Luzytinta 28 multimedia

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Luz y Tinta - 1 Núm. 28 Diciembre 2013 Selva de Irati Efecto Orton Cuba y sus “carros” Covadonga Fotógrafo del mes: Pablo Alonso

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Luz y Tinta es la revista de la red social de fotografía Moldeando la luz. Una red social y una revista por y para los amantes de la fotografía

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Núm. 28Diciembre 2013

Selva de Irati

Efecto OrtonCuba y sus “carros”

CovadongaFotógrafo del mes: Pablo Alonso

2 - Luz y Tinta

PROMOTORJosé Luis Cuendia, “Guendy”

DIRECTORFrancisco Trinidad

COLABORADORES

Eugenio R. Meco, Pepe Haro Castaño, Ma Bernarda Ballesteros, Carlos Flaqué

Monllonch, Glyn Griffits, Ricardo Gonzá-lez “Completu”, Salvatore Grillo, Javier Madroñero, Narciso del Río, Juanjo Ga-llardo, Monchu Calvo, Antonio Ramón Ferrera, Cristina Capracci, Gustavo Ve-

lázquez, Cora Coronel, Justín del Barrio, Arturo de las Liras, Juan José Alonso,

Ilona Gogh, Jan Puerta, Albino Suárez, Gloria Soriano, Ildefonso Robledo,

José Manuel Gonzalo

DIRECTOR DE FOTOGRAFÍAJosé Luis Cuendia

DIRECTORA DE COMUNICACIÓNLola González

DISEÑO y MAQUETACIÓNFrancisco Trinidad

www.moldeandolaluz.com

Reservados todos los derechos de repro-ducción total o parcial tanto del texto como de las imágenes. Las imágenes

están protegidas por las leyes de copyri-ght internacionales.

Para cualquier consulta o sugerencia contacte con nuestro correo

electrónico

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Moldeando la Luz es miembro de la Royal Photographic Society

presentación

No cabe la menor duda de que estamos viviendo un momento de esplen-dor de la fotografía en el que tanto los aficionados, aficionados avanzados o profesionales de la imagen consideran su trabajo como un compromiso vital y que, con sus obras y a través de los nuevos medios, muestran todo lo bello y grotesco del mundo que nos toca vivir, nuestros actos sociales, la niñez, la adolescencia, la vida, la muerte, el glamour, la miseria, el ocio, la opresión, las desigualdades, nuestros retratos, los paisajes, las nuevas tendencias... La fotografía es el mejor termómetro para mostrar cómo está la salud de nuestro mundo, todos los días nos refleja por estos notorios procedimientos y con gran frescura, la vida desde nuevos puntos de vista, tantos como moldeadores. Es evidente que vuestros trabajos están contribuyendo a cambiar por completo la forma de mirar de más de una generación, y no es chovinismo de un respon-sable de nuestra red social de fotografía, lo digo con total convencimiento: Es-táis escribiendo una página de oro en la historia de la fotografía, que empezó sus primeros capítulos con moldeadores españoles y hoy su fotografía y sus autores son universales.

Estamos a punto de cerrar un nuevo año, este será el último número de un 2013. Un año lleno de luces y colores donde la fotografía ha escrito pági-nas memorables, pero también un año lleno de oscuridades donde nuestros sensores nada pueden hacer por mucho que intentemos subir nuestros ISOs, pues se trata de sucesos que se han ido produciendo siempre ajenos a nuestra voluntades. Vivimos tan deprisa que no tenemos tiempo para digerir los acon-tecimientos que nos rodean, de esta manera se crea el caldo de cultivo que ge-nera el mejor refugio para las impunidades, los escándalos y las corrupciones, con nuevas que oscurecen las anteriores.

Asistimos atónitos a cómo se rompen las redes de la estructura solida-ria que hemos ido construyendo todos y que se conocía como el Estado del Bienestar, que tanto trabajo, luchas y sacrificios costó, y de la misma manera observamos cómo poco a poco se está sustituyendo por actos puntuales de caridad y beneficencia.

Los partidos políticos, los cada vez más subordinados a las estructuras del capital mundial, llámense FMI o BCE, las Agencias de Calificación y quienes se encuentran detrás de ellas, no solucionan nuestros problemas. Durante años se han dedicado a enriquecerse a través de la corrupción, y esto tiene difícil solución porque no asumen de manera directa que la tienen. Personalmente pienso que la única manera de acabar con los partidos que tienen corrupcio-nes pasa por que los votantes les demos la espalda, pero por la experiencia creo que aún estamos lejos de hacerlo. Así que el 2014 me temo que será más de lo mismo, y que conste que soy una persona optimista por naturaleza.

No vamos a terminar el año con toda esa cantidad de tópicos, esas frases hechas, de deseos de Paz, Felicidad, Esperanza, Amor y no se cuántas cosas más. Eso ya forma parte de nuestros genes y quienes tenemos estos deseos no los limitamos a unas fechas concretas, los deseamos siempre y por encima de todos ellos el de Justicia y Solidaridad.

Sinceramente os deseamos lo mejor para todos, mucha Salud y un sistema que nos lo garantice, cosa que cada vez se pone más complicado en el caso de España, donde disfrutamos de uno de los sistemas de salud pública mejores del mundo que hoy también corre peligro.

Felices Fiestas de Navidad para los que creen en ella, y Felices Fiestas de Invierno para los menos creyentes, a unos y a otros, les deseamos que las pa-sen como mejor puedan y con las personas que quieren de verdad. Porque sinceramente viendo la vida que llevan muchos de nuestros conciudadanos, hablar del espíritu de la Navidad, personalmente a mi no me sale del alma.

José Luis Cuendia, “Guendy”

Deseos para un año nuevo

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Fotografía de portada: “Guendy”

Hay fotos que reflejan un estado de ánimo y estados de áni-mo en los que se condensa toda una visión de la vida. Por eso, la fotografía, que tantas veces nace al azar, acaba dando ese salto mortal entre realidad y significado, entre visión personal y com-promiso con el entorno, y nos traslada a estados de ánimo que traslucen el pensamiento que informa conductas y destinos. Por eso la dirección de Luz y Tinta ha elegido esta foto de “Guendy” como portada. Porque tiene mucho de casual: no es la foto ‘bus-cada’ de un monumento, por ejemplo, o de un paisaje concreto, sino la fotografía que se hace al paso, al borde del camino, bus-cando otros horizontes. Y porque revela quizás el estado de áni-mo de su autor en el momento de hacerla —un bello paisaje, una larga caminata, unos días de descanso...— y sobre todo su volun-tad artística, que tantas veces hemos visto en sus fotografías. No de otra forma puede entenderse la visión y captura de ese bello reflejo en el agua y de esas flores, arrastradas por la corriente, en primer plano. Apurando la metáfora, puede entenderse que su autor nos propone una reflexión sobre el ‘río de la vida’ o, más bien, sobre el reflejo de nuestros actos en su curso.

Núm. 28 - Diciembre 2013 Fotógrado del mes: Pablo AlonsoFrancisco Trinidad ................................................................6

Corrección de pielAntonio Ramón Ferrera ..........................................................7

Selva de IratiJosé Luis Cuendia, “Guendy”..................................................8

Efecto OrtonEugenio R. Meco ............................................................... 20

Una matanza en el fragor de Los BeyosMonchu Calvo ..................................................................24

Cinco imágenes para definir una mañana muy productivaJan Puerta ........................................................................25

Estas botas son una ruinaRicardo González,“Completu” ............................................29

Caso abiertoGloria Soriano ................................................................. 32

Christophe JacrotCarlos Flaqué Monllonch ...................................................41

Cuba y sus “carros”Javier Madroñero .............................................................42

Mi amigo Car-litrosMiguel Campetella ...........................................................48

CovadongaFrancisco Trinidad ............................................................ 50

La guarida de los honderosJosé María Ruilópez ......................................................... 53

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Fotógrafo del mes de Diciembre

Pablo Alonso es uno de los fotó-grafos más jóvenes de Moldeando la luz y sin duda el más joven de los has-ta ahora destacados. La juventud, que a menudo viene asociada con la lógica inexperiencia, se distingue también por cierta desenvoltura no exenta de agresividad, esas ganas de comerse el mundo con que nor-malmente se la identifica. Nada de esto falta en las fotografías de Pablo Alonso: agresividad, que resuelve generalmente a través de encuadres muy personales; desenvoltura, que le lleva a ensayar todas las posibili-

dades fotográficas, como veremos; y sobre todo, ganas de comerse el mundo: en el poco tiempo que lleva en Moldeando han sido ya muchas las fotos que se le han destacado sema-na tras semana, como índice de su interés y de su empuje, hasta llegar a este mes de diciembre de 2013 en que se le distingue como fotógrafo del mes.

La temática fotográfica de Pablo Alonso —una temática, por otra par-te, muy amplia que denota su afán por tentar todas las posibilidades y encontrar una voz propia— abarca

desde las fotos callejeras y los retra-tos robados al paso hasta las puestas de sol y las fotografías de viaje, pa-sando por tomas en que hace prota-gonista a la naturaleza o se detiene en la denuncia social en la que la vida cotidiana de las ciudad, con su vaivén de luces y de sombras, respira por to-das las costuras: Bilbao, su ciudad de referencia, asoma entonces su rostro de ceniza, como dijo el poeta: la ría, el casco viejo, el Guggenheim... A veces se arriesga incluso con ciertos bodegones centrados en la gastro-nomía que hicieron posible que un simple kiwi aportara color y protago-nismo a una propuesta en principio arriesgada pero resuelta con valentía y delicadeza.

En su acercamiento a la natura-leza destacan las playas al atardecer en las que persigue el ‘efecto seda’ de las olas y consigue esa magia espe-cial que deviene del contraste visual entre lo que sabemos en movimiento y la realidad, como cuando se produ-ce un silencio repentino tras un grite-río o como cuando, tras la tormenta, vemos asomar el arcoiris entre los fa-

rallones de la montaña cercana.Ahora bien, lo que sobresale de

las fotografías de Pablo Alonso son los retratos. Todos ellos muy pensa-dos, muy elaborados, abandonando los robados callejeros con los que iniciara, según confiesa, su andadura fotográfica. Son retratos, tanto en interiores como en exteriores, en los que se aprecia el estudio del fondo y el gesto del modelo o la modelo, que resuelve muchas veces con un agre-sivo escorzo, incluso un grito, con los que libera la carga emocional con la que se enfrenta a la escena creada.

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A veces arriesga con el autorretrato o el desnudo, generalmente parcial, y últimamente nos está en-tregando una serie muy significativa de retratos en clave alta que consigue, según explicó en el pie de una de estas tomas, subiendo la ISO y matizando en el procesado informático las sombras y la ilumi-nación de modo que, destacando sobre el fondo blanco, pueden apreciarse perfiles y matices con los que transmite sensaciones que de otro modo quedarían oscurecidas. Sensaciones que se realzan con sus encuadres, siempre muy personales, siem-pre buscando el contraste del semblante y el gesto de las modelos con su propia indumentaria, con el escenario elegido, cuando no el blanco de fondo de la clave alta, y con esa búsqueda insaciable de todos sus retratos de algo más que una pose, como que-riendo sustituir el silencio que impone la imagen con la urdimbre de significados que se despiertan tras su propia composición de la escena.

Estamos, pues, ante un fotógrafo —y espero no equivocarme— que, a pesar de su juventud, o preci-samente por ella, es consciente de sus límites y pro-cura arrancarle todas las posibilidades a su visión del mundo, que no es el espacio cerrado de una ciu-dad concreta, sino el muy abierto de la indagación constante, siempre a caballo de la técnica fotográ-fica como vehículo esencial y de las posibilidades de una constante búsqueda de sentido a través del gesto y de la composición, matizados ambos por el color y el riesgo de los ya señalados encuadres muy personales.

Francisco Trinidad

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Vamos a adentrarnos en el mun-do del retoque digital con una técni-ca para corregir la piel de una manera sencilla y eficaz.

1. CONTROL + O para escoger la fotografía que se vaya a emplear para este tutorial.

2. CONTROL + J, para duplicarla . No me cansaré de decir que hay que trabajar sobre copias y nunca sobre la original.

3. Ahora se trata de eliminar to-das aquellas arrugas o manchas de piel y para ello haremos uso de la herramienta TAMPÓN CLONAR, pul-sando la letra S para activarla. Bajar la Opacidad. Yo suelo jugar con la Opacidad dependiendo de la zona a clonar entre 10% y 80%.

4. Tomar muestras en las zo-nas cercanas a las partes a corregir haciendo clic, con la herramienta Tampón Clonar al tiempo que man-tenemos pulsada la tecla ALT. Como he dicho antes, hay que jugar con la Opacidad de tal manera que si se trata de lunares dejarlo tal cual o clo-nar de manera sutil a una opacidad del 10%. Así los mantendremos y

no restamos personalidad al rostro, igualmente las arrugas recomiendo trabajarlas a una baja opacidad.

5. Pulsar CONTROL + J, para du-plicar la Capa donde hemos corregi-do anteriormente y aplicar un Desen-foque Gaussiano: FILTRO > DESEN-FOCAR > DESENFOQUE GAUSSIA-NO: poner un valor entre 6/8 px. Con esto conseguimos hacer desaparecer la textura de la piel.

6. Ahora hacer clic en el icono Añadir Máscara de Capa ubicado en la parte inferior de la Paleta de Capas -el icono es un cuadrado con un círcu-lo blanco en su interior-. Pulsar la le-tra X para seleccionar el color Negro como color frontal -pulsando la letra X intercambiamos los colores Fron-tal/Fondo- y acto seguido pulsar ALT + Suprimir. El efecto del Desenfoque Gaussiano ha desparecido. Pulsar de nuevo la letra X para poner como co-lor frontal el color Blanco y activar la herramienta Pincel pulsando la letra B.

7. A continuación comenzar a pin-tar en la piel y veréis como se va des-

cubriendo el Desenfoque Gaussiano aplicado en el paso 5.

CONSEJO: Hay que evitad el pin-tar en los labios, ojos, pelo, etc. sólo pintar en la piel.

8. Bajar la Opacidad de esta Capa al 60% para suavizar un poco el Des-enfoque Gaussiano, con lo que se no-tará que el rostro tiene una textura homogénea en la piel.

9. Para ir finalizando, se pulsa en el icono con forma circular mitad co-lor negro mitad color blanco “Añadir Capa de Ajuste” y de las opciones que se despliegan escoger NIVELES. Des-plazar el triangulito de la derecha (ni-veles claros) un poco hacia la izquier-da así como también el triangulito central (niveles medios) un poco ha-cia la izquierda. Con esto la imagen gana en Luminosidad.

Y con ésta técnica, de las muchas que hay, se consigue corregir la piel de manera sencilla y natural, sin olvi-dar que se trata de dar toques sutiles sin abusar en ningún momento.

Antonio Ramón Ferrera

Resultado

Original

Corrección de piel

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...la diversidad del paisaje,

los bosque son todos iguales

pero a la vez totalmente dife-

rentes, aquí se mezclan los pi-

nos con las hayas y los robles,

por ejemplo; luego está el co-

nocer su gente, sus costum-

bres, su gastronomía, al igual

que los bosque somos todos

tan iguales pero a la vez tan

diferentes...

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Al hablar de Navarra, a los forá-neos se nos vienen enseguida a la memoria Pamplona y sus Sanfer-mines, quizás por aquello de que en el mundo contemporáneo quedó inmortalizada por el “amigo ame-ricano” Ernest Hemingway, donde aún sigue vivo. Su busto de bronce y piedra preside la Plaza de Toros de la ciudad que ocho años después de su suicidio rindió así homenaje al escri-tor norteamericano que un día llegó para vivir los Sanfermines, y le sedujo de tal forma la fiesta que desde 1923 hasta poco antes de su muerte acudía con frecuencia. Era un admirador de los mozos que corren delante de los

toros, dicen que en alguna ocasión él lo hizo también, y parte de su novela Fiesta se la dedica a este evento fes-tivo, donde quedó prendado con esa mezcla de “alegría y tragedia”. Pero no es de Pamplona de ni de los San-fermines de los que hoy quiero escri-bir, además el día que lo haga tendré que tirar de los conocimientos de mi gran amigo y moldeador de la luz ,Mikel Lasa, al que tuve el gusto de conocer en la Comunidad de el diario “EL País”. Marta y yo pasamos unos Sanfermines en su casa, con su mujer Ana, y su hija Maider que por aque-llas fechas estudiaba en Barcelona y estaba haciendo tercero de Historia.

¿Qué será de mis buenos amigos na-varros? Lo dicho, no es de Pamplona de lo que quiero escribir sino de Na-varra y de su diversidad.Mejor dicho, de una parte de Navarra, en concre-to del bosque de bosques que así es como les gusta a los navarros llamar a la Selva de Irati y de cómo veo yo esta comunidad española.

Navarra tiene forma de pañuelo, la Comunidad Foral ocupa 10.421 ki-lómetros cuadrados de superficie, el 2,1 por ciento del territorio nacional, está situada en la parte septentrional de España, por el norte los Pirineos la separan de Francia, y al sur limita con las provincias de La Rioja y Zaragoza,

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esta última la abraza también por el este con Huesca. Alava y Guipúzcoa lindan con ella por el oeste.

El viaje por carretera desde el norte de España se hace muy bien y rápido, se viene en Autopista desde Asturias cruzando el País Vasco; en-tre Oviedo y Pamplona hay unos 430 kilómetros. Luego a la Selva de Irati desde Pamplona quedan aproxima-damente unos 70 kilómetros según la ruta que se elija. En nuestro caso hicimos noche en Pamplona ya que salimos entrada la tarde de Asturias, y al día siguiente cogimos la nueva autovía del pirineo (A21) y en poco más de veinte minutos nos salimos en Lumbier, pues era una de las visi-tas que teníamos programadas.

Se trataba de hacer un recorrido por un sendero que asciende al cor-dal montañoso que separa las cuen-cas de Lumbier y Liédena casi siem-pre a orillas del río Irati, junto al que se ensalza la famosa “Foz de Lum-bier” tallada por el rio en roca caliza.

Al comienzo de la ruta existe un área de interpretación de la zona donde se puede dejar el coche, allí mismo comienza el senderismo has-ta alcanzar el trazado del antiguo tren de Irati, siempre a orillas del río. Creo que fueron dos los grandes túneles que atraviesan las enormes montañas de roca, y que tuvimos que pasar, forma parte de la ruta, para ello es necesario llevar una lin-terna ya que se tarda en ver la luz al final. Nosotros caminamos hasta el Puente del Diablo, que se encuentra derruído, y durante el recorrido pu-dimos disfrutar de sus rojos y roco-sos acantilados entre su vegetación verde, y tuvimos la suerte de con-templar una gran colonia de buitres leonados. Esta ruta de senderismo es muy recomendable cuando se va a la Selva de Irati con tiempo.

Desde Lumbier seguimos por la Na 178 hasta Ezcaroz, nuestro lugar de alojamiento y de punto de partida para conocer la zona en los siguien-tes días.

A menos de dos kilómetros se encuentra otro hermoso pueblo de montaña, Ochagavía. Una vez en

Ochagavía visita obligada, se toma la A2012 para ascender al puerto de Tapla y ya por fin nos adentramos en la Selva de Irati.

Toda Navarra está llena de con-trastes y esplendores entre los Piri-neos y el Ebro.

Verde y húmeda en los valles pi-renaicos; abierta y cálida en la llanu-ras de la Ribera, la identidad nava-rra está marcada por su diversidad geográfica y climática. A ella le debe la contrastada personalidad de sus gentes y la riqueza de unas tradicio-nes milenarias.

Castillos y casas fortificadas mo-tean el territorio, y dan noticia del

pasado regio y guerrero de Navarra, tierra celosa de su privacidad y, di-gamos de su independencia natural, que no necesita de papeles pero si de respeto.

Del mismo modo, por todos los caminos y lugares te encontrarás con templos, ermitas, abadías y monas-terios, que nos hablan de la religiosi-dad de su pueblo, que abrió una ruta al Camino de Santiago por Ronces-valles. Miremos por donde miremos al margen de los hermosos hayedos de sus bosques cambiando de color, veremos una Navarra con mucha historia propia detrás y con mucha y mucha tradición y tradiciones,; una

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Navarra, en fin, tradicionalista en el día a día y también el los campana-zos que resuenan el devenir político.

A Navarra le gusta mirarse en el espejo de su pasado para mirarse con satisfacción en su propio rostro, en sus costumbres ancestrales, en la artesana creación de sus útiles y sus ideas, una Navarra que cuando da un paso adelante siempre mira hacia atrás por si acaso.

Pero no cabe duda de que esa Na-varra que pervive, que dispone de un espíritu conservacionistas en sus en-trañas, ha cambiado mucho en estas tres últimas décadas.

A la Navarra agrícola y ganade-ra llegó por fin la industria, con más orden y concierto que en su día en el País Vasco, Y la industria, además de puestos de trabajo y riqueza, trajo lo que siempre trae, cambios sociales, cambios de mentalidad, una moder-nización no solo del paisaje a la vista, sino también de la mentalidad y de las conciencias, el progreso y progre-sismo.

Navarra paso de los curas con so-tana a los curas obreros, hubo huel-gas pero que muy sonadas, creció y reverdeció el movimiento sindical y, en las postrimerías del franquis-mo, Navarra se puso a la cabeza de

la oposición al régimen, en parte reavivando con los contingentes de inmigrantes los genes republicanos y socialistas que se habían dado so-bre todo por el sur, en parte atizando desde el norte el fuego de su mino-ritaria población nacionalista vasca.

El histórico tradicionalismo tan arraigado en Navarra se movió hacia el centro, como parece su destino natural, y con la izquierda y el nacio-nalismo, cada uno en su muy distinta medida, se ha configurado una Na-varra tricolor que sufre tensiones in-ternas, si, pero que, mantiene encen-dido un piloto automático destinado a que la sangre no llegue al rio, que

14 - Luz y TintaCastillo de Olite, un conjunto histórico del medievo que nos hace pensar en la trascendencia que tuvo en su día el Reino de Navarra.

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no se pierda nunca un clima latente de suficiente cohesión y armonía de lo diverso. La convivencia de los con-trarios, que no siempre es fácil ni del todo agradable o, como decíamos antes de otra manera, una tierra de contrastes y esplendores.

Una vez en Irati en el área de in-terpretación de la Selva, una guarda forestal nos orienta sobre las rutas más interesantes, pues son muchas las posibilidades para disfrutar de este entono natural, y durante todo el año y para todas las edades, y también para los más audaces si se prefieren ascensiones para las que se necesita cierto esfuerzo. Una vez recibidos sus consejos y sugerencias nos pregunta de parte de España venimos, le decimos como es natu-ral…de Asturias. Sonríe y nos dice, -y que esperáis encontrar aquí que no tengáis en Asturias- Pues muchas cosas, la diversidad del paisaje, los

bosque son todos iguales pero a la vez totalmente diferentes, aquí se mezclan los pinos con las hayas y los robles por ejemplo, luego está el co-nocer su gente, sus costumbres, su gastronomía, al igual que los bosque somos todos tan iguales pero a la vez tan diferentes. Estoy totalmente de acuerdo nos dijo, mientras se despi-dió de nosotros con un “Bienvenidos a Navarra”.

Ocho días después de regresar de Navarra pasamos un fin de sema-na con nuestros amigos, los de toda la vida, en los limites de Asturias y León, en los hayedos de Soto de Sa-jambre, y al igual que en Navarra el caminante se siente desbordado por la naturaleza, atravesando las sen-das con veneración, esto sucedía en otoño para disfrutar de la caída de las hojas de los árboles y contemplar esa maravillosa paleta de colores, ama-rillos, rojos, ocres y verdes, pero de

igual manera ocurre si hacemos es-tas mismas rutas pisando las nieves del invierno o contemplado los arbo-les en flor al llegar la primavera.

Asturias hace muchos años que acuñó para si la frase de “Asturias paraíso natural” su tierra, sus mon-tañas, sus verdes valles, frondosos bosques, ríos y sus doscientas playas mirando al mar Cantábrico, dan bue-na fe de ello, pero España está llena también de pequeños y grandes pa-raísos naturales.

No lo he dicho, pero no era la pri-mera vez que visitábamos La Selva de Irati, anteriormente la habíamos visitado entrando por Roncesvalles, así que en esta ocasión nos saltamos algunos de los pueblos y lugares ya conocidos y nos quedó tiempo para entrar en otro valle que limita con Irati, el valle de Belagua, y el valle del Roncal en el término de Isaba; Bela-gua es otro paraíso natural de los que

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después de verlo ya no se olvidan nunca.

Antes de abandonar Navarra en esta ocasión, volvimos a pasar por Olite, una pequeña ciudad que no alcanza los 4000 habitantes, es en-cuentra en un lugar estratégico di-gamos entre las estribaciones de las montañas la tierras llanas.

Tan solo la separan 40 kilómetros de su capital Pamplona. Es una ciu-dad donde se puede aún contemplar los restos de su máximo esplendor en la edad media, fue la villa favorita de los Reyes de Navarra. El Castillo es un conjunto histórico del medievo que nos hace pensar en la trascendencia que tuvo en su día el Reino de Nava-rra. Su construcción y su gran sun-tuosidad hacia que fuera alabado y considerado uno de los castillos más lujosos de Europa en su época. Todas las veces que he pasado por aquí he parado en Olite y no me canso de admirarlo, y de imaginarme como debió de ser en sus días de gloria. Con la invasión de Fernando el Ca-tólico en 1512 y el declive del Reino de Navarra el Castillo vino a menos, su mantenimiento era insostenible desde el punto económico y se fue deteriorando poco a poco y según al-gunos poemas de la época perdió su encanto, y ya en plena Guerra de la Independencia en 1813 fue pasto de las llamas. Habría que esperar a 1913 en que la Diputación Foral de Nava-rra se hiciera cargo y se pusiera ma-nos a la obra con su reconstrucción, las obras duraron varias décadas y fue declarado Monumento Nacional.

El regreso a Asturias lo realiza-mos en circulo, visitando Soria y Bur-gos y sus pueblos, que seguro que darán para otra colaboración en Luz y Tinta, y ya desde allí, para casa, a descansar los dos últimos días que nos quedaban de vacaciones.

José Luis Cuendia, “Guendy”

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El efecto Orton antiguamente se creaba en el laboratorio, y ahora con el programa Photoshop con el que podemos hacerlo en solo tres pasos. Simplemente se trata de crear dos imágenes a partir de la misma y sobreexponerlas, una la desenfocaremos y crearemos el efecto. Primero cargamos la imagen en Photoshop y para darle un poco más de enfoque a la original duplicamos la capa y vamos a “filtro-otro-paso alto”. En este caso le apliqué 2,5 pixeles y en la opción de fusión la puse en modo “luz lineal”. Damos botón derecho del ratón sobre la capa y aplicamos “combinar visibles”, con lo que nos quedará una sola capa que volvemos a duplicar. La copia la ponemos en modo fusión “trama”, volvemos a combinar las capas para que se nos quede una sola capa, y a esta capa la volvemos a duplicar también. A continuación, vamos a “filtro-desenfoque-desenfoque-gaussiano” y le aplicamos (según la fotografía serán necesarios más o menos) un radio de 20 pixeles, damos a ok, y a esta capa la ponemos en modo fusión “multiplicar” y tendremos el resultado del efecto Orton. Ya solo queda, botón derecho del ratón sobre la capa y seleccionar “aplicar imagen” para tener la fotografía terminada.

Eugenio R. Meco

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Tiempos duros, los que duró la posguerra. Hoy, con el paso de los años, tendemos a olvidar unos hechos que mar-caron profundamente a una generación de españoles que los tuvieron que vivir en sus carnes. Dicen que hubo más muertos en los años poste-riores a la terminación de la guerra que en ella misma. Solo conocemos los testimonios que poco a poco van salien-do a la luz, pero quizás nunca se llegue a saber el verdadero alcance de aquella lucha fra-tricida que tiñó a nuestro país de vergüenza y de odio entre hermanos y vecinos. En uno de mis viajes al concejo hermano de Ponga, escuche este relato a uno de los viejos que todavía quedan en el pueblo. Previa-mente ya lo había narrado a un historiador que se lo solicitó para un libro sobre los del mon-te, como eran llamados los que huían por su pasado político o por delaciones. La vida que les esperaba era ciertamente in-fame. Más propia de alimañas que de hombres. Sin refugio, ni comida, huyendo constante-mente para no ser atrapados, porque eso significaba la muer-te inmediata. Era una situación donde el terror amedrentaba a muchos pueblos, en gran parte de los casos sin saber ni parti-cipar de ideologías políticas, como las de muchos de aque-llos hombres que después de haber perdido la guerra toda-vía tenían que seguir luchando, sin apoyo ninguno, para al final ir cayendo bajo las balas uno a uno, acorralados y hambrien-tos, y en el peor de los casos, sufriendo tortura para morir. En algunos procesos sus fami-liares directos pagaron con su vida el no delatarlos. Esto es un retazo de aquellas existen-cias que hoy nos sobrecogen.

Una historia de muertos y guerra. Ocurrio en Viboli y Vie-

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gu, y es cierta como la propia vida.

Cuatro muertos en Viego Corre el mes de octubre del año 47, los atrasados pueblos de las montañas de Asturias luchan contra la escasez y los rescoldos de la guerra re-ciente. Cuatro “fugaos”, Cán-dido, Josepón, el Rubio de la Inverniza y Abelardo de La Matosa, pasan de los mon-tes de León a lo profundo de Los Beyos. El 17, se acercan al recóndito pueblo de Vibo-li y atracan el bar del pueblo. Al día siguiente se allegan a Viego, pueblo cercano. Van con la intención de coger las armas de algún cazador. Cán-dido y El Rubio, cuando ya oscurecía, se quedaron en una cabaña en la que fueron metiendo a todos los pasto-res que encontraban por el camino, mientras Josepón y Abelardo cogieron al indiano Jaime Bulnes, y lo cachearon quitándole ocho mil pesetas que llevaba encima. Jaime Bul-nes no siguió los consejos de su madre, que, al salir de casa a ver el ganado le advirtió: No salgas con dinero, que ayer los del monte atracaron en Viboli. Jaime se rió: Sabe Dios dón-de estarán ya. Quién le

iba a decir que allí mismo. Le preguntó quien del pueblo tenia dinero. Contesta, que nadie, que todos en el pueblo son pobres como ratas. No conforme con la contestación, los dos guerrilleros le obligan a indicarles cual era la casa de Julio, el alcalde. Por el camino se encontraron con el padre de este, Hilario, al que también llevan por delante a casa de su hijo. La casa también era bar. Entraron y allí se encerraron con ellos. Piden dinero. El al-calde responde que no tienen nada. Mandan a su mujer a pe-dir a los parientes del pueblo, y plata y relojes, todo lo que hu-biera de valor. Al poco de salir la mujer, hizo acto de presen-cia en el pueblo la guardia ci-vil. Era el cabo Cosme y cuatro números de Cangas de Onís, con ellos llevaban a un vecino para que les indicara el bar. No sabían nada. Cuando llegan, el vecino pica, y dice: Abre, Julio, que es la guardia civil. Abelardo y Josepón subieron las escaleras de la casa para ver si podían saltar por la par-te de atrás, pero las ventanas eran muy pequeñas y no había manera. Así que bajan y abren la puerta con Jaime Bulnes por delante. A la vez que abren,

disparan; los guardias se ven sorprendidos. El cabo resultó muerto en el acto, y herido el guardia Felipe Cantobrana. El indiano hace un quiebro y se les escapa, volviendo a entrar en casa. Los dos guerrilleros huyen monte abajo. El Rubio y Cándido preparan sus armas; el guardia herido se arrastró hasta ponerse a cubierto, los otros dos están petrificados. El joven Laureano, que volvía con una carga de hierba, des-pués de oír los disparos sale a inspeccionar el ambiente, y el Rubio le da el alto en la oscuri-dad. Asustado no contesta, y el guerrillero le dispara una ráfa-ga que lo fulmina. También el padre del alcalde salió al exte-rior y fue muerto por el Rubio. Después huyeron monte abajo. El guardia civil herido no fue llevado al hospital hasta el día siguiente. Ya era tarde, acabó falleciendo en presencia de su mujer encinta, a la que le había mandado una nota, diciendo que lo habían herido, pero que no era de importancia. La nota la llevo Teresina Cardin, la car-tera del pueblo, a la casa del agente, en Villamayor.

Monchu Calvo

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La calle es un hervidero de gente. Entre ellos, veo una figura menuda, quien está vendiendo algo a una señora. Es Don David Olmedo. 85 años. Vendedor de lupas profesional. También les vende, a los carabineros, candados para cerrar sus taquillas. Ellos lo respetan porque es honrado trabajando y por ello, también él, les tiene respeto. A su edad, aun conduce y lo hace sin lentes. Es de otro tiempo, de otra época. Creció comiendo sano. Nada de frituras y porquerías según sus propias palabras. También había menos contaminación. Todo era más sano.

Le compro una lupa y me recalca que el mejor uso que tiene es la ventaja de hacer las letras más grandes y así poder seguir leyendo cuando la vista comienza a fallar. Y apostilla… ¿hay algo mejor que la lectura?

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Veo a una niña pequeña con un perrito pequeño en su mano. Un helado en la otra. A su lado, su hermana y con ellas, su madre. Les pido permiso para hacerles una fotografía y la señora insiste en pagarme la imagen. Para ellas, es un día de fiesta y tener ese recuerdo, les supone una enorme alegría. Les comento que estoy de paso y no sé cómo les puedo entregar la fotografía. La joven tiene una dirección de correo electrónico, la cual escribió, letra a letra, en mi libreta de notas y les pro-meto que se la enviaré. La Madre insiste en pagarme la fotografía. Yo simplemente la hago y cuando este arti-culo esté publicado, la imagen ya estará en su poder

En el número dieciocho, la puerta hace años que ha dejado de abrirse. Nadie entra y consecuentemente,

nadie sale. La vida se detuvo y todo atisbo de sonrisas, lloros, conversaciones entre vecinos y música en sus

estancias a través de la nostalgia que emite una vieja “vitrola” que repite incesantemente, una vieja canción

de los años veinte.Me detengo frente la puerta. Espero que algo

ocurra, que alguien pase por delante. Una señora, un borracho madrugador, un niño que fue a comprar pan,

un simple gato, una bolsa de plástico mecida por la suave brisa del momento. Pero nada de esto sucede.

Entonces llego a la conclusión que la fotografía debe de ser simple. Minimalista que dirían algunos. Encuadro

en vertical y disparo. Me llevo la puerta que pronto será pasto de la locura inmobiliaria que está por llegar y con

gran disimulo, sigo caminando.

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Camino sin tener claro el destino de mis pasos. Solo me dejo llevar. Voy ob-servando los detalles y las personas que se cruzan conmigo. Observo una seño-

ra sentada en una silla de ruedas. Lleva sobre su regazo una bolsa de plástico. Mi último proyecto es captar a personas que vayan con una bolsa de plástico.

Al observar con más detenimiento, veo que hay varios detalles que por si solos, ya merecen una fotografía. Ella, se encuentra frente a un escaparate donde se

muestran varias decenas de zapatilla. Curiosamente todas son del pie izquierdo. A ella, le falta el derecho. Parece que todo “calza”.

Cuando me llevo la cámara a la cara, ella se gira y no deja de mirarme mien-tras come una empanada. Enfoco sin mucha prisa y disparo una sola vez. La

saludo al cruzarme y prosigo mi camino. Es tarde y me apetece un café con hielo para combatir un poco este sofocante calor.

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Desde hace tiempo, busco letreros relacionados con Dios, o nuevas religiones que se anuncian en cualquier parte inter-pretando la biblia a su manera. Mientras busco un lugar para aparcar el vehículo, veo la palabra mágica de la salvación

eterna pintada en un azul que me recuerda al cielo. Estaciono y calmadamente espero que alguien pase por delante de la “casa de Dios”. Veo rejas blancas, símbolo de la pureza divina y la fachada de la casa mostrando el rigor del tiempo, mal-

trecha por la erosión del mismo. Una señora, pasa con paso calmado a pesar del fuerte sol reinante y el bochorno que cae sobre mi insistencia. Termino

por encuadrar y hago una fotografía. No sé yo si muchos habrán tenido la oportunidad de fotografiar la casa de Dios.

Jan Puerta

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Cada día resulta difícil ponerse aquí delante y tener que explicar con letras lo que apenas en-tiendo pensando. Otro mes y otra nueva edición de LUZ Y TINTAy otra vez y otro día que preten-día dejar este sitio y que no sé qué narices ocu-rre, pero engancha. Seré Luzónomo o sufriré de Tintametría, qué sé yo, pero aquí vamos otra vez dejando el sentido del ridículo aparte y haciendo que alguno se ría de mis experimentos fotográfi-cos. ¡Que le vamos hacer!, pues nada, otra vez a tocar estos pequeños cuadraditos negros.

Muchos me preguntan que cómo hago los montajes y a todos les respondo que se lean las revistas de esta web, y que se encuentran en el kiosco. Y me miran con cara extraña. Y nada, otra vez a comentar que es gratis y virtual. Entonces es cuando dicen aquello de “¡ Ah, ah ,ah…!” En-tonces es cuando me dejan perplejo y no se si es-tán pensando en lo que les dije o en el final del momento con su pareja.

Algunas veces se trabaja con modelo y en otras solo. (ACLARO: hablo de fotografía y no del “¡ah, ah, a...!”). Si el modelo colabora bien y tiene paciencia, aún podríamos conseguir el momento para el trabajo, pero además tiene que ser con la hora, el tiempo favorable, sitio y resto de circuns-tancias que tienen que amoldarse para esta labor.

El conseguir esto es muy difícil y así que nada, a tirar de trípode, disparador remoto y de pacien-cia.

Todas las escenas son sin mover el trípode y la cámara, por lo tanto hay que acomodarlo todo previamente a los disparos fotográficos.

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En el suelo marcamos dos rayas en formas de “T” con dirección a nuestro sitio, donde posicionaremos los zapatos y las referencias de topes.

El resto ya se puede imaginar: pongo zapatos solos, quito zapatos y me los pongo, después yo con za-patos y etc, etc, etc… Pero hay que acordarse de que en una de las fotos habrá que hacerla con sandalias o puestos sobre un suplemento y que se vean los dedos de los pies (por su-puesto que estén recién lavados y las uñitas cortadas).

Ahora solo queda acoplar las imá-genes como mejor se quiera, bien clonando o bien cortando y pegando y borrando luego los sobrantes de las distintas capas.

El modelo utilizado para esta oca-sión no cobró ni se me quejaba, aun-que lo escuché decir: “Joder, otra vez haciendo el puto gilipollas “.

¡Que se fastidie y hubiera estu-diado!

Por cierto, y solo para aquellos que lo hayan leído todo, tengo que decir que la figura del modelo y por petición expresa del mismo, ha sido filtrada y licuada por Don Photos-hop en cintura y hombros, porque su doble de persona es mas parecido a Buda y porque no quería quejas del “¡ah, ah, ah...!” de la Risa.

Ricardo González, “Completu”

Como es habitual, cuando una coge el autobús todos los días, a la misma hora y en la misma parada, acaba familiarizándose con los con-ductores de autobús, que también suelen hacer su jornada con el mismo horario. Y más cuando el conductor llama la atención por alguna carac-terística especial, como aquel joven que apareció un lunes y en el que me fijé mientras subía: rubio, de mirada cálida, con unas gafas muy pareci-das a estas mías y con una mancha ovalada en la mejilla derecha. Debía de ser nuevo porque su uniforme parecía flamante y su sonrisa, abierta de par en par.

Coincidimos durante tres días, sin más relación que el mutuo inter-cambio de miradas y sonrisas, aunque en una ocasión quise entrever que me observaba a través del espejo retrovisor del interior del autobús. Al cuarto día, llovía cuando llegó el autobús. Había comenzado a lloviznar mientras yo me acercaba a la parada, pero al llegar al destino era un di-luvio. Me acerqué a la puerta de salida, mirando con temor lo que se me venía encima, cuando el conductor, con aquella sonrisa inmarchitable, me ofreció un paraguas. Al principio, me negué, lógicamente. Pero él in-sistió. “Tómalo o te pondrás perdida. Ya me lo devolverás otro día”. Tam-poco era cosa de ponerse a vislumbrar posibilidades con el temporal que me esperaba fuera, así que di las gracias tímidamente y salí abriendo un paraguas de color burdeos que acabó librándome de una buena moja-dura.

Durante varios días más llevé el paraguas conmigo para devolvérse-lo al conductor, pero no apareció. Seguramente le habían cambiado de turno. Así que, cuando me cansé de acompañarme de un paraguas que no me hacía falta, acudí a las oficinas de la compañía de autobuses y di la descripción del conductor al señor que me atendía. Por aquellas carac-terísticas no lo conocía. Insistí en la mancha ovalada de la mejilla. Pero nada. Así que tuve que relatarle de nuevo la historia del paraguas y repe-tirle los días y las horas en que lo había visto para que buscase en las hojas de ruta. “Genaro —dijo al cabo de remover aquellas hojas—, y has tenido suerte, ahí lo tienes”. Pero el tal Genaro, que aseguró conocerme de la ruta (también él a mi me resultaba familiar), nada sabía del paraguas ni de aquel conductor rubio con una mancha ovalada en la mejilla. Así que no insistí, por temor a que comenzaran a dudar de mi estabilidad mental y salí portando aquel paraguas con una sensación de inestabilidad que me dura todavía hoy, en que tengo en mi paragüero un estupendo ejem-plar color Burdeos, que habrá de acompañarme el próximo invierno, y, en mi imaginario personal, un nuevo fantasma que hará las delicias o despertará la hilaridad de mis nietos cuando, dentro de unos años, como toda abuela que se precie, tenga que entretenerles contándoles episo-dios de mi vida.

F.T.

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Una mañana, cuando se dirigía a la codiciada finca de recreo, cerca del túnel que cruza la vía, reconoció a un hombre que arrastraba un destarta-lado carrito de la compra. Vestía un abrigo viejo, demasiado grande y lle-no de lamparones. Bajo el pelo largo y desaliñado se entreveían unos inte-rrogantes ojos. Su delirante queja se agarraba con firmeza a la idea de un injusto despido con el que su herma-no le había cerrado las puertas de la empresa y avocado a la desgracia. A aquel fortuito encuentro le siguieron otros cargados de intención, en los que procuró que a ese pobre misera-ble no le faltara ni alimento, ni odio suficiente, hasta convertirlo en un héroe de la venganza. Hubo un tiem-po en que ambos, con una relación casi fraternal, habían trabajado codo con codo, para el mismo jefe.

Unos meses más tarde, ese mis-mo hombre de mirada perdida, a todas las preguntas daba la misma respuesta: una cama con sábanas limpias; un libro en la mesa de no-che; una habitación con vistas; te-nía que matar… Las palabras se en-trelazaban en un bucle, sin ecos de percusión, como un deseo sin verbo. El mismo murmullo, con voz lenta y desdibujada llenaba los silencios del interrogatorio. Eso era todo. Ningu-na tortura iba a cambiar su mantra. Parecía probable que fuera el asesino y se hubiera vuelto loco. Tal vez im-presionado por los borbotones estilo Tarantino, que tiñeron sus manos de sangre; o tal vez ya lo estaba antes, desde el día que se congeló la suya en un hogar de cartones junto a la vía; o tal vez su locura empezó mucho más atrás, y fue avanzando al ritmo de los acontecimientos. Primero perdió el trabajo. Después la casa. Y eso la fa-milia nunca se lo perdonó.

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En otra dependencia de la comi-saría, el hermano de la víctima era informado de los detalles. Se había confirmado que el vagabundo era un ex-empleado cualificado de la em-presa que regentaba el difunto, y que ahora estaba tan muerta como él. El

despido había tenido lugar unos años atrás. Entre los posibles móviles de la agresión se incluían la venganza, un ajuste de cuentas, y un quién sabe lo que pasaría por la mente desequili-brada de un hombre que estaba en otro mundo. El cuerpo del finado fue

encontrado sin vida por un ciclista el lunes al amanecer. Yacía en la cuneta de una carretera secundaria, cerca de las vías, justo antes de empezar la subida del puerto. A veinticinco metros del cadáver, en la soledad de aquel paraje, estaba estacionado el

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Rolls Royce. Llevaba unas doce horas muerto. Inmediatamente —enfatizó el policía—contactamos con usted, como familiar más directo y capaci-tado.

Recién llegado de París, después de cuatro días de viaje de negocios y placer, escuchaba impasible las explicaciones. Tras agradecer al co-misario todas las gestiones, condu-jo el A4 gris metálico hasta su piso de soltero en el barrio de Chamberí. Al día siguiente iría a la residencia donde su madre no le reconocería, y en su parloteo, cada vez más débil, preguntaría por su único hijo, desde ayer muerto, y le respondería, estoy aquí, yo soy tu único hijo. Así había sido hasta cumplir los dos años. Así seguiría siendo.

Abrió la puerta del frigorífico. Necesitaba beber. Sentado en la pe-numbra del salón con un botellín de cerveza, observaba desde su sillón las vidas ajenas en las ventanas re-cién iluminadas de la ciudad. En la casa de enfrente, en el mirador del quinto, la sombra de dos niños detrás de las cortinas le trajo a la memoria sus juegos infantiles, los llantos de nena quejica con los que su hermano acudía a su madre cuando él, victo-rioso tras una persecución, le sujeta-

ba con inquina contra el suelo. Para él esas travesuras terminaban casi siempre en castigos, y aprendió que cuanto más lejos mejor.

Al morir el padre, su hermano, se había quedado al frente del negocio en el que llevaba implicado desde sus años de estudiante. Cerca de casa había una prestigiosa escuela de Ad-ministración de Empresas y llegó a diplomarse sin dejar de trabajar.

Por el contrario, él había eligido una carrera que le sirvió para tomar distancia. Sus padres lo consintieron con desagrado. La empresa familiar no necesitaba un traductor. Durante unos años vivió en paz entre Inglate-rra, Francia y Alemania. Se organizó sin lujos con los ingresos regulares de una editorial. Su economía fluía sin sobresaltos. A veces una palabra por teléfono, un “si hicieras como tu hermano”, crispaba su armonía.

Unas Navidades, fascinado por lo que vio, decidió regresar. La vivienda de la finca de recreo había sido trans-formada en una gran mansión de espacios amplios y luminosos. Tras sus paredes de cristal se perdían los campos de encinas y la vida salva-je. Se instalaría en la habitación del sur, pensó, mientras la familia con-tinuaría anclada en la ciudad aten-

diendo los negocios. Pero no fue así. Tuvo que trabajar a las órdenes de su hermano, junto al sospechoso de homicidio — o asesinato, no estaba claro—, hasta que harto de su autori-tarismo y sus encarnizadas disputas, renunció a su participación. A lo que no estaba dispuesto a renunciar era a la casa de campo. La copropiedad estaba registrada a nombre de Viuda e Hijos.

Han pasado algo más de dos años desde que apareció el coche y el ca-dáver en la ruta de la finca de recreo. El caso aún está abierto. El loco y su mantra han sido ingresados en un psiquiátrico. El hijo único ha realiza-do tediosos papeleos para resolver el asunto de la testamentaria. Por fin ha conseguido lo que deseaba, y se ha instalado en la vivienda con pleno dominio.

Al abrir la puerta de la habitación sur, un entrañable aroma a sábanas limpias recién planchadas salió a re-cibirle. Dejó sobre la mesilla de no-che el libro “Los Enamoramientos” de Javier Marías, y miró por la venta-na. Dos calandrias, tal vez hermanas, compartían pacíficas la rama de un espino. Una comía el fruto rojo.

Gloria Soriano

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Christophe Jacrot es un vagabun-do fotográfico de las calles urbanas. Su voraz espíritu le sumerge conti-nuamente en el interior de los asfal-tos húmedos y luminosos de la ciu-dad, donde el ajetreo, la soledad, el aislamiento, la intimidad, se funden entre piedras, cemento, cristales y metal. En el corazón de esta sinfonía de elementos, figuras detalles y ve-hículos, en movimiento o estaciona-dos, emergen por sí mismos configu-rando un contraste inusitado de pro-tagonistas en una obra casi pictórica.

Sin descartar otros hábitats, New York, París, Londres y Hong Kong, son sus musas por excelencia, quizás porque encierran por sí mismas una maraña panorámica de elementos que, hábilmente conjuntados bajo un prisma creativo, forman una enciclo-pedia de Arte natural y espontánea. Rascacielos inmensos, sensaciones mágicas de luz, humedad grisácea entre edificios y calles históricas, son factores que se mezclan como los cromatismos inmersos de una paleta impresionista, efluvios sensitivos que emanan como globos de color desde las profundas entrañas de las metró-polis.

Cada urbe una posee su karma, sus momentos fugaces y ocultos que sintetizan su vida cotidiana, plasma-dos en toda su densidad poética y carisma romanticista, surgiendo de todo ello, una plástica con distintas sensaciones y visiones de trasfondo. Tanto si llueve, como si es de noche o nieva, Jacrot toma su cámara y sale a la caza de la imagen, como un lobo en busca de su presa. No le impor-ta mojarse, tiritar de frío, sentir las ráfagas del viento revoloteando su

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abrigo y surcando la agredida piel. Con la fuerza creativa que le define, pone sus manos sobre el frío metal de la cámara y encuadra el momento histórico de su inspiración. No es fá-cil, hay que tener valor y pasión para abandonar la suculenta confortabili-dad del calor interior y lanzarse a la intemperie bajo todo tipo de incle-mencias molestas. Pero cuanto más tormentoso y terrible es el clima, más emocionante y entretenido resulta el momento. Por tanto, no hay tristeza en ese momento extraño, el sentido trágico de la vida desaparece y nace en su lugar una existencia diferente, que se traza por el asfalto como un reptil en busca de su alimento.

Christophe Jacrot es francés, y por tanto lleva ya inserta en su alma

ese flou artístico que caracteriza a la sangre gala. Comenzó su carre-ra como fotógrafo, realizando una serie de fotografías bajo el título de Paris-sous la pluie, un trabajo que prontamente le valió una reconoci-da dimensión internacional como arte sublime. Sin embargo, su adic-ción a la Fotografía arranca desde la adolescencia, ese tiempo vital que permite volar bajo el ala de la creación libre sin importar tener los bolsillos vacíos. Fiel a su estilo e ideas, cree que existen dos formas de fotografiar el mundo, captar su horror o eternizar lo sublime; en ese mundo es donde precisamente el ser humano se convierte en una figura fantasmal errante y obediente a los caprichos del tiempo y del espacio.

Como artista global, también ha sido capaz de dirigir varias películas de cuya producción destaca El domicilio de una prisión, un film que se estrenó en los cines del año 2000. Asimismo ha ganado varios premios sobre cor-tometrajes: Premio Especial del Ju-rado en el Festival de Avoriaz, Press Award en el Festival de Chamrousse (1989), Gran Premio del Festival de la Juventud de Montecatini (1994), el Gran Premio del Público en Prades (1996). A pesar de su prometedora carrera cinematográfica, las limita-ciones financieras de la industria del cine, fueron desplazando el talento de este artista hacia el mundo de la Fotografía.

Sus trabajos se basan principal-mente en las duras condiciones del

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na como un planeta errante en el universo decadente de las calles sin nombre.

Sin duda Charles Baudelaire de-dicó muchos de sus poemas en prosa a esos momentos fugaces que ocu-rren y desaparecen al instante y que forman parte de la vida de sus habi-tantes. Jacrot por su parte, presenta estos poemas como obra sinfónica de corte impresionista, tejiendo una visión intimista de su concepción de la ciudad y de los elementos exter-nos que confluyen en ella, logrando así una colección final de fotografías asombrosas. Esta resume una arqui-tectura de pura belleza creativa que convierte la inclemencia climática en un mensajero infinito de sensaciones múltiples e irrepetibles. Ambientes diáfanos, flotación inerte, evanes-cencias vaporosas, fragilidad cristali-na, es la oscura y brillante tormenta recorriendo el alma de la urbe, un drama surrealista que se transfor-man en un océano de húmedos fan-tasmas callejeros. Son los mundos líquidos de Christophe Jacrot, los uni-versos cromáticos del arte de la luz.

Carlos Flaqué Monllonch

clima en las ciudades y su gente, pero también se funde en nuevos proyec-tos sobre los efectos de la soledad, la luz y la oscuridad en las grandes urbes, tomando sus rincones como pequeños mundos donde ocurren cosas o desparecen las mismas. Per-sonalmente me fascinan sus fotogra-fías bajo la lluvia y la nieve, esa dura y bucólica presión que al mismo tiem-po se yuxtaponen con el ambiente donde se precipita. Las sensaciones que despierta son infinitas. El agua lluviosa que se derrama por las ven-tanas de un autobús enfriando el rostro de quien contempla la vida a través de ellas. O la cortina de lluvia que cae flechada sobre los pavimen-tos mojados, dando ese brillo ideal que surge bajo la delicada superficie de luz, donde los colores y reflejos ur-banos se abren hacia nuevos mundos de sensaciones perdidas. O el zapato sensual de una mujer elegante que clava su tacón en el charco callejero explosionando diversas chispas lí-quidas hacia extremos indefinidos. O simplemente el paso veloz de un transeúnte que huye del diluvio para encontrar ese punto de protección escondido en la ciudad, donde el paraguas de color se abre y cami-

Tanto si llueve, como si es de noche o nieva, Jacrot toma su cáma-ra y sale a la caza de la imagen, como un lobo en busca de su presa. No le importa mojarse, tiritar de frío, sentir las ráfagas del viento revoloteando su abrigo y surcando la agredida piel.

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por Javier Madroñero

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Cuba y sus “carros”Entre el reciclado y lo vintage, entre el tunning y el alambre que todo lo arregla, la habilidad y la necesidad, o la

escasez de repuestos y el ingenio de los cubanos…Estas son las claves para definir lo que podemos ver rodando por las calles de la bella Cuba. Bella aunque tras estos

coches en primer plano nos percatemos de las ajadas fachadas.Ya nuestro maestro y benefactor –yo lo veo así, y si no que me lo expliquen esto de tener un espacio llamado Mol-

deando la Luz y una revista magníficamente consolidada como Luz y Tinta- nos mostró en el número 25 una acuarela titulada “Mi amada Cuba” en la que mostró una realidad agridulce de la vida en esta isla del Caribe.

A cada uno lo suyo, y lo mío, entre otras cosas, son los coches, los “carros” es una manera en que los denominan por allá.

Partiendo como base de unos vetustos vehículos fabricados en su mayoría en la cercana físicamente pero lejana ideológica y económicamente yankilandia, estos mecánicos artesanos rescatan, remozan, arreglan, inventan, estru-

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jando su ingenio y sus escasísimos recursos, hasta llegar a conseguir una serie de joyas rodantes dignas de estar en museos o en los garajes de cual-quier magnate coleccionista.

A mi manera de ver, el pueblo cubano demuestra en esta parcela de su cultura un abanico de sabiduría ejemplar, adaptación y ganas de vivir y disfrutar la vida.

Como decía David Abernathy, lider estadounidense por los derechos civiles de los negros, Se puede matar al soñador, pero no al sueño. Y uno de los sueños de muchas personas en este planeta es tener un buen “carro”.

Javier Madroñero

Se puede matar al soñador, pero no al sue-ño. Y uno de los sueños de muchas personas en este planeta es tener un buen “carro”.

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Nuestra amiga moldeadora Rosi-na Elisabet Smit, doctora argentina especialista en anatomía patológica y medicina legal, ha sido distinguida con un Accésit, por su foto “VIENES A MI”, en el V Certamen Iberoameri-cano de las Artes.

Este certamen, organizado por La Fundación Patronato de Huérfanos y Protección Social de Médicos Prínci-pe de Asturias y el Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos de España, se convoca desde hace cinco años y pueden participar en él médi-cos y empleados de sus organizacio-nes colegiales.

Este año la muestra cuenta con 30 pinturas, 11 dibujos, 9 esculturas y 84 fotografías. Al Certamen también se han presentado en las categorías de novela, poesía y relato corto, 11, 16 y 25 candidaturas, respectivamen-te, con una dotación total en premios de más de 85.000 euros repartidos en las siete categorías.

Con este Certamen la Fundación se propone dar a conocer su labor en-tre los médicos colegiados mediante el fomento de las artes y las letras en el colectivo médico, colectivo en que a lo largo de la historia se ha mostra-do especialmente sensible y proclive hacia el cultivo de estas disciplinas; buena muestra de ello son los innu-merables médicos artistas y escrito-res de reconocido prestigio.

Uno de los dos accésits de Fo-tografía fueron para la doctora ar-gentina especialista en Anatomía Patológica y Medicina Legal, Rosina Elisabet Smit y su pieza “Vienes a mí” caracterizada por la belleza del con-traluz, el mar y la niña y el contraste que refleja.

El objetivo de este quinto certa-men organizado por la Fundación para la Protección Social de la OMC, cuyo origen parte de la solidaridad del colectivo médico en ayuda de los profesionales más necesitados, es estrechar lazos de unión tanto pro-fesionales como humanos, entre los médicos españoles e iberoamerica-nos, a partir de un nexo común como es el arte o las humanidades.

http://www.fphomc.es/noti-cia_v_certamen_premiados

http://www.fphomc.es/premioshttps://twitter.com/FPSOMC/sta-

tus/392566596679372800/photo/1

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Amigos, les presento a mi amigo Car-litros, que, además de ser mi mo-delo, es un poeta urbano, un poeta de la calle al que quiero que conoz-can a través de esta publicación. A mí me parece fantástico, por eso quiero que lo descubran y puedan opinar de lo que escribe.

Miguel Campetella

Sé que tuve mi génesis desde el “Big Bang” o quizás ante la Divina Creación pero ya no lo recuerdo. Pa-saron tantos años...

Nacida de siete padres inicial-mente fui concebida junto para flo-tar libremente a la espera de intro-ducirme en el hombre acompañando su lenguaje gutural hasta el pleno desarrollo de su capacidad comu-nicativa solo para prolongar y elevar los sonidos de su lenguaje. Esa era mi misión.

Así fui recorriendo las etnias y co-nocí al emperador Hoang-Ti, quien había ordenado a sus súbditos tam-

bién mi creación pero basada en los sonidos de la naturaleza y luego a Heimdall en el crepúsculo de los dio-ses y también supe estar religiosa y espiritualmente en las personas para su culto y relax.

Así recorrí los siglos hasta que las grafías me plasmaron en papiros pero supe también permanecer en el talento del alma de quienes sin estu-dio alguno supieron extraer lo más hermoso de mi ser para entregárse-lo a los demás simplemente para su deleite.

Acompañé lamentablemente y sin pedirlo a legiones de conquista-dores que sometieron innecesaria-mente a pueblos a las extremas atro-cidades y miserias en lides pero tam-bién supe darle el arrullo a un tierno niño para su dulce y angelical sueño.

Eternas parejas de enamorados disfrutaron conmigo aquel primer encuentro y el tierno y apasionado primer beso para sellar su amor más profundo

Supe despedir a quienes transi-taron la vida en busca de un eterno descanso durante su responso.

Me permití compartir el relax de quien quisiera disfrutarlo conmigo para seguir cultivando su espíritu.

Hice todo eso y mucho más. No me arrepiento de nada y lo segui-

ré haciendo para siempre mientras haya aunque sea una sola persona en el universo que quiera abrir su cora-zón para recibirme .

Me despido habiendo tenido el inconmensurable placer de conocer-los a todos, agradeciendo que me hayan abierto su corazón para de-jarme entrar en sus vidas para siem-pre. Jamás los voy a perder mientras quieran estar conmigo y les daré lo mas brillante, placentero, tierno, no-ble y reconfortante que tengo para entregarles. Y no moriré jamás.

Perdón... Olvidé presentarme. Yo soy simplemente:

LA MÚSICA

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Covadonga es algo más que un símbolo. Con su trasfondo de historia y de leyenda, con su conjugación de turismo y de religiosidad, de paisaje y de naturaleza desbordada, Co-vadonga viene a ser una suerte de ritmo del corazón asturiano. Todos los viajeros que se precien, si quieren conocer Asturias, se acer-can a Covadonga, bien por iniciativa propia, bien urgidos por lecturas o recomendaciones, bien porque los asturianos en cuanto tienen a mano a un forastero lo encaminan a Cova-donga como una forma de sumergirse de lleno y por derecho en la más pura esencia asturia-na.

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Símbolos de Asturias

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Fray Ramón Martínez Vigil (1840-1904). Nacido en Tiñana, Siero, aunque a los seis meses de su nacimiento se trasladó con su familia a Laviana, concejo al que siempre estuvo muy unido. Ingre-só en el convento dominico de Ocaña, y posteriormente fue en-viado a Manila, donde comenzó a consolidarse su carrera eclesiásti-ca. En 1884 fue nombrado Obispo de Oviedo. Fue un obispo muy ac-tivo: impulsó y finalizó las obras de la Basílica de Covadonga, junto con otras muchas iglesias parroquiales. Escribió algunas obras de su ministerio y sostuvo una sonada polémica con Leopol-do Alas, Clarín, con motivo de la publicación de La Regenta.

Covadonga está a poco más de 84 km. de Oviedo en la falda de los Picos de Europa, en un lugar de auténticas belleza na-tural, con una flora exuberante y una fauna en consonancia, no en vano al entorno de Co-vadonga se le ha denomina-do el “reino encantado de las águilas y de los rebecos”. Pero, además, en Covadonga, según todas las crónicas y leyendas, se inició la Reconquista.

En la cronica de Alfonso III puede leerse que “...Pelayo, habiendo conseguido escapar a los musulmanes y refugián-dose en Asturias, es elegido rey por una asamblea, y organiza la resistencia de los asturianos en el monte Auseva, en la "cova dominica" (Covadonga). Contra él marcha un ejército innumera-ble, mandado por Alcama, com-pañero de Terec, y con el que va también Opas, hijo de Witiza y metropolitano de Toledo o Sevi-lla, quien mantiene con Pelayo un dramático diálogo. Fracasa-da la mediación intentada por Opas, comienza la batalla; pero la flechas y las piedras lanzadas por las hondas se vuelven para herir a los atacantes, que aca-ban por huir quedando Alcama muerto y prisionero Opas. Al bajar los fugitivos el monte Au-seva, para alcanzar Liébana, un monte se desplomó sobre ellos, muriendo 63.000 caldeos...”

A partir de ahí, y a falta de otros datos y fuentes, comien-za a entretejerse la leyenda de Covadonga y de Pelayo, enri-quecidas ambas por un pruri-to de grandonismo asturiano —“Asturias es España y lo de-más tierra conquistada”, se ha dicho desde entonces— y por un sustrato religioso que lo en-vuelve todo. De nuevo Pelayo, ese rey astur de perfil desvaído en la historia, pero de presen-cia innegable en todas las le-yendas, nos lleva de la mano al descubrimiento de la cueva y, dentro de ella, de la imagen de la Virgen de Covadon, la Santi-na, patrona de Asturias. Pare-ce ser que suyo, de Pelayo, fue el descubrimiento de la cueva y, dentro de ella, de un ermita-ño que practicaba el culto a la

virgen María. Desde entonces, la tradición ha instaurado un altar —Altar Mayor es el título de una novela de Concha Espi-na dedicada a este lugar— en este lugar y la religiosidad que lo envuelve ha llevado has-ta él a miles de peregrinos de todos los lugares, incluído el papa Juan Pablo II que la visitó solemnemente en agosto de 1989.

Ya en tiempos de Alfonso I, el Católico quien, y para mejor conmemorar la controvertida victoria de don Pelayo sobre los musulmanes, se mandó cons-truir en la cueva una una capi-lla dedicada a la Virgen María que, como estaba edificada de madera fue destruida por un incendio en 1777, destruyen-do a su vez la talla original de la Santina, que fue repuesta al año siguiente por otra talla de madera policromada en la que la virgen María sostiene al

Niño y una rosa de oro y que es la que aún luce en el lugar, con el paréntesis de la guerra civil española: manos piadosas la hicieron desaparecer de su pedestal y la llevaron a la en-bajada de España en París, de donde fue recuperada en 1939.

Aparte de la cueva, y como no podía ser menos, en Cova-donga se levantó a finales del siglo XIX una impresionan-te basílica, en caliza rojiza, y cuya foto abre estas líneas. Los primeros proyectos da-tan de 1877, encargados por el obispo Sanx y Forés a Roberto Frasinelli, conocido por “el ale-mán de Corao”, un visionario romántic que, a más de dibu-jante y arqueólogo, fue mon-tañero, naturista, cazador y con el proyecto de la basílica de Covadonga pretendió dotar al lugar de un empaque que ex-cedió su capacidad. Su proyec-to de un templo espectacular, con tres navez y cuatro torres, hubo de ser abandonado por limitaciones técnicas que años más tarde, a impulsos del obis-po fray Ramón Martínez Vigil solventaría el arquitecto Fe-derico Aparici y Soriano (1832-1917), con la colaboración del arquitecto Mauricio Calvo.

Su inauguración se llevó a cabo en 1901 y desde enton-ces Covadonga acrecentaría su atracción como lugar de pere-grinación religiosa, que en los últimos años, con las nuevas comunicaciones y el impulso del turismo como actividad económica de primer nivel se ha visto sensiblemente incre-mentada. Al atractivo religio-so se une, cómo no, el señue-lo montañero, el tirón de los Lagos de Covadonga, a cuyo concurso ha contribuido la épi-ca ciclista de la Vuelta Ciclista a España que periódicamente programa finales de etapa en su entorno, y sobre todo la ma-gia de la naturaleza asturiana que aprovecha cualquier res-quicio, sea religioso o profano, para colarse en el imaginario colectivo de turistas o depor-tistas, de viajeros o peregrinos.

Francisco Trinidad

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La guarida de los honderospor José María Ruilópez

La historia no es más que una sensación de pasado que se traslada hasta el presente sin sonrojo alguno. El aderezo de la duda se convirtió en un reto para los redactores de lo inútil, buscando allí donde las fuentes se habían secado ante la aridez de los siglos, y la realidad se fue agotando por sí misma bajo el empuje de las creencias o el flagelo de los discrepantes.

Cueva, refugio, gruta, escondite, qué más da. El caso es que se trata de un lugar recóndito y sintomático de una identidad. La leyenda y el folklore populares se han encargado de redactar un informe oficioso del lugar. Un referente geográfico al que acude la gente en algún momento como si de una Meca rural y cristiana se tratara.

La cueva es el resultado de miles de años de aguas caprichosas sumidas en el azar de la naturaleza. No hay que ver en ese agujero sintomatología mística. Ni reminiscencias divinas. Todo ello se mantuvo como fue en un principio hasta que Pelayo anduvo por allí guerreando con los musulmanes en un encuentro dispar y disparatado.

Transitar por las llanuras castellanas y toparse de pronto con lo escarpado de las montañas astures acaba convirtiendo las alturas en vértigo inalcanzable. Así lo debieron sentir los islámicos en su guerra de religión al querer conseguir aquel lugar donde las águilas eran dueñas de los riscos y los naturales una especie de rufianes asilvestrados que trepaban por las rocas calizas tatuadas con manchones negruzcos hasta donde las cabras daban la vuelta.

El chapaleteo de la cascada invernal se convirtió en un silenciador para las palabras y un bálsamo defensivo para los refugiados en los balcones del roquedal. No hubo tregua, seguramente, en el intercambio de agresividad y fuerza. Los invasores declinaron llegar allí donde sólo podían encontrar unas docenas de hambrientos barbudos escuálidos, aunque expertos honderos en el tiro inclinado de sus cantos rodados. Sobre la épica de aquel momen-to se formó el cimiento de todo lo que vino luego en construcciones, aledaños, rezos, gastronomía, peregrinaje y negocio.

Gijón, noviembre de 2013

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