Paul Federn, Artefactos (2008)
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PAUL FEDERN, ENTRE FREUD Y LA ROCA DE LA ALIENACIÓN
Gabriel Meraz Arriola
“Déjenme tener un compañero de viaje, aunque sólo
sea para observar cómo se alargan las sombras y
declina el sol.”
L. Sterne, citado por E. Vila-Matas
Paul Federn fue el primer psicoanalista en sentirse concernido por la locura.
Antes que Tausk y Ferenczi, o que Jung y Abraham, quienes llegaron a las
psicosis desde la psiquiatría. Federn -como después Lacan- llegó a la práctica
analítica vía las psicosis1.
Federn fue el primero -el único en el círculo de Freud- que intentó
cernir en su especificidad la llamada “transferencia psicótica”. Llevó a cabo la
tarea en el momento en que reinaba un completo escepticismo sobre la
aplicación del método analítico a las psicosis. Eran los tiempos en que se decía
–los freudianos lo afirmaban convencidos- que “no hay transferencia en las
psicosis”. Federn, no obstante, constató que los psicóticos transferían con
igual o mayor intensidad que los neuróticos, y que el dispositivo analítico era
inoperante si se aplicaba en tales casos como Freud lo configuró para el
tratamiento de las neurosis. Además de la praxis que sostuvo, Federn
reformuló en aspectos claves la metapsicología freudiana (por ejemplo, la
teoría de la libido), propuso un nuevo modelo del narcisismo, y transformó en
aspectos nodales el dispositivo analítico.
Todo ello para hacer posible una clínica freudiana de las psicosis.
1 “Mi primer caso desgraciado de psicosis, que tanto me enseñó, fue también el primero de mis
tratamientos psicoanalíticos”. P. Federn, La psicología del yo y las psicosis, Amorrortu, Buenos Aires, 1984, p. 147
Y es que lejos de haberse convertido en un disidente del freudismo (le
atormentaba la posibilidad de engrosar las filas de Adler, Stekel y Jung)
Federn permaneció fiel a la enseñanza freudiana, y leal a la persona de su
maestro hasta el final2. En 1943 declaraba:
La transferencia ha sido con respecto a las psicosis, la piedra de
escándalo del psicoanálisis. El propio Freud me dijo, hace algunos años,
«los psicóticos son un fastidio para el psicoanálisis»”3
¿Por qué fastidiaban los psicóticos al psicoanálisis? La animadversión
que despertaban los locos en el inventor de esta praxis es bien conocida4. Sin
embargo, será más importante tener presente la objeción doctrinaria que se
ubicaba en la base de la resistencia de Freud a llevar el tratamiento analítico a
las psicosis. Este punto de vista teórico constituía en cierta forma el núcleo de
la “piedra de escándalo”, y llegaría a convertirse, en el freudismo, en una
especie de “roca de la alienación” que Federn se impuso extraer; maniobra
equiparable, ¿por qué no decirlo así?, a la extracción de la “piedra de la
locura” del psicoanálisis5.
Antes de recordar algunas cosas sobre la posición freudiana en lo
concerniente a las psicosis, así como las indagaciones de Freud sobre el
2 De una manera paradójica que es preciso señalar, en la medida en que atañe a la cuestión que plantea el
estilo de Federn, calificado con frecuencia de “oscuro” y “complejo”. Es sabido que Federn forzaba la exposición de sus ideas para hacerlas coincidir con las de Freud. El problema del estilo, por otro lado, no resultó ajeno a Federn, quien con base en su experiencia de años como editor de textos psicoanalíticos escribió el artículo “The neurotic style”, publicado por Psychiatric Quarterly en 1957. 3 La Psicología del yo y las psicosis, Amorrortu, Buenos Aires, 1984, p.159
4 En una carta a Max Schur (4 de octubre de 1928), Freud declaraba: “No me interesan estos pacientes
(psicóticos), me aburren, me parecen demasiado ajenos a mí y a todo lo humano”. Citado por M. Mannoni, en La teoría como ficción, Crítica, Barcelona, 1980, p. 128 5 Tomamos la expresión “roca de la alienación” de Jean Allouch, autor que, no obstante, sitúa la roca en el
campo de la psiquiatría contemporánea a Freud. Cfr. Ustedes están al corriente hay una transferencia psicótica en Littoral, “Las psicosis”, Córdoba, 1989, pp. 39-66.
mecanismo psíquico ligado a ellas y a la llamada “pérdida de la realidad”,
señalaremos algunas cosas acerca del vínculo de Federn con Freud y daremos
unas coordenadas biográficas.
De origen médico, Federn fue en 1903 el quinto miembro en integrarse
a la “Sociedad psicológica de los miércoles” que se reunía en torno de Freud6.
Al igual que casi todos los analistas de su generación, Federn nunca se recostó
en un diván y, si se da crédito a lo que dice P. Roazen en su libro “Freud y sus
discípulos”, se lamentó muy profundamente cuando Freud respondió con una
negativa a su demanda de análisis7.
Ernest Jones informa que fue Federn quien tuvo la idea de regalar a
Freud, en ocasión de sus cincuenta años, un medallón que en el frente
ostentaba su imagen en bajorrelieve y al reverso un antiguo grabado de Edipo
enfrentando a la Esfinge, en el que se leían estas palabras de Sófocles: “Aquel
que descifró el famoso enigma y fue varón muy poderoso”8. Si bien el nombre
de Federn no aparece con mucha frecuencia en las biografías de Freud, una
lectura atenta permite advertir su presencia en momentos decisivos para el
naciente “movimiento psicoanalítico”. Asimismo, las actas de la Sociedad
Psicoanalítica de Viena (legadas a Federn por Freud y editadas por Ernest
Federn y Nunberg) consignan una intensa actividad de su parte en las
reuniones científicas de la Sociedad.
El contacto clínico de Federn con la locura data de 1906, sin embargo,
prefirió mantener en la sombra la mayor parte de su trabajo teórico y –
abocándose a elaborar su “psicología del yo”- esperó la muerte de Freud para
dar a la luz sus escritos fundamentales sobre las psicosis y esquizofrenias.
6 Agrupación que, como se sabe, constituía el embrión de las “sociedades psicoanalíticas” (hacia finales de
1907 el círculo reunía a 14 miembros y Freud propone disolverlo para fundar la Sociedad Psicoanalítica de Viena). 7 Paul Roazen, Freud and his Followers, New American Library, USA, 1976, p. 304.
8 E Jones, Freud (2), Salvat, Barcelona, 1985, p. 284.
Como quiera que fuere, en ellos Federn refiere haber consultado a su maestro
con frecuencia a propósito de sus pacientes locos (en cartas y personalmente,
en una especie de control avant la lettre), algunos de los cuales el propio
Freud había declinado atender.
A cambio de la lealtad a toda prueba que lo caracterizó, Federn sucedió
a Freud en la presidencia de la Sociedad Psicoanalítica de Viena en 1923,
recibió la derivación de su clientela cuando éste abandonó la práctica por
enfermedad y permaneció unido a él hasta que los nazis llegaron a Viena.
Federn emigró a Nueva York, ciudad donde alcanzó una libertad creativa sin
precedentes. De manera quizá significativa, la psicología del yo que Federn
llevó consigo a esa ciudad no encontraría el más mínimo eco en los
representantes de la psicología del yo anglosajona, quienes nunca vieron en él
a uno de su bando.
El psicoanalista triestino Edoardo Weiss (amigo, analizante, y albacea
testamentario de los escritos de Federn) cuenta que se requerían horas y horas
de discusión para hacer reconocer a Federn que sus puntos de vista teóricos
diferían de los de Freud y, a su juicio: “sólo después de la muerte de Freud
pudo Federn hablar de aquellas de sus nociones que divergían de algunas de
las ideas básicas de aquél”.9 Semanas antes de que viudo reciente y consumido
por el cáncer decidiera poner fin a sus días, confesaba en una carta a Weiss:
“Como en mi seminario tengo que hablar sobre “el yo y el ello” de Freud,
tengo que evidenciarme todas las contradicciones entre la psicología del yo de
Freud y la mía. Son mucho más profundas de lo que había supuesto”10
.
9 “Mis recuerdos de Sigmund Freud”, Problemas de la práctica psicoanalítica (correspondencia Sigmund
Freud-Edoardo Weiss, Gedisa, Barcelona, p. 35. En su introducción a La psicología del yo y la psicosis”, el propio Weiss evoca así el recuerdo de su último encuentro con Federn hacia finales de 1949: “sabiendo que sus días estaban contados me dijo: “No se apene cuando me haya ido, ya he puesto por escrito todo cuanto debía decir en el campo de la psicología del yo”. Op. cit., p. 19. 10
Idem.
La posición freudiana y la “represión psicótica”
En la 26ª de sus Conferencias de introducción al psicoanálisis, “La teoría de la
libido y el narcisismo” (1917), decía Freud:
Ya en 1908, Karl Abraham, tras un intercambio de ideas conmigo
formuló la tesis de que el carácter principal de la dementia praecox
(incluida entre las psicosis) consiste en que en ella falta la investidura
libidinal de los objetos. Pero entonces se planteaba esta pregunta ¿Qué
ocurrió con la libido de los dementes extrañada de los objetos?
Abraham no vaciló en responder: es revertida al yo, y esta reversión
reflexiva es la fuente del delirio de grandeza de la dementia praecox.
Esto último es enteramente comparable a la sobrestimación sexual del
objeto, bien conocida en la vida amorosa [normal] […]. Les diré que
estas primeras concepciones de Abraham se conservaron en el
psicoanálisis y se convirtieron en la base de la posición que adoptamos
hacia las psicosis.11
En la base de la segregación de las psicosis del campo freudiano
encontramos esta objeción doctrinaria: en la medida en que hay una regresión
libidinal al estado autoerótico no hay libido de objeto disponible para la
transferencia12
. Dicho de otro modo, para Freud el psicótico no podía tomar al
analista como objeto de amor.
La adscripción a esta postura condujo a la mayoría de los analistas a
excluir a las psicosis de su campo de acción. En aquel entonces, el rechazo a
11
Obras Completas v. XVI, Amorrortu, Buenos Aires, 1998, p. 378 12
Desde 1899, Freud había expresado a Fliess la idea de que en la paranoia se presentaba un “asalto de la corriente autoerótica, como un retroceso al punto de vista de entonces”. Carta del 9 de diciembre de 1899. S. Freud, Obras Completas, vol I, op. cit., p. 322
la psicosis era visto como un signo de adhesión al freudismo. Las cosas
llegaron al punto en que parecía no que el psicoanálisis estuviese
contraindicado para el tratamiento de las psicosis, sino que las psicosis eran
una contraindicación para el psicoanálisis.13
Por las mismas razones, Freud consideró que las psicosis constituían la
vía regia para acceder a la estructura del yo14
, la cuál sólo podía atisbarse
echando un ojo por encima del “muro narcisista”, solidario del “negativismo”
de la posición psicótica. El artículo de Abraham que Freud citaba en la
conferencia es “Las diferencias psicosexuales entre la histeria y la demencia
precoz” 15
. En una nota a su escrito célebre sobre la paranoia, Freud había
señalado en alusión al mismo texto: “[en este] breve trabajo de Abraham están
contenidos los puntos de vista esenciales expuestos en este estudio sobre el
caso Schreber” 16
. En dicho artículo, Abraham caracterizaba el “negativismo”
de la demencia precoz como la “antítesis de la transferencia”.
Con la introducción de las teorías de la libido y el narcisismo en su
doctrina Freud lo plantearía en otros términos. Desde este punto de vista, la
psicosis consistía en una regresión al autoerotismo y el consecuente
enriquecimiento de la libido narcisista a expensas del empobrecimiento de las
investiduras de objeto.
13
En la conferencia “Sobre psicoterapia” (1904) Freud declaraba: “Las psicosis, los estados de confusión y de desazón profunda (diría: tóxica), son pues, inapropiados para el psicoanálisis, al menos tal como hoy lo practicamos. No descarto totalmente que una modificación apropiada del procedimiento nos permita superar esa contraindicación y abordar así una psicoterapia de las psicosis”, Obras Completas, VII, op. cit., p. 253 14
En “Introducción del Narcisismo” (1914) decía: “Un estudio directo del narcisismo me parece bloqueado por dificultades particulares. La principal vía de acceso a él seguirá siendo el análisis de las parafrenias. Así como las neurosis de transferencia nos posibilitaron rastrear las pulsiones libidinosas, la dementia praecox y la paranoia nos permitirán inteligir la psicología del yo. De nuevo tendremos que colegir la simplicidad aparente de lo normal desde las desfiguraciones y exageraciones de lo patológico”. Obras Completas, XIV, op. cit., p. 79 15
K. Abraham, Psicoanálisis clínico, Lumen-Hormé, Buenos Aires, pp. 48-59. 16
“Sobre un caso de paranoia descrito autobiográficamente”, Obras Completas, vol. XII, op. cit., p. 65, n. 16.
Como es sabido, con la teoría de la libido Freud quería dar cuenta de las
distintas organizaciones de la actividad anímica según los aspectos tópicos,
económicos y dinámicos de la energía libidinal. La imagen que dio a su mito
es conocida: el animálculo protoplasmático (una ameba) que extiende y retrae
alternadamente la sustancia de su cuerpo fuera del núcleo, mediante
prolongaciones que tienen la forma de unos pseudópodos; movimiento
equiparable a la ductilidad y fluidez con que la libido inviste los objetos para
retrotraerse al yo (como ocurre en el sueño, según Freud, donde se presenta un
“extrañamiento del mundo exterior” debido a la concentración de la libido en
las investiduras narcisísticas). Recuérdese que al introducir su segunda tópica,
Freud plantearía en las neurosis un conflicto situado entre el yo y el ello,
mientras que en las psicosis lo ubicaba en la relación del yo con el mundo
exterior. Con todo, sugirió que en ambos casos se trataba de afecciones
narcisistas17
.
Es importante subrayar que Freud nunca planteó la existencia de una
“frontera neta” entre neurosis y psicosis18
. No al menos en el sentido que hoy
se quiere dar a las llamadas “estructuras clínicas”. Recuérdese que muy
tempranamente Freud acuñó el término “neuropsicosis” para designar la
histeria, la obsesión y varias psicosis, y habló también de las “psicosis
histéricas” y de las “psiconeurosis”. Desde el punto de vista de la teoría de la
libido, había entre neurosis y psicosis un continuum, una progresión sin
ruptura, la diferencia entre ambas obedecía, en todo caso, al grado en que el
interés libidinal del individuo se concentrara en los objetos o en el yo19
.
17
Cfr. “Neurosis y Psicosis” (1924 *1923+), Obras completas, vol. XIX, op. cit., p. 148 18
En “Breve informe sobre el psicoanálisis” (1924 *1923+), decía: “Era indudable que neurosis y psicosis no estaban separadas por una frontera neta, como tampoco la había entre salud y neurosis”, Obras completas, XIX, op. cit., p. 215. 19
Bernard Casanova, quien llegó a referirse el ejercicio analítico como una “a-clínica”, comenta sobre este punto: “¡Toda la patología podría ser explicada por la teoría de la libido! Haciendo una progresión en la
Freud reconocía en las psicosis una tendencia natural de la libido
narcisista a fracasar en el intento de investir los objetos, y especuló que tanto
el delirio como las alucinaciones eran producto de dichas tentativas fallidas de
restablecimiento. Ellas, supuso, formarían parte de una “fase de represión” y
tendrían como resultado el desasimiento del mundo exterior20
. En la 26ª
conferencia leemos: “En la daementia praecox parece como si la libido en su
empeño por regresar a los objetos –vale decir a las representaciones de estos-
atrapara realmente algo de ellos, más sólo sus sombras”.21
Esto recuerda el
parentesco que existía –para Freud y Abraham- entre los estados psicóticos y
los melancólicos. La “sombra del objeto” parecía haber caído también en el yo
del psicótico.
Ya en sus llamados “escritos pre-psicoanalíticos” Freud buscaba en los
distintos avatares de la represión (operación anímica cuya doctrina, es sabido,
será la “piedra angular del psicoanálisis”) un mecanismo de defensa específico
de las psicosis, si bien emparentado con la represión neurótica. En sus escritos
sobre las “neuropsicosis de defensa”, de 1894 y 1896, Freud planteaba que los
síntomas de las psicosis –al igual que los de la histeria y la obsesión- eran
fruto de una defensa del yo en la que actuaba una modalidad particular de la
represión. En el primero de ellos, refiriéndose concretamente a la psicosis de
“confusión alucinatoria”, decía:
En los dos casos considerados hasta ahora [las conversiones histéricas y
las representaciones obsesivas] la defensa frente a la representación
psicopatología de la neurosis a la psicosis grave, sin ruptura (sin la ruptura estructural que hoy hacemos entre neurosis y psicosis), sea que la libido se ponga más sobre los objetos o sobre el yo”. B. Casanova, Sur la psychanalyse et sur sa fin, EPEL, París, 2006, p. 107 (Traducción mía). 20
Cfr. “Sobre un caso de paranoia descrito autobiográficamente (Schreber)”, Obras completas, vol. XII, op. cit., p. 71 21
Op. cit., p. 386.
inconciliable acontecía mediante el divorcio entre ella y su afecto. Pero
la representación si bien debilitada y aislada, permanecía dentro de la
conciencia. Ahora bien, existe una modalidad defensiva mucho
más enérgica y exitosa que consiste en que el yo desestima
[verwerfen] la representación insoportable junto con su afecto y se
comporta como si la representación nunca hubiera comparecido.22
Esta “modalidad defensiva” realizada como verwerfung aparece, en este
contexto, como una operación ligada a la represión neurótica.
En el manuscrito H, de 1895, al comunicar a Fliess sus investigaciones
sobre la paranoia, Freud puntuaba la especificidad de los distintos “modos
patológicos de la defensa” presentes en el grupo de las neuropsicosis.
Tomando en cuenta tanto “el afecto” como “el contenido de la representación”
y las “alucinaciones” trazaba el cuadro siguiente: en la histeria la defensa
actuaba por conversión; en las representaciones obsesivas por sustitución; en
la paranoia –a diferencia de en las anteriores, precisaba Freud- el afecto y el
contenido eran conservados en el yo y luego arrojados en proyección hacia el
mundo exterior; en la confusión alucinatoria: “la representación inconciliable
íntegra (afecto y contenido) es mantenida apartada del yo, lo cual sólo es
posible a expensas de un desasimiento parcial del mundo exterior”.23
En el segundo de los escritos sobre las neuropsicosis, Freud insistía en
que el mecanismo psíquico de la paranoia precisaba de:
22
Las neuropsicosis de defensa (Ensayo de una teoría psicológica de la histeria adquirida, de muchas fobias y representaciones obsesivas, y de ciertas psicosis alucinatorias) (1894), Obras Completas, Vol. III, op. cit., p. 59 23
S. Freud, Obras Completas, vol. I, op. cit., p. 251. Énfasis mío (tómese nota de él por lo que veremos más adelante en Federn)
…un particular camino o mecanismo de represión, así como la histeria
lleva a cabo esta por el camino de la conversión a la inervación corporal
y la neurosis obsesiva por sustitución (desplazamiento a lo largo de
ciertas categorías asociativas) 24
.
En este escrito, Freud examinaba un caso de “paranoia crónica”25
, y
caracterizaba las alucinaciones auditivas de su paciente como un síntoma del
“retorno de lo reprimido”, producto del “compromiso entre [la] resistencia del
yo y [el] poder de lo retornante, compromiso que en este caso había
reproducido una desfiguración que llegaba a lo irreconocible” 26
. No obstante,
Freud reconoce en dicha desfiguración un mecanismo análogo al de la
neurosis obsesiva, en el cual “una imagen moderna análoga reemplaza a la
reprimida”27
.
En su estudio sobre Schreber, Freud lanzaba la conocida tesis de que la
paranoia estaba asociada a la represión de un deseo homosexual, cuya
fantasía, como se recordará, se analizaba según una gramática del delirio. Pero
lo que interesa destacar aquí es que en dicho trabajo Freud parece sellar su
posición en lo que toca a la especificidad del mecanismo de defensa propio de
las psicosis, que no sería otro que dicha operación análoga a la represión, cuyo
efecto era el desasimiento libidinal del mundo externo y el consecuente
retorno al estado narcisista primordial28
.
24
S. Freud, Obras Completas, vol. III, op. cit., p. 175. 25
Strachey informa que, veinte años después, Freud cambiaría este diagnóstico por el de “demencia precoz”. 26
Ibid., p. 182. 27
Ibid., p. 183 28
En escritos tardíos como “La escisión del yo en el proceso defensivo” y “Esquema del psicoanálisis”, ambos de 1938, Freud sugeriría la existencia de una escisión del yo vinculada a la defensa, la cual describe así: “se forman dos posturas psíquicas en vez de una postura única: la que toma en cuenta la realidad objetiva, la normal, y otra que bajo el influjo de lo pulsional desase al yo de la realidad. Las dos coexisten una junto a la otra. El desenlace depende de la fuerza relativa de ambas. Si la segunda es o deviene la más poderosa está
Al intentar dilucidar las relaciones entre la paranoia y la demencia
precoz, Freud especulaba sobre la existencia de un mecanismo distinto en cada
una de ellas en lo concerniente a la formación de síntomas, al retorno de lo
reprimido, “no obstante, tener en común” –decía Freud- “el carácter básico de
la represión propiamente dicha, a saber, el desasimiento libidinal con
regresión al yo”.29
La idea de que en la base de las psicosis actuaba un
mecanismo ligado a la represión aparece de nuevo en trabajos posteriores de
Freud; en la precitada 26ª conferencia, por ejemplo, acerca del retraimiento de
las investiduras de objeto característico de la demencia precoz comenta lo
siguiente: “el proceso que hace desasirse a la libido de los objetos y le bloquea
el camino de regreso se aproxima al de la represión y ha de concebirse como
su correspondiente”.30
Seis años más tarde, en el artículo “Neurosis y
Psicosis” Freud concluía con una pregunta que retomaba esta cuestión en el
mismo punto:
¿Cuál será el mecanismo análogo a una represión por cuyo intermedio
el yo se desase del mundo exterior? Pienso que sin nuevas indagaciones
no puede darse una respuesta, pero su contenido debería ser, como el
de la represión, un débito de la investidura enviada por el yo”31
.
dada la condición de las psicosis (…) El punto de vista que postula en todas las psicosis una escisión del yo no tendría títulos para reclamar tanta consideración si no demostrara su acierto en otros estados más semejantes a las neurosis y, en definitiva, en estas mismas. Me he convencido de ello sobretodo en casos de fetichismo”. “Esquema del psicoanálisis” en Obras Completas, vol. XXIII, op. cit., pp. 203-204. Como se sabe, será la operación denominada verleuglung (desmentida) aquella que Freud reconoce en el fetichismo y en ciertas psicosis, y que consiste en una escotomización de un fragmento de la realidad objetiva que hace sentir sus efectos en la pérdida de la función sintética del yo, los cuales forman parte del proceso defensivo ligado a la represión. 29
“Sobre un caso de paranoia (…)”, op. cit., p. 70. 30
Ibid. p. 383 31
Obras Completas vol XIX, op. cit., p. 159
Como veremos en lo que sigue fue Paul Federn quien dio respuesta a
esta pregunta de Freud, al precisar la naturaleza de dicho “débito de la
investidura enviada por el yo” para luego avanzar una concepción inédita de la
transferencia en las psicosis.
El sentimiento y las fronteras del yo, “apostillas” de Federn a la teoría del
narcisismo
Al estudiar la locura, Federn empezó por indagar a fondo las vivencias
psicóticas que cualquiera conoce: el sueño, el deja-vu, en el que un recuerdo
vivido como presente, o la inversa, somete al sujeto a una pérdida de la unidad
espacio-temporal del “sentimiento del yo”. El sentimiento del yo (ich-gefühl)
es, para Federn, la Erlebnis de una unidad que se percibe como totalidad en
una continuidad cronológica. Lo describió como “el sentimiento de las
relaciones corporales y psíquicas con respecto al tiempo y al contenido, siendo
esa relación considerada como una unidad ininterrumpida o restaurada”32
. Si
bien el término había aparecido en la obra de Freud, será Federn quien
convierta el sentimiento del yo en un concepto medular de su propia
psicología del yo.
Como se recordará, Freud consideraba que el yo era inexistente al
iniciar la vida psíquica del sujeto, y que se formaba a raíz del contacto del ello
con el mundo exterior. Federn sostuvo que desde el momento mismo de nacer
se posee un sentimiento del yo. Diferenciaba el sentimiento del yo en sus
planos psíquico y corporal. En los sueños, decía, era claro que el yo psíquico y
32
La Psicología del yo y las psicosis, op. cit., p. 43
el yo corporal eran vivenciados de modos distintos, pero en vigilia el yo
psíquico se vivenciaba en el yo corporal.
El cogito ergo sum cartesiano es, según Federn, una formulación
racional del sentimiento del yo psíquico:
[La] tesis fundamental «cogito ergo sum» contiene el concepto del yo
en ambos verbos; si bien acentúa la relación entre el pensar y el ser,
implica lo siguiente «sentir mi yo me demuestra que el pensamiento y el
ser son míos»”33
.
Las teorías de Federn se enraizaron en un enfoque fenomenológico del
yo, y a menudo se ha querido emparentar sus concepciones con las de Jaspers.
No obstante, si bien Federn concebía la consciencia como llena de un
sentimiento del yo, no dejó de subrayar que el sentimiento del yo psíquico no
se coextendía a la consciencia, en la medida que atañía a estados yoicos y
representaciones de objeto reprimidos, o sea inconscientes (término excluido
de la “Psicopatología general” del psiquiatra y filósofo alemán).
En lo concerniente al yo en su faz corporal, Federn hablaba de los
recuerdos sensoriales y motrices del sujeto y del percatamiento ininterrumpido
del cuerpo propio. Distinguía el uso del término “sentimiento del yo corporal”
de conceptos como “esquema corporal” e “imagen corporal”, de Paul
Schilder34
:
33
Ibid., p. 236. Palabras que anticipan de un modo sorprendente otras de Lacan: “El cogito de Descartes tiene un sentido: sustituye pura y simplemente esta relación del pensamiento y el ser (…) por la instauración del ser del yo” La logique du fantasme, (seminario inédito, sesión del 11 de enero de 1967). 34
“Por imagen del cuerpo entendemos aquella representación que nos formamos mentalmente de nuestro propio cuerpo (…) El esquema corporal es la imagen tridimensional que todo el mundo tiene de si mismo. Y podemos llamar a esta imagen, “imagen corporal”. El término nos indica que el objeto de nuestro estudio no es una mera sensación o imaginación, sino una apariencia propia del cuerpo“. P. Schilder, Imagen y apariencia del cuerpo humano, Paidós, Buenos Aires, 1958, p. 15
(…) ni el esquema corporal ni la imagen corporal descritos por Schilder
son idénticos al yo corporal. El esquema corporal representa el
conocimiento psíquico continuo del propio cuerpo; la imagen
corporal, la cambiante representación del cuerpo en la propia psique.
A través de todos esos cambios, el yo corporal es el percatamiento
continuo del cuerpo propio. Imagen, esquema y yo corporales son, los
tres, fenómenos psíquicos y no somáticos35
.
Federn consideró que el planteamiento dualista que distinguía entre
psique y cuerpo aludía en realidad a la bifurcación psíquica y corporal del
sentimiento del yo. Aunque subjetivamente –decía- es posible diferenciar el
yo psíquico del yo corporal, en realidad ambos conforman una unidad, son
parte de un sistema unificado que constituye el narcisismo propiamente dicho.
Así, en la psicología de Federn, el yo se define como “la unidad constante que
piensa y se siente a sí misma así como al mundo”36
.
El concepto “sentimiento del yo” es correlativo del de “frontera del yo”:
“Con la expresión frontera yoica no pretendemos designar otra cosa que la
existencia de una percepción en la extensión de nuestro sentimiento del yo” 37
.
En su lectura de Freud, Federn encontró que el yo estaba estructurado como
una interfase que hacía de superficie de contacto entre el ello y los objetos.
Mientras que una frontera real separaba al yo de la realidad objetiva, el yo y el
ello mantenían una diferencia estructural cualitativa. Además de entre el ello y
35
La psicología del yo y las psicosis, op. cit., p. 237 36
Idem. 37
Ibid., p. 311 El término “frontera del yo” fue introducido por Tausk en su escrito clásico de 1919 “Acerca de la génesis del aparato de influir en el curso de la esquizofrenia” (en V. Tausk, Trabajos psicoanalíticos, Gedisa, Barcelona, p. 198). En el “esquema de la sexualidad” del Manuscrito G, que versa sobre la melancolía (circa 1895), Freud situaba la “frontera del yo” como límite entre el “grupo psíquico” y el mundo exterior.
el superyó, las fronteras del yo se extendían al mundo objetivo, creando
investiduras que funcionaban como un “órgano sensorial” de la realidad:
Al afrentar constantemente el mundo exterior, tomando contacto con él
y segregándolo, la frontera yoica bien investida cobra la función de un
órgano sensorial destinado a sentir la realidad efectiva de todo lo que
está fuera del yo, Así pues, el apercibimiento de la realidad es la
principal función de dicha frontera.38
Siguiendo a Freud, Federn consideró que las psicosis eran resultado de
un déficit libidinal, y lo ubicó en la investidura de las fronteras yoicas.
Volveremos más adelante a esta cuestión con respecto al problema de la
“pérdida de la realidad”.
Las fronteras del yo eran investidas de libido y mortido (o destrudo,
términos que Federn creó para designar la investidura de la pulsión de
muerte). Federn consideró pertinente distinguir entre las funciones que
cumplía el yo como sujeto y objeto. El yo era objeto de las investiduras
libidinales del ello, era entonces un reservorio de libido y mortido, pero
además era el sujeto (en el sentido de un agente) de la investidura de los
objetos del exterior. Señalaba que los límites marcados por las fronteras del yo
no eran fijos y que la oposición yo-sujeto/yo-objeto sugería diferentes clases
de fronteras del yo.
En opinión de Federn, la imagen freudiana de la ameba que emite y
retrae sus pseudópodos sólo era exacta para dar cuenta de la dinámica de la
investidura libidinal narcisista, es decir, de aquella que conformaba el
sentimiento del yo propiamente dicho, el cual, decía Federn: “es mantenido
por una libido yoica sin objeto, que corresponde al placer previo de la
38
Ibid., p. 253
pulsión”39
. La libido yoica que nutre y conforma el narcisismo, para Federn,
no era capaz de satisfacerse de manera autoerótica; por ello sostuvo que “la
expresión `placer previo agradable´ hace plena justicia a la cualidad de la
vivencia del sentimiento sano del yo”.40
Al existir desde el origen, el sentimiento del yo estaba conformado por
una libido plenamente narcisista, sin objeto, que instauraba un yo que Federn
llamó “ego-cósmico”. Señalaba que, en este nivel, el yo correspondía a la
etapa que Freud denominó narcisismo primario; en ella, para Federn, “no hay
investiduras de objeto que no estén investidas con sentimiento del yo”. No
obstante, descartaba el uso del término “narcisismo secundario” para plantear
las “relaciones de objeto en el narcisismo”. Para hablar de ellas se inspiraba en
cierta gramática:
(…) el narcisismo comienza siendo una libido de «voz media» y se
troca luego en «libido reflexiva»; en un desarrollo posterior, también
debe diferenciarse el narcisismo de «voz media» y el narcisismo
«reflexivo»”41
.
Una libido medial, sin objeto, intransitiva, ni activa ni pasiva, viene
luego a convertirse en una libido que toma al yo como objeto. Federn ilustraba
la aparición de las investiduras de objeto con dicha analogía gramatical: en la
frase de voz media, cuyo verbo carece de objeto y complemento, el sujeto
actúa “sobre sí mismo o en alguna manera que va en su propio interés” 42,
Mientras que en la frase que domina un verbo reflexivo el sujeto y el objeto
(directo) constituyen una misma persona gramatical. Esto es decir que, en
39
Ibid., p. 345 40
Ibid., p. 315 41
Idem. 42
Goodwin, Greek Grammar, citado en R. Padel A quien los dioses destruyen, Sexto Piso, México, 2005, p. 49
términos de Federn, el pasaje de la libido de voz media a la libido reflexiva
determinaba la aparición del objeto en el narcisismo.
Las investiduras de objeto se vuelven “secundarias”, decía Federn,
como “resultado de la expansión del sentimiento del yo para abarcar
representaciones de objeto”.43
Así pues, el proceso que seguían las
investiduras de objeto requería para él de una imagen distinta a la que
ilustraba la metáfora freudiana del animálculo libidinal:
El proceso ha de ser siempre este: la libido yoica total se retira de los
objetos dejando tras de sí únicamente las investiduras de objeto. Se
retrae de los objetos que habían sido investidos narcisistamente en el
desarrollo temprano, así como de los adquiridos luego por contactos
momentáneos, en una época en que la frontera yoica ya se había
retirado para dejar fuera al mundo externo en su conjunto,
permaneciendo investidas narcisistamente y aún como pertenencias del
yo sólo algunas partes del mundo aunque grandes [Este punto, como
veremos, resultará clave en los postulados de Federn sobre la
transferencia psicótica]. Las investiduras de objeto sobrevienen
cuando la frontera yoica vuelve a retirarse de las representaciones de
objeto, vale decir, de las huellas mnémicas de los engramas de objeto.44
En este denso pasaje se aprecia, entre otras cosas, que Federn recusaba
la oposición freudiana entre libido narcisista y libido de objeto. A su modo de
ver, el desasimiento del mundo exterior no sobrevenía a causa de la
transposición de la libido objetal en libido yoica, y el consecuente retorno a la
43
La psicología del yo y las psicosis, op. cit., p. 345 44
Ibid., p. 325
etapa narcisista, sino al débito libidinal en la investidura de las fronteras
yoicas. Los cambios en la investidura de las fronteras, decía, producen
variaciones en el sentimiento del yo. Federn descubrió que lo que parecía en
las psicosis un “muro narcisista” no consistía tanto en una fortaleza (la “coraza
narcisista” de Reich), sino en un debilitamiento. Ahí en donde Freud veía el
blindaje de un narcisismo exacerbado él encontró una fractura, una “herida
narcisista”. Así pues, Federn creyó que en las neurosis había fronteras yoicas
investidas en exceso, mientras que en las psicosis había un debilitamiento en
las investiduras. No obstante, señalaba que “el proceso psicótico no procede
simultáneamente en la totalidad de las relaciones yoicas y las fronteras del
yo”. El desgaste libidinal de la investidura de las fronteras yoicas podía
producirse, por ejemplo, a causa del excesivo consumo de energía libidinal de
ciertos procesos de identificación característicos de la psicosis.
En resumen, el déficit en la investidura de ciertas fronteras yoicas,
debido al parcial desasimiento de la libido, producía el llamado
“extrañamiento psicótico”, que podía actuar sobre el mundo exterior y sobre el
propio yo (en este caso, decía Federn, sobreviene una “despersonalización”).
En un trabajo leído el 27 de junio de 1928 en la Sociedad Psicoanalítica de
Viena, Federn explicitaba así su respuesta a la pregunta formulada por Freud
con antelación:
En `Neurosis y Psicosis´, Freud se pregunta: `¿cuál será el mecanismo
análogo a la represión por cuyo intermedio el yo se desase del mundo
exterior?´ La desinvestidura de la libido yoica de la frontera del yo y el
consecuente extrañamiento demuestran ser la respuesta a esta
pregunta.45
Federn acerca de la “pérdida de realidad”
“Medio siglo de freudismo aplicado a la psicosis deja su problema todavía por
pensarse de nuevo, dicho de otro modo, en el statu quo ante”46
, decía Lacan en
las primeras líneas de su escrito célebre sobre el tratamiento de la psicosis
hace precisamente cincuenta años. Más adelante, después de aludir al “examen
de realidad” y la función de síntesis del yo, pregunta: “¿cómo asombrarse de
que [en el freudismo] el único provecho que se haya sacado para la psicosis
haya sido la promoción definitiva de la noción de pérdida de la realidad?”47
El problema que el freudismo dejaba abierto respondía, según Lacan, al hecho
de haberse atenido los analistas “a la responsabilidad del yo para con la
realidad”, a la hora de definir “la escisión mínima, perfectamente exigible,
entre la neurosis y la psicosis” 48
. Señalaba también el olvido de los analistas
con respecto al planteamiento decisivo de Freud en su artículo sobre “La
pérdida de la realidad en la neurosis y la psicosis”, a saber, “que el problema
no es el de la pérdida de la realidad, sino el resorte de lo que se sustituye a
ella”49
Si bien las concepciones de Federn en primera instancia parecerían
armonizar con la posición freudiana, es preciso señalar una diferencia que en
45
Ibid. p. 346 46
“De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis”, en Escritos, vol. 2, Siglo XXI, México, 1994, p. 513. 47
Ibid., p. 524. 48
Ibid., p. 528. 49
Idem.
este aspecto Federn sostuvo con su maestro. Hacia el final de “Psicoanálisis de
las psicosis”, después de anotar que sus “concepciones fenomenológicas”
armonizan con la psicología freudiana del yo, declaraba: “mi única
discrepancia con Freud es que, según he observado, la “pérdida de realidad”
no es el primer paso sino que pertenece al proceso autocurativo de la
psicosis”.50
Federn consideró que la llamada “pérdida de la realidad” en la locura
era consecuencia -y no causa- del “déficit psicótico”. Como antes vimos,
situaba dicho déficit en la investidura libidinal de una frontera yoica. A su
decir, el primer paso hacia la pérdida de la realidad era el llamado
“extrañamiento”51
. Éste sobrevenía cuando la realidad perdía el contacto
normal con las fronteras del yo psíquico y del yo corporal. Describía el
proceso así:
Al comienzo de la psicosis, toda la investidura yoica, no sólo la
libidinal, es retirada de algunos procesos de pensamiento; y a raíz de
este mecanismo esquizofrénico básico algunos productos del
pensamiento dejan de estar dentro de las fronteras del yo psíquico; pero
lo que sucede fuera de dichas fronteras se siente como
genuinamente real, sin que ningún examen de realidad disipe ese
sentimiento.52
De este modo, Federn estimó que en el origen del proceso psicótico se
presentaba, por el contrario, una “ganancia de realidad”:
50
La psicología del yo y las psicosis, p. 186 51
Ibid., p. 185 52
Ibid.,p. 186
Yo comprobé que no es la “pérdida de realidad” el paso decisivo que
separa la normalidad (o la neurosis) de la psicosis, sino la “ganancia de
realidad” por lo que antes era mero pensamiento.53
Consideró que en la medida en que el psicótico tomaba sus
pensamientos como reales, las ideas pasaban a formar parte de la realidad.
Ellas no sustituían -como Freud opinaba- un fragmento de la realidad objetiva,
sino que actuaban en el sentimiento del yo como una especie de excedente de
“real”, bajo la forma de pensamientos indestructibles (como el deseo
inconsciente), sobrevivientes a todo examen de realidad del yo; continúa
Federn:
Luego del primer paso –el de los pensamientos que se tornan “reales”-
La siguiente consecuencia es que los hechos reales objetivos son
interpretados mediante aquellos hechos falsamente concebidos como
reales. De esto resultan muchas nuevas falsificaciones, que no tienen,
empero, el pleno valor de la realidad sentida. Sigue luego –como una
medida de evitación de comprobaciones contrarias, y por ende
perturbadoras- una escotomización de la realidad objetiva, en la medida
en que choca con la realidad psicótica54
”.
Sentir la realidad era entonces una de las funciones de las fronteras del
yo. Pero la psicosis sobrevenía cuando las fronteras yoicas privadas de
investidura perdían “su función de agentes de contrainvestidura frente a la
presión del material inconsciente”. En otras palabras, un caso de psicosis
presentaba al analista un “exceso de material inconsciente”. Veremos
enseguida que este punto resultó decisivo en la especificidad que Federn
encontró en la transferencia psicótica.
53
Idem. 54
Ibid.,p. 186
El método freudiano, la “técnica” de Federn, la transferencia
Leemos en el artículo “Psicoanálisis de las psicosis”:
Los psicóticos son psicoanalizables sólo porque (y en la medida en
que): 1) aún pueden establecer una transferencia; 2) una parte de su yo
puede inteligir el estado anormal y 3) una parte de su personalidad sigue
dirigida aún hacia la realidad.55
La primera y la tercera condición, decía Federn, se presuponen
mutuamente, mientras que la segunda “depende fundamentalmente de que se
trate de que la regresión en el interior del yo sea permanente o esté sujeta a
remisiones temporarias”56
. Aquí nos limitaremos a señalar unas cuestiones
relacionadas con el primer punto.
Federn consideraba que, dada su especificidad, el analista debía
responder a la transferencia del loco de un modo distinto que en el caso
neurótico. Decía, por ejemplo, que mientras la transferencia constituía para el
segundo una especie de “semirrealidad”, el primero tendía a tomar los hechos
transferenciales como si fueran eminentemente reales. Por ello, pensaba que
para no desencadenar una “psicosis de transferencia” (el analista-perseguidor,
por ejemplo) era menester ser especialmente diestro en el manejo de la
transferencia psicótica, al tiempo que desaconsejaba en tales casos el llamado
“análisis de la transferencia”, en virtud de que ésta nunca debía llegar a
disolverse ni pasar por una etapa “negativa” durante el tratamiento57
.
55
Ibid., p. 159, 56
Idem. 57
La concepción de Federn del tratamiento analítico de la psicosis basado en la transferencia exclusivamente “positiva” fue criticada, en su momento, por autores como Frieda Fromm Richmann.
Para Federn, la posición psicótica presentaba al analista una paradoja
singular:
Es un hecho paradójico que, en las psicosis, el psicoanálisis deba buscar
la relación con la realidad que está por detrás del material inconsciente
producido y no lo inconsciente que está por detrás de lo consciente58
.
Así, mientras que la transferencia neurótica se utilizaba para liberar el
material reprimido, la transferencia psicótica debía utilizarse para reprimir el
material liberado. Dicho de otro modo, en términos de Federn, en el análisis
de un neurótico la tarea del analista consistía en levantar la represión, mientras
que en el análisis del psicótico se trataba de operar más bien una “re-
represión” del material inconsciente. Acerca de su método Federn enunciaba:
El método que aquí auspiciamos no es una mera psicoterapia basada en
conocimientos psicoanalíticos; es un genuino psicoanálisis, o sea, el que
parte de aceptar la definición que el propio Freud dio de su método:
aplicación de los puntos de vista tópico, económico y dinámico, al par
que se utiliza la asociación libre y se abordan la transferencia y las
resistencias. Las concepciones tópica económica y dinámica son en este
caso iguales; la diferencia radica en la transferencia y la resistencia. En
las psicosis, las resistencias normales han sido quebrantadas y el
psicoanálisis tiene que reinstaurarlas; en cuanto a la transferencia, debe
de ser manejada de otro modo. Rara vez se precisa apelar a la asociación
libre como medio de sacar a la luz material inconsciente. Diciéndolo
58
La psicología del yo y las psicosis, p. 161
con términos antitéticos: En las neurosis procuramos levantar la
represión; en las psicosis procuramos crear re-represión.59
La antítesis señalada por Federn podría resonar en parte con una
formulación de la tesis doctoral de Lacan, según la cual: “el problema
terapéutico de las psicosis nos parece hacer más necesario un psicoanálisis del
yo que un psicoanálisis del inconsciente”.
Federn consideró que las psicosis eran analizables si se instauraban en
el dispositivo analítico un conjunto de modificaciones que respondieran a la
especificidad de la transferencia psicótica y la antitética situación que
planteaba. Aún en vida de Freud, en 1936, declaraba:
El propio Freud mantiene una actitud muy escéptica respecto del
tratamiento analítico de las psicosis, y por ende acerca de mis
comunicaciones concernientes a la obtención de buenos resultados en
esquizofrenias incipientes y avanzadas. No obstante, la experiencia
confirma una y otra vez que el paciente esquizofrénico transfiere con la
misma prontitud que el neurótico y que algunas personas sanas y de
manera no menos confiable. Pero su transferencia se disuelve de
inmediato si se adopta la técnica del análisis de las neurosis. Evitando
esto, el psicótico es, en principio, analizable en virtud de su
transferencia.60
Es interesante observar que si Federn reivindicaba su método para el
freudismo, las modificaciones que reconocía introducir en el análisis las
59
Ibid., p. 158. Énfasis en el original. 60
Ibid., p. 353
situaba en el nivel “técnico”61
. Sandor Ferenczi advertía, en uno de sus
últimos artículos, que los eventuales fracasos del análisis no obedecían tanto a
la “incurabilidad” de los pacientes como a la “falta de habilidad” del analista
para reinventar su técnica en cada nueva “situación”62
. Y es que, todo hay que
decirlo, los primeros analistas tomaron muy en serio la idea según la cual cada
psicoanalista se ve en la necesidad de reinventar el psicoanálisis. Para este
ejercicio, la figura de Freud establecía un modelo prototípico de “analista
salvaje”. Eran tiempos en los que, como nunca, el psicoanálisis fue
“divertido”63
.
Entre las modificaciones que Federn introdujo en el método analítico
para llevarlo a la psicosis (abdicación de la regla fundamental,
contraindicación del diván, análisis in situ en el hogar del enfermo, etc.)
destacaremos sólo una de las más llamativas. Federn llegó a plantear como
una condición sine qua non del tratamiento analítico en las psicosis la
necesidad de intervenir en “red”, la introducción en la relación analítica de la
presencia de un tercero que, después de haber cultivado la transferencia
positiva del paciente, lo acompañara fuera de los momentos de sesión64
. La
61
Sobre la distinción entre método y técnica comenta Jean Allouch: “distinguir método y técnica ofrece la ventaja bastante apreciable de hacer factible la innovación técnica con sólo mantener la práctica anclada en el mismo método.” Freud, y después Lacan, Epeele, México, 2006, p. 42 62
“He sentido una especie de confianza fanática en la psicología profunda y ello me ha inducido a atribuir ocasionales fracasos no tanto a la “incurabilidad” del paciente cuanto a nuestra propia falta de habilidad, hipótesis esta que forzosamente me llevó a introducir cambios en la técnica habitual frente a algunos casos graves en que la misma resultaba ineficaz para asegurar el éxito ante las dificultades de la situación”. S. Ferenczi, “El análisis infantil en el análisis de adultos”, en Problemas y métodos del psicoanálisis, Paidós, Buenos Aires, p. 113 63
En el sentido en que lo era la física que brindó a Lacan su “esquema óptico”; al introducirlo el 24 de febrero de 1954, decía Lacan de la experiencia del “ramillete invertido”: “Se trata de una experiencia clásica, que se llevaba a cabo en la época en que la física era divertida, en la época de la verdadera física. Nosotros, de igual modo, estamos en la época en que verdaderamente se trata de psicoanálisis. Cuando más cerca del psicoanálisis divertido estemos, más cerca estaremos del verdadero psicoanálisis. Con el tiempo se hará por aproximaciones y triquiñuelas (…). Regocijémonos pues, aún hacemos psicoanálisis”. Los escritos técnicos de Freud, Paidós, Barcelona, 1996, p. 125 64
Con ello, Federn prefiguraba, de cierta manera, la práctica hoy conocida bajo el nombre de “acompañamiento terapéutico”. Pero, ¿no sería necesario distinguir entre una red terapéutica y una red
función que asignaba a este “asistente psicoanalítico” -como lo llamaba
Federn- en lo que toca al manejo de la transferencia consistía en utilizarla para
restaurar la investidura de las fronteras yoicas lesionadas, trocando las
investiduras de objeto en investiduras libidinales, y agregaba:
si no se cuenta con el cobijo de esa descarga libidinal la psicosis no se
cura, o bien una cura prolongada no perdura ya sea que se la obtuviera
por choque farmacológico, por tratamiento psicoanalítico o por una
combinación de ambas cosas.65
Federn consideraba que para hacer posible el tratamiento analítico de
las psicosis “un importante desiderátum es la formación psicoanalítica de
enfermeras y auxiliares”. Encontró a su auxiliar más prominente en una
enfermera de origen suizo, Gertrud Schwing (él la llamaba “enfermera-
psicoanalista” pues él mismo la analizó y la instruyó en teoría), quien publicó
parte de sus experiencias y elaboraciones teóricas en un libro que en su tiempo
alcanzó notoriedad: A way to the soul of the mentally ill.
Federn comenta que Schwing: “encontró que todo esquizofrénico
anhela una transferencia con una nueva madre. Descubrió que ninguno de
ellos tuvo madres genuinas, porque sus propias madres no las habían tenido en
la infancia”.66
Tal vez por esa razón, Federn consideró en algún momento que
para cumplir su función el asistente debía de ser preferentemente una mujer.
Sobre esto comenta: “Todo paciente neurótico transfiere con facilidad desde
su madre al psicoanalista; el psicótico, en cambio, no lo hace si el analista es
varón. Esto demuestra hasta qué punto el psicótico depende de la realidad más
analítica propiamente dicha? En lo que se refiere a la obra de Federn, es posible establecer que su apuesta se centraba en lo segundo. 65
La psicología del yo y las psicosis, op. cit., p. 161 66
Ibid., p. 167
que el neurótico”67
. Federn consideraba, también, que el desencadenamiento
de las psicosis obedecía a hechos relacionados con la vida familiar, y no
dudaba en integrar a los miembros de la familia al tratamiento, incluso en
calidad de asistentes (excepción hecha del caso del padre).
La función que cumplía el “asistente psicoanalítico” tenía que
diferenciarse en algún punto de la función del analista en la transferencia. Una
frase extraída de “Psicoanálisis de las psicosis” permite suponer que Federn
llegó a distinguir en el dispositivo analítico así armado, en “red”, diferentes
destinos para la resolución de una transferencia psicótica -la cual, lejos de no
existir, mostraba por contra multivocidad y plurivalencia-: “Hoy sé que
prácticamente a ningún paciente psicótico debe suprimírsele el trabajo
analítico después de terminar un análisis basado en la transferencia positiva”68
.
Más allá del problema de la polaridad de la transferencia, esto suscita
preguntas acerca del posible fin de análisis en las psicosis, y el carácter de
interminable en lo que toca a la función cumplida por el “asistente”. Ahora
bien, ¿sería lícito hablar de la terminación de un análisis que se ha basado
exclusivamente en una transferencia “positiva”? Sabemos que, entre otros
más, alguien como Ferenczi habría dicho que no.
Es preciso decir, para terminar, que los aportes clínicos y doctrinarios
de Federn en el campo de las psicosis no han sido valorados suficientemente.
Este trabajo quiso esbozar la manera en que tales aportaciones, al posibilitar
doctrinariamente el tratamiento analítico de la locura, ampliaron los límites
del campo freudiano, los límites de su método.
67
Idem. 68
Ibid. p. 146