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Número suelto € 1,00. Número atrasado € 2,00 L’O S S E RVATORE ROMANO EDICIÓN SEMANAL Unicuique suum EN LENGUA ESPAÑOLA Non praevalebunt Año LII, número 21 (2.668) Ciudad del Vaticano 22 de mayo de 2020 HACER DE LA CRISIS UNA OPORTUNIDAD PARA UN MUNDO SOSTENIBLE A cinco años de la Laudato si’

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L’O S S E RVATOR E ROMANOEDICIÓN SEMANAL

Unicuique suum

EN LENGUA ESPAÑOLANon praevalebunt

Año LII, número 21 (2.668) Ciudad del Vaticano 22 de mayo de 2020

HACER DE LA CRISIS UNAOPORTUNIDAD PA R A UN MUND O

SOSTENIBLE

A cinco años de la Laudato si’

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L’OSSERVATORE ROMANOEDICIÓN SEMANAL

Unicuique suum

EN LENGUA ESPAÑOLANon praevalebunt

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página 2 L’OSSERVATORE ROMANO viernes 22 de mayo de 2020, número 21

«P orque Yahveh en supueblo se complace»(Salmos 149, 4), he-mos cantado, era el

estribillo del canto interleccional. Ytambién una verdad que el pueblode Israel repetía, que le gustaba re-petir: «El Señor ama a su pueblo».Y en los momentos malos, siempre«el Señor ama»; hay que esperar có-mo se manifestará este amor. Cuan-do el Señor enviaba, por este amor,a un profeta, a un hombre de Dios,la reacción del pueblo era: «El Se-ñor ha visitado a su pueblo» (cf.Éxodo 4, 31), porque lo ama, lo havisitado. Y lo mismo decía la multi-tud que seguía a Jesús al ver las co-sas que hacía Jesús: «Dios ha visita-do a su pueblo» (cf. Lucas 7, 16).

Y hoy aquí podemos decir: hacecien años, el Señor visitó a su pue-blo. Envió a un hombre, lo preparópara ser obispo y dirigir la Iglesia.

Recordando a san Juan Pablo II, re-tomamos esto: «El Señor ama a supueblo», «el Señor ha visitado a supueblo»; envió a un pastor.

¿Y cuáles son, digamos, los «ras-gos» de buen pastor que podemosencontrar en san Juan Pablo II?¡Muchos! Pero señalamos solo tres.Como dicen que los jesuitas dicensiempre tres cosas, digamos tres: ora-ción, cercanía a la gente, amor a lajusticia. San Juan Pablo II era unhombre de Dios porque rezaba y re-zaba mucho. Pero, ¿cómo es que unhombre que tiene tanto que hacer,tanto trabajo para guiar a la Igle-sia..., tiene tanto tiempo de oración?Sabía bien que la primera tarea deun obispo es rezar. Y esto no lo dijoel Vaticano II, lo dijo san Pedro,cuando eligieron a los diáconos,dijeron: «Mientras que nosotros nosdedicaremos a la oración y al minis-terio de la Palabra» (cf. Hechos 6, 4).

La primera tarea de un obispo es re-zar, y él lo sabía, y lo hizo. Modelode obispo que reza, la primera tarea.Y nos enseñó que cuando un obispohace un examen de conciencia por lanoche debe preguntarse: ¿cuántashoras he rezado hoy? Hombre deoración.

Segundo rasgo, hombre de cerca-nía. No era un hombre separado delpueblo, al contrario iba a buscar alpueblo; y viajó por todo el mundo,reuniéndose con su pueblo, buscan-do a su puebl, acercándose. Y la cer-canía es uno de los rasgos de Dioscon su pueblo. Recordemos que elSeñor le dice al pueblo de Israel:«Y, en efecto, ¿hay alguna nacióntan grande que tenga los dioses tancerca como lo está Yahveh nuestroDios siempre que le invocamos?»(cf. D e u t e ro n o m i o 4, 7). Una cercaníade Dios con el pueblo que luego seestrecha en Jesús, se fortalece en Je-

sús. Un pastor está cerca del pueblo,por el contrario, si no lo está, no esun pastor, es un jerarca, es un admi-nistrador, quizás bueno, pero no esun pastor. Cercanía al pueblo. Y sanJuan Pablo II nos dio el ejemplo deesta cercanía: cercano a los grandesy a los pequeños, a los que estáncerca y a los que están lejos, siemprecercano, se hacía cercano.

Tercer rasgo, el amor por la justi-cia. ¡Pero la justicia plena! Un hom-bre que quería la justicia, la justiciasocial, la justicia de los pueblos, jus-ticia que aleja las guerras. ¡Pero lajusticia plena! Es por esto por loque san Juan Pablo II era el hombrede la misericordia, porque la justiciay la misericordia van juntas, no sepueden distinguir [en el sentido deseparar], están juntas: justicia es jus-ticia, misericordia es misericordia,pero no se halla la una sin la otra. Yhablando del hombre de justicia ymisericordia, pensamos en lo que hi-zo san Juan Pablo II para que lagente entendiera la misericordia deDios. Pensemos en cómo llevó a ca-bo la devoción a santa Faustina[Kowalska] cuya memoria litúrgicadesde hoy será para toda la Iglesia.Había sentido que la justicia deDios tenía este rostro de misericor-dia, esta actitud de misericordia. Yeste es un don que nos ha dejado: lajusticia-misericordia y la misericordiajusta.

Pidámosle hoy que nos dé a to-dos, especialmente a los pastores dela Iglesia, pero a todos, la gracia dela oración, la gracia de la cercanía yla gracia de la justicia-misericordia,m i s e r i c o rd i a - j u s t i c i a .

Homilía de Francisco durante la misa celebrada en la tumba del Pontífice polaco en el centenario de su nacimiento

Con Juan Pablo II Dios vivió su puebloDurante estos meses de cuarentena en los que no se ha podido celebrar misa en presencia de fieles, debido a las restriccionespara frenar la pandemia de coronavirus, se han retransmitido en vídeo en directo, cada día, desde el 9 de marzo, las misasmatutinas que el Papa celebra en la Casa Santa Marta. Ha sido una forma de llevar el magisterio de Francisco y laesperanza del Evangelio a las casas de los fieles de todo el mundo y un modo también de acompañar al Pueblo de Dios enestos tiempos difíciles. En sus homilías, el Pontífice ha recordado y ha pedido que se rece por todos los afectados por el virus,los enfermos, las víctimas y sus familiares. Y también por quienes están sufriendo las consecuencias de la pandemia. Ademásha pedido oraciones por el personal sanitario y por todos los que cuidan de los enfermos, por los pobres, por los sacerdotesque no han abandonado a su rebaño en estos momentos duros, por los ancianos y las personas solas, por los últimos, losdescartados, los indefensos, los presos. También por los colectivos de trabajadores de servicios esenciales que se han mantenidoen primera línea durante la pandemia, y especialmente por aquellos que «nadie ve», como las personas que limpian loshospitales, las calles o que recogen los cubos de la basura. Francisco también ha llamado a las autoridades del mundo aimpulsar un espíritu de colaboración y solidaridad.El 18 de mayo, el Pontífice celebró la última misa que se retransmitió en directo en vídeo, ya que ese día en Italia sereanudaron las celebraciones litúrgicas con fieles. El Papa ha compartido la alegría de las comunidades que puedenreencontrarse, «es una señal de esperanza», ha dicho. Y ha pedido que se respeten las prescripciones que ofrecen lasautoridades «para proteger la salud de cada uno y la del pueblo».Además, la fecha coincidió con el centenario del nacimiento de san Juan Pablo II, Wadowice, Polonia, en 1920, por lo queFrancisco celebró la misa matutina en la basílica de San Pedro, en la capilla en la que se encuentra la tumba del PapaWojtyla, para recordarlo «con gran cariño y agradecimiento». Francisco reanudó con esta homilía el culto público en labasílica vaticana, que, como la plaza San Pedro, llevaba algo más de dos meses cerrada, como medida de prevención paraevitar la propagación del coronavirus. Publicamos, a continuación, la homilía pronunciada por el Pontífice.

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número 21, viernes 22 de mayo de 2020 L’OSSERVATORE ROMANO página 3

Iniciativas por el aniversario de la encíclica Laudato si’

Una nueva relación con la tierra

Esta semana, el 24 de mayo,se celebra el quinto aniver-sario de la publicación de laencíclica del Papa Francisco

Laudato si’, un hito que llamó laatención del mundo hacia el estadocada vez más precario de nuestra ca-sa común. El hecho de que la efemé-ride coincida con un momento críti-co, como la pandemia de coronavi-rus, hace que el mensaje profético deeste importante documento del PapaFrancisco sea aún más significativo.Como recuerdan en el Dicasterio pa-ra el servicio del desarrollo humanointegral, la encíclica constituye “unaguía moral y espiritual para la crea-ción del nuevo paradigma de unmundo más solidario, fraterno, pací-fico y sostenible”. Esta crisis, seña-lan, “es una oportunidad única pa-ra transformar la destrucción que nosrodea en una nueva forma de vivir:unidos en el amor, la compasión y lasolidaridad, y en una relación másarmoniosa con la naturaleza, nuestracasa común”. La COVID-19 ha ma-nifestado claramente lo profunda-mente conectados e interdependien-tes que estamos todos. Para comen-zar a pensar en el mundo que ven-drá después de la pandemia, necesi-tamos un enfoque integral, “dadoque todo está íntimamente relaciona-do, y los problemas actuales requie-ren una mirada que tenga en cuentatodos los factores de la crisis mun-dial”.

Para destacar la importancia de laencíclica Laudato si’ en este períodocrucial, el Dicasterio para el Servicioal desarrollo humano integral ha es-tablecido que desde el 21 de mayo de2020 hasta el 24 de mayo de 2021se celebre un Año especial de aniversa-rio de la Laudato si’. El año de ani-versario ha comenzado con la Sema-na Laudato si’, que se ha celebradodel 16 al 24 de mayo y ha consistidovarias iniciativas conjuntas realizadasen todo el mundo con un claro énfa-sis en una “conversión ecológica enacción”. El objetivo de la conmemo-ración es recordar que la urgencia dela situación requiere respuestas inme-diatas, holísticas y unificadas en to-dos los niveles: local, regional, nacio-nal e internacional. Como el PapaFrancisco nos recuerda, “todos po-demos colaborar como instrumentosde Dios para el cuidado de la crea-ción, cada uno desde su cultura, suexperiencia, sus iniciativas y sus ca-pacidades” (LS, 14).

Iniciativas en América LatinaEn Chile, del 18 al 23 de mayo,

una serie de debates y programasimpulsados por el Vicario Apostóli-co de Aysén, Luis Infanti della Mo-ra, y que contaron con la participa-ción de representantes de la Iglesia yde la sociedad civil que lideran ini-ciativas para defender y promover elcuidado del planeta, se retransmitie-ron diariamente por Radio SantaMaría. “Creemos -dijo el prelado-que es importante aprovechar loscinco años de esta poderosa encícli-ca para evaluar, mirar, criticar y pro-poner desde la Patagonia cómo se-guimos tratando a la Tierra a la luzde este texto, que nos ofrece una mi-rada evangélica para construir unanueva relación con nuestro maravi-

dizar el contenido de la encíclica yasí dar seguimiento a la invitacióndirigida a los fieles por el Obispo deLa Rioja, Dante Gustavo Braida, através de una carta a la comunidad ya los grupos pastorales de la diócesistitulada “Tiempo de pandemia,tiempo de oportunidad a la luz deLaudato si’”.

“Estamos atravesando este tiempode pandemia que nos ha llevado arealizar varios cambios en nuestrasconductas —escribe el obispo— y nosdeja entrever que otras realidadesmás profundas tienen que renovarseen la sociedad para que el mundoen que vivimos dé posibilidades atodos sus habitantes de vivir y crecerdignamente”. “Para que esas trans-formaciones sean posibles —conti-núa—, es necesario que todos partici-pemos y nos sintamos protagonistas.Es muy iluminador ver cómo el pa-pa Francisco en Laudato si’, ya nosanticipaba una serie de falencias odebilidades de este mundo que traenconsecuencias nefastas para muchaspersonas quitándoles libertad y da-ñando sus vidas como ser el consu-mismo, la autorreferencialidad, el vi-vir a toda velocidad, el vacío del co-razón… lo que trae como conse-cuencia violencia y destrucción recí-proca, etc. Pero, al mismo tiempo, el

mundo. Es necesario responder a lapregunta que el Papa Francisco nosplantea: “¿qué tipo de mundo quere-mos dejar a quienes nos sucedan, alos niños que están creciendo? (LS,160) Las comunidades más pobresson las primeras víctimas de la ac-tual degradación ecológica, y ya nopodemos permanecer indiferentesante el “clamor de la tierra y el cla-mor de los pobres” (LS, 49) cada vezmás desesperados.

La encíclica constituye una guíamoral y espiritual para la creacióndel nuevo paradigma de un mundomás solidario, fraterno, pacífico ysostenible. Mientras el mundo co-mienza a plantearse cómo deberíaser el futuro tras la pandemia, la en-cíclica de Francisco ya incluye algu-nas orientaciones para construir unplaneta que se base en “una relaciónmás armoniosa entre el ser humanoy la naturaleza”. “La crisis delcoro-navirus comenzó como un problemade salud, pero ha afectado drástica-mente a la economía, al medio am-biente, al empleo, a los estilos de vi-da, la seguridad alimentaria, la tec-nología digital y la seguridad de In-ternet, la política, la gobernanza, lassolicitudes de investigación y paten-tes. Casi ningún aspecto de la vida yla cultura humana se salva. En con-

secuencia, ilustra las enseñanzas delPapa Francisco según la cual ‘to doestá interconectado’”. Lo afirma elcardenal Peter Turkson, prefecto delDicasterio para el Servicio del Desa-rrollo Humano Integral, en una re-flexión recogida por la publicaciónLa Vie con motivo del quinto aniver-sario de Laudato si’.

Algunos de los objetivos de estacelebración especial son fomentar laintegración en las comunidades delespíritu Laudato si’ para dar respues-ta al clamor la tierra, a través de unautilización mayor de energía limpiay renovable y la reducción de com-bustibles fósiles para lograr la neu-tralidad de carbono, proteger y pro-mover la biodiversidad o garantizarel acceso al agua potable para todos.Responder al clamor de los pobreses otra de las metas fundamentales,mediante la defensa de la vida hu-mana desde la concepción hasta lamuerte y de todas las formas de vidasobre la tierra, con especial atencióna los grupos vulnerables, como lascomunidades indígenas, los migran-tes o los niños en riesgo de esclavi-tud. Poner en el centro una econo-mía ecológica es otra forma de llevara la práctica las enseñanzas de la en-cíclica Laudato si’, que apuesta porla producción sostenible, el comerciojusto, un consumo ético e inversio-nes éticas y llama a disminuir las in-versiones en combustibles fósiles yen cualquier actividad que cause da-ño al planeta y a las personas, y quepueden sustituirse por energías reno-vables.

Otro de los objetivos de la encícli-ca, como se recuerda en el Dicaste-rio es la adopción de estilos de vidasencilla, mediante la sobriedad en eluso de los recursos y de la energía,evitando los plásticos desechables,adoptando dietas más vegetarianas yreduciendo el consumo de carne,utilizando más el transporte públicoy evitando transportes contaminan-tes. La educación ecológica es tam-bién fundamental y para ello se de-ben replantear y reformular los pro-gramas educacionales y reformar lasinstituciones en el espíritu de la eco-logía integral con el fin de crearconciencia e impulsar acciones con-cretas, promoviendo la vocación eco-lógica de los jóvenes, de los maes-tros y de los líderes en materia deeducación. La espiritualidad ecológi-ca es otra de las claves para impulsarcomunidades con espíritu Laudatosi’. Para ello, es necesario recuperaruna visión religiosa de la creación deDios, estimular el contacto con elmundo natural con espíritu de admi-ración, alabanza, gozo y gratitud,promover celebraciones litúrgicascentradas en la creación, elaborarenfoques ecológicos de catequesis,oración, retiros o formación, entreotras cosas. El Dicasterio tambiénsugiere hacer hincapié en el empeñocomunitario y la participación activaen el cuidado de la creación a nivellocal, regional, nacional e internacio-nal, promoviendo campañas promo-cionales y populares, alentando elarraigo en el territorio y en los eco-sistemas locales.

Todo el mundo está invitado aparticipar en la celebración de esteaniversario.

lloso, bello y precioso planeta, queDios Padre ha dado a cada uno”.

En Brasil, el programa elaboradopor la Comisión Episcopal Especialde Ecología Integral y Minería(Ceem) de la Conferencia EpiscopalBrasileña (CNBB) se titula “SemanaLaúdica Sí, 5 años: Ecología Integraly Minería”. En él, hasta el 25 de ma-yo, se desarrollan diariamente confe-rencias temáticas sobre el documen-to pontificio, con la participación,entre otros, de representantes de lacomisión, profesores e investigadoresde diferentes organismos.

En Argentina, se ha dado un granespacio a las redes sociales en la pre-paración del evento: de hecho, sehan creado espacios de comparacióny discusión en los que se han lleva-do a cabo diversas iniciativas, ade-más de las ya lanzadas, para profun-

Papa nos manifiesta que es posiblecambiar de rumbo, que es posibleun volver a empezar animándonos abuscar ‘otro estilo de vida’ con otrosparámetros o valores”.

Año especial Laudato si’

El Dicasterio para el Servicio deldesarrollo humano integral quiererecordar que las varias “grietas quese observan en el planeta que habi-tamos” (LS, 163) son demasiado evi-dentes, desde el deshielo de los cas-quetes polares en el Ártico hasta losincendios forestales en la Amazonia,desde los fenómenos meteorológicosextremos en todo el mundo hasta ladisminución sin precedentes de esabiodiversidad que sustenta toda latrama de la vida, y han causado gra-ves daños en muchas partes del

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número 21, viernes 22 de mayo de 2020 L’OSSERVATORE ROMANO página 4

El mensaje del Papa para la Jornada mundial del migrante y del refugiado que se celebrará el domingo 27 de septiembre

Agravado por la pandemia el drama invisiblede los desplazados internos

«C uando hablamos de migrantes ydesplazados, nos limitamos condemasiada frecuencia a números.¡Pero no son números, sino per-

sonas! Y si conocemos sus historias, lograremoscomprender. Podremos comprender, por ejemplo,que la precariedad que hemos experimentado consufrimiento, a causa de la pandemia, es un ele-mento constante en la vida de los desplazados».Es este uno de los pasajes más significativos delmensaje del Papa Francisco para la próxima Jor-nada mundial del migrante y del refugiado que secelebrará el 27 de septiembre. Dedicado al temade los desplazados internos —«millones de fami-lias… que huyen del hambre, de la guerra, deotros peligros graves»— el mensaje está articuladoen torno a seis parejas de verbos que correspon-den a acciones concretas y se concluye con unaoración sugerida del ejemplo de san José, exiliadocon María en Egipto para salvar al hijo de la per-secución de Herodes.

Como Jesucristo, obligados a huir.

rar y animar las acciones pastorales de la Iglesiaen este ámbito concreto.

Por ello, decidí dedicar este Mensaje al dramade los desplazados internos, un drama a menudoinvisible, que la crisis mundial causada por lapandemia del COVID-19 ha agravado. De hecho,esta crisis, debido a su intensidad, gravedad y ex-tensión geográfica, ha empañado muchas otrasemergencias humanitarias que afligen a millonesde personas, relegando iniciativas y ayudas inter-nacionales, esenciales y urgentes para salvar vidas,a un segundo plano en las agendas políticas na-cionales. Pero «este no es tiempo del olvido. Quela crisis que estamos afrontando no nos haga de-jar de lado a tantas otras situaciones de emergen-cia que llevan consigo el sufrimiento de muchaspersonas» (Mensaje Urbi et Orbi, 12 abril 2020).

A la luz de los trágicos acontecimientos quehan caracterizado el año 2020, extiendo este Men-saje, dedicado a los desplazados internos, a todoslos que han experimentado y siguen aún hoy vi-

en sus rostros el rostro de Cristo, hambriento, se-diento, desnudo, enfermo, forastero y encarcela-do, que nos interpela (cf. Mt 25, 31-46). Si lo re-conocemos, seremos nosotros quienes le agradece-remos el haberlo conocido, amado y servido.

Los desplazados internos nos ofrecen esta opor-tunidad de encuentro con el Señor, «incluso si anuestros ojos les cuesta trabajo reconocerlo: conla ropa rota, con los pies sucios, con el rostro de-formado, con el cuerpo llagado, incapaz de ha-blar nuestra lengua» (Homilía, 15 febrero 2019).Se trata de un reto pastoral al que estamos llama-dos a responder con los cuatro verbos que señaléen el Mensaje para esta misma Jornada en 2018:acoger, proteger, promover e integrar. A estos cua-tro, quisiera añadir ahora otras seis parejas de ver-bos, que se corresponden a acciones muy concre-tas, vinculadas entre sí en una relación de causa-efecto.

Es necesario conocer para comprender. El co-nocimiento es un paso necesario hacia la com-

Acoger, proteger, promover e integrar a los des-plazados internos

A principios de año, en mi discurso a losmiembros del Cuerpo Diplomático acreditado an-te la Santa Sede, señalé entre los retos del mundocontemporáneo el drama de los desplazados inter-nos: «Las fricciones y las emergencias humanita-rias, agravadas por las perturbaciones del clima,aumentan el número de desplazados y repercutensobre personas que ya viven en un estado de po-breza extrema. Muchos países golpeados por es-tas situaciones carecen de estructuras adecuadasque permitan hacer frente a las necesidades de losdesplazados» (9 enero 2020).

La Sección Migrantes y Refugiados del Dicas-terio para el Servicio del Desarrollo Humano In-tegral ha publicado las “Orientaciones Pastoralessobre Desplazados Internos” (Ciudad del Vatica-no, 5 mayo 2020) un documento que desea inspi-

viendo situaciones de precariedad, de abandono,de marginación y de rechazo a causa del COVID-19.

Quisiera comenzar refiriéndome a la escena queinspiró al papa Pío XII en la redacción de laConstitución Apostólica Exsul Familia (1 agosto1952). En la huida a Egipto, el niño Jesús experi-mentó, junto con sus padres, la trágica condiciónde desplazado y refugiado, «marcada por el mie-do, la incertidumbre, las incomodidades (cf. Mt2, 13-15.19-23). Lamentablemente, en nuestros días,millones de familias pueden reconocerse en estatriste realidad. Casi cada día la televisión y los pe-riódicos dan noticias de refugiados que huyen delhambre, de la guerra, de otros peligros graves, enbusca de seguridad y de una vida digna para símismos y para sus familias» (Ángelus, 29 diciem-bre 2013). Jesús está presente en cada uno deellos, obligado —como en tiempos de Herodes— ahuir para salvarse. Estamos llamados a reconocer

prensión del otro. Lo enseña Jesús mismo en elepisodio de los discípulos de Emaús: «Mientrasconversaban y discutían, Jesús en persona se acer-coeran capaces de reconocerlo» (Lc 24, 15-16).Cuando hablamos de migrantes y desplazados,nos limitamos con demasiada frecuencia a núme-ros. ¡Pero no son números, sino personas! Si lasencontramos, podremos conocerlas. Y si conoce-mos sus historias, lograremos comprender. Podre-mos comprender, por ejemplo, que la precariedadque hemos experimentado con sufrimiento, a cau-sa de la pandemia, es un elemento constante en lavida de los desplazados.

Hay que hacerse prójimo para servir. Parece al-go obvio, pero a menudo no lo es. «Pero un sa-maritano que iba de viaje llegó adonde estaba ély, al verlo, se compadeció, y acercándose, le ven-dó las heridas, echándoles aceite y vino, y, mon-tándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una

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número 21, viernes 22 de mayo de 2020 L’OSSERVATORE ROMANO página 5

posada y lo cuidó» (Lc 10, 33-34). Los miedos ylos prejuicios —tantos prejuicios—, nos hacen man-tener las distancias con otras personas y a menu-do nos impiden “acercarnos como prójimos” yservirles con amor. Acercarse al prójimo significa,a menudo, estar dispuestos a correr riesgos, comonos han enseñado tantos médicos y personal sani-tario en los últimos meses. Este estar cerca paraservir, va más allá del estricto sentido del deber.El ejemplo más grande nos lo dejó Jesús cuandolavó los pies de sus discípulos: se quitó el manto,se arrodilló y se ensució las manos (cf. Jn 13, 1-15).

Para reconciliarse se requiere escuchar. Nos loenseña Dios mismo, que quiso escuchar el gemidode la humanidad con oídos humanos, enviando asu Hijo al mundo: «Porque tanto amó Dios almundo, que entregó a su Unigénito, para que to-do el que cree en él […] tenga vida eterna» (Jn 3,16-17). El amor, el que reconcilia y salva, empiezapor una escucha activa. En el mundo de hoy semultiplican los mensajes, pero se está perdiendola capacidad de escuchar. Sólo a través de una es-

todos puedan sentirse convocados y permitir nue-vas formas de hospitalidad, de fraternidad y desolidaridad» (Meditación en la Plaza de San Pedro,27 marzo 2020).

Es indispensable colaborar para construir. Estoes lo que el apóstol san Pablo recomienda a la co-munidad de Corinto: «Os ruego, hermanos, ennombre de nuestro Señor Jesucristo, a que digáistodos lo mismo y que no haya divisiones entrevosotros. Estad bien unidos con un mismo pensary un mismo sentir» (1 Co 1, 10). La construccióndel Reino de Dios es un compromiso común detodos los cristianos y por eso se requiere queaprendamos a colaborar, sin dejarnos tentar porlos celos, las discordias y las divisiones. Y en elactual contexto, es necesario reiterar que: «Esteno es el tiempo del egoísmo, porque el desafíoque enfrentamos nos une a todos y no hace acep-ción de personas» (Mensaje Urbi et Orbi, 12 abril2020). Para preservar la casa común y hacer todolo posible para que se parezca, cada vez más, alplan original de Dios, debemos comprometernos

como refugiados, hacia lugares más seguros.Ayúdalos, por su intercesión, a tener la fuerza

para seguir adelante, el consuelo en la tristeza, elvalor en la prueba.

Da a quienes los acogen un poco de la ternurade este padre justo y sabio, que amó a Jesús co-mo un verdadero hijo y sostuvo a María a lo lar-go del camino.

Él, que se ganaba el pan con el trabajo de susmanos, pueda proveer de lo necesario a quienes lavida les ha quitado todo, y darles la dignidad deun trabajo y la serenidad de un hogar.

Te lo pedimos por Jesucristo, tu Hijo, que sanJosé salvó al huir a Egipto, y por intercesión de laVirgen María, a quien amó como esposo fiel se-gún tu voluntad. Amén.

Roma, San Juan de Letrán, 13 de mayo de 2020,Memoria de la Bienaventurada Virgen María de

Fá t i m a .

FRANCISCO

ha demostrado, una vez más, que nadie se salvasolo. Para crecer realmente, debemos crecer jun-tos, compartiendo lo que tenemos, como ese mu-chacho que le ofreció a Jesús cinco panes de ce-bada y dos peces… ¡Y fueron suficientes para cin-co mil personas! (cf. Jn 6, 1-15).

Se necesita involucrar para promover. Así hizoJesús con la mujer samaritana (cf. Jn 4, 1-30). ElSeñor se acercó, la escuchó, habló a su corazón,para después guiarla hacia la verdad y transfor-marla en anunciadora de la buena nueva: «Venida ver a un hombre que me ha dicho todo lo quehe hecho; ¿será este el Mesías?» (v. 29). A veces,el impulso de servir a los demás nos impide versus riquezas. Si queremos realmente promover alas personas a quienes ofrecemos asistencia, tene-mos que involucrarlas y hacerlas protagonistas desu propio rescate. La pandemia nos ha recordadocuán esencial es la corresponsabilidad y que sólocon la colaboración de todos —incluso de las cate-gorías a menudo subestimadas— es posible enca-rar la crisis. Debemos «motivar espacios donde

cucha humilde y atenta podre-mos llegar a reconciliarnos deverdad. Durante el 2020, el si-lencio se apoderó por semanasenteras de nuestras calles. Un si-lencio dramático e inquietante,que, sin embargo, nos dio laoportunidad de escuchar el gritode los más vulnerables, de losdesplazados y de nuestro planetagravemente enfermo. Y, gracias aesta escucha, tenemos la oportu-nidad de reconciliarnos con elprójimo, con tantos descartados,con nosotros mismos y con Dios,que nunca se cansa de ofrecernossu misericordia.

Para crecer hay que compartir.Para la primera comunidad cris-tiana, la acción de compartir erauno de sus pilares fundamenta-les: «El grupo de los creyentestenía un solo corazón y una solaalma: nadie llamaba suyo propionada de lo que tenía, pues lo po-seían todo en común» (Hch 4,32). Dios no quiso que los recur-sos de nuestro planeta beneficia-ran únicamente a unos pocos.¡No, el Señor no quiso esto! Te-nemos que aprender a compartirpara crecer juntos, sin dejar fue-ra a nadie. La pandemia nos harecordado que todos estamos enel mismo barco. Darnos cuentaque tenemos las mismas preocu-paciones y temores comunes, nos

a garantizar la cooperación inter-nacional, la solidaridad global yel compromiso local, sin dejarfuera a nadie.

Quisiera concluir con una ora-ción sugerida por el ejemplo desan José, de manera especialcuando se vio obligado a huir aEgipto para salvar al Niño.

Padre, Tú encomendaste a sanJosé lo más valioso que tenías: elNiño Jesús y su madre, paraprotegerlos de los peligros y delas amenazas de los malvados.

Concédenos, también a noso-tros, experimentar su proteccióny su ayuda. Él, que padeció elsufrimiento de quien huye a cau-sa del odio de los poderosos,haz que pueda consolar y prote-ger a todos los hermanos y her-manas que, empujados por lasguerras, la pobreza y las necesi-dades, abandonan su hogar y sutierra, para ponerse en camino,

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número 21, viernes 22 de mayo de 2020 L’OSSERVATORE ROMANO páginas 6/7

En un mensaje a las Pontificias Obras Misionales el Papa indica el camino a tomar y las tentaciones a evitar

El milagro de la gratuidadque se hace al servicio de la Iglesia

El «fervor misionero puede obtenerse como consecuencia de un razonamiento o de uncálculo» pero nace del « el don gratuito de sí» que se hace servicio a la Iglesia. Loreafirma el Papa Francisco en el mensaje enviado a las Pontificias Obras Misionales,cuya asamblea general anual —inicialmente prevista para el jueves 21 de mayo, fiestade la Ascensión del Señor— se pospuso a causa de las restricciones impuestas en estosmeses para frenar la pandemia. A continuación, publicamos el mensaje pontificio.Losque se habían reunido, le preguntaron, diciendo: «Señor, ¿es ahora cuando vas arestaurar el reino a Israel?». Les dijo: «No os toca a vosotros conocer los tiempos omomentos que el Padre ha establecido con su propia autoridad; en cambio, reci b i ré i sla fuerza del Espíritu Santo que va a venir sobre vosotros y seréis mis testigos enJerusalén, en toda Judea y Samaría y hasta el confín de la tierra». Dicho esto, a lavista de ellos, fue elevado al cielo, hasta que una nube se lo quitó de la vista (Hch1,6-9).

Después de hablarles, el Señor Jesús fue llevado al cielo y se sentó a la dere-cha de Dios. Ellos se fueron a predicar por todas partes, y el Señor cooperabaconfirmando la palabra con las señales que los acompañaban (Mc 16, 19-20).

Y los sacó hasta cerca de Betania y, levantando sus manos, los bendijo. Ymientras los bendecía, se separó de ellos, y fue llevado hacia el cielo. Ellos sepostraron ante Él y se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siemp reen el templo bendiciendo a Dios (Lc 24,50-53).

*****

Queridos hermanos y hermanas:Este año había decidido participar en vuestra Asamblea general anual, el jue-

ves 21 de mayo, fiesta de la Ascensión del Señor, pero se ha cancelado a causade la pandemia que nos afecta a todos. Por eso, deseo enviaros a todos vosotroseste mensaje, para haceros llegar, igualmente, lo que tengo en el corazón paradeciros. Esta fiesta cristiana, en estos tiempos inimaginables que estamos vivien-do, me parece aún más rica de sugerencias para el camino y la misión de cadauno de nosotros y de toda la Iglesia. Celebramos la Ascensión como una fiesta y,sin embargo, en ella se conmemora la despedida de Jesús de sus discípulos y deeste mundo. El Señor asciende al Cielo, y la liturgia oriental narra el estupor delos ángeles al ver a un hombre que con su cuerpo sube a la derecha del Padre.No obstante, mientras Cristo estaba para ascender al Cielo, los discípulos —que,además, lo habían visto resucitado— no parecían que hubiesen entendido aún losucedido. Él iba a dar inicio al cumplimiento de su Reino y ellos se perdían to-davía en sus propias conjeturas. Le preguntaban si iba a restaurar el reino deIsrael (cf. Hch 1, 6). Pero, cuando Cristo los dejó, en vez de quedarse tristes,volvieron a Jerusalén «con gran alegría», como escribe Lucas (24, 52). Sería ex-traño que no hubiera ocurrido nada. En efecto, Jesús ya les había prometido lafuerza del Espíritu Santo, que descendería sobre ellos en Pentecostés. Este es elmilagro que cambió las cosas. Y ellos cobraron seguridad, porque confiaron to-do al Señor. Estaban llenos de alegría. Y la alegría en ellos era la plenitud de laconsolación, la plenitud de la presencia del Señor.

Pablo escribe a los Gálatas que la plenitud del gozo de los Apóstoles no es elefecto de unas emociones que satisfacen y alegran. Es un gozo desbordante quese puede experimentar solamente como fruto y como don del Espíritu Santo (cf.5, 22). Recibir el gozo del Espíritu Santo es una gracia. Y es la única fuerza quepodemos tener para predicar el Evangelio, para confesar la fe en el Señor. La fees testimoniar la alegría que nos da el Señor. Un gozo como ese no nos lo pode-mos dar nosotros solos. Jesús, antes de irse, dijo a los suyos que les mandaría elEspíritu, el Consolador. Y así entregó también al Espíritu la obra apostólica dela Iglesia, durante toda la historia, hasta su venida. El misterio de la Ascensión,junto con la efusión del Espíritu en Pentecostés, imprime y confiere para sie m p rea la misión de la Iglesia su rasgo genético más íntimo: el de ser obra del EspírituSanto y no consecuencia de nuestras reflexiones e intenciones. Y este es el rasgoque puede hacer fecunda la misión y preservarla de cualquier presunta autosufi-ciencia, de la tentación de tomar como rehén la carne de Cristo —que asciende alCielo— para los propios proyectos clericales de poder.

Cuando, en la misión de la Iglesia, no se acoge ni se reconoce la obra real yeficaz del Espíritu Santo, quiere decir que, hasta las palabras de la misión —in-cluso las más exactas y las más reflexionadas— se han convertido en una especiede “discursos de sabiduría humana”, usados para auto glorificarse o para quitary ocultar los propios desiertos interiores.

La alegría del EvangelioLa salvación es el encuentro con Jesús, que nos ama y nos perdona, enviándo-

nos el Espíritu, que nos consuela y nos defiende. La salvación no es la conse-cuencia de nuestras iniciativas misioneras, ni siquiera de nuestros razonamientossobre la encarnación del Verbo. La salvación de cada uno puede ocurrir sólo através de la perspectiva del encuentro con Él, que nos llama. Por esto, el miste-rio de la predilección inicia —y no puede no iniciar— con un impulso de alegría,de gratitud. La alegría del Evangelio, esa “alegría grande” de las pobres mujeresque, en la mañana de Pascua, fueron al sepulcro de Cristo y lo hallaron vacío, yque luego fueron las primeras en encontrarse con Jesús resucitado y corrieron adecírselo a los demás (cf. Mt 28, 8-10). Sólo así, el ser elegidos y predilectos

puede testimoniar ante todo el mundo, con nuestras vidas, la gloria de Cristo re-sucitado.

Los testigos, en cualquier situación humana, son aquellos que certifican lo queotro ha hecho. En este sentido —y sólo así—, podemos nosotros ser testigos deCristo y de su Espíritu. Después de la Ascensión, como cuenta el final del Evan-gelio de Marcos, los apóstoles y los discípulos «se fueron a predicar por todaspartes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que losacompañaban» (16, 20). Cristo, con su Espíritu, da testimonio de sí mismo me-diante las obras que lleva a cabo en nosotros y con nosotros. La Iglesia —expli-caba ya san Agustín— no rogaría al Señor que les concediera la fe a aquellos queno conocen a Cristo, si no creyera que es Dios mismo el que dirige y atrae haciasí la voluntad de los hombres. La Iglesia no haría rezar a sus hijos para pedir alSeñor la perseverancia en la fe en Cristo, si no creyese que es el mismo Señorquien tiene en su mano nuestros corazones. En efecto, si la Iglesia le rogase estascosas, pero pensara que se las puede dar a sí misma, significaría que sus oracio-nes no serían auténticas, sino solamente fórmulas vacías, frases hechas, formalis-mos impuestos por el conformismo eclesiástico (cf. El don de la perseverancia. APróspero y a Hilario, 23.63).

Si no se reconoce que la fe es un don de Dios, tampoco tendrían sentido lasoraciones que la Iglesia le dirige. Y no se manifestaría a través de ellas ningunasincera pasión por la felicidad y por la salvación de los demás y de aquellos queno reconocen a Cristo resucitado, aunque se dedique mucho tiempo a organizarla conversión del mundo al cristianismo.

Es el Espíritu Santo quien enciende y custodia la fe en los corazones, y reco-nocer este hecho lo cambia todo. En efecto, es el Espíritu el que suscita y animala misión, le imprime connotaciones “genéticas”, matices y movimientos particu-lares que hacen del anuncio del Evangelio y de la confesión de la fe cristiana al-go distinto a cualquier proselitismo político o cultural, psicológico o religioso.

He recordado muchos de estos rasgos distintivos de la misión en la Exhorta-ción apostólica Evangelii gaudium; retomo algunos de ellos.

At ra c t i v o . El misterio de la Redención entró y continúa obrando en el mundoa través de un atractivo que puede fascinar el corazón de los hombres y de lasmujeres, porque es y parece más atrayente que las seducciones basadas en elegoísmo, consecuencia del pecado. «Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Pa-dre que me ha enviado», dice Jesús en el Evangelio de Juan (6,44). La Iglesiasiempre ha repetido que seguimos a Jesús y anunciamos su Evangelio por esto:por la fuerza de atracción que ejercen el mismo Cristo y su Espíritu. La Iglesia—afirmó el Papa Benedicto XVI—– crece en el mundo por atracción y no porproselitismo (cf. Homilía en la Misa de apertura de la V Conferencia General delEpiscopado Latinoamericano y del Caribe, Aparecida, 13 mayo 2007: AAS 99[2007], 437). San Agustín decía que Cristo se nos revela atrayéndonos. Y, paraponer un ejemplo de este atractivo, citaba al poeta Virgilio, según el cual to dapersona es atraída por aquello que le gusta. Jesús no sólo es atrayente para nues-tra voluntad, sino también para nuestro gusto (cf. Comentario al Evangelio de SanJuan, 26, 4). Cuando uno sigue a Jesús, contento por ser atraído por Él, los de-más se darán cuenta y podrán asombrarse de ello. La alegría que se transparenta

en aquellos que son atraídos por Cristo y por su Espíritu es lo que hace fecundacualquier iniciativa misionera.

Gratitud y gratuidad. La alegría de anunciar el Evangelio brilla siempre sobreel fondo de una memoria agradecida. Los apóstoles nunca olvidaron el momentoen el que Jesús les tocó el corazón: «Era como la hora décima» (Jn 1, 39). Elacontecimiento de la Iglesia resplandece cuando en él se manifiesta el agradeci-miento por la iniciativa gratuita de Dios, porque «Él nos amó» primero (1 Jn 4,10), porque «fue Dios quien hizo crecer» (1 Co 3, 6). La predilección amorosadel Señor nos sorprende, y el asombro —por su propia naturaleza— no podemosposeerlo por nosotros mismos ni imponerlo. No es posible “asombrarse a lafuerza”. Sólo así puede florecer el milagro de la gratuidad, el don gratuito de sí.Tampoco el fervor misionero puede obtenerse como consecuencia de un razona-miento o de un cálculo. Ponerse en “estado de misión” es un efecto del agradeci-miento, es la respuesta de quien, en función de su gratitud, se hace dócil al Es-píritu Santo y, por tanto, es libre. Si no se percibe la predilección del Señor, quenos hace agradecidos, incluso el conocimiento de la verdad y el conocimientomismo de Dios —ostentados como posesión que hay que adquirir con las propiasfuerzas— se convertirían, de hecho, en “letra que mata” (cf. 2 Co 3, 6), como de-mostraron por vez primera san Pablo y san Agustín. Sólo en la libertad del agra-decimiento se conoce verdaderamente al Señor. Y resulta inútil —y, más que na-da, inapropiado— insistir en presentar la misión y el anuncio del Evangelio comosi fueran un deber vinculante, una especie de “obligación contractual” de losbautizados.

Humildad. Si la verdad y la fe, la felicidad y la salvación no son una posesiónnuestra, una meta alcanzada por nuestros méritos, entonces el Evangelio de Cris-to se puede anunciar solamente desde la humildad. Nunca se podrá pensar enservir a la misión de la Iglesia con la arrogancia individual y a través de la osten-tación, con la soberbia de quien desvirtúa también el don de los sacramentos y

cientes que se quejan de que la gente es muy ruda y anticuada como para intere-sarse por su mercancía. A veces se trata de aminorar el paso para acompañar aquien se ha quedado al borde del camino. A veces hay que imitar al padre de laparábola del hijo pródigo, que deja las puertas abiertas y otea todos los días elhorizonte, con la esperanza de la vuelta de su hijo (cf. Lc 15, 20). La Iglesia noes una aduana, y quien participa de algún modo en la misión de la Iglesia estállamado a no añadir cargas inútiles a las vidas ya difíciles de las personas, a noimponer caminos de formación sofisticados y pesados para gozar de aquello queel Señor da con facilidad. No pongamos obstáculos al deseo de Jesús, que orapor cada uno de nosotros y nos quiere curar a todos, salvar a todos.

Cercanía en la vida “cotidiana”. Jesús encontró a sus primeros discípulos en laorilla del lago de Galilea, mientras estaban ocupados en su trabajo. No los en-contró en un convenio, ni en un seminario de formación, ni en el templo. Desdesiempre, el anuncio de salvación de Jesús llega a las personas allí donde se en-cuentran y así como son en la vida de cada día. La vida ordinaria de todos, laparticipación en las necesidades, esperanzas y problemas de todos, es el lugar yla condición en la que quien ha reconocido el amor de Cristo y ha recibido eldon del Espíritu Santo puede dar razón a quien le pregunte de la fe, de la espe-ranza y de la caridad. Caminando juntos, con los demás. Principalmente en estetiempo en el que vivimos, no se trata de inventar itinerarios de adiestramiento“dedicados”, de crear mundos paralelos, de construir burbujas mediáticas en lasque hacer resonar los propios eslóganes, las propias declaraciones de intenciones,reducidas a tranquilizadores “nominalismos declaratorios”. He recordado yaotras veces —a modo de ejemplo—, que en la Iglesia hay quien continúa a evocarenfáticamente el eslogan: “Es la hora de los laicos”, pero mientras tanto pareceque el reloj se hubiera parado.

El “sensus fidei” del Pueblo de Dios. Hay una realidad en el mundo que tieneuna especie de “olfato” para el Espíritu Santo y su acción. Es el Pueblo de Dios,predilecto y llamado por Jesús, que, a su vez, sigue buscándolo y clama siemprepor Él en las angustias de la vida. El Pueblo de Dios mendiga el don de su Es-píritu; confía su espera a las sencillas palabras de las oraciones y nunca se aco-moda en la presunción de la propia autosuficiencia. El santo Pueblo de Diosreunido y ungido por el Señor, en virtud de esta unción, se hace infalible “inc re d e n d o ”, como enseña la Tradición de la Iglesia. La acción del Espíritu Santoconcede al Pueblo de los fieles un “instinto” de la fe —el sensus fidei— que le ayu-da a no equivocarse cuando cree lo que es de Dios, aunque no conozca los razo-namientos ni las formulaciones teológicas para definir los dones que experimen-ta. Es el misterio del pueblo peregrino que, con su espiritualidad popular, cami-na hacia los santuarios y se encomienda a Jesús, a María y a los santos; que re-curre y se revela connatural a la libre y gratuita iniciativa de Dios, sin tener queseguir un plan de movilización pastoral.

Predilección por los pequeños y por los pobres. Todo impulso misionero, si estámovido por el Espíritu Santo, manifiesta predilección por los pobres y por lospequeños, como signo y reflejo de la preferencia que el Señor tiene por ellos.Las personas directamente implicadas en las iniciativas y estructuras misionerasde la Iglesia no deberían justificar nunca su falta de atención a los pobres con laexcusa —muy usada en ciertos ambientes eclesiásticos— de tener que concentrarsus propias energías en los cometidos prioritarios de la misión. La predilecciónpor los pobres no es algo opcional en la Iglesia.

Las dinámicas y los criterios arriba descritos forman parte de la misión de laIglesia, animada por el Espíritu Santo. Normalmente, en los enunciados y en losdiscursos eclesiásticos, se reconoce y afirma la necesidad del Espíritu Santo co-mo fuente de la misión de la Iglesia, pero también sucede que tal reconocimien-to se reduce a una especie de “homenaje formal” a la Santísima Trinidad, unafórmula introductoria convencional para las intervenciones teológicas y para losplanes pastorales. Hay en la Iglesia muchas situaciones en las que el primado dela gracia se reduce a un postulado teórico, a una fórmula abstracta. Sucede quemuchos proyectos y organismos vinculados a la Iglesia, en vez de dejar que se

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las palabras más auténticas de la fe, haciendode ellos un botín que ha merecido. No se pue-de ser humilde por buena educación o porquerer parecer cautivadores. Se es humilde sise sigue a Cristo, que dijo a los suyos:«Aprended de mí, que soy manso y humildede corazón» (Mt 11, 29). San Agustín se pre-gunta cómo es posible que, después de la Re-surrección, Jesús se dejó ver sólo por sus discí-pulos y no, en cambio, por los que lo habíancrucificado. Responde que Jesús no quería darla impresión de querer «burlarse de quienes lehabían dado muerte. Era más importante ense-ñar la humildad a los amigos que echar en ca-ra a los enemigos la verdad» (Discurso 284,6).

Facilitar, no complicar. Otro rasgo de la au-téntica obra misionera es el que nos remite ala paciencia de Jesús, que también en las na-rraciones del Evangelio acompañaba siemprecon misericordia las etapas de crecimiento delas personas. Un pequeño paso, en medio delas grandes limitaciones humanas, puede ale-grar el corazón de Dios más que las zancadasde quien va por la vida sin grandes dificulta-des. Un corazón misionero reconoce la condi-ción actual en la que se encuentran las perso-nas reales, con sus límites, sus pecados, susdebilidades, y se hace «débil con los débiles»(1 Co 9, 22). “Salir” en misión para llegar a lasperiferias humanas no quiere decir vagar sindirección ni sentido, como vendedores impa-

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número 21, viernes 22 de mayo de 2020 L’OSSERVATORE ROMANO página 8

El milagro de la gratuidad que se haceal servicio de la Iglesiatransparente la obra del Espíritu

Santo, acaban confirmando solamen-te la propia autorreferencialidad.Muchos mecanismos eclesiásticos atodos los niveles parecen estar absor-bidos por la obsesión de promocio-narse a sí mismos y sus propias ini-ciativas, como si ese fuera el objetivoy el horizonte de su misión.

Hasta aquí he querido retomar yvolver a proponer criterios y suge-rencias sobre la misión de la Iglesiaque ya había expuesto de forma másextensa en la Exhortación apostólicaEvangelii gaudium. Lo he hechoporque creo que también para lasOMP puede ser útil y fecundo —yno aplazable— confrontarse con esoscriterios y sugerencias en esta etapade su camino.

El Pueblo de Dios mendiga el don de su Espíritu; confía suespera a las sencillas palabras de las oraciones y nunca seacomoda en la presunción de la propia autosuficiencia. El santoPueblo de Dios reunido y ungido por el Señor, en virtud de estaunción, se hace infalible “in credendo”, como enseña la Tradiciónde la Iglesia

Las OMP y el tiempo presente:

talentos a desarrollar, tentacionesy enfermedades a evitar

¿Hacia dónde conviene mirar decara al presente y al futuro de lasOMP? ¿Cuáles son los estorbos quehacen el camino más gravoso?

En la fisionomía, es decir, en laidentidad de las Obras MisionalesPontificias, se aprecian ciertos rasgosdistintivos —algunos, por así decirlo,genéticos; otros, adquiridos duranteel largo recorrido histórico— que confrecuencia se descuidan o se dan porsupuestos. Pues bien, esos rasgosjustamente pueden custodiar y hacerpreciosa —sobre todo en el momentop re s e n t e — la contribución de esta“re d ” a la misión universal, a la quetoda la Iglesia está llamada.

- Las Obras Misionales nacieronde forma espontánea del fervor mi-sionero manifestado por la fe de losbautizados. Existe y permanece unaíntima afinidad, una familiaridad en-tre las Obras Misionales y el sensusfidei infalible in credendo del Pue-blo fiel de Dios.

- Las Obras Misionales, desde elprincipio, avanzaron sobre dos “bi-narios” o, mejor dicho, sobre dosvías que van siempre paralelas y que,en su sencillez, han sido siempre fa-miliares al corazón del Pueblo deDios: la oración y la caridad, en laforma de limosna, que «libra de lamuerte y purifica del pecado» (Tb12, 9), el «amor intenso» que «tapamultitud de pecados» (cf. 1 P 4, 8).Los fundadores de las Obras Misio-nales, empezando por Pauline Jari-cot, no se inventaron las oraciones ylas obras a las que confiar sus inten-ciones de anunciar el Evangelio, sinoque las tomaron simplemente del te-soro inagotable de los gestos máscercanos y habituales para el Pueblode Dios en camino por la historia.

- Las Obras Misionales, surgidasde forma gratuita en la trama de lavida del Pueblo de Dios, por suconfiguración simple y concreta, hansido reconocidas y valoradas por laIglesia de Roma y por sus obispos,quienes, en el último siglo, han pe-dido poder adoptarlas como peculiarinstrumento del servicio que ellosprestan a la Iglesia universal. Deaquí que se haya atribuido a talesObras la calificación de “Pontifi-cias”. Desde ese momento, resalta enla fisionomía de las OMP su carac-terística de instrumento de serviciopara sostener a las Iglesias particula-res en la obra del anuncio del Evan-gelio. De este modo, las Obras Mi-sionales Pontificias se ofrecieron condocilidad como instrumento de ser-

vicio a la Iglesia, dentro del ministe-rio universal desempeñado por elPapa y por la Iglesia de Roma, que“preside en la caridad”. Así, con supropio itinerario y sin entrar encomplicadas disputas teológicas, lasOMP han desmentido los argumen-tos de aquellos que, también en losambientes eclesiásticos, contraponende modo inadecuado carismas e ins-tituciones, leyendo siempre las rela-ciones entre ambas realidades a tra-vés de una engañosa “dialéctica deprincipios”. En cambio, en la Igle-sia, incluso los elementos estructura-les permanentes —como los sacra-

mentos, el sacerdocio y la sucesiónap ostólica— son continuamente re-creados por el Espíritu Santo y noestán a disposición de la Iglesia co-mo un objeto de posesión adquirida(cf. Card. J. Ratzinger, Los movi-mientos eclesiales y su colocación teoló-gica. Intervención durante el Conveniomundial de movimientos eclesiales, Ro-ma, 27-29 mayo 1998).

- Las Obras Misioneras, desde suprimera difusión, se estructuraroncomo una red capilar extendida enel Pueblo de Dios, totalmente sujetay, de hecho, “inmanente” a las redesde las instituciones y realidades yapresentes en la vida eclesial, comolas diócesis, las parroquias, las co-munidades religiosas. La vocaciónpeculiar de las personas implicadasen las Obras Misionales nunca se havivido ni percibido como una vía al-ternativa, como una pertenencia “ex-terna” a las formas ordinarias de lavida de las Iglesias particulares. Lainvitación a la oración y a la colectade recursos para la misión siemprese ha ejercido como un servicio a lacomunión eclesial.

- Las Obras Misionales, converti-das con el tiempo en una red exten-dida por todos los continentes, ma-nifiestan por su propia configuraciónla variedad de matices, condiciones,problemas y dones que caracterizanla vida de la Iglesia en los diferenteslugares del mundo. Una pluralidadque puede proteger contra homoge-nizaciones ideológicas y unilateralis-mos culturales. En este sentido, tam-bién a través de las OMP se puedeexperimentar el misterio de la uni-versalidad de la Iglesia, en la que laobra incesante del Espíritu Santocrea armonía entre las distintas vo-ces, mientras que el Obispo de Ro-ma, con su servicio de caridad, ejer-cido también a través de las ObrasMisionales Pontificias, custodia launidad de la fe.

Todas las características hasta aquídescritas pueden ayudar a las ObrasMisionales Pontificias a evitar las in-sidias y patologías que amenazan sucamino y el de otras muchas institu-ciones eclesiales. Señalaré algunas deellas.

Insidias a evitarAu t o r re f e re n c i a l i d a d . Las organiza-

ciones y los entes eclesiásticos, másallá de las buenas intenciones de ca-da particular, acaban a veces reple-gándose sobre sí mismos, dedicandosus fuerzas y su atención, sobre to-do, a su propia promoción y a la ce-lebración de sus propias iniciativasen clave publicitaria. Otros parecendominados por la obsesión de rede-finir continuamente su propia rele-vancia y sus propios espacios en elseno de la Iglesia, con la justifica-ción de querer relanzar mejor supropia misión. Por estas vías —dijouna vez el entonces cardenal JosephRatzinger— se alimenta también laidea falsa de que una persona esmás cristiana si está más comprome-tida en estructuras intraeclesiales,cuando en realidad casi todos losbautizados viven la fe, la esperanzay la caridad en su vida ordinaria, sinhaber formado parte nunca de comi-siones eclesiásticas y sin interesarsepor las últimas novedades de políti-ca eclesial (cf. Una compañía siemprereformable, Conferencia en el “Me e t i n gde Rimini”, 1 septiembre 1990).

Ansia de mando. Sucede a vecesque las instituciones y los organis-mos surgidos para ayudar a la comu-nidad eclesial, poniendo al serviciolos dones suscitados en ellos por elEspíritu Santo, pretenden ejercercon el tiempo supremacías y funcio-nes de control en las comunidades alas que deberían servir. Esta posturasuele ir acompañada por la presun-ción de ejercitar el papel de “dep osi-tarios” dispensadores de certificadosde legitimidad hacia los demás. Dehecho, en estos casos, se comportancomo si la Iglesia fuera un productode nuestros análisis, de nuestros pro-gramas, acuerdos y decisiones.

Elitismo. Entre aquellos que for-man parte de organismos o entida-des estructuradas de la Iglesia, ganaterreno, en diversas ocasiones, unsentimiento elitista, la idea no decla-rada de pertenecer a una aristocra-cia, a una clase superior de especia-listas que busca ampliar sus propiosespacios en complicidad o compe-tencia con otras élites eclesiásticas, yque adiestra a sus miembros con lossistemas y las lógicas mundanas dela militancia o de la competenciatécnico-profesional, con el propósitoprincipal de promover siempre suspropias prerrogativas oligárquicas.

Aislamiento del pueblo. La tentaciónelitista en algunas realidades vincu-ladas a la Iglesia va a veces acompa-ñada por un sentimiento de superio-ridad y de intolerancia hacia la mul-titud de los bautizados, hacia elPueblo de Dios que quizás asiste alas parroquias y a los santuarios, pe-ro que no está compuesto de “acti-vistas” comprometidos en organiza-ciones católicas. En estos casos, tam-bién se mira al Pueblo de Dios co-mo a una masa inerte, que tienesiempre necesidad de ser reanimaday movilizada por medio de una “to-ma de conciencia” que hay que esti-mular a través de razonamientos, lla-madas de atención, enseñanzas. Se

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página 9 L’OSSERVATORE ROMANO viernes 22 de mayo de 2020, número 21

actúa como si la certeza de la fe fue-ra consecuencia de palabras persua-sivas o de métodos de adiestramien-to.

Ab s t ra c c i ó n . Los organismos y lasrealidades vinculadas a la Iglesia,cuando son autorreferenciales, pier-den el contacto con la realidad y seenferman de abstracción. Se multi-plican encuentros inútiles de planifi-cación estratégica, para producirproyectos y directrices que sólo sir-ven como instrumentos de autopro-moción de quien los inventa. Se to-man los problemas y se seccionan enlaboratorios intelectuales donde to-do se manipula y se barniza segúnlas claves ideológicas de preferencia;donde todo, se puede convertir ensimulacro fuera de su contexto real,incluso las referencias a la fe y las

dicaciones del Papa, ofrezco a vues-tra consideración criterios y sugeren-cias generales, sin entrar en detalles,porque los contextos diferentes pue-den requerir de igual modo adapta-ciones y variaciones.

1) En la medida en que podáis, ysin hacer demasiadas conjeturas, cus-todiad o redescubrid la inserción delas OMP en el seno del Pueblo deDios, su inmanencia respecto a latrama de la vida real en que nacie-ron. Sería buena una “inmersión”más intensa en la vida real de laspersonas, tal como es. A todos noshace bien salir de la cerrazón de laspropias problemáticas internas cuan-do se sigue a Jesús. Conviene aden-trarse en las circunstancias y en lascondiciones concretas, cuidando oprocurando también restituir la capi-laridad de la acción y de los contac-

tos de las OMP en su entrelaza-miento con la red eclesial —dió cesis,parroquias, comunidades, grupos—.Si se da preferencia a la propia in-manencia al Pueblo de Dios, con susluces y sus dificultades, se puedehuir mejor de la insidia de la abs-tracción. Es necesario dar respuestaa las preguntas y a las exigenciasreales, más que formular o multipli-car propuestas. Quizás, desde el

prácticas de la oración y de la colec-ta de recursos para las misiones, al-go valioso y apreciado, debido a suelementalidad y concreción. Estomanifiesta la afinidad de las OMPcon la fe del Pueblo de Dios. Auncon toda la flexibilidad y demásadaptaciones que se requieran, con-viene que este modelo elemental delas OMP no se olvide ni se altere.Orar al Señor para que Él abra loscorazones al Evangelio y suplicar atodos para que sostengan tambiénen lo concreto la obra misionera. Enesto hay una sencillez y una concre-ción que todos pueden percibir congozo en el tiempo presente, en elcual, incluso en la circunstancia delflagelo de la pandemia, se nota portodas partes el deseo de estar y dequedarse cerca de todo aquello quees, simplemente, Iglesia. Buscadtambién nuevos caminos, nuevas for-mas para vuestro servicio; pero, alhacerlo, no es necesario complicar loque es simple.

3) Las OMP son —y así deben ex-p erimentarse— un instrumento deservicio a la misión de las Iglesiasparticulares, en el horizonte de lamisión de la Iglesia, que abarcasiempre todo el mundo. En estoconsiste su contribución siemprepreciosa al anuncio del Evangelio.Todos estamos llamados a custodiarpor amor y gratitud, también connuestras obras, los brotes de vidateologal que el Espíritu de Cristohace germinar y crecer donde Élquiere, incluso en los desiertos. Porfavor, en la oración, pedid primeroque el Señor nos disponga a discer-nir las señales de su obrar, para des-pués indicárselas a todo el mundo.Sólo esto puede ser útil: pedir que,para nosotros, en lo íntimo de nues-tro corazón, la invocación al EspírituSanto no se reduzca a un postuladoestéril y redundante de nuestras reu-niones y de nuestras homilías. Sinembargo, no es útil hacer conjeturasy teorías sobre grandes estrategias o“directivas centrales” de la misión alas que delegar, como a presuntos yfatuos “dep ositarios” de la dimen-sión misionera de la Iglesia, la tareade volver a despertar el espíritu mi-sionero o de dar licencias misionerasa los demás. Si, en alguna situación,el fervor de la misión disminuye, essigno de que está menguando la fe.Y, en tales casos, la pretensión dereanimar la llama que se apaga conestrategias y discursos acaba por de-

con los dones gratuitos de curacióny consolación que el Espíritu Santoesparce en la vida cotidiana de loque podría llamarse la “clase mediade la santidad”. Y vosotros podéisalegraros y exultar saboreando losencuentros que puedan surgir gra-cias al trabajo de las OMP, deján-doos sorprender por ellos. Pienso enlas historias que he escuchado demuchos milagros que ocurren entrelos niños, que quizás se encuentrancon Jesús a través de las iniciativaspropuestas por la Infancia misione-ra. Por eso, vuestra acción no sepuede “esterilizar” en una dimensiónexclusivamente burocrática-profesio-nal. No pueden existir burócratas ofuncionarios de la misión. Y vuestragratitud puede hacerse a la vez dony testimonio para todos. Podéis in-dicar para el consuelo de todos—con los medios que tenéis, sin arti-ficiosidad—, las vicisitudes de perso-nas y comunidades que vosotros po-déis encontrar con mayor facilidadque otros; personas y comunidadesen las que brilla gratuitamente el mi-lagro de la fe, de la esperanza y dela caridad.

5) La gratitud ante los prodigiosque realiza el Señor entre sus predi-lectos, los pobres y los pequeños alos que Él revela lo que es escondi-do a los sabios (cf. Mt 11,25-26),también os puede ayudar a sustrae-ros de las insidias de los replega-mientos autorreferenciales y a salirde vosotros mismos en el seguimien-to a Jesús. La idea de una acciónmisionera autorreferencial, que sepasa el tiempo contemplándose e in-censándose por sus propias iniciati-vas, sería en sí misma un absurdo.No dediquéis demasiado tiempo yrecursos a “m i r a ro s ” y a redactar pla-nes centrados en los propios meca-nismos internos, en la funcionalidady en las competencias del propio sis-tema. Mirad hacia fuera, no os mi-réis al espejo. Romped todos los es-pejos de vuestra casa. Los criterios aseguir, también en la realización delos programas, tienen que mirar aaligerar, a hacer más flexibles las es-tructuras y los procesos, más que acargar con adicionales elementos es-tructurales la red de las OMP. Porejemplo, que cada director nacional,durante su mandato, se comprometaa individuar algún potencial sucesor,teniendo como único criterio el deindicar no a personas de su círculode amigos o compañeros de “c o rd a -da” eclesiástica, sino a personas quele parezca que tienen más fervor mi-sionero que él.

6) Con referencia a la colecta derecursos para ayudar a la misión, yaen ocasión de otros encuentros pasa-dos, llamé la atención sobre el riesgode transformar las OMP en unaONG dedicada sólo a la recauda-ción y a la asignación de fondos. Es-to depende del ánimo con que sehacen las cosas, más que de lo quese hace. En cuanto a la recaudaciónde fondos puede ser ciertamenteaconsejable, y aún más oportuno,utilizar con creatividad incluso me-todologías actualizadas de búsquedade financiaciones por parte de po-tenciales y beneméritos patrocinado-res. Pero, si en algunas zonas dismi-nuye la recaudación de donativos—también por el debilitamiento de lamemoria cristiana—, en esos casos,podemos estar tentados de resolvernosotros el problema “cubriendo” la

En la medida en que podáis, y sin hacer demasiadas conjeturas,custodiad o redescubrid la inserción de las OMP en el seno delPueblo de Dios, su inmanencia respecto a la trama de la vidareal en que nacieron. Sería buena una “i n m e rs i ó n ” más intensa enla vida real de las personas, tal como es

cuerpo a cuerpo con la vida ordina-ria, y no desde cenáculos cerrados oa partir de análisis teóricos sobre laspropias dinámicas internas, podránsurgir además intuiciones útiles paracambiar y mejorar los propios proce-dimientos operativos, adaptándolosa los diversos contextos y a las di-versas circunstancias.

2) Mi sugerencia es encontrar elmodo en el que la estructura esen-cial de las OMP siga unida a las

bilitarla aún más y hace avanzar sóloel desierto.

4) El servicio llevado a cabo porlas OMP, por su naturaleza, pone alos agentes en contacto con innume-rables realidades, situaciones y acon-tecimientos que forman parte delgran flujo de la vida de la Iglesia entodos los continentes. En este flujopodemos encontrarnos con muchaslentitudes y esclerosis que acompa-ñan a la vida eclesial, pero también

menciones a Jesús y al Espíritu San-to.

Fu n c i o n a l i s m o . Las organizacionesautorreferenciales y elitistas, inclusoen la Iglesia, frecuentemente acabandirigiendo todo hacia la imitaciónde los modelos de eficiencia munda-nos, como aquellos impuestos por laexacerbada competencia económicay social. La opción por el funciona-lismo garantiza la ilusión de “solu-cionar los problemas” con equilibrio,de tener las cosas bajo control, deacrecentar la propia relevancia, demejorar la administración ordinariade lo que se tiene. Pero, como ya osdije en el encuentro que tuvimos en2016, una Iglesia que tiene miedo aconfiarse a la gracia de Cristo y queapuesta por la eficacidad del sistemaestá ya muerta, aun cuando las es-tructuras y los programas en favorde clérigos y laicos “auto-afanados”durase todavía siglos.

Consejos para el caminoMirando al presente y al futuro, y

buscando también dentro del itinera-rio de las OMP los recursos para su-perar las insidias del camino y seguiradelante, me permito daros algunassugerencias, para ayudaros en vues-tro discernimiento. Puesto que ha-béis iniciado también un proceso dereconsideración de las OMP quequeréis que esté inspirado por las in- SIGUE EN LA PÁGINA 10

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realidad y poniendo todo el esfuerzoen un sistema de colecta más eficaz,que busque grandes donantes. Sinembargo, el sufrimiento por la pér-dida de la fe y por la disminuciónde los recursos no hay que eliminar-lo, sino hay que ponerlo en las ma-nos del Señor. Y, de todas formas, esbueno que la petición de donativospara las misiones siga dirigiéndoseprioritariamente a toda la multitudde los bautizados, buscando tambiénuna forma nueva para la colecta enfavor de las misiones que se realizaen las Iglesias de todos los países enoctubre, con ocasión de la JornadaMundial de las Misiones. La Iglesiacontinúa, desde siempre, yendo ha-cia adelante también gracias al óbo-lo de la viuda, a la contribución detoda la multitud de personas que sesienten sanadas y consoladas por Je-sús y que, por ello, por su inmensagratitud, donan lo que tienen.

7) Con respecto al uso de las do-naciones recibidas, discernid siemprecon un apropiado sensus Ecclesiae ladistribución de los fondos, para sos-tener las estructuras y los proyectosque, de distintos modos, realizan lamisión apostólica y el anuncio delEvangelio en las distintas partes delmundo. Tened siempre en cuenta lasverdaderas necesidades primarias delas comunidades y, al mismo tiempo,evitad formas de asistencialismo que,en vez de ofrecer instrumentos alfervor misionero, acaban por entibiarlos corazones y alimentar tambiéndentro de la Iglesia fenómenos declientela parasitaria. Con vuestracontribución, buscad dar respuestasconcretas a exigencias objetivas, sindilapidar los recursos en iniciativascon connotaciones abstractas, reple-gadas sobre sí mismas o fabricadaspor el narcisismo clerical de alguien.No cedáis al complejo de inferiori-dad ni a las tentaciones de imitar aaquellas organizaciones tan funcio-nales que recogen fondos para cau-sas justas y luego destinan un buenporcentaje de ellos para financiar suestructura y promocionar su propiaidentidad. También esto se conviertea veces en un modo para cuidar lospropios intereses, aunque hagan verque trabajan en favor de los pobresy necesitados.

8) Por lo que respecta a los po-bres, no os olvidéis de ellos tampocovosotros. Esta fue la recomendaciónque, en el Concilio de Jerusalén, losapóstoles Pedro, Juan y Santiagodieron a Pablo, Bernabé y Tito, quediscutían sobre su misión entre losincircuncisos: «Sólo nos pidieronque nos acordáramos de los pobres»(Ga 2,10). Después de aquella reco-mendación, Pablo organizó las co-lectas en favor de los hermanos de laIglesia de Jerusalén (cf. 1 Co 16,1).La predilección por los pobres y lospequeños es parte de la misión deanunciar el Evangelio, que está des-de el principio. Las obras de caridadespirituales y corporales hacia ellosmanifiestan una “preferencia divina”que interpela la vida de fe de todocristiano, llamado a tener los mismossentimientos de Jesús (cf. Flp 2,5).

9) Las OMP, con su red difundidapor todo el mundo, reflejan la ricavariedad del “pueblo con muchosro s t ro s ” reunido por la gracia deCristo, con su fervor misionero. Fer-vor que no es igual de intenso ni vi-vaz en todo tiempo y lugar. Y, ade-más, la misma urgencia compartida

de confesar a Cristo muerto y resuci-tado, se manifiesta con tonos diver-sos, según los diversos contextos. Larevelación del Evangelio no se iden-tifica con ninguna cultura y, en elencuentro con nuevas culturas queno han acogido la predicación cris-tiana, no es necesario imponer unaforma determinada cultural juntocon la propuesta evangélica. Hoy,también en el trabajo de las OMP,conviene no llevar cargas pesadas;conviene custodiar su perfil variadoy su referencia común a los rasgosesenciales de la fe. También puedeofuscar la universalidad de la fe cris-tiana la pretensión de estandarizar laforma del anuncio, tal vez orientadotodo hacia clichés o a eslóganes queestán de moda en algunos círculosde ciertos países cultural o política-mente dominantes. A este respecto,también la relación especial que unea las OMP con el Papa y con laIglesia de Roma representa un re-curso y un apoyo a la libertad, queayuda a todos a sustraerse de modaspasajeras, de servilismos a escuelasde pensamiento unilateral o a homo-geneizaciones culturales con caracte-rísticas neocolonialistas; fenómenosque, por desgracia, se dan tambiénen contextos eclesiásticos.

10) Las OMP no son en la Iglesiaun ente independiente, suspendidoen el vacío. Dentro de su especifici-dad, que conviene cultivar y renovarsiempre, está el vínculo especial quelas une al Obispo de la Iglesia deRoma, que preside en la caridad. Eshermoso y confortante reconocerque este vínculo se manifiesta enuna labor llevada a cabo con la ale-gría, sin buscar aplausos o reclamarpretensiones; una obra que, justa-mente en su gratuidad, se entrelazacon el servicio del Papa, siervo delos siervos de Dios. Os pido que elcarácter distintivo de vuestra cerca-nía al Obispo de Roma sea precisa-mente este: compartir el amor a laIglesia, reflejo del amor a Cristo, vi-vido y manifestado en el silencio, sinjactarse, sin delimitar el “t e r re n op ro p i o ”; con un trabajo cotidianoque se inspire en la caridad y en sumisterio de gratuidad; con una obraque sostenga a innumerables perso-

nas interiormente agradecidas, peroque quizás no saben a quién dar lasgracias, porque desconocen hasta elnombre de las OMP. El misterio dela caridad en la Iglesia se lleva a ca-bo así. Sigamos caminando juntoshacia adelante, felices de avanzar enmedio de las pruebas, gracias a losdones y a las consolaciones del Se-ñor. Mientras tanto, reconocemoscon alegría en cada paso, que todossomos siervos inútiles, empezandopor mí.

ConclusiónId con ardor: en el camino que os

espera hay mucho que hacer. Si hu-biera que experimentar cambios en

esté iluminada por lo único necesa-rio: un poco de amor verdadero a laIglesia, como reflejo del amor aCristo. Vuestra tarea se realiza al ser-vicio del fervor apostólico, es decir,al impulso de vida teologal que sóloel Espíritu Santo puede operar en elPueblo de Dios. Preocupaos de ha-cer bien vuestro trabajo, «como sitodo dependiese de vosotros, sabien-do que, en realidad, todo dependede Dios» (S. Ignacio de Loyola).Como ya os dije en otro encuentro,tened la prontitud de María. Cuan-do fue a casa de Isabel, María no lohizo como un gesto propio: fue co-mo sierva del Señor Jesús, al que lle-vaba en su seno. No dijo nada de símisma, sólo llevó al Hijo y alabó aDios. Ella no era la protagonista.

El milagro de la gratuidadque se hace al servicio de la Iglesia

VIENE DE LA PÁGINA 9

Vuestra acción no se puede “esterilizar” en una dimensiónexclusivamente burocrática-profesional. No pueden existirburócratas o funcionarios de la misión. Y vuestra gratitud puedehacerse a la vez don y testimonio para todos. Podéis indicar parael consuelo de todos —con los medios que tenéis, sinartificiosidad—, las vicisitudes de personas y comunidades quevosotros podéis encontrar con mayor facilidad que otros

los procedimientos, sería bueno queestos mirasen a aligerar y no a au-mentar los pesos; que se dirigiesen aganar flexibilidad operativa y no aproducir nuevos sistemas rígidos ysiempre amenazados de introversión;teniendo presente que una excesivacentralización, más que ayudar, pue-de complicar la dinámica misionera.Y también que una articulación a es-cala puramente nacional de las ini-ciativas pondría en peligro la fisio-nomía misma de la red de las OMP,además del intercambio de donesentre las Iglesias y comunidades lo-cales, algo que se experimenta comofruto y signo tangible de la caridadentre hermanos, en comunión con elObispo de Roma.

En cualquier caso, pedid siempreque toda consideración relativa a laorganización operativa de las OMP

Fue como la sierva de aquel que estambién el único protagonista de lamisión. Pero no perdió el tiempo,fue de prisa, para asistir a su parien-te. Ella nos enseña esta prontitud, laprisa de la fidelidad y de la adora-ción.

Que la Virgen os custodie a voso-tros y a las Obras Misionales Ponti-ficias, y que su Hijo, Nuestro SeñorJesucristo, os bendiga. Él, antes desubir al Cielo, nos prometió que es-taría siempre con nosotros hasta elfinal de los tiempos.

Dado en Roma, en San Juan deLetrán, el 21 de mayo de 2020,

Solemnidad de la Ascensión delS e ñ o r.

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Una acción unitaria que in-volucre a los pueblos in-dígenas, la sociedad civil,la Iglesia Católica y todas

las denominaciones religiosas “p re o -cupadas por la Creación”, los go-biernos, las instituciones internacio-nales de derechos humanos, la co-munidad científica y todas las perso-nas de buena voluntad, para interve-nir inmediatamente en defensa de la“querida Amazonia” con “todo suesplendor, su drama, su misterio”(Querida Amazonia, 1). Con una de-claración de la sede de Quito, de fe-cha 18 de mayo y firmada por elCardenal Presidente Cláudio Hum-mes, el Cardenal Vicepresidente Pe-dro Ricardo Barreto Jimeno y el Se-cretario Ejecutivo Mauricio LópezOropeza, la Red Panamericana deIglesias (Repam) ha lanzado un lla-mamiento urgente al mundo “paraevitar una inmensa tragedia humani-taria y ambiental”. El documentohabla de un “colapso estructural delAmazonas”, un “virus de violencia ysaqueo”, dejando claro de inmediatoque el problema no es sólo el coro-navirus: “Una tremenda fuerza, deproporciones nunca antes vistas, estádevastando la Amazonía en dos di-mensiones que se combinan de for-ma brutal: la pandemia de Covid-19que alcanza a los más vulnerables, yel aumento descontrolado de la vio-lencia sobre los territorios. El dolory el grito de los pueblos y el de latierra, se funden en un mismo cla-mor”.

Los pueblos de la Amazonia, ex-plica Hummes, “han pedido que laIglesia fuera un aliado, una Iglesiaque estuviera con ellos, una Iglesiaque apoyara lo que deciden, lo quequieren y cómo pretenden construirsu futuro en este momento tan difí-cil de la pandemia”.

De Bolivia a Colombia, de Vene-zuela a Brasil, de Perú a Ecuador, aGuyana: en los diferentes países dela Amazonia, la Iglesia se hace ecode llamamientos y peticiones de ayu-da en un contexto que “amenaza lasupervivencia de este bioma y de suspueblos”.

En Bolivia, por ejemplo, los pue-blos indígenas acusan a las institu-ciones públicas de falta de coordina-ción y consulta en la prevención y lalucha contra la pandemia, subrayan-do que no se difunde toda la infor-mación en los idiomas originales re-conocidos por la Constitución. EnColombia, los obispos, si bien reco-nocen los esfuerzos del gobierno, se-ñalan que “los pueblos indígenas,los campesinos y los afrodescendien-tes son los grupos en mayor riesgo,porque ya se encontraban en una si-tuación de pobreza estructural, encondiciones de inseguridad alimen-taria y desnutrición, sin acceso a lasalud y al agua potable”.

La inseguridad alimentaria tam-bién es motivo de preocupación enVenezuela, donde “estos pueblos sesienten amenazados por el posiblecontagio a causa de las actividadesde minería ilegal en sus territorios yel tránsito de los migrantes venezo-lanos y gente ajena a sus territoriosque cruzan sus tierras para que re-

gresar a sus países de origen. Lospueblos indígenas están tomandomedidas de aislamiento y manejo ycontrol territorial, tales como la am-pliación de sus cultivos dentro desus territorios y comunidades, paragarantizar su soberanía alimentaria”.

En Brasil, escribe la R E PA M , “32procuradores del Ministerio PúblicoFederal declaran que ‘el escenario deriesgo de genocidio entre los pue-blos indígenas requiere acciones deemergencia por parte de organismosy entidades públicas’. La Moviliza-ción Nacional Indígena estableceque existe ‘una intención evidentedel gobierno de evitar que el Subsis-tema Indígena de Atención Médicafuncione’”.

Se recuerda que la Iglesia Católi-ca, por su parte, “ha realizado es-fuerzos máximos, particularmente através de las Cáritas de cada región,para contribuir con recursos materia-les y económicos, así como tambiéncon el apoyo social y espiritual”.

Como se ha señalado, el problemano es sólo la pandemia del Covid 19.En el comunicado, la Repam explicaque en la Amazonia “otro virus si-gue amenazando a la gente y a laselva”, citando la queja del FrenteParlamentario Conjunto para losDerechos de los Pueblos Indígenasen Brasil: “Incluso cuando la pande-mia está frenando la economía; laminería y la deforestación ilegal en

para las comunidades del interiordel país: “La extracción de oro fuedeclarada como actividad esencialpor el gobierno por causa de la rece-sión provocada por el Covid-19 y elaumento mundial del precio de estemetal”.

Sobre el preocupante aumento dela violencia en el campo, la Comi-sión Pastoral de la Tierra (órganodel episcopado brasileño) ha decla-rado recientemente que en 2019 lagran mayoría (84%) de los asesina-tos debidos a conflictos rurales enBrasil tuvieron lugar en la Amazo-nia. Y se recuerda que, por su de-nuncia, la Iglesia ha sido atacada va-rias veces, como ocurrió hace unas

Un grito de ayudaLa Red eclesial panamazónica pide al mundo salvar la región de las garras de la codicia y el saqueo

Y en Perú existe preocupaciónpor la situación de varios pueblosamazónicos (incluidos muchos indí-genas) que han emigrado a las ciu-dades en busca de trabajo y se en-cuentran ahora totalmente indefen-sos: los prelados de la Amazonia pe-ruana instan a las autoridades a queapoyen su retorno a sus comunida-des y a que se aseguren de que sehaga de acuerdo con los protocolosestablecidos por el Ministerio de Sa-lud.

Otras solicitudes de medidas espe-cíficas, como la de la Alianza deParlamentarios Indígenas de Améri-ca Latina, se dirigen a la Organiza-ción Mundial de la Salud, mientrasque la Coordinación de NacionesIndígenas de la Cuenca del Amazo-nas pide contribuciones a un fondode emergencia del Amazonas paraproteger a los tres millones de habi-tantes de la selva tropical nativa queson vulnerables al nuevo coronavi-ru s .

Su coordinador general, José Gre-gorio Díaz Mirabal, miembro delpueblo Wakuenai Kurripako, origi-nario de la Amazonia venezolana,explica que “es un llamado de lospueblos indígenas de la Amazonía,porque nos están ignorando”.

tierras indígenas de la región siguenen pleno apogeo”.

En Ecuador, la propia Red de laIglesia Panamericana condena laruptura del oleoducto trans-ecuato-riano y del oleoducto de Crudos Pe-sado el 7 de abril, que provocó ungrave derrame de petróleo y afectó a97.000 personas que vivían en lasorillas de los ríos Coca y Napo.

Según los obispos de la Amazoniabrasileña “podemos ver ‘una inmen-sa tragedia humanitaria causada porun colapso estructural’”. Denuncian,en particular, “los proyectos de leypara la minería en tierras indígenas ylas medidas parlamentarias que in-tentan definir una nueva regulariza-ción de la tierra en Brasil, las cualeseliminan la reforma agraria, la regu-larización de los territorios de lospueblos indígenas y tradicionales,para favorecer el acaparamiento detierras, la deforestación y a las em-presas depredadoras, regularizandoocupaciones ilegales para la mineríay el agronegocio en tierras indíge-nas”.

Por su parte, el Foro de Políticade Guyana reitera que la mineríadestruye el bosque y que el movi-miento de mineros y camioneros esun peligroso vehículo de contagio

semanas en el Consejo IndigenistaM i s i o n e ro .

El texto concluye citando la ex-hortación apostólica post-sinodalQuerida Amazonia del Papa Francis-co, pero también la exhortaciónapostólica Evangelii gaudium en elpárrafo (53) en el que se menciona laeconomía de la exclusión: “Estamosen un momento decisivo para laAmazonía y para el mundo -escribeR E PA M -, un momento de gestaciónde nuevas relaciones inspiradas en laecología integral, o de la pérdida delos sueños del Sínodo, si el miedo,los intereses, y la presión de los po-seedores de los grandes capitales im-ponen cada vez más fuerte el mode-lo de una ‘economía que mata’”.

Conceptos retomados por el Pon-tífice el domingo de Pascua en elmensaje Urbi et Orbi, con el que lan-zó -concluye la Red Eclesial Pana-mazónica- un urgente llamamiento ala solidaridad planetaria: “Este no esel momento para la indiferencia(…), el egoísmo (…), la división(…), el olvido. Que la crisis que en-frentamos no nos haga dejar de ladotantas otras situaciones de emergen-cia que traen consigo el sufrimientode muchas personas”.

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página 12 L’OSSERVATORE ROMANO viernes 22 de mayo de 2020, número 21

En la audiencia general el llamamiento del Pontífice para custodiar la creación quel leva la firma de Dios y a defender la vida

La oración es la primera fuerza de la esperanza

Dios, con su palabra,llama a la vida y cada cosa accede a la existencia.

Con la palabra, separa la luz de las tinieblas, alterna el día y lanoche, hace que se sucedan las estaciones, abre una paleta de

colores con la variedad de las plantas y de los animales. En estebosque desbordande que rápidamente derrota al caos, el hombre

aparece en último lugar

«Si el transcurso de la vida, con todas susamarguras, corre a veces el riesgo de sofocar ennosotros el don de la oración, basta concontemplar un cielo estrellado, un atardecer, unaflor… para volver a encender la llama delagradecimiento». Lo subrayó el Papa Franciscoen la audiencia general del miércoles por lamañana, 20 de mayo, que se llevó a cabo en laBiblioteca privada del Palacio apostólicoVaticano, sin presencia de fieles a causa de lapandemia de covid-19. Continuando el ciclo decatequesis sobre el tema de la oración —definidacomo «primera fuerza de la esperanza»— elPontífice centró la meditación sobre el «misteriode la Creación» (Salmos 8, 4-5.10).

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenosdías!

Continuamos las catequesis sobre laoración, meditando sobre el misteriode la Creación. La vida, el simplehecho de que existamos, abre el co-

razón del hombre a la oración.La primera página de la Biblia parece un

gran himno de agradecimiento. El relato de laCreación está marcado por estribillos, en losque continuamente se reafirma la bondad y labelleza de todas las cosas que existen. Dios,con su palabra, llama a la vida y cada cosaaccede a la existencia. Con la palabra, separala luz de las tinieblas, alterna el día y la no-che, hace que se sucedan las estaciones, abreuna paleta de colores con la variedad de lasplantas y de los animales. En este bosque des-bordande que rápidamente derrota al caos, elhombre aparece en último lugar. Y esta apari-ción provoca un exceso de exultación queamplifica la satisfacción y la alegría: “Vi oDios cuanto había hecho, y todo estaba muybien. Y atardecío y amaneció: día sexto” (Gé-

Dios es la grandeza del hombre: su entroniza-ción. Por naturaleza somos casi nada, peque-ños pero por vocación, por llamada, somoslos hijos de un gran Rey.

Es una experiencia que muchos de nosotrosno han tenido. Si el transcurso de la vida, contodas sus amarguras, corre a veces el riesgode sofocar en nosotros el don de la oración,basta con contemplar un cielo estrellado, unatardecer, una flor… para volver a encender lallama del agradecimiento. Esta experiencia es,tal vez, la base de la primera página de la Bi-blia.

Cuando se redactó el gran relato bíblico dela Creación, el pueblo de Israel no estabaatravesando días felices. Una potencia enemi-ga había ocupado la tierra; muchos habían si-do deportados y ahora se encontraban comoesclavos en Mesopotamia. Ya no había patria,ni templo, ni vida social y religiosa, nada.

Y sin embargo, precisamente partiendo delgran relato de la Creación, alguien comienzaa rencontrar motivos de agradecimiento, aalabar a Dios por la existencia. La oración esla primera fuerza de la esperanza. Tu rezas yla esperanza crece, va adelante. Yo diría quela oración abre la puerta a la esperanza. Laesperanza existe, pero con mi oración abro lapuerta. Porque los hombres de oración custo-dian las verdades fundamentales; son quienesse repiten, ante todo a sí mismos y después alos demás, que esta vida, a pesar de todas lasfatigas y las pruebas, a pesar de sus días difí-ciles, está llena de una gracia de la que mara-villarse. Y como tal, hay que defenderla yprotegerla siempre.

Los hombres y las mujeres que rezan sabenque la esperanza es más fuerte que el desáni-mo. Creen que el amor es más potente que lamuerte y que un día triunfará, aunque no se-pamos en qué tiempo ni de qué manera. Loshombres y las mujeres de oración llevan des-tellos de luz reflejados en el rostro: porque, nisiquiera en los días más oscuros, el sol dejade iluminarlos. La oración te ilumina: te ilu-mina el alma. Te ilumina el corazón y te ilu-mina el rostro. También en los tiempos másoscuros, también en los tiempos de mayor do-l o r.

Todos somos portadores de alegría. ¿Ha-béis pensado esto, que eres un portador dealegría? ¿O prefieres llevar noticias malas, co-sas que entristecen? Todos somos capaces dellevar alegría. Esta vida es el don que Diosnos ha dado: y es demasiado breve para con-sumirla en la tristeza, en la amargura. Alabe-mos a Dios, contentos simplemente por exis-tir. Miremos el universo, miremos las bellezay miremos también nuestras cruces y diga-mos: “Pero tú existes, tú nos has hecho así,por ti”. Es necesario sentir esa inquietud delcorazón quel leva a agradecer y a alabar aDios. Somos los hijos del gran Rey, del Crea-dor, capaces de leer su firma en toda la crea-ción; esa creación que hoy no custodiamos,pero en esa creación está la firma de Dios quenos hizo por amor. Que el Señor nos hagaentender esto, cada vez de forma más profun-da y nos lleve a decir “gracias”: y ese “gra-cias” es una hermosa oración.

Al finalizar la catequesis, antes de rezar el Padrenuestro y de impartir la bendición, el Papasaludó a los diferentes grupos lingüísticos defieles que seguían la audiencia a través de losmedios.

Saludo cordialmente a los fieles de lenguaespañola que siguen esta catequesis a travésde los medios de comunicación social. QueJesús resucitado, con la fuerza de su EspírituSanto, nos haga portadores de alegría, afianceen nosotros la esperanza y también la certezade que el amor es más fuerte que la muerte yque triunfa siempre. Que Dios los bendiga.

nesis 1, 31). Todo estaba muy bien, pero tam-bién era hermoso: se ve la belleza de toda laC re a c i ó n .

La belleza y el misterio de la Creación ge-neran en el corazón del hombre el primer mo-vimiento que suscita la oración (cf. Catecismode la Iglesia Católica, 2566). Así reza el Salmooctavo, que hemos escuchado al inicio: “Alver tu cielo, hechura de tus dedos, la luna ylas estrellas, que fijaste tú, 5.¿qué es el hom-bre para que de él te acuerdes, el hijo deAdán para que de él te cuides?” (vv. 4-5). Elorante comtempla el misterio de la existenciaen torno a él, ve el cielo estrellado que se yer-gue sobre él –y que la astrofísica nos muestrahoy en toda su inmensidad- y se preguntaqué designio de amor debe haber detrás deuna obra tan poderosa… y, en esta inmensi-dad sin límites, ¿qué es el hombre? “Qué po-co”, dice otro Salmo (cf. 89, 48): un ser quenace, un ser que muere, una criatura muy frá-gil. Y en cambio, en todo el universo, el serhumano es la única criatura consciente detanta profusión de belleza. Un ser pequeñoque nace, muere, hoy está y mañana no está,es el único consciente de esta belleza. ¡Noso-tros somos conscientes de esta belleza!

La oración del hombro está estrechamentevinculada con el sentimiento del estupor. Lagrandeza del hombre es infinitesimal si se lacompara con las dimensiones del universo.Sus conquistas más grandes parecen poca co-sa… Pero el hombre no es nada. En la ora-ción se afirma de forma apremiante un senti-miento de misericordia. Nada existe por ca-sualidad: el secreto del universo está en unamirada benévola que alguien cruza en nues-tros ojos. El Salmo afirma que somos apenasinferiores a un Dios y estamos coronados degloria y esplendor (cf. 8, 6). La relación con