MV-U2-Actividad 2 Procesamiento de Un Texto.

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Leslie aketzali Nolasco maya Mv-u2-actividad 2 Taller de lectura y redacción Procesamiento de un texto María Fernanda Velazco Hernández 21-11-14.

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La gallina degolladaPor Horacio QuirogaTodo el día, sentados en el patio, en un banco, estaban los cuatro hijos idiotas del matrimonio Mazzini-Ferraz. Tenían la lengua entre los labios, los ojos estúpidos, y volvían la cabeza con toda la boca abierta.El patio era de tierra, cerrado al Oeste por un cerco de ladrillos. El banco quedaba paralelo a él, a cinco metros, y allí se mantenían inmóviles, fijos los ojos en los ladrillos. Como el sol se ocultaba tras el cerco al declinar, los idiotas tenían fiesta. La luz enceguecedora llamaba su atención al principio; poco a poco sus ojos se animaban; se reían al fin estrepitosamente, congestionados por la misma hilaridad ansiosa, mirando el sol con alegría bestial, como si fuera comida.Otras veces, alineados en el banco, zumbaban horas enteras imitando al tranvía eléctrico. Los ruidos fuertes sacudían asimismo su inercia, y corrían entonces alrededor del patio, mordiéndose la lengua y mugiendo. Pero casi siempre estaban apagados en un sombrío letargo de idiotismo, y pasaban todo el día sentados en su banco, con las piernas colgantes y quietas, empapando de glutinosa saliva el pantalón.El mayor tenía doce años y el menor, ocho. En todo su aspecto sucio y desvalido se notaba la falta absoluta de un poco de cuidado maternal.Esos cuatro idiotas, sin embargo, habían sido un día el encanto de sus padres. A los tres meses de casados, Mazzini y Berta orientaron su estrecho amor de marido y mujer y mujer y marido hacia un porvenir mucho más vital: un hijo. ¿Qué mayor dicha para dos enamorados que esa honrada consagración de su cariño, libertado ya del vil egoísmo de un mutuo amor sin fin ninguno y, lo que es peor para el amor mismo, sin esperanzas posibles de renovación?Así lo sintieron Mazzini y Berta, y cuando el hijo llegó, a los catorce meses de matrimonio, creyeron cumplida su felicidad. La criatura creció bella y radiante hasta que tuvo año y medio. Pero en el vigésimomes sacudiéndolo una noche convulsiones terribles y a la mañana siguiente no conocía más a sus padres.El médico lo examinó con esa atención profesional que está visiblemente buscando la causa del mal en lasenfermedades de los padres.Después de algunos días los miembros paralizados de la criatura recobraron el movimiento; pero la inteligencia, el alma, aun el instinto, se habían ido del todo. Había quedado profundamente idiota, baboso, colgante, muerto para siempre sobre las rodillas de su madre.“'¡Hijo, mi hijo querido!” sollozaba ésta sobre aquella espantosa ruina de su primogénito.El padre, desolado, acompañó al médico afuera.“A usted se le puede decir: creo que es un caso perdido. Podrá mejorar, educarse en todo lo que lepermita su idiotismo, pero no más allá.”“¡Sí!… ¡sí!…” asentía Mazzini. “Pero dígame: ¿Usted cree que es herencia, que…?”“En cuanto a la herencia paterna, ya le dije lo que creí cuando vi a su hijo. Respecto a la madre, hay allí un pulmón que no sopla bien. No veo nada más, pero hay un soplo un poco rudo. Hágala examinar detenidamente.Con el alma destrozada de remordimiento, Mazzini redobló el amor a su hijo, el pequeño idiota que pagaba los excesos del abuelo. Tuvo asimismo que consolar, sostener sin tregua a Berta, herida en lo más profundo por aquel fracaso de su joven maternidad.Como es natural, el matrimonio puso todo su amor en la esperanza de otro hijo. Nació éste, y su salud y limpidez de risa reencendieron el porvenir extinguido. Pero a los dieciocho meses las convulsiones del primogénito se repetían, y al día siguiente el segundo hijo amanecía idiota.Esta vez los padres cayeron en honda desesperación. ¡Luego su sangre, su amor estaban malditos!¡Su amor, sobre todo! Veintiocho años él, veintidós ella, y toda su apasionada ternura no alcanzaba a crear un átomo de vida normal . Ya no pedían más belleza e inteligencia, como en el primogénito; ¡pero un hijo, un hijo como todos!Del nuevo desastre brotaron nuevas

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Leslie aketzali Nolasco maya Mv-u2-actividad 2Taller de lectura y redaccin Procesamiento de un textoMara Fernanda Velazco Hernndez21-11-14.

La gallina degolladaPor Horacio QuirogaTodo el da, sentados en el patio, en un banco, estaban los cuatro hijos idiotas del matrimonio Mazzini-Ferraz. Tenan la lengua entre los labios, los ojos estpidos, y volvan la cabeza con toda la boca abierta.El patio era de tierra, cerrado al Oeste por un cerco de ladrillos. El banco quedaba paralelo a l, a cinco metros, y all se mantenan inmviles, fijos los ojos en los ladrillos. Como el sol se ocultaba tras el cerco al declinar, los idiotas tenan fiesta. La luz enceguecedora llamaba su atencin al principio; poco a poco sus ojos se animaban; se rean al fin estrepitosamente, congestionados por la misma hilaridad ansiosa, mirando el sol con alegra bestial, como si fuera comida.Otras veces, alineados en el banco, zumbaban horas enteras imitando al tranva elctrico. Los ruidos fuertes sacudan asimismo su inercia, y corran entonces alrededor del patio, mordindose la lengua y mugiendo. Pero casi siempre estaban apagados en un sombro letargo de idiotismo, y pasaban todo el da sentados en su banco, con las piernas colgantes y quietas, empapando de glutinosa saliva el pantaln.El mayor tena doce aos y el menor, ocho. En todo su aspecto sucio y desvalido se notaba la falta absoluta de un poco de cuidado maternal.Esos cuatro idiotas, sin embargo, haban sido un da el encanto de sus padres. A los tres meses de casados, Mazzini y Berta orientaron su estrecho amor de marido y mujer y mujer y marido hacia un porvenir mucho ms vital: un hijo. Qu mayor dicha para dos enamorados que esa honrada consagracin de su cario, libertado ya del vil egosmo de un mutuo amor sin fin ninguno y, lo que es peor para el amor mismo, sin esperanzas posibles de renovacin?As lo sintieron Mazzini y Berta, y cuando el hijo lleg, a los catorce meses de matrimonio, creyeron cumplida su felicidad. La criatura creci bella y radiante hasta que tuvo ao y medio. Pero en el vigsimomes sacudindolo una noche convulsiones terribles y a la maana siguiente no conoca ms a sus padres.El mdico lo examin con esa atencin profesional que est visiblemente buscando la causa del mal en lasenfermedades de los padres.Despus de algunos das los miembros paralizados de la criatura recobraron el movimiento; pero la inteligencia, el alma, aun el instinto, se haban ido del todo. Haba quedado profundamente idiota, baboso, colgante, muerto para siempre sobre las rodillas de su madre.'Hijo, mi hijo querido! sollozaba sta sobre aquella espantosa ruina de su primognito.El padre, desolado, acompa al mdico afuera.A usted se le puede decir: creo que es un caso perdido. Podr mejorar, educarse en todo lo que lepermita su idiotismo, pero no ms all.S! s! asenta Mazzini. Pero dgame: Usted cree que es herencia, que?En cuanto a la herencia paterna, ya le dije lo que cre cuando vi a su hijo. Respecto a la madre, hay all un pulmn que no sopla bien. No veo nada ms, pero hay un soplo un poco rudo. Hgala examinar detenidamente.Con el alma destrozada de remordimiento, Mazzini redobl el amor a su hijo, el pequeo idiota que pagaba los excesos del abuelo. Tuvo asimismo que consolar, sostener sin tregua a Berta, herida en lo ms profundo por aquel fracaso de su joven maternidad.Como es natural, el matrimonio puso todo su amor en la esperanza de otro hijo. Naci ste, y su salud y limpidez de risa reencendieron el porvenir extinguido. Pero a los dieciocho meses las convulsiones del primognito se repetan, y al da siguiente el segundo hijo amaneca idiota.Esta vez los padres cayeron en honda desesperacin. Luego su sangre, su amor estaban malditos!Su amor, sobre todo! Veintiocho aos l, veintids ella, y toda su apasionada ternura no alcanzaba a crear un tomo de vida normal . Ya no pedan ms belleza e inteligencia, como en el primognito; pero un hijo, un hijo como todos!Del nuevo desastre brotaron nuevas llamaradas de dolorido amor, un loco anhelo de redimir de una vez para siempre la santidad de su ternura. Sobrevinieron mellizos, y punto por punto repitise el proceso de los dos mayores.Mas por encima de su inmensa amargura quedaba a Mazzini y Berta gran compasin por sus cuatro hijos. Hubo que arrancar del limbo de la ms honda animalidad no ya sus almas, sino el instinto mismo, abolido. No saban deglutir, cambiar de sitio, ni aun sentarse. Aprendieron al fin a caminar, pero chocaban contra todo, por no darse cuenta de los obstculos. Cuando los lavaban mugan hasta inyectarse desangre el rostro. Animbanse slo al comer o cuando vean colores brillantes u oan truenos. Se rean entonces, echando afuera lengua y ros de baba, radiantes de frenes bestial. Tenan, en cambio, cierta facultad imitativa; pero no se pudo obtener nada ms.Con los mellizos pareci haber concluido la aterradora descendencia. Pero pasados tres aos, Mazzini y Berta desearon de nuevo ardientemente otro hijo, confiando en que el largo tiempo transcurrido hubiera aplacado a la fatalidad.No satisfacan sus esperanzas. Y en ese ardiente anhelo que se exasperaba en razn de su infructuosidad, se agriaron. Hasta ese momento cada cual haba tomado sobre s la parte que le corresponda en la miseria de sus hijos; pero la desesperanza de redencin ante las cuatro bestias que haban nacido de ellos ech afuera esa imperiosa necesidad de culpar a los otros, que es patrimonio especfico de los corazones inferiores.Inicironse con el cambio de pronombres: tus hijos. Y como a ms del insulto haba la insidia, la atmsfera se cargaba.Me parece, djole una noche Mazzini, que acababa de entrar y se lavaba las manos, que podrastener ms limpios a los muchachos.Berta continu leyendo como si no hubiera odo.Es la primera vez, repuso al rato, que te veo inquietarte por el estado de tus hijos.Mazzini volvi un poco la cara a ella con una sonrisa forzada.De nuestros hijos, me pareceBueno, de nuestros hijos. Te gusta as? alz ella los ojos.Esta vez Mazzini se expres claramente:Creo que no vas a decir que yo tenga la culpa, no?Ah, no! se sonri Berta, muy plida, pero yo tampoco, supongoNo faltaba ms! murmur. Que no faltaba ms?Que si alguien tiene la culpa no soy yo, entindelo bien! Eso es lo que te quera decir.Su marido la mir un momento, con brutal deseo de insultarla.Dejemos! articul al fin, secndose las manos.Como quieras; pero si quieres decirBerta! Como quieras!Este fue el primer choque, y le sucedieron otros. Pero en las inevitables reconciliaciones sus almas se unan con doble arrebato y ansia por otro hijo.Naci as una nia. Vivieron dos aos con la angustia a flor de alma, esperando siempre otro desastre.Nada acaeci, sin embargo, y los padres pusieron en su hija toda su complacencia, que la pequea llevaba a los ms extremos lmites del mimo y la mala crianza.Si aun en los ltimos tiempos Berta cuidaba siempre de sus hijos, al nacer Bertita olvidse casi del todo de los otros. Su solo recuerdo la horrorizaba como algo atroz que la hubieran obligado a cometer. A Mazzini, bien que en menor grado, pasbale lo mismo. No por eso la paz haba llegado a sus almas. La menor indisposicin de su hija echaba ahoraafuera, con el terror de perderla, los rencores de su descendencia podrida. Haban acumulado hiel sobrado tiempo para que el vaso no quedara distendido, y al menor contacto el veneno se verta afuera. Desde el primer disgusto emponzoado habanse perdido el respeto; y si hay algo a que el hombre se siente arrastrado con cruel fruicin es, cuando ya se comenz, a humillar del todo a una persona. Antes se contenan por la mutua falta de xito; ahora que ste haba llegado, cada cual, atribuyndolo a s mismo, senta mayor la infamia de los cuatro engendros que el otro habale forzado a crear.Con estos sentimientos, no hubo ya para los cuatro hijos mayores afecto posible. La sirvienta losvesta, les daba de comer, los acostaba, con visible brutalidad. No los lavaban casi nunca. Pasaban casi todo el da sentados frente al cerco, abandonados de toda remota caricia.De ese modo Bertita cumpli cuatro aos, y esa noche, resultado de las golosinas que sus padres eran incapaces de negarle, la criatura tuvo algn escalofro y fiebre. Y el temor a verla morir o quedar idiota torn a reabrir la eterna llaga.Haca tres horas que no hablaban, y el motivo fue, como casi siempre, los fuertes pasos de Mazzini.Mi Dios! No puedes caminar ms despacio? Cuntas veces? Bueno, es que me olvido; se acab! No lo hago a propsito.Ella se sonri, desdeosa. No, no te creo tanto!Ni yo jams te hubiera credo tanto a ti, tisiquilla! Qu! qu dijiste?Nada! S, te o algo! Mira: no s lo que dijiste; pero te juro que prefiero cualquier cosa a tener un padrecomo el que has tenido t!Mazzini se puso plido.Al fin! murmur con los dientes apretados. Al fin, vbora, has dicho lo que queras!S, vbora, s! Pero yo he tenido padres sanos, oyes? sanos! Mi padre no ha muerto de delirio!Yo hubiera tenido hijos como los de todo el mundo! Esos son hijos tuyos, los cuatro tuyos!Mazzini explot a su vez. Vbora tsica! Eso es lo que te dije, lo que te quiero decir! Pregntale,pregntale al mdico quin tiene la mayor culpa de la meningitis de tus hijos; mi padre o tu pulmn picado, vbora!Continuaron cada vez con mayor violencia, hasta que un gemido de Bertita sell instantneamente sus bocas. A la una de la maana la ligera indigestin haba desaparecido y, como pasa fatalmente con todos los matrimonios jvenes que se han amado intensamente una vez siquiera, la reconciliacin lleg, tanto ms efusiva cuanto infames fueran los agravios.Amaneci un esplndido da, y mientras Berta se levantaba escupi sangre. Las emociones y mala noche pasada tenan, sin duda, gran culpa. Mazzini la retuvo abrazada largo rato y ella llor desesperadamente, pero sin que ninguno se atreviera a decir una palabra.A las diez decidieron salir, despus de almorzar. Como apenas tenan tiempo, ordenaron a la sirvienta que matara una gallina.El da, radiante, haba arrancado a los idiotas de su banco. De modo que mientras la sirvienta degollaba en la cocina al animal, desangrndolo con parsimonia (Berta haba aprendido de su madre este buen modo de conservar la frescura de la carne), crey sentir algo como respiracin tras ella. Volvise, y vio a los cuatro idiotas, con los hombros pegados uno a otro, mirando estupefactos la operacin. RojorojoSeora! Los nios estn aqu en la cocina.Berta lleg; no quera que jams pisaran all. Y ni aun en estas horas de pleno perdn, olvido y felicidad reconquistada poda evitarse esa horrible visin! Porque, naturalmente, cuanto ms intensos eran los raptos de amor a su marido e hija, ms irritado era su humor con los monstruos.Que salgan, Mara! chelos! chelos, le digo!Las cuatro bestias, sacudidas, brutalmente empujadas, fueron a dar a su banco.Despus de almorzar salieron todos. La sirvienta fue a Buenos Aires y el matrimonio a pasear por las quintas. Al bajar el sol volvieron; pero Berta quiso saludar un momento a sus vecinas de enfrente. Su hija escapse en seguida a casa.Entretanto los idiotas no se haban movido en todo el da de su banco. El sol haba traspuesto ya el cerco, comenzaba a hundirse, y ellos continuaban mirando los ladrillos, ms inertes que nunca.De pronto algo se interpuso entre su mirada y el cerco. Su hermana, cansada de cinco horas paternales, quera observar por su cuenta. Detenida al pie del cerco, miraba pensativa la cresta. Quera trepar, eso no ofreca duda. Al fin decidise por una silla desfondada, pero aun no alcanzaba. Recurri entonces a un cajn de kerosene, y su instinto topogrfico hzole colocar vertical el mueble, con lo cual triunf.Los cuatro idiotas, la mirada indiferente, vieron cmo su hermana lograba pacientemente dominar el equilibrio y cmo en puntas de pie apoyaba la garganta sobre la cresta del cerco, entre sus manos tirantes. Vironla mirar a todos lados y buscar apoyo con el pie para alzarse ms.Pero la mirada de los idiotas se haba animado; una misma luz insistente estaba fija en sus pupilas. No apartaban los ojos de su hermana, mientras creciente sensacin de gula bestial iba cambiando cada lnea de sus rostros. Lentamente avanzaron hacia el cerco. La pequea, que habiendo logrado calzar el pie, iba ya a montar a horcajadas y a caerse del otro lado, seguramente, sintise cogida de una pierna. Debajo de ella, los ocho ojos clavados en los suyos le dieron miedo.Soltme! Dejme! grit sacudiendo la pierna. Pero fue atrada. Mam! Ay, mam! Mam,pap! llor imperiosamente. Trat an de sujetarse del borde, pero sintise arrancada y cay. Mam!Ay, ma! No pudo gritar ms. Uno de ellos le apret el cuello, apartando los bucles como si fueran plumas, y los otros la arrastraron de una sola pierna hasta la cocina, donde esa maana se haba desangrado la gallina, bien sujeta, arrancndole la vida segundo por segundo.Mazzini, en la casa de enfrente, crey or la voz de su hija.Me parece que te llama, le dijo a Berta.Prestaron odo, inquietos, pero no oyeron mas. Con todo, un momento despus se despidieron, y mientras Berta iba a dejar su sombrero, Mazzini avanz en el patio.Bertita!Nadie respondi.Bertita! alz mas la voz, ya alterada.Y el silencio fue tan fnebre para su corazn siempre aterrado, que la espalda se le hel del horrible presentimiento. Mi hija, mi hija! corri ya desesperado hacia el fondo. Pero al pasar frente a la cocina vio en elpiso un mar de sangre. Empuj violentamente la puerta, entornada, y lanz un grito de horror.Berta, que ya se haba lanzado corriendo a su vez al or el angustioso llamado del padre, oy el grito y respondi con otro. Pero al precipitarse en la cocina, Mazzini, lvido como la muerte, se interpuso, contenindola:No entres! No entres!Berta alcanz a ver el piso inundado de sangre. Slo pudo echar sus brazos sobre la cabeza y hundirse a lo largo de l con un ronco suspiro.

Vocabulario.

Efusiva: entusiasta,vehemente,afectuoso,cordial,expresivo,ardiente,apasionado.

Parsimonia: Templanza de las pasiones.

Gula: Comer o beber en exceso de lo que el cuerpo necesita.

Bucles: Rizos estrepitosos que normalmente una mujer se hace en su cabello.

ResumenAs lo sintieron Mazzini y Berta, cuando el hijo lleg, a los catorce meses de matrimonio, creyeron cumplida su felicidad. La criatura creci bella y radiante hasta que tuvo ao y medio. Pero en el vigsimo mes sacudindolo una noche convulsiones terribles y a la maana siguiente no conoca ms a sus padres. Su amor, sobre todo! Veintiocho aos l, veintids ella, y toda su apasionada ternura no alcanzaba a crear un tomo de vida normal Despus de algunos das los miembros paralizados de la criatura recobraron el movimiento; pero la inteligencia, el alma, aun el instinto, se haban ido del todo. Haba quedado profundamente idiota, baboso, colgante, muerto para siempre sobre las rodillas de su madre. 'Hijo, mi hijo querido! sollozaba sta sobre aquella espantosa ruina de su primognito.Sentados en el patio, en un banco, estaban los cuatro hijos idiotas del matrimonio, el mayor tena doce aos y el menor, ocho. En todo su aspecto sucio y desvalido se notaba la falta absoluta de un poco de cuidado maternal.Echando afuera lengua y ros de baba, radiantes de frenes bestial. Tenan, en cambio, cierta facultad imitativa; pero no se pudo obtener nada ms. La luz enceguecedora llamaba su atencin al principio; poco a poco sus ojos se animaban; se rean al fin estrepitosamente, congestionados por la misma hilaridad ansiosa, mirando el sol con alegra bestial, como si fuera comida.Otras veces, alineados en el banco, zumbaban horas enteras imitando al tranva elctrico. Los ruidos fuertes sacudan asimismo su inercia, y corran entonces alrededor del patio, mordindose la lengua y mugiendo.Naci as una nia. Vivieron dos aos con la angustia a flor de alma, esperando siempre otro desastre. Nada acaeci, sin embargo, y los padres pusieron en su hija toda su complacencia, que la pequea llevaba a los ms extremos lmites del mimo y la mala crianza.

Al nacer Bertita olvidse casi del todo de los otros. Su solo recuerdo la horrorizaba como algo atroz que la hubieran obligado a cometer.A las diez decidieron salir, despus de almorzar. Como apenas tenan tiempo, ordenaron a la sirvienta que matara una gallina. . El sol haba traspuesto ya el cerco, comenzaba a hundirse, y ellos continuaban mirando los ladrillos, ms inertes que nunca. De pronto algo se interpuso entre su mirada y el cerco. Su hermana, cansada de cinco horas paternales, quera observar por su cuenta. Detenida al pie del cerco, miraba pensativa la cresta.No apartaban los ojos de su hermana, mientras creciente sensacin de gula bestial iba cambiando cada lnea de sus rostros, lentamente avanzaron hacia el cerco Debajo de ella, los ocho ojos clavados en los suyos le dieron miedo.Soltadme! Djame! grit sacudiendo la pierna. Pero fue atrada. Mam! Ay, mam! Mam, pap! llor imperiosamente. Trat an de sujetarse del borde, pero sintise arrancada y cay. Mam! Ay, ma!No pudo gritar ms. Uno de ellos le apret el cuello, apartando los bucles como si fueran plumas, y los otros la arrastraron de una sola pierna hasta la cocina, donde esa maana se haba desangrado la gallina, bien sujeta, arrancndole la vida segundo por segundo. Berta alcanz a ver el piso inundado de sangre. Slo pudo echar sus brazos sobre la cabeza y hundirse a lo largo de l con un ronco suspiro.

ParfrasisEl matrimonio joven e inexperto, llenos de amor y ternura el uno con el otro en su inmenso amor deciden tener un hijo, siendo lo ms importante entre ellos dos.Al cabo de unos meses el nio varn del feliz matrimonio es el punto principal de sus vidas, pero al cumplir ao y medio las convulsiones llegan a la vida del nio, dejndolo completamente tonto la inteligencia, el alma, aun el instinto, se haban ido del todo. Haba quedado profundamente idiota, baboso, colgante, muerto para siempre sobre las rodillas de su madre. As como a su primognito le paso con otros tres nios ms. Un da el creciente anhelo de tener un hijo normal se encendi de nuevo en el alma de aquel matrimonio, y tuvieron una nia, la cual por miedo a perderla consintieron y mal criaron demasiado...

SntesisEra un matrimonio que estaba enamorado en su amor decidieron tener un hijo el cual fue una inmensa alegra para sus vidas pero una noche el nio comenz a tener convulsiones y al da siguiente el nio no recordaba a sus padres y haba perdido la mayora de sus sentidos, a decir verdad hasta paralizado de la cintura hacia abajo era como el nio se encontraba, por consiguiente los padres se llenaron de profunda tristeza pero siguieron intentando obtener un hijo normal.Despus de tres intentos ms fallidos, naci una nia con un buen estado facultad, una noche la nia se enferm, los padres temiendo que a la nia le pasara lo mismo de sus otros hijos comenzaron a discutir, cuando de repente la nia se quej y eso atrajo la atencin de los dos.De tanto consentir a la nia, se convirti en un pequeo moustrito y los padres cada vez se fueron alejando ms y mas de los cuatro nios enfermos mentalmente, quien se haca cargo de ellos era la sirvienta.Un da despus de que la nia mejor la seora de la casa orden a la sirvienta que matase una gallina, luego de desayunar la sirvienta fue a Buenos Aires y los padres decidieron ir de paseo junto con la nia, mientras que los cuatros nios se quedaban sentados afuera de la casa en unos bancos mirando la barda de ladrillos rojos como solan hacerlo todos los das.Al regreso de los padres Bertha (la seora de la casa) decidi ir a visitar a sus vecinas, y la nia corri hacia su casa y se detuvo a mirar lo que sus hermanos observaban de repente decidi trepar la barda, sus hermanos quienes la observan despertaban su instinto de bestia se acercaban a ella, cuando estuvieron a una distancia no muy lejana, la nia sinti la mirada de ocho ojos fijos sobre ella y sinti miedo; entonces ella comenz a gritar, clamando a su mam mientras sus hermanos le jalaban la pierna, sus esfuerzos fueron en vano y fue entonces cuando la tiraron, uno de ellos la comenz a ahorcar quitndole la vida a cada segundo y los otros la arrastraban de una pierna hasta la cocina, justo en el lugar donde haban matado a la gallina esa maana.El padre crey escuchar algo y de inmediato corri hacia la casa junto con la madre, adelantndose entro en la cocina e impidiendo que la madre viera la terrible escena, Bertha solo alcanz a ver un gran charco de sangre, saliendo de ella un gran suspiro.