Neus Campillo & Serafín Vegas - Sócrates y Los Sofistas

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NEUS CAMPILLO IBORRA SERAFÍN VEGAS GONZÁLEZ SÓCRATES Y LOS SOFISTAS Publicaciones del DEPARTAMENTO DE HISTORIA DE LA FILOSOFÍA Director: FERNANDO MONTERO UNIVERSIDAD DE VALENCIA

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Serafín Vegas & Neus Campillo - SÓCRATES Y LOS SOFISTAS INDICEIntroducción, por Fernando Montero SÓCRATES, por Serafín Vegas Sócrates y su realidad históricaLos testimonios socráticosEl testimonio platónicoEl sentido de la obra socráticaLa “ignorancia” socráticaLa moral socráticaConclusiónBIBLIOGRAFÍALos SOFISTAS, por Neus Campillo IntroducciónRevalorización de los SofistasCondicionamiento socio-político de los SofistasLa antítesis physis-nomos (φusις-νομος)La crítica a la religiónLa relatividad de los valoresEl conocimientoRetórica y filosofía del lenguajeLa educación y la enseñanza de la “areté”ConclusiónBIBLIOGRAFIA

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  • NEUS CAMPILLO IBORRASERAFN VEGAS GONZLEZ

    S C R A T E S Y LOS S O F I S T A S

    Publicaciones delDEPARTAMENTO DE HISTORIA DE LA FILOSOFA

    Director: FERNANDO MONTERO UNIVERSIDAD DE VALENCIA

  • SCRATES Y LOS SOFISTAS

  • IM PRESO EN ESPAA

    PRINTED IN SPAIN

    I. s. B. N .: 84-600-0630-1

    DEPSITO LEGA L: V. 3.160 - 1976

    A r t e s G r f ic a s So l e r , S . A . - J v e a , 28 - V a l e n c ia (8) -1976

  • I N D I C E

    Pag.

    Introduccin, por Fernando M ontero................................ 9S c r a t e s , por Serafn Vegas ............................................ 13Los S o f is t a s , por Neus C am pillo ...................................... 65

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    ArmauirumqueMAN 9072

  • Introduccin*

    Scrates y Sofistas han sido a lo largo de muchos siglos y desde los momentos inmediatos a su existencia histrica el smbolo de la veracidad y de la falsa filosficas, respectivamente. Es una imagen que subsiste en gran medida en la actualidad, a pesar de que hace ya decenios que Teodoro Gom- perz puso de manifiesto el valor positivo de las doctrinas sofistas y que Heinrich Maier contribuy con eficacia a la desmitificacin de la figura de Scrates.

    No se trata de invertir esa imagen. Sera ingenuo o desatinado intentar establecer una escala de magnitudes filosficas y colocar a Scrates algunos palmos por encima o por debajo de los Sofistas. Lo que importa es comprender su sentido dentro del curso de la historia del pensamiento. Y desde esta perspectiva es absurdo mostrar preferencias por uno o por otros. Como tambin es ingenuo intentar establecer lneas divisorias entre sus respectivas doctrinas, colocndolos en posiciones antagnicas. Ms bien todos ellos, Sofistas y Scrates, aparecen estrechamente vinculados entre s en una tarea comn, dentro de la cual domina la homogeneidad de un estilo de pensamiento que, si muestra alguna diferencia entre Scrates y Protgoras, por ejemplo, no es mayor que la existente entre este ltimo y Cratilo o Antifn.

    El pensamiento socrtico y sofista es caracterstico de un giro en la marcha de la Filosofa que es difcil explicar desde

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  • un punto de vista centrado exclusivamente en el curso de las doctrinas presocrticas, como si stas hubieran agotado sus posibilidades, haciendo que los Sofistas, junto con Scrates, inaugurasen una nueva va que reemplazase el callejn sin salida en que se hubiera encerrado la filosofa elata, la pitagrica o la atomista. Esa imagen es falsa, pues ignora que hubo no pocos representantes de la mal llamada filosofa pre- socrtica que fueron contemporneos o posteriores a los autores que ahora nos ocupan. Y desconocera el hecho de que los problemas de la unidad del ser, los de la constitucin material de la , los de su ndole numrica, lejos de haber sido eliminados para siempre por los Sofistas o por Scrates, fueron recogidos por autores que, como Platn, Aristteles, Estoicos y Epicreos, pueden ser considerados como sus herederos.

    No se trata de negar que algunos de los pensadores incluidos en este estudio realizaran una crtica de determinadas doctrinas presocrticas. Tal ocurri ciertamente con las teoras de Gorgias sobre el ser o lo ente. Pero no sera justo considerar esto como un indicio de que toda la actividad de los restantes Sofistas o de Scrates estuvo dirigida contra las doctrinas presocrticas y que hay que cifrar en esta impugnacin el carcter general de su pensamiento. Si es que se toma los Dilogos platnicos iniciales como un buen testimonio de la doctrina socrtica, se puede afirmar que en conjunto discurre con independencia de las teoras presocrticas, rehuyendo tanto su crtica como su aceptacin. Como, por otra parte, muestra una lnea doctrinal que, si en ocasiones se enfrenta con la de algn Sofista, tampoco puede ser caracterizada por ese enfrentamiento. En la mayor parte de esos Dilogos primerizos, Scrates aparece como el iniciador, junto con los Sofistas, de una nueva temtica que podra encasillarse en el campo de una Antropologa moral y sociolgica y que parece emerger por s misma a lo largo de conversaciones mantenidas con la gente que frecuentaba las plazas atenienses.

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  • Por consiguiente, los Sofistas y Scrates constituyen la irrupcin en el curso histrico del pensamiento griego de una nueva Filosofa que vena a sumarse a la que segua discurriendo por los cauces presocr ticos. En rigor, superando una visin tremendista que se complace en situar a los pensadores en campos antagnicos, Scrates ,y los Sofistas coinciden en iniciar la reflexin sobre lo humano, sobre las estructuras polticas y jurdicas de la sociedad helnica o sobre la ndole moral de su conducta. Era ste un campo que no haba sido formalmente negado por los Presocrticos, pero que slo haba aparecido marginalmente en sus elucubraciones (contando con las excepciones nada desdeables de Herclito y Demcrito). Pero si cobra ahora un especial relieve y parece acaparar la atencin de los que protagonizan esta nueva etapa, no slo coexiste con la temtica de la Filosofa precedente, sino que abre paso al ulterior pensamiento que, desde Platn y Aristteles, Epicreos y Estoicos, reunir en vastos sistemas unitarios la vieja especulacin sobre la -. o el ser y la nueva reflexin antropolgica, tica y sociolgica que haban iniciado tanto Scrates como los Sofistas. En todo caso, si hubo entre estos ltimos algn pensador de talante antimetafsico o receloso ante la Ontologa elata, como pudo ser Gorgias, habr que admitir que constituy el precedente de los movimientos filosficos que, como los Cnicos, Cirenaicos y Escpticos, rechazaron las doctrinas fsicas o metafsicas que pudieran corresponder a la Filosofa presocrtica o que desarrollaron Platn, Aristteles, Epicreos y Estoicos.

    Con todo ello los Sofistas y Scrates representan un perodo ilustrado que centr su atencin en las cuestiones antropolgicas, llevando hasta ellas una crtica racional que hasta entonces haba quedado restringida a los problemas cosmolgicos y teolgicos. Superadas sus limitaciones temticas por los pensadores que les sucedieron, qued incorporada a las grandes sntesis doctrinales de los siglos iv y m. Corresponde

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  • a un momento de crisis de las estructuras sociales helnicas que, por vez primera, miran hacia s mismas, hacindose conscientes de los problemas que entraa la actividad humana que instituye las leyes sociales y polticas, los preceptos morales o que depara el saber cientfico.

    F er n a n d o M o n t e r o

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  • Scrates

    Abordar la figura de Scrates en el contexto de una historia de la filosofa constituye un problema singular. Dos elementos contradictorios, en efecto, son el marco en que se mueve la valoracin del pensamiento socrtico y, en base a esta contradiccin, dan origen a lo que tradicionalmente ha sido presentado como el problema socrtico o caso socrtico. Por un lado, es universalmente aceptada la influencia extraordinaria que la ^figura de Scrates ha ejercido a lo largo de toda la historia del pensamiento. Ms an, puede decirse a este respecto que, en todas las pocas de esta historia, Scrates ha sido elevado a un nivel de smbolo y ejemplo cuasi-mtico para las generaciones sucesivas de filsofos. Por otro lado, sin embargo, nadie podra decir quin fue realmente Scrates ni cul fue exacta- mente su doctrina, pues l no escribi nada, limitndose a una exposicin oral de su pensamiento, por lo que falta un elemento objetivo de contraste que garantice la autenticidad histrica del contenido de los diversos testimonios que, acerca de Scrates, poseemos. Resulta, adems, harto problemtico todo intento de precisar histricamente el pensamiento de Scrates, pues las informaciones suministradas por la doxografa socrtica a travs de los tiempos vienen a ser parte interesada en atraer a una determinada teora su innegable autoridad. Todo ello dificulta enormemente el que pueda responderse a la cuestin del Scrates histrico y habr que resignarse a la idea de que aqul resulta, definitivamente, incapaz de ser

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  • catalogado con precisin histrica: acerca de Scrates, no hay documentos sino interpretaciones. 1 El Scrates real fu e2 y seguir siendo una permanente cuestin abierta.

    No debe por ello asombrarnos demasiado el que no falten quienes, apoyndose en estas dificultades para una delimitacin histrica, hayan llegado a la conclusin de que la llamada cuestin socrtica no es, en el fondo, ms que un pseudo- problema originado por haberse atribuido a la figura de Scrates una valoracin sustantiva y haber perdido de vista su autntica funcin de mero smbolo al servicio de unos intereses filosficos o polticos. Tal es la tesis de Olof Gigon3 y, sobre todo, E. Duprel. 4 De acuerdo con ella, Scrates no habra sido ms que una creacin mtico-literaria de Platn que, al intentar resumir en sus Dilogos la pluralidad de doctrinas imperantes en su tiempo, busc hacer atractivo su propsito a base de personificarlas en boca de Scrates, del que tambin se habra servido Platn para exponer su propio pensamiento. De un modo paralelo, Chroust 5 ha subrayado el aspecto funcional de la creacin mtico-literaria de Scrates, al que considera un personaje ficticio del que se sirvi el partido aristocrtico ateniense para presentar en pblico una justificacin solapada de sus propios intereses y defender su actuacin poltica.

    Las tesis citadas constituyen la radicalizacin ms aguda dentro de una valoracin histrica de Scrates y, en virtud de esta radicalizacin, no han conseguido apenas seguidores. Su

    1 Robin, Fins de la culture grecque, 211.2 Incluso en vida, Scrates no dej traslucir su verdadera personali

    dad, lo cual le haca aparecer como una figura desconcertante para sus discpulos, de lo cual stos se quejaban: Hip. Menor, 375 B; 376 B-C (tambin Gorgias, 489 E; Prof., 361 A-B; Banqu., 203 D; 215 DE; 216 CD).

    3 Gigon, O., Sokrates (Bern, 1947).4 Duprel, E., Socratisme el platonisme (Paris, 1921); La lgende so

    cratique et les sources de Platon (Bruxelles, 1922).5 Chroust. Sokrates. Man and Myth (London, 1957).

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  • pretensin desmitificadora de la doctrina socrtica puede inscribirse, sin embargo, en el conjunto de las interpretaciones anti-socrticas que se han sucedido a lo largo de los tiempos. As tenemos el Scrates que Aristfanes nos ha transmitido (Nubes, 423): sofista petulante, por un lado, y maestro, por otro, de una secta de orientacin jnico-cientfica, pero, en cualquier caso, siempre ridiculizado por el dramaturgo y denostado por ateo.

    Dentro de esta orientacin anti-socrtica hay que situar tambin al peripattico Aristoxeno de Tarento que, a pesar de no haber conocido personalmente a Scrates, fue hijo de un contemporneo de ste, por lo que Aristxeno pretende atribuir fiabilidad histrica a su retrato de un Scrates que viene a ser la ejemplarizacin de una moral degradada.6 Igualmente, poco despus de su muerte, Scrates fue atacado por el sofista Polcrates en una requisitoria que se ha hecho famosa por las reacciones que suscit.7

    Hemos de advertir, sin embargo, que ya desde un principio estos ataques a Scrates y las consiguientes reacciones de signo contrario que motivaron se mueven en un crculo de intereses poltico-cientficos que sitan la cuestin socrtica ms all de la valoracin personal_y traen como consecuencia el que, en adelante, Scrates fuese admirado o denostado no en funcin de su actuacin propia sino en virtud de un modo de pensar y actuar que se quiere proponer o bien como ideal a realizar o, por el contrario, como la negacin radical de la verdadera ciencia y de la recta conducta. Ello dio origen a que

    6 Taylor, E., Socrates (London, 1935), p. 92.7 La requisitoria de Polcrates dio origen a un movimiento literario

    favorable a Scrates: las Apologas de Scrates de Lisias, Iscrates y Libanio son un intento de refutacin directa de las acusaciones de Polcrates. Lo mismo hicieron Teodetes y Demetrio de Falero. La Apologa y, sobre todo, las dos primeras secciones de la parte I de las Memorables de Jenofonte quieren ser igualmente una respuesta a Polcrates: Maier, Sokrates (Tbingen, 1913), pp. 15; 22-23. No parece probable que Platon haya participado en este movimiento contra Polcrates.

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  • Scrates pasara a ser considerado como un smbolo y, como tal smbolo, fue atacado por Porfirio y por ciertos Padres de la Iglesia: Tefilo de Antioqua, Tertuliano y Lactancio ven, en efecto, en Scrates el papel destructivo de lo racional frente al dogma y a la concepcin religiosa de la vida. Tambin el Scrates-smbolo suscitar las iras de Nietzsche. 8 Para ste, Scrates representa la culminacin del intelectualismo racionalista, de la orientacin apolnea y racional que anular la vigencia de lo dionisaco-irracional y, con ello, destruir la armona trgica del mundo griego antiguo.

    En un sentido contrario, es decir, buscando su exaltacin, tambin fue Scrates considerado y propuesto como smbolo a imitar, con la misma fuerza y anloga conviccin con que los defensores de la imagen negativa del socratismo buscaban la desaparicin de ste.

    La idealizacin tradicional del Scrates-smbolo de la fecundidad de lo racional arranca acaso de la tan repetida opinin de Cicern8 para el que Scrates baj la filosofa del cielo a la tierra, le dio carta de naturaleza en las ciudades, la oblig a meditar acerca de la vida y las costumbres, del bien y del mal. Esta opinin de Cicern que recoge el sentimiento favorable que hacia Scrates experiment el estoicismo, fue casi unnimamente aceptada en el mundo romano a causa, principalmente, de la autoridad moral de Cicern. Cuando posteriormente fue oficialmente sancionada en la carta del emperador Juliano a Temistio, dio origen a que se crease la imagen oficial del socratismo como la ms perfecta expresin del espritu filosfico.

    El advenimiento del Cristianismo intent dar un matiz religioso a la actitud socrtica en funcin de las exigencias de la nueva religin. De este modo, la concepcin socrtica del saber

    8 La condena nietzscheana de Scrates est contenida principalmente en su El origen de la tragedia, de 1871, la obra primera de Nietzsche.

    9 Tuse. Disp., V, 4, 10.

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  • pasa a ser el smbolo de la posibilidad de un saber cristiano. Se hablar entonces de un socratismo cristiano 10 del mismo modo que se hace del thos socrtico el precursor pagano de la concepcin cristiana de la vida. n La nueva visin de la naturaleza y de la funcin del saber que introduce el Renacimiento iniciara, sin embargo, una imagen distinta del socratismo cuya configuracin definitiva se cumplira en los siglos xvxix y y, a partir de aqu, dara lugar a lo que constituye, an en nuestros das, la imagen tradicional de Scrates como paradigma del sabio, el hombre que, frente a la tradicin y a la religin mtico-oficial, hace evidente el imperio de la autonoma de la razn como juez nico de la actuacin del hom bre.12 Ilustracin y Romanticismo van a hacer as de Scrates el protomrtir de la razn humana, smbolo de la posibilidad viviente de un modo de ser: el thos filosfico: (Scrates) con su muerte sell la veracidad y la unidad de su pensamiento y de su vida y se convirti en un smbolo para todos los tiempos. 13

    10 Gilson, LEsprit de la philosophie mdivale (Paris, 1944), pp. 1 ss.11 La visin de Scrates como smbolo pre-cristiano arranca de algu

    nos Santos Padres: San Justino, San Juan Crisstomo, Gregorio Taumaturgo, Eusebio y San Agustn establecen, por vez primera, la analoga de papeles desempeada por el Scrates pagano y el mismo Cristo. Esta cristianizacin del saber socrtico pervive en el Renacimiento, en Erasmo y su clebre jaculatoria Sancte Socrate, ora pro nobis, y en Marsilio Ficinio.

    12 Es la tesis de Rousseau, en su Profesin de fe del vicario saboyano. Esta tesis, por otra parte, no hace sino reflejar la conviccin general que en la poca de la Ilustracin se tena acerca de Scrates y no en balde el siglo X VIII ha sido calificado como el siglo socrtico. La autonoma de la razn y la actuacin humanas que los ilustrados pusieron como programa socrtico, hizo que Scrates fuese una figura particularmente grata a los romnticos Jacobi, Herder y, sobre todo, Mendelssohn, el ms apasionado apologista del modo de ser de la obra socrtico-racionalista, cuya caracterstica principal es la emancipacin de la razn, lo que implica el nacimiento del ideal de la libertad interior del individuo. Tal ser la tesis que igualmente recoger H. Gomperz.

    13 Nestle, Historia del espritu griego (Barcelona, 1961), p. 180.

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  • Considerado Scrates como el paradigma ideal del quehacer filosfico, nada tiene de extrao el que, en funcin de los ms diversos intrpretes, las ms divergentes teoras filosficas hayan intentado acogerse al padrinazgo socrtico.14 Surge as una imagen plural y contradictoria de Scrates, imagen que no ha sido posible ms que a travs del hecho de que los materiales histricos los ' de que dispone el investigador presentan, ya en su origen, una imagen tambin plural y contradictoria de nuestro filsofo. Los testimonios socrticos (favorables o no a Scrates) no pretendieron ser un modelo de imparcialidad histrica sino la defensa o el ataque interesado a un determinado modo de cultura y de pensamiento: ...la unidad de la literatura socrtica, ms que el nombre del personaje principal, pues Scrates no es necesariamente el principal interlocutor ni siquiera un dramatis persona indispensable, es sobre todo la defensa o el ataque (cuando se trata de escritos antisocrticos) de un cierto estilo de vida, de un determinado ideal de cultura.15 Si Scrates, en definitiva, ha llegado a ser en nuestros das un smbolo contradictorio, es porque ya fue tratado como un smbolo desde un principio y, por ello, del Scrates real no nos quedan ms que las visiones necesariamente partidistas e interesadas de los que se resisten a una conciliacin verosmil: no tenemos a Scrates, sino muchos Scrates... Si las modernas reconstrucciones del socratismo v. gr., Maier, Taylor- Burnet, Boutroux, Zeller son unas construcciones, los viejos relatos de Platn o Jenofonte y los de Aristfanes, de Aristteles o de Aristxeno no lo son menos. 16

    14 Magalhes, Le problme de Sacrale (Paris, 1952), pp. 86 ss.; 175-176.

    15 Magalhes, Socrate et la lgende platonicienne (Paris, 1952), pp. 62-63.

    10 Magalhes, Le problme de Soc., 103; 105.

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  • Hechas estas precisiones previas, hay que convenir, sin embargo, en la existencia de una serie de datos respecto a la persona de Scrates que se repiten en los diversos , coincidencia que es tanto ms notable cuanto que son grandes las diferencias internas entre aquellos testimonios en su concepcin del Scrates-filsofo. Ello parece abonar la opinin de la verosimilitud histrica de dichos datos. Disponemos, de este modo, de una plataforma bsica que nos permite el conocimiento de la personalidad histrica de Scrates, lo cual, si es importante en toda investigacin concerniente a la historia de la filosofa, adquiere mayor relevancia en el caso que ahora nos ocupa. Por otra parte, si para toda produccin ideolgica, hay que tener en cuenta el entorno mundano vivido por el pensador, mucho ms necesario lo es en el caso de Scrates, el cual, al no haber dejado nada escrito, slo su propia actuacin personal puede servir de contraste, con ciertas garantas de objetividad, de los testimonios contradictorios que nos han sido legados acerca de su doctrina. Por eso, antes de enfrentarnos con el anlisis de los testimonios que principalmente han dado origen al problema socrtico, hemos de conocer las circunstancias bsicas que enmarcan la figura del Scrates-hombre real.

    Nacido en Atenas, en 470/469, hijo del escultor Sofronisco y de Fenretes, Scrates pertenece, por su nacimiento, a la clase pequeo-burguesa que estaba a la sazn en pleno auge frente a la progresiva decadencia de la aristocracia ateniense. Este hecho va ligado al creciente empuje econmico que Atenas comienza a experimentar al convertirse en cabeza rectora de la Liga de Dlos. El naciente florecimiento ateniense descansaba sobre dos pilares: su liberalismo econmico, que introdujo el libre cambio y el ideal democrtico del Estado, que encarnar el gobierno de Pericles (462-429) ante la hostilidad manifiesta de la vecina aristocracia terrateniente espartana.

    S c r a t e s y s u r e a l id a d h i s t r i c a

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  • Fue, por otra parte, este sentimiento democrtico la baza principal que jug Pericles para conseguir una slida alianza entre todas las ciudades de la Liga y ello repercuti favorablemente en la hegemona econmica y espiritual de Atenas. Scrates, por consiguiente, va a vivir parte de los aos que constituyen la acm de la democracia griega y va a ser testigo directo de la poltica imperialista que Pericles impondr al nacionalismo demcrata ateniense.

    Segn los ms diversos testimonios, Scrates personalmente particip de este ideal nacionalista. Aun no estando de acuerdo con la orientacin poltico-social de Atenas, Scrates nunca abandonar esta ciudad ms que cuando se trate de combatir por ella, tomando parte en las batallas de Potidea, Anfpolis y Delio, salvando la vida de Alcibiades y Jenofonte. Fruto igualmente de esta vinculacin a Atenas, es el propsito socrtico de dar una doctrina de salvacin no para la humanidad sino para su polis concreta y sus conciudadanos atenienses. Scrates conservar an el sentido vinculante de la ciudad- estado y, como dice Jaeger, ser uno de los ltimos ciudadanos en el sentido de la antigua polis griega. 17 Por esta misma razn, dado que el estudio especulativo tradicional de la Naturaleza ninguna utilidad prctica poda aportar a sus conciudadanos, Scrates se alejar de la abstraccin terica de los filsofos jonios. Para Scrates, en definitiva, la vida no tendr sentido ms que en el mbito geogrfico de su polis y en la preocupacin consciente por ella. As se comprende por qu preferir morir en Atenas (en el 399) cumpliendo la condena a que haba sido sentenciado por la acusacin de impiedad y corrupcin de jvenes formulada por Licn, Anitos y Meleto a vivir desterrado fuera de ella, cosa que hubiera fcilmente conseguido en vez de verse obligado a un suicidio involuntario (Critn, 52 B ss.).

    Aparte de los aos de la prosperidad ateniense, Scrates vivir tambin las primeras consecuencias trgicas de la pol

    17 Jaeger, Paideia, 2.a ed. (Mxico, 1962), p. 456.

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  • tica expansionista que condujo a Atenas a embarcarse en la estril guerra del Peloponeso. Poco despus de sta, el desastre de la expedicin a Sicilia en la que los atenienses buscaban asegurarse los mercados occidentales de cereales significa el primer aviso de muerte para la democracia ateniense, incapaz de mantener la antigua hegemona poltica y econmica, a la vez que el partido aristocrtico bajo la direccin de Alcibiades, refugiado en Esparta, prepara su retorno al poder, cosa que consigue momentneamente con la instauracin del Consejo de los Cuatrocientos (en el 411). Restaurada la democracia medio ao despus, la derrota de Aegosptamos fue la causa inmediata del derrumbamiento del imperio ateniense y de su democracia. El partido aristocrtico se hace cargo nuevamente del gobierno (ao 404), iniciando los Treinta Tiranos una serie de medidas encaminadas a sembrar el terror entre los demcratas y los metecos. La restauracin de la democracia ateniense (en el 403) a partir de Trasbulo no pudo evitar la debilidad poltica interna de Atenas que acabara por destruir a la restaurada democracia y, con ella, a la propia Atenas como cabeza poltica del mundo helnico.

    En estas coordenadas socio-polticas, Scrates dedica fundamentalmente su tiempo al dilogo con sus conciudadanos, intentando inculcar a todos la necesidad de preocuparse y trabajar por el logro de su propia perfeccin moral (Apol., 29 D ss.; 31 B ss.). Casi todos los testimonios, en efecto, coinciden enjpresentar la raz del pensamiento socrtico como una preocupacin teraputico-moral por el hombre y lo humano de su tiempo y de su ciudad, despreciando el beneficio material personal para dedicarse a mover a sus conciudadanos a prestar atencin a la virtud (Apol., 31 AB). Por ello, Scrates se desentiende de la especulacin terica jonia (Apol., 19 CD) de la que casi con toda seguridad tuvo un conocimiento slido, gracias a sus contactos con Arquelao y Diogenes de Apolonia. A pesar de esta concepcin interesada del saber, Scrates a lo que parece no desempe ninguna misin poltica ms

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  • que en una ocasin, hacia el 406/405, en que siendo pritano del Consejo de los Quinientos se opuso al clamor popular que, en desacuerdo con las leyes, peda la muerte de los ocho generales que haban conducido la expedicin a las islas Arginusas. Si Scrates se opuso aqu a los deseos de la mayora, fue por no apartarse de lo justo (Apol., 32 C), la misma razn que alegar, a su vez, al negarse a cumplir el mandato de los Treinta Tiranos de entregar a Len el salaminio (ibid.).

    Si el contexto general socio-poltico de oposicin activa entre las ideologas democrtica y aristocrtica es el condicionante primero de la evolucin del perodo de la historia de Atenas que estamos considerando, ser tambin la clave principal de toda interpretacin de Scrates pues ste, tan profundamente vinculado a su polis, habra de desarrollar la misin a la que se senta llamado en funcin de las situaciones reales de la vida ateniense. Segn las tesis de Jol y Magalhes,18 la literatura socrtica no puede ser comprendida ms que en funcin de la polmica ateniense entre democracia y aristocracia. En este aspecto, la parte ms numerosa de los testimonios posteriores a las Nubes de Aristfanes, han simbolizado en Scrates el ideal de lo aristocrtico, sobre todo a raz de que la Acusacin de Polcrates resultase un escrito antisocrtico, siendo su principal intencin el hacer un tratado poltico en defensa de la democracia. Por otro lado, la llamada literatura oligrquica ateniense, que engloba casi la totalidad de la produccin poltica escrita desde el ltimo cuarto del siglo v y durante el siglo iv, no encontr mejor exponente prctico de sus teoras aristocrticas que la figura de Scrates, al que convirtieron en smbolo de su propia ideologa. De este modo, ha prevalecido casi exclusivamente la imagen de un Scrates aristcrata y, de hecho, entre sus seguidores y amigos no se mencionan con la excepcin, acaso, de Kerefn ms

    18 Jol, K., Der '- / , in Archiv G. Phil., VIII (Berlin, 1895); Magalhes, Socrate et la leg. platn., 62 ss.

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  • que a defensores del partido aristocrtico: Critias, Alcibiades, Crmides, Platn, Jenofonte, Fedn, Glauco, etc.

    No parece compaginable, sin embargo, con la imagen del Scrates aristocrta las amenazas que el tirano-aristcrata Critias le dirige en el caso de que siguiera actuando y hablando en pblico ni el celo que Scrates pone en avisar a algunos enemigos de Critias cuando ste se dispone a ejecutar su poltica de venganza. En Apol., 23 D ss., Scrates reconocer que la mayora de sus oyentes jvenes son producto de la aristocracia, pero ello nicamente era debido segn se cuida el mismo Scrates de avisar a que, al ser aqullos ricos, disponan de ms tiempo libre y, por consiguiente, de ms oportunidades para poderse dedicar a la prctica ociosa de la conversacin filosfica.

    Por todo ello y anticipando lo que luego se dir sobre el ideario poltico de Scrates, interesa ahora subrayar que ste no puede ser considerado como un profesional de la poltica sino que, ajeno a toda ambicin poltica, se mantuvo independiente frente a cualquier faccin poltica partidista.19

    Los t e s t im o n io s s o c r t ic o s

    Todas estas notas son dignas de tenerse en cuenta para poder enfrentarnos y analizar con un cierto rigor crtico los testimonios ms importantes de la literatura socrtica de la antigedad, que nos ofrecen las distintas imgenes del pensamiento de Scrates.

    Cronolgicamente, el primer Scrates corresponde a las Nubes de Aristfanes,20 comedia representada hacia el ao 423, en la que aqul es presentado, por un lado, como un terico de la naturaleza seguidor de Anaxgoras y, por otro lado,

    19 Guthrie, W. K. C., Socrates (Cambridge, 1971), p. 93.20 H. Rck (Der unverflschte Sokrates, Innsbruck, 1903), cree en

    el valor histrico del retrato aristofanesco de Scrates.

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  • aparece haciendo gala de su habilidad para confeccionar discursos contradictorios, igualmente vlidos, acerca de un mismo objeto, con un desprecio absoluto de toda norma moral y de la religin, siguiendo a Protgoras. Como Maier ha hecho notar a este respecto,21 no puede responder a una valoracin objetiva el que, para Aristfanes, Scrates aparezca_ como representante de dos orientaciones tan dispares e incluso opuestas entre s como son las de Anaxgoras y Digenes de Apolonia, por una parte, y, por otra, la de Protgoras. La imagen del Scrates aristofanesco, sofista y terico especulativo de la naturaleza a la vez, parece dar razn a la tesis de Schanz de que lo que Aristfanes pretenda no era dar a conocer el Scrates real, sino tipificar a ste como smbolo de la orientacin racionalista e ilustrada que la burguesa progresista iba imponiendo cada vez con ms fuerza (tal como volver a hacer, en su tiempo, Nietzsche). Tanto Protgoras como Anaxgoras, en efecto, coinciden en proponer a los atenienses y a pesar de sus propias diferencias doctrinales, un modo de pensar libre de los prejuicios tradicionalistas que hizo tpico comn, entre la clase conservadora aferrada a la tradicin, el considerar como impa a la filosofa. Por todo ello, es opinin casi unnime hoy da el que Aristfanes, en las Nubes, pretendi ofrecer un ataque polmico de la reaccin conservadora y tradicionalista contra la filosofa en general que, habiendo penetrado por vez primera en Atenas, amenazaba socavar a fondo las viejas tradiciones morales y polticas. Aristfanes, cmico y polemista, deforma los hechos con el nico objeto de ridiculizar las tesis opuestas a su conservadurismo tradicional22 por lo que las Nubes no merecen gran fiabilidad como visin histrica del Scrates real.

    De signo contrario al de Aristfanes, es el retrato que Jenofonte nos ha dejado de Scrates. En sus Memorables, no pre-

    21 Maier, 159-163.22 Cohen, R., La Grce et lhellenisation du monde antique (Paris,

    1939), p. 279.

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  • tende juzgar al Scrates-filsofo sino al hombre. Scrates, segn Jenofonte, habra sido el prototipo del ciudadano virtuoso y respetuoso con la tradicin. Apstol de la no-violencia, aqul nicamente habra pretendido inculcar a sus discpulos la prctica de la virtud, compendio de todos los bienes y bellezas. Para Jenofonte (Mern., IV, 6-8), Spcrates era el mejor de los hombres y tambin el ms sabio y, en cuanto tal, mediante definiciones precisas se ocup fundamentalmente de mostrar a sus discpulos la orientacin racional que conduce al ejercicio de la virtud que es no solamente lo bueno por excelencia sino tambin lo ms til para el hombre.

    Parecera, a primera vista, que Jenofonte habra de ser el ms indicado para darnos a conocer el Scrates real. Jenofonte, en efecto, es considerado como historiador y no como filsofo y, en cuanto historiador, podra suponerse que se limitara a ser un mero cronista que reflejara unos hechos reales, ajeno a todo inters ideolgico que pudiera desvirtuar su retrato de Scrates. Prescindiendo de que esta concepcin de una historia- crnica absolutamente objetiva sea insostenible, hemos de advertir, por otra parte, que el calificar a Jenofonte como historiador no resiste un anlisis riguroso, al menos si tomamos el apelativo de historiador en su sentido tcnico actual. La Ciropedia, en efecto, no puede ser considerada como obra histrica (ni ha sido considerada como tal, salvo, acaso, por Bossuet) sino como descripcin del modelo terico jenofntico del imperio ideal. Las Hellenica, ms que un documento histrico es igualmente la apologa de un ideal de un tipo de humanidad a base de una historia novelada. El valor histrico de la Anabasis queda tambin casi totalmente anulado por su evidente carcter apologtico y didctico que hace que Jenofonte goce de una entera libertad a la hora de narrar los sucesos ocurridos.

    En cuanto al hecho de que Jenofonte no fuera filsofo, ello ms que apoyar la tesis de que desligado de todo prejuicio doctrinal ofrecera una imagen objetiva de Scrates, hace

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  • suponer ms bien lo contrario porque Jenofonte no habra sido capaz de captar la profundidad del pensamiento socrtico, por lo que, en definitiva, y como ha sealado Robin, Jenofonte acabara por desvirtuar la personalidad filosfica de Scrates, cuyo pensamiento queda de hecho reducido, en la obra jeno- fntica, a una moral de accin.23

    Todo ello nos induce a pensar que, en sus escritos socrticos (Banquete, Econmico, Apologa, Memorables), Jenofonte intent realizar al igual que en sus otras obras una reconstruccin literaria y libre de hechos que l no conoci directamente sino a travs de diversas fuentes, con un fin didctico y, sobre todo, apologtico en lo que respecta a la figura de Scrates. El Banquete y el Econmico son manifiestamente una ficcin literaria y Jenofonte mismo no quiere ocultar su carcter de tales. En cuanto a la Apologajcuya autenticidad ha sido, por lo dems, fuertemente discutida) parece ser por todos admitido que se trata de correcciones hechas por Jenofonte a lo que otros haban escrito en defensa o en contra de Scrates. No es, por ello, un trabajo histrico sino un conjunto de reflexiones personales de Jenofonte acerca de lo que podra haberse dicho en defensa de Scrates en el juicio que se le sigui, pero que, sin embargo, no se dijo. 24

    Contrariamente a lo que sucede con estos escritos socrticos de Jenofonte, sus Memorables han gozado durante mucho tiempo de la consideracin de fuente histrico-biogrfica. El valor histrico de las Memorables ha tenido apasionados defensores en las obras de H. von Arnim, Dring, Brochard,H. Gomperz, W. Schmid y Strauss. Hoy da, sin embargo, parece negarse con la misma o mayor vehemencia dicho testimonio como fuente histrica tras las investigaciones llevadas a cabo principalmente por Jol, Robin, Burnet, Taylor, Maier, Gigon, Jaeger, Magalhes. De un modo especial, la tesis que

    23 Magalhes, Le problme de Soc., 220-221; 225.24 Maier, 16.

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  • Maier estableciera en 191325 y que, a pesar del tiempo transcurrido, no ha sido an convincentemente refutada sino que, por el contrario, ha ido adquiriendo progresivamente un mayor crdito, pone de manifiesto la estructura interna de las Memorables como una composicin de dos partes: Imprimera, la ms breve, comprende los dos primeros captulos y es una defensa de Scrates en contra de Ik acusacin pblica de que fue objeto y en contra tambin del discurso acusatorio de Polcrates. Ello hace que, ms que una tesis histrica, esta Defensa sea una exposicin de la imagen de Scrates que Jenofonte ha creado con la mejor buena voluntad en respuesta a sus propios sentimientos de admiracin y simpata hacia el maestro, mostrando adems una finalidad interesadamente apologtica incompatible con el rigor objetivo de una obra histrica. La segunda parte de las Memorables acaso pudiera escapar a estas objeciones, pues all no se pretende ofrecer ninguna apologa sino un recuento de hechos o memorias acaecidos y, en consecuencia, carece del carcter tendencioso que domina a los restantes escritos socrticos de Jenofonte. A pesar de ello, hay que preguntarse, sin embargo^ en qu habra podido apoyarse Jenofonte para ofrecer sus recuerdos personales de Scrates. Las Memorables, segn todos los indicios, fueron escritas fuera de Atenas y es una obra tarda, posterior en varios aos a la muerte de Scrates. Aparte del tiempo transcurrido, hay que tener tambin en cuenta que Jenofonte slo en sus primeros aos de juventud tuvo relacin directa con Scrates y que tales relaciones no fueron lo suficientemente intensas como para concederle un lugar entre los discpulos ntimos del maestro. Teniendo adems presente que las ocupaciones guerreras de Jenofonte y los casi veinte aos de destierro que padeci fuera de Atenas le impidieron ser testigo directo de los hechos que narra, hechos que slo pudo conocer cuando la polmica en torno a Scrates estaba en su punto

    25 Maier, 13-77; cfr. tambin, Gigon, 41 ss.

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  • lgido y sujeta, por consiguiente, a todo tipo de parcialismos interesados, podemos concluir que todos estos datos hacen muy sospechoso el testimonio histrico que Jenofonte pretende ofrecer de Scrates.

    Si Jenofonte no pudo conocer a fondo a Scrates sobre todo, al ltimo Scrates, debi apoyarse para la redaccin de sus Memorables en la abundante literatura que los crculos socrticos produjeron a la muerte del maestro y que presentaba imgenes interesadas y contradictorias de ste, lo cual oblig a Jenofonte a una seleccin de noticias que l intent compaginar para ofrecernos su propia imagen de Scrates, un retrato que estuviera de acuerdo con los ideales tico-polticos jeno- fnticos. Que Jenofonte, en efecto, conoca los testimonios socrticos de Aristipo es claro, dado el nfasis que pone en refutar la imagen ofrecida por ste. Por otra parte, tambin coleccion datos tomados de Antstenes y Dmmler, Jol, H. Gomperz y Jaeger creen incluso que hay que considerar a aqul como la fuente principal de noticias de que se sirvi Jenofonte, aunque no fuesen noticias de primera mano ya que las investigaciones de Taylor (1935) parecen convencemos de la imposibilidad material de que Jenofonte pudiera haber tenido ocasin de comunicarse directamente con Antstenes.

    Hay que considerar, a pesar de todo, a Platn como el principal suministrador de noticias socrticas a Jenofonte. Con ello, seguimos la tesis de Robin, Burnet, Taylor y Maier, tesis basada en los numerosos pasajes de las Memorables que coinciden con las informaciones suministradas en los Dilogos platnicos. Ello no obsta a lo que ms arriba hemos mencionado, es decir, el que existan concordancias importantes entre las opiniones que acerca de Scrates sostuvieron Jenofonte y los cnicos. Las Memorables, en definitiva, constituyen un testimonio socrtico tardo que fundamentalmente se apoya en una dualidad de fuentes platnico-cnica pero haciendo especial hincapi en aquellos datos los platnicos que mejor cua-

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  • draban al ideal aristocrtico de Jenofonte.28 Esta seleccin de noticias explica el hecho de que Jenofonte, aun no estando de acuerdo con la imagen de un Scrates platnico racionalista, evita el atacarlo por no contribuir ni siquiera indirectamente a reforzar la posicin de Antstenes, cuya doctrina no concordaba con la poltica aristocrtica que Jenofonte defenda, lo cual ha contribuido a reforzar la idea de un Scrates-aristcrata y ha debilitado los lazos que pudieran unir a aqul con las tesis socio-polticas de los cnicos.

    Si no podemos distinguir con suficiente garanta qu elementos pertenecen a la interpretacin personal de Jenofonte, cules a sus fuentes de inspiracin y cules al Scrates real, ello resta credibilidad histrica al testimonio socrtico de Jenofonte. Durante mucho tiempo se pens que esa credibilidad haba que otorgrsela al testimonio socrtico de Aristteles y gran parte de los ms ilustres historiadores de la filosofa han sostenido esta opinin. Tal es el caso, por ejemplo, de K. Jol, Th. Gomperz, Ross, K. Praechter y, sobre todo, Zeller.

    El testimonio aristotlico acerca de Scrates tiene, en principio, una clara ventaja sobre los dems: no puede achacrsele un afn apologtico que desvirtuara sus informaciones, pues Aristteles no vivi las circunstancias por las que atravesaron los crculos socrticos y que impulsaban a stos a una visin partidista de la figura del maestro. A pesar de ello, habiendo llegado a Atenas cuando slo tena 17 aos, Aristteles pudo an recoger informaciones de testigos oculares y, al disponer adems de una copiosa literatura socrtica, l poda examinarla y contrastarla con garantas suficientes de objetividad. Trazar una imagen de Scrates de un modo objetivo e imparcial, es precisamente lo que el mismo Aristteles afirma pretender. Todas estas circunstancias hacen que, en principio, Aristteles fuese el ms adecuado para presentarnos una imagen objetiva del Scrates real.

    26 Maier, 44 ss.

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  • Este panorama general no tiene, sin embargo, en cuenta que Aristteles, pese a no haber sido un socrtico ni haber pertenecido al grupo de los discpulos de Scrates lo cual le exime de toda acusacin posible de apasionamiento apologtico, tuvo que relacionarse con los crculos socrticos desde el momento de su ingreso en la Academia platnica, en la que paso a paso ir alcanzando su propia independencia cientfica. Preocupado por garantizar y reforzar su propia evolucin doctrinal, Aristteles no se preocup de la personalidad histrica de Scrates, sino nicamente de la doctrina socrtica con la pretensin de demostrar que es la propia doctrina lgico- metafsica aristotlica la que mejor se adeca con las enseanzas socrticas. Ello obligar al Estagirita a una nueva interpretacin de la doctrina socrtica y, con ello, se desvirta el carcter histrico y desinteresado que se pretenda otorgar al testimonio socrtico de Aristteles y a su pretendida posicin de imparcialidad objetiva.27

    La interpretacin del Estagirita conduce, as, a un Scrates manifiestamente aristotlico. En su Met A, 6 y M, 4, 9 y en De part. anim. I, 1, Aristteles subraya que la novedad de la filosofa socrtica consisti en el descubrimiento de que el proceso inductivo y la definicin universal son los principios bsicos de la autntica sabidura, habiendo sido tambin Scrates el primero en establecer que lo universal es la esencia nsita en las cosas mismas: Scrates, que se dedic al estudio de las virtudes ticas, fue tambin el primero que busc acerca de ellas definiciones generales... Buscaba, con razn, la esencia ( ) pues trataba de razonar silogsticamente y el principio de los silogismos es la esencia (dp )... Con justo mo-

    27 De este modo, ha sido recusada la independencia del testimonio aristotlico en base principalmente a los trabajos de Taylor, Varia Socratica (Oxford, 1911), pp. 40-90; Burnet, Greek Philosophy. Thales to Plato, 5.a ed. (London, 1932), pp. 157 ss.; Ritter, Sokrates (Tbingen, 1931); Maier, 92 ss.; Jaeger, 399-401.

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  • tivo, por tanto, podemos atribuir a Scrates el descubrimiento de estos dos principios: el discurso inductivo y la definicin en general, que son ambos el punto de partida de la ciencia (Met, M, 4).

    Si el testimonio socrtico de Aristteles resulta ser una interpretacin del pensamiento de Scrates, el valor histrico de aqul ha de ser crticamente examinado. El anlisis herme- nutico que Maier ha efectuado de los textos socrticos de la Metafsica de Aristteles28 concluye la dependencia de stos en relacin con Mem IV, 6, de Jenofonte. Es aqu y slo aqu donde Aristteles pudo encontrar la imagen de un Scrates preguntndose por el de las cosas (aun limitndose al plano de la realidad moral). Entre ambos testimonios hay un estrecho parentesco y correspondencia que manifiestan que es Mem IV, 6 la autoridad de la que depende la interpretacin aristotlica. Si Aristteles, por ello, no puede ser tenido como testimonio independiente acerca del Scrates real y en lo que respecta a las tesis socrticas del saber, lo mismo habremos de decir tambin en referencia a los testimonios aristotlicos que versan sobre la filosofa moral socrtica, de la que Aristteles nicamente se esfuerza en mostrar su rigurosa funda- mentacin intelectualista.

    La Et. Nie. aristotlica (III, 7, 11; VI, 13; VII, 3) subraya, en efecto, la identificacin socrtica entre virtud y ciencia, tesis que aparece acentuada en la Et. Eud. (I, 5; III, 1; VII, 13) y nos remite tambin a determinadas expresiones de la Gran tica (I, 1; I, 20, 35; II, 6). Ahora bien, el racionalismo unilateral de la tica socrtica est expuesto por Aristteles de un modo lo suficientemente vago e impreciso para que las fuentes de donde el Estagirita obtuvo tal informacin no puedan ser determinadas con precisin. Las notables analogas, sin embargo, que el testimonio aristotlico guarda en este punto con el Protgoras platnico (352 BC; 357 B-E; 358 BC; 360 D;

    28 Maier, 91 ss.; Jaeger, 399-401.

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  • 361 B) hacen suponer fundadamente a M aier29 que Aristteles se acogi a la imagen de Scrates tal como apareca en este Dilogo en concreto, el cual segn la tradicin acadmica era considerado como fuente digna de fe para conocer al Scrates real. Aristteles, en definitiva, presenta la teora tico- socrtica fundndose no en las tradiciones orales de primera mano ni en el estudio crtico de la literatura socrtica, sino sobre la base de una imagen ' platnica de Scrates, expuesta literalmente en el Protgoras. Si esta teora corresponda o no al Scrates histrico, constitua un problema muy secundario para Aristteles y las aisladas referencias acrticas que hace a este propsito ms que nada muestran su indiferencia ante esta cuestin, al tiempo que refuerzan la opinin de la falta de independencia tambin de los testimonios aristotlicos acerca de la tica socrtica.

    Hemos de admitir, en definitiva, que el valor histrico del Scrates aristotlico resulta harto sospechoso y discutible y ello por el afn que el Estagirita muestra, a veces de un modo explcito, de fundamentar sus propias opiniones en la autoridad de los filsofos anteriores a l, aun a riesgo de distorsionar la doctrina de stos a base de interpretaciones no acordes con la realidad histrica. A ello se une, en el caso concreto de Scrates, la falta de independencia del testimonio aristotlico respecto a otras fuentes, de tal manera que aqul no proporciona nada esencialmente nuevo respecto al Scrates que presentaron anteriormente Jenofonte y Platn, por lo que parece legtimo concluir que Aristteles no tuvo en consideracin al Scrates real sino las interpretaciones que acerca de ste haban sido ya ofrecidas. Por ello cabra temer que aquel punto de la doctrina socrtica ms explcitamente sealado por Aristteles (la atribucin a Scrates del descubrimiento de las formas lgicas de la induccin y de la definicin) no responda al pensamiento del Scrates real. Los restantes testimonios socr

    29 Maier, 88 ss.

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  • ticos, en efecto, no coinciden con esta tesis aristotlica, al menos si se entienden ambas formas lgicas en el sentido riguroso que les dio el Estagirita.

    E l t e s t im o n io p l a t n ic o

    Hasta ahora hemos venido considerando el hecho de que los testimonios socrticos de Jenofonte y Aristteles se muestran como dependientes de los Dilogos de Platn. No queremos, sin embargo, que esta tesis sea entendida de un modo exclusivista en el sentido de que los testimonios platnicos hayan sido las nicas fuentes utilizadas por los autores citados. Tanto Jenofonte como Aristteles, en efecto, estaban en posesin de una rica literatura socrtica y contaban, adems, con los testimonios orales de los que haban conocido personalmente a Scrates. A pesar de ello, podemos decir que el Scrates que nos ha legado la tradicin est fundamentalmente basado en los testimonios platnicos y que son stos el punto de partida de la abundante literatura socrtica producida (tanto a favor como en contra de la imagen platnica de Scrates). Por eso, la inmensa mayora de los crticos coinciden hoy da en destacar la independencia, en cuanto fuente primitiva, del testimonio platnico acerca de Scrates.

    La presencia de Scrates se mantiene viva y constante, aunque a veces slo de un modo implcito, a lo largo de casi toda la obra platnica. Dada la falta de unidad doctrinal de sta, no ha de extraar el que el Scrates platnico sea una imagen ambigua, contradictoria incluso a veces, en funcin de las distintas etapas del pensamiento platnico. Ello nos lleva, en principio, a una difcil situacin: si admitimos, por un lado, que Platn es la ms autorizada fuente que conservamos para la interpretacin histrica de Scrates, hemos de reconocer, por otro lado, que el testimonio platnico carece de una lnea definida y precisa.

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  • La validez, real o aparente, de esta apora es fruto inmediato del modo en que est construida la obra misma platnica y estar sujeta a las mismas revisiones que puedan hacerse respecto a la evolucin de los Dilogos platnicos. Cuando, en 1804, Schleiermacher hizo ver la necesidad de examinar la obra platnica a travs de la evolucin temporal de los Dilogos, introduca de este modo la cuestin socrtica como implicacin necesaria de la cuestin platnica. Las sucesivas revisiones de sta han ido configurando las diversas interpretaciones del testimonio platnico acerca del Scrates real. Las tesis de K. F. Hermann y de Lewis Campbell acerca de la evolucin de la doctrina platnica, sirvindose preferentemente de un estudio filolgico interno, abrieron el camino a sucesivas exploraciones filolgicas y estilomtricas de la obra platnica y, por consiguiente, a nuevas interpretaciones de la imagen all ofrecida de Scrates. As, por poner un ejemplo, si los anlisis de Jackson o W. Lutoslawski, por un lado, y los de Cohen, Natorp y Hartmann, por otro, atribuyen a la doctrina platnica una evolucin de signo contrario (concretamente, hacia un idealismo de corte kantiano, respectivamente), no cabe duda de que, en estas interpretaciones platnicas, est tambin implicada una valoracin nominalista o idealista de Scrates. En el tema, pues, de las relaciones entre el socratismo y el platonismo, 30 aparecen como ntimamente conectadas entre s las cuestiones de la cronologa y evolucin doctrinal de los Dilogos platnicos y la del rigor histrico que los citados Dilogos ofrecen respecto a la figura de Scrates presentado en los Dilogos platnicos o cules de stos sean los que pueden aspirar a una imagen ms fiel del Scrates histrico.

    En relacin con la cronologa de la obra platnica, el puro anlisis doctrinal-filosfico o la mera consideracin filolgico-

    30 Magalhes, Le problme de Soc., 303 ss., Jaeger, 467 ss.; Maier, 102 ss.

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  • estilomtrica se han revelado como mtodos insuficientes, si se los utiliza aisladamente y por s solos. Jaeger y Stefanini han mostrado cmo los resultados ms positivos sobre esta cuestin se han basado en un anlisis conjunto, doctrinal y filolgico a la vez, del tema. De este modo, se ha logrado una cierta uniformidad amplia de criterios mediante la cual puede establecerse una apreciable correspondencia entre las diversas clasificaciones propuestas en relacin al orden cronolgico de los Dilogos platnicos. Ciertamente, las clasificaciones de Raeder, Ritter, Lutoslawski, Wilamowitz, Friedlander, Ueberweg- Praechte, Zrcher (por citar slo las ms representativas en el conjunto de la cuestin platnicas) no son totalmente coincidentes entre s, pero ya es significativo el hecho de que, partiendo desde posiciones metodolgicas dispares, las tablas de correspondencia establecidas por H. von Arnim y Luto- slawski-Stefanini hayan hecho concebir a los intrpretes de Platn serias esperanzas de llegar a convergencias cada vez ms firmes entre las diversas propuestas relativas a la cronologa de la obra platnica, y as se ha hecho igualmente posible el que pueda establecerse con relativa seguridad el proceso evolutivo de la doctrina platnica.

    De este modo, se ha comenzado por distinguir un primer estadio en el que la preocupacin fundamental de Platn fue la defensa de la figura de Scrates mediante la presentacin del pensamiento de ste. Si para aproximarnos al Scrates histrico hemos de conocer su retrato platnico, no cabe duda de que entonces, y de un modo necesario, se ha de tener en cuenta a estos Dilogos primerizos en los que Scrates ocupa el plano central y an no aparece configurada con su propio peso especfico la doctrina propia de Platn. No podemos negar, sin embargo, el que se hace difcil concebir a estos dilogos socrticos menores como documentos histricos en sentido estricto. Incluso la Apologa la primera obra platnica y que, adems, nos es presentada como un conjunto de recuerdos de los hechos de Scrates ms que los dichos reales de Scrates ofrecer el estilo socrtico de actuar ante los jueces. Como

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  • precisa Maie,31 se trata de un manifiesto que Platon dirige a los atenienses en nombre de la comunidad socrtica emigrada a Megara y que pretenda ofrecer la imagen del Scrates real frente a las interpretaciones que circulaban por Atenas, debidas principalmente a Antstenes. Esta conjuncin de tendencias una, la polmica y otra, la de un deseo de objetividad respecto a la figura de Scrates caracterizar, por lo dems, la obra platnica, al menos en sus primeros escritos, y dar origen a la primera interpretacin platnica de la imagen de Scrates.

    En la Apologia y el Critn (escritos entre 399 y 394, a raz de la muerte de Scrates), Platn intenta, de acuerdo con lo dicho, un retrato lo ms fiel posible de Scrates, pero, al mismo tiempo, tambin concibe estos dilogos como una misin que la veneracin debida al maestro le exige convertir en un medio de propagar los ideales que, en la interpretacin de Platn, Scrates haba intentado inculcar a sus conciudadanos. Dentro del grupo de los dilogos socrticos de Platn, el Laques, Hippias Menor, Crmides e Ion no pretenden ser una defensa explcita del maestro ni tampoco estn pensados como alocucin directa a los conciudadanos atenienses de Scrates. Responden, sin embargo, a los mismos intereses que Platn haba apuntado en aquellos dos primeros dilogos citados y completan la revelacin platnica de la persona y de la obra de Scrates ofreciendo los discursos de ste en torno a la vida moral y siendo Scrates mismo el que es representado como dirigiendo el dilogo en bsqueda de los valores que configuran esta vida moral. Paralelamente a estos dilogos, el Lists, Euti- frn y Hippias Manor (aunque la autenticidad de este ltimo no est plenamente confirmada) son tambin obras tempranas de Platn y contribuyen a fijar la imagen de la preocupacin

    31 Maier, 106. Hay que tener, adems, en cuenta que parece muy verosmil la tesis de que el Criln sea una especie de apndice de la Apologa. En cualquier caso, es manifiesta la similitud temtica de ambos Dilogos (cfr., por ejemplo, Critn, 45 B, 52 C, con Apologa, 37 D, 36 CD, respectivamente.

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  • moral socrtica por la indagacin acerca de las diversas virtudes.

    En estos Dilogos primeros de Platn se nos suele presentar a un Scrates carente de un sistema doctrinal metafsico definido, por contraste a lo ofrecido en los restantes Dilogos platnicos. Precisamente el hecho de que Platn, en una primera etapa, no atribuya a Scrates ninguna doctrina concreta creemos que hace fiable el testimonio platnico acerca de Scrates, pues aquel hecho hubiera resultado incomprensible si realmente Scrates hubiera desarrollado un sistema determinado. El que Platn mantenga unas posiciones metafsicas bien definidas en sus restantes Dilogos, parece que slo puede significar que l mismo las concibi despus de haber escrito los dilogos socrticos. Por ello, podemos preguntarnos si en nuestra bsqueda del Scrates histrico, no/habremos de circunscribirnos a estos dilogos socrticos menores de Platn, dejando aparte el resto de la produccin platnica, la cual sera entonces reflejo de las tesis metafsicas propias de Platn^inde- pendientemente de la actuacin socrtica.

    Surge, sin embargo, la sospecha de si esta limitacin cuenta con una justificacin adecuada. La referida limitacin, en efecto, deja sin aclarar el por qu de la evolucin doctrinal platnica en los restantes Dilogos, a travs de los cuales Platn da una impresin manifiesta de que quiere seguir siendo considerado como expositor fiel de Scrates. Es difcil incluso que el mismo Platn se diera cuenta en un principio de hasta qu punto su propia doctrina poda estar divergiendo de la posicin del Scrates histrico. As, por ejemplo, es innegable la conexin entre el Gorgias y la Apologa y, tambin, la tesis platnica del amor en el Fedro con la del protoplatnico Lisis. Del mismo modo, el Scrates de la Apologa aparece con los mismos caracteres que el Scrates del discurso de Alcibiades en el Banquete, tal como el mismo Maier se vio obligado a reconocer. Tambin es indudable que, aun en sus primeros Dilogos, Platn casi llega a olvidar el elemento protrptico de la dialctica socrtica para acentuar una serie de doctri-

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  • \nas que posteriormente el mismo Platn retomar hacindolas converger hacia sus propios planteamientos metafsicos. J. Burnet y A. E . Taylor han dado cuerpo a esta serie de objeciones mediante su clebre tesis de que el Scrates histrico ha de verse tambin en aquellos Dilogos en los cuales Platn expone su doctrina de las Ideas con todas sus implicaciones on- tolgicas. Scrates, segn Bumet-Taylor, histricamente no slo no fue un enemigo de la especulacin filosfica sino que ha de ser igualmente considerado como el creador del mtodo dialctico platnico en sentido fuerte y, en consecuencia, el iniciador de la metafsica occidental.

    Los seguidores de las tesis de Burnet-Taylor cuentan ciertamente con argumentos consistentes para defender sus teoras. Han de reconocer, sin embargo, que Platn animado por su afn en proponer un fundamento doctrinal para la construccin de su Estado ideal sobrepas las posiciones doctrinales del Scrates histrico, intentando que la teora de las Ideas fuese una respuesta positiva a lo que en su primer Scrates no haban sido ms que interrogantes sin solucin (as, por ejemplo, en el Fedn 100 D, 102 B, 105 B, a propsito de la participacin de lo individual-sensible en la esfera de lo lgico- ideal). La evolucin del conjunto de la obra platnica tal como el mismo Platn la expone en su Epstola VII parece responder a su conviccin de que, con el establecimiento de su propia teora lgico-metafsica, Platn estaba desarrollando los presupuestos doctrinales de la dialctica socrtica, con lo que la ontologa platnica representara la culminacin ideal de una evolucin a la que el mismo Scrates hubiera llegado caso de haber profundizado l mismo en los fundamentos doctrinales originarios de su actuacin pblica en las calles de Atenas. Prescindiendo de lo adecuado de esta conviccin platnica, lo que aqu nos interesa ahora subrayar es que con ella se est reconociendo de un modo explcito el que el Scrates de la metafsica platnica sobrepasa la actuacin real del Scrates-histrico y que la teora ontolgica de Platn no puede, de hecho, ser referida a aqul.

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  • Por todo ello, aunque consideremos a Platn como la fuente principal y ms completa de nuestra interpretacin de Scrates, habremos de limitarnos a los dilogos socrticos protoplat- nicos anteriores a la elaboracin de la ontologa platnica, como base de nuestra investigacin del Scrates histrico. Y ello aun siendo conscientes de que acaso vayamos a ofrecer una visin demasiado pobre de aqul, fmesto que se excluye, dentro de la orientacin del pensamiento de Scrates, un sistema conceptual definido de tipo metafsico, tanto en sentido platnico como aristotlico. Esta limitacin a las frmulas platnicas ms simples con relacin a Scrates nos ofrece, sin embargo, una garanta de valor histrico pues en ellas Platn, al no estar preocupado todava por su propio sistema doctrinal, se vuelca ms en su intento de presentarnos al Scrates real al que Platn no manipula an en favor de sus propias posiciones metafsicas. Encierra, adems, la ventaja de que tales frmulas parecen adecuarse con la imagen que de Scrates nos legaron los crculos de Antstenes y Aristipo, enemigos declarados de la obra doctrinal y poltica de Platn y que al igual que ste pretendan ofrecernos, con sus sistemas particulares, la evolucin doctrinal de la dialctica de Scrates, del que tambin fueron discpulos directos. Si, por consiguiente, el anlisis interno de la obra platnica nos confinaba a los dilogos protoplatnicos como fuente histricamente ms objetiva y segura de la investigacin acerca del Scrates real, esta postura viene a quedar garantizada por su convergencia con el retrato que de Scrates nos han dejado otros de sus discpulos, ajenos por completo a los intereses platnicos. Adoptar los dilogos socrticos de Platn como base de la configuracin de nuestra imagen del Scrates histrico no implica, sin embargo, por ello el rechazo de los restantes ;, sino hacer de aquellos dilogos el criterio en funcin del cual valoraremos los testimonios socrticos no platnicos y tambin el resto de la obra platnica en virtud de su concordancia con los textos protoplatnicos.

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  • E l s e n t id o d e l a o b r a s o c r t ic a

    El anlisis crtico de los testimonios socrticos tena como objetivo el hacernos posible intentar una valoracin cumplida del pensamiento de Scrates, tarea que hemos de emprender partiendo del propio concepto socrtico acerca del quehacer filosfico.

    Segn el testimonio de las Nubes, como ya dijimos, Aristfanes invoca la opinin popular para presentar a Scrates, aparte de sofista embaucador de ingenuos, como filsofo de la naturaleza. Resultaba evidente que Aristfanes pretenda con ello condenar a Scrates en virtud de sus aspiraciones filosficas, pues la burguesa ateniense, a causa de su rgido tradicionalismo, haca de la especulacin filosfica un smbolo del atesmo y de la destruccin de las creencias tradicionales (Apol., 24 A). De ello fue consciente Scrates y as lo manifiesta ante los jueces. La Apologia platnica, en efecto, comienza dando cuenta del ambiente enrarecido y contrario a Scrates en que ste se mova precisamente porque era considerado por sus conciudadanos como filsofo (Apol, 18 A ss.) terico de la naturaleza, cosa que Scrates se apresura a negar: Al hablar as, no tengo intencin de menospreciar tal ciencia... lo que ocurre es, sencillamente, que no tengo nada que ver con eso, atenienses (Apol., 19 D). Scrates volver luego a insistir en que ser acusado l de terico de la naturaleza no es ms que una calumnia fruto del odio de sus conciudadanos (Ibid., 22 C ss.). Jenofonte abunda tambin en esta opinin e incluso va ms all pues (Mem., I, 1, 11 ss.) nos presenta un Scrates autodidacta y ajeno por completo a toda preocupacin filosfica. Pero, como ha sealado M aier,32 esta imagen es ms bien una apologa angustiada de la figura del maestro al que, para librar de toda sospecha de atesmo, pro

    32 Maier, 170.

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  • cura Jenofonte ahorrarle todo nexo con los filsofos, mal vistos y sospechosos a los ojos de la fraccin de la burguesa dominante a partir de la restauracin de Trasbulo.

    Contrasta, en efecto, la insistencia del pasaje jenofntico citado en negar el carcter filosfico de la actuacin de Scrates con el testimonio de In de Quos y con otros textos de Platn, aparte de los ms arriba citados (Fedn, 96 A ss.) y del mismo Jenofonte (Mem I, 6, 14) en que se nos presenta a Scrates como perfecto conocedor de la filosofa anterior a l y de los antiguos sabios. La Apologa platnica (26 D-E), por otra parte, da a entender claramente que Scrates conoca la obra de Anaxgoras. Del mismo modo, en Lisis 214 A, Scrates da por supuesto que tanto l como sus amigos conocen a aquellos sabios que han discurrido y escrito acerca del origen de las cosas y acerca del universo y ello le permite su interpretacin personal de la obra de Empedocles (Ibid., 214 B ss.) y Heraclito (Ibid., 215 D ss.).

    Parece, por todo ello, que debe considerarse como dato histrico el que Scrates tuviera una formacin filosfica, al tiempo que negaba el que pudiera ser considerado como continuador de la orientacin especulativa de la filosofa tradicional. Tanto la Apologa platnica (19 CD) como las Memorables de Jenofonte (IV, 7, 9) hacen hincapi en el hecho de que Scrates pretendi sobrepasar la mera contemplacin terica de la naturaleza para buscar una esfera de saberes tendentes a encauzar el recto comportamiento del hombre, buscando la perfeccin del alma. Advertimos ya desde ahora que la preocupacin socrtica por esta perfeccin y cuidado del alma no est referida a un alma como sustancia independiente en si misma sino como expresin que designa lo peculiar de la conducta tica humana.

    En este giro doctrinal hace consistir Platn la novedad de la filosofa socrtica frente a la filosofa tradicional, sin que ello implique que se haya de renunciar a considerar a Scrates como un autntico filsofo: ...mientras tenga aliento y pueda,

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  • no cesar de filosofar, de exhortaros y de hacer demostraciones a todo aqul de vosotros con quien me tope, con mi modo de hablar caracterstico (Apol., 29 D-E). Tambin Hip. Menor se abre poniendo de manifiesto que las conversaciones de Scrates eran conversaciones filosficas y en Crmides, 154 B ss., se denomina filosofa a la exploracin socrtica que pone al descubierto el alma de su interlocutor. Scrates, en definitiva, es consciente de que la autenticidad de la filosofa reside en su carcter de teraputica de la razn, apartando a sta de una orientacin puramente especulativa con el fin de conducirla al anlisis de los hechos vividos por el sujeto concreto y llegar, de este modo, a una valoracin del recto proceder humano. El quehacer filosfico de Scrates tiende a librar al hombre de su ignorancia y ello implica el ponerle en^disposicin de poder obrar justa y rectamente por lo que ja accin de la filosofa socrtica se convierte en una cura del alma ms valiosa que la cura del cuerpo (Hip. Menor, 372 D-E).

    Bajo este aspecto, Scrates mdico de la conducta humana 33 guarda una cierta analoga con la orientacin que la escuela empirista de Coos intentaba dar al arte de la medicina en tiempos de Scrates, por reaccin contra el complejo metodolgico que la especulacin filosfica de la naturaleza haba llegado a imponer a ciertos sectores de la medicina. No faltan, incluso, textos en que se muestra la admiracin que el crculo socrtico tena por este programa empirista de Coos: Crmides, 156 B ss.; Laques, 185 C ss.; Prot,, 315 D ss.;... Ciertamente, Scrates va ms all del empirismo tcnico de Coos para indagar el sentido moral de obrar humano y de ah la caracterstica de su actividad como filosfica. Pero la filosofa socrtica surge como prolongacin racional de las experiencias vividas en un mundo concreto y real, abandonando las pretensiones impuestas por Anaxgoras acerca de la autonoma independiente de la vida terica.

    33 Cfr., Jaeger, 410.

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  • Acaso podra objetarse a lo dicho el hecho de que, en los dilogos protoplatnicos, aparezca Scrates indagando acerca de la esencia (, tv) de las diversas virtudes, lo cual parece situarle en el plano de la pura especulacin metafsica. Hemos de usar, sin embargo, la misma cautela que Scrates exiga en estos dilogos a sus interlocutores al hablar de la determinacin esencial de' los fenmenos ticos. Los dilogos socrticos de Platn no buscan la esencia de la virtud como si aqulla fuera el fundamento ontolgico e inmutable de la virtud en s. La clarificacin socrtica, por el contrario, de la esencia de la virtud se muestra en el contexto de los dilogos protoplatnicos como bsqueda del sentido de las locuciones del lenguaje ordinario que sirven de vehculo a las ms diversas concepciones de lo tico. As, en el Laques, la investigacin de qu sea la virtud (190 B-C) se revela imposible si se ha de comenzar por el anlisis de la virtud en s. Es necesario limitarse al anlisis de los componentes individuales del conjunto virtud (en este caso concreto, al anlisis del valor: 190 C ss.) y ello slo es posible elucidando el sentido de las distintas expresiones morales. Volviendo al ejemplo citado, la delimitacin de la esencia del valor se circunscribe a la exploracin de lo que todos entienden cuando hablan del valor, de tal manera que, para la primitiva dialctica socrtica, el sentido y la referencia vienen a confundirse en el plano del lenguaje. Por eso (191 E ss.), no podremos llamar bella a una cosa que es nociva y mala ni llamaremos valor a la fuerza del alma que sea fea ni llamaremos valeroso al hombre que es un mero y fro calculador. Al exigir de sus interlocutores que pongan sus palabras al servicio y como vehculo de su pensamiento (194 D) para poder as enfrentarse con la problemtica moral, Scrates encuadra su dialctica como exploracin semntica del sentido de la virtud y este contexto semntico es el cauce de la interpretacin socrtica de la esencia de

    virtuoso. Por eso, el Eutifrn manifiesta claramente que la idea, lo universal, de la virtud no goza de ninguna preeminen- Cla ntica respecto a lo singular sino que es el resultado de una

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  • tcnica operativa de comparacin del sentido atribuido a las diversas virtudes concretas y reales (vid., por ejemplo, 5 D, 6 E, 11 A).

    Los dilogos socrticos de Platn pueden, por ello, ser considerados como una muestra de bsqueda dialctica tras una adecuada definicin de lo. virtuoso, es decir, un anlisis semntico de las expresiones ticas, lo que conduce al enfrentamiento de los diversos criterios ofrecidos por los interlocutores de Scrates, con lo que ste no llega a ofrecer una solucin absoluta y definida al final de los distintos dilogos, pero consigue, por regla general, una cierta clarificacin del sentido otorgado a las proposiciones ticas empleadas por sus interlocutores. En los dilogos citados, Scrates parece contentarse con esta exploracin clarificadora del lenguaje tico, al tiempo que proclama la necesidad de que este tipo de indagaciones se realice de un modo ininterrumpido. En este sentido la dialctica socrtica ha podido incluso llegar a ser considerada como un lejano precursor de las tesis actuales del anlisis del lenguaje ordinario.34 Prescindiendo, sin embargo, de la validez de esta postura, la primitiva interpretacin platnica de Scrates explicara el hecho de que ste hubiese sido juzgado como compatible con las tesis empiristas y nominalistas de cnicos y cirenaicos, los cuales se consideraban a s mismos como discpulos fieles de Scrates y algunos, como Antstenes, haban pertenecido al crculo escogido de las amistades preferidas por Scrates.

    Lo que, en cualquier caso, nos interesa destacar es que cuando Scrates utiliza el trmino esencia, lo hace en el sen- tido que en el lenguaje ordinario tenan el o el '.,

    34 Feigl, H., Logical Empiricism (New York, 1943), p. 376. Del mismo modo, para Schlick, Scrates habra sido el precursor primero del Crculo de Viena: LEcole de Vienne et la philosophie traditionelle (Paris, 1937), p. 105; Die Zukunft der Philosophie (en Muguerza, La concepcin analtica de la filosofa [Madrid, 1974], pp. 285-286). Tambin Galli, G., Socrate (Torino, 1950), pp. 11 ss.

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  • es decir, jrminos sin alcance metafsico que nicamente significaban un conjunto de rasgos que caracterizan el aspecto de algo. En esta orientacin, lo que Scrates inquira era el ver si es posible encontrar un nexo de rasgos comunes a varias cosas, gracias al cual una pluralidad de ejemplos pudieran ser englobados en un concepto nico y unvoco que significara la esencia o la forma de aqullos. La indagacin socrtica, pues, obedeca a un presupuesto operativo que conduca a Scrates a intentar determinar unvocamente la significacin de los trminos morales buscando fijar un conjunto de rasgos o aspectos bien definidos que respondiesen al uso de un vocablo tico. En los dilogos socrticos de Platn, sin embargo, queda bien claramente de manifiesto la carencia de resultados positivos y, por consiguiente, el fracaso a este respecto de la investigacin socrtica en su intento de determinar unvocamente la significacin de los trminos ticos.

    El carcter provisional que adoptan las sucesivas y constantes definiciones que la dialctica socrtica va proponiendo en los dilogos protoplatnicos, creemos que deja de ser una mera determinacin accidental desde el momento en que de la lectura de los citados Dilogos se revela la conviccin socrtica de que intentar una solucin doctrinal definitiva respecto a la problemtica moral acaba siendo para Scrates una ilusin irrealizable, un ideal de la razn en sentido kantiano frente al cual Scrates se ve precisado a reconocer (como, por ejemplo, en el caso de su intento por definir la esencia de la amistad) que no tiene ms remedio que callarse (Lisis, 223 A-B). Por regla general, los dilogos socrticos abundan en estas conclusiones. As, en el Hip. Menor. 376 C, en relacin con el tema de lo falso y del obrar justo, Scrates reconoce que no hace ms que cambiar de opinin y ello resida horrible pues entonces, por mucho que recurramos a vosotros (* e., los sabios), no se nos sacar de nuestras incertidumbres. Del mismo modo, en el Hip. Mayor, slo se puede llegar a la conclusin de que intentar definir lo bello es algo sumamente difcil (304 E), confesando Scrates su impotencia para

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  • resolver una cuestin de este tipo. En el Crmides, igualmente, Scrates observa cun justificado estaba mi temor cuando me acusaba a m mismo de no haber sabido conducir esta investigacin sobre la sabidura a ningn resultado (175 B). Tambin, en el Laques, se llega a la conclusin de no haber podido descubrir la verdadera naturaleza del valor (199 E), cosa que igualmente sucede en el Eutifrn cuando Scrates hace que su sabio interlocutor se vea precisado a reconocer la imposibilidad de conocer firmemente qu sea lo piadoso (15 C - 16 A).

    Todo este proceso de la dialctica socrtica slo una cosa deja bien de manifiesto: el decidido propsito de Scrates de someter a revisin el cdigo de las ideas morales de sus con- ciudadanos, haciendo caer a stos en la cuenta acerca de la inviabilidad de la esfera axiolgica en que se movan. Ciertamente siempre ser imposible asegurar, con todas las garantas de fiabilidad, el que Scrates mismo se resignara a la imposibilidad de hallar una significacin precisa para el lenguaje moral. Nos parece, sin embargo, que corresponde no al Scra- tes-histrico sino al Scrates-platnico (el de los Dilogos de madurez de Platn) la imagen de una dialctica socrtica en- gendradora de soluciones positivas que llevan, en ltima instancia, al establecimiento de un orden ideal absoluto dotado por s mismo de validez universal. As, en Menn 79 E ss., despus de mostrarse el aspecto negativo de la primitiva dialctica socrtica (si yo enredo a los dems, dice Scrates, es porque jo mismo me encuentro en el ms absoluto embrollo), sta viene a quedar sobrepasada mediante el establecimiento de la tesis platnica de la reminiscencia que hace posible el alumbramiento de tesis racionales en cuanto ex- plicitacin de un contenido apriorstico innato existente en los diversos sujetos,35 los cuales, por consiguiente, nada han

    35 Ello es lo que constituye la clebre mayutica socrtica, que aparece por vez primera en Teeteto, 150 B ss. y que, como hemos dicho,

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  • aprendido de m (Scrates) sino que, por el contrario, encuentran y alumbran en s mismos esos numerosos y hermosos pensamientos (Teeteto, 150 D ).36

    L a ig n o r a n c ia s o c r t ic a

    Pese a no existir en ella una configuracin doctrinal positiva, la dialctica socrtica_no propugnaba la simple erradicacin del saber ni pretendi ser, en su origen, una exaltacin de la ignorancia como estado o situacin estable. La mayora de los '. tienden, por el contrario, a hacer hincapi en que la ignorancia socrtica cumpla una funcin positiva: hacer evidentes los lmites con que toda indagacin y toda teora haban de enfrentarse (Hip. Menor 373 B, 369 B-C; Cirmides, 166 C; Prot., 360 E), al tiempo que hace posible la recta investigacin racional. El saber que no se sabe implica por ello una sabidura mayor que el no reconocer nuestra ignorancia pues, en este caso, falta el aguijn que espolea a procurarse un conocimiento verdadero: Yo soy ms sabio que este hombre. Es posible que ninguno de los dos sepamos cosa que valga la pena, pero l cree que sabe algo, pese a no saberlo, mientras que yo, as como no s nada, tampoco creo saberlo (Apol., 21 D).

    Para llegar a hacernos conscientes de este punto de partida, la dialctica socrtica se sirve de continuas llamadas irnicas que recuerdan constantemente al interlocutor de Scrates las deficiencias de fundamentos racionales que sustentaban sus creencias anteriores. La celebrada ironia socrtica (ejemplos acabados de la cual encontramos en el Hip. Mayor y Eutifrn), tendente a reconocer y hacer reconocer a los dems la pro-

    no Puede catalogarse como mtodo perteneciente al Scrates histrico. v id. Maier, 360.

    36 Tambin el testimonio de Euclides, segn Digenes Laercio, abunda en esta opinin como caracterstica de la dialctica socrtica.

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  • pia ignorancia, era en realidad un estmulo y una exhortacin a la reflexin crtica centrada en el estudio de las cosas humanas. El aspecto protrptico-exhortativo de la dialctica socrtica es por ello inseparable de una indagacin elnctico- indagatoria que se consuma en el interrogatorio al que Scrates somete a su interlocutor. Del mismo modo, la ignorancia socrtica representa el estmulo vigoroso que ha de recorrer necesariamente el nervio de la reflexin filosfica en orden a la consecucin de los propsitos socrticos. La reflexin tica que configura el pensamiento de Scrates habra sido, en definitiva, inconcebible en su propia especificidad sin este reconocimiento de las limitaciones que ataen por s mismas a la investigacin filosfica.

    El no-reconocimiento de la propia ignorancia, el creer que se sabe lo que no se sabe es un ignorarse a s mismo (MemIII, 9, 6), una locura (Ibid.) que impide toda reflexin acerca del hombre y su valoracin moral. De este modo, la ignorancia socrtica (Apol., 20 E, 21 B-D, 23 AB, 29 A; Hip. Menor, 372 BC; Crmides, 164 D - 165 B, 167 A, 171 D - 172 A; tambin Gorgias, 506 A; Eutid., 286 E, 295 D, etc.) se convierte en el comienzo de la sabidura en cuanto impele al hombre a ponerse a s mismo como problema, es decir, a buscar su propia perfeccin moral que es, en definitiva, el bien y la verdad (Apol., 29 D). Si el ignorarse a s mismo es, para Scrates, sinnimo de la locura del creer que se sabe lo que no se sabe, el ponerse a s mismo como problema es el programa filosfico por excelencia (Apol, 28 Mem. IV, 2) que impele al hombre a buscar su formacin personal en sentido tico y que otorga autenticidad a su saber. Este es el sentido del imperativo concete a t mismo que tradicionalmente se ha venido repitiendo como aforismo socrtico. No hay que ver en l, por tanto, ninguna connotacin mstico- religiosa ni resonancias subjetivo-cartesianas, sino la recomendacin socrtica, de corte ilustrado, a que el hombre se ocupe de su propio perfeccionamiento moral sobre la base de un anlisis crtico de sus conocimientos (Apol., 29 E).

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  • La ignorancia socrtica es, por ello, la base propedutica para una indagacin, aunque sea siempre problemtica, del sentido y del contenido de las diversas virtudes. Todo este proceso reposa en un modelo operativamente implcito en Scrates, segn el cual es posible la realizacin del ideal moral a travs de un orden humano, racional y estable, que frente a la antigua concepcin trgica hace resaltar el matiz ilustrado que anudar en parte la obra de Scrates y los sofistas37 en su bsqueda tras la fundamentacin racional de los valores morales.

    Debe aclararse, sin embargo, hasta qu punto Scrates puede ser puesto en relacin con los ideales de la sofisticad Ya hicimos notar anteriormente que uno de los puntos de la acusacin contra Scrates era el de considerrsele sofista. Al refutar esta acusacin (Apol., 19 D ss.), Scrates no atacar, sin embargo, la misin formadora de los sofistas sino que la considera decorosa puesto que es consciente de que aborrecer los objetivos y la tarea de la sofstica implicaba, en cierto modo, el rechazo de su propia obra y el dar la razn a sus acusadores, todos ellos enemigos declarados de los sofistas. En la obra platnica, seala Adrados,38 no hay discusiones de puntos centrales con los sofistas hasta llegar al Gorgias... En los dems casos, en la primera poca de Platn, hay ms bien retratada una cierta rivalidad profesional entre los sofistas y Scrates que, sin tenerse por sabio, cree insuficiente la ciencia de aqullos: los fines son los mismos.

    A pesar de esta identidad general de propsitos, Scrates no puede ser formalmente considerado un sofista, en el sentido tcnico del trmino. Los sofistas, en efecto, en cuanto profesionales de la enseanza, ejercan un oficio lucrativo y destinado a un pequeo grupo de personas bien acomodadas y

    37 Adrados, Ilustracin y Poltica en la Grecia clsica (Madrid, 1968), PP- 511-512.

    38 Ibid., 507.

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  • exponan su doctrina buscando ser cualificados como maestros excelentes. Scrates, por el contrario (Apol., 33 AB; Men. I,1, 10; I, 1, 17) no intenta formar escuela, su enseanza_est abierta a todo el mundo (Mera. I, 2, 37) y hace de la forma coloquial y del lenguaje llano que surge al contacto con las necesidades ordinarias del momento inmediato, el instrumento propio de su dialctica, no buscando, por otra parte, ningn beneficio material con sus enseanzas (Apol., 19 D ss.).

    No podemos, sin embargo, reducir el movimiento sofista a estos caracteres que determinan el aspecto formal de su paideia. La sofstica fue, tambin y sobre todo, un intento de confor- mar racionalmente el orden estatal y social, la economa y el derecho mediante la racionalizacin de la cultura, 39 lo cual le haca ser un movimiento innovador de las tradiciones atenienses a base de una orientacin crtica e ilustrada y de la instauracin de una supremaca de los ms sabios en la direccin de los asuntos polticos. Todos ellos son objetivos que muestran una expresa analoga con el ideal de la actividad socrtica, tal como sta aparece en los primeros dilogos platnicos y en Jenofonte, mientras que la imagen de un Scrates enemigo acrrimo de los sofistas parece derivar de los testimonios de los dilogos tardos de Platn y de Aristteles los cuajes, buscando autoridades que fundamenten sus propias construcciones sistemticas, se muestran interesados en contraponer la imagen de un Scrates-metafsico a la de un escepticismo sofista. Pero_si algo, en definitiva, distanci a los sofistas y a Scrates entre s fue precisamente la ausencia de una doctrina propiamente socrtica, frente a los intentos sofistas de organizar sistemas socio-polticos con implicaciones gnoseolgicas.

    39 Maier, 231.

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  • L a m o r a l s o c r t ic a

    La reflexin que toma por objeto la conducta tica, el cuidado del alma (Apol., 29 D, 30 B) es la preocupacin primordial de la enseanza de Scrates y resulta ser para ste una misin a la que se siente obligado y cuyo cometido no puede rehuir. Una misteriosa voz le impele a constituirse en pregonero de una nueva moral, de base crtica frente a la tradicin, y Scrates aparecer siempre siendo consciente de que la validez lgico-racional del contenido de su mensaje puede ser puesta en cuestin (y de ah la continua incertidumbre socrtica al intentar una formulacin doctrinal de las diversas virtudes), desde el momento en que en ltima instancia aquella puede garantizarse tan solo acudiendo a este elemento supra- rracional y demonaco.

    Resultara harto difcil intentar explicar el daimon socrtico, dotado de una caracterstica personal e individualista, en funcin de los caracteres tradicionales de la religiosidad. Si se acenta, por otra parte, el carcter religioso-tradicional de Scrates, se corre el riesgo de no comprender su condena de asebea40 ni la crtica a que Scrates somete el concepto de piedad en el Eutifrn. Tampoco puede tratarse de una milagrosa intervencin divina que propone una serie de revelaciones concretas y definidas a un profeta elegido (tal como Empdocles, contemporneo de Scrates, imaginaba de s mismo). A pesar de que pudiera pensarse que acaso se halla un indicio de una tal interpretacin en las Memorables (I, 1, 4;IV, 3, 12; 8, 1), hay que tener presente que Jenofonte nunca atribuy expresamente al maestro una misin estrictamente divina. Los textos de la Apologa platnica que tocan este tema o bien dejan traslucir una fuerte irona (Apol, 37 E; 33 C) o bien excluyen el que el daimon socrtico pueda

    40 Adrados, 502 ss.

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  • parangonarse a un ser personal mgico o divino que se comunicara de un modo cuasi mtico con Scrates. Ms bien parece que cumple una funcin de presentacin de la ntima conviccin socrtica de la necesidad existente de aportar una nueva escala de valores a sus conciudadanos, al tiempo que Je sirve a Scrates de justificacin personal y suprarracional para la realizacin de su programa moral. Por eso, tal como aparece en la Apologa (40 A-C, 41 D), el aviso demonaco puede traducirse como un innato sentimiento de moralidad en Scra- tes (Zeller) que subraya la insuficiencia de la razn humana a la hora de decidir lo que se debe hacer. Scrates fue consciente de que sus ideas morales significaban una nueva modalidad de conducta, pero no busca un fundamento terico-ra- cional a su doctrina. El obrar moral es para l, en ltima instancia, una cuestin de intuicin, un acogerse cada uno a los mandatos que, en lo ms profundo de su ser, siente el hombre bueno.

    Burnet y Jaeger 41 han insistido en que, para Scrates, la vida moral y la felicidad slo son posibles mediante la nueva valoracin que aqul introduce del alma como expresin suprema de los valores morales. La conjuncin de lo anmico- racional y lo humano en la dialctica socrtica hace oponerse a sta tanto a las tesis mstico-demonacas como a las naturalistas de las filosofas precedentes. En el nuevo concepto socrtico de alma, el origen o el destino ltimo de sta son complementos irrelevantes pues, segn Scrates, la perfeccin moral est ms all de estas cuestiones: el que obra rectamente no considera la muerte como un mal. De ah el que al Scrates histrico no le preocupe el pronunciarse definitivamente acerca de la cuestin de la inmortalidad del alma pues l est ntimamente convencido de que ningn mal puede acontecer al que obra rectamente, tanto en la hiptesis de que exista un ms

    41 Burnet, The Socratic Doctrine of the Soul (Proceedings of the British Academy, 1916), pp. 235-260; Jaeger, 417 is.

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  • all como si se acepta la tesis contraria (Apol., 40 A ss.). En el recto obrar moral, encuentra el hombre su felicidad y, en definitiva, aquello que realmente le interesa y le es de ms utilidad.

    La correspondencia entre utilidad y felicidad est en la base de la moral socrtica, segn las Memorables de Jenofonte (cfr., por ejemplo, II, 1, 17; 'II, 1, 33; III, 2, 1; III, 2, 2-4; III, 8, 3, 5, 7; IV, 2, 34; IV, 5, 8-11; IV, 6, 8-9). Esta moral condicional socrtica tal como aparece en Jenofonte parece quedar sobrepasada, sin embargo, en el Scrates protoplatnico que hace del obrar justamente la expresin cumplida de la accin moral, lo cual implica una acusada gradacin interna de valores absolutos: no es la vida ni la muerte, ni el honor, la fama o el dinero lo que importa sino el obrar moralmente, justamente (Apol., 29 DE, 30 AB, 30 E ss., 28 B; Critn, 48 BC). Hemos de preguntarnos, empero, si'este cdigo socrtico de moral absoluta que aparece en la Apologa platnica fue una doctrina constante del maestro o, meramente, una serie de consideraciones surgidas al hilo de su especialsima condicin de condenado a muerteZ,Si as fuera, la moral socrtica acaso pudiera ser entendida como una moral de situacin cuyo contenido sera compaginable con las tesis establecidas por Jenofonte a este respecto. El obrar justamente socrtico, en efecto, parece ser un concepto vaco y la delimitacin de su contenido carece de todo rigor racional y universal por lo que nada tiene de extrao el que, en los restantes dilogos platnicos, se observe una acusada tendencia socrtica a ensayar concepciones siempre cambiantes acerca del contenido real de esa justicia en el obrar. No falta tampoco, por otra parte, en Platn la imagen de una moral socrtica de corte eudaimonista (Crmides, 175 D ss.) que confirma la interpretacin de Jenofonte y el rumbo que Antstenes y los cirenaicos daran a la dialctica socrtica, creyendo interpretar adecuadamente el Pensamiento del maestro. Todo ello nos lleva a la conclusin de que la lnea eudaimonista y un transfondo utilitarista constituyen el sustrato de la concepcin moral del Scrates histrico

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  • (el cual sigui en este punto la concepcin tradicional del pensamiento griego), sustrato que l no ve inconveniente en hacerlo compatible con su proclamacin del valor absoluto y autnomo del obrar moral.42

    Si la felicidad es para Scrates el objetivo ltimo perseguido en nuestras acciones {Apol., 36 D), la felicidad mayor y el gozo ms profundo se consiguen en y por el ejercicio de la virtud y su conocimiento, pues conocer a sta es estar en posesin de la ciencia del bien y del mal de donde proviene toda felicidad (Crmides, 174 A ss.). Al identificarse la virtud con la felicidad, el ejercicio del bien resulta ser, por ello, la realizacin prctica de los intereses humanos. La vida moralmente buena se convierte, en definitiva, en el compendio general de las aspiraciones del hombre y, consiguientemente, en el objetivo incondicionado que se ha de seguir aunque ello suponga poner en juego incluso la propia vida: no es vivir simplemente lo que ms importa o interesa, sino vivir bien, teniendo presente que el vivir bien, el vivir honestamente y el vivir justamente son una y la misma cosa (Critn, 48 B), ya que cometer la injusticia es hacer el mal y practicar la justicia es conducirse honestamente (Hip. Menor, 376 A-B). Por eso nunca ser lcito hacer el mal ni cometer injusticia (Critn, 49 B ss.) ni siquiera contra aqullos que antes nos lo hubieran hecho a nosotros. La tesis socrtica de que no se debe devolver injusticia por in