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49 J.Chen Barría el sacrificio que tenía que hacer: desprenderse de su hija. __________ La maestra Tita se había acostumbrado a ser “maes- tra de campo”. Su cariño a la comunidad era grande. Se sentía parte de ella y luchaba para ayudar a los niños. Juntos crearon la granja comunitaria-escolar y había logrado que cada año la cadena de televisión PCN le llevara algunos útiles escolares, gracias a la interven- ción del periodista Hugo Alvarado. La escuela había mejorado un poco, aunque no te- nía luz eléctrica, ni agua y los planes de estudios a ni- vel del Ministerio seguían desactualizados y obsoletos. Los niños escribían en cuadernos que distribuyó un partido político, con la portada impresa de la familia presidencial y en la contraportada, los símbolos del partido político a todo color. En una de las portadas interiores tenían impresa la letra del Himno Nacional y en la otra las tablas de multiplicar. Estos cuadernos habían sido pagados con los dineros del subsidio elec- toral que el Tribunal Electoral le da a los partidos po- líticos para la capacitación política y así sostener la fachada de la democracia representativa. Una demo- cracia sustentada en la pobreza de la población, en don- de, los pobres están condenados a seguir en esa condición. Votar por lo políticos cada cinco años no cambiaba en nada la situación de los más necesitados, porque la pobreza no distingue entre los miembros de los partidos políticos. La experiencia le había enseñado la cruda realidad de la vida a la maestra Tita, quien al comenzar su

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J.Chen Barría

el sacrificio que tenía que hacer: desprenderse de su hija.

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La maestra Tita se había acostumbrado a ser “maes-tra de campo”. Su cariño a la comunidad era grande. Se sentía parte de ella y luchaba para ayudar a los niños. Juntos crearon la granja comunitaria-escolar y había logrado que cada año la cadena de televisión PCN le llevara algunos útiles escolares, gracias a la interven-ción del periodista Hugo Alvarado.

La escuela había mejorado un poco, aunque no te-nía luz eléctrica, ni agua y los planes de estudios a ni-vel del Ministerio seguían desactualizados y obsoletos. Los niños escribían en cuadernos que distribuyó un partido político, con la portada impresa de la familia presidencial y en la contraportada, los símbolos del partido político a todo color. En una de las portadas interiores tenían impresa la letra del Himno Nacional y en la otra las tablas de multiplicar. Estos cuadernos habían sido pagados con los dineros del subsidio elec-toral que el Tribunal Electoral le da a los partidos po-líticos para la capacitación política y así sostener la fachada de la democracia representativa. Una demo-cracia sustentada en la pobreza de la población, en don-de, los pobres están condenados a seguir en esa condición. Votar por lo políticos cada cinco años no cambiaba en nada la situación de los más necesitados, porque la pobreza no distingue entre los miembros de los partidos políticos.

La experiencia le había enseñado la cruda realidad de la vida a la maestra Tita, quien al comenzar su

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magisterio en la escuela “La Esperanza”, lo había he-cho colmada de entusiasmo e idealismo. Ahora sabía que el sistema educativo actual, con sus terribles ca-rencias, es un instrumento usado para manipular a los pobres. Estaba convencida que mientras los pobres no tengan acceso a una educación de calidad. La brecha entre ricos y pobres se hace más grande, peligrosa y profunda.

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María iba a cumplir sus 15 años cuando la maestra convenció al papá para que la dejara ir a trabajar a la ciudad. Le había dicho una mentira piadosa.

—Señor Pablo, tengo una prima que vive en la ciu-dad, tiene dos hijos y necesita una muchacha que le ayude a cuidar al niño más pequeño. Son gente seria, respetable, religiosa y acomodada. Allí la niña estará segura y, además, podrá seguir estudiando su primer ciclo.

Pablo, consciente de la pobreza del campo y la con-dición de su familia aceptó y solicitó tres cosas: Que la niña le mandara algo de dinero a su mamá, que la fa-milia le diera permiso para asistir al primer ciclo, y que viniera a visitarlos durante las fiestas patronales y en Semana Santa.

El viernes muy temprano en la mañana, la maestra Tita y María salieron del campo hacia la terminal de transporte de la ciudad, donde salían los buses para la capital del país. En el camino, la maestra le advirtió sobre los peligros de las malas compañías, del cuida-do que debía tener del patroncito, de no meterse en la vida de ellos y hacer las cosas bien. Le enfatizó:

—Nunca olvides que los trabajos son temporales;

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tu meta es seguir estudiando para llegar a “ser alguien en la vida” y ayudar a tu mamá y a tus hermanitos. Fíjate bien de quién te enamoras, porque la mayoría de los hombres de hoy día no sirven para nada, sólo quie-ren sexo y eso es todo. A pocos les gusta asumir la res-ponsabilidad de sus actos. Preñan a las muchachas y salen huyendo. Para que continúes con tus estudios, te voy a recomendar con las monjitas de la caridad. Ellas tienen una escuela para las muchachas del campo. Re-cuerda, de hoy en adelante, tú eres responsable de tu fu-turo, y así todo el viaje fue un rosario de recomendaciones.

Una vez en la terminal, la maestra Tita le prestó el dinero para el pasaje y le dio algo adicional por si de-seaba comer en el camino.

Desde un teléfono público, la maestra llamó a la capital a Doña Kukita, para informarle la hora de la salida del bus y coordinar que recogiera a María en la Gran Terminal de Transporte a las 5:00 de la tarde. Des-cribió a María físicamente y la ropa que llevaba puesta, sobre todo, el maletín rojo que ella le había prestado y que era la clave de la identificación en la Gran Terminal.

Durante el viaje, María estaba nerviosa, preocupa-da y nostálgica. Había dejado a su familia, amigos y el único mundo que conocía: su campo. Lloró varias ve-ces en el camino; pero, para animarse, pensaba en las palabras de su maestra: tenía que ser fuerte, trabajado-ra y luchar para “ser alguien”. A su corta edad, aun siendo menor, tenía qué defenderse sola en la capital, donde no conocía a nadie.

En el trayecto hacia su nueva vida, sólo se bajó a tomar agua y hacer sus necesidades. Los nervios y an-siedad le habían quitado el apetito, además sólo tenía un par de dólares que su maestra le había prestado antes de subir al bus y no deseaba gastarlos.

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Al atardecer, y cuando el sol de verano caía en el horizonte, sus grandes y profundos ojos descubrieron los edificios altos y las calles llenas de autos. Sintió miedo y alegría, miedo porque no sabía quién la ven-dría a recoger, ni a qué familia llegaría, ni cómo la tra-tarían. Alegría de ver por primera vez “la capital”, que sólo conocía de su existencia por las noticias del radio portátil de su papá, y las lecciones de Estudios Socia-les en la “Escuela La Esperanza”.

Tenía la capital frente a ella y podía observar cada detalle. Veía autos que nunca imaginó que existían. No comprendía el significado de las luces verdes, amari-lla y roja, y por qué los autos y las personas se paraban o seguían según esas luces .En el campo no había se-máforos. Sus ojos miraban una y otra vez los edificios altos, esas construcciones gigantescas tan distintas a su choza y se preguntó cómo subiría la gente.

Se asombró al ver a las personas correr de un lado a otro sin saludarse, con caras serias y vestidas de ma-nera diferentes a las del campo. Además, tenían todo tipo de colores en los cabellos; negros, amarillos, rojos, caobas, grises, blancos, con mechitas y peinados de mil formas. ¡Esto era como estar en otro planeta!

Cuando el bus se acercaba a la Gran Terminal, se quedó mirando los almacenes, con sus grandes vitri-nas, sus maniquís bien arreglados, enormes televiso-res a colores. Ella nunca había visto televisión a color, porque en el campo no había electricidad. La entrada a la ciudad capital la dejó impresionada. Sin estar ple-namente consciente del por qué se extrañaba de la bre-cha que separa el campo con su pobreza, de la ciudad con sus lujos.

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En la Gran Estación la esperaba Doña Kukita. Al verla, la reconoció por su maletín rojo.

—¡Niña!, ¿Es usted la muchacha que envió la maes-tra Tita?

—Si, señora, soy yo. Mucho gusto. Doña Kukita se dirigió hacia el estacionamiento,

en donde la esperaba su lujoso auto de doble tracción, color plateado, con todas las extras de lujo: asientos reclinables, tapicería de cuero, rines de aluminio, aire acondicionado, CD player con capacidad para 24 CD’s intercambiables, llantas gruesas, vidrios ahumados, control remoto, seguridad digital antirrobo, radio AM/ FM estereo digital con ecualizador de sonido. El pre-cio de este vehículo nuevo era de US$ 85,000. Ella sólo había pagado US$ 60,000.00 dólares, porque un Hono-rable Diputado le exoneró US$ 25.000.00 dólares en impuesto de introducción. Al Honorable Diputado le reconocieron US$ 10.000.00 dólares por su valioso apo-yo y gestión.

Cuando María subió al auto, quedó impresionada. Nunca antes había visto un vehículo de este tipo. Se hubiera desmayado al saber que cualquiera empleada doméstica que gana un salario mensual de US$ 120.00 tendría que trabajar cincuenta y nueve años consecuti-vos, ¡toda una vida! para ganar en concepto de salario el valor del auto. Las matemáticas son sencillas y cla-ras. Los números no mienten: US$ 85,000.00 dólares dividido entre US$ 120.00 dólares mensuales es igual a 708 meses de salario, que dividido entre doce meses por año, es igual a 59 años de trabajo continuos. Es de-cir, que en ese vehículo se habían gastado el salario correspondiente a 59 años de trabajo de una empleada doméstica. Si una empleada comenzara a trabajar a los 20 años de edad, cuando cumpliera 79 años (si es que vivía hasta esa edad) habría recibido en salario durante

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toda su vida, lo que se gastó el marido de Doña Kukita en ese vehículo.

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Cuando llegó al edificio donde trabajaría, ubicado en uno de los sectores más exclusivos de la ciudad, miró hacia el cielo y casi se marea. Jamás pensó que se podía construir un edificio tan alto. Doña Kukita vivía en el penthouse del piso 24. El lujo de la entrada del edifico llamado “lobby”, era sensacional y estaba ex-quisitamente decorado. Doña Kukita llamó al ascensor y la invitó a entrar. María quedó confundida y aterra-da, era la primera vez que subía a uno. El “ascensor digital” comenzó a subir a alta velocidad y María sin-tió un vacío de aire frío subía por su estómago. Al lle-gar al piso 24, el ascensor se detuvo, y María escuchó una voz que decía ¡Twenty Four! ¡Thank you! Por poco, se desmaya del susto. “¿De dónde vino esa voz? Nadie había hablado. Ella sabía que era inglés, pero no enten-dió el significado. ¿Cómo es posible que en la ciudad las máquinas hablen, si en el campo sólo los loros de mecha amarilla aprenden a hablar?, pensó.

Las puertas se abrieron, y ante sus ojos aparecía un palacio, el penthouse de Doña Kukita con Don Juan Antonio. El lujo y la decoración eran tan espectacula-res que, simplemente, no se podían describir los miles de detalles contemplados y finamente seleccionados. María se sintió como una hormiguita insignificante en semejante mansión del piso 24 del Edificio Punta del Este.

Doña Kukita llamó a la Sra. Domi, una empleada extranjera que se encargaba de cuidar y limpiar la casa, además de cocinar para la familia. La señora Domi era una experta en el arte culinario.

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La historia de la Sra. Domi era triste. Se había ena-morado a los 19 años y su novio le había pedido una “prueba de amor”, a la cual ella inocentemente consin-tió. Así perdió su virginidad y quedó encinta. Su no-vio, al conocer la noticia del embarazo, no le gustó el resultado de la prueba de amor que Domi le había ofre-cido y desapareció.

En la desesperación de que su hijo creciera sin pa-dre, y la necesidad de ayuda económica se unió a otro hombre que resultó ser boxeador femenino, porque le gustaba pegarle a las mujeres. De esta unión nació una niña. Ante la pobreza en que vivían, Domi decidió aban-donar su país caribeño en busca de mejores oportuni-dades y escogió un lugar en donde le pagaran en dólares americanos.

Su madre aprobó la idea con la esperanza de que consiguiera un buen trabajo que pudiera mantenerlos para sacarlos de la pobreza a ella y a sus hijos. Mien-tras tanto, ella se quedaría cuidando y educando al niño y a la niña, hasta que Domi se los pudiera llevar con ella.

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¿Cómo podría Domi realizar sus sueños? Fácil, una amiga suya conocía a una persona que se encargaba de traficar empleadas domésticas hacia el extranjero. Sólo se requerían US$1,750.00. El agente traficante conoci-do en el mundo del tráfico de personas como “coyote” cobraba US$1,000.00 por conseguir empleo en el extran-jero, US$500.00 para el pasaje aéreo –no reembolsables de ida y vuelta– y US$ 250.00 para el cónsul del país que autorizaba la visa de turista, válido por noventa días. Así se trafica con la pobreza, la miseria y las necesidades

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de las personas. Los negocios son negocios y el tráfico de personas es un negocio muy rentable.

Se decía que el cónsul de ese país, sólo reportaba US$ 50.00 por cada visa otorgada a su gobierno y se que-daba con US$200.00, de los cuales US$ 50.00 eran para el político que le había conseguido el cargo de cónsul y US$150.00 para él. El promedio eran 50 visas de tu-ristas diarias. De estas 50 visas, a político influyente le correspondía $2,500.00 diarios, es decir US$50.00 x US$50.00 igual a US$2,500.00, mientras que al Honora-ble Cónsul le correspondían US$7, 500.00, que es el re-sultado de 50 visas por US$150.00 cada una.

Ni el Honorable Cónsul ni su protector político, se preocupaban por los millones de dólares que el go-bierno de su país tenía que gastar, repatriando a las personas a quienes ellos les habían vendido “visa de turistas”, ni los problemas de drogas, prostitución y delincuencia que producía el tráfico de personas.

Domi vendió todo lo que podía y empeñó hasta el alma. Pidió prestado a sus amigos y familiares y entre todos reunió US$2,000.00 para pagar los US$1,750.00 de su visa y viaje, US$25.00 del impuesto de salida del aeropuerto y llegar al país con visa válida por 90 días, y US$225.00 para taxis del aeropuerto a la ciudad y otros gastos.

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Cuando llegó al país, un agente de migración, que era el contacto del político y del cónsul la llevó a la oficina, selló el pasaporte y los documentos de migra-ción, y los entregó al conductor de Doña Kukita que estaba esperando en la propia oficina de Migración del Aeropuerto.

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El agente tuvo el cuidado de entregarle al conduc-tor el pasaporte, el boleto de regreso y el registro mi-gratorio de Domi en un sobre y le indicó; “favor de entregárselo a Don Juan Antonio, esposo de Doña Ku-kita, personalmente”. De esta forma, las empleadas extranjeras quedan indocumentadas y a la voluntad de los traficantes.

Domi tenía tres años de haber llegado. No había regresado a su país, pero estaba tranquila, aunque no feliz. Hablaba con su mamá e hijos cada quince días para saludarlos e informarles que les había enviado la transferencia de US$ 100.00 (cien dólares). Lo hacía puntualmente. Con eso, su familia tenía para comer, vestirse, pagar luz, transporte y educación. Era poco, pero mejor que no tener nada.

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Cuando Domi vió a María de quince años entrar al penthouse, se conmovió. Lloró y recordó a su hija, que pronto cumpliría su misma edad. Agarró el maletín rojo y dijo:

—Ven, mi hija, te voy a mostrar tu cama. Doña Kukita estaba apurada, tenía el compromiso

de asistir a una “despedida de soltera” a las 6:00 p.m., y le indicó a Domi.

—Enséñale a “esta niña” su cuarto y ofrécele algo de comer, debe estar muerta de hambre. Mañana em-pieza a trabajar.

María no podía dormir por toda la experiencia que había vivido ese día, su primer día en la capital. Su cama era un canapé con colchón, al cual no estaba acostumbrada. En el campo solía dormir sobre tablas.

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El cuarto de empleada era compartido con Domi, al igual que el baño y servicio.

Ya no tendría que sacar agua del pozo para bañarse, ni usar letrina para sus necesidades. La mayoría de las personas en el campo no saben cómo funciona el servicio higiénico. Para María, esta era la primera vez que lo usa-ba. Aquí tenía más comodidades que en el campo.

La Sra. Domi sacó unos uniformes blancos usados por la niñera anterior y se los dio para vestirse el día siguiente. Si le quedaban grandes o chicos no importa-ba, las empleadas domésticas no usan uniformes a la medida.

Entre lágrimas por la nostalgia sentida al extrañar el campo y su familia, lo que algunos sicólogos norte-americanos llaman “homesick” o enfermedad de casa, la impresionaba el impacto de la vida en la capital y la incertidumbre del trabajo. María tardó en conciliar el sueño, pero al final se durmió por cansancio.

A las cinco de la mañana del día siguiente, la Sra. Domi la despertó y le indicó que se bañara y arregla-ra para trabajar, que iba a preparar el desayuno de los señores y los niños. Al abrir la regadera del baño, el agua fría hizo estremecer su cuerpo, se le puso la piel como de gallina, pero le agradó sentir el agua cayendo suave y constantemente sin necesidad de una totuma. Ese momento de intimidad y limpieza lo disfrutaría todos los días a pesar de no tener agua caliente, como los baños que utilizaba el resto de la familia. Las empleadas domésticas no tienen agua caliente.

Doña Kukita se despertó a las ocho de la mañana y demoró una hora bañándose, vistiéndose y maqui-llándose. A las nueve, pidió que le sirvieran el desa-yuno dietético para conservar su esbelta figura, que había logrado a punta de liposucción y dos opera-

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ciones de implantes de silicona en los senos y glúteos. El desayuno consistía en frutas, cereales de fibra, pan integral con mermelada americana, una taza de café descafeinado, con leche descremada y azúcar de die-ta. Todo servido en vajilla de fina porcelana y cu-biertos de plata, envueltos en servilletas de lino puro.

Al terminar de desayunar, llamó a María y le dijo: —Esta niña, comienzas a trabajar desde hoy y quie-

ro dejar claro las reglas de trabajo de esta casa:

• El horario es de 6 de la mañana hasta que los niños se acuesten y duerman.

• Siempre debes usar el uniforme de em-pleada, limpio y planchado.

• En esta casa se preparan dos comidas se-paradas, la de la familia y la de los em-pleados del servicio.

• No puedes comerte la comida del refri-gerador, esa es la de nosotros y los niños. Si quieres comer algo distinto de lo que se te da aquí, cómpralo en la tienda del chino.

• Los cubiertos y la vajilla de los emplea-dos están separados, para que no se con-fundan con los de la familia.

• Ustedes comen en la cocina o en el cuarto de empleadas.

• Con tu plata, debes comprar el papel higiéni-co y todos los artículos de aseo personal.

• Está prohibido recibir llamadas telefóni-cas de amigos o amigas. Sólo se permiten la de los familiares y en caso de urgencia.

• Como sabes, el teléfono es caro y está pro-hibido su uso para hacer llamadas y me-nos de larga distancia.

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• Durante los días y horas de trabajo no se permiten visitas de nadie, ya sean amigos o familiares.

• Debes evitar hacer amistad con las otras empleadas del edificio.

• Nada de bochinches. No debes comentar con nadie lo que veas, oigas o se haga en esta casa.

• Sólo puedes ver televisión o escuchar ra-dio, cuando los niños estén acostados y dormidos.

• Debes estar pendiente de los niños las veinticuatro horas del día.

• Todo debe estar siempre limpio y en orden. • Cuando te hablo me contestas “Si, Doña”,

“No, Doña”. Jamás me digas Kukita o Doña Kukita, eso es un exceso de confianza. “Esta niña”, ¿me estás comprendiendo?

• Las dos, Domi y tú, deben ayudarse mu-tuamente en los quehaceres de la casa.

• Tu salario será de US$ 100.00 (cien dóla-res) mensuales, por no tener experiencia y ser menor de edad.

• Lo del seguro social lo hablamos después. • Si algo se pierde o se rompe en esta casa,

te lo descuento de tu salario. • Puedes ir a la escuela de las monjitas de

la caridad los sábados desde la una a las 6 de la tarde y el domingo todo el día.

• Para recompensar los sábados en la tarde, debes trabajar los días libres y feriados.

• Los domingos, antes de ir a la escuela, debes dejar el desayuno preparado y a los niños bañados y vestidos para ir a la iglesia, porque nosotros como buenos

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cristianos vamos a la iglesia todos los domingos.

—¿Queda claro y entendido lo que he dicho, “esta niña”?

Al escuchar los mandamientos de Doña Kukita, María se sintió abrumada y se preguntó si era mejor vivir en la pobreza del campo, pero en libertad o traba-jar en la capital como esclava, por unos dólares y sin libertad. Intuyó que trabajar en esa casa no le sería fá-cil. Ella sabía que la vida, para alguien con su condi-ción económica, es dura y salir de la pobreza va más allá de estrategias, discursos y promesas. Sólo el sacri-ficio, la determinación y la educación ayudan a salir de la pobreza. Esto lo tenía claro, porque su maestra Tita así se lo había hecho entender.

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Cuando Doña Kukita se retiró, María entró a la co-cina y vio cosas que nunca se imaginó que existían. Había agua fría y caliente. La refrigeradora preparaba automáticamente el agua con hielo, además era grande y estaba llena de comida. Nunca había visto un micro-ondas y no sabía para qué era ni cómo se usaba. La estufa era eléctrica y de gas, con un horno incorporado en su parte superior. En su casa cocinaban con leña que se buscaba en el monte, no conocía ni siquiera el gas. Jamás había visto un horno eléctrico, ni sabía qué co-mida se cocinaba allí. Después observó licuadoras, ba-tidoras, extractores de jugo, picadores de verduras y legumbres, abridores de lata eléctricos, gran variedad de ollas, cuchillos, cubiertos, vajillas, etc.

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Con la inocencia de una niña y la honestidad que la caracterizaba, le confesó a la Sra. Domi lo siguiente:

—Usted perdone, pero en el campo donde yo vivo somos tan pobres, que no tenemos ni conocemos nada de esto, ni siquiera sé cómo usarlos.

—No te preocupes niña –contestó Domi –a mí me pasó lo mismo. Cuando vine a trabajar no conocía nada de esto que llaman “electrodomésticos”. Las personas que nos contratan jamás se preocupan si sabemos o no utilizar estos aparatos. No existe una escuela para em-pleadas domésticas y lo peor aún, nuestras patronas tampoco saben cómo se usan ni para qué sirven. Ellas sólo conocen lo que ven en la televisión o las revistas, jamás se preocupan en aprender a usar los electrodo-mésticos que compran. Ellas sólo ordenan. Yo te ense-ñaré todo lo que sé, te tengo cariño, me recuerdas a mi hija, eres inteligente y aprenderás rápido.

Poco a poco se convirtió la campesina en niñera. Al inicio fue difícil. No tenía experiencia. Sólo tenía quin-ce años. No conocía de leche sustituta a la materna, pre-parar mamaderas, cambiar pañales, bañar a un niño, usar jabones, shampoo, alimentos especiales, combi-nar la ropa y jugar con ellos. Aprendió todo esto a la brava y con el consejo de la Sra. Domi.

Doña Kukita había parido a sus hijos, pero nunca los atendió. No sabía cómo cuidarlos y estos meneste-res los dejaba para las “nanas”. Los hijos de Doña Ku-kita no disfrutaron de la lecha materna, porque amamantar a sus hijos le hacía caer los senos, por ser de silicona producen poca leche, además podrían des-cuadrar su figura, que tanto dinero en cirugías le había costado.

María asistía a la escuela de las monjitas de “La Caridad”, donde ofrecían clases los sábados en la tar-de y domingos para las empleadas domésticas, que no

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habían terminado primaria o querían terminar el pri-mer ciclo. La escuela se llamaba “La Medalla Mila-grosa”, a ella asistían cerca de sesenta muchachas, todas venían del campo en busca de un mejor futuro.

La directora de la escuela “Sor Piedad” había ob-servado el entusiasmo, la determinación, el carácter y la inteligencia de María y pensó que sería una excelen-te candidata para su congregación. Le prestó atención, la preparó para ser bautizada. Le enseñó a estudiar la Biblia y todas las semanas trataba de catequizarla poco a poco.

Durante la semana, María se quedaba en las no-ches leyendo, preparando sus tareas y estudiando fuer-te. En su cuarto tenían un televisor pequeño blanco y negro, que sus patrones le habían regalado a la Sra. Domi. A ellas no les interesaban las novelas, ni los pro-gramas de violencia, vulgaridad y sexo que transmi-tían las televisoras locales. Domi descansaba mientras María estudiaba.

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María se preparó para su bautizo, aunque no com-prendía del todo muchos de los conceptos que las mon-jitas se habían esforzado en transmitirle. La ceremonia fue en la Iglesia San José del Casco Viejo de la Ciudad. En la entrada de la iglesia, a la mano derecha, había un altar que mostraba a algunas ánimas quemándose en el infierno, y en la parte de inferior un letrero que de-cía; “Limosna para las ánimas del purgatorio”. María se quedó impresionada por ese altar y se preguntaba a sí misma si era verdad que existía el cielo, el infierno y el purgatorio. Estas dudas le darían vuelta en su cerebro por el resto de sus días.

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Cuando regresó del bautizo, le preguntó a la Sra. Domi:

—¿En tu iglesia también pagan diezmo? —Sí –contestó Domi –todos los miembros de la igle-

sia tenemos que donar el diez por ciento de lo que ga-namos, porque en la Biblia está escrito en el Libro Deuteronomio, Capítulo 14, versículo 22.

—¿Le dan ustedes limosnas a las ánimas del pur-gatorio? –preguntó María

—No –respondió la señora Domi —¿Y los ricos también pagan diezmo, o ellos no

necesitan pagar para ir al cielo? –preguntó María. La Sra. Domi que asistía a una iglesia protestante

no pudo dar respuesta a estas preguntas, pero María continuó el interrogatorio:

—¿Por qué dicen que es “más fácil que un camello entre por el hueco de una aguja, que un rico al reino de los cielos”, ¿por qué dicen que ser pobre es una vir-tud?, ¿por qué se dice que el reino de los cielos es el reino de los pobres?; y ¿por qué nos dicen que “debe-mos ser pobre a mucha honra”?, ¿en que consiste la vinculación entre la pobreza y la honradez?, ¿acaso es difícil ser rico y a la vez honrado?

La Sra. Domi no pudo contestar tampoco estas in-terrogantes, pero las anotó para preguntárselas el do-mingo siguiente al pastor de la Iglesia.

Más tarde, la vida le enseñaría a María que la po-breza no es una virtud, que el cielo no es el reino de los necesitados, que ser pobre no es una honra. Esas ideas se las hacen creer a los pobres para que no luchen por ser personas libres y forjarse su propio destino, para que sumisos a su condición, se resignen a ser peones en el campo y obreros en la ciudad; a no exigir una educación buena que les permita tener mejores opor-tunidades de trabajo e ingreso, a seguir condenados a

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vivir en la ignorancia; a no exigir que se respeten sus derechos y dignidad humana, a vivir en la miseria en esta vida, porque “el reino de los pobres, será cuando se mueran”, aunque no tengan dinero para comprarse una caja de madera donde enterrarse, pagar un oficio religioso, pagar un espacio en el Cementerio Munici-pal y así poder descansar en paz.

Años más tarde, María comprendió que el día en que los pobres no le tengan miedo al infierno, iniciarán su camino hacia su liberación y a vivir sin temores, dejar atrás las ideas que por siglos los han mantenido como esclavos de creencias falsas y sin fundamentos.

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Durante tres años María trabajó duro junto a la Sra. Domi, los niños aprendieron a quererla mucho por el cariño y tiempo que les dedicaba. Antes de acostarlos, les leía cuentos infantiles de famosos escritores como Hans Christian Andersen, Jacob y Wilhelm Grimn, Ro-gelio Sinán y otros. María disfrutaba esas preciosas narraciones que los niños del campo no tienen oportu-nidad de conocer, leer, ni disfrutar por no tener acceso a ellos.

Como era una adolescente simpática, bien forma-da y fuerte, en varias ocasiones, Don Juan Antonio la acosó sexualmente; pero con discreción, ella se rehusó y rechazó las insinuaciones de regalos y dinero que le ofrecía. Se quedó callada, porque estaba a punto de graduarse de primer ciclo y no quería que la despidie-ran. Sabía que mientras ella lo mantuviera alejado, no pasaría nada. La Sra. Domi le comentó que la niñera anterior había dejado el trabajo porque Don Juan Anto-nio cada vez que podía, tenía relaciones con ella y para

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callarla le daba regalitos en efectivo. Doña Kukita co-menzó a sospechar algo, y aunque no pudo comprobar nada, decidió despedirla. Don Juan Antonio sabía que, en materia de sexo las mujeres necesitan más que se-nos y nalgas de silicone. Se requiere arte, técnica, cari-ño y amor. Esto le faltaba a la relación de Don Juan Antonio y Doña Kukita.

Doña Kukita procedía de una familia de la alta so-ciedad del país. Su abuelo, había sido Presidente de la República y se le consideraba un político muy hábil. Su papá también se dedicó a la política, a diferencia de sus tíos, quienes tenían negocios. Su padre era el acce-so directo al poder político del país, el cual era utiliza-do para fortalecer las empresas de la familia.

Doña Kukita se había graduado de secundaria en el mejor colegio de la ciudad, que era regenteado por una congregación religiosa de mucho prestigio. Allí sólo estudiaba la crema y nata de la alta sociedad. El lema del colegio era “Sabiduría, Ciencia y Caridad”.

Cuando terminó el bachillerato, su mamá la envió a un colegio en Lausanne, Suiza, para que estudiara idiomas y además tuviera la oportunidad de conocer y hacer amigas de la alta sociedad europea y mundial que estudiaban en tan exclusivo lugar. Era importante aprender idiomas, pero también establecer redes de contactos sociales.

A su regreso de Suiza, conoció a Juan Antonio, quien no quedó impresionado por la belleza física de Doña Kukita, pero calculó las ventajas económicas y políticas que este matrimonio le proporcionaría. En cuanto al aspecto físico, pensó: “esto se arregla con ciru-gía plástica y silicone”.

Don Juan Antonio había estudiado en un colegio religioso, pero antes de concluir el bachillerato, su papá le consiguió una beca completa, pagada por el gobierno

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para estudiar en una academia militar de Estados Uni-dos. Allí sería disciplinado en el régimen militar, ter-minaría su licenciatura, y perfeccionaría el idioma inglés. Todo esto gratis, sin costarle un centavo a su padre, ya que era una beca completa, pagada por el gobierno con dinero del pueblo.

Cuando se casó con Doña Kukita, su suegro lo hizo vice-presidente del Partido Democrático, que tenía diez años de estar en el poder. El suegro fue su mentor po-lítico. Le enseñó el “arte de la política”. Lo primero que le enseñó fue que “el fin justifica los medios”. Le dijo:

—Este pensamiento puede ser no ético ni moral, pero es pragmático. La política es para estar en el poder y dis-frutarlo y que los adversarios sigan en oposición”.

También le explicó, cómo se administra el poder: plata para el amigo, palo para el adversario y plomo para el enemigo. Estas son las tres “P” para mantenerte en el poder.

—Nunca olvides que la fortuna una vez lograda se debe cuidar y multiplicarla para los hijos y nietos. Tú eres un político profesional. Vives de la política. Tu fortuna se la debes a la herencia de mi hija Kukita y a la política”, le repetía sin cesar su suegro.

Era tan astuto en la política, que sus otros tres hi-jos, ninguno pertenecía a su partido; ellos militaban en otros partidos que se alternaban las “alianzas electora-les” para mantenerse en el poder.

Con esta escuela política, Don Juan Antonio y Doña Kukita vivían una agitada vida social, política y eco-nómica, pero sin preocupaciones. La política para ellos no era para servir al país ni al pueblo, sino para benefi-ciarse de ella.

Lo importante, dijo su suegro: Es estar cerca y tener acceso al poder. Vale más ser

amigo, asesor y confidente del Presidente que ministro,

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En nombre de ellos

legislador, alcalde o funcionario público. Si eres fun-cionario público, el presidente siempre te tratará como un subalterno, es decir, por debajo de él. Cuando eres su amigo y confidente, siempre te tratará a su nivel.

—Recuerda, Juan Antonio –le señaló su suegro–: Los mejores negocios se hacen cuando eres amigo del Presidente, no si eres ministro o diputado. Los amigos no tienen que rendir cuenta a la opinión pública, por-que no andan buscando votos. Los funcionarios públi-cos tienen que rendir cuenta de su vida pública y hasta de la privada.

__________

Durante los tres años de trabajo de María con doña Kukita sólo le habían aumentado US$20.00 por mes, ahora ganaba US$120.00, a pesar que sus responsabili-dades aumentaron a medida que los niños crecían. Con el tiempo, aprendió todos los oficios domésticos, in-cluso cocinar, pues la Sra. Domi más que su compañe-ra la veía como su hija y le enseñó lo que sabía. Cuando se graduó con honores de primer ciclo en la escuela de las monjitas, La Medalla Milagrosa, había cumplido 18 años, pero deseaba seguir estudiando. Durante su es-tancia con esa familia, cuidó con cariño y esmero a los hijos de Doña Kukita, pero jamás escuchó de parte de ella, las palabras “gracias” ni “María” porque siempre la llamó “esta niña” y daba por hecho que, con el salario mensual que le pagaba quedaba bien retribuida la dedi-cación de María a ella, los niños y Don Juan Antonio.

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CAPÍTULO VII

Ver, oír y callar

En el Edificio Cielo Azul se iba a producir la va-cante de Conserje. Marcos, de 62 años quien venía ocu-pando ese cargo se jubilaría. Su salario era de US$200.00 al mes y su jubilación sería la mínima de US$175.00 al mes por el Seguro Social. Es decir, que con esa suma tendría que vivir él, su mujer y dos nietos cada mes por el resto que le quedaba de vida.

Como Pedro, el hermano de María, se había que-dado en el campo y allá la familia seguía en condicio-nes miserables, ella pensó que era una oportunidad para traérselo a la capital. Habló con Marcos para que lo re-comendara y así colocó a Pedro como conserje en el Edificio Cielo Azul. Él conocía la capital, había venido una vez en un camión cargado de mangos al mercado público. Aunque su estadía en ese viaje fue breve, sa-bía a los retos que se enfrentaría.

Un domingo en la tarde, María fue a buscar a Pe-dro a la Gran Estación y lo llevó al edificio donde lo esperaba Marcos, que esa noche compartió con él un cuartito pequeño que era el dormitorio del conserje.

A pesar de que era el más majestuoso edificio de ese exclusivo sector, el cuarto dormitorio del conserje era mínimo. Estrechamente cabía un canapé, una estu-fa de mesa, una silla, un pequeño servicio con regade-ra, el intercomunicador de llamadas, una extensión de teléfono restringida para salida de llamadas, un reloj despertador barato, una televisión en blanco y negro, y un “cooler” pequeño para tener agua fría.

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En nombre de ellos

En la mañana del lunes, Marcos esperó a Doña Maruquel, Presidenta de la Junta Directiva del edifi-cio, para presentarle a Pedro quien nunca había traba-jado formalmente, ni tenía idea de las responsabilidades de un conserje; sin embargo, tenía buena disposición para el trabajo y él le explicaría todo lo que debía hacer y cómo hacerlo.

Cuando llegó Doña Maruquel, Marcos le dijo. —Buenos días, le presento a Pedro. Él es el señor

que me va a reemplazar. Es serio, responsable y traba-jador, pero sobre todo es muy honrado.

Doña Maruquel observó a Pedro de arriba abajo y contestó:

—Buenos días, Pedro. Desde hoy comienza a tra-bajar y quiero que sepa cuál es su trabajo:

• Tiene que mantener todas las áreas comu-nes bien limpias.

• Cuidar el jardín, las plantas y barrer los estacionamientos.

• Recoger los desperdicios de los inquili-nos y estar pendiente cuando el carro de la basura pasa para que se la lleven toda. Vigilar que no dejen basura regada y lim-piar el basurero.

• Tiene que estar pendiente cuando llegan las personas con el supermercado para ayu-darlos a llevar las compras hasta su piso.

• Debe recibir la correspondencia de elec-tricidad, teléfono, cable, agua y distri-buirla.

• Debe mantener bien limpia la entrada. • Estar pendiente si hay agua o electricidad

y llamar a las empresas de mantenimiento cuando sea necesario.

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• Debe limpiar los ascensores, el de los pro-pietarios y de servicio.

• Debe mantener el área de la piscina lim-pia y cambiarle el agua.

• En su tiempo libre, lavarles los autos a los propietarios que se lo soliciten.

• Retocar con pintura en las áreas del edifi-cio deterioradas.

• Cambiar los bombillos de luz cuando se quemen.

• Ayudar a los empleados a subir y bajar carga de los condominios.

• Contestar el intercom o el teléfono a cual-quier hora del día o la noche.

• Su horario de trabajo es desde las 6:00 a.m. de la mañana hasta las 8:00 p.m. de la noche.

• Debe estar pendiente cuando los niños se van o regresan de la escuela, para evitar un accidente o secuestro.

• Quiero que sepa que está prohibido inti-mar con las empleadas domésticas y ab-solutamente prohibido meterlas en su cuarto de conserje.

• Sus días de trabajo son de lunes a sábados. • El domingo es libre, siempre y cuando

no se le necesite. • En cuanto a su salario mensual será de

US$ 200.00, porque le estamos ofrecien-do un lugar donde dormir y allí no paga-rá alquiler, agua y electricidad.

—¿Quedó claro? Pedro no sabía que para ser conserje de un edifi-

cio se tenía que ser: aseador, mensajero, plomero,

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En nombre de ellos

electricista, recepcionista, cargador, lavador de auto, niñero, cuidador, guardia de seguridad, pintor, alba-ñil, jardinero, relacionista, entre otros oficios, además de no poder intimar con las empleadas domésticas. Todo esto por US$ 200.00 al mes. Aunque el trabajo no deshonra, la necesidad tiene “cara de perro”. “Este es el precio que se paga por la ignorancia, la falta de edu-cación y no poder estudiar un oficio y una profesión”, pensó Pedro.

__________

Marcos se quedó dos días adicionales para ense-ñarle a Pedro los aspectos del trabajo de conserje.

—El principal secreto de un conserje es ver, oír y no hablar. Los conserjes conocemos la vida y obra de todos los que viven en un edificio, pero lo más impor-tante, Pedro, es hacerse de la vista gorda, fingir que no has visto nada y siempre contestar, “no sé”. Cuando uno dice “no sé”, no se mete en problemas –le aconsejó Marcos.

Poco a poco, Pedro fue conociendo a todos los pro-pietarios del edificio, así como a sus empleadas do-mésticas, niñeras, nanas, conductores, planchadoras, etc. Supo de las virtudes, defectos, pasiones, emociones, enfermedades, vicios y desviaciones de todo el género humano que vivía en el edificio. No necesitaba estu-diar psicología, derecho, religión, sociología, psiquia-tría, trabajo social y otras ciencias, para conocer a la humanidad. En un edificio se aprenden todas. Hasta santería.

Pedro se las ingeniaba para que las empleadas do-mésticas le regalaran su comida diaria. Nunca había comido tanto y con tal variedad como en su nuevo

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empleo. Del hambre del campo a la opulencia de la ciudad, gracias a sus amigas. Además de sus exquisi-tos platillos, cuando se podía y arriesgándose a que lo despidieran, las invitaba a su cuarto por unos ratitos. Qué diferencia con su vida en el campo. De conserje en la capital lo tenía todo, vivía como un rey, aunque tra-bajando como esclavo.

__________

Un domingo, Pedro conoció en la Avenida Central a Arnulfo, un indígena de la comarca quien había lle-gado a la gran ciudad a trabajar. En la comarca donde nació, había una sola escuela primaria y él no había logrado terminar su educación. Cuando llegó a la ciu-dad, buscó trabajo, pero como no sabía hacer nada, por no haber aprendido ningún oficio, ni terminado la es-cuela primaria, y casi se le había olvidado leer, se le dificultaba aún más encontrar trabajo.

—Arnulfo y Pedro se hicieron grandes amigos. Todos los domingos, por la tarde se encontraban en el Parque Catedral y conversaban de varios temas. Cuan-do era fin de quincena, Pedro invitaba a Arnulfo a co-mer algo y tomarse unas cervecitas. Un día, sentados en una banca del parque Catedral, Pedro le dijo:

Arnulfo, cuéntame como es la vida en la comarca indígena. Arnulfo, con una expresión de tristeza, miró a su amigo Pedro y le dijo:

—¿De verdad quieres saber cómo se vive allá? Pedro reafirmó su inquietud y Arnulfo le comentó:

En la comarca donde vivo existen cinco comuni-dades, unas lejos de las otras. En cada comunidad vi-ven alrededor de quinientas personas. La gente vive de la agricultura y la pesca. Pero la agricultura es sólo

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En nombre de ellos

para producir la comida que se necesita para sobrevi-vir. De la pesca, algunos sí venden algo a las personas que van a comprar, sobre todo, langostas y pescado. De esto, algunas personas ganan algo de dinero. Tam-bién las mujeres confeccionan artesanías que venden a los turistas y otros intercambian coco por sal, azúcar, combustible y otras mercancías a los comerciantes ex-tranjeros que llegan a hacer trueque. La mayoría vive del dinero que les envían los parientes que están traba-jando en la capital.

Donde vivo no hay luz eléctrica, ni agua potable. El agua la recogemos de la lluvia o de la quebrada. No hay letrina, lo que se le llama servicio higiénico. Allí las necesidades se hacen en el mar o donde se pueda.

Existe una sola escuela primaria en cada comuni-dad, con una sola maestra, pero no hay libros, cua-dernos y muchas veces ni tiza con qué escribir. La escuela es una choza con techo de penca de palma, piso de tierra y madera,y cuando llueve, no se puede dar clase por las goteras del techo.

Pedro interrumpió a su amigo Arnulfo y le preguntó: —¿Cómo es la vida con sus mujeres? Arnulfo, quien estaba más tranquilo, contestó: —En la comarca, las mujeres tienen marido prácti-

camente desde que comienzan a menstruar y en algu-nos casos, antes. Cuando una muchacha menstrúa, yaestá lista para tener marido. A veces, entre las familias se hacen los arreglos para conseguirles marido a lasmuchachas, pero ahora la juventud no acepta esto. Ellas quieren enamorarse.

—Sabes, Pedro, nosotros vivimos en chozas y allí no hay camas. Todo el tiempo dormimos en hamacas y como no hay cuartos separados, cuando tenemos sexo,

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lo hacemos en la hamaca y todo el mundo se entera. Otras veces lo hacemos en el mar, en el río o en el monte. Cuando una mujer sale encinta, entonces los curanderos y la mam se encargan de cuidarlá, cuando va a parir. Allí no hay Centro de Salud, ni enfermeras, así que las mujeres se ayudan entre ellas. Hay muchas que mueren al parir, sobre todo, las muchachas jóvenes”.

—Y para salir de la comarca ¿cómo se hace? —Para salir –contestó Arnulfo –el jefe de la comar-

ca tiene que darte un permiso y te obligan a mandar dinero a tu familia y al jefe de la comarca. Tú debes regresar a ver tu familia una vez al año, o cuando ten-gas vacaciones si estás trabajando.

—¿Por qué saliste de la comarca? Con los ojos aguados, al borde de una lágrima,

Arnulfo contestó: —Mira Pedro, yo extraño mucho a mi familia, ten-

go dos mujeres con siete hijos en total. Ellos viven allá, pero pasan mucha hambre y necesidad. Decidí venir a buscar trabajo de lo que sea, para ayudarlos y traerlos acá, para que trabajen, estudien y puedan salir de la comarca para vivir mejor. Pero no es fácil, Pedro. Yo no hablo bien el idioma español, no leo bien y no sé ningún oficio. ¿Qué puede aprender uno en la comar-ca indígena?”.

Pedro se quedó pensativo al comparar que la si-tuación del campo donde él vivía y la comarca de Ar-nulfo no era tan diferente.

Como la conversación, se tornaba melancólica y triste, Pedro muy hábilmente cambió la conversación, a Arnulfo se le salió una lágrima al extrañar a su fami-lia y su vida en la comarca. Precisamente ese domingo se celebraba “el Día del Padre”.

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Winston, otro indígena ayudante de cocinero en un restaurante italiano, le aconsejó a Arnulfo que hablara con Bill, un paisano de ambos. Bill tenía la posibilidad de recomendarlo en una compañía de seguridad. Allí necesitaban agentes de seguridad.

Así fue, Bill elogió a su paisano ante su jefe y Ar-nulfo se convirtió en agente de seguridad con unifor-me prestado, bastón de policía, gorra de béisbol y una pistola calibre 38 vieja, con cinco municiones. Nunca lo entrenaron en lo más mínimo, ni siquiera en el uso del arma, no tenía idea de lo que era ser agente de se-guridad, de los riesgos de su trabajo, ni qué hacer en caso de peligro. Pero Bill le dio el consejo de oro en el oficio de seguridad:

—Cuando hay peligro, la primera vida que tienes que salvar es la tuya. No pongas tu vida en peligro por el salario de hambre que te pagan.

Pedro se sintió intrigado por ser agente de seguri-dad. Su amistad con Arnulfo, lo llevó a preguntarle muchas cosas.

—¿Cuál es tu salario como agente de seguridad? —Noventa dólares por quincena o sea ciento ochen-

ta por mes –respondió Arnulfo. —Pero, ¿cómo? -exclamó Pedro –si el salario míni-

mo es de doscientos veinticinco dólares mensuales. —Tú tampoco ganas salario mínimo –replicó Ar-

nulfo, además tú trabajas más de 12 horas al día. Acuér-date, Pedro, que eso de salario mínimo, seguro social, código laboral, horario de trabajo, tiempo extras y días de descanso por semana es un lujo al que no tenemos derecho los conserjes, ni agente de seguridad, emplea-das domésticas, cuidadores de fincas, ni peones en el campo. Eso se hizo para otra clase de obreros y aunque nuestros patrones sean gente educadas, acomodadas, estudiadas y religiosas, a nosotros no se nos aplica la

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justicia de las leyes, ni la divina, ni la humana. —Es cierto, a nosotros se nos aplica la justicia del

más débil, la peor, la justicia de la ignorancia. —¿Cuántas horas diarias trabajas, Arnulfo? —Bueno, depende, normalmente de lunes a vier-

nes ocho horas diarias, eso si el reemplazo llega, por-que si no llega tenemos que doblar turno, está prohibido abandonar el puesto si no llega el reemplazo. Si eso sucede, trabajo 16 horas seguidas. Los sábados y do-mingos el turno es de doce horas diarias. No tiene días libres, tiempo extra, jornadas nocturnas, ni seguro socialTodo esto por sólo noventa dólares por quincena. ¿Quéte parece?

—Eso está duro, pero, el dueño ¿quién es?, ¿no se le puede exigir que cumpla con lo establecido en la ley?

—No sé, no creo. La compañía la fundó un militar retirado a los 43 años de edad, que había ingresado al ejército a los 18 años y la ley de jubilación preferencialsólo exigía a los militares 25 años de servicio continuosen la institución para jubilarse. Dicen que como mi-litar no conoce otra cosa que la disciplina y obedien-cia, por lo tanto, eso de código de trabajo, derechoshumanos y reglamentos de trabajo para él son tonte-rías. Pagar poco y cobrar bien es su negocio.

Al escuchar la experiencia de Arnulfo, Pedro cam-bio de idea y no quiso ser agente de seguridad.

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CAPÍTULO VIII

Sin sacrificios, no hay éxitos

Pedro, después de tres años de conserje, y obser-vando la opulencia en la que vivían otras personas, se le ocurrió la idea de ser taxista. Había escuchado que ellos ganaban buen dinero y que, incluso, algunos ha-bían llegado a ser diputados, directores de tránsito, representantes, alcaldes y exitosos empresarios.

Con sus ahorros, se matriculó en una escuela domi-nical de manejo, que operaba con contactos efectivos en la Dirección de Tránsito y donde le ofrecían tramitarle la licencia comercial para conducir taxis. En sólo ocho domingos consecutivos, aprendió a manejar y un mes después, fue a buscar su licencia comercial de taxista.

Sin conocer bien la ciudad ni las calles, los domin-gos –que era su día libre– consiguió que un amigo le alquilara un taxi para practicar y trabajar. Así, cada domingo iba conociendo los gajes del oficio, las calles, las rutas, las tarifas y el movimiento de las personas, porque en este negocio, como en todos los negocios, hay secretos. Cada día y cada hora son diferentes. Hay lugares “calientes” y con determinado tipo de cliente-la. Los domingos el negocio está en los centros comer-ciales, la Terminal de Transporte o los lugares que venden lotería.

Pedro, guiado por la ilusión de hacerse rico mane-jando taxi, renunció a su trabajo de conserje, alquiló un cuarto en un barrio afuera de la ciudad y consiguió un taxi alquilado por día. Trabajaba en el auto de cinco de la mañana a seis de la tarde. Al final del día debía

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entregarlo con el tanque lleno de gasolina y veinte dó-lares por el alquiler. Era necesario sacar en carrera, mí-nimo US$50.00 diarios para pagar el alquiler y la gasolina. Lo que él hiciera arriba de esa cantidad sería su ganancia diaria. En días malos, Pedro sólo sacaba para los gastos. En días regulares, se ganaba de US$10.00 a US$20.00 y los fines de semana, quincenas y pago del décimotercer mes, podía obtener entre US$30.00 a US$50.00.

El negocio de taxista no era el gran negocio que Pedro pensó. Sin embargo, daba para vivir y lo más im-portante, estaba en la calle, viviendo la vida real de la ciudad, con sus barrios exclusivos, buenos, rojos y peli-grosos, con lugares que nunca se imaginó que existían.

Después de un año, Pedro comprendió dónde es-taba el negocio real que él se había imaginado: ser pro-pietario de varios taxis. Cierto día, Pedro se enteró de que el dueño del taxi que él manejaba era propietario de 10 automóviles. Cada uno lo alquilaba a US$ 20.00 diarios, es decir que recibía US$ 200.00 diarios, lo que re-presenta US$ 6,000.00 por mes, sentado en su casa sin ha-cer nada, sólo hablando de política y del sindicato.

Los cupos de taxis, en todos los gobiernos eranun foco de corrupción. Cada cupo se vendía en elmercado negro del transporte entre US$3,000.00 a US$5,000.00 según el tipo y área geográfica donde iba a operar.

El servicio de transporte selectivo (taxis) era un desastre. Pasó a ser de selectivo a compartido. La ma-yoría de los vehículos que ofrecía el servicio estaban chocados, en pésimas condiciones mecánicas, llantas lisas, y no contaban con seguro para el auto, ni para los usuarios. Aun así, Pedro decidió convertirse en pro-pietario de un taxi para tratar de salir de la pobreza en que vivía.

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Había ahorrado dinero, y aunque no era suficien-te, decidió comprar un cupo en US$3,500.00 y abonar US$1,000.00 para comprar el automóvil de segunda mano.

Cuando le entregaron el auto y registró su cupo, estaba feliz. Había pasado siete años desde que salió del campo y gracias a los consejos de su hermana Ma-ría, se había convertido en propietario de su taxi. Por fin, podría salir adelante.

La realidad era otra; ahora tenía que pagar la letra mensual del financiamiento del auto: US$400.00 por mes, más el seguro obligatorio de la financiera, la cuo-ta sindical, el costo del servicio de frecuencia de radio y piquera, más el mantenimiento del auto, que suma-ban aproximadamente US$25.00 diarios. Al final, Pe-dro tenía que trabajar más duro para mantener y pagar su taxi. Esto no le importaba, estaba feliz y contento.

Comenzó a asistir a las reuniones del Sindicato de Taxistas para relacionarse y aprender más de sus diri-gentes y del negocio. En esas reuniones comprendió cuál era el verdadero negocio: la política. El sindicato era un instrumento de política de los gobiernos. Sus dirigentes se enriquecían de otros negocios como ga-solineras, ventas de llantas y repuestos exonerados, compra y venta de asignación de cupos, control de ru-tas, comisiones por financiamientos de vehículos y co-misiones de seguro. Además, podían presionar para obtener nombramientos de familiares en el gobier-no, utilizar al sindicato para manifestaciones públi-cas y lograr candidaturas a puestos de elección popular.

Pedro observó que los conductores alternos deno-minados “los palancas” no tienen oportunidad de con-seguir un cupo propio y así surgir. El mundo del servicio del transporte estaba tan politizado que los

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gobernantes preferían mirar hacia otro lado, no poner orden y pactar con los transportistas cuando les conve-nía o los necesitaban.

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Así transcurrieron tres años trabajando duro para pagar sus deudas. Había días en que no ganaba ni para la gasolina, pero era uno de los pocos taxistas que esta-ba al día en sus compromisos. Pedro se convenció, de que “no hay mejor cuña que la del propio palo”, es decir, que el sindicato no era un medio para salir de la pobreza y que los dirigentes sindicales estaban más pre-ocupados por sus privilegios personales y conservar algunas “conquistas laborales”, que convertir el sindi-cato en un instrumento de conquistas y transformacio-nes sociales, que permitiera a los agremiados encontrar mejores caminos para aliviar su pobreza. Para él, era inconcebible que en el mismo sindicato no se aplicara el Código de Trabajo y la Ley de Seguridad Social.

Comenzó a darse cuenta de que la falta de una bue-na educación era su principal obstáculo para surgir y se extrañaba de que los sindicatos jamás hubieran con-vocado un paro o huelga para exigirle al gobierno una mejor educación para sus hijos, ya que sin ella no hay oportunidad e igualdad para triunfar en la vida. Sin educación, los pobres seguirán sometidos a su pobreza.

Pedro decidió buscar mejor futuro. Fue al Instituto de Educación Profesional (I.E.P.) para aprender un ofi-cio. Como había escuchado que el turismo era el nego-cio del futuro en el país, se matriculó en un curso de hotelería, en donde les enseñaban a ser, entre otras co-sas: bar-tender (atender el bar y preparar bebidas); bell- boy (capitanes de servicio), mantenimiento y

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recepcionista. Para matricularse, sólo se requería ha-ber completado la escuela primaria. Todas las noches, de 6:30 p.m. hasta las 9:30 p.m., cuando muchas perso-nas estaban en sus casas viendo las novelas baratas de la televisión, la lucha libre y el boxeo, lamentándose de la situación precaria en que vivían, Pedro, cansado de manejar taxi durante doce horas diarias, se iba a es-tudiar hotelería de lunes a jueves en el Instituto.

La más feliz fue María cuando se enteró de que, después de un largo y pesado año de trabajo y estu-dio, Pedro se iba a graduar en “Técnico de Servicios de Hotelería”. Además, había conseguido un empleo de salonero en el Hotel Marrietta calificado “cinco estre-llas”, y como el mejor de la ciudad.

—Pedro, ¿qué vas hacer con el taxi? –le preguntó María.

—Lo voy alquilar de lunes a sábado y yo lo mane-jaré los domingos. Ya prácticamente está pago, solo me faltan tres letras por cancelar, voy a quedar libre de deuda –manifestó Pedro.

—¡Que bien! Te felicito por tu dedicación, esfuer-zo y sacrificio. Ahora podremos ir al campo en tu taxi a visitar a mamá y papá para llevarles buenas noticias y pedirle que nos dejen traer a nuestro hermano Migue-lito a la capital, expreso María.

—Esta bien, María –respondió Pedro, los visitare-mos en el carnaval. Ahora debemos ver si podemos al-quilar un apartamento para vivir los dos juntos, compartir los gastos y ahorrar dinero. Buscaremos un apartamento que podamos pagar, aunque sea en los barrios lejos del centro de la ciudad.

Pedro, comenzó a trabajar en el hotel como sa-lonero. Después fue ascendido a supervisor y, lue-go, por su responsabilidad, seriedad, honestidad y compañerismo fue nombrado como Jefe de Saloneros.

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El primer gran evento que tenía que atender era el del Organismo Internacional sobre “Estrategia para la lucha contra la pobreza” al cual asistiría el Presidente de la República, su gabinete entero y dirigentes de la sociedad civil, gremios empresariales, eclesiásticos, etc., evento en donde los grandes ausentes eran las organi-zaciones sociales populares que no habían sido invita-das. Pedro se preparó para que todo el evento saliera a la perfección.

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CAPÍTULO IX

Ignorancia: es la peor manifestación de la pobreza

María le solicitó a Doña Kukita hablar con ella. —A ver “esta niña” ¿qué quieres decirme? —Doña Kukita, acabo de terminar mi primer ciclo

en la escuela de las monjitas y ahora deseo terminar el bachillerato para luego ir a la Universidad. Investigué y hay un Instituto Oficial Nocturno que ofrece el Bachi-llerato, pero las clases comienzan a las seis de la tarde y terminan a las nueve treinta de la noche. Son de lunes a viernes y me gustaría que usted me diera permiso de salir a las cinco y media para llegar a tiempo a mis cla-ses.—¡Tú estás loca “esta niña”! ¿Con quién voy a dejar a mis hijos? Sabes que nosotros tenemos compromisos sociales casi todas las noches, vamos al cine, a ver obras de teatro y a cenar; además, te hemos tratado como dela familia y ahora me que sales que “quieres estudiar”.Tú no necesitas estudiar, ¿para qué? Lo que necesitas es trabajar para mantener a tu familia en el campo. Eso de estudiar es una excusa para verte con algún cholito del que te has enamorado, en lugar de ir al Ins-tituto, lo que quieres es andar con él. Métete esto en la cabeza.¿Para qué vas a estudiar? La gente pobre comotú, lo que tiene que hacer es trabajar y no pensar en estu-diar. Mi respuesta es no, no y no. Yo necesito una em-pleada de tiempo completo.

—Doña Kukita, hablé con la Señora Domi, ella está de acuerdo en cuidar a los niños durante el tiempo en que esté en el colegio –insistió María.

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—¡Ay, “esta niña”! De ninguna manera. Domi está muy vieja y cansada, además, los niños no la quieren ni la respetan. A la única que en esta casa le hacen caso es a ti. Esto no lo vamos a discutir más, tu opción es simple: el trabajo o el colegio, ¿está claro,“esta niña”? Doña Kukita se dio la vuelta y se encerró en su recáma-ra. La conversación había terminado y en la mente de María quedó como un eco la frase “La gente pobre lo que necesita es trabajar, no estudiar”. Se puso a llorar por la negativa categórica de Doña Kukita y sus hirien-tes palabras. Domi se acercó a consolarla, había oído toda la discusión. María, firmemente decidida a ir al colegio, renunció a su trabajo, le concedió un mes de preaviso a Doña Kukita y se matriculó en el Instituto Oficial Nocturno.

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Como no tenía trabajo, se fue a vivir a la casa de una tía, mientras conseguía alguna entrada económica. Todos los días revisaba en los periódicos los anuncios que solicitaban personal. Llamaba, hacía entrevistas, pero no conseguía nada. La mayoría de las vacantes eran para empleadas domésticas, masajistas, acompa-ñantes, vendedoras a comisión, atender el público en los negocios de comida rápida, etc. Cómo su única refe-rencia era de “niñera”, nadie le ofrecía una oportunidad.

Una compañera de la escuela de las monjitas, que tenía relaciones sentimentales con un supervisor de venta de un almacén en la Avenida Central, le consi-guió una entrevista con el Gerente de Personal quien era un Licenciado en Recursos Humanos, recién gra-duado de la Universidad Nacional.

María asistió a la entrevista lo mejor arreglada po-sible y el Gerente, al verla, quedó deslumbrado por su

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belleza e inocencia interiorana y le ofreció un puesto de vendedora, bajo el sistema de empleado eventual, contratado por dos meses, después se le despedía por 15 días y luego se le recontrataba por otros dos meses.

De esta forma, la mayoría de los comerciantes de la Avenida Central se burlaban del Código de Trabajo. No tenían empleados permanentes, ni pagaban seguro social, vacaciones, décimotercer mes, preaviso, ni va-caciones proporcionales. Quien no se sometía a este tipo de práctica laboral, no conseguía trabajo. Así co-menzó a trabajar María, con salario mínimo base, con una cuota de venta cinco veces el monto de su salario, y tres por ciento de comisión sobre el exceso de su cuo-ta de venta. Esto era lo normal en todos los almacenes.

María aprendió rapidito el negocio, la mercancía, el sistema club, atender al cliente. Por su inteligencia y cualidades, dominó el arte de las ventas fácilmente. Con el tiempo, aprendió la forma de doble facturación y cómo se hace para no declarar el ITBM. Una de las co-sas que le preocupaba era que, en sus años de trabajo con Doña Kukita, nunca le habían pagado seguro so-cial y no tenía derecho a enfermarse.

El trabajo de vendedora tenía sus ventajas. Entraba a las nueve de la mañana y salía a cinco y treinta de la tarde con media hora para almorzar. Le daba tiempo para asistir al Instituto Oficial Nocturno, hacer los ofi-cios de la casa, estudiar al medio día. Los domingos podía ir al cine, salir de compras en algún centro co-mercial o la avenida central, pasear y descansar. Para los carnavales y semana santa, había planeado ir con Pedro a visitar a su familia al campo.

Como vivía en las afueras de la ciudad, se levanta-ba muy temprano para preparar la comida, lavar, arre-glar la casa y salir a buscar un bus, hora y media antes de la hora de entrada al trabajo. Salía del Instituto a las

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nueve y treinta de la noche, llegaba a su apartamento cerca de las once. Esta era su rutina diaria, muy pare-cida a las de sus compañeros del Instituto Oficial Noc-turno, y sería la misma rutina cuando estudiara de noche en la Universidad Nacional.

La vida cada día se le hacía más dura. Ahora con su sueldo irregular, tenía que pagar alquiler, comida, luz, teléfono, transporte, agua y todos los otros gastos imprevistos. En ese momento entendió lo que signifi-caba “canasta básica”, “costo de la vida”, “salario mínimo”, “servicios públicos” y los sacrificios que debía hacer para superarse, si no quería volver a ser “esta niña”. No com-prendía, cómo una familia con tres hijos que mantener y educar podía vivir en la ciudad, con los salarios de hambre que pagan. ¿Cómo hacen? se preguntaba fre-cuentemente.

Al año de estar trabajando en el almacén, Moisés quien era el dueño, evaluó el desempeño de María como vendedora y como persona. La nombró supervi-sora del departamento de niños, sacándola del sis-tema eventual e incluyéndola en la planilla “oficial” del almacén. Las condiciones mejoraron un poco, pe-ro igual el trabajo requería más responsabilidad.

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Los tres años en el Instituto Oficial Nocturno pasa-ron rápido. La graduación se efectuaría en el gimnasio del plantel, en una ceremonia muy sencilla. El Ministe-rio de Educación se hacía presente por intermedio de la Directora de Educación Secundaria Nocturna, ya que los altos funcionarios del Ministerio, normalmente, no asisten a las graduaciones de los Institutos Nocturnos Oficiales. Ellos asisten a las graduaciones de los colegios

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privados y, en ocasiones, a algunos públicos de mayor trayectoria.

María era la mejor de su grupo. Había ocupado el primer lugar de su graduación, por lo cual le corres-pondía el discurso de despedida ante sus compañe-ros. El programa de la graduación era sencillo. Como siempre, se iniciaba con el Himno Nacional. Continua-ba con la entrada de los graduandos con la marcha “Los Triunfadores”; enseguida, unas palabras al cargo del Director del Colegio; luego, un breve mensaje del re-presentante del Ministerio y el discurso pronunciado por el primer puesto de honor de la graduación; para finalizar, la entrega de diplomas y salida de los gra-duandos.

María había preparado un discurso que era corto, profundo y con mucho sentimiento. Le había dedicado varias noches a la reflexión y preparación. Quería de-jar un mensaje que hiciera reflexionar a sus compañe-ros y a los presentes. Además, deseaba expresar en público, algunas ideas que hacía mucho tiempo la in-quietaban.

Sus palabras fueron:

Señor Director del Instituto Oficial Nocturno; Señora Directora de Educación Secundaria Noctur-na; Profesores del Instituto; Compañeros y compañe-ras; Invitados especiales; Damas y caballeros:

“La ignorancia es la peor manifestación de la pobreza”.

Estamos en el siglo XXI, denominado “el siglo del conocimiento” porque la tecnología, la informática y las comunicaciones serán factores claves en el desa-rrollo económico y social de las naciones. La brecha

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entre países ricos y pobres en este siglo no la determi-nará la cantidad de tierra que se tenga, los recursos naturales que existan en una nación, el número de sus habitantes, ni el tamaño de su economía. La bre-cha entre ricos y pobres será el conocimiento, la tec-nología y la informática. Ya no nos ganaremos el pan con el sudor de la frente, es decir con el trabajo físico, ahora lo ganaremos con el sudor del cerebro, es decir el conocimiento.

La educación será el instrumento para combatir esta brecha. Si se quiere reducir la pobreza se debe transformar la educación. La educación no puede ser instrumento para manipular y someter a la población a vivir en la miseria. El sistema educativo no debe seguir enseñando, ni repitiendo creencias falsas, iló-gicas e irracionales, que promueven el pensamiento, que ser pobre es una virtud y tener medios económi-cos para vivir una vida digna es codicia, por lo tanto pecado, que por ser pecado iremos al infierno. Esto es falso, irracional y manipulador.

El público se puso de pie y aplaudió con entusiasmo estas palabras. Cuando hubo silencio, continuó.

Todos sabemos que la educación primaria, la se-cundaria y la universitaria oficial de este país es mala, anacrónica y obsoleta para el siglo XXI, y esa es la educación que se le ofrece al pueblo. Parece que el pueblo no tiene derecho a una educación de primera.

Me gradué en una escuela rural de campo, de esas que se denominan “multigrados”, porque un sólo maestro tiene que impartir conocimientos, o sea aten-der, a varios grados al mismo tiempo, ya sea porque la matrícula es baja o porque no hay dinero para nom- brar otros maestros.

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Los estudiantes de primaria y secundaria de este país tienen temor, aversión a las matemáticas, al es-pañol, al inglés,a física y a la química. ¿Por qué? Porque los docentes no saben cómo enseñar o no usan la metodología apropiada. La tecnología educativa está atrasada. En un país desarrollado, un estudiante gra-duado de un colegio secundario es bilingüe. En nues-tro país, los estudiantes ni siquiera dominan correctamente el idioma oficial.

En la era digital y de la informática, los colegios pri-vados están instalando modernos laboratorios y, en algunos casos, los estudiantes aprenden en la prima-ria a utilizar y entender estos sistemas. Sin embargo, en la educación pública oficial, la informática es un sueño. No existen ni laboratorios de informática, ni suficientes docentes formados para enseñarles. Con esta brecha entre la educación privada y pública, la posibilidad real de que los pobres tengan mejor opor-tunidades de trabajo es nula.

En el mundo actual, la competencia laboral es tan dura que sólo los que tienen mejor educación y cono-cimientos ocupan los mejores puestos de trabajo. Por lo tanto, los más necesitados tienen pocas opciones. Reciben una educación pobre, en escuelas y colegios pobres, con métodos de enseñaza pobres, con gente pobre y para vivir como pobres.

Nuevamente el público se levantó para aplaudir las aseveraciones hechas por María con sencillez, pero con firmeza, quien continuó diciendo:

Compañeros graduandos, público presente: la peor manifestación de la pobreza es la ignorancia. Mientras los pobres sigamos ignorantes, la pobreza seguirá aumentando y al final nos destruirá a to dos.

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“Si deseamos combatir la pobreza, tenemos que lu-char contra la ignorancia”. ¡La ignorancia es la peor manifestación de la pobreza!

Cuando empecé a investigar las ofertas académi-cas para seguir mis estudios universitarios, reflexio-né sobre lo siguiente: ¿Qué estudian los ricos? ¿Qué estudian los pobres? Los ricos mandan a sus hijos a estudiar carreras con futuro, ejemplo; ingeniería, medicina, banca y finanzas. No quiero herir a nadie, pero no conozco ningún rico o rica graduada/o en “trabajo social”, “magisterio”, “administración pú-blica”, “enfermería”, “profesorado”, “ciencias socia-les”, “técnicos en ventas”, “aduana”, “turismo”, “radiología”, etc. Existen muchas profesiones serias y respetadas que parecen estar reservadas para la clase media y otras para la clase pobre o están diseñadas a preparar la mano de obra que los ricos necesitan en sus negocios y no a educar a las personas a formarse su propio futuro”.

Consideré estudiar educación física. Sin embargo, pareciera que en los deportes también está la brecha marcada. Cuando el pueblo juega fútbol, los ricos jue-gan golf; cuando los pobres juegan béisbol, los ricos juegan tenis; cuando el pueblo se divierte con el boxeo y las carreras de caballos, ellos se divierten en la bol-sa; cuando los pobres juegan bingo, ellos juegan ca-nasta. No encontré ningún entrenador o profesor de educación física con apellido y dinero, los que conocí tenían hasta tres trabajos para subsistir. Parece que los deportes se practican según la clase social a la que se pertenece.

Compañeros que nos graduamos en este Instituto Oficial Nocturno, quiero dejarles claro dos mensajes, en esta noche de graduación a la que con tantos sa-crificios hemos logrado. Primero, que la ignorancia

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es la peor manifestación de la pobreza. Segundo, que en la universidad no importa lo mucho que aprendas, sino los contactos que logras para tu desarrollo profe-sional después de que te gradúas. Una vez escuché a una persona decir que cuando su hijo fuera a estudiar, lo enviaría a una universidad de prestigio en el extranje-ro, porque los contactos que se hacen en una univer-sidad son más importantesque lo que se aprende”.

Sé que nuestras opciones son pocas en cuanto a ca-rreras universitarias, pero nuestro espíritu de lucha y sacrificio es tan grande que hoy, en esta graduación, nos estamos graduando personas que triunfarán, por-que hemos decidido salir de la pobreza.

Muchas gracias.

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CAPÍTULO X

“Ser alguien en la vida”

María había decidido ingresar a la Universidad. Como se había graduado con puesto de honor, no te-nía problemas para que la aceptaran. Sin embargo, como la mayoría de los jóvenes que van a matricularse en la Universidad Nacional, no sabía qué estudiar. Tenía una idea, pero ¿qué carrera tenía mejor futuro? ¿cuál era me-jor para ella? ¿en qué era buena? ¿dónde podría aprove-char mejor sus capacidades, habilidades, y destrezas? ¿cuál llenaría mejor su expectativas y aspiraciones?

En la Universidad Nacional ofrecían el servicio de orientación vocacional a los estudiantes de primer in-greso; pero son tantos aspirantes que no se dan abasto para aplicar las pruebas a todos y entrevistarlos. Por lo tanto, la mayoría de los estudiantes entraban desorien-tados respecto a su futuro profesional. Algunos termi-naban retirándose frustrados por su pésimo rendimiento, otros se cambian dos o tres veces de ca-rreras; a punta de prueba y error, daban con lo que les interesaba; los pocos que sabían lo que querían estu-diar, aprovechaban bien sus estudios y se graduaban.

María no quería ser una profesional con título universitario, pero frustrada. Buscó uno de los mejores sicólogos del servicio de orientación vocacional para que la ayudara. Después de intentarlo muchas veces, al fin, logró una entrevista con el Dr. Alberto Taylor, el sicólogo, quien le ordenó a sus asistentes que le aplica-ran a la joven una serie de exámenes para evaluarla correctamente. Estos exámenes eran de coeficiente de

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inteligencia, habilidad para las matemáticas, des-treza de idiomas, personalidad, relaciones humanas, estabilidad sicológica y facilidad para estudiar cien-cias exactas, cuantitativas o sociales.

Una vez que estuvieron los resultados de las prue-bas, el Dr. Taylor programó una entrevista con María, la cual se realizó un lunes a las cinco de la tarde. Tuvo que pedir permiso para ausentarse del trabajo, lo que se le descontaría de su salario, pero ella sabía que bien valía la pena.

Con la presentación de rigor, el Dr. Taylor le pre-guntó a María:

—¿Por qué quieres ingresar a la Universidad y qué deseas estudiar?

—Deseo ser una profesional. Quiero tener un títu-lo universitario.

—¿Qué deseas estudiar? ¿Qué carrera? —La verdad, Dr. Taylor, es que no sé. Por eso soli-

cité estos exámenes y quise reunirme con usted, para que me ayude y me oriente. ¿Cuáles son los resulta-dos de los exámenes sicológicos que me aplicaron?

María, las pruebas solo son instrumentos de guía y orientación, pero ellas no pueden contestar mis dos preguntas: ¿Para qué quieres estudiar y qué quieres estudiar? —Doctor, permítame explicarle algo. Nací en el campo, en medio de la pobreza, esa que aquí deno-minan “extrema”. Con muchos sacrificios y a pesar del hambre y las duras condiciones, logré graduarme de primaria. Tuve una gran maestra, ella se llama Tita, con ella aprendí mucho. Me traía libros usados, pero muy buenos, revistas y novelas. Siempre fui muy aplicada y la maestra Tita me preparó lo mejor que pudo en un ambiente de campo. Quise salir de aquella pobreza y la maestra me consiguió un trabajo de niñera en la ca-pital. En ese trabajo duré tres años y, al final, no sabían

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ni mi nombre, siempre fui llamada “esta niña”, pero ahí comencé a percatarme de las grandes diferencias de oportunidades que hay entre ricos y pobres. Mientras trabajé de niñera, asistía los fines de semana a la Es-cuela de la Medalla Milagrosa de las Monjitas de la Caridad.

—Allí terminé mi primer ciclo.Luego, como Doña Kukita no me permitió seguir estudiando, renuncié y me fui a trabajar de vendedora en un almacén en la Avenida Central y, por las noches, me matriculé en el Instituto Oficial Nocturno, donde me gradué con pri-mer puesto. Todavía sigo trabajando en el almacén, pero quiero, Dr. Taylor salir de la miseria, ayudar a mi fami-lia y ser una gran profesional. Sé que esto no es fácil. Nada ha sido fácil para mí. Desde la noche en que mis padres me concibieron hasta hoy, la vida ha sido dura, he luchado, me he sacrificado, y he sufrido muchas pri-vaciones y todo esto para “ser alguien en la vida” como diría la maestra Tita y salir de esas condiciones paupé-rrimas. ¿ Cree usted que los expertos en pobreza y los políticos que hacen de ella su discurso y medio de vida, comprenden los sacrificios que tienen que hacer los pobres para superarse?

—Dr. Taylor –lo interrumpió María– algunos de mis compañeros, a la hora de almorzar, cuando no te-nían dinero, almorzaban “sopa de marisco”. ¿Usted sabe qué es eso? Es ir al malecón de la Avenida Balboa a respirar el olor de marisco, acompañarlo con un vaso de agua y hacerse la idea de que quedó satisfecho. Otros, aun dentro de su pobreza, tenían humor para reírse de su situación y a la hora del almuerzo, cuando estaban sin dinero, decían que iban a practicar al gim-nasio para competir en las próximas olimpiadas en China en el 2008. Cuando se les preguntaba en qué iban a competir decían “en salto de garrocha”. Usted sabe

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lo que es “saltar garrocha”. En el lenguaje popular sig-nifica no tener qué comer y aguantar hambre. Me he sacrificado mucho. Sé que esto es sólo el principio, pero estoy dispuesta a dar todo para que mis padres, her-manos y futuros hijos salgan de la pobreza y puedan vivir una vida digna. Espero que todos estos sacrifi-cios valgan la pena. Ayúdeme, Dr. Taylor.

Al escuchar las palabras y la historia de María, el Dr. Taylor se quedó pensativo, suspiró profundamen-te, como pidiéndole al cielo sabiduría y le respondió:

—María, no sé cómo se puede salir de la pobreza. No soy experto en este tema. Los especialistas en ese campo son los políticos y algunos economistas, admi-nistradores, técnicos del gobierno y de los organismos internacionales. Ellos son los que dicen conocer las es-trategias y acciones para combatirla, yo sólo te puedo dar algunas guías para tu vida. Lo que vas a escuchar, te puede entrar por un oído y salir por los dos. Sé por experiencia propia que eso sucede frecuentemente cuando la gente pide consejo para sentirse bien, para oír lo que ya saben, pero desean confirmarlo a través de las palabras de otra persona, aunque después no le presten atención o hagan exactamente lo contrario. Tú eres una joven inteligente y deseosa de cambiar tu cir-cunstancia, por esto, tal vez lo que voy a decir se que-dará en tu cerebro dando vueltas y te haga reflexionar. Si te sirve, aprovéchalo, no tienes necesariamente que estar de acuerdo conmigo, sólo tienes que estar confor-me con tu conciencia y hacer lo que consideres que es correcto. Te haré nuevamente una pregunta:

—¿Qué quieres de la vida, María? ¿Éxito, felicidad y dinero?

—Las tres cosas –contestó María. —Una carrera universitaria te ofrece todas y a la vez

ninguna de ellas. Te explico: el éxito puede definirse

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de muchas formas y medirse de varias maneras. La fe-licidad es un concepto que no significa lo mismo para todas las personas. El dinero no necesariamente es la solución a todos los problemas. Existen personas que tienen dinero y son infelices, otros han heredado mu-cho dinero, pero no pueden mostrar ningún tipo de éxito propio, son unos fracasados. El éxito es la reali-zación permanente de las metas que una persona se propone lograr, por muy modestas que sean. Éxito no es compararse con los logros del resto de la gente, eso es envidia y causa frustración. Éxito es saber lo que uno desea lograr en la vida, diseñar un plan y trabajar duro para cumplirlo. Tú eres una persona de éxito, has alcanzado varias metas de tu vida, aunque con mucho sacrificio y trabajo, pero lo has hecho. Lo que eres aho-ra lo has conseguido con tu determinación, los obstá-culos que has vencido, todo eso te hace una persona exitosa. Eres el fruto de tus sacrificios y desvelos y eso debe hacerte feliz.

La felicidad es sentirse en paz con uno mismo, con tu propia conciencia. La felicidad es vivir una vida ple-na de alegría y satisfacciones, porque es nuestra vida, es propia. La felicidad no se mide con las cosas mate-riales que una persona tiene, porque siempre habrá otros que tendrán más y si se quiere alcanzar lo que ellos tienen se convierte en una competencia innecesa-ria. Acuérdate que en la vida, la única persona con la que debes competir es contigo.

El dinero es sólo un instrumento monetario que se usa para medir riquezas materiales; pero no la mayor riqueza de los seres humanos que es la espiritual; pone un valor a las cosas, eso es todo. Hay muchas personas que exhiben en sus casas riquezas mal habidas. Con esos objetos caros, extravagantes y esa abundancia de cosas lujosas (casa, autos, cuadros, propiedades, aviones,

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yates, etc.) les demuestran a sus amigos y familiares el producto de sus acciones corruptas, ilegales y fraudu-lentas. Cada objeto que muestran, es un trofeo de con-ducta delictiva. Es un recordatorio de sus acciones a su familia y amigos del tipo de delincuentes que son, los negocios turbios que representan y de los que viven.

Perdón que haya divagado en estos temas se dis-culpó el Dr. Taylor, el punto al cual quiero llegar es que cada persona que aspira ingresar a la universidad debe contestarse estas preguntas:

• ¿Qué quiere lograr de la vida? • ¿Cuáles son sus objetivos, metas perso-

nales y profesionales? • ¿Cuáles son sus mejores conocimientos,

cualidades y habilidades, es decir, en qué eres bueno o excelente?

• ¿Cuál es su pasión? • ¿Qué futuro laboral tiene la profesión que

va a escoger? • ¿Cuál es el salario del mercado laboral

de los graduados en esa profesión? • ¿Quiénes son los principales empleado-

res en el mercado? • Realmente, lo que se va a estudiar ¿des-

pierta pasión, interés y satisfacción per-sonal?

—La vida es muy corta, María y una persona debe estudiar lo que le gusta, disfruta y produce satisfac-ción personal, insistió el Dr. Taylor; créeme, “estudiar sólo para obtener un título universitario es una pérdi-da de tiempo, sólo produce profesionales mediocres, y frustrados, lo he visto muchas veces. Recuerda, Ma-ría, que un título universitario no garantiza a nadie a

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salir de la pobreza y menos tener empleo bien remune-rado. Hay muchos profesionales con títulos universi-tarios, pero sin conocimientos, que viven en la frustración, la mediocridad y la envidia. La universi-dad es sólo una oportunidad que tienen algunos privi-legiados en la sociedad, pero que pocos aprovechan. Existen algunas profesiones y actividades respetadas, necesarias, bien remuneradas que requieren de perso-nas con conocimientos, habilidades y destrezas especí-ficas, pero que no exigen necesariamente de título universitario; esas actividades le permiten a la perso-na vivir una vida digna y con dinero, aseveró el Dr. Taylor”.

María miró a su consejero impresionada por las verdades que escuchaba y la claridad con la que se ex-presaba. Después de unos minutos de silencio, se ani-mó a preguntar.

—Dr. Taylor, ¿cuál es la diferencia entre sabiduría, inteligencia e inteligencia emocional?

—Esta es una interesante pregunta María, pero las respuestas las debes buscar tu misma. Sólo voy a ofre-certe algunas guías. Existen personas con un alto gra-do de inteligencia, pero son torpes en su comportamiento y nunca logran actuar con sabiduría. Existen otras que no deslumbran por su inteligencia, pero que actúan con un alto nivel de sabiduría y pru-dencia y viven y disfrutan la vida a plenitud. El con-cepto de inteligencia emocional es un término nuevo. No se refiere a la inteligencia racional o cerebral la cual se mide mediante el coeficiente de inteligencia que tie-ne una persona para discernir, aprender, comprender, memorizar y adquirir conocimientos. La inteligencia emocional se refiere más bien al talento para vivir, es decir, la capacidad que tienen la gente para cono-cer y comprender el ambiente y circunstancias que

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les rodean a fin de actuar correctamente, en el momen-to adecuado. En otras palabras, es saber enfrentar las situaciones de la vida con responsabilidad. A la mayo-ría no les gusta aceptar la responsabilidad de sus ac-tos, porque es más fácil achacársela a otra persona, lavarse las manos como Poncio Pilatos y decir que uno no tiene la culpa de tal o cuál situación o acción. Pero volviendo a tu pregunta, María, sobre la sabiduría y la inteligencia, te sugiero que leas sobre el tema. Hay mucha literatura al respecto. Encuentra la diferencia entre ambos términos. Actúa siempre con sabiduría. Te recomiendo que leas en el Antiguo Testamento en la Biblia los libros “Sabidurías” y Proverbios”. Lo que uno mismo investiga, se aprende y no se olvida –mani-festó el Dr. Taylor.

—Lo haré, Doctor, pero tengo otras dudas. Estuve leyendo algunas estadísticas universitarias y me llamó la atención que de cada 10 estudiantes, seis son muje-res y cuatro son varones ¿A qué de debe? Según su ex-periencia ¿por qué las mujeres estudian más?

—Este es un fenómeno interesante que puede te-ner varias explicaciones. En primer lugar, existen mu-chos padres y madres alcahuetes que no obligan a sus hijos a estudiar o a trabajar, criando así a una serie de vagos irresponsables que duermen hasta el medio día y cuando se levantan, les tienen el desayuno listo. Así se van acostumbrando a ser mantenidos y a no luchar por labrarse un mejor futuro. Por otro lado, muchos jóvenes lo que quieren es trabajar, tener dinero para sus gastos, diversiones y no piensan en su futuro, en-tonces les dicen a sus padres que ellos no quieren estu-diar, que lo que necesitan es un trabajo para ganar dinero. Al final, se quedan sin estudiar, sin trabajar y terminan vagueando. Otros no tienen capacidad para ingresar a una universidad o no tienen los recursos

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económicos para hacerlo. También existen los que con-siguen un trabajo y se acostumbran a su quincena y eso les basta, así que pierden interés por los estudios. Puede ser que no haya suficiente motivación y estímu-lo para sacrificarse y estudiar. Sin embargo, las muje-res tienden a ser más responsables y están conscientes de su desventaja laboral. Saben que para escalar en car-gos o posiciones tienen que educarse bien. Muchas quieren ser económicamente independientes, abrirse paso por la vida y triunfar. Además, en nuestro país existe una realidad social que no podemos obviar: la gran cantidad de madres solteras, ya sea por separa-ción, divorcio, abandono o simplemente quedaron en-cinta sin tener una pareja estable. Son mujeres solas que se ven en la obligación de criar o educar uno o más hijos y buscan la mejor forma de hacerlo. Muchas sa-ben que estudiando podrán salir adelante con más fa-cilidad. Te aseguro, María, que si los muchachos varones de hoy día fueran los que quedaran preña-dos, se cuidarían más en sus relaciones sexuales. No fueran tan machistas como dicen ser. Serían más res-ponsables y estudiarían más –respondió categórico el Dr. Taylor y trató de retomar la pregunta original. — Ahora, María, ya he contestado algunas de tus interro-gantes, y aún no me has respondido, ¿qué vas a estudiar?

—La verdad, Doctor, que sus palabras me hacen pensar con gran profundidad. No quiero decidir a la ligera. Me gustaría conocer los resultados de las prue-bas que me aplicaron, para escoger una carrera ade-cuada para mí –contestó María.

—Las pruebas están aquí, vamos a revisarlas. En el renglón psicológico indican que eres una persona emo-cionalmente estable, equilibrada, sin desajustes, de pen-samientos lógicos y razonas bien. En cuanto a la

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personalidad, los resultados son excelentes. Tienes cua-lidades de liderazgo; eres responsable, confiable y de-tallista; te relacionas bien con otras personas, aunque un poco introvertida. Los resultados de las pruebas para las materias exactas no son tan buenos. Tienes bajo nivel en matemáticas, cálculo, física y química. Esto puede ser producto de las deficiencias de arrastre que traes desde la escuela primaria y luego en el Instituto Oficial Nocturno, pero tienes la inteligencia suficiente para subsanarlas y superarlas, ya que tu nivel de inte-ligencia es alto. Recuerda, María, que esto es sólo una orientación, una guía y no es “palabra de Dios”. Desde luego, hay profesiones que generan dinero y otras pro-ducen satisfacciones. Lo ideal es estudiar una que pro-duzca dinero y satisfacciones. Algunas son diseñadas para ayudar al prójimo y otras para ayudarse a uno mismo. De todos modos, la decisión es tuya, cualquie-ra que ella sea. Espero que esta conversación sea de ayuda para optar por la mejor carrera para ti, te deseo muchos éxitos.

El Dr. Taylor dio por terminada la entrevista y María pensó que habían sido 45 minutos bien inverti-dos. Conocía los resultados de sus pruebas y se sintió con más elementos para definir su camino. La conver-sación con el orientador vocacional le había dado otra perspectiva para tomar la decisión de qué estudiar. In-vestigó varias opciones y decidió matricularse en la Escuela de Banca y Finanzas. Ella quería aprender qué es el dinero, cómo se crea, usa y administra. También le había causado mucho interés en conocer cómo la banca administra el dinero de otros, quería compren-der el movimiento financiero del país, el gobierno y el sector privado. Deseaba entender cómo operan los cír-culos económicos y financieros, y cómo los ricos cada día se hacen más ricos. Estaba consciente que para salir

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de la pobreza, se necesita dinero y sin dinero se sigue viviendo como pobre.

En esa etapa de su vida, no entendía por qué las iglesias promovían el evangelio de la pobreza, mani-festando que, “ser pobre era una virtud”, y que tener riquezas es pecado. Recordó lo que mil veces le hicie-ron repetir las monjitas en la escuela La Medalla Mila-grosa “que era más fácil que un camello pasara por el ojo de una aguja, que un rico en el reino de los cielos”. Esto repre-sentaba un bloqueo mental en contra de la riqueza y una aceptación subliminal para ser pobre. Para un po-bre, ser rico es pecado, para un rico llegar a ser pobre es una vergüenza. Ella quería romper el círculo de la pobreza y por esto estudiaría “Banca y Finanzas”.

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CAPÍTULO XI

¿Cómo hacen para vivir?

Cuando ingresó a la universidad, María se enteró de que el presupuesto para dicha institución era de US$130 millones al año para atender a una población estudiantil de 70,000. Es decir cada universitario le cos-taba al país US$1,857.00 anuales. Sin embargo, cada estudiante sólo pagaba US$27.00 por semestre, es de-cir, US$54.00 al año.

Como María quería entender las finanzas universi-tarias, calculó cuánto costaba una hora de clases a la que ella asistía. Cuando supo que el resultado era US$0.10 por hora, casi le da un ataque de sorpresa. La fórmula era sencilla.

El costo de matrícula era sólo US$27.00 por semes-tre, dividido entre 18 semanas de clases semestrales, es igual a US$1.50, en cada semana sólo se autorizaban matricular 15 horas créditos. El cálculo era sencillo: la matrícula igual a US$27.00 por semestre, entre 18 se-manas de clases, igual US$ 1.50 por semana, entre 15 horas semanales igual a US$0.10 por hora de clases.

María pensó en los miles de estudiantes que no aprovechan esta oportunidad de estudiar una carrera universitaria casi gratis, la desperdician.

__________

Para poder sufragar sus estudios en la universidad, María tenía que buscar un mejor empleo y, además,

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deseaba que su trabajo estuviera relacionado con el tema de su licenciatura, a fin de combinar los estudios con la experiencia en el trabajo.

Envió su hoja de vida a bancos, financieras, com-pañías de arrendamiento financiero, empresas de se-guro, administradoras de fondos de pensiones, bolsa de valores, corredores de bolsa, en fin a casi todas las relacionadas con los negocios de banca y finanzas. La decepción fue grande, en la mayoría de los casos ni siquiera la llamaban para una entrevista. La realidad era dura y cruel. Ella estaba graduada de un Instituto Oficial Nocturno, que no tenía prestigio, ni renombre. Además, no sabia operar la computadora y no hablaba inglés. María comprendió que su título de bachillera-to no la ayudaba a conseguir trabajo acorde con sus necesidades actuales. Sus experiencias laborales de ni-ñera y vendedora de almacén no eran suficientes, ni buenas para conseguir un empleo en el sector financie-ro del país. De nada servía lamentarse. Estaba dispues-ta a lograr un puesto de trabajo para poder asistir a la universidad y buscaría cómo hacerlo.

Pedro, al conocer la difícil situación de su herma-na, le prestó dinero para que se matriculara en una es-cuela técnica y estudiara los cursos básicos de informática: internet, procesamiento de palabras, hoja de cálculos y presentaciones. María estaba dispuesta a entregarse a la informática con todo su empeño y estu-dió estos cursos durante los meses de verano, antes de ingresar a la escuela de Banca y Finanzas. Al principio fue emocionante. Por primera vez se sentaba frente a una computadora. En el Instituto Oficial Nocturno, ni pensarlo. Allí no hay plata ni para pagarle el salario a los profesores, menos para un laboratorio de informá-tica, ciencias o de idiomas. Eso no está disponible para los hijos del pueblo. Fue tal la experiencia y alegría

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para María, que la computadora se convirtió en su com-pañera. Aprendió a usarla rápidamente. Entró en el maravilloso mundo de la Internet y supo lo que los niños pequeños de familias con recursos aprenden a usar las computadoras antes de los cinco años.

Ese curso le permitió sentirse más segura cuando comenzaron sus clases en la universidad. ¡Tenía tantas expectativas! Desde su primera semana en la universi-dad se percató de que no todo era color de rosa. No todo era estudio, en el ambiente universitario había muchas otras circunstancias que ella desconocía, como la politiquería de los grupos estudiantiles que trafica-ban favores por compromisos electorales. Uno de ellos era el retiro e inclusión de materias no importaba si los grupos estaban llenos de estudiantes o no. La mayoría de los universitarios no había cancelado su matrícula, por lo cual no aparecían en la lista oficial de las asignaturas.

El nivel académico de los profesores variaba mu-cho. Algunos eran verdaderos profesionales serios, or-ganizados, respetuosos, que no hacían alarde de sus conocimientos, y con una hoja de vida impresionante. Otros eran profesionales mediocres, que fuera del “cam-pus universitario”, no tenían mayores credenciales ni eje-cutorias. Habían obtenido postgrados y maestrías solo para buscar puntos, ascender de categoría, y ganar con-cursos con base en “puestos y puntitos”. Hacían alar-de de sus escasos conocimientos frente a los estudiantes, quienes apenas habían salido del colegio secundario. Eran incapaces de mantener una conversa-ción seria y profesional con colegas de su mismo nivel. Era muy fácil aprovecharse de la falta de conocimien-tos de los estudiantes para aparentar que eran lumbre-ras. Pero para María, que era inteligente y observadora, estos tipos mediocres quedaban al descubierto.

Por lo general era difícil y costoso conseguir la

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bibliografía recomendada por los profesores. Los alum-nos se habían convertido en “estudiantes de fotocopias”, que sólo estudiaban el conjunto de hojas copiadas de los capítulos correspondientes a los exámenes parcia-les y semestrales. Sin embargo, parte de esa bibliogra-fía eran traducciones de las mejores obras académicas utilizadas en las universidades de mayor prestigio del mundo. El estudiante que realmente quería estudiar y aprender, si se esforzaba, aprendía.

Entre profesores excelentes, buenos, mediocres y malos; fotocopias y textos interesantes; salones caluro-sos; bibliotecas con libros obsoletos; huelgas y paros; seminarios y charlas; profesores por nombrar, cafete-rías buenas y malas; salones limpios y sucios. María, fue comprendiendo el ambiente universitario y apren-dió las reglas que lo rigen. Nada la distrajo de su obje-tivo. Estaba consciente de que esa era una institución del pueblo. Su única opción financiera posible para lograr una carrera universitaria y ser profesional. Como buena observadora, fue analizando todos los detalles de la vida estudiantil.

__________

Un día, en la cafetería de la universidad, se le acer-có un compañero y le dijo:

—Hola María, ¿me puedo sentar contigo? Mi nom-bre es Ruperto, soy dirigente estudiantil y miembro de la Junta de Facultad.

María lo observó, estaba inquieta por conocer la forma en que se manejaba la política estudiantil uni-versitaria, le contestó:

—Claro que sí, puedes sentarte. —¿Cómo sabes mi nombre? – preguntó María.

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Debes conocer que en esta facultad, los dirigentes estudiantiles se fijan en las listas de los estudiantes de primer ingreso. Sabemos quiénes son, de qué colegio vienen y si son buenos estudiantes. Cuando hacen el pre-registro, tenemos acceso a esa información perso-nal y le damos seguimiento.

—Explícame, Ruperto, cuántos grupos estudianti-les hay, cómo se financian y cómo operan, preguntó María.

—Bueno, María, en esta facultad, como en el resto de la universidad hay varios grupos estudiantiles. Al-gunos de ellos son estudiantes idealistas o soñadores, otros somos pragmáticos o realistas, que vivimos la uni-versidad como es y jugamos con sus reglas. Además, María, en la universidad, vas a encontrar grupos estu-diantiles de todas las tendencias ideológicas, desde la llamada extrema izquierda comunistas maoístas, cas-tristas, socialistas hasta liberales, neo-liberales y dere-chistas, unos están claritos en lo que quieren, luchan y otros no saben porqué luchan.

—¿Qué significa “vivir la universidad cómo es y jugar con sus reglas”? –interrumpió María.

—Lo importante es mantenerse en el poder. Fíjate que el rector se ha reelegido cinco veces consecutivas – respondió Ruperto. —Cuando se está en el poder, se puede negociar muchas cosas. Por ejemplo, yo te pue-do conseguir exonerarte del pago de matrícula por in-termedio del “Departamento de Bienestar Social”. También, si te unes a nuestro grupo, se te consiguen cupos de comida gratis para que puedas comer en las cafeterías universitarias. Al grupo se le asignan un gran número de cupones de comida que lo distribuimos entre “los dirigentes del grupo” y tu puedes ser bene-ficiada con estos cupos y comer gratis.

La conversación se hacía muy interesante y según

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avanzaba, María se impresionaba más de la vida univer-sitaria que no conocía y decidió seguir la conversación.

—Dime, Ruperto ¿es cierto o no que los grupos universitarios son dueños de kioscos y centros de foto-copiadoras?

—María –respondió Ruperto– –Tú eres novata, aca-bas de ingresar a la universidad. Pronto comprenderás una realidad: “Sin dinero, no hay política”. La política uni-versitaria, como la nacional, cuesta mucho dinero. Las elecciones estudiantiles, la de las autoridades univer-sitarias, es decir, el rector, decanos, los organismos de co-gobierno universitario, incluso, las elecciones del personal administrativo, todo esto cuesta dinero, mu-cho dinero, María. Por esto, los movimientos estudian-tiles necesitamos de “algunos negocitos” para pagar nuestros gastos de la política. Por eso, tenemos algu-nas concesiones de kioscos y centro de copiados, ade-más prestamos un gran servicio a los compañeros.

—Otra cosa, Ruperto, he escuchado que algunos dirigentes estudiantiles están en la planilla de la uni-versidad. ¿Es cierto?

—Mira, María, algunos compañeros necesitan tra-bajar y ganar dinero. Eso es cierto, pero ¿qué tiene de malo? –preguntó Ruperto.

—Lo malo es que cuando deben actuar en defensa de los intereses de los estudiantes, están amarrados, comprometidos, y no pueden actuar independiente-mente. Ellos deben responder a la administración de la universidad. Eso es lo malo –respondió María con se-guridad.

—Eso es idealismo. La gente tiene que vivir –con-testó Ruperto.

María, con gran astucia, fue conduciendo a Ruper-to a un tema de gran interés para ella. Cuéntame, ¿cómo son las elecciones universitarias?

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Ruperto, tomó un sorbo de café, se acomodó en la silla y comentó:

Las elecciones universitarias son como casi todas las elecciones populares y democráticas. Existe un gran abstencionismo de los estudiantes. Sólo acuden a votar entre el 10 y 15 por ciento de la población universitaria y vienen porque nosotros los dirigentes nos encargamos de buscarlos y traerlos a votar. Para los demás estudian-tes es un día libre y no vienen a la universidad.

—¿Cómo es que “son como todas las elecciones populares y democráticas? –preguntó María con mu-cho interés.

—Fácil y sencillo. En casi todas las elecciones, los más preparados e idóneos para los puestos de elec-ción no se postulan. Ellos saben que en la democracia no se eligen las mejores, sino a los que sacan más vo-tos. Los votos se consiguen con dinero, propaganda, compromisos, promesas, o especies. Así es en la políti-ca nacional de los partidos y así es aquí en la universi-dad. ¿Cuál es la diferencia? Recuerda María, vivimos en el mismo país. Los males y las virtudes de la socie-dad, se reflejan en la universidad. Los procesos electo-rales de la universidad son muy parecidos a los nacionales, “unos carnavales”, María, a eso se le llama “fiesta democrática”.

María miró su reloj y notó que su hora libre acaba-ba de terminar y tenía que asistir a otra clase por lo que se despidió de Ruperto.

En su segundo año de la universidad María cono-ció a Ana Lorena, una compañera del salón que estaba enamorada con una persona que trabajaba en el Depar-tamento de Desarrollo Humano de una institución fi-nanciera. Se hicieron muy amigas y a los pocos meses le consiguió una entrevista de trabajo por intermedio de su novio. Como era joven, bonita, bien formada,

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tenía los conocimientos básicos de informática y esta-ba en la universidad con índice de 2.5 de créditos aca-démicos, no tuvo dificultad que la contrataran como recepcionista y comenzó a trabajar. Su salario era un poco más alto que el mínimo: ganaba US$225.00 al mes y era la oportunidad que había soñado: trabajar en una institución financiera en el área bancaria de la capital.

Poco a poco, fue conociendo la realidad que se es-conde en las lujosas, elegantes, bien decoradas e im-presionantes oficinas de las corporaciones financieras, en donde todo no es color de rosas.

En el trabajo hizo amistad con Julio y Cristina que laboraban en el Departamento de Servicios Adminis-trativo y que también estudiaban Banca y Finanzas. Almorzaba con ellos y en las tardes compartía el costo del taxi para ir a la universidad. Cristina, que ya tenía tres años en la empresa, le hizo la introducción infor-mal a la vida interna de la institución. Le informó quién es quién, cuáles son las relaciones extra laborales del personal, cuál es la relación familiar o de amistad entre algunos de los empleados, cómo se logran los ascen-sos, de quién tiene que cuidarse, cómo se forman las diferentes ligas deportivas y lo importante de partici-par de vez en cuando en los juegos de la empresa, “para que te vean, te saluden y tú saludes, y te conozcan, ha-gas relaciones públicas” o simplemente lo que llaman “cadena de contactos”.

Julio manejaba la planilla completa de la empresa y sabía cuánto ganaba cada empleado y hasta dónde estaban endeudados. María rápidamente conoció la otra cara de la empresa y ese era el ambiente donde tenía que aprender a sobrevivir.

Un año después de trabajar como recepcionista, María fue transferida a la Sección de Pagos del Depar-tamento de Contabilidad. Ahí revisaba los pagos y se

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dio cuenta de que mientras se exigía al personal el “con-trol de gastos” y “rentabilidad”, ella tenía que proce-sar gastos innecesarios, inflados y ficticios. Pero la discreción y el silencio son la mejor forma de sobrevi-vir en una empresa. Pronto comprendió que los emplea-dos necesitan uniformes, no porque sean bonitos o formen parte de la imagen de la empresa, sino porque a los em-pleados no ejecutivos no les alcanzaba el salario para com-prar ropa y vestirse todos los días como lo demandan las reglas de etiquetas laborales, es decir, ir vestidos para los concursos de modas en que se había convertido la em-presa en los niveles ejecutivos.

__________

Si en la Avenida Central, algunos empleados mal remunerados saboreaban “sopa de marisco” o practi-caban “salto de garrocha”, en el sector financiero de la capital, la mayoría de los elegantes empleados bien uni-formados, se alimentaban al medio día, en la hora de almuerzo con “sopita de fideos instantánea china”, “sopa de la abuelita”, “refresco o gaseosa con pan de dulce o empanada”, que vendía un señor en un panel ambulante, estacionado en la esquina del centro ban-cario. Otros llevaban una dieta estricta “una tajada de piña”, “ensalada de mango verde con pimienta y sal” o, simplemente, la comida que había sobrado de la cena el día anterior.

María le preguntó a Cristina cómo hacían estos empleados, con los bajos salarios que ganan, para mantener su familia, pagar sus gastos de vivienda, alimentación, energía eléctrica, transporte al traba-jo, teléfono, celular, educación de sus hijos, em-pleadas domésticas, vestirse, ir al cine y todos los demás gastos.

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—Las apariencias engañan, la mayoría viven alcan-zados, endeudados, embargados, presionados y pre-ocupados. Sus sueldos están comprometidos por muchos años y viven para pagar deudas. ¿Cómo lo hacen? No sé, pero dudo mucho de que sean felices o lleven una vida agradable, aunque disimulan y apa-rentan lo contrario –contestó Cristina irónicamente.

__________

María estaba estudiando en la biblioteca de la fa-cultad. Sin que ella lo notara, un compañero la obser-vaba insistentemente. Ella presintió que alguien la miraba. Al levantar sus ojos repentinamente, sorpren-dió al joven viéndola. En un gesto de coquetería feme-nina, María saludó discretamente al compañero, quién se levantó de la mesa y se dirigió hacia ella diligente-mente.

—Hola, mi nombre es Larry –dijo en voz baja – ¿Cómo te llamas?

—Soy María y estudio Bancas y Finanzas. Es un placer conocerte, Larry.

María observó detenidamente a Larry quien era alto, ojos claros, piel canela, delgado, simpático y pa-recía una buena persona.

Sintió cierto grado de empatía con él y para cono-cerlo un poco más, le dio conversación.

Larry y María conversaron por varios minutos so-bre temas normales de la vida diaria: los estudios, tra-bajo, familia y la universidad. Larry invitó a María para a ir al cine. Ella se entusiasmó. Pensó que todo marcha-ba por buen camino, en efecto, así era. El viernes si-guiente fueron al cine a ver “El código Da Vinci”. Durante la película, María notó que Larry no había

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realizado ningún gesto de cariño y tampoco un comen-tario que le diera indicios del nacimiento de una rela-ción amorosa. Esta situación le inquietó, pero su comportamiento fue correcto y reservado.

Al salir del cine, Larry la invitó a un restaurante de comida rápida. Después de cenar pizzas, la invitó a asistir al culto el domingo próximo. Sorprendida, ella le preguntó:

—¿A cuál culto quieres que vaya? —Al de mi iglesia –contestó Larry. —¿A cuál iglesia? –preguntó María. Larry con voz muy baja contestó: —A la iglesia cristiana. yo soy evangélico. ¿Acaso

todos no somos cristianos? Los que creemos en Jesu-cristo somos cristianos no necesariamente católicos. La iglesia a la que te invito no es católica, es cristiana.

—¿Quieres decir, Larry, que tu acercamiento en la biblioteca, la invitación al cine y a comer pizzas, fue solo una estrategia para invitarme a tu iglesia?

—María, te he observado desde hace tiempo en la facultad y siempre pensé que podrías integrarte a nues-tro grupo de cristianos universitarios. Debes saber que en la universidad existen varios grupos religiosos, de todas las sectas, porque la universidad es un lugar apropiado para captar adeptos. Perdóname, pero no sabía cómo invitarte, por eso te seguí hasta la biblioteca.

—Larry, tú me agradas como persona, lamento re-husarte la invitación, no puedo asistir al culto el do-mingo. No quiero ser grosera contigo. Podemos seguir como amigos, por favor, no tengo tiempo, creo en Dios, pero tengo mis propias opiniones sobre las diversas corrientes religiosas –finalizó María.

En la vida universitaria suceden tantas experien-cias que se deben vivir intensamente, opinaba Ma-ría. Ahí se pueden hacer amigos para toda la vida,

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compañeros para estudiar, o conocidos para fiestar y pasarla bien.

María observó que en la universidad existen estu-diantes que hacen del estudio su profesión. Se la pasan la vida estudiando, llevan diez y hasta quince años en la universidad, sin lograr graduarse de nada. Estos son los llamados “estudiantes profesionales”.

Los años fueron pasando rápidamente. María ha-bía terminando su carrera en Banca y Finanzas, solo le faltaban dos seminarios para graduarse con honores, “Summa Cum Laude”. En el trabajo, era la supervisora de servicios administrativos, un cargo de cuarto nivel en la estructura del organigrama de la institución fi-nanciera y con un salario medio alto, el cual le alcanza-ba para cubrir sus gastos y vivir modestamente.

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CAPÍTULO XII

Si los hombres salieran encinta, usarían condón

Era el primer semestre de la universidad. Los gru-pos estudiantiles estaban muy ocupados en la organi-zación de las novatadas. Cada una de las escuelas que formaban la Facultad había seleccionado su candidata para “Reina de las novatadas”.

En este país se escoge reina para todas las fiestas. Todas las festividades de cualquier tipo, terminan en un reinado. Los estudiantes, desde que ingresan a la pre-escolar se acostumbran a participar en reinados y a votar por sus candidatas. En algunas escuelas, desde las pre-escolares, las reinas se seleccionan por votación y se debe comprar el voto, de allí que no sea extraño que los niños y niñas desde pequeños, se familiaricen con la práctica de “compra de votos”.

La facultad tenía cuatro escuelas: la de Economía, Banca y Finanzas, Mercadeo y Administración de Em-presas. Las candidatas no eran necesariamente las más bonitas ni inteligentes. Esas no eran las cualidades que se requerían. Para ser candidata a reina de las novata-das, lo necesario era ser popular, gustarle el relajo, lle-varse bien con los grupos estudiantiles, y si tiene un cuerpo voluptuoso, mejor.

Las autoridades universitarias eran muy liberales con las “novatadas universitarias”. El rector y sus de-canos conocían exactamente lo que ocurría en estas fies-tas, pero ellos las permitían y financiaban por el apoyo político de los estudiantes. En las novatadas se per-dían tres viernes de clases. En el primero, se escogía la

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candidata de las escuelas, en el segundo se presenta-ban las candidatas y se escogía “a la reina” y a sus “prin-cesas”, el tercer viernes era la gran fiesta de novatadas.

Las novatadas se iniciaban con juegos deportivos en la mañana, discotecas en la tarde y en la noche, la gran parranda. En la fiesta de la noche se hacía y se permitía de todo. Se tomaba licor de contrabando. Los espectáculos que se observaban eran deprimentes, el alto volumen de la música y la letra de las canciones, que al ritmo de la salsa sensual, merengue, rap y reggae se escuchaban. Las peleas entre dirigentes de facciones estudiantiles eran frecuentes y en algunos casos, se es-cuchaban versiones de violaciones sexuales. Las auto-ridades universitarias no tenían voluntad, intención, ni carácter para terminar con estas tradicionales novata-das que no contribuían al desarrollo académico, cientí-fico e intelectual de los estudiantes.

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Teresa, una estudiante de sólo diecinueve años de edad había sido seleccionada candidata a reina de las novatadas por la Escuela de Banca y Finanzas. El día de la selección final, salió electa “Reina de las novata-das”. Ella era una estudiante promedio, no muy inteli-gente, simpática, con un cuerpo voluptuoso y sensual. Raúl, de veinticinco años de edad, quien fungía como Secretario General del Movimiento Revolucionario y llevaba siete años de estar en la universidad en la fa-cultad de economía, al conocer a Teresa, pensó rápida-mente: “de esta muchachita me encargo yo”.

La noche de la gran fiesta de la novatada, Teresa, como reina, ingresó al patio de la Facultad, en medio de fuegos artificiales y al compás de una gran murga.

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Ella se sentía reina de verdad. Se desbordaba en sonri-sas, besos, saludos y destacaba su sensualidad al rit-mo de la música. Después de su entrada triunfal, siguió la fiesta hasta las tres de la madrugada.

Raúl, quien la había acompañado durante las tres semanas de novatadas, al finalizar el baile, la invitó a dar una vuelta, comer algo y llevarla a su casa. Teresa aceptó.

Luego de comer, salieron a pasear en un auto que Raúl había conseguido prestado de un profesor de la Facultad. En lugar de llevarla a su casa, el auto se de-tuvo en un motel de ocasión.

—¿Raúl, por qué me has traído aquí? Yo no voy a entrar –expresó Teresa.

—No te preocupes, mi amor, sólo vamos a descan-sar un ratito para luego llevarte a casa. Además, no debes llegar donde tus padres con este aspecto de bo-rracha y con aliento de alcohol. ¿Qué van a pensar de las novatadas? –le replicó Raúl.

Después de unos minutos de conversación, Teresa se bajó del auto, entró a la habitación, convencida de las buenas intenciones de Raúl.

—Teresa, ¿por qué no te das una ducha? Es bueno para que te relajes, descanses y se te quite el aliento alcohólico –aseguró Raúl.

Dócilmente, ella aceptó darse una ducha, se des-vistió en el baño, pero se le olvidó cerrar la puerta. Cuando estaba enjabonándose, sintió la presencia de Raúl, completamente desnudo, metiéndose en el baño y, unos segundos después, comenzó a acariciarla len-tamente. Teresa quiso poner resistencia, pero su piel suave y enjabonada fue sintiendo el placer de las cari-cias, mientras sus piernas sin fuerzas fueron separán-dose poco a poco. Ella no había sentido esta sensación, nunca antes había tenido relaciones sexuales. Con la

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emoción de las caricias, su voluntad fue cediendo. De pronto, sintió la penetración de Raúl. En ese momento de debilidad perdió su inocencia y parte de su futuro.

__________

A tres meses de las novatadas, en el patio de la Fa-cultad, había un parque pequeño, con varias bancas, en donde los estudiantes conversaban en sus horas li-bres. María estaba leyendo un libro, cuando notó que a su lado, una compañera sollozaba en silencio. Era Te-resa. Con voz baja, María preguntó:

—¿Compañera, qué le pasa? ¿Puedo ayudarla en algo?

Teresa no le contestó. Solo la miró, mientras que otra lágrima brotaba de sus ojos.

—Mi nombre es María. Soy estudiante de Bancas y Finanzas y agarrándole la mano le dijo. Déjame ayudarte.

Teresa apretó sus manos en señal de aceptación. Secó sus lágrimas con el pañuelo que le ofreció María, y entre sollozos le dijo:

—Mi nombre es Teresa. Fui la reina de las novata-das hace tres meses. Esa noche, después del baile, en la madrugada, Raúl, el dirigente estudiantil se ofreció lle-varme a casa y lo que hizo fue llevarme a un motel de ocasión. Allí perdí mi virginidad. Sé que fue culpa mía, pero lo mas triste es que estoy encinta y no sé que hacer.

—¿Has hablado con él? –preguntó María. —Sí, pero ahora me anda huyendo. Desde que le

dije que estaba encinta, no contesta mis llamadas tele-fónicas, me ignora. Cuando hablé con él, me dijo que ese era mi problema, que no me había obligado a tener relaciones con él, que vive de la universidad, recibe un sueldo de la vicerectoría de asuntos estudiantiles, que

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come gratis en la cafetería universitaria, que no puede asumir la responsabilidad del niño, y además, no está preparado para ser padre.

Al escuchar esta historia, María abrazó a Teresa y le preguntó:

—¿Saben tus padres que estas encinta? —Eso es lo peor. Mis padres son evangélicos orto-

doxos, religiosos y estrictos. Piensan que soy señorita y acepté ser reina de la novatada sin su aprobación. Ahora, no sé qué hacer. Si les digo que estoy encinta me sacan de la casao me retiran de la universidad. Si aborto y no se dan cuenta, es mejor.

—El aborto ni pensarlo, Teresa. Tenemos que res-petar la vida humana. No es por convicciones religio-sas. Es por el derecho a la vida de un ser que está concebido. Por otro lado, abortar es un gran peligro para ti y para el niño, puedes desangrarte y morir. Si todo sale bien, imagínate el sufrimiento que padecerás para toda la vida, cada vez que pienses en la personita que abortaste. Tu conciencia no te dejará tranquila, te recordará que cometiste un asesinato. Enfrenta tu error con dignidad, fortaleza y decisión. Debes tener el niño. Sé que ser estudiante y madre soltera no es fácil. La mayoría de las estudiantes que salen encinta en la uni-versidad se retiran, no terminan sus carreras, ya sea porque no tienen dinero, o trabajo o alguien que les cuide el hijo. Sin embargo, hay quienes continúan, se sacrifican y logran terminar sus carreras universitarias. Tú puedes hacerlo –insistió María-.

—¿Y qué hago con mis padres? –preguntó Teresa. —Debes hablar con ellos. Una barriga se puede

ocultar unos meses, pero no nueve, al final lo van a saber, es mejor prepararlos y hablar con ellos.

Después de una larga conversación, María y Teresa se habían confesado los secretos de sus vidas. Teresa

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estaba más tranquila, al menos había encontrado al-guien con quien se desahogó y escuchó sus preocupa-ciones. María, se sentía satisfecha de haber podido orientar a Teresa, sabía lo que es sentirse sola y no po-der compartir con nadie sus angustias. Ambas se des-pidieron, intercambiándose sus números telefónicos.

__________

Al llegar a su casa, Teresa encontró a su mamá en la sala, sola, viendo televisión.

—Teresa, tu comida está en la estufa. Caliéntala para que comas. Tu papá está en el culto y vendrá mas tarde –expresó su mamá.

Después de calentar la cena, Teresa se sentó a co-mer, pero ni un sólo grano de arroz le pasaba por la garganta. Su preocupación y nerviosismo era tal, que se le había quitado el apetito y no podía comer.

Pensó que era el momento de decirle toda la ver-dad a su madre. En fin, las madres por ser mujeres pueden comprender mejor a sus hijas, aconsejarlas y ayudarlas. Sin embargo, su mamá era de un carácter fuerte y educada a la antigua. Teresa no se atrevió ha-blar con ella y se fue a su cuarto acompañada de su a- gonía.

Al día siguiente en el bus de servicio público, en el cual Teresa se transportaba a la universidad, en una parada subió Angélica, una amiga que había estudia-do con ella toda la secundaria y con la cual tenía una larga amistad. Durante el período del colegio secun-dario, había sido su mejor amiga.

Su amiga al verla, fue a sentarse con ella. —¡Que placer verte! ¿Cómo has estado, Teresa? Con tono de voz baja y triste, Teresa respondió:

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—No muy bien. —¿Qué te pasa? Cuéntame. —Es una historia larga y triste y este no es lugar, ni

el momento para contarlo –contestó Teresa, con un tono de voz casi inaudible.

—No importa, vamos a la cafetería de la universi-dad y allí conversamos. Estoy libre hoy –insistió Angé-lica percibiendo la angustia de su amiga.

Sentadas en la cafetería, Teresa le contó en detalles a su amiga lo que le estaba pasando, producto del rei-nado de las novatadas, el comportamiento del dirigen-te estudiantil, la difícil situación en su hogar, con su mamá y su papá, y, sobre todo, el impacto que esta si-tuación de ser madre a los veinte años le iba a afectar en su carrera universitaria. No estaba segura de tener el ni-ño y poder continuar la universidad. Pronto se conver-tiría en madre soltera.

Angélica escuchó con atención la historia de Tere-sa y al concluir le dijo:

—Teresa, tú no eres la primera, ni serás la última muchacha que sale encinta a los veinte años y de una fiesta. Esto ocurre a diario y la mayoría de los mucha-chos después se hacen los chivos locos y no asumen sus responsabilidades. Si ellos fueran los que tuvieran que cargar con una barriga por nueve meses y después mantener una criatura, te aseguro que usarían condón. Pero no es hora de lamentarse. Es hora de buscar una solución rápida y efectiva. Conozco a una señora que hace esos “trabajitos”. Es muy buena, segura y reser-vada. “El trabajito” sólo dura un par de horas y el asunto se resuelve. Me lo tuve que hacer una vez. Fue doloro-so y sentimentalmente fuerte, pero al final lo superas, la vida sigue y te queda la experiencia.

—¡Qué experiencia! –interrumpió Teresa –La pri-mera vez que lo hago y quedo encinta. ¿Crees que esa

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experiencia es buena? ¿Tener un embarazo no deseado? Teresa no estaba convencida de hacerse un aborto.

Sin embargo, Angélica que había pasado por esa expe-riencia y conocía todos los detalles y conexiones, insis-tía en que era la solución más fácil y definitiva. Además, el precio por el “trabajito” no era costoso.

Angélica se despidió de Teresa, pero había acor-dado que ella haría las consultas y los arreglos necesa-rios para el aborto de su amiga.

__________

Una semana más tarde, temprano, Teresa salió de su casa. Se despidió de su mamá y su papá y les dijo que tenía unos exámenes en la universidad y que lle-garía un poco tarde. Su mamá tuvo el presentimiento deque algo le estaba pasando a su hija. Desde hacía va-rios días la notaba triste, meditabunda, sin su carácter jovial y alegre. Su corazón de madre le indicaba que te-nía problemas. Decidió que esa noche la esperaría a que regresara para conversar con ella.

Angélica esperó a Teresa en la universidad. Am-bas se encontraron a la hora indicada. La cita para “el trabajito” era a las ocho de la mañana. Todo estaba arre-glado y la señora encargada de practicar el aborto co-menzó su labor como usualmente lo hacía.

El aborto se practicaba en una residencia muy dis-creta en los suburbios de la ciudad. No había letreros ni indicio anormal. Ubicada en una barriada de clase media baja. La casa tenía un muro en la parte frontal, que impedía observar quiénes entraban o salían de ella. Cuando los clientes anunciaban su llegada, un portón eléctrico se abría y cerraba automáticamente.

El lugar estaba equipado con camas y equipos

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médicos de segunda mano, que daban la impresión de estar en una clínica de última categoría. El personal que atendía, vestía sus batas blancas, para dar la impresión de ser profesionales en el campo de la salud.

El lugar había sido alquilado a su propietaria por personas con nombres e identificación extranjeros. Ade-más, la dueña pensaba que allí vivía una familia de-cente y no tenía idea del uso que se le daban a su propiedad.

Cuando Teresa ingresó para su aborto, no indicó, ni tampoco le preguntaron, si ella tomaba alguna me-dicina anticoagulante. Desde hacia varios años estaba bajo tratamiento médico y todos los días tenía que to-mar un anticoagulante para mejorar la circulación de su sangre.

Al practicársele el aborto, Teresa comenzó a desangrarse. No hubo manera de pararle la hemorragia y esto fue la causa de su muerte.

Angélica llamó por teléfono a la mamá de Teresa y le dijo que su hija estaba mal que se encontraba en casa de una amiga de la universidad haciendo una ta-rea y se había puesto mal, que por favor la fuera a bus-car. Le indicó la dirección y cerró el teléfono sin dar su nombre ni rastro.

La mamá de Teresa llegó acompañada de una ve-cina a la “clínica” y encontró a su hija muerta. El im-pacto de la noticia fue tan fuerte que se desmayó y, al reaccionar, estaba en una clínica hospitalizada, a la cual una ambulancia la había transportado junto a su hija.

Al día siguiente, el papá de Teresa puso la denun-cia ante las autoridades de policía, quienes inmediata-mente iniciaron las investigaciones y al llegar al lugar de los hechos, la residencia estaba totalmente vacía y sin ningún rastro de nada.

La policía ubicó a la propietaria de la casa, quien

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se defendió aduciendo que no vivía allí, que hacía cer-ca de un año había alquilado la residencia, mostró el contrato de arrendamiento y los documentos de los arrendatarios. Al solicitar la policía a la oficina de mi-gración la verificación de los documentos de los suso-dichos, comprobaron que eran falsos.

María estaba preocupada. Hacía varios días que buscaba a Teresa en la universidad y no la encontraba. Decidió llamarla a su casa para saludarla y saber cómo se encontraba. Cuando llamó, la mamá contestó.

—Buenas tardes, señora, mi nombre es María. Soy amiga de Teresa, de la universidad. ¿Puedo hablar con ella?

Entre sollozos, la mamá contestó: —Usted no sabe que ella murió hace cinco días.

Ayer en la mañana la enterramos –y rompió a llorar. María quedo impactada por la noticia y no supo

qué responder. Simplemente cerró el teléfono y se le salieron las lágrimas. Después en la facultad se corrió la noticia de que la reina de las novatadas había muerto por sangramiento al tratar de practicar un aborto ilegal.

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CAPÍTULO XIII

Un título universitario no es suficiente

La Universidad exigía como requisito de gradua-ción a los que “no eran dirigentes estudiantiles” el ha-ber completado todo su programa académico y para graduarse tenían las opciones de tesis de grado, prácti-ca profesional supervisada o dos seminarios especia-les, sabatinos con un informe final. María tomó esta última opción para terminar su plan de estudios, y se matriculó en dos seminarios: uno de “economía infor-mal” y otro sobre “finanzas personales”.

El profesor inició el seminario, preguntándole a los estudiantes tres interrogantes básicas: ¿Qué es la eco-nomía informal? ¿Cómo opera esta economía?, ¿Cuán-to representa en la economía del país las actividades informales?

Los estudiantes se quedaron mudos. Ninguno qui-so levantar la mano a excepción de María, quien había aprendido que siempre, cuando un profesor pregunta, se debe levantar la mano, aunque no se conozca la res-puesta, que no era su caso. La razón es que el 90% de las veces, los profesores no preguntan a quienes levan-tan la mano, por considerar que conocen la respuesta y es preferible preguntarle a los estudiantes que se po-nen nerviosos, esconden la cabeza, bajan la cara o mi-ran hacia el piso. Esos, seguro, no saben nada y a ellos es a los que debe preguntárseles para que demuestren su ignorancia públicamente. María conocía muy bien el viejo refrán que dice “siempre al estudiante más ton-to, los profesores le preguntan, ¿quién es Dios?

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Como todas las respuestas de los estudiantes so-bre la “economía informal” eran incorrectas, al profe-sor no le quedó otra alternativa que preguntarle a María.

—Diga, María, qué es la economía informal, ¿cómo opera? y ¿cuánto representa al país?

—Profesor, cuando en el centro bancario se esta-cionan busitos y carretillas con pan de dulces, pasteli-tos, emparedados y chicha para venderlas a quienes en esos lugares trabajan, eso es economía informal. Cuan-do las señoras establecen sus fondas para venderles comida a los obreros de la construcción, o cuando en los semáforos de la calle, los vendedores ambulantes venden frutas, vegetales, plátanos, pan, flores, acceso-rios para celulares, perfumes, anteojos, música, pelí-culas, herramientas, eso es economía informal. Los buhoneros de la Avenida Central, los que venden chan-ces clandestinos, la prostitución callejera, los que ven-den chichas y toallas a taxistas y buseros, los “bien cuidao”, los lavadores de autos, los “tramitadores de las oficinas públicas”, los que hacen mandados en las oficinas y van a comprar las frituras, pagan la luz, cam-bian cheques, los “pavos” de los buses, los que ven-den artículos usados en el mercado público, en fin, Profesor, sería interminable la lista de las actividades, oficios y acciones de las personas que se dedican a la llamada “economía informal”–manifestó María con se-guridad y continuó: —Aunque es muy difícil cuantifi-car o llevar un registro del monto de estas “transacciones económicas” de todas estas personas, las estimaciones pueden ser muy altas, quizás entre el 25% al 40% de la economía en los países pobres, puede ser denominada economía informal o “la economía de los pobres”.

—Es informal, porque no se llevan registros, no pagan impuestos, no tienen acceso a prestaciones so-ciales, etcétera. Quienes se dedican a estas actividades

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lo hacen para sobrevivir, por necesidad o falta de pre-paración para incorporarse a la “economía formal”, la cual se mide por los indicadores económicos de las cuentas nacionales o la producción interna bruta cono-cido como PIB.

—Usted sabe, Profesor, que las personas que se dedican a las actividades informalesno pagan cuotas al seguro social, por lo tanto, no están protegidos por la seguridad social. Ellas no tienen opción a jubilación, ni atención médica. Sus mujeres e hijos tampoco tienen derecho a ser beneficiados del seguro social. ¿Qué les espera en el futuro, cuando no puedan trabajar para mantenerse? ¿Cuántos quedarán en asilos de ancianos, mendigos o piedreros?

—Profesor, los que trabajan en la economía infor-mal, si bien es cierto que ganan dinero, no son suje-tos de crédito por no contar un ingreso fijo o por no poder comprobar, con una carta de trabajo lo que ga-nan. Esto significa que no pueden pedir un préstamo para una casa, eso que llaman hipoteca, tampoco para comprar un terreno y menos comprar una cama, come-dor o juego de sala. Por ser informales, están fuera del sistema económico y financiero al cual tienen acceso los asalariados. Sin embargo, ¿qué otra alternativa tie-ne esa población que no tiene una educación formal, que los capacite para un trabajo mejor remunerado? Ellos tienen que trabajar para comer y para sobrevivir.

—Con su sacrificio diario aprenden a vender, com-prar, financiar, producir, distribuir y administrar; en fin obtienen su licenciatura en la “universidad de la vida”, con una especialización en “estrategia para la sobreviven-cia diaria”, digno de un caso de estudio en una escuela de negocios, de una prestigiosa universidad.

Cuando los compañeros de clases de María escu-charon sus palabras, aplaudieron con entusiasmo.

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María se sintió inspirada, el tema le resultaba apasio-nante y continuó su intervención:

—Profesor, todas las personas que se dedican a la llamada “economía informal” son individuos que tra-bajan muy duro todos los días. Ellos no tienen voz, ni futuro. No tienen voz, porque no pertenecen a ningún sindicato, gremio o asociación que los ayude a defen-der sus intereses, nadie los escucha, organiza y menos aún, los ayuda. Ellos tienen futuro incierto, porque su futuro se mide hasta los días que puedan trabajar. Sin embargo, facilitan y ayudan a otros a laborar y lo más importante, no escogieron el camino del delito, ni se matricularon en la “escuela del crimen” para sobrevi-vir. Tienen fe y esperanza, se persignan al salir de sus casas todos los días, se encomiendan a Dios y se resig-nan a su pobreza. Las religiones les han enseñado a tener fe “que ha ningún hijo de Dios le faltará el pan” y “nin-gún hijo de Dios muere boca abajo, ni de hambre”.

Para concluir, María hizo referencia a un estudio que el Instituto Libertad y Democracia, había publica-do en su país sobre la economía informal, cuyas con-clusiones eran entre otras las siguientes:

• 12 mil millones de dólares se esconden en la economía informal.

• El 87.5 % de las empresas del país están ex-cluidas de los beneficios de la economía, como el crédito.

• El costo en dinero y tiempo para que las actividades informales se legalicen es alto y burocrático.

El salón de clases quedó en absoluto silencio. Esta vez, sus compañeros no sabían si aplaudir o sollozar. María había puesto el dedo en la llaga. El profesor, que

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En nombre de ellos

había sido educado en la corriente “neo-liberal” de la economía, se quedó mudo, algunos estudiantes se les habían aguado los ojos, porque ellos mismos o sus fa-milias pertenecían a ese grupo. Por primera vez habían comprendido el impacto de la economía real, la econo-mía de los pobres llamada “informal”.

Después de una breve discusión en grupo, el pro-fesor se levantó de su escritorio, y agradeció a María su participación y le encomendó a sus alumnos, de tarea para la siguiente clase, leer el libro “El otro sende-ro” del economista peruano Hernando de Soto, para profundizar el análisis de la “economía informal”.

__________

María estaba en su último semestre para graduar-se, cuando en la institución financiera se produjo una vacante de gerente de una sucursal. El puesto se abrió a “concurso interno” y fue publicado en el periódico de la institución, indicando los conocimientos, habili-dades, cualidades y experiencias que se requerían. María los tenía y durante sus años de trabajo se había destacado por su inteligencia, responsabilidad, capa-cidad, liderazgo, don de mando y educación, por lo que aplicó a la posición. Sus compañeros de trabajo la consideraban como la mejor candidata a ocupar el car-go. Ellos decían que era “fija”.

Cuando se públicó el resultado del “concurso interno”, la más sorprendida fue María. Ella no clasifi-có. Su decepción fue tal, que pensó renunciar a su tra-bajo inmediatamente, pero tenía obligaciones, compromisos, y la graduación en la universidad esta-ba próxima. María reflexionó y en lugar de renunciar decidió investigar las razones por las cuales no fue

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seleccionada. Pidió una cita al Vicepresidente de Re-cursos Humanos para investigar las razones y el resul-tado del concurso. La cita fue negada. Ellos no atienden esos asuntos y menos a empleados de cuarto nivel, así es que le ordenó a la Gerente de Personal que atendie-ra a María.

Era la segunda vez que María visitaba la oficina de la Gerente de Personal. La primera fue cuando le hicieron un reconocimiento por su excelente desempeño laboral al ser escogida como la “empleada del año” y le dieron un pequeño, pero significativo aumento; además, le re-galaron un juego de plumas y un ramo de flores.

Las oficinas habían sido nuevamente remodeladas, con gusto fino y exquisito, digno de una institución fi-nanciera de primera. Al llegar María, la diligente se-cretaria anunció su presencia y le solicitó que esperara un momento, la gerente estaba en la línea telefónica, atendiendo una llamada urgente de su esposo.

Después de 15 minutos de espera, María fue invi-tada a pasar. La gerente estaba alterada, pues acababa de tener una discusión matrimonial con su marido al reclamarle otra de sus infidelidades, ocurrida en un hotel de la capital y cuyo escándalo se había hecho público.

María llegó en el momento inoportuno, pero esta-ba allí, y aunque solicitó posponer la reunión, la ge-rente, con tono altanero, dijo:

—Bueno, María, no dejemos esta conversación para después. No tiene sentido. Lo hecho, hecho esta. Sé que no fuiste seleccionada para gerente de la sucursal. ¿Es así?

María contestó afirmativamente, aunque presintió que la conversación no sería grata.

—Pues te explicaré, nadie en esta institución duda de tu educación, experiencia, habilidades y cualidades

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En nombre de ellos

personales; además, estamos conscientes que el año pasado fuiste seleccionada la empleada del año, pero todo eso no es suficiente. Contésteme, María: ¿Domi-nas perfectamente el inglés? ¿Te graduaste en alguna universidad norteamericana, aunque fuera de tercera categoría?, ¿Cuáles son tus redes de contactos entre la gente adinerada del país? ¿Acaso tienes un apellido de renombre, que te abra las puertas en el club, los gre-mios o asociaciones profesionales? ¿Estarías en condi-ciones económicas para invertir gran parte de tu salario en ropa fina de vestir, zapatos, perfumes, salones de belleza todas las semanas y almorzar fuera de la ofici-na al menos una vez por semana? Sin esperar la res-puesta de la muchacha, la gerente continuó.

—Sabes, María, esas son las razones por las cuales no fuiste seleccionada. Yo no pongo las reglas del jue-go, simplemente las cumplo y tú no llenas estos requi-sitos. La vida es así: dura. Acepta la realidad y no te deprimas. Tu estás preparada académicamente, y como persona, para ascender, pero no lo estás socialmente. Recuerda siempre “los pobres no pueden salir de su pobre-za, porque se les niegan las oportunidades”. Muchas gracias por tu visita y perdona mi franqueza, expresó la Ge-rente de Recursos Humanos, al tiempo que abría la puerta de la oficina para despedir a la muchacha y evi-tar cualquier argumentación.

María se despidió con dignidad y altura, pero con el corazón desgarrado, las ilusiones perdidas, y un nudo en la garganta. Al despedirse, observó la ima-gen de María Inmaculada, que era el colegio en donde la gerente había estudiado y a la cual María le había ofrecido siete rosarios y siete comuniones si lograba el nombramiento. Aunque con mucha frecuencia cuestio-naba las enseñanzas religiosas, en su corazón era una firme creyente y en momentos cruciales no podía dejar

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de tener fe, especialmente, cuando ella estaba conscien-te de sus esfuerzos por estudiar, trabajar y dar lo mejor de sí misma.

A pesar de su enojo y decepción, trató de animarse recordando algunas de las frases que la maestra Tita le dijo antes de venir a la capital: “Recuerda que los tra-bajos son temporales, lo más importante es que estu-dies, te prepares y llegues a ser alguien en la vida”. Debía continuar esforzándose; pero cómo hacerlo con todo lo que había dicho la gerente, ¿qué hacer cuando la realidad era indiferente ante sus esfuerzos? María se fue a su casa desilusionada y se quedó meditando, muchas horas, sobre su vida y futuro sin imaginarse que aún recibiría una noticia más terrible.

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CAPÍTULO XIV

Desempleo: dolor, angustia y desesperación

En la universidad, a Julio, compañero de María, le asignaron el tema del desempleo en el seminario de graduación, para lo cual se preparó lo mejor posible. El día de su sustentación habló convincentemente:

Solo los que han estado desempleados pueden describir lo que se vive, siente y significa estar sin empleo. Las cifras oficiales sobre el desempleo va-rían según los intereses políticos de quienes las maquillan. Las estadísticas no son importantes. Decir que el desempleo es 15%, 20% ó 25% de la población económicamente activa (PEA) es algo frío, numérico e inhumano. ¿Qué es la población económicamente activa? El diccionario de econo-mía la define como toda la población entre la edad de 15 hasta los 60 años, hombres y mujeres, que ofrecen su fuerza laboral o su trabajo a las activi-dades económicas del país. Se excluye de esta po-blación a todos los estudiantes de primaria, secundaria y universitaria de tiempo completo. También se excluyen a las personas que se han ju-bilado o pensionado por el sistema de seguridad so-cial y a todos los que no son jubilados o pensionados, pero que por razones de salud, incapacidad física o mental no pueden trabajar y también a los que no buscan trabajo y no ofrecen su fuerza laboral a la economía. El resto es la población económicamente activa y de esta cantidad, los que están en busca de

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empleo y no lo consiguen, se consideran “los des-empleados”, desde el punto de vista estadístico.

Los que se dedican a la “economía informal”, y no andan en busca de empleo, porque ya encontra-ron su forma de ganarse la vida, no se consideran “desempleados”.

Las personas sin trabajo viven la angustia diaria de ver a sus familias sin alimentos que comer no tie-nen dinero para enviar sus hijos a la escuela no pue-den pagar el arrendamiento de sus viviendas; por lo tanto, se exponen a quedar sin vivienda; no poder pagar las cuentas de agua, y electricidad; el teléfono es un lujo incosteable; no hay dinero para el trans-porte y la agonía de otras deudas y compromisos, les hace la vida insoportable”.

Otras situaciones que no reflejan las estadísticas del desempleo pero que afectan a los desempleados son, por ejemplo, el dolor, la angustia y la desesperación humana que este problema acarrea. Eso no se puede medir, pero tiene consecuencias en el nivel individual, social, económico y político.

El desempleo no hace diferencia entre los militan-tes de un partido político, las creencias religiosas de la gente, ni diferencia entre las clases sociales. Pobre-za y desempleo van agarradas de la mano y conducen a los seres humanos a niveles de desesperación, frustra-ción, delincuencia y desajustes emocionales y sociales.

¿Quién de los presentes en esta clase no tiene un hermano o familiar desempleado? ¿Quién de uste-des no ha vivido esta tragedia humana? ¿Cuál es el impacto que en las personas y sus familias tiene este problema?

Los estudiantes de la clase guardaron profundo silencio. Para muchos de ellos era la primera vez que

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analizaban el lado humano del desempleo y medita-ban sobre sus familiares, parientes y amigos que esta-ban sin trabajo y sin recibir entradas económicas.

Julio continuó su exposición y expresó:

Compañeros: No podemos seguir permitiendo que se malgasten los escasos recursos que tiene el país. Es necesario crear o generar empleos bien remunerados para ello se necesita una mejor educación y atraer in-versiones. La clase escuchaba, con especial atención a su compa-ñero, quien enfatizaba lo importante que era educarse para conseguir un trabajo decente, sobre todo, ahora que los trabajos son escasos, difíciles y se requieren nue-vos conocimientos y destrezas para realizarlos.

El desempleo crece cada día. Las alternativas son claras; creamos fuentes de empleo y nos prepararnos para ocuparlas o la crisis social del país se profundi-zará, y todos seremos perdedores”, concluyó Julio.

El profesor felicitó a Julio por su presentación y le asignó a Cristina el próximo tema del seminario: “Las finanzas personales”.

__________

Después de las exposiciones de María sobre la “economía informal” y de Julio sobre el tema del “des-empleo” a Cristina la correspondía analizar otros fac-tores que afectan la economía de las personas.

Cristina, nerviosa, se levanto de la silla y se dirigió al frente del salón. Estaba muy consciente de que tenía el reto de hacer una presentación buena y expresó:

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Estimados compañeros, se me ha asignado que analice el tema de las “finanzas personales”, es decir los ingresos, gastos y ahorros e inversiones de las per-sonas. Esta no es una tarea fácil. Sin embargo, la acep-to con la esperanza de contribuir a que entendamos qué sucede con nuestras finanzas o el uso de dinero. Existe una relación entre el nivel de educación de las personas y los ingresos que reciben como salario. Para una persona que sólo tiene una educación a nivel de escuela primaria, el nivel de ingreso mensual está por el orden de US$100.00 mensuales. Si la persona lo-gra terminar la secundaria completa, su salario men-sual promedio está a nivel de US$200.00 o US$250.00, es decir, cerca de lo determinado por el salario mínimo. De allí en adelante, si la persona tiene algún nivel de educación técnica, entrenamiento es-pecial, oficio o cursos de especialización, sus ingresos podrían oscilar entre US$ 300.00 a US$ 500.00 por mes, y así sucesivamente.

Cuando una persona obtiene un nivel de educa-ción universitaria, sus ingresos, según el tipo de edu-cación y el mercado laboral, se podrían situar por el orden de US$ $500.00 a US$ 1000.00. De allí en adelante, dependiendo de los cursos de post-grado, maestrías, doctorados, al igual que la experiencia la-boral, dominio de otro idioma, especialmente inglés, personalidad, habilidades, destrezas y cualidades los ingresos mensuales pueden ser entre US$1000.00 a US$2,500.00.

Es claro que esta relación no es válida si la perso-na es militante y activista de un partido político en el gobierno, amante, botella, familiar de un político in-fluyente, y tiene la habilidad de “jugar vivo”, que le permite acomodarse bien.

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En nombre de ellos

Lo que quiero reflexionar con estas cifras, compa-ñeros, es la relación más o menos directa que existe en éste y cualquier país, entre el nivel de educación de una persona y su capacidad de ingreso mensual.

Por primera vez los estudiantes habían escuchado un planteamiento tan singular e importante como éste. Cristina continuó su análisis.

Una vez determinado el ingreso mensual, se debe analizar: ¿cómo se gasta este ingreso? Los economis-tas hablan del costo de la “canasta básica”. ¿Qué es la canasta básica y cuánto cuesta?” La canasta bási-ca es el conjunto de alimentos básicos y mínimos, a precio de mercado, que debe adquirir una familia de cinco miembros, para obtener una alimentación míni-ma aceptable, medida en el número de calorías que deben consumir una persona para mantenerse sana, es decir de 1,500 a 2,000 calorías con una alimentación balanceada. Según las últimas publicaciones, la “canas-ta básica” tiene un costo entre US$225.00 a US$250.00 mensualmente y varía según la región del país.

¿Qué hace una persona cuyo salario mensual es mínimo o menos, es decir, igual o menos que el costo de la canasta básica?” preguntó un estudiante y Cristi-na contestó con tranquilidad:

Una gran mayoría de la población en este país no tiene ingresos siquiera para cubrir los gastos de su alimentación básica. No sé qué hacen, pero puedo imaginarme como alternativa comprar lo mínimo ne-cesario para subsistir, no para vivir, sino para sobre-vivir. La familia, al no tener dinero para alimentarse adecuadamente está subalimentada y mal nutrida. Me

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imagino que algunos salen a trabajar con hambre, sin haber comido nada y sus hijos van a la escuela sin haber ingerido alimentos. También es posible que al-gunos de los hijos tengan que salir a trabajar en cual-quier actividad de la “economía informal”, para ayudar a su familia a sobrevivir. Son miles de familias que viven en estas condiciones.

Cristina se dirigió a sus compañeros de clases y preguntó:

¿Pueden imaginarse, cómo viviría usted si fuera un padre de familia con mujer y tres hijos y con un trabajo donde le paguen salario mínimo? ¿Cómo pa-garía usted los gastos diarios para ir a trabajar? ¿Qué llevaría de almuerzo a su trabajo?, ¿acaso su desayuno no sería solo una taza de café negro y, en los mejores casos, con una fritura o un pedazo de pan ?¿Cómo pagaría el alquiler de un cuarto donde vivir?¿Cómo alimentaría a su familia con salario de hambre? ¿Qué dinero tendría para comprarles los útiles escolares a sus hijos? Si se enferma alguien dela familia, ¿cómo lo lleva a un médico y le compra me-dicinas que en el Seguro Social no hay? ¿Con qué dine- ro pagaría la electricidad, y el servicio de agua potable? ¿De qué forma vestiría a su familia? ¿Qué hace cuan-do no tiene dinero ni para comer? No quiero seguir con un rosario de preguntas que ni ustedes, ni todos los asistentes a este seminario en la universidad, po-dríamos responder.

Una cosa es cierta, compañeros. Esta es la situa-ción en que viven miles de familias en este país. Esta situación provocará una explosión social tarde o tem-prano, como está ocurriendo en otros países. ¡Des-pués no nos lamentemos! Las desigualdades de ingresos, producen las diferencias sociales y estas

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diferencias son las que causan frustración, amargu-ra, odio, rencor, violencia y delincuencia; no hay peor ciego que aquel que no quiere ver esta realidad social, o sordos que no quieren oír lo que están escuchando.

Estoy segura de que Jesucristo no sacrificó su vida, ni padeció su pasión en el calvario para promover, acep-tar o resignarse a condiciones de vida no humanas, como las que viven muchos de los que supuestamente llamamos “hermanos”–Cristina terminó un tanto exal-tada por su participación. El silencio cubrió el salón de clases; unos instantes después, ella retomó su exposición:

Existen otros temas que debo analizar con ustedes. Uno de ellos es sobre “las deudas”. Las personas viven endeudadas. Les deben a sus padres, familiares, com-pañeros de trabajo, amigos, tarjetas de créditos, a los bancos, cooperativas, asociaciones de empleados, a los agiotistas, los prestamistas, los almacenes y a todo el mundo. Se debe la comida, la ropa, las prendas, los perfumes, los zapatos, el celular, la electricidad, el agua, la casa, el teléfono, el juego de sala, la recámara, el viaje de vacaciones del carnaval, el televisor, la estufa, la lavadora, la refrigeradora, la casa, el auto, el busito de la escuela, la mensualidad de la escuela, la quincena de “esta niña”, y hasta al chinito de la esquina. Las deu-das empobrecen a las personas. La gente se endeuda por encima de sus capacidades reales de pago, com-prando lo que no necesitan. Compran por vanidad, no por necesidad.

El juego del dinero parece dar un mensaje claro: El dinero para los ricos es riqueza, para los pobres es deuda.

Un estudiante se levantó y preguntó: —Compañera Cristina, ¿porqué usted dice “que el

dinero para los ricos es riqueza, y para los pobres es deuda”? ¿Qué quiere decir?

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Con serenidad, pero con firmeza, Cristina explicó:

Cuando los ricos obtienen más dinero, gene-ralmente, ya tienen sus necesidades cubiertas y garantizadas; por lo tanto, el dinero que reci-ben lo usan para generar más riqueza, ya sea ahorrándolo o invirtiéndolo. Cuando los pobres reciben dinero, generalmente, lo usan para los gastos de sobrevivencia o para pagar deudas, que han adquirido. No les queda dinero para ahorrar o invertir. Así, los ricos se hacen cada día más ricos y los pobres más pobres. —Mien-tras este juego no se rompa, los pobres vivirán eternamente a la merced de los salarios que les paguen los ricos, quienes, además, crean los mecanismos para endeudarlos y así continúa el juego del dinero.

—Espero que esto le sea fácil de comprender com-pañeros, manifestó Cristina.

El profesor del curso quedó sorprendido por la teo-ría de Cristina, ya que era más o menos la que había leído en el libro “El cuadrante del dinero” y en “Padre Rico, Padre Pobre”.

Cristina continuó:

He analizado los temas de salarios o ingresos y deudas. Ahora me referiré a otro tema que afecta “las finanzas personales”: el juego de azar. Recientemen-te, la Contraloría de la República publicó las cifras de las apuestas en los casinos y salas de juegos del país. La cifra es alarmante. En un país pequeño, con 40% de su población viviendo en pobreza extrema, el año pasado se jugaron o apostaron US$2,577,000.00 sólo en los casinos.

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Dice un viejo refrán “el que juega por necesidad, pierde por obligación”. Pero la gente no le hace caso a este mensaje.

Este es el país del “juega vivo” y del juego o chin-guia. Aquí se apuesta a todo. Escuchen esto compa-ñeros.

Existen dos loterías oficiales por semana y una mensual que se juega según el signo zodiacal del mes. Además de las loterías oficiales, se juega la “casa gran-de” clandestina, la Tica de Costa Rica, la lotto de Miami y la “bolita diaria” que anteriormente se deno-minaba “pon la olla”. Como si esto fuera poco, tres días a la semana hay carreras de caballo”.

Todos los días se puede apostar, por el sistema electrónico, en las carreras de perros, caballos y depor-tes de Estados Unidos. En los lugares más pobres, se encuentran casinos abiertos 24 horas al día y juegos de bingos oficiales y privados todos los días.

En nombre del “desarrollo turístico”, los gober-nantes inmorales del país han promovido la cultura del juego, la prostitución, la droga y la delincuencia. En lugar de promover un desarrollo turístico serio, seguro, y que distinga al país como un destino turís-tico histórico, ecológico, ambiental, de playa, diver-sión, descanso, aventura, compras de pesca y de retiro, ellos, en su deseo de enriquecerse fácilmente, han con-vertido al país en un burdel.

Una estudiante, cuyo padre era alto miembro del partido gobernante, se levantó de su silla en señal de disgusto por las expresiones de Cristina y recriminó que no eran ciertas sus palabras y que los políticos y gobernantes eran personas serias, honorables, con alto

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sentido de sacrificio por la patria y que se merecían respeto.

Cristina guardó cordura y expresó:

Compañera Gladys: Pido disculpa, si mis palabras la hirieron. Le solicito que observe, ¿quiénes son las personas que temprano en la mañana y en las tardes están jugando en los casinos, con la esperanza de ganar dinero fá-cil? Ellos son, en su mayoría, gente humilde que, sin estar conscientes, han adquirido el vi-cio y la cultura del juego. Esta infamia se la debemos a quienes en nombre del “desarrollo turístico” han convertido a gran parte de la población en chingueros o apostadores. Así no se construye un país, así se crea más pobreza. Muchas Gracias.

Sus compañeros, con excepción de Gladys aplau-dieron la presentación y fueron a felicitarla. El profe-sor, con porte y tono de catedrático universitario, dio por concluido el seminario.

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CAPÍTULO XV

Pueblo Cum Laude

De la Secretaría General de la universidad llama-ron a María a su trabajo. Ella quedó sorprendida. Nun-ca antes nadie la había llamado de esa institución. Ni siquiera para verificar sus datos.

La central telefónica automática digitalizada de la Institución Financiera recibió la llamada:

—Buenos días, está usted llamando a la institución financiera. Muchas gracias por preferirnos. Si conoce el número de la extensión, márquelo ahora. Para présta-mos personales, marque uno; para corporativos, marque dos; para préstamos hipotecarios, marque tres; para el Departamento de Cobros, marque cuatro; Atención al Cliente, marque cinco y para la operadora, marque cero”

La secretaría de la universidad no conocía el nú-mero de la extensión telefónica de María, así que mar-co cero y esperó hasta cuando la operadora la atendiera, luego de escuchar varias veces la grabación con las instrucciones y mensajes publicitarios.

Finalmente, después de una serie de enlaces, Ma-ría atendió su teléfono.

—Buenos días, le hablamos de la Secretaría Gene-ral de la universidad. Soy el Licenciado Gustavo, Se-cretario General. La hemos querido contactar para solicitarle una reunión a fin de verificar sus créditos académicos. ¿Que le parece si nos reunimos mañana a las tres de la tarde?

—Pero ¿por qué? ¿hay algún problema? –preguntó María.

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—No quiero adelantarle nada por teléfono, será mejor hablarlo en persona. ¿La espero a las tres?

—A las tres de la tarde me es imposible –contestó María –salgo del trabajo a las cinco. ¿Podríamos reunir-nos a las cinco y media, sin falta?

—Está muy bien, señorita. La espero mañana a la hora acordada. ¿Usted sabe dónde queda mi oficina en la colina?

—Sí, señor, respondió. María quedó inquieta ¿qué podría haber pasado?

Pensó que, afortunadamente, ella tenía en orden sus papeles, pero no se explicaba qué podía haber sucedi-do en las oficinas de la Universidad que el mismo Se-cretario General la había llamado.

Al día siguiente, terminó su trabajo a las cinco en punto. En el instante en que salía del edificio, pasó un taxi vacío. Ella hizo una señal con la mano y el taxista paró inmediatamente.

El taxista no preguntó hacía dónde se dirigía, lo cual es una pregunta común entre los conductores de taxis. Es frecuente escucharlos decir; “no voy”, o “para allá no”. La situación cambia, cuando la pasajera es una joven guapa y atractiva. A ellas no les preguntan, ¿dónde van?.

Al subir al vehículo, María indicó directa y escue-tamente, “a la universidad, por favor”. Ella solía ser muy amable con los conductores, conversaba con ellos frecuentemente, como lo haría con su hermano Pedro. Él tenía unos años con su taxi y con frecuencia le conta-ba anécdotas que le sucedían circulando por la ciudad. En varias ocasiones le había comentado que para él, era más ameno su trabajo, cuando los clientes le hacían plática de temas diversos: de política, de precios, de lugares atractivos del país, etcétera. Por eso, María siem-pre conversaba con ellos. Pero hoy, iba callada y un

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poco ausente sumergida en sus pensamientos hasta que oyó al conductor preguntarle:

—¿A qué parte de la universidad, señorita? Usted sabe que el campus universitario es muy grande y tie-ne escuelas disgregadas en muchos edificios dentro y fuera del campus. ¿A dónde específicamente va usted?

—Perdóneme, por no haberle dicho antes, pero es-toy muy nerviosa. Por favor lléveme a la colina, ¿sabe dónde queda?.

—Por supuesto, señorita. Me gradúe en la univer-sidad de licenciado en ciencias políticas, pero la carre-ra está tan saturada y es tan difícil conseguir un empleo que he quedado manejando taxi, eso sí, con título uni-versitario.

Minutos después, el taxi llegaba al edificio central de la universidad. Eran las cinco y veinte minutos. María, llegaba puntual a la cita con el Secretario Gene-ral de la universidad.

En su despacho, el Secretario tenía el expediente de María sobre el escritorio. Su oficina estaba decorada con muy buen gusto. El escritorio, la mesa de reunión, y las sillas de visitas, estaban confeccionados con fina caoba. Lateral a su escritorio tenía los equipos electró-nicos de última generación: una computadora perso-nal conectada a una impresora que era fotocopiadora, máquina de fax, escáner y contestadora de teléfono – todas estas funciones, en un solo equipo. Además de la moderna agenda electrónica, un teléfono digital con marcación directa, memoria, micrófono, pero, sobre todo, inalámbrico y digital. Un televisor enorme de plas-ma, con pantalla gigante, con equipo especial de soni-do, sistema de “teatro en casa”, servicio de televisión por cable y proyector de DVD. Todo esto formaba par-te del equipo electrónico del Secretario General de la universidad.

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María quedó impactada por el derroche de lujo de dichas oficinas. Sin embargo, comprendió que no po-día hacer ningún comentario. En su mente comparó las necesidades de las aulas de clases de su facultad en donde ni siquiera existía un proyector de transparen-cias; un data show, ¡ni pensarlo!

__________

Siéntese, por favor, señorita, expresó el Secretario General. El motivo de ésta reunión es la revisión con-junta de su índice académico, porque nuestros regis-tros indican que para la próxima graduación de su facultad, usted tiene el mayor índice y le corresponde el primer puesto de honor; se graduará con la distin-ción Summa Cum Laude. .

María no sabía qué significaba la distinción Sum-ma Cum Laude, porque en el lenguaje estudiantil uni-versitario, la mayoría de los que se graduaban lo hacían con la distinción Pueblo Cum Laude; esto era objeto derelajo y burla entre los graduandos.

Ella le solicitó al secretario general, que le aclarara el significado de la distinción Summa Cum Laude.

—Con mucho gusto –manifestó el licenciado Gus-tavo. En la universidad se otorgan tres categorías de distinción a los graduandos con notas sobresalientes. Como usted sabe la máxima calificación “la A”, signifi-ca tres puntos. Es decir, un estudiante que adquiere una calificación de A en una materia es un estudiante de tres puntos de índice.

Las tres categorías de distinciones para los graduan-dos universitarios son las siguientes:

Summa Cum Laude, se le otorga a los estudiantes coníndice académico entre 2.9 y 3.0 puntos. Es la más al-

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ta distinción que se confiere. Magna Cum Laude, se le otorga a quines tienen

índice académico entre 2.7 y 2.8; es la segunda catego-ría de distinción.

Cum Laude, es la tercera categoría y se le otorga alos estudiantes con índice de 2.5 y 2.6.

Usted, María, es la única en esta generación con la más alta distinción, por lo cual, la felicito. Ahora com-prenderá que una noticia así no era para dársela por teléfono; deseábamos expresársela personalmente.

Ella estaba impactada. Sorprendida. Todos esos años había estudiado muy duro, pero no se imaginó graduarse con los máximos honores. Era un sueño lo que estaba viviendo. Pidió un vaso de agua para tran-quilizarse. Un par de lágrimas salieron de sus bellos ojos negros de la emoción que sentía. En esos momen-tos pensó en sus padres, en la gente de su pueblo y, muy especialmente, en la maestra Tita. Todos ellos es-tarían orgullosos de verla llegar tan lejos. Ni ella mis-ma, cuando vivía en aquel caserío en medio de tanta pobreza, se había imaginado estudiar una carrera uni-versitaria y terminarla con honores.

Cuando fue a su salón de clases, después de la re-unión en la Secretaría General, le comunicó a sus com-pañeros la gran noticia. Todos la felicitaron y aplaudieron con gran entusiasmo.

Julio, que era muy especial con los chistes nacidos del momento, con gran jocosidad exclamó:

—Compañeros, por favor pongan atención. Escu-chen con gran atención –los estudiantes guardaron si-lencio y él continuó

—Vamos a felicitar a María por ser Summa Cum Lau- de. Ella se lo merece. Es un ejemplo de dedicación, sacrificio, voluntad e inteligencia. ¡Aplausos! Los que no somos como María, igual nos graduaremos con ho-

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nores, porque seremos: Pueblos Cum Laude. ¡Pueblo con honor!

La algarabía explotó. Todos soltaron sus risas. Hubo aplausos, felicitaciones, besos y abrazos. Se ha-bía inventado una nueva categoría de graduandos.

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CAPÍTULO XVI

“Hablar de pobreza con el estómago lleno”

En el Grand Salón del Hotel Marrietta, el personal de servicio recogía los cubiertos de la recepción.

Luego de terminar su labor, cerca de las tres de la tarde, el personal se reunió con Pedro que era el capitán encargado, para almorzar con lo que restaba de comida. Al terminar de almorzar, Pedro les agradeció su colabo-ración, los felicitó por el trabajo realizado y les dijo:

—Compañeros, hoy hemos atendido con gran es-mero a toda la clase dirigente de nuestro país. No que-dó nadie por asistir. Escuchamos los mejores discursos sobre el hambre y la pobreza. Es fácil y cómodo hablar de pobreza y hambre con el estomago lleno, en confe-rencias como éstas, pero ninguno de ellos se imaginan el calvario diario en que viven los pobres. Tal vez los que estamos aquí, lo sepamos por vivencia propia.

El personal hizo sus propios comentarios sobre el tema y, al terminar, se dispusieron a dejar todo limpio y ordenado. El banquete había sido un éxito, Pedro estaba satisfecho con su labor y a pesar de todo el tra-bajo, significó mucho para él. Pensó que aún era tempra-no y podría manejar su taxi un par de horas más. Erancerca de las cuatro de la tarde.

Al frente de donde estaba estacionado su taxi ha-bía otro hotel, y cuando estaba por irse, un señor ele-gantemente vestido y con maletín tipo médico en su mano derecha, le hizo una señal para que parara.

Pedro paró su taxi y preguntó: ¿Hacia donde va usted?

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El señor le contestó —Al aeropuerto, por favor. Pedro pensó que estaba de suerte, en una sola ca-

rrerita al aeropuerto ganaría US$ 25.00. Contento, le abrió la puerta a su cliente y se dirigió hacia el aero-puerto por el Corredor Sur.

Veinte minutos después, en la autopista que con-duce al aeropuerto internacional, un vehículo negro de doble tracción con vidrios ahumados se acercó peligro-samente al taxi de Pedro. De repente, Pedro escuchó una ráfaga de tiros que una ametralladora Uzi de fa-bricación israelita disparaba contra su vehículo. No lo-gró escapar de la situación y tres balas penetran su cuerpo: una en el estómago, otra en el pecho y la otra en la cabeza. Pedro falleció instantáneamente, y su ve-hículo al chocar contra la baranda de la autopista, se detuvo.

Dos personas que venían en el automóvil negro se acercan al taxi. En su interior vieron los cuerpos sin vida del conductor y su cliente. Las personas se apo-deran del maletín negro con varios kilos de droga y mucho dinero de alta denominación. Antes que nadie más se acercara, el vehículo de doble tracción desapa-reció a toda velocidad. En su huida dejaron un poco de droga regada en el taxi chocado y unos cuantos billetes sueltos que salieron del maletín por el impacto.

__________

La noticia del asesinato de un taxista y su cliente en el corredor sur, camino hacia el aeropuerto, se di-fundió en los noticieros nocturnos de la televisión. Las noticias involucraban directamente a Pedro. Se referían a él como delincuente y traficante de droga, pero nunca

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En nombre de ellos

mencionaron el nombre de su cliente. Al parecer, era una persona conocida en los círculos sociales, políti-cos y financieros del país y no era conveniente divul-gar su nombre. Del maletín con el dinero y la droga no se divulgó nada, la policía no dio información al res-pecto.

Entre los compañeros de trabajo de Pedro, no faltó quién asegurara que “sabía que ese muchacho se traía algo entre mano, se le notaba en la cara y además, la televisión lo había confirmado”, pero sus amigos cer-canos, que conocían sus esfuerzos por abrirse un futu-ro en la vida de una manera honrada, sabían que la noticia era una infamia y se sintieron profundamente conmovidos por la forma en que mataron a Pedro.

La vida de Pedro había sido arrancada violenta-mente justo en el momento en que comenzaba a vivir una nueva etapa, en la que estaba seguro, saldría de la pobreza. Él no pudo regresar al campo con su taxi y María para visitar a su familia durante los carnavales. Había muerto, como muchos taxistas, asesinado.

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CAPÍTULO XVII

Dios ayuda a quien busca oportunidades

María estaba acostada en su cama meditando las respuestas que le había expresado la Gerente de Re-cursos Humanos, sobre todo, cuando le manifestó “los pobres no pueden salir de su pobreza, porque se les niegan las oportunidades”. Recordó que una vez había leído un re-frán que decía “Dios ayuda a quien busca oportunidades”. Ella se había preparado para buscarlas y no había des-aprovechado ninguna; pero su conversación con la Gerente de Recursos Humanos le había enseñado la realidad cruda del sistema social y, por muy dura que fuera era dicha realidad, trataría de comprenderla, aun-que se negara a aceptarla.

Durante su noche de desvelo, hizo un recuento de toda su vida. Recordó cómo fue concebida, según una íntima conversación que había tenido hacía algunos años con su madre, las condiciones en que nació, su niñez en la pobreza del campo, las enseñanzas de su maestra Tita, su viaje a la capital, cuando Kukita solo la conocía por “esta niña”, sus años en la escuela de las monjitas, que la que-rían convertir en misionera, su vida como vendedora en un almacén en la Avenida Central sin estabilidad laboral, ni derecho a seguro social, su vida como estudiante del Instituto Oficial Nocturno; su carrera universitaria y la experiencias de trabajo en la institución financiera. Ahora se encontraba en una situación difícil. Su vida había sido de una lucha diaria para superarse, aprovechar todas las oportunidades que se le presentaban para surgir, labrarse un futuro y salir de la pobreza.

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Había comprendido que luchar contra la pobreza va más allá de actividades tales como Leche-Tones, Radio-Tones, Tele-Tones, Libro-Tones, giras médicas, becas para los pobres, granjas de desarrollo sostenible, presentaciones de artistas y espectáculos en “nombre de los niños pobres”, “las mujeres abandonadas”, “la desnutrición”, “la delincuencia juvenil”, “los enfermos de diferentes males” y la lacra de otros problemas de la sociedad.

María sabía por experiencia que la pobreza no se combate con discursos, estrategias, comisiones de es-tudios y cumbres de presidentes. Se combate con justi-cia social, calidad en la educación, mejor distribución de la riqueza, igualdad de oportunidades; pero, sobre todo, cambiando la cultura de pobreza que se inculca a los pobres, cuando se les condena a vivir en condicio-nes no humanas y enseñarles que la “pobreza es una vir-tud”, que más vale ser “pobre pero feliz”, como si la felicidad y la pobreza fueran opuestas o que es más fácil “que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre al reino de los cielos”, como si ser pobre fuera una condición para ser considerado hijo de Dios. Todas es-tas ideas equivocadas y falsas tienen que borrarse, por-que forman parte de una cultura de pobreza, que no permite a las personas luchar por cambiar su condi-ción de pobres.

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María tenía que definir su próximo paso en su lu-cha por triunfar. Debía buscar otro trabajo y renunciar a la institución financiera, porque había llegado al máxi-mo nivel al cual podría aspirar dentro de la institución. Después de graduada de la universidad, ¿Cuál iba a

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ser su próxima prioridad: ¿el Master o el Mister? Es decir, continuar estudiando una Maestría en Finanzas o buscar novio para casarse (el mister). También, Ma-ría quería ayudar a otras personas a salir del círculo de la pobreza en que vivían.

El cansancio la venció. Eran casi las 3:30 de la ma-drugada cuando María se quedó finalmente dormida. Ella no había escuchado las noticias de la noche por estar meditando sobre su futuro, por lo tanto, no sabía que a su hermano Pedro lo habían asesinado al salir de la autopista, camino al aeropuerto, cuando conducía su taxi, con un pasajero que se dirigía al Aeropuerto Internacional con un cargamento de droga y dinero en su maletín.

Pedro no sabía quién era su pasajero, pero la noti-cia que se difundía era “asesinan a taxista con gran car-gamento de droga y dinero”; los medios de comunicación nunca mencionaron el nombre de su pa-sajero.

En su sueño, María vio a Pedro saludándola con cariño entre las nubes y escuchó una voz dulce que le decía “Bienaventurados los que luchan contra las injusticias y la pobreza, porque de ellos será el reino de Dios”.

Al despertar, María se enteraría del asesinato de su hermano.

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Epílogo

El Proyecto Milenium fracasó rotundamente. Se que-dó en grandes cumbres presidenciales, asambleas ge-nerales, estudios estratégicos, diseños de modelos teóricos, discursos y reuniones. Para el año 2025 poco había cambiado. La pobreza se había duplicado. El ham-bre y la desnutrición eran una vergüenza para la hu-manidad.

—En nombre “de la pobreza y de los pobres” se beneficiaron los políticos, organismos internacionales, intelectuales, técnicos, organizaciones no gubernamen-tales y funcionarios públicos. Las religiones usaron la pobreza y a los pobres como instrumentos de proseli-tismo y catequesis, para hacerles creer que el cielo es de los pobres, cuando los pobres viven día a día un permanente infierno, sin futuro ni esperanza.

ulho F.di~ Chen . S . A.TdHo. 261-7102

I Chen Barria

Egresado de la Universidad de Panamá, con Licenciatura e nAdministración Pública. Realizó estudios de Maestría en l aGraduate School of Public and International Affaire de l aUniversidad de Pittsburg, Pennsylvania, U .S .A .

Profesor regular en la Universidad de Panamá en l aFacultad de Administración de Empresas y Contabilidad . H aparticipado en distintos cursos, seminarios y conferencia snacionales e internacionales como expositor y asistente .

Ha desempeñado cargos en el sector público como Director Nacional de Migración, Su bContralor y Contralor General de la República, Director de la Autoridad de la Regió nInteroceánica (ARI) . Miembro deI equipo negociador de la deuda pública en el "Club d eParis" y Comité de Bancos .

En el sector privado ha ejercido posiciones gerenciales en diferentes empresas. Ex miembrode la junta directiva de la Bolsa de Valores de Panamá y la Corporación La Prensa .Presidente de la Junta Directiva deI Grupo Rodelag y miembro de la junta directa deI Grup oRomero . Actualmente miembro deI consejo editorial deI semanario Capital Financiero y de Iconsejo consultivo de la Escuela de Alta Dirección de Negocios (ADEN) .

Condecorado con la "Orden Manuel Amador Guerrero", por el gobierno nacional, por su sservicios profesionales al sector público y al país . Designado "Ciudadano Notable" 1998 -1999 por la Asociación Pro-Valores Cívicos y Morales integrada por diferentes Clubes cívico sde Panamá . Declarado "Hijo Meritorio deI Corregimiento de Ancón", sesión ordinaria de IConsejo Municipal de Panamá . 31 de octubre deI 2000 . Distinguido con la "Medall aCentenario de la República de Panamá", por sus valiosos servicios prestados a la Sociedad ya la Nación Panameña . Gran logia de Panamá . 13 de septiembre de 2003 .

Certificado de reconocimiento por el Comité Nacional deI Centenario de la República y l aAsociación China de Mujeres Ejecutivas y de negocios de Panamá (ACHIMPA) por s udestacada trayectoria en la Administración Pública y la Política Nacional . 22 de junio de I2003 .

En la actualidad se dedica a la consultoría empresarial en las áreas para la Solución Alterna sde Conflictos (ADR), Sucesión de Empresas Familiares y Seguros . Miembro deI Centro d eConciliación y Arbitraje de la Cámara de Comercio de Panamá (CECAP), y de la directiva de lInstituto Internacional de Negociación, Mediación y Arbitraje (IINMA), Conciliador yMediador certificado por el Ministerio de Gobierno y Justicia .

Telf: (507) 265-6021- Fax (507) 265-603 8E .Mail : jchenbarria@hotmail .com

En Nombre de Ellos

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.a realidad se mezcla con l adicción para crear una novela qu e.analiza temas de la vida real yobliga a la reflexión y e

l cuestionamiento de la sociedadactual .

Es una novela que cuestion aideas, creencias, prácticas

, injusticias y toca las raíces profunda sle la conciencia humana .

En nombre de ellos", su spersonajes pueden ser identific

ados con cualquiera persona qu ebusca construir su futuro basadoen el sacrificio, dedicación ,coraje y voluntad de triunfar ,enfrentándose a los obstáculo sque el sistema social impone aquienes desean liberarse delcírculo de la pobreza.

La novela es encadenamientode hechos que giran en tomo auna humilde familia del campo ,que propicia la visión colectiv ade una sociedad plagada delacras : la manipulación política,la actitud °Complaciente de l aIglesia, el consumismo, la hipocresía -

la discriminación envarios aspectos étnico,económico y social), la degra-dación de la mujer en el matri-monio (de hecho y derecho), l aexplotación laboral entre otro smales crónicos que aquejan anuestra sociedad .

De lectura fácil, lenguaje ,sencillo, entretiene, educa ycientiza. Su lectura es un d epara quienes desea n construírmundo mejor.

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UN 978-9962