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La maldición de Tutankhamón ¿Sería posible aplicarle una perspectiva científica? Diciembre de 2014 Universidad de Alcalá Grado de Humanidades Historia de las Religiones Antiguas Estela Jiménez Molina

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La maldición de Tutankhamón

¿Sería posible aplicarle una perspectiva científica?

Diciembre de 2014 Universidad de Alcalá Grado de Humanidades Historia de las Religiones Antiguas

Estela Jiménez Molina

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Tras varios años de expediciones por el “Valle de los Reyes”, se produjo en

1922 por parte de Howard Carter y Lord Carnarvon el descubrimiento de la tumba

de Tutankhamón, algo que supuso una gran expectación. Hasta ese momento el

faraón Tutankhamón había sido prácticamente desconocido, por lo que suscitó un

gran interés en el gremio de arqueólogos de aquel momento: querían saber quien

fue, cuando gobernó o cuando había muerto.

Este novedoso hallazgo reforzó las ganas de seguir investigando y excavando

en un lugar donde, tras 3000 años de saqueos y prospecciones arqueológicas, ya

se había encontrado prácticamente todo lo valioso.

El 4 de Noviembre de 1922 Carter y su equipo descubrieron el escalón que les

llevaría al mayor tesoro real encontrado en Egipto. Atravesaron 16 escalones, una

puerta tapiada con yeso, un túnel lleno de rocas y llegaron a una segunda puerta,

donde Carter realizó un pequeño agujero y pudo ver “cosas maravillosas”. El de

Tutankhamón fue el único sepulcro que se conservó prácticamente intacto, con

indicios de dos pequeños saqueos, pero conservando objetos realmente

asombrosos como estatuas, sofás y carros de oro, que demostraban que se trataba

de una tumba real, pero no fue hasta el 17 de Febrero de 1923 cuando entraron en

la cámara mortuoria donde se encontraba el magnífico féretro de oro macizo que

les haría pasar a la historia.

Posteriormente, siente semanas después de la apertura de la cámara

mortuoria los diarios de la época recogieron la noticia de que Lord Carnarvon se

alejó del yacimiento para tomarse un descanso, pero una neumonía acabó con su

vida el 5 de Abril de 1923, y así nació “La maldición de Tutankhamón”, que cogería

fuerza porque tras este, se sucedieron toda una serie de fallecimientos inusuales y

tempranos entre las personas que habían estado vinculadas al gran

descubrimiento de aquella tumba.

El investigador científico Mark Nelson, epidemiólogo y experto en la

prevención de enfermedades coronarias, junto con el detective de homicidios

Michael R. King se propusieron examinar esas muertes y una serie de pistas para

intentar responder a la siguiente pregunta: ¿sería posible estudiar la maldición de

Tutankhamón desde una perspectiva científica?

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Howard Carter y Lord

Carnarvon

El primer paso que debían dar era conocer lo mejor que pudiesen la historia

de la maldición, y como se desató. Lo segundo que hicieron fue intentar descubrir

quienes fueron las personas más expuestas al descubrimiento: los estudios

epidemiológicos generalmente pretenden ver la asociación entre la exposición a

algo y el posterior desarrollo de la enfermedad. De este modo sabiendo qué

personas estuvieron en la tumba en aquellos momentos, se podría analizar la

hipótesis epidemiológica mediante los años posteriores que vivieron en relación

con el grado de exposición. Esto lo consiguieron explorando los documentos

bibliográficos de hemeroteca en los que aparecían fotografías del suceso.

Tras la muerte de Carnarvon por neumonía, se produjeron otras tantas que

se explicaron durante mucho tiempo por medio de una tradición que sostenía que

la maldición recaería sobre aquel que profanase la tumba a modo de castigo. Los

medios de comunicación se valieron de la noticia del fallecimiento de Carnarvon y

de otros extraños sucesos que se dieron esa noche para enlazar ese acontecimiento

con otras muertes que se produjeron más tarde: su hermanastro, un ayudante de

Carter, varios egiptólogos y otras personalidades que visitaron la

tumba…Aproximadamente veinte personas murieron de forma inusual y los

medios se encargaron de relacionar todas esas muertes con el hallazgo de la tumba

y la maldición de Tutankhamón, introduciendo de este modo, el mito en la cultura

popular.

El tercer paso que debieron dar fue analizar la

tumba y los objetos encontrados. Por un lado el

número de papiros fue muy escaso, algo que

decepcionó a los arqueólogos del momento porque

no podían afianzar las hipótesis que sacaban por la

falta de documentos históricos. Por otro lado la

morfología de la tumba era, cuanto menos, llamativa,

más pequeña que la de otros faraones más o menos

contemporáneos. Asimismo, cuenta la leyenda que en

la tumba se encontraba una tablilla que advertía de

que una maldición se desataría si la tumba era

profanada. Emily Teeter, una egiptóloga experta en

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tablillas con maldiciones, sostiene que nunca fueron eficaces dado que en todos los

sepulcros encontrados hasta el día de hoy se han hallado indicios de profanación,

incluso la de Tutankhamón pudo haber sido saqueada en dos ocasiones diferentes,

según lo demuestran los diferentes tipos de rocas que llenan los pasillos.

No obstante el hecho de que no se hubiese hallado ninguna tablilla no supone

una respuesta científica, por lo que Nelson prosiguió sus estudios y se adentró en

la investigación de la causa de la muerte del faraón, ¿podría ser la primera víctima

de la maldición? Lo cierto es que la gente que estuvo en el sepulcro pareció estar

infectada por alguna enfermedad transmisible antes que maldita, por ello según los

estudios epidemiológicos, habría diferentes grados de exposición a la “maldición”

dependiendo de cuatro momentos principalmente: 1) cuando el equipo entra en la

cámara mortuoria, 2) al abrir el sarcófago, 3) al levantar la tapa del ataúd y 4) al

examinar la momia de faraón.

Tras determinar estos cuatro puntos clave, Nelson debía acotar el número de

personas que realmente estaban presentes cuando se dieron esos cuatro

momentos mediante la lectura de los diarios de trabajo de Carter y su ayudante, así

como el libro que Carter escribió posteriormente. Finalmente tras la anotación de

todos los nombres necesarios que se veían relacionados entre sí, descubrió otra

muerte sospechosa, la del propio faraón.

Los estudios criminológicos que desarrolló el detective Michael R. King

desecharon las posibilidades de que muriera por causa de una enfermedad, por

suicidio, o por algún accidente, sino que demuestran que Tutankhamón falleció

joven, y muy posiblemente a manos de un conocido suyo, probablemente su

consejero Ay, que posteriormente llegó a ser faraón.

No obstante, las opiniones sobre las causas del fallecimiento del faraón son

innumerables, y no parece que vaya a haber un consenso de aquí a corto plazo. Las

posibilidades son infinitas y las pruebas insuficientes para afirmar que fue

asesinado.

Para aquellos que apoyan la existencia de una maldición, el hecho de que

hubiese alrededor de veinte muertes tras el descubrimiento suponen una prueba

de peso pero, ¿es posible que los matase algo que hubiese en la tumba a parte de la

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Sarcófago de Tutankamon

maldición? Nelson necesitaba analizar las muertes de las veinticinco personas que

estaban presentes en los cuatro momentos clave para desatar la “maldición”, para

de este modo saber si les afectó de alguna manera o por el contrario, las causas de

sus fallecimientos eran totalmente externas. Lo cierto es que en los últimos años ha

habido una tendencia hacia las explicaciones más bien científicas, que básicamente

señalan a los hongos, el ántrax u

otras esporas mortíferas como

posibles causantes, aunque de la

misma manera que se han

descartado otras opciones, en este

caso la falta de cadáveres de

saqueadores por ejemplo en otras

tumbas nos hace pensar que estas

sustancias no serían tan nocivas para

el ser humano.

Tras todos estos argumentos que no dan prueba fehaciente de la existencia

real de una maldición, solo queda preguntarnos si todo esto fue una creación de los

medios de comunicación a partir de la muerte de Carnarvon, quien probablemente

a causa del destino, solo se infectó la sangre y la neumonía acabó con él. Por su

parte Nelson, tras analizar los datos de los años en los que fallecieron los

individuos que se expusieron y los que no, dedujo por medio de la aritmética y la

estadística que las probabilidades de que la gente se viese influida por algún tipo

de “maldición” eran prácticamente inexistentes, aunque la psicología mantendrá

viva la leyenda de “La maldición de la momia de Tutankhamón” a lo largo de la

historia.