social, expresin de laigualdad entre los ciudadanos (y que,por lo tanto, exige imperativamentesu universalizacin) y el sufragio co-mo expresin del poder social, formadel gobierno de la sociedad (y que,esta vez, invita a plantear la pregun-ta por la relacin entre nmeroy ra-zn, entre derecho y capacidad). Esesta ltima historia, a la que podemoscalificar de interna , la que tambinhay que reconstruir.
La sociologa, por su parte, se pro-pone desenmascarar a la poltica, ha-cer manifiestos los mecanismos so-ciales reales que estructuran su campo,ms all de las doctrinas explcitas,de los discursos de los actores y delfuncionamiento visible de las insti-tuciones. A comienzos del sigloxx,algunas obras pioneras trazaron el mar-co de esta disciplina. Roberto Mi-chels fue el primero en desarrollar
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una exposicin minuciosa de las con-diciones en las cuales un poder ol-
-- ---- grquico se instala inevitablemente
dentro de las organizaciones demo-
crticas. Moisei Ostrogorski, en otraobra fundadora, muestra por su par-te cmo el advenimiento y la am-pliacin de los partidos polticos con-ducen en la prctica a transformar
a fondo el conjunto del sentido deun gobierno representativo. Se po-
dra nombrar la obra de Max Webery de otros si hubiera que reconstruirla formacin de esta disciplina. N a-die se atrevera a discutir su fecundi-dad cientfica y su importancia ciu-dadana; algunos de estos pesimistaspblicos (la expresin es de Michels)
que acabamos de citar han sido muytiles profesores de lucidez. Yo mis-mo he trabaj ado durante los aos se-tenta para que vuelvan a estar dispo-nibles algunas de estas obras. Pero esteenfoque tambin deja escapar algu-
nas cosas. Tomemos como ejemploel anlisis del funcionamiento real del
gobierno representativo, que es elncleo de la mayora de estas obras.
La sociologa poltica va a II develarlos modos de confiscacin del poder,
las formas de manipulacin que sedesarrollan a la sombra del mecanis-mo representativo. Pero no se ocupade comprender aquello que consti-tuye en cierta manera el ncleo del
problema de la representacin mo-derna: es decir, la dificultad de figu-racin de la democracia. Al sacrali-zar la voluntad por sobre el orden dela naturaleza o de la historia, la pol-tica moderna confa efectivamenteel poder al pueblo, al mismo tiempo
que el proyecto de emancipacin quevehicula conduce a convertir a 10 so-cial en abstracto. El desarrollo de lasconvenciones y ficciones jurdicas es-t as ligado a la bsqueda por asegu-rar una igualdad de tratamiento y
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por instituir un espacio comn entre
hombres y mujeres muy diferentes.
En este sentido, la abstraccin es una
condicin necesaria de la integracin
social en un mundo de individuos,
mientras que, por el contrario, en las
sociedades tradicionales son las dife-
rencias concretas las que constituyen
el factor de insercin (el orden jerr-
quico tiene por principio reunir tan-
to las particularidades como las com-
plementariedades). La democracia seinscribe doblemente en el rgimen
de la ficcin. En principio sociolgi-camente, al reformar de manera sim-
blica el cuerpo artificial del pueblo.
Pero tambin tcnicamente, pues el
desarrollo de un Estado de derecho
presupone generalizar lo social , vol-verlo abstracto si se prefiere, para ha-
cerla gobernable por medio de leyes
uni versales. Si esta formalidad es un
principio de construccin social en la
democracia, al mismo tiempo vuelve
ms incierta la constitucin de un
pueblo concreto. Aparece aqu mis-
mo una contradiccin que se instala
entre el principio poltico de la demo-cracia y su principio sociolgico: el prin-cipio poltico consagra el poder de
un sujeto colectivo cuyo principio
sociolgico tiende a disolver su con-
sistencia y a reducir su visibilidad.
Es desde el punto de vista de esta
otra contradiccin interna que el
historiador de 10 poltico tal como 10propongo aborda la cuestin del go-
bierno representativo. Por ejemplo,
estudia tambin la historia de las tc-nicas electorales como una sucesin
de intentos por dar una respuesta a
este dficit originario de figuracin.
Este enfoque presenta adems la
ventaja de superar una cierta contra-
diccin estructural de la sociologa po-
ltica y de las ciencias sociales en ge-
neral: en efecto, los trminos con los
cuales dan cuenta del funcionamien-
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to social conducen implcitamente aconsiderarlo en un estado estable esdecir, en sus regularidades. Por10 tan-to, para comprender el cambio hay queapelar a otros conceptos. La historia de10 poltico entrelaza las dos dimensio-nes, estructura e historia (al margen,se puede sealar que esta caractersti-ca formal ha constituido por muchotiempo uno de los principales atrac-tivos analticos del marxismo).
Debo subrayar, en tercer lugar, enqu difiere mi proyecto del dela teo-ra poltica, al menos tal como se lacomprende hoy de maneradominan-te. Como para movernos con una re-ferencia accesible,se puede aludir aqua las obras deRawls y de Habermasque durante los setenta y los ochen-ta otorgaron una nueva centralidad aeste enfoque. Su caracterstica es lade ser esencialmentenormativas. Di-cen en qu debera consistir una de-liberacin racional, lo que habra que
entender por soberana del pueblo,aquellos que podran ser los criteriosuniversalmente aceptables de justi-
cia o aquellos sobre los cuales debe-ra reposar la legitimidad de las reglasjurdicas. Todos conocemos el papelsaludable que cumplieron estas obrasal plantear como actuales estas cues-tiones que las ciencias sociales no ha-ban considerado til abordar. Tam-
bin constituyeron el ncleo de unainnegable renovacin del pensamien-to poltico, llevando as a que en lossetenta s acostumbrara a hablar de un retorno de lo poltico . Pero, de cier-ta manera, estos emprendimientos in-telectuales tampoco se ocupan de laesencia aportica de lo poltico. Lodemuestra el hecho de que su pers-pectiva esencialmente centrada en losprocedimientos los ha llevado a acer-carse al derecho y a la moral. Se ad-vierte claramente en los autores queacabamos de citar cmo el desplie-
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gue de una visin racionalizadora delestablecimiento del contrato sociallos l1eva a formalizar la realidad. EnRawls, aquel que decide en estado deignorancia adopta un punto de vistaacabadamente universal-racional aun-que disponga de poca informacinsobre los hechos del mundo real. Larazn no se afirma en esta perspecti-va sino pagando el precio de la abs-traccin, de la toma de distancia conlos sonidos y las furias del mundo.
Por el contrario, partir de la com-plejidad de lo real y de su dimensinaportica conduce a interesarse porla H cosa misma de lo poltico. As, enprimer lugar, hay que considerar elcarcter problemtico del rgimenpoltico moderno para comprender sufuncionamiento y no para buscar re-solver su enigma imponindole unanormatividad, como si una ciencia pu-ra del lenguaje o del derecho pudie-ra indicar a los hombres aquella solu-
cin razonable a la cual no tendranotro remedio que adecuarse. Por10tanto es tambin tomar un camino
falso tratar de exorcizar la movedizacomplejidad de la bsqueda demo-crtica por medio de un ejercicio ti-polgico. Lo interesante no es distin-guir distintas maneras de gobiernorepresentativo o de buscar cmo ha-cer encaj ar en algunos casos bien de-
finidos las posiciones de los actores olas caractersticas de las institucio-nes. Por el contrario, hay que tomarcomo objeto el carcter siempre abier-to y bajo tensin de la experienciademocrtica. El objetivo no es ya so-lamente oponer banalmente el uni-
verso de las prcticas con el de lasnormas. De 10 que se trata es de par-tir de las antinomias constitutivas delo poltico, antinomias cuyo carcterse revela nicamente en el transcur-so de la historia. Si se toma el ej em - .plo de la justicia social, se tratar de
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mostrar a travs de una historia del
Estado de bienestar cmo han evolu-
cionado en la prctica las percepcio-
nes de una re d istribucin considera-da como legtima y cules fueron las
determinaciones de esas percepcio-
nes. As, habr que partir de la con-
tradiccin que est en la matriz del
problema: por un lado, el principio
de ciudadana impone el reconoci-
miento de una deuda social objeti-va ; mientras que, por el otro, los
principios de autonoma y de res-
ponsabilidad personales conducen avalorar los comportamientos indivi-
duales, subjetivos , Es nicamente
la historia, una vez ms, la que pue-
de en este caso conducir al 1/ concep-
to . Es por esto que la historia es la
materia y la forma necesaria de unpensamiento total de 10 polt ico. Losconceptos polticos (se trate de la
democracia, la libertad, la igualdad,
etctera) no pueden comprenderse
sino en el trabajo histrico de su pues-
ta a prueba y de sus intentos de elu-cidacin. Me siento cercano en este
sentido al proyecto de fenomcnolo-ga emprica recientemente plantea-
do por Anne Fagot-Largeault.>Por ltimo, en cuarto lugar, esta
historia de lo poltico se sita bien
lejos de la historia de las ideas y delas doctrinas. Por cierto, ambas histo-
rias se interesan por las mismas obrasfundamentales. Pero estas obras no
pueden seguir siendo comprendidas
en s mismas como simples teoras
autnomas, imponentes carcasas de
navos naufragados en las costas del
pasado. Deben ser analizadas como
elementos de un imaginario socialms global. Constituyen casos testi-
go que hay que recolocar en un con-
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5 College de France, ctedra de filosofa delas ciencias biolgicasy mdicas: Leccin inau-gural impartida el jueves10 de marzo de2001 porAnne Fagot-Largeault , p. 29.
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texto ms general de interpretacin
y de investigacin. Dentro de esta pers-
pectiva, las representaciones y las ideasconstituyen una materia estructuran-te de la experiencia social. Lejos de
poder ser comprendidas de manera au-
tnoma, en estrechas genealoCTascon-
sideradas dentro del circulob
ce~rado
de sus relaciones o de sus diferencias ,estas representaciones constituyen rea-
les y poderosas lIinfraestructuras dela vida de las sociedades. A diferenciade una visin desencarnada que se
desentiende de tomar en cuenta las
fuerzas que modelan el marco de la
accin de los hombres, su objetivo es,
por el contrario, enriquecer y com-
plejzar la nocin de IIdeterminacinSe trata de tener en cuenta todas las
representaciones activas que orientan
la accin, que limitan el carripo de 10
posible a travs del campo de 10 pen-sable y delimitan el marco de las con-troversias y los conflictos. Al igual
que las fe tia les romanas -seala su- .gestivamente Michel de Certeau-los
relatos marchan por delante de las
prcticas para abrirles un territorio. 6Es un planteo que hago mo con pla-
cer. En efecto, los relatos y las repre-
sentaciones tienen como una clara
funcin posible abrir un teatro 'de le-gitimidad a las acciones efectivas .
Contrariamente a la historia de las
ideas, la materia de esta historia delo poltico, a la que califico de con-
ceptual' no puede por lo tanto limi-
tarse al anlisis y comentario de lasgrandes obras, aun cuando se las pue-
da considerar habitualmente y con
justicia como grandes momentos que
cristalizan las preguntas que se plan-
6 Michel de Certeau, L lnventian du quoti-dien, tomo 1, Arts de [aire, nueva edicin, Pars,Gallimard, 1990, p. 185. [Trad. esp.:La invencinde lo cotidiano, tomo 1, Artes de hacer, Mxico,ITESO/UIAlCFEMC, 1996.]
7 Ibd., p. 183.
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tea una poca y las respuestas que in-tenta darse. Imprime claramente a lahistoria de las ideas la preocupacin
por incorporar el conjunto de elemen-tos que componen ese objeto com-plejo que es una cultura poltica: elmodo de lectura de los grandes tex-tos tericos} la recepcin de las obrasliterarias} el anlisis de la prensa y delos movimientos de opinin} el des-
tino de los panfletos} la construccinde los discursos de circunstancias lapresencia de las imgenes} la impron-ta de los ritos e}incluso} el rastro ef-mero de las canciones. Pensar lo po-ltico y hacer la historia viviente delas representaciones de la vida en co-
mn se superponen en este enfoque.Pues es a un nivel bastardo que hayque aprehender siempre lo poltico}en los entrelazamientos de las prc-ticas y las representaciones.
Es siempre en las condiciones de supuesta a prueba que puede descifrar-se 10 poltico. Su historia es porestoJen principio} atencin al trabajo desus antinomias} anlisis de sus lmitesy sus puntos de equilibrio} examende las decepciones y los desarraigosque suscita.
Por esta razn} mi trabajo toma co-mo objetos privilegiados lo inacaba-do} las fracturas} las tensiones} los l-mites y las negaciones que dibujan laimagen en huecograbado de la de-mocracia. En efecto}el fondo de lo po-ltico no se deja realmente aprehenderms que en esos momentos y situacio-nes que subrayan que la vida en demo-cracia no es una vida de confrontacincon un modelo ideal sino la investi-gacin de un problema a resolver.
***
Ya he hecho breve mencin de algu-nas de las antinomias estructurantesde la democracia que he tenido la
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ocasin de estudiar. Hay muchasotras que deben tomarse en conside-racin. Pienso en especial en todo loque se vincula con las contradiccio-nes de forma . Hasta hoy no han si-do investigadas. Habra que aprehen-der sobre todo de manera minuciosaaquello que llam el problema del tercer organizador . Nombro de es-ta manera el hecho de que la expre-sin colectiva es prcticamente incon-cebible sin que intervenga una ciertaexterioridad. Por ejemplo, no hay co-micios posibles sin la existencia decandidaturas que obliguen autom-ticamente a los ciudadanos a elegir.Esta imposibilidad lgica de una de-mocracia inmediata y directa ha sidoobjeto desde hace dos siglos de ml-tiples interrogantes cuya historia me-recera ser reconstruida. Esta historiaconducira a una mejor apreciacindel sentido que conviene atribuir al
carcter consecuentemente reflexivo
del rgimen representativo y perm1-tira evaluar de manera diferente losfundamentos de la legitimidad de-mocrtica.
Pero sobre todo deseara llamar laatencin sobre otra contradiccin deforma que me parece que no ha sidotomada demasiado en cuenta: la dela cuestin de las relaciones de la de-mocracia con el tiempo. En efecto, elestudio de10 poltico es generalmen-te focalizado sobre el anlisis de losactores de los procedimientos y delas inst:tuciones considerando al tiem-po como una variable esencialmenteneutra (la duracin). Si la dem~cr~-cia define un rgimen de autolnstl-tucin de lo social, me parece nece-sario considerar al tiempo como unavariable activa y constructiva. En efec-to, la poltica est tambin armadaen forma de tiempo social, marcadosimultneamente por el trabajo de lamemoria y por las upaciencias de
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l' la voluntad, es arraigo e invencin..--- - Deseara comprender a la democra-
cia a partir del examen de sus apo-ras, partiendo de la tensin entre eltiempo-recurso y el tiempo-obliga-cin. La pregunta est ejemplarmenteplanteada desde los finales del sigloXVIII en el gran debate entre Ed-mund Burke y Thomas Paine sobreel sentido de los derechos del hom-bre. Paine formula el programa mo-derno de una emancipacin radical dela tradicin al oponerse a las opinio- ,nes de Burke: Es imposible que exis-ta alguna vez o en algn pas un Par-lamento que tenga derecho a atar a laposteridad hasta el final de los siglos
[... ]. Cada siglo, cada generacin de-be tener la misma libertad de accin,en todos los casos, que los siglos ygeneraciones que la precedieron .
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8 Thomas Paine, Les Droits de l homme(1791), Pars, Belin, 19R 7, p. 74. [ Trad. esp.:De-
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La afirmacin de la voluntad gene-ral presupone para los revoluciona-rios norteamericanos o franceses unacapacidad permanente -al menos encada generacin- de invencin delfuturo de manera tal que10 que unageneracin ha elegido libremente nose convierta para las siguientes enun destino inexorable. De all el de-bate, central en ambos mrgenes del
Atlntico durante el sigloXVIII, so-bre el buen uso de un texto constit-cional a fin de que no tome la formade 10 que se asemejara a un precon-trato (el problema sigue vigente hoy,como 10 muestran los trminos enlos cuales suele seguir siendo abor-
dada la cuestin del carcter demo-crtico del control de la constitucio-nalidad). Todas las democracias hanhecho suyas las inquietudes de Marx
rechos del hombre, Madrid, Alianza, 1984.)
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9 Karl Marx, Le 18 Brumaire de Louis Na-po o (1852), Pars,ditions sociales, 1969, p.15. [Trad. esp.:El 18 Brumario de Luis Bonapar-
te, Barcelona, Ariel, 1968.]
introduciendo una temporalidad lar-
ga en la vida comunitaria. Es tambin
evidente que vivimos en un mundo
en el que la vitalidad econmica est
ligada a la capacidad de las polticas
pblicas de planificar sobre perodos
cada vez ms extensos (en materia
de investigacin, entre otras) y en lascuales tomar en cuenta los proble-
mas del medio ambiente conduce a
razonar con horizontes que no pue-
den compararse con los de los ritmos
electorales. Los tiempos de la demo-
cracia aparecen as susceptibles de un
doble desfase: demasiado inmediatos ,para una preocupacin de largo pla-
zo, demasiado lentos para la gestin
de 10 urgente. En ambos casos, quedacuestionada la pertinencia de la idea
de voluntad general.
Esta tensin entre temporalidades
no cesa de profundizarse y de ali-mentar un conjunto de perplejidades
y de conflictos. Las posiciones pue-
cuando se lamenta de que la tradi-
cin de todas las generaciones muer-
tas pesa como una pesadilla sobre el
cerebro de los vivos .
La atraccin actual por el corto
plazo que deploran muchos no provie-
ne solamente de una especie de acele-
racin de la historia artificialmente
impulsada por las impaciencias del
mundo meditico. Se trata mas bien de
un fenmeno estructural. En efecto,
para dar fuerza visible a la voluntad
general, la democracia est constan-
temente tentada de hacer prevalecer
los caprichos del instante (la expre-
sin es de Renan), que se imponen a
su vez como un amo destructor.
Por otro lado, el derecho -percibi-
do por todos como una necesaria pro-
teccin- no puede tomar forma sino
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den oscilar entre una visin radical-mente instantanesta de la democracia,presta en consecuencia a aferrarse aun poder ejecutivo que se autojustifi-cara en la fuerza de10 excepcional,y una justificacin opuesta de su po-der por parte de los expertos, consi-derados como los nicos aptos para representar los intereses sociales delargo plazo en nombre del conoci-miento que pudieran llegar a poseer.La historia extendida de esos con-flictos permitira aclarar numerososinterrogantes contemporneos. Abri-ra tambin el camino a una compren-sin renovada de la democracia comoconjugacin de tiempos. En efecto,quisiera demostrar que elsujeto de lademocracia debe ser comprendi-do como un sujeto indisociablemen-te jurdico (el pueblo de los ciudada-nos-electores) e histrico (la nacinque vincula la memoria con la prome-sa de un futuro compartido).
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Pero las formas de la democraciamantienen tambin una relacin conla pluralidad del tiempo. Lejos de to-da aproximacin unvoca que se fo-calizara nicamente en el procedi-miento de la legitimacin electoral,se podra elegir subrayar de qu mo-do la perspectiva de una complejiza-cin de las formas de soberana (yen-do desde la simple toma de posicincontestataria a la institucin de esaespecie de memoria de la voluntadgeneral que representa una constitu-cin) va necesariamente unida al to-mar en cuenta y ocuparse de la mul-tiplicidad de las temporalidades queconstituyen la experiencia humana.
Estos diferentes aspectos de la in-determinacin democrtica, me gus-tara subrayarlo, se prolongan en unacrisis permanente dellenguaje pol-tico. En efecto, definir esas nocionesesenciales -la igualdad, la ciudada-na, la soberana, el pueblo, etctera-
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genera problemas. Esta franja de pa-labras ha sido significativamenteconsiderada como dramtica duran-
te la Revolucin Francesa. En el mo-mento en que lanza junto a Sieyes suIournal d instruction sociale 1793),Condorcet comprueba que la alte-racin del sentido de las palabras ha-bla de una alteracin en las propias
10 U d 1 bosas . no e os o servadores ms
perspicaces del Terror puede llegartambin a sealar a propsito de Ro-bespierre y de sus amigos que lesustraen a todas las palabras de la len-gua francesa su verdadero sentido 11
10 e d S 1n orcet, ur e sens du mot rvolu-tionnaire , en Iournal d instructuni sociale, nm.1,1 de junio de 1793, p. la.
1 J Edme Petit, Discurso del 28 de fructidorao (14 de septiembre de 1794),Archives par~lamentaires, 1a serie tomo XCVII p 175 'r. h,.. lras a-ber desparramado el desastre en todas partes, laincertidumbre y la ignorancia +contina- intro-dujeron en el lenguaje una infinidad de palabrasnuevas, de denominaciones con las cuales desig-
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mientras que Brissot, por su lado,apostrofa con encono a aquellos a losque llama ladrones de palabras .12
Es por esta razn que Camille Des-moulins se fij a como programa, enLe Vieux Cordelier, hacer de la liber-tad de prensa, con la confrontacinpermanente entre las palabras y lascosas que implican, la clave de la cons-truccin de la experiencia democr-tica. El carcter de la democracia-subraya entonces- es llamar a loshombres y a las cosas por su norn-bre .13 Por el contrario, la ideologaes la manifestacin ms evidente-
nan a su voluntad a los hombresy las cosas segnel odio o el amor del pueblo engaado [ibd.).
12 Cf B' . D 1rissot, e que ques erreurs dans lesidees et dans les mots relatifsa la Rvolution Fran-caise , La Chronique du Mois ou les Cahiers Pa-triotiques, vol. S, marzo de 1793.
13 Camille Desmoulins, Le Vieux Cordelier,nm. 7, edicin establecida por Pierre Pachet, Pa-rs, Belin, 1987, p. 123.
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vez esclarecida en su brutal desnu-
dez. As, de Hanna Arendt a Claude
Lefort, se ha operado toda una reno-
vacin del pensamiento de 10 polti-co' desde los aos cincuenta a los se-
tenta, a partir del anlisis del hecho
totalitario. Lejos de los enfoques pu-
ramente descriptivos que no vean en
l ms que el resurgimiento agrava-
do de las figuras conocidas de la tira-
na o la dictadura, la originalidad de
estos autores ha sido mostrar que los
regmenes implicados deban ser com-
prendidos como formas desviadas de
la modernidad democrtica, como una
especie de realizacin negativa de s-
ta. En efecto, se puede analizar el fan-
tasma activo de un poder que absor-
ba totalmente a la sociedad -que es
lo que caracteriza al totalitarismo- co-
mo una exacerbacin utpica del
principio representativo, que en un
mismo movimiento pretende cons-
tru ir artificialmente una sociedad per-
fectamente legible en su unidad ~ un
poder con el que se supone que est
totalmente identificada, tratando de
resolver en su origen el hecho mis-mo de la separacin entre lo social y
10 poltico. El impulso de la empresatotalitaria deriva de esta pretensin
que se prolonga en la utopa de hacer
existir un poder totalmente confun-
dido con la sociedad, no disociado
en absoluto de ella. Por esta razn, elpoder totalitario est marcado por
una imperiosa lgica de la identifica-
cin. Al radicalizar y erigir en abso-
luta la figura del partido de clase, pre-
tende superar las aporas primeras de
la representacin e instituir un po-
der que represente realmente a lasociedad. Es el partido el que organi-
za esta cadena imaginaria de identi-
ficacin que conduce a hacer del bu-reau poltico e, incluso, del primersecretario -se al que Solzhenitsyn
llamaba el egcrata- la perfecta en-
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carnacin del pueblo. Por lo tanto el ,partido excede en este caso la fun-cin de representacin: es la sustan-
cia misma del pueblo.La aprehensin de los lmites mis-
mos de lo poltico ha consistido esen-cialmente hasta hoy en explorar laszonas tempestuosas y de desvo enlas cuales se hunde la democracia. Es-ta ((expedicin por los abismos sigue
constituyendo un camino de compren-sin privilegiado. Naturalmente de- ,ben continuarse las investigacionespor esta direccin, los acontecimien-tos nos obligan a hacerla de maneraacuciante, me doy cuenta y hago miparte. Sin embargo, hay que recono-
cer que hoy nos enfrentamos tambina lo inverso, a un desgaste y ya no auna exacerbacin de lo poltico. Com-probamos una aparente disolucin yun desvanecimiento: sensacin de unadeclinacin de la soberana, percep-cin de un desvanecimiento de la vo-
luntad y de un aumento paralelo enpotencia de las fuerzas de derecha odel mercado. Las fronteras del gobier-
no y de la administracin, de la ges-tin y de la poltica se han vuelto si-multneamente ms dbiles. Habraque precisar bien este diagnstico. Pe-ro lo esencial es subrayar que tam-bin desde ahora habr que abordar lopoltico partiendo de estas zonas gri-
ses, tomando en consideracin estasescasas energas, estas derivas inmvi-les, estas descomposiciones discretas.
Sin embargo, los sobresaltos delmundo contemporneo no incitan so-lamente a reflexionar sobre las for-mas lmites de 10 poltico. Tambin
el espacio de lo poltico est hoy so-metido a tremendas pruebas. Esta cues-tin es abordada desde hace veinteaos por mltiples autores que par-tieron de la constatacin de la diso-ciacin y de la diferenciacin cre-cientes de las relaciones de fuerza y
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de territorio, vinculadas en otra po-
ca por la figura del Estado soberano.
Estos trabajos de ciencia poltica o
jurdica sobre la descomposicin ex-
terna de la soberana y su disemina-cin son bien conocidos. Pero no se
le ha acordado an demasiada aten-
cin a la tendencia concomitante a
la fragilizacin interna de los Esta-
dos-nacin a causa del debilitamien-
to del contrato social y del estrecha-
miento de las identidades colectivas.La aceleracin de los movimientos
de secesin constituye su rnanfesta- .
cin ms evidente. En efecto, tiende
a crecer el nmero de Estados al mis-
mo tiempo que los motivos de esta
multiplicacin han cambiado de natu-
raleza. Las cifras son elocuentes. Loscuarenta y cuatro Estados de 1850 no
se haban convertido en ms de se-
senta en vsperas de la Segunda Gue-
rra Mundial. Fueron los procesos de
descolonizacin de los aos cincuen-
ta y sesenta y de descomposicin de
la Unin Sovitica, en sentido amplio,
a partir de 1989, los que constituye-
ron hasta hoy el vector de una for-
midable descomposicin de Estados;su nmero era de 118 en 1963 y de
196 en el ao 2000. El movimiento
contina, agudizado por los muchos
casos de conflictos tnicos y religio-
sos. Los especialistas en relaciones in-
ternacionales observan con preocupa-
cin este fenmeno. Pero convendratambin analizarlo estableciendo un
vnculo entre este proceso de seg-
mentacin estatal y la dimensin de
la secesin social que parece jugar
ahora un papel determinante. En efec-
to muchas de estas deconstruccio-
nes derivan de un rechazo por partede ciertas entidades a continuar con
la vida en comn, con todo lo que es-
ta ltima implicaba en materia de re-
distribucin para manejar las dife-
rencias aceptadas. Estos mecanismos
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de retraccin de lo poltico correspon-
den entonces a una puesta a prueba delos lmites del contrato social a la cualhay que darle su importancia. Este
fenmeno crucial no siempre es bienevaluado.En efecto, la paradoja es quela declinacin contempornea del Es-tado-nacin -como forma social- sedisimula detrs de la multiplicacinde los Estados-nacin como entidadessoberanas. Los conflictos de reparto
que se resolvan normalmente den-,tro de compromisos sociales internosse transforman en ciertos casos enconflictos de identidad que se ex-ternalizan atravesando las fronteras.En otros trminos, la lgica agregati-va de lostiempos de la conquista y dela defensa de los derechos suele con-vertirse en segregativa.La eclosin ac-
tual de los nacionalismos demuestraen el mismo movimiento un retrocesoy ya no una difusindel modelo hist-rico de nacin. Las naciones original-
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mente consideradas como universosreducidos son sustituidas cada vez ms
por especies de naciones restrictiva-mente concebidas como particulari-
dades ampliadas, Es un fenmeno quedebe analizarse urgentemente y conprecisin si se quiere intentar con-jurar sus efectos deletreos. Tambinse vuelve necesario articular un anli-sis interno y un anlisis externo delo poltico, cambiar un enfoque en tr-
minos de relaciones internacionalespor un anlisis sostenido en el pun-to de vista del contrato social ydelas formas de identidad colectiva yde solidaridad percibidas como per-
tinentes.Las antinomias, los lmites, enton-
ces,pero tambin las decepciones. Meparece aun ms necesario abordar lacomprensin de lo poltico bajo untercer aspecto: explorando el fenme-no de la decepcin democrtica. Unagran parte de los interrogantes con-
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temporneos se concentra alrededordel diagnstico de una desaparicin
- que se percibe como peligrosa: decli-
nacin de la voluntad, descomposi-
cin de la soberana, desagregacin delas figuras de 10 colectivo, etctera.Estos interrogantes, me gustara recor-darlo, no son del todo inditos, auncuando impliquen formulaciones re-novadas cada vez. En principio, es enla imposibilidad de disociar lo polti-
co y la poltica que encuentra su ori-gen una cierta decepcin ante el r-gimen moderno. En efecto, -nunca essimple separar 10 noble de 10 vulgar,los pequeos clculos egostas y lasgrandes ambiciones, el lenguaje filo-so de la verdad y las astucias de la se-
duccin y la manipulacin, la aten-cin al largo plazo y el sometimiento
a las urgencias. Si debe ref1exionarsey trazarse una frontera entre ellos,sta permanecer siempre mvil yfluctuante, determinada como est por
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el prisma de los intereses y condena-da a las diferencias de opinin.
Nace as, alrededor de 10 poltico,una demanda que no puede ser satis-fecha de una manera determinada.Todo ocurre como si hubiera al mis-mo tiempo demasiada y no suficien-te poltica, expresin de una espera ymanifestacin de un rechazo. Deseode poltica junto a la aspiracin a undominio de la colectividad por s mis-
ma, conviviendo con la ilusin de vertomar forma a una comunidad en lacual haya lugar para todos. Per tam-bin rechazo a los enfrentamientos es-triles y a la bsqueda simultnea deuna felicidad nicamente privada.Sentimos al mismo tiempo una exas-
peracin ante un demasiado lleno yuna nostalgia ante lo que percibimos
como una declinacin. A la vez, la po-ltica se nos aparece como una suertede residuo vergonzante, al que habraidealmente que eliminar y como una
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mostrar tambin que la decepcinnace de la dificultad de hacer vivirel ideal democrtico en la realidadcotidiana: ese ideal no ha dejado de
oscilar entre el miedo al conflicto yla angustia ante su ausencia, entre laaspiracin a la autonoma individualy la bsqueda de una participacin enel ser colectivo.
Los interrogantes contemporneossobre la disolucin de la poltica no
podran ser aprehendidos solamentea partir del anlisis, muy rpidamen-te aludido, de las formas de disemina-cin y recomposicin de la soberana.stas estn igualmente inscriptas enuna historia continua de desencanta-miento democrtico que no es ms,
tal vez, que la otra cara de una histo-ria del odio a la democracia, odio quesuele crecer enmascarado bajo la pre-tensin de poner en la picota slo asu forma llamada liberal o burgue-sa . Eso sera, si se quiere, tratar de
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escribir una historia negativa de lademocracia.
Esta tarea de una historia de lo polti-
co alcanza su mayor importancia eneste despertar del tercer milenio, en elmomento en que percibimos con in-quietud creciente que lila historia nos
, muerde los talones , para decirlo conun lugar comn. Nos alcanzar aqu,para dar una breve imagen, con aludir
a las condiciones en las cuales la glo-balizacin econmica modifica el es-pacio de la democracia y hace ms di-fcil la realizacin del inters general ycon constatar el advenirniento de ununiverso en el cual las formas de go-bernabilidad estalladas y diseminadas
son sustituidas cada vez ms por unejercicio legible y responsable de la so-berana, o con mencionar las perturba-ciones causadas por la presin de lostiempos mediticos, con recordar losconflictos vinculados a la crispacin
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de las identidades nacionales o conaludir a los problemas planteados porla entrada a un universo en el que ca-da da se afirma ms el peso de pode-
res tan inasibles como tremendamenteamenazantes. Es alrededor de interro-gantes acuciantes como stos que seorganizan hoy numerosas investiga-ciones en las ciencias sociales. La his-toria de10 poltico, tal como intentdefinir sus caractersticas, puede, meparece, aportar una contribucin espe-cfica a la comprensin de estas cues-tionescolocndolas en una perspectivaamplia y de largo plazo. Debe tambinpermitir superar las hoy tan extendi-das tentaciones de refugiarse en la po-sicinde un retiro desengaado o aban-donar perezosamente el gobierno delmundo a los automatismos, considera-dos como suficientes, del mercado o ala sola fuerza del derecho.
~1,
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En materia de ciencias -sealaba Mar-cel Mauss- ninguna lentitud es sufi-ciente; en materia de10 prctico, no sepuede esperar. 14 No me preocupa ol-
vidar que esta diferencia no podra abo-lirse sin perjuicios. Considerando quese trata de problemas contemporneosuniversalmente debatidos, es muy gran-de el riesgo de ver desaparecer la dife-rencia entre el trabajo paciente y el co-mentario apresurado, en una palabra,entre la ciencia y la opinin. Pero lahistoria moderna y contempornea de10 poltico no sabra desentenderse delmundo y encerrarse en un recinto pre-servado pero inaccesible a los movi-mientos de la vida. Por el contrario, suambicin es descender a la arena cvi-ca y aportar all un suplemento de in-teligibilidad, un aumento de la lucidez.Debe proponerse una lectura crtica y
14 Mareel Mauss,CEuvres, tomo lII, Pars, d.de Minuit, 1969, p. 579.
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serena del mundo all donde dominan
con tanta frecuencia el clamor de las
pasiones, las versatilidad de las opi-
niones y la comodidad de las ideolo-
gas. Por 10 tanto, el trabajo cientficoms riguroso y las adquisiciones ms
pacientes de la erudicin participan
directamente de la actividad ciudada-
na, nacen de la confrontacin con el
acontecimiento y permanecen ligados
a l. Pretendo inscribirme, con mo-
destia pero tambin con una firme de-
terminacin, en la lnea de aquellos
sabios que lo fueron tambin por su
propia obra de infatigables ciudadanos
y que no se dieron tregua en maridar el
pesimismo de la inteligencia con el op-
timismo de la voluntad, para retomar
una expresin de Romain Rolland, po-
pularizada por Gramsci, que sirvi du-
rante mucho tiempo de gua a una
gran parte de mi generacin.
Reflexionando sobre la especifici-
dad de los cursos que se daban entre
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estas paredes, Michelet sealaba: No
es en absoluto una enseanza 'pro-
piamente dicha. Es el examen de las
grandes cuestiones realizado en p-
blico. No se habla a alumnos sino a
iguales't Hay seguramente algo de
ilusorio en este enfoque del curso p-
blico, que no funciona igual para las
diferentes disciplinas. Sin embargo,
corresponde a una visin saludable
de la prueba particular que constitu-ye el tipo de palabra que se arriesga
entre estas paredes. Quizs es, ade-
ms, en esta prueba que se halla el
origen de la alegra que mencionaba
al principio de esta leccin sin poder
todava definirla: participar de unautopa acadmica que vale la pena
mantener para hacer vivir la polis.
15 Michelet, Cours l CoLlege de France, to-mo 1 1838-1844 Pars, Gallimard, 1995,p. 20.,
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