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“Lo que pasó en Ciespal” Apuntes etnográficos sobre el poder, los medios y los sin-sentidos de la violencia Edison Hurtado Arroba Editor de Íconos, Flacso-Ecuador Email: [email protected] Fecha de recepción: junio 2005 Fecha de aceptación y versión final: agosto 2005 Resumen A partir de un trabajo etnográfico, el artículo presenta una lectura política de los aconteci- mientos ocurridos en Ciespal el 20 de abril de 2005, día de la caída del gobierno de Lucio Gu- tiérrez. Frente al cúmulo de representaciones y estigmatizaciones que se han tejido, y que tie- nen que ver con una lucha política por definir la situación, el texto reconstruye tres perspec- tivas paralelas: a) una institucional en donde el poder se reacomoda, b) una del sinsentido, donde la violencia se estigmatiza, y c) una fenomenológica, donde los actores se guían por una lógica de la práctica. El argumento central se construye a partir de la relación entre violencia y política: explica que las actitudes violentas de los manifestantes, lejos de ser irracionales o caóticas, como las ha visto la prensa, estuvieron cargadas de una racionalidad práctico-mo- ral, una profunda indignación de la población contra los políticos. Concluye, retomando a Benjamin, en un intento por entender los sentidos de la violencia política, tanto de aquella que desde el orden busca conservarse, como de aquella que desde el desenfreno (“fuera todos”) presenta atisbos potenciales de un cambio político sustantivo. Palabras clave: violencia, etnografía, indignación moral, acción colectiva, cultura política, medios, Ciespal Abstract Based on ethnography, the article presents a political approach to the events occurred in Cies- pal on April 20, 2005, the day of Lucio Gutierrez overthrow. Opposed to representations and stigmatizations that have been woven into the political fight, the text constructs three parallel perspectives: a) an institutional one, in which power is re-established, b) one of the non-sen- se, in which violence is stigmatized, and c) a phenomenological one, in which actors guide themselves by a logic of practice. The central argument is built from the relation between vio- lence and politics: it explains that violent attitudes against politicians, far from being irratio- nal or chaotic, as some media has put it, were loaded of a practical-moral rationality expres- sed in the indignation of population against politicians. Following Benjamin, it concludes in an attempt to understand the senses of the political violence: that violence of the order that tries to conserve itself, and that violence of the demonstrators that displays slightly signs of a substantive political change. Keywords: Violence, Ethnography, Moral Indignation, Collective Action, Political Culture, Mass Media, Ciespal Iconos. Revista de Ciencias Sociales. Num. 23, Quito, septiembre 2005, pp. 63-82 © Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales-Sede Académica de Ecuador. ISSN: 1390-1249

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“Lo que pasó en Ciespal” Apuntes etnográficos sobre el poder, los medios y los sin-sentidos de la violencia

Edison Hurtado ArrobaEditor de Íconos, Flacso-Ecuador

Email: [email protected]

Fecha de recepción: junio 2005Fecha de aceptación y versión final: agosto 2005

ResumenA partir de un trabajo etnográfico, el artículo presenta una lectura política de los aconteci-mientos ocurridos en Ciespal el 20 de abril de 2005, día de la caída del gobierno de Lucio Gu-tiérrez. Frente al cúmulo de representaciones y estigmatizaciones que se han tejido, y que tie-nen que ver con una lucha política por definir la situación, el texto reconstruye tres perspec-tivas paralelas: a) una institucional en donde el poder se reacomoda, b) una del sinsentido,donde la violencia se estigmatiza, y c) una fenomenológica, donde los actores se guían por unalógica de la práctica. El argumento central se construye a partir de la relación entre violenciay política: explica que las actitudes violentas de los manifestantes, lejos de ser irracionales ocaóticas, como las ha visto la prensa, estuvieron cargadas de una racionalidad práctico-mo-ral, una profunda indignación de la población contra los políticos. Concluye, retomando aBenjamin, en un intento por entender los sentidos de la violencia política, tanto de aquellaque desde el orden busca conservarse, como de aquella que desde el desenfreno (“fuera todos”)presenta atisbos potenciales de un cambio político sustantivo.

Palabras clave: violencia, etnografía, indignación moral, acción colectiva, cultura política,medios, Ciespal

AbstractBased on ethnography, the article presents a political approach to the events occurred in Cies-pal on April 20, 2005, the day of Lucio Gutierrez overthrow. Opposed to representations andstigmatizations that have been woven into the political fight, the text constructs three parallelperspectives: a) an institutional one, in which power is re-established, b) one of the non-sen-se, in which violence is stigmatized, and c) a phenomenological one, in which actors guidethemselves by a logic of practice. The central argument is built from the relation between vio-lence and politics: it explains that violent attitudes against politicians, far from being irratio-nal or chaotic, as some media has put it, were loaded of a practical-moral rationality expres-sed in the indignation of population against politicians. Following Benjamin, it concludes inan attempt to understand the senses of the political violence: that violence of the order thattries to conserve itself, and that violence of the demonstrators that displays slightly signs of asubstantive political change.

Keywords: Violence, Ethnography, Moral Indignation, Collective Action, Political Culture,Mass Media, Ciespal

Iconos. Revista de Ciencias Sociales. Num. 23, Quito, septiembre 2005, pp. 63-82© Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales-Sede Académica de Ecuador.

ISSN: 1390-1249

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El miércoles 20 de abril tuvo lugar elúltimo acto de la caída del gobiernode Lucio Gutiérrez. El toque final,

desde la perspectiva del juego democrático, lodieron los diputados reunidos en el auditoriode Ciespal (Centro Internacional de EstudiosSuperiores de Comunicación para AméricaLatina)1. En una apurada sesión, 60 de 62 di-putados presentes declararon el abandono delcargo de Lucio Gutiérrez como presidenteconstitucional y, “como dice la ley”, proce-

dieron a posesionar como primer mandatarioal vicepresidente Alfredo Palacio. Sin embar-go, “lo que pasó en Ciespal”2 fue mucho másque un relanzamiento institucional de la de-mocracia. Un poco antes de que Palacio pue-da terminar su discurso de posesión, un gru-po de manifestantes entró a la fuerza en el re-cinto. Habían pasado del “fuera Lucio” al“fuera todos”. Ambas, consignas que se ha-bían construido a lo largo del ciclo de protes-tas sociales que se vivía desde diciembre3.Quienes entraron al edificio de Ciespal que-rían emprender una depuración, sanear al

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1 Habrá quienes dirán que ese “toque” lo dieron los mi-litares al “retirarle” su apoyo. Otros dirán que Gutié-rrez cayó porque “la embajada” (de los Estados Uni-dos) “ya no lo pudo sostener”. Lecturas un tanto mássociológicas se enfocarán en un ciclo de protestas quehabría comenzado en diciembre de 2004 y que termi-nó ese miércoles de abril. Algunos politólogos diránque Gutiérrez estaba caído desde que se posesionó yencontrarán en su fragilidad política las causas de suprogresivo deterioro en el poder; y con ésta caída con-tarán tres en menos de una década.

2 Retomo la frase a partir de un lugar común que haconstruido la prensa para referirse a los hechos de estatarde y noche. Me percaté por primera vez de la frasepor la recurrencia con la que el programa de televisiónDía a Día de Teleamazonas la utilizó en un programa“especial” (domingo 01.05.05, 20h30). Ver, también,“¿Qué sucedió en Ciespal?”, reportaje de La Televisión,Ecuavisa, 29.05.05 (www.tvecuador.com), “Hechosde Ciespal, inexplicables: Espinosa”, Hoy, 28.04.05.

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país de los políticos corruptos, y querían co-menzar, precisamente, con la renuncia de losdiputados.

Lo que pasó después, a lo largo de la tardey noche de ese miércoles, ha sido objeto demúltiples interpretaciones que, considero,constituyen o un déficit o una sobrecarga desentido. Una superposición de múltiples he-chos crean un agujero negro, tan vacío comocargado de significados y posibles interpreta-ciones: los actos de violencia y vandalismoque cometieron los manifestantes, el “secues-tro” de Palacio en el edificio a expensas de -según la prensa- “una horda, una turba, unamasa”, la desprotección policial y militar dePalacio que duró varias horas (el presidenteno pudo abandonar el edificio sino hasta en-trada la noche)4, el rumor de golpe de estadoque se habría fraguado durante ese vacío depoder, las (reales) motivaciones y objetivos dela gente que estuvo ahí (los “verdaderos fora-jidos”, los “infiltrados”, el comandante de po-licía Marco Cuvero, los “mandos medios mi-litares” como el coronel Servio Samaniego,etc.), y el papel de quienes sin estar, estuvie-ron (desde el periodista de radio La Luna Pa-co Velasco o el líder del PSC León FebresCordero, a quienes Palacio llamó a pedir ayu-da5, hasta los altos mandos policiales y milita-res que monitoreaban la situación a través decelulares), todos ellos, son -entre otros- even-

tos de una volátil disputa de sentidos, actoscon interpretaciones múltiples, con decodifi-caciones diversas.

Con el ánimo de encontrar unas mínimas-no exhaustivas- coordenadas interpretativasdentro de este denso cúmulo de sentidos, eneste artículo planteo que los acontecimientosde abril en Ciespal pueden ser vistos desde, almenos, tres ópticas:

a) como espacio (institucional) de resoluciónde la crisis política, lugar donde toma cuer-po el reacomodo del poder,

b) como espacio del sinsentido, de la anar-quía, del caos, de la violencia, donde losactores y las circunstancias sólo puedenaprehenderse a través de la frase “lo que pa-só en Ciespal” (el discurso de los medios,por ejemplo), y

c) como espacio de lo fenomenológico, de loque pasó en Ciespal, sin comillas, cuandopersonas concretas acudieron a un lugar per-siguiendo varios y diversos objetivos: ya sea“el hueveo” como dicen Hugo y Bruno, (uti-lizo seudónimos) dos de mis entrevistados,festejar la caída de Gutiérrez, pedir la renun-cia a los diputados (y de paso golpearles, in-sultarles, vejarles), robar en medio de la con-fusión, “quemarles así como quemamos elMinisterio [de Bienestar Social]”, sondearlas condiciones para un golpe de estado,“proteger la casa” como dice una funcionariade Ciespal o, como en el caso de MauricioGándara (hoy ministro de gobierno de Pala-cio) que fue de los primeros en llegar, darlesu respaldo a Palacio y confirmar su interésde ser parte del nuevo gobierno.

Al plantear estas tres perspectivas, mi interéses tomar “lo que pasó en Ciespal” como unevento que condensa significaciones (Geertz1997), un pretexto para activar narrativas so-bre la protesta (Polletta 1998, Auyero 2000 y

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3 Rebasa los límites de este artículo una sistematizaciónexhaustiva del escenario de crisis en el que tuvo lugarla acción colectiva contenciosa denominada “la revuel-ta de los forajidos”. Para el efecto, consúltese entreotros, los artículos que aparecen en este número deÍconos, “El abril de los forajidos”, Hoy, mayo 2005,“La revuelta de los forajidos”, El Comercio, 24.04.05,Ramírez (2005). “Forajido” fue el calificativo que usóGutiérrez para descalificar a quienes comenzaron aprotestar frente a su casa particular una semana antesde lo de Ciespal. Los manifestantes se apropiaron de lapalabra y la resignificaron como factor aglutinantecontra Gutiérrez (“yo también soy forajido”).

4 “El poder desamparado”, editorial de Enrique Valle,Hoy, 04.05.05.

5 “Rómulo López: ‘querían matar al presidente’”, Hoy,26.04.05.

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2004), un corpus de producción y disputasde sentido sobre la política (López-Maya2004). No pretendo, por tanto, “aclarar” loshechos, ni presentar una versión más real omás verdadera que otras (por demás, tareasimposibles). Busco entender las formas en lasque la lucha política continúa en el campo delas representaciones. Guía mi reflexión la ideade que “de-finir”, decantar, lo que pasó enCiespal es un proceso sujeto al cruce de rela-ciones de poder6. Así, me llama la atención laforma en la que tanto algunos actores políti-cos que hacen parte del status quo como algu-nos medios de comunicación (tal vez, la ma-yoría), han producido un sinfín de voces, in-terpretaciones, códigos, etc., con el ánimo,considero, de imponer un conjunto de repre-sentaciones sobre lo legítimo y lo ilegítimo, loapropiado y lo impropio, lo que se tomará encuenta y lo que se excluirá-estigmatizará, etc.Y me parece que el nudo semántico más tupi-do y prolífico tiene que ver con el trato que seda a la violencia producida en Ciespal porunos actores beligerantes en extremo: los de-finidos como infiltrados. Lo que se podría defi-nir como el sentido común forjado en/por losdiscursos dominantes, prefigura un ámbitode lo posible en donde la violencia debe serexcluida. El orden social civilizado -según es-te lugar común- estaría representado por los“verdaderos forajidos”, gente pacífica queprotesta “legítimamente” contra los diputa-dos, los políticos, pero sin causar destrozos,sin golpearlos (“casi” sin alterar el orden). Setrata de un intento por pasteurizar la imagende los forajidos de abril excluyendo a sus ex-presiones más críticas y radicales. Este textoapunta, entonces, a presentar una lectura po-

lítica de los hechos para entender aquel dis-curso del orden que, al intentar exorcizar laviolencia, separa los “infiltrados” de los “ver-daderos forajidos” y, bajo esta argucia, buscaanular o, al menos, no llega a comprender, losprofundos contenidos políticos condensadosen las actitudes violentas de quienes atacarona los diputados en Ciespal. Es sobre este ejealrededor del cual gira este ensayo. Aclaro quemi recolección de información se enfocó ha-cia allá; otros temas, en especial las estrategiasque en el lugar desplegaron quienes queríanpromover un golpe de estado, ya sean grupospolíticos organizados de distinta índole o mi-litares insurrectos7, no son abordados aquícon la minuciosidad que requieren.

Para escribir este artículo me he valido deentrevistas in situ y a posteriori a personas queestuvieron ese día en Ciespal, de mis propiosapuntes, ya que fui testigo presencial (observa-dor-participante), y de una revisión de la pren-sa televisiva y escrita. También he utilizado fo-tografías tomadas por diversos manifestantespresentes, las grabaciones (imágenes y entrevis-tas) que realizaron dos camarógrafos y un pe-riodista de Ciespal a lo largo de todo ese miér-coles, y las que -ese mismo día- recogimos enaudio junto a Sebastián Mantilla, un amigoantropólogo, en un intento -sin mayores pre-tensiones- de hacer etnografía de la protesta.

El último acto

A ese 20 de abril el país llegó convulsionado.Las relaciones de fuerza entre los políticos sehabían exacerbado a tal punto que el consabi-do, democrático y saludable par gobierno-oposición había dado paso al más efervescen-te par amigo a defender–enemigo al que des-

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6 “Uno de los factores fundamentales de las luchas polí-ticas, tanto a escala de los intercambios cotidianos co-mo a escala global, consiste en la capacidad de impo-ner unos principios de visión del mundo, de hacer lle-var unos lentes que hagan que la gente vea el mundosegún unas divisiones determinadas” (Bourdieu1996:29).

7 Sobre el recurrente proyecto político de los militaresen el Ecuador, ver el artículo de Bertha García en estenúmero de Íconos. Como insumo para futuros análisis,adjunto como anexo un recuadro que recoge la inter-vención del coronel Servio Samaniego en Ciespal.

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truir. El punto más álgido: la disputa que des-de diciembre se había activado en torno alcontrol de la Corte Suprema de Justicia. Du-rante casi 5 meses los partidos políticos ali-mentaron actitudes de lo que en el medio seconoce como “canibalismo político”. Lasalianzas de momento a las que había recurri-do el gobierno le pasaban factura: el PREquería a Bucaram de vuelta (y varios sectoressociales y políticos mostraban su desconten-to); el PRIAN, el MPD y “los independien-tes” (diputados comprados a cambio de car-gos públicos, dinero o prebendas) no se can-saban de desangrar al gobierno8. La oposi-ción, entre otras formas de acción, mostró supoder en las calles: recordemos las marchas deQuito -promovidas por la ID y otros actoreslocales- y de Guayaquil bajo la venia del PSC.

La semana previa se había activado el dis-positivo forajido, la revuelta que concentróinicialmente a personas de clase media y me-dia-alta en la tribuna de la avenida de los Shy-ris en Quito, luego de una convocatoria a tra-vés de radio La Luna. Día tras días las auto-convocatorias ciudadanas fueron ganando enespesor y efectividad hasta que contribuyerona minar las bases del régimen. Sin embargo, lade los forajidos fue una revuelta que rebasólos límites del conflicto fijados por los políti-cos. La protesta se enmarcó en la indignacióngeneral sobre el manejo maniqueo, corruptoe interesado del poder por parte de la clasepolítica dirigente. Del “fuera Lucio” -procu-rado por los políticos de oposición- al “fueratodos” -erigido en las calles contra todos lospolíticos- no había sino un paso.

En ese escenario, ese miércoles de abril fueel día de la lucha final: el primo de Gutiérrez,Renán Borbúa, y el subsecretario de bienestarsocial, Bolívar González, organizaron la llega-da a Quito de las huestes gutierristas, genteque apoyaba al gobierno y que había sido re-clutada de forma clientelar en diversas pro-vincias del país. La gente de Quito, en cam-bio, organizaba un tanto espontáneamente la“defensa de la ciudad” y bloqueaba rutas, ba-jaba llantas, lanzaba piedras. La política con-tenciosa de los manifestantes, “los forajidos”,limitó las intentonas del gobierno de crearfuerzas de choque a su favor. El episodio másviolento se vivió en el edificio del Ministeriode Bienestar Social (MBS), donde seguidoresdel régimen -apoyados por la policía- dispara-ron a la población civil. Una vez que los “fo-rajidos” se tomaron ese edificio, lo destruye-ron, le prendieron fuego, golpearon a los gu-tierristas. Muchos de los victoriosos manifes-tantes que se tomaron este edificio fueronluego a Ciespal, en búsqueda de los diputadosa quienes se veía (junto a Gutiérrez) comoresponsables de la recurrente crisis política y,más aún, como protagonistas de una largahistoria de corrupción y manejo maniqueodel poder.

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8 El gobierno había sido muy hábil al mantener unamayoría en el Congreso hasta ese momento. La balan-za se inclinó a favor de la oposición sólo luego que dosdiputados otrora aliados -Carlos Vallejo y Marco Proa-ño, del PRIAN y el PRE respectivamente- cambiaronde bando, arriesgando perder el apoyo de sus partidos.Con ellos en contra, en una maniobra oportunista, ungrupo de los “independientes” también le dio la espal-da al gobierno.

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Simulacro democrático, reacomodo

“Era como ver la tele” dice Manuela, una es-tudiante de bachillerato que fue de las prime-ras en entrar al auditorio de Ciespal, cuandose refiere a cómo presenció la posesión delpresidente Palacio:

“Estaban ahí toditos, sentados. Estaban lascámaras. Y la Cynthia Viteri [diputada quepresidió la sesión y posesionó a Palacio] conuna corbata, super seria, y leía la resolución.Y Palacio levantaba la mano como saludandoasí, como que estuviera en el estadio. Y losguardaespaldas. Era como decirle ‘bueno,aquí está, te posesionamos, todo listo, borray va de nuevo’. Había mucha gente, pero eserato se quedaron callados, tu sabes, por la ce-remonia” [énfasis agregado]

Marco, un joven empresario que salió a pro-testar “sólo un par de días, porque el trabajono me deja mucho tiempo”, también recuer-da su llegada a Ciespal:

“Veníamos de la Plaza Grande. Cuando lle-gué, los diputados se abrazaban entre ellos.Gritaban: ‘Y donde está, que no se ve, el ca-chetón del coronel’, y algunos nos aplaudíany nos decían: ‘bien, bien, ya le botamos’. Ahífue cuando me enojé y les grité: ‘No vale.Debían votar por la disolución de la Corte[la Corte de Justicia armada a la medida desus objetivos por Gutiérrez y Bucaram] hacemeses. Ahora no vengan a hacerse los héroes.Ustedes también fuera’.”

Los relatos de Manuela y Marco ilustran dosmomentos de un mismo acto. Por un lado, lasolemnidad teatral con la que los políticos,actores visibles del poder, encarnan su rol; laritualidad, aunque sea al apuro, con la que“debe” posesionarse un presidente. Todo tie-ne que estar dispuesto -retomando la idea deManuela- como para que salga en la tele, co-mo para conjurar un ritual, para consumarun performance.

Por otro lado, tal como lo percibe Marco,el acto de posesión de Palacio condensa un

reacomodo de las fuerzas políticas. Tomaríademasiado espacio anotar y analizar el sinnú-mero de reveladores diálogos y decidoras imá-genes que captaron las cámaras de Ciespaldurante ese día, antes y durante la posesiónde Palacio. Entre los diálogos, por ejemplo,vemos a un muy esmerado diputado demo-cristiano que organiza la sesión: “Nada de dis-cursos largos. Nada de confrontaciones entrenosotros. Todo rápido, ¿ok?” les dice a ungrupo de diputados que lo escuchan atenta-mente. “Yo tengo ya redactada la resoluciónpara destituir a Gutiérrez”, agrega antes desubir la voz: “¿y qué fue la lista?”. Otro dipu-tado, uno de los que inclinaba la balanza esedía (léase: que horas antes estaba a favor delgobierno), estaba a tono con la diligencia delmomento: “primero [nombramos] un direc-tor de la sesión, luego destitución de Quinta-na [el presidente del Congreso], nombramosun vicepresidente y de ahí directo a lo de Gu-tiérrez”. Entre las imágenes podemos ver auna diputada socialcristiana que habla, almismo tiempo, por dos celulares, mientrasotros dos timbran y timbran frente a ella.“Por eso le filmé”, me cuenta el camarógrafode Ciespal. Otros diputados, sin tanta proliji-dad, hablan por un sólo celular, pero cubrien-do su boca con la mano.

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Estos pequeños actos, entre muchos otrosque valdría entenderlos a la luz de la comple-jidad semántica de los guiños de ojo de los quenos habla Geertz (1997), revelan el instante (olos instantes) en el que un nuevo equilibrio defuerzas toma lugar en la política ecuatoriana:el reacomodo de fuerzas, el nuevo reparto. Alrespecto, vale recordar que lo primero que hi-cieron los diputados luego de la crisis fuenombrar nuevos miembros del Tribunal Elec-toral (que antes lo controlaban los aliados deGutiérrez) y, además, expulsar a los diputadosque apoyaron al gobierno rompiendo -esa fuela justificación legal que encontraron ese mo-mento- “la disciplina partidista” consagrada enel Código de Ética del Congreso9.

Este primer punto está bastante claro: enCiespal se vivió un ritual de restauración deljuego democrático (la posesión de Palacio)que, en el fondo, únicamente reacomoda lasfuerzas existentes; una especie de conjuro am-pliamente legitimado por la dinámica de ac-ción colectiva que se vivía en las calles de Qui-to, pero signado por la enseñanza del Gatopar-do: cambiar algo, para que todo quede igual.

El plató mediático

Durante toda la tarde así como en las sema-nas posteriores a ese miércoles, la prensa escri-ta (periódicos y revistas) fue muy prolífica enproducir noticias, recoger relatos, presentarversiones10. La televisión, por su lado, trans-mitió en vivo y, luego, produjo una serie de

“especiales” (Día a Día, La TV11, Ecuavisa, Te-leamazonas). En tanto evento mediático, loque pasó en Ciespal vio así incrementada súbi-tamente la circulación de imágenes y repre-sentaciones sobre la política, la legitimidad dela protesta, la violencia, el potencial golpe deestado, etc.12 Quisiera proponer una lecturaexploratoria respecto al tratamiento mediáti-co sobre los hechos en Ciespal ese miércoles(aquí sigo a Farinetti 2000 y a Aguiló 2004).Así, me parece que habrían dos ejes en tornoa los que los medios articulan sus narraciones;ambos buscan descifrar algo que aparece po-co inteligible, algo que es menester aclarar: elprimero se centra en la violencia (y sobre to-do, en su espectacularización); y el segundoen el papel pasivo de la fuerza pública ante eldesborde de los manifestantes.

“Infiltrados”

En el primer eje, la beligerancia de los actoreses vista como irracional, fuera de orden, exce-siva. Los protagonistas de esta narrativa se di-viden entre víctimas y victimarios. Sobre losprimeros se tiende un velo de proximidad:son llamados por sus nombres; si bien formangrupos (los diputados o los periodistas) tam-bién son presentados de forma identificable yhasta en singular (el diputado tal, el reporte-ro tal). Sobre los victimarios, en cambio, pri-ma un difuso plural que los presenta sólo co-mo colectivo: son seres de la masa, la horda,

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9 “Depuración a medias y a dedo”, La Hora, 27.04.05. 10 Para el análisis he recopilado todo lo publicado sobre

Ciespal desde esa fecha hasta junio 2005, en los perió-dicos Hoy, La Hora, El Mercurio, El Universo, El Co-mercio, Ecuadorinmediato y Tintají. También he toma-do en cuenta las revistas Vistazo y Soho. Durante esatarde y noche, las versiones on line de los periódicosnacionales e internacionales no perdieron la pista a loseventos (“19h15: Palacio rodeado en sótano de Cies-pal”, “19h43: Palacio habría salido de Ciespal”, El Co-mercio, on line, 20.04.05; “Nuevo presidente ‘secues-trado’ por manifestantes”, El Mercurio, on line,

20.04.05; “Confusión y caos reinan en capital ecuato-riana”, Prensa Latina, México, 20.04.05)

11 “¿Qué sucedió en Ciespal?”, reportaje televisivo de LaTelevisión, Ecuavisa, 29.05.05 (disponible en: www.t-vecuador.com)

12 Según Sáez (2005) habrían tres procesos por los quelos medios influyen en las audiencias: el de tematiza-ción (setting) que remite a la jerarquización de lo másimportante; el de primacía (priming), según el cual laargumentación de los medios es tomada como propiapor las audiencias; y el de encuadre (framing): el trata-miento que los medios dan a un tema influye en la de-codificación que de él hace la audiencia (cf. Hall1980, Cerbino 2005, León 1994, Aguiló 2004).

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la turba; no tienen historias particulares; sonun ente múltiple, vago, impreciso. Constitu-yen un “otro”, distinto, lejano13. Usualmentellamados “infiltrados”, los victimarios sonpresentados como llenos de pasiones, irracio-nales, lujuriosos, marginales (drogadictos).En este primer eje sobre el que se asienta eldiscurso mediático, prima la descripción (enalgunos casos, cronológica) y el relato de loshechos de esa tarde, narrados desde una posi-ción normativa sobre lo aceptable y lo inacep-table. Veamos, por ejemplo, cómo presentalos hechos un periódico de Quito:

“Bajo la consigna ‘¡Fuera todos!’, decenas depersonas ingresaron el miércoles al edificio deCiespal para buscar a los diputados que, en ho-ras de la mañana, sesionaron en el lugar. El he-cho puso a correr a legisladores, periodistas, ase-sores y al propio presidente Palacio. La turba nosólo estaba integrada por ‘forajidos’ sino por de-lincuentes que, a punta de palos, piedras e, in-cluso, armas cortopunzantes, llegaron al lugar,que se convirtió en un campo de batalla. Empu-jones, gritos, ‘palazos’... fue el método que esagente usó para romper puertas, techo y ventanas,en busca de su objetivo” [énfasis agregado]14

En algunas variaciones, “esa gente” toma elrostro de “infiltrados”. En estos casos, se espe-cula que “seguían un libreto”, que tendían unobjetivo deleznable (reinstalar a Gutiérrez enel poder, matar a Palacio…):

“Hay que condenar la brutal presión de la quefueron objeto [los diputados] en Ciespal, nopor los ‘forajidos’ que lucharon en las callescontra el ‘dictócrata’ [desafortunada autodeno-minación del propio Gutiérrez], sino por infil-trados que siguieron un libreto que tenía porfinalidad regresar al coronel a Carondelet”15

“La vida del presidente de la República, Alfre-do Palacio, estuvo en riesgo, al ser perseguidopor 200 mercenarios para asesinarlo, quieneshabrían sido contratados por el directivo deSociedad Patriótica, Renán Borbúa. Así lo re-veló Rómulo López, quien acompañó al jefede Estado, el miércoles anterior, luego de quese posesionó en Ciespal, ante el Congreso, queescogió como sede ese lugar”16

En esta lectura mediática, no cabe concebir alos forajidos como violentos. A “esa gente”,los infiltrados, no se le atribuye una capaci-dad de indignación moral sobre la política.Los forajidos violentos no son forajidos. Laregla que impone este relato parece simple,sin embargo, es muy efectiva a la hora deconstruir una línea divisoria entre quienescalzan en el ámbito de los posibles, y aquellosque “al comportarse así” deben ser excluidosdel orden social civilizado.

Por otro lado, para construir su relato, al-gunos medios se apoyan en testimonios.Quienes dan testimonio no son, en ningúncaso, los victimarios. Quienes tienen derechoa expresarse son los “testigos” o las “víctimas”de la violencia de la turba; los otros, ese otrodifuso, anónimo y violento, está presente enlos relatos, pero no por su propia voz, lo quepermite que sobre él se cuelen un conjunto deestigmatizaciones17. Un periódico de Cuencarecoge así el testimonio de dos diputados (tes-tigos-víctimas):

“El diputado de la DP, Ramiro Rivera, dijoque los responsables de los hechos violentosregistrados en Ciespal el pasado 20 de abril,son la denominada banda de ‘Cero Corrup-ción’ [grupo de choque creado por partidariosde Gutiérrez] y del Movimiento Popular De-mocrático que estuvo junto al Gobierno y lue-

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13 Sobre la política de representación que, en un entornode violencia, identifica a los cercanos, los “nuestros”, ydes-identifica al otro, al “enemigo”, ver Judith Butler(2003).

14 “Ladrones se colaron en toma de Ciespal”, Hoy,22.04.05

15 “Diputados, pudo más el populismo”, editorial deThalia Flores, Hoy, 14.07.05.

16 “Rómulo López: ‘querían matar al presidente’”, Hoy,26.04.05.

17 Estigma, dice Goffman (2003), es un atributo de lapersona que lo diferencia de los demás y que lo con-vierte en menos apreciable. Puede ser corporal o social(de su personalidad) pero siempre se basará en un jui-cio social y moral de lo aceptable.

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go pretendió señalar que habrían participadoen su caída. Según Rivera, la turba de malean-tes estuvo drogada y armada de palos, mache-tes, que se infiltró con la juventud de los fora-jidos que gritaban ahí ‘no más violencia’ y acu-só a Renán Borbúa y Bolívar González de serquienes trajeron a las hordas para defender alcoronel, Lucio Gutiérrez. Mientras el diputa-do de la ID, Andrés Páez, sostiene que el pre-sidente, Alfredo Palacio, sí estuvo en peligrode ser asesinado, afirmando que en Ciespal es-tuvo gente embriagada, con puñal en mano, losmismos que asaltaron a los forajidos, a diputa-dos y a la gente que esta cerca, que salieron sincelular, sin billeteras; chicas que fueron quita-das sus carteras, los aretes, lo anillos; habíanpersonas que se entraron a las oficinas a sacar-se los ceniceros, las computadoras, los cuadrosde las paredes, los libros. En un momento, sos-tuvo el legislador, hubo la intención de matar alpresidente Palacio, ‘sólo los que estuvimosdentro podemos visualizar el salvajismo con elque se expresaba cierta gente; la violencia queutilizaba esta gente elucubraba su propósito de

ir a delinquir al interior de Ciespal’. Recordóque los delincuentes infiltrados en la protesta cí-vica de los forajidos, con botella en mano rom-pieron la cabeza de los diputados: Cinthya Vi-teri, Carlos Vallejo, Luis Fernando Torres, Pa-tricio Dávila, Miriam Garcés, Ana Lucía Ce-vallos, Miguel López, este último legislador es-tuvo a punto de ser lanzado desde el segundopiso de Ciespal” [énfasis agregado]18

El poder desamparado

En el segundo eje, el referido a lo que hicie-ron y, sobre todo, a lo que dejaron de hacer lapolicía y las fuerzas armadas aquella tarde, losmedios lanzan una cacería informativa. Si-guen los hechos, manejan hipótesis, exigentransparencia. Sobre todo, especulan (tal vez,con razón) sobre un potencial golpe de esta-

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18 “Hubo intento de golpe de estado militar. A eso se de-be la separación del coronel Servio Samaniego”, ElMercurio, 01.05.05.

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do. Más en detalle, los medios se preocupan -mayormente- por explicar dos hechos parale-los: a) por qué la policía o la milicia no con-tuvo la violencia de los manifestantes19 y b)por qué no protegió o rescató a Palacio20. Alrespecto, han realizado tanto la cobertura de“las investigaciones legales procedentes” (quetienen como principal escenario al Congresoy a la Fiscalía de la Nación)21, como la conde-na de las pretensiones ocultas de “militares yotros grupos de poder” por crear un escenariode caos y pescar a río revuelto22. En ambos ca-sos, la preocupación de los medios gira en tor-no al paréntesis que esa tarde sufrió el webe-riano monopolio legítimo de la violencia. Ca-si la totalidad de mis entrevistados tambiéncoinciden en que la policía no hacía nada y enque los militares estaban, pero no actuaban.

El punto más alto de esta narrativa se dejaver a propósito de la presencia de un coronelen servicio activo (Servio Samaniego) que in-crepa a los presentes a no reconocer a Palacio.Si las fuerzas armadas mostraron recurrente-mente su politización en las últimas tres caí-das, éste fue -junto a la participación del co-ronel Gutiérrez en el 21 de enero- el momen-to de menor hipocresía (ver ANEXO).

Tanto en la estigmatización de los violen-tos, como en la inquisición sobre la inacciónde la fuerza pública, prima en los medios un

discurso del orden. Para los medios que aquíhe analizado, al menos eso es lo que pudo leeren el conjunto de notas de prensa y en los po-cos pero decidores minutos de video, la vio-lencia es un problema a conjurar, a contener,a exorcizar, a través de una narrativa sobre elcaos y la anarquía. Toda violencia por fuera delos cánones impuestos por el status quo seráestigmatizada, penada moralmente, sanciona-da como extrema. Al reproducir el discursodominante sobre la violencia legítima, los me-dios muestran su articulación con el poder.

¡Fuera todos! Violencia e indignación moral23

Comienzo esta sección con un el relato deHugo, un joven que fue a Ciespal aquella tar-de y encontró -como tantos otros- un aquí yun ahora propicios para mostrar su rechazo ysu ira hacia los diputados:

“Era como estar en el estadio y que al frenteestaban los dirigentes de la barra contraria24.Era tenaz. Ahí me topo con la Mónica [seudó-nimo], que como te explicaba era del grupo es-te del Gándara y del Cordovés, de [la organi-zación] Ciudadanos por la Democracia, y mepasa el megáfono y me dice ‘tranquilízales,tranquilízales’. Cogí el megáfono. Y yo nadade querer tranquilizar a nadie. Aquí les voy ahostigar. ‘Perdóname Mónica, pero ahora mevoy a dar gusto’. En la oficina que te digo, queera en el primer piso alto era donde creíamosque estaban los diputados, y yo comencé: ‘Hi-jueputas, ahora se mueren’. Yo no tenía la in-

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19 Por ejemplo: “Ladrones se colaron en toma de Cies-pal”, Hoy, 22.04.05; “Sodoma y Gomorra en Ciespal”El Comercio, 26.04.05; “Nos estuvieron pegando has-ta que un pelotón de la Policía entró a ayudarnos”,(Jorge Marirrodriga), El Comercio, 24.04.05.

20 “No fue fácil para Palacio”, “Alfredo Palacio asume yqueda atrapado”, ambos en Hoy, 21.04.05; “Casimuere en el intento”, Revista Vistazo, 02.06.05; “Elpresidente pasó un susto en Ciespal”, El Comercio,21.04.05; “Cynthia Viteri: no sabíamos dónde estabael presidente”, La Hora, 23.04.05.

21 “La Fiscalía investiga desmanes en Ciespal”, El Co-mercio, 26.04.05. Al respecto, luego de los aconteci-mientos, tanto el Congreso como el presidente Palaciose comprometieron a pagar por los daños que sufrió eledificio, sin hacerlo hasta la fecha.

22 “Rosero y Cuvero callan por ataque en Ciespal”, re-portaje de Gabriela Fajardo, Hoy, 27.04.05.

23 Siguiendo a E.P. Thompson (1995) entiendo por in-dignación moral la forma en la que un actor evalúauna situación como injusta e impropia, un acto quecrea un agravio. De forma similar, Benjamín (1921)ubica el campo de la moral en relación a la justicia yal derecho entendiendo por éste no sólo lo legal, sinotambién lo legítimo.

24 Hugo es miembro de una barra de fútbol. Su descrip-ción del evento (“era como estar en el estadio”) podríaser analizada como un momento ritual (aggro) de exal-tación y confrontación violenta con el adversario(Hernández et al (2001).

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tención de matarles pero era una jugada del as-pecto psicológico de los manes, ¿cachas? Losmanes frente a un montón de gente, una tur-ba enardecida, totalmente resuelta a cualquiercosa... y alguien que te esté martillando el ce-rebro. Era jugarles la psicológica. Que sientanestos desgraciados lo que la gente puede hacer-les por la irresponsabilidad, que sepan querealmente la cuestión de votar o no votar enun periodo de 6 meses por una resolución, síhace la diferencia. Porque si ellos votaban poresa misma resolución en diciembre, cuandofue todo el despelote de la Corte y todo, todoesto no hubiera sido necesario. Ahí me quedéun rato con el megáfono y me explayé con flo-rido vocabulario a mandarles a la puta madre.

E.H: ¿Que les decías?

‘Vos Villacís [diputado del MPD] hijo de pu-ta, te vas a morir, ahora sí te voy a colgar de loshuevos yo mismo’. Yo no sabía si él estaba ahíadentro escuchando. ‘Te voy a colgar de loshuevos’. Todo cague de risa. Y cuando llegué alcapitulo Dávila [diputado del PSC] le dije:‘Vos Dávila, maricón, desgraciado’. Eso de‘maricón’ no era por ser homofóbico, para na-da25. ‘A voz si me voy a dar el gusto de meter-te esta estaca por el culo’. Y yo no tenía ningu-na estaca ni nada. ‘Voz fuiste el de la AGD, vosfuiste el atracador de este país’. Entonces hacíamemoria del papel del man en la Superinten-dencia de Bancos en la época de Mahuad, decómo el man se enriqueció ilícitamente: tiene 3informes de la Comisión Anticorrupción queno dan trámite en la Fiscalía, encubrió a losdeudores de la AGD mientras él estaba a cargo.Con él sí me explayé. Me seguía y me seguíaacordando. Así, era una cuestión de ponerlememoria a un montón de notas y de gritarletodo en la cara. Así eran los gritos, ya un poco

en serio, no tan joda, de la indignación que sen-tía” [énfasis agregado]

Quien habla, Hugo, está muy bien informa-do sobre los asuntos de corrupción en los queestán involucrados los diputados a los queagrede. Su actitud violenta se guía conciente-mente por estrategias de amedrentamiento,buscando causar unos efectos políticos y psi-cológicos específicos: el miedo y la lecciónmoral, a unos sujetos perfectamente identifi-cados/identificables26. No se trata de una acti-tud indiscriminada e irracional de agresión.Su acto, por el contrario, está guiado por unaracionalidad estratégica que se ajusta al mo-mento específico y, más aún, está cargado deimplicaciones morales (“de la indignaciónque sentía”), es decir, una racionalidad prácti-co-moral. Te busco para golpearte -parece serla lógica-, si no lo logro, no dejaré pasar laoportunidad de darte un escarmiento (moral)recordándote lo que eres a través de un megá-fono. La forma de su acción, el insulto y la ve-jación, están cargados de connotaciones se-xualizadas y desmaculinizantes (“colgarte delos huevos”, “una estaca por el culo”) que me-recen un análisis más detenido, el cual rebasalos límites de este artículo. Su relato, tam-bién, está envuelto de una narrativa festiva,carnavalesca (“todo cague de risa”). El crucetiempo-espacio (aquí-ahora) producido enCiespal no es un lugar vacío, sino uno endonde la transgresión, la inversión del orden,es posible y hasta deseable (Bataille 2002).

Es una situación límite donde las emocio-nes operan más diligentemente (lo que losteóricos de la acción colectiva llamarían emo-tions at work, emociones en acción). Veamos,

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25 En otro momento de la entrevista, Hugo explica queusa “maricón” o “hijo de puta”, “sólo como insultos”:“Yo tengo buenos amigos gays y no tengo nada contralas prostitutas. No es por ser homofóbico. Los manesdespués sacan un comunicado diciendo ‘queremos ha-cer conocer que el señor tal y tal no hace parte de lacomunidad gay’ o ‘hacemos saber que el señor éste noes hijo de ninguna de nuestras trabajadoras sexualesfederadas’. Es joda, ¿cachas? Cualquier cosa con tal deno tener ninguna relación con ese hijo de puta, sobretodo el Gutiérrez” (énfasis agregado).

26 Sobre la precisión en la ubicación de blancos con la queactúan los manifestantes indignados con los políticos,ver Auyero (2004:174-179). Este autor analiza las jor-nadas de protestas conocidas como el “Santiagueñazo”en Argentina, en donde los manifestantes ubican eidentifican con precisión a los que consideran políticoscorruptos. La precisión se explica por la lógica que guíala práctica, a saber, la indignación hacia esos políticos.

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por ejemplo, cómo momentos después, Hugocuenta que, a su pesar, “no tuvo chance” degolpearles a los diputados objeto de sus insul-tos (Dávila y Villacís). “Ni les vi cuando salie-ron” concluye. “A la Cynthia sí, a ella sí casile pego”, dice:

“Era como a la salida a la calle. Agarré unabandera y le iba a dar un palazo, pero uno delos guardaespaldas me empujó el brazo. Mequiso pegar y yo ahí con el hasta de la bande-ra le hacía así, así, para que no se me acerque.Imagínate si el man, un grandote, me avanza ameter un quiño. El fauleado era yo”

Si algún sentido ha de encontrarse a la violen-cia de quienes fueron a Ciespal dispuestos aagredir a los diputados, habrá que partir deun marco normativo-sociológico que entien-da a la violencia como una relación social, co-mo un tipo de vínculo entre actores, comouna opción dentro de un ámbito de posibles,

un ámbito -por su puesto- de sociabilidad. Laviolencia es una relación y en tanto tal haceparte de un proceso27. Ver la violencia comoun conjunto de actos aislados, desligándolosde la trama de relaciones sociales en los cua-les se insertan, la vuelve ininteligible y, así,proclive a ser dotada de connotaciones mora-les negativas (cf. Webber et al 2003). La lec-tura que sobre la violencia quisiera presentaraquí no busca contribuir al cúmulo de juiciosmorales que eventos como los de Ciespal ese

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27 En un análisis sobre violencia en El Salvador, PhilipheBourgois (2002) retoma la “ley de la conservación dela violencia” de Bourdieu (1997) para explicar las for-mas en las que ésta circula entre distintos niveles (“to-da violencia se paga”). Así, habla de al menos 4 formasde violencia: política (ejercida en tono represivo por elEstado u otros actores políticos), simbólica (aquellaque logra definir el campo de lo real, cf. Bourdieu1997:217-276), cotidiana (interpersonal, cf. Scheper-Hughes 1992) y estructural (aquella que crea segrega-ción social y económica, cf. Tilly 2004).

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20 de abril suscitan. No quiero hacer una odade lo virtuoso del pueblo insurrecto que de-rrocó al “dictócrata”. Tampoco quiero haceruna apología legitimadora de los actos de vio-lencia que se suscitaron en Ciespal (y másgravemente en el MBS) o en diversos puntosde confrontación entre los a favor y los encontra de Gutiérrez. Tampoco, y esto tal vezdeba subrayarse, es mi intención reproduciruna pornografía de la violencia28, como llamaBourgois (2002) al hecho de que la etnogra-fía de la violencia supone un acercamientoemic a las dotaciones de sentido de los perpe-tradores, y no sólo una mirada etic a partir delas historias de las víctimas o de alguna deconcepción dominante sobre el orden civili-zado (cf. Rodgers 2001). A partir del caso deCiespal, encuentro más útil en términos ana-líticos plantear elementos de juicio para en-tender cómo y por qué la gente actúa violen-tamente en situaciones específicas. Mi interéses desentrañar la lógica de la práctica a travésde entender el contexto en el que tiene lugarla violencia y las motivaciones de los actores.Por ejemplo, en la televisión vimos cómo el(autodenominado) “forajido” Diego Guzmán(hoy funcionario del gobierno de Palacio)golpea con el puño el rostro de uno de los“matones pagados” que atacaron a los protes-tantes desde el edificio del MBS, mientras és-te, sentado, asustado y con las manos esposa-das en la espalda, suplica a la policía que loproteja de los manifestantes. En este caso, porejemplo, no me interesa calificar como “dig-no” o “cobarde” el comportamiento del fora-jido, sino explicar el contexto en donde esaacción violenta tiene un sentido y, asimismo,entender ese sentido. Una pista para ello, in-sisto, puede encontrarse cuando ubicamos el

tema de la violencia como producto de rela-ciones sociales.

De la indignación que sentía

Si partimos de ahí, saltan a la vista al menosdos posiciones emic respecto a la violencia.Una, aquella de los entrevistados-actores quejustifican la violencia contra los diputados através de su indignación moral; y otra, aque-lla de quienes no la justifican apelando a cri-terios humanistas. En el primer caso se halla-ría Hugo, a quien cité anteriormente, perotambién María, una profesional acomodada,madre de dos niños, que recuerda:

“A Dávila [diputado del PSC] yo no le pe-gué. Quise, pero la gente me empujó y nopodía acercarme. Y era chistoso porque elJuan, mi esposo, estaba justo al frente gritan-do ‘no violencia’. Él era de los que se asustócon la violencia. Él creía que podía pasar al-go grave. Y tal vez sí hubiese sido así, pero eserato yo sólo quería darle un puñete. Yo lequería pegar y el Juan estaba en contra deeso. Después ya nos reíamos. Era el momen-to; era tenaz.

E.H.: ¿Y por qué sentiste ganas de pegarle?

Por lo que él representa. Porque él representala impunidad. Yo cuado oigo ‘Patricio Dávila’es como identificar… es como saber cuál es lagente que se ha beneficiado de cargos públi-cos y que no ha hecho nada por el país. Fíja-te en la gestión de este hombre en la AGD, esde lo peor que ha habido. Entonces es eso. Eslo que él representa: un cúmulo de cosas, laimpunidad, la corrupción. Para mí el Dávilano es el Dávila. Ahí yo pierdo la personifica-ción de este individuo. El Dávila representaun sentimiento de hastío. Él es eso.”

En el segundo andarivel, aquel que condenala violencia, está Graciela, una periodista queayudó a los diputados a esconderse:

“Le escondí a un diputado detrás de un escri-torio… y les decía [a los manifestantes] ‘noestán aquí, no están aquí, ya se fueron’. No te

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28 “A través de cautivantes descripciones, desgarradorasfotografías y seductoras formas poéticas, los etnógra-fos corren el riesgo de contribuir a una pornografía dela violencia que refuerza las percepciones negativas delos grupos subordinados a los ojos de lectores pococompasivos” (Bourgois 2002:96).

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voy a decir el nombre del diputado, porqueel pobre realmente estaba que se orinaba. Erauna cuestión de humanidad. No le ibas a de-jar que le peguen… si toditos venían justopor eso, para encontrarles. Claro, había unmontón de gente que hubiera gritado ‘noviolencia’ y se hubieran calmado, pero ¿quétal si no?”

Al mismo argumento recurre Esperanza, unafuncionaria de Ciespal que también ayudó aesconder a los diputados, y cuya meta princi-pal ese día era “proteger el edificio, que no essólo el lugar donde trabajas, llega a ser comotu casa”:

“Algunos diputados estaban llorando. Y medio mucha lástima. Es cierto que te puedencausar muchas iras: que corruptos, que rateros,que sinvergüenzas. Pero en ese momento sonseres humanos, desprotegidos y a merced deun grupo que les quiere hacer pedazos. Yo,personalmente, no podría ponerle a un perrosarnoso a que le despellejen. No podría. Fueraro, y te lo digo sinceramente, ese rato se creauna especie de solidaridad”

Éstos últimos cuatro relatos también ilustranuna parte sustancial de la fenomenología dela violencia, tal como se experimentaba enCiespal esa tarde. Tanto aquellos que agradencomo aquellos que buscan limitar la agresión,se mueven estratégicamente. La violencia, enel momento mismo de su cometimiento, esresultado de un juego tanto de disuasión co-mo de fuerza (cf. Tilly 2003 y Auyero 2005).“Para que no rompan las puertas, les mostrá-bamos todas las oficinas, de una en una. ‘Siven, aquí no están, ya se fueron, ya se fueron’.Pero ni bien se iba un grupo, venían otrosbuscando a los diputados. Nunca íbamos aabrir las puertas donde sí estaban los diputa-dos, pero era una forma de despistar a la gen-te”, confiesa Fernando, un técnico de Ciespal.

Bruno, uno de los jóvenes que estaba másexaltado esa tarde, nos cuenta en cambio lasestrategias de los victimarios. Junto a un gru-po de “carnes”, amigos que se conocen de to-

da la vida, Bruno es parte de una barra de fút-bol organizada que, en esos días, tomó comosuya la tarea de salir a las calles a enfrentarsea la policía y protestar contra Gutiérrez. Latarde de ese miércoles, ellos fueron de los másarriesgados y furibundos adversarios que seenfrentaron a los “matones pagados” que tra-jo el gobierno y que atacaban a la poblacióndesde el Ministerio de Bienestar Social. Sa-liendo victoriosos de ahí, Bruno y sus amigosfueron a Ciespal a “sacar a todos, que no que-de ni uno”.

“No íbamos a matar a nadie. Nadie puedehacer esas cosas. En el estadio nos hemos sa-cado la puta contra otras barras, pero nuncanada más que eso. Es como dicen, por másborracho que estés no comes caca. Para noso-tros era igual, por más cabreados… no íba-mos a matar a nadie. Pero de que les sacába-mos la chucha, les sacábamos. Yo me acuer-do, estaba cabreado. Y eso que yo vi bala enel MBS... Alguna gente, incluso de nuestrospanas, estaban más bien fresco: hueveo, a verqué pasaba… ‘no violencia, no violencia’.Otros ya sabíamos a lo que íbamos. Nos or-ganizamos. Nada de vos haces esto, yo hagoesto, ponte acá… No, como que ya sabías...con las miradas. Nos pusimos en fila india entoditas las gradas. De ley algún rato iban apasar los diputados por ahí. Les encontrabanarriba y les sacaban por donde nosotros… ylisto el capote. Y para que no nos huyan no-sotros también gritábamos ‘no violencia, noviolencia’.

E.H.: ¿Y les funcionó? ¿Le pegaron a alguien?

Ahí adentro no. Pasamos esperando a ver sicaían, pero no, nada. Unos le agarraron alDávila y le pedían la renuncia… pero ese ra-to no era de eso. Había que meterle un pala-zo. Es lo único que te queda. ‘Sí, sí, ya les fir-mo. Pasen papel y les firmo’. ¡Huevadas! Aese le esperamos afuera y ahí sí... Yo le metíun quiño en la cabeza, un manotazo en la es-palda… ¡Qué alivio! ¡Toma! ¿Qué chucha?”[énfasis agregado]

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Transgresión, violencia creadora

La tarea de entender cómo operan las emo-ciones en situaciones de violencia requeriríaun abordaje psicosocial detenido (cf. Hernán-dez et al 2001) que, como otros potencialestemas de indagación, desbordan mis fuerzas ylos límites de este ensayo. Lo que sí quisieraplantear como colofón es lo que Benjamín(1921) llama “la necesidad de una crítica dela violencia”. Según este autor, habría queubicar la reflexión sobre la violencia en el pla-no de las relaciones morales, es decir, en la re-lación de ésta con el derecho y la justicia. Talreflexión sólo puede plantearse –dice- desdeuna filosofía de la historia que asuma una os-cilación entre aquella violencia que funda yaquella que conserva el derecho. Tal filosofíase contrapone a una concepción iusnaturalistadel derecho (y, por ende, de la violencia) yaque ésta última sólo se pregunta por el origendel derecho y las formas de conservarlo y, portanto, es insuficiente a la hora de entender elcambio histórico. Los grandes cambios, lasgrandes revoluciones, se consiguen a través deprocesos violentos de erradicación del anti-guo régimen y de imposición de un nuevo or-den. En este marco, matiza Benjamín, la vio-lencia sólo puede ser entendida como un me-dio, ya que ésta no es un fin en sí misma.Benjamín distingue, más bien, entre si losmedios por los cuales opera la violencia sonlegítimos o no. Y serán legítimos en la medi-da en que se ajusten a derecho. Pero el dere-cho, concluye, y este es su argumento, tiene asu vez su origen en la violencia. Un orden (so-cial-legal) se funda o se conserva violenta-mente. La ley, en cualquier caso, es violenta,pues establece los límites de lo permisivo. Laviolencia (revolucionaria) que funda una nue-va ley (un nuevo orden, un nuevo derecho),la violencia que Benjamín (como Bataille) lla-ma creadora, se volverá decadente cuando co-mience a ejercerse para conservarse. Fundar oconservar el orden son las funciones de la violen-

cia; del momento del “hamacarse dialéctico”en el que nos encontremos dependerá que laviolencia sea vista como legítima o no.

En el caso de la violencia producida enCiespal, los conjuros que sobre ella se han te-jido (sobre todo por algunos medios) contri-buyen a crear una visión estigmatizante, y nopermiten comprender (si seguimos el argu-mento de Benjamín) los entretelones de su le-gitimidad que, como hemos visto, radica enla indignación de los manifestantes haciaquienes encarnan una práctica política co-rrupta. Aún peor, tales conjuros invisibilizanlas reales motivaciones de los violentos de esedía. Aquellos violentos de un día que se can-saron de ser violentados todos los otros díaspor una clase dirigente maniquea e interesa-da. Si retomamos la idea de Benjamín de queel papel de la violencia es fundar o conservarel orden, ¿qué tan violenta resulta la restitu-ción del orden democrático encarnada en laposesión de Palacio? ¿O no hay violencia en larestitución de un nuevo orden que de nuevosólo tiene otros rostros pero las mismas es-tructuras? Es decir, ¿no resulta violenta la res-titución de un orden que, en términos políti-cos, no ha generado sino mecanismos de re-producción de la exclusión política o de con-centración y apropiación privada y corporati-va de recursos públicos, es decir, de una prác-tica política percibida y evaluada -por los ma-nifestantes- como abiertamente deshonesta,cínica, impropia, injusta, en una palabra, in-moral?

Graciela, la periodista que escondió a un di-putado debajo de un mueble:

“Lo que me calienta es que después de eso,como si nada. Al siguiente día, otra vez a ne-gociar.

E.H.: ¿Y ahora, después de que pasó eso, levolverías a esconder?

No, ¡qué va! Mi pelado me decía que québruta, cómo le voy a proteger a ese diputa-

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do… y es cierto. Ahora otra vez anda nego-ciando, poniendo precio a su voto, en sus an-danzas. Tal vez le hubiera servido de lección.Un escarmiento para que no sea tan cínico.Él y todos los otros. ¿No ves? Después de esose fueron otra vez a sesionar y siguen en lasmismas. Ahora no sé, no creo, no sé si yomisma les buscaría para pegarles, aunque seaun coscorrón. A mí como periodista me co-nocen, por estar ahí cubriendo el Congresotodo el tiempo. Pero eso sí, no les volvería aproteger. Al menos que les peguen un poco,que aprendan a no ser tan sinvergüenzas”

Esperanza, la funcionaria de Ciespal que ayu-dó a despistar a los manifestantes:

“Yo no tuve esa sensación de bienhechito queles pegaron. Pero sí me da bronca lo que pasaahora. El cinismo con el que actúan. La rapi-dez con la que se volvieron a repartir los pues-tos en el Tribunal Electoral, o las comisioneslegislativas. Todo ese reparto que es el típico.Lo único que me queda es… ¡qué gente! Noaprenden. ¿Qué más les hace falta para reac-cionar? Yo supongo que te habrá pasado que,estando en un momento así super difícil, escomo que te sientas a evaluar y reaccionas pa-ra ver lo que te ha pasado. Pero me sorprendeque esta gente no. Que siguen en las mismas.Que no hayan procesado adecuadamente loque les pasó o les pudo pasar acá en Ciespal”

Parece claro, entonces, que la violencia expre-sada en Ciespal estuvo guiada por una pro-funda indignación moral contra los políticos(“que se vayan todos”). Sin embargo, com-probar si lo de Ciespal fue una lección para lospolíticos (o para los manifestantes) es aúnuna tarea abierta. Por como se han rearticula-do las fuerzas políticas luego de la crisis, metemo que no. Aún peor, me temo que la beli-gerancia desatada a partir de la general indig-nación hacia los políticos quede exorcizada,una y otra vez, por un discurso que estigma-tice la protesta y aspire a que los “dóciles fo-rajidos” protesten casi sin protestar. Y que susfrutos no sean otros que el reacomodo de lasfuerzas, un simulacro democrático, como el

que vivimos en Ciespal con la posesión de Pa-lacio. Un reacomodo que, retomando a Ben-jamín, resulta violento por cómo conserva elpoder, por cómo reinstala el mismo juego po-lítico frente al cual protestaron los otros vio-lentos, los que atacaron a los diputados enCiespal. Sin embargo, como puntualizaBourgois (2002) respecto a la bourdiana “leyde la conservación de la violencia”: si todaviolencia se paga, toda violencia, también, sesufre. Nadie sale librado de la violencia. Enalgún momento, ésta da la vuelta, no por unamoraleja, sino por el flujo de relaciones socia-les que se condensan en ella. Queda abierta,por tanto, la expectativa sobre el poder del po-der para conjurar las potencialidades políticascontenidas en la violencia expresada en Cies-pal por los manifestantes. Quedan abiertas laspotencialidades para que la indignación mo-ral, hoy expresada en forma de violencia con-tra los políticos, encuentre en el futuro antesituaciones similares los mismos causes uotros. Está por verse. Momentos como los deCiespal en abril de 2005 pueden repetirse, talvez para bien. Es decir, para canalizar la in-dignación hacia un cambio político sustanti-vo, y no sólo hacia una manita de gato-pardo.

Agradecimientos

Mi sincero agradecimiento a quienes dieronsu tiempo para ser entrevistados: periodistas,estudiantes, empresarios, militantes de distin-tas organizaciones sociales y políticas, funcio-narios de Ciespal, entre otros. Un especial re-conocimiento merecen Edgar Jaramillo, di-rector de Ciespal, Mauro Cerbino y GraceBenalcazar quienes gentilmente me permitie-ron usar valioso material de primera mano.Sofía Argüello, Eduardo Kingman, FelipeBurbano, Franklin Ramírez y Carlos de la To-rre leyeron, comentaron y aportaron con crí-ticas y sugerencias a la versión (por ahora) fi-nal del artículo. Mi gratitud hacia ellos/ella.

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Caía la noche. El coronel Samaniego nollegó solo. Junto a él llegó un grupo demilitares que se ubicaron en la entradaprincipal de Ciespal y la bloquearon.También llegaron con él, un grupo dejóvenes a quienes no he identificado;sospecho que son un grupo organizadono partidista, tal vez con ideas nuevassobre cómo organizar el país, a quienesllamaré “acólitos”. Samaniego se abrepaso entre la multitud, los que luegoserán su “audiencia” (así denominaré aquienes escuchan el mensaje -y gritan aveces a favor y otras en contra- en el hall).Cruza el pasillo de entrada al edificio.Sube unas gradas; trata de ubicarse en unhall interno, a desnivel, que lleva al alaeste del edificio: es una especie de balcónimprovisado. El video muestra a dos per-sonas que, sin uniforme pero vestidas conprendas militares, no se separan de él. Sepegan a su espalda todo el tiempo yluego, cuando habla a la audiencia, lesusurrarán ideas al oído (“susurros”).Mucha gente mira con extrañeza la llega-da de un militar al recinto. Algunas per-sonas muestran rostros de asombro orepugnancia. Mientras Samaniego subelas gradas para ubicarse de forma visible,los acólitos le abren paso y gritan variasveces: “Gobierno popular, gobierno pop-ular”. Cuando se encuentra en la partesuperior, frente a la “audiencia”, un joven-que evidentemente no es de los “acóli-tos”- se acerca y le dice: “Debemos apoyaral presidente. Hay que apoyar a Palacio”.Samaniego no se inmuta. Uno de sus dosacompañantes le responde al joven:“¡Qué chucha! Palacio también fuera.Nada que ver. Todos fuera”. El periodistade Ciespal (cuya cámara ha filmado todoel ingreso de Samaniego) le pregunta: “¿A

qué se debe su presencia aquí?”.Samaniego no responde. Hace mutis.Segundos después se sitúa frente a laaudiencia:

Servio Samaniego (S.S.): Pueblo delEcuador. Pueblo de Quito... ¡Viva elEcuador! Audiencia: ¡Viva!S.S.: Yo vengo a título personal. Soy elcoronel Servio Samaniego. Vengo a apo-yar la moción, porque en este momentoel país está sin dirección política. Hay unpresidente que no lo quieren reconocer.No hay un vicepresidente. No hay unaCorte de Justicia. Por tal razón, yo lespido a ustedes conciudadanos quemediten, que si ustedes pidieron un gob-ierno popular, que tengan un gobiernopopular. Acólitos: ¡Fuera todos! ¡Asamblea popu-lar! ¡Gobierno popular! ¡Gobierno popu-lar!Audiencia: ¡Gobierno popular!¡Gobierno popular! [La gente grita porcontagio]Susurros: Yo no quiero nada. Yo no quieronada…S.S.: Yo en lo personal no quiero nada enabsoluto. Yo lo que quiero es que mi paísse reconstruya y se mantenga en paz. Quevivan en paz… Susurros: Para eso…S.S.: Para eso tiene que disolverse elCongreso Nacional…Susurros: Junta popular…S.S.: Formar un gobierno de transición,una junta cívica, para que pueda llamar lomás próximo a eleccionesAudiencia: ¡No! ¡No militares!S.S.: O una asamblea constituyenteAudiencia: ¡No dictadura!

Anexo: Lo que dijo el coronel Samaniego en Ciespal

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S.S.: No, no dictadura de ninguna natu-raleza.Audiencia: ¡Dictadura no! ¡Dictadura no!¡Dictadura no!S.S.: Dictadura no. [Silencio-pausa: Samaniego pierde el con-trol de la audiencia]S.S.: Señores: que se vayan todos comoustedes lo han pedido. Que se vayantodos.Audiencia: ¡No dictadura!S.S.: No dictadura. Por eso quiero invo-carles y pedirles a los señores generalesque asuman el reto histórico que la patriales ha puesto [El ruido es ensordecedor. La audienciagrita, murmura, habla en voz alta]Acólitos: ¡Escuchen! ¡Escuchen!Audiencia: ¡No dictadura! ¡No dictadura!¡No dictadura!Acólitos: ¡Escuchen! ¡Escuchen!S.S: Una asamblea constituyente dondeno participen los partidos políticos,donde las clases sociales y las basessociales tengan su participación. Que sevayan todos. En este momento estoyentregando mi uniforme al pueblo ecua-toriano, para que el mando dispongaAudiencia: ¡No militares!S.S.: No militares.Uno de los acólitos: ¡Ya! No militares. No.No. No estamos, no estamos...S.S.: Integrarse y formar una consti-tuyente, un gran frente, que les permitaconseguir al final lo que ustedes, lo quedurante todos estos días han venidoluchando y buscando.Acólitos: ¡Junta popular! ¡Asamblea popu-lar! ¡Gobierno popular! ¡Gobierno popu-lar!S.S.: El señor doctor Palacio…Audiencia: ¡Ni Borja ni León! ¡Ni Borja niLeón! [La audiencia muestra su desengaño]Susurros: No queremos políticos, no políti-cos…

S.S.: No queremos la clase políticaAcólitos: ¡Eso! ¡Bien! Audiencia: ¡Ni Borja ni León! Audiencia: ¡Militares no! ¡Militares no!Toma la palabra un joven de unos veintey ocho años que parece pertenecer algrupo de acólitos: Compañeros, com-pañeros…Acólitos: ¡Silencio! ¡Silencio! ¡Aprendan aoír!El joven: Logramos sacar a LucioGutiérrez. Este proceso quiere refundar elpaís y tiene que encontrar un cause. ¿Cuáles el cause que queremos proponer? Audiencia: ¡Ninguno! [La audienciadeslegitima, con este grito, al joven]El joven: ¿Que es lo que plantea el pueblode Quito?Audiencia: ¡Nada! [ídem]El joven: El pueblo de Quito está plante-ando en primer lugar que se cese alCongreso Nacional, al igual que almando medio de los militares…¡Compañeros! ¡Compañeros! [El jovenpierde el control de la audiencia]Retoma la palabra Servio Samaniego:Será un gobierno transitorio que ustedeslo pongan. Que participe la ciudadanía,que no haya participación política denadie porque han de querer seguir man-goneando. El señor doctor Palacio ha sidonombrado sucesor como dicta la consti-tución, pero el pueblo no lo quiere, tieneque irse.Audiencia: Sí lo quiere [Esta vez, una vozdeslegitima a Samaniego]S.S.: Tiene que irse el Congreso, y tienenque dar paso a que se conforme unaasamblea o se conforme un gobierno pro-visional con la participación de todo elpueblo. Muchas gracias ¡Que viva elEcuador! Acólitos: ¡Gobierno popular! ¡Gobiernopopular!

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