Latour, Bruno- Promesas del constructivismo-Traducción Parcial

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Apunte- Resumen Traducido

Promesas del constructivismo

Bruno Latour

“La construcción social del conocimiento” parecía ser una gran idea al principio

para salir del atolladero del “naturalismo” y ligar la ciencia a la sociedad y la

cultura. Pero pronto todo se volvió desagradable. Tanto debido a una mala

interpretación de lo social como a una concepción peor aún de construcción.

Para no caer en la perversa dicotomía entre “realidad o construcción” y salvar

al constructivismo es fundamental revisar a fondo qué es lo que entendemos

por tal. No es una tarea menor si queremos tener alguna chance frente al

fundamentalismo (declarado o no). Una negociación en torno a un mundo

viable es posible entre “constructivistas” pero radicalmente imposible entre

fundamentalistas.

Qué anda mal con el “constructivismo social”? Todo. Al menos en las

acepciones habituales en las ciencias sociales puesto que utilizan una noción

confusa tanto de los aspectos sociales involucrados como del significado de

“construcción”.

1ra. Confusión: es la más extendida y la más fácil de reencauzar. Cuando a la

idea de construcción se le agrega “social” suponiendo que se los materiales

utilizados son “sociales”. Esta idea ingenua no es parte del acervo de ninguna

corriente constructivista-construccionista sino que es una imputación (absurda)

de sus enemigos. El término social no refiere a ningún tipo de material sino al

proceso a través del cual cualquier cosa, incluyendo los “hechos”, ha sido

construido. “Construcción social” refiere a un proceso colectivo, que requiere la

co-laboración de muchas habilidades y oficios utilizando elementos

heterogéneos, en períodos largos de tiempo, que precisan de una sutil

coordinación.

2da confusión: El planteo no es, ni ha sido nunca, que los “hechos” están

realmente hechos del delicado material que proveen los vínculos sociales, sino

que estos livianos y superficiales lazos provistos por las leyes, cultura, medios

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de comunicación, creencias, religiones, política y economía están “en realidad”

constituidos por el “duro material” provisto por el marco social de relaciones de

poder. Esta es la forma estándar que en las ciencias sociales y los estudios

culturales se explica todo. Como vemos aquellos que se enorgullecen de

presentarse como relativistas son, en la mayoría de los casos, realistas

sociales.

El constructivismo, al menos aquel que se practica en el área de Sciences

Studies, es un programa completamente diferente al proclamado ad nauseam

por la sociología crítica. Lejos de pretender explicar los duros hechos de la

ciencia por los blandos hechos de la ciencia social, el objetivo es resaltar el

proceso colectivo que culmina en la producción de sólidos constructos a través

de la movilización de materiales y artesanías heterogéneas coordinadas.

Los dos peligros que los science studies tienen frente a sí son: por un lado la

creencia en una naturalizada, sobrevaluada e indisputable “sociedad” –cuyos

voceros son los sociólogos críticos- y por el otro el de una “naturaleza” siempre

allí, indisputable y no construida –aclamada y proclamada por los

fundamentalistas “naturalistas”.

Para volver a darle al término “constructivismo” un sentido rico y complejo es

necesario explorar las posibilidades de la metáfora de la construcción que

implica –entre otras cosas- solidez, multiplicidad, historicidad, incertidumbre,

heterogeneidad, riesgo, fragilidad; es necesario volver a distribuir los papeles

mal asignados a los “creadores” y a la “criatura”.

“Creadores” y “Criatura”:

El problema con el constructivismo es que nadie puede dar cuenta de la

construcción de cosa alguna, aún de la más simple, usando la metáfora tal

cómo ha sido popularizada por las ciencias sociales. Nada en ella funciona, ni

el rol atribuido al constructor, ni a los materiales utilizados, ni respecto a la

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solidez o durabilidad de los resultados, menos aún respecto a su necesidad o

contingencia, o a su historia o falta de ella.

Cuando se habla en términos de construcción parecería necesario suponer un

“agente” ¿qué tipo de agente? ¿un creador todopoderoso que está completa y

totalmente al frente de una producción que sale de la nada? Ningún arquitecto

se atrevería a tanto, sus narraciones están llenas de palabras “pequeñas” que

dice que arribaron a la solución, que tuvieron constricciones debido a otras

construcciones, que estuvieron limitados por intereses, y/o guiados por la

“lógica interna del material”, que estuvieron forzados a obedecer las

necesidades del lugar, influidos por otros colegas, exigidos por el “estado del

arte” de la profesión, etc. Es necesario pasar de la ingenuidad (o la perversión)

del poderoso constructor (sea quien fuere al que se le atribuya el rol) para tener

en cuenta las cosas, materiales, agentes múltiples y actores que comparten la

construcción. El “constructor” comparte su agencia con un mar de actores

sobre los no tiene control ni autoridad. Lo que es interesante del

constructivismo es exactamente lo opuesto de lo que a primera vista parece

implicar: no hay constructor, ni creador del que pueda decirse que domina los

materiales, por lo tanto una nueva incertidumbre se ha introducido tanto a nivel

de aquello que ha de ser construido como respecto de quién es el responsable

por esta emergencia.

Lo segundo que falla es la concepción de los materiales involucrados en la

construcción. Si la concepción del constructor es pobre la de los materiales es

deprimente. A estos se les concede la posibilidad de ejercer una fuerza ciega,

aunque obstinada, o ser un mero soporte de la imaginación humana o de

ofrecer un cierta resistencia a nuestra acción. Para completar este triste

inventario, uno debe agregar el cómico rol de estar-allí-para-probar-que-uno-

no-es-un-idealista, rol inventado por Kant y repetido una y otra vez con leves

modificaciones hasta el cansancio. Con estas teorías de la materia-fuerzas uno

no puede dar cuenta de la más elemental tarea: ni siquiera de la de hornear

una torta, para no mencionar la construcción de un rascacielos o el

descubrimiento de un agujero negro. Con estas teorías se omite

completamente el inmenso repertorio de “mediadores” en la ardua tarea de

construcción. Me gustaría que me muestren algún artista que denigre el

Denise Najmanovich, 03/01/-1,
Página: 3 Todo la escena moderna es siempre una tira y afloje: primero es necesario que Dios cree el mundo pero se aleje y deje de intervenir, luego estarán los que le dan el protagónico al objeto (tanto para alegrarse como para lamentarlo) y finalmente los que pretenden acaparar la acción del lado del sujeto). De lo que se trata hoy es de “revolver el escenario” de “crear otro espacio de base”
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material al que está dando forma de la manera en que lo hacen los

constructivistas o a un programador de computadoras que suponga que él

domina totalmente el software que está escribiendo. Ni los niños son tan

ingenuos como para suponer un material infinitamente plástico. En cualquier

actividad, construir, crear, trabajar implica aprender a ser sensibles a los

requerimientos, exigencias, presiones y agencias conflictivas teniendo claro

que ninguna de ellas tiene realmente el gobierno del proceso.

Una oración imposible “ cuando más construido más real”

Tanto los “constructivistas sociales” como los “filósofos realistas” llevan dobles

contabilidades muy extrañas.

Un arquitecto constructor, urbanista si quiere hacer un balance de su actividad

habrá de considerar el trabajo realizado como una de las razones por las

cuales el edificio que ha diseñado, construido o planeado está bien provisto.

Por lo tanto, para ellos, trabajar duro y lograr construir un edificio que se

mantienen en pie independiente de ellos de allí en más, son una y la misma

cosa. En su contabilidad implícita ellos tienen una columna para los créditos

que incluye su propio trabajo y la solidez autónoma del edificio y una columna

de débitos en la que figura todo aquello que está mal diseñado, planeado o

construido y que por esa razón puede haber dejado aspectos mal resueltos,

mal terminados o desagradables. ¿cómo reaccionarían ellos ante el pedido de

algunos constructivistas que les demanden una contabilidad totalmente

diferente? ¿una en la cual todos los ítems que muestran que el edificio se

mantiene sólido e independiente entren en la columna de los créditos mientras

que los que muestran que el trabajo ha sido realizado entran en la de los

débitos? Parece absurdo, pero es exactamente lo que sucede cuando pasamos

del lenguaje práctico de la construcción a un lenguaje teórico: entramos en una

doble contabilidad.

Este es exactamente el tipo de traiciones al constructivismo que los “science

studies” han rebatido. Los “hechos científicos” existen y son autónomos de los

propios creadores justamente porque ellos han trabajado bien. Pero apenas los

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filósofos realistas meten la cola, aparece un discurso que lleva a una nueva

contabilidad, en este caso, uno que ubica a la realidad independiente de los

hechos en una columna (la de los créditos) y en otra el trabajo humano-social-

colectivo que lo ha construido (la de los débitos). Absurdo negocio porque el

propio término “hecho” retiene aún hoy la traza de otro sistema de contabilidad

que deja ver claramente que “los hechos son hechos”, y segundo porque si le

diéramos credibilidad a este sistema deberíamos dejar de financiar la ciencia

ya que los científicos perderían toda posibilidad de acreditar su propio trabajo

(y por lo tanto de conseguir subsidios). De esta manera también se pierde la

posibilidad de diferenciar entre buena y mala ciencia, entre un experimento

bien o mal diseñado, entre unos hechos bien o mal fabricados que son las

diferencias fundamentales que un buen sistema contable permite establecer.

Está claro que los arquitectos están solamente interesados en diferenciar entre

una construcción buena y una mala y no entre una construcción cualquiera y

una realidad independiente.¿Por qué no es este también el caso entre los

científicos y los “hechos”? Debido a otros dos rasgos que parecen condenar al

lenguaje del constructivismo. Cuando los arquitectos, ingenieros y demás

constructores construyen un edificio que logra mantenerse luego por “sí

mismo”, a nadie se le ocurre engancharse en un tramposo debate metafísico:

todo el mundo está de acuerdo en que sea lo que fuere la autonomía, el edificio

no estaba allí antes de ser construido. Pero cuando se usan las palabras

“construcción” o “fabricación” para los “hechos” la cuestión ya no es tan

evidente. En estos caso el vocabulario construccionista falla totalmente en

capturar la clase de autonomía que suponemos en los “hechos duros”. La

autonomía y el trabajo de construcción parecen en estos caso contradictorios.

¿Implica esto la extremaunción del constructivismo?

Probablemente, especialmente cuando agregando el insulto a la injuria la

sociología crítica escoge la cuestión metafísica más dificultosa y la trivializa en

un juego de preguntas y respuestas como muestra el siguiente ejemplo de

tomado de un curso: “¿la “realidad construida” es construida o real? Y da como

respuesta “ambas”. Agregando el comentario ¿somos tan ingenuos de pensar

que tenemos que elegir? ¿no sabemos que aún la más loca de las ideologías

tiene consecuencias reales? ¿no sabemos que vivimos en un mundo que es

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nuestra propia construcción y que no es menos real por ello? Cómo desprecio

este pequeño término “ambos” que obtiene a tan bajo costo una chapa de

profundidad que pasa actualmente por ser la “esencia” del espíritu crítico.

Nunca fue la crítica menos crítica que cuando aceptó como una respuesta

obvia a una que debería haber sido, por el contrario, la fuente de una total

perplejidad. “Nosotros” nunca hemos construido el mundo a partir de nuestras

puras ilusiones puesto que no existe este “creador libre” en “nosotros” y porque

tampoco existe el material suficientemente plástico para retener las marcas de

nuestros juegos. “Nosotros” nunca hemos sido engañados por un “mundo de

mera fantasía” porque no existe fuerza suficientemente fuerte como para

transformarnos en meros esclavos de poderosas ilusiones. Estas absurdas

creencias son el resultado de la utilización de unas definiciones de construir,

crear, influir, engañar que son las menos apropiadas. Transforman en una cosa

simple aquello que es precisamente la más misteriosa conjunción de agencias.

Una vez más el constructivismo es la víctima de los que aparentan ser sus

amigos: esta creencia en las “creencias ingenuas” es la única “creencia

ingenua” que sólo se adquiere después de obtener un doctorado en “teoría

crítica”. Estamos verdaderamente en problemas. Si ahora nosotros nos

negamos a tener que elegir entre “realidad” y “construcción” y también

contestamos la pregunta por el estatus de los hechos con un “ambos”, nuestra

respuesta puede confundirse con la respuesta “barata” de la crítica y los

“deconstructivistas” más voraces que las termitas reducirán todo a polvo sin

dejar lugar alguno para la solidez, autonomía, durabilidad o necesidad. El

constructivismo sociológico es demasiado frágil y no parece haber un

tratamiento anti-termitas.

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Una escala para calificar la cantidad adecuada de constructivismo

Si dejamos de usar el término constructivismo estamos dejando el campo por

un lado a los naturalistas y por el otro lado a los deconstructivistas.

Por suerte Ian Hacking ha hecho un buen trabajo clarificando muchos de los

barrosos tópicos concernientes a este problema en su libro “¿La construcción

social de qué?” Gracias a su trabajo yo puedo ofrecer un inventario convincente

sobre qué pueden significar frases como “X debe ser considerado una

construcción”.

Hacking se pregunta porqué las disputas respecto de la “mezcla correcta” de

realidad y construcción disparan tantas pasiones es debido a que se trata de

una cuestión política: parecen estar hablando de epistemología pero en

realidad de lo que estamos hablando es de cómo convivir. Para clasificar las

variadas escuelas de “constructivistas sociales” Hacking nos brinda una escala

0 “X está dado por la naturaleza”

1 “X podría haber sido de otro modo”

2 “X es malo”

3 “X de ser derrocado”

A pesar de que es un paso importante en el proceso de revelar la naturaleza

política del argumento, el gradiente de Hacking es demasiado asimétrico,

puesto que si bien deja claro los gradientes construccionistas, nada dice

respecto a los “naturalistas”. Para poder utilizar con justicia el esquema de

Hacking es imprescindible incluir la política de los que sostienen la indisputable

necesidad de la naturaleza. Una vez hecho esto, constructivistas y realistas

están todos “enganchados” en lo que Latour denomina “política

epistemológica”, es decir la organización de la arena común que comparten

todos los participantes. Por lo tanto el debate no debe verse como uno que

enfrenta a los académicos que objetan la politización de la naturaleza versus

militantes que politizan todo. Sino como uno que enfrenta a diferentes

facciones, partidos, ligas que deben hacer explícito y público cómo se supone

que distribuyen aquello que es disputable y lo que no lo es, qué es contingente

y qué necesario, que hay que mantener y qué hay qué debe ser cambiado.

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Esta es la tarea necesaria para los que estén dispuestos a crear una

Constitución que distribuya los poderes entre diversas ramas.

Una vez que la arena común es reconocida (una vez que el tratamiento

asimétrico de Hacking es redirigido) puede hacerse posible abandonar, por un

momento, las variadas etiquetas dadas a las partes contendientes (realistas,

naturalistas, constructivistas, deconstruccionistas) para permitirnos ver la lista

de garantías que todos los participantes en un mundo común desean obtener,

aunque a través de diferentes sentidos.

Primera garantía: Una vez instalada, independientemente de cómo ha llegado a

suceder, las discusiones sobre X deben terminar. Este es una seguridad

esencial contra las controversias interminables. Este es uno de los dos sentidos

de la palabra “hechos”: una vez en su lugar, la realidad no es disputable y debe

ser utilizada como premisa para otros razonamientos.

Segunda Garantía: A pesar de la indisputabilidad asegurada por la garantía

anterior, un proceso de revisión puede manternerse. Este es exactamente el

requerimiento que los sectores analizados por Hacking plantean cuando atacan

el nivel naturalizado e indisputable. Sólo lo que ha sido hecho puede ser

desecho.

Los delicados debes y haberes de la “epistemología política” requieren AMBAS

garantías. Pero hay más aún:

Tercera garantía: El mundo común no está allí “de una vez para siempre”. Pero

cuidado con esta garantía: se ve totalmente embarrada cuando se la

transforma en una argumente del tipo “contingencia vs. necesidad” (Hacking

cae en este punto). La oposición legítima es entre aquellos que quieren un

orden único y estático y aquellos que están dispuestos concebirlo en términos

de procesos.

Cuarta Garantía: Los humanos y los no-humanos están comprometidos en una

historia que hace imposible su separación. Nuevamente esta garantía es

totalmente mal comprendida cuando se pretende verla desde la oposición

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realismo-nominalismo. (Hacking también cae en ello). Las palabras y las cosas

sólo son extremos (poco interesantes por cierto), puntos finales de un complejo

set de prácticas, mediaciones, instrumentos, formas de vida, agenciamientos,

compromisos a través de los cuales nuevas asociaciones pueden ser

generadas.

Quinta Garantía: Lo que es crucial con relación al constructivismo es el ser

capaces de diferenciar una construcción buena de una mala y no quedar

estacados en la absurda pregunta de si es o no construida. A pesar de que la

tradición epistemológica ha separado la cuestión moral de la “buena vida” de la

cuestión del “mundo compartido”, se plantea aquí que la cuestión que vale la

pena preguntarse es justamente ¿cuál es el mejor mundo que podemos

construir y cómo podemos compartir la tarea?

Estas garantías podrían crear una nueva arena común en la que disputar

(acordar-disentir). Yo quisiera retener el término constructivistas para los que

estén dispuestos a firmar la constitución y usar “naturalistas” y

deconstructivistas a los que no. Constructivismo designaría entonces a

aquellos que aceptan que:

a) no siempre ha estado allí

b) que tiene un origen modesto

c) que está compuesto de partes heterogéneas

d) que no ha estado jamás bajo el control total de sus constructores

e) que puede fallar en su “llegada a la existencia”

f) que ahora nos da posibilidades y también obligaciones

g) que debe ser protegido y mantenido para continuar existiendo