Masificación y calidad en la formación universitaria[1]
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MASIFICACIÓN Vs. CALIDAD EN LA FORMACIÓN UNVERSTARIA
Eleazar Narváez
� Algunas precisiones necesarias:
1. La masificación no es, per se, una enfermedad. Hay que tener el
cuidado de no considerarla, en todos los casos, como el detonante del
fracaso escolar; aun cuando éste, en el contexto de una masificación de
la enseñanza, sea visto como un fracaso social. Aclaremos este asunto,
pues no necesariamente tenemos que oponer la masificación a la
calidad. La primera puede darse con la segunda; y también, en algunas
situaciones, en ausencia de esta última.
2. Un elemento clave en el debate es la consideración de lo que
representa, o debe representar, la educación de masas en una
perspectiva verdaderamente democrática: Reflexionemos sobre el
sentido de la educación de masas en y para la democracia, en especial
tomando en cuenta los particulares desafíos del mundo de hoy, cuando
se habla de la sociedad del conocimiento.
Pienso que en esa búsqueda de sentido a la educación de masas en
una sociedad democrática, un elemento clave a considerar es el
fundamento último del derecho a la educación para todos que se suele
invocar. ¿Cuál es ese fundamento último? Es la referencia a la dignidad
humana y las condiciones que hacen posible su realización; vale decir, la
educación para todos tiene sentido en función del derecho y la
aspiración de toda persona a su propia dignidad, a no ser reducida
irremediablemente a uno u otro colectivo, a ser valorada o tratada más
bien de acuerdo con lo que es, a partir de sus méritos y deméritos, y no
en razón de su pertenencia a un partido o grupo político, o de una
determinación que no pueda cambiar, como el origen social, la raza o el
sexo, por ejemplo.
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Permítanme utilizar tres citas, a fin de agregar otros argumentos para
alimentar la invitación a la reflexión que hago en este foro:
Dos del maestro Luis Beltrán Prieto Figueroa (2005), en un trabajo en el
cual hablaba de la educación de élites y de la educación de masas:
La primera: “...La educación de masas, sin hacer distinción de acuerdo
con la posición social del individuo, de la fortuna o de la raza tiende a
capacitar al pueblo todo para intervenir en la dirección de sus destinos y
para servir mejor, por la adquisición de habilidades y conocimientos, que
le coloca en plan de igualdad con los otros miembros de la comunidad.
La educación democrática o educación de masas aspira a dar igualdad
de oportunidades para todos; por ello, es gratuita y obligatoria, y debe
crear instituciones que favorezcan a los menos posibilitados
económicamente para ascender en la escala de la cultura” (Pág. 54)
La segunda: “Ahora bien, hablar de educación de masas no equivale a
decir que cualquier persona por sola voluntad unilateral, estaría
facultada para estudiar lo que deseare si no posee verdaderas aptitudes,
pues no podría pensarse rectamente que quien tiene aptitudes
manuales, estaría capacitado para dedicarse al estudio de las ciencias
abstractas, o viceversa, porque así se desaprovecharán, con desmedro
de la colectividad, capacidades, que bien dirigidas, darían excelente
rendimiento...El derecho a la cultura no significa adiestramientos
idénticos para todos los ciudadanos, sino la aplicación de la capacidad
descubierta a un fin útil al propio individuo y a la sociedad y la garantía
de un nivel mínimo de cultura por debajo del cual carece de sentido la
vida democrática..” (Pág. 55)
La otra referencia, de un educador argentino, Juan Carlos Tedesco
(2005), que dice así: “Sí se trata, en cambio, de reconocer que el
conocimiento existe y que su distribución democrática es la tarea
específica del sistema educativo. Precisamente una de las formas más
sutiles de neutralizar el impacto democratizador de la ampliación del
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acceso consiste en ‘vaciar de contenido’ a aquellos segmentos del
sistema educativo donde la democratización es más fuerte” (Pág. 25)
3. Recordemos lo que sucedió en Venezuela en la primera etapa de
consolidación del régimen democrático, entre 1960/1970, cuando, bajo
la intervención hegemónica del Estado, se implantaron políticas
orientadas a la universalización de la educación primaria, la expansión
matricular y la diversificación del sistema escolar; el cual, según la
apreciación de la COPRE creada en 1985, “cubrió el rol estratégico en el
marco de los pactos institucionales de finales de los cincuenta: construir
una estructura social propia de un país moderno, formar los recursos
humanos para esa dinámica y conformar una cultura integrada como
condición de sostén de las nuevas instituciones” Todos sabemos lo que
pasó después. Como lo dice Esther Gamus (1999), “...este proyecto
encuentra límites a fines de los años setenta, no sólo por la
neutralización de muchos de los logros educativos alcanzados, sino
también por la emergencia de la crisis económica que desde ese
momento se instala en el país, que tiende a agravar la crisis educativa”
(Pág. 38). ¿Qué lecciones en términos de cantidad y calidad de la
educación superior podemos obtener de esa experiencia?
� El déficit de masificación en la educación superior y las respuestas
en la Venezuela de hoy.
Otra vez se plantea la necesidad de debatir seriamente sobre la
respuesta a esta interrogante en el ámbito de la educación superior. El
asunto vuelve a ponerse en el tapete con las fuertes presiones del
Gobierno para que las universidades nacionales incorporen a sus aulas
a un mayor número de estudiantes. Por cuanto esas intimidaciones
gubernamentales están cargadas de clisés, omisiones y peligrosas
distorsiones que no favorecen la discusión fecunda, es preciso que en
nuestras instituciones educativas le brindemos más atención al debate
de esa importante cuestión, a fin de advertir sobre algunos problemas y
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contribuir a la búsqueda de la articulación de esfuerzos en el marco de
un verdadero sistema nacional de ingreso a la educación superior.
Si bien es cierto que en nuestro país debemos incrementar
sustancialmente el acceso a la educación superior – pues, de cada 100
estudiantes con edades comprendidas entre 18 y 23 años, menos de 40
cursan estudios en ese nivel -, es necesario tomar conciencia de que tal
cometido implica en lo fundamental una política de Estado dirigida a
disminuir significativamente o a eliminar la exclusión escolar en sus dos
vertientes: la de quienes por distintas razones no han podido culminar
sus estudios de educación media diversificada y profesional, y la de
aquellos que, una vez egresados de este nivel, tampoco han podido
ingresar en la educación superior. Lamentablemente, la preocupación
gubernamental ha centrado su atención sólo en el segundo grupo de
excluidos.
Precisamente, en la respuesta a esa preocupación, el presente Gobierno
comete varios errores: 1) Asume que las universidades deben absorber
toda o gran parte de la demanda, sin tomar en cuenta que en el mundo
heterogéneo de la educación superior hay otras instituciones que
también son fundamentales para el desarrollo del país (No extraña, en
tal sentido, que los institutos y colegios universitarios, por ejemplo,
hayan disminuido su matrícula en los últimos años). En esto ignora, por
cierto, la gran descapitalización del personal académico que hoy sufren
nuestras universidades - en la UCV, por ejemplo, aproximadamente el
47 % de sus docentes e investigadores forma parte del personal jubilado
y pensionado -, y pierde de vista, además, las distorsiones que
padecerían las mismas en el cumplimiento de sus funciones básicas,
con el riesgo de sobredimensionar la docencia y deteriorar la
investigación y la extensión. 2) Al no reparar en esto último y al
desconocer las limitaciones en el derecho a la educación contempladas
en el artículo 103 de la Constitución, infravalora la calidad y tergiversa el
sentido del principio de equidad en la educación. 3) Debilita la
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institucionalidad de la educación superior con improvisadas misiones de
dudosa calidad académica.
Si en verdad el Gobierno está interesado en aumentar la masificación
estudiantil en la educación superior, entonces tiene la obligación de
propiciar el fortalecimiento y la articulación entre sí de todas las
instituciones de este nivel educativo, y asimismo, está llamado a
promover el establecimiento de las bases de un sistema nacional de
ingreso que esté basado en la concertación y en sintonía con los planes
de desarrollo de la nación. Para esto no es necesario ni conveniente
golpear y acosar a las universidades autónomas.
Referencias
Gamus, E. (1999). La trayectoria de la descentralización educativa. Nuevos desafíos, en Revista del CENDES de la Universidad Central de Venezuela. Caracas: Cendes/UCV. Prieto Figueroa, L. (2005). El Estado y la Educación en América Latina. Caracas: IESALC/UNESCO, Fondo Editorial IPASME y Fundación Luis Beltrán Prieto Figueroa. Tedesco, Juan C. (2005). Opiniones sobre Política Educativa. Buenos Aires: Granica.
Eleazar Narváez. Ponencia en foro realizado en el auditorio de la Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad Central de Venezuela, el 21 de marzo de 2006.