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Partes de guerra n © NUMA EDICIONES 2001 Gobernador Viejo, 29 46003 VALENCIA http://www.numa.es

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Partes de guerra

n© NUMA EDICIONES 2001

Gobernador Viejo, 29 46003 VALENCIAhttp://www.numa.es

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Primera edición: Norma Editorial. Buenos Aires 1997©Graciela Speranza y Fernando Cittadini

Portada:Genoveva AlbiolFotografía:Rafael Wollmann

© NUMA EDICIONES 2001Gobernador Viejo, 29

46003 VALENCIAhttp://www.numa.es

ISBN: 84-95831-01-5Depósito Legal: V-4075-2001Impreso en Graphic-3 (España)

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A nuestros padres y a nuestros hijos

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II faut parlerFrancis Ponge

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NOTA

Este libro reúne testimonios de veteranos de la Guerra de Malvinasrecogidos entre 1994 y 1996. Se trata en su mayoría de relatos desoldados y oficiales del Ejército Argentino destinados en la zona deDarwin-Goose Green. Por su relativo aislamiento del epicentro deoperaciones, esta localidad se convirtió durante la guerra en un es-cenario de características singulares. La distancia geográfica y la vir-tual autonomía operacional de sus tropas permitieron el desarrollode una red de relaciones más prolongadas y más firmes entre lossoldados y la convivencia continua con la población kelper afincadaen la región. Por su proximidad a la zona del estrecho San Carlos,en la que se produjo el desembarco británico, la guarnición de Dar-win-Goose Green recibió el primer ataque masivo y, después deuna cruenta batalla, fue la primera en rendirse al enemigo. Si bien,por razones de unidad narrativa, se privilegiaron los relatos de loshechos allí ocurridos, se incluyeron testimonios de algunos solda-dos que combatieron en otras localidades, por considerarse que lasexperiencias por ellos narradas admitían la licencia de algunas im-precisiones geográficas.

Fuera de la invesigación, la selección y el montaje de los testimo-nios, los autores no han hecho más que permitir que las voces de al-gunos protagonistas, cada una con su tono y sus matices propios, seentramen en un único relato, entre muchos otros posibles, de laGuerra de Malvinas.

G.S. y F.C.

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I. LA CONVOCATORIA

Juan José Gómez Centurión En 1982 yo era subtenientedel Regimiento de Infantería 25 en General Sarmiento, Chu-but, un enclave en el medio de la Patagonia. A partir de losprimeros días de marzo participábamos de toda la agitaciónque empezó a vivirse en la Argentina por el problema suscitadoen las Islas Georgias, pero con una dimensión lejanísima. Pornuestra ubicación geográfica, desde el 78, toda nuestra activi-dad estaba concentrada en el problema con Chile y a comien-zos de marzo, como era habitual, partimos todos los oficialesdel regimiento a hacer un reconocimiento de frontera, una re-visión del plan táctico defensivo para el caso de una agresiónchilena. Estuvimos una semana en medio de la cordillera sinningún tipo de contacto con el regimiento y cuando volvimosencontramos un clima bastante enrarecido. Esa misma maña-na, el jefe del regimiento nos reunió a todos los oficiales, nossentó frente a un pizarrón cubierto con un velo y nos impusojuramento de silencio sobre la orden que íbamos a recibir.Nos mirábamos en silencio, intrigados, hasta que se descorrióel velo y apareció la carta de Malvinas con todas las cartas desituación. La carta de las Georgias era más o menos esperable

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pero Malvinas era una sorpresa. Ahí mismo nos dieron la orden

completa de operaciones: el regimiento iba a participar junto

con las fuerzas de la Armada en la recuperación de las islas. Esto

era, si mal no recuerdo, el día 21 de marzo, en horas de la ma-

ñana. Esa misma noche mi compañía tenía que salir en avión

para la base Espora en Puerto Belgrano para, al otro día, embar-

car en el Santísima Trinidad y el Almirante Irízar, y participar

del escalón de asalto anfibio a Malvinas. El resto del regimiento

permanecía en General Sarmiento y, la noche antes de la opera-

ción, se movilizaba a Comodoro Rivadavia para ser transportado

en los Hércules una vez que las fuerzas de desembarco hubiesen

dado seguridad a la zona del aeropuerto, a la mañana siguiente.

Ese era más o menos el concepto de la operación, aunque no sa-

bíamos a ciencia cierta si se trataba de una ficción o si era reali-

dad. Podía tratarse de un ejercicio, pero al mismo tiempo estaba

el juramento de secreto que nos hacía dudar. Además, teníamos

un plan de engaño para nuestras familias pero era muy difícil de

cumplir porque en una unidad del interior, el cuartel y el barrio

están pegados, y nuestras familias vivían prácticamente dentro

del cuartel. Por otra parte, yo había vuelto en enero al regimien-

to después de la luna de miel, me había ido al campo con la tro-

pa, después a la frontera y, tal como se planteó la situación, aho-

ra tenía que decirle a mi esposa que me iba de nuevo a hacer un

ejercicio a Río Gallegos. Sea como fuere, en unas horas prepara-

mos la compañía. Con lo que alistamos ese día vivimos hasta

que volvimos al continente porque después no tuvimos ni una

miga de apoyo. Salimos esa misma noche. Fue una despedida

muy dura, muy alegre pero muy dura. Partimos con bombos y

platillos en medio del secreto y nadie entendía la euforia que te-

níamos por un ejercicio que nos empeñaba la Semana Santa. Lo

nuestro era más bien una mezcla de euforia y sorpresa. Porque si

bien Malvinas era un objeto perdido, una cosa robada, una ena-

jenación a lo que uno sentía propio con todo un trasfondo de

carácter sentimental presente en toda la sociedad, estaba más en

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la simbología de las maestras primarias que en el folklore y en la

historia militar reciente. No todos tuvimos la misma reacción.

Recuerdo que Roberto Estévez, que era un año más antiguo que

yo pero con quien nos habíamos hecho muy amigos en el curso

de comandos, me dijo: "Mire, yo tengo una carta para mi padre

y me gustaría dejársela a su señora por si me llega a pasar algo".

Eran dos visiones absolutamente distintas, diametralmente

opuestas. Yo, con veintitrés años, más inmaduro tal vez, me de-

jaba llevar por el entusiasmo, sin el análisis completo de la si-

tuación, y él en cambio veía todo más claro. De hecho, la carta

se la dejó a un oficial en el cuartel que después se la entregó a

sus padres cuando terminó la guerra.

Carlos Esteban Solamente conocíamos la misión los oficiales

y se nos prohibió trasmitirla a los suboficiales y a la tropa para

conservar el velo y el engaño sobre la operación, que es el prin-

cipio del secreto militar. De lo contrario, el rumor podía correr

hasta las islas a través de radioescuchas en las estancias inglesas

de la Patagonia. La misión se les iba a revelar a los suboficiales y

a los soldados cuando estuviéramos embarcados. Preparé la

compañía C, que no existía, con una sección a cargo de Esté-

vez, otra a cargo de Gómez Centurión y otra al mando de Re-

yes. Nos equipamos, nos armamos y nos organizamos bastante

bien. Teníamos hasta pastillas para el mareo. Iniciamos la mar-

cha terrestre primero hacia Comodoro, después en avión hasta

Bahía y por vía terrestre a Puerto Belgrano. Ahí tuvimos que

embarcarnos en dos buques distintos: el Cabo San Antonio,

donde iba una fracción reducida a las órdenes de Reyes, y el res-

to de la compañía conmigo, en el Almirante Irízar. En su forma

inicial la Operación Rosario no parecía muy peligrosa. Nosotros

apreciábamos que frente a un desembarco de seiscientos argenti-

nos, podía haber una compañía con ochenta ingleses que tarde

o temprano se iba a rendir o iba a ser derrotada. Tomábamos las

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islas, se constituía un gobierno, se les dejaba una fuerza de con-trol policial y las tropas se volvían. Ese fue el concepto inicial dela operación. Yo tenía esposa y un hijo recién nacido, así que ladespedida fue dura, pero teníamos muchas probabilidades devolver a casa pronto, después de cumplir con la misión.

Osear Reyes Yo era muy joven, tenía veintitrés años pero eraun boina verde y me sentía preparado para esa misión. A mí,particularmente, el hecho de tener que organizar mi sección,planificar todo en unas pocas horas, me sacó de las casillas, meapasionó: "Necesito otro lanzacohetes, necesito dos ametrallado-ras más, cambíenme tal soldado". Y sobre todo el hecho de queme dijeran: "Usted va a desembarcar, el resto del regimiento vie-ne después, pero usted primero toma, conquista".

ítalo Piaggi El 12 de abril abandoné la guarnición de Merce-des, Corrientes, con la misión de desplegar una operación de-fensiva sobre el límite con Chile, porque a nivel estratégico na-cional se tenía algún indicio positivo de que Chile aprovecharíanuestra distracción en Malvinas para materializar, aunque fueraparcialmente, su pretensión histórica sobre la Patagonia argenti-na o parte de ella. Esta misión inicial no se cumplió porque des-de el momento en que entré al teatro de operaciones del surhasta el traslado a Pradera del Ganso con la fuerza de tareasMercedes, hicimos más de tres mil kilómetros dando vueltas, re-corriendo toda la Patagonia. Recibimos un maremágnum de ór-denes y contraórdenes que daban la certeza de lo incierto deldesarrollo de la campaña. Estábamos totalmente desconcertadosrespecto de cuál era nuestra misión. El panorama se aclaró y tu-ve conciencia de que entrábamos en guerra recién el 23 de abril,a las tres de la mañana, cuando el comandante de brigada medio la orden de pasar a Malvinas. Era evidente, al menos para

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mí, conociendo la historia militar y la historia del Imperio Bri-tánico, que tarde o temprano entraríamos en combate. Por esoya el 2 de abril, en el Rotary Club de Mercedes, en plena eufo-ria por la recuperación de las islas, yo dije: "Señores, vamos auna guerra y va a haber sangre". Me miraron como si estuvieraloco. Muchas veces me preguntan si estábamos preparados parala guerra. La respuesta está en la misma Operación Rosario, el 2de abril, una operación que tuvo éxito porque estaba prevista yplanificada para ese objetivo, incluso con el lujo de decir: "Se-ñores, sin bajas". Eso es una operación preparada. El resto fueimprovisación. Y los que estábamos lejos la pagamos peor.

Juan Carlos Adjigogovich En el 82 yo estaba destinado en elRegimiento 12 de Mercedes, en la provincia de Corrientes. Merecibí de médico en marzo del 78, ese año estuve haciendo clí-nica médica y al año siguiente decidí entrar al Ejército. Habíapedido prórroga hasta terminar la carrera y entonces, en lugarde cumplir el sevicio militar, decidí entrar como médico delEjército con la posibilidad de hacer la especialidad en el Hospi-tal Militar. Hice un curso en la Escuela Lemos, una pasantía deun año por distintas especialidades en el Hospital de Campo deMayo, y entré como teniente primero. Mi primer destino fueMercedes. De los sucesos del 2 de abril, me enteré por la radio.Como todas las mañanas me levanté, me afeité y mientras meduchaba escuché por la radio la noticia de la recuperación queme tomó totalmente por sorpresa. En el regimiento nadie sabíanada. Fui al cuartel y en la formación empecé a comentar peromuchos no me creían. A medida que fue avanzando el día, fuecreciendo la euforia, la gente de pueblo empezó a festejar y no-sotros empezamos a prepararnos. La bioquímica del pueblo or-ganizó un banco de sangre con la colaboración de toda la gentede Mercedes. La reacción inmediata en el regimiento era de eu-foria y de gran expectativa porque se empezó a comentar que el

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regimiento iba, que no iba, hasta que llegó la orden de alistarsepara ir al sur. Salimos sin saber realmente a dónde íbamos peroteníamos unas ganas bárbaras de ir. En esos días mis padres es-taban de visita en casa y me acompañaron a tomar el tren paraParaná. Me iba contentísimo y mi padre no lo podía entender.El había estado en la Segunda Guerra Mundial y me acuerdoque me decía: "Estás loco, no sabes en la que te metes, no sabeslo que son los ingleses". Yo me reía, contento, y mi padre estabapreocupadísimo.

Guillermo Aliaga El 7 de abril, en la cena de egresados delColegio Militar, nos leyeron, nombre por nombre, el destinoasignado. Había mucha expectativa porque Malvinas ya estabaocupada y todos queríamos ir al sur. Al primer tercio de la pro-moción lo asignaron a la Patagonia, a mí me destinaron al Regi-miento 8 de Comodoro Rivadavia. Cuando llegué, la unidad sehabía ido y fue una gran desilusión, pero en seguida nos comu-nicaron que se iba a formar una compañía de infantería más.No siempre se presenta una oportunidad como ésa y todos que-ríamos estar. En Comodoro ya se vivía el clima de guerra por-que desde ahí se hacía el puente aéreo con Malvinas. Oficialessobrábamos, así que no todos podíamos ir. La ansiedad por unpuesto, por estar al mando, era muy grande. Felizmente, cuan-do se formó la subunidad de combate, me asignaron la tercerasección.

Daniel Terzano Cumplí mis veintisiete años en Malvinas. Hi-ce doce meses de servicio militar exactos porque quien cumplíauna prórroga no podía salir antes. Era un simple soldado rasoporque los médicos o los estudiantes avanzados de medicinapueden cumplir otras funciones, pero un psicólogo no tieneninguna función en el Ejército. Estuve veintiocho días de baja

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que fueron terribles, porque el 2 de abril yo ya sabía que meiban a convocar. Eramos la clase inmediata anterior, mucho másentrenada que la nueva que no tenía instrucción. Escuché laconvocatoria por radio a las dos de la tarde, aquí en Capital Fe-deral, y tuve una respuesta automática que me cuestionaré todala vida: entre escuchar la convocatoria y estar en La Plata vesti-do de uniforme, pasó una hora y media. A las tres y media esta-ba vestido de verde en el regimiento. ¿Por qué no dudé en pre-sentarme? ¿Por qué no tuve un mínimo reflejo de huida? Ojalápudiera recuperar ese gesto como un acto heroico, pero de ver-dad, no podría decir que iba a luchar por la patria, sólo sé quefui. Es cierto que en los días previos se me presentó una puraangustia, sin contenido, pero cuando llegó el momento preciso,no sé, no lo puedo explicar. Soy psicólogo y trato de ser científi-co en la medida en que nuestra pobre ciencia nos lo permite pe-ro, por algún motivo, siempre tuve la certeza de que iba a estaren una guerra. No puedo decir más que eso. Yo sabía que laguerra se iba a cruzar en mi vida. Y de repente estaba ahí, en elcuartel, con el Fal en la mano.

Esteban Bustamante Soy clase 62. Soy del Chaco pero hice elservicio militar en Mercedes, Corrientes, en el Regimiento 12.Era todo muy raro porque cuando estábamos a punto de salirde baja, empezamos a hacer instrucción de nuevo. Parecía quepasaba algo en el sur pero no nos decían qué. A veces nos le-vantaban de la cuadra a la una o dos de la mañana simulandoun ataque, hacíamos práctica de tiro, nos tenían locos. A me-diados de abril salimos para Comodoro Rivadavia donde nosenteramos que íbamos a Malvinas. La gente del pueblo y los pi-bes de colegio nos daban ánimo, nos decían que íbamos a de-fender nuestra tierra, nuestras Islas Malvinas. Los mismos coro-neles o generales nos decían: "Esto hay que defenderlo, esnuestro, con los dientes hay que defenderlo".

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Adrián Bravo Me acuerdo que cuando estaba haciendo la pri-maria, una maestra me habló de Malvinas y me habló de unaforma muy especial. Por eso, cuando me enteré que iba a lasMalvinas fue como sacarme el Prode. No lo puedo explicar bienpero fue una alegría muy grande. Aparte, conocer tantas cosasnuevas, yo nunca había viajado en avión, ni en barco, ni en he-licóptero, ni en nada. Es como que todo eso, con tener ganas ono tener ganas, si me parecía bien o no me parecía bien, no te-nía nada que ver. Era otra cosa.

Daniel Cepeda Soy cordobés pero hice el servicio militar enGeneral Sarmiento. Entré el 2 de febrero y el 26 de marzo esta-ba embarcado en el Cabo San Antonio, rumbo a Malvinas. Connosotros formaron la compañía C, al mando del teniente pri-mero Esteban y el subteniente Reyes como jefe de sección. ¿Có-mo reaccioné? Sentí miedo, no tenía la menor idea de lo queiba a pasar. Hasta ese momento lo único que sabía de la guerraera lo que había visto en las películas.

César Clot Me incorporaron el 2 de febrero del 82, junto conel resto de los muchachos que vinimos de Córdoba. En Sar-miento cumplimos veintitrés días de instrucción normal. Des-pués escuchamos comentarios de que teníamos problemas conChile y con Inglaterra y de un día para otro nos mandaron apreparar los bolsones, nos hicieron formar y Reyes seleccionó elgrupo que lo iba a acompañar. No mandaron compañías com-pletas sino grupos de cada una. Supongo que a mí me seleccio-naron porque era buen tirador. Durante un ejercicio de tiro, lepegué con el Fal a una piedra, a ciento cincuenta metros. Lapartí al medio.

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Gustavo Pedemonte Cuando fue la recuperación yo estaba enla zona de Ezeiza, a cargo de la instrucción de tiro de los solda-dos de la clase 63. Aproximadamente el 8 de abril se ordenó quetoda la unidad volviera al regimiento porque tenía que alistarsepara ir al sur. A los soldados de la clase 62, que ya estaban debaja, les habían comunicado que volvieran a la unidad. Se em-pezaron a armar las secciones con los soldados viejos, se preparóel equipo para el frío, le cortaron el pelo de nuevo a toda esagente que ya se había ido. Se hacían algunas guitarreadas, fogo-nes, era todo algarabía por encontrarnos con los soldados viejosy había expectativa de conocer Malvinas. En ese momento esta-ba muy lejano lo que en Gran Bretaña ya se estaba organizando,la flota, el ataque, todas esas cosas. Tenía diecinueve años, cum-plí los veinte en Malvinas.

Ernesto Vallejo Soy clase 62. Había salido de baja el 8 demarzo y fui convocado nuevamente el 6 de abril. Hacía muypoco que habíamos salido de baja, así que no estábamos tan dis-tanciados del espíritu que se había creado en ese momento en elpueblo, que podía no estar muy de acuerdo con el gobierno ysin embargo salió a apoyarlo. Nosotros estábamos ahí, entre laeuforia de la gente y la euforia de los militares, así que tambiénestábamos contentos. Antes de salir, el jefe de nuestra compañíanos dijo que si alguno no quería ir, que lo dijera porque iba aser cambiado por otro soldado. En mi compañía, al menos, nohubo nadie que no quisiera ir. Mucha gente dijo que no sabía-mos a dónde íbamos. Eso no es verdad, sabíamos.

Guillermo Huircapán Soy clase 62 pero ingresé con la 63 por-

que había pedido un año de prórroga. Estaba bien entrenado

porque en esa época se decía que la colimba era más brava por-

que estaba el régimen militar. Consciente de todo eso, hice de-

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portes, jugaba al fútbol, me preparé bien físicamente. El Io defebrero me incorporan al Regimiento 25 en una sección de cua-renta y cinco muchachos a las órdenes del teniente Estévez, unmisionero de 24 años que se hizo querer mucho por todos. Casitodos teníamos el secundario completo, algunos incluso habíancursado unos años de universidad. Por eso nos llevábamos bieny teníamos cierta capacidad para analizar las cosas, cosa que enla mayoría de las otras secciones no ocurría porque había mu-chachos que no sabían leer ni escribir. En este sentido, nuestrogrupo era bastante consciente, hablábamos mucho, reflexioná-bamos acerca del tema de la guerra. No pensábamos en el 2 deabril sino en lo que vendría después.

Walter Donado Yo era chófer de un Unimog y en esos días es-tuvimos llevando gente a Palomar. Una mañana nos dijeron:"Hoy no van a llevar gente, hoy se van todos movilizados a Co-modoro Rivadavia". Yo no quise avisar nada en casa porque sa-bía que la despedida iba a ser terrible, porque cuando vos te vasa una guerra no sabes cómo despedirte, no sabes si decir "Adiós"o "Hasta luego". Salía con una piba del barrio y le avisé sólo aella. Pero igual, el día que me iba, vinieron todos a Palermo adespedirme, hasta nos sacamos fotos. Fue triste, pero en el fon-do había esperanzas de que no fuera a Malvinas, de que mequedara en Comodoro, porque todos me decían: "Siendo chó-fer, ¡qué vas a ir!". Pero yo igual me la veía venir, porque chóferesse necesitan en todos lados. El cuartel se convirtió en un caos.Estaban los 63 que tenían pocos días de instrucción, llorando alo loco, y venían las viejas, y me decían: "Señor, tráigamelo, cuí-demelo". Y yo no sabía qué decirles, si yo era un pinche igualque ellos. Lo que pasa es que me veían más grande comparadocon ellos que eran muy pibes, con la ropa vieja, grande, amon-tonados en los camiones. Pero claro, nosotros éramos toda gente

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instruida, tipos que sabíamos desarmar y armar un fusil. Al lado

de los que recién entraban, éramos Rambo.

Osear Poltronieri Hacía más o menos una semana que habían

tomado las islas y entonces nos formaron en la plaza de armas,

delante de la bandera grande y el jefe de regimiento preguntó a

ver qué soldado se animaba a ir a las Malvinas. Dijo así: "El sol-

dado que quiera ir a Malvinas, que dé un paso adelante". Y na-

die salía. Entonces le digo al cabo: "Mi cabo, yo salgo". "No,

usted se calla y se queda ahí nomás", me dice. Entonces le digo:

"Yo salgo", y di tres pasos adelante. Entonces el jefe del regi-

miento me llama y me dice: "Soldado, ¿cómo se llama usted?".

"Poltronieri", le digo. Entonces dice: "Venga, quédese parado

acá". Y después dice: "¿Qué otro soldado quiere ir con Poltro-

nieri a las Malvinas?". Y nadie salía, nadie salía. Entonces les

dieron unas vueltas por la plaza de armas hasta que después tu-

vieron que salir todos. No sé por qué yo di un paso adelante, si

lo hice porque nadie salía o porque a mí me gustaba. Yo estuve

un año haciendo el servicio militar y en el cuartel aprendí mu-

chas cosas. Yo no sabía ni leer ni escribir y ahí me llevaron al

colegio. A mí me gustaba con locura porque yo me hubiese po-

dido salvar del servicio militar y no quise. Porque estando en el

regimiento, cuando recién entramos, tuve un problema en el

oído, una infección. Entonces me dice uno de los capitanes que

era el jefe de los médicos: "Soldado Poltronieri, a usted vamos a

tener que darle la baja". "No", le digo, y me largué a llorar. "Yo

quiero hacerlo". Y bueno, entonces me dice: "¿Seguro que lo

quiere hacer?". Me lo repitió como cuatro o cinco veces. "Sí, yo

lo quiero hacer. Todavía me duele un poco, pero cuando se me

deshinche me voy a sentir bien". Perdí como cuarenta días de

instrucción, pero todo lo que perdí, lo recuperé después y

aprendí casi más rápido que los otros. Y todo lo que aprendí lo

desarrollé en Malvinas. La cuestión es que un sábado en abril

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nos mandaron a casa y nos dijeron que el domingo teníamosque presentarnos a las seis de la mañana al regimiento y que a latarde viniera la familia de visita, pero que no les dijéramos queíbamos a Malvinas. En la familia fuimos tres los que hicimos elservicio militar y los tres tuvimos problemas. Yo estuve en Mal-vinas, un primo mío estuvo con lo de Chile y un tío estuvo enTucumán. Entonces no les dije ni a mi vieja ni a mi viejo lo deMalvinas. Solamente que tenía que lavar la ropa y llevarla a lamañana y que los padres tenían que ir el domingo al cuartel. Yresulta que llegó el domingo y no venían, no venían, no venían.Entonces, vino un muchacho amigo que vivía cerca de mi casay le digo: "¿Por qué no me haces la gauchada y le avisas a mivieja que vengan a visitarme, por lo menos hoy?". Entonces fuey le avisó. Y mi vieja me mandó a decir que no podía y no vino.Mi viejo estaba en Roque Pérez trabajando con las cosechado-ras. No sabía nada, ni sabía que fui a Malvinas. Se enteró dosaños después que vine. Se enteró por las revistas, cuando medieron las medallas.

Carlos Moyano Soy el hijo menor de una familia de diez hi-jos, cinco mujeres y cinco varones. Yo fui el único de los herma-nos que hizo la colimba. Mi viejo trabajaba de capataz en unaestancia y me acuerdo que el día que me llegó la citación, medijo: "Vaya tranquilo, hijo, que la colimba no es la guerra."

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