La_villa_G
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Villa G Toyo Ito
Un arquitec to construye en Tok io, para su
hermana y sus dos sobr inas una casa que
les permita sobrel levar la desapar ic in de su
esposo y de su padre. Veinte aos despus
la casa es demol ida por dec is in de la
fami l ia . La h is tor ia de la Vi l la G podr a ser
una his tor ia extraordinar ia, podra ser
tambin una his tor ia pr ivada que el pudor
recomendar a respetar ; Toyo I to ha
escogido, no obstante, hacer la pbl ica. Esto
ha s ido para l la ocas in de una bel la
meditac in sobre e l sent ido de habitar ,
sobre e l lugar de la arquitec tura y e l papel
del arquitecto, y por todo eso, sob re la
memor ia y el t iempo. Es por e l lo que este
documento es excepc ional. Sin duda apor ta
una luz muy part icu lar sobre la casa y la
fami l ia japonesa, pero tambin t iene valor
universal porque est impregnado de
gravedad y de real idad, de bel leza y de
lucidez, a la manera de una parbola.
Toyo I to ha contado la h istor ia de la Vi l la G
en e l co loquio organizado por Any
Corporac in en Ber l n, en 1997, sobre e l
tema de la casa v ir tual. Ha pronunc iado
tambin una conferencia sobre la Vi l la G en
Par is, por inv itac in del Centro Pompidou,
en dic iembre de 1997.
Tomado de lrchi tec ture daujourdhui No. 316, de abr i l de 1998.
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Muerte de una casa
Ante mis ojos la casa ha sido
despiadadamente quebrada en pedazos. Una
montaa de escombros de hormign se
levantaba simplemente frente a m. Habra
asistido alguna vez un arquitecto a la
desaparicin de lo que l haba realizado?
El 28 de febrero de 1997, la Villa G, una casa localizada en Nakano
Honmachi, se convirt i en un lugar vaco; el la que durante veinte aos
haba constituido una historia. Evidentemente no tena ya la blancura
inmaculada y casi encegecedora de sus orgenes. Los muros en estuco
blanco y el tapete haban amaril leado considerablemente. Sin embargo la
luz que entraba por la abertura del techo dibujaba siempre, exactamente,
como al principio, una lnea estrecha que parta del muro y se doblaba
hacia el techo; siempre igual a una fotografa publicada en algunas
revistas, en la cual una sil la de Mackintosh f lotaba sola, quimrica, en es a
lnea de luz trazada en medio del espacio blanco. Quedaba de nuevo as,
como la imagin alguna vez, despus de que sacaron todos sus objetos.
La si l la de tierno terciopelo verde rengueaba tanto como los muros
amaril lentos; hierbas salvajes haban invadido el patio y, junto a una
malla de hiedra rojiza que recubra los muros y la cubierta en concreto ,
contribuan a dar a la casa el aspecto de una ruina. Tenia
verdaderamente, en ese momento, el aire de estar abandonada desde
hacia muchos aos. Es posible que una habitacin cambie tanto de
aspecto una vez que ha sido despejada de sus mobiliarios cotidianos?
Apenas dos semanas mas tarde no era ni siquiera una casa abandonada.
No quedo ninguna huella. Yo haba estado persuadido de que la casa
permanecera dos o tres meses en el mismo estado, antes de cambiar de
propietario. Verla ahora as me causaba un choque terrible. Dos de sus
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muros curvos en concreto estaban en pedazos, despiadadamente
quebrados y reducidos en una montaa de escombros, en medio de nubes
de polvo. Contemple con estupor la desintegracin de mi propia
arquitectura y su transformacin en cascotes. No sent casi nada, ni
tristeza, ni arrepentimiento, ni siquiera un vaco. Me pareca que todo
esto haca referencia a algo general, ms al l de cualquier sentimiento
individual, aunque yo no haba visto nunca nada as, equivalente a las
fuerzas de la naturaleza.
Pues esta destruccin no tena nada que ver con una metempsicosis, con
ese proceso segn el cual las plantas nacen del suelo, se marchitan y
vuelven a la t ierra ; haba sido sin embargo el resultado de una fuerza
irresist ible, de una fuerza de destruccin completamente seca ; de un
espacio urbano desecado. Despus de esta devastacin no sera ni
siquiera necesario un ao para que el terreno pudiera ser ocupado de
nuevo por un edif icio. Es probable que una odiosa masa de concreto
creciera al l con la rapidez de la mala hierba. Ahora bien, estas
destrucciones y estas prol iferaciones repetidas en detrimento del suelo y
la vegetacin no representan la energa que Tokio l leva dentro, y que
tanto la afea? Este era el gnero de consideraciones en las que me perda
contemplando esas nubes de f ino polvo blanco.
Hasta ese momento yo nunca haba ref lexionado sobre la imagen de mis
edif icios en el momento de su desaparicin. La mayora de los arquitectos
tiene sin duda muy poca ocasin de pensar en ello. Nosotros estamos
esencialmente preocupados por la idea de construir. Inmediatamente un
edif icio esta terminado toma una autonoma, adquiere una presencia con
la cual nosotros nos confrontamos cara a cara. En el pasado ya haba
sido confrontado una vez con la demolicin de una de mis construcciones.
Se trataba de un bar restaurante en el barrio de Roppongi, Le Nomade.
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El volumen haba sido montado muy rpido y con la previsin de ser
demolido tres aos ms tarde. Desde el principio ese carcter provisional
haba sido un dato del proyecto. Con su armazn metlica haba sido
edif icado para ser demolido como una cabaa de una escena teatral.
Durante los aos 80s en Tokio este gnero de construcciones-
destrucciones haba llegado a ser muy banal. Los edif icios eran
levantados y despus suprimidos como si fueran de papel. Es por ello que
yo no me senta molesto. Haba llegado simplemente lo que deba l legar.
Esta vez con la destruccin de la Vil la G, se trataba de otra cosa.
Descubr all algo que cuestionaba la esencia misma de la arquitectura.
No habra podido dejar de hacerme la pregunta sobre el acto de construir ,
que anteriormente haba llevado a cabo como algo evidente.
Decimos que una casa es el retrato de una
famil ia, en este caso se trababa de una
famil ia golpeada por la muerte. Un muro
de concreto que la cerraba
obst inadamente al exterior, la pendiente
del techo que converga hacia el patio
interior en t ierra negra, haban
simbolizado una famil ia introvert ida y
ensombrecida.
El proyecto de la Vil la G se haba concebido para abrigar a mi hermana y
sus dos hijas. En ese momento mi hermana se acercaba a los 40 y sus
hijas asistan a la escuela primaria. Antes la fam ilia haba ocupado el
lt imo piso de un inmueble moderno en el centro de la ciudad , una
residencia frente a la torre de Tokio . Pero el marido de mi hermana haba
muerto de cncer ese ao. l era el dinmico ejecutivo t pico de una gran
empresa; se ocupaba mucho de su familia y amaba jugar al golf . La
sbita desaparicin del pi lar de la familia haba representado una terrible
perdida para los suyos. El ao anterior a su muerte haba sido
particularmente penoso ya que mi hermana haba pasado todo su tiempo
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en el hospital. Con el corazn roto ella haba vuelto a su apartamento.
Poco tiempo despus comenz la concepcin de la Villa G. El azar hizo
que el solar al lado de de la casa en la que mi hermana haba vivido antes
de casarse se encontrara en venta. Para ella ese terreno era famil iar, as
como era comprensible que ella deseara instalarse en una nueva casa.
Ella decidi vender su apartamento y construir una casa baja, muy pegada
el suelo. Frente a ese terreno casi cuadrado, de alrededor de 330 m2, mi
hermana formulo dos deseos. El primero es que su casa estuviese lo ms
pegada del suelo que fuera posible; ella haba vivido anteriormente muy
alejada del suelo y yo supongo que quera en este momento sentir un
contacto con la t ierra y la vegetacin. Su segundo deseo fue reclamar un
espacio en forma de ele, que les permitiera a los miembros de la famil ia
reunirse, aun a travs del jardn. Sin duda ese deseo haba nacido como
una reaccin contra el plano de los grandes conjuntos de habitacin,
demasiado fros e impersonales. En todo caso ella y sus hijas
manifestaban un fuerte apego a la t ierra y las plantas. Pienso que esto
provena no solamente de un rechazo a su anterior casa area sino
tambin de su sentimiento hacia la muerte. Mi cuado era originario del
campo, de la prefectura de Gifu, a donde toda la famil ia se dir iga en
primavera; all d isfrutaban recogiendo plantas domesticas en la montaa y
desyerbando los brotes de bamb.
As, para su nueva casa, ms que buscar la funcionalidad y la ef icacia
como es casi siempre el caso, el las queran fuertemente un espacio que
simbolizara la memoria y la unin de a familia. Recuerdo que las
conversaciones que, mi hermana-el cliente y yo-el arquitecto ,
sostenamos durante el proyecto eran en su mayora sobre el espacio y no
sobre la funcin. En esa poca, evidentemente, nosotros no ramos
conscientes de eso; posiblemente es ms justo decir que aprovechando
un poco su demanda no funcional yo me dedique voluntariamente a mi
inters por el espacio. Sin embargo cuando el proyecto tomo cuerpo el
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espacio pareca, a partir de un cierto momento , interiorizarse como si
buscase a todo precio una direccin centrpeta. Estoy completamente
persuadido de que esto fue as a causa del fuerte deseo del espacio
simblico que animaba a la cliente y al arquitecto.
Cuando miro hacia atrs parece que esa
imagen hubiera estado ah siempre, y que
el proceso avanzaba en forma l ineal. Pero
el comienzo de un proyecto es siempre
ms un vaci. Es como lanzar en muchas
direcciones una caa de pescar a l agua
donde no hay peces. El momento en el
que se traza la l nea es un golpe de azar,
y la imagen se pone bruscamente en
marcha.
La evolucin del proyecto tom tres meses, desde octubre hasta f ines del
ao 75. Como nosotros no tenamos en ese momento grandes pedidos en
la of icina, a parte de la Vil la G, estuvimos tres o cuatro personas, todo el
equipo de la of icina, entintando los planos, y haciendo maquetas das
enteros. Cuando un proyecto comienza los primeros das corresponden
siempre a una fase de asombro, de incertidumbre. Es el periodo cuando
uno establece la relacin ptima de las funciones, que uno ensaya
sucesivamente sus combinaciones. Sin embargo uno busca asir la
sensacin de un volumen global. Despus de una o dos semanas de
estudios repetidos la imagen que sintetiza el conjunto termina siempre por
surgir. Sin embargo aparece como una imagen vaga de un espacio en tres
dimensiones, otras veces tiene una forma mucho ms concreta, otras ,
logra dibujase como una lnea o una curva que sintet iza la superf icie en
dos dimensiones. Sea lo que sea, estoy completamente persuadido de
que esas imgenes provienen de una memoria profundamente grabada en
el pensamiento. El mecanismo no esta definido, uno no puede proveer lo
que vendr. Se habla de paisaje original de la memoria o de la
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visualizacin del pensamiento arquitectnico. Por mi parte, creo que no
hay en esas imgenes nada noble, esencial o indispensable. Un pequeo
recuerdo de nada que ha quedado en un rincn del cerebro, una
inspiracin del azar, pueden ser tambin el origen de esas imgenes. Es
por ello, por pudor, que yo no muestro mis cuadernos de dibujo. Dado que
la Villa G no tena un segundo piso, la mayora de los estudios se
desarrol laron privi legiando los planos. Se pas rpidamente de un plano
cuadrado a un plano en U, en forma de imn. En un corto lapso de t iempo
se produjeron dos grandes cambios. Primero, en medio del terreno surgi
un fuerte eje, atravesndolo de norte a sur; despus, nos pusimos a
pensar en un espacio lineal, en forma de tubo. Yo creo que esos dos
cambios tuvieron una importancia capital en la concepcin de esta
habitacin, ya que un eje fuerte ha dominado la forma exterior y el
espacio lineal del tubo ha determinado el interior. Apareci entonces una
paradoja, una oposicin innata entre la forma geomtricamente simple del
exterior y la idea de un espacio laberntico subterrneo para el interior.
Me parece que cada uno de esos dos polos ha contenido al otro y que eso
ha contribuido mantener la tensin del proyecto. Puedo decir , que si
hubiramos privi legiado uno en detrimento del otro el inters de este
proyecto tan part icular hubiera disminuido a la mitad.
Reuniendo mis recuerdos de esa poca, recuerdo que el eje dominante
era lo ms fuerte al principio, el plano en U era casi simtrico y la entrada
estaba en el centro. Era un espacio en donde la organizacin era muy
clara: la puerta principal se abra sobre un gran vestbulo desde donde
uno descubra directamente el jardn , a travs de numerosas aberturas
orientadas hacia l. Ese plano estaba concebido para respetar la
organizacin espacial que el cl iente quera. Pero aqu , como en los otros
trabajos que yo hice en esa poca, la idea de simetra plena me pareca
insoportable, aun ms violenta en esta ocasin, que tena el deseo de
fugar ese eje tan fuerte.
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Desde el momento en que el espacio
l ineal tomo la forma de un tubo , el
proyecto no cont sino con una sola
direccin. Las aberturas se cerraron y la
i luminacin cenital amplif ico la imagen de
un laberinto subterrneo, al mismo tiempo
que la blancura l lamaba a la blancura y
las superf icies curvas a multiplicarse.
Yo haba l legado a tomar conciencia de la forma tubular del espacio l ineal
porque el espacio curvado se encontraba cortado en dos por la entrada
sobre el eje. Para mejorar ese aspecto tuve que desplazar la entrada. Ese
nico cambio transformo el proyecto completamente. Desde ese da la
imagen de un espacio gruta, de un tubo se puso en marcha. Las aberturas
sobre el jardn se redujeron mientras que el tema de l a luz tom ms
fuerza. Me parece que es en esa poca que se dio el distanciamiento de
las cuestiones uti l itarias en las conversaciones entre el cliente y el
arquitecto. Todo se aceler hasta llegar a aun espacio cerrado e
introvert ido. Recuerdo que el cer ramiento de la U, y el patio hacia el sur,
fueron concebidos en el mismo momento. Una vez cerrado el jardn, la
concepcin de la vivienda al rededor del patio en forma de herradura se
consolid y su carcter introvertido y cerrado se volvi completo. Desde
ese momento no tuve otra cosa en la cabeza ms que la oposicin entre
el patio y el espacio interior circular, y la conciencia de que el espacio en
tubo amplif icaba esa introversin. La idea de una facha da o de una
elevacin no me pasaba por la mente.
El interior de la Vil la G vino a ser un espacio largo, de ms o menos 50
metros de longitud. Durante un cierto tiempo me obsesione por saber
como hacer entrar la luz en un anil lo l ineal en forma de torta hueca.
Reduciendo al mximo las aberturas de los muros y pref iriendo la luz
cenital , el carcter abstracto y simblico del espacio se acentuaba, dando
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al techo, a los muros y al piso una blancura extrema que deba ac recentar
los efectos de la luz; sustituyendo los revestimientos en paneles para
muros y techos por piezas de yeso, borrando las juntas entre ellos en un
curva continua para que la discrecin del espacio se amplif icara.
..
La imagen que ms inquieta de esta casa es la si l la Mackintosh y la l nea
de luz proyectada sobre el muro detrs de ella. La idea de esa grieta de
luz proviene de un chalet que haba realizado en Sengataki; pero aqu, la
curva de los muros y la ausencia de aberturas han aportado una mayor
expresividad. Las revistas han insist ido sobre esta imagen, pero por poco
que uno habite en ese espacio percibe que el rincn al rededor de la
mesa del comedor es mucho ms agradable y que toda la casa est
baada de luz. Despus esas fuentes de luz diurna fueron cubrindose de
hiedra, incluso algunas ramas se introdujeron en el interior, pasando, no
sabemos como, entre los montantes de metal y el vidrio. Cuando, por
ejemplo, haba mucha nieve, la casa se volva mortalmente oscura, se
modif icaba el r itmo habitual del claroscuro interior; y tambin as esas
fuentes de luz servan para hacer sensible la naturaleza . Bajo las
ventanas instalamos tres luminarias en el suelo que proyectaban contra
los muros blancos las sombras de las persona o de los muebles al f inal
del da. Inicialmente habamos imaginado una especie de candelabros,
lmparas algenas desnudas orientadas hacia el techo y puestas a un
metro cincuenta del suelo. Era evidente la inf luencia de un cuadro de La
Tour. Pero esto cambio a lo largo de los trabajos .
El momento crucial de los trabajos fue indiscutiblemente la terminacin
blanca de los muros y del techo. Despus de haber embebido el aislante
trmico en el concreto, de haber puesto la rej i l la metlica recubierta de
mortero para la tela asflt ica, antes de terminar el revoque y el estuco, y
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la superf icie de gasa para la p intura buscando obtener una superf icie
perfectamente lisa en el muro curvo , el techo y los ngulos que los
formaban; los obreros tuvieron que trabajar en el techo con el cuello en
direccin contraria a la estructura. Como yo viva cerca de la
construccin, me d ir iga a ella casi todos los das al f inal de la tarde para
vigi lar el avance de los trabajos. Recuerdo como si fuera hoy al jefe de la
yesera que me asombraba con su arte , mientras encaramados en un
andamio tombamos un vaso de sake. Fue durante unos de e sos
momentos que tuve la idea de la i luminacin, mientras que vea las
sombras de los artesanos i luminados por una lmpara puesta
directamente en el suelo.
En una entrevista , la hija mayor de mi
hermana ha declarado que esa casa haba
sido para el la una tumba. Si bien los
propsitos de la casa fueron en su
momento poco alegres, tal vez por eso
mismo es conveniente reflexionar y
escribir sobre ella , pues esa nia ha
debido luchar durante veinte aos cuerpo
a cuerpo con un espacio que la encerraba
como un mausoleo.
El espacio del patio cerrado fue una compensacin dada al espacio
interior blanco prcticamente desprovisto de aberturas; y sus respectivos
grados de abstraccin se intensif icaban simultneamente. Cuando uno
estaba de pie en ese espacio nicamente constituido por un muro de
concreto bruto y t ierra negra era atravesado por una extraa sensacin de
soledad. No haba edif icios altos en la proximidad aparte de uno que
estaba detrs. Uno perciba apenas los techos de las casas vecinas, en
consecuencia y aun ms exageradamente todava que al interior, uno
tenia la impresin de encontrarse en un espacio totalmente aislado. La
familia nunca saco una mesa o unas si l las para tomar una comida o un
-
caf en ese patio? Creo que fue rara la ocasin, pues presentaba tal
carcter de encerramiento que no permita estar tranquilo en l
cotidianamente. Durante los dos primeros aos ese lugar quedo slo en
tierra negra, sin grama, lo que contribuyo a intensif icar su carcter de
introversin. Mas tarde, aun cuando se recubri de hierbas si lvestres
contino pareciendo no un paisaje real sino como trozo de prado
recortado en un cuadrado. No puedo impedir creer que all reside la
apreciacin chocante de la hi ja de mi hermana, en la inf luencia de ese
patio. En el curso del proyecto habamos pensado en la presencia de un
pequeo monumento en el centro del patio, en el punto simblico donde
convergan las l neas de pendiente del techo.
Sin embargo el patio se volva de noche una magnif ica sala de conciertos.
Un poco despus de haber acabado los trabajos mi hermana inaugur su
nueva casa invitando a unos amigos. Si recuerdo bien fue durante un
atardecer de un f in de semana a comienzos del otoo. Entre los invitado s
estaban Arata Isosaki, su esposa y Minoru Ueda. Al anochecer una amiga
de mi hermana se puso a tocar la f lauta traversa en un rincn del patio.
Todos los invitados escucharon ese pequeo concierto improvisado de pie
en el patio o cerca de la puerta frente al jardn. Un poco ms tarde
numerosos vecinos salieron para mirar la escena desde las terrazas del
inmueble situado detrs de la casa. As , esa casa que las nias que
habitaron all l lamaron el wc gigante pudo convert irse
momentneamente en una sala de conciertos. Esa fue la nica ocasin en
que ese espacio tan aislado se reuni con su vecindario, nunca hubiera
imaginado que el sonido l legara a ser el mediador.
Lo que yo aprend gracias a esta realizacin fue inmenso. A decir verdad
durante el proyecto estuve en una fase de titubeos, sin saber a que
atenerme. Estudiando los planos de esa epoca podramos ver al l
claramente la inf luencia de diversos arquitectos. En mi primera casa, la
-
Casa en Aluminio , la inf luencia de Kiyonori Kikutake y su metabolismo se
expres de manera poco disimulada; desde entonces la inf luencia de mi
maestro directo no fue visible a simple vista. Pero despus de las
primeras publicaciones de la Villa G, Kikutake me llam por telfono, me
felicit y me dijo que haba sentido all una expresividad muy franca. Me
sent orgulloso cuando l admiro mi sentido de la escala, citando el
ejemplo de la Villa Savoie de Le Corbusier. El ambiente cavernoso del
interior se debe sin duda a Togo Murano, hoy en da todava me siento
atrado por la delicadeza de sus espacios y por la dulzura de sus
proporciones. Koji Tagi visit tambin la Villa G , permaneci frente al
espacio blanco durante media hora, casi mudo, antes de decir que este le
suscitaba erotismo. Despus tomo una cantidad de fotos y se las mostr a
Arata Isosaki y a Kanzuo Shinohara, a quien tambin s todo lo que la
Vil la G le debe.
Si el cliente no hubiera sido una mujer golpeada por la muerte de su
marido, ese trabajo habra simplemente representado el golpe de ensayo
de un joven arquitecto, lo ha sido efectivamente de alguna manera. Pero
me parece que esa casa tena una carga simblica ms al l del
arquitecto, a causa de la confrontacin de la familia con una situacin tan
particular. Esta constatacin no fue posible ms que despus de la
entrevista realizada a sus tres miembros. Yo, que estaba preocupado por
los temas arquitectnicos, me encontr sorprendido de improviso por sus
apreciaciones. Nunca antes hubiera pensado que un espacio de vivienda
pudiera restringir a tal punto la vida de los que lo habitan o inf luenciarlos
hasta en sus sensaciones ms fsicas.
El origen de esta charla, parte de un coloquio sobre la casa virtual,
organizado por Any Corporation en Berln, durante marzo de 1997, ha sido
la decisin de la familia de vender la Villa G, y la ma de contar los
veinte aos de historia de esa casa. Pens que el carcter simblico que
-
haba presidido su encargo corresponda al tema propuesto para el
coloquio. Es por el lo que propuse a Akira Susuki que les preguntar a los
tres miembros de la familia frente a una cmara de video lo que
representaba para ellas esa casa. Finalmente las entrevistas no fueron
proyectadas en Berln, pero han sido las ms ricas enseanzas sobre la
casa y sobre la arquitectura, tanto para m como para todos los
integrantes del equipo que particip en ese proyecto. Cuando el equipo
las vio por primera vez, todos se encontraron de pronto sumidos en un
estupor meditat ivo, alguien murmur desde ahora tendr temor de
construir.
La vivienda es un receptculo para
habitar, pero el habitante demanda
siempre otra cosa de su casa. Como esa
demanda queda latente, f recuentemente
uno queda sat isfecho con los
estereotipos o simplemente cerrando los
ojos.
Ninguno de nosotros pone en duda que ms all de las intenciones y
pretensiones de los arquitectos los habitantes llegan a apropiarse del
espacio y a domesticarlo fci lmente; si bien en el caso de los edif icios
pblicos o comerciales, los asuntos de escala, las relaciones entre
propietarios y usuarios, hacen muy ambigua esa posibil idad. Si
ref lexionamos bien, la habitacin es un objeto de arquitectura
verdaderamente extrao. Puedo decir, que aun escuchando a l cl iente, el
arquitecto piensa siempre en otra cosa. l sigue su propia lgica, aquella
que lo hace apto para proponer una forma, y un espacio a la construccin;
de igual manera que los conceptos arquitectnicos, vehiculados por las
revistas especializadas, son frecuentemente reputados de
incomprensibles por los no iniciados.
-
Quisiera insistir sobre este punto, ya que puede suscitar malos
entendidos. El arquitecto hace, ante todo, un proyecto tomando siempre
en cuenta las demandas de su cliente sobre las funciones del edif icio,
pero esto no es nunca suficiente para dar con una lgica constitutiva al
conjunto del proyecto arquitectnico, de la misma manera que un hombre
se ocupa de resolver los problemas concretos de su vida cotidiana ,
alinendolos de acuerdo a los valores en los cuales l cree y sin pasar
por los cuales no podra vivir. El pensamiento de un arquitecto puede
relacionarse con su propia manera de vivir, o ms frecuentemente con su
formacin arquitectnica; puede ir desde cuestiones muy ordinarias hasta
una visin completa del mundo. Esto se expresa en el esti lo con el que
determina fuertemente la forma, por la relacin del espacio urbano con el
medio natural, por la relacin de la arquitectura con una visin histrica o
con un carcter regional, por las ref lexiones sobre la sociedad, por el
anlisis del estado de la familia contempornea, etc. Pero nada de esto
es independiente o limitado exclusivamente a la arquitectura, algo va de
la apariencia de la expresin arquitectnica a las profundidades del
arquitecto, as como de las hojas a las races de una planta.
Ya que el cl iente quiere un techo a doble pendiente por qu quieres tu
un techo terraza? Una simple observacin como esta puede hacer sufrir
considerablemente a un arquitecto. Detrs de esta pregunta anodina se
perf i la una idea de la relacin del arquitecto con la sociedad , con la
ciudad o con su papel histrico, etc. Consecuentemente, un arquitecto
que sea sincero consigo mismo, debera desvelar a su cl iente la
expresin de su pensamiento. Un arquitecto conciente, un arquitecto
convencido se da ms o menos cuenta de esto durante el proyecto. l
deseara sin duda compartir su pensamiento con el otro, pero all
comienza la dif icultad, ya que no puede haber all ms que una sola
verdad y esta es adems siempre una verdad que se pliega segn una
mayora; contradictoriamente la expresin de un arquitecto conciente
-
pertenece frecuentemente a una minora, y es crt ica respecto a la
realidad social. En contadas excepciones las expresiones de los
arquitectos no estn desfasas respecto a la visin de los habitantes.
Que ha pasado con la Villa G? Hasta cierto punto el la fue parte de las
relaciones convencionales entre un arquitecto y su cl iente , pero a part ir
de otro cruzamos una lnea. He dicho ms arriba que el espacio en tubo,
con su longitud y enclaustramiento haba inducido un carcter labernt ico
y subterrneo que suscitaba a su vez un espacio de luz introvertida.
Desde ese momento, el cl iente se puso al mismo nivel del arquitecto y
comenz a compartir su visin de la habitacin. Haba evidentemente dos
circunstancias part iculares, el lazo familiar del cliente con el arquitecto y
la muerte de su marido, pero esas circunstancias revelan cuestiones muy
profundas de la relacin entre un cliente y un arquitecto.
Los seres humanos cambian su casa por
su deseo de una vida ms profunda, es
precisamente esto la otra casa o la casa
virtual . En tanto el arquitecto no se ocupe
de esa otra casa no podr hacer
desaparecer nunca su desfase respecto a
la habitacin.
No se si debera alegrarme, pues el proyecto de la Vil la G contena
como un problema de espacio, la simbolizacin de una familia
abandonada a ella misma despus de la muerte de su padre. La vida de
esa familia se identif ic f sicamente con el espacio arquitectnico. Para
que los miembros de la familia pudieran adquirir autonoma y pudieran
tener nuevas relaciones fue necesario disolver ese espacio f sico, y dejar
esa casa vaca no habra tenido ningn sentido.
-
Una vez terminada la Villa G, comenc a proponerme abrir la arquitectura
y aligerarla. A part ir de la muerte de esta vivienda tuve la impresin de
haber comprendido por primera vez el signif icado de ese propsito. Yo
haba estado tan profundamente sumergido en mis ref lexiones sobre el
interior cerrado y laberntico que no pude ver objetivamente la casa ms
que cuando estuvo terminada su construccin. De la misma manera, una
de las fotograf as tomadas por Koji Tagi desde el techo me avasall tanto,
porque la casa pareca un ser cercenado del mundo. Era natural que
despus de ese trabajo sint iera la necesidad de abrir mental y
materialmente el espacio de la casa para suscitar unas relaciones
diferentes con el mundo real. Multipliqu en ese sentido diversas
tentativas.
En mis trabajos posteriores trate de borrar el carcter simblico de la
casa; sent siempre que haba un desencuentro con el habitante. Pienso
que ese desencuentro es inevitable, pues despus comprend claramente
que, no importa en que poca, el habitante espera de su casa una cierta
fuerza simblica y que es necesario responder con algo a esa espera.
Algo de virtual es siempre pedido a una casa. Los habitantes esperan un
funcionamiento virtual y simblico, y los arquitectos tratan de eliminarlo.
El problema es que esa demanda ha perdido su vital idad en las
sociedades reales y curiosamente, mientras hablar de realidad virtual se
ha vuelto una banalidad, esa dimensin es ignorada en la casa. Es por
esta razn que pese a toda la suerte de crisis que sufre la familia , el
problema de la casa continua intacto para la arquitectura, pues ella
depende de la famil ia y sus circunstancias. Mientras la familia y la casa
existan los hombres demandaran una fuerza virtual de la arquitectura, que
podr expresarse superf icialmente con elementos estereotipados, la forma
de un techo, la gran mesa del comedor, pero que ms all de esos
estereotipos contiene el deseo de una vida ms profunda que no llega a
formularse.
-
Es necesario que una casa est tambin abierta sobre la realidad. Aunque
el lugar de la comunidad se haya desintegrado, la unidad familiar se da
hoy socialmente frente a vnculos muy diversos, incomparablemente ms
numerosos que los anteriores. Por intermedio de la electrnica, de las
boutiques que prximamente estarn abiertas da y noche, el acto de
habitar se abre sobre el exterior sin interrupcin ni solucin de
continuidad. La casa no es ya una entidad acabada como anteriormente , y
se aleja cada vez ms de su papel de centro fuerte de la existencia.
Siempre he querido expresar esa realidad a travs de la arquitectura,
pero nadie puede ignorar la fuerza virtual del espacio de la habitacin.
Llegue as a la conviccin de que la casa contempornea no puede
concebirse sin esta dualidad. La Villa G haba ignorado tal dualidad, haba
buscado a todo precio responder a su nica fuerza virtual y esto la
precipito al encerramiento; fue en realidad el punto de part ida de mis
relaciones con la habitacin.